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El desarrollo de la democracia requiere educación

Por: Angél Pérez Martinez.

El sistema educativo de Colombia no incide de manera positiva en los niños, los adolescentes y los jóvenes; no tiene impacto real en la educación y formación para el desarrollo de ciudadanos críticos que nos permita avanzar como sociedad a una vida democrática más activa.

Un objetivo de mediano plazo del sistema educativo, asociado a la calidad de la educación y de las necesidades del país, debería ser desarrollar en los estudiantes capacidades políticas y ciudadanas con el propósito de mejorar la participación política y consolidar los valores bajo los cuales se produce la lucha democrática para acceder al poder, o para definir quien ostenta dicho poder; así mismo debería fortalecer las calidades humanas y el compromiso social.

Lo anterior no es un reto cualquiera en un país donde el sistema político y la participación ciudadana de los colombianos se acostumbró a que impere de manera nefasta el individualismo a ultranza, aún entre los más pobres, los actos de corrupción y el “cómo voy yo” frente al reparto burocrático y el poder.

El sistema educativo y la sociedad en Colombia no pueden ser neutrales frente a la realidad del funcionamiento de la democracia, el ejercicio del poder y las formas clientelares de participación. También, debemos reconocer la inexistencia de un sentido ciudadano por valorizar la democracia y la participación de nuestros jóvenes y adultos. En el libro el Valor de Educar, Fernando Savater sostiene que “la democracia tiene que ocuparse también de crear los ciudadanos en cuya voluntad política apoya su legitimidad, es decir tiene que enseñar a cada ciudadano potencial lo imprescindible para llegar a serlo de hecho”.

Además, como sociedad nos debemos preguntar en torno a la lucha política ¿si dados los niveles de pobreza, de conformación de las familias y de valores ciudadanos es posible desarrollar una democracia activa? donde nuestros problemas políticos y sociales más profundos se discutan y se solucionen a través de una institucionalidad que respete unas reglas básicas de decoro y humanidad. Institucionalidad que la ejercen seres humanos, los cuales no pueden ser santos, pero tampoco delincuentes. En todo caso la educación debe ayudar a cambiar conductas, la democracia no puede ser votar por quien pague o prometa y luego marcharse a casa a esperar por favores personales.

De acuerdo con lo anterior, la sociedad requiere con urgencia que el gobierno nacional a través del Ministerio de Educación Nacional, MEN, revalúe su trabajo en torno a la calidad de la educación y defina que es lo importante. Les puedo asegurar que más del 80% de las instituciones escolares en Colombia no han tenido ningún apoyo efectivo para realizar programas y ajustes curriculares asociados a la paz, sólo normas, Ley de convivencia y catedra de la paz.

En cambio, a los colegios si les llegó material, recursos e incentivos vinculados a las pruebas Saber, al índice Sintético de calidad y a la aplicación de los denominados Derechos Básicos de Aprendizaje que establecen qué es lo básico que un niño debe saber en matemáticas o en lenguaje en cada grado, desde primero hasta once, es decir, nos devolvimos a los años noventa, pasamos de una educación que desarrolla competencias en los estudiantes, a una educación que trabaja logros de los estudiantes por grado.

Para qué un sistema educativo que prepara a los niños para las pruebas, pero que no es capaz de educar y formar a nuestros niños y adolescentes en torno a desarrollar conocimientos, así como capacidades de análisis, discusión y comunicación para mejorar la convivencia social, fortalecer la ciudadanía y la democracia.
El Ministerio de Educación no puede tener una sola mirada con respecto a la calidad de la educación asociada a los resultados de las pruebas Saber, Pisa u otras. El MEN y el sistema educativo tienen otras, por ejemplo, los resultados de medicina legal que confirman que nos seguimos matando o hiriendo por pendejadas, que frente a la criminalidad y delitos son los jóvenes quienes más están involucrados. El MEN conoce la escasa participación política de los jóvenes y la discriminación que existe contra las mujeres en juntas directivas de sindicatos, concejos, asambleas y congresos, para sólo mencionar unos casos. Pregunto nada tiene que ver la educación.

Sin embargo, todos los días nos dicen que la educación mejora, que avanzamos en los resultados de dichas pruebas, aunque el país en la vida real sigue igual o peor. Las discusiones políticas se resuelven con escasa participación; los resultados electorales se asimilan con odio, o se interpretan a partir de posiciones religiosas, ideológicas y de otra índole, pero menos con la razón o los acuerdos constitucionales y el respeto de un buen perdedor o de un vencedor que entiende que asume nuevas responsabilidades.

El Ministerio de Educación no está comprometido con propuestas para cambiar pedagogías, currículos y proyectos educativos institucionales, respetando la autonomía escolar, pero apoyando la vinculación del sistema educativo con los grandes problemas de la sociedad, de este país, que no son los de la Ocde.

En este sentido, el MEN debería dedicar más esfuerzos y acciones de política educativa a lograr que los colegios y los docentes cuenten con herramientas e instrumentos pedagógicos que permitan acercar la educación a uno de los problemas más complejos que vive la sociedad y la democracia: la ilegitimidad de los gobiernos nacionales y territoriales por la corrupción, la politiquería, el clientelismo y los negocios entre lo público y lo privado, donde siempre pierde el Estado y la población con menos ingresos o con más necesidades. Mejorar la democracia requiere educación.

Fuente artículo: http://www.dinero.com/opinion/columnistas/articulo/el-desarrollo-de-la-democracia-requiere-educacion-angel-perez/247582

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La profesión docente, el conocimiento y la sociedad

Por: Ángel Pérez Martínez

La profesión docente es un trabajo asociado a la vida humana, al conocimiento científico en permanente construcción y expansión, donde se requiere un inmenso compromiso político, ético y moral para su ejercicio.

La profesión docente cada vez es más compleja por la evolución de los sistemas de información, la velocidad de reproducción del conocimiento y por los efectos negativos que producen a la escuela el entorno, los medios de comunicación y la sociedad; al desarrollo de una vida humana con sentido ético, ciudadano y crítico.

Algo no está bien en una sociedad cuando la profesión docente no es valorada, no sólo desde la perspectiva salarial, sino por su aporte a la construcción de paradigmas humanos (modelos de vida vinculado al conocimiento, a la ciencia y otro tipo de creencias) que hacen posible la subsistencia humana y su deseo permanente de mejora, a partir de: el respeto y lucha por mejores derechos humanos, la convivencia pacífica, el desarrollo de la cultura, el progreso económico y el cuidado del cuerpo humano y de la tierra.

Paradigmas humanos a los que, en el caso de Colombia, las familias, que atiende la educación oficial, aportan muy poco por la condición de pobreza que crea la enorme inequidad de este país ( Gini de más de 54%), los bajos niveles educativos de la mayoría de la población (tasa de graduación en educación media, para jóvenes entre 16 y 24 años, de: 63% urbana y 31% rural), cultura de violencia (en su mayoría asociada a jóvenes) y, según el Dane, más del 38% de hogares con jefatura femenina que no tienen conyugue y tienen hijos menores de 18 años; agrego la mayoría de ellas ganan salario mínimo o menos. Esta condición especial de Colombia (pobreza, inequidad, violencia) demanda, más que en cualquier otro país de América latina buenos maestros y mejores escuelas. Luego la única manera es lograr un gran pacto por la educación si queremos romper este ciclo que conduce de generación en generación a la pobreza y al subdesarrollo, donde hoy la educación, todo un contrasentido social, ayuda a consolidar la exclusión de los más pobres, porque el sistema educativo es un sistema pobre para pobres.

Por lo anterior, la sociedad, el gobierno y los padres de familia deberían acompañar el clamor de los docentes por mejorar el sistema educativo, la educación y las condiciones de los niños de las escuelas donde ellos estudian. De hecho, este es un primer paso para plantearse en serio la calidad de la educación. Quien escribe valora la importancia de encontrar caminos entre gobierno, educadores y expertos para evaluar y medir la calidad de la educación y sus avances, por ello siempre invito a los docentes y a los colegios oficiales a no evadir la responsabilidad que existe en la necesidad de lograr que los niños pobres asistan a una educación y a una escuela donde se discute y se valora su calidad. A la vez las autoridades gubernamentales y los grupos de poder de la sociedad deben reconocer que la calidad de la educación pasa por tener docentes motivados y valorados por su profesión, así lo demuestran las experiencias internacionales.

Parece sencillo, pero pensemos las enormes dificultades que supone estar al frente de una aula con 30 o 40 niños, o adolescentes, mediados por innumerables circunstancias familiares y de vida, además de las características de las escuelas. Y, sin embargo, la sociedad le pide al docente que enseñe, que sea un líder del grupo escolar y promueva la participación de los padres de familia (¡qué reto!). Además, desde la perspectiva más educativa, el docente debe suscitar y alcanzar un adecuado clima escolar para facilitar el proceso de enseñanza y aprendizaje, tener un proyecto pedagógico, leer como pocos, preparar y planear el desarrollo de su curso y atender hasta el estado emocional de los alumnos. Estas acciones las debe realizar junto con el equipo de docentes y directivos de la institución escolar en el propósito de lograr que los estudiantes desarrollen capacidades para conocer, pensar (hacer las preguntas que son pertinentes a su vida, entorno y sueños) comunicar y convivir en paz.

Sin embargo, en nuestro contexto la profesión docente no parece estar muy ligada al desarrollo de la ciencia y del conocimiento, sino más bien a la práctica en el aula (trabajo del docente en el salón de clase) y al cuidado de los niños, donde la pedagogía no es más que una instrumentalización de ese proceso. Por ello algunos ven la docencia más como un trabajo artesanal, o para técnicos que aprenden y aplican una secuencia (transmisión verbal del conocimiento) y ante todo un ejercicio repetitivo, que año tras año no cambia. No hay duda que existen este tipo de docentes en las escuelas públicas y privadas, pero por fortuna la inmensa mayoría no lo son. Con seguridad los nuevos docentes, los llamados del estatuto 1278, vienen pisando fuerte: investigan, innovan y les preocupa la calidad.

La profesión docente es un trabajo asociado a la vida humana, al conocimiento científico en permanente construcción y expansión, donde se requiere un inmenso compromiso político, ético y moral para su ejercicio. Nada más difícil que ayudar desde la perspectiva educativa al desarrollo de personas con amor, con colaboración entre ellas y el profesor, en convivencia y aprendiendo a similares ritmos, entre desiguales. ¿Cuándo vamos a valorar la profesión docente y a comprender las inmensas responsabilidades de su ejercicio?

Fuente: http://www.dinero.com/opinion/columnistas/articulo/profesion-docente-conocimiento-y-sociedad-angel-perez/246463

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Educación: la guerra impidió formar para una vida democrática activa y conflictiva

Por: Ángel Pérez Martínez

La criminalidad y el miedo permitieron la persistencia de malas costumbres políticas (corrupción, clientelismo, ausencia de oposición política) y de injusticias sociales, en parte, con nuestra propia complacencia. En los últimos 25 años, según datos de FECODE en Colombia asesinaron a más de 1.000 maestros.

Ahora tenemos la posibilidad de iniciar una vida política en un escenario de paz. Algunos andan con afán buscando cómo ponernos de acuerdo para que todos refrendemos lo acordado en la habana. Una paz sin problemas y contradictores. Algunos sueñan hasta considerar que ojalá no hubiera necesidad de plebiscito, alinear a Uribe, al Procurador y a sus seguidores, listo, todos iremos en el tren de la paz. Pregunto: ¿Y por qué no proyectar desde ya una paz con una democracia activa, plena de dificultades y propia de una sociedad que debe reconocer sus debilidades institucionales, morales y del Estado para poder cambiar de manera estructural la cultura política y las condiciones de desarrollo?

Entre otras cosas porque tenemos que reconocer que algunos asimilamos la paz a lo que Estanislao Zuleta en un afortunado escrito, Elogio a la Dificultad, llamaba imaginar la felicidad: “entonces comenzamos a inventar paraísos, islas afortunadas, países de cucaña. Una vida sin riesgos, sin lucha, sin búsqueda de superación y sin muerte. Y por tanto también sin carencias y sin deseo: un océano de mermelada sagrada, una eternidad de aburrición. Metas afortunadamente inalcanzables, paraísos afortunadamente inexistentes”.

No, la paz es el camino para empezar a consolidar formas civilizadas de discusión, de desacuerdos y de resolución de conflictos, sin el uso de las armas, pero no exenta de dificultades. La paz debe ayudar a desarrollar capacidades en la sociedad como razonar y reflexionar con un sentido ético de lo que conviene al paiz, que de ninguna manera será la guerra, pero tampoco el sueño de ríos de leche y miel que algunos suponen.

Al contrario, las dificultades de la vida en sociedad, asociadas a lograr convivir con los demás en paz a pesar de las diferencias, y también, conciliar disensos a pesar de las pasiones, emociones y motivaciones humanas, nunca será una tarea fácil para el ordenamiento social. Menos en un país como Colombia, donde en la mayoría de su territorio, el hogar y la escuela, que son los lugares en el que se vive y se practica la convivencia día a día, han estado influidos de manera negativa por un entorno violento, que ha subsistido por más de 60 años. Según el Centro de Memoria Histórica, 200 municipios son los más afectados por la violencia. Luego en unos territorios, más que otros, el imperio de la Ley y de la fuerza no son del Estado y este caos (debilidad institucional) ha producido realidades duras de aceptar y que los medios de comunicación o las redes sociales reproducen: muertes, secuestros, desfalcos con los recursos público, inequidades, violencia de género y familiar, abusos de toda índole e irrespeto a los derechos humanos básicos.

En este contexto, el país debe reconocer: primero, que se requiere una ciudadanía y una democracia activa para generar un cambio sostenible en las costumbres políticas y en el manejo del poder del Estado y; segundo, que los valores éticos y morales que hoy tiene una parte de las familias y los jóvenes deben ser impactados por la educación, dado el entorno guerrero, delincuencial y de irrespeto por los derechos humanos que por años han subsistido en Colombia

El Ministerio de Educación Nacional, las facultades de Educación, los colegios, los maestros y otras instituciones públicas y privadas deben planear las acciones educativas que permitan no sólo formar a los estudiantes en ciudadanía (área en la cual a los estudiantes no les va bien en las pruebas nacionales e internacionales), sino principalmente cómo llegar a las familias y al entorno social donde viven los jóvenes, a través del sistema educativo y de los medios de comunicación para afectar la civilidad de la comunidad y fortalecer la ciudadanía.

De acuerdo con el Ministerio, las competencias ciudadanas son las habilidades y los conocimientos necesarios para construir convivencia, participar democráticamente, valorar el pluralismo y defender y respetar los derechos humanos. Luego mejorar los programas de educación en ciudadanía deben tener el propósito de fortalecer una democracia real y viva, sin unanimismos, donde los ciudadanos tengan un sentido crítico, a partir del conocimiento y de la reflexión sobre la política y el impacto en sus vidas y en el bienestar.

La paz debe permitir educar para ejercer ciudadanía sin temor al poder de las armas, para promover la capacidad de hacer y de ser sin miedo. Capacidad entendida en términos de Amartya Sen, de elegir para proteger y cuidar la libertad, para entender que el desarrollo humano no sólo es económico, también es cultural y político, lo cual pasa por vivir y aportar a la convivencia, a la democracia y al cambio del statu quo. El pedagogo John Deweey sostenía que era “verdad que una sociedad que no sólo cambia sino que tiene también el ideal de tal cambio poseerá normas y métodos de educación diferentes de aquella otra que aspire simplemente a la perpetuación de sus propias costumbres”.

Fuente: http://www.dinero.com/opinion/columnistas/articulo/educacion-la-guerra-impidio-formar-para-una-vida-democratica-activa-y-conflictiva-por-angel-perez-martinez/224279

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El Día del Maestro o lo mismo de siempre

Por: Ángel Pérez Martínez

Así que para esta época, todos los años, los gobernantes, el Ministerio de Educación Nacional, MEN, los medios de comunicación y quienes pertenecemos al sector salimos a repetir frases trilladas sobre la profesión y el hacer de los docentes:  la más importante y bella del mundo; ninguna como ella contribuye al desarrollo de la vida y del nuevo país anhelado y; sin los docentes es imposible pensar en el ideal de ese nuevo colombiano: buen ser humano, ciudadano, comprometido con el medio ambiente y coparticipe del desarrollo económico y social. Además, en condiciones normales las secretarías de educación y los colegios celebrarán el día maestro en recintos cerrados con fiestas y entregarán diplomas, reconocimientos y hasta algunos incentivos. Sin embargo, este año los docentes oficiales no celebrarán, una vez más están en paro porque como Estado y sociedad no les cumplimos y no les valoramos su profesión.

En Colombia no se conocen a fondo las dificultades diarias de los docentes y no se valora la profesión docente, la mayoría de los bachilleres y jóvenes de Colombia no quieren, ni sueñan con ser docentes. Por ello, en el día para honrar a los maestros y reconocer su enorme contribución a la vida, no habrá campañas multimillonarias por los medios de comunicación, financiadas por el Estado (como Ser Pilo Paga), para sensibilizar a la padres de familia y a la sociedad sobre la soledad en la cual trabaja el docente en el aula escolar, donde a diario es responsable de formar a 20, 25 o más niños o adolescentes a los cuales conocerá como ninguno y sufrirá porque con algunos, por las circunstancias de sus vidas y el tipo de problemas no tendrá posibilidades reales de ayudarlos. No siempre los estudiantes tienen problemas económicos o de pobreza, también tienen dificultades de salud, familiares y del alma que llegan a afectar al docente.

La mayoría de padres de familia y la sociedad se imaginan siempre que el trabajo del docente se reduce a estar en el aula 5 o 6 horas con los estudiantes, y más que a educar a cuidar a los niños, lo cual ya es un gran reto, sin embargo para que nos hagamos una idea desde lo institucional sobre que hace un docente, el artículo 4º del decreto 1278 de 2002 define que la profesión docente implica la realización directa de los procesos sistemáticos de enseñanza-aprendizaje, lo cual incluye el diagnóstico, la planificación, la ejecución y la evaluación de los mismos procesos y sus resultados, y de otras actividades educativas dentro del marco del proyecto educativo institucional de los establecimientos educativos.

También, sostiene el mencionado decreto que la función docente, además de la asignación académica, comprende las actividades curriculares no lectivas, el servicio de orientación estudiantil, la atención a la comunidad, en especial de los padres de familia de los educandos; las actividades de actualización y perfeccionamiento pedagógico; las actividades de planeación y evaluación institucional; otras actividades formativas, culturales y deportivas, contempladas en el proyecto educativo institucional; y las actividades de dirección, planeación, coordinación, evaluación, administración y programación relacionadas directamente con el proceso educativo.

Para complicar más los retos de la profesión docente, el filósofo y escritor Umberto Eco narra que un estudiante preguntaba a un profesor: “disculpe, pero en la época de Internet, usted, ¿para qué sirve?» Podemos ampliar un poco más frente al mundo de la radio, la televisión, el Internet, las redes sociales y de conocimientos que existen hoy: ¿De qué sirve el profesor?, Eco sostiene que la “información que Internet pone a la disposición de los estudiantes es inmensamente más amplia e incluso más profunda que aquella de la que dispone el profesor”, pero el estudiante “omitía un punto importante: que Internet le dice «casi todo», salvo cómo buscar, filtrar, seleccionar, aceptar o rechazar toda esa información”, es decir cómo hacer preguntas inteligentes, tener la capacidad de encontrar respuestas que nos satisfagan y asumirlas con sentido crítico y ético para nuestra vida, el bienestar y el desarrollo de la sociedad, eso jamás lo enseñará el Internet.

Así mismo, los docentes colombianos, a pesar de las adversidades y complejidades de su profesión, investigan, innovan y aportan a la calidad de la educación y a los procesos pedagógicos, basta analizar el contenido por el cual otorga la Fundación Compartir los premios a los maestros o las experiencias publicadas por el IDEP en Bogotá. Sólo menciono como homenaje a los maestros de Colombia al gran profesor Oscar Mogollón y su contribución a consolidar el modelo de aula multigrado y escuela nueva para el sector rural. Mogollón fue un maestro de colegio oficial que creó y puso en práctica la metodología de Escuela Nueva, en el municipio de Pamplona, Norte de Santander. Así mismo, él se encargó de manera personal de llevar su innovación a Guatemala (Escuela Unitaria), a Nicaragua (Escuelas Activas), a Perú y Nueva Guinea, su propuesta pedagógica para trabajar con niños pobres y del sector rural se aplica en Colombia, América Latina y África.  Colombia ha sido injusta con el profesor Mogollón al no reconocer su trabajo e innovación, sin olvidar a su esposa y compañera de trabajo, la maestra Marina Solano Martínez.

Fuente: http://www.dinero.com/opinion/columnistas/articulo/el-dia-del-maestro-o-lo-mismo-de-siempre-por-angel-perez/245351

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El país necesita de las escuelas normales superiores para mejorar la educación rural

Por: Ángel Pérez Martínez

La Colombia de clases medias y altas que educan a sus hijos en colegios y universidades de calidad debe saber que 3 meses después de iniciado el año escolar, algunos niños del sector rural aún no han empezado clases o han sido suspendidas por falta de maestros y otros problemas.

En el país, según el MEN, hay 3.782 centros educativos rurales con menos de 50 estudiantes y 1.240 centros con 51 a 150 estudiantes; el 19% de los docentes del área rural son provisionales; el 51% de las sedes educativas rurales son multigrado; el promedio de años de educación de la población urbana es de 9,2 años, mientras que el de la población rural solo alcanza 5,5 años; los bachilleres del sector urbano obtienen en promedio 252 puntos, los del sector rural 233; los jóvenes del sector rural se retiran o no asisten a la escuela, la cobertura en educación media es del 27,4% y el tránsito inmediato a la educación superior de los bachilleres en el área urbana alcanza el 41%, en el sector rural el 22%.

Fue un acierto del acuerdo de paz cuando estableció que el acceso a la tierra es una condición necesaria para la transformación del campo, pero no es suficiente, por lo cual deben establecerse planes nacionales financiados y promovidos por el Estado destinados al desarrollo rural integral para la provisión de bienes y servicios públicos, uno de ellos es educación.

Sin embargo, podemos hacer el mejor plan nacional para el desarrollo de la educación rural, pero primero el MEN y las secretarías de educación, junto con los rectores de los colegios con sedes educativas ubicadas en el sector rural deben resolver problemas básicos, como lograr que ningún niño deje de asistir al aula escolar por ausencia o falta de un docente. No podemos olvidar que detrás de los líos estructurales o de la ineficiencia en la gestión del sector educativo, y de los problemas entre los adultos, están los niños y los adolescentes más pobres, quienes más y mejor educación requieren.

El MEN, las secretarías de educación, los sindicatos y la comunidad deben reconocer que las características de la ruralidad no permiten estandarizar acciones de política educativa. El entorno juega duro en las condiciones de formación y en los procesos educativos de los docentes, por ello cada escuela y cada docente tiene retos diferenciados, según el tipo de ruralidad. Por ejemplo, en el caso de la ruralidad más profunda, los niños realizan su educación inicial y la primaria en una escuela que tiene 1 o 2 salones, donde los docentes educan en aula multigrado con sólo 6 u 8 estudiantes, con diferentes edades y grados escolares. En Colombia en estas escuelas hay mayor ausentismo de los docentes.

Son varias las deudas que tenemos con los niños del sector rural, pero la más importante tiene que ver con los docentes en temas como: conseguir y formar docentes de muy buena calidad para que trabajen de manera específica en el sector rural; establecer concursos sólo para docentes, con formación en aulas multigrado, modelos educativos flexibles y proyectos productivos, entre otros, y además que quieran ir a trabajar al sector rural, por lo menos 5 años continuos, en regiones o zonas apartadas de las cabeceras municipales o de pequeños caseríos; determinar procesos especiales para que los rectores puedan remplazar de manera exprés las vacantes de los docentes que se ausenten por menos de 15 días por incapacidad o por otros inconvenientes (los rectores deben contar con los instrumentos legales, recursos y requisitos para proveer este tipo de vacantes) y para las secretarias de educación para proveer las vacantes cuando el docente se retira de manera definitiva por traslado, renuncia o pensión y; lo más difícil, lograr que no falten recursos financieros en las entidades territoriales más débiles para nombrar los docentes del sector rural.

Sucede que los docentes que se  presentan a concursos para ingresar a las plantas oficiales de departamentos como Nariño o Cauca quieren estar ubicados lo más cerca posible de Pasto o Popayán, pero cuando conocen que su nombramiento es para ir a escuelas ubicadas en la Costa Pacífica  o en áreas rurales, en escuelas localizadas a más de 6 horas del casco urbano más cercano (áreas pobres, violentas y con economía ilegal), ellos no aceptan o en algunos casos empiezan a trabajar, pero a los 2 o 3 meses renuncian o se hacen trasladar; igual sucede en varias regiones de Colombia, como en el departamento de Bolívar donde los docentes quieren laborar cerca de Cartagena pero no en el sur de Bolívar, región pobre y aún con violencia paramilitar y guerrillera, además de economía ilegal. Esta situación es más compleja en los departamentos como los de la Orinoquia que tienen más territorio, menos población y mayor dispersión de la población.

La solución al problema de cómo lograr docentes bien formados y estables en las escuelas rurales está en parte en las normales. El país cuenta con 137 escuelas normales superiores autorizadas por el MEN para ofrecer programa de formación complementaria en modalidad presencial, la mayoría de ellas están ubicadas en municipios o regiones con entornos rurales, donde profesores y estudiantes tienen una apropiación de la vida y la cultural de la ruralidad, el país requiere fortalecerlas y planear el desarrollo de licenciaturas en educación en algunas de ellas, de acuerdo con las necesidades del sector rural, en convenio con universidades acreditadas. Los estudiantes que aspiran ser profesores podrían tener dos años de formación en educación superior en la normal, un año de prácticas en instituciones rurales y luego regresar a completar la licenciatura, con el compromiso de ir a trabajar a escuelas rurales por lo menos 5 años continuos.

Fuente: http://www.dinero.com/opinion/columnistas/articulo/escuelas-normales-superiores-para-educacion-rural-angel-perez/245001

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Regalías para ciencia y tecnología, un sistema creado para despilfarrar recursos

Por: Ángel Pérez Martinez

La Contraloría General de la República realizó una excelente evaluación del Fondo de Ciencia, Tecnología e Innovación, mediante la cual llama la atención sobre las funciones y responsabilidades de quienes ejecutan los recursos y la escasa importancia que el país otorga a este sector clave para el desarrollo del país

La evaluación de dicho fondo, sin decirlo de manera directa, advierte que hay sectores como educación, salud, ciencia, tecnología e innovación que la sociedad y el gobierno deberían cuidar en extremo en el momento de elaborar y ejecutar políticas y programas públicos, por lo menos concertar con sus actores y con quienes conocen los temas, además de promover un manejo eficiente de sus recursos.

De hecho, Colombia reconoció, según el CONPES 3582, que la política nacional de ciencia, tecnología e innovación (CTI) ha sido identificada por la sociedad colombiana como fuente de desarrollo y de crecimiento económico, sin embargo, el gasto público y privado en CTI es escaso, el manejo y la gestión del sector es errático y con magros resultados.

De acuerdo con los datos de la evaluación de la Contraloría de dicho Fondo, la inversión nacional en ciencia, tecnología e innovación para el año 2015 alcanzó 0,627 del PIB y el gasto en investigación y desarrollo el 0,23% del PIB (45,4% financiado con recursos privados), en los países de la OCDE del 3% (entre el 65% y el 75% invertido por recursos privados).

También la Contraloría sostiene que en el año 2015 el país contaba con 161,5 investigadores de tiempo completo por cada millón de habitantes (undécimo lugar en América Latina). “Países como Argentina (1.255,8), Brasil (710,2), Chile (389,2) y México (386,4), lo superan ampliamente, lo que refleja un rezago significativo. En 2013, el país contaba con 0,4 investigadores por cada 1.000 habitantes, mientras que, por ejemplo, Uruguay tenía un investigador y Argentina tres. El número total de investigadores activos de Colombia (año 2014) es de 11.566. En el año 2014 Colombia registró 112 patentes, Argentina 260, para el mismo año el país presentó 6.708 publicaciones científicas frente a 8.324 de Argentina, 11.510 de México y 38.114 de Brasil.

En el propósito de cambiar esta situación en Colombia se han realizado diversas reformas normativas y de política que van desde de modificar la Ley de CTI (Ley 1286 de 2009), transformar a COLCIENCIAS y expedir el acto legislativo 05 de 2011 que determinó la creación del Fondo de Ciencia, Tecnología e Innovación que recibe el 10% de los ingresos del Sistema General de Regalías (artículo 361 de la Constitución política). El Fondo tiene como uno de sus objetivos incrementar la capacidad científica, tecnológica, de innovación y de competitividad de las regiones, así como contribuir al progreso social, al dinamismo económico, al crecimiento sostenible y una mayor prosperidad para toda la población.

Los investigadores y las universidades celebraron la creación del Fondo, esta decisión garantizaba nuevos recursos para CTI, sin embargo, en la reglamentación estos recursos de regalías para CTI se entregaron a los gobernadores y al Alcalde de Bogotá (Ley 1530 de 2012). Los recursos del Fondo se distribuyen entre los departamentos y Bogotá utilizando indicadores de población, pobreza y desempleo. La norma se expidió a pesar de que quienes investigan y los expertos advirtieron desde el comienzo los riesgos de despilfarro y la posibilidad de escasa gestión con dichos recursos, entre otras cosas porque se subordinaba a Universidades, centros de investigación e investigadores, con entidades territoriales y gobernaciones que en su mayoría no cuentan con capacidad alguna para ejecutar este tipo de proyectos.

Lo anterior explica en parte las conclusiones de la evaluación de la Contraloría, además de los escasos avances en CTI, a diciembre de 2015, $1,1 billones seguían sin aprobar, de un total de $3,3 billones asignados a los 33 fondos (32 departamento, más Bogotá), aunque existe un solo Fondo de Ciencia, Tecnología e Innovación, en la práctica la ejecución se atomizó y se dispersó al dividirse en 33 entidades territoriales; lenta ejecución de los proyectos, de los 271 aprobados, sólo se habían terminado 11 en 2015; La idoneidad de los contratistas y ejecutores no es clara, 201 proyectos son ejecutados por las gobernaciones y 70 por entidades como universidades, Colciencias, Corporación Ruta N y Corpoica; y alta dispersión temática de los proyectos de ciencia, tecnología e innovación, que a decir de la Contraloría de alguna manera señalan “la falta de definición de áreas estratégicas y que los criterios de priorización y aprobación de los proyectos terminan siendo muy laxos para definir que un proyecto sea considerado de ciencia y tecnología”, entre otras.

Lo anterior, permite afirmar algo elemental pero que debería ser el camino: la política pública para promover el desarrollo de la ciencia y la tecnología lo primero que debería reconocer es que institucionalmente quien investiga y produce ciencia, o alcanza los linderos en la cual ésta se encuentra, son las universidades y sus grupos de investigación, además de algunas instituciones especializadas públicas y privadas. Luego quienes conocen y tienen de manera permanente preocupaciones asociadas a la gestión, a los indicadores y a la obtención de recursos para CTI son de los rectores, decanos y directores de dichos centros de investigación, es a estos centros a quienes mediante la calidad de su proyectos y posibles impactos se les deben entregar los recursos para el desarrollo de la ciencia, la tecnología y la investigación.

Fuente: http://www.dinero.com/opinion/columnistas/articulo/regalias-para-ciencia-y-tecnologia-un-sistema-creado-para-despilfarrar-recursos/243806

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El país requiere rescatar la importancia de los PEI en los colegios

Por: Ángel Pérez Martínez

Algunos colegios públicos eran una colcha de retazos, donde se notaba los cambios de concepciones educativas y de modelo pedagógicos.

La Ley 115 de 1994, artículo 73, determinó que cada institución escolar en Colombia debe contar con un Proyecto Educativo Institucional, PEI, en el que se exprese la intención educativa de formación integral del educando, lo cual no es de poca importancia. Basta pensar que los más de 800.000 niños y las niñas que cada año ingresan a un colegio, a los 4 o 5 años de edad, en condiciones normales asistirán a sus aulas escolares durante más de 12 años en una etapa decisiva en el desarrollo de la vida humana.

En la última parte de mi experiencia académica me ha impresionado el impacto que tiene en los estudiantes de postgrados de educación cuando describo cómo en algún momento, específicamente en los años 90, en Colombia la política educativa y algunos de sus dirigentes lograron que el desarrollo del sistema educativo tuviera como prioridad la asignación de recursos para el sector educativo (artículos 356 y 357 de la CP y ley 60 de 1993), además, de determinar cumplir con la garantía del derecho a la educación y proponer que la gestión del sector se fundamentara en la planeación con su respectiva articulación con las políticas nacionales, territoriales y las instituciones escolares (plan decenal, planes de desarrollo nacionales y territoriales y PEI). El PEI era la base de dicho sistema de gestión.

Recuerdo al exministro de educación Jaime Niño Diez discutiendo con un equipo del Ministerio de Educación Nacional, MEN, que elaboraba una guía para la implementación del PEI, sobre los lineamientos que el MEN deberían promover para lograr que cada colegio, de acuerdo con sus particularidades, construyera con la participación de la comunidad educativa (directivos docentes, docentes, estudiantes y padres de familia) su propio PEI. Así mismo, él proponía que las instituciones escolares deberían considerar el PEI como la acción de planeación y de propuesta educativa más importante para determinar la gestión educativa en los colegios. Finalmente, el PEI se debería expresar en un documento sencillo, breve y pensado desde la educación para los padres de familia y el entorno del colegio. A partir del PEI la sociedad debería conocer qué iba a pasar con sus hijos en cada uno de los colegios, en su trayectoria educativa desde el prescolar (3 a 5 años de edad) hasta terminar la educación media (16 años).

Lamentablemente, ocurrió todo lo contrario. Dos o tres expertos elaboraron o ayudaron inicialmente a construir 4 o 5 modelos de PEI y luego la mayoría de colegios se dedicaron a copiarlos con pequeños ajustes. Son documentos densos, entre 60 y 200 páginas, que se guardan en los anaqueles de los colegios o se archivan en las páginas de Internet de los colegios. Hoy la mayoría de ellos no sirven para nada y pocos padres de familia a la hora de escoger el colegio toman el PEI como un elemento decisorio. Los padres de familia seleccionan colegios por cercanía, tradición, imagen y en algunos casos por resultados en pruebas Saber, no por su proyecto educativo.

También ocurrió que inicialmente en algunos colegios privados y públicos hicieron las cosas bien y se concentraron en trabajar y gestionar desde el PEI como el norte de la acción educativa. Los PEI se elaboraron con la participación de la comunidad, profesores y un equipo directivo, quienes definieron una propuesta de modelo educativo donde se buscaba un equilibrio entre el conocimiento, la formación ciudadana (ética, valores y convivencia) y las acciones transversales (artes, deportes, recreación, entre otros). Sin embargo, la medición y la comparación de logros de los estudiantes mediante pruebas SABER y otras (TIMMS, PISA, TERCE) han logrado que los colegios y los docentes se concentren en cómo obtener mejores resultados, se cambiaron los énfasis (resultados en matemáticas, física y química y bilingüismo), lo que importa es el resultado en las pruebas SABER,más que lo pedagógico o el contenido, estar entre los mejores en los rankings a cualquier precio: El preicfes o la preparación para la prueba es más importante que el PEI.

Otro problema lo describía el profesor de la Universidad Nacional Fabio Jurado cuando comentaba en un debate sobre educación que los PEI de algunos colegios públicos eran una colcha de retazos, donde se notaba los cambios de concepciones educativas y de modelo pedagógicos; un colegio podía arrancar su propuesta con un modelo de escuela activa, luego a los 3 o 4 años se ajustaba con 3 o 4 conceptos de pedagogía crítica, para terminar en planteamientos vinculados a un modelo conductista de la educación.

Lo anterior me permite afirmar que estas discusiones pedagógicas son muy importantes, pero no las entienden los padres de familia y menos los estudiantes. No hay necesidad estricta de incluirlas en el PEI, lo que exige el Decreto 1860 de 1994, artículo 14, es determinar los objetivos generales del proyecto educativo y la estrategia pedagógica que guía las labores de formación de los educandos. En cambio, recomiendo incluir en un cuadro que no pase de dos páginas, las 3 o 4 acciones más importantes (a veces se hacen muchas con escasos resultados) que grado a grado hará el colegio durante los 12 o 14 años de permanencia del estudiante. Con seguridad la participación y ayuda de padres de familia se facilita cuando ellos conocen a qué van sus hijos durante un año al colegio.

Por último, invito los establecimientos educativos para que en el marco de la autonomía para formular, adoptar y poner en práctica su PEI, este se refleje en un documento sencillo que no pase de 20 páginas y que se redacte pensando en los padres de familia.

Fuente: http://www.dinero.com/opinion/columnistas/articulo/importancia-de-los-pei-en-los-colegios-angel-perez/244401

Imagen: https://www.emaze.com/@ALQLQTTT/Marco-Legal

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