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México: Ciclo Escolar 2025–2026 en Educación Básica: Proyecciones Oficiales y Retos Inmediatos

Ciclo Escolar 2025–2026 en Educación Básica: Proyecciones Oficiales y Retos Inmediatos

 Pluma invitada

El 6 de agosto se celebró la LXIV Reunión Nacional del Consejo Nacional de Autoridades Educativas (CONAEDU). Este encuentro presentó definiciones importantes para el rumbo de la política educativa, tanto en educación básica como en media superior.

En media superior, la SEP anunció tres próximos acuerdos secretariales:

  1. Modificación al Marco Curricular Común en Educación Media Superior (MCCEMS).
  2. Creación del Sistema Nacional de Bachillerato.
  3. Fortalecimiento de la educación dual.

En este artículo me concentro en educación básica, por su impacto directo en el trabajo cotidiano de maestras, maestros, directores y supervisores.

  1. Acciones recientes de la Subsecretaría de Educación Básica

Durante la reunión, se informaron tres medidas implementadas en los últimos meses:

  1. Diagnóstico de coros escolares. La SEP y la Secretaría de Cultura organizarán un magno evento en el Zócalo de la CDMX, cumpliendo la instrucción presidencial.
  2. Encuesta sobre lineamientos de comida chatarra y recordatorio de la consulta del primer semestre sobre USICAMM, con participación de más de 140 mil escuelas.
  3. Ajustes al calendario escolar solicitados por autoridades locales ante climas extremos.

Además, se subrayó que el 29 de agosto se conmemoran 100 años del decreto de creación de la escuela secundaria y la apertura de las primeras cuatro instituciones en 1926.

  1. Consejo Técnico Escolar (CTE) – Fase Intensiva (25 al 29 de agosto)

La SEP definió cuatro momentos clave para esta fase:

  1. Reflexionar sobre la realidad escolar desde la perspectiva curricular de la Nueva Escuela Mexicana (NEM) y elaborar diagnósticos precisos.
  2. Apropiarse del planteamiento curricular y fortalecer el uso del Programa Analítico.
  3. Tomar decisiones para el Programa de Mejora Continua (PMC).
  4. Planificar las actividades esenciales del ciclo escolar.
  1. Actividades prioritarias para el ciclo
  • Las siguientes estrategias deberán integrarse de forma permanente:
  • Estrategia de Vida Saludable: Brigadas de salud visual, control de sobrepeso y obesidad. Los directores y docentes deben insistir en que las familias descarguen los expedientes y acudan a las clínicas cuando sea necesario.
  • Prevención de Adicciones: Tres jornadas nacionales (noviembre, marzo, junio).
  • Beca Rita Cetina: Orientaciones de SEP para que el magisterio las comunique a las familias.
  • Estudio sobre comida chatarra, UNICEF e Instituto Nacional de Salud Pública (INSP): 350–400 escuelas, cuestionarios y toma de glucosa a estudiantes de 4º a 6º grado.
  • Jornada nacional contra el abuso sexual y maltrato infantil (8 de septiembre): será obligatoria y contará con cuatro etapas: sensibilización comunitaria, activación cultural, fortalecimiento de redes de cuidado y cierre con el lema “Las niñas y los niños no se tocan”.
  1. Lineamientos y guías operativas

Los sindicatos han pedido actualizar la Guía Operativa para la Organización y Funcionamiento de los Servicios de Educación Básica.

Calendario previsto:

  • Septiembre 2025: Foro nacional.
  • Octubre 2025: Presentación de borrador de lineamientos.
  • Dic. 2025–Ene. 2026: Publicación en el DOF.
  • Posteriormente: guías estatales.
  1. Otras estrategias nacionales

La Subsecretaría de Educación Básica participará en la estrategia nacional para prevenir el embarazo adolescente, con el objetivo de reducir las cifras en todo el país.

  1. Reflexiones finales

El CTE mantendrá su estructura, reforzando la articulación entre:

  • Programa de Mejora Continua (PMC): instrumento de gestión (objetivos, metas, acciones).
  • Programa Analítico (PA): herramienta pedagógica para contextualizar y secuenciar contenidos, orientar la didáctica y sugerir evaluaciones, siempre con base en un diagnóstico socioeducativo.

El reto será convertir estas directrices en acciones efectivas que fortalezcan la cultura de cuidado y prevención de la violencia infantil. Esto exige coordinación, voluntad y participación activa de toda la comunidad escolar.

  1. Implicaciones para directores y docentes
  1. Planificación con visión integral: Integrar las estrategias prioritarias desde el inicio del ciclo.
  2. Seguimiento activo: No limitarse a cumplir fechas, sino verificar resultados (salud, prevención de adicciones, detección de violencia).
  3. Trabajo con familias: Convertir cada acción en un proyecto comunitario.
  4. Formación continua: Revisar el Programa Analítico y el PMC como herramientas complementarias.

El ciclo 2025–2026 nos reta a pasar de la planeación al impacto real. Las y los educadores tenemos la oportunidad —y la responsabilidad— de transformar lineamientos en mejoras tangibles para nuestras niñas, niños y adolescentes.

Carpe diem… pero con compromiso pedagógico.

Fuente de la Información: https://www.educacionfutura.org/ciclo-escolar-2025-2026-educacion-basica/

 

 

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A pocos días del regreso a clases, maestros podrían irse a huelga en Filadelfia

La Federación de Maestros de Filadelfia alista pancartas para una posible huelga un día después del inicio de clases. Según el sindicato y los profesores, piden mejores salarios y sobre todo que no haya tantos estudiantes en un mismo salón de clases para poder brindarles la educación que merecen. Si no se llega a un acuerdo, la manifestación podría afectar a unos 116,000 alumnos.

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Por qué comprender el efecto del tiempo frente a la pantalla en el cerebro de los niños es más complicado de lo que parece

El tiempo frente a una pantalla se ha convertido en sinónimo de malas noticias, pero la ciencia puede no ser tan simple como parece.

Zoe Kleinman
BBC NEWS BRASIL

El otro día, mientras hacía las tareas del hogar, le di el iPad de mi esposo a mi hijo menor para que se entretuviera. Pero después de un rato, me sentí incómoda: no prestaba atención a cuánto tiempo usaba el dispositivo ni a lo que veía. Así que le dije que ya era hora de parar.

Se armó una rabieta enorme. Gritó, pateó, agarró el iPad e intentó empujarme con la fuerza de un niño menor de 5 años. No fue mi mejor momento como madre, lo admito, pero su reacción tan extrema me molestó.

Mis hijos mayores navegan por las redes sociales , exploran juegos en línea y la realidad virtual, y a veces esto también me preocupa. Los oigo bromear entre ellos sobre la necesidad de «tocar el césped», es decir, desconectar y salir de casa.

El difunto Steve Jobs, director ejecutivo de Applecuando la compañía lanzó el iPad, era conocido por no permitir que sus hijos usaran la tecnología. Bill Gates ha declarado que también restringió el acceso de sus hijos.

El tiempo frente a una pantalla se ha convertido en sinónimo de malas noticias y se le atribuye el aumento de casos de depresión entre los jóvenes, problemas de conducta y falta de sueño.

La reconocida neurocientífica Susan Greenfield fue incluso más allá, diciendo que el uso de Internet y los juegos de computadora pueden dañar el cerebro de los adolescentes .

En 2013, comparó los efectos negativos del tiempo prolongado frente a la pantalla con las primeras señales del cambio climático: una transformación significativa que la gente no estaba tomando en serio.

Hoy en día, el tema se toma más en serio. Pero las advertencias sobre el lado oscuro podrían no contar toda la historia.

Un editorial publicado en el British Medical Journal argumentó que las afirmaciones de Greenfield sobre el cerebro «no se basaban en una evaluación científica justa de la evidencia y son engañosas para los padres y el público en general».

Ahora, otro grupo de científicos del Reino Unido dice que hay una falta de evidencia científica concreta sobre los supuestos daños del uso de pantallas.

Entonces, ¿nos equivocamos al preocuparnos por nuestros hijos y tratar de limitar su acceso a tabletas y teléfonos inteligentes?

¿ES TAN MALO COMO PARECE?

Pete Etchells, profesor de Psicología en la Universidad de Bath Spa, es uno de los académicos que advierten sobre la falta de evidencia.

Analizó cientos de estudios sobre el tiempo frente a la pantalla y la salud mental, así como una gran cantidad de datos sobre los hábitos digitales de los jóvenes. En su libro, «Desbloqueado: La verdadera ciencia del tiempo frente a la pantalla «, argumenta que la ciencia que sustenta las alarmantes conclusiones que aparecen en los titulares es inconsistente y, en muchos casos, errónea.

«Simplemente no hay evidencia científica concreta que respalde estas historias sobre los efectos nocivos del tiempo frente a la pantalla», escribe.

Un estudio publicado por la Asociación Americana de Psicología en 2021 presentó conclusiones similares.

Los 14 autores, de diversas universidades del mundo, analizaron 33 estudios publicados entre 2015 y 2019. Concluyeron que el uso de pantallas, incluyendo teléfonos inteligentes, redes sociales y videojuegos, tuvo un «pequeño impacto en los problemas de salud mental «.

Y aunque algunos estudios han sugerido que la luz azul, como la que emiten las pantallas, dificulta el sueño al suprimir la producción de la hormona melatonina, una revisión de 2024 de 11 estudios realizados en diferentes países no encontró evidencia consistente de que la exposición a la luz de las pantallas a la hora de acostarse en realidad dificulte conciliar el sueño.

PROBLEMAS CON LA CIENCIA

Uno de los mayores problemas, señala Etchells, es que la mayoría de los datos sobre el tiempo frente a la pantalla se basan en gran medida en autodeclaraciones. En otras palabras, los investigadores simplemente preguntan a los jóvenes cuánto tiempo creen haber pasado frente a las pantallas y cómo recuerdan haberse sentido.

También argumenta que existen millones de maneras posibles de interpretar esta cantidad de datos. «Debemos ser cuidadosos al analizar las correlaciones», enfatiza.

Cita el ejemplo de un aumento estadísticamente significativo tanto en las ventas de helado como en los casos de cáncer de piel durante el verano. Ambos factores están relacionados con el calor, pero no entre sí: el helado no causa cáncer de piel

También recuerda un proyecto de investigación inspirado por un médico general que había notado dos cosas: primero, que estaba teniendo más conversaciones con jóvenes sobre la depresión y la ansiedad; segundo, que muchos jóvenes usaban sus teléfonos celulares en las salas de espera.

«Trabajamos con el médico y le dijimos: ‘Bien, probemos esto, podemos usar los datos para intentar comprender esta relación'», explica.

Aunque los dos factores estaban correlacionados, había un elemento significativo adicional: la cantidad de tiempo que los jóvenes con depresión o ansiedad pasaban solos.

En última instancia, el estudio sugirió que era la soledad, no el uso de pantallas, lo que causaba que los jóvenes experimentaran problemas de salud mental.

LA DIFERENCIA ENTRE DESPLAZARSE Y HACER UN USO POSITIVO DEL MISMO

Además, la investigación omite un detalle importante: la naturaleza misma del tiempo frente a la pantalla. El término «tiempo frente a la pantalla» es demasiado vago, afirma Etchells.

¿El tiempo que pasaste frente a la pantalla fue positivo? ¿Te fue útil? ¿Te resultó informativo? ¿O simplemente te desplazabas sin parar ? ¿El joven estaba solo o interactuando con otros amigos en línea?

Cada uno de estos factores genera una experiencia diferente.

Un estudio realizado por investigadores de Estados Unidos y el Reino Unido analizó 11.500 escáneres cerebrales de niños de entre 9 y 12 años, junto con evaluaciones de salud y autoinformes sobre el uso de pantallas.

Si bien se identificaron patrones de uso de pantallas que estaban asociados con cambios en cómo se conectan las regiones del cerebro, el estudio no encontró evidencia de que el tiempo frente a las pantallas estuviera relacionado con un bienestar mental deficiente o dificultades cognitivas, incluso entre aquellos que pasaban horas al día frente a las pantallas.

El estudio, realizado entre 2016 y 2018, fue supervisado por el profesor Andrew Przybylski, de la Universidad de Oxford, quien estudia el impacto de los videojuegos y las redes sociales en la salud mental. Sus estudios, revisados por pares, indican que ambos pueden mejorar el bienestar en lugar de perjudicarlo.

«Si las pantallas realmente empeoraran el cerebro, se podría identificar esa señal en una base de datos tan grande. Pero no es así. Por lo tanto, la idea de que las pantallas están cambiando el cerebro de forma negativa, consistente o duradera, simplemente no parece sostenerse», afirma Etchells.

Esta opinión la comparte el profesor Chris Chambers, jefe de estimulación cerebral en la Universidad de Cardiff, citado en el libro del profesor Etchells: «Sería obvio si hubiera un declive. Sería fácil analizar los últimos, digamos, 15 años de investigación…».

Si nuestro sistema cognitivo fuera tan frágil a los cambios ambientales, no estaríamos aquí. Nos habríamos extinguido hace mucho tiempo.

‘UNA COMBINACIÓN TERRIBLE PARA LA SALUD MENTAL’

Ni el profesor Przybylski ni el profesor Etchells cuestionan la gravedad de ciertos peligros en línea, como una mayor exposición a contenido explícito o dañino. Sin embargo, ambos argumentan que el debate actual sobre el tiempo frente a la pantalla corre el riesgo de volverlo aún más clandestino.

Przybylski está preocupado por los argumentos que se esgrimen para limitar e incluso prohibir el uso de dispositivos, y cree que cuanto más estrictamente se controle el tiempo frente a la pantalla, más probable es que se convierta en una «fruta prohibida».

Muchos no están de acuerdo. El grupo británico Smartphone Free Childhood afirma que 150.000 personas ya han firmado el compromiso de prohibir los teléfonos inteligentes a los adolescentes menores de 14 años, así como de retrasar el acceso a las redes sociales hasta los 16.

Cuando Jean Twenge, profesora de psicología de la Universidad Estatal de San Diego, comenzó a investigar el aumento de las tasas de depresión entre los adolescentes estadounidenses, no pretendía demostrar que las redes sociales y los teléfonos inteligentes fueran «terribles». Sin embargo, descubrió un denominador común en estas tecnologías.

Hoy en día, ella cree que separar a los niños de las pantallas es una obviedad e insta a los padres a mantener a sus hijos alejados de los teléfonos celulares durante el mayor tiempo posible.

«El cerebro [de los niños] está más desarrollado y maduro a los 16 años», argumenta. «Y el entorno social en la escuela y entre los compañeros es mucho más estable a los 16 que a los 12».

Si bien está de acuerdo en que los datos recopilados sobre el uso de pantallas por parte de los jóvenes se basan principalmente en informes de los propios jóvenes, Twenge sostiene que esto no debilita la evidencia.

Un estudio danés publicado en 2024 involucró a 181 niños de 89 familias. Durante dos semanas, la mitad de ellos tuvo un tiempo de pantalla limitado a tres horas semanales.

La conclusión fue que reducir el uso de medios digitales «afectó positivamente los síntomas psicológicos de los niños y adolescentes» y aumentó el «comportamiento prosocial», aunque los autores enfatizan que se necesita más investigación.

Otro estudio en el Reino Unido, en el que se pidió a los participantes que registraran su tiempo frente a la pantalla en diarios de actividades, encontró que un mayor uso de las redes sociales estaba asociado con niveles más elevados de sentimientos depresivos entre las niñas.

«Si tomamos esta fórmula: más tiempo en línea, a menudo solo frente a una pantalla, menos horas de sueño y menos tiempo con amigos en persona, tenemos una combinación terrible para la salud mental», señala Twenge.

«No entiendo por qué esto es polémico».

‘JUICIO ENTRE PADRES’

Cuando hablo con el profesor Etchells, lo hago por videollamada. Uno de sus hijos y un perro entran y salen de la habitación. Le pregunto si las pantallas realmente están «recableando» el cerebro de los niños, y se ríe, explicando que todo cambia el cerebro: así es como aprendemos los humanos.

Pero también empatiza con los temores de los padres sobre los peligros potenciales de las pantallas.

No ayuda el hecho de que haya poca orientación clara y que el tema esté plagado de prejuicios y juicios entre los padres.

Jenny Radesky, pediatra de la Universidad de Michigan, lo resumió bien en su intervención en la Fundación filantrópica Dana. Según ella, existe un discurso cada vez más crítico entre los padres.

«Gran parte de lo que se ha discutido parece centrarse más en culpabilizar a los padres que en aclarar lo que la investigación científica nos dice», dijo. «Y ese es un verdadero problema».

Mirando hacia atrás, la rabieta de mi hijo menor por el iPad me alarmó en ese momento, pero al reflexionar, he visto reacciones similares en él en situaciones que no involucraban pantallas: como cuando estaba jugando a las escondidas con sus hermanos y no quería prepararse para ir a la cama.

El tiempo frente a la pantalla también es un tema recurrente en mis conversaciones con otros padres. Algunos son más estrictos que otros.

Actualmente, las directrices oficiales son inconsistentes. Ni la Academia Americana de Pediatría en EE. UU. ni el Real Colegio de Pediatría y Salud Infantil en el Reino Unido recomiendan límites específicos de tiempo de pantalla para niños.

La OMS (Organización Mundial de la Salud), por su parte, recomienda que los niños menores de un año no utilicen pantallas en absoluto, y los menores de cuatro años no lo hagan durante más de una hora al día (aunque, al leer la guía, queda claro que el enfoque principal es priorizar la actividad física).

El problema mayor es que simplemente no hay suficiente ciencia para establecer una recomendación definitiva, y esto está dividiendo a la comunidad científica, a pesar de la fuerte presión social para limitar el acceso de los niños a las pantallas.

Pero, sin pautas definidas, ¿estamos creando un escenario desigual entre niños que ya serán expertos en tecnología cuando sean adultos y otros que, por no tener esa misma exposición, serán más vulnerables?

En cualquier caso, el riesgo es alto. Si las pantallas realmente perjudican a los niños, la ciencia podría tardar años en demostrarlo. O, si finalmente concluye que no son perjudiciales, habremos desperdiciado energía y dinero, y, de paso, habremos mantenido a los niños alejados de algo que podría ser increíblemente beneficioso.

Mientras tanto, las pantallas están evolucionando hacia gafas, las redes sociales se están reorganizando en torno a comunidades más pequeñas y la gente ya está usando la inteligencia artificial para ayudar con las tareas escolares e incluso como una forma de terapia; en otras palabras, la tecnología, que ya es parte de nuestras vidas, está evolucionando rápidamente, con o sin nuestro permiso para que los niños accedan a ella.

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Feminismos. «Las mujeres indígenas tenemos una forma organizativa propia y autónoma»

Laura Hernández Pérez es parte del Enlace Continental de Mujeres Indígenas de las Américas. Desde México, explica las múltiples vulneraciones de derechos, pero también resalta la organización colectiva para construir sociedades más justas. Reivindica la lucha zapatista y afirma: «Hay un mundo desigual para con las mujeres y pueblos indígenas, con una cuestión racista y colonialista».

 

Laura Hernández Pérez es indígena del Pueblo Nahua. Es activista, defensora de derechos humanos, de las niñeces, de juventudes indígenas y trabajadora social. Vive en la ciudad de México e integra la Coordinadora Nacional de Mujeres Indígenas (Conami) y el Enlace Continental de Mujeres Indígenas de las Américas (Ecmia), una red internacional de organizaciones de mujeres y pueblos indígenas surgida en la década del 90. Valora las redes internacionales para tejer alianzas en defensa de los derechos humanos. En el plano local, es crítica del gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum, a quien le reclama políticas específicas para los pueblos indígenas y denuncia el avance del crimen organizado sobre las comunidades. Sin embargo, destaca ciertos avances, como la prohibición del maíz transgénico.

 

Su familia materna y paterna migró antes de su nacimiento y se estableció en la periferia de la ciudad de México. Creció en el municipio Nezahualcóyotl. Su identidad, explica, es “nahua por autoadscripción”. Señala que “autoadscripción” es un término que contribuye a visibilizar la diversidad de identidades indígenas. Se trata de una instancia de reconocimiento de esas identidades como población indígena. Con ese concepto, el censo nacional de 2020 registró 23 millones de indígenas en territorio mexicano.

 

“En México tenemos la experiencia de considerar a la lengua como el elemento para decidir si alguien es indígena. Pero ahí hay un abismo y una omisión. Porque si vemos la cantidad de población hablante de lengua indígena, en México seríamos siete millones de personas”, matiza. Y agrega: “Hay generaciones que no hablamos una lengua indígena, pero sí nos identificamos como indígenas. Hay generaciones que entienden la lengua, pero no la hablan. Hay quienes la hablan solamente en sus espacios comunitarios o familiares por una cuestión de discriminación”.

 

Su perspectiva es la de una mujer indígena urbana que pone en valor el territorio como un sistema de creencias, que va más allá de la ubicación de la comunidad, y plantea otra forma de pensar la relación con la naturaleza, la soberanía alimentaria y la articulación con el feminismo. “El papel y el rol de las mujeres indígenas es muy complejo y muy difícil en los territorios. La esperanza es que los derechos humanos sean válidos, protegidos y garantizados”, expresa.

 

—¿Qué significa ‘el territorio’ para los pueblos indígenas?

—El territorio no es solamente una cuestión del espacio físico, de ubicación de la comunidad. Es un sistema de creencias culturales, políticas, simbólicas y espirituales. Y esto se lleva interiorizado estés donde estés, incluso en el espacio urbano. Algunas de esas expresiones simbólicas tienen que ver con rituales. Por ejemplo, en el Día de los Muertos hay ciertos tipos de ofrendas según la comunidad a la que pertenezcas. También la relación con la naturaleza cambia. Hay población indígena que vive en las ciudades, pero aún tiene algo de espacio rural y eso le permite sembrar o hacer huertos de traspatio. Algo que traemos como mujeres indígenas es la salvaguarda de nuestros territorios. El territorio como un todo, como el espacio que se habita pero también como un espacio de conexión con la Madre Tierra y con todos los seres físicos y espirituales que están allí.

 

—Hay una cosmovisión que excede el territorio de la comunidad…

—En el caso de las y los indígenas que tuvimos que salir del territorio de nuestra comunidad, las abuelas y los abuelos siempre están con nosotras y nosotros. Y su mensaje, incluso en un espacio urbano, es seguir la práctica milenaria de cuidar nuestros territorios, de conectar con la naturaleza y de hacer lo posible por vivir en armonía. En la cuestión de la soberanía alimentaria, cuidar las semillas, darle el valor a lo que se come, agradecer a la Madre Tierra lo que nos brinda. El modelo capitalista no ve que sin la tierra no seremos nada. Muchas mujeres se quedan en sus territorios y muchas de ellas son defensoras, cuidadoras de la tierra, del agua y del aire. Y esto es importante porque las mujeres, decididamente, son transmisoras de mucha cultura. A nivel personal, mi esperanza es regresar a mi comunidad y sembrar, porque ese es el legado de mis ancestras y ancestros y quiero honrarlo.

 

¿Cuál es la situación de los pueblos indígenas en México en término de acceso a derechos?

—Cada Gobierno ha tenido sus particularidades. Pero en el sexenio anterior (el periodo de gobierno de Andrés Manuel López Obrador) y en el de Sheinbaum, tenemos un Gobierno que el mundo considera de izquierda. No estaría tan de acuerdo con eso. Pero, por lo menos, en el sexenio anterior y en la continuidad de este ha cambiado mucho la situación a nivel institucional. Hay un órgano, que es el Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas, que se encarga de la política pública. El gobierno de López Obrador hizo algunas modificaciones a esa institución. Y dijo “nada sin las organizaciones”, pero eso incluía solo a las organizaciones con personería jurídica. Y eso afectó a las comunidades indígenas.

 

—¿Y cómo continúa ese proceso?

 

—Ahora se empezó a trabajar con proceso asamblearios, pero también aquí uno se cuestiona qué pasa con la población indígena que estamos en las periferias de las ciudades, donde no existen estos procesos. De ahí ha venido a complejizarse la situación, en relación a los derechos y a la institucionalidad. Con la política de bienestar se trata de alcanzar a todos los grupos, entre ellos los pueblos indígenas. Pero nosotros requerimos de una política pública específica, de presupuestos específicos y de acciones integrales para atender los derechos humanos. Y no es así como se está llevando a cabo. Hay apoyo económico, pero eso no es suficiente para abordar problemáticas muy complejas que se están viviendo en los territorios.

 

—¿Cuáles son esas problemáticas?

—Por lo menos desde el año pasado hay una situación con los cárteles y el crimen organizado que está vulnerando a las comunidades, que les está violentando sus derechos humanos. Por ejemplo, la cuestión del desplazamiento forzado. Se les saca de sus comunidades, se les quitan sus territorios. Hay comunidades en estado de abandono. Es un nuevo modus operandi que tienen: ya no basta con el tráfico de drogas o de personas, ahora quieren explotar el territorio. En Chiapas las comunidades fueron desplazadas por el crimen organizado para explotar minerales como el litio. La situación se complejiza porque el extractivismo ya no es solo una cuestión de política pública, sino de otros actores que están invadiendo los territorios. El crimen organizado afecta de manera general a los pueblos indígenas, pero creo que aquí es importante colocar la cuestión de las mujeres indígenas. A veces los compañeros se van de las comunidades y quienes se quedan en estos espacios son las mismas mujeres, sus hijas e hijos.

 

—¿Cómo se vincula esto con la persecución de las y los defensores ambientales?

—Se volvieron a activar casos de criminalización y muerte a defensores y defensoras y eso también se entreteje con la cuestión del crimen organizado, porque está ampliando sus opciones para movilizarse dentro del territorio, para llevar y traer mercancía. Nos preocupa que muchas veces no sabemos lo que pasa en los territorios, y eso es porque no se puede difundir esa información fácilmente, porque puedes ser víctima de la violencia.

 

—¿Qué experiencias de resistencia destaca en México?

—El Ejército Zapatista de Liberación Nacional es un claro ejemplo de experiencia de resistencia porque tiene muchos años de vigencia pese a los cambios políticos que vivió el país. El Pueblo Yaqui lleva una lucha histórica de mucho tiempo, que se mantuvo a pesar de la opresión y de la invisibilización. En el centro del país hay experiencias de resistencia a las termoeléctricas, hay un movimiento de lucha que une tres estados que se llama Frente de Pueblos en Defensa del Agua de Puebla, Tlaxcala y Morelos.

 

Cuidar al maíz de los transgénicos

Mediante la modificación de la Constitución Nacional, en marzo pasado, México prohibió la siembra de maíz modificado genéticamente. A pesar de las presiones de las grandes multinacionales y del gobierno de Estados Unidos, el país decidió proteger el cultivo más consumido en el país.

 

—¿Por qué es importante el maíz para la cultura mexicana?

—Es importante dimensionar la cuestión de quién cuida el maíz. En México se consume la tortilla y derivados del maíz. Pero no todas las personas dimensionan ese valor de fondo. Saben que pueden ir a la tortillería y comprar su tortilla, pero no saben si esa tortilla viene de un maíz transgénico. Eso pasa sobre todo en los espacios urbanos. También está el problema del encarecimiento. En México se consume maíz, pero son las organizaciones campesinas y las comunidades indígenas las que le colocan otro valor. Y, por eso, enfrentamos la necedad de Estados Unidos y de Monsanto/Bayer de entrar a México con el maíz transgénico. La campaña “Sin maíz no hay país” dio argumentos a nivel constitucional. El maíz es un alimento milenario que perdió su diversidad por este modelo económico donde hay que urbanizar y hay que poner carreteras, cuando el maíz necesita naturaleza para crecer.

 

—¿Qué implica este alimento en términos de tradición?

—Lo veo con mis abuelos. Se siembra maíz, pero al lado se siembra calabaza, chile, quelites, frijol y otros alimentos que son importantes. La milpa es un ecosistema, una forma circular importante que hay que cuidar. Hay comunidades que tienen prácticas de cuidados de la semilla. Pero la verdad es que el cambio climático ha afectado la naturaleza misma del maíz. Se necesita atender esta cuestión climática, que no solamente la vemos en México, sino en el mundo. Todo está conectado. La conservación de alimentos y de los animales que forman parte de ese ecosistema es muy importante.

 

—¿Cómo hacemos para descolonizar nuestros platos?

—El problema para descolonizar nuestros platos está en la imposición de modelo de desarrollo económico y social. No puede ser que aquí en México vendan una mandarina ya pelada en platos desechables. Se ha impuesto un modelo de visión en torno a qué debemos de consumir y de qué manera. Eso es muy distinto en las comunidades porque, por ejemplo, con mi abuela nada se desperdicia y en algunas comunidades indígenas campesinas, igual. Nada se desperdicia, todo es funcional. Todo vuelve a la tierra y se convierte en energía. En el espacio urbano han impuesto un modo de comer muy distinto. En la escuela de mi hija su maestra les invita a tomar agua, pero ya las niñeces no toman agua, toman jugos. Ese es un problema porque cómo no vamos a darle agua a nuestro cuerpo. Tenemos que desaprender mucho de lo que se ve en televisión y en las redes sociales acerca de comer empaquetados. No creo que descolonizar sea muy complejo en personas adultas, veo necesario trabajarlo más con las niñeces y juventudes. Por ejemplo, destinar un espacio en las escuelas para el buen comer, que está ligado a la soberanía alimentaria y no a los productos de las empresas transnacionales que causan daño ambiental y en nuestros cuerpos.

 

—¿Qué se necesita desde la perspectiva de las políticas públicas?

 

—El discurso político del Gobierno es “primero los pobres” y dentro de los pobres se encuentran los pueblos y mujeres indígenas. Pero queda en un mero discurso. No basta solamente con una cuestión de dar continuidad a proyectos como «Sembrando Vida» en el que llegan, reforestan, ponen huertos y generan alimentos que no son de la zona, sino que se permita atender la vida de quienes siembran, que son las comunidades campesinas e indígenas.

 

Caminar en articulación

 

En diciembre pasado la presidenta Sheinbaum anunció que el 2025 sería el año de las Mujeres Indígenas en México. La Encuesta Nacional de Discriminación (Endis), en 2022, señaló que el 41 por ciento de ellas opinó que sus derechos humanos no se respetan. Entre los principales motivos de discriminación a las mujeres indígenas se encuentran: forma de vestir, peso o estatura, por ser mujer, por ser indígena o afrodescendiente, creencias religiosas y manera de hablar.

 

—¿Qué relación tienen las luchas feministas con las luchas de los pueblos indígenas?

—No todas las mujeres indígenas nos definimos feministas. Hay un mundo desigual para con nosotras como mujeres indígenas y para con los pueblos indígenas. Hay un mundo con asimetría en el poder, con una cuestión racista y colonialista. Cada una de las hermanas y compañeras escogerá su camino y su elección respecto del feminismo, pero lo que podemos rescatar es que muchas aliadas son feministas y han venido a contribuir a nuestras luchas como mujeres indígenas. El feminismo es un espacio de articulación y también un espacio para visibilizar la diversidad de las mujeres. Es importante señalar que las mujeres indígenas tenemos una forma organizativa propia, autónoma, que ha costado mucho.

 

—¿Por qué?

—Porque te enfrentas con tu comunidad, con tu familia, con tu pareja si es un hombre. Muchas veces no hay una valoración de lo que haces. Lo hemos visto con muchas hermanas, que han sufrido violencia y han tenido que salir de ese círculo, y luego llegan a espacios mixtos donde hay compañeros que también las vulneran, las minimizan, las humillan. Enfrentar esas situaciones familiares o comunitarias, pero fuera de la comunidad, es un reto para las mujeres indígenas, porque la comunidad te mira y te valora. Y para algunas hermanas el feminismo ha sido una herramienta y es válido. Para otras, nos enfocamos en hacer alianzas, en llevar una incidencia colectiva y creo que también es muy válido. Porque esa es la apuesta: la defensa de nuestros derechos humanos como mujeres y como integrantes de pueblos indígenas.

 

—¿Cuál es el horizonte en esa defensa de derechos?

 

—El Buen Vivir implica una cuestión de los derechos humanos, el acceso pleno a la soberanía alimentaria, a vivir una vida libre de violencias, libre de discriminación, de racismo. Las rutas son varias. Y cada una de nosotras como mujeres indígenas va a tomar la opción que mejor le parezca. Desde el Enlace Continental de Mujeres Indígenas de las Américas caminamos en articulación. Sabemos que en muchos espacios de incidencia a nivel internacional por los derechos humanos hay una fuerte presencia de grupos feministas. Entonces necesitamos colocar nuestras voces allí. En estos espacios ha habido conflictos y diferencias, pero nosotras siempre decimos que vemos por un bien mayor. Y nuestro bien mayor no es solo nuestra organización local, nacional o internacional, sino también las otras mujeres indígenas, niñeces y juventudes.

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Entre la pasión y el agotamiento: El burnout docente

Por: Paulette Delgado

 

El «burnout», agotamiento físico y emocional crónico, afecta gravemente a docentes con cargas laborales excesivas y falta de apoyo. Reconocer señales, establecer límites y priorizar la salud mental es clave para enfrentar este desafío.

En el 2020 publiqué una nota sobre cómo el burnout afectó a los docentes durante la pandemia, pero este problema ha seguido a pesar de que la cuarentena terminó hace tiempo. Este padecimiento es también conocido como el síndrome de desgaste profesional o de fatiga crónica y no es nada inusual; de hecho, fue introducido por primera vez como un diagnóstico en 1974 por el psicólogo Herbert Freudenberger y representa síntomas físicos como agotamiento, fatiga, dolores de cabeza frecuentes y trastornos gastrointestinales, insomnio y dificultad para respirar.

Para la escritora, periodista y autora del libro Can’t Even: How Millennials Became the Burnout Generation, Anne Helen Petersen, esta es una condición dominante de los Millennials porque es algo que se ha ido reforzando desde la infancia: la idea de que se debe estar trabajando todo el tiempo, ser productivos 24/7.

El problema con el burnout es que, a diferencia del agotamiento, es que se llega a un punto donde no se puede seguir más, pero se tiene que seguir adelante, ya sea por muchos días, semanas o años. Es buscar una sensación de logro que sigue aún después de aprobar alguna meta (el examen final o el semestre), pero esa sensación nunca llega. El psicoanalista especializado en síndrome de burnout, Josh Cohen, describe esta sensación como cuando “has agotado todos tus recursos internos, pero no logras liberarte de la compulsión nerviosa de seguir adelante a pesar de todo”. La generación Millennial ha aprendido que ser adulto es como un verbo: estar adulting. Esta etapa no es más que una lista de cosas por hacer y que nunca termina: trabajar, cocinar, limpiar, ir al supermercado, atender a los hijos, hacer ejercicio, etcétera. Y muchas de estas cosas, que deberían ser agradables, se vuelven una carga agotadora porque pasan a ser algo más en la lista de pendientes.

La autora Anne Helen Petersen escribe que “esa es una de las expresiones más inefables y frustrantes del agotamiento: toma cosas que deberían ser agradables y las reduce a una lista de tareas, entremezcladas con otras obligaciones que deberían completarse con facilidad o diligencia. El resultado final es que todo, desde las celebraciones de bodas hasta el registro para votar, se tiñe de resentimiento, ansiedad y evasión. Tal vez mi incapacidad para afilar los cuchillos se debe menos a una cuestión de pereza y más a ser demasiado bueno, durante demasiado tiempo, en ser un Millennial”. Cada vez se está normalizando más que el planeta está muriendo por el cambio climático, la preocupación por una crisis financiera o si surgirá una nueva pandemia, si habrá una nueva guerra y de qué manera eso afectará el mercado global. Aunque se atraviesan situaciones sumamente difíciles, éstas se ven como normales porque es la única manera de sobrevivir. Es por eso que “el burnout no es un lugar para visitar, es nuestra residencia permanente”, menciona Petersen.

El burnout docente

Con esto en mente, no es sorpresa ver que las y los docentes también sufran de este síndrome. Muchas veces esta profesión cuenta con cargas de trabajo insostenibles que incluyen el diseño instruccional, preparar las clases y exámenes, calificar, impartir la clase, análisis de datos, contactos con padres, madres o tutuores, tareas estandarizadas, entre muchas otras. Cuentan con una lista de cosas por hacer interminable que termina ahogando incluso al educador más apasionado.

Como se mencionó anteriormente, el síndrome del trabajador quemado afecta a todas las profesiones; sin embargo, según una encuesta realizada por Rand, se demuestra que los docentes tienen el doble de probabilidades de estar más estresados que otras áreas laborales. La Asociación Estadounidense de Investigación Educativa (American Educational Research Association) apoya estos datos con su propio estudio, donde concluyeron que el 40 % de los educadores de Estados Unidos tienen posibilidades de tener ansiedad en comparación con los que trabajan en el sector salud (20 %) o los de oficina (30 %). Según otra encuesta realizada por Gallup en el 2022, los educadores de nivel K-12, es decir, desde preescolar hasta bachillerato, fueron la profesión con mayor síndrome de burnout en Estados Unidos en ese año. En esta encuesta, el 44 % de los maestros encuestados contestaron que se “sienten agotados a menudo o siempre”.

Este estrés y agotamiento no solo afectan la vida de los docentes y su trabajo, sino también la de sus estudiantes, ya que las y los maestros no pueden darles la atención adecuada. Devlin Peck, un entrenador de diseño instruccional y consultor de aprendizaje electrónico, escribió en su portal que, incluso, “los estudiantes bajo la tutela de profesores con alta ansiedad tienden a tener un peor desempeño académico, particularmente en materias como matemáticas, y pueden desarrollar sentimientos y conductas negativas”. Pero la carga laboral no es la única causa, también está la microgestión y falta de autonomía. Muchas veces, la creatividad y autoexpresión de la comunidad docente se ve sofocada por las políticas del aula o de la institución, lo que les desmotiva con el tiempo. Aunado a esto, en varias ocasiones cuentan con herramientas de enseñanza inadecuadas como un internet lento, materiales insuficientes, infraestructura inadecuada o ineficiente, etcétera.

No hay que olvidar que también está el factor del estudiantado, especialmente aquellos con conductas problemáticas. Ya que en estos casos, suelen ejercer el papel de cuidadores y docentes al mismo tiempo, sobre todo al lidiar con los estudiantes desafiantes, abusivos o con necesidades especiales. Todo esto acelera el agotamiento de los maestros. Aunado a estos factores, está la falta de apoyo y las presiones externas, como los gobernantes con sus pruebas estandarizadas, los sistemas de calificación, las familias y la propia sociedad.

Otra causa del aumento del estrés y el síndrome del trabajador quemado fue la pandemia de COVID-19. Debido a que muchas, si no es que todas las instituciones educativas, cambiaron de la noche a la mañana a un modelo virtual de emergencia, sin darle la preparación adecuada a los educadores, éstos tuvieron que adaptarse rápidamente a usar nuevas tecnologías para seguir haciendo su trabajo de manera efectiva. Según una encuesta realizada en el 2022 por la Asociación Nacional de Educación de Estados Unidos (NEA por sus siglas en inglés), el 55 % de los encuestados piensan abandonar la profesión antes de lo planeado, citando dificultades por la pandemia y el burnout como razones principales.

Además, en esta encuesta, el 67 % de las personas encuestadas mencionaron que consideran el agotamiento laboral como un problema muy grave y un  90 % afirmó que sentirse así es un problema grave, especialmente al haber tantas vacantes no cubiertas. Sobre esto, alrededor del 74 % de los docentes dijeron que tuvieron que asumir tareas adicionales para cubrir la escasez de personal. Mientras tanto, el 80 % de los docentes informaron que tuvieron que realizar más trabajo que el que les correspondía en sus funciones y responsabilidades debido a vacantes laborales no cubiertas. Por este motivo, muchos docentes no pudieron con el cambio y renunciaron, provocando una gran escasez y más carga laboral para los que sí se quedaron. En su investigación, NEA reportó que más de 500,000 educadores abandonaron su trabajo después de la pandemia.

Alexandra Robbins, autora del libro The Teachers: A Year Inside America’s Most Vulnerable, Important Profession, escribió para EdWeek que los docentes no sufren de burnout, sino que están destinados a fracasar. Robbins menciona que las tasas de “tensión laboral” (estrés por un trabajo de alta demanda y bajo control) son más altas para las y los docentes que para el promedio de los trabajadores. Robbins menciona en su artículo que leyó dos publicaciones que consideran el burnout como «contagioso» incluso, por la relación estrecha que tienen entre compañeros, sin abordar las causas fundamentales que llevan a los docentes a ese estado. Para la autora, más que ser contagioso, los educadores “se ven obstaculizados por sistemas escolares pésimos, funcionarios ignorantes o administradores desconectados de la realidad”. No es que solamente sufran de burnout, son parte de un sistema que los lleva al extremo.

Por otro lado, uno de los problemas del burnout es que no existe una manera exacta de medirlo. Si bien, los investigadores han buscado maneras de hacerlo y existen ciertas formas que han ido ganando popularidad, como la de Maslach, todas enfrentan problemas porque cada caso tiene diferentes causas.  Kevin Leichtman, autor de The Perfect Ten: Ten Students, Ten Mindsets, One New Definition of Perfection, escribió un artículo para EduTopia donde explica que inventó la escala de burnout de Leichtman con la que “busca proporcionar una comprensión clara del proceso de agotamiento específicamente para los educadores”, explica el autor. Leichtman menciona que, si bien, cada caso es diferente, existen ciertas tendencias entre síntomas y umbrales variables, los cuales pueden ayudar a descifrar en qué nivel de burnout se encuentra cada educador.

Son cuatro niveles; el primero es ser apasionado, pero abrumado. Es cuando el docente ama lo que hace. Se siente comprometido, por lo que asume más tareas, lo que comienza el burnout. El segundo es sentirse abrumado y cínico, que es cuando esa pasión del primer nivel no está dando resultados como un mejor salario, mejor evaluación, o algo, pero solo hay más carga laboral, lo que comienza a sentir cinismo hacia la profesión. El nivel tres es cuando es completamente cínico y empieza a sentirse agotado. Aquí puede empezar a sentir que es imposible ser un buen educador, que todo y todos son culpables del estado de la educación y no importa lo que haga las cosas no cambiarán y esos sentimientos no se quedan en el aula, los acompaña a casa, impactando otras áreas de su vida. Por último está el colapso por un agotamiento total. Ya el burnout forma parte de cada parte de su vida, afectando su bienestar y poniéndolo en modo de supervivencia. Leichtman menciona que en este punto hay dos opciones: “salir o volver a comprometerse”; es decir, o abandonar el aula o recuperar su pasión.

Otra cosa de la que pocos hablan sobre el síndrome del trabajador quemado es el sentimiento de culpa que esto trae. Es verdad que para muchos educadores esta emoción es parte de su día a día: culpa por tomarse vacaciones, faltar por enfermedad, por salir a tiempo del trabajo, no terminar de calificar, etcétera.  Este sentimiento surge de querer hacer todo lo posible por sus estudiantes, mientras que al mismo tiempo, se sienten abrumados y agotados por su carga laboral, la falta de apoyo y cualquier cosa que pase a su alrededor; se sienten mal por no poder completar todo lo que quisieran. Crystal Foxx de NEA menciona que “la responsabilidad no recae en los educadores, sino en los responsables políticos que perpetúan un sistema que crea este ciclo de culpa, ya que no es posible que una persona logre hacer todo sin sacrificar algo, como la familia o el tiempo personal”.

Apoyando a los docentes a sobrellevar el síndrome del trabajador quemado

Debido a que la tolerancia de estrés y manejo de emociones de cada persona es diferente, es imposible dar una respuesta que aplique a todas las personas a la hora de evitar el síndrome de burnout; sin embargo, un lugar para empezar es estar pendiente de los primeros signos de agotamiento.

Tomando en cuenta la escala de Leichtman, si una maestra o maestro desde el nivel uno busca ayuda y empieza a tomar medidas, es muy posible que evite llegar al último nivel. La organización Education Support escribe en su portal varios consejos para evitar el síndrome del burnout. Empezando por ser conscientes de sus emociones, nivel de estrés y salud. Usar estrategias como la atención plena, meditación, llevar un diario o hablar con otras personas para estar al pendiente de cómo está y cómo se siente, para poder pedir ayuda o dar un paso atrás si es necesario. Sobre esto, la organización advierte que “ser consciente y comprender el estrés, el agotamiento y la salud mental es invaluable para comprenderse a uno mismo”.

Tomar el control de su bienestar, aprender a equilibrar el trabajo y la vida personal, buscar momentos para descansar y relajarse. De acuerdo con Education Support es normal para los docentes poner primero a sus estudiantes, pero está bien ponerse primero y no sentir culpa por hacerlo. “Si quieres cuidar y ofrecer la mejor educación a tus alumnos, también tienes que dedicar tiempo a recargar energías y cuidar tu salud y bienestar”, señala la publicación. Cuestionarse si puede con más carga laboral. Tomar más trabajo con la meta de querer ser mejores en lo que hacen y por sus estudiantes no es algo malo, sin embargo, antes de hacerlo, la organización recomienda cuestionar el propósito de las tareas que tomará, si va más allá de las responsabilidades normales, si es algo que tiene tiempo de hacer sin que impacte las otras áreas de su vida y sin agotarlo. Detenerse y pensar si es algo realmente necesario. Con este último punto en mente, Education Support aconseja a los educadores recordar que a veces es necesario decir que «no», que está bien no poder hacerlo todo, ya sea por falta de tiempo, por exceso de trabajo, o porque no tendrá mucho impacto sobre los estudiantes.

Otro punto importante es tomarse días de salud mental si lo necesitan. Ya sea antes de sentirse agotados o si ya sufren del síndrome del trabajador quemado, es bueno tomarse tiempo para recuperarse. Ya sea un día laboral, un fin de semana o un día feriado, es necesario relajarse y darse el tiempo de recuperarse emocional y físicamente. Por último, la organización aconseja aprender a pedir ayuda y obtener apoyo cuando lo necesite. Ya sea hablar con colegas, amistades, familiares o expertos, hacerlo puede hacer posible salir de este síndrome. El Tec, por ejemplo, tiene programas como el TQueremos donde proporcionan apoyo emocional.

¿Has experimentado burnout? De se así, ¿qué medidas has tomado? ¿Qué consejos podrías dar a otros docentes?

Fuente de la información e imagen: https://observatorio.tec.mx

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Educación contrasistémica

La secuenciación educativa del Estado a nivel básico sigue la trayectoria planeada, no hay cambios sustanciales para el próximo ciclo, sin correcciones, ni proyecciones hacia un desarrollo en profundidad. Hasta las alertas institucionales de recarga administrativa y académica en cierto modo ya son una norma de improvisación para el siguiente ciclo sin que agreguen resultados positivos en la enseñanza, pero eso es lo que hay.

Mas bien, entramos en una etapa de degradación de los principios de la Nueva Escuela Mexicana (NEM) debido a las incongruencias entre la concepción y la realidad, entre la práctica de la política educativa frente a la praxis educativa magisterial, y también por efecto del sabotaje y ofensiva de los apologistas de la educación neoliberal.

La NEM pretendió establecer una fraseología antisistémica  como versión especial de la educación sistémica; la gran osadía no fue intentar cambios democráticos en este ámbito, sino en dejar intacto el poder y la dirección por una educación con tonos crítico-sociales en manos de los impulsores neoliberales de la educación acrítica.

Esa es la regla, la educación sistémica se adapta a las circunstancias del Estado, en tanto orden de prioridades de control social en una órbita siempre alineada al sistema imperante, tanto en el ideal con que se representa como en lo real que nos sujeta a las relaciones establecidas. Diferenciamos aquí los conceptos sistemático y sistémico: los procesos sistemáticos de cualquier índole que se refiere a procedimientos y procesos organizados fundamentales, respecto de lo sistémico como ideología apegada a las necesidades del sistema.

De aquí entonces la ideología de la educación sistémica consiste en una representación solidificada de un México armonioso que responderá a los retos oficiales, aunque el sistema social actual esté inmerso en una de las crisis de época más acuciantes de los últimos quinientos años, aún cuando se intente dotar de elementos críticos bajo control social. Por esta razón la educación liberadora se construye primeramente en resistencia, desde la praxis docente.

Para el Poder la pedagogía es una herramienta estrictamente fiscalizada, los docentes son empleados subyugados a los caprichos de la autoridad en turno y a la población sigue considerándose como el receptáculo para establecer la ideología dominante en el formato que convenga. Por supuesto, se apuesta a que cambiarían ciertos esquemas tradicionalistas para que todo siga igual, porque la burocracia podrá ser inepta en los procesos educativos, pero los de abajo no podemos equivocarnos en las órdenes recibidas, porque eso trae sus costos.

La SEP en general, de ahí para abajo todas las dependencias estatales educativas, nos mantienen en un tutelaje patriarcal de sujeción a todo el magisterio, lo que para unos son orientaciones para la mayoría son recargas de trabajo distractivas la mayoría de las veces de la labor verdadera de la enseñanza, pero que son requeridas por la parafernalia de arriba; hasta lo que para unos cuantos son súper vacaciones para el magisterio son periodos de “receso” sujetos a llamados de trabajo administrativo; lo que arriba se percibe como una labor continuadora del vasconcelismo, hacia abajo se adelanta que tendremos más trabajo que antes y que ya no más permitirán las autoridades nuestra pereza.

La disertación oficial es una cosa, la realidad educativa es otra distinta, se cierran ciclos con balances fuera del orden de los hechos y logros auténticos, para la SEP los logros son sus actos, para el magisterio los logros son sus triunfos y sus pendientes. Porque el Estado como se ha dicho, cubre sus prioridades, pero la sociedad en este campo tiene necesidades más urgentes.

Por su parte, la fobia a la conciencia magisterial no es un cuento, no es simplemente la fobia frente a los sectores que se movilizan por parte de las demandas y algunas de las necesidades; es un rechazo por toda la línea gubernamental y empresarial ante cualquier destello de educación consciente, contrasistémica, desde abajo del engranaje social. Desde arriba es repudiable que se desafíe la retórica oficial y comunicacional hegemónica, no importa cuanto la desmienta la realidad educativa o los procesos que viva el magisterio nacional como víctima de tantas situaciones del día a día como le ocurre al resto de la población.

La educación seguirá navegando en las turbulencias de los problemas estructurales de un capitalismo salvaje al que se quiere domesticar, las antinomias de la política educativa van en una secuencia surrealista entre la gran vida de la burocracia, el negocio en el ramo, la satisfacción del poder de dominar a la masa docente y hasta la institución pública como recompensa y trampolín político, frente a los desafíos más amplios de poner la educación a tono con la elevación de la conciencia y la cultura.

Efectivamente hubo bienintencionados en una línea general a este último fin, pero cual golondrina que no hace verano, jamás les dieron ni tuvieron los hilos para sostener sus posiciones, al final su esfuerzo es reconducido para dar color al tejido sistémico de educación, así fueron las cosas a falta de una presión más consistente desde abajo.

Ahora, la ultraderecha vociferante cobra valor y se ensaña con sus reductos, en tanto el magisterio a secas, el convidado de afuera, tendrá que seguir enfrentando el acoso, la ofensiva y el maltrato con la frente en alto y la dignidad de su trabajo perseverante por delante. Superar el estado de servidumbre general en que gravita la educación pública y privada respecto de las clases dominantes y sus ideologías afines es su reto más osado.

La educación debe ser liberadora, no una lápida que oprima en las entrañas del sistema, por ello es contrasistémica en tanto sus retos consistan en desactivar la visión de control social, solo en esta medida es que florecen los métodos e iniciativas de trabajo cultural en la enseñanza cotidiana enfocada en resurgir todo lo valioso del aprendizaje en una docencia y pueblo libres.

Por lo pronto la educación sistémica actual como política educativa está sometida a intensas presiones más desde la derecha envalentonada que desde la izquierda, desde el sabotaje interno hasta el rechazo declarado por la hoy oposición de ultraderecha, reclamando la vuelta a los procesos de la desgastada educación neoliberal y conservadora.

¿Por qué estas circunstancias trabajan a su modo y para mal de muchos? La respuesta es más general o global de lo que parece, no es nuestra desdicha nacional, nuestro desatino institucional o nuestro ejercicio docente.

El orden mundial y su debacle se proyectan sobre todos los pueblos y naciones, lo que, es más, sobre todas las clases sociales, nadie lo subraya, aunque todos respondemos a esta realidad, las presiones son muy intensas y los compromisos de las élites trascienden esferas como la educación, si bien es cierto que el gobierno actual y su predecesor hicieron resistencia, las cesiones se van sucediendo con entusiasmo o con desagrado según quien lo afronte.

El Estado mexicano se retroalimenta y engulle los nuevos procesos, el morenismo se hace pinto y colorado, las secretarías de Estado regresan a la vieja clase política, las gobernaciones siguen el fenómeno de la cuota de poder y así sucesivamente. Y lo que es más definitorio del fenómeno, el sistema da una vuelta de tuerca reajustando la dominación y el poder de sus relaciones sociales.

Sucede que la política imperialista que más se cierne sobre nuestro país está cargada de una feroz tendencia agresiva para plantarse los desafíos a su hegemonía, y por ello intenta arrastrar a cual más. Hasta el negocio del narcotráfico sigue ese patrón histórico de su organización de la periferia hacia el centro, una de cuyas ramas comenzó en Sudamérica, se estacionó por mucho en México y ahora concentra poder y capital en los Estados Unidos con sus cárteles intocables.

El injerencismo yanqui está en una nueva etapa política, con Trump tiene el ejercicio siniestro de presión-coacción para obtener paso a paso lo que quiere en el tema del control económico, político, migratorio, criminal, social y cultural del país, por eso la educación y el magisterio están en el proceso de ejercer un rol verdaderamente protagónico en defensa de la cultura, la enseñanza y la educación.

El injerencismo yanqui no va a parar mientras exista el imperialismo norteamericano como tal, su presencia es mayor y multilateral, aunque se quiera encubrir, sus agencias deambulan lo mismo que sus instituciones para ejercer el control no solo del Estado, de las élites y de los carteles; sino de la población en general y sus distintas clases sociales.

Por ello la educación contrasistémica con la sopa que nos da la SEP, ni remotamente podrá enfrentar los desafíos que se dicen del siglo XXI, sino de la existencia misma del México popular. La educación más amplia es emancipación y pedagogía que nace del pueblo para su proyección específica y su liberación.

La educación sistémica sigue alienada a la estructura el capitalismo y las políticas que lo intentan hacer un poco humano y convertir al pueblo en una comunidad anquilosada en estructuras cerradas imposibles en los marcos actuales, antes que exigirse eliminar las circunstancias históricas que se ciernen sobre nosotros.

Para responder a una perspectiva humanista amplia que se permita entrar en la esencia de los acontecimientos actuales de la enseñanza superando las prerrogativas empresariales y estatistas, la educación tiene que ser contrasistémica y contrahegemónica.

La educación contrasistémica discurre abajo en los procesos cotidianos, adaptando y desarrollando iniciativas de formación en el pueblo, sosteniendo la crítica constante en el desarrollo de las capacidades. No se esperan líneas verticales, prosigue su acción horizontal pedagógica, reúne fuerzas y medios de trabajar por la conciencia popular aún enfrentando retos más concretos en los problemas sociales cotidianos y lanzando la mirada a los más generales.

Una educación que inocule la perspectiva de derechos, deberes, amor al pueblo y su cultura, amor al trabajo, lucha popular y sentido crítico social. Hay una gran necesidad de cambiar el estatus de servidumbre educativa e invertir el sentido de la acción educativa para que proliferen los mil métodos de trabajo que la realidad reclama.

Fuente de la información e imagen:  https://insurgenciamagisterial.com

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México: maestros en riesgo, miles podrían perder su trabajo por desplome en la matrícula escolar

La reducción de más de 3,700 estudiantes en Tabasco pone en riesgo la estabilidad laboral de 285 maestros; el SNTE exige frenar reubicaciones.

El ciclo escolar 2025-2026 en Tabasco arranca con incertidumbre y preocupación.

La Secretaría de Educación del Estado (SETAB) anunció la posible reubicación de 285 maestros, debido a una baja de más de 3,700 alumnos en nivel básico.

La caída en la matrícula escolar generó alarma entre el magisterio y sindicatos, que advierten posibles afectaciones laborales si se aplican estos ajustes.

Fuente: https://www.cronista.com/mexico/actualidad-mx/maestros-en-riesgo-miles-podrian-perder-su-trabajo-por-desplome-en-la-matricula-escolar/

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