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La mitad de los distritos argentinos redujeron su inversión educativa

La mitad de los distritos argentinos redujeron su inversión educativa

Inversión educativa. Entre 2004 y 2021, 12 de las 24 jurisdicciones argentinas disminuyeron la participación de la educación en sus presupuestos. CABA (-8,8 puntos porcentuales) y Mendoza (-7,3 pp) fueron las que más redujeron el financiamiento educativo como porcentaje del gasto total. En el mismo período, Salta (+8,1 pp) y Neuquén (+6,6 pp) fueron las que más incrementaron su esfuerzo presupuestario, al aumentar la proporción de su presupuesto destinado a educación.

Los datos del informe sobre Inversión Educativa

Los datos surgen del informe “Financiamiento educativo provincial”, del Observatorio de Argentinos por la Educación, con autoría de Javier Curcio (UBA/IIEP), Martín Nistal y Víctor Volman (Observatorio de Argentinos por la Educación). Teniendo en cuenta que las provincias son responsables del 75% del financiamiento educativo, el documento analiza cómo evolucionó el gasto educativo en las provincias, en qué gastaron y qué esfuerzo presupuestario hicieron entre 2004 y 2021. Todas las cifras se presentan actualizadas a valores constantes de marzo de 2023.

El informe considera el total del gasto educativo, sin importar qué ministerio ejecuta el presupuesto. De acuerdo con ese indicador, en 2021 las dos jurisdicciones que dedicaron mayor proporción de su presupuesto a la educación fueron Buenos Aires (30,8%) y Salta (28,8%). Por otro lado, las que menos presupuesto asignaron con respecto a su presupuesto total fueron CABA (16,7%) y Santa Cruz (17,6%).

“La descentralización educativa dispuesta en el país requiere profundizar los análisis sobre las posibilidades de financiamiento a cargo de las provincias, que concentran una proporción importante de los recursos necesarios para dar cumplimiento al umbral establecido por la Ley de Educación Nacional. Identificar la situación de cada jurisdicción y las brechas existentes es crucial para asegurar el cumplimiento efectivo del derecho a la educación de calidad en todo el territorio”, afirma Javier Curcio, coautor del informe.

Más números de la inversión educativa

Si bien todas las jurisdicciones dedican más del 65% de sus presupuestos educativos al pago de salarios, ese porcentaje alcanza niveles máximos en Chubut (91%) y Neuquén (86%). En el otro extremo, las que destinan menor proporción del presupuesto educativo a salarios son San Luis (66%), Formosa ​ y CABA (69%).

Entre 2004 y 2021, la provincia que más aumentó el gasto por alumno del sector estatal en el nivel inicial y primario es Salta (174,7%). Santa Cruz (-33,5%) es la jurisdicción donde más cayó este indicador. En el nivel secundario, la provincia que más aumentó su gasto por alumno fue La Pampa (309,7%), mientras que este indicador solo se redujo en la provincia de Chubut (-4,0%) durante el período analizado.

«Cada vez que se habla de inversión educativa se suele mirar al Estado nacional, pero se soslaya que la responsabilidad es de las provincias. El trabajo permite ver a todas y cada una de ellas. Además, muestra distintos períodos y signos políticos. Las caídas en distintas provincias obligan a pensar sobre el rol que tiene la educación en estas, más allá del color político de cada una. Por último, las oscilaciones (y retrocesos) muestran la dificultad de programar y sostener acciones educativas en contextos tan inestables”, reflexiona Alejandro Morduchowicz, especialista en planeamiento educativo.

Los problemas comunes

“El informe permite advertir algunos problemas comunes a las diferentes jurisdicciones, como la excesiva participación del componente salarial en los presupuestos educativos”, señala Juan Doberti, docente e investigador de la UBA. Y agrega: “En un país federal, con un financiamiento compartido entre la Nación y las provincias, deben plantearse mecanismos para que los esfuerzos económicos de ambos niveles de gobierno sean complementarios y no sustitutos y, asimismo, los escasos recursos se empleen de un modo que combine la eficiencia con la equidad entre estratos sociales y regiones del país».

«El análisis del objeto del gasto resulta significativo dado que la mayor erogación, por lejos, es el salario docente, seguido en la mayoría de las provincias por las transferencias al sector privado (subsidios a las escuelas de gestión privada). En tanto, es muy notoria la baja proporción de gasto destinada a la inversión en infraestructura (bienes de capital). Aquí la desigualdad se presenta en forma solapada, dado que se gasta más en subsidiar a las escuelas de gestión privada que en bienes de capital de las escuelas públicas, lo cual es posible que afecte la calidad de la prestación del servicio educativo por deficiencias edilicias o falta de equipamiento», explica Jorge Lo Cascio, economista y magíster en Educación.

Inversión educativa: Comparar el gasto por alumno

Comparar el gasto por alumno con el salario promedio mensual de la jurisdicción es una manera de tener en cuenta las diferencias en el costo de vida. Según este indicador, en 2021 las provincias que más gastaron en el nivel inicial y primario fueron Tierra del Fuego y La Rioja (el gasto por alumno equivale al 21,4% del salario promedio mensual). En el otro extremo se encuentran San Luis (6,7%) y Santa Cruz (9,2%).

Respecto al nivel secundario, La Rioja (30,9%) es la provincia donde el gasto por alumno estatal en 2021 representa una mayor proporción del salario promedio provincial, seguida de Tierra del Fuego (29,8%). Según este indicador, las jurisdicciones que menos gastaron fueron Santa Cruz (10,9%) y Chubut (9,6%).

 

Fuente de la Información: https://aptus.com.ar/la-mitad-de-los-distritos-argentinos-redujeron-su-inversion-educativa/

 

 

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Argentina: “12 de las 24 provincias redujeron su presupuesto en educación”, según un informe

(CNN Radio Argentina) — Martín Nistal, coordinador de Investigación del Observatorio de Datos de Argentinos por la Educación y autor del informe ‘Financiamiento Educativo Provincial’, conversó este martes con CNN Radio sobre los gastos en educación que hacen las provincias argentinas.

En contacto con Regreso CNN de Federico Seeber, Nistal señaló que “en educación, 3 de cada 4 pesos lo ponen las provincias y 1 de cada 4 pesos lo pone Nación. Muchas veces la discusión está centrada en qué hace Nación con educación, pero vale la pena revisar qué está pasando en las provincias”.

“En 2015, fue la última vez que se cumplió la meta de inversión en educación con un 6%. Todo lo que gastan las provincias, más lo que gasta Nación, tiene que ser igual al 6% del PBI. El problema es que nadie sabe cuánto tiene que gastar cada provincia. Esto suena un poco raro porque si nadie sabe cuánto tiene que invertir, cómo vas a llegar a ese porcentaje”, explicó.

El informe destaca que entre 2004 y 2021, 12 de las 24 jurisdicciones argentinas disminuyeron la participación de la educación en sus presupuestos. El autor de este informe, precisó que «Mendoza y CABA son los lugares donde más hubo reducción y las que más aumentaron fueron Salta y Neuquén».

«Desde las provincias, dicen que hubo cambios en los presupuestos. De las cosas que se hacía cargo Nación y se las pasó a las provincias, hizo que se reduzca la participación de educación en los presupuestos», detalló Nistal.

«Los presupuesto están condicionados por los salarios», remarcó el coordinador. En este sentido, el informe indica que todas las jurisdicciones dedican más del 65% de su inversión educativa al pago de salarios.

https://cnnespanol.cnn.com/radio/2023/05/23/12-de-las-24-provincias-redujeron-su-presupuesto-en-educacion-segun-un-informe/

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Argentina: La mitad de las provincias redujeron la inversión en educación

Así lo indica el informe “Financiamiento educativo provincial” del Observatorio de Argentinos por la Educación para el período 2004-2021. El documento también revela que la meta de invertir el 6% del PBI en esta área, sólo se cumplió en tres oportunidades en ese plazo. La Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) y Mendoza son las que menos invirtieron.

Abigail Contreiras Martínez

La situación educativa en Argentina es crítica. En 2019, el país obtuvo el peor desempeño de su historia en las evaluaciones internacionales de aprendizaje (ERCE) de la UNESCO y, según las estadísticas resultantes, el 46% de los alumnos de tercer grado carece de competencias básicas de comprensión lectora. Sin embargo, la inversión en educación está lejos de ser una prioridad para los dirigentes nacionales y provinciales: 12 de 24 provincias redujeron la proporción de su presupuesto destinada a gastos educativos entre 2004 y 2021.

¿Cuántas provincias redujeron su inversión en educación entre 2004 y 2021?

La Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) y Mendoza son las que mas lo hicieron en ese período de 17 años: 8,8% y 7,3% respectivamente es el porcentaje en redujeron el dinero destinado a educación. En el extremo opuesto, Salta y Neuquén se erigieron como las provincias que más aumentaron la participación de esta área en su presupuesto: 8,1% en la provincia del Noroeste Argentino (NOA) y 6,6% en la patagónica.

Salta, además, se destaca como la segunda provincia que más porcentaje de sus recursos totales destinó a gastos para enseñanza en 2021, detrás de la Provincia de Buenos Aires, con 28,8% y 30,8%, respectivamente. CABA, por su lado, no sólo presentó una variación negativa entre 2004 y 2021, sino que también destacó como la jurisdicción que menor proporción de su presupuesto asignó a educación con un 16,7%. Le sigue Santa Cruz que invirtió en esta área el 17,6% de sus recursos provinciales.

La Ley de Educación Nacional, aprobada en 2006, establece que la inversión en esta área no puede ser menor al 6% del Producto Bruto Interno (PBI). Sin embargo, hasta el 2021, esta meta sólo se alcanzó en tres oportunidades: 2009, 2013 y 2015. Así lo indica el último informe del Observatorio de Argentinos por la Educación “Financiamiento educativo provincial”, que trabaja sobre los presupuestos de las jurisdicciones subnacionales dado que ─luego de la descentralización de competencias que se dio entre las décadas de 1970 y 1990─ de ellas depende el 75% del financiamiento educativo.

“La descentralización educativa dispuesta en el país requiere profundizar los análisis sobre las posibilidades de financiamiento a cargo de las provincias, que concentran una proporción importante de los recursos necesarios para dar cumplimiento al umbral establecido por la Ley de Educación Nacional”, señaló Javier Curcio, autor del informe.

El documento fue elaborado con participación también de Martín Nistal y Víctor Volman.

“Identificar la situación de cada jurisdicción y las brechas existentes es crucial para asegurar el cumplimiento efectivo del derecho a la educación de calidad en todo el territorio”, agregó Curcio en relación a la deuda de múltiples provincias con los aprendizajes.

¿Cuál es la proporción de gastos en salarios y en inversión en infraestructura para la educación?

El informe de Argentinos por la Educación expone, además, que la mayor parte del dinero asignado a educación es destinado al pago de sueldos. Para el 2021, a nivel nacional, el 90% del gasto se utilizó para financiar al personal docente y no docente de los establecimientos educativos: 78% corresponde a salarios del sector público, mientras que el 12% restante fue dirigido al sector privado.

Sin embargo, a nivel subnacional, pese a que en todos los casos supera el 65%, la inversión en salarios exhibe mayores brechas. Chubut y Neuquén son las dos provincias con proporción del presupuesto destinada al financiamiento de personal más elevada: el porcentaje asciende al 91% y 86% respectivamente. En el extremo contrario, se destacan San Luis ─con inversión del 66%─ y Formosa y CABA ─ambas con 69%.

Distribución del gasto destinado a educación, por provincia y área Argentinos por la Educación

La magnitud del gasto en salarios docentes deja poco margen para la inversión en capital que permita mejorar las instalaciones y, en consecuencia, las condiciones de aprendizaje de los alumnos, especialmente de aquellos que asisten a escuelas públicas. “Es muy notoria la baja participación de gasto destinada a la inversión en infraestructura. Aquí la desigualdad se presenta en forma solapada, dado que se gasta más en subsidiar a las escuelas de gestión privada que en bienes de capital de las escuelas públicas, lo cual es posible que afecte la calidad de la prestación del servicio educativo por deficiencias edilicias o falta de equipamiento”, explicó Jorge Lo Cascio, economista y magíster en Educación.

El docente e investigador de la Universidad Nacional de Buenos Aires (UBA), Juan Doberti, ratificó la excesiva participación del componente salarial en los gastos para enseñanza y subrayó la importancia de una mejor coordinación y comunicación entre Nación y provincias para la asignación del presupuesto. “En un país federal, con un financiamiento compartido entre la Nación y las provincias, deben plantearse mecanismos para que los esfuerzos económicos de ambos niveles de gobierno sean complementarios y no sustitutos y, asimismo, los escasos recursos se empleen de un modo que combine la eficiencia con la equidad entre estratos sociales y regiones del país”, expresó.

En este contexto, y dado el bajo rendimiento de los alumnos locales y la calidad de sus aprendizajes, el informe de Argentinos por la Educación reafirma la necesidad de resarcir la deuda educativa del estado con los estudiantes. No se trata solo de invertir una elevada proporción del presupuesto en enseñanza, sino de hacerlo de manera eficiente y equitativa a fin de potenciar los aprendizajes de todos los chicos a nivel nacional.

https://www.eldiarioar.com/sociedad/educacion/mitad-provincias-redujeron-inversion-educacion_1_10227696.html

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La dignidad de la infancia

Por: Claudia Rafael

Niñas y niños son sujetos políticos. A contracorriente de lo que plantea la ministra de Desarrollo Social. Como quedó plasmado en cada una de las marchas históricas del Movimiento Nacional Chicos del Pueblo. Como planteaba Alberto Morlachetti la infancia tiene voz. Y hay que escucharla.

Si un pibe se muere al lado de una pila de comida… ese pibe muere asesinado. Por eso el hambre es un crimen. Es mentira que el capitalismo tiene un rostro humano, no tiene ninguno. Haber inventado el hambre en la Argentina es lo más perverso que pasó en este país. (Alberto Morlachetti)

“Un niño es un sujeto político. Y ese niño tiene que tener voz. Hay que escucharlos”, decía Alberto Morlachetti. A kilómetros luz de ese pensamiento se ubica la convocatoria de la ministra de Desarrollo Social de la Nación cuando pidió la intervención de la Defensoría de Niñas, Niños y Adolescentes para evitar que haya pibes en los acampes piqueteros. Corre toda responsabilidad estatal sobre el hambre y las privaciones de las infancias y culpabiliza a sus familias por impedir que estén “en las escuelas, en los clubes o en las instituciones de sus barrios, ejerciendo sus derechos a educarse, alimentarse, relacionarse con sus pares y jugar”.

¿Acaso esas infancias a las que alude la ministra están atravesadas por todos los derechos enunciados por escrito en las leyes y en las convenciones nacionales e internacionales? Desmembrar esa misma frase desnuda con una contundencia inapelable que los chicos que no quiere en los acampes se alimentan en las escuelas, clubes e instituciones barriales. Y no junto a sus familias porque –elude la ministra ese tramo de la realidad que rodea a siete de cada diez niños que son pobres y al 16,3% que son indigentes- hace demasiado que no hay un plato sobre la mesa.

La historia misma de la humanidad ha contado con manojos de pibes en cada lucha. Cuando 22 años atrás arrancaba en la Quiaca aquella marcha heroica del Movimiento Nacional Chicos del Pueblo cuatro centenares de niñas y niños recorrerían casi 2000 kilómetros y plantaban bandera con su mirada de la vida: “Marchamos para que todos los chicos que están en la calle puedan tener un hogar y que los padres que están sin trabajo puedan tenerlo”, decía una de las chicas criadas en Pelota de Trapo.

En esa y en cada una de las marchas posteriores se fueron enriqueciendo y fueron a su vez enalteciendo el contenido de los reclamos desde su propia óptica. Decían apenas unos pocos años después que “estamos marchando porque cuando termina la zafra y la cosecha de limón nuestros padres quedan sin trabajo. Perdimos la mitad del año de clases porque el gobernador no les pagó a los maestros. Queremos, además, comer en nuestras casas y no en un comedor”, refería una niña tucumana. Y un chico santiagueño planteaba que “marchamos para que no nos desalojen de nuestra tierra y para que se cumplan los derechos de los niños. Vamos a seguir marchando porque no debe haber hombres sin tierra ni tierra sin hombres”.

O también, otra niña que contaba que “marchamos para que la Patagonia no sea un lugar ignorado por los gobernantes, para que no se negocien nuestras tierras como fueron expulsados nuestros hermanos mapuches y para que nunca en la Patagonia haya un repositorio nuclear”.

Es hora de que quienes hoy se debaten en una pugna obscena por puestos y sillones asuman sus propias responsabilidades en el padecimiento febril y doloroso de las infancias. No se trata de exigir a una defensoría que controle si niñas y niños están con sus padres y madres en acampes, marchas o protestas. Se trata de ubicar las deudas en la columna del debe y asumirlas sin desmarcarse de las propias responsabilidades.

Si el hambre sigue siendo este crimen cotidiano por el que hay que alzar la voz en cada rincón, en cada calle, en cada plaza, en cada esquina es porque hay responsables concretos, con nombre y apellido y conscientes de sus propias falencias y de sus propias obligaciones e incumbencias. Porque haber inventado el hambre en la Argentina es lo más perverso que pasó en este país.

Fuente de la información e imagen: Pelota de Trapo

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Tres mitos, dos realidades y una pregunta sobre los efectos de la pandemia en la educación

¿La pausa de las clases presenciales por el covid destrozó la enseñanza primaria y el aprendizaje del alumnado? ¿Hubo más deserción? Algunas reflexiones sobre los datos que arroja la Prueba Muestral Aprender 2022.

El Ministerio de Educación de la Nación acaba de publicar algunos resultados de la Prueba Muestral Aprender de primaria de 2022, una gran iniciativa que enseña que las pruebas estandarizadas son un activo del Estado más allá de los gobiernos de turno y que su impugnación en bloque solo la sostienen sectores muy marginales de la política.

A partir de estos resultados, van tres mitos, dos realidades y una pregunta sobre los efectos de la pandemia en la educación argentina; un año y medio después de la reapertura de la mayoría de las escuelas.

Abro el paraguas: no voy a minimizar los impactos negativos del cierre de escuelas. Al contrario, nueva evidencia proporciona datos que muestran que la pandemia -afortunadamente- no generó una catástrofe educativa aunque sí muchos perjuicios entre algunos sectores de la población.

 Mitos

  • El cierre prolongado de escuelas fue un capricho autoritario. Se debió imitar a Alemania

En Latinoamérica, la casi totalidad de los países decidieron cierres prolongados, algunos más rígidos como Costa Rica, Perú o México, otros un poco más flexibles como Chile, y el más flexible que fue Uruguay. Según datos de la UNESCO, de los países de la región con más de tres millones de habitantes Argentina es el que más rápido abrió sus escuelas. Pero de derecha a izquierda, de Sebastián Piñera a Alberto Fernández y de Iván Duque a Andrés Manuel López Obrador todos siguieron más o menos la misma receta. ¿Por qué?

Cuando Fernández dijo en marzo de 2020 que “las escuelas son lo último que se abren”, Angela Merkel y los líderes europeos decían exactamente lo mismo, excepto Aleksandr Lukashenko, el autócrata de Bielorrusia, país donde las escuelas nunca cerraron. Así, Europa mantuvo sus escuelas cerradas hasta sus vacaciones de verano y después las abrió cuando los contagios bajaron. Ese fue el momento del inicio de una mayor circulación del virus en América Latina, cuando todos teníamos frescas las imágenes de los cadáveres apilándose en las puertas de los hospitales de las grandes ciudades del norte.

Me consta que eso generó un susto enorme en nuestros funcionarios a ambos lados de la grieta: “si los sistemas de salud europeos no se la bancan, ¿que será de nosotros?”. Esta complejidad no justifica la posición mayoritaria de América Latina, pero la pone en perspectiva: más pobreza, menos infraestructura sanitaria y más contagios, en el momento en que Europa cambia el criterio original, avalado por la evidencia que indicaba que los niños no son grandes contagiadores. Tampoco esto justifica por qué las escuelas argentinas siguieron cerradas después de la primera cuarentena, cuando el nivel de circulación comunitaria era muy bajo en muchas zonas.

El único país latinoamericano que nunca cerró sus escuelas fue la Nicaragua de la dictadura sangrienta de Daniel Ortega. Llama la atención que los detractores de los gobiernos pro cierre de escuelas no lo pongan como ejemplo de una buena gestión.

  • El cierre de escuelas produjo el abandono de un millón y medio de estudiantes (o un millón, o seiscientos mil, etc.)

¿Se acuerdan de esas proyecciones? ¿De esos desvaríos que evidencié en esta nota de Cenital?

Pues bien, un punto muy pero muy positivo es que el abandono escolar por cierre de escuelas no sucedió. Al contrario, de acuerdo a los datos oficiales del Relevamiento Anual (RA) sabemos que el abandono 2021 vs. 2020 es el más bajo en años, sosteniendo la tendencia anterior. Veremos si los datos de 2022 del RA lo corroboran.

Esto es mérito de los docentes, los estudiantes y las familias que sostuvieron con todas sus fuerzas la escolarización de los chicos, sumado a algunas medidas gubernamentales de promoción y retención.

Aguante todo.

  • El cierre de escuelas produjo caídas catastróficas en los resultados de los aprendizajes en la Argentina

Ya en las pruebas estandarizadas que tomó la Ciudad de Buenos Aires no se evidenciaban caídas catastróficas. De hecho, 3 de las 4 pruebas de la Ciudad en promedio daban igual o mejor que en la prepandemia: tal vez una mayor conectividad y la reapertura temprana de las escuelas pudieron ser parte de las causas.

En 2021 se tomaron las pruebas censales Aprender de primaria y ahí si los resultados si bien no catastróficos, eran más preocupantes.

Pero eso era esperable: a mediados de 2021 el Consejo Nacional de la Calidad de la Educación, del que formo parte, discutió el plan de evaluación y fui el único (para variar) en proponer que las Aprender no debían hacerse en 2021 sino en 2022. ¿Mi explicación? En 2021 los resultados irían a estar sesgados, “contaminados”, por la discontinuidad pedagógica. Con una prueba en 2022, auguraba, los resultados reflejarían mejor los efectos netos del cierre de escuelas.

Pues bien, el Ministerio de Educación toma en 2022 una nueva prueba Aprender, nueve meses después de la toma anterior y en plena continuidad pedagógica. ¿Los resultados? Similares a los de la prepandemia, como habíamos pronosticado.

Algunos colegas plantean problemas metodológicos en la comparación y en los buenos resultados respecto de la prueba anterior, especialmente en los “saltos” entre una y otra. Mi explicación, como dije, es el sesgo de la prueba 2021. Pero ahí hay un punto. Veremos cómo sigue la película.

Finalmente, algunas familias dicen “yo no veo la mejora en mis hijos”. Creo que hay algo nuevo allí: la pandemia hizo que muchas familias prestaran más atención a la educación de sus hijos y ahora empiezan a construir una opinión más informada respecto de la que se daban en prepandemia

Realidades

  • Los perjuicios del cierre de escuelas son indirectos y complejos

Un análisis equilibrado precisa de tiempo para evaluar cómo la continuidad pedagógica restablece aquello que se consideraba erróneamente “pérdida de aprendizaje”. Por lo que, si bien es equivocado decir “aquí no ha pasado nada”, la sobreactuación de la catástrofe no tiene base empírica ni en abandono (con certeza plena) ni en aprendizajes (con algunas variaciones y controversias).

Esto también refuta la visión de que la tecnología educativa, los cuadernillos, las “escuelas zoom” y las “escuelas whatsapp” no sirvieron para nada. Un razonamiento sin evidencia y puro prejuicio anti digital. Si todo esto hubiera tenido un efecto neutro siendo que los resultados se mantuvieron relativamente y que el abandono no se produjo, se podría inferir que las escuelas no aportaron nada. Una estupidez.

Yo creo que familias, docentes, estudiantes e incluso funcionarios hicieron mucho para sostener la educación en pandemia. Aguante todo, again.

Lo que sí parecen mostrar los datos es que muchos efectos negativos del cierre de escuelas se agrupan entre los estudiantes más chicos, los que arrancaron el jardín y la escuela primaria en pandemia y los sectores más empobrecidos de las grandes ciudades argentinas

  • Los sistemas educativos funcionan mal en la normalidad, pero no tan mal en pandemia

Si la educación argentina ya estaba colapsada antes de la pandemia, durante el cierre de escuelas el colapso de la educación argentina fue visible para la gran opinión pública.

Sin embargo, el rol de los Ministerios de Educación (nacional y provinciales) fue muy superior al esperable, incluso en casos de ministros recién asumidos por los cambios de gobierno, con respuestas rápidas dentro de sus posibilidades respecto de la conectividad, los cuadernillos, el uso de la TV y la radio pública, la ampliación de plataformas, etc. Incluso el Consejo Federal de Educación y el recién creado Consejo Nacional de la Calidad de la Educación asumieron roles de responsabilidad y compromiso. No estoy diciendo que todas las medidas hayan sido correctas, a mi humilde entender, pero, a diferencia de los tiempos normales prepandémicos, todos se pusieron a trabajar.

El problema fue Alberto Fernández. El mismo día en el que todas los ministros de Salud y de Educación -con Nicolás Trotta a la cabeza- y con el acompañamiento de CTERA, plantearon la prioridad de abrir las escuelas, con un cronograma y modalidades concretas, el Presidente contradice ese consenso trans-grieta y cierra las escuelas en una discurso nocturno que quedará en los anales del sinsentido nacional.

Era demasiado bueno para ser cierto.

Una pregunta

¿Es cierto que la distribución de libros, la hora más de clase y el conjunto de la política educativa del gobierno nacional favorecieron los mejores resultados de Aprender 2022?

Desde hace más de 30 años hay un consenso técnico que plantea:

  1. Las pruebas estandarizadas no evalúan el impacto de políticas educativas específicas,
  2. La medición de estos impactos precisa otras metodologías donde el factor tiempo es fundamental para darle a la política lo que es de la política y a la sociología, la demografía, la economía y -en este caso- a la continuidad pedagógica, lo que es de cada una de ellas.

Pero yo no estoy para nada de acuerdo con ese consenso. No, señor. Me consta que el Ministerio Nacional de Educación favoreció el repunte. Lo explico.

Las mejoras en Aprender 2022 fueron gracias a que la actual gestión ministerial llamó a una licitación internacional y lograron conseguir una Tardis para hacer un pliegue temporal, tipo agujero de gusano para desplegar y así extender el tiempo, y que en apenas 9 meses entre una prueba y otra, se obtuvieran mejores resultados. Es lo que se llama “contaminación futura”. Yo participé de la experiencia junto al Dr Who (que piloteó la Tardis), John Connor, Tony, Douglas, y el Sr. Spock. Todos damos fe. Hay videos.

Tres mitos, dos realidades y una pregunta sobre los efectos de la pandemia en la educación

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Argentina: La actividad escolar será normal este viernes y sólo se justificará la inasistencia si hay paro de colectivos

América del Sur/Argentina/19-05-2023/Autoría y Fuente: www.diariodecuyo.com.ar

En San Juan, la medida comprende a estudiantes, educadores y todo personal de las instituciones educativas.

Ante la medida de fuerza que cumple UTA a nivel nacional, suspendiendo el servicio de transporte público, el Ministerio de Educación informa que la actividad escolar será normal. Se justificará la inasistencia a quienes no puedan asistir si se concreta el paro de colectivos.

La medida comprende a estudiantes, educadores y todo el personal de las instituciones educativas.
Fuente e Imagen: https://www.diariodecuyo.com.ar/sanjuan/La-actividad-escolar-sera-normal-este-viernes-y-solo-se-justificara-la-inasistencia-si-hay-paro-de-colectivos-20230518-0076.html
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Argentina: Ley de Educación Ambiental dos años de muchas palabras y poca integración en las aulas

La norma aprobada en 2021 está lejos de ocupar la centralidad encomendada a los ministerios de Educación y Ambiente. El educador y especialista Pablo Sessano advierte que el Estado aún niega en la currícula la actual crisis ecosocial, al igual que los gremios docentes, y propone un giro en la matriz educativa para abordarla desde una perspectiva de los derechos humanos y de la naturaleza.

Por Pablo Sessano para Agencia Tierra Viva

Se cumple otro año más. El segundo desde que se sancionó la Ley de Educación Ambiental Integral. Era una buena idea que tuviera un espacio en el III Foro de Derechos Humanos, realizado entre el 20 y 24 de marzo, pero el hecho no se concretó porque su organización fue fallida a último momento (quizá estaba más pensado para la foto que para ampliar el necesario diálogo entre derechos humanos y educación ambiental).

Planteado como un encuentro interministerial para informar y exponer el estado de avance de la implementación de esa ley, el espacio en el Foro fue propuesto desde el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, y, como históricamente ha ocurrido, el Ministerio de Educación participaría, pero menos comprometidamente, pese a que la implementación de la educación ambiental depende de un área que trabaja los derechos humanos en esa cartera.

Más allá de la retórica desplegada por los gobiernos en sus informes oficiales, siempre condescendientes respecto de sí mismos (puede verse el informe sobre los avances de la ley presentado en 2022 al Congreso Nacional), lo que hacen ambos ministerios en términos de política educativa es todavía mucho menos que insuficiente e invisible para la sociedad.

¿Qué avances tuvo el Ministerio de Educación en la implementación de la Ley de Educación Ambiental?

El Ministerio de Educación ofrece, a través del Programa Nacional de Formación Docente, cinco cursos de capacitación, entre ellos, uno específico sobre el Riachuelo, a cargo de ACUMAR. No es poco contrastado con años anteriores, pero no es mucho si se evalúa la irrelevancia de la cuestión ambiental en el programa educativo oficial.

En tanto, la publicación aleatoria de efemérides ambientales popularmente conocidas en el Instagram oficial del Ministerio no logra poner de relevancia el tema. Es justo mencionar que el material sobre educación ambiental integrado al dossier por los 40 años de democracia, en la web del Ministerio, es, desde lo pedagógico, interesante, pero en modo alguno novedoso. Además de naturalizar la “problemática ambiental” como un hecho del presente, elude tomar posición frente a las causas, convalida la idea del subdesarrollo como estado transitorio, omite criticar en forma directa el modelo productivista y resulta ambiguo en la definición del cambio climático en tanto expresión del modelo civilizatorio. Se trata de un material bastante más neutral que los malogrados Manuales de Educación Ambiental censurados en 2011.

Por otra parte, la página oficial de la cartera educativa no refleja interés alguno por la educación ambiental y, si bien existe un Área de Educación Ambiental Integral, su importancia relativa dentro del Ministerio es nula y no responde ni de lejos al compromiso que la Ley de Educación Ambiental Integral derivó en ese Ministerio.


Todo revela que la gestión educativa no atina a darle la relevancia que ha adquirido de hecho en el presente o, en otras palabras, la crisis ecosocial no constituye para la autoridad educativa un suceso lo suficientemente significativo, en los términos de su impacto en la vida de las personas, especialmente de las que se educan, las nuevas generaciones, como para darle un tratamiento prioritario y específico dentro del programa educativo nacional.


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¿Qué avances tuvo el Ministerio de Ambiente en la implementación de la Ley de Educación Ambiental?

El Ministerio de Ambiente, por su parte, mantiene —no sin controversias internas— una cierta dignidad pública discursiva respecto al tema, algunas propuestas educativas y mejor visibilidad en su sitio web, aunque sin dejar de plantear enfoques clásicos y repetidos. Además, Ambiente sostiene la red de secretarías y ministerios homólogos provinciales que dan o deberían dar soporte y consenso a la política pública nacional. Pero se sabe que el Consejo Federal de Medio Ambiente (COFEMA) encuentra límites, también para la educación ambiental, en las conveniencias políticas poco sustentables de las provincias, amparadas en el desacertado artículo 124 de la Constitución Nacional sobre el manejo de los recursos naturales que se encuentran en sus territorios.

Pese a que la Ley de Educación Ambiental “establece el derecho a la educación ambiental integral como una política pública nacional”, propone “construir una cultura ambiental” y “defiende la sustentabilidad como proyecto social”; lo cierto es que, a dos años de su sanción, no puede decirse que haya una política pública de educación ambiental en el país. Ello implicaría un presupuesto que la Ley reclamó, pero no existe; una organicidad institucional que apenas avanza y debería incluir equipos de personas dedicadas —hasta el momento inexistentes— y un plan de trabajo, aún en ciernes, siempre en ciernes.

No obstante, vista en perspectiva, la sanción de la Ley constituye un avance en la concepción de la interrelación entre derechos humanos, educación y ambiente. Una relacionalidad fundamental que transforma la concepción hasta ahora sostenida sobre cada uno de estos temas por separado. Una cuestión clave del proceso de constitución de nuevos derechos, nuevos sujetos de derecho y de la educación ambiental, sobre lo cual el recientemente fallecido Antonio Brailovsky supo insistir enfáticamente.

Probablemente el espacio en el Foro de DD. HH. para la educación ambiental no hubiese sido propuesto siquiera si la Ley de Educación Ambiental Integral no hubiese sido aprobada hace dos años, abriendo definitivamente un espacio dentro de la política pública. En ese sentido es que reconocemos un avance, al menos en la intención del Legislativo, pero que espera su traducción en políticas y acciones concretas y sustantivas de parte del Poder Ejecutivo.

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El problema no es la Ley de Educación Ambiental, el problema es la negación de la crisis ecosocial

El problema no es la ley en sí, sobre cuya génesis, resultados, debilidades y potencialidades he opinado en anteriores columnas y artículos. El problema, obviamente, es la debilidad de la gestión pública, el no cumplimiento de las leyes, que es sin duda un síndrome que afecta a la democracia argentina y excede nuestro particular tema, pero impacta muy sensiblemente. La minimización de la relevancia de la crisis ecosocial resulta de entenderla apenas como un tema más de las problemáticas contemporáneas (un contenido) y no como el nudo subyacente de una crisis de civilización que, de no modificar su rumbo, se encaminará a la autodestrucción, según reconoce el consenso científico mundial, diluye los compromisos que la ciudadanía ha de adoptar para contribuir a reencaminar los procesos sociales hacia escenarios reconstitutivos y no meramente resilientes. Este no reconocimiento o negación por parte de la autoridad educativa y, en general, por el mundo pedagógico y docente constituye también una de las grandes debilidades del proyecto educativo progresista —si es que hay uno más allá de la resistencia— en América Latina y en Argentina en particular.

La Ley ya tiene dos años, pero la lenta y burocrática rutina de las instituciones —tanto nacionales como provinciales, más las de la misma sociedad civil, que debe participar de la gestión de la Ley, pero se muestra boba para asumir el compromiso— se constituye como el primer obstáculo en su cumplimiento. Muchas leyes no logran superar este primer escollo organizativo y, aún cuando ya rigen por estar sancionadas y publicadas, su concreción resulta fallida o nula. Ojalá no sea el destino de la Ley 27.621.

Depende en mucho o en todo del compromiso de las organizaciones de la sociedad. Porque, como también ya señalamos en las notas citadas, buena parte de las políticas de educación ambiental que la Ley ahora respalda legalmente pudieron ser llevadas a cabo sin necesidad de norma alguna. La superficialidad del compromiso que el Estado está, realmente, dispuesto a asumir no se ha modificado. Solo el empuje de las organizaciones sociales, que han quedado representadas y legitimadas para opinar y participar en la estructura de la Ley, será la clave para habilitar el debate y las prácticas necesarias que en el campo educativo deben desplegarse en torno a la crisis ecosocial.

Otro problema es que los gremios docentes, las universidades y hasta las organizaciones de la sociedad civil —pasando por los colectivos indígenas— asumen que la transformación integral del diseño educativo es un componente estratégico e indispensable de la tarea, de la lucha, por develar la posibilidad de un otro país y mundo posible. Ni que las modificaciones menores, retóricas, adición de contenidos e incluso invitaciones a interpretaciones alternas del mismo diseño curricular no solo son insuficientes, sino que terminan siendo funcionales al maquillaje educativo del extractivismo progresista o neoliberal.

A esta altura de la crisis ecosocial y dadas las connotaciones no cuestionadas que tienen los términos desarrollo y sostenibilidad, o la denominada Educación para el Desarrollo Sostenible, que bajo el eufemismo de educación ambiental integral se invoca en la Ley, es en sí un oxímoron, es decir, una contradicción en los términos. Sostener la ilusión de que bajo el mismo régimen formativo, que es funcional al productivismo ecocida, será posible desarmar las lógicas hegemónicas, que moldean hace siglos nuestra forma de entender el mundo y la vida, es una variante del negacionismo. O una “negación implicatoria”, según la expresión de Stanley Cohen, es decir, una negación “que no niega el problema (de la crisis ambiental y el cambio climático) ni sus causas –antropogénicas–, pero niega las implicaciones de esos hechos”. O acaso una variante más sutil de “amnesia intermitente”, por la cual “miramos (esa realidad) por una fracción de segundo y luego miramos hacia otro lado (…) o miramos, pero nos convencemos de que estamos demasiado ocupados para preocuparnos por algo tan distante y abstracto”, según lo explica Naomi Klein. Y sostenerlo desde el campo educativo es decepcionante.

Bien sabemos que los criterios de selección de formas y contenidos del saber, que será transmitido en el proceso de educativo, en especial, el instituido, son pautas que llevan implícitas las relaciones sociales (relaciones de poder) en las cuales se constituyen axiomas, prejuicios, mitos o sonseras (Jauretche/Merenson), que configuran esa óptica históricamente construida que oblitera toda opción de imaginar un mundo (y una educación) por fuera del instituido. Por eso, hemos insistido tanto en la responsabilidad compartida que el constructo educativo moderno, y al servicio del modelo hegemonizador, ha tenido en la crisis civilizatoria y en la importancia de un examen autocrítico hacia dentro.

Educar para un modelo extractivo o para otro mundo posible

Cada gobierno elige la educación que quiere, por acción u omisión. Y aunque, en democracia, el campo educativo debería contar con mayor grado de autonomía para desarrollar miradas no condescendientes con el status quo social, no es factible esperar que las políticas educativas de un gobierno contradigan las bases ideológicas que lo explican y sostienen.

Así, como dijera Ivan Illich hace 50 años: “Se mantiene la ilusión de que, pese a que se posea una economía precaria, la escuela [léase educación instituida] podrá producir una amplia clase media, con virtudes análogas a las que predominan en las naciones altamente industrializadas”. Lo que traducido a la actualidad equivale a mantener vivo el mito de un desarrollo con justicia, sobre la base de un perfil exportador de commodities —monocultivos, minería, madera, agua, recursos estratégicos— que supone necesariamente métodos de extracción destructivos e injustos.

El horizonte del desarrollismo —rico o pobre, facho o progresista— se ha topado con los límites de la naturaleza. La pregunta que subyace al problema entonces es si un Estado-Gobierno progresista-extractivista puede efectivamente desplegar una educación ambiental que contradiga esa lógica depredadora y excluyente de hacer uso de los bienes comunes. Más aún, la duda se extiende a si es posible, en ese marco, una educación ambiental definida como proceso de concienciación en defensa de la vida. E, incluso, si definida como “Educación para el Desarrollo Sostenible” es realmente educación ambiental. Es por eso que la Ley por sí misma no garantiza nada y librada a la decisión y voluntad gubernamental, en un contexto de gestión pública proclive a lógicas y métodos extractivistas y contrarios a la sustentabilidad, puede incluso resultar funcional a las mismas.

De hecho, la Ley no ha molestado a nadie. De allí la estratégica importancia de la participación consciente, activa, sostenida y no condescendiente de organizaciones de la sociedad civil que quedaron representadas y autorizadas a participar en la gestión de la Ley para hacer de ella, al menos, un instrumento útil para interpelar la conciencia social, especialmente en escenarios educativos.

Lo cierto es que en el complejo Educación-DD. HH.-Ambiente, la fragmentación persiste y, pese a las evidencias relacionales, no logra constituirse conceptualmente la amalgama que, en verdad, representan. Las reivindicaciones de género, mal que bien, ya son parte constitutiva en la concepción de los derechos humanos, las ambientales no. Es que no se trata de incluir a los derechos humanos a la agenda de minorías ambientalistas, sino de comprender que el derecho al ambiente sano consagrado constitucionalmente debe entenderse, no en forma limitada como la salud o conservación del entorno humano, sino extensivamente como el derecho de la naturaleza. O sea, la red de ecosistemas para conservar sanas y salvas las condiciones que garantizan su fisiología y reproducción, condición necesaria de la vida en general y de los humanos como parte de la misma.

Este “giro” conceptual es el núcleo de la educación ecosocial en la cual derechos humanos y derechos de la naturaleza son componentes del derecho a la vida como valor primordial, y, a partir del cual, habría que reordenar (refundar) la totalidad de los valores, derechos y obligaciones. Acaso una ética de mínimos que incluya a la naturaleza como sujeto de derecho.

En lo que a políticas públicas refiere, en Argentina, tanto en el campo de los derechos humanos como en el de la educación, todavía estamos lejos de asumir y, más lejos aún de practicar, esta concepción, los sucesos cotidianos lo demuestran. Pero lo más patético es corroborar cómo, más allá del Estado, el campo específicamente educativo, inconsciente o negligente frente a los tiempos en juego, cae en la “negación implicatoria”. Pues conviene recordar que los plazos para realizar las transformaciones necesarias, que también son técnicas, pero fundamentalmente sociales, para no ingresar en un proceso de colapso irreversible (según el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático) no rebasan el tiempo que ocupa en educarse una sola generación. Los plazos están vencidos, el dinero del mundo rico no llegará a tiempo y, si acaso lo hiciere, no será para transformar el modelo, sino para apuntalarlo. No necesitamos una educación que colabore a este reciclado hegemónico, sino una que lo desarme.

*Por Pablo Sessano (*) para Agencia Tierra Viva / Imagen de portada: Agencia Tierra Viva.

(*) Educador ambiental. Diplomado Internacional en Transformación Educativa. Máster en Eco auditorías y Planificación Empresarial del Medio Ambiente. Especialista en Gestión Ambiental Metropolitana y políticas públicas ambientales.

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