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Entrevista a Ramón Grosfoguel: «La decolonialidad ha muerto: ¡que viva la decolonialidad!»

POR:  GONZALO ARMÚA, LAUTARO RIVARA

ALAI conversó en exclusiva con el sociólogo puertorriqueño Ramón Grosfoguel sobre la muerte ¿y posible resurrección? de la perspectiva decolonial.

Fue en su último paso por Buenos Aires, invitado a la Feria Internacional del Libro, que nos encontramos con Ramón Grosfoguel. Conversamos allí sobre una serie de temas que le desvelan tanto como a nosotros: el antiimperialismo, la actualidad del pensamiento crítico, la caracterización del gigante asiático, el sombrío panorama social de los Estados Unidos y las complejas perspectivas de futuro para nuestra región, que aún no tiene garantizado un pedazo de sol bajo el cielo del nuevo orden mundial que comienza a emerger.

Varias cosas fueron singulares en ese encuentro: desde la duración inusitada de una entrevista que discurrió por diversos temas a lo largo de casi 3 horas de duración, hasta la beligerancia del polemista que encarna Grosfoguel, tan a contramano de los usos y costumbres que uno podría imaginar en un académico de la Universidad de California en Berkeley.

Grosfoguel fue uno de los fundadores y principales animadores del llamado Grupo Modernidad/Colonialidad, que pasó a mejor vida sacudido por los recurrentes cismas que la política latinoamericana y caribeña impone de forma recurrente a sus intelectuales, o al menos a los que aún se preocupan de participar, de vez en cuando, de lo que hacen los mortales afuera de la torre de cristal. Como él mismo se encargará de explicar, la fractura se produjo por una auténtica «guerra de solicitadas» en torno a la candente cuestión venezolana. 

Grosfoguel es autor de numerosos libros y artículos sobre descolonización, racismo, interculturalidad, economía política, migraciones y tantos otros tópicos. Su último libro, “De la sociología de la descolonización al nuevo antiimperialismo decolonial” (Akal, 2022), aborda muchos de los temas de la primera parte en que decidimos dividir la siguiente entrevista, exclusiva para ALAI.

Gonzalo Armúa y Lautaro Rivara: En varias ocasiones planteaste una crítica a una corriente de intelectuales y académicos que llamás los “decoloniales coloniales”. ¿Cuál crees que es o debería ser el vínculo entre decolonialidad y antiimperialsimo? ¿Por qué se produjo esa ruptura entre un sector de la academia crítica y diferentes procesos populares del continente como los de Venezuela o Cuba?

Ramón Grosfoguel: Siempre he asumido, quizás ingenuamente, que cuando uno dice decolonial presupone allí el antiimperialismo. Porque, ¿de qué te estás descolonizando si no eres antiimperialista? Yo fui en gran medida responsable de la organización de la Red Modernidad/Colonialidad. Pero esa red murió en Venezuela. Hubo allí una división insalvable, porque un sector de la red, encabezada por [Edgardo] Lander, tomó partido por una posición inadmisible, firmando un documento escrito en medio de una agresión imperialista contra Venezuela, durante las llamadas guarimbas. Las guarimbas eran grupos paramilitares que estaban por ese entonces matando gente en las calles, como lo pude ver en el verano de 2019 con mis propios ojos. Esto no solo lo han hecho en Venezuela: lo hicieron en Siria, en Ucrania en el 2014 durante el golpe de estado, en muchos otros lugares. Fue en ese marco que apareció un documento repitiendo las mismas tesis del imperio. Lo mismo volvió a suceder en enero de 2019, cuando el intento de golpe de [Juan] Guaidó. Incluso este grupo se reunió con él, afirmando a la prensa que Guaidó era democráticamente más legítimo que Nicolás Maduro.

Pero hubo mucha otra gente de la izquierda o seudo-izquierda latinoamericana que firmó los documentos también. Pude ver a Lander en Democracy Now, un programa de la izquierda estadounidense, afirmando que lo que Trump decía del gobierno de Venezuela, que era autoritario, que era una dictadura, pues era cierto. Estaba minando el apoyo de la izquierda, el único que queda a Venezuela. Esta gente se dedica a socavar estos apoyos, a desmovilizar a la izquierda.

“Yo fui en gran medida responsable de la organización de la Red Modernidad/Colonialidad. Pero esa red murió en Venezuela. Hubo allí una división insalvable”.

Once meses después, en noviembre de 2019, fue el golpe de Estado a Evo [Morales]. Otra vez aparecieron los mismos documentos contando la misma historia: aduciendo muchos de ellos que no era un golpe de Estado, que era una rebelión popular, blanqueando en suma el golpe de estado imperialista. Incluso hubo tesis risibles que decían que Evo era un machista y que el golpe de estado se produjo porque era un machista. En medio de un golpe, no estaban denunciándolo, no estaban saliendo a la calle a defender al presidente democráticamente electo. Estaban tirándole fuego a la víctima. Entonces, ¿de qué decolonialidad estamos hablando?

Todo esto me llevó a pensar que ya no puedo decir que soy decolonial a secas, habiendo una serie de intelectuales «decoloniales coloniales». Por eso afirmo que soy «decolonial antiimperialista». Para mí aquí hay un antes y un después. ¿Por qué? Aquí estuvimos un grupo de personas, entre ellos la Escuela Descolonial de Caracas, en aquel momento con Juan José Bautista, con Karina Ochoa, Enrique Dussel, que tomamos partido por Venezuela y su gente. Yo siento la responsabilidad de llamar la atención sobre este monstruo de siete cabezas que se llama Modernidad/Colonialidad. Por eso decidimos trazar una línea roja. Por eso digo que la red murió en Venezuela. Ya no podemos trabajar juntos.

G.A y L.R: ¿Por qué crees que esos intelectuales llegaron a esos posicionamientos? ¿Cuál es la razón de fondo?

R.G: Intenté dar respuesta a eso en una serie de videos que llevan por título «La bancarrota de la izquierda». Lo que intento allí es tratar de no caer en el reduccionismo de «esta gente se vendió», de complejizar el asunto y entender que les llevó a esas posiciones. ¿Cómo es que esas personas que en cierto momento de sus trayectorias estuvieron de este lado, cruzaron la avenida y ahora están disparando desde la otra trinchera? Esa gente ya no es parte de la decolonialidad. Hay que dejar de referirse a ellos de esa manera: Dussel me llamó la atención sobre eso. Entonces, ¿qué los llevó allí?

Pensando en el marco categorial, podemos señalar varias cosas. El primero es el abandono de la comprensión de lo que es el imperialismo. Ellos abandonaron esa categoría, o ven al imperialismo como una cosa puramente exterior, abstracta. Algo parecido a lo que hacían [Fernando Henrique] Cardoso y [Enzo] Faletto en su ensayo «Teoría de la dependencia». La teoría de la dependencia tenía dos vertientes: la de Cardoso daba mucho énfasis a las situaciones internas de cada país, debilitando el análisis internacional del imperialismo, priorizando las relaciones de fuerza dentro de los propios estados. Pero tú no puedes desvincular lo que sucede dentro del Estado de las estrategias globales del imperialismo. La otra vertiente provenía de la escuela brasilera: Theotônio dos Santos, Ruy Mauro Marini, Vânia Bambirra y el mismo André Gunder Frank: ellos nunca perdieron de vista la relación centro-periferia, la propia dialéctica de la dependencia, el hecho de que la acumulación de capital a escala global está mediada por el sistema imperialista de super-explotación de las periferias. Yo me identifico, por supuesto, con esta segunda corriente. Entonces, el primer problema de esta línea decolonial-colonial es que carece de una teoría del imperialismo. O a lo sumo ésta aparece de forma laxa.

“[Lo primero] es el abandono de la comprensión de lo que es el imperialismo. Ellos abandonaron esa categoría, o ven al imperialismo como una cosa puramente exterior, abstracta”.

El segundo problema es una tendencia de tipo culturalista, donde todo aparece reducido a la epistemología y se pierde de vista la economía política. Aclaro que soy de los que han llamado la atención sobre la necesidad de descolonizar los paradigmas de la economía política, de hacer una cartografía crítica del legado de diferentes corrientes marxistas. Pero no se trata de tirar a la basura la economía política. Este culturalismo, al estilo del de [Walter] Mignolo, termina en una concepción muy identitaria -en su sentido más colonial- en donde las relaciones de dominación de la economía política no aparecen, o lo hacen de modo muy tangencial.

En tercer lugar, hay un problema con el Estado: son fundamentalmente antiestatistas. El propio [Aníbal] Quijano, que tuvo una enorme influencia en esta red, era antiestatista, anarquizante. Entonces, cualquier cosa que tú hagas dentro del Estado o con el Estado invalida desde ya cualquier proyecto, y se supone que tú no lo puedas apoyar, porque se trataría de un “proyecto de poder”. Pero la cuestión es mucho más compleja, más cuando hablamos de procesos antiimperialistas en nuestra región. El propio Lander hablaba -hace ya casi 20 años- de un apoyo crítico a Hugo Chávez y la revolución bolivariana. Pero había mucha más crítica que apoyo.

Una vez invité a Lander a debatir con un opositor al chavismo, un alemán radicado en Venezuela, en la Universidad de Berkeley. No hubo ningún debate, porque Lander terminó diciendo casi lo mismo que el alemán. Fue realmente muy decepcionante. De hecho, la manera como hablaba Lander de Chávez era, como dicen los venezolanos, bien sifrina. Me refiero a la manera despectiva con la que hablaría un blanco rico de un sujeto popular que no tenía las formas sociales propias de las élites. El decía que prefería que a veces Chávez cerrara la boca, que le daba vergüenza su manera de hablar. Lo mismo que tiempo después le diría el mismo Rey de España, cuando le exigió que se callase. Yo me quedé sorprendido de escuchar a quien se asumía como un decolonial, diciendo cosas tan racistas, elitistas, clasistas y coloniales como aquella. Si algo ha sostenido al pueblo venezolano hasta el día de hoy es la educación antiimperialista que proporcionó a su pueblo la palabra de Hugo Chávez, en programas como Aló Presidente, del que tanta gente se burlaba. En síntesis, aquel antiestatismo anarquizante impregnó todas las concepciones de aquel grupo.

Otro tema es el liberalismo: tienen en el fondo una visión liberal, individualista. Parten de un concepto demoliberal que les impide comprender la política imperialista. No pueden ni quieren ver otras formas de democracia, de democracia popular: creen que el eje principal es autoritarismo-democracia (liberal), y desde allí se terminan posicionando con el imperialismo.

Hay también un anti-extractivisto extremo y ahistórico, como si los gobiernos progresistas y de izquierda de América Latina y el Caribe hubieran creado el extractivismo, cuando es una herencia de la división colonial e imperialista del trabajo. El extractivismo no fue un invento de Chávez, [Rafael] Correa ni Morales. Puede llevar 30, 40 o más años superar este fenómeno. Veamos sino a Corea del Sur: le tomó 40 años abandonar una economía agrícola y reemplazarla por una economía industrial altamente tecnologizada. ¡40 años! Y con el apoyo político y los subsidios de Occidente, que no hemos tenido en nuestros países. Imagínate el esfuerzo y el tiempo que llevaría abandonar una economía monoexportadora con la embestida del imperialismo, en un contexto de bloqueo y una guerra permanente de sanciones. Esto va a llevar tiempo. No puedes simplemente eliminar la materialidad de la economía política con un decreto presidencial o una ley en el parlamento. Si no lo haces, pasas a ser considerado cómplice de la destrucción planetaria y enemigo de la humanidad, y al mismo nivel que cualquier multinacional o gobierno imperialista.

“No pueden ni quieren ver otras formas de democracia, de democracia popular: creen que el eje principal es autoritarismo-democracia (liberal), y desde allí se terminan posicionando con el imperialismo”.

No es que estemos ciegos a los problemas de los gobiernos progresistas. Soy muy consciente de las críticas que es necesario hacer. De hecho pueden ver esas mismas críticas en las clases de la Escuela Descolonial de Caracas. Pero las críticas tienen que ser dentro de la revolución, no contra la revolución. Las críticas son para mejorar los procesos, no para destruirlos. Tenemos que trazar una línea roja con estas posturas destructivas.

G.A y L.R: Incluso se coloca mucho más énfasis en la crítica a los gobiernos populares que en aquellos alineados con la geopolítica de los Estados Unidos y comprometidos con las políticas económicas ultraneoliberales…

R.G: Exacto. Si te fijas, nunca dedicaron atención ni solicitadas contra el gobierno de [Sebastián] Piñera en Chile, ni contra el gobierno narco-paramilitar de [Álvaro] Uribe en Colombia. No: el foco está siempre puesto en la denuncia de Venezuela, Ecuador y Bolivia. Veamos sino lo que pasó en Ecuador: no quisieron apoyar a Correa porque era extractivista, y terminaron apoyando la política pro-imperial y oenegeista de Yaku Pérez, un tipo apoyado por los Estados Unidos para dividir los votos de la izquierda. Cuando se produjo la segunda vuelta, esta vez entre el candidato de Correa y Guillermo Lasso, ni siquiera llamaron a votar en contra del banquero. Lo mismo sucedió con la instrumentalización de la crítica al patriarcado por parte de cierto feminismo imperialista, cuando se retiró el apoyo a Evo Morales por “machista” en medio de un golpe de Estado, como lo hizo Rita Segato. ¿Qué decolonialidad es esa? ¿Cuál es la descolonización posible si no tienes en claro la cartografía del poder en la región y el rol que juega en ella el imperialismo estadounidense?

Por eso hay que preguntarse por los intereses detrás de estos personajes que desmovilizan a las izquierdas en América Latina. Por eso siempre me pregunto quién es el que paga. Si buscamos y trazamos la ruta del dinero y los apoyos vamos a encontrar varias fundaciones alemanas. En Asia por ejemplo éstas tienen ya un historial de más de 50 años de actuación. Estas fundaciones socialdemócratas canalizan el dinero que el imperialismo norteamericano no puede entregar directamente. La Fundación Willy Brandt, por ejemplo, cumplió ese papel en los años 50, 60 y 70, dado que a la CIA le interesaba y le interesa producir una seudo-izquierda: su rol no es sólo el de apoyar a las derechas y los golpes de Estado.

Yo sabía por ejemplo que se venía un golpe de Estado en Bolivia dos meses antes. ¿Por qué? Porque empecé a constatar las movilizaciones que en toda Europa comenzaban a instalar que Evo Morales había quemado el Amazonas. No Bolsonaro, sino Evo Morales. Circuló toda una campaña internacional en Europa y los Estados Unidos asociada a estas mismas fundaciones alemanas. Esto es un hecho, más allá de que esta gente sea o consciente o no de quien pone ese dinero. Obviamente es gente que ha escrito cosas importantes, interesantes, que pueden ser útiles. Pero, ¿para qué me sirve un intelectual que a la hora de la verdad se posiciona en la otra trinchera? ¿Para qué sirven sus teorías?

G.A y L.R: ¿Y qué hay de las condiciones materiales que impone el propio ámbito académico, incluso más allá del sostén económico? ¿No hay una colonialidad específicamente universitaria? ¿Por qué se da este alejamiento de la praxis por parte de una intelectualidad latinoamericana y caribeña que en otras épocas formaba políticamente a los sindicatos, hacía parte orgánica de los movimientos populares y hasta ejercía roles de conducción y liderazgo?

R.G: Definitivamente. Todo el sistema académico está organizado para la cooptación de pensadores radicales. Es un sistema que ofrece buenos salarios, otorga privilegios y lleva compulsivamente a publicar en revistas indexadas del Norte Global. Para cuando el intelectual abrió los ojos, ya dejó de ser radical: de pronto escribe lo que hay que escribir para ser publicado, promocionado y premiado. Esta decolonialidad descafeinada es el precio a pagar para tener una carrera académica exitosa. La idea es preservar cierta distancia y pureza que otorga prestigio, permanecer en un limbo y no tomar posición de forma decidida ni por esto ni por aquello. Pero yo no lo veo solo como un solapamiento entre conveniencia y convicción. Yo lo veo como un problema profundamente ideológico, ligado al marco categorial equivocado que ya mencioné.

“Si buscamos y trazamos la ruta del dinero y los apoyos vamos a encontrar varias fundaciones alemanas […] Estas fundaciones socialdemócratas canalizan el dinero que el imperialismo norteamericano no puede entregar directamente”.

Yo me relaciono con la decolonialidad de una manera política. Siempre fui un activista antiimperialista en Puerto Rico, durante toda mi vida. Para mi la decolonialidad es un proyecto político de transformación del mundo, no una moda académica.

G.A y L.R: Hecho el diagnóstico, ¿cómo crees que esta corriente, esta agenda decolonial y antiimperialista se puede masificar? ¿Cómo puede arraigar en movimientos de masas, como lo hizo el marxismo, el nacionalismo popular, el indianismo y otras tradiciones revolucionarias? ¿Cómo llegar a una educación recíproca entre intelectuales y organizaciones populares?

R.G: Hay numerosos movimientos decoloniales que existen y operan actualmente en el mundo. Por ejemplo los movimientos indígenas en Bolivia, que no necesitan de intelectuales decoloniales para ser decoloniales. Los hay indígenas, los hay afrodescendientes, de todo tipo: por ejemplo el del pueblo nasa en Colombia, el de pobladores en Venezuela o Chile, etcétera. Independientemente de que hayamos incidido o no en su formación y debates, como lo hizo Juan José Bautista en Bolivia, lo decolonial nos precede, por supuesto. Debemos tomarnos muy en serio el pensamiento crítico que se produce desde esos movimientos para hacer jirones el pensamiento hegemónico colonial y eurocéntrico. Metodológicamente debemos pensar junto con los movimientos y no sobre ellos: no son algo objetivable.

En Sudáfrica, por ejemplo, construimos una Escuela Decolonial que tuvo un impacto enorme sobre el movimiento social sudafricano: allí lo decolonial ya es sentido común en diferentes sectores de la sociedad. Ha habido huelgas estudiantiles llamando a descolonizar las universidades sudafricanas. En Venezuela también hemos sido una influencia a partir de las Escuelas Decoloniales, contando ahora con un Instituto Nacional para la Descolonización dentro del Ministerio de Cultura, incidiendo en el sistema escolar, en las universidades. Incluso el Plan de la Patria incluyó como uno de sus ejes la descolonización.

Siempre estamos buscando cómo hacer ese vínculo entre la producción intelectual y la producción de luchas políticas y sociales. Yo lo considero un mandato de la huelga que creó mi departamento en la Universidad de Berkeley: nosotros estamos ahí como un caballo de Troya para potenciar los movimientos antiimperialistas en el mundo. Nosotros utilizamos esa brecha en la universidad blanca imperialista, una de las mejor posicionadas en el mundo, y la usamos como plataforma para tener un impacto. Quienes protagonizaron esa huelga en el año 69 eran del Frente de Liberación para el Tercer Mundo: eran estudiantes negros, latinos, asiáticos e indígenas estadounidenses. Nosotros nos consideramos como el Tercer Mundo dentro del Primero.

G.A y L.R: Si tuvieras que sintetizar la agenda decolonial antiimperialista, ¿cuáles serían sus puntos esenciales?

La agenda decolonial tiene diferentes registros. En primer lugar, tiene que ser necesariamente antiimperialista. Ese es el horizonte. Tenemos que ir contra la civilización de muerte que reproduce el mundo que vivimos. Esa civilización a combatir tiene nombre y apellido: es el sistema imperialista mundial. Cuando estos decoloniales de los que hablamos antes hablan de lo civilizatorio nunca lo vinculan a este sistema concreto: la civilización no es una cosa abstracta. El horizonte tiene que ser trans-moderno, debe superar la civilización moderna, capitalista y occidental. Este sistema tiene por supuesto varios ejes de dominación: patriarcales, racistas, pedagógicos, cartesianos, etcétera. Yo identifico 16 jerarquías de dominación distintas. Lo que intento es descolonizar paradigmas como los de la economía política: lo que antes se identificaba como superestructuras son en realidad jerarquías de dominación, principios organizadores de la acumulación de capital. El carácter genocida, racista, feminicida, ecologicida, epistemicida, anticomunitarista, es consustancial al proceso de acumulación y al proyecto civilizatorio occidental. En otras palabras: el capitalismo es el sistema económico de una civilización.

“Debemos tomarnos muy en serio el pensamiento crítico que se produce desde esos movimientos para hacer jirones el pensamiento hegemónico colonial y eurocéntrico”.

El problema con el paradigma del socialismo del siglo XX es que siempre concibió la relación entre el capitalismo y otras formas de dominación como infraestructura-superestructura. Por eso no sólo no se superaron diversas formas de dominación, sino que ni siquiera se pudo resolver lo que se planteaba: la transformación radical del sistema económico. Esto, de nuevo, porque no estamos haciendo frente sólo a un sistema económico, sino a una civilización. Por eso es que jamás vas a lograr destruir el capitalismo histórico reproduciendo sus mismas lógicas sexistas, egocéntricas, dualistas, etcétera. Es por esto que la decolonialidad no es una discusión académica, teórica, es una discusión política que nos plantea una nueva cartografía del poder. Es ahí en dónde Chávez estaba clarísimo. Él decía que había que aprender de los problemas y errores del socialismo del siglo XX para pensar el socialismo del siglo XXI. Eso es lo que Dussel llama la transmodernidad: aún no podemos darle nombre, porque estamos en un proceso de transición. ¿Cuál será finalmente la civilización emergente? Lo veremos en el proceso.

Fuente de la información e imagen:  https://www.alai.info

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FESTEJANDO LA ALEGRÍA. Argentina campeón mundial de Fútbol

Por: Miguel Andrés Brenner. Facultad de Filosofía y Letras. Universidad de Buenos Aires. 

Nota aclaratoria inicial. Si bien el texto, que a continuación se presenta, sobreabunda en categorías académicas, para una lectura más ágil y de divulgación, obvia las normas APA – Asociación Americana de Psicología (American Psychological Association)- requeridas por la academia.

Argentina, mi país, el domingo 18 diciembre de 2022, obtuvo en Qatar, luego de un emocionante partido de fútbol contra Francia, el título de campeón mundial. Se produjo una algarabía generalizada impresionante, luego de las tensiones ocasionadas propias del evento deportivo.

Varios medios de comunicación tildaron a la enorme cantidad de gente, festejando el triunfo del campeonato mundial, como “marea humana”, que rayaba en más de 5 millones de personas concentradas en un predio céntrico de la Ciudad de Buenos Aires.

Según la Academia Real Española de la Lengua, el término “marea” tiene varias acepciones, a saber:

1. f. Movimiento periódico y alternativo de ascenso y descenso de las aguas del mar, producido por la atracción del Sol y de la Luna.

2. f. Parte de la costa que invaden las aguas en el flujo o pleamar.

3. f. Viento blando y suave que sopla del mar.

4. f. Cantidad de pesca capturada por una embarcación en una jornada.

5. f. Viento que sopla en las cuencas de los ríos, o en los barrancos.

6. f. Multitud, masa de gente que invade un lugar.

7. f. p. us. Rocío, llovizna.

8. f. desus. Conjunto de la inmundicia o bascosidad que se barre y limpia de las calles y se lleva por ellas, facilitando su arrastre con el agua.

Adoptamos la versión 6ª. “Multitud de gente, masa que invade un lugar.” De esta manera se designa metafóricamente en dichos medios a quienes festejan el triunfo del campeonato mundial de fútbol. La multitud de gente es una masa. Gustavo Le Bon en su texto Psicología de las Masas (1895) definió masa como una agrupación humana con rasgos de pérdida de control racional, mayor sugestibilidad, contagio emocional, imitación, sentimiento de omnipotencia y anonimato para el individuo. Sin entrar a discutir dicha acepción, valga como aproximación.

Empero, en este breve texto, valga el fenómeno de la masividad de la multitudinaria excesiva concentración humana, fines de diciembre de 2022, desde el sentimiento de la “unidad perdida”. Y aquí apuntamos a un sujeto colectivo, el de pueblo. Los medios recién aludidos asignaban a la concentración bajo el apelativo “multitud de gente”. Conste que “gente” significa los muchos, a modo de pluralidad de personas. En nuestro caso, algo referente a la cantidad más que a la identidad.

En virtud de que consideramos la cuestión a la inversa, más referida a la identidad que a la cantidad, aunque no ignoramos a ésta, trabajaremos a partir de la noción de sujeto colectivo, o comunidad, o pueblo.

Originalmente pueblo designaba no un estatus, sino un desafío. Así el pueblo de Dios en el Antiguo Testamento, la Biblia, la Torah. Nos referimos a los primeros cinco libros del A.T.  Era un desafío por la negativa a constituirse como pueblo, por la lucha, la tenacidad en ella a través del tiempo, y la palabra de Dios, que leída en comunidad marcaba un camino, en el que, si bien era incierto, implicaba una decisión libre de fe, de esperanza contra toda esperanza. En tal avatar, Moisés era una señal de luz, aunque con un riesgo total, “salvado de las aguas” quería decir su nombre.

Las comunidades originarias, sujetas a la dominación del hombre blanco, también eran pueblo o naciones (natio, en latín, origen).  De ahí, la lucha por su sobrevivencia hasta la actualidad.

En la antigua cultura griega, pueblo era lo más bajo en la escala social. Se lo designaba como plebe, cuya acción estaría guiada no por la razón, sino por las pasiones irracionales, por quienes realizaban los trabajos más oprobiosos, como era el trabajo manual. Obvio, dicha razón se asimilaba a la razón de quien ejercía el poder, razón que tenía prestigio. Era la plebe (plebs, en latín).

Carlos Marx menciona en los orígenes a las comunidades primitivas. También, la muerte y la creencia en la Resurrección de Cristo da pie al surgimiento del nuevo pueblo de Dios. De ahí, el término Iglesia o Asamblea, que en Hechos de los Apóstoles escrito por San Lucas, pretende ser una comunidad de personas y de bienes donde cada uno ponga sus bienes a disposición de los otros miembros de la comunidad “según sus necesidades” (Hechos Capítulo 4, 35-37). El sentido de la persona estaba dado por el pueblo o comunidad o asamblea, así nadie padeciera necesidades.

Anclándonos una vez más en Carlos Marx y en la modernidad, éste criticaba el derecho burgués, tanto en “La cuestión judía” (1844) como en la “Crítica al Programa de Gotha” (1875), donde rechazaba con fuerza inusitada la noción de igualdad, bajo la idea de que a cada uno le corresponde según sus necesidades y capacidades. Conste que en la actualidad la noción de igualdad es vigente en distintos sectores del arco ideológico. Noción tal que podemos ubicarla en el texto de Juan Jacobo Rousseau, “Discurso sobre el origen de las desigualdades entre los hombres” (1755), dentro de los orígenes del pensamiento político liberal (liberalismo político).

A partir del surgimiento de los Estados Nacionales, el sujeto pueblo aparece con una total relevancia. Así, la Constitución de los Estados Unidos de América. “Nosotros, el pueblo de los Estados Unidos, a fin de formar una Unión más perfecta, establecer la justicia, garantizar la tranquilidad nacional, tender a la defensa común, fomentar el bienestar general y asegurar los beneficios de la libertad para nosotros y para nuestra posterioridad, por la presente promulgamos y establecemos esta Constitución para los Estados Unidos de América.” Aparece pueblo en su significado político.

Valga precisar que, en la modernidad, la noción de pueblo no señala algo homogéneo. Si nos centramos en la perspectiva de Mao Tse Tung, la contradicción principal se da entre pueblo y antipueblo, aunque el mismo pueblo (que implica sentido de unidad) implique contradicciones secundarias entre clases sociales, contradicciones tales que no anulan la unidad en tanto, como pueblo, se enfrentan al antipueblo o clases aliadas al imperialismo.

En las últimas décadas de capitalismo neoliberal ha tendido a desaparecer de    los discursos académicos y mediáticos la noción de pueblo. Es que dicha noción, cuando el mercado predomina, en tanto segmenta o fragmenta, no debe ser aglutinante identitario de las interpretaciones histórico-sociales.

Si apelamos a lo que Emilio Durkheim denominaba “sociedades primitivas”, en su libro Formas Elementales de la Vida Religiosa (1897), apreciamos el valor que le otorga al tótem en aquellas (totemismo). Dicho tótem podía ser cualquier objeto, aunque generalmente era uno de vida animal. Era venerado por cuanto representaba a la misma comunidad, en la que ésta se proyectaba. El sentido de comunidad era muy fuerte, es que la propia vida no tenía sentido sin ésta.

La historia de la humanidad nos muestra que la división social del trabajo, los procesos de explotación de cualquier índole inciden en la fragmentación social a la que se le otorga diferentes respuestas mediante instituciones que garanticen la cohesión social, sean religiosas, políticas, educativas, culturales de cualquier índole.

El capitalismo neoliberal vigente difícilmente garantice la cohesión social, lo que se manifiesta en múltiples grados de violencia social, la de unos contra otros, dentro de una plétora de hiperindividualismo-hedonismo. De ahí la seductora y promovida acrítica categoría-metáfora “tejido social”, que no hace más que manifestar la “fragilidad social”.

Y es aquí donde me ubico, llamando la atención en referencia al fenómeno de la gran concentración masiva en la Ciudad de Buenos Aires ante el triunfo de la selección de fútbol argentina, con una presencia de más de 5 millones de personas.

No eran partidos políticos los convocantes, no eran organizaciones, tampoco ideas políticas o religiosas con sus soportes institucionales. Sí podríamos referir a la nación idea fuerza aglutinante, a lo que Benedict Anderson denomina “comunidad imaginada” (1983), subrayemos el término de “imaginada” (o de manera más precisa, “meramente”) – “imaginada como comunidad, porque, obviando la actual desigualdad y explotación que puede prevalecer en cada una, la nación siempre se concibe como una camaradería profunda y horizontal-.

El fenómeno de nuestro tratamiento quería decir una “suma de individualidades”. El objeto de atracción y veneración era el brillante trofeo de campeón mundial. Aparecen multitudes inimaginables. Eran “soledades” aglutinadas no por un fervor comunitario, sino por un cúmulo de frustraciones que interpretadas bajo la metáfora “marea humana” señala el “desprecio” del espacio público ocupado inusitada, espontánea y momentáneamente por quienes debieran desaparecer lo antes posible de la escena política, porque la “invasión” sería una anomalía.

Se muestra un atisbo simbólico-corpóreo de la “unidad perdida” como pueblo o comunidad en la alegría desbordante, insólita, exacerbada y pasional, pero hiperfragmentada en una impresionante aglutinada de una suma inorgánica de individualidades.

Valga aquí la afirmación de Boaventura de Sousa Santos: “la tragedia de nuestro tiempo es que la dominación está unida y la resistencia está fragmentada”. Y a dicha fragmentación contribuyen todas las organizaciones que, pretendiendo una alternativa diferente a la predominancia del mercado en la colonización de la vida humana, no se hacen carne en las comunidades sufrientes, bajo la práctica de “bajarles línea”. Así en realidad predomina el imperio de las organizaciones, aunque la retórica sea de liberación, empero generalmente sea de resistencia.

A partir de aquí, dichas prácticas se resuelven en una eterna especie de paranoica resistencia desde organizaciones que se miran narcisistamente en el espejo. Y, entre tanto, las instituciones, que colonizan mercantilmente la vida humana, dan respuestas alternativas a sus problemáticas bajo el apotegma del emprendedurismo y la meritocracia.

Importa el significado de la potencia de lo colectivo, según una reciente explicación del diario Página12 (2022). Sin embargo, el problema radica en que lo colectivo es de imposible constitución a partir de una impresionante suma de fragmentos, salvo que en el imaginario social subyazca latentemente como pérdida que apele a su recreación, a su recomposición y, en tal sentido, vale el trabajo en la formación de las subjetividades a partir de sus necesidades y capacidades.

Concluyendo. ¿Existen instituciones u organizaciones abocadas a tal fin? Me refiero a instituciones implicadas en lo que Paulo Freire denomina “inédito viable”. Desde aquí nos preguntamos, ¿es la lucha existente educativa? Y si lo es, ¿por qué?, y si no lo es, ¿por qué?

Más allá de estas disquisiciones, sigamos festejando la alegría.

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Feminismos Plurinacionales. Defendiendo el buen vivir

Por: Claudia Korol (Coordinadora)

 

El siguiente libro es impulsado por Feministas del Abya Yala, en conjunto con la editorial América Libre, y con el apoyo de la Fundación Rosa Luxemburgo. Trae artículos de análisis, entrevistas y diálogos realizados en los últimos años, en el proceso de creación de feminismos antirracistas, antipatriarcales, anticoloniales, anticapitalistas, antiextractivistas.

Es un entramado de experiencias de encuentros, que tuvieron su momento fundacional en el Encuentro Plurinacional de Mujeres, Lesbianas, Travestis, Trans, No Binaries, Intersex, realizado en La Plata, en octubre de 2019. Recoge las experiencias múltiples y diversas de los Feminismos del Abya Yala.

Ficha técnica

  • Coordinadora: Claudia Korol
  • Autorxs y organizaciones que intervienen: Kumari Pacha, Lourdes Albornoz, Fidelia Ayllapan, Natalia Rodriguez, Rosalba Velasco, Lolita Chávez, Carmen Ulcué, Isabel Huala, Claudia Korol, Adriana Guzmán, Claudia Korol, Camila Baracat Vergara, Jessica Legua Valenzuela, Coordinadora Feminista 8M Chile, Roxana Longo, Verónica del Cid, Red Alforja, Natalia D´Amico, Paula Bonomi, Juliana Díaz Lozano, Celina Rodríguez Molina, Julia Varela, Integrantes de la Campaña Somos Plurinacional, La Plata- territorio Querandí, Camila Parodi, Nadia Fink, Ana Paula Marangoni, Colectivo Editorial Marcha, Encuentro de las Mujeres que Luchan en Territorio Zapatista
  • Fecha:diciembre 2019
  • Edición: Editorial Nuestra América / Fundación Rosa Luxemburgo
  • Páginas: 300

Fuente de la información e imagen:  Fundación Rosa Luxemburgo

 

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Philippe Meirieu: La escuela como espacio de justicia y democracia

Por: Tv pública

En una nueva emisión de Caminos de tiza se debaten las propuestas pedagógicas de Philippe Meirieu, investigador y escritor francés, especialista en ciencias de la educación. Entre sus aportes fundamentales se destaca el lugar de la escuela como espacio de inclusión, desaceleración, justicia y democracia.

Mirta Goldberg analiza la obra del pedagogo francés junto a Gabriel Brener, especialista en Educación de las Universidades de Buenos Aires y Hurlingham; Nicolás Levit, Maestro de Escuela Primaria y Licenciado en Educación (UNAHUR) y Daniela Pace, Licenciada en Educación y Directora de la Escuela de Educación Secundaria Nº 19 de Hurlingham.  También participa Gustavo Galli, Director de Enseñanza Media de la DGCYE de la Provincia de Buenos Aires.

Fuente de la información e imagen: https://www.tvpublica.com.ar

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La escuela de Jauretche

Por: Arturo Jauretche

El pensamiento y la prosa de Arturo Jauretche (1901-1974), atraviesan la historia, la cultura, la política y los comportamientos argentinos. De su vasta obra, repartida entre la crítica, la historiografía y la polémica, hemos elegido dos pasajes, uno de Los Profetas del Odio y otro de Pantalones Cortos, en donde señala rasgos de la escuela argentina que aún hoy pueden ser observados.

“La campana que llamaba a clase era un cotidiano corte entre dos mundos y la formación intelectual tuvo así que andar por dos calles distintas a la vez, como la rayuela, con las piernas abiertas entre los cuadros. La escuela no continuaba la vida sino que abría en ella un paréntesis diario. La empiria del niño, su conocimiento vital recogido en el hogar y en su contorno, todo eso era aporte despreciable. La escuela daba la imagen de lo científico; todo lo empírico no lo era y no podía ser aceptado por ella; aprender no era conocer más y mejor, sino seleccionar los conocimientos, distinguiendo entre los que pertenecían a “la cultura” que ella suministraba y los que venían de un mundo primario que quedaba más allá de la puerta… Era la preferencia de Sarmiento por la montura inglesa, olvidando que el recado era una creación empírica nacida del medio y las circunstancias. Este desencuentro entre la escuela y la vida producía un desdoblamiento en la personalidad del niño: ante los mayores y los maestros, se esmeraba en parecer un escolar cien por cien; frente a sus compañeros y fuera de los límites de la escuela, defendía su yo en una posición hostil a lo escolar, como un pequeño Frégoli que estuviera cambiándose constantemente el paquete traje de los domingos y las ropitas de entrecasa”.

Arturo Jauretche, “Los profetas del odio”

“la escuela nos enseñó una botánica y una zoología técnica con criptógamas y fanerógamas, vertebrados e invertebrados, pero nada nos dijo de la botánica y la zoología que teníamos por delante. Sabíamos del ornitorrinco, por la escuela y del baobab por Salgari, pero nada de bagualas ni de vacunos guampudos e ignorábamos el chañar, que fue la primera designación del pueblo hasta que le pusieron el nombre suficientemente culto de Lincoln… ¿Cómo extrañar entonces que mirásemos despectivamente a las cigüeñas de nuestros bañados, al compararlas con las muy literarias y europeas que anidan en las torres de las iglesias? ¿Cómo comparar al indígena zorro, que acabamos de trampear, con el respetable ‘Maitre Renard’ mencionado en la escuela? De esa formación han salido luego las navidades con nieve y los Papás Noel de nuestros niños y las primaveras abrileñas de nuestros poetastros”.

“Nunca se nos habó de la laguna del Chancho, donde íbamos a bañarnos y a pescar en las siestas robadas y en las rabonas, como tampoco de la laguna de los Gómez o Mar Chiquita, más allá, cerca de Junín, que nunca supimos que se llamó ‘Federación’ y su pago ‘El Petroso’.” … “El pueblo había sido treinta años antes territorio ranquelino, pero la escuela ignoraba oficialmente a los ranqueles. Debo a Búfalo Bill y a las primeras películas de cowboys mi primera noticia de los indios norteamericanos. Esos eran indios y no esos ranqueles indignos de la enseñanza normalista.”

“Nosotros éramos chicos de pueblo, no gauchitos. No teníamos los recursos de los muchachos camperos, pero ocasionalmente podíamos volver de la laguna, ya oscureciendo, perseguidos por los gritos de teros y chajáes y vigilados por los ojos de las lechuzas, o sobrevolados por los chimangos y los caranchos, casi tan despreciados como los abundantes cuervos, todos estos prevalidos de la inmunidad que da el no servir para nada (se decía ‘no gastar pólvora en chimangos, animal que no se come’)… En los enormes cañadones he conocido no menos de veinte variedades de patos: picasos, silbones, sarcetas, siriríes, barcinos… Allí encontrábamos las grandes bandadas de rosados flamencos y las de las blancas y negras cigüeñas, las garzas moras y blancas y los mirasoles… asimismo, está vivo el recuerdo de un cielo cubierto de alas y el bochinche, la algabaría, con que se alzaban de pronto las bandadas que asustábamos con nuestra falta de baquía… Siempre nos acompañaba algún paisanito y aprendíamos de él una sabiduría prohibida que debíamos mantener oculta porque perjudicaría nuestra reputación intelectual de buenos alumnos. Sin embargo, esta sabiduría de los primitivos es más difícil de aprender que la nuestra. Muchas veces he dicho que de un gaucho se puede hacer en poco tiempo un tractorista, pero en ningún tiempo se puede hacer, de un tractorista, un gaucho”

“A las clases de carpintería, encuadernación, modelado en arcilla y otras artes menores, tuve prohibida la entrada porque si usaba la garlopa y el cepillo, en lugar de virutas, sacaba alfajías y si me mandaban a un menester menos delicado como el de encender el ‘primus’ para calentar la cola, la explosión no tardaba en producirse. Así, poco a poco, fui siendo excluido de las clases dedicadas a ‘educar la mano’, según los principios pestalozzianos. Esta incapacidad manual y el privilegio que la consolidó, se tradujo, fatalmente, en mi letra, cosa de la que luego pagué las consecuencias (…) No sabiendo escribir a máquina, pero tampoco a mano, lo que escribo de esta manera yo sólo puedo leerlo unas horas después, cuando el recuerdo de lo escrito está suficientemente fresco para servirme de clave interpretativa de mis jeroglíficos”

“Fui escolar mimado, convencido de la superioridad que, bajo el guardapolvo, se uniformaba en una visión del mundo que era la visión de lo que se llamaba ‘cultura’, ésa de Spencer, Smiles, Orison Sweet Marden, el darwiniano, el creyente en la evolución que profesaba la certidumbre de la ciencia como camino ascendente y único del hombre, el que trabajosamente había leído los clásicos, sin gustarlos, en malas traducciones, pero como una exigencia de la civilización…”, iba conformándose así una concepción filosófica y política en “la que se conciliaban un total individualismo con ciertas ideas que podían decirse socialistas, según las figuras rectoras de la política y la cultura. En esa formación se le imponían las ideas económicas de Adam Smith, a través de sus divulgadores como Juan Bautista Say y la superstición del progreso que conciliaba las mayores contradicciones -como la del batiburrillo libresco que acabo de mencionar- porque todos partían del supuesto de que sólo teníamos que profundizar la política establecida después de Caseros y consolidada por la generación del ochenta. El estudiante destacado no podía pensar de otra manera, que era como pensaban la casi totalidad de sus maestros y sus propios padres, porque ellos también, maestros y padres, habían sido educados al toque de la misma campana… Los chicos, por el contacto con la realidad, podían zafarse de esa presión ‘cultural’ y eso ocurría con los más, que tuvieron la suerte de no ser precoces… pero mi situación no era la corriente por mi condición de escolar destacado y por la consiguiente soberbia y seguridad que ella me comunicaba”. No obstante, “cuando ingresé en el curso secundario de la Escuela Normal y aprendí los principios pestalozzianos (y a pesar de que mi sentido crítico estaba embotado por esta formación), percibí la contradicción que había con aquellos de pasar de lo particular a lo general, de lo simple a lo compuesto y de lo sencillo a lo complejo, en relación con lo que se practicaba en la escuela pues se proponían los objetivos antes de estudiarse las condiciones que podían o no corresponder a ello y se invertía el orden natural del razonamiento.”

“Bastante después de los primeros largos o de mi primer bigote (…) reaccioné contra la formación recibida (…) Creo que recién empecé a pensar desde mí mismo y no desde una hipótesis previamente construida. Y como no tenía hipótesis, tuve que sacarme los anteojos prestados para empezar a ver el mundo que me rodeaba, mi país, mi pueblo, sin teorías, ideologías o cartabones preestablecidos y cuidando que lo poco que sabía, me sirviera para seleccionar y no para rechazar, como anticientíficos y anticulturales, los datos que me ofrecía la realidad”. Hasta esa época, “la formación educacional del medio nos había llevado a elaborarnos una ‘cultura’ a pelo y otra, a contrapelo, o dos culturas paralelas. Una, a la vista, que identificábamos con el guardapolvo escolar, era la que exhibíamos ante los mayores y en la escuela. La otra, secreta. Este conflicto íntimo lo llevamos todos los argentinos. En mí, creo que ganó la cultura paisana -o si usted quiere ‘la barbarie’- que, seguramente, será poca, pero buena, porque está hecha a base de sentido común y contacto con la realidad (…) Ese conflicto se revela en las contradicciones de esa doble personalidad: por un lado, el que mira al país desde afuera y según convenciones que ya le vienen establecidas desde lo que llama ‘civilización’ y que no comprende que es sólo la irradiación del pensamiento rector de los grandes centros, elaborado al margen -y muchas veces, en contra- de nuestra realidad; del otro, la posibilidad de partir desde nosotros mismos, según somos, para adquirir lo que es verdaderamente universal después de una filtración, a través de lo propio. Es la diferencia que hay entre adoptar y adaptarse”.

“El otro chico, el lagunero, el de las rabonas y sobre todo el amigo de los paisanitos, había quedado latente en mí. Estuvo esperando con su realismo, con su humildad, a que yo me sacara el guardapolvo, me desnudara de un ropaje que era como una arquitectura que dificultaba el contacto con el mundo concreto. Es así como empecé a comprender que el progreso no era un fin en sí mismo sino un instrumento de realización de hombres concretos en un mundo concreto, sustituyendo el amor a la humanidad por el amor a mis paisanos, a los hombres de la comunidad en que se vive, que es la humanidad efectiva y no la abstracción propuesta como tal.”

Arturo Jauretche, “Pantalones cortos”

Fuente de la información e imagen:  https://pelotadetrapo.org.ar

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Argentina: Volverán los Jardines de Cosecha y con algunas actividades para prevenir suicidios

América del Sur/Argentina/09-12-2022/Autor(a) y Fuente: www.diariodecuyo.com.ar

El próximo 16 de enero comenzará a funcionar este programa, que beneficia a unos 1.500 hijos de trabajadores.

Este año fueron suspendidos por un rebrote de covid, pero en 2023 volverán y con especial atención a los chicos vulnerables. Son los Jardines de Cosecha, destinados al cuidado y contención gratis de niños de 45 días a 12 años, cuyos padres trabajan y no tienen quién los cuide. Empezarán a funcionar en enero y con actividades para prevenir el suicidio. Sergio Sepúlveda, director de Niñez, dijo que se estima que el programa beneficiará a unos 1.500 niños. Y que arrancará el 16 de enero de 2023.

Los Jardines de Cosecha tienen el objetivo de optimizar la protección integral de niños y niñas. En este marco, está previsto incluir algunas actividades para prevenir el suicidio, una problemática que afecta a niños y adolescentes y que llevó a que el Gobierno creara una Red de Abordaje Integral para su prevención. «El equipo técnico que trabaja en los Jardines de Cosecha está capacitado para detectar entre los chicos casos de violencia, abuso y otra situación de vulnerabilidad como el suicidio. Por eso tenemos pensado incluir actividades para prevenirlo. Serán para chicos de 8 a 12 años», dijo Sepúlveda.

El funcionario aclaró que la realización de ellas dependerá de la cantidad de chicos de este rango de edad asistan a los Jardines. Agregó que a partir de las inscripciones conocerán más certeramente este dato lo que les permitirá organizar las actividades preventivas y grupales en cada sede. Y que las mismas apuntarán a trabajar las emociones de los chicos a través de juegos y expresiones artísticas, para que se animen a expresar lo que siente. De todos modos sostuvo que también se abordará el tema individualmente en caso de que se detecte un niño o niña con riesgo suicida.

Las claves

Los Jardines de Cosecha funcionan desde 2009. Actualmente hay 42 jardines, distribuidos en los 19 departamentos. Las comunas donde se cosecha cuentan con más dependencias que el resto.

Estos centros de cuidado y contención gratis para niños de 45 días de nacidos a 12 años funcionan desde enero hasta fines de febrero o principios de marzo, según el departamento.

Como algunos obreros de la cosecha pueden trabajar doble turno, los equipos en los jardines dedican hasta 10 horas diarias al cuidado y contención de sus hijos en los jardines.

En los Jardines de Cosecha, los chicos acceden a desayuno, colación, almuerzo caliente y una merienda diseñados según pautas de las nutricionistas de este programa.

El programa Jardines de Cosecha, dependiente del ministerio de Desarrollo Humano, apunta a que los niños y niñas aprendan hábitos de convivencia, higiene y educación para la salud.

Niñez llamó a licitación para la compra de materiales de librería y de juguetes para estos jardines, por un monto de $14.115.621, y para la compra de víveres por $22.190.524.

Fuente e Imagen: https://www.diariodecuyo.com.ar/sanjuan/Volveran-los-Jardines-de-Cosecha-y-con-algunas-actividades-para-prevenir-suicidios-20221204-0051.html

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Argentina: Las universidades públicas que el macrismo impide crear

Las universidades públicas que el macrismo impide crear

A pesar de un discurso que busca poner en valor la educación, en la última sesión de la Cámara de Diputados, Juntos por el Cambio generó un escándalo que frenó la instalación de nuevas casas de estudio. Las posibilidades que se perdieron por el bloqueo macrista.

El jueves pasado, en la Cámara de Diputados, el Frente de Todos buscaba proponer la creación de ocho nuevas universidades públicas. Sin embargo, entre gestos, gritos y palabras agresivas, el macrismo evitó la votación de los proyectos de leyes que hubieran podido contribuir a que más personas ejerzan el derecho a la educación superior en instituciones de calidad. Aquí, cuáles son las universidades que el macrismo impidió crear y cómo beneficiarían a las comunidades donde se instalarían. La acción de la oposición desnuda un fenómeno más profundo y una coherencia antiderechos que se sostiene a lo largo del tiempo y queda al descubierto. Y que recuerda la famosa (y falsa) frase de María Eugenia Vidal: ¿Para qué más universidades si los pobres no acceden? Dos intendentes radicales expresaron su «tristeza» y «decepción» porque sus distritos se quedaron sin universidad.

El jueves, legisladores y legisladoras de Juntos por el Cambio y otros bloques opositores obstaculizaron la sesión bajo el argumento de que ya se había cumplido el tiempo reglamentario para establecer quórum. El debate, en aquel momento, intentaba iniciarse con el discurso de la presidenta de la comisión de Educación, la diputada del Frente de Todos Blanca Osuna, pero se vio interrumpida con gritos. Acto seguido, dirigentes opositores solicitaron una moción para que se levantara la sesión. Ante la efectividad del fundamento que sostenía la estrategia disuasiva, Cristian Ritondo, el presidente del bloque PRO, no tuvo mejor idea que realizar con sus manos un gesto sexista.

El proyecto del Frente de Todos proponía la constitución de ocho universidades nacionales. La referencia es para la Del Delta, Del Pilar, de la Cuenca del Salado, Ezeiza y Saladillo (todas en provincia de Buenos Aires), la de Río Tercero (Córdoba), la de las Madres de Plaza de Mayo (CABA) y, por último, la de Juan Laurentino Ortiz (Entre Ríos). Frente a la negativa de llevar adelante la sesión por parte de la oposición, el gobernador bonaerense, Axel Kicillof, apuntó en sus redes sociales: “Lo que frenaron no fue una sesión parlamentaria, lo que frenaron es el derecho a la formación universitaria de miles de bonaerenses”.

Los intendentes radicales de Saladillo, José Luis Salomón, y de Río Tercero, Marcos Ferrer, afirmaron que sintieron «tristeza» y «decepción» ante el fracaso de la sesión de la Cámara de Diputados en la que debía aprobarse la creación de universidades para esas ciudades, y advirtieron que «la educación tiene que estar por encima de la discusión política y de la grieta».

Mara Brawer, educadora y diputada por el Frente de Todos, rescata algunos matices dentro de la postura opositora. “Hay que decir que estaban divididos: estaban los que se oponían y los que estaban a favor. Mientras que algunos hablaban de la educación pública como gasto en vez de inversión; otros, del ala menos dura de Juntos por el Cambio, propusieron la constitución de la Universidad Nacional de Río Tercero, con lo que nosotros estuvimos de acuerdo”, destaca.

Derechos versus derechas

A tono con Kicillof, Alberto Sileoni, director en Dirección General de Cultura y Educación PBA, ofrece su interpretación a este diario. “Esta negativa a dar quórum expresa una confrontación de ideas y de mundos. Con decisiones como estas hay derechos a los que la gente no podrá acceder, con los cuales ya ni siquiera podrá soñar. Para decirlo sencillo, se cargaron cinco universidades bonaerenses. El capítulo no está cerrado, pero significa un enorme dolor. ¿Qué señal brindan los precandidatos a gobernar la provincia? Claramente están diciendo que no les importa mucho la educación como promesa de futuro”, sostiene.

Mientras tanto, en redes sociales, para alimentar el caldo de cultivo, la diputada Sabrina Ajmechet, cercana a Patricia Bullrich y referencia del ala dura de la coalición opositora, expresó: “Durante el primer tiempo (N. de la R.: del partido con Polonia), el kirchnerismo aprovecha y mete en el temario de la sesión de mañana la creación de una universidad más. También en esta firmamos dictamen de rechazo”. Se refería a la intención de sumar a la discusión legislativa la constitución de la Universidad Nacional Juan Laurentino Ortiz en Paraná, en Entre Ríos. Lo paradójico es que la propia diputada proviene del ámbito académico: es docente de la UBA en la materia Pensamiento Político Argentino. Elucidar cómo una docente de una universidad pública puede oponerse –e incluso burlarse– del intento de creación de nuevas universidades en todo el territorio nacional es un interrogante de difícil solución.

Las ofertas educativas amplían las ofertas de las regiones para brindar más oportunidades laborales, funcionan como garantía de promoción social. Si en el pasado, con la secundaria te alcanzaba para acceder a un trabajo, hoy ya es más difícil, y necesitas una carrera universitaria. Las universidades locales responden a necesidades locales. La UBA no tiene ningún vínculo con la Ciudad de Buenos Aires”, precisa Brawer. Desde su concepción, se crean con un anclaje territorial que otras casas de estudio, de mayor tradición e historia, no desarrollaron.

Consultado por Página 12, el Ministro de Educación de la Nación, Jaime Perczyk, aseguró que “vamos a seguir trabajando para crear más universidades porque creemos en la universidad pública, la valoramos y es la que permite el ascenso social de los hijos de los trabajadores”. Y continuó: «Las universidades públicas nuevas han logrado una cosa fundamental: que entren los que no entraban antes, porque las grandes no perdieron matrícula y las nuevas incorporaron miles de chicos a la universidad pública”.

Coherencias y contradicciones

Los discursos y los actos del macrismo son coherentes a lo largo del tiempo. Durante la pandemia, articulados bajo la voz del Jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, los miembros de Juntos por el Cambio postulaban: “Abran las escuelas”. Un mensaje que, con clara intencionalidad política, buscaba colocar a Juntos en un lugar de defensa de la educación pública, en contraposición a la postura del oficialismo nacional que, con la propagación viral (y con evidencias científicas que respaldaban que los más pequeños transmitían la covid en sus casas a los parientes más vulnerables), optaba por resguardar la salud pública. Una trampa discursiva de parte de quienes están lejos de querer garantizar educación para todos y todas.

“Cuando Macri habla de caer en la educación pública como algo peyorativo es un poco lo mismo. Además lo sustentan con hechos: la inversión en el área cayó de 6 por ciento al 4.8 del PBI. Desinvierten y desprecian al mismo tiempo: a la educación, a los docentes, a los alumnos. Para colmo, se contradicen, porque se instalan como los grandes garantes de la educación y después todo lo que hacen es cuestionarla”, apunta Brawer.

De hecho, todavía resuenan en el espacio público los dichos de María Eugenia Vidal, cuando en 2018 (aún era gobernadora de la provincia de Buenos Aires) se refirió ante los miembros del Rotary Club: “¿Es de equidad que durante años hayamos poblado la Provincia de Buenos Aires de universidades públicas cuando todos los que estamos acá sabemos que nadie que nace en la pobreza en la Argentina hoy llega a la universidad?”, expresó una pregunta para la que ya tenía su respuesta formulada. Una exhibición de la ignorancia con respecto a la situación en Buenos Aires, en donde cada vez son más los jóvenes de menos ingresos que acceden a las universidades recientemente creadas en el conurbano.

“Las universidades del conurbano brindan enormes posibilidades a muchachos y muchachas. Les permite soñar con un futuro mejor. Los famosos dichos de Vidal podrían ser simbólicamente violentos pero reales, aunque son falsos. Cada vez hay más personas del primer y sobre todo del segundo quintil. Es un indicio de cómo comenzaron a participar mucho más de la vida universitaria a partir de la creación de las universidades del Bicentenario”, dice Sileoni, que refiere, por ejemplo, a universidades como las de José C. Paz, Hurlingham y Moreno, que poseen un alumnado y una población de graduados que, principalmente, pertenecen a la primera generación en sus familias. “Esto construye una sociedad más horizontal, con movimiento; una sociedad que no es deseada por aquellas personas que, por el contrario, buscan que nada cambie. La idea que defienden es, básicamente, ¿para qué más universidades si los que tienen que estudiar ya están estudiando?”, advierte.

Algunos datos que pueden ser de utilidad: mientras Argentina posee una universidad cada 330 mil habitantes, México tiene una cada 43 mil personas y Brasil una cada 85 mil. La provincia de Buenos Aires tiene una cada 550 mil, con lo cual, faltan universidades para los 18 millones de personas que habitan el territorio bonaerense. Sencillamente, se forman, hacen carrera y adquieren un título, cuando décadas atrás era imposible. Con las demandas de un mercado laboral que requiere, cada vez más, de la híper-especialización, poder democratizar las condiciones de acceso a una mayor participación en conocimientos específicos siempre constituye una buena noticia.

 

pablo.esteban@pagina12.com.ar

 

Fuente de la Información: https://www.pagina12.com.ar/504632-las-universidades-publicas-que-el-macrismo-impide-crear

 

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