Page 369 of 439
1 367 368 369 370 371 439

CLACSO: 110 nuevos grupos de trabajo para el período 2016-2019

CLACSO ha seleccionado sus nuevos Grupos de Trabajo para el período 2016-2019

Cerca de 500 propuestas se han presentado a la convocatoria internacional, de las cuales, 110 han sido evaluadas positivamente por un jurado compuesto por más de 130 reconocidos intelectuales de diversos países del mundo.

Campo Temático Grupo de Trabajo Coordinadores/as Investigadores/as participantes
H: hombres
M: mujeres
Bienes comunes y acceso abierto Bienes comunes y acceso abierto Eduardo Aguado López y Elena Lazos Chavero Total: 35
H: 11 / M: 24
Cambio climático, mediambiente y sociedad Ecosistema y sociedad Claudia Eleonor Natenzon y María Perevochtchikova Total: 17
H: 10 / M: 7
Justicia climática y gobernanza ambiental Antonio De Lisio Total: 22
H: 5 / M: 17
Cambio medioambiental global, territorio y políticas ambientales Ricardo Gutiérrez y Andrea Lampis Total: 27
H: 10 / M: 17
Ecología política Catalina Toro Perez, Grettel Catalina Navas y Milson Betancourt Santiago Total: 56
H: 21 / M: 35
Ciencias sociales y políticas científicas Ciencia social politizada Judith Naidorf, Ivanise Monfredini y Christian Mendizábal Cabrera Total: 22
H: 11 / M: 11
Ciencias sociales: tendencias, perspectivas y desafíos Leticia Salomón Alvarez, Alain Basail Rodríguez y Sara Victoria Alvarado Salgado Total: 24
H: 11 / M: 13
Ciencia y sociedad Pablo Kreimer Total: 41
H: 22 / M: 19
Intelectuales y política Lorena Soler, Charles Quevedo y Alfredo Falero Cirigliano Total: 36
H: 20 / M: 16
Comunicación
y poder
Comunicación, política y ciudadanía Florencia Saintout, Amparo Marroquín Parducci y Carlos Del Valle Total: 27
H: 14 / M: 13
Comunicación, poder y territorio Ignacio Levy Total: 26
H: 13 / M: 13
Deporte y Sociedad Deporte, políticas públicas y sociedad Verónica Moreira y Rodrigo Soto Lagos Total: 20
H: 12 / M: 8
Derechas y movimientos conservadores Derechas contemporáneas: dictaduras y democracias Ernesto Lázaro Bohoslavsky Total: 40
H: 21 / M: 19
Derecho a la ciudad Expoliación inmobiliaria y crítica contrahegemónica Floriano José Godinho de Oliveira Total: 26
H: 14 / M: 12
Indígenas y espacio urbano Jorge Enrique Horbath Corredor Total: 31
H: 16 / M: 15
Políticas públicas y territorios Fania Fridman Total: 19
H: 6 / M: 13
Derechos humanos y políticas de la memoria Derechos Humanos, luchas y territorialidades Flavio Rapisardi, María Fernanda Peña Sarmiento y Sandra Maria Raggio Total: 64
H: 16 / M: 48
Memorias colectivas y prácticas de resistencia Isabel Piper Shafirl y Pilar Calveiro Total: 25
H: 8 / M: 17
Políticas en derechos humanos Víctor Abramovich Total: 29
H: 12 / M: 17
Desarrollo rural Mujeres, agroecología y economía solidaria Georgina Catacora-Vargas Total: 21
H: 3 / M: 18
Estudios críticos del desarrollo rural Eraldo Da Silva Ramos Filho y Mario Enrique Sosa Velásquez Total: 87
H: 41 / M: 46
Desigualdades
y pobreza
Heterogeneidad estructural y desigualdad social Fernando Cortés Cáceres y Héctor Agustín Salvia Total: 22
H: 12 / M: 10
Esquemas de bienestar en el siglo XXI Paula Lucía Aguilar Total: 18
H: 2 / M: 16
Pobreza y políticas sociales Gerardo Ordónez Barba y María del Carmen Midaglia Total: 21
H: 9 / M: 12
Desigualdades urbanas Manuel Dammert Guardia Total: 106
H: 54 / M: 52
Economía y políticas de desarrollo Economías alternativas y buen vivir César Armando Germaná Cavero y Boris Wolfang Marañon Pimentel Total: 22
H: 11 / M: 11
Economías populares: mapeo teórico y práctico Verónica Gago, Alexandre Roig y Cesar Augusto Giraldo Giraldo Total: 12
H: 6 / M: 6
Turismo, economía y territorio Marta Panaia Total: 15
H: 5 / M: 10
Desarrollo regional y actores sociales Gloria Edel Mendicoa Total: 60
H: 18 / M: 42
Fronteras, regionalización y globalización Juan Manuel Sandoval Palaciosl y José Pablo Prado Córdova Total: 130
H: 73 / M: 57
Desarrollo, espacio y capitalismo global Carlos Antonio Brandao, Víctor Ramiro Fernández y Sergio Ordóñez Gutiérrez Total: 57
H: 37 / M: 20
Crisis y economía mundial María Josefina Morales Martínez y Adriana Gabriela Roffinelli Maya Total: 44
H: 26 / M: 18
Epistemelogías
del Sur
Pensamiento geográfico crítico latinoamericano Juan Manuel Delgado Estrada Total: 22
H: 15 / M: 7
Investigación militante: teoría, práctica y método Breno Bringel y Humberto Tomassino Total: 28
H: 17 / M: 11
Procesos y metodologías participativas Alejandro Noboa y Alfonso Torres Total: 76
H: 29 / M: 47
Epistemologías del Sur Karina Andrea Bidaseca y Maria Paula Meneses Total: 19
H: 11 / M: 8
Pensamiento crítico y prácticas emancipatorias Alicia Itatí Palermo, Martha Nélida Ruiz Uribe y Rudis Yilmar Flores Hernandez Total: 43
H: 12 / M: 31
Estudios críticos en discapacidad Berenice Pérez Ramírez, Laura Mercedes Sosa y Alexánder Yarza de los Ríos Total: 36
H: 4 / M: 32
Estado y políticas públicas Estados latinoamericanos: ruptura y restauración Hernán Darío Ouviña y Franklin Ramírez Gallegos Total: 29
H: 14 / M: 15
Neoliberalismo, desarrollo y políticas públicas María Fernanda Sañudo Pazos, Jorge Leal y Eduardo Toche Total: 16
H: 11 / M: 5
Innovación y políticas públicas Andre-Noel Roth Total: 12
H: 4 / M: 8
Espacios deliberativos y gobernanza pública Simone Martins y Ramón Canal Oliveras Total: 52
H: 30 / M: 22
Estudios sobre Estados Unidos Estudios sobre Estados Unidos Leandro Morgenfeld, Marco A. Gandásegui (hijo) y Casandra Casotrena Sánchez Total: 22
H: 11 / M: 11
Latinos en los Estados Unidos Antonio Aja Díaz Total: 10
H: 4 / M: 6
Feminismos y políticas de género Economía feminista María Mercedes Olivera Bustamante Total: 38
H: 4 / M: 34
Cuerpos, territorios y feminismos Manuel Bayón Jiménez y Delmy Tania Cruz Hernández Total: 23
H: 6 / M: 17
Familias, géneros y diversidades Graciela Di Marco, Jhoana Patiño Lopez y Luisa Fernanda Giraldo Total: 29
H: 2 / M: 27
Feminismos, resistencias y procesos emancipatorios Montserrat Sagot Rodríguez, Elisa Alejandra Valdivieso Ide y Ana Silvia Monzon Total: 29
H: 2 / M: 27
Género, (des)igualdades y derechos en tensión Ana Laura Rodríguez Gustá, Constanza Tabbush y Carmen Beramendi Total: 28
H: 2 / M: 26
Izquierdas y alternatvas democráticas Izquierdas latinoamericanas Pablo Alejandro Pozzi y Claudio Pérez Total: 14
H: 6 / M: 8
La formación de la cultura democrática por las izquierdas Paul Singer Total: 18
H: 11 / M: 7
Justicia y estudios del derecho Estudios críticos del derecho Lucas Arrimada y Roberto Carles Total: 10
H: 9 / M: 1
Derecho, clases y reconfiguración del capital Daniel Sandoval Cervantes Total: 45
H: 22 / M: 23
Pensamiento jurídico crítico Mauro Benente y Marco Tulio Navas Alvear Total: 31
H: 17 / M: 14
Juventudes y políticas de infancia Juventudes e inclusión laboral Maria Delfina Garino y Isabel Cristina Rivera Lozada Total: 20
H: 2 / M: 18
Juventudes e infancias María Camila Ospina Alvarado, María Isabel Domínguez García y Melina Vázquez Total: 90
H: 23 / M: 67
Medio Oriente y América Latina América Latina y Medio Oriente Cecilia Baeza y Elodie Brun Total: 34
H: 14 / M: 20
Migraciones y movilidad humana Migración Sur-Sur Claudia Pedone y Leonardo Cavalcanti da Silva Total: 18
H: 4 / M: 14
Violencia y migraciones forzadas Maria Soledad Lastra y Enrique Coraza de los Santos Total: 30
H: 12 / M: 18
Migraciones: desigualdades y tensiones Luis Eduardo Thayer y Sergio Caggiano Total: 13
H: 4 / M: 9
Movimientos sociales y ciudadanías Alternativas contrahegemónicas desde el Sur global Mabel Thwaites Rey y Daniel Chavez Chavez Total: 15
H: 7 / M: 8
Reinvenciones de lo común Laura Cristina Quintana Porras Total: 25
H: 12 / M: 13
Gobiernos y movimientos: tensiones irresueltas Mercedes García Montero y María Teresa Zegada Claure Total: 13
H: 7 / M: 6
Cuerpos, territorios y resistencias Xochitl Leyva Solano Total: 62
H: 19 / M: 43
Territorialidades en disputa Pabel Camilo Lopez Flores y Vilma Rocío Almendra Quiguanás Total: 22
H: 9 / M: 13
Subjetivaciones, ciudadanías críticas y transformaciones Claudia Luz Piedrahita Echandia Total: 48
H: 19 / M: 29
Movimientos sociales, armados y procesos de paz Alejandro Schneider y Rachel May Total: 27
H: 16 / M: 11
Anticapitalismos y sociabilidades emergentes Paula Camara da Silva Total: 34
H: 17 / M: 17
Ciudadanía, organizaciones populares y política Fernando Mayorga Ugarte Total: 16
H: 11 / M: 5
Democracia y revolución Ramón Torres Galarza Total: 14
H: 7 / M: 7
Políticas de Integración Geopolítica integración regional y sistema mundial Monica Esmeralda Bruckmann Maynetto y Rebeca Peralta Mariñelarena Total: 35
H: 20 / M: 15
El istmo centroamericano: repensando los centros Denia Román Solano y Carmen Elena Villacorta Total: 34
H: 12 / M: 22
Integración y unidad latinoamericana Consuelo Silva Flores Total: 38
H: 28 / M: 10
Cooperación Sur-Sur y políticas de desarrollo Enara Echart Muñoz y Dayanuvis Tahina Ojeda Medina Total: 21
H: 13 / M: 8
Crisis, respuestas y alternativas en el Gran Caribe Jacqueline Laguardia Martinez Total: 21
H: 9 / M: 12
Políticas e industrias culturales Arte antihegemónico y resistencia cultural Kirenia Rodríguez Puerto Total: 15
H: 4 / M: 11
Arte y política Carlos Vallina, Lía Gómez y Andrea del Pilar Forero Hurtado Total: 27
H: 13 / M: 14
Tecnopolítica, cultura digital y ciudadanía Francisco Sierra Caballero y Francisco Javier Moreno Gálvez Total: 25
H: 13 / M: 12
Política y producción audiovisual en la era digital Lucrecia Cardoso y Maricela Perera Pérez Total: 30
H: 16 / M: 14
Políticas educativas y derecho a la educación Universidades y políticas de educación superior António Teodoro y Dante Miguel Castillo Guajardo Total: 108
H: 49 / M: 59
Reformas y contrarreformas educativas Luis Francisco Bonilla Molina y Felipe José Hevia De La Jara Total: 16
H: 9 / M: 7
Educación y vida en común Rosa Nidia Buenfil Burgos y Daniel Guillermo Saur Total: 14
H: 8 / M: 6
Formación docente y pensamiento crítico Ruth Milena Páez Martínez Total: 39
H: 16 / M: 23
Educación e Interculturalidad Ana Carolina Hecht y Inge Sichra Total: 32
H: 1 / M: 31
Políticas educativas y derecho a la educación Nora Beatriz Gluz y Cibele Maria Lima Rodrigues Total: 46
H: 17 / M: 29
Educación popular y pedagogías críticas Anahi Guelman, Mónica Fernanda Salazar Castilla y Edgardo Leandro Álvarez Puga Total: 45
H: 23 / M: 22
Educación y trabajo Pablo Granovsky Total: 26
H: 13 / M: 13
Pueblos indígenas Pueblos indígenas y procesos autonómicos Luciana García Guerreiro y Sarela Irene Paz Patiño Total: 18
H: 5 / M: 13
Racismo y afrolatinidad Afrodescendencias y propuestas contrahegemónicas Rosa Campoalegre Septien Total: 15
H: 7 / M: 8
Afrodescendencia, racismo y resistencias en el Caribe Elissa L. Lister Total: 22
H: 4 / M: 18
Racismos y xenofobias Olivia Joanna Gall Sonabend Total: 27
H: 11 / M: 16
Religión y política Teología, ética y política Emilce Cuda Total: 23
H: 22 / M: 1
Religión, neoliberalismo y poscolonialidad Verónica Giménez Béliveau Total: 30
H: 17 / M: 13
Salud pública Estudios sociales para la salud Carolina Tetelboin Henrion Total: 20
H: 8 / M: 12
Salud Internacional y soberanía sanitaria Gonzalo Basile y María Belén Herrero Total: 16
H: 6 / M: 10
Teoría social Herencias y perspectivas del marxismo María Elvira Concheiro Bórquez Total: 32
H: 21 / M: 11
Teoría social y realidad latinoamericana Edelberto Torres-Rivas y Esteban Torres Castaños Total: 17
H: 8 / M: 9
Pensamiento caribeño Felix A. Valdés García y Matias Bosch Carcuro Total: 32
H: 18 / M: 14
Antiimperialismo, democracia y modernización Julieta Rostica y Kristina Pirker Total: 37
H: 17 / M: 20
Filosofía política Ana María Larrea Maldonado y Eduardo Alfonso Rueda Total: 17
H: 8 / M: 9
Trabajo y relaciones laborales Trabajo, heterogeneidades sociopolíticas y actores Antonio Aravena Carrasco y Cecilia Senen Gonzalez Total: 30
H: 16 / M: 14
Transformaciones agrarias y trabajadores rurales Mauricio Tubio y Germán Quaranta Total: 30
H: 14 / M: 16
Violencia y seguridad ciudadana Policía y seguridad en regímenes democráticos Sabina Frederic Total: 25
H: 8 / M: 17
Estigmatizados, violentados y encarcelados Loreto Correa y Bibiana Escobar García Total: 13
H: 7 / M: 6
Violencias y subjetividad Emiliano Duering y Edith Alba Perez Total: 20
H: 5 / M: 15
Sistema penal y cambio social Máximo Sozzo Total: 50
H: 32 / M: 18
Violencia, seguridad y obstáculos a la ciudadanía José Vicente Tavares dos Santos y Nilia Viscardi Etchart Total: 37
H: 21 / M: 16
Poscontrainsurgencia y seguridad Clara Arenas Total: 13
H: 4 / M: 9

La Secretaría Ejecutiva de CLACSO ha creado dos Grupos de Trabajo especiales, en cooperación con dos importantes organizaciones internacionales:


JURADO INTERNACIONAL
Compuesto de 130 miembros de 22 países

Abelardo Morales (Costa Rica) | Adrián Bonilla (Ecuador) | Alain Basail (México) | Alba Carosio (Venezuela) | Alberto Bonnet (Argentina) | Alberto Minujin (Estados Unidos) | Alberto Riella (Uruguay) | Aldo Panfichi (Perú) | Alfonso Torres (Colombia) | Alicia Girón (México) | Alicia Puyana (México) | Alicia Servetto (Argentina) | Allen Cordero (Costa Rica) | Ana Dinerstein (Reino Unido) | Ana Lía Kornblit (Argentina) | Ana María Barletta (Argentina) | Ana María Larrea (Ecuador) | Ana Silvia Monzón (Guatemala) | Asa Cristina Laurell (México) | Augusto Castro (Perú) | Beatriz Rajland (Argentina) | Bela Feldman (Brasil) | Bernardo Mançano (Brasil) | Carlos Barba (México) | Carlos Mario Perea (Colombia) | Carmen Beramendi (Uruguay) | Carmen Caamaño (Costa Rica) | Carmen Midaglia (Uruguay) | Cecilia Senén González (Argentina) | Cesar Barreira (Brasil) | Dalila Andrade (Brasil) | Daniel Libreros (Colombia) | Daniel Olesker (Uruguay) | Dora Barrancos (Argentina) | Eduardo Rueda (Colombia) | Eduardo Toche (Perú) | María Elvira Martin Contreras (España) | Enrique Valencia (México) | Fabio Grobart (Cuba) | Federico Schuster (Argentina) | Felix Valdes (Cuba) | Fernando Calderón (Bolivia) | Fernando Mayorga (Bolivia) | Flor Edilma Osorio (Colombia) | Gabriel Misas (Colombia) | Gabriel Tobón (Colombia) | Gabriela Arguedas (Costa Rica) | Gerardo Caetano (Uruguay) | Goran Thernborn (Suecia) | Guillermo Castro (Panamá) | Gustavo Codas (Paraguay) | Hebe Vessuri (Venezuela) | Héctor Alimonda (Brasil) | Héctor Poggiese (Argentina) | Hectór Sejenovich (Argentina) | Inés Dussel (Argentina) | Ingrid Sarti (Brasil) | Isabel Allende (Cuba) | Isabel Piper (Chile) | Ivonne Farah (Bolivia) | Jaime Estay (México) | Jaime Zuluaga (Colombia) | Jairo Estrada (Colombia) | Javier Gómez (Bolivia) | Jenny Assael (Chile) | Jorge Lara Castro (Paraguay) | Jorge Marchini (Argentina) | Jorge Mora (Costa Rica) | Jorge Rovira (Costa Rica) | José Bengoa (Chile) | Juan Piovani (Argentina) | Juan Carlos Celis Ospina (México) | Juan Pablo Perez Sainz (Costa Rica) | Julio Gambina (Argentina) | Karina Batthyany (Uruguay) | Leticia Salomón (Honduras) | Lilian Celiberti (Uruguay) | Luciano Concheiro (México) | Lucio Oliver (México) | Luis Ortiz (Paraguay) | Luis Paulino (Costa Rica) | M. Fernanda Sañudo (Colombia) | Magdalena Valdivieso (Venezuela) | Marcelo Saín (Argentina) | Marcelo Urresti (Argentina) | Marcia Rivera (Puerto Rico) | Marco Gandásegui (Panamá) | Marcos Dantas (Brasil) | Mareia Quintero (Puerto Rico) | Margarita Vannini (Nicaragua) | María Isabel Dominguez (Cuba) | María Teresa Zegada (Bolivia) | Maribel Aponte (Puerto Rico) | Masimo Modonesi (México) | Matias Bosch (República Dominicana) | Matías Carámbula (Uruguay) | Mercedes Calzado (Argentina) | Miriam Rodríguez Martínez (Cuba) | Montserrat Sagot (Costa Rica) | Nora Garita (Costa Rica) | Olga Zarza (Paraguay) | Omar Rincón (Colombia) | Orlando Caputo (Chile) | Oscar Ugarteche (México) | Pablo Alabarces (Argentina) | Pablo Yanes (México) | Pablo Emilio Angarita (Colombia) | Patricia Pensado (México) | Paula Meneses (Portugal) | Pedro Brieguer (Argentina) | Ramón Torres (Ecuador) | Ramonina Brea (República Dominicana) | Raúl Zaffaroni (Argentina) | Rhina Roux (Brasil) | Rita Alves (Brasil) | Roberto López (El Salvador) | Sara Victoria Alvarado (Colombia) | Sergio Tischler (Guatemala) | Silvia Borelli (Brasil) | Silvia Delfino (Argentina) | Susana Mallo (Uruguay) | Susana Sel (Argentina) | Susana Sosenski (México) | Susana Villavicencio (Argentina) | Suzy Castor (Haití) | Teivo Teivainen (Finlandia) | Vernor Muñoz (Costa Rica) | Victor Moncayo (Colombia) | Welch Clifford (Brasil) | Zilda Iokoi (Brasil)

Comparte este contenido:

Colombia: Acompañamiento a colegios y educación para la paz, en marcha en el Tolima

Colombia/20 de septiembre de 2016/Autor: Luis Eduardo Chamorro/Fuente:El Nuevo Día

Ana Milena Suache completó 10 años como docente de El Cedral, una de las 17 sedes o escuelas rurales de la institución educativa La Voz de la Tierra de Roncesvalles, en el sur del departamento.

Este año comenzó con siete estudiantes matriculados y a la fecha sólo asisten a clases cinco. Con cinco o menos son 86 las escuelas rurales que funcionan en el departamento, en lugares apartados y de difícil acceso.

“La profesora Ana Milena tiene garantizada su permanencia en la escuela, a pesar de su condición de ser docente de vinculación provisional. Se han hecho concursos para este cargo, pero nadie se ha querido a ir a esta escuela. Yo, en dos años, apenas he ido una vez a visitarla”, dice el rector de La Voz de la Tierra, Alberto Antonio Vélez.

Ana Milena, desde Ibagué debe disponer de cinco horas en vehículo por la vía a San Antonio para llegar al sitio Pringamozal, donde debe tomar un caballo que transitará dos horas más para ubicar la escuela, uno de los mil 890 establecimientos educativos rurales que operan en los 46 municipios no certificados, a cargo de la Gobernación.

Esta docente reside en las instalaciones de la escuela con su esposo y dos hijos, pero ni ellos ni los cinco estudiantes tienen servicio de energía eléctrica y el agua llega a través de una manguera que se nutre del líquido en un arroyo vecino.

De acuerdo con información de la Secretaría departamental de Educación, con menos de cinco estudiantes funcionan 86 escuelas rurales; otras 305 tienen entre seis y 10 y otras mil 503 más de 11 estudiantes. Son situaciones que ameritan intervenciones especiales que la Secretaría de Educación ha comenzado a diseñar e implementar, entre ellas los servicios de transporte y alimentación escolar para estudiantes de las zonas rurales.

Es pertinente decir que la administración o gestión del sistema escolar en los municipios no certificados del Tolima es una tarea compleja por la amplia red de dos mil 223 establecimientos que lo integran para la oferta educativa a los 174 mil 593 estudiantes matriculados en 2016, de los que 72 mil 31 están ubicados en sedes o escuelas rurales. No hay otra organización estatal que tenga tal cobertura en veredas y barrios de los 46 municipios no certificados del Tolima.

La Secretaría de Educación departamental está en la tarea de ejecutar programas educativos ya existentes con algunos cambios y programas y proyectos nuevos entre ellos el acompañamiento situado en 58 instituciones educativas rezagadas según los resultados de las pruebas Saber 11 de 2015, ya se practica en 42 instituciones y quedan faltando 16 que están en esta situación de calidad educativa desventajosa. Se ejecuta, igualmente, un programa de Educación para la paz en los seis municipios del sur del Tolima.

La prestación del servicio educativo en los 46 municipios no certificados implica un presupuesto de gastos que llega a 509 mil 430 millones de pesos hasta septiembre pasado. De esta cifra, 31 mil 117 millones provienen de recursos propios, 35 mil 37 millones están presupuestados para la Dirección de Cultura y para inversión en deportes; 447 mil 63 millones corresponden al Sistema General de Transferencias y 32 mil 330 millones del sistema de regalías.

La jornada única

Se espera que la jornada única, programa prioritario del gobierno nacional, alcance una cobertura de 83 sedes y 43 instituciones educativas de las 338 en que se han organizado los establecimientos. “Por ahora, la jornada única está en desarrollo en 18 sedes de 11 instituciones educativas de ocho municipios, atendidas por docentes vinculados por horas extras; se garantiza complemento alimentario y almuerzo a cuatro mil 905 estudiantes”, dice el secretario de Educación departamental, Jairo Alberto Cardona Bonilla.

Se espera que la cobertura de la jornada única se extienda a 65 sedes e instituciones educativas adicionales al entrar en ejecución las convocatorias tercera y cuarta hecha por el Ministerio de Educación. “Para llegar a esta cobertura se requiere de 63 docentes y dos mil 570 horas extras. Lo que hemos hecho es avanzar en jornada única en instituciones que no requieren de mayores inversiones para su implementación”.

El acompañamiento situado

Con el apoyo de los supervisores y directores de núcleos educativos, según la versión que dan para EL NUEVO DÍA, el secretario Cardona y el exsecretario de este despacho, Enrique Váquiro, ahora supervisor de educación, ha entrado en marcha un programa de Acompañamiento Situado a aquellas instituciones educativas clasificadas en el nivel desempeño más bajo según los resultados de las pruebas SABER 11 de 2015. Son 58 instituciones educativas y ya comenzó en 42 de ellas.

“Llegué a la Secretaría de Educación y encontré un diagnóstico elaborado por el equipo de inspección y vigilancia, en el que hallamos un número importante de sedes que estaban en el nivel D según las pruebas Saber 11. Eran instituciones que arrojaban resultados negativos en cuanto a calidad, identificamos 10 municipios con estas características sobre las que tomamos la decisión de hacer un acompañamiento en sitio para estimular y fortalecer el mejoramiento de esta situación”, asegura Cardona Bonilla.

Y afirma que “eplicamos el modelo del programa Todos A Aprender, donde se hace acompañamiento persona a persona. Estamos en un momento de pilotaje y esperamos que el año entrante se vean los resultados”.

CONVENIOS CON UNIVERSIDADES

El Secretario de Educación informa sobre la realización de convenios con varias universidades. Con la Universidad del Tolima, uno para el desarrollo de la educación en la zona rural, una estrategia para mejorar la cobertura, la maestría para cerca de 200 docentes. “En esto último fueron cerca de 240 millones en el semestre. También vamos a trabajar con la Universidad de Ibagué y Uniminuto. Tenemos un convenio marco con la Universidad Cooperativa, en fin estamos trabajando con todas las universidades. La idea, también es fortalecer la educación superior vía convenios”.

COBERTURA E INVERSIONES EN TIC

Con una inversión de dos mil 103 millones de pesos, en las secretarías de Educación y la de Planeación se adelanta la conectividad a través de internet para 415 sedes en las que se benefician 127 mil 291 estudiantes.

“La meta en el plan de desarrollo es la conectividad digital de 600 sedes educativas. Se dotó e implementó con la plataforma digital Paideia a 109 sedes principales con el objetivo de que estas optimicen el uso de capacidad del servicio de internet. Durante el primer semestre de 2016 se covservó un beneficio total para 106 mil 636 estudiantes, distribuidos en 614 sedes, a través de 654 puntos de internet en los 46 municipios no certificados. No solo llegamos a las sedes urbanas, como nos lo pedía el Ministerio de Educación, sino que además logramos llegar a muchas sedes rurales. Por ejemplo en los municipios de Planadas, Rioblanco, Chaparral y en algunos del norte”, expuso Cardona.

EDUCACIÓN PARA LA PAZ

En la fase que se conoce como del posconflicto, la Secretaría de Educación ha iniciado el programa Educación para la Paz. “Logramos que el sur del Tolima fuera seleccionado por el Ministerio de Educación como una zona de intervención para este programa. Va dirigido a instaurar institucionalidad y legalidad en cada uno de estos municipios. Se trabaja en dos frentes: uno a cargo de la Universidad de Ibagué, para ocho municipios, bajo la coordinación de Francisco Parra Sandoval, con el desarrollo de una estrategia de Investigación Acción Participativa. Otro frente está a cargo de la ONG Educapaz y cubre los seis municipios del sur: Planadas, Ataco, Rioblanco, Chaparral, San Antonio y Ronces. Es un programa con una duración de 10 años”, dice el Secretario de Educación.

Fuente de la Noticia:

http://www.elnuevodia.com.co/nuevodia/especiales/educacion/294252-acompanamiento-a-colegios-y-educacion-para-la-paz-en-marcha-en-el-tolima

Comparte este contenido:

Ciencias sociales, violencia epistémica y el problema de la invención del otro Santiago Castro Gómez

 

América del Sur/ Colombia/Septiembre 2016/Santiago Castro Gómez/http://www.clacso.org.ar/

Instituto de Estudios Sociales y Culturales PENSAR, de la Pontificia Universidad Javeriana – Bogotá.

Durante las últimas dos décadas del siglo XX, la filosofía posmoderna y los estudios culturales se constituyeron en importantes corrientes teóricas que, adentro y afuera de los recintos académicos, impulsaron una fuerte crítica a las patologías de la occidentalización. A pesar de todas sus diferencias, las dos corrientes coinciden en señalar que tales patologías se deben al carácter dualista y excluyente que asumen las relaciones modernas de poder. La modernidad es una máquina generadora de alteridades que, en nombre de la razón y el humanismo, excluye de su imaginario la hibridez, la multiplicidad, la ambigüedad y la contingencia de las formas de vida concretas. La crisis actual de la modernidad es vista por la filosofía posmoderna y los estudios culturales como la gran oportunidad histórica para la emergencia de esas diferencias largamente reprimidas.

A continuación mostraré que el anunciado «fin» de la modernidad implica ciertamente la crisis de un dispositivo de poder que construía al «otro» mediante una lógica binaria que reprimía las diferencias. Con todo, quisiera defender la tesis de que esta crisis no conlleva el debilitamiento de la estructura mundial al interior de la cual operaba tal dispositivo. Lo que aquí denominaré el «fin de la modernidad» es tan solo la crisis de una configuración histórica del poder en el marco del sistema-mundo capitalista, que sin embargo ha tomado otras formas en tiempos de globalización, sin que ello implique la desaparición de ese mismo sistema-mundo. Argumentaré que la actual reorganización global de la economía capitalista se sustenta sobre la producción de las diferencias y que, por tanto, la afirmación celebratoria de éstas, lejos de subvertir al sistema, podría estar contribuyendo a consolidarlo. Defenderé la tesis de que el desafío actual para una teoría crítica de la sociedad es, precisamente, mostrar en qué consiste la crisis del proyecto moderno y cuáles son las nuevas configuraciones del poder global en lo que Lyotard ha denominado la «condición posmoderna».

Mi estrategia consistirá primero en interrogar el significado de lo que Habermas ha llamado el «proyecto de la modernidad», buscando mostrar la génesis de dos fenómenos sociales estrechamente relacionados: la formación de los estados nacionales y la consolidación del colonialismo. Aquí pondré el acento en el papel jugado por el conocimiento científico-técnico, y en particular por el conocimiento brindado por las ciencias sociales, en la consolidación de estos fenómenos. Posteriormente mostraré que el «fin de la modernidad» no puede ser entendido como el resultado de la explosión de los marcos normativos en donde este proyecto jugaba taxonómicamente, sino como una nueva configuración de las relaciones mundiales de poder, esta vez ya no basada en la represión sino en la producción de las diferencias. Finalizaré con una breve reflexión sobre el papel de una teoría crítica de la sociedad en tiempos de globalización.

1. El proyecto de la gubernamentabilidad

¿Qué queremos decir cuando hablamos del «proyecto de la modernidad»? En primer lugar, y de manera general, nos referimos al intento fáustico de someter la vida entera al control absoluto del hombre bajo la guía segura del conocimiento. El filósofo alemán Hans Blumemberg ha mostrado que este proyecto demandaba, a nivel conceptual, elevar al hombre al rango de principio ordenador de todas las cosas2. Ya no es la voluntad inescrutable de Dios quien decide sobre los acontecimientos de la vida individual y social, sino que es el hombre mismo quien, sirviéndose de la razón, es capaz de descifrar las leyes inherentes a la naturaleza para colocarlas a su servicio. Esta rehabilitación del hombre viene de la mano con la idea del dominio sobre la naturaleza mediante la ciencia y la técnica, cuyo verdadero profeta fue Bacon. De hecho, la naturaleza es presentada por Bacon como el gran «adversario» del hombre, como el enemigo al que hay que vencer para domesticar las contingencias de la vida y establecer el Regnum hominis sobre la tierra3. Y la mejor táctica para ganar esta guerra es conocer el interior del enemigo, oscultar sus secretos más íntimos, para luego, con sus propias armas, someterlo a la voluntad humana. El papel de la razón científico-técnica es precisamente acceder a los secretos más ocultos y remotos de la naturaleza con el fin de obligarla a obedecer nuestros imperativos de control. La inseguridad ontológica sólo podrá ser eliminada en la medida en que se aumenten los mecanismos de control sobre las fuerzas mágicas o misteriosas de la naturaleza y sobre todo aquello que no podemos reducir a la calculabilidad. Max Weber habló en este sentido de la racionalización de occidente como un proceso de «desencantamiento» del mundo.

Quisiera mostrar que cuando hablamos de la modernidad como «proyecto» nos estamos refiriendo también, y principalmente, a la existencia de una instancia central a partir de la cual son dispensados y coordinados los mecanismos de control sobre el mundo natural y social. Esa instancia central es el Estado, garante de la organización racional de la vida humana. «Organización racional» significa, en este contexto, que los procesos de desencantamiento y desmagicalización del mundo a los que se refieren Weber y Blumemberg empiezan a quedar reglamentados por la acción directriz del Estado. El Estado es entendido como la esfera en donde todos los intereses encontrados de la sociedad pueden llegar una «síntesis», esto es, como el locus capaz de formular metas colectivas, válidas para todos. Para ello se requiere la aplicación estricta de «criterios racionales» que permitan al Estado canalizar los deseos, los intereses y las emociones de los ciudadanos hacia las metas definidas por él mismo. Esto significa que el Estado moderno no solamente adquiere el monopolio de la violencia, sino que usa de ella para «dirigir» racionalmente las actividades de los ciudadanos, de acuerdo a criterios establecidos científicamente de antemano.

El filósofo social norteamericano Immanuel Wallerstein ha mostrado cómo las ciencias sociales se convirtieron en una pieza fundamental para este proyecto de organización y control de la vida humana4. El nacimiento de las ciencias sociales no es un fenómeno aditivo a los marcos de organización política definidos por el Estado-nación, sino constitutivo de los mismos. Era necesario generar una plataforma de observación científica sobre el mundo social que se quería gobernar5. Sin el concurso de las ciencias sociales, el Estado moderno no se hallaría en la capacidad de ejercer control sobre la vida de las personas, definir metas colectivas a largo y a corto plazo, ni de construir y asignar a los ciudadanos una «identidad» cultural6. No solo la reestructuración de la economía de acuerdo a las nuevas exigencias del capitalismo internacional, sino también la redefinición de la legitimidad política, e incluso la identificación del carácter y los valores peculiares de cada nación, demandaban una representación científicamente avalada sobre el modo en que «funcionaba» la realidad social. Solamente sobre la base de esta información era posible realizar y ejecutar programas gubernamentales.
Las taxonomías elaboradas por las ciencias sociales no se limitaban, entonces, a la elaboración de un sistema abstracto de reglas llamado «ciencia» – como ideológicamente pensaban los padres fundadores de la sociología -, sino que tenían consecuencias prácticas en la medida en que eran capaces de legitimar las políticas regulativas del Estado. La matriz práctica que dará origen al surgimiento de las ciencias sociales es la necesidad de «ajustar» la vida de los hombres al aparato de producción. Todas las políticas y las instituciones estatales (la escuela, las constituciones, el derecho, los hospitales, las cárceles, etc.) vendrán definidas por el imperativo jurídico de la «modernización», es decir, por la necesidad de disciplinar las pasiones y orientarlas hacia el beneficio de la colectividad a través del trabajo. De lo que se trataba era de ligar a todos los ciudadanos al proceso de producción mediante el sometimiento de su tiempo y de su cuerpo a una serie de normas que venían definidas y legitimadas por el conocimiento. Las ciencias sociales enseñan cuáles son las «leyes» que gobiernan la economía, la sociedad, la política y la historia. El Estado, por su parte, define sus políticas gubernamentales a partir de esta normatividad científicamente legitimada.

Ahora bien, este intento de crear perfiles de subjetividad estatalmente coordinados conlleva el fenómeno que aquí denominamos «la invención del otro». Al hablar de «invención» no nos refirimos solamente al modo en que un cierto grupo de personas se representa mentalmente a otras, sino que apuntamos, más bien, hacia los dispositivos de saber/poder a partir de los cuales esas representaciones son construidas. Antes que como el «ocultamiento» de una identidad cultural preexistente, el problema del «otro» debe ser teóricamente abordado desde la perspectiva del proceso de producción material y simbólica en el que se vieron involucradas las sociedades occidentales a partir del siglo XVI7. Quisiera ilustrar este punto acudiendo a los análisis de la pensadora venezolana Beatriz González Stephan, quien ha estudiado los dispositivos disciplinarios de poder en el contexto latinoamericano del siglo XIX y el modo en que, a partir de estos dispositivos, se hizo posible la «invención del otro».

González Stephan identifica tres prácticas disciplinarias que contribuyeron a forjar los ciudadanos latinoamericanos del siglo XIX: las constituciones, los manuales de urbanidad y las gramáticas de la lengua. Siguiendo al teórico uruguayo Angel Rama, Beatriz González constata que estas tecnologías de subjetivación poseen un denominador común: su legitimidad descansa en la escritura. Escribir era un ejercicio que, en el siglo XIX, respondía a la necesidad de ordenar e instaurar la lógica de la «civilización» y que anticipaba el sueño modernizador de las elites criollas. La palabra escrita construye leyes e identidades nacionales, diseña programas modernizadores, organiza la comprensión del mundo en términos de inclusiones y exclusiones. Por eso el proyecto fundacional de la nación se lleva a cabo mediante la implementación de instituciones legitimadas por la letra (escuelas, hospicios, talleres, cárceles) y de discursos hegemónicos (mapas, gramáticas, constituciones, manuales, tratados de higiene) que reglamentan la conducta de los actores sociales, establecen fronteras entre unos y otros y les transmiten la certeza de existir adentro o afuera de los límites definidos por esa legalidad escrituraria8.

La formación del ciudadano como «sujeto de derecho» sólo es posible dentro del marco de la escritura disciplinaria y, en este caso, dentro del espacio de legalidad definido por la constitución. La función jurídico-política de las constituciones es, precisamente, inventar la ciudadanía, es decir, crear un campo de identidades homogéneas que hicieran viable el proyecto moderno de la gubernamentabilidad. La constitución venezolana de 1839 declara, por ejemplo, que sólo pueden ser ciudadanos los varones casados, mayores de 25 años, que sepan leer y escribir, que sean dueños de propiedad raíz y que practiquen una profesión que genere rentas anuales no inferiores a 400 pesos9. La adquisición de la ciudadanía es, entonces, un tamiz por el que sólo pasarán aquellas personas cuyo perfil se ajuste al tipo de sujeto requerido por el proyecto de la modernidad: varón, blanco, padre de familia, católico, propietario, letrado y heterosexual. Los individuos que no cumplen estos requisitos (mujeres, sirvientes, locos, analfabetos, negros, herejes, esclavos, indios, homosexuales, disidentes) quedarán por fuera de la «ciudad letrada», recluidos en el ámbito de la ilegalidad, sometidos al castigo y la terapia por parte de la misma ley que los excluye.

Pero si la constitución define formalmente un tipo deseable de subjetividad moderna, la pedagogía es el gran artífice de su materialización. La escuela se convierte en un espacio de internamiento donde se forma ese tipo de sujeto que los «ideales regulativos» de la constitución estaban reclamando. Lo que se busca es introyectar una disciplina sobre la mente y el cuerpo que capacite a la persona para ser «útil a la patria». El comportamiento del niño deberá ser reglamentado y vigilado, sometido a la adquisición de conocimientos, capacidades, hábitos, valores, modelos culturales y estilos de vida que le permitan asumir un rol «productivo» en la sociedad. Pero no es hacia la escuela como «institución de secuestro» que Beatriz González dirige sus reflexiones, sino hacia la función disciplinaria de ciertas tecnologías pedagógicas como los manuales de urbanidad, y en particular del muy famoso de Carreño publicado en 1854. El manual funciona dentro del campo de autoridad desplegado por el libro, con su intento de reglamentar la sujeción de los instintos, el control sobre los movimientos del cuerpo, la domesticación de todo tipo de sensibilidad considerada como «bárbara»10. No se escribieron manuales para ser buen campesino, buen indio, buen negro o buen gaucho, ya que todos estos tipos humanos eran vistos como pertenecientes al ámbito de la barbarie. Los manuales se escribieron para ser «buen ciudadano»; para formar parte de la civitas, del espacio legal en donde habitan los sujetos epistemológicos, morales y estéticos que necesita la modernidad. Por eso, el manual de Carreño advierte que «sin la observacia de estas reglas, más o menos perfectas, según el grado de civilización de cada país […] no habrá medio de cultivar la sociabilidad, que es el principio de la conservación y el progreso de los pueblos y la existencia de toda sociedad bien ordenada»11.

Los manuales de urbanidad se convierten en la nueva biblia que indicará al ciudadano cuál debe ser su comportamiento en las más diversas situaciones de la vida, pues de la obediencia fiel a tales normas dependerá su mayor o menor éxito en la civitas terrena, en el reino material de la civilización. La «entrada» en el banquete de la modernidad demandaba el cumplimiento de un recetario normativo que servía para distinguir a los miembros de la nueva clase urbana que empezaba a emerger en toda Latinoamérica durante la segunda mitad del siglo XIX. Ese «nosotros» al que hace referencia el manual es, entonces, el ciudadano burgués, el mismo al que se dirigen las constituciones republicanas; el que sabe cómo hablar, comer, utilizar los cubiertos, sonarse las narices, tratar a los sirvientes, conducirse en sociedad. Es el sujeto que conoce perfectamente «el teatro de la etiqueta, la rigidez de la apariencia, la máscara de la contención»12. En este sentido, las observaciones de González Stephan coinciden con las de Max Weber y Norbert Elias, para quienes la constitución del sujeto moderno viene de la mano con la exigencia del autocontrol y la represión de los instintos, con el fin de hacer más visible la diferencia social. El «proceso de la civilización» arrastra consigo un crecimiento del umbral de la vergüenza, porque se hacía necesario distinguirse claramente de todos aquellos estamentos sociales que no pertenecían al ámbito de la civitas que intelectuales latinoamericanos como Sarmiento venían identificando como paradigma de la modernidad. La «urbanidad» y la «educación cívica» jugaron, entonces, como taxonomías pedagógicas que separaban el frac de la ruana, la pulcritud de la suciedad, la capital de las provincias, la república de la colonia, la civilización de la barbarie.

En este proceso taxonómico jugaron también un papel fundamental las gramáticas de la lengua. González Stephan menciona en particular la Gramática de la Lengua Castellana destinada al uso de los americanos, publicada por Andrés Bello en 1847. El proyecto de construcción de la nación requería de la estabilización lingüística para una adecuada implementación de las leyes y para facilitar, además, las transacciones comerciales. Existe, pues, una relación directa entre lengua y ciudadanía, entre las gramáticas y los manuales de urbanidad: en todos estos casos, de lo que se trata es de crear al homo economicus, al sujeto patriarcal encargado de impulsar y llevar a cabo la modernización de la república. Desde la normatividad de la letra, las gramáticas buscan generar una cultura del «buen decir» con el fin de evitar «las prácticas viciosas del habla popular» y los barbarismos groseros de la plebe13. Estamos, pues, frente a una práctica disciplinaria en donde se reflejan las contradicciones que terminarían por desgarrar al proyecto de la modernidad: establecer las condiciones para la «libertad» y el «orden» implicaba el sometimiento de los instintos, la supresión de la espontaneidad, el control sobre las diferencias. Para ser civilizados, para entrar a formar parte de la modernidad, para ser ciudadanos colombianos, brasileños o venezolanos, los individuos no sólo debían comportarse correctamente y saber leer y escribir, sino también adecuar su lenguaje a una serie de normas. El sometimiento al orden y a la norma conduce al individuo a sustituir el flujo heterogéneo y espontáneo de lo vital por la adopción de un continuum arbitrariamente constituido desde la letra.

Resulta claro, entonces, que los dos procesos señalados por González Stephan, la invención de la ciudadanía y la invención del otro, se hallan genéticamente relacionados. Crear la identidad del ciudadano moderno en América Latina implicaba generar un contraluz a partir del cual esa identidad pudiera medirse y afirmarse como tal. La construcción del imaginario de la «civilización» exigía necesariamente la producción de su contraparte: el imaginario de la «barbarie». Se trata en ambos casos de algo más que representaciones mentales. Son imaginarios que poseen una materialidad concreta, en el sentido de que se hallan anclados en sistemas abstractos de carácter disciplinario como la escuela, la ley, el Estado, las cárceles, los hospitales y las ciencias sociales. Es precisamente este vínculo entre conocimiento y disciplina el que nos permite hablar, siguiendo a Gayatri Spivak, del proyecto de la modernidad como el ejercicio de una «violencia epistémica».

Ahora bien, aunque Beatriz González ha indicado que todos estos mecanismos disciplinarios buscaban crear el perfil del homo economicus en América Latina, su análisis genealógico, inspirado en la microfísica del poder de Michel Foucault, no permite entender el modo en que estos procesos quedan vinculados a la dinámica de la constitución del capitalismo como sistema-mundo. Para conceptualizar este problema se hace necesario realizar un giro metodológico: la genealogía del saber-poder, tal como es realizada por Foucault, debe ser ampliada hacia el ámbito de macroestructuras de larga duración (Braudel / Wallerstein), de tal manera que permita visualizar el problema de la «invención del otro» desde una perspectiva geopolítica. Para este propósito resultará muy útil examinar el modo en que las teorías poscoloniales han abordado este problema.

2. La colonialidad del poder o la «otra cara» del proyecto de la modernidad

Una de las contribuciones más importantes de las teorías poscoloniales a la actual reestructuración de las ciencias sociales es haber señalado que el surgimiento de los Estados nacionales en Europa y América durante los siglos XVII al XIX no es un proceso autónomo, sino que posee una contraparte estructural: la consolidación del colonialismo europeo en ultramar. La persistente negación de este vínculo entre modernidad y colonialismo por parte de las ciencias sociales ha sido, en realidad, uno de los signos más claros de su limitación conceptual. Impregnadas desde sus orígenes por un imaginario eurocéntrico, las ciencias sociales proyectaron la idea de una Europa ascéptica y autogenerada, formada históricamente sin contacto alguno con otras culturas14. La racionalización – en sentido weberiano – habría sido el resultado de un despliegue de cualidades inherentes a las sociedades occidentales (el «tránsito» de la tradición a la modernidad), y no de la interacción colonial de Europa con América, Asia y Africa a partir de 149215. Desde este punto de vista, la experiencia del colonialismo resultaría completamente irrelevante para entender el fenómeno de la modernidad y el surgimiento de las ciencias sociales. Lo cual significa que para los africanos, asiáticos y latinoamericanos el colonialismo no significó primariamente destrucción y expoliación sino, ante todo, el comienzo del tortuoso pero inevitable camino hacia el desarrollo y la modernización. Este es el imaginario colonial que ha sido reproducido tradicionalmente por las ciencias sociales y la filosofía en ambos lados del Atlántico.

Las teorías poscoloniales han mostrado, sin embargo, que cualquier recuento de la modernidad que no tenga en cuenta el impacto de la experiencia colonial en la formación de las relaciones propiamente modernas de poder resulta no sólo incompleto sino también ideológico. Pues fue precisamente a partir del colonialismo que se generó ese tipo de poder disciplinario que, según Foucault, caracteriza a las sociedades y a las instituciones modernas. Si como hemos visto en el apartado anterior, el Estado-nación opera como una maquinaria generadora de otredades que deben ser disciplinadas, esto se debe a que el surgimiento de los estados modernos se da en el marco de lo que Walter Mignolo ha llamado el «sistema-mundo moderno/colonial»16. De acuerdo a teóricos como Mignolo, Dussel y Wallerstein, el Estado moderno no debe ser mirado como una unidad abstracta, separada del sistema de relaciones mundiales que se configuran a partir de 1492, sino como una función al interior de ese sistema internacional de poder.

Surge entonces la pregunta: ¿cuál es el dispositivo de poder que genera el sistema-mundo moderno/colonial y que es reproducido estructuralmente hacia adentro por cada uno de los estados nacionales? Una posible respuesta la encontramos en el concepto de la «colonialidad del poder» sugerido por el sociólogo peruano Aníbal Quijano17. En opinión de Quijano, la expoliación colonial es legitimada por un imaginario que establece diferencias inconmensurables entre el colonizador y el colonizado. Las nociones de «raza» y de «cultura» operan aquí como un dispositivo taxonómico que genera identidades opuestas. El colonizado aparece así como lo «otro de la razón», lo cual justifica el ejercicio de un poder disciplinario por parte del colonizador. La maldad, la barbarie y la incontinencia son marcas «identitarias» del colonizado, mientras que la bondad, la civilización y la racionalidad son propias del colonizador. Ambas identidades se encuentran en relación de exterioridad y se excluyen mutuamente. La comunicación entre ellas no puede darse en el ámbito de la cultura – pues sus códigos son inconmensurables – sino en el ámbito de la Realpolitik dictada por el poder colonial. Una política «justa» será aquella que, mediante la implementación de mecanismos jurídicos y disciplinarios, intente civilizar al colonizado a través de su completa occidentalización.

El concepto de la «colonialidad del poder» amplía y corrige el concepto foucaultiano de «poder disciplinario», al mostrar que los dispositivos panópticos erigidos por el Estado moderno se inscriben en una estructura más amplia, de carácter mundial, configurada por la relación colonial entre centros y periferias a raíz de la expansión europea. Desde este punto de vista podemos decir lo siguiente: la modernidad es un «proyecto» en la medida en que sus dispositivos disciplinarios quedan anclados en una doble gubernamentabilidad jurídica. De un lado, la ejercida hacia adentro por los estados nacionales, en su intento por crear identidades homogéneas mediante políticas de subjetivación; de otro lado, la gubernamentabilidad ejercida hacia afuera por las potencias hegemónicas del sistema-mundo moderno/colonial, en su intento de asegurar el flujo de materias primas desde la periferia hacia el centro. Ambos procesos forman parte de una sola dinámica estructural.

Nuestra tesis es que las ciencias sociales se constituyen en este espacio de poder moderno/colonial y en los saberes ideológicos generados por él. Desde este punto de vista, las ciencias sociales no efectuaron jamás una «ruptura epistemológica» – en el sentido althusseriano – frente a la ideología, sino que el imaginario colonial impregnó desde sus orígenes a todo su sistema conceptual18. Así, la mayoría de los teóricos sociales de los siglos XVII y XVIII (Hobbes, Bossuet, Turgot, Condorcet) coincidían en que la «especie humana» sale poco a poco de la ignorancia y va atravesando diferentes «estadios» de perfeccionamiento hasta, finalmente, obtener la «mayoría de edad» a la que han llegado las sociedades modernas europeas19. El referente empírico utilizado por este modelo heurístico para definir cuál es el primer «estadio», el más bajo en la escala del desarrollo humano, es el de las sociedades indígenas americanas tal como éstas eran descritas por viajeros, cronistas y navegantes europeos. La característica de este primer estadio es el salvajismo, la barbarie, la ausencia completa de arte, ciencia y escritura. «Al comienzo todo era América», es decir, todo era superstición, primitivismo, lucha de todos contra todos, «estado de naturaleza». El último estadio del progreso humano, el alcanzado ya por las sociedades europeas, es construido, en cambio, como «lo otro» absoluto del primero y desde su contraluz. Allí reina la civilidad, el Estado de derecho, el cultivo de la ciencia y de las artes. El hombre ha llegado allí a un estado de «ilustración» en el que, al decir de Kant, puede autolegislarse y hacer uso autónomo de su razón. Europa ha marcado el camino civilizatorio por el que deberán transitar todas las naciones del planeta.

No resulta difícil ver cómo el aparato conceptual con el que nacen las ciencias sociales en los siglos XVII y XVIII se halla sostenido por un imaginario colonial de carácter ideológico. Conceptos binarios tales como barbarie y civilización, tradición y modernidad, comunidad y sociedad, mito y ciencia, infancia y madurez, solidaridad orgánica y solidaridad mecánica, pobreza y desarrollo, entre otros muchos, han permeado por completo los modelos analíticos de las ciencias sociales. El imaginario del progreso según el cual todas las sociedades evolucionan en el tiempo según leyes universales inherentes a la naturaleza o al espíritu humano, aparece así como un producto ideológico construido desde el dispositivo de poder moderno/colonial. Las ciencias sociales funcionan estructuralmente como un «aparato ideológico» que, de puertas para adentro, legitimaba la exclusión y el disciplinamiento de aquellas personas que no se ajustaban a los perfiles de subjetividad que necesitaba el Estado para implementar sus políticas de modernización; de puertas para afuera, en cambio, las ciencias sociales legitimaban la división internacional del trabajo y la desigualdad de los términos de intercambio y comercio entre el centro y la periferia, es decir, los grandes beneficios sociales y económicos que las potencias europeas estaban obteniendo del dominio sobre sus colonias. La producción de la alteridad hacia adentro y la producción de la alteridad hacia afuera formaban parte de un mismo dispositivo de poder. La colonialidad del poder y la colonialidad del saber se encuentraban emplazadas en una misma matriz genética.

3. Del poder disciplinar al poder libidinal

Quisiera finalizar este ensayo preguntándome por las transformaciones sufridas por el capitalismo una vez consolidado el final del proyecto de la modernidad, y por las consecuencias que tales transformaciones pueden tener para las ciencias sociales y para la teoría crítica de la sociedad.

Hemos conceptualizado la modernidad como una serie de prácticas orientadas hacia el control racional de la vida humana, entre las cuales figuran la institucionalización de las ciencias sociales, la organización capitalista de la economía, la expansión colonial de Europa y, por encima de todo, la configuración jurídico-territorial de los estados nacionales. También vimos que la modernidad es un «proyecto» porque ese control racional sobre la vida humana es ejercido hacia adentro y hacia afuera desde una instancia central, que es el Estado-nación. En este orden de ideas viene entonces la pregunta: ¿a qué nos referimos cuando hablamos del final del proyecto de la modernidad? Podríamos empezar a responder de la siguiente forma: la modernidad deja de ser operativa como «proyecto» en la medida en que lo social empieza a ser configurado por instancias que escapan al control del Estado nacional. O dicho de otra forma: el proyecto de la modernidad llega a su «fin» cuando el Estado nacional pierde la capacidad de organizar la vida social y material de las personas. Es, entonces, cuando podemos hablar propiamente de la globalización.

En efecto, aunque el proyecto de la modernidad tuvo siempre una tendencia hacia la mundialización de la acción humana, creemos que lo que hoy se llama «globalización» es un fenómeno sui generis, pues conlleva un cambio cualitativo de los dispositivos mundiales de poder. Quisiera ilustrar esta diferencia entre modernidad y globalización utilizando las categorías de «anclaje» y «desanclaje» desarrolladas por Anthony Giddens: mientras que la modernidad desancla las relaciones sociales de sus contextos tradicionales y las reancla en ámbitos postradicionales de acción coordinados por el Estado, la globalización desancla las relaciones sociales de sus contextos nacionales y los reancla en ámbitos posmodernos de acción que ya no son coordinados por ninguna instancia en particular.

Desde este punto de vista, sostengo la tesis de que la globalización no es un «proyecto», porque la gubernamentabilidad no necesita ya de un «punto arquimédico», es decir, de una instancia central que regule los mecanismos de control social20. Podríamos hablar incluso de una gubernamentabilidad sin gobierno para indicar el carácter espectral y nebuloso, a veces imperceptible, pero por ello mismo eficaz, que toma el poder en tiempos de globalización. La sujeción al sistema-mundo ya no se asegura mediante el control sobre el tiempo y sobre el cuerpo ejercido por instituciones como la fábrica o el colegio, sino por la producción de bienes simbólicos y por la seducción irresistible que éstos ejercen sobre el imaginario del consumidor. El poder libidinal de la posmodernidad pretende modelar la totalidad de la psicología de los individuos, de tal manera que cada cual pueda construir reflexivamente su propia subjetividad sin necesidad de oponerse al sistema. Por el contrario, son los recursos ofrecidos por el sistema mismo los que permiten la construcción diferencial del «Selbst». Para cualquier estilo de vida que uno elija, para cualquier proyecto de autoinvención, para cualquier ejercicio de escribir la propia biografía, siempre hay una oferta en el mercado y un «sistema experto» que garantiza su confiabilidad21. Antes que reprimir las diferencias, como hacía el poder disciplinar de la modernidad, el poder libidinal de la posmodernidad las estimula y las produce.

Habíamos dicho también que en el marco del proyecto moderno, las ciencias sociales jugaron básicamente como mecanismos productores de alteridades. Esto debido a que la acumulación de capital tenía como requisito la generación de un perfil de «sujeto» que se adaptara fácilmente a las exigencias de la producción: blanco, varón, casado, heterosexual, disciplinado, trabajador, dueño de sí mismo. Tal como lo ha mostrado Foucault, las ciencias humanas contribuyeron a crear este perfil en la medida en que formaron su objeto de conocimiento a partir de prácticas institucionales de reclusión y secuestro. Cárceles, hospitales, manicomios, escuelas, fábricas y sociedades coloniales fueron los laboratorios donde las ciencias sociales obtuvieron a contraluz aquella imagen de «hombre» que debía impulsar y sostener los procesos de acumulación de capital. Esta imagen del «hombre racional», decíamos, se obtuvo contrafácticamente mediante el estudio del «otro de la razón»: el loco, el indio, el negro, el desadaptado, el preso, el homosexual, el indigente. La construcción del perfil de subjetividad que requería el proyecto moderno exigía entonces la supresión de todas estas diferencias.

Sin embargo, y en caso de ser plausible lo que he venido argumentando hasta ahora, en el momento en que la acumulación de capital ya no demanda la supresión sino la producción de diferencias, también debe cambiar el vínculo estructural entre las ciencias sociales y los nuevos dispositivos de poder. Las ciencias sociales y las humanidades se ven obligadas a realizar un «cambio de paradigma» que les permita ajustarse a las exigencias sistémicas del capital global. El caso de Lyotard me parece sintomático. Afirma con lucidez que el metarelato de la humanización de la Humanidad ha entrado en crisis, pero declara, al mismo tiempo, el nacimiento de un nuevo relato legitimador: la coexistencia de diferentes «juegos de lenguaje». Cada juego de lenguaje define sus propias reglas, que ya no necesitan ser legitimadas por un tribunal superior de la razón. Ni el héroe epistemológico de Descartes ni el héroe moral de Kant funcionan ya como instancias transcendentales desde donde se definen las reglas universales que deberán jugar todos los jugadores, independientemente de la diversidad de juegos en los cuales participen. Para Lyotard, en la «condición posmoderna» son los jugadores mismos quienes construyen las reglas del juego que desean jugar. No existen reglas definidas de antemano22.

El problema con Lyotard no es que haya declarado el final de un proyecto que, en opinión de Habermas, todavía se encuentra «inconcluso»23. El problema radica, más bien, en el nuevo relato que propone. Pues afirmar que ya no existen reglas definidas de antemano equivale a invisibilizar – es decir, enmascarar – al sistema-mundo que produce las diferencias en base a reglas definidas para todos los jugadores del planeta. Entendámonos: la muerte de los metarelatos de legitimación del sistema-mundo no equivale a la muerte del sistema-mundo Equivale, más bien, a un cambio de las relaciones de poder al interior del sistema-mundo, lo cual genera nuevos relatos de legitimación como el propuesto por Lyotard. Sólo que la estrategia de legitimación es diferente: ya no se trata de metarelatos que muestran al sistema, proyectándolo ideológicamente en un macrosujeto epistemológico, histórico y moral, sino de microrelatos que lo dejan por fuera de la representación, es decir, que lo invisibilizan.
Algo similar ocurre con los llamados estudios culturales, uno de los paradigmas más innovadores de las humanidades y las ciencias sociales hacia finales del siglo XX24.

Ciertamente, los estudios culturales han contruibuido a flexibilizar las rígidas fronteras disciplinarias que hicieron de nuestros departamentos de sociales y humanidades un puñado de «feudos epistemológicos» inconmensurables. La vocación transdisciplinaria de los estudios culturales ha sido altamente saludable para unas instituciones académicas que, por lo menos en Latinoamérica, se habían acostumbrado a «vigilar y administrar» el canon de cada una de las disciplinas25. Es en este sentido que el informe de la comisión Gulbenkian señala cómo los estudios culturales han empezado a tender puentes entre los tres grandes islotes en que la modernidad había repartido el conocimiento científico26.

Sin embargo, el problema no está tanto en la inscripción de los estudios culturales en el ámbito universitario, y ni siquiera en el tipo de preguntas teóricas que abren o en las metodologías que utilizan, como en el uso que hacen de estas metodologías y en las respuestas que dan a esas preguntas. Es evidente, por ejemplo, que la planetarización de la industria cultural ha puesto en entredicho la separación entre cultura alta y cultura popular, a la que todavía se aferraban pensadores de tradición «crítica» como Horkheimer y Adorno, para no hablar de nuestros grandes «letrados» latinoamericanos con su tradición conservadora y elitista. Pero en este intercambio massmediático entre lo culto y lo popular, en esa negociación planetaria de bienes simbólicos, los estudios culturales parecieran ver nada más que una explosión liberadora de las diferencias. La cultura urbana de masas y las nuevas formas de percepción social generadas por las tecnologías de la información son vistas como espacios de emancipación democrática, e incluso como un locus de hibridación y resistencia frente a los imperativos del mercado. Ante este diagnóstico, surge la sospecha de si los estudios culturales no habrán hipotecado su potencial crítico a la mercantilización fetichizante de los bienes simbólicos.

Al igual que en el caso de Lyotard, el sistema-mundo permanece como ese gran objeto ausente de la representación que nos ofrecen los estudios culturales. Pareciera como si nombrar la «totalidad» se hubiese convertido en un tabú para las ciencias sociales y la filosofía contemporáneas, del mismo modo que para la religión judía constituía un pecado nombrar o representar a Dios. Los temas «permitidos» – y que ahora gozan de prestigio académico – son la fragmentación del sujeto, la hibridación de las formas de vida, la articulación de las diferencias, el desencanto frente a los metarelatos. Si alguien utiliza categorías como «clase», «periferia» o «sistema-mundo», que pretenden abarcar heurísticamente una multiplicidad de situciones particulares de género, etnia, raza, procedencia u orientación sexual, es calificado de «esencialista», de actuar de forma «políticamente incorrecta», o por lo menos de haber caído en la tentación de los metarelatos. Tales reproches no dejan de ser justificados en muchos casos, pero quizás exista una alternativa.

Considero que el gran desafío para las ciencias sociales consiste en aprender a nombrar la totalidad sin caer en el esencialismo y el universalismo de los metarelatos. Esto conlleva la difícil tarea de repensar la tradición de la teoría crítica (aquella de Lukács, Bloch, Horkheimer, Adorno, Marcuse, Sartre y Althusser) a la luz de la teorización posmoderna, pero, al mismo tiempo, de repensar ésta a la luz de aquella. No se trata, pues, de comprar nuevos odres y desechar los viejos, ni de echar el vino nuevo en odres viejos; se trata, más bien, de reconstruir los viejos odres para que puedan contener al nuevo vino. Este «trabajo teórico», como lo denominó Althusser, ha sido comenzado ya en ambos lados del Atlántico desde diferentes perspectivas. Me refiero a los trabajos de Antonio Negri, Michael Hardt, Fredric Jameson, Slavoj Zizek, Walter Mignolo, Enrique Dussel, Edward Said, Gayatri Spivak, Ulrich Beck, Boaventura de Souza Santos y Arturo Escobar, entre otros muchos.

La tarea de una teoría crítica de la sociedad es, entonces, hacer visibles los nuevos mecanismos de producción de las diferencias en tiempos de globalización. Para el caso latinoamericano, el desafío mayor radica en una «descolonización» las ciencias sociales y la filosofía. Y aunque éste no es un programa nuevo entre nosotros, de lo que se trata ahora es de desmarcarse de toda una serie de categorías binarias con las que trabajaron en el pasado las teorías de la dependencia y las filosofías de la liberación (colonizador vesus colonizado, centro versus periferia, Europa versus América Latina, desarrollo versus subdesarrollo, opresor versus orpimido, etc.), entendiendo que ya no es posible conceptualizar las nuevas configuraciones del poder con ayuda de ese instrumental teórico27. Desde este punto de vista, las nuevas agendas de los estudios poscoloniales podrían contribuir a revitalizar la tradición de la teoría crítica en nuestro medio28.

Notas

  1. Instituto de Estudios Sociales y Culturales PENSAR, de la Pontificia Universidad Javeriana – Bogotá.
    2. Cf. H. Blumemberg, Die Legitimität der Neuzeit, Suhrkamp, Frankfurt 197, parte II.
    3. Cf. F. Bacon, Novum Organum # 1-33; 129.
    4. Cf. I. Wallerstein, Unthinking Social Science. The Limits of Nineteenth-Century Paradigms. Polity Press, Londres, 1991.
    5. Las ciencias sociales son, como bien lo muestra Giddens, «sistemas reflexivos», pues su función es observar el mundo social desde el que ellas mismas son producidas. Cf. A. Giddens, Consecuencias de la modernidad. Alianza Editorial, Madrid, 1999, p. 23 ss.
    6. Sobre este problema de la identidad cultural como un constructo estatal me he ocupado en el artículo «Fin de la modernidad nacional y transformaciones de la cultura en tiempos de globalización», en: J. Martín-Barbero, F. López de la Roche, Jaime E. Jaramillo (eds.), Cultura y Globalización. CES – Universidad Nacional de Colombia, 1999, pp. 78-102.
    7. Por eso preferimos usar la categoría «invención» en lugar de «encubrimiento», como hace el filósofo argentino Enrique Dussel. Cf. E. Dussel, 1492: El encubrimiento del otro. El orígen del mito de la modernidad. Ediciones Antropos, Santafé de Bogotá, 1992.
    8. B. González Stephan, «Economías fundacionales. Diseño del cuerpo ciudadano», en: B. González Stephan (comp.), Cultura y Tercer Mundo. Nuevas identidades y ciudadanías. Editorial Nueva Sociedad, Caracas, 1996.
    9. Ibid., p. 31.
    10. Id., «Modernización y disciplinamiento. La formación del ciudadano: del espacio público y privado», en: B. González Stephan / J. Lasarte / G. Montaldo / M.J. Daroqui (comp.), Esplendores y miserias del siglo XIX. Cultura y sociedad en América Latina. Monte Avila Editores, Caracas, 1995.
    11. Ibid., p. 436.
    12. Ibid., p. 439.
    13. B. González Stephan, «Economías fundacionales», p. 29.
    14. Cf. J.M. Blaut, The Colonizer`s Model of the World. Geographical Diffusionism and Eurocentric History. The Guilford Press, New York, 1993.
    15. Recordar la pregunta que se hace Max Weber al comienzo de La ética protestante y que guiará toda su teoría de la racionalización: «¿Qué serie de circunstancias han determinado que precisamente sólo en Occidente hayan nacido ciertos fenómenos culturales que, al menos como solemos representárnoslos, parecen marcar una dirección evolutiva de universal alcance y validez?» Cf. M. Weber, La ética protestante y el espíritu del capitalismo, Península, Madrid, 1984, p. 23.
    16. Cf. W. Mignolo, Local Histories / Global Designs. Coloniality, Subaltern Knowledges and Border Thinking. Princenton University Press, Princenton, 2000, p. 3 ss.
    17. Cf. A. Quijano, «Colonialidad del poder, cultura y conocimiento en América Latina», en: S. Castro-Gómez, O. Guardiola-Rivera, C. Millán de Benavides (eds.), Pensar (en) los intersticios. Teoría y práctica de la crítica poscolonial. CEJA, Santafé de Bogotá, 1999, p. 99-109.
    18. Una genealogía de las ciencias sociales debería mostrar que el imaginario ideológico que luego impregnaría a las ciencias sociales tuvo su origen en la primera fase de consolidación del sistema-mundo moderno/colonial, es decir, en la época de la hegemonía española.
    19. Cf. R. Meek, Los orígenes de la ciencia social. El desarrollo de la teoría de los cuatro estadios. Siglo XXI, Madrid, 1981.
    20. La materialidad de la globalización ya no está constituída por las instituciones disciplinarias del Estado nacional, sino por corporaciones que no conocen territorios ni fronteras. Esto implica la configuración de un nuevo marco de legalidad, es decir, de una nueva forma de ejercicio del poder y la autoridad, así como de la producción de nuevos mecanismos punitivos – una policía global – que garanticen la acumulación de capital y la resolución de los conflictos. Las guerras del Golfo y de Kosovo son un buen ejemplo del «nuevo orden mundial» que emerge después de la guerra fría y como consecuencia del «fin» del proyecto de la modernidad. Cf. S. Castro-Gómez / E. Mendieta, «La translocalización discursiva de Latinoamérica en tiempos de la globalización», en: Id., Teorías sin disciplina. Latinoamericanismo, Poscolonialidad y Globalización en debate. Editorial Porrúa, México, 1998, p. 5-30.
    21. El concepto de la confianza (trust) depositada en sistemas expertos lo tomo directamente de Giddens. Cf. op.cit., p. 84 ss.
    22. Cf. J.-F. Lyotard. La condición postmoderna. Informe sobre el saber. Rei, México, 1990.
    23. Cf. J. Habermas, Die Moderne – Ein Unvollendetes Projekt. Reclam, Leipzig, 1990, p. 32-54.
    24. Para una introducción a los estudios culturales anglosajones, véase: B. Agger, Cultural Studies as Critical Theory. The Falmer Press, London / New York, 1992. Para el caso de los estudios culturales en América Latina, la mejor introducción sigue siendo el libro de W. Rowe / V. Schelling, Memoria y Modernidad. Cultura Popular en América Latina. Grijalbo, México, 1993.
    25. Es preciso establecer aquí una diferencia en el significado político que han tenido los estudios culturales en la universidad norteamericana y latinoamericana respectivamente. Mientras que en los Estados Unidos los estudios culturales se han convertido en un vehículo idóneo para el rápido «carrerismo» académico en un ámbito estructuralmente flexible, en América Latina han servido para combatir la desesperante osificación y el parroquialismo de las estructuras universitarias.
    26. Cf. I. Wallerstein, et.al, Open the Social Sciences. Report of the Gulbenkian Commission on the Restructuring of the Social Sciences. Stanford University Press, Stanford, 1996, p. 64-66.
    27. Para una crítica de las categorías binarias con las que trabajó el pensamiento latinoamericano del siglo XX, véase mi libro Crítica de la razón latinoamericana, Puvill Libros, Barcelona, 1996.
    28. S. Castro-Gómez, O. Guardiola-Rivera, C. Millán de Benavides, «Introducción», en: Id. (eds.), Pensar (en) los intersticios. Teoría y práctica de la crítica poscolonial. CEJA, Santafé de Bogotá, 1999.

    Referencias bibliográficas

Agger, Ben: Cultural Studies as Critical Theory. The Falmer Press, London/ New York, 1992.
Bacon, Francis: Novum Organum, Sarpe, Madrid, 1984.
Blaut, J.M.: The Colonizer`s Model of the World. Geographical Diffusionism and Eurocentric History, The Guilford Press, New York, 1993.
Blumemberg, Hans: Die Legitimität der Neuzeit, Suhrkamp, Frankfurt, 1997.
Castro-Gómez, Santiago: «Fin de la modernidad nacional y transformaciones de la cultura en tiempos de globalización», en: J. Martín-Barbero, F. López de la Roche, J.E. Jaramillo (eds.), Cultura y Globalización. CES – Universidad Nacional de Colombia, Santafé de Bogotá, 1999.
Castro-Gómez, Santiago y Eduardo Mendieta (eds.): Teorías sin disciplina. Latinoamericanismo, Poscolonialidad y Globalización en debate, Porrúa / USF, México, 1998.
Castro-Gómez, Santiago, Oscar Guardiola-Rivera y Carmen Millán de Benavides (eds.): Pensar (en) los intersticios. Teoría y práctica de la crítica poscolonial. CEJA, Santafé de Bogotá, 1999.
Castro-Gómez, Santiago: Crítica de la razón latinoamericana, Puvill Libros, Barcelona, 1996.
Dussel, Enrique: El encubrimiento del otro. El orígen del mito de la modernidad. Ediciones Antropos, Santafé de Bogotá, 1992.
Giddens, Anthony: Consecuencias de la modernidad, Alianza Editorial, Madrid, 1999.
González Stephan, Beatriz: «Modernización y disciplinamiento. La formación del ciudadano: del espacio público y privado», en: B. González Stephan/ J. Lasarte / G. Montaldo / M.J. Daroqui (comp.), Esplendores y miserias del siglo XIX. Cultura y sociedad en América Latina. Monte Avila Editores, Caracas, 1995.
González Stephan, Beatriz: «Economías fundacionales. Diseño del cuerpo ciudadano», en: B. González Stephan (comp.), Cultura y Tercer Mundo. Nuevas identidades y ciudadanías. Editorial Nueva Sociedad, Caracas, 1996.
Habermas, Jürgen: Die Moderne – Ein Unvollendetes Projekt. Reclam, Leipzig, 1990.
Lyotard, Jean-Francois: La condición postmoderna. Informe sobre el saber. Rei, México, 1990.
Meek, Robert: Los orígenes de la ciencia social. El desarrollo de la teoría de los cuatro estadios. Siglo XXI, Madrid, 1981.
Mignolo, Walter: Local Histories / Global Designs. Coloniality, Subaltern Knowledges and Border Thinking. Princenton University Press, Princenton, 2000.
Rowe, William y Vivian Schelling: Memoria y Modernidad. Cultura Popular en América Latina. Grijalbo, México, 1993.
Quijano, Anibal: «Colonialidad del poder, cultura y conocimiento en América Latina», en: S. Castro-Gómez, O. Guardiola-Rivera, C. Millán de Benavides (eds.), Pensar (en) los interticios. Teoría y práctica de la crítica poscolonial. CEJA, Santafé de Bogotá, 1999.
Wallerstein, Immanuel, et.al: Open the Social Sciences. Report of the Gulbenkian Commission on the Restructuring of the Social Sciences. Stanford University Press, Stanford, 1996.
Weber, Max: La etica protestante y el espíritu del capitalismo, Península, Madrid, 1984

Fuente

http://www.clacso.org.ar/biblioteca

Fuente imagen:

https://lh3.googleusercontent.com/KQqiWvuLkSDZ7OIRDg1hYMqlt9Q-6WyEAwAiv1IX4UhzSyU0Npj860YSji-OJEVM1cc-=s85

Comparte este contenido:

Colombia: La educación tras la firma de los acuerdos

Colombia/ Septiembre de 2016/Semana

Las universidades también son actores del posconflicto, pues les apuestan a programas académicos enfocados en la paz.

A las puertas del plebiscito para decidir si se harán o no efectivos los acuerdos con las Farc, y en un contexto marcado por más de 50 años de guerra, Colombia se prepara para transitar hacia la paz. Esto no solo va de la mano con nuevas políticas públicas y del perdón colectivo, sino también con la educación. Por eso, las instituciones educativas le están apostando a nuevos proyectos para aterrizar el posconflicto en la academia.

Como cuenta el Ministerio de Educación en el Resumen de Indicadores de Educación Superior de 2011, Colombia tenía más de 80 universidades y 1,8 millones de jóvenes en algún programa de educación superior. Esta cifra no solo indica que hay una oferta de plazas educativas, sino también un considerable número de jóvenes en busca de alcanzar un título profesional. A la par, la realidad del país se transformó y, con ella, la mirada sobre el conflicto. Hoy en día ninguna institución superior es ajena al contexto político, y por eso hay cada vez más especializaciones, conversatorios, pregrados y grupos de investigación enfocados en lo que va a pasar tras la firma de los acuerdos.

Uno de los ejemplos es la Universidad del Norte en Barranquilla, que desde 2015 abrió UN Caribe, un grupo de investigación que se ha dedicado a indagar en el conflicto colombiano, especialmente el de la costa norte. Silvia Gloria de Vivo, su decana de Derecho, afirma que “la universidad quiere contarle a la gente lo que está pasando y explicarle por qué esta es una oportunidad histórica para repensarnos, independientemente que queramos el Sí o el No”.

Este grupo de investigación cuenta con más de 25 profesores asociados, que a su vez tienen grupos de estudiantes en diferentes programas de la universidad. Los principales temas para tratar son la fortaleza de las instituciones, la violencia histórica en la región, la influencia paramilitar y guerrillera y el análisis de los puntos acordados en La Habana.

Otro de los ejemplos es la Escuela de Posgrados de la Policía Miguel Antonio Lleras Pizarro, que desde 2009 empezó un proceso de consolidación de programas para entender la seguridad como una manifestación social. Sumado a ello, desde el último año han iniciado programas y grupos para promover los programas enfocados en la paz.

El coronel Luis Ernesto García, uno de los directivos de la escuela, asegura que“en el último año en el tema de la paz venimos preparándonos para fortalecer la educación. Ahí nos hemos apalancado básicamente de procesos de investigación sobre seguridad ciudadana”. De ellos, uno de los más importantes está orientado a comprender la seguridad en lo local.

“Para eso hemos hecho un trabajo sobre fronteras imaginarias”, agrega García, “es decir, entender cómo un territorio no solamente es tierra, sino también unas dinámicas políticas y sociales. Hemos encontrado uno de los mayores aportes allí porque sin estudios de fondo en esta materia es imposible formar líderes en seguridad, convivencia y paz”.

Aunque la Universidad del Norte y la Escuela de Posgrados están invirtiendo fuertemente en la paz desde la academia, no son las únicas. En todos los rincones del país hay una fuerte intención de abordar y estudiar el fenómeno de la violencia, pero sobre todo el del post-conflicto que se está gestando. Definitivamente Colombia está a las puertas de un cambio crucial, pero esto es posible –en gran parte– a la educación de ahora y la de las futuras generaciones.

Fuente: http://www.semana.com/nacion/articulo/acuerdos-de-paz-las-univcersidades-tambien-son-actores-del-posconflicto/494209

Comparte este contenido:

Colombia: Claves para entender el examen de admisión de la Universidad Nacional

América del Sur/Colombia/Septiembre de 2016/Autor: Juan Manuel Tejeiro Sarmiento/Fuente: El Espectador

El resultado que arroja la prueba de admisión sobre el perfil académico de los aspirantes, permite identificar las fortalezas y debilidades de cada uno de ellos y disponer de información valiosa, tanto para la Universidad como para los aspirantes y otros actores del sistema educativo: así el aspirante recibe su puntaje discriminado por las áreas de formación en matemáticas, ciencias, sociales, imagen y comprensión de lectura, antes de la elección de su carrera. Los resultados también le permiten a la Universidad generar políticas de acompañamiento académico temprano, y a otros actores como rectores y docentes de los colegios que lo soliciten, disponer de los resultados y perfiles académicos de sus alumnos.

A mediados de los años 30 del siglo pasado la Universidad inició la aplicación de las pruebas de admisión para seleccionar a sus estudiantes, pues con el aumento de la demanda de los aspirantes a ingresar se hacía necesario contar con un mecanismo de selección acorde con las exigencias académicas y que garantizara a todos los aspirantes las mismas oportunidades. La Universidad cuenta hoy con un sistema de admisiones producto de esta experiencia acumulada y con el apoyo de un gran grupo de profesores y expertos en temas de pruebas de admisión.

Desde el año 2004 la prueba de admisión de la Universidad Nacional evalúa las competencias de los aspirantes en diferentes contextos y no sólo los conocimientos que puedan haber adquirido en algunas áreas específicas y está diseñada para reconocer en el grupo de aspirantes, independientemente de su sexo, región de origen, raza, entre otras; aquellas competencias o habilidades básicas necesarias para transitar por la universidad de manera apropiada, en cualquier campo del conocimiento.

Generalmente los estudiantes se interesan en las carreras afines con las áreas del conocimiento en las que ellos presentan mejores desempeños y que, en consecuencia, más les gustan. Pero más allá de si les gustan porque les va bien o si les va bien porque les gustan, lo que es cierto es que los bachilleres tienden a estudiar las cosas en las que les va mejor porque encuentran satisfacción en ello.

¿Qué muestran los resultados de admisión de la Universidad Nacional desde que dejaron de hacerse exámenes diferenciados para las carreras (hace ya 16 años) y desde que dejaron de hacerse ponderaciones, en los componentes de los exámenes para cada carrera ofrecida por la Universidad (hace ya 9 años)?

Muestran que con un sistema de calificación igual para todos los aspirantes se consigue un perfil académico más real, que surge de la formación y de los intereses de los aspirantes. Los estudiantes “buenos” en lo mismo tienden a agruparse en carreras afines. Por lo tanto, en una carrera determinada terminan admitiéndose los estudiantes con fortalezas en las mismas áreas y, también, con debilidades comunes a ellos. Ese ordenamiento natural, de los aspirantes, permite que a partir de los resultados del examen de admisión las autoridades académicas de cada Facultad identifiquen fortalezas y debilidades de su nuevo grupo de estudiantes para actuar en consecuencia. Por otro lado, le permite a los colegios identificar las áreas en que sus estudiantes o egresados muestran sus mayores fortalezas y en cuáles es necesario concentrar la atención, permitiéndoles contar con un insumo académico altamente calificado para desarrollar sus políticas académicas.

En consecuencia, los resultados de los procesos de admisión de la Universidad Nacional muestran, por ejemplo, que los aspirantes con fortalezas en matemáticas tienden a escoger carreras de ingeniería y ciencias, así como los que tienen buenos desempeños en análisis de la imagen tienden a escoger carreras relacionadas con el arte o los de mayor fortaleza en sociales y lectura se dirigen a programas de ciencias sociales, derecho y ciencias humanas; los aspirantes fuertes en ciencias tienden a buscar programas en ciencias de la salud y ciencias básicas (matemáticas, física y química) entre otras.

El desarrollo de las disciplinas y profesiones, la dinámica de la investigación y la necesidad de resolver problemas complejos, ha llevado a que cada vez se acepte menos la existencia de límites entre las diferentes áreas del conocimiento y esto ha conducido a la Universidad a flexibilizar los currículos de las carreras, ofrecer doble titulación y oportunidades a los estudiantes de construir sus perfiles profesionales y fortalecer sus perfiles académicos, para formarse mejor de acuerdo a sus propios intereses y capacidades.

El próximo domingo 18 de septiembre más de 70.000 aspirantes presentarán el examen de admisión en 50 ciudades en todos los departamentos del país y en varios países del mundo, respondiendo así a la gran demanda de los jóvenes que aspiran a una educación superior de las más altas calidades.

Fuente: http://www.elespectador.com/noticias/educacion/claves-entender-el-examen-de-admision-de-universidad-na-articulo-655105

Comparte este contenido:

Entrevista a Marc Prensky : “Tenemos que dejar de imponer a los niños nuestra visión anticuada del mundo”

18 Septiembre 2016/Fuente y Autor: Semana Educación

El paso de Marc Prensky por Colombia fue polémico. Semana Educación habló con él, a quien se considera el mayor experto en la conexión entre tecnología y aprendizaje del mundo. Marc Prensky aterrizó en el país como uno de los protagonistas de la Cumbre Líderes por la Educación, organizada por esta publicación los días 14 y 15 de septiembre en Bogotá. La expectación era alta. No en vano, el estadounidense es el mayor experto en educación y tecnología a nivel mundial, y uno de los grandes críticos del actual sistema educativo: niños que memorizan pero no cuestionan lo aprendido.

Su intervención sobre currículo y contenido no dejó a nadie indiferente. Mientras sus seguidores le aplaudieron hasta desgastarse las manos; sus detractores salieron conmocionados. Los pasillos del Cubo de Colsubsidio, donde se organizó el evento, eran un hervidero entre elogios y críticas una vez él se bajó del escenario.

¿Cómo puede decir que comprar libros de textos es la peor forma de invertir en el futuro de los niños, que es un gasto de plata?, se le oyó decir a una mujer roja de la indignación.

Este hombre no sabe de lo que habla, le respondía su acompañante, igual de rojo y encolerizado.

Prensky tiene razón, la educación tiene que cambiar porque va a quedar obsoleta en 20 años, razonaba un hombre pegado a su frondosa barba.

Sí, hay que repensar el modelo para formar a nuestros hijos de cara al futuro, reconoció una mujer de tacones imposibles.

Prensky sabe que tiene un discurso polémico, pero no parece importarle. Habla con pocas pausas, mucho ritmo y seguridad, mirando a los ojos fijamente. Y no deja de sonreír. Sí, parece que las críticas le traen sin cuidado.

Semana Educación habló con él para conocer más impresiones de este experto internacional que no puede vivir sin su celular.

Semana Educación: Usted acuñó los términos ‘Nativo digital’ e ‘Inmigrante digital’, ¿qué significan?

Marc Prensky: Se tiende a creer que los nativos digitales saben todo sobre la tecnología, pero eso no es verdad. Son personas que han nacido en la era de la tecnología y crecieron con ella, creen que determinadas herramientas y valores son importantes, entonces las emplean. Por ejemplo, utilizar una grabadora en el ejercicio periodístico. Imagináte que un periodista de hace 50 años te dice que tienes que hacer entrevistas sin la grabadora. Ellos pensarían que está loca por emplearla y tú que ellos lo están por negarse a hacerlo. Cambia la perspectiva y los puntos de vista sobre las cosas. Por ejemplo, la cuestión de la privacidad. La gente antes pensaba que la privacidad era lo más importante y ahora no piensan igual: comparten su vida en Internet, se comunican por medio de la web y vuelcan contenido disponible para cualquiera que lo quiera ver.

S.E.: Entonces, es una cuestión de cambio de prioridades

M.P.: Sí, esa es la actitud que define a un nativo digital, mientras que los inmigrantes digitales son aquellos que nacieron sin tecnología o muy poca y tratan de imponer su visión antigua del mundo a sus hijos que ya son nativos digitales. “No tendrías que usar el computador más de una hora al día”, les dicen. ¿Y por qué no? Tú no tenías computadores cuando eras un niño, entonces no entiendes lo que es crecer con uno. Es su vida, son sus tiempos. Pero eso no significa que los adultos no puedan enseñar nada a los niños. Simplemente tenemos que ser muy cuidadosos en no adoptar actitudes de otras épocas que ya no se adecuan a las de la actualidad y no imponer esa visión anticuada a los niños.

S.E.: Bueno, pero es que quizá si el niño está 10 horas delante del computador, deja de hacer otras actividades que le pueden beneficiar, como leer

M.P.: No necesariamente. Ahora mismo puedes leer libros a través de tus oídos, escuchándolos. La razón por la que leemos libros es para aprender sobre el comportamiento humano. Entonces, ¿por qué no aprender pero haciendo uso de los diferentes formatos disponibles? Los libros han evolucionado, así que, no es una cuestión de dejar de leer libros, sino de combinar todas las posibilidades que ofrece la tecnología para leer un libro.

S.E.: ¿Como padre fomenta esa actitud de nativo digital en su hijo?

M.P.: Mi equilibrio en la enseñanza de mi hijo es mi mujer. Ella tiene objetivos diferentes en relación con la educación de nuestro hijo: quiere que aprenda a respetar los tiempos de las otras personas, que aprenda a comportarse bien, ella es estricta. Yo, en cambio, motivo otras habilidades, por ejemplo, que consuma toda la tecnología que quiera. Pero si no le gusta, está bien, no le fuerzo. Pero lo que hay que entender es que hoy todo es tecnología: el deporte, la música, las películas… Así que, sea lo que sea lo que le interesa, le aliento a que aprenda y utilice las nuevas herramientas tecnológicas que existen a cerca de esa materia.

S.E.: Hay sectores que alegan que la tecnología aisla y radicaliza a los niños. ¿Qué le parecen estas afirmaciones?

M.P.: Tomemos el ejemplo de Isis y cómo emplean Internet para difundir su ideología fundamentalista. Mi consejo es que hay que tener acceso a las ideas radicales pero también a las que no lo son. Lo que no se puede hacer como padres, maestros, gobierno es permitir que la tecnología se use solo en un sentido por medio de la censura. Necesitamos un mundo en el que todo el mundo tenga acceso a toda la información que le brindan las nuevas tecnologías. De este modo, las personas podrán sacar sus propias conclusiones del mundo que las rodea. Es estúpido criticar la tecnología porque ya forma parte de la vida, es una realidad. Todo es tecnología, desde la ropa que usamos, hasta las gafas que llevo puestas o el maquillaje. Las usamos y normalizamos. Pero cuando son algo nuevo nos asustamos y decimos: «Oh, no, esto lo va a cambiar todo y va a ser terrible». Y no lo es. El problema no es la tecnología, sino cómo se consume.

S.E.: Algunos argumentan también que la tecnología nos hace menos sociable.

M.P.: No, nos hace más sociables, mucho más. Mi hijo está en contacto con sus amigos todo el rato a través del celular. La tecnología nos hace la vida más fácil porque hay momentos en los que no queremos enfrentarnos al cara a cara y la tecnología evita que lo hagamos. Por ejemplo, cuando quieres romper con tu pareja. La tecnología nos ofrece más posibilidades en las relaciones interpersonales.

S.E.: En un contexto de posconflicto, ¿qué importancia puede tener la tecnología ligada a la educación?

M.P.: Bueno, llegados a este punto lo importante es no retroceder a un contexto de guerra. Seamos razonables, ¿quién puede querer la guerra? (se ríe). 50 años de guerra es suficientemente terrible, ¿quién querría volver a eso?

Así que, teniendo eso claro, la pregunta es cómo empleamos la tecnología para no devolvernos a un contexto de guerra y sí para seguir avanzando.

La respuesta debe ser a través de la colaboración, el trabajo conjunto y sabiendo qué se quiere alcanzar. Si nuestro objetivo es un escenario de paz, bueno, habrá que emplear la tecnología para combatir esas acciones que quieren volver a instaurar la guerra. Cada  persona tiene una visión diferente y propone soluciones diferentes, la educación y la tecnología pueden permitir llegar a un punto en común entre posturas y dar soluciones efectivas.

Fuente de la entrevista: http://www.semana.com/educacion/articulo/entrevista-a-marc-prensky-sobre-educacion-y-tecnologia/494206

Fuente de la imagen: https://static.iris.net.co/semana/upload/images/2016/9/17/494204_1.jp

Comparte este contenido:

UNESCO: Se firma el Pacto Iberoamericano de Juventud

UNESCO/Colombia/ 17 de septiembre de 2016/Fuente: UNESCO

Durante la Conferencia de Ministros de Juventud de Iberoamérica en Medellín, Colombia, organizada por el Organismo Internacional de Juventud – OIJ y el Ministerio de Juventud de Colombia (Colombia Joven), se firmó el Pacto Iberoamericano de Juventud, que pretende ser un marco para el desarrollo de políticas, programas e iniciativas que incidan en las realidades de las juventudes en la Región.

La UNESCO fue invitada a participar del evento, compartiendo sus experiencias y fortaleciendo los lazos de trabajo con los ministerios de Juventud de Iberoamérica.

“El pacto es una herramienta muy potente que permitirá la coordinación y el trabajo conjunto entre los gobiernos, la sociedad civil, la academia y la cooperación internacional”, subrayó Andrés Morales, especialista regional de Ciencias Sociales y Humanas para América Latina y el Caribe de UNESCO.

Además, destacó que el pacto incluyó dentro de sus 21 puntos, el tema de los jóvenes en la Agenda 2030, y también su protagonismo en el desarrollo de emprendimientos sociales en la región, temas promovidos por la UNESCO.

El pacto incluye promover iniciativas en educación, empleo, innovación, cultura de paz, entre otros temas, que inciden en las juventudes iberoamericanas.

“Llegamos a un consenso positivo para hacer un pacto para y por los jóvenes. Un pacto que ve a los jóvenes como un actor estratégico en el desarrollo político, social, y económico de nuestros países”, señaló Max Trejo, secretario general de la OIJ.

El Pacto, que contó con insumos de los jóvenes recogidos en más de quince foros nacionales, será puesto a consideración a los Presidentes y Jefes de Estado de la Región durante la XXV Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno, que se llevará a cabo en Cartagena, Colombia el 28 y 29 de octubre.

Durante todo el año la UNESCO ha venido apoyando el proceso de construcción del Pacto y ha trabajado junto con los gobiernos, la OIJ y la SEGIB, en la preparación de la Cumbre de Presidentes en Cartagena.

Fuente de la Noticia:

http://www.unesco.org/new/es/media-services/single-view/news/the_ibero_american_pact_for_youth_is_signed/

Comparte este contenido:
Page 369 of 439
1 367 368 369 370 371 439