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Huracán Iota: los efectos positivos del fenómeno en el medioambiente

Muchas personas en el mundo están preocupadas por los daños que los huracanes están dejando a su paso; sin embargo, este fenómeno natural tiene sus ventajas.

Por primera vez, Colombia recibió el golpe de un huracán categoría 5 que destruyó muchas casas, causó inundaciones en varios puntos del país y una extrema preocupación por la emergencia que dejó a su paso en lugares como Cartagena y San Andrés y Providencia.

Escuche en este pódcast la opinión de Max Henríquez al respecto

Max Henríquez Daza, meteorólogo y consultor del clima, le explicó a SEMANA que “cuándo los huracanes no pasan directamente por encima del territorio colombiano o de cualquier territorio, su efecto puede ser positivo porque incentiva la presentación de lluvias”.

Y agregó que justamente esto lo comprobó en un estudio que hizo para una empresa de Medellín, ya que ellos estaban interesados en saber qué sucedía cuando pasaban los huracanes con respecto al nivel del agua de los embalses. “Efectivamente, hay una correlación que indica que el paso de los huracanes a una distancia X de Colombia produce el aumento de la nubosidad y el aumento de las lluvias es el efecto positivo”.

Para el caso de Iota, que “no pasó cerca sino sobre la Isla de Providencia, infortunadamente causa daños” ya que un huracán tiene además de los vientos que en el caso de un categoría cinco como este puede llegar a los 300 km/h produce lluvias de 300 mm en un solo día, lo cual corresponde a la tercera parte de lluvia que cae en Bogotá en todo el año.

Henríquez aseguró que “la marea ciclónica se mete a tierra como si fuese un tsunami, por lo que los daños son monstruosos, pero en el caso entonces que no pase el huracán por encima del territorio es beneficioso en el caso de Colombia, porque trae las lluvias”.

Finalmente, el meteorólogo y consultor del clima aseguró que se ha comprobado que en los años en que hay pocos huracanes en el Atlántico y en el Caribe, Colombia generalmente atraviesa por un periodo de sequía.

¿Cómo puede beneficiar un huracán al planeta?

Los ciclones tropicales, pese a su mortalidad y destrucción, pueden resultar beneficiosos para el mundo entero y su naturaleza por estas razones:

1. Dispersa las bacterias y la marea roja

Cada vez que un huracán se mueve a través del océano, las mareas y los vientos que provoca rompen esos ‘parches’ de bacterias que se encuentran flotando en el agua, lo cual logra combatir el fenómeno de la marea roja, que tiene un efecto nocivo para el ecosistema marino a causa de las toxinas que produce, debido al conjunto de organismos que habitan en el mar.

Las aguas superficiales cercanas se pueden oxigenar con los vientos, lo cual ayuda a devolver la vida a las áreas donde hubo marea roja.

2. Equilibra la temperatura global

El equilibrio de la temperatura entre los polos y el ecuador es uno de los principales propósitos de los huracanes en todo el mundo.

No obstante, debido a la orientación del eje polar del planeta, el desequilibrio de las temperaturas siempre existirá, teniendo en cuenta que el ecuador de la Tierra recibe más energía solar, llamada insolación, que cualquier otra latitud en un promedio anual. Dicha insolación eleva la temperatura del océano, que a su vez calienta el aire por encima y lo mantiene más cálido durante el otoño.

Debido a su tamaño e interacciones con los niveles superiores de la atmósfera, los huracanes son motores muy eficientes de calor ecuatorial.

Los polos podrían estar significativamente más fríos y el ecuador sería considerablemente más cálido si no existieran los huracanes.

3. Combate las sequías

Los ciclones tropicales son extremadamente eficientes en la producción de lluvia y, por lo tanto, también pueden ser eficientes para combatir la sequía.

Según la meteoróloga Danielle Banks, para The Weather Channel, la humedad de los ciclones tropicales en el Pacífico oriental en ocasiones se ve atrapada en el flujo de oeste a este de los Estados Unidos y llega al desierto del suroeste (California) y gran parte del desierto del suroeste, regiones que suelen estar “desesperadas por la lluvia”.

4. Reverdecen la Tierra

A medida que los huracanes tocan tierra, su viento sopla esporas y semillas más allá de donde normalmente caerían. Este efecto puede verse a miles de kilómetros tierra adentro a medida que las tormentas se alejan de la costa.

Los huracanes a menudo dispersan el follaje de los árboles, lo que combate los incendios forestales.

Los nutrientes frescos y los sedimentos que traen los huracanes pueden generar nuevos brotes de plantas, lo que más tarde puede conducir a un crecimiento en la fauna.

Fuente e imagen: https://www.semana.com/nacion/articulo/huracan-iota-los-efectos-positivos-del-fenomeno-en-el-medioambiente/202038/

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Colombia: Sangrienta pacificación en Colombia

Sangrienta pacificación en Colombia

Renán Vega Cantor

Prólogo del libro El fracaso de los acuerdos de paz en Colombia, de Oto Higuita (Dyskolo/Rebelión 2020)

El libro libre que ahora difunde Rebelión, cuyo autor es Oto Higuita fue publicado en papel en 2018 con el título «El fracaso de los acuerdos de paz en Colombia». El libro fue escrito entre el momento de la derrota en el referéndum de octubre de 2016 y antes de la victoria del candidato del uribismo en las elecciones de 2018, quien hoy ocupa la Casa de Nariño.

En este sintético escrito se hace un recorrido a vuelo de pájaro sobre la historia colombiana de las guerras y los fallidos acuerdos de paz, siempre incumplidos por el Estado y las clases dominantes. Esa reflexión termina, por supuesto, con el análisis del acuerdo entre el gobierno de Juan Manuel Santos y la guerrilla de las Farc.

Aunque solo han transcurrido dos años desde el momento de su edición, en tan corto tiempo han acontecido muchas cosas en Colombia, que indican el fracaso del proceso de paz, cuyos documentos finales se firmaron hace cuatro años.

Pincha en la imagen para descargar

“Una falsa pacificación impuesta a fuego puede germinar la semilla de una nueva guerra”.

Sinar Alvarado, “Las demasiadas muertes en Colombia”, The New York Times, noviembre 1 de 2019.

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Un elemento que se destaca en la exposición es el relativo a las razones que explican el incumplimiento y la traición de larga duración de las clases dominantes en Colombia, que se remiten, y es un hecho que no se menciona en el libro, a la felonía agenciada en el año de 1781 en el virreinato de la Nueva Granada a las demandas de los insurrectos comuneros. El encargado por parte del poder colonial hispánico de firmar las capitulaciones que acordaron con los miles de comuneros que se encontraban en las goteras de Santafé de Bogotá, fue el arzobispo Antonio Caballero y Góngora. Los comuneros creyeron en el acuerdo escrito, refrendado por la palabra de este personaje, y se disolvieron y a las pocas semanas se inició la represión contra los conductores del movimiento y su principal dirigente, José Antonio Galán, fue brutalmente asesinado por el poder colonial. Quien recomendó su persecución fue el propio Caballero y Góngora y el mismo estuvo detrás de los terribles castigos que se le infringieron antes de matarlo. Su sentencia de muerte, decretada el 30 de enero de 1782, proclamaba:

Condenamos a José Antonio Galán a que sea sacado de la cárcel, arrastrado y llevado al lugar del suplicio, donde sea puesto en la horca hasta cuando naturalmente muera. Que, bajado, se le corte la cabeza, se divida su cuerpo en cuatro partes y pasado por la llamas (para lo que se encenderá una hoguera delante del patíbulo); su cabeza será conducida a Guaduas, teatro de sus escandalosos insultos; la mano derecha puesta en la plaza del Socorro, la izquierda en la villa de San Gil; el pie derecho en Charalá, lugar de su nacimiento, y el pie izquierdo en el lugar de Mogotes [y] declarada por infame su descendencia, ocupados todos sus bienes y aplicados al fisco; asolada su casa y sembrada de sal, para que de esa manera se dé olvido a su infame nombre y acabe con tan vil persona, tan detestable memoria, sin que quede otra que la del odio y espanto que inspiran la fealdad y el delito.[1]

Galán fue brutalmente ejecutado, de acuerdo con la sentencia, el primero de febrero de 1782. Por su parte, Caballero y Góngora estuvo involucrado en una maniobra oscura que terminó con la muerte del virrey Juan de Torrezar Pimienta en 1782, a los pocos meses del fin de la insurrección de Los Comuneros, y movió los hilos para que fuera nombrado por Carlos III como Virrey de la Nueva Granada, lo que efectivamente alcanzó, y se desempeñó en ese cargo durante siete años.

Este ejemplo es un anticipo de lo que luego vendrá en Colombia: represión y escarnio para los que se rebelan y premio para los que traicionan, persiguen y masacran a los sublevados. Algo que sigue siendo una cruda realidad en la Colombia contemporánea, como lo demuestran elementales hechos que sufrimos a diario, y sobre los cuales Oto Higuita se refiere en su ensayo.

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En el análisis histórico que se realiza en este libro se destaca la experiencia del primer proceso de paz de la historia contemporánea de Colombia, el de 1953, cuando, tras el golpe de Estado del general Gustavo Rojas Pinilla, se pactó la entrega de armas por parte del movimiento guerrillero que se levantó contra la hegemonía conservadora, que había sido organizado inicialmente por el partido liberal, y cuyo hecho más destacado fue la desmovilización de las guerrillas del llano, bajo la conducción de Guadalupe Salcedo Unda. Lo que vino después de esa desmovilización de campesinos insurrectos fue el asesinato de miles de ellos, incluyendo al propio Guadalupe Salcedo, quien fue acribillado el 6 de junio de 1957 en Bogotá por la policía, en una emboscada aleve y cobarde. Como suele ser común en nuestro país, el hecho fue descrito como una acción defensiva de la policía, como lo registró una nota periodística:

Cerrado por los dos vehículos policíacos, el taxi debió detenerse pero sus ocupantes se negaron rotundamente a obedecer la orden de rendirse, antes por el contrario, uno de ellos “esgrimió desde el carro una pistola”. Acto seguido se trabó el tiroteo y momentos después dos de los ocupantes del taxi salían tambaleantes: uno de ellos cayó dentro de un zanjón y el otro en medio de la vía, mientras que los otro cuatro restantes eran capturados. [2]

Lo llamativo es que el cuerpo de Guadalupe Salcedo tenía disparos en ambas palmas de la mano, en la cabeza, en un hombro y un muslo, lo que indicaba que había sido asesinado a quemarropa y en total indefensión, porque esa era la orden. La policía siempre negó que hubiera sido un crimen de Estado, pero años después el camarógrafo de un noticiero de televisión descubrió en el Museo de la Policía Nacional, ubicado en el centro de Bogotá, la máscara necróptica del guerrillero liberal, en cuya ficha de identificación se podía leer: “Guadalupe Salcedo bandolero que operó en los Llanos Orientales, dado de baja en operativo de la Policía Nacional”[3]. Más claro ni el agua, del reconocimiento de un crimen de Estado, propio del terrorismo oficial que se impuso en Colombia desde el 9 de abril de 1948 y que mata a diestra y siniestra a los que considera como sus enemigos, como aconteció con el indefenso jefe guerrillero del llano.

Nos hemos referido a este acontecimiento, por su trascendencia y porque es el antecedente más parecido a lo que está sucediendo hoy con los excombatientes de las Farc. Esa eliminación sistemática y planificada de exterminar a los guerrilleros liberales, que se amnistiaron y entregaron sus armas en 1953, es similar a lo que sucede hoy. Este hecho lo recuerda Oto Higuita, quien también comenta el genocidio de la Unión Patriótica con posterioridad a los acuerdos de La Uribe de 1984. En este caso no se estaba asesinado a exguerrilleros sino a líderes sociales y políticos que nunca habían empuñado las armas, ya que fueron acribillados concejales, senadores, representantes a la cámara, alcaldes y militantes políticos, hasta alcanzar la cifra de unas cinco mil personas.

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El recordatorio de lo acontecido con Guadalupe Salcedo no es una mera curiosidad histórica, sino una muestra de lo que se convirtió en pauta para las clases dominantes y el estado colombiano con referencia al incumplimiento absoluto de los acuerdos de paz y el asesinato de los guerrilleros desmovilizados.

Este es el primer punto que vale la pena evocar sobre la situación actual, dado que el elemento básico para hablar del cumplimiento de un acuerdo es el respeto de la vida de los excombatientes, quienes, al fin y al cabo, dejaron las armas para evadir la posible muerte en combate. Y lo que está sucediendo en Colombia ahora mismo es un genocidio político de los excombatientes de las Farc, puesto que en el momento en que se escriben estas líneas han sido asesinados 230 exguerrilleros, a lo que debe sumarse 45 de sus familiares y el haber soportado unos 300 atentados. Esto se ha producido a lo largo y ancho del territorio colombiano, lo que indica que es un plan sistemático de exterminio, frente al cual reina la pasividad absoluta de la sociedad colombiana o, peor aún, la aceptación y el aplauso de un importante sector de la misma.

Que en Colombia no haya existido ni una voz de protesta tras el asesinato del primer excombatiente, lo que aconteció a principios de 2017, dejó abierto el camino hacia el genocidio en marcha, porque el silencio que es el respaldo tácito a la impunidad con que actúan los asesinos, vinculados directa o indirectamente con el Estado y que hacen parte del brazo armado del bloque de poder contrainsurgente.

Desde este punto de vista el primer aspecto que indica el fracaso del proceso de paz entre el gobierno de Santos y las Farc estriba en que no se respeta la vida de los firmantes y desmovilizados.

Además, para indicar el carácter organizado y sistemático del genocidio, han sido asesinados combatientes rasos, hombres y mujeres, mandos medios, comandantes de frente, en el campo, en ciudades intermedias y en Bogotá. Se registran hechos de sevicia contra excombatientes, como lo acontecido en Norte de Santander, cuando Dimar Torres antes de ser ejecutado fue castrado por miembros del Ejército colombiano.[4]

El asesinato de excombatientes está en la base de nuevas guerras, puesto que muchas personas prefieren volver a enmontarse y armarse antes que dejarse matar inermes y desarmados. Ahora, eso mismo vuelve a suceder, puesto que miembros del partido de las Farc se están uniendo a las disidencias o a la Nueva Marquetalia.

La asimetría de los resultados del acuerdo en términos de muertos es evidente: desde que se firmó el acuerdo y comenzó el desarme en 2016, en promedio cada cinco días se está asesinando a un antiguo insurgente, mientras que por parte de las fuerzas armadas del Estado no ha habido ni un solo muerto, causado por miembros del actual partido de la rosa.

Para darse cuenta de cómo se han modificado las cosas, digamos que, según cifras oficiales, entre 2005 y 2016 murieron 2859 integrantes de las Fuerzas Armadas en combates con las Farc[5]. Estamos hablando de una asimetría absoluta, porque ahora los muertos solamente vienen del lado de los desmovilizados, que están muriendo casi al mismo nivel que morían cuando había combates, si recordamos que desde el inicio de la Fase Exploratoria y hasta el cierre de la negociación en 2016, el Estado colombiano masacró a 303 guerrilleros[6]. En estas condiciones, la pregunta elemental es solo una: ¿De qué paz se habla si ahora están muriendo tantos insurgentes como cuando había guerra? En este caso, no hay que filosofar mucho para concluir que antes que paz, lo que está en marcha es un brutal proceso de pacificación, en que el bloque de poder contrainsurgente asume la labor de destruir al adversario, luego de incumplir lo pactado.

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Entre algunos de los grandes problemas de las negociaciones de La Habana, que se han desnudado plenamente en estos cuatro años, se encuentran el no haber desmontado las estructuras paramilitares ni el terrorismo de Estado, ni haber modificado un pelo la doctrina anticomunista y contrainsurgente de las Fuerzas Armadas, ni haber logrado nada en materia de soberanía con respecto a los Estados Unidos. Tras estos grandes asuntos se encuentran otros, como los de la preservación del neoliberalismo, mantener incólume el poder de los grandes propietarios de la tierra, la ausencia de una reforma política, la forma como terminó la justicia transicional, en donde desapareció el juicio a terceros, y prácticamente quedó como una instancia para juzgar a las Farc, en una especie de tribunal de venganza. Todos estos elementos son señalados por Oto Higuita, pero con los elementos nuevos de los dos últimos años merecen ser complementados.

Al mismo tiempo, otros hechos derivados de gran importancia que han demostrado que nada ha cambiado en este país, radica en haber dejado incólume el aparato de propaganda del bloque de poder contrainsurgente, que tan útil ha sido para sustentar el proyecto antipopular y crear un imaginario negativo con respecto a la antigua insurgencia, de odio y de venganza.

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El paramilitarismo nunca fue desarmado y por eso hoy sigue incólume y mantiene el terror en vastas regiones del país, asesina a luchadores populares y a excombatientes y es el principal responsable de las masacres que siguen presentándose en este país. Solo en lo que va corrido de los ocho primeros meses de este año, 2020, se tienen documentadas 46 masacres en todo el territorio colombiano.[7] Cuando se supone que se están implementando los acuerdos, ¿cómo es posible que se mantengan las masacres, al mismo ritmo que se han dado en los últimos 40 años y recobren los niveles de sadismo de otros tiempos? Esto no puede entenderse desde una lógica antidrogas, que forma parte del discurso oficial del régimen de Iván Duque y de gran parte de la prensa y de los políticos de izquierda y de derecha. Afirmar eso es desconocer los problemas nunca resueltos y que fueron tocados en forma marginal en los acuerdos de La Habana (como el de la concentración de tierras y el poder de ganaderos y terratenientes), que explican la existencia del paramilitarismo, uno de cuyos soportes es la defensa de la gran propiedad y por eso se mantienen los ejércitos de exterminio, como para decir que no están dispuestos a ceder ni un milímetro de sus tierras, argumentando que existiría una supuesta transformación rural como resultado de los acuerdos.

Las masacres no son indiscriminadas ni ciegas, ni responden principalmente a las órdenes de los empresarios de las drogas de uso ilícito, sino que son obra de la contrainsurgencia de siempre para bloquear cualquier reivindicación y deseo de democratizar la sociedad colombiana. Por eso, se mata a jóvenes universitarios, a niños desplazados en los cañaduzales, a reclamantes de tierras, a ambientalistas que denuncian los megaproyectos mineros, a indígenas, campesinos y a miembros de comunidades negras, porque todos ellos son obstáculos en el proceso de acumulación traqueta de capital.

No es casual que las masacres se acentúen cuando se ha tocado, así sea solamente en términos simbólicos, a una de las columnas centrales del paramilitarismo, personificado en un expresidente de la República y no es raro que sus voceros de prensa hayan amenazado con que eso iba a suceder si se rasguñaba al dueño del Ubérrimo. Así lo anunció en público la periodista estrella del uribismo cuando dijo: “Si a Uribe lo ponen preso, les doy una pésima noticia a sus malquerientes: no se acabarán los problemas que tiene Colombia. Tampoco llegará la paz que todos deseamos. Quizás la violencia se agudice. La Corte tiene la palabra”.[8] Dicho de otra forma, con el jefe no se metan, porque si lo hacen habrá violencia y los responsables son los magistrados de la corte que se atrevieron a realizar tamaño despropósito. Vaya casualidad, que a los pocos días de este anuncio arreciaron las masacres en todo el país.

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Otro de los temas que demuestran el fracaso de los acuerdos de La Habana está relacionado con el imaginario anticomunista, señalador y homicida, que se ha renovado en forma burda en los últimos años, presentado con la denominación de castrochavismo, que logró imponer el No en el plebiscito de 2016, luego montó a Iván Duque como subpresidente y no ha cesado de justificar la represión y persecución de quienes no comulgan con el credo del Centro Democrático y sus áulicos.

Ese imaginario anticomunista ha justificado asesinados, montajes judiciales, señalamientos criminales a través de los medios de desinformación que indican que no se establecieron las bases para hacer política en forma legal y con seguridad, que era quizá el principal objetivo de los acuerdos y el desarme de las Farc. Nada de eso se ha realizado y se ha impuesto una macarticación constante, que muestra como si fuera un delito pertenecer al partido político de las Farc. Un ejemplo reciente ilustra lo que estamos diciendo, que se derivó de la masacre de ocho jóvenes en el municipio de Samaniego (Departamento de Nariño). Luego de que se cometió la masacre, empezaron a circular mensajes en las redes sociales que decían que esa masacre se había cometido porque los muertos eran miembros de las juventudes de las Farc, como si esto en sí mismo fuera un delito o un crimen y fuera una justificación valida del asesinato. El señalamiento llevó a que los jóvenes de Samaniego organizaran una manifestación en la que portaban carteles en los que se decía: “No somos de las Juventudes de las Farc”

Este es un hecho indicativo de que nada ha cambiado en este país, puesto que los jóvenes tienen que salir a la calle a decir que no son de las Farc, como si eso mismo fuera un delito, y justificara atentar contra el que pertenezca a ese partido.

Hasta el punto llega el juego macabro de esa lógica, que un reconocido miembro de la extrema derecha y ligado al paramilitarismo de los ganaderos publicó una foto en la que adulteraba este mensaje, junto con la justificación de la masacre:

¡Qué buen ejemplo de concordia y de tolerancia el que existe hoy en Colombia, que sería risible si no es porque es una justificación burda de los asesinatos contra los jóvenes colombianos! De esos señalamientos se desprende una conclusión brutal: quien sea un militante de aquellas organizaciones que son señalados como comunistas o terroristas merece ser asesinado, eso es lo que se hace a diario en este martirizado país, y tal práctica cotidiana y macabra forma parte del proyecto de pacificación en marcha.

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El caso de Jesús Santrich denota el trasfondo del proceso de paz y la perfidia del bloque de poder contrainsurgente para incumplir lo pactado y para dejar claro que no está dispuesto a permitir la participación en política de los insertados que no se atienen al orden oligárquico en Colombia. La persecución cobarde y cínica contra Santrich se fraguó, hay que subrayarlo, durante el gobierno de Juan Manuel Santos, el mismo que firmó el acuerdo y le había dado la mano a Santrich y a Iván Márquez, y quien obtuvo el Premio Nobel de Paz (¡!). Pues este individuo, con ayuda de un fiscal incondicional y opuesto al proceso de paz y con la participación directa de los Estados Unidos, propició un montaje burdo, sin ningún tipo de evidencia, en el que inculparon al dirigente de las Farc de ser un narcotraficante. Para eso montaron un tinglado de mentiras, calumnias, desinformación y lo sometieron a cárcel y tortura durante varios meses y si Santrich no se les va de las manos hubiera sido asesinado o recluido en una cárcel de máxima seguridad de los Estados Unidos, como Simón Trinidad, quien se hunde en las mazmorras del imperio desde hace casi 20 años.

Esta persecución fue fríamente calculada por el régimen de Juan Manuel Santos y se dirigió a aquel dirigente que no abandonó su crítica directa y frontal al capitalismo colombiano, que se negó a plegarse a las veleidades de un parlamento corrupto, que no aceptó las mentiras del bloque de poder para arrodillarse y pedir perdón por haberse revelado con las armas en la mano y que señaló que el acuerdo de paz no era el fin de un proyecto revolucionario, sino un momento más en la lucha anticapitalista, bajo otras condiciones. Todo ello resultó inadmisible para las clases dominantes de este país, y para un sector de la propia dirigencia de las Farc (que controla en la actualidad el partido) y por eso era necesario deshacerse de un personaje tan incomodo, culto y letrado, con lo que además se indicaba cuál es el verdadero alcance del desarme y la desmovilización, que no se entiende solamente como dejar de emplear las armas de guerra, sino también el arma de la crítica y aceptar las “normas de convivencia” del capitalismo colombiano, de sus medios de desinformación, de sus pseudointelectuales y aceptar como legitimo el terrorismo de Estado imperante, considerándolo como un “Estado social de derecho”.

El resultado nefasto de esa persecución está a la vista: generar un efecto de demostración para que nadie se atreva a transgredir las normas impuestas, entre las cuales se encuentra alabar la tan mentada e imaginaria “democracia colombiana”, conformándose con unas migajas para unos dirigentes acomodados en las sillas del parlamento. Una consecuencia directa del trato que se le dio a Santrich y a Iván Márquez fue la formación de la Segunda Marquetalia, la que desde luego no se explica solamente por este acontecimiento, pero si se catalizó por la saña que se evidenció contra este dirigente.

Las razones que explican la aparición de la Segunda Marquetalia no pueden reducirse, como hace el bloque de poder contrainsurgente, sus áulicos y gran parte de la izquierda a la vaporosa cuestión de las drogas y el narcotráfico, porque eso es desconocer no solamente los efectos del incumplimiento de los acuerdos, sino las razones sociales que explican la prolongada guerra en nuestro país. Esas condiciones ni mucho menos se han modificado, ni muestran perspectivas de solucionarse, como lo indica el trato que el régimen le ha dado a la pandemia de Coronavirus, regido por un vulgar darwinismo social a favor de los ricos y poderosos (el salvamento de Avianca por el Estado colombiano es el mejor ejemplo), y la enfermedad y muerte para los pobres y humildes, a nombre del sálvese quien pueda.

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Otro de los elementos que muestran el fracaso de los acuerdos de La Habana está referido al regreso de la sustitución forzada de cultivos de uso ilícito, entre los que se destaca la hoja de coca. En el gobierno de Iván Duque se ha impuesto la misma fallida y criminal política antidrogas que el Estado colombiano viene aplicando desde la década de 1970, una burda copia de lo que dictamina Estados Unidos, que se centra en atacar las zonas campesinas de producción, mediante el uso de la fuerza militar y la utilización de glifosato. Este herbicida que daña la tierra, el aire, el agua y envenena a las personas, ha sido empleado en Colombia durante 35 años hasta el último período del gobierno de Juan Manuel Santos, cuando se suspendió su aspersión. Pero ahora, por presiones de los Estados Unidos, acogidas al pie de la letra por el régimen de Duque, se está planteando volver a fumigar a los campesinos, lo cual se viene justificando con las masacres, con el pueril argumento que si se fumiga van a desaparecer las condiciones que las generan. Esta lógica burda sigue al pie de la letra la concepción contrainsurgente de no resolver nunca los problemas de base del país, sino recurrir a las balas y a las botas oficiales para echarle más fuego a la candela, en lugar de apagar los incendios.

Además, en diversas zonas del país han vuelto a ser asesinados campesinos cocaleros por el Ejército, como muestra de una política represiva, a lo que se reduce la presencia del Estado[9]. Y eso es lo que se hace en las zonas cocaleras y en los territorios que antes controlaban las Farc-Ep y que el Estado solamente ve como frentes de guerra y represión.

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Las Fuerzas Armadas del Estado colombiano nunca han abandonado su doctrina contrainsurgente, anticomunista y antipopular en la que han sido formadas en los últimos 60 años. Esas Fuerzas Armadas no hablan de paz sino de pacificación, lo que quiere decir que para ellos no existen acuerdos que haya que cumplir y respetar, sino que lo que se presentó fue una derrota del enemigo, y como tal hay que asumirlo.

Esa arrogancia triunfalista de muestra a diario, en los desfiles militares, en las columnas de opinión de los militares activos metidos a periodistas, en el engrandecimiento de los pretendidos “héroes patrios” y, sobre todo, en sus acciones cotidianas de impunidad contra los pobres en campos y ciudades, que no se diferencian de lo que han venido haciendo desde hace décadas.

Eso se evidencia con las declaraciones de los Ministros de Defensa (sic) y de los comandantes de tropa, que han llegado a manifestar que ellos no creen en el cuento de la paz, ni de medias tintas por el estilo, sino en los clásicos métodos con que suelen proceder, como los de las desapariciones forzadas, los crímenes de Estado (llamadas en forma eufemística como “falsos positivos”), las violaciones de niñas y jóvenes, los bombardeos indiscriminados en que se mata en forma consciente a niños, y en toda la panoplia de retórica guerrerista contra la población civil. Sobresale al respecto el control y la vigilancia de los opositores, su seguimiento ilegal, y los métodos tradicionales de la estrategia contrainsurgente, hasta el punto de que The New York Times señala “la vigencia de la guerra sucia, ejercida por el Estado. Y también la fragilidad de la política colombiana, que no termina de sacudirse las maneras más primitivas de la guerra”. Por ello, no extraña que

Durante la gestión de Duque, al menos un asesinato atribuido al ejército ha sido probado, el de Dimar Torres, un excombatiente de las Farc. La violencia oficial en Colombia es un ciclo incesante donde la agresión nunca desaparece; simplemente perdura y se adapta con mínimos cambios de forma.[10]

No por casualidad en el proyecto de presupuesto general de la nación para el 2021 son destinados recursos 22 veces más altos para las fuerzas armadas que los que se dedican a agricultura, comercio e industria. Una buena parte de esos recursos son para pagar los sueldos de una tropa de 452 mil efectivos (entre militares, policías y organismos secretos) y a mantener los privilegios de la cúpula militar, que no es vigilada ni supervisada por ninguna entidad, por aquello del ruido de sables de un poderoso lobby militar enquistado gracias a la guerra interna. Y esas fuerzas armadas no quieren, desde luego, que desaparezcan sus privilegios, engrasados con la sangre y el dolor de millones de colombianos. Como bien lo ha dicho el columnista de The New York Times en Colombia: “Juan Manuel Santos, el expresidente pacificador, de algún modo prefirió dejar quietos a los hombres de armas con tal de comprometerlos en su meta principal”, que no era otra que desarmar y desmovilizar a las Farc-Ep.[11]

10

Colombia siempre ha sido un foco de conflicto en Sudamérica, por los efectos de nuestra guerra interna y eso ha sido promovido por los Estados Unidos en su propio beneficio estratégico. En concordancia, el Tío Sam está detrás del proyecto contrainsurgente que se impuso en nuestro país desde la década de 1950 y se vincula con el mismo proyecto en el resto del continente. Las clases dominantes de Colombia han sido incondicionales al dominio estadounidense desde mediados del siglo XX, lo que se ratificó con la adopción del Plan Colombia durante el gobierno de Andrés Pastrana (1998-2002), que comenzó mientras se realizaban los fallidos diálogos del Caguán y fue implementado a sangre y fuego por el régimen de Álvaro Uribe Vélez.

Ese Plan Colombia no era de uso exclusivamente interno, sino que tuvo una dimensión continental para asegurar la hegemonía de los Estados Unidos en tiempos de emergencia de gobiernos progresistas en el continente. Desde un comienzo era claro que el Plan Colombia no pretendía luchar contra las drogas, sino que tenía finalidades contrainsurgentes más allá de Colombia, y en particular se dirigía contra la Venezuela bolivariana de Hugo Chávez.

Venezuela participó activamente como mediador en los diálogos de La Habana, con la perspectiva de que la paz interna en Colombia contribuyera a reducir agresiones y provocaciones en la frontera, pero sucedió lo contrario, porque la desmovilización de las Farc significó que el gobierno de Juan Manuel Santos, con felonía calculada y al servicio del imperialismo estadounidense, reforzara el nefasto papel de Colombia de usar su territorio para agredir a Venezuela, lo que se acentuó durante el régimen de Iván Duque, que es una ficha servil e incondicional de los Estados Unidos.

Sobre la presencia de tropas en los Estados Unidos en territorio colombiano, la revista Semana hizo esta confesión: “En el pico, hubo alrededor de 1.000 soldados y contratistas y hasta 51 edificios militares estadounidenses en Colombia. Esos números han disminuido sustancialmente. ¿Sería posible el desembarco de «5.000 tropas» en el país, como sugería la libreta de Bolton?”.[12]

Y como parte de esa agresión sobresale el reforzamiento de Colombia como un portaviones terrestre de los Estados Unidos, con sus numerosas bases y presencia militar y mercenaria (que se demostró en forma nítida con la agresión del 3 de mayo de 2020 (Operación Gedeón) contra territorio venezolano), el aumento de tropas estadounidenses en nuestro territorio y el proyecto de “Colombia crece”, que es simplemente la continuación del Plan Colombia.

Con bombos y platillos, el régimen de Duque y enviados de los Estados Unidos, entre ellos del Comando Sur, anunciaron la inversión de 5000 millones de dólares para el nuevo plan. El anuncio retórico se basa en los mismos supuestos de hace 20 años, combatir el narcotráfico, lo cual ya es falaz, porque siempre se dijo que ese Plan había sido un éxito en su lucha contra las drogas. Esa es la forma, porque el fondo es el mismo de siempre, es un proyecto contrainsurgente y en este caso específico, que va dirigido contra Venezuela. En concordancia se refuerza el proyecto de Zonas Futuro, aprobado en enero de este año, y en el que ya se anunciaba el dinero de Estados Unidos. Lo llamativo es que algunas de esas zonas limiten con Venezuela, algo que no puede pasar a segundo plano, en momentos en que arrecia la agresión contra el hermano país.

En conclusión, puede decirse que los acuerdos de Paz con las Farc en lugar de ser un hecho que contribuyera a la paz regional dejo las manos libres del Estado y de las Fuerzas Militares tras la desmovilización de esa insurgencia, lo que afianzo la estrategia de convertir nuestro territorio en punta de lanza contra Venezuela, como parte de la guerra hibrida y no convencional que Estados Unidos libra contra ese país, y en donde Colombia desempeña un vergonzoso papel de títere amaestrado.

El problema es que, en cualquier momento, eso podría terminar en un conflicto de otra índole con repercusiones inimaginables para nuestro país, que recordemos tiene una frontera con Venezuela de 2219 kilómetros.

11

En términos estructurales el tema de la tierra es el asunto más álgido del país y que se tocó como primer punto de los acuerdos, donde se dice:

…Que a juicio del Gobierno la transformación estructural del campo debe contribuir a reversar los efectos del conflicto y a cambiar las condiciones que han facilitado la persistencia de la violencia en el territorio. Y que a juicio de las Farc-Ep dicha transformación debe contribuir a solucionar las causas históricas del conflicto, como la cuestión no resuelta de la propiedad sobre la tierra y particularmente su concentración, la exclusión del campesinado y el atraso de las comunidades rurales.

Al respecto, al 31 de marzo de este año al Fondo de Tierras, que se estipuló en el acuerdo, habían sido transferidas 1 millón de hectáreas, que corresponde al 30% del total estipulado. Lo más significativo es que hasta ahora no se haya adjudicado ni un solo predio a los campesinos, como resultado del acuerdo, al punto que Jairo Estrada, representante en la Comisión de Seguimiento, Impulso y verificación de la Implementación del Acuerdo de Paz  (Csivi) “Nosotros no conocemos los campesinos de carne y hueso que puedan decir ‘por cuenta del Acuerdo de Paz me entregaron esta tierra gratuitamente que provenía del Fondo de Tierras’”.[13]

Junto al Fondo de Tierras, en el acuerdo se planteó la formalización de la entrega de siete millones de hectáreas de tierra a los campesinos que las poseen o son sus dueños y eso debería cumplirse en el 2026. Hasta el momento solo se han formalizado 100 mil hectáreas, lo que indica la lentitud del asunto, paquidermia característica de la historia colombiana cunado de repartir la tierra se trata. Un estudio de La Contraloría General de la Nación indica que a ese ritmo se van a necesitar 25 años adicionales para cumplir ese acuerdo.

Adicionalmente, en el campo no ha cesado la violencia y la persecución a campesinos, indígenas y reclamantes de tierras, que están siendo sometidos a un proceso sistemático y planeado de exterminio, que organizan y financian los grandes terratenientes y ganaderos, que crearon un ejército antirrestitución de tierras, que viene operando desde hace años y que ha aumentado sus acciones criminales, luego de la firma del acuerdo de La Habana.[14]

12

Un último punto en esta presentación, sin ser exhaustivos ni agotar el tema. En el registro del año anterior sobre el asesinato de ambientalistas en el mundo, Colombia ocupó el deshonroso primer lugar, lo cual se complementa con la destrucción de gran parte de nuestro manto forestal, mediante los incendios programados en nuestros bosques de la amazonia, del Choco y de otras regiones del país. Este hecho se explica en gran medida por el proyecto pacificador del bloque de poder contrainsurgente, con sus terratenientes y ganaderos al frente, de tomarse los territorios a los que hasta hace pocos años no habían podido llegar, en su propósito de abrir fundos ganaderos, lotes para sembrar cultivos de exportación (palma aceitera, caña de azúcar, caucho…), extraer petróleo, minerales y explotar recursos forestales. Esa nueva conquista solo ha sido posible por la salida de las Farc de esos territorios, que por la guerra se habían mantenido lejos del saqueo.

Los campesinos de varias regiones del país vieron la llegada desde finales del 2016 de gente que no conocían y que traían grandes máquinas para limpiar la tierra. Por ejemplo, en el Bajo Caguán,

don Emilio Rojas Moncada, campesino y colono desde los años ochenta, habla de su angustia frente a la llegada de nuevos actores al territorio y de lo que él considera un desastre ecológico terrible: la tala y quema de cientos de hectáreas de bosque. “Hay partes donde han tumbado entre 200 y 300 hectáreas, y no son campesinos. A la zona está llegando gente de afuera, grandes empresarios que amenazan no solo la montaña, sino la seguridad de todos nosotros”.

En forma lapidaria la Revista Semana lo ha dicho: “En muchos de los territorios donde antes dominaba la guerrilla se ha disparado la deforestación”, por lo que, en muchas regiones del país, “la naturaleza es la principal víctima de la paz”.[15]

13

Después de todas estas vueltas, regresamos al libro de Oto Higuita, del que no nos habíamos olvidado. Simplemente estábamos actualizando algunos de los aspectos que allí se mencionan. Y queremos cerrar con una idea que se encuentra en las últimas paginas del libro, que con el proceso de paz se selló una “derrota estratégica”, lo que llevó a que no se consiguiera nada significativo en el acuerdo y se impusiera la lógica del bloque de poder contrainsurgente y se presentara una separación radical entre la dirigencia de las Farc y sus bases históricos, que son las que están siendo exterminadas.

Ese bloque de poder tiene dos fracciones definidas que con diferencias de matiz no son antagónicas y, en términos de eliminar la insurgencia, se identifican plenamente, con la diferencia de que el sector terrateniente (el uribismo) solo piensa en la destrucción militar del enemigo, mientras que el sector financiero (representado ahora en el santismo) combinó la acción militar con el dialogo. Pero, finalmente, eso condujo al efecto deseado de destruir a las Farc, y luego de conseguido ese objetivo, el uribismo completa la tarea de hacer trizas lo acordado, y con ello mata a los antiguos insurgentes y elimina cualquier atisbo de democratización real en la sociedad colombiana.

A la conclusión de la derrota estratégica se llega con dolor, puesto que los previsibles resultados están a la vista al ver como se esfuma la posibilidad de que terminara la guerra en Colombia y se emprendiera el camino de construir una sociedad decente. Ese mismo dolor es que sentimos los colombianos que soñamos y luchamos por otro tipo de país y vemos frustrado otro intento más de alcanzar una paz negociada, que beneficiara a la mayoría de los colombianos y que significara que se pudiera hacer política sin el riesgo de morir en el intento.

Por esta razón, tanto Higuita como nosotros escribimos con un dolor que nos carcome las entrañas, ante la criminalidad del bloque contrainsurgente y la impotencia que eso genera. Y también causa desazón constatar la manera como, luego de la firma de los acuerdos, se fueron disgregando las Farc, hasta convertirse en la actualidad, como lo había vaticinado, el malogrado François Houtart, en un “pequeño partido socialdemócrata”. Pero es otro tema, que queda fuera del marco de nuestro análisis, ya que hemos querido centrar la atención en la perfidia, traición e incumplimiento por parte de ese bloque de poder contrainsurgente, lo que en últimos implica la prolongación de la guerra, con sus secuelas de sangre, horror y sufrimiento para la población colombiana. Por ello, vuelven a cobrar validez las palabras de Manuel Marulanda Vélez cuando sostuvo: Volveremos a hablar de paz dentro de 20 mil muertos.

Septiembre de 2020

Notas:

[1]. “Sentencias de José Antonio Galán y Compañeros, [1781]”, en Juan Friede, Rebelión Comunera de 1781, Documentos, Tomo II, Instituto Colombiano de Cultura, Bogotá, 1981, pp. 626-627.

[2]. “Guadalupe Salcedo muerto hoy en Bogotá”, El Independiente, junio 6 de 1957, p. 3.

[3]. Citado en Pedro Nel Suarez, ¿Quién mató al capitán?, http://www.alcarajo.org/quien-mato-al-capitan/).

[4]. https://especiales.semana.com/el-asesinato-de-dimar-torres/index.html

[5]. https://lasillavacia.com/nuestras-armas-dejadas-jamas-volveran-guerra-78112

[6]. Ibid.

[7]. Indepaz, Informe de masacres en Colombia durante el 2020. Con corte 25 de agosto de 2020. Disponible en: http://www.indepaz.org.co/wp-content/uploads/2020/08/Masacres-en-Colombia-2020-INDEPAZ-25-agosto-2.pdf

[8]. Vicky Dávila, “Álvaro Uribe”, Semana, agosto 1 de 2020. Disponible en: https://www.semana.com/opinion/articulo/alvaro-uribe/690940

[9]. https://www.radiomacondo.fm/noticias-nacionales/ejercito-asesina-a-campesino-en-zona-rural-de-cucuta/

[10]. Sinar Alvarado, “El espionaje volvió a la política colombiana”, The New York Times, enero 17 de 2020. Disponible en: https://www.nytimes.com/es/2020/01/17/espanol/opinion/chuzadas-colombia.html?action=click&module=RelatedLinks&pgtype=Article

[11]. Sinar Alvarado, Un ejército de agresores camuflados, The New York Times, julio 21 de 2020. Disponible en: https://www.nytimes.com/es/2020/07/21/espanol/opinion/colombia-ejercito.html

[12]. Semana, enero 29 de 2019.

[13]. Citado en Sebastián Forero Rueda, Así va el Acuerdo de Paz: la deuda con la Reforma Rural Integral. Disponible en: https://www.nytimes.com/es/2020/07/21/espanol/opinion/colombia-ejercito.html

[14]. Juan Goméz Tobón y Ariel Avila, “El ejército antirrestitución y la guerra contra los reclamantes”, El Espectador, abril 13 de 2019. Disponible en: https://www.elespectador.com/noticias/nacional/el-ejercito-antirrestitucion-y-la-guerra-contra-los-reclamantes/

[15]. https://sostenibilidad.semana.com/medio-ambiente/articulo/deforestacion-en-colombia-despues-del-acuerdo-de-paz-con-las-farc/41088

Renán Vega fue miembro de la Comisión Histórica del Conflicto Armado y sus Víctimas, creada en la mesa de dialogo de La Habana.

Fuente de la Información: https://rebelion.org/sangrienta-pacificacion-en-colombia/

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Denuncian el asesinato de otro firmante de la paz en Puerto Caicedo, Colombia

América del Sur/Colombia/22-11-2020/Autor(a) y Fuente: www.telesurtv.net

El cuerpo sin vida de Bryan Steven Montes Álvarez fue encontrado en el sector veredal de El Picudo, con varios impactos de bala.

El Partido Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común de Colombia (FARC) denunció este viernes el asesinato de otro de los firmantes del Acuerdo de Paz con el Gobierno, Bryan Steven Montes Álvarez, en la zona rural de El Picudo, en el departamento del Putumayo.

De acuerdo a la información preliminar, el cuerpo sin vida de Álvarez fue encontrado en el sector veredal de El Picudo, en el municipio de Puerto Caicedo, con varios impactos de bala que habrían ocasionado su deceso.

Álvarez era parte del proceso de reincorporación adscrito al Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación (ETCR) Heiler Mosquera, ubicado en la vereda de La Pradera, el cual agrupa a exguerrilleros del Bloque Sur de las FARC-EP.

“No quisiéramos seguir reportando estos hechos. Ayer en zona rural de Puerto Caicedo, Putumayo fue asesinado el compañero Jairo López (Bryan Steven Montes). Con él son 242 sueños de paz frustrados. Nuestro sincero abrazo a su familia. Que pare el exterminio”, expresó el Partido FARC en su cuenta de Twitter.

El representante a la Cámara, Sergio Marín instó al Gobierno del presidente colombiano, Iván Duque a responder por el aumento de crímenes y masacres en el país suramericano.

“Todos los días desgraciadamente registramos el asesinato de un Firmante de Paz. Ayer en zona rural de Puerto Caicedo, Putumayo fue asesinado el compañero Jairo López (Bryan Steven Montes). 242 vidas por las que el Estado colombiano debe responder”, refirió Marín.

Por su parte, el Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz (Indepaz) denunció que con el crimen de Álvarez suman 242 víctimas de muertes sistemáticas del Partido FARC desde la firma del Acuerdo de Paz.

Fuente e Imagen: https://www.telesurtv.net/news/asesinan-puerto-caicedo-colombia-otro-firmante-paz-20201120-0011.html

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Colombia: Espacios de aprendizaje en contextos reales: procesos de formación más allá de las aulas

Espacios de aprendizaje en contextos reales: procesos de formación más allá de las aulas

Trabajo en equipo, entorno competitivo y colaborativo y el hacer para aprender, son solo algunos de los valores de los estudiantes del Politécnico Grancolombiano, una universidad que crea e impulsa a su comunidad, para que haga parte encuentros de formación, en contextos reales, y de esta forma, además de representar a la institución, lograr que desde temprana edad en sus carreras, los estudiantes se entrenen y fortalezcan como profesionales y tengan oportunidades de construir su hoja de vida.

El apoyo no se basa meramente en una colaboración financiera como podría ser el caso para alguno de los concursos, sino en el seguimiento y construcción en conjunto que hay con la academia durante todo el proceso de participación. Esto logra que se construya una relación única entre estudiante y profesor, donde se fortalecen vínculos colaborativos y se fomenta la competencia sana y los objetivos de desarrollo profesional.

Estos espacios, además, son claves para el futuro laboral en donde siempre se habla de las escasas oportunidades que tienen los recién graduados por falta de experiencia, pues además de fortalecer los saberes en sus áreas profesionales, les permite desarrollar otras habilidades comunicativas y de liderazgo que también se traduce en experiencia.

Asimismo, hay que resaltar que el Poli también cuenta con premios internos que logran fortalecer las diferentes habilidades de los estudiantes, tanto propios como externos, con iniciativas como los premios Persepoli, muestras audiovisuales como: Cortos que van pa´ largo, Pilotos que van pa´l aire o las reconocidas Maratones de Matemáticas, entre otros.

Oro, plata y bronce, en los Effie College 2020

A pesar del difícil año que ha atravesado la educación y en general todos los sectores del mundo por la pandemia y las cuarentenas, los objetivos de fortalecer la educación y contribuir con el desarrollo profesional de los estudiantes sigue siendo un compromiso clave en los procesos de formación del Politécnico Grancolombiano, muestra de eso, son los premios y reconocimientos que no dejan de llegar.

La capacidad resolutiva ante retos de mercadeo y publicidad de estudiantes de instituciones universitarias de Colombia se vio ampliamente reflejado en los Effie College Awards 2020, en el que el Poli fue premiada en varias categorías, como prueba del talento académico y efectividad de las propuestas gestadas en el aula.

Estudiantes de la Escuela de Marketing y Branding y de Formación por Retos fueron los grandes ganadores de estos premios, en la categoría que involucra a las universidades: Effie College, que promueve y reconoce las habilidades de los estudiantes a nivel comercial, comunicacional y publicitario con clientes reales en una competencia a nivel nacional.

Estudiantes del Poli, protagonistas de los premios de publicidad Effie Colombia 2020.

Estudiantes del Poli, protagonistas de los premios de publicidad Effie Colombia 2020. / Cortesía

Desde 2016, la Escuela de Marketing y Branding del Politécnico Grancolombiano ha participado en estos premios, y cada vez con mayor aportación, “por ejemplo, este año fuimos la única institución de educación superior que se presentó en todas las categorías, cuya actividad pedagógica fue liderada por Iván Ruiz, Julián Arias, Julián Bucheli, Julián Perea y Katherine Rozo, docentes encargados de orientar a los diferentes grupos de estudiantes, demostrando así la consolidación del modelo de formación impartido”, explicó Cesar Atehortúa, director de la Escuela de Marketing y Branding del Poli.

Cabe resaltar, que para esta oportunidad los docentes guiaron equipos interdisciplinarios, en el que participan estudiantes del Programa de Mercadeo y Publicidad, y alumnos de otros programas de la Institución como: psicología, sociología y diseño gráfico.

Categorías y premiación:

1. Primer puesto (Oro) por la campaña: Juntos transformamos lo inquebrantable

Equipo: Valentina Obando, Gina Gómez, Danna Arévalo, Paula Torres y Juanita Baquero, con la tutoría de la docente Katherine Rozo.

Cliente: Consejería Presidencial para la Equidad de la Mujer

La agencia de este equipo fue llamada ONEY, en homenaje a una estudiante del Poli de la sede Medellín llamada Oneida (fallecida). Su vida y ejemplo de superación, inspiró al equipo a proponer una estrategia encaminada a transformar los estereotipos de género para la equidad.

“Siento que este oro es honrar la historia de Oneida y de muchas mujeres que quieren transformar su historia y los estereotipos”, dijo, Katherine Rozo, docente de la Escuela de Marketing y Branding del Politécnico Grancolombiano.

2. Segundo puesto (Plata) por la campaña: Cultura de vida con Cristal

Equipo: Valentina Álvarez, Felipe Gaitán, María Fernanda Ramírez, Daniela Rodríguez, Gabriel Sanabria y Laura Zapata, con la tutoría del docente Julián Perea.

Cliente: Postobón – Agua cristal

RETOS fue llamada la agencia de este equipo, cuyo desafío fue crear una campaña efectiva que ayudara a cambiar un hábito en cuanto al reciclaje de la botella de agua, para ser llevada a los puntos de acopio. Entender la cadena de valor fue la clave para el análisis y la creación de mecanismos de medición de la campaña.

“Fue un proceso interdisciplinar en el que intervinieron estudiantes de Ingeniería Industrial, Diseño Gráfico, Mercadeo, Publicidad y Negocios Internacionales”, dijo Julián Perea, docente de la Escuela de Marketing y Branding del Politécnico Grancolombiano.

Y añadió que “los estudiantes han realizado un proceso de aprendizaje cada vez más riguroso, generando propuestas exigentes, acordes a las necesidades del sector; este tipo de experiencias les da el fogueo necesario para aplicarlo en su profesional”.

3. Tercer puesto (Bronce) por la campaña: Unidos para crecer

Equipo: Steffi Viviana Solano Hernández, Luisa Fernanda Guacarí Barrios, Nelson Alejandro Romero Cruz, Santiago Castaño Martínez y Andrés Felipe Prieto Monguí, con la tutoría de Julián Eduardo Bucheli Sandoval y Julián Andrés Arias Salazar.

Cliente: Cámara de Comercio de Bogotá

BONDING fue llamada la agencia de este equipo, cuyo desafío fue presentar una campaña con elementos estratégicos, creativos y conceptuales que permitiera comunicar mejor las iniciativas clúster de la Cámara de Comercio en beneficio de los empresarios.

“La clave fue el proceso de investigación que hicimos para apropiarnos mejor de la problemática y con base en esta información fortalecer una muy buena estrategia”, explicó el profesor Julián Arias, coordinador académico de Publicidad.

Además de estos equipos, también destacamos la labor del grupo a cargo del docente Iván Ruiz, el cual quedó como finalista con su campaña ‘Llenando pancitas’, que fue entregada al grupo Éxito.

Más casos de éxito

Entre muchos otros logros y participaciones en espacios de aprendizaje en contextos reales, que mantienen el objetivo de fortalecer el desarrollo profesional de los estudiantes, recientemente el Politécnico Grancolombiano también creó un semillero de sostenibilidad de moda para avanzar en investigaciones que aporten a la industria.

Sus ideas fueron presentadas en el Primer Encuentro Interdisciplinar en Investigación – Creación de la Universidad El Bosque con el eje temático: ambiente, biodiversidad, desarrollo sostenible y biotecnología, en el que el Poli participó con el proyecto denominado: La Sostenibilidad en el Sistema Moda, una mirada desde el diseñador de moda.

Las autoras fueron Ángela Ramos, Bárbara Días y Julieth Ávila, pertenecientes a la Escuela de Diseño de la Facultad de Ingeniería, Diseño e Innovación.

Por otro lado, por su capacidad de innovación estudiantes del Politécnico Grancolombiano ocuparon el primer lugar en varias categorías del VII Congreso Internacional de Ingeniería.

Los reconocimientos al primer lugar fueron otorgados a un Proyecto de Investigación de tres equipos pertenecientes a la Escuela Tecnologías de la Información y las Comunicaciones de la Facultad de Ingeniería, Diseño e Innovación, los cuales tuvieron la visión de mejorar la calidad de vida de las personas, al resolver problemas frecuentes en las telecomunicaciones, entre otros aspectos.

Los equipos galardonados fueron Juan Pablo Iván Pineda, Mónica Julieth Rodríguez Sarmiento, y Orlando Rubio Rivas, estudiantes de Ingeniería de Sistemas; con el apoyo de los docentes: Gabriel Eduardo Ávila y Francisco Javier González.

Asimismo, Gabriel Sanabria Mahecha y Santiago Mateo Betancourth Chaparro, estudiantes de Ingeniería Industrial vinculados al proyecto de Formación por Retos, participaron con éxito en el reto “Herramientas de gestión empresarial para el sector turismo en tiempos de crisis” (UCV).

Mientras que Lizeth Andrea Noguera Chaparro, Juan David Guerrero Pérez y Nicolás Santiago Fernández Restrepo, estudiantes de Ingeniería de Sistemas e Ingeniería en Telecomunicaciones, participaron en el Reto FESTO.

Cada día más encuentros, logros y participaciones que fortalezca la profesionalización y las capacidades humanas y técnicas de los estudiantes del PoliEspacios de aprendizaje en contextos reales que se convierten en procesos de formación más allá de las aulas universitarias.

Fuente de la Información: https://www.elespectador.com/noticias/actualidad/espacios-de-aprendizaje-en-contextos-reales-procesos-de-formacion-mas-alla-de-las-aulas/

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Colombia. De las calles a una vida mejor: objetivo del programa ‘Trabajando por los Niños del Semáforo’

El programa busca minimizar los índices de trabajo infantil, sensibilizando al ciudadano a no entregar dinero o alimentos a niños, o a adultos con niños, que se encuentren en las calles.
– Esta iniciativa busca crear conciencia ciudadana en torno a una situación que trunca los sueños de los niños.

  • Diego, a sus 10 años, cambió sus lápices, libros y cuadernos por cajas de dulces, chicles y bolsas de galletas, elementos que día a día ofrece en los semáforos ubicados al norte de la ciudad. La razón, él mismo la dice con la inocencia de sus pocos años de vida: “No hay para comer en mi casa”. Su sueño, cada vez más lejano, “es ser doctor”.

Diego no es consciente de los riesgos que corre al vender dulces en la calle. Solo tiene pocos minutos para acercarse a los carros mientras el semáforo cambia del rojo al verde. Sonríe, espera que un vidrio baje y una mano se extiende con una moneda. Y así, una y muchas veces.

Ese es su día a día. Lo que Diego no sabe es que, aunque le compren dulces todos los días, cada vez está más lejos de cumplir su sueño de ser médico.

Este pequeño es uno de los más 1.094 casos detectados de trabajo infantil en Barranquilla, los cuales han sido identificados a través de las busquedas activas que constantemente realiza la Secretaría de Gestión Social desde su programa de Protección de niños, niñas y adolescentes, en compañía del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF), la Secretaría de Gobierno, Migración Colombia y la Policía de Infancia y Adolescencia.

Historias como la de Diego y las cifras de esta problemática fueron justamente las que motivaron a la primera dama del Distrito, Silvana Puello, a liderar acciones para erradicar el trabajo infantil en nuestra ciudad.

Así nació ‘Trabajando por los Niños del Semáforo’, una estrategia que pretende llegar al corazón del ciudadano, haciéndolo consciente del daño que se le hace a la vida de un niño cuando se refuerza la mendicidad y el trabajo en los semáforos.

La alta permanencia de niños y adolescentes en esta condición y buscar mejorar su calidad de vida son los impulsos de este proyecto de la Secretaría de Gestión Social al que se ha unido la fundación Finsocial, una organización que también viene trabajando por los niños que se encuentran en condición de calle, y que será la encargada de recibir y organizar todo lo que las personas deseen donar para luego distribuirlos entre las familias que se encuentren en las búsquedas activas.

‘Trabajando por los Niños del Semáforo’ es una estrategia de ciudad que busca minimizar los índices de trabajo infantil, sensibilizando al ciudadano a no entregar dinero o alimentos a niños, o a adultos con niños, que se encuentren en las calles.

El lanzamiento  se realizó en los semáforos ubicados en la calle 99 con carrera 56, frente a los centros comerciales Buenavista y Plaza del Parque, sitios donde diariamente se presenta esta problemática.

La primera dama del Distrito, Silvana Puello, fue la encargada de oficializar el lanzamiento de la campaña al expresar: “Con esta estrategia queremos involucrar y concientizar a los ciudadanos, a que hagan parte de la gran misión que tenemos para que nuestros niños y niñas no sigan siendo utilizados como herramienta de trabajo, porque esto no podemos hacerlo solos, necesitamos del compromiso de todos.  Cada vez que damos dinero en las calles contribuimos a multiplicar esta problemática y la responsabilidad de trabajar no es de nuestros niños”.

La primera fase de la campaña 

‘Trabajando por los Niños del Semáforo’ comprende actividades pedagógicas en 20 semáforos de la ciudad, ubicados en las localidades Riomar y Norte-Centro Histórico.

“Queremos educar a los ciudadanos, les estamos dando posibilidad de ayudar de una manera diferente a los niños que sufren esta problemática. En cada uno de los 20 semáforos donde estamos mostrando la campaña hay carteles que tienen un código QR que al escanearse les mostrará a los ciudadanos que hay mejores formas de ayudar a estos niños. La mejor manera de decir no al trabajo infantil es no comprando el chicle, la fruta, dando la moneda, hay mejores formas de ayudar y esta es una de ellas”, expresó la directora del programa distrital de Niñez, Adolescencia y Juventud, Leyla Yidios.

Además de las activaciones, se estarán realizando búsquedas activas en el norte de la ciudad, en un trabajo articulado de la Secretaría de Gestión Social, ICBF, Policía de Infancia y Adolescencia, Secretaría de Gobierno y Migración Colombia.

“El barranquillero es solidario, es generoso. Por eso buscamos estrategias alternas para que el dinero, ropa o alimentos que antes daban a los niños o a los adultos que están en las calles con niños lo hagan a través de Finsocial, que es un gran aliado en el trabajo de rescatar a nuestros niños y niñas de las calles”, expresó el secretario de Gestión Social, Santiago Vásquez.

A la fecha, el programa ‘Trabajando por los Niños del Semáforo’ ha realizado 46 búsquedas activas sensibilizando a 431 niños en el transcurso de este año. 

Fuente: https://diariolalibertad.com/sitio/2020/11/de-las-calles-a-una-vida-mejor-objetivo-del-programa-trabajando-por-los-ninos-del-semaforo/

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OIY Y CEPAL: Colombia, entre los que más asalariados pierde en la región

Colombia está entre las naciones de Latinoamérica con mayor variación negativa en el número de ocupados en sus asalariados, un indicador que muestra cómo el impacto laboral ha sido en varios sentidos más fuerte en el territorio nacional que en la región.

Según un informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y la Cepal, Colombia registra una caída de 24,2% de la ocupación entre los asalariados privados y de 3,6% entre los públicos, lo que genera un descenso total de 22,6%, solo superado por Perú, donde el dato supera el 40%, aunque no se conoce el desagregado.

Con una baja de 44,7%, el país también se encuentra entre los líderes en caída en cuanto a los asalariados en los hogares, mientras que registra un descenso de 30,2% en empleadores, 17,9% en los trabajadores por cuenta propia y una variación negativa de 29,1% en los no remunerados.

“En Colombia el desempleo ya venía con aumentos desde 2018 por temas estructurales como los problemas en la tecnificación, y coyunturales como la migración y el incremento de los salarios reales. Hay números que preocupan, hay 2 millones menos de trabajadores asalariados y 600.000 menos por cuenta propia, mientras que la informalidad es superior al 50%. Es una situación muy seria”, aseguró Alicia Bárcena, secretaria Ejecutiva de la Cepal.

Pero lo cierto es que la situación es grave en toda Latinoamérica, pues como afirmó Vinícius Pinheiro, director de la OIT para la región, esta será la más golpeada del mundo. “En temas laborales estamos en cuidados intensivos, y eso tiene que ver con las condiciones preexistentes, como el hecho de que solo seis países tengan seguro de desempleo. De hecho, esta era una crisis sanitaria, que se hizo socioeconómica y puede convertirse en política; tenemos que desactivar esa bomba de tiempo”.

Según el informe, en la región se han destruido cerca de 47 millones de empleos, al tiempo que se han reducido los ingresos laborales en 19,3% hasta el mes de septiembre. La caída en el trabajo formal es del 14%, y en el informal del 25%.

La principal conclusión del informe es que la recuperación tanto económica como del empleo será más lenta de lo esperado. Según las estimaciones, si la región crece al 3%, se volvería a los niveles prepandemia en 2023; si el alza es de 1,8% (como la última década), se demoraría hasta 2025, y si el avance es de 0,4% (el de los últimos seis años), ese regreso tardaría más de 10 años.

No obstante, las dos instituciones dejan claro que ya se empiezan a ver algunas mejoras, pues se estima que 49 millones de personas salieron de sus empleos en la región al segundo trimestre, y que hoy en día 15 millones han vuelto.

Eso sí, Bárcena deja claro que en 2021 habrá más desempleo que en 2020.

Fuente: https://www.portafolio.co/economia/recuperacion-economica-colombia-entre-los-que-mas-asalariados-pierde-en-la-region-546522

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Colombia: La propuesta sobre Fecode contenida en el referendo uribista

América del sur/Colombia/Noviembre 2020/semana.com

El Centro Democrático dijo que su iniciativa busca que haya educación de calidad. Los docentes manifestaron su posición.

El Centro Democrático presentó los argumentos en su propuesta de referendo, específicamente en el capítulo de la Federación Colombiana de Educadores (Fecode). “El Estado deberá garantizar la gratuidad en la educación para todos los colombianos, quienes según el nivel de ingresos podrán elegir si desean estudiar en una institución pública, privada, mixta o solidaria. Para ello, el Estado deberá ser el mayor financiador de la educación, subsidiando hasta en un 100% la enseñanza, incluso en instituciones privadas para aquellos estudiantes provenientes de los sectores más vulnerables del país”.

De acuerdo con la colectividad, “uno de los grandes problemas que tiene el país es que un amplio sector de la población no tiene acceso a la educación, debido a la falta de recursos. Por eso, la gratuidad debe tener una focalización socioeconómica que identifique a aquellos estudiantes de los estratos más bajos, para que accedan a la financiación necesaria que les permita entrar a instituciones educativas de la mejor calidad”.

El partido del uribismo fue especialmente crítico al señalar que Fecode no debe adoctrinar sino enseñar. “En este primer borrador de referendo no se está discutiendo si la formación debe ser pública o privada, lo que se busca es garantizar que haya educación, no adoctrinamiento. El monopolio oficial a través de Fecode ha sustituido la ciencia y la libertad de enseñanza, por el adoctrinamiento político a nueve millones de estudiantes en el país”.

En Vicky en SEMANA, el presidente de Fecode, Nelson Alarcón, dijo que ellos no adoctrinan a los alumnos y sí terminan estigmatizados. El presidente de Fecode consideró que el debate no es movilizar a los estudiantes a colegios privados o la virtualidad de clases en el marco del coronavirus. El asunto radica, insistió, en mejorar políticas de conectividad y mejorar las condiciones para que los estudiantes de colegios públicos puedan recibir información adecuada en sus centros educativos. “Aquí el tema de los bonos viene en una política de privatización de la educación pública, un derecho constitucional que tiene la clase más vulnerable”, dijo Alarcón al indicar que no comparte la tesis de que se contemple un modelo de educación político privada.

Los bonos a los que refirió Alarcón fueron mencionados en su momento por la congresista Paloma Valencia, del Centro Democrático. La senadora Paloma Valencia habló con Vicky en SEMANA de la propuesta que lanzó de darles un bono a estudiantes de colegios públicos en caso tal de que la Federación Colombiana de Educadores (Fecode) decida no regresar a las aulas. “Si Fecode no quiere volver a clases, el Gobierno debe ofrecer de manera inmediata un bono escolar para que los padres puedan llevar a sus hijos a colegios privados”, fue el mensaje que la congresista publicó en Twitter con su iniciativa.

Hasta ahora, integrantes de esa colectividad e integrantes de Fecode han chocado porque, por un lado, los educadores se resisten al regreso a clases presenciales. Y, por el otro, por el supuesto adoctrinamiento a los estudiantes con las filiaciones políticas de los docentes del sector público. A juicio de Fecode, hay colegios públicos que no cuentan con los elementos de bioseguridad y por tanto la salud y la vida de la comunidad educativa está en riesgo.

A su modo de ver, lo que requiere es inversión por parte del Gobierno y por eso le han hecho saber al Ministerio de Educación. Sin embargo, dijo Paloma Valencia, si bien es cierto algunos requerimientos son razonables, también es cierto que atender todas las demás de Fecode implicaría mucho tiempo y por ello es necesario buscarles una solución a los estudiantes de instituciones públicas.

Alarcón señaló que hay intenciones de privatizar la educación, mientras la congresista del Centro Democrático lo negó. “Los docentes son evaluados al ingreso, en periodo de prueba, en ejercicio mientras demuestra lo que hace y al final de año. Todos los días se evalúan a lo maestros. Tenemos más de 100.000 maestros, doctores y ganan 1′400.000 pesos. Aquí hay mucha tela por cortar”.

“No queremos privatizar la educación, no. La educación pública hay que fortalecerla y que el ciudadano escoja si quiere educación pública o privada. Uno no tiene que quedar obligado por su nivel económico”, aseguró. Fecode, por su parte, aseguró que los bonos buscan favorecer personas. “Haría una pregunta suelta y es a cúanto equivalen esos bonos. Hay que fortalecer la educación pública”. El debate sigue abierto.

Fuente: https://www.semana.com/educacion/articulo/la-propuesta-sobre-fecode-contenida-en-el-referendo-uribista/202007/

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