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El Salvador llega a 120 municipios libres de analfabetismo

Centro América/El Salvador/06 Diciembre 2018/Fuente: Prensa Latina

Los municipios salvadoreños de Meanguera del Golfo y Carolina fueron declarados hoy libres de analfabetismo, y ya son 120 con tal distinción en esta nación centroamericana.
Ambas demarcaciones del oriente salvadoreño cumplieron su propósito de alfabetizar al 96 por ciento de su población mayor de 15 años de edad, como establecen los estándares internacionales de Naciones Unidas.

Dalila Clímico, gerente del Programa Nacional de Alfabetización, resaltó el papel de los promotores que, en el caso de Meanguera, navegaban semanalmente hasta dicha isla del golfo de Fonseca para cumplir su misión pedagógica.

‘En Meanguera del Golfo hoy podemos decir misión cumplida y vamos en la ruta de alcanzar la meta, declarar a El Salvador libre de analfabetismo’, aseguró Clímico en ese territorio, perteneciente al departamento La Unión.

‘Me ha cambiado la vida, siento como que estoy conociendo de nuevo el mundo, aunque sea viejo, pero lo estoy conociendo’, comentó el sexagenario Lázaro Valladares, un agricultor que recientemente aprendió a leer y escribir.

A su vez, Carolina se convirtió en el séptimo municipio del departamento de San Miguel libre de analfabetismo, junto a Comacarán, Uluazapa, Quelepa, Nueva Guadalupe, Nuevo Edén de San Juan y Villa San Antonio.

Angélica Paniagua, directora nacional de Educación de Jóvenes y Adultos, precisó que en San Miguel fueron alfabetizadas cinco mil 621 jóvenes y adultos, gracias al apoyo de casi dos mil facilitadores voluntarios.

Con la campaña ‘El Salvador Alfabetizado ÂíEs Posible!’ fueron atendidas 23 mil 991 personas de 160 municipios entre enero y julio, y para el segundo semestre del año se calcula que la cifra ascenderá a 58 mil más.

Fuente: https://www.prensa-latina.cu/index.php?o=rn&id=234188&SEO=el-salvador-llega-a-120-municipios-libres-de-analfabetismo
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Avanza con rigor campaña contra el analfabetismo en El Salvador

Centro América/El Salvador/22 Noviembre 2018/Fuente: Prensa Latina

La campaña para declarar a El Salvador libre de analfabetismo en 2019 avanza con rigor y a una mayor velocidad, con más municipios que ya cosechan los frutos de su siembra pedagógica.
Con la declaración de El Carrizal ya son 115 los municipios salvadoreños donde al menos el 96 por ciento de la población mayor de 15 años de edad sabe leer, escribir y realizar operaciones matemáticas básicas.

Tal estándar mundial, definido por la Unesco, guía una empresa concebida para elevar la calidad de vida de la población, amén de garantizar el derecho humano a la educación, la formación y la superación personal.

En esta cruzada es vital el papel del voluntariado, estudiantes y demás actores de la sociedad civil que asumen como propio este reto colectivo, una actitud destacada por los principales impulsores de esta gesta.

El propio presidente Salvador Sánchez Cerén, también conocido como ‘El Profesor’ por su formación pedagógica, agradeció a los facilitadores que en su tiempo libre contribuyen con la educación del prójimo.

El jefe de Estado declaró al 2018 como Año de la Alfabetización, y el avance es significativo, al punto que ya parece más realista la consigna nacional de ‘El Salvador Alfabetizado ÂíEs posible!’.

Según estadísticas oficiales, entre enero y julio pasado fueron atendidas casi 24 mil personas en 160 municipios, y entre agosto y diciembre se calcula que 58 mil más serán alfabetizados en todo el país.

A su vez, La Paz está a punto de convertirse en el primer departamento de El Salvador declarado libre de analfabetismo, con 15 mil 683 personas que ya aprendieron a leer, escribir y hacer cálculos elementales.

Angélica Paniagua, directora nacional de Educación de Jóvenes y Adultos, defendió el ideal de abrirle nuevas posibilidades a quienes durante años se les negó el derecho a aprender a leer y escribir.

‘Se les abren otras posibilidades de conocer sus derechos, seguir superándose y contribuir al desarrollo de su familia y de su municipio’, agregó la también coordinadora del Programa Nacional de Alfabetización.

Desde la llegada al poder del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), en 2009, fueron alfabetizados 327 mil salvadoreños y el índice de analfabetismo disminuyó un 10 por ciento.

Fuente: https://www.prensa-latina.cu/index.php?o=rn&id=230333&SEO=avanza-con-rigor-campana-contra-el-analfabetismo-en-el-salvador
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La infancia en Centroamérica está en peligro, según Save The Children

Redacción: Notimérica

Save the Children ha lanzado este martes 6 de noviembre la campaña ‘Infancia en Peligro’ para alertar sobre la «potencial crisis humanitaria que podría llegar a materializarse en México y Centroamérica si no se toman medidas».

A través de historias grabados el pasado mes de agosto en Guatemala y México, la organización quiere dar voz a adolescentes, niños y niñas migrantes, que «no tienen otra opción que escapar de la violencia o el hambre».

Para ello, la ONG lanza la web www.infanciaenpeligro.org y se moviliza en redes sociales en favor de la infancia y sus familias durante su periplo hacia Estados Unidos. Además, está recogiendo firmas para instar a Estados Unidos a que garantice su protección y respete sus derechos.

«La violencia en El Salvador, Honduras y Guatemala, el Triángulo Norte de Centroamérica, es asimilable a la de un conflicto armado. Estos países conforman una de las regiones más violentas e inseguras del mundo. Si a ello se le suma la persistente pobreza o la crisis en Nicaragua, tengamos claro que no cesarán los desplazamientos de miles de personas que en busca de protección internacional y de una vida mejor», afirma el director de Cooperación Internacional y Acción Humanitaria la ONG, David del Campo.

La organización insiste en que se garantice la protección de los miles de menores que componen la ‘Caravana Migrante’ y se implementen medidas que aseguren en todo momento el interés superior de los niños y las niñas, incluyendo el derecho a no ser separados de sus familias.

Según recuerda esta ONG, las maras y las pandillas representan actualmente «verdaderos ejércitos» que reclutan niños, niñas y adolescentes para ejercer la delincuencia y estima que el número de los miembros de las maras equivale al 83% del total de efectivos armados en los ejércitos o el 89% de la policía de la región.

CONDENADOS AL ESTIGMA Y SEPARADOS DE SUS FAMILIAS

Alerta, además, de que, como ocurre habitualmente durante las entradas irregulares de México a Estados Unidos, quienes aspiren a cruzar se tendrán que poner en manos de los ‘coyotes’ para pasar la frontera, con el consecuente riesgo que conlleva para su seguridad. Si finalmente llegan a sus destinos, «tendrán que vivir bajo el estigma derivado del aumento de la retórica política que criminaliza a las personas migrantes en Estados Unidos».

La organización también mantiene su preocupación ante las medidas policiales que han llevado a que menores sean separados de sus familias de manera indefinida y retenidos en jaulas. Alerta también de que de que las niñas y los niños detenidos corren mayor riesgo de sufrir depresión y ansiedad, experimentan un mayor índice de intentos de suicidio o autolesiones y padecen trastornos de salud mental y problemas en su desarrollo.

Fuente: https://www.notimerica.com/sociedad/noticia-infancia-centroamerica-peligro-save-the-children-20181106155326.html

 

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Desigualdades inaceptables

Por: Luis Armando González.

La situación actual del país se caracteriza por varias dinámicas no sólo políticas, sino también socio-culturales y medioambientales. En este último rubro, las intensas lluvias que azotan al país –principalmente, aunque no únicamente, en su zona costera— están poniendo en evidencia las críticas condiciones de vulnerabilidad en que viven miles de familias salvadoreñas.

Esas condiciones son un recordatorio hiriente de que en El Salvador existen graves desigualdades de carácter social y económico que no han sido resueltas, y que reclaman urgentemente su atenuación y, por qué no, su erradicación. Esto último exige reformas profundas en el modelo económico y en la forma cómo se distribuye y se concentra la riqueza, lo cual sus beneficiarios directos han logrado sacar del debate público (a partir de una estrategia mediática de largo aliento, que comenzó a operar desde finales de los años ochenta, pero de modo abierto y exitoso desde los años noventa).

Parte de su éxito ha consistido en hacer de los “vicios” del aparato político –la corrupción, en primer lugar, pero también el uso ineficiente los recursos y su carga laboral— el causante de todos los problemas sociales y económicos del país, obviando el papel que el sector empresarial juega, para bien y para mal, en la estructuración de la sociedad.

Cuando los desastres afectan primordialmente a los más pobres, algo anda mal en la estructuración social y económica de la sociedad; y la razón de ello se tiene que buscar en la concentración extremadamente inequitativa de la riqueza, de lo cual se derivan desigualdades inaceptables en seguridad, bienestar e integración social.

El aparato político, en una democracia, debería obrar para que aquella concentración sea disminuida, mediante mecanismos de distribución de la riqueza que generen condiciones de bienestar y seguridad para la mayor parte de la sociedad. Si las desigualdades originadas en la estructura económica no se atacan frontalmente, países como el nuestro siempre condenarán a la mayor parte de sus miembros a vivir indignamente.

Lo anterior repite una lección que Monseñor Oscar Romero dio a la sociedad salvadoreña –a su oligarquía y a sus militares—en los años setenta y hasta el 24 de marzo de 1980. Es una lección que, gracias a las argucias mediáticas de la derecha, ha sido relegada al olvido interesado; y de este olvido son partícipes incluso quienes se dicen seguidores Monseñor Romero.

En el marco del acontecimiento socio-cultural más significativo de la historia reciente de El Salvador, como lo es la canonización del Arzobispo mártir, es oportuno rescatar su denuncia de los males estructurales del país, es decir, lo que él definió en una de sus Cartas Pastorales como “violencia estructural”, raíz de otros tipos de violencia. Esos males siguen vigentes, generando otras violencias, y golpeando a los más pobres y excluidos de la sociedad.

Los “dioses del poder y del dinero” siguen siendo adorados por quienes concentran la riqueza en El Salvador. Que casi nadie hable de ellos –sólo unos cuantos sociólogos y unos pocos, muy pocos, economistas— no quiere decir que hayan dejado de existir, o que su influencia en los destinos del país sea nimia. Para nada: los ricos más ricos de El Salvador –principalmente los amos de las finanzas— han sido y son determinantes en la configuración de la realidad nacional, especialmente en sus desigualdades estructurales.

Usar –y haber impuesto— el discurso “anticorrupción” para ocultar la naturaleza de esas desigualdades estructurales supone un triunfo ideológico extraordinario de la derecha salvadoreña. Es un reto, en quienes se dicen cultivadores del “pensamiento crítico”, la tarea de desmontar esa y otras elaboraciones ideológicas de la derecha –como la “antipolítica”, el “emprendedurismo” y el “nuevo generacionismo”, entre otros— que nublan la vista y bloquean la capacidad de razonamiento.

Como quiera que sea, honrar y celebrar a Monseñor Romero es hacer propia esa capacidad suya de razonar críticamente sobre los ejes configuradores de la realidad nacional. El impacto social y cultural que ello tendría sería en verdad extraordinario; quizás así la sociedad salvadoreña –o al menos sectores significativos suyos—comenzaría a comprometerse decididamente en la construcción de un proyecto de nación distinto, por justo y por inclusivo, del existente.

Y es que sin virajes culturales profundos, que replanteen o reemplacen los valores, las creencias y los hábitos vigentes, es imposible que una sociedad emprenda nuevos derroteros.

El Salvador está aún a la espera de un viraje cultural de envergadura, un viraje que permita superar la cultura neoliberal globalizada, con arraigos autoritarios y conservadores de larga data, y de pie a una matriz cultural humanista, tolerante, libre, responsable con el bien público y activa en lo político en función del bienestar colectivo. Se trata de algo difícil, pero no imposible. Más aún, se trata de algo posible y necesario, pues de lo contrario nunca tendremos un país en el que dé gusto vivir.

En un nuevo marco cultural, muchas de las cosas que ahora hacemos, importantes, pero que han perdido sentido –como las elecciones— cobrarán un nuevo significado. Y ello, al menos, porque los ciudadanos tendrán mejores criterios para discernir acerca de la calidad y capacidad de quienes piden su voto.

Hoy por hoy –a juzgar por los resultados de las encuestas de opinión— esos criterios son sumamente pobres. Los cantos de sirena, la pose y el desplante, la arrogancia y el “me vale todo porque soy yo” gozan de amplia aceptación entre sectores amplios de la sociedad.

La contracara de ello es la incapacidad para detectar filiaciones ideológicas, intereses reales, trayectorias políticas (y, ahí donde aplica, empresariales), alianzas y compromisos, etc., que son los que en definitiva condicionarán el quehacer político efectivo de quien resulte electo presidente en 2019.

En fin, una cosa es aprender a leer críticamente la política (y la economía, y la cultura, y la sociedad) y otra bien distinta dejarse llevar por creencias, valoraciones y percepciones impuestas por entornos mediáticos (y también religiosos, empresariales y universitarios) que tienen como finalidad enturbiar la capacidad de razón de las personas para así manipularlas mejor. Mientras la gente se “deje llevar” –ya sea que se trate de gente popular o de gente que procede de la “academia”— estará lejos de haber asimilado una pizca siquiera del legado crítico de Monseñor Romero.

Fuente del artículo: https://www.alainet.org/es/articulo/195798

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Nuevo hito en gesta alfabetizadora en El Salvador

Centro América/El Salvador/01 Noviembre 2018/Fuente: Prensa Latina
La Paz avanza hoy en su objetivo de ser declarado el primer departamento de El Salvador libre de analfabetismo, tras erradicar dicho flagelo en el municipio de San Luis Talpa.
La cruzada alfabetizadora impulsada por el gobierno del presidente Salvador Sánchez Cerén, alcanzó un nuevo hito al alfabetizar a 110 de los 262 municipios de esta nación centroamericana, con el apoyo crucial del voluntariado.

De hecho, en San Luis Talpa laboraron una treintena de policías egresados de la Academia Nacional de Seguridad Pública, comprometidos con esta otra manera de combatir el crimen, pero mediante la prevención.

Francisco Castaneda, viceministro de Educación, reconoció que la tarea es difícil pero posible, inspirados en el llamado del ‘Profesor’ Cerén de alfabetizar hasta el último rincón del país.

Según el censo del Programa Nacional de Alfabetización, en San Luis Talpa aprendieron a leer, escribir y realizar operaciones matemáticas básicas 751 personas mayores de 15 años, el 97.53 por ciento de los analfabetos.

Para conseguirlo fue fundamental la participación de 151 voluntarios como facilitadores de la metodología diseñada por pedagogos de Cuba, que además supervisaron el proceso y garantizaron su calidad.

Mediante círculos de alfabetización en cantones y escuelas de La Paz se hizo realidad el sueño de superación imposible para muchos antes de la llegada al poder del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional.

Así, en 19 de los 22 municipios de ese sureño departamento ya ondea la bandera de territorio libre de analfabetismo, y en este mes está prevista la declaratoria en San Francisco Chinameca, Zacatecoluca y Olocuilta.

Fuente: https://www.prensa-latina.cu/index.php?o=rn&id=224876&SEO=nuevo-hito-en-gesta-alfabetizadora-en-el-salvador
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El Salvador según los ideales de San Romero

Por: Luis Armando González. 

El día ayer, en las vísperas de canonización de Monseñor Óscar Arnulfo Romero –y con motivo de tan extraordinario acontecimiento— el Presidente Salvador Sánchez Cerén dirigió un mensaje a la nación, en el cual, en una de sus partes medulares, dijo lo siguiente:

San Romero de América continúa alentando las esperanzas de los pueblos. Su identificación con las poblaciones más vulnerables, su enérgico rechazo a la violencia, su valiente defensa de las víctimas son ejemplos para millones de personas que luchan por la dignidad humana… La mejor forma de honrar a San Romero es mantener vivo su mensaje de amor y paz en nuestras acciones. En sus palabras encontramos la fortaleza para ser mejores y avanzar en el camino de la paz y el bienestar de todos los ciudadanos.

Su canonización convoca a toda nuestra sociedad a una profunda reflexión para comprender que es urgente un ¡Basta ya! a la violencia, que tanto sufrimiento provoca a muchas familias. A eso nos llama hoy San Romero, a un cambio de conducta, a sumar esfuerzos para que nuestras comunidades avancen en convivencia y con tolerancia, poniendo en práctica una nueva cultura de paz basada en el respeto a la vida, a las diferencias y a los derechos humanos”.

Ese texto condensa lo que para una gran mayoría de personas –creyentes y no creyentes— es el mensaje esencial de Monseñor Romero, quien desde el 14 de octubre de 2018 se ha convertido San Romero de América. Al transmitir ese mensaje, el Presidente Sánchez Cerén no sólo se puso en sintonía con los ideales fundamentales de San Romero, sino también en sintonía con las aspiraciones de figuras católicas de primer nivel –como el Papa Francisco, el Cardenal Gregorio Rosa Chávez y el Nuncio Apostólico, Monseñor Santo Gangemi— que, guiados por los ideales y el ejemplo del santo salvadoreño, han hecho llamados para trabajar por la paz, la justicia y la vida en El Salvador.

Y es que el desafío por edificar un país sin violencia, con justicia, sin desigualdades hirientes y con un pleno respeto a la dignidad humana sigue siendo tan actual y urgente, como lo fue en tiempos de San Romero. Eso no podrá hacerse sin un vuelco radical en los ejes configuradores de la realidad nacional: la economía, la política y la cultura.

En algunos ambientes se escucha decir que debemos edificar un país según el corazón de Dios. Para los que no son creyentes –lo cual no quiere decir que sean malas personas, que no tengan ideales o que no deseen trabajar un El Salvador distinto al actual— la apelación al “corazón de Dios”, como fuente orientadora, escapa a sus pretensiones o, más aún, no tiene ninguna fuerza para desencadenar, en ellos, un compromiso cívico o para delinear un proyecto social, cultural, político y económico, viable y realista, y para lo cual son herramientas imprescindibles el conocimiento científico, y sus aplicaciones tecnológicas, y una sólida base moral que no debe agotarse, aunque se nutra de su riqueza, en fuentes morales de procedencia religiosa.

Por otro lado, para los creyentes cristianos –sobre todo esos a los que no les son ajenas las enseñanzas de la teología negativa— la pretensión de querer conocer a Dios –su voluntad y deseos, que tiene corazón y que hay algo inscrito en ese corazón— no es más que un ejemplo de la soberbia humana y, por qué no, también de la inevitable ignorancia que se deriva de la inaccesibilidad a ese misterio en que consiste lo absolutamente absoluto.

Más prudente sería decir que, en el caso concreto de nuestro país –con su historia, condicionamientos, estructuras de poder, formas de convivencia y cultura—, una figura como San Romero podría convertirse en ese desencadenante de un proceso de transformación de El Salvador, en sus estructuras fundamentales, para lo cual –como punto de partida— no debería perderse de vista la integralidad de su trayectoria de vida y su legado, es decir, se trataría de mantenerlo vigente, actuante y operativo, como “Monseñor Romero”. La tentación de afirmar que el país debería ser edificado según el “corazón de Monseñor Romero” se impone casi automáticamente.

Pero es una tentación a la que –por lo menos en estas líneas— no hay que ceder. Por un lado, la noción está fuertemente teñida de romanticismo y sentimentalismo, lo cual fácilmente puede conducir, en el caso de Romero, a una espiritualización de su vida y legado. Por otro lado, la noción es heredera de una visión que pone al corazón (y a su lugar en el cuerpo) como centro de la voluntad y decisiones morales de las personas.

Por eso se dice de una persona que hace el mal que “no tiene corazón”; o también, cuando se quiere respaldar la solidez moral de una afirmación, se dice “te lo digo con el corazón en la mano” o “te lo digo desde el fondo de mi corazón”. En realidad, lo correcto sería decir “te lo digo desde mi cerebro”, pero hasta ahora el corazón sigue teniendo la primacía como fuente de las decisiones (y compromisos) más firmes y profundas.

Pero ciertamente, no sólo el cerebro de Monseñor Romero estuvo en la base de sus decisiones y opciones más reflexivas, sino todo su cuerpo, sus sentidos, sus emociones y sus sentimientos. Aunado todo ello a sus conocimientos filosóficos y teológicos, a su cultura –tejida a partir de sus orígenes familiares en Ciudad Barrios—, a sus gustos musicales, a sus conocimientos históricos, políticos, económicos, sociológicos, a su experiencia con las víctimas de la violencia, a las tensiones eclesiales que enfrentó, a sus lecturas del Evangelio y a su fe. Todo esto cristalizó en un conjunto de principios, valores, exigencias y obligaciones morales: los ideales de Monseñor Romero.

Son esos ideales –entre los que destacan la primacía de la dignidad de las personas, la promoción del bien común y la justicia, la opción por las víctimas, el rechazo de la violencia que genera violencia, la defensa de los derechos humanos, el compromiso con la paz justa, el respeto de la memoria histórica, la resistencia a la opresión, la solidaridad, la fraternidad y la tolerancia— los que, por universales, tienen toda la potencialidad para mover a los distintos sectores del país a un compromiso con un nuevo proyecto de nación.

Ninguna persona de buena voluntad, con una decencia mínima y con capacidad de razonar, puede sustraerse a esos ideales, independientemente de sus opciones y creencia (o increencias) religiosas. Y ello porque los ideales de San Romero –del obispo y mártir Monseñor Romero— apuntan al universo moral de las personas, es decir, al marco de principios, valores y creencias a partir del cual aquéllas actúan y toman decisiones.

En fin, edificar un país según los ideales de Monseñor Romero –de San Romero— supone la permeabilización de la sociedad por esos ideales, de modo que sean el crisol de una nueva cultura, una cultura del compromiso solidario, del respeto y cuido del débil; de renuncia a la ostentación, el consumismo, el individualismo y el abuso; de la justicia económica y de la convivencia en paz.

San Salvador, 14 de octubre de 2018

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Desigualdades inaceptables

Por: Luis Armando González.

 

La situación actual del país se caracteriza por varias dinámicas no sólo políticas, sino también socio-culturales y medioambientales. En este último rubro, las intensas lluvias que azotan al país –principalmente, aunque no únicamente, en su zona costera— están poniendo en evidencia las críticas condiciones de vulnerabilidad en que viven miles de familias salvadoreñas.

Esas condiciones son un recordatorio hiriente de que en El Salvador existen graves desigualdades de carácter social y económico que no han sido resueltas, y que reclaman urgentemente su atenuación y, por qué no, su erradicación. Esto último exige reformas profundas en el modelo económico y en la forma cómo se distribuye y se concentra la riqueza, lo cual sus beneficiarios directos han logrado sacar del debate público (a partir de una estrategia mediática de largo aliento, que comenzó a operar desde finales de los años ochenta, pero de modo abierto y exitoso desde los años noventa).

Parte de su éxito ha consistido en hacer de los “vicios” del aparato político –la corrupción, en primer lugar, pero también el uso ineficiente los recursos y su carga laboral— el causante de todos los problemas sociales y económicos del país, obviando el papel que el sector empresarial juega, para bien y para mal, en la estructuración de la sociedad.

Cuando los desastres afectan primordialmente a los más pobres, algo anda mal en la estructuración social y económica de la sociedad; y la razón de ello se tiene que buscar en la concentración extremadamente inequitativa de la riqueza, de lo cual se derivan desigualdades inaceptables en seguridad, bienestar e integración social.

El aparato político, en una democracia, debería obrar para que aquella concentración sea disminuida, mediante mecanismos de distribución de la riqueza que generen condiciones de bienestar y seguridad para la mayor parte de la sociedad. Si las desigualdades originadas en la estructura económica no se atacan frontalmente, países como el nuestro siempre condenarán a la mayor parte de sus miembros a vivir indignamente.

Lo anterior repite una lección que Monseñor Oscar Romero dio a la sociedad salvadoreña –a su oligarquía y a sus militares—en los años setenta y hasta el 24 de marzo de 1980. Es una lección que, gracias a las argucias mediáticas de la derecha, ha sido relegada al olvido interesado; y de este olvido son partícipes incluso quienes se dicen seguidores Monseñor Romero.

En el marco del acontecimiento socio-cultural más significativo de la historia reciente de El Salvador, como lo es la canonización del Arzobispo mártir, es oportuno rescatar su denuncia de los males estructurales del país, es decir, lo que él definió en una de sus Cartas Pastorales como “violencia estructural”, raíz de otros tipos de violencia. Esos males siguen vigentes, generando otras violencias, y golpeando a los más pobres y excluidos de la sociedad.

Los “dioses del poder y del dinero” siguen siendo adorados por quienes concentran la riqueza en El Salvador. Que casi nadie hable de ellos –sólo unos cuantos sociólogos y unos pocos, muy pocos, economistas— no quiere decir que hayan dejado de existir, o que su influencia en los destinos del país sea nimia. Para nada: los ricos más ricos de El Salvador –principalmente los amos de las finanzas— han sido y son determinantes en la configuración de la realidad nacional, especialmente en sus desigualdades estructurales.

Usar –y haber impuesto— el discurso “anticorrupción” para ocultar la naturaleza de esas desigualdades estructurales supone un triunfo ideológico extraordinario de la derecha salvadoreña. Es un reto, en quienes se dicen cultivadores del “pensamiento crítico”, la tarea de desmontar esa y otras elaboraciones ideológicas de la derecha –como la “antipolítica”, el “emprendedurismo” y el “nuevo generacionismo”, entre otros— que nublan la vista y bloquean la capacidad de razonamiento.

Como quiera que sea, honrar y celebrar a Monseñor Romero es hacer propia esa capacidad suya de razonar críticamente sobre los ejes configuradores de la realidad nacional. El impacto social y cultural que ello tendría sería en verdad extraordinario; quizás así la sociedad salvadoreña –o al menos sectores significativos suyos—comenzaría a comprometerse decididamente en la construcción de un proyecto de nación distinto, por justo y por inclusivo, del existente.

Y es que sin virajes culturales profundos, que replanteen o reemplacen los valores, las creencias y los hábitos vigentes, es imposible que una sociedad emprenda nuevos derroteros.

El Salvador está aún a la espera de un viraje cultural de envergadura, un viraje que permita superar la cultura neoliberal globalizada, con arraigos autoritarios y conservadores de larga data, y de pie a una matriz cultural humanista, tolerante, libre, responsable con el bien público y activa en lo político en función del bienestar colectivo. Se trata de algo difícil, pero no imposible. Más aún, se trata de algo posible y necesario, pues de lo contrario nunca tendremos un país en el que dé gusto vivir.

En un nuevo marco cultural, muchas de las cosas que ahora hacemos, importantes, pero que han perdido sentido –como las elecciones— cobrarán un nuevo significado. Y ello, al menos, porque los ciudadanos tendrán mejores criterios para discernir acerca de la calidad y capacidad de quienes piden su voto.

Hoy por hoy –a juzgar por los resultados de las encuestas de opinión— esos criterios son sumamente pobres. Los cantos de sirena, la pose y el desplante, la arrogancia y el “me vale todo porque soy yo” gozan de amplia aceptación entre sectores amplios de la sociedad.

La contracara de ello es la incapacidad para detectar filiaciones ideológicas, intereses reales, trayectorias políticas (y, ahí donde aplica, empresariales), alianzas y compromisos, etc., que son los que en definitiva condicionarán el quehacer político efectivo de quien resulte electo presidente en 2019.

En fin, una cosa es aprender a leer críticamente la política (y la economía, y la cultura, y la sociedad) y otra bien distinta dejarse llevar por creencias, valoraciones y percepciones impuestas por entornos mediáticos (y también religiosos, empresariales y universitarios) que tienen como finalidad enturbiar la capacidad de razón de las personas para así manipularlas mejor. Mientras la gente se “deje llevar” –ya sea que se trate de gente popular o de gente que procede de la “academia”— estará lejos de haber asimilado una pizca siquiera del legado crítico de Monseñor Romero.

Fuente del artículo: https://www.alainet.org/es/articulo/195798

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