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Cultura y educación, bastiones para el desarrollo humano

Por: Luis Cifuentes

Con el paso del tiempo se ha aumentado la tendencia de los países por preservar la cultura y las tradiciones con el fin de mantener una estructura social que pasa de generación en generación.

La influencia de la cultura y la educación en el desarrollo de las sociedades modernas trasciende fronteras y generaciones. Los expertos en desarrollo humano han debatido durante décadas sobre el papel que han jugado estos dos elementos en el crecimiento de las naciones.

La educación con su formalidad institucional y la cultura basada en las costumbres, hábitos y creencias son dos mundos que marchan por separado, pero que al final se unen para las más grandes expresiones artísticas o musicales, en el caso de la educación.

Respecto a la cultura, podrían citarse las celebraciones de carnaval o las veneraciones religiosas. Cada manifestación artística o cultural posee sus características particulares, lo que es fácil de apreciar en la gran diversidad de sociedades que conviven en el planeta.

A lo largo de la historia ha existido una tendencia de los países de preservar y rescatar sus orígenes y cultura. Es a través de ella que se determina la estructura social, que luego pasa de generación en generación.

La socialización de los individuos debe ser asumida como un proceso educativo, pues se transforma en un vehículo para culturizar y educar a todos los miembros.

Desde el punto de vista social, la educación es la que promueve la adaptación de los individuos a los comportamientos de su grupo, y también propicia el deseo de mejorar y cambiar su propia realidad.

Aportar conocimientos

El avance y el progreso de las sociedades no serían posibles de no ser por la educación. Además de aportar conocimientos, enriquece la cultura, los valores, el espíritu y todo aquello que caracteriza a los seres humanos.

La educación es necesaria en todos los niveles y en todos los sentidos. Lograr un crecimiento económico y un bienestar social pasa inevitablemente por un recurso humano capacitado para afrontar los retos que la sociedad plantea.

En relación a la cultura, esta viene determinada por las formas de vida y las expresiones de la sociedad. Se compone de las costumbres, los códigos, las tradiciones y las diferentes expresiones artísticas.

Un ejemplo de esto podrían ser las celebraciones de carnaval que se realizan en diferentes partes del mundo y que han sido aceptadas por las sociedades. La cultura establece que las personas deben disfrazarse y entregarse a la diversión.

Son muchos los que salen con atuendos originales, que los transforman en otras personas para no ser descubiertos en sus andanzas. Los disfraces son muy populares entre los adultos y los niños, que se divierten durante horas con sus divertidos trajes.

En el portal handfie.com, una página en la que se muestra cómo elaborar disfraces caseros fáciles, es posible encontrar diversos diseños de disfraces para carnaval. Se trata de disfraces fáciles de hacer, tanto para niños como para adultos.

La cultura también puede verse en las civilizaciones del pasado, cuando el mundo era dominado por la fuerza antes que por la razón.

A lo largo del continente americano, en Europa y en el Lejano Oriente, aún hay vestigios de lo que en otros tiempos fueron grandes imperios que dominaron territorios a caballo. La propia mitología griega ha servido para relatar las más grandes historias de amor, pasión y odio entre dioses y diosas.

El mismísimo Imperio Romano, que dominó el mundo durante años, es otro ejemplo de cómo las civilizaciones han influido en el estilo de vida actual, a pesar de todos los siglos transcurridos.

Tanto es así, que muchos de los nombres de los protagonistas de épicas batallas o de reyes imperiales aún sobreviven hoy en día.

Así lo recoge la página nombresde.online, un sitio web con nombres de diosas mayas, dioses griegos, romanos o de princesas. Además, el portal cuenta con nombres mitológicos y explican el significado de la mitología.

Profunda transformación

La educación siempre ha representado un pilar fundamental para el desarrollo. No obstante, actualmente ha experimentado una mayor relevancia en medio de las profundas transformaciones que experimenta el mundo.

Los cambios han llegado desde dos frentes: el vertiginoso avance de la ciencia, sus aplicaciones, y el acelerado desarrollo de los medios y todo lo relacionado con las tecnologías de la información.

Muchos especialistas han llegado a afirmar que el conocimiento es la nueva materia prima. Incluso aseguran que, en el futuro, la información será el valor más apreciado.

Hoy en día, en las economías modernas, el saber es uno de los factores más importantes de la producción, lo que refleja el impacto de la educación en los países desarrollados.

Hay gobiernos nacionales que destinan un gran porcentaje de su Producto Interno Bruto (PIB) al tema educativo. La razón es que las autoridades saben que solo a través de la educación pueden generarse transformaciones que beneficien a todos los ciudadanos.

Un ejemplo de esto es que las sociedades que más han avanzado en lo económico son también las que han conseguido un progreso respecto al conocimiento.

Desarrollo profesional

Los diferentes centros de estudios también han implementado sistemas de admisión ante la gran cantidad de estudiantes que desean desarrollarse como profesionales. En el caso de las universidades extranjeras, también se incluyen pruebas de idiomas para certificar que el aspirante comprende el lenguaje local.

En el portal ingles-madrid.com, una página con información sobre la preparación del examen SAT, que sirve para medir aptitudes en matemáticas y habilidades verbales, destacan la capacidad que hay que tener para presentarse al Examen SAT en Madrid y buscar admisión en universidades norteamericanas. Para alcanzar este objetivo, han preparado un curso SAT para adiestrar al estudiante.

Atrás quedaron los años en los que los gobiernos consideraban un gasto, y no una inversión, todo lo relacionado con el tema de la educación.

Con el transcurso de las décadas, ha habido un despertar en este tema y cada vez hay más personas sensibilizadas por la educación de los demás. Educar y culturizar a un individuo es otorgarle las herramientas necesarias para que pueda desempeñarse con éxito en el futuro.

Aunque aún falta mucho por mejorar, las naciones ya han comenzado a trabajar en este asunto.

Fuente: https://www.estrelladigital.es/articulo/cultura/cultura-educacion-bastiones-desarrollo-humano/20180212171639341407.html

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Paradigmas educativos

Por: Óscar Picardo Joao

El sistema educativo que tenemos fue diseñado entre el Medioevo (pizarra y Magister) y la era industrial (currículum y grados) y muchos intelectuales o influencers contemporáneos como: Daniel Pink, Ken Robinson, Peter Gray, Salman Khan o Seth Godin, señalan que la educación está desactualizada y es ineficaz.

Se han identificado al menos seis problemas principales de los sistemas educativos –según NEXT School, Big Picture School–: 1.- Valores de la era industrial: privilegiando el mecanicismo y la individualidad; o el seguir instrucciones y la limitada cooperación entre pares. 2.- Falta de autonomía: Limitada interdisciplinariedad, creatividad y multimedia; el libro de texto es la guía. 3.- Aprendizaje poco auténtico: Caracterizado por la irrelevancia, la memorización y el enfoque bancario (Freire). 4.- El aula sin pasión: La jornada escolar se desarrolla entre rutinas, y altamente homologada. 5.- Aprendizajes: sin respuesta a inteligencias múltiples o intereses de los estudiantes; autoridad del docente y del libro de texto. 6.- Pedagogía y evaluación: ¿quién es el protagonista?, ¿cómo medimos?, ¿cuál es el baremo?; se enseña privilegiando el modo magistral y se evalúa para controlar con escalas poco reales.

Pero la vida y el trabajo real es muy distinto a la escuela y a la universidad…; el mercado laboral demanda trabajo en equipo, creatividad, capacidades y sobre todo uso de los conocimientos y capacidades para resolver problemas, cosa que no se ve en las aulas. En las experiencias cotidianas sociales, económicas, políticas o laborales, no están escondidos o guardados los recursos (como en los exámenes); están ahí, para que sean utilizados; debes dialogar con otros –que posean otros talentos– para tener una mirada multidisciplinaria.

Si bien el docente es un factor determinante de lo educativo, las herramientas tecnológicas que poseemos actualmente son un complemento fundamental y en no pocos casos compiten con aburridas clases; aprender con MOOC o con tutoriales de YouTube, buscar en Google, simular con Math Lab, imprimir en 3D, crear grupos de trabajo en redes sociales, leer con realidad aumentada, construir con robótica y arduino, programar o diseñar de modo digital son experiencias fundamentales para los niños y jóvenes actuales.

Debemos trabajar en el nuevo paradigma de la “Era de la Información y el Conocimiento” (Educación 4.0) o la escuela será cada vez será más obsoleta, aburrida, irrelevante y propiciará más deserción. Esto no implica una revolución radical, sino una planificación prospectiva inteligente que implique al menos cuatro pasos: a) capacitación y diálogo con los docentes; b) revisión y adecuación curricular paulatina; c) adquisición de nuevos equipos y laboratorios; y d) dudar de la eficacia de los sistemas actuales de evaluación, promoción y normas de convivencia.

La escuela y la universidad pueden y deben cambiar, y para ello es necesario un diálogo eficaz con los stakeholders y actores externos de los sistemas, sin olvidar: ¿para qué y para quién graduamos estudiantes?

Fuente: https://www.laprensagrafica.com/opinion/Paradigmas-educativos-20180213-0154.html

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Contenidos

Por Carlos Magro

En la escuela tradicional* al conocimiento se le llama “contenido” y está literalmente “contenido”, encerrado, encajado, limitado, apretado y retenido en pequeños espacios inconexos llamados “libros de texto” (digitales o en papel), páginas, disciplinas, asignaturas o plataformas.

El conocimiento en una “escuela tradicional”, al que recuerdo llamamos contenido, no es libre, no circula, no le dejamos expandirse, ni mezclarse, ni relacionarse con su homólogo de fuera, el conocimiento, que sí que circula o puede circular libremente por la Red y por las redes. En la “escuela tradicional” el conocimiento es escaso. Por eso lo encerramos entre las paredes de un aula o los márgenes de un libro, para que no se escape, ni se descontrole. Por eso, también, pagamos por acceder a él. Por eso lo llamamos contenido.

Missing one. Greg Simenoff cc by-nc-sa https://flic.kr/p/YbdnGi

Missing one. Greg Simenoff cc by-nc-sa https://flic.kr/p/YbdnGi

En la “escuela tradicional” el contenido no anda libre por los pasillos, sino que está contenido dentro de las paredes del aula y cada aula, a su vez, responde a una asignatura y a un nivel educativo. Es una escuela graduada. Y el contenido es suministrado gradual y dosificadamente. En la “escuela tradicional”, el contenido nunca está fuera de lugar. Siempre sabemos dónde está. No anda desubicado. Difícilmente pueden suceder imprevistos.

En la “escuela tradicional”, los alumnos pasan la mayor parte de su tiempo “contenidos en sus aulas”. Y cuando circulan por la escuela lo hacen por caminos permitidos y en tiempos preestablecidos. Es muy fácil saber dónde están (o al menos donde debería estar) unos alumnos/as en un momento dado del día. Cuando llega un inspector a un centro educativo le basta con preguntar dónde está el aula de matemáticas de 1º de la ESO, porque sabe que allí encontrará a los alumnos de 1ºESO (tiene la lista con nombres y apellidos) y al profesor de matemáticas (al que puede llamar por su nombre porque lo lleva anotado) dando la clase que corresponde, como estaba previsto, a esa hora y a ese día concreto del curso escolar. No hay sorpresas.

Los docentes de una “escuela tradicional” también están “contenidos” a unos espacios establecidos y unos tiempos prefijados. Contenidos durante tiempos determinados y siempre iguales en sus aulas. Y cuando salen de un aula, tienen que ir a otra.

Dependiendo del nivel o del tamaño del centro, compartirán con sus compañeros de departamento o de nivel algún espacio y algún tiempo, pero pocos. No sobra el tiempo para nada que no esté fijado en el documento de organización del centro o en la planificación docente. Es difícil la colegialidad en un “colegio”.

Fuera de la escuela no hay contenido. Hay conocimiento. Fuera no hay escasez. Hay abundancia. Pero fuera también hay menos orden. Fuera es el espacio del acontecimiento y la extrañeza. Fuera domina la incertidumbre, lo azaroso, lo inesperado, las sorpresas y la mezcla. Fuera, el orden y la estructura no está contenida en un documento o en un dispositivo, sino que la dan las redes y los usos que damos colectivamente al conocimiento.

Frasser Elliot. cc by-nc https://flic.kr/p/8B9UAH

Frasser Elliot. cc by-nc https://flic.kr/p/8B9UAH

Fuera, las cosas no son binarias, sino difusas, grises, con muchos matices. Donde dentro hay seguridad y estabilidad, fuera hay riesgo y variabilidad. Estar dentro es estar a salvo, pero salir es una promesa. Es la promesa de la desorganización. Es el territorio de la automotivación, del interés personal, de la curiosidad y la experimentación. De los aprendizajes no planeados y autodirigidos. Es el espacio sin normas y sin forma. Es el terreno de lo informal.

Fuera, los contenidos no se llaman ya contenidos sino recursos. Y cuando se dan ciertas condiciones los llamamos Recursos Educativos Abiertos. Recursos que se pueden utilizar, reutilizar, modificar, intercambiar, mezclar y combinar. Recursos que no están contenidos, no están encerrados y no son, en ese sentido, contenidos. Y que cuando, por ejemplo, los encerramos en plataformas dejan de funcionar. Son libres y circulan y, al circular, podemos modificarlos, recombinarlos y recrearlos. Y al hacer todo esto puede pasar que lo que resulta ya no es disciplinar, sino multidisciplinar. Que no trabaja una sola competencia sino varias y que no responde a un estándar sino a la combinación de varios.

Los Recursos Educativos Abiertos nos permiten liberar el conocimiento y abrir las prácticas. Los Recursos Educativos Abiertos abren, valga la redundancia, las cerraduras con las que tenemos cerrada la Escuela y dentro de ésta las aulas. Y una vez abiertas escuela y aula, el contenido deja de estar contenido. El conocimiento entra y sale. Deja de ser contenido.

Pero la libertad y la abundancia generan incertidumbre en la mayoría de nosotros. Y muchos preferimos entonces volver a la seguridad de lo conocido, de los límites establecidos, de lo pautado y determinado. Volver a la seguridad de los contenidos y del libro de texto que nos ayudan a interpretar el currículo (qué se aprende y qué no, cuánto aprendemos de cada, a qué ritmo y en qué orden y también de qué forma, si es leyendo mejor que viendo o recordando antes que haciendo).

Sabemos que debemos abrirnos, que debemos salir y dejar entrar lo que está fuera. Sabemos que debemos vincular lo que hacemos en el aula y en la escuela a la vida de nuestros alumnos. Que debemos expandir el aula y abrir la educación. Abrir el aula y derribar muros. Abrirnos a otros conocimientos y otras metodologías.

Ángel Torres cc by https://flic.kr/p/keeDMa

Ángel Torres cc by https://flic.kr/p/keeDMa

Sabemos de algunos que salieron y que están bien. No les ha pasado nada. Están mucho mejor según cuentan. También sus alumnos. Pero a la mayoría el “afuera” nos da miedo. No nos sentimos seguros y preferimos parapetarnos entre las paredes del aula y los márgenes del libro de texto.

Pero si alguien nos acompañara muchos saldríamos. Hacen falta actores que nos ayuden a navegar por la libertad y la abundancia. Por la incertidumbre de lo desconocido. Hacen falta actores que nos ayuden a movernos también por lo que podríamos llamar nuestras Zonas de Desarrollo Próximo Digital. Por zonas de incertidumbre cercanas a la seguridad de lo tradicional, pero abiertas. Zonas donde podamos ser mejores. Zonas donde seguirá también existiendo la incertidumbre normal del ecosistema digital, pero también donde habrá acompañamiento y asesoramiento que nos ayude a aminorar esa incertidumbre.

Zonas que se extenderán más allá de los límites del aula y del libro de texto, dependiendo de cada docente, de cada grupo de docentes, de cada grupo de alumnos y de cada escuela.

*Este texto es una simplificación de la compleja realidad de la educación escolar y de la difícil tarea de educar hoy. Lo es también del complejo entorno social en el que la escuela debe actuar hoy. Y lo es, por último, también, de la complejidad del entorno tecnológico y digital y de las relaciones de éste con la escuela.

No existe como tal una escuela tradicional. Hay muchas escuelas, muchos docentes y muchas maneras de enfrentar los grandes retos que la educación tiene hoy. Hablar de escuela tradicional como si fuese un modelo único que responde a unas características comunes y generalizables es, como decía, una simplificación. Aún así, la hemos utilizado porque creemos que ilumina aspectos interesantes para entender parte de los retos que la escuela tiene en el entorno tecnológico y digital en el que ya vivimos.

**El texto fue publicado originalmente el pasado 2 de febrero en el blog de SantillanaLab y fue escrito en el contexto de la tercera temporada de SantillanaLab, edición 2017. Es una reflexión personal pero recoge el trabajo y las conversaciones mantenidas con mis compañeras Cristina Arroyo, Marta Bonet yBeatriz Iranzo, así como la rica discusión que se estableció el 18 de octubre de 2017 en la sesión del Lab dedicada a los Recursos Educativos Abiertos con el resto de compañeros y compañeras de SantillanaLab y un buen grupo de maestras, maestros, profesores y profesoras, a los y a las que desde aquí agradezco su tiempo y generosidad.

Fuente: https://carlosmagro.wordpress.com/2018/02/09/contenidos/

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El negocio escandaloso y segregador del Bachillerato Internacional

Por: Enrique Díez

El Bachillerato Internacional, título de una empresa privada, está siendo sufragado en buena medida por las administraciones, a pesar de los grandes recortes en la pública.

Cuando entras en clase de 1º de Bachillerato Internacional del Instituto Lancia de la ciudad de León, te quedas perplejo. Hay cinco alumnos y alumnas sentados en el aula. Y toda una plantilla de profesorado para dar clases a estos cinco chicos y chicas. La Junta de Castilla y León financia públicamente para que se dé un trato escandalosamente preferente y segregador a una minoría selecta: 5 alumnos y alumnas en una clase en 1º de bachillerato en este instituto público de León. Mientras se ampara en la escasez de población escolar para explicar recortes de profesorado y unidades en la misma provincia.

Cuando otros institutos de su entorno, de la misma ciudad, y con características similares tienen 36 alumnos y alumnas de media por clase en el mismo bachillerato, como el Legio VII; o 35, en el Ordoño II; o 30, el Instituto Padre Isla, ¿cómo es posible que en el Instituto público Lancia haya un bachillerato de una entidad privada, el denominado “bachillerato internacional”, con 5 alumnos y alumnas en 1º y 13 en 2º? ¿Cómo es posible que la Administración educativa esté ampliando sistemáticamente el número de alumnado por aula en todos los centros públicos, para contratar cada vez menos profesorado, mientras que no pone problema alguno en mantener toda una plantilla de profesorado para atender a estos reducidísimos grupos en un bachillerato de una entidad privada, vendiéndolo, eso sí, como “la atención a la diversidad por arriba”, “una formación de excelencia que equipara con algunos centros educativos de elite” y un “prestigio añadido para el instituto, por ser de los pocos centros donde se ofrece este tipo de enseñanza”? Asegurando incluso un “profesorado motivado” (como si el resto del profesorado estuviera desmotivado) y “estable” (cuando cada vez es mayor la precarización del resto).

En una época de recortes y precarización en educación, que el Partido Popular ha vendido como “racionalización” con sus normativas y decretos, donde los centros educativos han sufrido un permanente recorte de profesorado y personal, con 30.000 docentes menos en la pública para una población escolar que ha aumentado, cómo es posible este “extraordinario fenómeno”. Recordando que el reciente Informe de la OCDE para España, denuncia que la Administración educativa destina entre 1.335 y 2.670 euros menos por alumno y año, que la inversión en educación supone solo un 8% del gasto público total, frente al 11% de media de la mayoría de esos países y que, en términos de PIB, se ha recortado hasta el actual 4% (7.000 millones menos), una inversión muy por debajo de la media de los países de la OCDE, el 5,3%. Sabiendo además que el Gobierno del PP se ha comprometido con la Troika a que no pase del 3,8% del PIB en 2018 y descienda hasta el 3,67% en 2020.

En este contexto de saqueo de la educación pública, la Administración educativa está amparando, financiando y potenciando “islas de élite” para una minoría selecta, pagando a una fundación privada, que se ha instalado y parasita la educación pública sin ningún pudor. Porque no se trata solo de mantener plantillas de profesorado para atender grupos reducidísimos, sino el coste que suponen estos bachilleratos internacionales de una entidad privada para las arcas públicas. Ante la penetración de la empresa privada en lo público, a la Administración educativa no parece importarle saltarse todas las normativas y medidas de recortes que ha impuesto a todos los centros educativos públicos a sangre y fuego, con el fin de que esta empresa privada implante su escandaloso modelo de negocio, que vacía aún más las exiguas arcas públicas de la educación, ya recortadas hasta límites insospechados por las políticas neoliberales pactadas entre PP y PSOE y consagradas con la modificación del artículo 135 de la Constitución.
La Organización del Bachillerato Internacional (IBO), fundación privada creada en 1968, con sede en Ginebra (Suiza), por un grupo de familias vinculadas al mundo diplomático y a los organismos internacionales, ha extendido sus redes por toda España.

Los primeros años la mayoría de los colegios que ofertaban el Programa eran centros privados de élite. Cursarlo en el International School of Sotogrande de Cádiz costaba 16.000 euros; en el Aloha College (Marbella, Málaga) 13.670 euros. En Sevilla cursarlo en el IES Martínez Montañés (público) y el San Francisco de Paula costaba entre 11.000 y 12.500 euros, respectivamente. El colegio privado Peñacorada de León también lo implantó hace unos años, pero actualmente se ha deshecho de este programa y habría que preguntarse por qué.

Actualmente casi 100 centros en todas las comunidades –excepto Extremadura, Ceuta y Melilla– ofrecen dicho programa. De los 95 centros que han implantado en España este programa 30 son institutos públicos. Las comunidades con más centros públicos IB son Cataluña y Castilla y León. El Bachillerato Internacional se ha implantado en Primaria (3-12 años), en años intermedios (12-16 años), el Programa de Diploma (16-19 años) y el Certificado de Estudios de Orientación Profesional (16-19 años). Efectivamente, el programa puede comenzarse desde los 3 años, aunque lo más conocido es el programa del Diploma, que corresponde a los dos años de Bachillerato.

El coste para el centro escolar, con el fin de poder anunciar que tiene el diploma de esta “marca” es de 8.350 euros anuales, como indica la propia página del IBO (Bachillerato International). A esta cifra, que esta empresa privada cobra a cada centro solo por anunciar que imparte su programa de bachillerato, hay que sumar el coste por alumno o alumna, que suele superar los 1.000 euros (por asignatura, por prueba, por matrícula y alumno, etc.), y el coste de los exámenes externos que es de 588 euros (una vez se finaliza el programa), además de las tasas que cobra la Organización del Bachillerato Internacional. Algunas administraciones educativas, como las de Castilla y León, financian todo el coste. Otras, utilizan un modelo mixto, en los que la Consejería paga el coste del programa y el alumnado paga el coste del examen externo.

El negocio, en todo caso, está asegurado. Porque además de todo lo anterior, la Organización del Bachillerato Internacional, se encarga también de proporcionar y cobrar por una formación específica al profesorado, por elaborar y corregir las pruebas y exámenes, etc. Además, en función de que esta entidad privada es la que otorga el Diploma, fiscaliza y establece una serie de controles sobre los centros y el profesorado de la educación pública, que tiene que dar cuentas a esta fundación privada. Es poner a la educación pública a los pies de la empresa privada, que es quien, en definitiva, acaba planificando, autorizando, exigiendo y evaluando a la comunidad educativa y el funcionamiento del centro.

Lo único que consigue quien cursa el Bachillerato Internacional es obtener un Diploma acreditativo de que ha hecho este programa. Nada más. “Es igual al Bachillerato normal, solo que al final te dan un diploma que solo sirve para eso, para tenerlo enmarcado y decir que hiciste el bachillerato internacional” denunciaba una de las alumnas que lo han cursado.

Porque la supuesta “ventaja” que anuncia permanentemente de que con el BI ya no se tendrá que hacer la prueba de selectividad (EBAU) para acceder a la Universidad es una mentira a medias. Es decir, una “posverdad”, como ahora se denomina. Es cierto, que desde que el PP impuso la LOMCE eliminó la exigencia de realizar simultáneamente los dos bachilleratos (el público y el privado internacional), pues el ministerio de Wert reconoció a esta fundación la equivalencia de este bachillerato en la LOMCE. Por eso actualmente, en teoría, se permite el acceso directo a la Universidad, pero utilizando como nota de acceso la que se haya obtenido en el curso. Esto conlleva mucha “letra pequeña”, que no se suele leer en el contrato, hasta que no se ha terminado y uno se encuentra con la realidad, que suele ser bastante distinta.

La letra pequeña establece que solo se “convalida la fase general de la EBAU” (la nota que se les aplica es la media de las 6 asignaturas del Programa), con lo que tienen que matricularse en la EBAU de la UNED y examinarse de las específicas o convalidar nuevamente la nota que han sacado en el BI en las asignaturas requeridas como específicas, en aquellas universidades que sí permiten específicamente sumar hasta 4 puntos de la fase específica mediante este sistema de acceso. Además, la convalidación, al tener que hacerse con calificaciones traspuestas de la calificación general, no pueden ponderarse para titulaciones que piden notas de corte para acceder a ellas. A esto se suma que los resultados del Diploma no se conocen hasta el 5 de julio, por lo que llegarían muy tarde para solicitar la carrera que se quiere. Por eso la mayoría de los institutos insisten en que “recomendamos a nuestros alumnos que se presenten a la Selectividad”. Es decir, que a efectos prácticos la única supuesta ventaja que les daría este BI se transforma en nada.

Ante tantos requisitos de exigencia, cuya utilidad real en muchos casos no la ven, y ante la presión a la que se ven sometidos, pues la carga académica y lectiva es mucho mayor (40 horas semanales, en vez de las 30 horas normales) y con muchas más horas de laboratorio, etc., muchos estudiantes se echan atrás y abandonan el programa. “El volumen de trabajo acaba siendo agobiante”, confiesa una estudiante. Todavía se recuerda el escándalo en 2010 del Bachillerato Internacional en un centro en Vigo, denunciado ante la Inspección de Educación de Vigo por estudiantes y familias por “maltrato psicológico” continuado. Ante esta situación, algunos centros han empezado a recurrir al chantaje, como nos relataba una familia: “nos presionan amenazándonos de que si abandonaba nos cobrarían el coste de la matrícula que había abonado el centro, que era –nos dijo- de más de 6.000 euros”.

Esta escandalosa segregación, con financiación pública, en manos de una entidad privada, no es el modelo de educación pública que debemos defender. Una segregación de excelencia por arriba, como nos dicen, para alumnado con notas medias de notable, y sobresaliente para los que vienen de otro colegio o instituto, supone volver a un modelo de escuela selectiva y segregadora, que instaura una concepción no democrática de la educación, de acuerdo con un enfoque ideológico nefasto para la educación y la sociedad. La selección del alumnado, en cualquiera de sus formas, rompe el equilibrio y la cohesión social, convirtiendo la educación en una lucha por el privilegio de la distinción, olvidando los valores de la pluralidad, la cooperación y solidaridad y su ejercicio en un espacio de diversidad. La obligación de la Administración Pública Educativa es garantizar el éxito escolar de todo el alumnado y no el de unos pocos, no recortando y desasistiendo a la mayoría de los centros públicos, mientras financia con el dinero de todos programas de entidades privadas al servicio de una élite. Más y mejor inversión en la educación pública, dotando a todos los centros de los recursos suficientes y las medidas adecuadas para que todos ellos ofrezcan las máximas oportunidades de cara a que todo el alumnado pueda recibir la mejor educación, especialmente el alumnado que más lo necesita, es lo que debe presidir una política educativa justa.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2018/02/13/negocio-escandaloso-segregador-del-bachillerato-internacional/

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Océanos de plástico

Por: Carmelo Marcén

Hubo que cambiar la clasificación escolar de los océanos y añadir el de plástico

Los océanos y mares, habrá que recordar para los curiosos que representan el 71 % de la superficie del planeta, se estudian en muchos cursos de la escuela y adornan nuestra vida con cantidad de imágenes, casi todas espectaculares. Son protagonistas de muchos documentales –recordemos a Jacques Y. Cousteau, la BBC o National Geographic- en los que se ensalza su inmensidad, el color y los movimientos de sus aguas, la grandiosidad de la vida que albergan. Su magnetismo atrae desde hace siglos en la cultura universal y por eso son protagonistas de aventuras noveladas, como “Moby Dick” de Herman Melville –vivió sus andanzas oceánicas con poco más de 20 años y publicó en 1849 su ballenero libro, que supuso entonces un espectacular fracaso- o “20 000 leguas de viaje submarino” de Julio Verne –publicado veinte años más tarde, en donde se explora la variada vida marina y las contradicciones de la condición humana-. Pero además los grandes depósitos de agua pueden ser una muestra novelada de la vida pues albergan un 99 % de la biosfera global, de su variabilidad y belleza; incluso de su misterio. Se estima que el 95 % del volumen de mares y océanos nos resulta ignoto. ¿Quién no querría conocer cómo son las centroamericanas Fosa de Puerto Rico y Fosa de las Caimán?, unos precipicios de más de 9000 kilómetros que nos ayudarían a entender el carácter discontinuo del fondo marino y de su vida. A pesar de que los mares tienen tantos atributos, incluida la adoración que desde los griegos se dedicó al dios Océano, los humanos los hemos utilizado como si fueran una fuente inagotable de recursos o un cubo de basura sin fondo. De tal forma que han perdido sus cualidades físico-químicas y una buena parte de su variabilidad biológica. ¡Ya no son lo que eran! El dios Océano estará pensando en cambiarse de nombre.

Tal como están las cosas se nos ocurre que habrá que empezar a enseñar en las escuelas que los océanos –masas enormes de agua que contienen muchos mares- ya no son cinco sino 6. El océano de plástico, va creciendo sin parar. Los ecologistas de Greenpeace aseguran que cada año se vierten unos 8 millones de toneladas de plástico a las aguas marinas y oceánicas –casi suponen las tres cuartas partes de la basura marina-. Nos cuesta asignarle a esos océano/mares unos límites pero podemos clasificar fácilmente las especies que podrían definirlos: bolsas, microplásticos, toallitas higiénicas, botellas, bastoncitos para los oídos, pvc en cantidad, etc. Sabemos quién lo ha originado: nosotros. El asunto es grave pues los plásticos acumulados han formado ya dos grandes islas en el Atlántico, otras dos en el Pacífico y una en el Índico, ¡qué cosa tan fea! Pero además, las organizaciones ecologistas alertan de que una buena parte de los residuos plásticos se rompen en trozos de pequeño tamaño que se esparcen por la columna de agua o por el fondo marino y entran en las redes tróficas del mar, con los peligros añadidos que para las mismas suponen y también para las capturas dedicadas al consumo humano. Y es que los polímeros sintéticos de largas cadenas moleculares –así se forman los plásticos- tardan, dependiendo de factores diversos como la radiación ultravioleta (UV) y otros, mucho tiempo en degradarse: a una botella puede costarle 500 años y una simple bolsa más de 50. ¡Horror!; se calcula que en 2050 los plásticos superarán al número de peces en los mares.

El hecho es que poco a poco los océanos se asfixian por basuras, falta de oxígeno, acidificación, vertidos de nutrientes procedentes de la agricultura y varias actividades industriales, y otros añadidos humanos; ya hay detectadas más de 400 zonas muertas en el mundo y crecen sin parar. Pero el problema añadido que se nos presenta es quién cuida los océanos. En la tierra se establecen reglas y normas para proteger los recursos y existe una creciente preocupación social por no degradar en exceso el medio ambiente. Pero los mares poco nos preocupan, es posible que no los sintamos como nuestros – el 67 % de su superficie escapa a la jurisdicción de cualquier país- y ya se sabe que si no está la propiedad por medio tendemos a alejarnos del cuidado y protección. Eso sin contar que hay países poco cuidadosos, por ejemplo España que en el Ocean Index no figura en muy buen lugar (126 entre 221) con una nota de 67 sobre 100, debido sin duda a la pésima protección de las aguas de sus costas. Alemania es el primer país europeo entre los grandes, se sitúa 4º lugar, mientras que los países latinoamericanos no se encuentran bien posicionados, casi todos detrás de España, con la excepción de Ecuador y pequeñas repúblicas isleñas.

Sabemos que no podemos aspirar a que los mares vuelvan a ser lo que eran hace unos 100 años, pero necesitamos un saneamiento global, por la biología marina y porque bastante gente se podría alimentar de su biodiversidad. Seguramente los dioses del mar estarán pensando algo parecido a Cousteau: “Cerrar los ojos a la naturaleza solo nos hace ciegos en un paraíso de tontos”. Como la escuela debe ser un lugar de sabios, debe ocuparse de estudiar los océanos y mares de manera diferente: hay que entender las interconexiones de la vida humana con los cambios globales, máxime si estos se convierten en problemas, siempre difíciles de gestionar. Por cierto, habrá que buscar en los libros de texto de nuestras escuelas qué dicen sobre la contaminación del mar, por plásticos u otras causas.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/ecoescuela-abierta/2018/02/15/oceanos-de-plastico/

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Lecciones de la evaluación docente

Por: Juan Carlos Yáñez

Evaluación para el desarrollo docente, formación entre iguales, colaboración y cooperación son parte de los sistemas con mejores resultados.

En Chihuahua (México), en noviembre de 2015, escuché a Juan Carlos Tedesco afirmar que en educación no existen las balas de plata: soluciones mágicas para resolver de inmediato, de una vez y para siempre los problemas. Al mismo artefacto yo le llamaba, tiempo atrás, el bálsamo de Fierabrás en educación, el remedio eficaz para todos nuestros problemas. Advertidos de la imposibilidad del milagro, queda entonces el estudio minucioso, el diagnóstico preciso y comprensivo como base para las alternativas; y en ese ejercicio, revisar casos ilustra siempre.

En el libro La evaluación docente en el mundo (México, 2016), coordinado por Gilberto Guevara Niebla y publicado por el Fondo de Cultura Económica, la Organización de Estados Iberoamericanos y el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación, encontramos ejemplos para el examen riguroso de experiencias en el tema.

Los casos relatados son útiles para derivar reflexiones y valorar su pertinencia en otros contextos. Algunas muestras: en Shanghái, los profesores tienen la obligación de observar a otros y analizar su desempeño en el aula. El trabajo colegiado en Japón tiene coincidencias: en pequeños grupos planean una lección, se observan al impartirla y luego de analizarla, afinan. En Inglaterra los profesores destacados tienen horario reducido en su centro escolar y el restante lo destinan a ayudar a otras escuelas.

En los ejemplos hay elementos comunes en mayor o menor grado: trabajo colegiado antes de la intervención docente, actuación en el salón de clases (como docente o como observador) y análisis posterior para sugerencias y ajustes.

Hay virtudes o principios encomiables: colegialidad, generosidad, voluntad política, solidaridad pedagógica, tejido institucional. Todos ellos, en las antípodas de las prácticas individualistas o egoístas, a veces hostiles, en que discurre la vida escolar en muchos de nuestros centros, especialmente cuando las prácticas de evaluación docente se ligan a prestaciones salariales u otro tipo de incentivos materiales.

Desarrollar prácticas como las descritas implica esquemas de organización central y políticas para la puesta en marcha, desde el más alto nivel ministerial hasta la organización escolar, pero no es suficiente si tales pretensiones no se instalan en los recintos áulicos; esto es, la disposición y apertura de los maestros para compartir y aprender.

En su capítulo sobre un informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos en México, Peter Matthews recoge ejemplos de prácticas de colaboración relativamente sencillas de aplicar: escuelas que organizan reuniones de investigación, se observan clases y retroalimentan con videos, se preparan nuevas y se realizan tutorías, en donde reflexión y evaluación son el centro del desarrollo de la escuela e individual; escuelas donde los profesores se reúnen para compartir cada uno un artículo y promover su debate; escuelas grandes donde los profesores más extraordinarios imparten clases magistrales extraescolares acerca de cómo enseñar un contenido, abiertas a otras escuelas; escuelas donde los profesores tienen que visitar otras y trabajar durante un día con algún colega, incluyendo la reflexión (Shanghái e Inglaterra); los tríos de aprendizaje (Inglaterra), que se forman entre profesores o escuelas, en este caso, reuniendo dos escuelas con una de resultados o prácticas excelentes, que acompañarán a las otras; hay variantes, como grupos de 3 a 6 profesores, trabajando juntos en prácticas de colaboración, entre otras.

La práctica de los “tríos de escuelas” resulta atractiva de aplicarse en contextos tan heterogéneos como los de países latinoamericanos, marcados por terribles asimetrías entre las escuelas a las que acceden los hijos de los pobres y de clases altas. Sin descuidar las tareas de supervisión y acompañamiento, se colocaría la atención en aquellas que demandan apoyos para superar las adversidades propias y de sus contextos, así como actuaciones ineficaces en su interior.

En el capítulo de Dylan Wiliam (La evaluación formativa del desempeño de la enseñanza), hay un repaso prolífico de investigaciones sobre la evaluación del desempeño de la enseñanza. Concluye que reclutar a los mejores profesores o despedir a los ineficientes no son garantía de una mejora consistente en la calidad de la enseñanza. La calidad de los maestros no es sinónimo de la calidad de su enseñanza, por las variables en juego, pero sin calidad en los maestros, alcanzar estándares elevados es imposible.

Por otro lado, reemplazar a los profesores de nuestros sistemas educativos es inviable políticamente y demasiado largo en el tiempo. La clave, a juicio de Wiliam, es el desarrollo profesional de los docentes, que se encuentran laborando en las escuelas, lo cual requiere invertir más y de forma distinta, lejos de cursos y cursos, diseminados en línea o en cascada.

Javier Murillo Torrecilla introduce un elemento crítico de los sistemas de evaluación docente en América Latina. A diferencia de Europa central, especialmente de los países nórdicos, en donde la evaluación docente se realizada dentro de la escuela, porque es ella el escenario de la actuación magisterial, los países latinoamericanos que tienen sistemas de evaluación docente lo plantean al revés. Un tema toral para su examen en nuestros contextos.

Son estas algunas lecciones que podrían estudiarse, ensayarse cuidadosamente, con regulaciones mínimas pero claras, con acompañamientos sensibles pero firmes, con la decidida voluntad de avanzar en la más sustancial de las tareas pedagógicas: la que sucede cada mañana y cada tarde en los salones de clase.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2018/02/09/lecciones-la-evaluacion-docente/

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La evaluación de los sistemas educativos ¿un discurso amenazante para el profesorado?

Por: Carmen Rodríguez, José Gimeno y Francisco Imbernón

La reticencia no es oposición, solo hacer evidente que otras prácticas de evaluación son posibles. Sencillamente consideramos que se puede hacer de otra manera.

Quienes nos dedicamos a la educación no estamos en contra de la evaluación, de todo tipo y cualquiera que fuera el aspecto: agentes, centros y sistema educativo. De este último vamos a ocuparnos.

Lo que nos inquieta son las derivaciones, no siempre visibles ni benignas, de algunas prácticas que van instalándose y consolidándose en el sentido sin percatarse de que pueden tener consecuencias graves para el profesorado y también para el alumnado. La reticencia no es oposición, solo hacer evidente que otras prácticas de evaluación son posibles. Sencillamente consideramos que se puede hacer de otra manera.

Evaluar cualquier aspecto, componente o agente del sistema educativo, per se y en principio, no es algo positivo o negativo. Depende de si: a) el objetivo para realizarla es pertinente y relevante, en orden a alcanzar los grandes fines de la educación. Todo lo que podría ser evaluable de alguna manera y en alguna medida, no tiene que ser evaluado necesariamente. Esta es una prevención especialmente significativa por el clima positivista que predomina en la investigación y en el pensamiento sobre la educación. b) Los métodos para la indagación y la crítica elegidos tienen que ser idóneos y capaces para proporcionarnos la información pertinente que se precisa. c) Valorar si esa información nos proporciona el conocimiento que nos permite tomar decisiones acertadas y mejorar nuestras instituciones, la educación y, en general, la sociedad. Estos principios actúan de mecanismos de “vigilancia” que detectan perversiones y desnaturalizaciones de las prácticas evaluativas, de manera fortuita o intencionadamente que pudieran producirse.

Un ejemplo de desnaturalización de la evaluación, en principio voluntaria, se puede apreciar en el caso de las evaluaciones del sistema educativo que se han legitimado (como PISA) haciendo creer que son necesarias para la mejora de la educación, para la democratización de las relaciones sociales y para la petición de la responsabilidad que le quepa a cada uno y, particularmente a los poderes públicos. En verdad, a lo que están sirviendo estas prácticas de evaluación externa es a la imposición de un proyecto bien delimitado de currículum que anula lo que se supone que es el sentido común.

Nadie debería oponerse a que se evaluara el sistema educativo como servicio público al que se demandan ambiciosas metas definidas socialmente y en el que se invierten muchos recursos. Las evaluaciones sirven para conocer su estado en el que se encuentra lo evaluado recogiendo evidencias y para que sus conclusiones informen sobre procedimientos democráticos de decisión y mejora. Su principal objetivo sería vigilar que no se relajen los principios rectores de un sistema educativo democrático: la responsabilidad educativa, el aprendizaje del alumnado, la solidaridad, la igualdad, la libertad de pensamiento, así como la inclusión y el fomento de la convivencia, entre otros valores propios de una sociedad democrática y se mejoren progresivamente.

El interés por la evaluación ha cambiado a lo largo del tiempo, aunque siempre buscando la “mejora” de los sistemas educativos. En los años sesenta se justificaba por la importancia que tenía analizar la igualdad de oportunidades. En los ochenta empieza a aparecer el discurso sobre la calidad de los sistemas educativos y a partir de los noventa se vincula la calidad educativa con la incorporación de la evaluación como un instrumento para la eficiencia de la economía y para la competitividad entre países y regiones.

En esta última etapa, cuando los procesos de evaluación del rendimiento de los estudiantes a gran escala cobran una notable relevancia en el discurso relativo a la educación, se introduce la evaluación como dispositivo de medición, con la novedad de que los malos resultados de ser considerados como una responsabilidad del alumnado o del contexto pasan a ser explicados como una responsabilidad del mal desempeño docente, al que se le acusa de tener una mala preparación. Aparece un discurso amenazante para el profesorado que se pone en el punto de mira de la sociedad. Se vuelve a un enfoque de caja negra, donde desaparece el análisis del proceso educativo fijándose más en los productos, desarrollando una política apoyada en la búsqueda de buenos resultados.

Se está afianzando con fuerza una tendencia de los sistemas de evaluación que interpreta “la calidad educativa” como una mejora de los productos o resultados de aprendizaje del alumnado y de su rentabilidad social; un lenguaje que resulta muy atractivo a los gestores educativos, administradores y políticas neoliberales que siempre han considerado que los malos resultados son responsabilidad del profesorado, aprovechando ese discurso para establecer mecanismos de control y de competitividad. A partir de este momento adquieren una gran centralidad las evaluaciones externas de los logros de los alumnos y alumnas que se identifican con el rendimiento de las instituciones educativas y con el desempeño docente. Se establecen por tanto evaluaciones parciales que no tienen en cuenta la complejidad de factores que influyen en la enseñanza, confundiendo evaluar con aplicar pruebas basadas en competencias que miden el capital cultural del alumnado y no lo que se enseña en las escuelas o reducen el conocimiento a aprendizajes memorísticos y tareas sencillas. Y suelen tener la finalidad de conducir a sistemas de rendición de cuentas (accontability), donde premian, castigan y clasifican a los centros docentes y al profesorado según los resultados obtenidos en esas evaluaciones parciales.

Se introduce en el imaginario educativo y social como algo normal que evaluar sea un instrumento central y útil para organismos gubernamentales, como la OCDE o el Consejo de la Unión Europea, que basan sus prácticas globales en mecanismos de evaluación comparativa e indicadores, y suponen un cambio a un enfoque cuantitativo, dibujando un escenario que podríamos denominar “el gobierno de los datos” que tiene cada vez más incidencia en las nuevas reformas y en las políticas educativas en general.

Siempre la evaluación tiene que servir para apoyar a la mejora de los programas educativos, puesto que han de estar al servicio de las necesidades y derechos de los alumnos y alumnas. Por supuesto, que también tienen que servir para analizar la actuación del profesorado, la idoneidad de las propuestas didácticas y el funcionamiento de las instituciones educativas. Y estamos de acuerdo en que estas evaluaciones tienen que ser contextualizadas y periódicas. El problema no es, pues, la evaluación, sino qué evaluación y con qué fin la realizamos. Los mecanismos de alarma han saltado.

Nos encontramos, por tanto, dentro de un proceso neoliberal que entiende que la mejora educativa se propicia a través de un estado vigilante del principio de competitividad entre alumnos, profesorado e instituciones educativas, que se desarrolla través de evaluaciones, rankings, financiación y elección de centro, porque desconfían de la eficiencia de la enseñanza que realiza el profesorado. Sin embargo, solo consiguen devaluar la enseñanza, causar un mayor estrés en el profesorado y hacer que muchas instituciones educativas queden estigmatizadas, generando desigualdades según el nivel socioeconómico de la población que tengan. Los resultados de esas evaluaciones son, además, utilizadas por los medios de comunicación para crear una sensación de crisis y fracaso de la educación, olvidando la trayectoria e historia de los sistemas educativos.

Somos conscientes que las instituciones educativas tienen que estar abiertas y ser transparentes, ante la sociedad que las sostiene. Todo el mundo tiene derecho a ser informado de cómo es la educación que tenemos. Esta apertura no tendría sentido si no es para mejorar la política educativa, las instituciones escolares y para entender qué aprenden realmente los alumnos. Cómo en cualquier otro fenómeno, situación o acción, la evaluación es consustancial a toda actividad educativa. Pero se ha de utilizar la evaluación como instrumento necesario para mejorar los procesos educativos, proponiendo las medidas necesarias para atender a la singularidad y a las necesidades del alumnado según sea el contexto en el que se desenvuelve y se desarrolla.

Creemos que la evaluación en tanto que la consideremos valiosa para la mejora de los procesos educativos tendría que tener un lugar prioritario en el centro, que es donde se desarrollan las prácticas educativas: el currículo, las tareas académicas, la organización de los centros, las condiciones escolares y del profesorado. Las instituciones educativas tienen que ser la plataforma desde donde arrancar la reflexión y la toma de decisiones de mejora. Necesitamos profesores y profesoras que tengan un proyecto educativo que se justifique en los objetivos generales del sistema educativo y tengan autonomía para adaptar su enseñanza a las necesidades del alumnado y del contexto social, pero no a pruebas estandarizadas. Se debe de confiar en los docentes y ellos, a su vez, en sus estudiantes. Es necesario una cultura de la evaluación, porque en ella se encuentran algunas de las raíces del éxito y del fracaso escolar y la mejora social, pero tenemos que confiar en el profesorado que es el que sabe mejor cómo va el proceso de aprendizaje del alumnado.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2017/11/23/la-evaluacion-de-los-sistemas-educativos-un-discurso-amenazante-para-el-profesorado/

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