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Reflexión. La salud mental, un derecho laboral que debe defender el magisterio

Por: Rosa García *

El magisterio mexicano vive momentos de alta presión laboral, producto de la precarización en aumento y la degradación de sus vidas con la pandemia y la crisis económica, pero principalmente las mujeres.

Hace pocos días, algunos medios de comunicación informaron que una maestra de primaria intentó arrojarse del balcón de la escuela donde laboraba en la colonia Escandón, en la alcaldía Miguel Hidalgo, producto de una crisis nerviosa. Y aunque la noticia se viralizó explicando que la maestra fue atendida rápidamente por servicios médicos, a ciencia cierta se desconocen los motivos que provocaron tal crisis.

No obstante, y sin intentar hacer conjeturas sobre la vida personal y laboral de una docente, ni utilizarlo de forma oportunista como muchos medios amarillistas, como maestra que ejerzo la docencia en una escuela primaria, no quiero dejar de comentar a nuestros lectores lo que vivimos en nuestro sector, particularmente las mujeres, y cómo se fueron recrudeciendo las condiciones y los padecimientos desde el inicio de la pandemia.

Por muchxs es bien conocido que la docencia se ha vuelto un trabajo cada vez más esclavizante y estresante para los y las maestras desde que empezó la pandemia, la carga de trabajo ha aumentado terriblemente y ahora, en la presencialidad, se siguen duplicando las jornadas laborales, pues debes de atender a tus alumnos tanto en lo presencial como a distancia, atender a padres y madres de familia, planificar clases, elaborar el material didáctico, rúbricas de evaluación, múltiples e innecesarios documentos que piden las autoridades educativas, mejoras en las escuelas como pintura, arreglos de muebles y limpieza, además de los cursos de la SEP; aunque seguramente olvido algunas otras tareas.

Pero, la gran mayoría de estas actividades solemos hacerlas después de la jornada laboral, ocupando muchas horas que, obviamente, no nos son pagadas pues no se reconocen como parte de nuestra jornada de trabajo ni como horas extraordinarias, y lo peor es que si no cumplimos con estas labores se nos sanciona con actas administrativas, extrañamientos, etc.

Además se le suman las labores del hogar, que como sabemos son interminables, la atención de los hijos para aquellas que son mamás, e incluso, con los salarios tan paupérrimos y la inflación que no cesa, no alcanza para llegar a fin de quincena y muchxs profesorxs tenemos otro trabajo a contraturno, ya sea fuera del hogar o en él, en ventas, encuestas, corrección de estilo y los malabares múltiples que cada unx de nosotrxs solo sabe.

Las cifras de la OCDE, tan solo en 2017, pueden evidenciar la precarización laboral descrita más arriba, ya que los y las maestras mexicanas ocupan entre el segundo y tercer lugar en el ranking de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos con más horas trabajadas por año, con récord de entre 500 y más de mil 100 horas trabajadas en ese período. Pero lo sorprendente de este dato es que, estas cifras, solo toman en cuenta las horas frente a grupo. Y, en materia de ingresos, estamos entre los ocho que menos dinero obtenemos a nivel de preprimaria y primaria, mientras que en secundaria, directamente no superan el promedio de la organización.

Ansiedad, estrés y suicidio al alza

Para las y los trabajadores ya es un hecho que las condiciones de vida cada vez son peores, derivadas de la crisis sanitaria y la crisis económica. De acuerdo con datos publicados en una nota de Forbes (revista especializada en el mundo de los negocios y las finanzas), el aumento de los casos de ansiedad en la población a partir de la pandemia llegó a cifras de hasta el 14%”, mientas que en años anteriores solía aumentar del 5 al 7%.

Además, otras cifras alarmantes en México son las relacionadas a los suicidios, que arrojan que en 2019 hubo 7,223, según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). En este tema, es de especial importancia el efecto del suicidio en las y los jóvenes, ya que se proyecta que a causa de la pandemia por COVID-19 se incrementaron las tasas de suicidio con énfasis en este sector de la población, más que en adultos mayores. Al respecto, el mismo organismo indica que, en el primer semestre del 2020, el suicidio fue la tercera causa de muerte en los grupos etarios de 10 a 24 años de edad.

La salud mental debe ser considerada como un derecho laboral

En una nota del diario El Sol de México de este año, se afirma que entre 2020 y 2021 el Gobierno federal redujo 81.6 por ciento los recursos destinados a los estados para atender la salud mental de la población. En el extremo, hay 12 entidades que este año no cuentan con recursos de la Federación para hacer frente a trastornos como depresión, ansiedad y esquizofrenia, entre otros.

Aunque el regreso a clases, según Delfina Gómez y AMLO, lo impusieron por la salud mental de los alumnos y de las mujeres, bien sabemos que las escuelas no cuentan con este servicio ni muchos otros, y esta falta de asistencia y contención resalta mucho más en momentos donde las familias trabajadoras han sufrido pérdidas irreparables por el Covid-19, pero también considerando que durante el aislamiento la violencia machista y sexual, para estos dos sectores en particular, se elevó como jamás antes.

Ante esta realidad que ya no puede ocultarse con discursos, los maestros y las maestras junto con las madres de familia debemos empezar a organizarnos para mejorar nuestras condiciones laborales y de vida, entre ellas nuestra salud mental y emocional; para que cada escuela cuente con profesionales en el tema, como psicólogos y psiquiatras que ayuden en este fundamental aspecto. Pero también para exigir juntos un aumento en el presupuesto educativo, así como para el sector salud y salarios que alcancen para cubrir todas las necesidades de una familia trabajadora.

Fuente de la información e imagen:  https://www.laizquierdadiario.mx

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Tratamos de tapar nuestro vacío existencial con posesiones y distracciones. Pero no funciona

Por: Jordi Pigem*

La tecnología impulsa simultáneamente nuestro poder y nuestra alienación, escribe en su último libro el filósofo Jordi Pigem, del que ‘Ideas’ publica un extracto. Es una receta perfecta para el desastre.

Vamos hacia una sociedad cada vez más alienada, ya intuyó Erich Fromm. En su breve ensayo La condición humana actual, publicado en 1955, advertía que vamos hacia una sociedad tan rebosante de prodigios tecnoló- gicos como carente de sabiduría para usarlos, una sociedad en que las personas no guían a la tecnología, sino que la tecnología las guía a ellas. Fromm creía que “en los próximos cincuenta o cien años” (ya estamos de lleno en ese intervalo) podríamos tener un mundo en el que las personas “se convierten cada vez más en robots”, personas robotizadas que, a su vez, fabrican robots que actúan como personas. Efectivamente, así es nuestro tiempo. La tecnología ha dejado de ser un instrumento y hoy lleva las riendas, cada vez más. Por un lado nos empodera, multiplica enormemente nuestras posibilidades. Por otro lado, acrecienta el vacío existencial que ya empezó a asomar en tiempos de Kafka, Joyce y Camus. La tecnología hace crecer simultáneamente nuestro poder y nuestra alienación. Una perfecta receta para el desastre. Fromm prevé que “los procesos que fomentan la alienación humana continuarán” en el siglo XXI. El peligro, concluye, es que las personas, cada vez más alienadas, se conviertan en una especie de robots. Entonces, ¿hacia qué mundo vamos? Hacia un mundo, escribe, en que los seres humanos no dedicarán su esfuerzo “al servicio de la vida” y de los grandes valores (“amor, verdad, justicia”), sino que “destruirán su mundo y se destruirán a sí mismos porque serán incapaces de soportar el aburri- miento de una vida sin sentido”.

Lo único que hoy parece importar es la supervivencia biológica y la eficiencia tecnocrática. La eficiencia y el control son la cara (atractiva) y la cruz (funesta) de la misma lógica tecnocrática que se ha ido imponiendo y que va eclipsando la alegría de vivir y el sentido de la existencia. En el mismo número de The American Scholar en que Fromm publica su texto, una docena de páginas más adelante hay otro pequeño ensayo, Freedom and the Control of Men (La libertad y el control de los hombres), de B. F. Skinner. Para este científico, padre de la psicología conductista, lo único relevante en los seres humanos es lo estrictamente cuantificable y (en sus propias palabras) “manipulable”. En la última frase de ese texto, Skinner define la aventura humana sobre la Tierra como “la larga lucha del hombre por controlar a la naturaleza y a sí mismo”. Cuantificación, manipulación, control: todo ello crece más y más en un mundo tecnocrático como el de hoy. En el mundo de los hechos, se ha ido imponiendo la mirada de Skinner. Pero la mirada de Fromm sigue siendo más profunda y certera: estamos destruyendo la red de la vida y nos estamos autodestruyendo porque no podemos soportar el aburrimiento de una vida sin sentido.

El aburrimiento de una vida sin sentido se manifiesta en la cultura europea al menos desde que el término ni- hilismo toma carta de naturaleza. El nihilismo, el más inquietante de los huéspedes, como lo define Nietzsche, es la constatación de que no hay nada (nihil, en latín) que pueda servirnos verdaderamente como fundamento u horizonte: nada en el fondo tiene sentido. El término nihilismo aparece por primera vez en un personaje de Turguénev, pero su presencia ya se había dejado sentir en autores de las generaciones anteriores (Jean Paul, Hölderlin, Leopardi). De hecho, su expresión más rotunda aparece mucho antes, a principios del siglo XVII, cuando Macbeth describe la existencia como “a tale told by an idiot, full of sound and fury, signifying nothing” (un cuento contado por un idiota, lleno de sonido y de furia, que no significa nada). En Los hermanos Karamázov, la gran novela filosófica de Dostoyevski, Iván constata que Dios ha muerto y, por tanto, el ser humano es libre. Pero la muerte de Dios, sin ningún otro horizonte que supla su ausencia, deja al mundo sin norte y al ser humano sin rumbo. “Todo está permitido”, escribe Dostoyevski: la nueva libertad no pone límites a los instintos más egoístas y criminales. Nietzsche toma nota pronto: “El peligro de los peligros: nada tiene sentido”. La experiencia de que nada tiene sentido se halla en el núcleo de las grandes obras de Kafka, Joyce, Beckett y tantos otros testigos del siglo XX, relatos que no significan nada más allá de la constatación del absurdo y de la falta de sentido, y en los que ya ni siquiera queda la furia.

Hoy encontramos la misma constatación bajo la efervescente espuma de las distracciones electrónicas. David Foster Wallace, descrito por The New York Times tras su suicidio en 2008 como “la mejor mente de su generación”, intentó expresar la angustia y el extravío que sentía en el fondo de un mundo acomodado como el suyo: “Hay algo especialmente triste en ello, algo que no tiene mucho que ver con las circunstancias físicas, o con la economía o con nada de lo que se habla en las noticias. Es más como una angustia al nivel del estómago. La veo en mí y en mis amigos de distintas formas. Se manifiesta como una especie de extravío”.

En momentos de silencio o confinamiento, si no somos presa de las distracciones o del miedo, tal vez nos preguntamos qué es todo esto, qué hacemos aquí. No se trata de fantasías de personas especialmente sensibles. También lo han constatado científicos del más alto nivel. Jacques Monod, premio Nobel de Medicina, afirmaba que el ser humano se halla extraviado en un universo que es “sordo a su música” y “tan indiferente a sus esperanzas como a su sufrimiento o a sus crímenes”. Steven Weinberg, premio Nobel de Física, escribe que el universo es “abrumadoramente hostil” y que cuanto más lo conocemos, más comprobamos que no tiene ningún sentido.

La falta de sentido no es exclusiva del mundo contemporáneo. Si el ser humano está extraviado, lo está desde hace tiempo. Pero desde hace algo más de un siglo, desde el estallido de la Primera Guerra Mundial, ese extravío se siente con mayor intensidad. Y con mayor intensidad todavía se siente a partir de la Segunda Guerra Mundial.

En cuatro campos de concentración nazis estuvo internado el psiquiatra Viktor Frankl. Allí constató que solo quienes tenían una profunda motivación conseguían reunir fuerzas para sobrevivir, física y psicológicamente, a aquellas condiciones atroces. Frankl comprendió que lo que en el fondo más nos motiva no es la sed de placer o de poder, sino la búsqueda del sentido de la propia vida, de un horizonte hacia el que valga la pena caminar en la aventura de la existencia. El sentido de la propia vida, único e intransferible, no es algo que tengamos que inventar, sino algo que vamos descubriendo a cada momento y a lo largo de los años.

Frankl señalaba que el vacío existencial, la incapacidad de encontrar sentido a la vida, “es un fenómeno generalizado en el siglo XX”. Produce una frustración íntima de la que emergen múltiples formas de depresión, ansiedad y adicción. De esa falta de sentido también derivan la sed codiciosa de dinero y poder, y la desorientación que hoy impregna el mundo. Un filósofo versado en cuestiones de psiquiatría, David Michael Levin, señalaba hace ya más de tres décadas: “La compulsión a producir y consumir, conducta característica de nuestra vida en una economía tecnológica avanzada, podría ser a la vez una expresión de furia nihilista y una defensa maniaca contra nuestra depresión colectiva en una época de insoportable pobreza espiritual y de creciente sentido de desesperación”.

Es como si tuviéramos que tapar el vacío existencial a base de posesiones y distracciones, cada vez más aceleradas y más intensas. Con ello perdemos el arraigo, la coherencia y la plena presencia en el aquí y ahora. Y el mundo que antes llamábamos real queda sustituido por un mundo centrado en los entretenimientos.


Jordi Pigem (Barcelona, 1964) es filósofo de la ciencia y escritor. Este extracto pertenece al libro ‘Pandemia y posverdad. La vida, la conciencia y la Cuarta Revolución Industrial’, de Fragmenta Editorial, publicado este 1 de diciembre. 


Fuente de la información:  https://elpais.com

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La PAH y la educación popular

Por: Josep Mª Puig

Quisiera mostrar que la acción de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca es también un ejemplo de educación popular. Digo también porque, como todo el mundo sabe, ante todo, la PAH es un movimiento de respuesta a la crisis de las hipotecas y de defensa del derecho a una vivienda digna para todos. Un movimiento que ha puesto en marcha un modo de trabajar original y efectivo que ha sido fuente de inspiración por otros colectivos. En este sentido, puesto que es un movimiento exitoso y tiene un fuerte componente educativo, las formas de proceder de la PAH también pueden incorporarse a campos como la pedagogía, la educación social y el trabajo social, y seguro que todavía a otros ámbitos.

Lo creo después de leer el libro La PAH, Manual de uso, un trabajo paciente y magnífico que ha escrito Joao França. La obra es un ejercicio periodístico encomiable que, gracias a casi cincuenta entrevistas a activistas, explica lo que es y cómo actúa la PAH. Da la palabra a los protagonistas, recoge información, la ordena con sentido y devuelve un texto que informa e inspira. Felicidades al autor y gracias a la Fundación Rosa Luxemburgo, que ha hecho posible su edición.

Pues bien, a medida que iba leyendo La PAH, Manual de uso, recordaba, una y otra vez, la trayectoria pedagógica y política de Paulo Freire. Sabéis que una de las primeras palabras generadoras –las que permitían hablar de situaciones problemáticas vividas por los campesinos brasileños– era favela, con ella se ponía de relieve el problema de la vivienda, así como las carencias básicas en campos como la salud, la educación o la alimentación.

No se limitan al anterior los puntos de contacto entre la PAH y el trabajo de Freire. Destaca en ambos casos el papel central del colectivo que reunido en asamblea toma la palabra para hablar de los hechos que preocupan a los participantes y de cómo hacerles frente. Una asamblea horizontal en la que no hay papales privilegiados: ni los especialistas en el caso de la PAH, ni los educadores en el de Freire. En La pedagogía del oprimido (Paidós, 1970), nos decía: “Nadie educa a nadie, así como tampoco nadie se educa a sí mismo, los hombres se educan en comunión, mediatizados por el mundo.” (p. 90) En las asambleas existe distribución de tareas, pero nadie tiene un rol superior. Es una reunión igualitaria en la que la palabra permite cuidar a las personas, aprender unas de otras y prever un plan de acción.

A consecuencia de este proceso de participación, de nuevo en ambos casos, los implicados viven un proceso de transformación personal: lo que Freire llama concientización y que la PAH a menudo ha resumido y calificado de empoderamiento. Sea como fuere, se trata de tomar conciencia de la situación en la que cada uno se encuentra y adquirir la fuerza y las habilidades necesarias para hacerle frente. En fin, la lectura del Manual de uso me ha hecho pensar en Freire y en el papel educativo de la PAH. En realidad, se trata de una asociación natural, siguiendo todavía las enseñanzas de Freire, sabemos que la acción cívico-política educa y que la educación adquiere sentido cuando se convierte en acción cívico-política.

La PAH educa a la vez que lucha e impulsa sus reivindicaciones: la acción común transforma a las personas y rehace su subjetividad. Los diferentes dinamismos que pone en marcha impulsan un proceso de reconstrucción y empoderamiento de los participantes. De nuevo apoyándome en la obra de Freire, podemos recordar el paso de la conciencia ingenua a la conciencia crítica y a la acción liberadora. Esto es lo que también sucede en la PAH: el paso del aislamiento y la desesperación a sentirse parte de un colectivo de personas esperanzadas y activas. De forma breve, y usando como fuente el trabajo de França, quisiera listar algunas de las acciones que promueve la PAH y que a la vez marcan los pasos de transformación y empoderamiento de los participantes. Veamos estos momentos de acción cívica y de simultánea acción educativa que transforma a las personas y al colectivo.

Hay que hacer algo. El momento cero se produjo cuando un pequeño grupo de personas con experiencia en otras luchas se dieron cuenta de las dimensiones del problema –la estafa de las hipotecas– y decidieron hacer algo para solucionarlo. Lo llamamos momento cero porque crea las condiciones para empezar: dar a conocer una llamada Plataforma de Afectados por la Hipoteca y convocar a quien lo desee a una asamblea. Una convocatoria que se dirige a todo el mundo, especialmente a los afectados, tengan o no experiencias previas de movilización política. Es un momento cero porque, como hemos dicho, crea las condiciones de los procesos personales y colectivos de transformación y empoderamiento que queremos destacar.

No puedo más, estoy sola y no entiendo nada. Y comienzan a llegar personas más abatidas que encolerizadas. Personas con riesgo de desahucio, en peligro de quedarse en la calle y sin demasiados recursos; personas avergonzadas, frustradas, atemorizadas y con sentimiento de culpa. Y siempre acosadas por el poder de los bancos, las leyes y los fondos buitres. Personas sin escapatoria, que han tocado fondo y que, por alguna casualidad, tienen noticia de la PAH y se acercan a ella, quizás sin demasiada convicción. Si estás perdido y sin esperanza, cualquier posibilidad de encontrar ayuda es un camino que no se puede menospreciar.

No, no estás sola. Una de las acciones más significativas de la PAH son las asambleas del primer día en las que se acoge a las recién llegadas. A pesar del problema que todo el mundo lleva encima y justamente por el peso que supone, es necesario empezar creando un espacio de intimidad y calidez que permita a las recién llegadas sentirse bien recibidas y notar que se las escucha con auténtico interés. Un espacio donde es posible desahogarse y también ver que hay mucha gente en situación similar, que no es un problema individual, y que la vivienda es un derecho que colectivamente se puede defender. En definitiva, se trata de transmitir que tendrás compañía y el paraguas de la PAH. Sentir el calor y la amistad de personas tan distintas es un impacto transformador.

Eres responsable de luchar por tu caso. Además de acoger, al principio también se explica qué es y qué no es la PAH. Se informa que no está pensada como una institución de asistencia, ni una asesoría jurídica, ni un servicio de detención de desahucios, sino como un espacio en el que cada persona afectada debe luchar por su caso, debe hacerse responsable y protagonizar las acciones burocráticas y reivindicativas que sean necesarias. Contando siempre con la ayuda de las compañeras de la PAH, con la experiencia y el saber acumulado por la organización y con la fuerza colectiva que tiene como movimiento. En cualquier caso, esta información transmite el reconocimiento explícito de que todas pueden ocuparse de su caso. Comunicar con claridad esa confianza es la semilla del empoderamiento.

Sí, juntos sí se puede. Aunque las etapas no se suceden de forma lineal, después de la acogida y la responsabilización, es el momento de luchar por resolver las propias dificultades y contribuir a revertir la situación global de injusticia. En esta etapa destacan las sesiones de asesoramiento colectivo durante las cuales los recién llegados exponen su caso y, en situación de asamblea, reciben la ayuda del resto de compañeros y compañeras. Por tanto, las que tienen más experiencia ayudan a las inexpertas, no hay especialistas, sino que se trata de un apoyo mutuo realizado entre iguales. Es también el momento de recibir deberes (tareas relacionadas con el propio caso a realizar durante la semana), una propuesta que comienza a activar las personas recién incorporadas y que junto con la posibilidad de añadirse a alguna de las comisiones de trabajo pueden ir involucrando a los nuevos que lo deseen.

El asesoramiento colectivo aprovecha el saber acumulado por la PAH, que siempre está en abierto y a disposición de todos, y se completa con las diferentes acciones de acompañamiento que los miembros más experimentados realizan a las personas inexpertas. Ir acompañado a realizar las gestiones que en cada caso sean necesarias da una fuerza extra muy relevante.

Por último, uno de los puntos esenciales de la PAH son las acciones reivindicativas de desobediencia ética realizadas de forma colectiva. Participar en acciones destinadas a detener desahucios o presionar en las sedes bancarias son a la vez un momento de lucha reivindicativa y una forma de empoderamiento personal y colectivo. Como ya hemos dicho, todas estas acciones ayudan a formar una subjetividad abierta a la responsabilidad individual y la acción colectiva.

Podemos celebrarlo. Aunque no siempre las acciones lograran un buen resultado, se trata de celebrar las que hayan sido un éxito, así como los aspectos positivos de las menos exitosas. Las celebraciones, las fiestas y la alegría deben empapar la labor cotidiana de los diferentes núcleos de la PAH. Aquí hay un rasgo distinto del estilo de otras organizaciones de acción política. Las acciones festivas y las emociones positivas refuerzan los logros y las ganas de repetir las acciones que han salido bien y, por otra parte, refuerzan los lazos entre las personas implicadas, un aspecto enormemente positivo a todos los niveles. La celebración y los vínculos personales son dos fuerzas esenciales en la reconstrucción personal que supone este tipo de activismo.

Soy otra persona y nos ven de distinto modo. Cuando se ha pasado por vivencias y experiencias como las anteriores, los participantes se descubren diferentes a cómo eran cuando se acercaron a la PAH y al mismo tiempo ven que el movimiento, sin haberlo logrado todo, también es valorado de forma distinta a cómo fueron juzgados al inicio. En resumen, en el ámbito público se han solucionado bastantes casos, se ha empezado a cambiar leyes y se ha modificado la opinión pública. Y al mismo tiempo en el ámbito más personal hemos visto el empoderamiento que produce la participación en la PAH y el gusto por valores como la ayuda mutua y la acción colectiva.

¡Yo me quedo! La transformación personal culmina, momentáneamente, cuando algunos participantes no sólo reconocen que han cambiado, sino que deciden continuar comprometidos dentro de la PAH, aunque su problema se haya solucionado. Lo hacen argumentando que les llena como personas, que quieren devolver el favor que recibieron o que desean seguir luchando por una causa justa. Sea como fuere, se han empoderado y convertido en ciudadanos implicados y participativos. Una rotunda transformación si comparamos la actual convicción con su entrada desesperada y desconcertada en la PAH.

Lo que he destacado del libro de Joao Francia es la vinculación entre las acciones reivindicativas que ha impulsado la PAH y el proceso de transformación de la conciencia personal que a menudo viven las participantes. Por eso, al principio decíamos que la PAH es también un buen ejemplo de educación popular y no nos parece exagerada la comparación de su labor con la de Paulo Freire.

Fuente de la información e imagen: https://eldiariodelaeducacion.com

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Los CAED y PRONI: la precariedad laboral en tiempos de la 4T

Por: Abelardo Carro Nava

«Vaya precarización laboral y docente en un gobierno que se dice humanista…»

Vivimos en un país donde, por un lado, los políticos de todos los partidos que llegan a ocupar un lugar en Palacio Nacional o en distintas Secretarías de Estado, específicamente en la Secretaría de Educación Pública (SEP), buscan de cualquier forma satisfacer las demandas y exigencias de los organismos internacionales como la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) o el Banco Mundial, en materia de inclusión educativa o de incorporación a eso que se le conoce como globalización con la enseñanza de una lengua extranjera, pero, por otro lado, en un país donde esos mismos políticos, diseñan programas que no acaban de concretarse para beneficio de la población a los que están dirigidos: niños, niñas y adolescentes (NNA) en edad escolar, ya sea en educación básica o media superior. NNA que, indudablemente, sufren las consecuencias de una serie de decisiones mal tomadas por quienes tendrían que procurar el derecho irrestricto, en este marco, a una educación de calidad.

En este sentido, el tema del Programa Nacional de Inglés (PRONI) o el del Programa Nacional de Fortalecimiento de la Educación Especial y de Integración Educativa (hoy Programa de Fortalecimiento de los Servicios de Educación Especial, FFSEE), impulsado hace unos años por gobiernos emanados de otros partidos políticos muy diferentes al que hoy dirige los destinos del país, nada más no acaban de tomar forma para hacerse una realidad. Es más, con la mal llamada “austeridad republicana”, sufren los embates de una serie de recortes o ajustes presupuestales pues, como se sabe, para el actual régimen hay de prioridades a prioridades que no se visualizan en el ámbito educativo, pero sí en lo clientelar o corporativo.

Por ejemplo, el pasado 17 de noviembre, profesores del PRONI de los estados de Zacatecas y Puebla, denunciaron en distintos medios de comunicación y/o redes sociales, el adeudo de varias quincenas y falta de prestaciones de ley y servicio médico en plena pandemia, pero también el que, en Guerrero, el 15 de noviembre, terminaría el servicio que éstos prestaban en cada una de las escuelas de esa entidad federativa (Noticias en la mira, 2021). Un asunto que no es nuevo, de hecho, en enero de este año, publiqué un artículo que titulé “El PRONI, entre la corrupción y el limbo” (Carro, 2021). Así ha sido y, tal parece, que así seguirá este programa: entre la corrupción y el limbo.

Ahora bien, por lo que toca al tema de la inclusión educativa, durante el sexenio de Felipe Calderón, se impulsaron los Centros de Atención para Estudiantes con Discapacidad (CAED), como parte de las políticas de equidad e inclusión impuestas por los organismos internacionales referidos y, cuyo propósito, fue el de brindar atención especializada de calidad y pertinente a los estudiantes con discapacidad, así como también, integrarlos a la comunidad escolar. De hecho, en 2016, según la SEP, se tenían en operación 275 CAED, teniendo previsto, abrir 225 más en el periodo 2016-2018, y por el cual se aseguraba que, al término del sexenio, se tendrían 500 en todo el país (Boletín 131, SEP, 2016). No obstante, con la llegada del actual régimen, y bajo el pretexto de esa mal llamada “austeridad republicana”, desde hace un par de años, alumnos, padres de familia y maestros que laboran en los CAED, han denunciado por diversos medios de comunicación y redes sociales, la presunta eliminación de estos CAED, así como también, una serie de irregularidades en sus pagos, pero, lo más preocupante, el que los alumnos que cursan sus estudios en estos Centros, tenían serias dificultades para obtener los documentos que avalan la culminación (certificación) de sus estudios (Discapacidad, 2019). Un asunto que, hay que decirlo, así se ha mantenido hasta nuestros días. ¡Vaya forma de implementar las políticas educativas de carácter incluyente en nuestro país! En fin.

En este sentido es importante señalar que, en ambos programas, la figura del docente que estaría a cargo de los procesos de enseñanza y aprendizaje de los estudiantes, tanto para los que cursan el nivel básico para la adquisición de una lengua extranjera o, en media superior, para la atención de alumnos con alguna discapacidad, no reciben esta denominación, la de docentes, sino aquella que, por más que se diga lo contrario, es totalmente incomprensible y hasta denigrante: “asesores externos”. ¿Acaso estos “asesores externos” no planean, desarrollan una clase y evalúan los aprendizajes? Cierto, en ambos casos, no ha habido una completa formalización del servicio educativo que prestan estos profesores; ello explica el por qué no tienen una base definitiva o el que se les pague irregularmente por honorarios (previo contrato), pero ¿ello justifica esa irregularidad a la que han estado sujetos desde hace varios años?, ¿no un gobierno, que se dice del pueblo y para el pueblo, tendría que velar por brindar una atención integral a todos los sectores de la población que así lo requiera con personal calificado y especializado en diferentes rubros?

Y es que, como se sabe, con la suscripción del Acuerdo Nacional para la Modernización de la Educación Básica (ANMEB) en la década de los noventa, la implementación de políticas internacionales emanadas de los señalados organismos, y la tan anhelada y mal lograda “calidad” educativa en nuestro país, se ha precarizado y desvalorizado el quehacer docente en diversos rubros afectando, como parece obvio, a los trabajadores que prestan sus servicios bajo estas modalidades, pero, desde mi perspectiva, lo más importante y preocupante, el que los alumnos de todos los sectores sociales, y con diferentes capacidades, no reciban lo que propio derecho les corresponde: una educación que les permita afrontar los retos que la vida misma y la sociedad impone, pero también, ser incluidos en esa sociedad altamente demandante derivado de ese mundo globalizado.

Cierto, habrá quien me diga que se ha avanzado en materia de inclusión educativa en nuestro país, no obstante, en mi defensa, diré que el que un alumno con alguna discapacidad intelectual, visual, auditiva o motriz asista a cualquier escuela de México no es un signo de un avance mayúsculo pues, como se sabe, desde hace varias décadas, las maestras y maestros de nuestro país no han recibido la formación especializada para tratar a estudiantes con autismo, hipoacusia, etcétera, que se incorporan a sus aulas escolares.

Curiosamente, si el actual régimen tiene la intención de desaparecer programas “neoliberales”, hasta el momento no hemos conocido (y con seguridad no conoceremos) qué programas substituirían a éstos. Vaya, el que la Secretaria de Educación, PROFESORA Delfina Gómez, haya anunciado el pasado 3 de diciembre (día internacional de personas con discapacidad) que, para 2022, se tendría un aumento superior a los 650 millones de pesos en el PFSEE (Profelandia.com, 2021), no asegura que los CAED seguirán subsistiendo. Creo, la profesora, tendría que tener claro que los Centros de Atención Múltiple (CAM), no son los CAED, y punto.

¿Por qué no brindar una certeza laboral y profesional a estos profesores que no son asesores externos para que, de alguna forma, se avance en una adecuada implementación de las políticas en comento?

Con negritas:

Vaya precarización laboral y docente en un gobierno que se dice humanista.

Al tiempo.

Referencias:

Fuente de la información:    https://profelandia.com

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Pedagogía de la muerte, un abordaje desde las aulas

Por: Iván Cabrera

Una de las características más difundidas sobre la cultura mexicana es su relación con la muerte. A la muerte en México se le hace fiesta, se le festeja, se le dibuja y colorea. Se le hacen canciones y poemas. Se dice que al mexicano no le da miedo la muerte, que la busca y juguetea, se le nombra sin temor de que aparezca y como fiel amiga se le espera.

Este hecho, sin embargo, se ha circunscrito a las celebraciones de noviembre donde más allá de hablar sobre el hecho, se festeja el ‘regreso’ de quienes murieron. En este sentido, en algunos países se ha buscado abordar la muerte como parte del currículo escolar, como una medida para que podamos ver el mundo no sólo desde la perspectiva de la vida.

La búsqueda de que, tanto estudiantes como educadores(as), aborden este tema ha llevado a la construcción de una pedagogía de la muerte y una didáctica de la muerte, bajo la lógica de que perecer no puede ser un tema tabú, sino que sirve para formar a personas con una visión más amplia y ayuda a entender que la vida y la ausencia de ella van de la mano.

En El labertinto de la Soledad, Octavio Paz afirma: “El culto a la vida, si de verdad es profundo y total, es también culto a la muerte. Ambas son inseparables. Una civilización que niega a la muerte, acaba por negar a la vida”. Para varias tradiciones y culturas, la vida está vinculada a la muerte, no son opuestos, son parte de un mismo camino.

Xavier Villaurrutia, en Nostalgia de la muerte, pone de relieve que la muerte nos ronda durante la vida. Nos llega de repente, nos acompaña y como un fiel testigo mira lo que hacemos o dejamos de hacer. Cuando vivimos, al mismo tiempo la muerte está atenta a nosotros y es por ella que seguimos existiendo:

¡Qué prueba de la existencia
habrá mayor que la suerte
de estar viviendo sin verte
y muriendo en tu presencia!
Esta lúcida conciencia
de amar a lo nunca visto
y de esperar lo imprevisto;
este caer sin llegar
es la angustia de pensar
que puesto que muero existo.

Para el Mtro. Alberto Segrera Tapia, académico del Departamento de Reflexión Interdisciplinaria de la IBERO, “no hay vida sin muerte ni muerte sin vida. Si nos priváramos de la formación en torno a la muerte estaríamos abordando la formación de la vida abrupta y contraproducentemente incompleta, lo cual repercutiría en vivir de forma desarmónica y, muy probablemente, equivocada”.

Y agrega que la “manera en la que decidimos vivir está fuertemente impulsada por la forma en la que concebimos a la muerte. El proceso de concientización sobre la muerte nos lleva a valorar aún más nuestra vida y a sentirnos invitados, aún más, a elegir un significado existencial y a entregarnos a él mediante la concreción de un proyecto acorde con el sentido elegido”.

Pedagogía de la muerte, un tema incomprendido

De acuerdo con el texto Algunas bases de la Pedagogía de la muerte, de Agustín de la Herrán Gascón y Pablo Rodríguez Herrero, ambos del Departamento de Pedagogía de la Universidad Autónoma de Madrid, se debe educar no sólo desde la óptica de la vida, sino también desde la conciencia de muerte y de finitud. “Los hechos humanos se construirían de mejor manera, si se observan los fenómenos con los dos ojos (vida y muerte)”.

Los investigadores refieren que la pedagogía de la muerte es la disciplina aplicada al estudio de la inclusión de la muerte en la educación y la enseñanza, así como de la educación y la enseñanza que incluyen a la muerte, y todo lo relacionado con ellas; mientras que la didáctica de la muerte tiene como objeto de estudio la enseñanza para la formación que incluye la muerte.

Sin embargo, al explorar el desarrollo de la pedagogía de la muerte, sólo en algunos países como España se han puesto en marcha algunas propuestas para incluirla en escuelas, aunque hay resistencias por la falta de una tradición pedagógica, el concepto de muerte enfocado a lo ‘negativo’, un contexto social que apuesta por la vida y la acumulación, a nivel educativo se atiende siempre lo urgente y no aquellos temas que impliquen tiempo, entre otras.

Y ponen énfasis en un factor central: la muerte es un tema radical. “Los temas radicales, como la muerte, tienen una serie de características. Por ejemplo, no se incluyen en el discurso de los organismos internacionales de educación, de las reformas educativas, de las leyes orgánicas, ni tampoco forman parte de la ciencia normal. Por eso no se ven”.

Ambos autores señalan que las razones por las que la muerte no se ha incluido en la educación se sintetiza en que “su educatividad no se ha comprendido”. En este sentido, algunos pilares didácticos de la conciencia de muerte son: la mortalidad, el sentido de la vida y de la muerte, la omnipresencia de la muerte, la necesidad de la muerte y la presencia de quienes murieron.

La educación, dicen los pedagogos españoles, consiste en transitar eficazmente del egocentrismo —personal o colectivo— a la conciencia. “Sólo podrá decirse que lo habrán logrado, si viven más conscientemente”. Al incluir la muerte en la educación, concluyen, podría educarse mejor para la vida.

El proyecto Pedagogía de la muerte, auspiciado en su momento por el Ministerio de Economía, Industria y Competitividad de España, agrega que “la muerte cruza contenidos disciplinares y transversales del currículo, y su presencia natural enriquece la educación porque añade conciencia a los aprendizajes”.

Por ello, las y los docentes, que son quienes mayor relación tienen con el estudiantado, “deben saber cómo poder acompañar educativamente a un alumno o grupo de alumnos que ha experimentado un fallecimiento significativo”. Es decir, la pedagogía de la muerte no sólo aborda desde lo teórico, sino también da soporte cuando llegan los decesos.

Uno de los primeros documentos que podríamos señalar como pedagógicos sobre la muerte son los Ejercicios Espirituales de San Ignacio, fundador de la Compañía de Jesús, orden a la que está confiada la Universidad Iberoamericana y otras siete instituciones de educación superior en el país, integradas todas en el Sistema Universitario Jesuita. De acuerdo con la Dra. Sara Gabriela Baz, académica del Departamento de Arte, el añejo texto facilitó el entendimiento sobre las preparaciones para el bien morir y poner en práctica el desapego, además de entender que el “sepulcro es una escuela”.

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La muerte como eje formativo

En Pedagogía de la muerte mediante aprendizaje servicio, texto en el que además de los autores antes mencionados también participa Mar Cortina Selva, enfatiza que la pedagogía “puede y debe liderar la normalización educativa y social de la muerte» como posible constructo desde el cual se promueve una sociedad más humana, solidaria, culta y madura.

Bajo esta óptica, la Dra. Luz María Moreno Medrano, directora del Instituto de Investigaciones para el Desarrollo de la Educación (INIDE) de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México, afirma que el tema de la muerte es fundamental para lograr la formación humanista que nuestra institución ofrece a sus estudiantes.

“Es la oportunidad de cuestionar el rol que ha jugado el ser humano en el planeta y el antropocentrismo en el que hemos estado instalados en la historia de la humanidad. Hablar de la muerte nos invita a cuestionar nuestros límites y a actuar de manera más humilde, responsable y colaborativa al saber que estamos de paso por un tiempo corto, en el mundo”.

La Dra. Hilda Patiño Domínguez, directora del Departamento de Educación de la IBERO CDMX, expresa que a partir de la muerte, puede tener sentido nuestra propia vida, ya que si fuéramos inmortales, si no hubiera un final, se frenarían las expectativas, la búsqueda de progresar y desarrollarnos, es decir, no existiría de fondo un para qué.

“En la formación educativa, el tema de la muerte es relevante para hacernos más conscientes de nuestra propia contingencia, finitud y vulnerabilidad. Esto nos hace más sensibles al sufrimiento ajeno, más empáticos con el dolor. Y nos invita a darle un significado a nuestra vida. El tema de la muerte es relevante en la medida en que nos invita a vivir una vida más plena y más auténtica, una vida que deje huella favorable en los demás”.

Cuestionadas sobre lo paradójico que resulta vivir en un país donde se ‘convive con la muerte’ y no se aborde abiertamente en la formación educativa, las especialistas en educación apuntan que la muerte llega a los centros educativos a partir de actos socioculturales como los días de Todos los Santos y de Fieles Difuntos o cuando ocurren procesos de duelo generalizados.

“La muerte se vive en las escuelas en las ofrendas y altares dedicados a nuestros muertos, como reminiscencia de una tradición prehispánica. En esos días de flores de cempasúchil, papel picado, pan de muerto, calaveritas, pensamos en la muerte casi como un juego, y la muerte se aborda como una tradición cultural, pero no como un motivo de reflexión filosófica. Hay que hacernos conscientes del valor de la vida a través de la reflexión sobre la muerte”, señala la Dra. Patiño Domínguez.

Mientras que, desde la perspectiva de la Dra. Moreno Medrano, la experiencia de la muerte llega de manera inevitable a los procesos educativos de nuestro estudiantado, aunque no esté explícito en la currícula. “Lo que tenemos que aprender a hacer como colectivos docentes es acompañar los procesos de duelo de manera solidaria y abierta para que no se conviertan en procesos solitarios que pueden derivar en sentimientos de desolación: hay que darnos el tiempo y el espacio para acompañarnos, para dolernos y condolernos”.

En ese sentido, el Mtro. Alberto Segrera recomienda que la forma de abordar la muerte en los centros educativos debe ser natural y fluida; además de respetuosa, incluyente y neutral, es decir, reconocer que cada persona concibe su propia “vivencia de la muerte”, a partir de su propia existencia, experiencia y convicciones.

Conviene invitar al o la estudiante a identificar qué tanto estamos viviendo, de tal manera que cuando la muerte nos alcance podamos voltear e identificar qué de lo que ya vivimos nos produce satisfacciones más profundas. Debemos hacernos preguntas sobre nuestra existencia, lo que queremos trascender y si estamos satisfechos y orgullosos de lo que hemos hecho. “La respuesta que nos proporcionemos a estas preguntas nos sirven de orientación para seguir entregándonos a ello con pasión y convicción en esta vida”, dice.

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Muerte, un fenómeno que nos hermana

En Las intermitencias de la muerte, José Saramago explora cómo sería un mundo sin fallecimientos. En su libro, el escritor portugués pone en ‘huelga’ a la muerte, pero no detiene el proceso natural de la vida. La falta de muertos genera un caos social y entonces se vuelve evidente que la muerte es necesaria y permite a la vida continuar.

A decir de la Dra. Luz María Moreno, especialista en el desarrollo de habilidades de liderazgo pedagógico, al abordar la muerte ponemos en perspectiva la vida, sobre todo la parte colaborativa para construir la Casa Común. “Sin embargo, en un país como el nuestro en que las muertes son causadas por un sistema de violencia y deshumanización, hablar de la muerte también implica hacer análisis profundos de los sistemas de injusticia y opresión en los que vivimos”.

De esta forma, al revisar el concepto de muerte dentro de las escuelas, se ganaría en sensibilidad, empatía y compasión, comenta la Dra. Hilda Patiño, especialista en formación humanista integral. “La muerte es un fenómeno que nos hermana a todos, y que nos invita a aprovechar mejor el tiempo que nos toque vivir”.

Agrega que la pandemia hizo más presente a la muerte, en medio de una sociedad industrializada y consumista que no está preparada para aceptar la finitud de la vida, lo que complica los procesos de duelo cuando ocurre una pérdida importante, lo que es normal, pues somos seres en relación con los demás, construimos lazos afectivos y de apego.

“Eso está bien, pero también hay que reflexionar sobre el sentido de lo efímero, la conciencia de la temporalidad para trabajar nuestros apegos y plantearnos de qué manera nos gustaría trascender en los otros y para los otros. Después de todo, educar es dejar un legado”.

Abunda que debemos aprovechar las tradiciones alrededor del Día de Muertos para tocar el tema de la muerte desde lo filosófico y lo existencial, particularmente a partir de la secundaria y durante la educación media superior, pues prepararnos para llegar al final de nuestros días, implica revalorar lo que hoy hacemos.

“Prepararnos para la muerte de nuestros seres queridos y la propia muerte permitiría darle a la vida un sentido y un significado más profundo. El tema de la muerte podría abordarse especialmente en las materias de lenguaje y comunicación y de ciencias sociales, y en la educación socioemocional, sin duda”.

Respecto a cómo integrar el tema de la muerte a los planes de estudio o la posibilidad de abordarlos en alguna materia, la doctora Moreno Medrano señala que debe ser parte de las actitudes de apertura, y relaciones abiertas y sensibles que se pueden construir con el estudiantado, “para cuando nos cruce la experiencia del duelo, podamos estar acompañados en una comunidad segura y de cuidados”.

Recuerda que en la IBERO el aprendizaje sobre los procesos de muerte, desde una mirada disciplinar, está presente de distintas formas en varios planes de estudio en la Universidad: desde el estudio de las fosas clandestinas (Derechos humanos) hasta los procesos de tanatología (Psicología) y el acompañamiento a través de la Clínica del Bienestar, ante las pérdidas que hemos experimentado como comunidad en el último año.

Alberto Segrera Tapia, maestro en Desarrollo Humano, agrega que en la IBERO, por ejemplo, la muerte se aborda como parte sustantiva de la vida universitaria, ya que se invita a las y los estudiantes a “reflexionar en torno a lo que nos constituye como seres humanos, así como a lo que deseamos hacer con nuestra vida por nosotros mismos y con y para los demás”.

Aunque la pedagogía de la muerte tiene varias décadas siendo motivo de atención, su aplicación pasa primero por desmitificar el concepto, quitarle lo negativo y atrevernos a hablar de él como se habla de la vida. La vida y la muerte van de la mano, mirar con las dos ópticas da apertura al entendimiento. Al final, como dice la canción de Lila Downs:

Viene la muerte echando rasero,

Se lleva al joven, también al viejo,

La muerte viene echando parejo

No se le escapa ni un pasajero.

Fuente de la información e imagen: https://desinformemonos.org

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Los (supuestos) límites del capitalismo

Por: Raùl Zibechi

Durante mucho tiempo una parte de los marxistas aseguraron que el capitalismo tiene límites estructurales y económicos, fincados en leyes que harían inevitable su (auto) destrucción.

Esas leyes son inmanentes al sistema y se relacionan con aspectos centrales del funcionamiento de la economía, como la ley de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia, analizada por Marx en El capital.

Esta tesis dio pie a que algunos intelectuales hablaran del derrumbe del sistema, siempre como consecuencia de sus propias contradicciones.

Más recientemente, no pocos pensadores sostienen que el capitalismo tiene límites ambientales que lo llevarían a destruirse o por lo menos a cambiar sus aspectos más depredadores, cuando en realidad lo que tiene límites es la propia vida en el planeta y, muy en particular, la de la mitad pobre y humillada de su población.

Hoy sabemos que el capitalismo no tiene límites. Ni siquiera las revoluciones han podido erradicar este sistema ya que, una y otra vez, en el seno de las sociedades posrevolucionarias se expanden relaciones sociales capitalistas y desde dentro del Estado resurge la clase burguesa encargada de hacerlas prosperar.

La expropiación de los medios de producción y de cambio fue, y seguirá siendo, un paso central para destruir el sistema, pero, a más de un siglo de la revolución rusa, sabemos que es insuficiente, si no existe un control comunitario de esos medios y del poder político encargado de gestionarlos.

También sabemos que la acción colectiva organizada (lucha de clases, de géneros y de colores de piel, contra las opresiones y los opresores) es decisiva para destruir el sistema, pero esta formulación también resulta parcial e insuficiente, aunque verdadera.

La actualización del pensamiento sobre el fin del capitalismo, no puede sino ir de la mano de las resistencias y construcciones de los pueblos, de modo muy particular de zapatistas y kurdos de Rojava, de los pueblos originarios de diversos territorios de nuestra América, pero también de los pueblos negros y campesinos, y en algunos casos de lo que hacemos en las periferias urbanas.

Algunos puntos parecen centrales para superar este desafío.

El primero es que el capitalismo es un sistema global, que abarca todo el planeta y debe expandirse permanentemente para no colapsar. Como nos enseña Fernand Braudel, la escala fue importante en la implantación del capitalismo, de ahí la importancia de la conquista de América, ya que le permitió, a un sistema embrionario, desplegar sus alas.

Las luchas y resistencias locales son importantes, pueden incluso doblegar al capitalismo a esa escala, pero para acabar con el sistema es imprescindible la alianza/coordinación con movimientos en todos los continentes. De ahí la tremenda importancia de la Gira por la Vida que estos días realiza el EZLN en Europa.

El segundo es que no se destruye el sistema de una vez para siempre, como debatimos durante el seminario El pensamiento crítico frente a la Hidra capitalista, en mayo de 2015. Pero aquí hay un aspecto que nos desafía profundamente: sólo la lucha constante y permanente, puede asfixiar el capitalismo. No se lo corta de un tajo, como las cabezas de la Hidra, sino de otro modo.

En rigor, debemos decir que no sabemos exactamente cómo terminar con el capitalismo, porque nunca se ha logrado. Pero vamos intuyendo que las condiciones para su continuidad y/o resurgimiento deben acotarse, someterse a control estricto, no por un partido o un Estado, sino por las comunidades y pueblos organizados.

El tercer punto es que no se puede derrotar el capitalismo si a la vez no se construye otro mundo, otras relaciones sociales. Ese mundo otro o nuevo, no es un lugar de llegada, sino un modo de vivir que en su cotidianidad impide la continuidad del capitalismo. Las formas de vida, las relaciones sociales, los espacios que seamos capaces de crear, deben existir de tal modo que estén en lucha permanente contra el capitalismo.

El cuarto es que, mientras exista Estado, habrá chance de que el capitalismo vuelva a expandirse. En contra de lo que pregona cierto pensamiento, digamos progresista o de izquierda, el Estado no es una herramienta neutra. Los poderes de abajo, que son poderes no estatales y autónomos, nacen y existen para evitar que se expandan las relaciones capitalistas. Son, por tanto, poderes por y para la lucha anticapitalista.

Finalmente, el mundo nuevo posterior al capitalismo no es un lugar de llegada, no es un paraíso donde se practica el buen vivir, sino un espacio de lucha en el que, probablemente, los pueblos, las mujeres, las disidencias y las personas de abajo en general, estaremos en mejores condiciones para seguir construyendo mundos diversos y heterogéneos.

Creo que si dejamos de luchar y de construir lo nuevo, el capitalismo renace, incluso en el mundo otro. El relato del Viejo Antonio que dice que la lucha es como un círculo, que empieza un día pero nunca termina, tiene enorme actualidad.

 

Fuente: https://www.jornada.com.mx/2021/11/19/opinion/021a1pol

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Guatemala: Los medios de la infamia

Los medios de la infamia

 Carolina Vásquez Araya
La mentira es el recurso de los tiranos; reproducirla es un acto de corrupción.

Desde el invento de la imprenta hasta la explosión mediática a través de la red global, en donde se cruza toda clase de información pública y privada, las comunidades humanas se han visto condicionadas a consumir lo que otros proveen. Desde el humilde volante hasta los mas sofisticados trabajos de impresión, todo material de lectura y/o de imágenes trae consigo un factor de credibilidad inmediata, previo a ser analizado, confrontado con sus fuentes y considerado veraz. Por esa cualidad intrínseca del poder de la palabra, es tanto mas peligrosa la desviación ética de estos recursos.

A pesar de conocer -de manera intuitiva o comprobada- esta debilidad de los medios informativos, la mayor parte de la población mundial consume vorazmente sus contenidos y actúa de acuerdo con esas propuestas. Esto tiene un especial impacto durante los procesos electorales en países en vías de desarrollo, en donde las grandes mayorías carecen de elementos de juicio para separar la paja del grano y sacar sus propias conclusiones. Esta debilidad obedece generalmente a políticas de Estado enfocadas en obstruir los accesos a la educación pública de calidad.

Un pueblo educado es un peligro para la clase política y las élites económicas, lo cual se traduce en la consolidación de sistemas informativos tendentes a manipular la conciencia ciudadana en todos los niveles posibles. La administración de los recursos públicos -tales como las frecuencias para la transmisión por radio y televisión- en manos de gobernantes venales, ha convertido a estos recursos estratégicos en un botín y, por consiguiente, en una amenaza para la estabilidad democrática de naciones débiles. La influencia ejercida por medios masivos de comunicación, capaces de llegar a todos los rincones, es un arma efectiva en la búsqueda de un poder político absoluto, dentro de un sistema de explotación y dominio económico corrupto.

En esta actividad han estado empeñados, a lo largo de la historia de nuestro continente, importantes medios de comunicación, cuya incidencia en las políticas locales se ha basado en la mentira y la desinformación, coludidos con los grupos de poder y poseedores de una enorme capacidad para difundir conceptos, ideas y propuestas dirigidas a la conservación de un sistema caduco e ineficaz de gobernanza. Estos son los medios de la infamia, cuya labor ha consistido de manera consistente en destruir la dinámica propia de las democracias, por medio del engaño.

Ante ese poder mediático inmenso, cuya red tiene alcance continental y se administra desde la distancia en despachos inaccesibles por individuos capaces de negociar sus privilegios con los gobiernos locales, la ciudadanía está totalmente indefensa. Su derecho a la información -un derecho consagrado por textos constitucionales y pomposos acuerdos internacionales- es violado a diario por estos medios enemigos de la ética periodística. Ese poder se traduce en la consolidación de sistemas políticos capaces de frenar el desarrollo de los países y mantener a los pueblos bajo el yugo de la miseria, pero más destructivo aún es su efecto en la mente de millones de seres humanos.

A esta infame dictadura mediática se oponen los esfuerzos de un gremio periodístico independiente que lucha desde plataformas alternativas -y de algunos medios tradicionales éticos- con el propósito de ofrecer la otra cara de la moneda: información veraz, investigada a fondo, comprobada, de interés público y capaz de arrojar una potente luz sobre la opacidad de los gobiernos. Esta prensa independiente, sin embargo, sufre constante acoso y amenazas desde los centros de poder político y económico, para los cuales la información ética representa una amenaza a sus privilegios. Para la ciudadanía, este esfuerzo titánico de periodistas dignos y consecuentes constituye un valioso recurso, pero también una vía para la recuperación de su espacio de participación cívica. Apoyar al auténtico periodismo y aprender a distinguir la verdad de entre la abundancia de mentiras mediáticas, es una habilidad fundamental para estos tiempos.

Fuente de la Información: https://www.telesurtv.net/bloggers/Los-medios-de-la-infamia-20211205-0001.html
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