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Normales rurales: el paisaje en la pared

Por: Luis Hernández Navarro

Durante los últimos 10 años de su vida, ya como ex presidente y a cargo de la Comisión del Río Balsas, el general Lázaro Cárdenas se volcó en cuerpo y alma a la Mixteca oaxaqueña. Caminó la región de arriba abajo, atendió demandas de los pueblos, promovió obras, se reunió con sus pobladores y vivió en Juxtlahuaca.

 

Durante una de sus giras, en una comunidad de aquella región –narra el maestro Mario Aguilera Dorantes, quien llegó a ser oficial mayor de la SEP– los Ñuu Savi (pueblo de la lluvia) le dijeron al Tata que allí no había escuela. Molesto, el funcionario educativo que lo acompañaba los refutó y dio el nombre del profesor a cargo del aula y el número de alumnos que atendía.

 

Con una mirada de desprecio que taladró la arrogancia del burócrata, uno de los campesinos le respondió: Sí, general, estuvo un muchachito, pero no aguantó y se fue. Mándanos un maestro que tome atole y tortillas con chile y viva con nosotros (https://bit.ly/3CvUX1Y).

 

Si alguien sabía la importancia de ese tipo de profesores que le demandaron los mixtecos era Cárdenas. Ellos fueron claves en instrumentar durante su sexenio la reforma agraria, llevar el ideario de la Revolución mexicana, combatir el clericalismo fanatizante y promover una educación liberadora (socialista) en el campo. La transformación social cardenista habría sido imposible sin el magisterio rural. La enseñanza fue una de las más grandes pasiones del general.

 

Pese a que el hecho aconteció en la década de 1960 durante el diazordacismo, tiene enorme actualidad. Situaciones así, en que trabajadores de la educación hechos a los modos urbanos no se hallan en las comunidades se repiten una y otra vez. En las regiones más apartadas e inhóspitas no puede laborar cualquier docente. No aguanta. Se requiere un maestro especial, hijo de campesinos o crecido en las orillas miserables de las grandes ciudades, acostumbrado a enfrentar la precariedad y la pobreza y a lidiar con la adversidad; hecho a la disciplina y dotado de las herramientas del trabajo comunitario. Un docente surgido de las normales rurales.

 

La primera normal rural nació en Tacámbaro en 1922, un año después de creada la SEP. Según su fundador, el profesor Isidro Castillo (que no pudo hacerse cargo de la primera dirección por carecer de título) nadie quería alquilarles una casa, debido a las presiones del obispo cristero Lara y Torres. Tardaron cinco años para que la escuela del diablo consiguiera sede.

 

La escuela rural mexicana fue obra de los docentes, sobre todo del pueblo. José Vasconcelos –cuenta el profesor Castillo– nos ordenó alfabetizar; pero en los ranchos lo que menos interesaba era alfabetizarse; los campesinos tenían problemas más urgentes, como organizarse para repartir tierras. Por ello, la escuela rural extendió su campo de acción ayudando a los campesinos en otras actividades.

 

Este compromiso con la lucha agraria, la organización de la producción, la promoción de la higiene y la concientización comunitaria les valió que se les acusara de ser instituciones subversivas y a sus estudiantes de vándalos. José Santos Valdés, figura central de la pedagogía mexicana, recuerda que, estando él al frente de la normal rural de Tenería, en 1941-42, el general David, mando de la ciudad militar de San José, llegó a visitarlos a las 5:30 de la mañana y se encontró a los estudiantes y al director pizcando trigo.

 

El general preguntó al maestro: ¿cómo es posible que haya puesto a trabajar a estos vagos, ratas villagreras?

 

Santos Valdés contestó: Le voy a decir algo, mi general, y no se vaya a molestar. ¿Sabe por qué a los muchachos los ve tan entusiastas cortando trigo? Porque viven en un régimen democrático y porque to­do lo que se refiere a su comunidad, su ro­pa, sus medicinas, es administrado por ellos.

 

Escandalizado, el militar replicó: ¡Está usted comunizándolos!

 

–No, mi general, no tenga miedo, estamos viviendo en paz, con tranquilidad y muy bien.

 

Fieles a su misión de siempre, a las normales rurales no se les acusa más de escuelas del Diablo, kínderes bolcheviques, madrigueras de comunistas o nidos de guerrilleros. Ahora se les imputa ser corruptas y se quiere terminar con el internado y los comedores.

 

El internado es la espina dorsal del normalismo rural y de la organización política estudiantil. Desaparecerlo es desnaturalizar su especificidad pedagógica. Como en las academias militares con los cadetes, los jóvenes adquieren allí hábitos de disciplina, cooperación y camaradería que no se obtienen en otras escuelas. En esta experiencia se templa el acero de los futuros profesores que los campesinos mixtecos pedían al general Cárdenas: maestros que tomen atole y tortillas con chile y vivan con nosotros.

 

Por lo demás, los alumnos no administran ni los comedores ni los recursos destinados a las escuelas. Sólo algunas normales comparten el manejo del comedor con personal administrativo. El poco financiamiento que llega a las normales rurales es manejado por las autoridades educativas. ¿Dónde está la corrupción?

 

El profesor Isidro Castillo fue también el encargado de fundar la normal rural de Cerro Hueco, antecedente de Mactumactzá (https://bit.ly/2X1OQ4Z). La construimos –explicó– con nuestras propias manos. Cuando hicieron el comedor, había una pared y los chicos, con ansia de espacio, pintaron un paisaje para ver más lejos. Al igual que esos primeros alumnos, los nuevos normalistas rurales llenan los muros de comedores, dormitorios y aulas de grandes frescos con retratos de sus héroes, representaciones de sus luchas y grandes ventanas en las que se miran a lo lejos los horizontes que anhelan.

Fuente de la información: La Jornada

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Violencia, feminicidio y salud mental

Por: Elisabeth De Puig

 

La poca atención en salud mental que padece una gran parte del pueblo dominicano en todas las etapas de su vida son bombas de tiempo que explotan cada vez más a menudo.

El auge de los feminicidios y sus últimas manifestaciones siguen sacudiendo el país.   Son parte de la  imperfecta socialización que nos caracteriza. Resolver los conflictos emocionales vía armas, matar y quitarse la vida como ocurre en varios de los casos son producto de comportamientos violentos permitidos en la sociedad donde suceden.

No solo es responsable la persona que comete el delito, también lo es la sociedad que por su misma organización social lo propicia y permite una cultura de desigualdades, inequidades, poder y violencia.

En todos los estratos sociales cualquier discusión casual y poco importante puede acabar en un asesinato, lo que es muy representativo de la violencia estructural , de un laxismo indiscriminado en el porte de armas de fuego  y de una carencia fuerte de herramientas de solución pacifica de conflictos.

Quién no se ha topado con un “tú no sabes quién soy yo”, haciendo referencia a lo que te pueda hacer o pasar, siendo otra demostración del ejercicio generalizado de la violencia incluidas las amenazas e intimidaciones.

No se puede negar que existe una violencia cotidiana difusa e impulsiva en muchos lugares de nuestro país. Su crisol,  pero no exclusivamente, son los barrios urbanos marginales donde la calle, la escuela, la familia son los principales espacios de sociabilidad.

La falta de confianza por parte de una parte de la población en el plan Mi País Seguro, ejecutado en Cristo Rey, como el voto de confianza de otros moradores, confirma la dificultad de luchar contra la inseguridad y la violencia con medidas más bien de tipo cosmético.

Para que los resultados sean sostenibles en el tiempo son necesarias medidas psico sociales multisectoriales, en las que participen diversos sectores del gobierno y organizaciones no gubernamentales o comunitarias, pero fundamentalmente la comunidad debe ser la protagonista de dichas intervenciones.

Tahira Vargas, en su artículo Niñez y armas de fuego,publicado en el periódico Hoy del pasado sábado, recalca que “la formación de la masculinidad en la niñez está permeada por la violencia”.

Muchos niños y niñas no necesitan de armas de juguetes o de juegos electrónicos para iniciarse en la violencia.

P…. , de 11 años, anda como chivo sin ley en un barrio de la capital. No piensa reintegrarse a la escuela en septiembre. Cuando tenía 3 años asistió a la ejecución de su padre, que mataron por querer salirse de una pandilla con todo que llevaba un yeso. P….  se quedó con la madrasta de su madre, que pasó a convivir con un joven que fue asesinado hace 2 años. Hace menos de 3 meses el tercer compañero de la dama fue ultimado en la misma acera frente a todos los transeúntes.  ¿Cómo evaluar los efectos psico sociales a los cuales ha sido sometido este adolescente que no recibió ningún tipo de apoyo psicológico? ¿Cómo canalizará sus miedos, odios, rabias, culpas y carencias afectivas?

No es casual que grupos de adolescentes de Villas Agrícolas pongan de relieve la discriminación, la falta de seguridad, la falta de acceso a la salud y a una educación de calidad como elementos que afectan su calidad de vida.

Un estudio de Berenice Pacheco Salazar, publicado en el 2019, Estar, ser y convivir en la escuela. Una mirada profunda a la violencia escolar en la RepublicaDominicana, señala la prevención y la erradicación de la violencia en los centros educativos como unos de los principales retos del sistema educativo para transformar las escuelas en entornos seguros y formadores y los alumnos y alumnas en personas con espíritu crítico y agentes de cambios.

Como hemos recalcado, la violencia está por donde quiera  desde la más tierna infancia  agravada por el consumo de alcohol y drogas ilegales, con muy escasas posibilidades de reales intervenciones psicosociales. Las mujeres asesinadas y los victimarios suicidas se encuentran en una dinámica social donde cotidianamente se propaga  la violencia de manera transgeneracional.

La poca atención en salud mental que padece una gran parte del pueblo dominicano en todas las etapas de su vida son bombas de tiempo que explotan cada vez más a menudo y a las cuales hay que prestar más atención que nunca por las nuevas situaciones que ha generado la pandemia de Covid 19.

 

Fuente de la información:  Acento

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Cromañón pedagógico

Por: Miguel Andrés Brenner

El relato con el que inicio el presente texto no puedo fundamentarlo en alguien que me lo haya contado, tampoco en documentos de cualquier especie. Simplemente, lo viví yo.

En un momento de su mandato como directora de Cultura y Educación de la Provincia de Buenos Aires, Adriana Puiggrós -equivalente a ministra de Educación- (años 2005 a 2007), convocó a representantes de alumnos de escuelas secundarias, zona sur del Gran Buenos Aires. Yo acompañaba a un grupo de estudiantes del último año del colegio donde trabajaba, la Escuela de Educación Técnica nº 5 (el Palaá) de la ciudad de Avellaneda, para tener un encuentro multitudinario, de diferentes escuelas, con la ministra en el todavía Teatro Colonial. Temario de la fecha: el diseño para la nueva escuela secundaria.

Luego de las alocuciones de rigor de algunos funcionarios de turno y de Adriana Puiggrós, se conformaron grupos de alumnos por escuelas a fin de responder algunas preguntas que ya estaban preestablecidas. El grupo de alumnos del Palaá presentó, en una hoja que se le entregó, una pregunta supuestamente incómoda para la ministra, ¡tanto! que quien pasaba por los equipos, designado a fin de retirar los comentarios realizados en la hoja citada, tuvo temor de aceptarla y llevarla a la mesa central. Le dije, “si tenés algún inconveniente puedo acercarla yo”.

Pero, de pronto, un alumno de mi escuela, fuera de todo protocolo, se pone de pie, y en voz alta y firme “pide la palabra”. Se produce un silencio significativo. La Ministra le pregunta acerca de su inquietud. El alumno le responde que conoce una escuela que se encuentra en franco deterioro edilicio con todos los avatares que pudieran producirse al respecto. Adriana Puiggrós le contesta que “no sabía de la situación”. Y públicamente invitó a ese alumno, sin conocer su nombre y apellido, de entre 17 ó 18 años, a acudir a la Dirección General de Cultura y Educación, sita en La Plata, cuando él quisiera, así “irían juntos a visitar a dicha escuela”.

Podemos imaginarnos, fantasiosamente, a dicho alumno llegar al edificio del ministerio, y decir al empleado de seguridad que la ministra lo había invitado, y cuál podría haber sido la respuesta de ese empleado. Obviamente, el alumno no fue a La Plata. La chicana o artimaña de Puiggrós se resumía en “salir por la tangente y dejar las cosas como están”.

Valga dicho relato como metáfora de la situación edilicia de “todas” las escuelas públicas del país, más allá del gobierno de turno (aunque hay que reconocer que en la “gestión empresarial” del país de Juntos por el Cambio el presupuesto educativo disminuyó). Situación que pudiera cualificarse como una especie de posible “Cromañón” en cualquier tiempo y espacio de la presente época. Con un aditamento, que ese “todas” equivale en particular a las escuelas donde concurren alumnos de sectores populares. O sea, hay una constante: las desgracias son para los pobres.

La pregunta que podríamos hacernos es si la explosión edilicia resulta un fenómeno que hace solamente a la materialidad de la escuela, con sus consecuencias trágicas, o sea, como un hecho puntual, o bien como una problemática que la excede y que apunta al corazón de la praxis pedagógica en el aula de la escuela pública.

Hay docentes que merecen ser valorados infinitamente por la dedicación de sus propias vidas a la dignidad de los alumnos, aunque su dedicación amorosa lo hagan en el anonimato y como algo personal-individual, pero no en tanto a las condiciones de posibilidad que ofrece el sistema educativo. Hay otros que dejan mucho que desear, mientras se dedican a criticar al sistema, como si ellos no formaran parte del mismo.

Desde que se creó la CETERA – Confederación de Trabajadores de la Educación de la República Argentina-, en el año 1973, fue una constante la “defensa de la escuela pública”. A través de toda su historia, salvo excepciones, dicha defensa se resumió en la del “salario”. Esa “defensa” se constituyó casi como un síndrome paranoico, tendiendo siempre a la retaguardia, sin anticipar propuestas reales y efectivas, ni desde el poder político, ni desde el poder académico, ni desde el poder sindical. Hasta que, de pronto, en el poder del neoliberalismo capitalista se presentan alternativas según las normas del mercado. Y, nuevamente, aparece la resistencia, aunque escasamente crítica y sin un potencial creativo para las aulas de nuestras escuelas.

El “Cromañón pedagógico” explota cada vez que alumnos y maestros son abandonados a su suerte, mientras un posicionamiento crítico/activo comunitario, que nace del sentido de la indignidad, desde el punto de vista ético político, es sumamente débil.

Quizá haya alguna imprecisión en la metáfora “Cromañón pedagógico”, pues la explosión de una infraestructura material que mata es un estallido incierto empero posible en cualquier momento, mientras que la explosión pedagógica es previsible en todo momento cual especie de múltiples y constantes estallidos, que por permanentes ni se perciben como tales, aunque también matan vidas de otra manera. En ambos casos hay políticas de Estado a través del tiempo, más allá del gobierno de turno y su ideología, en tanto no existan modificaciones reales y no proclamadas meramente, que hagan efectiva la dignidad en las condiciones de vida de los pueblos.

Para concluir, difícilmente el presente texto sea dado a publicidad en el ámbito del poder político, del poder académico o sindical. ¿Será ello consecuente, acaso, con la crítica que se le hace al pensamiento único, propio de la derecha política?

Fuente de la información e imagen: https://contrahegemoniaweb.com.ar/2021/08/03/cromanon-pedagogico/

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¿Qué hemos aprendido?

Por: Manuel Gil Antón

La educación como proceso de aprendizaje social no se reduce a las actividades que se llevan a cabo en las aulas, virtuales o presenciales. Ocurre cada día. El tema del retorno a las escuelas es el que, con razón, predomina en estos días. Es complejo pues implica la consideración de varias dimensiones entrelazadas y heterogéneas si se consideran los diferentes y desiguales contextos sociales, niveles de estudio y condiciones escolares, así como las distintas perspectivas, también variables, desde los múltiples tipos de organización familiar, prácticas docentes e infraestructura material de los planteles, a las que se añaden posiciones divergentes en cuanto a consideraciones políticas, económicas, sanitarias y pedagógicas.

Sin restar importancia a este dilema que reclama la mayor apertura al dialogo para generar proyectos adecuados a las circunstancias, conviene abrir la mirada y preguntar cuáles son las principales vetas que en la comprensión del país y su futuro se han abierto al lidiar con la pandemia. Comparto algunas, que sin duda se ampliarán con las experiencias de quienes lean estas letras.

En primer lugar, la fragilidad del proyecto de nación emergió (más) a través de la inaudita concentración del ingreso, poder y prestigio que produce distancias (barrancos hondos) entre las posiciones sociales ante las que la propuesta de la igualdad de oportunidades, revestida con el predominio del mérito como quantum de esfuerzo, se desmorona.

Sea cual sea el sector social que se enfoque, la desigualdad y la pobreza son un lastre para quienes adhieren a la construcción de un país decente. La inequidad en el acceso a los servicios de salud; a la educación, ahondada ahora por vínculos tan diferenciados entre estratos sociales a la tecnología, y la contrastante densidad de habitantes por metro cuadrado de vivienda o espacios públicos con áreas verdes, por señalar algunos, son inaceptables éticamente y reducen los umbrales para hacer viable compartir el territorio de manera justa.

En segundo, y sin ser experto en la materia, considero que la enorme cantidad de personas ocupadas en el sector informal que no pueden recluirse pues dependen del ingreso diario, junto con la creciente pérdida de seguridad y prestaciones en el empleo en el sector formal, no auguran bases firmes para el desarrollo económico del país.

Añado, en tercer lugar, la escasa presencia de cultura científica en la población, que nos hizo ver, en fases decisivas de la desgracia, la prevalencia de supuestas protecciones religiosas ante el virus, rayanas en la superstición, en muy amplios grupos de la sociedad e incluso del gobierno.

En cuarto sitio, y no en importancia, ha sido costosa, y lo será de no enmendarse, la falta de credibilidad y confianza en las instituciones. Esta dimensión se relaciona con la quinta, a saber: la mayoritaria noción de la condición de beneficiarios y no la de ciudadanos. De persistir la idea de formar parte de un país de beneficiarios de bienes de autoridad – ya sea población marginada o empresarios de cualquier tipo en todos los ramos – la condición fundamental de la democracia, conciencia de ciudadanía con derechos y obligaciones, reduce las posibilidades de un cambio social de fondo.

Ninguno de estos aspectos es privativo del actual gobierno. Son taras de décadas que el virus y sus funestas consecuencias han descarnado dejándolas en los huesos. Urge hacernos cargo de estas lozas para el futuro como aprendizaje de esta temporada de trancazos. Más nos vale.

Manuel Gil Antón. Profesor del Centro de Estudios Sociológicos de El Colegio de México

Fuente de la información: https://www.educacionfutura.org

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Pandemia y regreso a clases presenciales en el mundo

Por: Juan Carlos Miranda Arroyo

 

Colegas educador@s de varios países nos comparten interesantes respuesta

 

Durante la última semana, pregunté lo siguiente a algun@s colegas educador@s y estudiosos de la educación de diferentes países (la conversación se dio a través de redes sociales digitales):

¿Podrían compartirnos desde cuándo se reiniciaron actividades presenciales, en sus países, en escuelas de educación elemental o básica (pública)?

¿Cuál es la situación actual de la educación pública ante la 3a. ola de pandemia de Covid?

Aunque los contextos y condiciones de salud pública, sociales, de infraestructura y económicas son diferentes en cada nación, las breves respuestas que las y los colegas nos compartieron, son interesantes.

Ecuador

“En el Ecuador hay un conjunto de escuelas, la mayoría rurales, que (previa presentación de un plan de trabajo) obtuvieron autorización para reabrir de manera gradual, semipresencial y a pedido de las comunidades. El proceso recién ha iniciado. Falta mucho para llegar a todo el sistema”, nos compartió Rosa María Torres (1).

España

“En España comenzaron las clases presenciales en septiembre de 2020, aún sin vacunas. Con unos protocolos muy estrictos para alumnos, profesores, familias y todo el personal de las escuelas. Fue muy bien. Casi no hubo casos de contagio… Se redujo el número de alumnos por aula, contratando más profesores y ampliando los espacios de enseñanza… La presencialidad total fue en Infantil y Primaria. En Secundaria fue del 50 por cien. La mitad del grupo iba una semana a clase y la siguiente virtual. Y viceversa. Con semipresencialidad se atendió la Secundaria.”, nos informó María Antonia Casanova (2).

Canadá

“A diferencia de México, en Canadá el sistema de educación pública varía según la provincia. Le he pedido a los profesores de las 3 provincias occidentales (British Columbia, Alberta y Saskatchewan) para que me envíen la información que necesitan en México.”, nos comparte Paul Orlowski (3).

Argentina

“En Argentina existe desde marzo un modelo de semi-presencialidad con cada vez mayor apertura. Existen varios informes epidemiológicos y psicológicos sobre los costes-beneficios de abrir las escuelas sobre los cuales muchos gobiernos europeos se apoyaron.”, indicó la cuenta @Classroomcoach3, vía Twitter. (4)

¿Por qué las autoridades educativas mexicanas tanto de nivel federal (SEP, MejorEdu) como estatales, no han dado a conocer estudios o investigaciones, nacionales e internacionales, sobre las experiencias de reanudación de clases presenciales en la escuela pública en situación de pandemia?

De acuerdo con las experiencias internacionales, aun cuando las condiciones de salud pública, sociales, culturales, de infraestructura y económicas son diferentes, el retorno a la escuela presencial ha sido gradual, por regiones diferenciadas y por niveles educativos.

¿Qué necesidad tenemos, como nación, de reiniciar clases presenciales de manera precipitada y sin la adecuada planificación?

Es necesario considerar las formas de organización de las comunidades escolares, las condiciones de salud (vacunación, vulnerabilidad, cantidad de transmisión del virus, etc.), así como las cantidades de estudiantes por docentes, entre otros temas esenciales.

Es conveniente ponderar y recuperar de manera más profunda y sistemática las experiencias mundiales, y tomar medidas pertinentes y oportunas para regresar a las escuelas sin poner en riesgo a la población en general, ni a las figuras educativas (docentes, directivos escolares, personal de apoyo) en particular.

Notas:

(1) Rosa María Torres es profesora e investigadora en Ecuador, sus áreas de trabajo son: Aprendizaje a lo largo de la vida. Alfabetización. Lectura. Comunidades de aprendizaje. Innovación. ODS. Derecho a la educación.

(2) María Antonia Casanova es investigadora educativa en España, profesora de la Universidad Camilo José Cela y de la Universidad Internacional Villanueva, y Directora de Formación del Instituto Superior de Promoción Educativa, de Madrid.

(3) Paul Orlowski es profesor e investigador en educación en Canadá, colaboró durante algunos años en la Universidad de Saskatchewan. Sus temas de interés son hegemonía, raza, clase social y democracia en el siglo XXI.

(4) La cuenta @Classroomcoach3 de Classroomcoach 360, es una “Edu app” colaborativa que ayuda a los docentes y alumnos del aula (presencial/virtual) a fortalecer el proceso de enseñanza-aprendizaje. Idiomas: ENG-ESP-FRA”.

Fuente de la información: https://www.sdpnoticias.com

Imagen: REGRESO A CLASES PRESENCIALES (GABRIELA PÉREZ / GABRIELA PÉREZ/CUARTOSCURO)
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¿Qué necesitamos para volver a las escuelas?

Por: Pablo Hernández Jaime

El 24 de julio, en Veracruz, el presidente Andrés Manuel López Obrador señaló que se retomarán las clases presenciales a finales de agosto “llueve, truene o relampaguee.” El anuncio se dio en el contexto de una tercera ola de contagios por Covid-19, misma que, tan solo para el 29 de julio arrojó un total de 19,223 casos nuevos y 381 muertes[1]. Y por si esto fuera poco, también nos encontramos frente a la nueva variante delta del virus que resulta ser más contagiosa y, a la vez, puede causar cuadros más severos de la enfermedad, lo que maximiza el riesgo de contagios y muertes, sobre todo entre la población que no ha sido vacunada[2]. Frente a este escenario cabe preguntar: ¿es seguro volver a clases presenciales?, ¿hay condiciones para ello? Veamos.

Ha pasado más de un año desde que el 23 de marzo de 2020 se suspendieron oficialmente las clases presenciales. Y para nadie son secreto las desventajas que esto acarrea. La educación a distancia nunca podrá suplir la educación presencial, pues el proceso de enseñanza-aprendizaje no consiste solo en transmitir información, sino que supone un proceso de construcción colectiva que permita al estudiante apoyarse en sus pares y profesores para asimilar nuevos conocimientos y habilidades. Pero el problema va más allá. Los procesos de enseñanza-aprendizaje suponen ciertas condiciones materiales que, fuera de la escuela, dependen por completo de los recursos del hogar. Y los hogares mexicanos están atravesados por una gran desigualdad y muchos de ellos por la pobreza; de manera que no todos cuentan con los mismos recursos y, por tanto, no todos cuentan con las mismas ventajas para educarse, lo que, además, resulta particularmente cierto bajo el actual contexto, pues la educación a distancia supone la disposición de tecnologías de la información a los que muchos hogares no tienen acceso o tienen acceso solo de manera insuficiente[3].

Cuando la educación se deja por completo a los hogares, la desigualdad que los atraviesa se reproduce.

¿Urge, entonces, volver a clases presenciales? Indudablemente. Pero ¿hay condiciones para ello? Este es el quid de la cuestión. No creo que nadie esté en contra de reabrir las escuelas, siempre y cuando podamos garantizar las medidas para un regreso seguro. No se trata solo de volver, se trata de volver y poder quedarse.

Pero ¿qué condiciones se requieren para volver a clases presenciales? Primero, hay que considerar que nos enfrentamos a una variante más contagiosa y agresiva del virus Sars-CoV-2. Esto pone en mayor riesgo a toda persona no vacunada, incluyendo niños y niñas. Y si queremos minimizar riesgos, una primera medida, es avanzar con la vacunación de jóvenes y adolescentes mayores de 12 años[4]. Es importante que todo aquel que pueda vacunarse lo haga. Sin embargo, aún nos enfrentamos con el problema de no contar con una vacuna para menores de esta edad. Es cierto que la enfermedad parece ser mucho menos agresiva con ellos; sin embargo, es preciso actuar con el objetivo de reducir los riesgos al máximo y, por tanto, es necesario tomar otro tipo de precauciones. Estas precauciones, sin embargo, no son nuevas. Las escuelas requieren mantener la sana distancia y promover el lavado constante de manos y el uso de gel antibacterial; pero, sobre todo, debe usarse cubrebocas para impedir contagios. Otras medidas importantes son la adecuada ventilación y aseo de los salones, el monitoreo y aislamiento oportuno de casos positivos, y la aplicación de pruebas periódicas. De acuerdo con algunos estudios realizados en Estados Unidos[5], si se aplican adecuadamente las medidas preventivas, el número de contagios en las escuelas puede mantenerse bajo y controlado.

Pero, estas medidas, aunque no sean nuevas ni extraordinarias, requieren recursos. Tan solo en EE. UU. el Américan Rescue Plan considera la implementación de 122 mil millones de dólares para dotar de condiciones sanitarias y de equipamiento a las primarias y secundarias de todo el país y, así, poder regresar a las aulas[6]. Y es que la reapertura de las escuelas no solo supone dotarlas de gel y cubrebocas, también se necesita aplicar pruebas periódicas de Covid-19, así como rehabilitar espacios, lo que conlleva un alto costo.

En México el problema no es distinto: aquí también se requiere un plan para el regreso a clases presenciales y los recursos para su aplicación; sin embargo, estos brillan por su ausencia, pues el presidente y su administración se han limitado a decir que, sí o sí, se reabrirán las escuelas, y que el regreso a clases será paulatino y voluntario, pero nada más: no se ha dado a conocer ningún plan de rehabilitación y equipamiento, no se ha dicho qué medidas puntuales se tomarán para garantizar el uso obligatorio de cubrebocas o el suministro de agua a las instituciones. Y quizás esta sea una de las cuestiones más complicadas del caso mexicano. Nuestro sistema educativo enfrenta, históricamente, un grave problema de carencias en infraestructura, regularidad en los servicios básicos y equipamiento, por señalar solo algunos de los aspectos más urgentes. De acuerdo con los últimos datos del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE, antes de su desaparición en 2019), al menos 45% de las primarias presenta carencias en alguno de los servicios básicos de agua, luz y drenaje y al menos una de cada tres escuelas de educación media superior no cuenta con agua los cinco días de la semana[7].

¿Qué podemos esperar de un regreso a clases donde ni siquiera lo más básico está solucionado y donde, peor aún, no se presenta ningún plan para solucionar estas carencias ni para garantizar el cumplimiento de las medidas sanitarias elementales? La pregunta no es menor. Así como hay evidencias sobre la posibilidad de controlar los contagios al interior de las escuelas si se toman las medidas adecuadas, también hay evidencias de lo contrario: ante un relajamiento de las medidas, los contagios aumentan[8].

Pero hay una cuestión más que debemos considerar, y es que el virus del Sars-CoV-2 no desaparecerá. Podremos superar la pandemia, pero el virus que la provocó simplemente no desaparecerá y nuevas variantes pueden surgir. De manera que nuestra actual y urgente necesidad de preparar a las escuelas para brindar condiciones sanitarias adecuadas no es algo completamente pasajero. En este sentido, es necesario que el gobierno mexicano enfoque buena parte de sus esfuerzos y recursos en mejorar, sustantiva y significativamente, las condiciones materiales (y no solo materiales) del sistema educativo. Este es uno de los objetivos que debemos perseguir, en lo inmediato para garantizar un regreso a clases seguro y, en el mediano plazo, para garantizar mejores condiciones educativas para todos los niños, niñas y jóvenes mexicanos.


Pablo Hernández Jaime es Maestro en Ciencias Sociales por El Colegio de México e investigador del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.

[1] https://www.forbes.com.mx/mexico-suma-19223-contagios-y-381-muertes-por-covid-19-en-24-horas/

[2] https://www.nytimes.com/2021/07/29/well/family/back-to-school-covid.html

[3] https://cemees.org/2020/05/12/educacion-a-distancia-solo-4-de-cada-10-hogares-tienen-computadora/

[4] https://www.al.com/coronavirus/2021/07/is-the-delta-variant-affecting-children-uab-childrens-of-alabama-pediatrician-explains.html.

[5] 1) https://www.cdc.gov/mmwr/volumes/70/wr/mm7012e4.htm, 2) https://www.cdc.gov/mmwr/volumes/70/wr/mm7012e3.htm, 3) https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/33419869/, 4) https://schools.archchicago.org/documents/80540/2983414/ABRIDGED_Reopening+Planning+Framework.pdf/b451f470-68da-45e7-b591-485191cc0558

[6] https://www.ed.gov/news/press-releases/department-education-announces-american-rescue-plan-funds-all-50-states-puerto-rico-and-district-columbia-help-schools-reopen

[7] https://cemees.org/2020/10/17/la-educacion-mexicana-a-dos-anos-de-4t/#_ftn6

[8] https://www.eurosurveillance.org/content/10.2807/1560-7917.ES.2020.25.29.2001352.

Fuente de la información e imagen: https://cemees.org/2021/08/04/que-necesitamos-para-volver-a-las-escuelas/
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Educación: motor del Bicentenario peruano

Por: David Auris Villegas

La Educación necesita morar en crisis para perfeccionarla continuamente, de lo contrario, sería perfecta lindando con lo absurdo. Por ello, cuando escuchamos al gobernante peruano, declararla en emergencia, sencillamente está reivindicando su importancia en el Bicentenario que, ciertamente hay poco por celebrar, salvo nuestra sobrevivencia al Covid-19 y, la esperanza de construir un país desarrollado rumbo al Tricentenario.

Dentro del contexto mundial, nos encontramos sitiados por la pandemia y preso expectante de la cuarta revolución industrial, la inteligencia artificial, la automatización, la internet de las cosas, los valores prácticos, el atroz consumismo y el inevitable bombardeo de informaciones desde todos los frentes, todo creado por nosotros mismos.

En este novedoso itinerario, los actores de nuestro Bicentenario, con una mirada socioemocional, estamos obligados, abordar los problemas sociales desde una mirada propositiva, contribuyendo a la construcción de una sociedad más equitativa, solidaria y productora de nuevos conocimientos para crear una industria artificial, definitivamente centrado en la educación como motor de desarrollo.

Una educación humanista y tecnológica, cuyo rol protagónico recae en los actores del aprendizaje, la comunidad educadora del Bicentenario. Con la esperanza de una redistribución de oportunidades para todos, comprometámonos apuntar hacia un país con desarrollo sostenido, donde la palabra marginal vaya reduciendo su presencia en la sociedad, gracias a una educación en constante cambio.

Atendiendo este desafío, es lícito preguntarnos, ¿Qué hacemos los educadores para construir una sociedad más justa y solidaria con vistas al Tricentenario?  En esta línea, esbozaré cinco tópicos que seguramente potenciará nuestra praxis docente. Haciendo una reingeniería pedagógica, ejecutemos acciones novedosas, para afrontar los desafíos de hoy y mañana.

Eduquemos ciudadanas y ciudadanos, creativos, solidarios, críticos, innovadores, emprendedores e incapaces de ver al Estado como un botín para enriquecerse que, cuando ejerzan la función pública, lo hagan como un privilegio de servir al país.

Asimismo, la comunidad docente, estamos obligados a leer clásicos de la pedagogía, para forjar nuestra identidad educadora, reflexiva, crítica, creativa y propositiva, haciéndonos amigos de: Inger Enkvist, Peter McLaren, Ken Robinson, Claudio Naranjo, Robert Swartz, Johan Galtung entre otros pedagogos contemporáneos, quienes amplían nuestro foco formativo y nos invitan a navegar con solvencia académica y moral, las aguas de la educación.

¿Acaso es propicio revelarnos contra un sistema educativo enseñante y meritocrático? Sustituyamos el paradigma de Competencias por el Aprendizaje Colaborativo como sugería Humberto Maturana, para sensibilizar la solidaridad humana, creativa y productora, tan necesarias en tiempos de pandemia y en nuestra cotidianeidad, provocando un sentimiento de amor genuino hacia los demás.

Prioricemos el aprendizaje socioemocional y explotemos la infinita mente humana, sobreponiéndonos a los aprendizajes tradicionales como recomiendan la comunidad científica, con el objetivo de convivir en paz sugerido por la UNESCO y desarrollemos nuestra capacidad holística de adaptarnos a los constantes cambios, fruto del vertiginoso avance de la ciencia y los problemas sicosocioambientales.

Dada la incertidumbre del futuro, aquello que hoy aprendemos tal vez mañana no valga para continuar ejerciendo con éxito la pedagogía, en tal sentido desarrollemos la capacidad de aprender las novedades del mañana, en el menor tiempo posible, como único salvoconducto para el éxito pedagógico y social como sostiene David Perkins.

Finalmente, hagamos del profesorado la profesión del siglo XXI reclamada por Alex Beard. Eduquemos personas solidarias y altamente creativas, para conmemorar el Tricentenario como un país desarrollado, donde respiremos el aire tibio de la libertad y la esperanza de continuar la historia humana.

Fuentes:

© David Auris Villegas. Escritor, poeta, columnista y pedagogo peruano. Teórico de la educación alternativa para el desarrollo sostenible.

Fuente de la información: Insurgencia Magisterial

Imagen: herbertmujicarojas – La Mula

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