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Educación y pandemia

Fuentes: Cubadebate

Conferencia virtual en el Congreso Pedagogia 2021 – 03 de febrero de 2021, La Habana, Cuba

Desde la Segunda Guerra Mundial, en la década de 1940, no hay noticias de que alumnos y profesores se hayan visto obligados a quedarse en casa durante tanto tiempo.

Datos de la UNESCO muestran que la pandemia ha afectado a más de 1500 millones de estudiantes en 188 países, lo que representa el 91% de los estudiantes del planeta.

En América Latina, el cierre temporal de las escuelas ha afectado a 160 millones de alumnos, según estimados de la UNESCO.

Este confinamiento expuso aún más el agravamiento de las desigualdades sociales. La UNICEF estima que 370 millones de niños pueden haber sido privados de una alimentación adecuada debido al cierre de las escuelas.

El sistema escolar mundial no estaba preparado para lidiar con los efectos de una enfermedad que nos exige distanciamiento físico y aislamiento social por un largo período.

La educación tuvo que pasar del universo presencial al virtual, viéndose obligada a recurrir a nuevas herramientas tecnológicas que permiten la educación a distancia. En muchos países los alumnos, en especial los que asisten a las escuelas públicas, no disponen de los recursos necesarios para acceder rápidamente a las tecnologías de las comunicaciones.

Incluso para aquellos que disponen de esos recursos, también les ha resultado difícil adaptarse a la nueva realidad digital. No es muy confortable soportar 40 o 50 minutos de clase remota a través de la pequeña pantalla de un celular… y peor aún, sin la posibilidad del contacto directo con el profesor y los colegas.

Para muchos jóvenes la educación a distancia carece de incentivos, lo que provoca el abandono escolar y la mayoría de los profesores no estaban preparados para impartir clases a distancia.

En muchos países, como en Brasil, se observó que la permanencia en casa por largos períodos proporcionó el aumento de la violencia doméstica y en el caso de las adolescentes, el embarazo precoz.

La enseñanza a distancia se diferencia mucho de la enseñanza presencial al reducir la interacción profesor-alumno y dificultar la relación de ayuda mutua didáctica entre los estudiantes.

Para los escolares que asistían a la escuela a tiempo completo, la casa era principalmente un lugar para la convivencia familiar y el descanso, muchas veces en un espacio reducido debido al número de personas que lo habitan, por lo tanto, la educación a distancia no siempre logra atraer la atención requerida. Esto se agrava cuando se trata de alumnos de educación infantil y primaria, período en el que se desarrolla el proceso de alfabetización.

El déficit en las habilidades básicas como la lectura, la escritura la suma y la resta se incrementa. Esta interrupción del aprendizaje también afecta en gran medida a los estudiantes que están finalizando el curso, lo que dificulta el ingreso al mercado laboral.

La pandemia también mostró cómo, en general, las familias eran ajenas al aprendizaje escolar de sus hijos. De repente, los padres debían interesarse por los contenidos didácticos y además improvisar para ser auxiliares de los profesores.

Sin embargo, esto no siempre es posible. En los países periféricos, muchos adultos tienen menos nivel escolar que sus hijos. Los padres no se sienten preparados para ayudarlos con las tareas escolares. Y ocupados con el trabajo a distancia y los quehaceres del hogar hay padres que no tienen tiempo para acompañar y ayudar a sus hijos con los deberes escolares. No obstante, ahora le han dado más valor a la escuela y al trabajo de los profesores.

Resignificar la educación

La desigualdad social influye significativamente en el acceso a las tecnologías de la comunicación. Hay estudiantes que ni siquiera tienen condiciones para conectarse a internet. La exclusión digital es un nuevo fenómeno social y es ya considerada una violación de los derechos elementales. En el caso de Brasil, por ejemplo, apenas el 57 % de la población tiene una computadora capaz de ejecutar los programas más actuales y el 30% de las viviendas no tiene acceso a internet cuestión indispensable para la educación a distancia según (IBGE / investigación TIC a domicilio, 2018).

Es por esto que resulta muy importante que las escuelas tengan a disposición de los estudiantes vídeo clases, que incluso deberían ser transmitidas por canales de televisión y acompañadas del respectivo material impreso.

En Argentina, la empresa Telefónica convenió con el gobierno para permitir durante la pandemia, el acceso gratuito a los sitios educativos para las familias que no puedan pagar por el servicio.

El el Perú, la misma empresa, asociada a Facebook, al BID y el CAF (Banco de Desarrollo de la América Latina), creó el programa “Internet para todos”, que ofrece servicios a operadores móviles locales para llegar a áreas remotas.

En Brasil 46 millones de personas no tienen acceso a la internet, lo que corresponde a más del 25% de la población.

Del 79,1% de la población que accede a internet, el 99,2% utiliza su teléfono celular. El BID estima que el 20% de la población de América Latina no tiene un acceso adecuado a la internet móvil.

La pandemia le ha dado un mayor significado a la educación, la que debe ser orientada y pensada para los jóvenes que habrán de enfrentar los desafíos de la década 2030.

Esto exige una metodología pedagógica capaz de activar el pensamiento crítico, despertar la creatividad y la originalidad, solucionar problemas complejos, tener flexibilidad cognitiva, valorar la inteligencia emocional y el trabajo en equipo, aprender a lidiar con opiniones y comportamientos diversos, y saber tomar decisiones sin imposiciones autoritarias.

Como vivimos actualmente en un mundo interconectado, no solo las personas no son islas, como destacó John Donne, poeta y pensador inglés, sino también nuestras ciudades y países.

Es necesario enfrentar los problemas desde diferentes ópticas y a partir de diversos contextos, pero siempre sin renunciar al compromiso ético de que todos los seres humanos y la naturaleza tienen derecho a condiciones de vida dignas.

Por tanto, ya no se trata de un aprendizaje para obtener buenas notas en las pruebas escolares y alcanzar un diploma al finalizar el curso. La educación es un proceso sin fin que dura toda la vida.

La escuela es justamente el lugar donde el alumno recibe el impulso de interactuar con quien tiene mucho que enseñar, así como quien enseña tiene mucho que aprender, en una sinergia compleja, rica y permanente.

Hace tiempo que se enseña fuera del aula, lo que requiere de una experimentación permanente. Un ejemplo de ello es la esfera de la agricultura. La pandemia ha expandido y acelerado este proceso, y el uso de internet ha roto las barreras físicas para la comunicación y la interacción.

Las clases, antes centradas en la oralidad del profesor, ahora cuentan con una gran variedad de recursos pedagógicos, como video clases, infografías, diapositivas, animaciones, juegos educativos y viajes virtuales, como a museos y a ciudades históricas. Y la ventaja es que cualquiera puede acceder al contenido y a las actividades compartidas, desde cualquier lugar y en cualquier momento. Sin duda, esto favorece la democratización de la educación, siempre que todos tengan acceso a las tecnologías de la comunicación. Al mismo tiempo permite el diálogo directo del profesor con determinado estudiante, es decir, permite la atención a las diferencias individuales.

No debemos alimentar la nostalgia de cómo era la escuela antes de la pandemia, al reabrir las instituciones educacionales no basta reponer las clases. Ahora tenemos una nueva configuración de las relaciones sociales y debemos aprovecharlas para desarrollar nuevas metodologías de enseñanza pero, conocemos que nuestros sistemas educacionales son resistentes al cambio, sin embargo la COVID 19, nos impone una nueva realidad. Ahora tenemos que admitir que la enseñanza remota a distancia tendrá que ser incorporada a los recursos pedagógicos. Se trata de una nueva modalidad que puede producir efectos positivos, como el protagonismo de los alumnos en su propio proceso de aprendizaje.

Dejan de ser simples objetivos de las lecciones del profesor y pasan a ser sujetos de la actividad escolar, responsables de organizar su agenda de estudios domésticos y planear el tiempo y el modo de abordar el currículo.

Este autoconocimiento exige de la escuela, mayor atención a la formación integral de los estudiantes como tener en cuenta la situación familiar en que viven y las condiciones de vivienda. De cierto modo, los alumnos pasan a ser compañeros del profesor en la elaboración de la malla curricular y en la práctica pedagógica. La enseñanza se hace más personalizada en la medida que hay más diferencia de ritmo entre los estudiantes, instados a gestionar sus actividades escolares, los alumnos tendrán mayor protagonismo y los profesores actuaran como mediadores entre los contenidos curriculares y los recursos tecnológicos.

En realidad ocurre, que no todo son luces. El lado oscuro necesita ser enfrentado con seriedad. En Brasil, las investigaciones constataron que casi el 90 % de los profesores no tenían experiencia de clases a distancia antes de la pandemia.

Ahora, el 82 % de las clases son desde casa, demostrando que ha aumentado la carga horaria de trabajo. Y el 84 % opina que la participación de los alumnos en el aprendizaje se redujo. La principal dificultad es el acceso a computadoras y a la internet.

El informe GEM (Monitoreo global de la educación) del 2020, señala que, en los países periféricos el 40 % no cuenta con políticas para apoyar a los alumnos durante el cierre de las escuelas. Según la UNESCO, menos del 10% de las 209 naciones evaluadas poseen leyes que favorecen la plena inclusión en la escuela.

Una niña de Timor-Leste muestra la plataforma en línea que utilizará para estudiar mientras su escuela está cerrada debido a la pandemia de coronavirus. Foto: UNICEF

La educación a distancia tiene como puntos negativos, favorecer el individualismo en el trabajo escolar, disminuir los lazos de solidaridad entre alumnos y profesores, hacer inviables las acciones colectivas en defensa de los derechos de los docentes.

El peligro del trabajo a distancia es colocar en riesgo la frontera entre el tiempo de trabajo y el de convivencia familiar. Al sobrecargar las jornadas de trabajo, se reducen las horas de ocio.

Lo ideal sería no considerar obligatoria la actividad a distancia y sí como opcional, hasta que la pandemia sea superada y puedan todos retomar el trabajo en condiciones de igualdad en el espacio escolar.

Al agravarse las desigualdades sociales la pandemia expone el carácter de un modelo educativo individualista, excluyente, competitivo, subordinado a las demandas del mercado. La crisis económica y el aumento del desempleo debilitan la tesis de que la escuela es una vía segura para incluir a todos en el mercado de trabajo y conquistar una vida estable.

Esta nueva modalidad de enseñanza carece de estructura para desarrollar adecuadamente las actividades escolares. Muchas veces, absorbidos por la vida familiar y las ocupaciones domésticas, como ayudar en la limpieza de la casa o ver filmes o programas de TV, los estudiantes pierden el interés por las clases.

Adoptar el trabajo a distancia como nueva modalidad de enseñanza puede agravar las desigualdades educacionales, excluyendo aquellos que, desprovistos de condiciones domésticas para involucrarse en el aprendizaje, acaban siendo víctimas de la ley del menor esfuerzo, cuando ellos son los que deberían recibir mayor atención.

El sistema educacional no puede transferir para el alumno la responsabilidad de tener una computadora y tener acceso a internet. Muchos viven en situación de vulnerabilidad social por lo que le corresponde al sistema garantizar las condiciones adecuadas a todos los estudiantes para realizar las tareas escolares, pues según el GEM por cada 100 jóvenes ricos, solamente 18 jóvenes pobres, completan la enseñanza media o secundaria.

Retorno a las clases presenciales

¿De qué forma la pandemia afecta la calidad de la educación?

Es importante que el aislamiento social no dificulte la gestión democrática de las escuelas. El impedimento de las reuniones presenciales del claustro docente no debe ser motivo para justificar decisiones monocráticas. La escuela debe permanecer como espacio cotidiano de ejercicio de la democracia, incluso en su actual configuración virtual.

La vuelta a las clases presenciales no puede en modo alguno depender de la presión del poder económico, en especial de los propietarios de instituciones educacionales y de redes escolares.

Y cuando sea conveniente no puede ser hecho de improviso. Debe ser el resultado de una decisión democrática de los diversos actores implicados en la esfera de la educación, inclusive funcionarios de la escuela.

Se debe adoptar un protocolo después de realizar un extenso debate entre maestros, estudiantes, funcionarios, padres de los estudiantes y autoridades sanitarias. La pandemia en sí misma es objeto de estudio. Ella debe ser llevada al aula, promoviendo investigaciones y reflexiones sobre el equilibrio ambiental, zoonosis, dignidad, solidaridad en tiempos de pandemia, fragilidad de la vida humana, etc.

Los educadores no pueden ceder a la lógica de volver cuanto antes a la simple acumulación de los contenidos escolares ni al discurso tecnócrata de regresar a las actividades presenciales a partir del punto en que fueron suspendidas en el 2020. Hay que tener en cuenta que la pandemia, una vez superada por la vacunación, no debe ser considerada como un vacío en nuestras vidas. No pueden dejar de ser considerados relevantes los efectos emocionales, psicológicos y sociales, provocados en la vida de los estudiantes. Muchos fueron afectados por la pérdida de parientes, víctimas de la COVID 19 y la disminución de los ingresos familiares.

La escuela no es una sucesión de días lectivos. Es un espacio de convivencia, creatividad y socialización y sobre todo, construcción de la identidad ciudadana como colectiva. Deber ser también un espacio democrático de formación de conciencia crítica, disposición a la solidaridad y al compromiso y al combate a todas las formas de injusticias sociales.

La educación a distancia puede dar lugar a una nueva fuente de beneficios y de lucro para empresarios de instituciones educacionales, que pasan a ser los mediadores de contenidos y tecnologías excluyendo a todos aquellos que no tienen los recursos para transformar el espacio doméstico en apéndice de la escuela.

Este empresariado pasa a considerar la escuela como objetivo de su servicio de “delivery” (entrega), prepara los paquetes curriculares hecho por supuestos especialistas ajenos a la escuela, lo que compromete la autonomía del trabajo docente y hace que el contenido curricular dependa de grandes grupos privados que dominan las plataformas dirigidas a la educación.

Con o sin pandemia, predominando la enseñanza presencial o a distancia, el combate al más grave problema de la humanidad- la desigualdad social- exige que nos empeñemos todos en la lucha permanente por la escuela pública, gratuita y laica. La educación escolar a tiempo completo en un derecho universal que debe ser asegurado por el estado a toda la población.

Fuente: http://www.cubadebate.cu/especiales/2021/02/03/educacion-y-pandemia/

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Quienes viven para servir

Por:  Roberto Patiño

En medio de las mayores crisis humanitarias que atraviesa nuestro país, una de las pocas certezas que aún conserva el venezolano está en la capacidad de trabajo y entrega de nuestro personal sanitario que sigue aferrado a la frontera que separa a los ciudadanos de la vida y la muerte.

Hay que tener profundas convicciones personales y una ética de trabajo inquebrantable, para seguir asistiendo a centros de salud sin recursos ni condiciones, y aún así exponer la vida frente a una pandemia letal, con el único incentivo de tratar de salvar al mayor número de venezolanos que sea posible.

Hay servidores públicos que, por cotidianos, a veces parecen invisibles, pero que en esta Venezuela tan llena de urgencias merecen el mayor reconocimiento y solidaridad de sus ciudadanos. Un agradecimiento eterno y siempre necesario.

Convencidos de ello, acompañamos el pasado 10 de febrero a los trabajadores de la salud en una movilización desde el Hospital J. M. de los Ríos hasta la Defensoría del Pueblo, en su lucha por justas demandas por un sueldo digno y mejores condiciones de trabajo. No hay contradicción, de eso estamos convencidos, entre la vocación de servicio del personal sanitario y la necesidad de visibilizar, exigir y reclamar con determinación, para lograr mejores condiciones laborales y de vida, para quienes están poniendo en juego su propia  existencia para salvar a otros compatriotas.

Aquel encuentro fue una oportunidad para volver a escuchar a estos profesionales de la salud y actualizar la comprensión que tenemos del verdadero tamaño de la crisis humanitaria que vivimos, una crisis que se instaló en Venezuela, cabe recordar, mucho antes de las sanciones norteamericanas y europeas, aún cuando el régimen se empeñe en buscar, fuera de nuestras fronteras, a los responsables de nuestra tragedia.

Nuestra participación, en esta manifestación, nos sirvió para reforzar nuestra certeza de que Venezuela, en estos momentos, no puede por sí misma hacer frente a esta crisis y que necesitamos con urgencia todo el apoyo internacional en forma de ayuda humanitaria y en el trabajo de las organizaciones no gubernamentales y de la sociedad civil que están sobre el terreno.

El régimen tiene que permitir la entrada de la ayuda humanitaria, apoyar con transparencia y bajo criterios técnicos y profesionales la cooperación internacional y, sobre todo, debe garantizar el libre ejercicio de los profesionales, técnicos y voluntarios de la sociedad civil quienes están expuestos, junto a nuestro personal médico, a los mayores rigores de la crisis.

Es una exigencia que cobra más fuerza frente a la pandemia. La llegada de vacunas contra el covid-19 debe estar acompañada de una metodología de distribución que garantice la transparencia del proceso, atendiendo a criterios de prioridades bien definidos (primero el personal sanitario y luego la población de mayor riesgo) para garantizar una inmunización de manera justa.

Desde nuestra experiencia de trabajo y con el fin de visibilizar los esfuerzos de la sociedad civil, construyendo redes de trabajo, nos unimos a otras organizaciones y creamos la Red de Apoyo a los Trabajadores de la Salud y nuestro aporte, durante los últimos 4 meses del año pasado, a través de nuestro emprendimiento social Sustento, fue la elaboración y distribución de 1.500 almuerzos diarios a los trabajadores de 15 hospitales de Caracas.

Desde nuestro espacio de convivencia estamos convencidos de que la salud, la alimentación y la educación son los tres pilares fundamentales de la sociedad y que estas bases se consolidan si vivimos en un sistema democrático y libre, razón por la cual seguiremos en la calle, junto a los ciudadanos, trabajadores sanitarios y compañeros de otras ONG, luchando por el cambio que necesita nuestro país.

Creemos en una Venezuela donde estén presente los valores de la solidaridad, la  productividad y la democracia y este compromiso nos lleva a estar al lado de los trabajadores de la salud, un gremio que entiende muy bien aquel principio según el cual quienes no viven para servir, no sirven para vivir.

Gracias a todos quienes constituyen esa gran comunidad que cuida por la salud de los venezolanos, por su esfuerzo, dedicación y compromiso.

www.robertopatino.com

Fuente e Imagen: https://www.elnacional.com/opinion/quienes-viven-para-servir/

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Las redes sociales, nuevo medio dominante

Fuentes: La Jiribilla

Imagen de Portada: “(…)aunque la revolución digital permitió una indiscutible democratización de la comunicación —objetivo que parecía absolutamente impensable— esa democratización provoca ahora una proliferación incontrolada y desordenada de los mensajes, así como ese ruido ensordecedor creado sobre todo por las redes sociales”. Ilustración: Brady Izquierdo

El Internet moderno, la Web, se inventó en 1989, hace treinta y dos años. O sea, estamos viviendo los primeros minutos de un fenómeno que llegó para quedarse durante siglos. Pensemos que la imprenta se inventó en 1440, y que tres décadas después casi no había modificado nada, pero acabó por trastornar el mundo: cambió la cultura, la política, la economía, la ciencia, la historia. Resulta evidente que muchos de los parámetros que conocemos están siendo modificados en profundidad, no tanto por la pandemia actual de Covid-19, sino, sobre todo, por la irrupción generalizada de los cambios tecnológicos y de las redes sociales. Además, no solamente en términos de comunicación —¿se está muriendo la verdad?—, sino también en las finanzas, el comercio, el transporte, el turismo, el conocimiento, la cultura… Todo ello sin olvidar los nuevos peligros en materia de vigilancia y de pérdida de privacidad.

Ahora, con la Web y las redes sociales, ya no es únicamente el Estado quien nos vigila. Algunas empresas privadas gigantes (Google, Apple, Facebook, Amazon, etc.) saben más sobre nosotros que nosotros mismos. En los próximos años, con la inteligencia artificial y la tecnología 5G, los algoritmos van a determinar más que nuestra propia voluntad el curso de nuestras vidas. Que nadie piense que esos cambios tan determinantes en la comunicación no van a tener consecuencias en la organización misma de la sociedad y en su estructuración política tal como la hemos conocido hasta ahora. El futuro es muy largo y los cambios determinantes apenas acaban de empezar.

Vivimos en un universo en el que nuestra privacidad está muy amenazada; estamos más vigilados que nunca mediante la biometría o las cámaras de videoprotección, mucho más de lo que imaginó el mismísimo George Orwell en su novela distópica 1984. Además, la robótica, los drones y la inteligencia artificial amenazan con crear un ecosistema del que el ser humano podría acabar siendo expulsado; sin hablar de la “crisis de la verdad” —en materia de información—, sustituida por las fake news, la posverdad, las nuevas manipulaciones o las verdades alternativas. En este punto el futuro podría estar acercándose más rápido de lo que pensamos a nuestro pasado más aterrador.

Sobre el aspecto emancipador de la actual revolución digital, lo más notable es la “democratización efectiva de la información”. Un ideal que constituía una reivindicación fundamental, y en cierta medida un sueño, desde la revuelta social de mayo de 1968 —es decir, el deseo de que los ciudadanos se apoderaran de los medios de comunicación y sobre todo de información— en cierta medida se ha realizado. Hoy en día con el equipamiento masivo de dispositivos ligeros de comunicación digital (teléfonos inteligentes, computadoras portátiles, tabletas y otros) los ciudadanos disponen, individualmente, de una potencia de fuego comunicacional superior a la que poseía, por ejemplo, en 1986, el primer canal de televisión de alcance planetario, Cable News Network (CNN). Es mucho más barato y fácil de operar. Cada ciudadano es ahora lo que antes se llamaba un mass media. Mucha gente lo ignora o no conoce el poder real del que dispone. Hoy, frente a las grandes corporaciones mediáticas, ya no estamos desarmados. Otra cosa es saber si estamos haciendo un uso óptimo del superpoder comunicacional del que disponemos.

¿Ha resuelto eso los problemas en materia de información y de comunicación? La respuesta es no, porque en la vida cada solución crea un nuevo problema. Es la trágica condición humana. Los griegos antiguos la ilustraban con el mito de Sísifo, condenado a empujar una enorme roca hasta lo alto de una montaña; una vez alcanzada la cumbre, la roca se le escapaba de las manos y se precipitaba de nuevo hasta el pie del monte. Entonces Sísifo tenía que volver a subirla a la cima, donde se le volvía a resbalar, y así hasta el fin de la eternidad.

En ese sentido, aunque la revolución digital permitió una indiscutible democratización de la comunicación —objetivo que parecía absolutamente impensable— esa democratización provoca ahora una proliferación incontrolada y desordenada de los mensajes, así como ese ruido ensordecedor creado sobre todo por las redes sociales. Esto es precisamente lo que constituye el nuevo problema. Como dijimos, ahora la verdad se ha diluido. Si todos tenemos nuestra verdad, ¿cuál es entonces la verdad verdadera? O será, como decía Donald Trump, que la “verdad es relativa”.

Al mismo tiempo, la objetividad de la información (si alguna vez existió) ha desaparecido, las manipulaciones se han multiplicado, las intoxicaciones proliferan como otra pandemia, la desinformación domina, la guerra de los relatos se extiende. Nunca se habían “construido” con tanta sofisticación falsas noticias, narrativas delirantes, “informaciones emocionales”, complotismos. Para colmo, muchas encuestas demuestran que los ciudadanos prefieren y creen más las noticias falsas que las verdaderas, porque las primeras se corresponden mejor con lo que pensamos. Los estudios neurobiológicos confirman que nos adherimos más a lo que creemos que a lo que va en contra de nuestras creencias. Nunca fue tan fácil engañarnos.

Más que una “nueva frontera”, Internet, o sea, el ciberespacio o digitalandia, es nuestro “nuevo territorio”. Vivimos en dos espacios, el nuestro habitual, tridimensional, y el espacio digital de las pantallas. Un espacio paralelo, como en la ciencia-ficción o en los universos cuánticos, donde las cosas o las personas pueden hallarse en dos lugares al mismo tiempo. Obviamente nuestra relación respecto al mundo, desde un punto de vista fenomenológico, no puede ser la misma. Internet —y mañana la Inteligencia Artificial— dota a nuestro cerebro de unas extensiones inauditas. Ciertamente la nueva sociabilidad digital, acelerada por redes socializantes como Facebook o Tinder, está modificando profundamente nuestros comportamientos relacionales. No creo que pueda haber “vuelta atrás”. Las redes son sencillamente parámetros estructurales definitorios de la sociedad contemporánea.

También hay que tener conciencia de que Internet ya no es ese espacio de libertad descentralizado que permitía escapar de la dependencia de los grandes medios de comunicación dominantes. Sin que la mayoría de los internautas se haya dado cuenta, Internet se ha centralizado en torno a algunas empresas gigantes que ya citamos —las GAFA (Google, Apple, Facebook, Amazon)—, que lo monopolizan y de las que ya casi nadie puede prescindir. Su poder es tal, lo acabamos de ver, que se permiten incluso censurar al presidente de los Estados Unidos cuando Twitter y Facebook le cortaron el acceso y enmudecieron al propio Donald Trump a principios de enero pasado.

No entendimos, a principios de los años 2000, que el modelo económico de “publicidad contra gratuidad” crearía un peligroso fenómeno de centralización, porque los anunciantes tienen interés en trabajar con los más grandes, con aquellos que poseen más audiencia. Ahora hay que conseguir ir en contra de esta lógica para descentralizar de nuevo Internet. La opinión pública debe comprender que la gratuidad conlleva una centralización tal de Internet que, poco a poco, el control se vuelve más fuerte y la vigilancia se generaliza.

En cuanto a esto, debemos precisar que hoy la vigilancia se basa esencialmente en la información tecnológica, automática, mucho más que en la información humana. Se trata de “diagnosticar la peligrosidad” de un individuo a partir de elementos de sospecha más o menos comprobados y de la vigilancia (con la complicidad de las GAFA) de sus contactos en redes y mensajes; con la paradójica idea de que, para garantizar las libertades, hay que empezar por limitarlas. Que se entienda bien: el problema no es la vigilancia en general, sino la vigilancia clandestina masiva.

En un Estado democrático las autoridades están completamente legitimadas para vigilar a cualquier individuo que consideren sospechoso, para ello se apoyan en la ley y hacen uso de la autorización previa de un juez. En la nueva esfera de vigilancia, toda persona es considerada sospechosa a priori, sobre todo si las “cajas negras algorítmicas” la clasifican mecánicamente como “amenazante” después de analizar sus contactos en redes y sus comunicaciones. Esta nueva teoría de la seguridad considera que el ser humano está desprovisto de verdadero libre arbitrio o de pensamiento autónomo. Es inútil, por lo tanto, que para prevenir eventuales derivas se busque intervenir retroactivamente en el entorno familiar o en las causas sociales. Lo único que ahora se desea, con la fe puesta en los informes de vigilancia, es reprimir lo antes posible, antes de que se cometa el delito. Esta concepción determinista de la sociedad, imaginada hace unos sesenta años por el escritor estadounidense de ciencia ficción Philip K. Dick en su novela Minority Report, se impone poco a poco. Es el “predelito” lo que a partir de ahora se persigue, bajo el pretexto de “anticiparse a la amenaza”.

Con semejante fin, empresas comerciales y agencias publicitarias cachean nuestras vidas. Estamos siendo cada vez más observados, espiados, vigilados, controlados, fichados. Cada día se perfeccionan nuevas tecnologías para el rastreo de nuestras huellas. En secreto, los gigantes de la red elaboran exhaustivos ficheros de nuestros datos personales y de nuestros contactos, extraídos de nuestras actividades en las redes sociales mediante diferentes soportes electrónicos.

Sin embargo, esta vigilancia generalizada no impide el despertar de algunas sociedades mucho tiempo mantenidas en silencio y ahora interconectadas. Sin duda, lo que se llamó en 2011 la “primavera árabe”, igual que el “Movimiento de los indignados” en España y “Occupy Wall Street” en Estados Unidos, no hubieran sido posibles —en la manera en que se desarrollaron— sin las innovaciones comunicacionales aportadas por la revolución de Internet. Ello no solo se debe al uso de las principales redes sociales, que entonces estaban apenas extendiéndose —Facebook se crea en 2006 y Twitter arranca en 2009—, sino al recurso del correo electrónico, de la mensajería y simplemente del teléfono inteligente. El impacto de las manifestaciones populares provocadas por esas innovaciones comunicacionales fue muy fuerte ese año 2011, independientemente de la naturaleza de los sistemas políticos (autoritario o democrático) contra los que chocaron.

Claro, en el mundo árabe, “congelado” por diversas razones desde hacía medio siglo, la “sacudida” tuvo consecuencias espectaculares: dos dictaduras (Túnez y Egipto) se derrumbaron, y en otros dos países (Libia y Siria) empezaron dolorosas guerras civiles que aún, diez años después, no han terminado. También en el seno de sistemas democráticos —España, Grecia, Portugal, Estados Unidos— se produjeron ese año impactos considerables que modificaron definitivamente la manera de hacer política. Piénsese, por ejemplo, en España, donde al calor de ese movimiento surge un partido nuevo de izquierda, Podemos, que los electores acabaron por propulsar en 2019 hasta el poder, en coalición con el Partido Socialista Obrero Español. No es poca cosa.

Deseo añadir dos ideas. Primero, que esas innovaciones comunicacionales dieron muy pronto lugar a un uso político de las redes sociales. No podemos ser ingenuos. Hay manuales para usar las redes con intenciones subversivas. Se han usado contra Cuba un sinnúmero de veces, así como contra la Revolución Bolivariana en Venezuela y contra el gobierno del presidente Nicolás Maduro. Recordemos también que entre 2003 y 2006, de manera organizada y planificada, con financiamiento de poderosos intereses, se habían producido ya lo que se llamaron las “revoluciones de colores” en Georgia (2003), Ucrania (2004), Kirguistán (2005), etc.; con la intención no disimulada de romper las alianzas de estos países con Moscú y disminuir la potencia de Rusia.

En segundo lugar, comentaremos que en el otoño de 2019, antes de que la pandemia de COVID-19 se extendiera a todo el planeta, el mundo —de Hong Kong a Chile, pasando por Irak, Líbano, Argelia, Francia, Cataluña, Puerto Rico, Costa Rica, Colombia, entre otras naciones— estaba conociendo un reguero de grandes protestas populares impulsadas y acentuadas por el recurso de las redes sociales. Todos los gobiernos de esos países, teóricamente democráticos, no supieron, en la mayoría de los casos, cómo enfrentar este nuevo tipo de contestación social excepto con la represión brutal.

Así que podríamos, en efecto, decir que por una parte, las redes sociales y las mensajerías de nuevo tipo (Twitter, Facebook, Instagram, Telegram, Signal, Snapchat, WhatsApp, Zoom, TikTok y otras) han ampliado indiscutiblemente el espacio de nuestra libertad de expresión, pero a la vez han multiplicado al infinito las capacidades de manipulación de las mentes y de vigilancia de los ciudadanos. Es clásico. Podríamos afirmar, parafraseando a Marx, que la Historia es la historia de las innovaciones tecnológicas. Cada innovación tecnológica aporta una solución a un problema, y a su vez, como ya subrayamos, cada solución crea un nuevo problema. O sea, siempre que se produce un salto hacia adelante en las tecnologías de la comunicación, nos hallamos efectivamente ante un progreso en materia de capacidades de expresión, y también, ante un peligro de confusión, de confrontación y de nuevas intoxicaciones mentales. Es normal. En ese aspecto no hay nada nuevo. Todo poder que posee el monopolio de la expresión pública se desespera ante cualquier aparición de una tecnología comunicacional democratizante que amenaza su uso solitario de la palabra. Piénsese, de nuevo, en la invención de la imprenta en 1440, y el pánico de la Iglesia y del trono ante una máquina que les arrebataba de repente el monopolio de la verdad.

Ante el dilema peligros v.s. ventajas, la pregunta sigue siendo ¿qué hacer? Depende de quién se plantee esa interrogación. Si son los ciudadanos, es previsible que deseen hacer uso inmediato de la excesiva potencia que les confieren las redes, sin tener la precaución de desconfiar del segundo aspecto: la manipulación de la que pueden ser objeto. Las decepciones, por ello, pueden ser fuertes.

Si quien se hace la pregunta es el poder, yo diría que debe guardar la serenidad; no puede soñar con que, por milagro, desaparezcan las redes que ya están aquí para siempre. Él también debe adaptarse a esta nueva realidad, a esta nueva normalidad comunicacional. La censura, la negación o la ceguera no sirven de nada, solo agravarían el problema, visto desde el poder. Lo rígido rompe, mientras que lo flexible resiste. Por lo tanto, el poder debe entender que las redes son un nuevo espacio de debate y de confrontación, y constituyen quizás, en el campo político, el principal espacio contemporáneo de enfrentamiento dialéctico. Es el ágora actual, y es ahí, en gran parte —como lo fue en las páginas de los periódicos durante mucho tiempo—, donde se dirimen ahora los grandes diferendos y las principales polémicas. Quien no desee ser el gran perdedor de nuestro tiempo debe estar presente en este espacio central de los debates.

Sí, las redes sociales son el medio dominante hoy, como lo fueron en otras épocas la televisión, la radio, el cine o la prensa. Es una revolución considerable, como no la ha habido jamás en el campo de la comunicación. Repetimos, todo cambio importante en el ámbito de la comunicación acaba fatalmente por tener repercusiones decisivas en lo social y lo político. No hay excepciones. Desde la invención de la escritura hasta Internet, pasando por la imprenta.

En cualquier país, las redes obligan a todos los demás medios de masas (prensa escrita, radio, cine, televisión) a tener que repensarse. Hay un darwinismo mediático en marcha. El medio que no se adapte al nuevo ecosistema desaparecerá. Adaptarse no quiere decir que los otros medios deben hacer lo que hacen las redes. No. Las redes son también el territorio, ya lo dijimos, de la manipulación, de la intoxicación, de las fake news, de las “verdades emocionales”, de las “verdades alternativas”, de los relatos conspiracionistas. La prensa escrita, por ejemplo, debe concentrarse en sus cualidades: la calidad de la escritura, la brillantez del relato, la originalidad de la temática, la realidad del testimonio, la autenticidad de la información, la inteligencia del análisis y la garantía de la verdad verificada.

Catedrático, periodista, historiador, escritor y analista político. Dirigió la edición francesa y española de Le Monde Diplomatique. Cofundador de la organización no gubernamental Media Watch Global (Observatorio Internacional de los Medios de Comunicación). Fundador de la Red en Defensa de la Humanidad.

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Plataformas digitales, la nueva fase del capitalismo

Por: Eduardo Camín

Las plataformas digitales de trabajo se han multiplicado por cinco en el último decenio.

El crecimiento de las plataformas digitales conlleva oportunidades y problemas para los trabajadores y las empresas, señala la edición más reciente del informe de la OIT Perspectivas Sociales y del Empleo en el Mundo 2021.  Este crecimiento ha puesto de manifiesto la necesidad de un diálogo internacional sobre políticas y cooperación en materia de reglamentación, que permita una actuación más coherente en favor de oportunidades de trabajo decente y el impulso del crecimiento de empresas sostenibles.

 El informe hace hincapié en torno a dos tipos principales de plataformas digitales de trabajo: las plataformas web, en las que los trabajadores realizan sus tareas en línea y de modo remoto, y las plataformas basadas en la localización, en las que unas personas, como choferes de taxis o repartidores, ejecutan su trabajo en una localización geográfica determinada.

Nuevos problemas para los trabajadores y las empresas

Los problemas para los trabajadores de las plataformas guardan relación con las condiciones laborales, la regularidad del trabajo y de los ingresos, y la imposibilidad de gozar de los derechos a la protección social, la libertad de asociación y de negociación colectiva. Las horas de trabajo suelen ser prolongadas e imprevisibles. La mitad de los trabajadores de plataformas digitales ganan menos de dos dólares por hora. Además, en algunas plataformas hay brechas notables de remuneración. El informe señala que la pandemia de Covid-19 ha puesto muchas de estas cuestiones aún más en evidencia.

Muchas empresas se topan con el problema de la competencia desleal, la falta de transparencia con respecto a los datos y la fijación de precios, además de comisiones costosas. Por su parte, las pequeñas y medianas empresas (pymes) tienen dificultades para acceder a financiación y a infraestructura digital.

Es un hecho, que las nuevas oportunidades creadas por las plataformas digitales de trabajo están volviendo cada vez más difusa la clara distinción que solía haber entre asalariados y autónomos. Las condiciones laborales en general vienen determinadas por los términos del contrato de servicios, que suelen definirse unilateralmente. Cada vez es más frecuente que las tareas de asignar y evaluar el trabajo, y de gestionar y supervisar a los trabajadores dependan de algoritmos, y no de seres humanos.

El informe apunta a la necesidad de políticas coherentes y coordinadas frente al hecho de que las plataformas operan en distintas jurisdicciones, para conseguir que ofrezcan oportunidades de trabajo decente e impulsen el crecimiento de empresas sostenibles.

Mientras tanto el Director General de la OIT, Guy Ryder señala que  “Las plataformas digitales de trabajo están abriendo oportunidades que antes no existían, en particular para las mujeres, los jóvenes, las personas con discapacidad y los colectivos marginados en todo el mundo. Es un factor positivo.».
Añade que «Los problemas nuevos que plantean deben solucionarse mediante el diálogo social internacional a fin de que los trabajadores, los empleadores y los gobiernos puedan beneficiarse plenamente y por igual de estos avances. Con independencia de su situación contractual, todos los trabajadores tienen que poder ejercer sus derechos laborales fundamentales».

La brecha digital

La distribución de los costos y beneficios de las plataformas digitales en el mundo es muy desigual. El 96 por ciento de las inversiones en este tipo de plataformas se concentra en Asia, América del Norte y Europa. El 70 por ciento de las ganancias se concentra en solo dos países: Estados Unidos y China.

 El trabajo en plataformas digitales web es externalizado por empresas del Norte y realizado por trabajadores del Sur, que ganan menos que sus homólogos de los países desarrollados. Esta desigualdad de crecimiento de la economía digital perpetúa la brecha digital y podría agravar las desigualdades.

Muchos gobiernos, empresas y representantes de trabajadores, entre otros los sindicatos, han comenzado a ocuparse de algunas de estas cuestiones, pero las respuestas son diversas y ello provoca incertidumbre para todas las partes.

El hecho de que las plataformas digitales de trabajo operen en varias jurisdicciones plantea la necesidad de diálogo y coordinación a nivel internacional en torno a las políticas, a efectos de conseguir la seguridad reglamentaria y la aplicación de las normas internacionales del trabajo, puntualiza el informe.

 Y se exhorta al diálogo social y la cooperación internacional en materia de reglamentación entre las plataformas digitales de trabajo, los trabajadores y los gobiernos, para lograr con el tiempo la aplicación de una estrategia más eficaz y congruente.

La otra cara de la moneda: ¡navega sin normas ni recomendaciones!

 Es poco aliciente que un organismo como la OIT conformado por 187 Estados miembros, destacado por ser un órgano tripartito del sistema de Naciones Unidas, limite su rol al conjunto de informes, recomendaciones y normas laborales, navegando entre lo abstracto de la filosofía del derecho y de la coyuntural acción partisana.

Y es esta, una de las paradojas más desafiantes de nuestro tiempo: la contradicción entre el bienintencionado discurso sobre la justicia social que producen estos organismos internacionales y los Estados nacionales y la desdichada realidad de las libertades ciudadanas.

 Este es el dramático contraste entre la teoría y la práctica, entre el derecho y la vida cotidiana, un sentimiento que nos revive cada informe, pleno de buenas intenciones, pero sin poner acento en el núcleo central del problema que es el propio sistema capitalista.

Después de un período de más de cuatro décadas caracterizado por la globalización y un conjunto de políticas que han disparado entre otras cosas el drama de la desigualdad global, dislocando las instituciones que cohesionaban la sociedad y quebrado las bases naturales que sostienen la vida humana, como bien lo señalan muchos de estos informes.

Las reformas de los mercados han traído como resultado un poder creciente para las grandes corporaciones y nuevos monopolios digitales.  A partir de éstos, está emergiendo un nuevo orden fruto de la reestructuración que ha experimentado el capitalismo global tras la última crisis, en la que adquieren un papel preponderante las tecnologías de la información. La dominación digital global de las principales corporaciones del ramo, han logrado posicionarse como monopolios naturales.

 Las aplicaciones de Google se aceptan como si fueran un servicio público, y universidades e instituciones de todo el mundo firman acuerdos para que esta corporación gestione sus sistemas de correo. Mientras tanto, Facebook y Twitter capitalizan el grueso de la comunicación social en la Red, y sus logos son incluidos gratuitamente en programas de televisión o acompañando a la publicidad de otros productos.

Los teléfonos inteligentes se venden con aplicaciones de fábrica diseñadas para recopilar masivamente datos sobre y de sus usuarios. Miles de millones de consumidores de todo el mundo, cualquiera sea su estatus, aceptan con normalidad situaciones en las que son intensamente monitorizados por empresas privadas. Más grave aún la sociedad en su conjunto ha sucumbido a los cantos de sirena y renunciado a protegerse contra las nuevas formas de control digital. Esta sumisión se explica porque las corporaciones digitales son vistas como agentes del progreso tecnológico, dando la impresión de que aceptar su tutela es la única forma de disfrutar las ventajas prácticas de la tecnología; es estar acorde con el mundo actual del progreso.

 Pero, esta ideología de progreso tiene un profundo rasgo neoliberal, en tanto que se nos pide que aceptemos que los ganadores del juego económico se conviertan, desde su posición de monopolio, en árbitros de éste.  Ahora, empresas de cualquier sector y tamaño compiten por llegar a la gente en Facebook o posicionarse en Google, pero nadie está en condiciones de competir contra quienes han logrado dominar de forma incontestable el mercado de la atención en la red.

El capitalismo digital es la fase  de la economía en la que el mercado es impulsado y dinamizado por plataformas digitales que generan nuevos ciclos de acumulación de capital. Estos sistemas se caracterizan por su extraordinaria escalabilidad, es decir, su capacidad para amplificar la oferta de un servicio sin modificar sus condiciones de producción. Inicialmente, el lanzamiento de un proyecto digital implica una gran inversión de capital, pero una vez desarrollado puede ofrecerse globalmente con una inversión estable en infraestructura.

En otras palabras, alcanzado cierto umbral las posibilidades de facturación crecen exponencialmente mientras los costes lo hacen aritméticamente, generando oportunidades de rentabilidad nunca vistas en la historia económica. En la práctica, las ratios de productividad de estas compañías – según algunos expertos – superan con facilidad el millón de dólares por empleado contratado.
El amplio margen de beneficios que prometen estas plataformas hace de ellas un vehículo privilegiado de inversión para los fondos financieros, ávidos por encontrar nuevos caladeros de rentabilidad.
Por eso nunca escasean fondos de capital de riesgo para auspiciar el desarrollo de nuevas empresas digitales, y por eso las que ya están consolidadas negocian con holgura la atracción de nuevos capitales. Surge así una alianza estructural entre la élite financiera y la tecnológica, en la que la primera pierde progresivamente su hegemonía, al tiempo que la segunda se afirma en la posición dominante.
En otras palabras, los emprendedores tecnológicos cuentan con una inédita posición de poder frente a los representantes del capital financiero, quienes se ven obligados a apostar por cualquier opción que les prometa aumentar la rentabilidad de sus inversiones.
Por su parte, las plataformas digitales satisfacen ampliamente esta necesidad, haciendo uso de su inigualable capacidad para organizar e influir en las actividades de miles de millones de usuarios en todo el mundo.

Desde el punto de vista histórico, cada nueva etapa del capitalismo supone una mejora en la capacidad de acumulación. Al igual que el capitalismo financiero se construyó sobre el industrial apoyándose en una nueva capa de abstracción económica (las finanzas), el capitalismo digital lo hace sobre el financiero haciendo aún más complejo el sistema de extracción de plusvalías.

 En definitiva, es una evolución guiada por la huida hacia adelante del capital para escapar de la tasa de rendimientos decrecientes, como lo enseñaba Karl Marx. En el siglo XIX, cuando las posibilidades del mercado nacional comenzaron a agotarse, el capitalismo industrial precisó abrir nuevos mercados y las potencias occidentales intensificaron la conquista violenta de otros territorios. A riesgo de pasar por trasnochados diremos alto y fuerte que el imperialismo sigue siendo la fase superior del capitalismo porque en la búsqueda constante de beneficio, que es su motivación sistémica, crea la esencia de una necesidad estructural expansionista.

 A finales del siglo pasado, cuando el ciclo de crecimiento económico posterior a las guerras mundiales desaceleró, el capitalismo se reinventó a sí mismo con la financialización de la economía y la oleada de políticas neoliberales que aplanaron el pensamiento global.

 En la actualidad, cuando empieza a cuestionarse la capacidad de la especulación financiera para mantener el ritmo de crecimiento, el capitalismo se reinventa de nuevo gracias a las plataformas y sus mercados digitales. En otras palabras, después de que el mercado se haya expandido por toda la capa física del planeta, se orienta hacia la búsqueda de nuevos horizontes.

Y los encuentra en la colonización de la mente humana, cuya atención atrapa con una oferta infinita de contenidos e interfaces diseñados para enganchar con actualizaciones y recompensas virtuales.  En su grado actual de desarrollo, las tecnologías de la comunicación demuestran su potencial como tecnologías del pensamiento y como piedra angular del sistema económico y social.

En este sentido, la era digital es un capítulo más de la historia del capitalismo, no un episodio al margen de él, como ciertos revisionistas pretende hacer creer. El capitalismo a lo largo de su historia ha logrado captar innumerables aspectos de la realidad ajenos a la esfera comercial para convertirlos en mercancías. Los cercamientos de los bienes comunes o la creación de “mercancías ficticias” son buenos ejemplos de ello.
Vivimos demasiada desigualdad, explotación, mercantilización y alienación, concentración del poder y devastación social y ecológica asociada a la economía digital como para pensar que su desarrollo nos ha acercado mínimamente a un horizonte poscapitalista, como pretenden algunos.
En realidad no son las tecnologías las que determinan la evolución del orden social, sino al contrario. Debemos estar atentos ya que el capitalismo digital ofrece más de lo mismo, cuando no peor.

*Periodista uruguayo acreditado en ONU-Ginebra. Analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)
http://estrategia.la/2021/02/28/plataformas-digitales-la-nueva-fase-del-capitalismo/

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El SNTE y las pensiones para jubilados y activos: el atraco

 Abelardo Carro Nava

Corría el año de 2007 y, Felipe Calderón, supeditado a lo que el Banco Mundial (BM) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) mandatara en términos de seguridad social en diversos países como el nuestro, logró una reforma al sistema público de salud y de pensiones que vulneró los derechos laborales de los trabajadores al servicio del Estado.

Para pocos es desconocido que, diputados del Partido Revolucionario Institucional (PRI), Partido Acción Nacional (PAN), Partido Verde Ecologista de México (PVEM) y Partido Nueva Alianza (Panal) en marzo de 2007, presentaron en la Cámara de Diputados una iniciativa de Ley del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (LISSSTE) cuyo objetivo, entre otros, consistía en la conversión gradual de los planes contributivos obligatorios en sistemas privados de capitalización individual como columna vertebral para algo que recibió el nombre de “Sistema Nacional de Pensiones”. Iniciativa que fue aprobada días más tarde y publicada el 31 de marzo de ese mismo año en el Diario Oficial de la Federación (DOF). Esta nueva ley abrogó la ley del ISSSTE publicada en el DOF el 27 de diciembre de 1983.

De nada sirvieron las protestas, marchas y manifestaciones de cientos de miles de trabajadores del Estado. Las respectivas Cámaras de “Representantes” y un presidente, corto de miras, habían logrado su objetivo: acrecentar la precariedad laboral, la seguridad social y las pensiones de dichos trabajadores, como si éstos hubiesen tenido una responsabilidad en el pésimo manejo de las finanzas del país que se habían venido dando con los años, o bien, en la implementación de un modelo neoliberal que poco o nada ha favorecido a los sectores más vulnerables de México. ¿Por qué no se diseñó una política para mantener y ampliar los fondos de pensiones?, ¿por qué se optó por una política donde el estado y los gobiernos estatales podrían utilizar los fondos de pensiones de manera discrecional?, ¿por qué se optó por aplicar en el ISSSTE un modelo similar al del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) a sabiendas de que, con en este último, no se resolvió el problema de estos fondos en la década de los 90’s?, ¿por qué, en esta y otras reformas, no se ha puesto en el centro a los trabajadores y, en su lugar, se han colocado a las finanzas y administración del estado, al mercado de capitales, a las AFORES y a los bancos?, ¿cuál fue el papel de los sindicatos en ese tiempo? Para el caso que nos ocupa, el de los trabajadores de la educación, el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) guardó silencio. Éste fue comparsa de tal infamia. Claro, durante el “calderonismo”, La Maestra tenía un lugar privilegiado en el gobierno no así los miles de trabajadores de la educación.

Pasados algunos años, en los que obviamente la reforma “calderonista” no funcionó y de la que se desprendió, como ya se dijo, el esquema de pensiones a través de cuentas individuales, el incremento en la edad de jubilación y años de servicio (con el consecuente aumento en los años de cotización al ISSSTE), en diciembre de 2014, el ejecutivo federal en manos del peñanietismo, presentó a la Cámara de Diputados la iniciativa para la desindexación del salario mínimo, misma que fue aprobada y publicada en el DOF el 27 de enero de 2016.

Esta acción, como se sabe, condujo a una reforma constitucional y la creación de la UMA (Unidad de Medida y Actualización) la cual, dicho sea de paso, es una unidad que se utiliza como índice de referencia, medida o base económica en pesos para determinar la cuantía de pago de obligaciones, créditos, multas, impuestos y deducciones personales.

Para este propósito se creó la Ley UMA, y se le confirió al Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) la responsabilidad de calcular y actualizar el valor de dicha UMA, hechos que, indudablemente, han repercutido seriamente en los derechos laborales, en la seguridad social y en las pensiones de los trabajadores puesto que, como se verá más adelante, la cuantía de las pensiones de los trabajadores, por ejemplo, estaría determinada por el comportamiento de la UMA.

Esto es así, porque si analizamos varias normativas como el Decreto por el que se declaran reformadas y adicionadas diversas disposiciones constitucionales en materia de desindexación del salario mínimo, en su Artículo Único, se especifica que: “Se reforman el inciso a) de la base II del artículo 41, y el párrafo primero de la fracción VI del Apartado A del Artículo 123; y se adicionan los párrafos sexto y séptimo al Apartado B del artículo 26 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos para quedar como sigue: Artículo 123…, VI. los salarios mínimos que deberán disfrutar los trabajadores serán generales o profesionales. Los primeros regirán en las áreas geográficas que se determinen; los segundos se aplicarán en ramas determinadas de la actividad económica o en profesiones, oficios o trabajos especiales. El salario mínimo no podrá ser utilizado como índice, unidad, base o referencia para fines ajenos a su naturaleza” (DOF, 2016).

Pero aún hay más, en ese mismo decreto, en el Cuarto Transitorio se señala que: “…el Congreso de la Unión, las Legislaturas de los Estados, la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, así como las Administraciones Públicas Federal, Estatales, del Distrito Federal y Municipales deberán realizar las adecuaciones que correspondan en las leyes y ordenamientos de su competencia, según sea el caso, en un plazo máximo de un año contado a partir de la entrada en vigor de este Decreto, a efecto de eliminar las referencias al salario mínimo como unidad de cuenta, índice, base, medida o referencia y sustituirlas por las relativas a la Unidad de Medida y Actualización” (DOF, 2016).

Con la emisión de este Decreto y las consecuentes reformas constitucionales, los trabajadores recibieron otro duro golpe a sus derechos, otra vez, proveniente de gobiernos neoliberales y tecnócratas cortos de miras y cuya precariedad laboral, con esta “idea de reforma”, la acrecentaron.

Para el caso que nos ocupa, el de los trabajadores de le educación, ¿cuál fue el papel del SNTE en manos de un líder ampliamente cuestionado por su entrega total al poder ejecutivo durante el gobierno de Enrique Peña Nieto? Al igual que sucedió en el 2007: guardó silencio. Fueron comparsas de tal infamia. Al fin de cuentas, ese líder sindical apoyó sin miramiento lo que en su momento el magisterio nacional conoció como la mal llamada reforma educativa de 2013.

Ahora bien, regresando al tema de las pensiones de los trabajadores, dada la resolución de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) que emitió hace unos días, y de la que hablaré más adelante, no hay que perder de vista lo que el Reglamento para el otorgamiento de pensiones de los trabajadores sujetos al régimen del artículo décimo transitorio del Decreto por el que se expide la Ley de ISSSTE, en su artículo 8 señala: “la cuantía de las pensiones se aumentará anualmente conforme al incremento que en el año calendario anterior hubiese tenido el Índice Nacional de Precios al Consumidor, con efecto a partir de enero de cada año. En caso de que en año anterior el incremento del índice Nacional de Precios al Consumidor resulte inferior a los aumentos otorgados de manera general a los tabuladores que contienen los sueldos básicos de los trabajadores en activo, las cuantías de las pensiones se incrementarán en la misma proporción de estos últimos” (DOF, 2009). Esto nos lleva a observar: 1) que la actualización de la pensión es por IPC, 2) esta cuantía puede ser determinada por el comportamiento de la UMA, 3) “la pensión mínima garantizada de la Ley del ISSSTE de 2007 está determinada nominalmente y se actualiza también por el Índice Nacional de Precios al Consumidor, pero para la cuantía máxima de pensión para los que se encuentran el décimo transitorio, está establecida en salarios mínimos: el monto máximo de pensión no podrá exceder diez veces el salario mínimo con lo que el tope sería 10 veces la UMA, perjudicando el monto de las pensiones del 86% de los trabajadores que estaban activos cuando se aprobó la reforma de 2007 y que decidieron mantenerse en el régimen de beneficio definido con las modificaciones que introdujo el artículo décimo transitorio – aumento de edad y de aportaciones –” (Ramírez y Badillo, 2017).

Visto lo anterior, probablemente sea fácil comprender el revuelo que causó, entre los trabajadores del Estado, la resolución de la Segunda Sala de la SCJN en cuanto al tope máximo de la pensión obligatoria otorgada por el ISSSTE puesto que ésta, a decir de la Corte, deberá cuantificarse en UMA y no en salarios mínimos. Lo anterior, teniendo como fundamento la reforma constitucional en materia de desindexación del salario que, como ya he referido, entró en vigor en enero de 2016 y, mediante la cual, se eliminó el salario mínimo como parámetro para calcular multas, créditos y aportaciones de seguridad social.

En este sentido es importante señalar, que dicha resolución es aplicable a los trabajadores sujetos al Artículo Décimo Transitorio de la Ley del ISSSTE, es decir, para aquellos que, tras la reforma a dicha Ley en 2007, decidieron permanecer en el esquema de pensión vitalicia que paga el Estado, rechazando con ello, el esquema de cuentas individuales. ¿Cuál es la afectación directa a estos trabajadores por la cuantía de su pensión en UMA y no en salarios mínimos? La disminución en el pago de dicha pensión dado el valor que tiene la UMA con relación al incremento del salario mínimo.

¿Cuál fue el motivo por el que la SCJN resolvió de esta manera? Después de la aprobación de la Ley del ISSSTE en 2007, como ya he dicho, varios de estos trabajadores optaron por mantenerse bajo el esquema que ofrecía el Décimo Transitorio. No obstante, al entrar la desindexación del salario mínimo en 2016, aquellos que comenzaron a tramitar sus pensiones ante el ISSSTE se encontraron que éste las cuantificó con base en la UMA vigente, hecho que propició una serie de demandas y amparos con un propósito específico: que sus pensiones fueran cuantificadas en salarios mínimos y no teniendo como base la UMA. ¿Tercer golpe para los trabajadores del Estado? Indudablemente porque, desde mi perspectiva, la resolución de la Suprema Corte, de nueva cuenta, no puso en el centro al trabajador, pero sí colocó a las finanzas, economía y política en un país donde el modelo neoliberal sigue presente, aunque alguien señalé lo contrario.

Para el caso que nos ocupa, el de los trabajadores de la educación, ¿cuál fue la postura del SNTE ante este asunto? Irrisoriamente, emitir un escueto manifiesto mediante el cual rechazaba la determinación de la SCJN anunciando que acudiría a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y demás organizaciones internacionales para demandar el respeto a las disposiciones originales del Décimo Transitorio de la Ley del ISSSTE (Profelandia.com, 2021). Repito, solo para demandar el respeto a los trabajadores que optaron por el Décimo Transitorio, ¿y los que no lo hicieron?, ¿y los que ingresaron después de 2008?

¿Por qué no fijó postura en 2007?, ¿por qué no levantó la voz en 2016?, ¿por qué solamente la emisión de un escueto manifiesto que, eso sí, vía WhatsApp llegó a prácticamente todo el gremio? En fin, esto me llevó a preguntarme ¿cuál es su capacidad de movilización, resistencia y lucha de esta organización sindical que alguna vez fue conocida como la más grande de América Latina? Llamar los reflectores y simular una supuesta defensa de los derechos de los trabajadores de la educación se ha vuelto una costumbre en este “Sindicato”.

Pienso, que la lucha la están y la estarán dando cientos de trabajadores de la educación, activos y pensionados, para que este falló se eche abajo en otras instancias, o bien, para que se abrogue la Ley del ISSSTE de 2007.

Caray, la pensión es un derecho adquirido por los trabajadores a través de los años y, por un pésimo manejo de las finanzas del Estado sin olvidar las pésimas reformas que se han aprobado en distintos momentos en México, éste no merece otra cosa más que un trato digno y una pensión que le permita vivir con dignidad el resto de sus días.

Con negritas:

¿Sabe usted a cuánto asciende la pensión de un ministro de la SCJN? Más de 250 mil pesos mensuales. ¿Se compara con lo que un trabajador con tope máximo de 10 UMA recibiría en un mes? Vaya desigualdad, ¿no le parece?


Referencias:

Aguilar, J. (2006). La seguridad social y las reformas a los sistemas de pensiones en México. Revista Estudios Políticos. Recuperado de: https://www.redalyc.org/pdf/4264/426439536007.pdf

Cámara de Diputados. Ley del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado. Recuperado de: http://www.diputados.gob.mx/LeyesBiblio/abro/LISSSTE_abro.pdf

DOF. (2009). Reglamento para el otorgamiento de pensiones sujetos al régimen del artículo décimo transitorio del Decreto por el que se expide la Ley del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado. Recuperado de: http://www.diputados.gob.mx/LeyesBiblio/regla/n217.pdf

DOF. (2016). Decreto por el que se declaran reformadas y adicionadas diversas disposiciones de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos en materia de desindexación del salario mínimo. Recuperado de: https://dof.gob.mx/nota_detalle.php?codigo=5423663&fecha=27/01/2016

Flores, Z. (2016). Aprueban ley de UMA que desindexa el minisalario. El Financiero. Recuperado de: https://www.elfinanciero.com.mx/economia/aprueban-ley-de-uma-que-desindexa-el-minisalario

Flores, Z. (2021). Corte determina que tope de pensión jubilatoria en ISSSTE será en UMA, ¿a quién le afecta? El Financiero. Recuperado de: https://www.elfinanciero.com.mx/economia/corte-determina-que-tope-de-pension-jubilatoria-en-issste-sera-en-uma-a-quien-le-afecta

Leal, G. (2011). ISSSTE: la “reforma” de Calderón, un fracaso. La Jornada. Recuperado de: https://www.jornada.com.mx/2011/02/05/opinion/020a1pol

Notimex. (2007). La Ley del ISSSTE, primera reforma estructural del sexenio. Crónica.com.mz. Recuperado de: https://www.cronica.com.mx/notas/2007/320016.html

Ramírez, B.P. y Badillo, G. (s/f). La UMA y su impacto en las pensiones. UNAM. Recuperado de: http://ru.iiec.unam.mx/3688/1/La%20UMA%20y%20su%20impacto%20en%20las%20pensiones.pdf

Redacción Profelandia.com. Aquí el posicionamiento del SNTE sobre las pensiones en UMAs. Profelandia.com. Recuperado de: https://profelandia.com/aqui-el-posicionamiento-del-snte-sobre-las-pensiones-en-umas/?fbclid=IwAR1gNpwI0qaeMOPjjpk3GcAX1pA8RgLu186cIXNw88RdDNvuDNfBV5DRPTQ

Ulloa, O. y Alonso, M. (s/f). La nueva Ley del ISSSTE: la reforma estructural del consenso dominante. UNAM. Recuperado de: https://archivos.juridicas.unam.mx/www/bjv/libros/7/3484/2.pdf

Fuente e Imagen: https://profelandia.com/el-snte-y-las-pensiones-para-jubilados-y-activos-el-atraco/

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¿Cómo educar a los niños en la era digital?

Por: ABC

Claves para un uso de la tecnología saludable según Isabel Ortín, responsable del Departamento de Orientación del Colegio Logos.

En un mundo en el que los niños están «creciendo digitalmente», es importante ayudarlos a aprender conceptos saludables sobre el uso digital. Los padres juegan un papel importante en la enseñanza de estas habilidades.

Los medios y los dispositivos digitales son una parte integral de nuestro mundo actual. Los beneficios de estos dispositivos, si se usan de manera moderada y apropiada, pueden ser muy numerosos. Pero se ha demostrado que el tiempo cara a cara con la familia, los amigos y los profesores juega un papel fundamental e incluso más importante en la promoción del aprendizaje y el desarrollo saludable de los niños.

La pandemia del coronavirus (COVID-19) fue un recordatorio contundente de que las escuelas no son solo lugares de aprendizaje académico. Son parte del tejido social de nuestras vidas y ha quedado evidenciado el importante papel que desempeñan para garantizar el bienestar de la comunidad.

La prisa por el aprendizaje remoto cuando las escuelas cerraron, resaltó tanto las inmensas oportunidades del mundo digital, como también nos recordó lo esencial que es el contacto físico. Los seres humanos son sociales y prosperan en la conexión presencial.

Tal y como señala Isabel Ortín, responsable del Departamento de Orientación del Colegio Logos, centro privado internacional de la Comunidad de Madrid, “la clave está en hacer un buen uso de la tecnología, sobre todo en esta época actual donde los acontecimientos mundiales nos han obligado a todos a trabajar, estudiar, reunirnos y aprender desde dispositivos y ordenadores. Es evidente que el uso de las nuevas tecnologías se ha incrementado, sirviendo en muchos casos de calmante emocional para niños y adolescentes”.

«Desde Colegio Logos somos conscientes de la importancia de la tecnología como instrumento de una enseñanza-aprendizaje que conecta a los alumnos con la vida real, pero siempre desde el punto de vista pedagógico y con supervisión», recalca.

De esta forma, Ortín da algunas claves que puedan ayudar a los padres para hacer un uso consciente de la tecnología, y, sobre todo, a cómo educar a los niños en esta era digital para lograr con éxito una educación en valores:

—Educar desde el ejemplo. El progenitor debe ser el primero en entender el funcionamiento de la tecnología y sus alcances, utilizarla de manera responsable y evitar pasar muchas horas con el ordenador o el móvil. Esto es determinante, ya que, los niños aprenden del ejemplo y si ven a sus padres muchas horas al día con un dispositivo, verán esta actividad como algo normal.

—Crear un espacio familiar para compartir actividades digitales como ver vídeos, películas, jugar, aprender… Con ello, además de reforzar vínculos entre padres e hijos, les permitirá observar qué es lo que les divierte y les mantiene atentos a los dispositivos.

—Es importante conocer qué sitios web visitan con frecuencia, con quién chatean a diario o si no lo hacen, y, sobre todo, observar el comportamiento que tienen los niños cuando están frente a estos dispositivos electrónicos.

—La adjudicación de un horario para el consumo de tecnología también es importante. Aunque parezca algo complejo si los niños no pueden salir a jugar fuera de casa, en estos casos se pueden ofrecer alternativas de juegos y recreación offline que fomenten su creatividad y la interacción con los miembros de la familia.

—Hacer uso de los programas de control parental para evitar que se encuentren contenidos inadecuados para su edad.

—Algunos estudios demuestran que los niños pequeños aprenden mejor con la interacción bilateral, que estimula su lenguaje y otras destrezas. Con ayuda de la tecnología también se puede lograr ese aprendizaje, pero es importante la participación de los padres durante el proceso.

Prestarle atención a lo afectivo y lo emocional

La era digital ha traído consigo un distanciamiento de lo afectivo y «los niños siguen necesitando del desarrollo emocional y psicológico para un crecimiento sin dificultades, lo que implica que los padres entiendan la necesidad de poner límites desde el cariño», señala Isabel Ortín.

Tal y como recalca, «es necesario estar presentes no solo de manera física, sino que los niños sientan la presencia emocional y la empatía ante sus necesidades, sus miedos y sus emociones. Los padres que pasan mucho tiempo conectados a sus dispositivos, aunque estén al lado de sus hijos, se encuentran ausentes. Situación que hace que muchos niños lleguen a utilizar la tecnología como calmante emocional».

Un dispositivo tecnológico «jamás podrá sustituir la interacción afectiva y emocional que se logra del contacto del niño con el medio que le rodea, de ahí surgirán las experiencias y aprendizajes, pero no podemos obviar que actualmente la tecnología forma parte de toda esa interacción. Los padres deben estar atentos ante las situaciones que surgen del manejo de la tecnología, habrá errores en el uso que pueden manejarse de forma empática y afectiva, sacando de ello un aprendizaje significativo para el niño y los padres», finaliza Isabel Ortín.

El Colegio Logos es un colegio internacional y bilingüe, localizado en la zona noroeste de Madrid, pionero en el uso de las tecnologías en las aulas desde el año 1990 y que está posicionado entre los 5 mejores colegios de España, según el Ranking El Mundo 2020. Un colegio que se basa en la internacionalización, en la educación con valores, en la innovación educativa y el espíritu deportivo.

Fuente  e Imagen: https://www.abc.es/familia/educacion/abci-como-educar-ninos-digital-202102241447_noticia.html

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El teatro y la educación democrática

Por: Leonardo Díaz

El arte teatral no solo potencia la capacidad dialógica, sino también, la habilidad de comprender la afectividad y la situación desde donde habla quien difiere de nosotros.

Los artículos dedicados estas últimas semanas al texto de Martha Nussbaum, LaMonarquía del miedo, resaltan la importancia que debemos dar a las emociones como variables determinantes del comportamiento político.

A pesar de la literatura cada vez más amplia sobre el papel de las emociones  (A. Grant, D. Goleman, H. Gardner, H. Eysenck, entre muchos otros),nuestra mirada de los fenómenos políticos sigue siendo muy intelectualista.

Observamos los acontecimientos políticos como si estuvieran determinados por decisiones racionales, y las acciones emocionales como anomalías ajenas a las reglas del juego democrático.

Pero las emociones son constitutivas de nuestra condición humana, no pueden ser exiliadas de la vida comunitaria. Como en la obra de Esquilo, Las euménides, están ahí; no desaparecerán de la ciudad, aunque deban ser reorientadas para servir al propósito de un proyecto democrático común.

Para ello, se requiere una educación que permita transmutar el lado obscuro de su potencialidad en una fuerza constructiva y civilizatoria. Como ha señalado Nussbaum, el arte juega un papel crucial en este proceso de transformación educativa.

Un ejemplo de la importancia del arte en una educación emocional para la democracia lo constituye el teatro, en cualquiera de sus expresiones (drama creativo, drama en educación, juego creativo). Numerosos investigadores avalan el rol que puede desempeñar el arte teatral en la educación emocional y el desarrollo de las habilidades interpersonales (A Franks, J. García, S, Grady, S. Karakelle, T. Motos, entre muchos otros).

Imaginen una clase donde el estudiantado tiene que comprender el conflicto histórico que se produjo en la Sudáfrica del apartheid. El grupo puede escuchar la exposición del profesor sin involucrarse emocionalmente, sobre todo, al tratarse de un tema relacionado con una geografía e historia lejanas. Aprenderá datos, olvidará la mayoría de ellos.

Ahora, imaginemos a ese mismo estudiantado representando una obra teatral sobre el apartheid. Para realizarla con autenticidad, los jóvenes deben estudiar el libreto y tener un conocimiento histórico de lo que van a representar. Pero no basta ese saber. Deben comprender los roles de los personajes históricos que encarnarán, lo que implica situarse en “lugar de otro”, de su pensamiento, de su biografía, de sus emociones.

Si un joven escucha una conferencia de historia no tiene que ponerse en lugar de los personajes, puede asumir el contenido de lo dicho pasándolo por el filtro de sus presuposiciones previas y dejando todo como está.

Pero si ese joven va a representar a una figura histórica, además de entender las ideas del personaje, debe también comprender: sus estados de ánimo, sus inclinaciones, sus hábitos, el entorno social que lo llevó a actuar como lo hacía. La representación implica un acto de autenticidad que no es posible desarrollar sin empatía.

Y en ese proceso, los practicantes lidian con sus propias emociones y con los estados afectivos de sus compañeros de reparto, aprenden a sintonizar con las palabras de los otros y con las emociones que transmiten. Y comprenden la perspectiva de esos otros personajes que no encarnan ni representan su imagen del mundo.

Por eso, el teatro es un recurso de enorme poder para la educación emocional y democrática. El arte teatral no solo potencia la capacidad dialógica, sino también, la habilidad de comprender la afectividad y la situación desde donde habla quien difiere de nosotros. La destreza dialógica es un acto de toleranciay racionalidad, la habilidad de comprender afectivamente a los otros es un acto deempatía. Sin la primera habilidad, nos abocamos a relaciones comunicativas autoritarias; sin la segunda, somos un conglomerado de individuos dispuestos a conversar sin escucharse; oír sin entenderse; coexistir sin convivir.

Fuente: https://acento.com.do/opinion/el-teatro-y-la-educacion-democratica-8916756.html

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