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A Comapa, mi nuevo poemario.

Por: Ilka Oliva Corado


Cuando cumplí 15 años fui a conocer Comapa, el pueblo donde nací. Me enamoré a primera vista,   de los niños de panzas cundidas de amebas saltando descalzos en los charcos de agua, ¡la felicidad de los inocentes!  De las sombras de los encinos rojos que daban vida a los barrancos. Y en los senderos la compañía de los guayabos silvestres, los palos de jiote, los nances, las manzanas rosas,  los chaparrones y los palos de jocote de corona.

Las milpas que se atrevían a dar flor en aquella tierra árida de pedrerío por doquier, porque así es Comapa, allá hay más piedras que tierra y el agua potable llega a cuenta gotas a las cercanías del pueblo, pero nada más. Las aldeas siguen saciando su sed con el agua de los escasos nacimientos, eso en invierno pero, ¿y en verano?

VIII

Caritas de lozanía
manitas de barro fresco
las niñas de Las Crucitas
son robles,
encinos en la floresta.

Y yo me enamoré perdidamente del color chiltoto de las tejas quebradas que tapaban los techos de las casas de adobe, del bajareque y de los toles de morro para beber atol. De los polletones de barro embadurnado con las manos de las abuelas, de  los comalones de barro donde se echaban  los pishtones,  los tazcales y se freían los huevos con manteca de coche o con lo que quedaba de la medida de mantequilla o el aceite que se compraban si se lograba vender una carga de leña, unos pollos o de perdida una medida de maíz o frijol de la cosecha.

Y de la  misma forma los aldeanos compraban su ropa, si vendían por pocos lo que iban produciendo. Así los vi llegar al pueblo con sus panas de jocotes de corona para el tiempo de cosecha, costales de ayotes, de frijol camagua, frijol nuevo, máiz nuevo, maicillo, sus cargas de leña; los vendían o los hacían trueque en el día de mercado. Al atardecer iban de regreso con sus pedazos de tela, sus botas de hule nuevas o de segunda mano, como de segunda mano los zapatos también, sus medias de gas para los candiles.  Candelas, fósforos, baterías para los radios que colgaban en las vigas de los corredores de las casas para sintonizar alguna radio de El Salvador, las de Guatemala no se escuchaban.  El azúcar, la sal y la cal siempre artículos de primera  necesidad en aquel pueblito perdido entre los cerros y piedras.

Me enamoré, sí, perdidamente del chipilín fresco con arroz y crema, del caldo de  hojas de guías en los que iban quilete o hierba mora, guías de ayotes, de güisquil, hojas de chile chiltepe y las que fueran para darle sustancia y sustento al caldo. Los tomates  y las cebollas siempre fueron lujos, caros de caros. Pero la rapadura canche y oscura abundaban junto con el jabón de aceituna, la chicha de piña y de máiz, el ayote  y el atol shuco. La tortilla con leche fue mi desayuno preferido desde entonces.  Y lujo era ver aquellos tamales de viaje, los ticucos y los tamales de elote.

Enamorarse duele, claro que sí y a mí me dolió tanto ver a niñas de mi edad ya con dos o tres hijos, casadas o en convivencia  con hombres que les doblaban la edad o hasta tres veces mayores que ellas. Ellas con la responsabilidad de todo en la casa, los hombres trabajando la tierra que rentaban para lograr una cosecha de máiz, frijol o maicillo para octubre y así ayudarse con lo básico de la sobrevivencia. Y los niños que se casaron niños, parejas de adolescentes que no pasaban de los 14 años y ya con hijos. La cantidad de niñas que tenían  hijos de sus familiares, porque fueron abusadas por estos, que era la forma de apartarlas para decirles a los otros hombres que esas niñas nunca se casarían, que no las iban a dejar casarse, que les pertenecían. Porque el machismo es crudo pero en oriente además es cruel.

El bar del pueblo, lleno de patojas de otros municipios y salvadoreñas, que para el día de pago no se daban abasto con tanto aldeano que llegaba a dejar allá el salario para quedarse borrachos durmiendo en las banquetas. A deshoras subían las esposas de las aldeas a traerlos y se los llevaban montados en las bestias que con los cascos de sus patas hacían sonar los adoquines de las calles del pueblo.

III

Trinar de aves
galantes las libélulas
el eco guarda el murmullo
de la quebrada
que en agosto rebosa
con la felicidad de los campesinos:
primera cosecha.
Máiz y frijol nuevo.

Así fui conociendo que la yegua tal que hace tal ruido al caminar es de fulano, que ahí va mengano de la zutana porque su  bestia renquea de una manita, que el caballo de perencejo hace tal ruido al caminar, todo esto a oscuras porque en aquellos tiempos la gente se acostaba a  la hora de la oración y los candiles se apagaban cuando comenzaban a aparecer las primeras luciérnagas. Y conocí pues los horarios de cada quién, que fulano sube a tales horas al pueblo y baja a la aldea de regreso a tales, que mengana va con la masa al molino a tales horas y regresa a tales y lleva de regreso quesadillas y semitas de donde doña Adelona. En las aldeas era común comer marquesote pero  las semitas, panes de arroz  y quesadillas  eran famosas las que hacía doña Adelona. Y también por supuesto, no podía ser de otra manera,  caí rendida a los pies de las semitas, los panes de arroz y las quesadillas de doña Adelona, hasta la fecha las añoro.

Ver a los niños desgranando máiz con las manos ampolladas y las niñas moliéndolo en piedras y el güiralito acarreando agua de La Pilona en el centro del pueblo. Era otra vida tan distinta a la del arrabal, mucho más rústica pero tan llena de placeres simples, donde las horas pasaban sin prisa y se sentaban a descansar bajo la sombra de los morros  y los amates. Las vi beber agua de la quebrada al medio día, escuchando el canto de las chicharras. Conversaban a veces de las pepescas del río Paz.

Aquel viaje a Comapa me nutrió  la raíz y la identidad, me dio ese sentido de pertenencia que también siento por Ciudad Peronia. En mi escritura desde el primer día han estado ambos, decir Ilka es decir Comapa y Ciudad Peronia,  yo no soy sin estos dos lugares, no podría ser, me haría falta algo, lo vital, lo esencial. Es por eso que hoy publico este poemario que escribí el año pasado, como un saludo y una reverencia  a ese pueblo maravilloso que me dio tanto y al que le debo mi fascinación por las flores de chacté, las chiliguas y las chilipucas.

Comapa es mi libro número 16, publicado por Ilka Editorial. Está disponible en Amazon.com y en IlkaEditorial.com

 Fuente e imagen: https://cronicasdeunainquilina.com

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Dinero completo

 David Calderón

Sigue siendo motivo de zozobra el Proyecto de Presupuesto de Egresos de la Federación para 2021 (PPEF 2021) que confeccionó Hacienda. Para el derecho a la educación, pinta uno de los panoramas más borrascosos y negativos para el futuro que podamos imaginar.

Estamos delante de un reto enorme en los dineros públicos: se hunden los mercados, Pemex pierde rentabilidad cada día, la producción se estanca, el empleo se cae, las necesidades se magnifican. Y justo en este momento, el gasto social para el año que ya tenemos a la vuelta de la esquina tiene una distorsión mayúscula: el plan para gasto público presentado por el Poder Ejecutivo para su aprobación al Poder Legislativo (que es eso lo que se detalla en el PPEF 2021) se define por desmantelar soluciones para favorecer parches, por arrancar cableado para improvisar ‘diablitos’.

En el caso de educación, eso se traduce en cerrar o dejar moribundos a programas significativos para aprender con equidad, y en su lugar darle vuelo a salarios, becas y propuestas de bajo desempeño. Es como desactivar el sistema de riego ordenado, que hace llegar los recursos focalizados y, por el contrario, ponerse a tirar manguerazos y cubetadas en todas direcciones, pero sin alcance, salpicando con recursos mayúsculos a una parte de la población, incluso a quienes no necesitaban esas ayudas, pero lo peor es que se haga en esquemas de pobre efecto. Así como hay mala nutrición por gastarse mucho en papas chatarra y bebidas azucaradas, estamos al borde de un nuevo abismo de bajo desarrollo educativo, invirtiendo en planes chatarra y transferencias azucaradas.

En las semanas anteriores he compartido con los lectores el drama en ciernes que significaría la aprobación del PPEF 2021 tal como lo mandó el Ejecutivo: a) gravísimos desfondamientos a procesos para el aprendizaje incluyente, en partidas que pasaron de tener en 2019 una asignación de 11 mil 983 millones de pesos a que en 2021 sólo cuenten con mil 96 millones de pesos (un cambio real acumulado de –84.9 por ciento), incluyendo la extinción de Escuelas de Tiempo Completo y el programa de Convivencia Escolar, aunado a la mutilación grave a Conafe, educación indígena, educación para migrantes, aprendizajes significativos y un largo etcétera; b) una reducción agresiva –nunca mejor dicho– de los fondos para formación docente inicial (contra las normales) y de formación docente continua (el dinero para los cursos que necesitarán en 2021 las y los maestros en servicio); c) una nula inversión adicional para expandir educación inicial y recortes contra nutrición y desarrollo en la primera infancia; d) una inexistente asignación transparente y específica para agua y saneamiento, los elementos de filtro escolar y la inversión para conectividad que exige la pandemia y su mitigación para reiniciar el trabajo en los centros escolares.

En su comparecencia ante el Senado, el secretario de Educación Pública sorteó o pospuso la respuesta a los cuestionamientos sobre el verdadero logro de Aprende en Casa II, el proceso de educación a distancia que la SEP definió para toda la educación obligatoria en el territorio nacional, pero recibió recurrentemente la pregunta sobre recortes al presupuesto educativo. Así, el secretario hizo la afirmación que el Programa de Escuelas de Tiempo Completo, que en el PPEF 2021 entregado oficialmente se queda sin clave presupuestaria y se va a cero pesos, podría seguir operando en 2021 por una adjudicación de cinco mil millones de pesos desde los fondos de otro programa: La Escuela es Nuestra.

El dicho tiene dos dificultades. Para empezar, el universo de uno y otro programa son muy distintos: las escuelas a las que se destinan los apoyos de La Escuela es Nuestra fueron incorporadas en un registro que levantó (y controla) la Secretaría de Bienestar, con el peculiar apoyo de los Servidores de la Nación, en la cual las erogaciones pueden incluso ser documentadas con una simple ‘lista de raya’ (le prometo que así dicen los lineamientos) mientras que Tiempo Completo es un programa con reglas estrictas de incorporación, en la cual la escuela aplica su solicitud con un número importante de requerimientos, y después año tras año tiene una exigencia documental de comprobación exhaustiva.

La segunda dificultad es que Tiempo Completo requiere una inversión de 10 mil millones de pesos, no de cinco mil millones. Este año 2020, atípico donde los hubiera, tuvo esa asignación y los recursos se acabaron en junio desde la federación. Literalmente, al programa lo salvó por ahora la campana del cierre precipitado de aulas ante la Covid-19. A cuenta gotas, jalando de aquí y allá, los estados y la SEP han cumplido parcialmente con los complementos a salario, los enseres y ahora la aparición tardía de las despensas para cubrir a algunos de los cientos de miles de niñas y niños que ya tenían derecho a recibir alimentos en la escuela, a pesar que es un mandato de un acuerdo del Sistema Nacional de Protección de Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes (SIPINNA), que data de mayo de este año.

En suma, le corresponde a la Cámara de Diputados poner orden aquí y dar certeza jurídica sobre derechos de la niñez. A Tiempo Completo le corresponde dinero completo: un poco más de 10 mil millones de pesos para el año fiscal 2021. No cinco mil millones prestados de la Escuela es Nuestra, que lejos de ser nuestra –de todos los ciudadanos y especialmente de niñas y niños– es, en la práctica, dote y posesión de los operadores territoriales. No un salvamento por transferencia pactada, sino una asignación cierta y transparente en el presupuesto, sin sobresaltos ni raspando los asientitos de ahorros de otras partidas.

Mañana es la sesión de Parlamento abierto en la Cámara de Diputados. Confiamos en que en la sección referida al presupuesto educativo se alce la voz clara y fuerte: no le quiten a los que más necesitan. No arruinen la continuidad de los aprendizajes. No cedan a la falsa idea de que las becas cubren, con sus subsidios atomizados y asistencialistas, que generan dependencia, lo que el fortalecimiento de las comunidades de aprendizaje tiene que lograr con fondos de los que rinden cuentas claras. No aceptemos parches y ‘diablitos’, ni dejemos sin costo que les quiten a los más pobres; la generación joven no se merece tanta mezquindad y ceguera; merecen dinero completo.

Fuente: https://profelandia.com/dinero-completo/

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Carlos Skliar: «Las escuelas son lugares, tiempos y formas que no debieran parecerse a ningún otro»

Por: Pablo Gutiérrez de Álamo

El pensador, pedagogo e investigador argentino, Carlos Skliar, define la escuela como un lugar, un tiempo y unas formas «de hacer cosas juntos» que no debieran parecerse a ningún otro sistema, en perpetuo movimiento por no ser algo acabado. Lugares, tiempos y formas de hacer que son, también y necesariamente, «públicos multiples y colectivos».

La pandemia y el confinamiento ha golpeado a todo el mundo. Está suponiendo importantes crisis en muchos sistemas como el sanitario y el económico. Y desde luego, la escuela no se ha librado de este duro golpe. Durante estos meses, siete ya, para Carlos Skliar ha sido un momento para conversar y pensar, junto a otros colectivos (docentes, familias, alumnado, artistas, pensadores…) qué es la escuela, qué es «hacer escuelas».

Invitado por Arquitectos sin Fronteras-Galicia, participó en una conferencia en la tarde de ayer, por videoconferencia, bajo el título «Entre Paradigmas: espacios y tiempos para la vida y la educación» en la que intentó explicar su forma de entender la escuela y el oficio de maestras y maestros.

Desde su punto de vistas, las escuelas son «lugares, tiempos y formas de hacer que no debieran parecerse a ningún otro lugar, tiempo y forma» que pueda pensarse. Lugares, tiempos y formas, en continuo movimiento y que, necesariamente, han de ser públicos, múltiples y colectivos.

Para Carlos Skliar estos son los atributos generales de los sistemas educativos. Pero dichos atributos deben ser teñidos, es decir, llevan aparejados una serie de «condimentos» relativos a las «formas de definir el por qué de lo educativo, de lo formativo en esos lugares tiempos y formas».

El primero de ellos sería el principio de igualdad. Pero no la igualdad como un fin al que hay que llegar a través de la educación («¿Por qué en la formulaciones más técnicas, jurídicas de la educación aparece la igualdad como destino, conclusión de proyecto?»). Para Skliar la igualdad es una «atmósfera que permita a cualquiera, quien quiera que sea, crear la imagen de un comienzo». Es decir, generar las oportunidades para que supere «la dificultad de un comienzo común» marcado por las diferencias de edad, de condición de nacimiento, la pobreza, el hambre.

Para el pensador argentino, lo habitual es el intento de «limar las desigualdades hasta llegar a la igualdad» pero «algunos pensamos que si la igualdad solo aparece como promesa final nunca se alcanzará». Y esta «condicion de igualdad de entrada» ha de ser asegurada por los docentes. Se trataría de que los educadores consigan que «cualquiera tenga la sensación de poder participar en igualdad de condiciones al interior de es tiempo, lugar y forma» de hacer.

Si los proyectos educativos no parten de esa igualdad de inicio como fundamento del propio proyecto, este «cae en una trampa de replicar el tejido social existente en otro tiempo, lugar y hacer». En este punto, Skliar establece que hay que hacerse la pregunta de si la escuela debe replicar el tejido social que se desarrolla fuera de ella o si bien «hacer escuela significa hacer otros tejidos sociales». Para él es «la gran pregunta» que obliga a las y los docentes a preguntarse si deben replicar el mundo adulto, marcado por el homo economicus y el sistema neocapitalista.

El gesto de enseñar es igualitario pero produce efectos singulares en cada quien

Una vez establecida la igualdad como condición de inicio de la acción educativa, «sigue el salir al mundo», es decir, «soltar el mundo que te ha tocado, de la familia, para salir al mundo de lo múltiple y lo colectivo, de la diferencia».

Este salir al mundo tiene que ver con encontrar aquellas cosas que le apasionan a uno del mundo, pasiones individuales y colectivas. Un aprender qué es aquello de que debemos cuidar del mundo al tiempo, según hemos aprendido durante estos últimos tiempos, un aprender a cuidarnos de ese mismo mundo también.

Y este salir al mundo que se hace desde la escuela, más allá de la igualdad inicial de posibilidad, tiene sus efectos singulares. «El gesto de enseñar es igualitario, resume el pensador, pero produce efectos singulares en cada quien» que, además, prosigue, «necesita su tiempo lugar y forma para expresarse, para darse cuenta». «Leemos juntos, pensamos, jugamos, paseamos juntos, escribimos juntos, pero los aprendizajes son siempre singulares».

Para Carlos Skliar, el hecho de que los efectos de la enseñanza sean singulares, individuales y diferentes en cada persona, supone el «desmoronamiento de una idea de sistema que pretende regular en un tiempo y forma lo que se enseña y se aprende» porque, además de singulares, los efectos de la enseñanza son diferidos.

Hacer escuela, para Skliar, además de la condición de igualdad inicial y el salir al mundo también tiene que ver con la obligación de preservar la infancia. Es decir, la escuela ha de ser un tiempo libre, «que no quiere decir sin contenido, vaciado, sino liberado de la ocupación de la vida adulta», del mundo del trabajo. «La escuela es resguardarse de este tiempo y forma» de hacer del mundo adulto en un ejercicio de «profanación» de la idea de normalidad. «La escuela debería profanar lo sagrado de una cultura determinada».

Este profanar la normalidad lo relaciona Skliar con la ética, «es una cuestión de responsabilidad», que lleve a las «respuestas justas» que se salgan de «mandamientos generalizados» que siempre entrarán en conflicto con las necesidades singulares de cada cual.

Y para que esto sea posible, para él y tomando las palabra de Hanna Arendt, hay que introducir el concepto de amor «desinteresado, gratuito, contra la mercancía, amor a una materia de estudio, que se apasiona por algo». «El amor educativo al mundo para que no se extinga y a los demás, para que no queden a su suerte».

¿Y la pandemia?

Toda esta definición de lo que supone o debe suponer el «hacer escuela» se chocó violentamente con la aparición de la pandemia y el confinamiento de la población y el cierre de las escuelas en gran cantidad de países del mundo. «Si algo no se sostuvo fue la escuela como forma de hacer, tiempo y lugar», aseguró Skliar.

Al inicio de la pandemia se produjo ‘la desmesura en la acción pedagógica’ y la ‘ilusión de continuidad’

Desde su punto de vista, al principio de la pandemia ocurrieron dos cosas: por una parte, «la desmesura en la acción pedagógica» y, por otra, «la ilusión de continuidad» necesaria desde el punto de vista de la gestión del sistema educativo pero «impracticable desde la posición subjetiva».

Al mismo tiempo, la pandemia ha producido una suerte de amnesia sobre «qué éramos antes, sobre si las vidas tenían entonces sentido virtuoso y el virus ha destruido un paraíso terrenal». «No está mal preguntarse dando pasos atrás», aseguró, para enumerar algunos de los elementos sobre los que la pandemia ha generado esta especie de amnesia: «Aquella humanidad económica anterior, autodestructiva y que afectaba a la formación: aceleración del tiempo, autoaprendizaje competitivo, reinado del cerebro, demandas ambiguas al sujeto, transformación del mundo en mercado, de la vida en ganarse la vida, separación y la pérdida de la infancia».

Para Skliar, antes de la llegada del virus lo importante era el conocimiento utilitario, lucrativo. Una tensión, definía, «entre la experiencia liberadora de la educación y le exigencia de rendimiento».

Cuatro o cinco ideas quedaron patentes en el momento del surgimiento del virus y Skliar reflexionó sobre ellas. Por un lado la de la continuidad, fundamentada en la elaboración de tareas, el ejercicio de dichas tareas y su evaluación, finalmente. Para el pedagogo, hacer escuela quedó supeditado a esta trilogía. La continuidad ha supuesto, en definitiva, «que no hemos perdido el tiempo, les hemos tenido ocupados».

Frente a esto, se encuentra el hecho de que en este tiempo entraron en a la escuela elementos como el arte, la filosofía o la literatura, con acciones más discontinuas que permitieron a la comunidad educativa estar junta, a pesar de la separación impuesta por el confinamiento.

La escuela no es solo hacer la tarea, sino estar con otros

En paralelo a esta idea de continuidad, Skliar ve que ha habido una interrupción que ha demostrado que «las escuelas no pueden hacerse en cualquier tiempo, lugar o forma». No se puede hacer cualquier cosa, ni hacerse 24/7 «como el tiempo laboral». Y esto lo han vivido las y los niños que se han dado cuenta también que «la escuela no es solo hacer la tarea, sino estar con otros».

Y ahora, lo que queda es conversar sobre lo extraño que es todo en este momento. Conversar con educadores, familias, artistas, filósofos… dice Skliar, porque si no conversamos sobre «lo extraño es posible que deseemos volver a la normalidad anterior, a la que ya tildé de autodestructiva, a la normalidad que ha perdido a su infancia».

Es necesario hablar de lo «extraño y de lo que se extrañó (en este tiempo). Estas son las dos claves, aunque parezcan insuficientes, para reinventar el sistema».

Con dos frases de un niño y una niña terminó Carlos Skliar su intervención en un intento de reflexionar sobre aquello que se perdió durante el tiempo de confinamiento. La primera: «Sí, durante este tiempo aprendí a sumar… y a extrañar» y, la segunda: «Quiero la escuela en la escuela».

Fuente e imagen:  https://eldiariodelaeducacion.com/2020/10/23/carlos-skliar-las-escuelas-son-lugares-tiempos-y-formas-que-no-debieran-parecerse-a-ningun-otro/

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Esta es la nueva fuerza hegemónica que se abre paso en Oriente Próximo (y con relevancia internacional)

Por: Alberto Rodríguez García

Este mes, por primera vez en la historia, un barco emiratí ha atracado en un puerto israelí, estableciendo la ruta marítima Haifa-Jebel Ali (Dubai) que unirá el sudeste asiático con Israel, haciendo parada en Emiratos Árabes Unidos y facilitando acuerdos comerciales de miles de millones de dólares cada año para ambos países. A ello se le suma un acuerdo preliminar para que la empresa israelí de oleoductos EAPC transporte crudo emiratí hacia Europa desde Dubai hasta el Mar Rojo, el Golfo de Aqaba y de ahí a través del puente terrestre MED-RED hasta Ashkelon, evitando la necesidad actual de cruzar el Canal de Suez. Y así, Emiratos Árabes Unidos arrebata a Egipto el papel de interlocutor de los árabes en el conflicto con Israel y establece una ruta de transporte de petróleo hacia el Mediterráneo mucho más rentable que refuerza la posición israelí, pero también la emiratí en toda la región y en el comercio global.

Los nuevos acuerdos con Israel, en el marco de la política exterior de los Emiratos Árabes Unidos, responden al interés de convertirse en una fuerza hegemónica en Oriente Próximo con relevancia internacional. Una posición que lleva años disputando con Turquía y Arabia Saudí. Pero los emiratíes, sabiendo dónde están los aliados realmente poderosos, están jugando sus cartas de manera mucho más inteligente que sus rivales.

Arabia Saudí pretende presentarse como una monarquía reformista, que se abre poco a poco al mundo corrigiendo los errores pero manteniendo su identidad. El discurso, sin embargo, a pesar de haberse valido de ‘influencers’ de todo el mundo que venden su imagen, cuerpo y dignidad para blanquear a un régimen familiar medieval por unos cuantos riyales, no ha calado en el exterior. La opinión pública internacional sigue viendo en Arabia Saudí un régimen brutal, primitivo, salvaje, tribal, patrocinador del terrorismo de carácter islamista y causante de la mayor crisis humanitaria del momento en Yemen.

Emiratos Árabes Unidos, sin embargo, no ha necesitado de grandilocuencias para poco a poco, manteniendo un perfil bajo, lograr crear una imagen favorable, de estado moderno, tanto dentro como fuera de su entorno.

Turquía ni siquiera se esfuerza en complacer al público occidental. Los discursos de Erdogan son cada vez más duros, apelando al otomanismo, a los pueblos túrquicos y a la defensa del islam. Para ello no duda en desafiar a la Unión Europea e incluso a Estados Unidos y Rusia en Libia, Siria, Irak, Palestina (aunque con matices) y el Alto Karabaj. Ello lleva a que Erdogan –y su gabinete– sea percibido en Occidente como una amenaza, como un dictador, y a nivel regional como un enemigo de cualquiera que no se adhiera a sus ideas y ambiciones neotomanas.

Emiratos Árabes Unidos, sin embargo, no ha necesitado de grandilocuencias para poco a poco, manteniendo un perfil bajo, lograr crear una imagen favorable, de estado moderno, tanto dentro como fuera de su entorno. Incluso, habiendo sido los emiratíes uno de los promotores de la oposición al Gobierno sirio y a Bashar al-Assad, fueron también de los primeros países en reabrir su Embajada en Siria en 2019 (tras cerrarla en 2012). La medida fue tomada para contrarrestar a la cada vez mayor influencia iraní en la república árabe y pensando a largo plazo cara a introducir sus empresas en la reconstrucción del país, tras la inevitable victoria del Estado sirio frente a una oposición dominada por al-Qaeda, los Hermanos Musulmanes y Turquía; enemigos todos ellos de Abu Dhabi. Los emiratíes también mantienen cierto grado de comunicación con Siria y permiten operar a empresarios cercanos al Ejecutivo sirio sujetos a sanciones a través de empresas emiratíes.

Emiratos Árabes Unidos ha sabido adaptar su política hacia el pragmatismo para lograr sus objetivos; calculando en sus acciones la respuesta internacional que van a tener.

Cuando Emiratos Árabes Unidos entró en Yemen lo hizo junto a Arabia Saudí, apoyando al gobierno de Abd Rabbuh Mansur Hadi. Pero poco a poco, y al mismo tiempo, hacía fuertes a los independentistas del sur, que además de combatir a los hutíes (aliados de Irán) también se revuelven contra el gobierno respaldado por Arabia Saudí y sus aliados de Al-Islah (Hermanos Musulmanes). Y estos nuevos aliados de Abu Dhabi, Al-Hirak al-Januby, a pesar de solo querer independizar un territorio relativamente pequeño, controlan Adén (de facto, aunque con limitaciones); la capital comercial de Yemen y cuyo control es determinante para llegar por mar al estratégico estrecho de Bab al-Mandeb.

En Libia los emiratíes se han unido a Khalifa Haftar y el Gobierno de Tobruk, no porque crea en sus objetivos, sino porque el líder libio es una herramienta útil para contrarrestar la influencia de Turquía y Qatar mediante los Hermanos Musulmanes en el norte de África. Y la estrategia parece estar funcionando frente a un gobierno islamista de Sarraj tremendamente desgastado. Una estrategia que también ha funcionado en Sudán, donde el nuevo gobierno tras el derrocamiento de Omar al-Bashir ahora es favorable a Abu Dhabi. O en Somalia, donde Somalilandia y Puntlandia son territorios que desestabilizan el Gobierno central de Mogadiscio, afín a Turquía y Qatar y enfrentado a los planes emiratíes de dominar por ambas cosas la entrada al estrecho de Bab al-Mandeb.

Siendo un país pequeño con poco más de nueve millones y medio de habitantes, en los Emiratos Árabes Unidos han aprendido a proyectar su poder hasta convertirse en uno de los principales actores de Oriente Medio. Han sabido adaptar su política hacia el pragmatismo para lograr sus objetivos; calculando en sus acciones la respuesta internacional que van a tener. Así pues, han basculado entre sus aliados y sus intereses, entre sus ambiciones y las amenazas que surgen, entre la monarquía confesional sin justificación teocrática y el islamismo; principalmente el de los Hermanos Musulmanes, que son la eterna amenaza regional. Sin apenas hacer ruido, Emiratos Árabes Unidos se ha consolidado como un actor regional clave para Oriente Próximo, y Bin Zayed se ha asegurado la supervivencia en el cargo… aunque caigan sus aliados.

Fuente: https://actualidad.rt.com/opinion/alberto-rodriguez-garcia/370586-nueva-fuerza-hegemonica-oriente-proximo

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La inocencia interrumpida.

Por: Carolina Vásquez Araya.


Las consecuencias de un embarazo temprano repercuten por el resto de la vida.

Los embarazos en niñas y adolescentes –de entre 9 y 18 años- cuyas cifras alarmantes se mantienen al alza en todos nuestros países, constituyen una de las más graves patologias sociales y la segunda causa de muerte en ese grupo etario. Dada la visión estrecha y patriarcal de quienes establecen la pertinencia de las políticas públicas, así como de sociedades cuyos marcos valóricos manifiestan una fuerte influencia de doctrinas religiosas, este sector de la población es uno de los más desatendidos y, por lo tanto, carente de palancas políticas para hacer valer sus derechos. Una de las principales causas de la vulnerabilidad en la cual se desarrolla la infancia es la preeminencia de la absoluta autoridad de los adultos en su entorno y, consecuentemente, la total indefensión de la niñez.

La inmensa mayoría de mujeres adultas –si no la totalidad- aun cuando muchas intenten negarlo, hemos sufrido el impacto de un sistema cuyas normas marginan a niñas y mujeres como si fuera una ley de la naturaleza. Los acosos y agresiones sexuales, tanto dentro del hogar como en el vecindario, en las calles o en la escuela, han sido una constante de abrumadora incidencia al punto de transformarse en una especie de maldición inevitable para esta mitad de la población. De tales agresiones, una de las más graves consecuencias son los embarazos en una etapa precoz del desarrollo.

Las instituciones encargadas de salvaguardar la seguridad de este importante segmento, sin embargo, han sido incapaces de protegerlas; ya sea por falta de políticas públicas o, simplemente, nulo interés por la integridad de un sector caracterizado por su escaso poder de incidencia política. Cautivas en un sistema que las castiga por su condición de niñas, las condena a embarazos, partos y maternidades para los cuales no están preparadas física ni psicológicamente, con riesgo de muerte y el desafío de afrontar una marginación familiar y social cuyo impacto les causará aislamiento, pobreza, pérdida de autoestima, patologías físicas y emocionales irreversibles y un sinnúmero de amenazas contra su normal desarrollo de vida.

A pesar del trabajo de algunas organizaciones preocupadas por hacer de este sensible tema un motivo de acción, resulta evidente la ausencia de mecanismos de protección para evitar los abusos y las consecuencias devastadoras de tales agresiones. Las sociedades aún son incapaces de captar las dimensiones de su responsabilidad en un problema de tal trascendencia y se hacen a un lado cuando se plantea la urgente necesidad de establecer parámetros legales –como el derecho al aborto y a la oportuna educación sexual y reproductiva- frente a esta terrible pandemia de embarazos tempranos,
todos ellos resultado de violaciones.

Una niña no es un juguete sexual ni un objeto a disposición de los hombres de su entorno, pero miles de ellas terminan por perder su inocencia de golpe en una de las formas más crueles imaginables y sus victimarios –la mayoría de veces personas “de confianza”, como padres, hermanos, tíos, pastores y sacerdotes, maestros y vecinos- las transforman en sus esclavas sexuales bajo amenaza, sin la mínima posibilidad de defenderse. Es de preguntarse ¿en dónde están las instancias supuestas a protegerlas?

¿En dónde la justicia, los sistemas de educación y salud, en dónde sus familias? El drama persiste y las cifras aumentan a diario; las niñas desaparecen en redes de trata o sus cadáveres son desechados como basura en cualquier barranco, sin que a la sociedad eso le sea motivo suficiente para reaccionar.

Los derechos de la niñez continúan como tema pendiente.

Fuente e imagen: https://insurgenciamagisterial.com/la-inocencia-interrumpida/

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¿Por qué volvió a ganar el MAS? Lecturas de las elecciones bolivianas

Por: Fernando Molina, Julio Córdova Villazón, Pablo Ortiz,Verónica Rocha Fuentes


Contra todos los pronósticos, el Movimiento al Socialismo (MAS) se impuso en las elecciones bolivianas con más del 50% según todos los conteos rápidos. ¿Qué explica este resultado a solo un año de la caída de Evo Morales?


El triunfo del binomio Luis Arce-David Choquehuanca en primera vuelta, con más de 50% de los votos, acabó abruptamente con muchos de los análisis vertidos durante toda la campaña y le permite al Movimiento al Socialismo (MAS) volver al poder a solo un año de haber sido ejecutado por unas movilizaciones combinadas con un motín policial y, finalmente, el aval de las Fuerzas Armadas.

¿Qué explica está victoria y el fracaso de la candidatura de centroderecha de Carlos Mesa? ¿Qué nos dice este proceso electoral, que logró desarrollarse en orden y con un rápido reconocimiento de los resultados, aún preliminares, por parte de todas las fuerzas políticas? Para responder a estas preguntas, Nueva Sociedad pidió la opinión de analistas e investigadores sociales, que proyectan sus miradas más allá y más acá de las elecciones del pasado 18 de octubre.

Pablo Ortiz (periodista)

Un año después de su caída, el MAS vuelve a ser el partido hegemónico de la política boliviana. Es el único realmente estructurado, con una militancia y un voto fidelizado, que resiste incluso la salida del escenario político de su máximo líder y fundador: Evo Morales.

La elección general de 2020 es la primera elección sin Evo Morales desde 1997 y es la primera votación que cumple con el referendo del 21 de febrero de 2016, que le dijo a Morales que no podía aspirar a una nueva reelección. Durante toda la campaña se había hablado del siguiente quinquenio presidencial como un ejercicio de transición antes de llegar al posmasismo, pero las urnas decidieron contradecir a los pronosticadores de la política y dictaron sentencia: no era el proyecto del MAS el que estaba agotado, sino el mando único, la repetición sin fin de la figura de Morales como presidente.

Luis Arce Catacora concluirá primero cuando se termine de contar los votos y habrá logrado entre seis y diez puntos más que Morales en las elecciones fallidas de 2019. Para eso necesitó algunas herramientas que lo llevaron a un triunfo con una ventaja insospechada.

La primera fue la estrategia correcta. Mientras que Carlos Mesa, Luis Fernando Camacho y otras fuerzas menores apostaron al clivaje MAS/anti-MAS (todos se presentaban como la mejor opción para que el anterior partido de gobierno jamás volviera), el MAS puso el acento en la crisis económica y la estabilidad como ejes de discurso y apostó a consolidar su voto duro como objetivo público número uno. El MAS desarrolló una campaña en los márgenes de las ciudades, con caminatas y concentraciones pequeñas, mezclando reuniones sindicales con conferencias académicas para alejarse de la imagen que predominó en la última campaña de Morales.

Arce y sus estrategas apostaron por las barrios alejados, por los pobres y los empobrecidos del coronavirus; por quienes pasaron de la pobreza a la clase media durante los 14 años de gobierno de Morales y volvieron a caer en la pobreza por el coronavirus; por la nostalgia que el agravamiento de la crisis (a principios de mayo, 3,2 millones de bolivianos no tenían lo suficiente para comprar alimentos, por culpa de la pandemia y la cuarentena) creó de los años de bonanza del MAS.

Para eso tuvo aliados involuntarios, ambos llegados desde el Oriente boliviano, las regiones del país que siempre se le resistieron a Morales. La primera «ayuda» fue la del gobierno de transición. El gobierno de Jeanine Áñez era leído como la continuación de la llamada «revolución de las pititas», la revuelta ciudadana que precedió al motín policial y la «sugerencia» de renuncia de la Fuerzas Armadas a Evo Morales. La presidenta, surfeando sobre los 100 días de luna de miel, se animó a lanzar su candidatura en enero pasado para unas elecciones que debían ser en mayo, y con ello destruyó las bases de su gobierno: un pacto no escrito entre todas las figuras del antievismo para asegurar una transición que finalizara con un partido distinto del MAS en el poder, y la colaboración de los dos tercios de diputados y senadores del MAS en la Asamblea Legislativa, que entendían que colaborando con Áñez llegarían antes a unas elecciones que los devolverían al poder.

Con el inicio de la campaña, cayó el coronavirus. Al tiempo que familiares y ministros de Áñez comenzaban a disfrutar de las ventajas del poder (aviones, fiestas), sus aliados de retiraban dejando un reguero de hechos de corrupción que destruyeron uno de los primeros mitos fundacionales del antievismo: ellos eran capaces de cometer los mismos actos de corrupción y abuso de poder que el MAS. El tiro de gracia a la popularidad de Áñez llegó en plena cuarentena: se compraron más de 100 respiradores de origen español que no solo se pagaron cuatro veces más de su precio de lista, sino que no servían para terapia intensiva. Así, los reemplazantes de los supuestos corruptos y fraudulentos no solo eran corruptos, sino también altamente ineficientes. En pocos meses, y en medio de la pandemia, cayó un ministro de Salud tras otro.

Pero hubo una «ayuda» más. De las calles surgió un liderazgo potente y que prometía victoria: Luis Fernando Camacho, el hombre que había liderado la «revolución de las pititas» e incluso había forzado a Morales a abandonar Bolivia (tras la renuncia del presidente, él mismo anunció que estaban buscándolo para arrestarlo, lo cual precipitó la evacuación hacia México), se postuló para presidente aprovechando su gran popularidad en Santa Cruz.

El MAS y Arce aún eran hegemónicos en La Paz y Cochabamba, pero necesitaban que la renuente Santa Cruz, la segunda región con mayor cantidad de votantes de Bolivia e históricamente antimasista, no se inclinara por Mesa, el candidato que más cerca estaba de Arce. En 2019 se había dado un escenario parecido. Morales lideraba las encuestas y Santa Cruz estaba controlada por Óscar Ortiz, candidato local que aspiraba a ser presidente, pero en la última semana la estrategia de «voto útil» de Mesa le dio 47% de los votos cruceños y lo acercó lo suficiente a Morales como para discutir si había ganado en primera vuelta o no.

Esta vez, Camacho no sufrió el mismo efecto de desgaste. Surgido de las calles, religioso y con un discurso que exuda testosterona, tiene una impronta más emocional que propositiva y se planteó a sí mismo como el garante de que Morales no volvería al país. Pero esa no fue la clave para que se impusiera ante la estrategia del voto útil de Mesa, sino que logró exacerbar el orgullo identitario del cruceño y convertirlo en voto. A diferencia de Ortiz, Camacho no trató de «nacionalizarse» para conquistar votos, sino que apostó por convertir al resto de los bolivianos en cruceños. Eso, sumado a la juventud del votante cruceño, convirtieron a Camacho en una fuerza local e irreductible que cerró el territorio de Santa Cruz a Mesa y polarizó el voto con Arce, lo que le permitió a este una victoria más holgada.

Eso sí, nadie se esperaba que Arce, que no es caudillo sino tecnócrata, superara el 50% de los votos. Para ello tuvo que hacer algunas jugadas finales, que lo acercan a priori a ser el primer presidente del posevismo antes que la continuidad de Morales. Lo primero fue tener la capacidad de criticar la gestión de Morales y cuestionar el entorno con el que gobernó el «primer presidente indígena». Arce ha prometido un gobierno de jóvenes, de nuevas figuras. Lo segundo fue alejar del votante boliviano esa idea de que el MAS viene a eternizarse en el poder. Arce ha prometido gobernar solo cinco años y «reencaminar el proceso de cambio». Y la tercera promesa fue desterrar la idea de que con el MAS volverían las persecuciones políticas y el revanchismo. Arce ha prometido también que no perseguirá a policías ni a militares involucrados en la renuncia de Morales.

Así, el tecnócrata logró resetear el proceso de cambio y podrá gobernar con mayoría absoluta en ambas cámaras de la Asamblea Legislativa. Sin embargo, para saber si de verdad el MAS entró en la era posevista, habrá que ver cuál será el rol de Morales cuando regrese a Bolivia. De ello no solo dependerá la autoridad que podrá ejercer Arce sobre su bancada y sobre el país, sino también su estabilidad política. Para ganar, para cerrar el territorio cruceño a Mesa, el MAS hizo crecer a golpes a Camacho. Ahora, con todo el poder territorial conseguido en el Oriente, este será el único opositor con capacidad de movilización con el que tendrán que lidiar.

Julio Córdova Villazón (sociólogo, investigador sobre movimientos religiosos y cultura política)

Según los conteos rápidos no oficiales, el MAS obtuvo una contundente victoria en primera vuelta con 52% de los votos. ¿Por qué el desempeño electoral del MAS fue tan exitoso, excediendo las expectativas, incluso de los más optimistas? Por tres razones principales.

Primero, por la emergencia de un «voto de resistencia» de sectores urbano-populares y campesinos. Estos sectores fueron objeto de varias violencias en los últimos meses: a) la violencia electoral: su voto por el MAS en 2019 fue escamoteado a raíz de una falsa denuncia de fraude avalada por la Organización de Estados Americanos (OEA); b) la violencia simbólica: hubo constantes descalificaciones desde el Estado y en las redes sociales pobladas por sectores conservadores de clases medias, se difundió la imagen de «hordas de violentos e ignorantes» en referencia a estos sectores populares, y en noviembre de 2019 algunos policías quemaron la wiphala (bandera indígena reconocida constitucionalmente); c) la violencia militar-policial, concretada principalmente en las masacres de Sacaba (en los valles) y de Senkata (en el Altiplano); d) la violencia económica: las medidas de cuarentena frente al covid-19 fueron tomadas en desmedro del sector informal de la economía.

Segundo, por la rearticulación de las organizaciones sindicales y campesinas. En los últimos años estas organizaciones resultaron debilitadas por su propia relación clientelar con el gobierno de Evo Morales. Después de la renuncia del presidente en noviembre de 2019, estas organizaciones lograron rearticularse rápidamente, en un tejido social vigoroso, que mostró su musculatura paralizando Bolivia a principios de agosto de este año para impedir el prorroguismo del gobierno de transición. Este tejido organizacional fue la base de un renovado apoyo electoral al MAS.

Tercero, por la propia debilidad política y electoral de los competidores de derecha del MAS, fragmentados y enfrentados entre sí. El candidato de centroderecha Carlos Mesa no logró articular un proyecto de país ni un discurso electoral capaz de seducir a los indecisos del Occidente boliviano. El candidato de la derecha empresarial, Fernando Camacho, tampoco logró convencer a los indecisos del Oriente del país. Hasta una semana antes de las elecciones, en el bastión electoral de Camacho, en el departamento de Santa Cruz, había 28% de indecisos, que representan 7,5% del padrón electoral total. Son personas de sectores pobres que fueron excluidos por los empresarios a los que representa el líder cruceño, y que fueron violentadas en las movilizaciones que lideró este empresario contra Evo Morales hace un año. En la elección del 18 de octubre, estos indecisos de tierras bajas optaron por el MAS, en rechazo a una elite empresarial incapaz de incluirlos en su «modelo de desarrollo». Por eso el MAS obtuvo 35% de los votos en esa región.

El próximo gobierno del MAS, con Arce a la cabeza, estará signado por la crisis económica, el conflicto social y la emergencia sanitaria por el covid-19. El apoyo de 52% del electorado no significa una sólida base social necesariamente. El MAS no logrará controlar los dos tercios de la Asamblea Legislativa como lo hizo en los últimos años. La coyuntura política requiere de una cultura democrática de construcción de acuerdos con otros actores políticos. Y tal cultura es muy débil, casi inexistente, en un MAS acostumbrado a un tipo de hegemonía política que ya no existe en Bolivia.

Verónica Rocha Fuentes (comunicadora social)

Durante toda la campaña para las elecciones del 18 de octubre se evidenció la existencia de una categoría de voto que había tenido poca relevancia en otras elecciones anteriores, aquella que se denominó «voto oculto». Esa categoría de votos, junto con la de «voto indeciso», fue determinante para establecer una diferencia que, según todas las proyecciones, es de más de 20 puntos en favor de Luis Arce Catacora. Los múltiples estudios de opinión que se presentaron durante el periodo de campaña electoral habían logrado detectar la existencia de ese voto con una prevalencia mucho mayor a los datos históricos. Lo que no lograron las instituciones de estudios de opinión fue detectar a dónde se iba a dirigir esa votación. En las primeras horas de conocerse esta tendencia, todo parece indicar que fueron esas categorías de voto las que terminaron definiendo la amplia victoria del MAS en primera vuelta.

Un voto que se llamó oculto durante el periodo de campaña y que, tras la jornada electoral, bien podría apellidarse «paciente» podría ser útil para graficar no solo el inesperado virtual resultado, sino además el proceso electoral más largo y difícil de la reciente historia democrática de Bolivia. El voto oculto y paciente no habría sido otro fenómeno distinto de aquel que durante el periodo de la democracia pactada y neoliberal se conocía como el de la «Bolivia profunda». La misma que, habiendo «salido a la superficie» en los últimos años –proceso constituyente de por medio– casi desapareció por completo durante el año de gobierno transitorio en el que se desarrolló el proceso electoral de 2020, y cuya presencia se extinguió en la maquinaria simbólica, institucional, mediática y empresarial que suele establecer las narrativas en pugna política. Tras un año de cotidiana y sistemática estigmatización del «masismo» (o cualquiera que «pareciera» pertenecer o adherir al MAS), todo apunta a que sus partidarios optaron por ocultarse y esperar las urnas. Ocultarse por miedo, ocultarse por vergüenza o quizá hasta ocultarse por estrategia.

Voto oculto sí, pero también inusitadamente paciente. Ese voto que terminó definiendo una virtual pero amplia e indiscutible victoria en primera vuelta tuvo que atravesar una crisis institucional, un gobierno transitorio, una pandemia, un inicio de crisis económica, cuatro cambios de fecha de votación, una jornada electoral bajo amenazas del gobierno, cambios en los planes del Tribunal Supremo Electoral de ultimísima hora, votar bajo un país militarizado y no contar con ningún resultado durante la jornada electoral para, finalmente, con una paciencia que varias veces rozó el límite pero no cedió, aferrarse a lo último que le quedaba a Bolivia antes del precipicio: las urnas.

Así, en menos de un año, bajo la narrativa de un fraude electoral, Bolivia ha transitado abruptos, forzados y violentos reacomodos de su tejido político, institucional y mediático; todo esto a la sombra de un complejo tejido social que, aunque dañado, pareciera haber mantenido sus estructuras en pie. Y que, oculta y pacientemente solo, parecía esperar la oportunidad legítima para volver a dejarse ver. Al menos, ese pareciera, por ahora, el principal resultado de las recientes elecciones que, sin duda, van mucho más allá de una virtual victoria del MAS, pues establecen los mínimos sobre los cuales tocará establecer un urgente proceso de reconciliación nacional.

Fernando Molina (periodista y escritor)

No cabe duda de que los adversarios del MAS subestimaron el potencial electoral de este partido y de su candidato Luis Arce. Por un lado, las encuestas –que no detectaron la verdadera intención de quienes se presentaban como indecisos– los despistaron. Por el otro lado, esta subestimación se debió a la incapacidad de estos grupos políticos, que representan a las elites tradicionales, de reconocer al MAS como una expresión genuina de los sectores sociales menos pudientes y más indígenas del país. En cambio, normalmente han visto al MAS como «marioneta del chavismo», «organización delincuencial», «grupo de narcoterroristas» y han considerado la adhesión que despierta como un fenómeno puramente clientelar.

En esta miopía existe una fuerte carga de racismo. Desde siempre, los sectores tradicionalmente dominantes del país han concebido la politización de los subalternos –que socava los pilares meritocráticos y hereditarios de su poder– como una irrupción de la irracionalidad y la codicia. Esto viene desde el siglo XIX, cuando los representantes de la oligarquía de la época, los septembristas, se quejaban por «tener que descender» a la actividad política a causa de la invasión de esta por el «cholaje belzista» (por los seguidores de Isidoro Belzu), que era tanto como decir la «barbarie».

La subestimación de la que hablamos estuvo presente en el candidato Carlos Mesa, que fue incapaz de construir un partido con incidencia en el mundo indígena. También estuvo presente en el gobierno interino de Jeanine Áñez, que gobernó con la mente puesta en las clases sociales más elevadas, las cuales querían vengarse del MAS y estaban acostumbradas a ver a los indígenas exclusivamente como empleados o incordios sociales.

Las elites se han revelado incapaces de analizar por qué Evo Morales les ganó en 2005, las razones del predominio político de este durante tantos años y las causas por las que el MAS no se hizo trizas después de su caída en noviembre de 2019. Bolivia no es censitaria desde 1952, pero la mentalidad de sus elites tradicionales sigue siéndolo.

De este modo, pese a que estas triunfaron sobre Morales el año pasado y tenían posibilidades de construir una hegemonía –contaban con el apoyo de la parte más educada y económicamente acomodada de la población, así como con un respaldo «intenso» de las Fuerzas Armadas y la Policía–, perdieron el poder que tanto anhelaban solo un año después de haberse hecho de él.

Unas elites oligárquicas y racistas gobernaron el país de 1825, fecha de su nacimiento, hasta 1952, año de la Revolución Nacional. Lo hicieron sobre la base de la imposición ciega y violenta de su voluntad sobre una mayoría ignorante y a menudo silenciosa. Las condiciones de este dominio fueron desapareciendo en el último medio siglo, pero la elite misma solo cambió superficialmente. Hasta hoy sigue siendo «tradicional» y con tendencias a oligarquizarse. Esta es la «paradoja señorial» de la que hablaba René Zavaleta.

La transformación más importante en las condiciones de dominio se dio cuando los sectores subalternos encontraron la forma de crear su propia expresión político-electoral: el MAS. Desde ese momento, la acción electoral ha resultado manifiestamente adversa a los partidos de las elites tradicionales. Teóricamente hablando, la forma en que estas podrían recuperar el poder de una manera algo más durable sería por medio de la fuerza bruta, como en los años 60 y 70, pero esta vía es imposible hoy por las características «epocales».

Por otra parte, una reforma de las elites tradicionales parece imposible. Si no aprendieron la lección después de que Morales se aprovechara de sus errores, abusos y excesos durante el neoliberalismo para derrotarlas, es difícil pensar que aprenderán alguna vez. En efecto, apenas tuvieron una oportunidad de prevalecer nuevamente, desnudaron los mismos vicios y la misma miopía que tenían en los años 90, o unos vicios y una miopía peores aún, porque en este tiempo no impera el neoliberalismo sino una forma particularmente perversa del conservadurismo, el populismo de derecha.

Al mismo tiempo, el MAS haría mal si también menospreciara a sus adversarios en el futuro. Aunque esta no parece capaz de generar un proyecto sostenible de poder en un país insumiso y mayoritariamente indígena como Bolivia, de todas formas está furiosa, resentida, acumula gran parte del capital económico y casi todo el capital cultural y, como demostró en el último año, tiene fuerza suficiente, en alianza con las clases medias militares y policiales, para destrozar las bases de sustentación del proyecto antagónico. Puede salirse del marco democrático cuando esto le sea posible.

Las elites tradicionales pueden aprovechar las deficiencias y fallas del bloque popular (como hizo con el narcisismo de Morales y la corrupción de su gobierno) y atacar justo cuando este pierda pie, se equivoque, se confunda y entonces deje de ser 50% más uno del pueblo boliviano.

Fuente e imagen: https://nuso.org./articulo/Bolivia-Luis-Arce-Evo-Morales/

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La dimensión política de la fe hoy

Por: Leonardo Boff

Las ya próximas elecciones municipales en Brasil, sugieren hacer una reflexión sobre la relevancia de la fe cristiana ante la política, sea social, o partidaria.

La fe no es un acto al lado de otros actos. Es una actitud que engloba todos los actos, a toda la persona, el sentimiento, la inteligencia, la voluntad y las opciones de vida. Y una experiencia originaria de encuentro con el Misterio que llamamos Dios vivo y con Jesús resucitado. Ese encuentro cambia la vida y la forma de ver todas las cosas. Por la actitud de fe vemos que todo está ligado y religado a Dios, como aquel Padre/Madre que ha creado todo, acompaña todo y atrae todo para que todos puedan vivir con espíritu fraterno, con cuidado de unos a otros y con cuidado de la naturaleza. Este amor social constituye el mensaje central de la nueva encíclica del Papa Francisco Fratelli tutti. La fe no sólo es buena para la eternidad, lo es también para este mundo.

En este sentido, la fe engloba también la política con P mayúscula (política social) y con p minúscula (política partidaria). Siempre se puede preguntar: ¿en qué medida la política, ya sea social o partidaria, es instrumento para la realización de los bienes del Reino como el amor social, la fraternidad sin fronteras, la justicia personal y social, la solidaridad y la tolerancia? En qué medida la política crea las condiciones para que las personas se abran a la cooperación y no se devoren unas a otras mediante la competición sino en comunión unos con otros y con Dios. Esta es llamada en la reciente encíclica del Papa Francisco Fratelli tutti “la Política Mejor”, que incluye el corazón, y también la ternura y la gentileza, como de forma sorprendente se dice en ella.

La fe como una bicicleta

La fe no es sólo una experiencia personal de encuentro con Dios y con Cristo en el Espíritu. Se traduce concretamente en la vida. Es como una bicicleta, tiene dos ruedas a través de las cuales se vuelve concreta: la rueda de la religión y la rueda de la política.

La rueda de la religión se realiza mediante la meditación, la oración, las celebraciones, la lectura de la Biblia, incluso la popular, las peregrinaciones, los sacramentos… en una palabra, por el culto.

Muchos reducen la religión sólo a esta rueda, especialmente las cadenas de televisión católicas. Estas son generalmente de un cristianismo meramente devocional, de misas, santos, rosarios y de ética familiar. Casi nunca se habla de justicia social, del drama de los millones de desempleados, del grito de los oprimidos ni del grito de la Tierra. En este campo hay que comprometerse, tomar partido, para escapar del cinismo ante una realidad con tantas iniquidades. Este tipo de cristianismo hace difícil entender por qué Jesús fue preso, torturado, juzgado y condenado a muerte en una cruz. Este tipo de cristianismo es un cristianismo cómodo, como si Jesús hubiera muerto de viejo y rodeado de seguidores.

Más grave es el tipo de fe proclamada por las iglesias neo-pentecostales con sus televisiones y sus programas multitudinarios. Allí no se escucha nunca el mensaje del Reino de amor, de justicia, de fraternidad y de perdón. Nunca se escucha la palabra fundamental del Jesús histórico: “Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios… ¡Ay de vosotros, ricos, porque ya tuvisteis vuestro consuelo!” (Lc 6,20.24). En su lugar, se vuelve a un tipo de lectura del Antiguo Testamento (raramente la tradición profética) en la que se destacan los bienes materiales. No predican el evangelio del Reino, sino el evangelio de la prosperidad material.

La mayoría son pobres y, lógicamente, necesitan una infraestructura material básica. Es el hambre real que martiriza a millones de creyentes. Pero “no sólo de pan vive el ser humano”, dijo el Maestro. El ser humano tiene fundamentalmente otro tipo de hambre: hambre de reconocimiento negado a las mujeres, a los más humildes, a los negros, a los homoafectivos, a los LGBT; hambre de belleza, de trascendencia; hambre de un Dios vivo que es un Dios de ternura y amor hacia los más invisibles. Todo esto, esencia del mensaje del Jesús histórico, no se escucha en las palabras de los pastores. La mayoría de ellos son lobos con piel de oveja, ya que explotan la simple fe de los más humildes para su propio beneficio. Y lo peor es que son políticamente conservadores y hasta reaccionarios, actúan de forma partidista, normalmente, apoyando a políticos de conducta dudosa, interfiriendo, como ocurre hoy en Brasil, en la agenda del gobierno, indicando nombres para altos cargos. No respetan la Constitución que prescribe la laicidad del Estado. El actual presidente, que una vez fue católico, se aprovecha por conveniencia de estas iglesias neo-pentecostales como base de apoyo para su gobierno de sesgo reaccionario, autoritario y fascistoide.

Junto a ellos, hay un grupo de católicos nostálgicos del pasado, conservadores que se oponen incluso al Papa, al Sínodo Pan-Amazónico, utilizando verdaderas mentiras, noticias falsas y otros ataques, por medio de sus youtubes. Pueden ser católicos conservadores, pero nunca cristianos según la herencia de Jesús, porque en esa herencia no cabe el odio, las mentiras y las calumnias que difunden.

La fe tiene una segunda rueda, la rueda de la política, es su lado práctico. La fe se expresa mediante la práctica de la justicia, la solidaridad, la denuncia de la opresión, la protesta y la práctica de la solidaridad sin fronteras, el amor social y la fraternidad universal, como subraya el Papa en Fratelli tutti (nº 6). Como puede verse, la política aquí es sinónimo de ética. Tenemos que aprender a equilibrarnos en ambas ruedas para poder andar correctamente.

Entre los que viven una ética de solidaridad, de respeto y de búsqueda de la verdad, hay muchos que se confiesan ateos. Admiran la figura de Jesús por su profunda humanidad y su coraje para denunciar los males sociales y, por eso, sufrir persecución y ser crucificado. El Papa Francisco lo enfatiza bien: prefiero estos ateos éticos a los cristianos que son indiferentes al sufrimiento humano y a las clamorosas injusticias del mundo. Aquellos que buscan la justicia y la verdad están en el camino que termina en Dios, porque su verdadera realidad divina es de amor y de verdad. Tales valores valen más que las muchas oraciones si en ellas no están presentes la justicia, la verdad y el amor. El que es sordo ante los sufrimientos humanos no tiene nada que decir a Dios y sus oraciones no son escuchadas por Él.

En las Escrituras judeocristianas la rueda de la política (ética) aparece más importante que la rueda de la religión institucional (culto, cf. Mt 7,21-22; 9,13; 12:7; 21,28-31; Gál 5,6; Stg 2,14 y los profetas del AT). Sin ética, la fe es vacía e inoperante. Son las prácticas y no las prédicas lo que cuenta para Dios. De nada sirve decir “Señor, Señor”, y organizar así toda una celebración y una aeróbica religiosa; más importante es hacer la voluntad del Padre, que es amor, misericordia, justicia y perdón, todas ellas cosas prácticas, por lo tanto, éticas (cf. Mt 7,21).

Por ética en la política se entiende la dimensión de responsabilidad, la voluntad de construir relaciones de participación y no de exclusión en todos los ámbitos de la vida social. Significa ser transparente y aborrecer la corrupción. Hoy día, problemas como el hambre, el desempleo, el deterioro general de las condiciones de vida y la exclusión de las grandes mayorías son de naturaleza social y política, y por lo tanto éticos. Aquí la fe debe mostrar su poder de movilización y transformación (Fratelli tutti nº 166).

Política social (P) y política partidaria(p)

Como dijimos anteriormente, hay dos tipos de política: una escrita con P mayúscula y otra con p minúscula: Política social (P) y política partidaria (p).

Política social (P): es todo lo que concierne al bien común de la sociedad, o bien es la participación de las personas en la vida social. Por ejemplo, la organización de la salud, la red escolar, el transporte, la apertura y el mantenimiento de las calles, el agua y el alcantarillado, etc., tiene que ver con la política social, así como la lucha por conseguir un puesto de salud en el barrio, reunirse para llevar la línea de autobuses hasta arriba del monte: todo esto es política social. Definiéndolo brevemente podemos decir: política social o política con P mayúscula es la búsqueda común del bien común.

Política partidaria (p) : es la lucha por el poder del estado, para conquistar el gobierno municipal, estatal y federal. Los partidos políticos existen para alcanzar el poder del Estado, ya sea para cambiarlo (proceso libertario), o para ejercerlo tal como está constituido (para gobernar el statu quo existente). El partido, como la misma palabra dice, es parte y parcela de la sociedad, no toda la sociedad. Cada partido tiene detrás los intereses de grupos o clases que elaboran un proyecto, dirigido a toda la sociedad. Si llegan al poder del Estado (gobierno) dirigirán las políticas públicas de acuerdo con su programa y su visión particular de los problemas.

En cuanto a la política de partidos, es importante que la persona de fe considere los siguientes puntos:

– ¿Cuál es el programa del partido?

– ¿Cómo entra el pueblo en este programa? Si se ha discutido a nivel de base; si satisface las demandas reales y urgentes del pueblo; si prevé la participación popular a través de sus movimientos y organizaciones; si se le ha escuchado en su concepción, implementación y control.

– ¿Quiénes son los candidatos que representan el programa? Qué biografía tienen, si siempre han mantenido un vínculo orgánico con las bases, si son verdaderos aliados y representantes de las causas de la justicia y la transformación social con más justicia y derechos, o si quieren mantener las relaciones sociales tal como están, con las contradicciones e incluso con las iniquidades que encierran.

Hoy en día, ante la ascensión del pensamiento conservador y fascistoide en Brasil y en otros países del mundo, es necesaria la participación de cristianos conscientes y comprometidos para recuperar la democracia en riesgo de ser demolida, los derechos personales y sociales y también los derechos de la naturaleza, devastada por la codicia del capital brasileño y mundial, responsable, entre otros, de los grandes incendios de la Amazonia y del Pantanal.

Estos sencillos criterios bastan para comprender el perfil del partido y de los candidatos, de derecha (si quieren mantener inalterada la relación de fuerzas que favorece a los que están en el poder); de izquierda (si pretenden cambios sustanciales para superar las estructuras perversas que marginan a las grandes mayorías), o de centro (los partidos que equilibran la izquierda y la derecha, buscando siempre ventajas para ellos mismos y para los grupos que representan).

Para los cristianos, es necesario analizar en qué medida estos programas están en sintonía con el proyecto de Jesús y los apóstoles, cómo ayudan a la liberación de los oprimidos y marginados, y en qué sentido abren espacio para la participación de todos. Pero es importante destacar: la decisión partidista es un asunto de cada conciencia y un cristiano sabe qué dirección tomar.

Dada la coyuntura de exclusión social debida a la lógica del neoliberalismo, la financiarización de la economía y del mercado, la fe apunta a una política partidaria que debería revelar una dimensión popular y libertaria, de abajo hacia arriba y de dentro hacia fuera, como ha proclamado el Papa Francisco a los movimientos sociales populares y en la encíclica Fratelli tutti (nº 141-151). Esta política apunta a otro tipo de democracia: no sólo la democracia representativa/delegada, sino una democracia participativa por la cual el pueblo con sus organizaciones ayuda a discutir, decidir y orientar los asuntos sociales.

Por último, es importante inaugurar una democracia socio-ecológica que incorpore como ciudadanos con derechos a ser respetados a la Tierra, a los ecosistemas y a los seres de la creación con los que tenemos relaciones de interdependencia. Todos somos los “Fratelli tutti” según las dos encíclicas del Papa Francisco, Laudato Sì: sobre el cuidado de la Casa Común» y la reciente de 2020 Fratelli tutti.

La política partidaria, tiene que ver con el poder, que para ser fuerte quiere tener siempre más poder. En esto hay un riesgo, el riesgo del totalitarismo de la política, de politizar todas las cuestiones, de ver sólo la dimensión política de la vida. Contra esto debemos decir que todo es político, pero la política no lo es todo. La vida humana, personal y social, aparece con otras dimensiones, como la afectiva, la estética, la lúdica y la religiosa.

Conclusión: la memoria peligrosa de Jesús

Los cristianos pueden y deben participar en la política a todos los niveles, con P mayúscula y con p minúscula. Su acción se inspira en el sueño de Jesús, que implica un impulso de transformación de las relaciones sociales y ecológicas, presentado con valentía en la encíclica Fratelli tutti. Sin embargo, no debemos olvidar nunca que somos herederos de la memoria peligrosa y libertaria de Jesús. Debido a su compromiso con el proyecto del Reino del amor, de justicia, de intimidad filial con el Padre y, específicamente, debido a su compasión con los humillados y ofendidos, fue llevado a la muerte en la cruz. Resucitó para, en nombre del Dios de la vida, animar la insurrección contra una política social y partidista que penaliza a los más pobres, elimina a los profetas y persigue a los predicadores de una mayor justicia, y para fortalecer a todos los que quieren una sociedad nueva con una relación de hermandad y cuidado hacia la naturaleza, con todos los seres, amados como seres humanos, y con el Dios de ternura y de bondad.

Fuente: http://www.servicioskoinonia.org/boff/articulo.php?num=1005

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