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Discurso de aceptación de título Honoris Causa de la Universidad Pedagógica Nacional como Doctor en Educación, concebido a Marco Raúl Mejías Jiménez

Pronunciado en el salón Multipropósito de la Universidad Pedagógica Nacional

14 de noviembre de 2018

Bogotá, DC

Buenas noches a todas y todos, un agradecimiento por estar acá acompañándome en un honor que no es a mí, sino en mí a una causa que he construido colectivamente con todas y todos ustedes los presentes y muchos ausentes; a la Universidad Pedagógica Nacional y a sus diferentes instancias directivas que han discutido y aprobado esta decisión de un honor a esta causa que represento hoy, acá y ahora; al profesor Alexander Ruiz, quien de forma terca, amiga y generosa quebró mis argumentos expuestos en otras circunstancias para hacer posible este reconocimiento, al cual me resistí no por humildad sino por la manera cómo mi vida ha estado atravesada por esa disputa entre la teoría y la práctica, el saber de la academia y el de los movimientos y sus gentes, lo cual fue siempre un conflicto que aun en los momentos más difíciles saldé recordando a Goethe: “gris, gris, es el árbol de las ideas, verde, verde, es el árbol de la vida”.

Hoy, luego de largas reflexiones y de preguntarme qué debo decir, y de reconocer que no fui consciente del valor de este acto y la generosidad de quienes lo propician, sino cuando, a propósito de la publicación como noticia en la página de la universidad me encontré frente a la avalancha de felicitaciones por los más variados medios y desde los más diversos lugares, lo cual me hizo tomar consciencia de su importancia. Y allí, la pregunta que intento responder hoy: ¿de qué manera uno de los nueve hijos de Tiberio y Gilma, dedicados al comercio y al cuidado de sus tierras y la crianza de sus hijos, nacido en la montaña de un bello pueblito del suroeste antioqueño llamado Palermo, está hoy acá recibiendo honores por una causa impensable en su lejana infancia.

Solo hay una explicación, la cual había formulado el viejo pensador clásico alemán en una de sus tesis ya famosas: “el educador necesita ser educado”. Y luego de grandes cavilaciones, mi conclusión es que soy la hechura de mis formadores, y que, si estoy hoy acá frente a ustedes, puedo repetir una frase que le adjudican a Newton: “si he visto más lejos, es porque estoy sentado sobre los hombros de gigantes”. Y para mí, ellos son mis maestros y maestras personales y colectivos a quienes convoco esta noche.

Allí está la maestra Rosa Amelia Porras, quien me enseñó a leer y escribir con sentido, haciéndome hurgar en las páginas del periódico que recibía mi padre todos los días. Mi profesor de ciencias naturales, Gustavo Urón, quien me mostró la unidad de lo humano y la naturaleza como fundamento del mundo. Bernardo Álvarez, el “pecoso”, quien desde la filosofía nos exigió siempre un sentido de praxis que me llevó a realizar la alfabetización obligatoria en nuestro lejano bachillerato en los tugurios de La Iguaná en Medellín, con un método que circulaba en unas hojas mimeografiadas del IICA-CIIRA del profesor Paulo Freire.

En mi paso por la Compañía de Jesús, el testimonio de vida al servicio de los pobres del padre Célico Caicedo y de Jaime Alfredo Neira me enseñaron desde posiciones ideológicas diferentes la necesidad de la integralidad humana en cualquier compromiso que se asuma en la vida, a la vez que me introdujeron en el movimiento campesino de la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos – ANUC, con los cuales recorrí en mi juventud este país, conviviendo y aprendiendo que de la pobreza no se sale por la generosidad de los poderosos, sino por la organización y lucha de los desposeídos.

Crecí en un claustro honra de la inteligencia comprometida colombiana, que fue puesto al servicio de los grupos populares a los que acompañé en sus múltiples escuelas de formación desde el Centro de Investigación y Educación Popular (CINEP), en donde encontré tres maestros que me permitieron en tiempos difíciles mantener el rumbo de unas opciones cristiano-liberadoras y pulieron mi ser en coherencia con esas búsquedas: Guillermo Hoyos, en la exigencia constante de construir una argumentación rigurosa, porque en su decir, “lo popular no puede ser populismo, Raúl, volvete serio”. Carlos Eduardo Vasco, quien desde su testimonio de vida y su exigencia lógico-matemática, me ayudó a pulir muchas de mis propuestas y las escuchó con un corazón generoso de maestro exigente; y Alejandro Angulo, quien, con su mayor don, la sabiduría, me escuchó y corrigió ayudándome a descubrir en mi subjetividad e individuación caminos otros posibles.

En los trabajos con grupos cristianos, no puedo dejar pasar la asesoría a diferentes pastorales sociales del país, en especial al amigo hoy desaparecido, sacerdote Eduardo Díaz de Barrancabermeja, quien me permitió estar en el epicentro del movimiento social del país, el cual con su apertura permitía un diálogo claro con todas las concepciones. Allí ancló el trabajo con las mujeres que me enseñaría muy temprano cómo nuestro proyecto transformador era y es profundamente patriarcal, y en el surgimiento de esos procesos las discusiones en cabeza de Guillermina y Yolanda, que terminarían con la creación de la Organización Femenina Popular – OFP, como un grito de autonomía de las mujeres frente al tutelaje de los que representábamos esa mirada más clerical y patriarcal de los asesores de los movimientos en esas dinámicas.

En el ejercicio del trabajo, conformamos las escuelas campesinas del sur del Atlántico, que tendría en la profesora Gala Guerrero su maestra insigne, quien con sus compañeras y compañeros de trabajo me enseñaron también muy temprano que era necesario transformar la escuela y su pedagogía, y el maestro y la maestra como actores centrales de ella. En esos años aprendí que en la educación popular la pedagogía era profundamente política. Esta experiencia, desarrollada en siete municipios fue constituyendo una propuesta basada en la investigación temática freireana y en la investigación acción participante (IAP), lo cual propició mi encuentro con el gran maestro Orlando Fals Borda, quien me abrió el camino de los saberes populares como un lugar epistemológico diferente, así como nuestra condición humana sentipensante, y la actitud de mantener la rebeldía como bandera frente a todos los poderes que dominan, no importa su signo, de izquierda o de derecha.

Estas escuelas, ligadas al movimiento campesino, se convirtieron en referente de trabajo pedagógico para una escuela formal basada en la investigación. Desde allí se apoyaron las experiencias de las escuelas interculturales y bilingües del Consejo Regional Indígena del Cauca – CRIC, y experiencias de maestros y maestras ligadas a procesos de educación popular que dieron cauce a grupos pedagógicos ligados a los contextos y a los orígenes sociales y culturales de sus territorios. Estas dinámicas confluyen en la constitución del movimiento pedagógico colombiano como una de sus vertientes conceptuales y prácticas al interior de la Federación Colombiana de Educadores – FECODE, en donde aprendería de la diversidad de apuestas transformadoras, y al reconocerla, convertirla en riqueza. Allí fui colega y compañero de muchos de los grandes maestros de la pedagogía de este país. También, uno de sus lugares de referencia como pedagogía práctica y desarrollo de esas luchas fue la experiencia de la escuela San José de Aipe, que se nutrió a su vez de los desarrollos de la escuela Filodehambre en Neiva.

El acompañamiento a la construcción del movimiento pedagógico desde esta concepción, nos llevó a conformar con variados sectores en donde participaban algunos profesores de esta Universidad (UPN), procesos de apoyo a la Constituyente de 1991 que derivaron luego en la Constituyente educativa, donde participamos activamente en la discusión de una ley de educación para estos tiempos y en nuestros contextos, lo cual concluyó en la Ley 115 de 1994. De igual manera, los desarrollos metodológicos logrados acompañaron en una primera fase el desarrollo de la construcción de un proyecto pedagógico propio en el movimiento de educación popular integral Fe y Alegría a nivel nacional e internacional, que me dotó de la amiga e interlocutora peruana Amanda Bravo, con quien trabajaríamos las capacidades, como una respuesta a las competencias limitadas del capital en educación, y me permitiría compartir con ese gran maestro, Manuel Uribe, sj, quien me enseñó con su vida y reflexión que un proyecto educativo sin ética no tenía sentido.

Estos desarrollos permitieron que fuera convocado a un equipo liderado por María Elena Manjarrés en el Programa Ondas de Colciencias, a darle forma a la propuesta de la Investigación como Estrategia Pedagógica en un programa de ciencia para niños, niñas y jóvenes. Esta iniciativa se desarrolló durante ocho años y fue trabajada para ser endogenizada a su currículo con el gobierno boliviano. Al marcharnos del Programa, en medio de una ofensiva burocrática y clientelista por instaurar el STEM americano como propuesta para el Programa, contábamos con equipos en los 32 departamentos del país, más de 6,000 proyectos de investigación, un millón de niños, niñas y jóvenes y 22,000 maestras y maestros participando en él.

En la elaboración de la propuesta de Ondas conocí a un maestro que me señaló caminos de lecturas y debates para producir el encuentro y complementariedad entre las ciencias naturales, las ciencias sociales y las sabidurías ancestrales, mi querido Jairo Giraldo, con cariño el “doctor Buinaima”, con quien además trabajamos la metáfora del Programa y de los materiales para sacarlos del positivismo para niños y aproximarlo en la integralidad de las tres físicas.

Salido del CINEP con otro grupo de compañeros y compañeras por la orientación que tomaba la institución por los aires menos progresistas de las nuevas direcciones nacionales de la institución jesuítica en esos aciagos días y por las personas colocadas a dirigir el Centro, fui recogido por el Proyecto Planeta Paz, que buscaba y sigue buscando una paz desde los territorios y con los sectores sociales populares con una premisa de la necesidad del aprendizaje, manejo, regulación, tramitación de los conflictos como fundamento de la construcción de lo humano, en el sentido que decía el maestro Estanislao Zuleta: “Una sociedad mejor es una sociedad capaz de tener mejores conflictos. De reconocerlos y de contenerlos. De vivir, no a pesar de ellos, sino productiva e inteligentemente en ellos. Que solo un pueblo escéptico sobre la fiesta de la guerra, maduro para el conflicto, es un pueblo maduro para la paz.”

La vida ha sido muy generosa conmigo, allí, en medio del trabajo con 386 organizaciones sociales populares, mi aprendizaje ha sido inmenso. Solo como ejemplo, uno de los sectores, el de LGBTI me rompió esquemas y me exigió profundos desaprendizajes que no acabo de concluir sobre lo humano, la sexualidad, el género, los feminismos, y esas múltiples formas de poder arraigadas en cuerpos y diversidades que exigen profundas transformaciones subjetivas más allá de la épica para construir movimientos que, en su momento, por ejemplo en Manizales, nos llevaron a realizar las reuniones en una discoteca luego de la 1 de la mañana, huyendo de las amenazas de los paramilitares. De eso da fe la infatigable maestra de la Movilización Social por la Educación y de todas las luchas sociales allí, Stella Cárdenas, con quien hemos aprendido este último año de la sabiduría ancestral en la sistematización de la educación propia de los resguardos de Rio Sucio, Caldas.

De igual manera, mi duelo también fue compensado con el bálsamo de la Expedición Pedagógica Nacional, que rompiendo los parámetros de una educación única y homogénea construida por los organismos multilaterales y sus agentes en los ministerios de educación y algunas universidades. La Expedición propone la metodología del viaje y nos enseñó que, más allá de la diversidad humana biológica, cultural, existía en este país una diversidad educativa y pedagógica que era visible en esas múltiples maneras de hacer escuela y de ser maestro y maestra, más allá de la homogeneización propuesta por el capitalismo cognitivo a través de sus estándares, competencias, derechos básicos de aprendizaje y otras yerbas que posan de técnicas y objetivas en educación, para eso que los brasileros de Bolsonaro llaman en estos días: “fuera la política de la escuela”.

También ese ejercicio de Planeta Paz y de la Expedición Pedagógica Nacional, con esos miles de mujeres y hombres que no menciono personalmente porque no me alcanzaría el tiempo para ello, me ha permitido decantar en ese ejercicio de darle la voz a los actores sociales populares, de avanzar en la constitución de ellos como sujetos, y desde el reconocimiento de sus prácticas como lugares epistémicos, que requiere de otras formas investigativas para dar cuenta de ellas. Allí ha emergido la sistematización como un camino privilegiado para hacer visibles los saberes y conocimientos negados desde otras epistemes, lo cual da piso a un diálogo-confrontación de saberes y negociación cultural como desarrollos propios de la pedagogía de la educación popular que no es, sino que se está haciendo.

De igual manera, como respuesta a los tiempos que corren desde la memoria del conflicto y experiencias de paz desde la escuela, nos muestra el ejercicio sistematizador desarrollado como una gran lección de que no existirá paz si no se construye desde los territorios y con la gente. Allí, y en múltiples expresiones, emergen con fuerza propia las geopedagogías, las cuales nos han llevado a cuestionarnos, ampliar y complementar los troncos pedagógicos de los que habíamos bebido en nuestros desarrollos conceptuales y prácticos, para dar respuesta también a los nuevos contextos, a los nuevos campos epistémicos y conceptuales, a las emergencias de la diversidad, a ese sur profundo que exige entrar en sus tradiciones y en sus sabidurías para hacerse complementario de los otros conocimientos.

Por toda esta gente que me ha hecho, y en su nombre, que me han ayudado a construirme cada día como educador popular en este continente, bien sea en el proyecto común o en la negación de él, lo cual siempre me obligó a refinar la argumentación, acepto estos honores a una causa colectiva, y a nombre de ellos en mí, me reconozco educador en unos tiempos donde muchos de los paradigmas que le dieron forma a ella están en crisis, generado por un cambio copernicano de un mundo que ha vivido dos revoluciones industriales en los últimos cincuenta años, y nos coloca sobre una cuarta revolución industrial que a la vez que hace centrales el trabajo inmaterial, la ciencia artificial, la información y la tecnología con sus algoritmos y el big data como fundamento de un capitalismo cognitivo que, al volver la ciencia fuerza productiva, convierte a la apropiación del común del conocimiento en estos tiempos el elemento central de su nuevo proyecto de control, así como en el pasado se apropió del común de la naturaleza y el de la cultura volviéndolos mercancía.

Ese control, ayer como hoy, vuelve a construir desigualdad y opresión, que no se puede esconder bajo los mantos del discurso del progreso. No en vano, la OIT nos muestra cómo en ese tránsito entre tercera y cuarta revolución productiva, 200 millones de personas han perdido su puesto de trabajo, y el informe de Oxfam a la cumbre de Davos hace visible la concentración acelerada de la riqueza. En el 2012 los 62 más ricos del mundo poseían lo de los 3,500 millones más pobres. En el 2016, ya solo 8 poseían lo de 3,700 millones; y a ellos se les había aumentado sus ingresos en un 44%, y a los más pobres se les había disminuido en un 37%.

Por ello recibo este honor a nuestra causa, de parte de una universidad pública, de la cual ahora con este reconocimiento soy oficialmente su egresado, en unos tiempos donde los jóvenes en la calle nos siguen dando las lecciones de dignidad que no nos dieron los rectores de las universidades negociando el inmediato presente para sus intereses políticos e individuales pero olvidando, como lo reconocemos hoy los educadores populares, que si no hay una educación pública para todas y todos científica, de calidad, contextualizada y descolonizadora, el futuro de la sociedad de la humanidad está en peligro, ya que terminaremos en manos de quienes quieren convertir la educación en un servicio-mercancía, para los intereses de quienes buscan solo lucro y dinero en ella, colocándonos en una carrera para las competencias que necesita el mercado para garantizar productividad y competitividad de su homo oeconomicus, despojándonos de esas dimensiones trascendentes que hacen posible la esperanza y la solidaridad con el dolor ajeno, fundadas en unas capacidades de un ser humano integral y pleno.

Por ello, no es posible en la actual coyuntura caer en el administrativismo de sobrevivencia rectoral, y es necesario unirnos, todas y todos, a los jóvenes para hacer de la educación un asunto de la sociedad y discutir el proyecto educativo nacional que agrupe a los más variados actores y que coloque las nuevas bases no solo para reformar la Ley 30, sino para todas las educaciones, desde nuestros contextos, haciendo posible que no solo formemos ciudadanas y ciudadanos del mundo, sino también hijos e hijas de la aldea, éticamente responsables con el destino del planeta y de los dolores y sufrimientos de esta humanidad negada por un mercado que ha asumido la vida, la subjetividad, la individuación de miles de millones de personas a través del consumo y de la obsolescencia programada convirtiendo al dinero en su nuevo dios.

Cómo no convocar esta noche al “mono” Carlos Gutiérrez, nuestro monje terco y polémico de la prensa y editorial alternativa de este país, quien abrió con amplitud las puertas de Desde Abajo a este escritor descalzo, quien muchas veces los afanes de la acción y de la lucha no le permiten el tiempo para pulir el verso. Al “mono”, quien sigue siendo compinche en esta tarea que tenemos para largos años de refundar la democracia y revolucionar la revolución.

Me he hecho y me sigo haciendo educación popular gracias a todas y todos los que me ayudaron a aprenderla. Un agradecimiento especial a mi madre, acá presente, a mi padre y a mi hermano Álvaro que desde una estrella me miran. A mis hermanos, a mis sobrinos, que, en los momentos más duros, cuando creí desfallecer, estuvieron allí, a pesar de la diferencia de caminos para apoyar y animarme humana y materialmente, y con ello permitirme ser fiel al ideal. Como decía el letrero en la cabecera de la cama de las tías Judith y Raquel, que tantas veces refrendó mi camino: “Renunciar al ideal, arruga el alma”.

También a mis amigos y amigas de rumba y compinches de solidaridades, amores, desamores, luchas fracasadas que volvíamos victoria en cada fiesta. A ellas y ellos, porque siempre han alentado la esperanza en medio de un ron donde Marielita y sus tangos. Donde Gustavo, nuestro Olafo del Goce Pagano, que se marchó antes de este día refunfuñando por esta nueva “cooptación” que yo aceptaba. Al Fernando, en su Buscando América, el Hugo, en Café cinema; esos lugares donde paseamos ser latinoamericanos el ser latinoamericanos para la fiesta y el disfrute, a veces hasta la locura y el éxtasis, acompañados por las palabras pícaras de nuestro poeta mayor, Roca, con quien compartimos la común penitencia de ser hinchas del Deportivo Independiente Medellín – DIM.

Cómo no recordar en este momento a mi amigo y maestro del alma Mario Calderón, con quien posamos de herejes en los momentos más duros del paramilitarismo, que en una noche aciaga se lo llevó. Con él fundamos con otros rebeldes la “diócesis de Oriente”, en honor a la canción de la música salsa Oriente, obispado que dirigió Mario con una prestancia inigualable, y cuyo lema es y será: el sol jamás saldrá por el norte. Su liderazgo logró reunir una buena cofradía de interlocutores bohemios que cada día amanecíamos recordando que la transformación era un asunto cotidiano.

Desde luego, una palabra para las mujeres que he amado, me han amado, y me siguen amando. Que han soportado mis locuras, mis propuestas de relación y de vida no tan fáciles. Gracias. Sin ese cariño y afecto no habría sido fácil estar hoy acá, pero en especial, a la que se atrevió a querer un hijo en medio de mi nomadismo eterno, y en especial a ese hijo que me ha enseñado tantas cosas desde el vientre materno y me sigue dando lecciones todos los días, y a quienes lo han educado haciendo de él un ser humano de la tradición de los librepensadores y de la solidaridad. A su padrino Carlos, quien de cuando en cuando me reconviene de mi manera de practicar el oficio de padre.

No puedo terminar sin agradecer a don Simón Rodríguez, que me enseñó que era necesaria una educación que nos hiciera americanos y no europeos, y que hoy algunos en esta Universidad quieren que en este salón multipropósito se llene de sentido llamándolo Aula Simón Rodríguez, para que sus ideas siempre estén llenando de contenido y esperanza las actividades que acá se realicen. Quiero cerrar con sus palabras para invocar el futuro que seguiremos construyendo. Dice el maestro de Bolívar: “¿Dónde iremos a buscar modelos? La América española es original, originales han de ser sus instituciones y sus gobiernos, y originales los medios de fundar unos y otros. O inventamos o erramos (…) Yo dejé la Europa –donde había vivido 20 años seguidos—por venir a encontrarme con Bolívar; no para que me protegiese, sino para que hiciese valer mis ideas en favor de la causa. Estas ideas eran: (y serán para siempre) emprender una educación popular, para dar ser a las repúblicas imaginarias que ruedan en los libros y en los congresos.”

Marco Raúl Mejía Jiménez

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Los marxistas en su laberinto del siglo XXI

Por: Luis Bonilla-Molina 

Ensayos sobre las izquierdas en América Latina y el Caribe

Diría Francisco, no el Papa de Roma, sino mi recién fallecido padre ¡que terquedad la tuya, intentar debatir lo que nadie parecer querer cambiar!Y es que es el pragmatismo se viene imponiendo como razón política en las propias izquierdas. Solo los más osados se atreven a plantear uno u otro tema teórico que muestre algún nivel de atasco en su implementación en la praxis. Lo hacen a sabiendas que desde múltiples lugares se le acusará de revisionistas, renegados, intelectuales pequeñoburgueses o, hasta de ser parte de la nómina de algún servicio secreto internacional, hecho del cual los acusados no se habían enterado hasta la fecha. A pesar de ello, tomo aire para buscar aliento y me decido a hacer las veces de secretario de multitudes diversas y, en consecuencia, procedo a tomar nota de los planteamientos y dudas que en tono de murmullos se escuchan cada vez con mayor insistencia en distintos lugares de lucha de nuestraamérica. La única intención de este escriba –aunque sospecho que dirán que tengo ocultas e innobles intenciones- es la de intentar contribuir a la construcción de una agenda compartida sobre los desafíos epistémicos, conceptuales y de acción de los socialistas libertarios a finales de la segunda década del siglo XXI.

Por supuesto me refiero al socialismo científico sistematizado por Karl, el nacido en Tréveris. Fíjense que digo que él “sistematizó” y en ningún momento que creó, porque Marx fue un científico social y no un religioso, ni un infalible gurú. Y allí dos problemas iniciales, sobre los cuales volveré más ampliamente en otros artículos.

El primero de ellos reside en el hecho que a través del tiempo ha surgido una especie de ortodoxia marxista que se siente facultada para establecer los cánones del marxismo, la legalidad y legitimidad del pensar la transformación, que ha convertido el pensamiento crítico en estático alejado del dinamismo dialéctico, para el cual categorías como imperialismo, obrero fabril, partido revolucionario, trabajadores, ideología, alienación, entre otras, no han sufrido cambios en el terreno concreto de la lucha de clases a más de un siglo de haberlas definido inicialmente. Marx siempre estuvo atento a la influencia de las realidades históricas concretas en la teoría, entendiendo que la dialéctica no era una externalidad analítica, sino que tocaba al propio pensamiento socialista.

El segundo de ellos, es la creciente invisibilización del hecho que Carlos Marx se reclamó socialista científico, algo que ahora pasan por alto muchos apologistas neo metafísicos que atacan sin cesar cualquier apelación a la mentalidad científica. La transformación estructural de las sociedades capitalistas para abrir paso al socialismo no es un acto solo de voluntad –que la requiere- sino también de pensamiento estructurado, de conocimiento en profundidad de las ciencias puestas al servicio de la liberación del hombre por el hombre. En consecuencia, el marxismo es el pensamiento científico transdisciplinario que reflexiona, estudia y propone ideas para el cambio estructural de las sociedades a partir del estudio de cada coyuntura histórica, nunca en abstracto, ni desde el inmovilismo cognitivo.

Marx fue un hombre de su tiempo histórico. Como pocos comprendió el impacto del desarrollo científico y tecnológico en el modo de producción capitalista. Carlos Marx fue un enamorado de las posibilidades que encerraban la primera y segunda revolución industrial para romper las profundas y estructurales desigualdades acumuladas por siglos. Por ello interpretó de manera acertada el impacto de la relación del trabajo colectivo de los obreros industriales y fabriles alrededor de las máquinas y las innovaciones, en los procesos de producción de mercancías. Construyó una interpretación única y singular respecto a la conciencia de esa clase social, constituida en el corazón del modo de producción, a la cuál caracterizó como el motor de la nueva historia de la lucha de clases y de las posibilidades de construcción de la vida colectiva del común, el socialismo.

Marx construyó una teoría que hemos denominado marxismo, no como un nuevo relato teológico, sino como un método para actualizar de manera permanente el presente y el devenir de las luchas. Karl, el gigante revolucionario no podía prever –ni era su tarea histórica- que precisamente el desarrollo tecnológico que ocurriría 150 años después de la elaboración del Manifiesto Comunista (1848) conocería una tercera y cuarta revolución industrial (1960-2019/ 2020- ) que ahora no tan solo deja de agrupar a los trabajadores en fábricas para la producción de mercancías, sino que comienza a expulsarlos de ellas, impactando la idea de lo colectivo en la producción, reconfigurando también el papel de otras clases sociales consideradas en algún momento subalternas al proyecto socialista.

El problema es que la reflexión sobre estas dinámicas es muy precaria aún en América Latina y el Caribe y ahora, para colmo, se nos anuncian las consecuencias inmediatas de la primera ola del desembarco (década de los ´20 del siglo XXI) de una cuarta revolución industrial (fábricas 4.0, expulsión en masa de amplios sectores de la clase obrera de las fábricas, crisis humanitaria laboral en los países altamente industrializados, ALC como simple campo de extractivismo de materias primas de viejo y nuevo cuño), así como de la llamada era de la singularidad (fusión de tecnología con vida humana), en medio de una crisis ecológica planetaria sin precedentes.

¿Cuál es el impacto de estas nuevas realidades en el plano teórico general del socialismo, en las organizaciones revolucionarias y en el propio programa de acción de las luchas socialistas? Sobre esto seguiremos escribiendo, como simples secretarios de múltiples voces que reclaman un espacio y una agenda emergente para mantener viva y con posibilidades de disputa del poder la idea socialista por parte de quienes vivimos del trabajo en el siglo XXI.

*Fuente: https://luisbonillamolina.wordpress.com/2018/12/04/los-marxistas-en-su-laberinto-del-siglo-xxi/

*Fuente de la imagen: https://www.merca2.es/lecciones-cuarta-revolucion-industrial/

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Tiempo de reforma en la universidad

Por: Andreu Mas-Colell.

Las universidades españolas han sabido multiplicar su productividad científica y proveer a la economía con profesionales bien preparados. Su contribución a la productividad de la misma y a la atracción de inversiones ha sido así notable. ¿Cómo lo han podido hacer con medios inferiores a los de sus homólogos europeos? No hay misterio. La Universidad es intensiva en trabajo, de profesores y personal administrativo. Su calidad no es menor a la de sus homólogos y el servicio que reciben nuestros estudiantes es similar al de los suyos. Pero los salarios son inferiores. Añadamos el entusiasmo de un personal consciente de que se estaba levantado un país que, intelectual y económicamente, venia de muy abajo.

Ahora bien, la inercia y el voluntarismo no dan para más. Es un milagro que las universidades hayan superado la crisis y que sigan desempeñándose decentemente. Pero si no se confrontan con valentía las fuerzas que amenazan con empujarla, otra vez, hacia abajo, su deterioro es seguro, y más a corto que a largo plazo.

Los retos fundamentales del momento son tres: el de la financiación, el de la autonomía y el de la gobernanza. Hay otros problemas graves, por ejemplo el de garantizar una renovación generacional del profesorado que incorpore lo mejor que tenemos preparándose, en las universidades y centros de investigación de España o del exterior. Pero si se solucionan los tres retos antes mencionados, los demás caerán por añadidura. Los tres requieren convicción y acción política.

Hay que tener presente, en primer lugar, que la financiación universitaria se ha demostrado muy sensible a la coyuntura económica. Ha descendido más que la media durante la crisis. La razón es que en el ajuste a la crisis se han priorizado, ante todo, las pensiones y, a continuación, la salud y la educación obligatoria. Y un poco más atrás, la dependencia. El gasto público en estas categorías ha disminuido menos que la media y, como consecuencia, el resto lo ha hecho más. Por tanto, para mantener las cosas donde estaban, en el ciclo alcista que sigue a la crisis debería aumentar el gasto en ese resto por encima de la media. Pienso, sin embargo, que sería mejor evitar oscilaciones, y que un crecimiento modesto, pero sostenido, sería óptimo. Por ejemplo un aumento real (sin inflación) del 5% anual en la financiación pública de las universidades. Este, idealmente, debería ser un compromiso presupuestario de comunidades autónomas y de Administración central, seguramente en forma de apoyo a la investigación universitaria en este último caso. Un 5% sostenido parecerá muy poco a mis colegas, pero piénsese dónde estaríamos si se hubiese seguido esta senda en el pasado. Ciertamente, preferiría más, y con seguridad la Universidad utilizaría bien esta cantidad más. Pero quiero ser realista. La precedencia de pensiones, salud y educación obligatoria continuará y, dadas nuestras perspectivas fiscales, la tensión presupuestaria que se generará será considerable. Contar con grandes incrementos de apoyo público a las universidades sería un deseo de improbable realización.

Las universidades tendrán el dilema de perder calidad o aumentar la participación de los alumnos en la financiación

No voy a evitar temas difíciles: las universidades españolas se encontrarán ante el dilema de elegir entre perder calidad o aumentar la participación de los alumnos en la financiación, mediante sistemas de tarifación social: tasas de matrículas en función de la renta familiar. En particular, matrícula gratuita e incluso una beca salario para el que no puede contribuir. También debería instaurarse un sistema generoso de créditos. No negaré la existencia de una demanda en sentido contrario: acercarse a la gratuidad. El argumento es que así es en Alemania y en otros países europeos. Pero en estos países han estructurado sus prioridades de formas distintas. En Alemania existe el copago sanitario. Una vez establecida una política pronunciadamente favorable a las pensiones y a la gratuidad de la salud y la educación, todo lo demás, incluidas las universidades, va a sufrir. El dilema, pues, perdurará. Si la elección va en la dirección de permitir el deterioro, no duden que las familias que puedan pagar una educación universitaria de calidad la pagarán, pero lo harán a las universidades privadas. ¿Tiene sentido inducir la huida de las clases medias de la Universidad pública? ¿No sería mejor que las familias que pueden permitírselo contribuyan a la Universidad pública y así aseguren una Universidad de calidad también para los que no pueden? La izquierda se equivoca reivindicando la gratuidad. Que la derecha les acompañe debería abrirles los ojos.

Las universidades son, en teoría, autónomas. En realidad, lo son solo parcialmente, y su incardinación en la Administración pública ha significado una dependencia excesiva, y acentuada durante la crisis, de restricciones administrativas. El grado de autonomía debe ser mayor. El efecto de financiación y autonomía no es simplemente aditivo. Es multiplicativo, en el siguiente sentido: el beneficio de un aumento de financiación es mayor cuanto mayor sea el grado de autonomía de la Universidad. Por supuesto, una mayor autonomía es plenamente compatible con rendición de cuentas. La dirección en la que España debe avanzar es pues muy clara: soltar las amarras, legislativas y reglamentarias, que encorsetan la capacidad de acción de las universidades en todas las dimensiones.

Hay que terminar con el sistema de elección de rectores que es desconocido y exótico en nuestro entorno

La amarra principal que hay que soltar es la que impone un sistema de elección de la primera autoridad universitaria, el rector, por un procedimiento exótico y totalmente desconocido en nuestro entorno. Un procedimiento que tiene la curiosa virtud de restarle autoridad. Se acusa a veces de reduccionista a esta focalización en el procedimiento de elección de rector. No debería. Más bien pienso que la acusación resulta de la desesperanza y de la consiguiente adaptación mental que lleva a proclamar poco importante aquello que se cree irresoluble. No debemos rendirnos. Dotar a las universidades de un órgano colegiado superior con autoridad y con capacidad para nombrar a un rector —entre profesores o investigadores internos o externos a la Universidad— es la clave para atacar con efectividad los muchos otros problemas, como el de la contratación del profesorado. La potencia de la autonomía universitaria será mayor si los instrumentos básicos de dirección residen en órganos altamente competentes y con autoridad. Los informes realizados en la última década por encargo ministerial recomiendan ir en esa dirección. No es necesario encargar otro. Ahora conviene actuar.

En este tema podríamos ir con Unamuno y copiar las mejores prácticas. Si menciono a Finlandia se me dirá que no es realista tomar a países escandinavos como ejemplo. Pues tomemos a Portugal. Su ley universitaria establece que las universidades se rigen por un órgano colegiado superior (Consejo de Gobierno) que, en particular, nombra al rector, un profesor no necesariamente de la propia Universidad. Lo importante, y salvaguardando así el imperativo constitucional de la autonomía universitaria, es que una mayoría de este órgano es nombrado desde el interior de la Universidad. Además, las universidades portuguesas pueden individualmente elegir constituirse en fundaciones, y pasar de la contratación funcionarial a la laboral. Algunas lo han hecho y otras están en camino. Pero lo que merece subrayarse es que las universidades pueden elegir. Otro ejemplo, magnífico, de lo que significa la autonomía universitaria: la capacidad de las universidades de organizarse a su mejor entender.

Fuente del artículo: https://elpais.com/elpais/2018/11/30/opinion/1543591093_025939.html

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¿Cómo resolver el problema de las universidades públicas?

Por: Julián De Zubiría Samper.

El país vivió un día histórico el pasado 10 de octubre. Multitudinarias movilizaciones lideradas por el movimiento estudiantil salieron en defensa de la educación pública y exigiendo que los recursos de la guerra se desplacen a la educación. El pedagogo Julián De Zubiría analiza los posibles escenarios para superar la crisis.

El diez de octubre de 2018 será recordado como un punto de inflexión en la lucha por el derecho a la educación en Colombia. Las agencias internacionales estiman que más de medio millón de personas salieron a la calle en diferentes ciudades a defender las universidades públicas, hoy amenazadas por el abandono, la estigmatización y la desidia de los últimos gobiernos. No cabían los estudiantes en la Plaza “Che” de la Universidad Nacional y, como muy pocas veces, tampoco la Plaza de Bolívar, en el centro de Bogotá, alcanzó a albergar a los miles y miles de manifestantes. En hechos sin precedentes, las marchas estuvieron encabezadas por los rectores de las universidades oficiales, fueron acompañadas por miles de estudiantes de las universidades privadas y, durante el día, grandes grupos de jóvenes limpiaron las consignas que habían pintado previamente pequeños grupitos de estudiantes encapuchados. Sin duda, será un día histórico para la educación colombiana y si bien la gran mayoría de marchantes eran estudiantes, también lo hicieron profesores y ciudadanos que saben que la universidad pública tiene la llave maestra para disminuir la inequidad, fortalecer la movilidad social en el país y generar riqueza social.

Como muchos otros, agradezco a la vida el haber podido estudiar en la Universidad Nacional de Colombia. Recibí clase de los mejores docentes de la época, lo que me ayudó a desarrollar la pasión por la lectura, el pensamiento crítico, el compromiso social y una perspectiva más diversa y compleja del mundo. Pero son pocos los que tienen ese derecho, porque debido a la asfixia presupuestal en la que la han mantenido, de 75.000 aspirantes para el año 2019, sólo 5.000 fueron admitidos, aunque 14.000 habían aprobado el examen. Algo muy similar sucede en las otras 31 universidades públicas en las diversas regiones del país.

La humanidad no conoce una mejor manera para salir de la pobreza que la educación. Miles de vidas han sido transformadas por completo gracias a la muy alta calidad que ofrecen la mayoría de las universidades públicas colombianas. Más de la mitad de ellas cuentan con acreditación. Hoy, más de 650.000 jóvenes estudian en sus aulas. El 81% pertenece a los estratos 1, 2 y 3, en un bello ejemplo de integración y diversidad social. Sin educación pública, los estratos más bajos estarían condenados a vivir en las mismas condiciones de pobreza en la que vivieron sus padres. No hay duda: las universidades oficiales han sido el más importante mecanismo de movilidad social en la historia del país.

Rápidamente, el gobierno salió a ofrecer a los manifestantes una adición de 500 mil millones para las 32 universidades públicas para el 2019. Ignacio Mantilla, ex rector de la Universidad Nacional, calificó la medida como un “conejazo”, ya que dichos recursos no serán necesariamente para las universidades públicas y tan solo 55 mil de ellos serán manejados por ellas. El SUE consideró que los recursos ofrecidos tan solo equivalen al 2,8% de la deuda acumulada con las universidades; los representantes de los profes concluyeron que la decisión era una “mentira” y los estudiantes decidieron iniciar un paro indefinido al considerar que la propuesta del gobierno desconocía la magnitud y la raíz del problema. Estos últimos tampoco aceptaron la invitación a dialogar que les cursó el MEN y la condicionaron a la presencia de rectores y profesores. De la marcha salió enormemente fortalecida la alianza tripartita en defensa de la universidad oficial. Posición que también es respaldada por un muy amplio sector de la nación que ve con buenos ojos que se fortalezcan las universidades públicas.

Lo que está en juego en Colombia es cuál es la prioridad que vamos a asumir como nación. Hay un sector que considera que la prioridad debe seguir siendo la guerra. Ellos ya han alcanzado una adición presupuestal de 3,5 billones en el 2019 en defensa y armamento, de manera que supuestamente podamos enfrentar el conflicto armado que ellos mismos están impulsando contra Venezuela. En Colombia, un sector se ha beneficiado política y económicamente de la guerra y quiere seguir nutriéndose, pero ahora en una guerra contra el hermano pueblo venezolano, hoy sumido en una dramática crisis política, social, humana y económica. No quieren reconocer que la guerra es la expresión más primitiva del ser humano y la expresión más clara de que somos incapaces de dialogar y de resolver pacíficamente los problemas que genera la convivencia. Pero no se detienen porque saben que no son sus hijos los que morirán en ella.

Por otro lado, estamos los que creemos que la única opción que tenemos como nación es la de fortalecer la inversión en ciencia y en educación. Los miles y miles de personas que se expresaron en las calles, han dado una respuesta contundente: Se agotó la paciencia para ver que los recursos de la guerra se desplacen hacia la educación. La solicitud es clara y directa: por lo menos 1 billón de dichos recursos deberá destinarse para 2019 a las universidades oficiales. En términos coloquiales, compartimos la tesis de Tola y Maruja cuando dicen que esperan que los recursos de la guerra “se destinen a la educación pública, pero para bombardear la ignorancia”.

Sin embargo, el problema es más complejo. Estamos ante una crisis estructural que se fue gestando en las finanzas de las universidades públicas desde 1992 y no la vamos a resolver con giros adicionales. Así sean mayores. La pregunta esencial es cómo vamos a afrontar el derecho a la educación de las nuevas generaciones. Para ello, es indispensable un cambio orgánico a la ley que define las transferencias del Estado hacia las universidades oficiales. Sin modificar la Ley 30 de 1992, no es posible salir de la crisis financiera estructural de las universidades oficiales.

La nación tiene que recurrir a nuevas fuentes de financiamiento de la educación provenientes de regalías, nuevos tributos y gravámenes, recursos que antes se destinaban a la guerra y de diversas y creativas estrategias de financiamiento. En la práctica, hay que hacer una inversión masiva para cualificar la dotación de las universidades oficiales y ponerlas tecnológicamente a la altura de la calidad que ofrecen; algo muy similar a lo que hizo Ecuador en la década anterior y a lo que unos años atrás hicimos nosotros para enfrentar la guerra interna. En Colombia se buscaron nuevos recursos para avanzar en la lucha contra las guerrillas y, para lograrlo, se crearon impuestos excepcionales. En educación tendremos que hacer algo similar. Pero para ello es indispensable un acuerdo que exprese un amplio respaldo político: Un Acuerdo Nacional por la Educación. Éste debe involucrar a las más diversas fuerzas sociales, políticas y económicas de la nación.

Como hemos señalado y recomendado académicos y científicos en otro momento, la nación necesita un Consejo Nacional en educación y otro en ciencia para garantizar la política pública de Estado de la cual hemos carecido. Esa es una condición sine qua non para que las soluciones no sean espejismos con claros intereses políticos, sino que se recurra a medidas estructurales, de largo plazo, pensando en los intereses de las nuevas generaciones y no de las próximas elecciones.

Las universidades públicas no pueden seguir mendigando o regateando sus recursos, ni deben tener que recurrir a mecanismos coyunturales para evitar que sus edificios se caigan. Como nación tendremos que asumir una financiación suficiente, acompañada de reformas administrativas y pedagógicas en su interior. No tiene ningún sentido que una universidad como la Nacional tenga más administrativos que docentes (3.000 frente a 2.993, respectivamente). Se requiere mirar con mucho más cuidado el decreto 1279 y los impactos que ha causado en la calidad de la educación, para determinar qué ajustes hay que hacer en el sistema de pago de los docentes.

La grave crisis financiera debe verse como una oportunidad para resolver de manera general los diversos problemas de las universidades públicas. Será la oportunidad para sanear estructuralmente sus finanzas, para reestructurar su administración y para repensar sus lineamientos pedagógicos. Al respecto de esto último, hay que señalar que son diversas las estrategias que se están estudiando en algunas universidades oficiales para repensar sus sistemas de evaluación, currículos y los modelos pedagógicos que las orientan.

Hay que intentar convertir la adversidad en una oportunidad para impulsar el desarrollo. Es claro que, si fortalecemos las universidades públicas con recursos, buena administración e innovación pedagógica, estaremos consolidando el tejido social, formaremos mejores ciudadanos, e impulsaremos el crecimiento económico, la creatividad, la ciencia, la investigación nacional, la equidad y la democracia. De esa manera, ayudaremos a resolver los problemas del país, a disminuir la iniquidad y a favorecer la movilidad social.

Como puede verse, lo que está en juego no es solamente el estudio de los jóvenes, sino el tipo de sociedad que estamos construyendo y el desarrollo nacional que alcanzaremos. Es por eso que miles y miles de personas salieron a la calle el 10 de octubre de 2018. Es condición de la democracia escuchar la voz del pueblo. Ojalá el gobierno le cumpla a la democracia en Colombia.

Fuente del artículo: https://www.semana.com/educacion/articulo/julian-de-zubiria-analiza-como-resolver-la-crisis-de-las-universidades-publicas/587042

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Incidencia de la pobreza en la finalización escolar

Por: Yolanda Quiroga. 

Siempre se ha señalado a la educación como principal herramienta para el progreso de los países y por ende, la solución de sus grandes problemas, entre los principales, la superación de la pobreza. Hoy con un 32%. Argentina tiene serios problemas de finalización de la secundaria. No es novedad, en realidad sólo el 60% de los alumnos llegan al último año de este nivel en el tiempo esperado. Los números son lamentables cuando se trata de sectores más vulnerables. En ellos, se gradúan en el tiempo teórico, el 37,5% de los estudiantes. Según un reciente informe de ICSE (Contexto Social de la Educación) que tiene en cuenta características de vivienda, agua, saneamiento, educación y economía del hogar, manifiesta que en escuelas públicas, el nivel de finalización cae a medida que aumentan las necesidades. En el contexto de privación bajo/medio, llega a tiempo 63,3%, en el alto 48,4% y en el crítico, tan sólo el 37,5 por ciento. Es decir, el 62,5% de los alumnos más pobres no termina la secundaria cuando debería. Los sectores vulnerables, el contexto que rodea al alumno, hace que el aprendizaje y su trayectoria escolar se vea amenazada. Las necesidades socioeconómicas, el embarazo adolescente y el no encontrarle un sentido al esfuerzo, son los principales factores que motivan el abandono. En muchos casos, no llegan ni siquiera a la secundaria. Tienen pocos libros a su disposición, se habla un lenguaje más rudimentario, cuentan con menos juegos que los estimulen. Tienen grandes desventajas que repercuten en su futuro académico. Sin considerar el grave problema de un cerebro sano en generaciones futuras. Se calcula según este informe que sólo 1 de cada 10 jóvenes más pobres logra un título universitario. Mientras que en zonas urbanas egresan 7 de cada 10. En el campo ese indicador cae a 4 cada 10. Ello implica menor oferta educativa.

Según la Facso (Facultad de Ciencias Sociales) plantea la necesidad de crear un modelo alternativo de escuela que permita al conjunto de los adolescentes, independiente de sus orígenes, acceder a los saberes y a una escolarización relevante También hay otras estadísticas resonantes: cada 8 minutos, un joven argentino repite su curso o deja la escuela. La secundaria argentina atraviesa una crisis severa. No sólo por el desgranamiento sistemático de la matrícula, sino también por la calidad de sus aprendizajes. Dentro de este marco, las distintas provincias en este mes, deberán presentar ante el Consejo Federal de Educación su plan de acople de la secundaria 2030, que comenzará aplicarse desde el próximo año. Los ejes fundamentales, como lo hablaré en otras columnas son: integración de las materias a través de proyectos interdisciplinarios, que potencien el trabajo en equipo, el pensamiento crítico y la creatividad. Es imposible salir de la pobreza sin educación, porque la madre de la pobreza, es la ignorancia.

Fuente del artículo: https://www.diariodecuyo.com.ar/columnasdeopinion/Incidencia-de-la-pobrezaen-la-finalizacion-escolar-20181130-0071.html

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Millennials en América Latina y el Caribe: ¿trabajar o estudiar? Políticas públicas para la juventud (Video)

BID / 2 de diciembre de 2018 / Autor: Banco Interamericano de Desarrollo / Fuente: Youtube

 

 

Publicado el 20 nov. 2018

¿Cuáles son las razones que hay detrás de las decisiones de los jóvenes de la llamada Generación Y cuando se separa el camino entre la escuela y el trabajo? Analizamos políticas públicas que faciliten una mejor transición de la escuela al trabajo para más de 15.000 jóvenes, de entre 15 y 24 años, en Brasil, Chile, Colombia, El Salvador, Haití, México, Paraguay, Perú y Uruguay. Conoce más descargando la publicación: http://www.iadb.org/millennials – ¡Suscríbete a nuestro blog! https://blogs.iadb.org/trabajo/

Fuente: https://youtu.be/yd42zE7jAlA

ove/mahv

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Repensar la pedagogía

Cuba / 2 de diciembre de 2018 / Autor: Graziella Pologotti / Fuente: Granma

Cuando volvemos la mirada hacia la infancia, el recuerdo personal, preñado de nostalgia, nos devuelve la imagen de un paraíso perdido. Olvidamos asperezas, borramos las huellas de los conflictos que atraviesan el aprendizaje de la vida en las relaciones con los coetáneos y las rivalidades latentes, en los vínculos familiares con las demandas insatisfechas de afecto y consuelo, en el trato con el maestro que no entiende a veces las razones de las pequeñas indisciplinas.

Como cada una de las etapas de la existencia, la infancia constituye un universo con perfiles sicológicos específicos. La cultura occidental comprendió tardíamente las particularidades del ser humano en desarrollo. Durante siglos, el niño, sujeto a un rígido autoritarismo, fue considerado como un adulto en miniatura. Marginados por las clases pudientes, y por necesidades de la subsistencia, los humildes tuvieron que afrontar desde temprano, tal y como sucede lamentablemente en muchos lugares del mundo, los más duros trabajos.

El siglo XIX conoció una expansión sin precedentes en la historia, la sicología, la sociología, la antropología y la pedagogía. El desarrollo de esta última debe mucho al pensamiento herético de Juan Jacobo Rousseau.

Se sentaron entonces las bases conceptuales de la nueva escuela en ruptura con el memorismo y el ­dogmatismo, muy pronto asimiladas por los cubanos, de manera trascendental en la labor formativa emprendida por José de la Luz y Caballero. Desde el maridaje orgánico entre información y formación, en pleno coloniaje, los criollos hicieron de la escuela un espacio idóneo para el crecimiento de valores éticos y la siembra del espíritu de la nación.

La historia transcurre por etapas de ritmo aparentemente reposado, seguidas de otras dominadas por cambios signados por una vertiginosa aceleración. Inmersos en la búsqueda de soluciones para afrontar los problemas concretos que afectan la adecuada cobertura docente, no podemos permanecer ajenos a las realidades que configuran una contemporaneidad de la que formamos parte.

Avanzamos hacia el acceso progresivo a internet, fuente abierta a una información inabarcable, actualizada en el acontecer del instante en que estamos respirando. En extremo útil para investigadores y especialistas aliviados de las cargas de las penosas búsquedas de antaño que devoraban un tiempo precioso, tiene su contraparte negativa en el empleo de fórmulas diseñadas para la manipulación de las conciencias.

La comida chatarra induce a la obesidad, uno de los males de nuestros días. La información chatarra promueve adicciones, fabrica íconos de breve duración, alimenta vanidades que, en virtud de las aspiraciones a un reconocimiento público insustancial, rompen los muros otrora bien resguardados de nuestra inti­midad.

Con la más cándida ingenuidad, entregamos claves esenciales de nuestra personalidad al Gran Hermano que las procesa con fines comerciales y con propósitos políticos, consciente del papel decisivo de la subjetividad, vale decir, de la conciencia, en la conducta de los individuos y de las colectividades humanas.

El problema despierta preocupaciones no solo entre aquellos dinosaurios supervivientes de otras épocas. Se manifiesta ya en sectores académicos del Primer Mundo, sumidos desde hace varios decenios en el contexto de esta realidad virtual. Por eso, el debate en torno a la formación de las nuevas generaciones ha pasado a ocupar un primer plano, articulado al proyecto de sociedad que nos proponemos construir.

Desde la perspectiva neoliberal, se trata de entrenar a los educandos para ofrecer fuerza de trabajo según las demandas de las empresas en el aquí y el ahora. En un mercado laboral restringido, se favorece la adquisición de habilidades en detrimento de la formación integral, a la vez que se estimula el espíritu competitivo.

En otra dirección, considerando las exigencias del batallar histórico en favor de un proyecto emancipador en lo individual y en lo colectivo, se promueve el replanteo del pensamiento pedagógico a tenor de las realidades que configuran el presente y habrán de repercutir, como siempre ocurre en la educación, en el futuro.

No podemos olvidar nunca que el niño que inicia ahora su primer grado en la enseñanza elemental comenzará su práctica profesional dentro de varios lustros. En ese mañana todavía nebuloso, tenemos que pensar en medio de las incertidumbres y los apremios del día de hoy que transcurre de manera inexorable.

Fidel propuso que Cuba fuera un país de hombres de ciencia y de pensamiento. Parecía utópico cuando se libraba el combate contra las secuelas del analfabetismo y escaseaban los bachilleres. Trascendiendo una visión utilitarista, el impulso a empresas de mayor alcance rindió frutos en instituciones de reconocido nivel y se tradujo en resultados económicos tangibles.

La necesaria informatización de la sociedad exige repensar los enfoques pedagógicos con visión transdisciplinaria, sustentada en la filosofía, la sicología y la sociología, sin desdeñar las ciencias de la comunicación.

Ante la avalancha de datos, el énfasis ha de colocarse en la formación de la personalidad y en la adquisición de herramientas para viabilizar el acceso a un amplio espectro informativo disponible en el ciberespacio con el espíritu crítico entrenado para descartar la paja y encontrar lo esencial en el grano.

Hay que despertar el alma dormida en favor del estímulo a la creatividad y la imaginación, indispensables para entender el mundo en que vivimos y construir, de la ciencia y la tecnología,  una producción rentable por su alto valor agregado, afincando así nuestra independencia y nuestra soberanía.

Fuente del Artículo:

http://www.granma.cu/opinion/2018-11-25/repensar-la-pedagogia-25-11-2018-20-11-29

Fuente de la Imagen:

La estafa de la Pedagogía

ove/mahv

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