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Pedagogía del egoísmo y neoliberalismo emocional (3/3)

Por Enrique Díez

En el primer artículo sobre Pedagogía del egoísmo y neoliberalismo emocionalanalizaba la actual revolución individualista que “normaliza” el egoísmo como una virtud incluso. En el segundo artículo sobre el tema explicaba cómo este trastorno “neuroliberal” se automedica con psicofármacos y “pensamiento positivo” para enseñarnos a vivir la servidumbre como si fuera una actividad liberadora. En este tercer y último artículo analizo el neosujeto que está creando esta ideología neoliberal, que en vez de llenar los sindicatos con trabajadores y trabajadoras que se unen para luchar por sus derechos, consigue que sean las consultas de psiquiatría las que están a rebosar de quienes se autoculpabilizan por su fracaso ante el paro y la precariedad.

La nueva moral neodarwinista de la competición constante, en donde el ganador se lo lleva todo y no hay lugar para los fracasados, establece la “obligación de elegir” como la única “regla lógica del juego” de la vida, regida por las pautas del mercado. De esta forma cada persona asume la necesidad de hacer un cálculo de interés individual, si quiere aumentar su capital personal en un universo donde la acumulación y el obtener ventajas sobre los demás, parece la ley generalizada de la existencia y de la posible empleabilidad y supervivencia. Se sustituye la equidad colectiva, por la elección individual. Por el hecho de ser una “libre decisión” personal, consentida, parece justificar la bondad y oportunidad del sistema.

Un ejemplo claro de esto lo vivimos cada día en el mundo educativo. Para buena parte de la sociedad ya no se trata de exigir que todos los niños y todas las niñas tengan garantizado el acceso a los mejores centros educativos públicos de la comunidad, aquellos que están en su entorno, cerca de su domicilio; sino que se exige que las familias puedan “elegir libremente”, es decir, seleccionar y demandar el mejor colegio para “los suyos”, aquel que les dé las mayores posibilidades de obtener las máximas ventajas en la competencia con los otros.

La ideología neoliberal se plasma así en el nuevo tipo de persona que estamos formando, una persona desarrollada en la lógica de la competición, cuyas relaciones y prácticas sociales se transforman en cálculos e intercambios.

Este “empresario de sí mismo” es un ser hecho para triunfar, para ganar. “We are the champions”, tal es el himno del nuevo sujeto emprendedor, con música de fondo de psicología positiva. Con una advertencia: en este nuevo mundo no hay lugar para los perdedores. El conformismo se vuelve sospechoso, porque este neosujeto empresarial está obligado a “trascenderse”, comprometido con ser un auténtico ‘doer’. El éxito se convierte en el valor supremo. La voluntad de triunfar, a pesar de los fracasos inevitables, y la satisfacción que proporciona haberlo logrado, al menos por un momento en la vida, tal es el sentido de la misma.

La gestión neoliberal de la incertidumbre y la brutalidad de la competición implica que los sujetos las soporten bajo la forma de fracaso personal, vergüenza y desvalorización. Una vez que se ha aceptado entrar en la lógica de este tipo de evaluación y responsabilización, ya no puede haber una verdadera protesta, ya que el sujeto ha llevado a cabo lo que de él se esperaba mediante una coacción autoimpuesta.

Una de las paradojas de este modelo, que exige este compromiso total de la subjetividad, es sin duda la deslegitimación del conflicto social, debido a que las exigencias autoimpuestas no tienen responsable ajeno, no tienen autores, ni fuentes identificables externas. El conflicto y la respuesta social están bloqueados porque las fuentes de poder se vuelven ilegibles desde este enfoque. Esto es, sin duda, lo que explica una parte de los nuevos síntomas de “sufrimiento psíquico”. Revela por qué, en épocas de crisis, en vez de llenarse los sindicatos con trabajadores y trabajadoras que se unen para luchar por sus derechos, son las consultas de los psiquiatras las que están a rebosar de personas con depresiones, ansiedad, insatisfacción y sentimientos de fracaso y desvalorización personal ante su situación de paro y precariedad.

El reverso del discurso de la “realización de sí” y del “éxito en la vida”, supone una estigmatización de los “fallidos”, de la gente infeliz, o sea, incapaz de acceder a la “norma social” de la prosperidad. El fracaso social es considerado como una patología.

El culto del rendimiento, del emprendimiento neoliberal, conduce a la mayoría a experimentar una sensación de inutilidad e insuficiencia y a que aparezcan formas de depresión a gran escala. La depresión, cuyo diagnóstico se ha multiplicado por 7 en las últimas décadas es, en realidad, el reverso de este modelo de rendimiento, una respuesta del sujeto a la obligación de realizarse y ser único responsable de sí mismo, de superarse cada vez más, como ‘doer’, en esa continua e inacabable “aventura” como emprendedor de sí.

Ante este desgaste provocado por la elección y el riesgo permanente, el remedio más extendido es un dopaje generalizado. El prozac toma el relevo, su consumo suple al Estado Social, con sus instituciones públicas debilitadas y la solidaridad social cuestionada.

Lo cual se traduce en el cuestionamiento de la generosidad, de las fidelidades, las lealtades, las solidaridades, de todo aquello que participa de la reciprocidad social y simbólica en los espacios comunes. La ideología del éxito, de la persona “que no le debe nada a nadie”, genera la desconfianza, incluso el odio, hacia los pobres “que son perezosos”, los viejos “que son improductivos y una carga” o los inmigrantes “que quitan el trabajo”. Pero también tiene efecto boomerang, dado que cada cual siente la amenaza de volverse algún día ineficaz e inútil, como “ellos”.

El deterioro de toda confianza en las virtudes cívicas tiene, sin lugar a dudas, efectos performativos sobre el modo en que los nuevos “ciudadanos-consumidores” consideran su contribución a las cargas colectivas y el “retorno” que obtienen a título individual. Ya no son llamados a valorar las instituciones y las políticas de acuerdo desde el punto de vista del interés de la comunidad social y política, sino en función tan sólo de su interés personal. La reestructuración neoliberal convierte a la ciudadanía en “consumidores” que nunca tienen que asumir a otra cosa más que su satisfacción egoísta. Lo que así resulta radicalmente transformado es la definición misma del sujeto político.

Por eso debemos plantearnos tomar al asalto y deconstruir este pernicioso y nefasto modelo educativo neoliberal que partidos como Ciudadanos y el Partido Popular, pero también otros partidos que se han dejado filtrar por ese discurso de la “calidad”, la “excelencia”, el “emprendimiento”, el “bilingüismo”, los “resultados PISA”, los “rankings”, están promocionando y exaltando. Debemos replantearnos cuáles son las finalidades fundamentales de la educación. Para qué queremos educar a las futuras generaciones. Si para que sean felices y construyan un mundo más justo y mejor y aprendan a convivir y respetar a la naturaleza o para que sean “triunfadores” en la especulación financiera y acumulen dividendos en paraísos fiscales. Estamos a tiempo de revertir esta masacre. Educación o barbarie, no hay neutralidad posible.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2018/10/16/pedagogia-del-egoismo-y-neoliberalismo-emocional-3-3/
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¿Cuál es la ‘meta’ de la carrera docente?

Por: Rodrigo J. García

Existen muchas motivaciones profesionales que nos hacen sentirnos orgullosos de ser docentes, sin necesidad de asociarse siempre a las políticas de incentivos monetarios para unos pocos.

No hay viento favorable para el que no es consciente de a qué puerto se dirige (Séneca)

Cualquiera que transite entre aulas y pasillos de un centro escolar podrá observar el esfuerzo y la energía que despliega la mayor parte del profesorado. Particularmente, aquellos profesionales que se involucran en el desarrollo de proyectos colectivos de mejora de su práctica.

Este observador se sorprenderá de que las administraciones no reconozcan esta dedicación adicional; más bien, parece ‘incomodarles’. También se extrañará al comprobar que este trabajo no está apoyado con recursos, formación… y tampoco considerado como ‘mérito preferente’ en el dossier laboral del docente.

Nos encontramos instaurados en esta lógica, y sin embargo, de tanto en tanto, y últimamente con insistencia, se plantea la ‘apremiante’ necesidad de incentivar las buenas prácticas de enseñanza, demandándose en los medios de comunicación, por grupos políticos y expertos el impulso de la ‘mal’ llamada, a nuestro juicio, ‘carrera docente’. Nos tememos que esta premura, tal y como se formula, consigue que la opinión pública se olvide de la necesidad de reformas más estructurales, globales e inclusivas, de mejora de la inversión pública, racionalización de los recursos, otras concepciones del currículo básico y su enseñanza, reorganización de los centros como promotores de ambientes de aprendizaje… Obviando todo esto, se califica de ‘urgente’ la puesta en marcha de otra vertiginosa ‘carrera’, en este caso, la docente.

El término ‘carrera’ parece sancionar la ‘competición’ como ‘método idóneo’, como el mejor camino de mejora profesional. Para sus defensores, impulsar esta carrera incentiva la selección de los ‘mejores’ profesionales (los docentes más competitivos) en los que invertir ‘provechosamente’ formación y gratificaciones.

Los profesionales así ‘distinguidos’ (lógicamente pocos, en otro caso no sería necesaria dicha selección) alcanzarían la ‘excelencia’ y la correspondiente recompensa económica. El resto (otros muchos), que atendería a la mayor parte de la población estudiantil, quedaría relegado (‘¡no han ganado la carrera!’) a la categoría de ‘ordinarios’, del ‘montón’, los que ‘no se esfuerzan’…

Esta forma de entender la actualización permanente y la promoción del profesorado, sinceramente, no nos gusta. No parece la más adecuada, ni la más idónea para contribuir a una mejora real de las condiciones de enseñanza. No hay evidencias de que pretenda y consiga mejorar los aprendizajes, especialmente de los estudiantes con mayores dificultades. De hecho, los docentes ‘excelentes’, que resulten de este proceso selectivo, según sus valedores, habitualmente no impartirían docencia en las etapas educativas más profesionalizadoras y más sustanciales en el desarrollo madurativo de nuestros estudiantes (las primeras etapas del sistema educativo), sino que su mejor posicionamiento les haría candidatos para elegir vías alternativas de ejercicio de la docencia en otros tramos más prestigiados del sistema educativo, para el desempeño de funciones orgánicas mejor retribuidas y valoradas o de puestos técnicos en la administración, alejados de la enseñanza directa y del ejercicio de aquellas habilidades, que se supone que dominan en grado de ‘excelencia’… ¡Qué desperdicio y qué despropósito!

De todos es conocida, además, la burocrática fórmula que se ha venido utilizando para reconocer los méritos de esa carrera docente (número de horas de asistencia a cursos, títulos académicos y otras actividades de formación, asistencia a jornadas, años de antigüedad…) y su ineficacia para ‘garantizar’ una mejora real de la competencia profesional de un docente y de la labor global de un determinado centro en el servicio educativo que presta a los estudiantes. Si bien hay que reconocer su capacidad para mantener el statu-quo, el inmovilismo institucional y el poder habitual de determinadas élites profesionales y de gerencia.

Desde el análisis y la reflexión pedagógica se considera completamente desafortunada la formulación de planes de formación y cualificación docente reservados a determinados desempeños profesionales de ‘élite’, para excelentes, para minorías privilegiadas… Este tipo de ‘méritos’, tienen sentido en una sociedad que persiste en aumentar la brecha de la desigualdad. “Actualmente, se insiste constantemente en que ‘todos somos iguales ante las leyes’. Pero con algunas [propuestas] habría que decir ‘todos somos iguales ante leyes que establecen desigualdades económicas, sociales, políticas y culturales entre ciudadanos’ ” (José Domínguez, 2018; pendiente de publicación).

Preferiríamos, por tanto, eliminar la palabra ‘carrera’ y buscar, entre todos, otra denominación unida a un concepto más valioso de cualificación profesional. Por proponer algunas, quizá, aquellas que se mantienen con cierta tradición en la investigación educativa como ‘desarrollo’, ‘mejora’… (Bolívar y Bolívar-Ruano, 2016Marcelo, 2011Bolívar, 2003Darling-Hammond, 2001…). En este caso, hablaríamos de ‘desarrollo profesional docente’, ‘mejora profesional’, ‘comunidades de profesionales de aprendizaje’… tareas consideradas necesarias, de responsabilidad y obligación en todo desempeño docente y que afectan a todo el profesorado; en ningún caso sería un recorrido diseñado para unos pocos, los más hábiles y motivados para la competición, los ‘mejores competidores’.

Pero no nos equivoquemos; lo importante no es ‘cambiar de nombre’ sino acordar, definir y establecer colectivamente un significado diferente de lo que supone el ejercicio ético, fundamentado y justo de la tarea docente y su perfeccionamiento continuo.

Conseguir que la denominación ‘desarrollo profesional docente’, por ejemplo, adquiera sentido y esté justificada exige disponer de más oportunidades para que los docentes puedan investigar sobre su práctica y reflexionar individual y colectivamente. El desarrollo de estas tareas debe formar parte de las expectativas profesionales de todo docente, sin que se asocie siempre a una ‘mal entendida promoción’, al cambio de etapa educativa o al dominante y casi exclusivo incentivo de mejor retribución para unos pocos, para los ‘ganadores’.

Los docentes ‘experimentados’ podrían, desde esta otra concepción, seguir ejerciendo la docencia en las etapas educativas en que se encuentran destinados. Aquellas, donde han demostrado su capacitación y se ajustan a sus habilidades e intereses profesionales. Podrían convertirse en referencia de profesores ‘noveles’, a los que tutorizarían en sus primeros pasos profesionales; colaborar con las universidades en la formación de futuros docentes, ejercer el liderazgo de actividades de ‘apoyo entre iguales’, mejores condiciones para dirigir proyectos de centro, promover el intercambio y el trabajo en red con otros centros, participar en la definición, desarrollo y evaluación de las políticas educativas… etc. En otros términos, disponer de más oportunidades para, junto a otros profesionales, construir una mejor educación, una mejor escuela, un mejor aprendizaje y una mejor cualificación profesional en continua revisión.

Estas tareas deberían estar acompañadas de tiempo disponible, dentro del horario escolar, para el desempeño de actuaciones que repercuten en la mejora del funcionamiento global del centro, aumentando, al mismo tiempo, el reconocimiento profesional y, como incentivo subsidiario, acompañadas de complementos económicos. Hoy sabemos que los cambios institucionales necesitan, además, la reconstrucción de ideas, creencias y rutinas profesionales, la mejora y cualificación de las habilidades y capacidades docentes, no sólo de forma individual, sino como resultado del trabajo en colaboración en ‘comunidades de aprendizaje profesionales’ en los propios centros escolares. Parafraseando a Ortega y Gasset, todos somos pocos… para hacer bien las cosas.

Existen muchas motivaciones profesionales que nos hacen sentirnos orgullosos de ser docentes, sin necesidad de asociarse siempre a las políticas de incentivos monetarios para unos pocos. Estas políticas, no dejan de ser una ‘coartada’ para la redistribución salarial y para afianzar un comportamiento profesional individualista del tipo… ‘sálvese quien pueda’. Sin embargo, el éxito de los aprendizajes es un elemento muy poderoso que mantiene interesado al profesorado en un trabajo intenso y de transformación de su práctica. De hecho la investigación apunta que la oportunidad para sentirse eficiente es el motivo más poderoso para entrar y permanecer en la enseñanza, así como para el compromiso y el esfuerzo.

Cuando el éxito de los estudiantes está unido a una mayor disponibilidad de recursos y apoyos estructurales que permiten el establecimiento de una relación más sincera y más auténtica de colaboración con las familias y los agentes sociales del barrio, el profesorado percibe recibir una doble recompensa por su trabajo, y adquiere cuerpo un compromiso radical por garantizar que ningún estudiante haga frente a las exigencias escolares y a su adolescencia desde la soledad.

El profesorado que se siente parte de un proyecto, que percibe el centro como un espacio propio, participa abiertamente en sus decisiones, se siente ‘escuchado’ por las administraciones en sus demandas de mejora profesional… considera el tiempo que dedica al centro, a la mejora de su tarea profesional… una inversión en sí mismo y es generoso en su dedicación una y otra vez. “Es similar a lo que siente el propietario de una bodega cuando asea los estantes y barre el suelo, por contraposición a lo que puede sentir el trabajador de McDonald’s” (Darling-Hammond, 2001: 230). Algo mucho más auténtico, eficaz y justo que la promoción de carreras de éxito individuales para unos pocos y cuya máxima aspiración es abandonar la docencia.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2018/10/18/cual-es-la-meta-de-la-carrera-docente/

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Lecciones del hambre

Por: Juan Carlos Yáñez

Esa miseria, la de la compañía familiar o humana, la de un improbable horizonte distinto para mañana es la más devastadora prueba de la miseria humana, que forjamos ciudadanos impávidos y gobiernos insensibles.

Primera parte

Martín Caparrós, periodista argentino, dedicó un extenso volumen a analizar uno de los flagelos que expone con dureza las contradicciones sociales y la vulnerabilidad de buena parte de los habitantes del mundo. El hambre, se llama el libro, publicado en Argentina en 2014 por grupo editorial Planeta, con apoyo de la Agencia Española de Cooperación Internacional.

El hambre, comienza Caparrós: “Es, en mis imágenes más viejas, un chico con la panza hinchada y las piernas flaquitas en un lugar desconocido que entonces se llamaba Biafra; entonces, a fines de los sesentas, escuché por primera vez la versión más brutal de la palabra hambre: hambruna”. El hambre tiene rostro infantil, pero también adulto, de hombre o mujer mayores, abandonados a su suerte por la sociedad, por una familia, un hijo, una pensión… sin esperanza.

Luego confiesa su plan inicial: “Siempre imaginé que empezaría este libro con el relato crudo, descarnado, tremendo de una hambruna. Llegaría acompañando a un equipo de emergencia a un paraje siniestro, probablemente africano, donde miles de personas estarían muriéndose de hambre. Lo contaría con detalles brutales y entonces, después de poner en escena el peor de los horrores, diría que no hay que engañarse -o dejarse engañar-: que las situaciones como estas son solo la punta del iceberg y que la realidad real es muy distinta”.

El hambre es un libro contundente, una bofetada a la comodidad y el confort indolente ante la suerte de millones y millones. Una pregunta ilustra: “¿Se imagina cómo es una vida hecha de días y más días sin saber si va a poder comer mañana?”.

Segunda parte

Esta mañana sabatina la pasé en compañía de Mariana Belén y un puñado de sus compañeros del colegio; nueve con ella, para ser exactos. Completábamos el grupo cuatro maestras y tres padres, en cuatro vehículos. Como parte de un programa social, los niños y sus familias donan productos de primera necesidad todos los jueves y un sábado de cada mes lo recabado se entrega a personas adultas, solas, pobres, de una colonia oriental en la capital de Colima (México).

La experiencia fue mucho más significativa que una clase de civismo dictada por una profesora cansada de repetir el tema, incluso, más que una clase impartida por una maestra emocionada. Las niñas, mayoría del grupo, recibieron pronto, adultos incluidos, un cimbronazo brutal al llegar a la primera casa de la ruta. Una precaria edificación, más que humilde, sostenida por milagro, habitada por un hombre mayor, lastimosamente vulnerable. Era nuestra primera experiencia y fuimos del asombro a la consternación. Mirando la escena en segunda fila escuché la conversación del hombre con la maestra coordinadora y los niños; hablaron de apoyarle con láminas para apuntalar su casa. Allí vi derramar las primeras lágrimas de Mariana y algunas otras compañeras, abrazadas, conmovidas de observar la miseria a tan poquitos pasos.

Debíamos seguir el camino. Al auto subieron otras dos niñas con nosotros y su primera conversación me enterneció: “Yo pensaba que mi casa era pequeña”. Lección significativa, donde las haya en la materia. Frialdad paterna frente a estas realidades, también. Pensé en mi periplo vital y abandoné su diálogo.

Tres horas de la mañana pasamos así, de casa en casucha, buscando a veces infructuosamente, dejando la despensa con la vecina, o en una esquinita del jardincito frontal. Al fresco matinal lo sucedió un calor que fue subiendo de intensidad; a mediodía empapaba la ropa y obligaba al refugio en los árboles, en el singular viacrucis que los pobladores contemplaban entre sorprendidos e indiferentes.

Las calles llenas de pobreza y agua que había dejada la lluvia de la noche anterior eran todas iguales, o casi, unas más dañadas que otras. Mundo inédito para la mayoría de la comitiva. Hubo más lagrimas del grupo; no todas fueron de dolor o compasión, algunas de alegría, por las conversaciones de las señoras y los señores que no escatimaban palabras cariñosas para los estudiantes. También momentos tristes, como llegar a la casa de la señora Paty y enterarnos que había muerto tres meses atrás, coincidentemente cuando el colegio suspende el programa por vacaciones.

Tercera parte

Fue una mañana de lecciones brutales, conmovedoras, tiernas. La pobreza la he visto desde nacer, en mi pueblo a donde llegaban para el corte de la caña los pobladores del sureste mexicano a trabajar en condiciones inhumanas y sobrevivían por voluntad divina y generosas dosis de alcohol. Miseria entre la miseria la de aquellos niños y adultos pequeños, de pelo lacio, piel morena y silenciosos, de lengua distinta, invisibles en una sociedad rural que tampoco los admitía. En nuestros países y sociedades la pobreza es vecina de casi todos, consuetudinaria, pero pasa inadvertida. ¿Cómo carajos hacemos para no verla?, preguntaría Martín Caparrós.

Nunca dejé de mirar la miseria. Es parte de nuestro pueblo, de mis temas de investigación, de los paisajes que pueblan nuestras ciudades. Pero la experiencia para Mariana Belén e, imagino, para sus compañeros, fue imponente.

De todo aquello, me quedo con las palabras de una señora que al despedirse agradeció y dijo, palabras más palabras menos: “Visítenme, aunque no traigan nada, nomás vengan a platicar conmigo”. Recordé de nuevo a Caparrós: “Nada me impresionó más que entender que la pobreza más cruel, la más extrema, es la que te roba también la posibilidad de pensarte distinto”.

Como escribiera Victor Hugo en célebre discurso en la Asamblea constituyente, en noviembre de 1848: “Pero si quiero ardiente y apasionadamente el pan del obrero, el pan del trabajador, que es un hermano, quiero, además del pan de la vida, el pan del pensamiento, que es también el pan de la vida”.

Esa miseria, la de la compañía familiar o humana, la de un improbable horizonte distinto para mañana es la más devastadora prueba de la miseria humana, que forjamos ciudadanos impávidos y gobiernos insensibles.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2018/10/17/lecciones-del-hambre/

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Betsy DeVos Loves Charter Schools. That’s Bad for Charter Schools.

North America/United States/17.10.18/ By Conor P. Williams/Source: ww.nytimes.com.

At Hiawatha Academies’ elementary school in the Morris Park neighborhood of Minneapolis, signs welcome immigrants in multiple languages. Over 75 percent of students there are learning English as a second language, and most are the children of Hispanic immigrants. Hiawatha runs some of Minnesota’s best public schools for serving such students; the Morris Park school, where math and literacy proficiency rates for students learning English are more than double the statewide averages for that group, is one of its flagships.

Hiawatha schools should be easy for the left to love. They’re full of progressive educators helping children of color from low-income families succeed. And yet, they’re charter schools.

Like most charters, Hiawatha schools get public funding, but their daily operations are run by a nonprofit organization and their teachers are not unionized. Progressives have long been open to research suggesting that well-regulated charter schools can extend educational opportunities to historically underserved children. But many also worry that charters foster segregation, siphon funding from traditional public schools and cater to policymakers’ obsession with standardized tests.

And the more President Trump and his secretary of education, Betsy DeVos, embrace charters, the more suspect they seem to people on the left.

Ms. DeVos, who has been widely lampooned for her lack of expertise, can’t stop talking about how much she loves charters. She is so unpopular that she has set off a “political backlash” against these schools, two charter supporters wrote in USA Today. One survey of views on charter schools found that Democrats’ support dropped when they heard that President Trump supported them. In other words, the president and his education secretary are so disliked by liberals that some will automatically reject whatever they endorse.

This puts Hiawatha in an awkward position. How should a charter network run by progressives committed to combating racism navigate the Trump administration’s vocal support of charters? How should it respond to criticism from progressives who accuse it of undermining public education? Charter schools are politically homeless.

Hiawatha was founded in 2007 by Jon Bacal, an education entrepreneur in Minnesota. Ambar Hanson, a Hiawatha administrator and parent, said the network was “founded out of frustration at the huge gaps in education for students of color.” At Hiawatha, these are called opportunity gaps instead of achievement gaps.

“Talking about the achievement gap was often heard by our community members as putting it on them,” Ms. Hanson said. “‘Opportunity gap’ is changing the rhetoric to put the responsibility of closing that gap on schools, where it belongs.”

The executive director of the network, Eli Kramer, said, “We’re trying to elevate the importance of identity, race consciousness, pride in self as really core to the mission.” A walk through Hiawatha Collegiate High School, also in Minneapolis, confirms this. Its walls are papered with posters spotlighting the United Nations’ Universal Declaration of Human Rights. “Black Lives Matter” stickers are everywhere.

Hiawatha’s project goes beyond posters. More than 95 percent of Minnesota’s teachers are white, and just 1 percent are Hispanic. So the network recruits for diversity. Over a quarter of Hiawatha teachers are people of color.

But the school’s commitment to social justice is most visible when it comes to its immigrant families. Early in the Trump administration, Immigration and Customs Enforcement agents began detainingundocumented immigrants near schools. Many Hiawatha students have family members without papers, so the network declared its campuses to be safe havens for undocumented people. Several staff members have volunteered to serve as legal guardians in case students’ parents are deported. When President Trump allowed the Deferred Action for Childhood Arrivals program to expire, students staged a walkout in protest.

School leaders say teachers are intentional about stopping instruction for conversations when students bring up politics. Indeed, on the board in one fourth-grade classroom recently was the question “What does Trump mean by ‘Make America Great Again’?”

“It’s pretty devastating to have to focus on these kinds of things in addition to academics and instruction,” Ms. Hanson said.

And now the teachers are being forced to respond to criticism from people who by most measures should be their allies. Robert Panning-Miller, the former president of the Minneapolis Federation of Teachers, has calledHiawatha schools emblematic of a “corporate reform movement” that values “compliance and test scores over critical thinking” and criticized them as being part of an “apartheid education” movement, because their students are almost exclusively children of color.

It’s true that nine out of 10 Hiawatha students are Hispanic. But if Hiawatha schools enroll a high number of minority students and English learners, that’s because they serve them well.

During the Obama administration, tensions over charter schools among progressives were manageable. National charter school enrollment grewwith support from President Barack Obama and his secretaries of education, Arne Duncan and John King. But the administration also provided more resources and flexibility for the education system as a whole.

The Every Student Succeeds Act, which replaced No Child Left Behind as the country’s primary K-12 education law in 2015, continued these trends. It reduced federal oversight of states’ academic standards, as well as oversight of state programs for historically underserved students. This blend of policies helped keep progressive infighting on issues like standardized tests and federal accountability simmering instead of boiling.

Left-wing education reform critics increasingly focused their attention on charter schools instead.

The 2016 election sharpened that dynamic. In 2017, while Ms. DeVos was pushing her school choice agenda, an Education Next poll found that Democratic support for charter schools dropped by 11 percentage points. Progressive critics are taking advantage of the moment to tie charter-friendly Democrats to her toxic public image. On the day after President Trump’s inauguration, Valerie Strauss, a Washington Post education writer, accused Democratic reformers like Senator Cory Booker of New Jersey, the former Newark mayor, of “advancing corporate education reform” through their support of school choice.

This puts the country’s many thousands of charter-school teachers in an odd place. Most come to this work to provide underserved children with a better shot at educational success, but now they’re increasingly branded as corporate stooges selling out public education by critics who challenge charter schools’ right to exist. These teachers shouldn’t have to answer for Ms. DeVos’s incompetence or wonder if there’s room for them in the future of progressive education politics.

Progressives can ill afford this kind of sniping. The last thing the left needs right now is a war between teachers unions and liberal charter supporters.

“I wish that people knew that the thing that’s most important to us is that students are achieving at high academic levels and they’re also empowered individuals,” said Natalie Heath, who teaches English language development at Hiawatha. That’s all that should matter. But when it comes to education politics in 2018, it seems to be the last thing anyone wants to talk about.

Source of the article: https://www.nytimes.com/2018/06/02/opinion/sunday/betsy-devos-charter-schools-trump.html?rref=collection%2Ftimestopic%2FEducation&action=click&contentCollection=opinion&region=stream&module=stream_unit&version=latest&contentPlacement=6&pgtype=collection

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Informe rojo: Niñas libres de violencia. Derecho a la educación, garantía de igualdad

Informe/17 Octubre 2018/Fuente: Entre culturas

Las historias de vida en riesgo y vulneración de derechos humanos de las niñas son demasiado graves. El mundo globalizado e interdependiente en el que vivimos nos exige abrir los ojos y poner el foco en la violencia que mina los derechos de las niñas para que se desarrollen libres y vivan en igualdad.

Partiendo de todo lo anterior, en este informe, Entreculturas analiza las relaciones entre el derecho a la educación y la violencia hacia las niñas como continuación y ampliación del análisis realizado en 2011 con el Informe “Las niñas a clase, una cuestión de justicia”.

Descargar aquí: https://www.entreculturas.org/sites/default/files/ninas_libres_de_violencia_v-onlinelinks.pdf

Fuente e imagen: https://www.entreculturas.org/es/publicaciones/informe-rojo-ninas-libres-de-violencia-derecho-la-educacion-garantia-de-igualdad

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Es hora de empezar a hacer bien las cosas

Por Mariana Caroglio

Por una Educación Superior que forme profesionales acorde a las necesidades sociales y que puedan insertarse exitosamente en el mundo del trabajo

La administración de Alfredo Cornejo está llevando a cabo una reforma integral de la Educación Superior de la provincia de Mendoza. Teniendo como ejes principales la transparencia, eficiencia y eficacia.

La transparencia es el objetivo principal del Gobierno, ya que a través de la democratización de los Institutos de Educación Superior (IES) se logrará tener mejores resultados, optimizando los recursos provinciales. Anteriormente, los Órganos Directivos de los IES se constituían en forma interna, sin la debida participación libre y democrática de toda la comunidad a través del voto directo,  generando realidades poco representativas y poco transparentes.

Los cargos docentes no se concursaban abiertamente. Los llamados eran internos, produciendo una profunda injusticia para aquellos profesionales que se encontraban altamente capacitados para formar a nuestros futuros profesionales y no eran jamás tenidos en cuenta para el dictado de clases. Estas horas cátedras eran otorgadas a personas afines a los Gobiernos de turno, es decir, que no se priorizaba la excelencia académica. Existiendo casos de estudiantes de carreras docentes que dictaban cátedras a futuros profesionales, en detrimento de docentes recibidos que podrían haber accedido a estos cargos con la finalidad de formar mejores profesionales.

La eficiencia es la optimización de los recursos en la concreción de resultados. Este nivel creció exponencialmente desde el año 2008  y en forma anacrónica, mal administrado y sin planificación concienzuda. Resulta tragicómico que en la provincia de Mendoza existiera en 2015 las tecnicaturas de Piscicultura, Pesca de Altamar y Navegación.

En la actualidad, existen IES que cuentan con carreras poco demandadas, con una matrícula ínfima, con el agravante de que en un radio geográfico cercano existen IES con las mismas carreras y toda una estructura administrativa, docente y no docente, es decir que se duplican esfuerzos y recursos económicos porque no existe una administración eficiente y responsable que articule la oferta educativa.

Es oportuno mencionar que existen carreras que no tienen inserción laboral, sin embargo fueron dictadas varias cohortes, por ejemplo: los egresados de la carrera de Preceptor. Es sabido que no existe una demanda que pueda ser concursada por estos profesionales. Al día de la fecha, hay alrededor de 1.000 preceptores recibidos en IES que no pueden acceder a un trabajo; estudiaron una carrera que no tiene demanda, siendo defraudados en sus aspiraciones. Esta es una de las tantas pruebas que nos llevan a afirmar que el sistema de Educación Superior administrado de esta forma no es redituable para los ciudadanos ni para el Estado.

La eficacia es la concreción de los resultados esperados. En el nivel de Educación Superior existe una desidia generalizada sobre las demandas actuales de las nuevas carreras que tienen futuro promisorio para los egresados y la sociedad. Muchas de las carreras que actualmente se dictan no tienen como sustento científico un estudio de mercado que revele necesidades laborales en la profesión, por ejemplo: en el año 2015 existía la Tecnicatura en Teología a pesar de que nuestro Estado es laico constitucionalmente. De esta forma, se financiaba y actualmente se financian otras carreras que no tienen un horizonte de inserción laboral. Dejando de lado carreras que son la nueva base de la sociedad que garantizarán un empleo seguro para los egresados. Corresponde al Estado trabajar sobre políticas educativas que tiendan a cubrir las necesidades laborales de los futuros profesionales que sean coincidentes con las demandas actuales de la sociedad.

Es lamentable que existan agrupaciones políticas que tergiversen el proyecto, intentando asustar a los estudiantes que son jóvenes en formación. Y también resulta llamativo que profesores de Educación Superior y algunos rectores, que se suponen personas capaces y formadas académicamente, luego de haber trabajado y leído los nuevos decretos y la resolución 2010, en profundidad, insistan en que se quedarán sin trabajo, que cerrarán carreras, etc. La legislación que los ampara, Ley 4.934 y Decreto 313/85 , establece puntualmente qué pasos cumplir para que ello no suceda.

El tridente de la transparencia, eficiencia y eficacia bien administrados llevarán a mejorar sensiblemente la actualidad y futuro de la Educación Superior. Resulta necesario comunicar a la ciudadanía que el Gobierno provincial tiene como principal objetivo desarrollar una Educación Superior Pública, cada vez más profesional. Atendiendo las expectativas y demandas de la población como a los requerimientos del sistema cultural y la estructura productiva; y trabajando responsablemente en los tres conceptos desarrollados mejorará la calidad y excelencia del talento humano del suelo mendocino.

Las irregularidades, el amiguismo, la falta de transparencia, la ineficacia y la ineficiencia han devastado la Educación del ascenso social que tanto nos caracterizaba a nivel mundial. Es hora de empezar a hacer las cosas bien.

Fuente del artículo: https://www.mdzol.com/politica/Opinion-Es-hora-de-empezar-a-hacer-bien-las-cosas-20180827-0162.html
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El reto de personalizar la escuela sin deshumanizar

Por: Eva Bailén

¿En qué lugar quedarán las relaciones humanas y el trabajo del docente en la escuela del futuro?

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