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México – SEP: el plan de estudio y el aprendizaje

SEP: el plan de estudio y el aprendizaje

Juan Carlos Miranda Arroyo

Recibí esta semana, en la universidad, un ejemplar del Plan de Estudio para la Educación Preescolar, Primaria y Secundaria (Secretaría de Educación Pública, 2022), en su versión 2024. Es una edición impresa y conocida como el libro de “portada blanca”.

Ahora que coordino un diplomado sobre ese plan de estudio para la educación básica en México (SEP), comparto y recupero algunas reflexiones en torno a un concepto que es central, pero que observo mal planteado por parte de los redactores del documento antes mencionado: me refiero al concepto de aprendizaje.

¿Por qué es importante ese concepto? Porque es esencial para llevar a cabo las tareas de planificación didáctica, en aula, por parte del o la docente. Porque constituye un referente teórico indispensable para guiar y organizar la práctica docente y pedagógica. Porque es un insumo clave para estructurar las acciones de enseñanza. Y porque, en fin, es un concepto claveen la evaluación de los aprendizajes escolares tanto en el plano nacional como internacional.

Con respecto a este último punto, aunque es factible evaluar de manera grupal los procesos de aprendizaje, hoy en día la evaluación sobre los avances y dominios cognitivos y de los aprendizajes se da de manera individual (“competencias”).

Cabe mencionar que cuando hablo de aprendizajes, en términos de “competencias”, no me refiero al verbo “competir”, sino a la idea de ser competente, y tampoco parto de la idea pragmática de las competencias como las define la OCDE (logro y desempeño), sino que me refiero a las competencias como conjunto de conocimientos y capacidades desarrolladas por el individuo con finalidades y compromiso social en contextos determinados.

Mi posicionamiento con respecto al concepto de “competencias” en educación es más cercano al empleado en el aparato conceptual que hoy en día sostienen autores como César Coll, Elena Martín o Frida Díaz Barriga, en términos de que el sujeto educativo sea capaz de resolver problemas y crear nuevos planteamientos o proponer vías alternativas, no convencionales, de resolución.

Retomo un debate que inicié o promoví ese mismo año (2022) en que apareció el plan en redes sociales digitales: preocupa que el nuevo proyecto de transformación curricular de la educación básica en México, publicado por las autoridades educativas federales (SEP, Anexo del Acuerdo 14/08/22), haya incurrido en fallas teórico pedagógicas elementales: el concepto de aprendizaje y, en particular, al concepto de aprendizaje en la escuela.

Los seres humanos aprendemos independientemente de la trayectoria escolar. Aprendemos el lenguaje verbal, a caminar y a comer sin pasar por ninguna escuela. En cambio, aprendemos los sistemas de la lengua escrita, la formalización de problemas matemáticos y sus lenguajes o reglas, o aprendemos las teorías sobre el universo, casi siempre, en la escuela.

Ambos casos, tanto el aprendizaje informal como el aprendizaje en la escuela, están mediados biológica o culturalmente por situaciones, objetos o por otras personas, sin embargo, ambos se concretan en el sujeto particular. No obstante lo anterior, la SEP se ha empeñado en no hacer caso a los hallazgos de las ciencias que estudian los procesos de aprendizaje. Veamos su definición actual:

“El aprendizaje no es un hecho que reside en la mente de las y los estudiantes, ni un proceso individual, sino que es una acción que se ejerce en relación con otras personas, en contextos específicos y mediante el uso de diversos objetos y símbolos culturales”: SEP, (Plan de estudio para Preescolar, Primaria y Secundaria, 2024, pp. 88).

Por el contrario, el aprendizaje humano como fenómeno de estudio y como hecho o proceso que se verifica en la escuela, es un hecho, proceso o acto individual y social. ¿Por qué negar la dimensión individual de este complejo proceso? ¿Existe una consigna oficial para excluir todo “lo individual” en el plan a efecto de sobrevalorar “lo comunitario”, aún en contra de los hallazgos de las ciencias cognitivas y del aprendizaje humano?

Esto es delicado si partimos de la premisa de que la esencia de toda actividad educativa es el conjunto de procesos de enseñanza y aprendizaje que tienen como finalidad la formación integral de ciudadanas y ciudadanos; y que esto se genera en una institución especialmente diseñada para encauzar, de manera organizada, dichos procesos en términos de un derecho humano fundamental, es decir, el derecho a la educación: me refiero a la escuela.

Insisto: afirmar que los procesos de aprendizaje son únicamente sociales, es un desafortunado reduccionismo; es una clara sociologización del concepto de aprendizaje. ¿La lógica del nuevo proyecto curricular para la educación básica (SEP) no admite la dialéctica de los procesos intra e intersubjetivos durante los procesos de aprendizaje? Procesos expuestos en la teoría por Lev. S. Vygotski, (Ver, por ejemplo: “El desarrollo de los procesos psicológicos superiores”, Grijalbo, 1988).

Las niñas, los niños y las/los jóvenes que participan de la educación básica pueden leer y reflexionar en grupo, pero la concreción del aprendizaje se da en lo individual, en el plano de “lo particular”. Vygotski denomina a este proceso también como de “transiciones hacia el interior” de la niña o el niño.

Cuando Ángel Díaz Barriga (investigador emérito de la UNAM) hace una crítica a la teoría conductista del aprendizaje señala: “…la problemática continúa… al concebir el aprendizaje como un producto, en contraposición a otras explicaciones más acertadas del aprendizaje que lo definen como un proceso en el sujeto”. (Ver: “Didáctica y curriculum”, 1986. Ed. Nuevomar, pp. 120).

Si consideramos estos argumentos, siempre sujetos a discusión, podemos concluir que las/los diseñadores del nuevo plan curricular de la SEP no aciertan al afirmar que el aprendizaje no es individual. Las ciencias que estudian los procesos cognitivos y del aprendizaje señalan, por el contrario, que éste es individual aunque se dé en contextos sociales diversos. Es decir, el aprendizaje (en la escuela o no) se concreta en la persona. Es extraño que el Dr. Díaz Barriga no haya advertido esto, ya que participó como revisor del proyecto de cambio curricular reciente.

Recordemos que el aprendizaje humano es un proceso complejo que puede ser abordado desde diferentes ángulos teóricos y metodológicos: psicológico, antropológico, biológico (fisiológico), filosófico o sociológico, etcétera, pero ello no significa que ese proceso o conjunto de procesos, que se concreta o concretan en el sujeto, se vea reducido, coyunturalmente, a uno de sus cortes de estudio tanto en términos de los análisis epistemológicos como en la definición y discusión acerca de las fronteras de los campos científicos (me refiero a la sociología y a la psicología social).

Jean Piaget distingue tres tipos de conocimiento que el sujeto puede poseer: físico, lógico-matemático y social. En ningún caso, la teoría de la epistemología genética, creada por el profesor suizo, se refiere al “conocimiento grupal ni comunitario”.

Con respecto a las teorías del aprendizaje y del desarrollo cognitivo por parte del sujeto, mientras que para Vygotsky se da un proceso mediatizado por los signos, para Piaget la acción es concebida como la fuente del conocimiento.

Para Piaget, sujeto y objeto son indisolubles y se modifican mutuamente (relación dialéctica), y para Vygotsky la acción debe darse en interacción con otros, pero en ambos casos, los procesos están ubicados y asumidos en el sujeto o en “el particular”.

¿La versión que la SEP nos comparte sobre el aprendizaje en el documento en cuestión es más cercana a la teoría vygotskiana que a la piagetiana o neopiagetiana?

X: @jcma23 | Correo: jcmqro3@yahoo.com

 

Fuente de la Información: https://www.educacionfutura.org/sep-el-plan-de-estudio-y-el-aprendizaje/

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UNICEF: “Ensangrentados, magullados y destrozados”: más de 690 niños habrían resultado heridos en Líbano en las últimas seis semanas

“Ensangrentados, magullados y destrozados”: más de 690 niños habrían resultado heridos en Líbano en las últimas seis semanas

UNICEF pide un alto el fuego para proteger a los niños mientras aumentan drásticamente las lesiones físicas y el sufrimiento psicológico

Amir, de 8 años, resultó herido el 23 de septiembre en el sur del Líbano durante la peligrosa escalada del conflicto en el Líbano. Ahora está siendo tratado en uno de los hospitales públicos de Beirut.

AMÁN, 4 de octubre de 2024 – Se informa que más de 690 niños han resultado heridos en el Líbano a medida que el conflicto se ha intensificado drásticamente en las últimas semanas.

Desde el 20 de agosto, el número de niños heridos en el conflicto ha aumentado drásticamente, elevando el número total de heridos en el último año a 890 al 2 de octubre, según el Ministerio de Salud Pública libanés.

“Este desastroso conflicto está cobrando un precio tremendo entre los niños”, dijo la directora regional de UNICEF, Adele Khodr. “Los médicos nos cuentan que han tratado a niños ensangrentados, con hematomas y destrozados, que sufren tanto física como mentalmente. Muchos sufren ansiedad, recuerdos y pesadillas relacionados con las explosiones. Ningún niño debería verse sometido a situaciones tan horribles”.

Las lesiones más comunes que se han registrado entre los niños incluyen conmociones cerebrales y traumatismos craneoencefálicos por el impacto de las explosiones, heridas por metralla y lesiones en las extremidades. La pérdida de audición causada por las explosiones también es común.

Según el Ministerio de Salud Pública del Líbano, en el último año han sido asesinados al menos 127 niños, y más de 100 de estas muertes ocurrieron sólo en los últimos 11 días.

“No son meros números. Son niños inocentes que tenían sueños y un futuro como cualquier otra persona”, añade Khodr.

Mientras tanto, se estima que más de 400.000 niños han sido desplazados de sus hogares, lidiando con el miedo, la ansiedad, la destrucción y la muerte en un entorno incierto y desconocido, y sin saber cuándo regresarán a sus hogares o a la escuela. UNICEF está especialmente preocupada por las repercusiones a largo plazo de estos acontecimientos en su salud mental.

El sistema de salud del Líbano está bajo una enorme presión debido al creciente número de víctimas y se ha visto afectado directamente por el conflicto: al menos 10 hospitales han sufrido daños, incluida una unidad de cuidados intensivos neonatales.

En respuesta, UNICEF ha entregado 100 toneladas de suministros médicos de emergencia y se espera que se envíen otras 40 toneladas durante el fin de semana. Estos suministros se están distribuyendo a hospitales, centros de atención primaria de la salud, clínicas temporales y equipos de respuesta inmediata para brindar atención vital a familias, especialmente mujeres embarazadas y niños, en todo el Líbano. UNICEF también está apoyando los servicios médicos en 50 refugios y las sesiones de apoyo psicosocial.

Dada la magnitud de las necesidades en el Líbano, UNICEF hace un llamamiento urgente a la comunidad internacional para que movilice apoyo humanitario y garantice que las rutas de suministro hacia el Líbano permanezcan abiertas, permitiendo la entrega rápida y segura de ayuda vital a los niños necesitados.

UNICEF sigue pidiendo un alto el fuego urgente e insta a todas las partes a proteger a los niños y la infraestructura civil y a garantizar que los actores humanitarios puedan llegar de forma segura a los necesitados, de conformidad con sus obligaciones en virtud del derecho internacional humanitario.

 

Fuente de la Información: https://www.unicef.org/press-releases/bloodied-bruised-and-broken-more-690-children-reportedly-injured-lebanon-last-six

 

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Maestro entre los márgenes y la violencia criminal en México

Por: Lev M. Velázquez Barriga

 

Desde sus primeras investigaciones, Alberto Colin Huizar se acercó a los maestros con una sola mirada humanista e integral, pero a través de un lente bifocal que le permitió la observación desde el rigor científico de la antropología y al mismo tiempo la empatía política con las rebeldías del sindicalismo disidente y las autonomías indígenas en las que estaba involucrado el magisterio, como parte de su naturaleza histórica.

 

Lo dicho anteriormente, lo llevó a producir una serie de libros, artículos y tesis sobre los docentes. Su más reciente pesquisa doctoral recibió el premio 2024 de la Cátedra Jorge Alonso, impulsado por el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social y el Consejo Mexicano de Ciencias Sociales. La cátedra referida es un espacio de análisis y producción de pensamiento crítico, a partir de la reflexión sobre los movimientos sociales actuales en México y el mundo; lleva su nombre en honor a uno de los más prominentes estudiosos en esta línea temática.

 

La publicación de su libro Ser maestro en los márgenes: trabajo docente y violencia criminal en la Tierra Caliente de Michoacán es parte del reconocimiento que se le hizo por ser una de las mejores tesis en estudios sociales en México; es una joya, resultado de su acercamiento íntimo con los maestros entre asambleas, mítines, escuelas, talleres de formación, caravanas culturales y espacios de la cotidianidad escolar o sindical, donde Alberto fue tejiendo historias intentando comprender raíces, razones y experiencias de las alternativas educativas; sin embargo, al recorrer los inevitables e inhóspitos caminos de la violencia criminal, se produjo en él, más que ruptura, la imperiosa necesidad de entender lo subyacente en aquellas narrativas que le fueron develadas en confianza y solidaridad por los docentes, pero que no solían aparecer desde su discursiva política y pedagógica en la vida pública.

 

Los casos no eran aislados, pero se entrelazaban y volvían más comunes en Tierra Caliente, en especial en el Valle de Apat­zingán; no siempre los maestros se percibieron dentro de una problemática de violencia estructural, y menos aún, en medio de conflictos geopolíticos del capitalismo donde el Estado privatiza el monopolio represivo a los grupos de narcoviolencia para favorecer el desplazamiento poblacional, facilitar la superexplotación del extractivismo, el control social ante la depredación ambiental y laboral de los monocultivos.

 

Otras veces sus memorias ayudaron a reconstruir una mirada diferente a la gubernamental sobre la historicidad y territorialidad de la violencia criminal, sentida y vivida en carne propia: bajo el fuego cruzado de cárteles en disputa, mientras se desplazaban a sus comunidades; coexistiendo en los mismos edificios escolares que hacían de bases logísticas improvisadas, lo mismo del Ejército que para el narco; intentando construir aprendizajes en aulas bombardeadas con drones; interpelando jefes de plaza para sostener la protesta social en carreteras privadas custodiadas por bandas criminales; exiliadas frente al constante acoso sexual y obligados al abandono residencial por las amenazas de muerte y de privación de la libertad por el sicariato.

 

Además de estos contextos de políticas fallidas del Estado, complicidades para crear ambientes propicios a la militarización y paradójicamente al crecimiento permisible de economías ilegales, los maestros acuden a las aulas en ausencia de medidas y herramientas pedagógicas oficiales para atender los climas de violencia. Programas como Escuela Segura y otros no fueron pensados en educar para la paz, sino funcionales a las medidas de acotación de libertades.

 

No obstante, en las trayectorias escolares situadas, individuales o colectivas, se dibujan intencionalidades que prefiguran estrategias alternativas y de autonomía curricular exitosas para educar en la paz social; de ahí que este libro sea una posibilidad de diálogo para comprender y atender de manera profunda el origen estructural de la violencia criminal; pero, también un llamado de atención urgente a la formación normalista y a las educaciones populares, para no dar la espalda a estos desafíos que la docencia encuentra en todo el territorio nacional.

 

Los docentes, sobre quienes son sensibles a las desigualdades sociales, tienen un papel fundamental en la reconstrucción de los tejidos comunitarios y del pueblo; aunque esto les siga costando la vida y la libertad. El reciente secuestro de Mario Roldán y Muriel Ernesto Gómez, líderes de la CNTE en Chiapas, o de la desaparición forzada de José Gabriel Pelayo, profesor de escuela básica y luchador ambientalista de la costa michoacana, son lamentables ejemplos de una herida que sigue abierta y que, sin duda, deja temas sin resolver en esta coyuntura política transexenal.

 

De ahí la vigencia del libro de Alberto Colin y la provocación que nos hace para mirar la inseguridad en clave de las izquierdas; pero, ajenos y distantes de las narrativas golpistas que no se ostentan con rigor científico, y menos aún, parten de iniciativas que, como ésta, tienen el propósito de comprender los problemas más sentidos de nuestra realidad actual para encontrar el cauce que nos conduzca a mejores políticas de pacificación social.

https://www.jornada.com.mx/2024/10/04/opinion/012a2pol

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“La belleza es revolucionaria”. Una conversación con Silvia Federici y Begonia Santa-Cecilia

Por: Emanuela Borzacchiello

 

La belleza y la relación con las madre, entre otras cosas se tejen el libro Yuyu, flores y poemas, de la pensadora Silvia Federici y la artista Begonia Santa-Cecilia. Un libro construido a partir de la correspondencia en medio de una pandemia, que también fue una forma de conspirar y respirar juntas al mismo tiempo.

CIUDAD DE MÉXICO.- La belleza como mecanismo revolucionario para contrarrestar pensamientos autoritarios y patriarcales. La belleza como antídoto para cuidar un cuerpo y un mundo enfermos. La belleza para recuperar el potencial transformador de los gestos cotidianos que realmente importan para sustentar y reproducir la vida. Entre poesías y pinturas, la belleza es la hebra que teje el libro Yuyu, flores y poemas, de la pensadora Silvia Federici y la artista Begonia Santa-Cecilia, amigas desde que se encontraron en una plaza –la del movimiento Occupy Wall Street– y alrededor de una ausencia: la pérdida de sus madres.

Un libro que se construyó gracias a un intercambio epistolar de flores pintadas por Begonia y poemas escritos por Silvia. Begonia y su compañero, el escritor Luis Moreno Caballud, editan los poemas y ponen en el titulo una palabra que es clave en el poemario de Silvia: Yuyu, un término empleado en origen para designar algunas de las prácticas espirituales de las sociedades tradicionales del África Occidental.

Con las dos coinspiradoras del libro conversamos entre New York City y Ciudad de México.

Y yo, ¿qué le puedo enviar?

–Nos conocimos con Silvia en 2011 durante el movimiento Occupy Wall Street (OWS) organizando un foro sobre la importancia de los bienes comunes. Al poco tiempo creamos en Nueva York un grupo de investigación feminista sobre las violencias, activo hasta el día de hoy: Feminist Research on Violence–, cuenta Begonia.

En aquel momento, el movimiento de Los Comunes del que nos habla Begonia fue clave para revitalizar un paradigma de cooperación y equidad que remedia nuestro mundo y crear nuevas redes de pensamiento crítico en EEUU. Desde entonces, los trabajos de Begonia y Silvia se entrelazan, dando forma a diferentes tipos de materiales como la película “Más allá de la periferia de la piel” de 2022 o “Silvia Federici y la reproducción de la vida” de 2019, un corto que narra, con un ritmo incesante, como el capitalismo intenta apropiarse del trabajo invisible que sustenta nuestras vidas.

El intercambio y la conversación entre ellas se transformó en una práctica feminista que nunca se interrumpe, ni siquiera durante la pandemia. Gracias a la reapropiación de un gesto antiguo, como es la correspondencia, las dos amigas se enviaron cartas y lograron recuperar una materialidad que se expresa mediante las poesías y las pinturas y, no sólo, a través de los cuerpos.

–Durante la pandemia de covid, en el momento de toda esta tristeza, este sentido preponderante de muerte y violencia, Begonia me envió una flor que había pintado. Así que me pregunté: ¿y yo, qué le puedo enviar? Pensé en enviarle mis poemas–, dice Silvia.

La correspondencia entre amigas reactivó el archivo donde Silvia había guardado textos inéditos escritos desde los años setenta. A pesar de que es conocida, sobre todo como filósofa y ensayista, durante toda su vida Silvia escribe poesía cuando está en medio de un dolor, de una lucha o de un deseo.

Cartas infinitas; inspirar y respirar juntas

El hilo conductor de mis poemas es la ironía– dice Silvia–. Hay diferentes temas: la política, el dolor, la sensación de una nostalgia asociada a una pena que siempre me acompañó en toda mi vida. Es como un dolor ontológico. El dolor del ser.  Enviar cartas permite abrir un espacio donde es posible compartir todo este mundo con la otra persona y, al mismo tiempo, estás reflexionando por ti misma. A mí me gustaba muchísimo escribir a mis amigas. Con mi compañero George tenemos una pila de cartas infinitas. Cuando estaba en Nigeria, nos escribimos una cada día. Poder enviar mis poemas en forma de cartas a Begonia fue crear un espacio especial, ni completamente personal, ni público. Entonces, lo que hicimos fue recrear este espacio en este libro.

El libro Yuyu, flores y poemas es también un ejercicio de conspiración: inspirar y respirar juntas.

–Sí, la idea del conspirar. El conspirar significa que la gente se junta, las cosas no suceden automáticamente, hay una decisión, una responsabilidad, es como respirar juntas al mismo tiempo. Nuestra correspondencia fue una forma de entrar en una especie de ritmo de conspiración juntas–, insiste Silvia–. Por otra parte, como se dice en el poema “Elogio de la teoría de la conspiración”, también los poderosos conspiran, de una forma muy distinta. No son las leyes las que automáticamente les obligan a matar, a mutilar, a aterrorizar, a torturar, sino que conspiran para hacerlo. Esto significa que hay decisiones, que hay personas que quieren esta muerte, que organizan, que deciden que ciertas vidas no valen nada.

Gracias al espacio que crearon con el libro, las autoras trazan y nos comparten un itinerario de reflexiones.

Un momento utópico

–Al principio de la pandemia empecé a pintar estas acuarelas como un pequeño ejercicio de cada día–, narra Begonia–. El arte y la poesía son herramientas políticas fundamentales para desaprender las formas de vida capitalistas, patriarcales y colonialistas. Herramientas que ayudan a enfocarnos más en el sentir que en el producir. Nos abren a otras maneras de percibir y estar en el mundo.

Dice Silvia:

–La pintura es un momento utópico. Pintar flores y activar una correspondencia es una forma de almacenar lo que importa de la vida en forma creativa, en forma imaginativa.

El cuidado de una madre

En el libro Begonia y Silvia reúnen, guardan o registran colores y temas claves que nos ayudan a recuperar prácticas feministas, como la importancia del compartir la experiencia de cuidar el cuerpo enfermo de una madre.

Dice Begonia:

–La relación con Silvia se hizo más intensa tras una conversación que tuvimos sobre la enfermedad de nuestras madres, sobre el sufrimiento que conlleva a nivel físico y emocional todo lo que hay que hacer cuando una cuida. Estás cuidando, pero ¿quien cuida a los que cuidan? La muerte de mi madre coincidió con el nacimiento de nuestro hijo y fueron momentos muy difíciles porque ya no tienes a tu madre y al mismo tiempo tienes que hacer el papel de madre. Una tremenda mezcla de sentimientos.

Dice Silvia:

–La experiencia del cuidado de mi madre fue como una inversión de roles: ella se transformó en mi hija. Tuve que aprender a relacionarme con su cuerpo: todos los días la limpiaba, le pasaba la crema, la masajeaba. Restablecí una relación corporal muy íntima con ella. Cuando murió me costó mucho dolor, porque para mí fue como vivir una segunda separación, la que se vive al nacer cuando nos separamos del cuerpo de nuestra madre. Durante su enfermedad le peinaba sus cabellos, le ponía un poco de color en su cara para darle un poco de alegría. Era importante ponerle un poco de perfume. Le compraba camisetas rojas o azules para hacerle sentir que no era el fin. Cuando murió fue un gran dolor, una sensación corporal de ausencia muy fuerte.

El Museo de Silvia

En el libro el entrelace de flores y poemas genera una explosión de colores y perfumes que revitalizan los ritmos de nuestras sensaciones corporales. Abrir este libro es entrar en el espacio íntimo de sus autoras y compartir una amistad cómplice.

-Silvia tiene su casa llena de pinturas, fotografías. Objetos que cambia de lugar todo el tiempo. Es como un museo que nunca se acaba, y le llamo el Museo de Silvia- cuenta Begonia-. El Museo de Silvia es una forma de vida. Convive con todas esas imágenes, con esas pinturas, con esas cosas que están hechas por otras personas y sus sensibilidades. Muchas de las cosas que tiene son objetos de arte hechos por mujeres de otros lugares, por artesanas, por artistas. Silvia pintaba cuando era joven. Ha cultivado siempre – y nos enseña a cultivar- esta conexión entre estética y política.

El libro Yuyu, flores y poemas, publicado por la editorial La Oveja Roja se distribuye en México por la Librería La Volcana lugar común.

Fuente de la información e imagen:  https://piedepagina.mx

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Llenar el archivero

Por: Rogelio Javier Alonso Ruiz

 

Se acercaba el fin del ciclo escolar 2023-2024 y parecía que, en algunas oficinas, había inquietud, urgencia y desesperación. ¿El motivo? La presencia de archiveros que, insólitamente, a esas alturas del año escolar acumulaban más aire y polvo que papeles. Esto, desde ciertas perspectivas, es simplemente inaceptable: las gavetas vacías son, para algunos, sinónimo de improductividad y ociosidad. La consigna parecía clara: ¡Hay que llenarlas a cualquier costo, con lo que sea!

La descarga administrativa de la vida escolar ha sido una aspiración desde hace varios años. Pese a que incluso en los Programas de Mejora Continua de los planteles educativos la carga administrativa ha sido considerada como un ámbito de atención y a que la reducción de encargos de este tipo en las escuelas esté señalada en el artículo 94 de la Ley General de Educación. A pesar de lo anterior, la realidad aún es lejana del ideal: el extinto INEE (2018) reconocía que “prevalece […] un modelo de administración excesivamente burocrático que limita la capacidad de gestión de las escuelas” (p. 30).

Los excesos burocráticos se aprecian con claridad en una desafortunada tradición que, en los últimos años se ha fortalecido en las escuelas públicas colimenses de sostenimiento estatal: la check list, un extenso y variado listado de documentos que, cual carta a Santa Claus, los supervisores solicitan a los directores al final del ciclo escolar. Es la Navidad de la recarga administrativa: se abren las gavetas con la misma ilusión que el niño corre a buscar sus regalos en la bota navideña.

Las check list son el ejemplo perfecto de la duplicidad y la irrelevancia de solicitudes a los centros escolares. Se requieren documentos que ya fueron turnados a figuras o dependencias que realmente están facultadas a intervenir en asuntos de contraloría, participación social, control escolar y acreditación, por mencionar algunos. Se ha llegado al extremo de pedir documentos por demás absurdos: horarios del siguiente ciclo escolar de docentes que ni siquiera se tiene asegurada su continuidad. Documentos irrelevantes, como los guiones de las ceremonias de clausura, también han sido incluidos en esta lista de verificación. Alimentar el archivero con lo que sea, hasta con documentos chatarra.

Los supervisores escolares son piezas clave para regular la intensidad de las tareas administrativas en las escuelas. No se deja de reconocer la encomienda que tienen de “[garantizar] que los colectivos docentes rindan cuentas acerca del funcionamiento y resultados educativos de la escuela” (SEP, 2022, p. 57), pero es necesario que esta función no eclipse a otra aún más importante: “[fomentar] que el personal directivo y docente de las escuelas, oriente su labor hacia la mejora permanente del trabajo en el aula, y la organización y funcionamiento del plantel” (SEP, 2022, p. 55).  Las visitas para comprobar la existencia de papeles son insuficientes en tal labor. Lo administrativo nunca como distractor u obstáculo de lo pedagógico.

La sobrecarga administrativa tiene relación, entre muchos factores, con el uso de herramientas tecnológicas, cuyo potencial es frecuentemente desaprovechado. Colima cuenta con la Plataforma Integral de Información (PII) y la Plataforma de Herramientas Educativas, en las cuales los directivos depositan de manera digital actas de Consejo Técnico, realizan altas y bajas de alumnado y generan automáticamente la estadística de la matrícula escolar, entre muchas otras acciones. Sin embargo, la desarticulación y falta de coordinación entre las dependencias y figuras del aparato educativo, hace que la información vertida en estas plataformas tenga que ser replicada una y otra vez por los directores a diferentes destinatarios.

La llegada de nuevas tecnologías ha significado también, paradójicamente, para quienes están en la parte de la jerarquía laboral, un aumento en el trabajo. Ahora no basta con generar documentos, también se deben digitalizar para así, en ocasiones, aligerar el trabajo de alguien más. Para muestra, un botón: se pide a los directores escolares escanear, cada mes, el registro de asistencia del personal escolar, cuando, en otros tiempos, la tarea de verificación de este documento correspondía realizarla presencialmente al supervisor escolar. Ahora, con un solo clic, mágicamente el supervisor obtiene en su pantalla la evidencia de su encargo. Así otros casos. Optimizar los tiempos… de algunos.

La intensificación administrativa escolar se ve aderezada por malas prácticas y costumbres como la disponibilidad eterna (disculpen que los moleste a esta hora, pero…), el afán de evidenciar todo (tengan fotos por si acaso), la inmediatez extrema (de hoy para ayer) o la absorción de tareas administrativas que otras dependencias descargan en las escuelas.

Se reconoce que la escuela y su personal deben, como cualquier otra institución y sus trabajadores, rendir cuentas de su funcionamiento. No se intenta ignorar la esfera administrativa de la vida escolar ni escatimar en su importancia, ni en las responsabilidades que los directivos, supervisores y otras autoridades tienen en ese sentido. Lo que sí se advierte es la necesidad de simplificar los procesos administrativos. Usar las herramientas digitales para aminorar, y no para aumentar o transferir, las cargas de trabajo. Mejorar la articulación y coordinación entre las figuras del aparato educativo. Establecer canales más efectivos de comunicación. Erradicar prácticas y costumbres que hacen de la tarea administrativa una tortura. Procurar una acción administrativa que fortalezca el ámbito pedagógico. Superar la vanidad de ver con orgullo archiveros al borde del colapso.

REFERENCIAS

INEE (2018). Educación para la democracia y el desarrollo de México. México: autor.

SEP (2022). Marco para la excelencia en la enseñanza y la gestión escolar en Educación Básica. Perfiles profesionales, criterios e indicadores para el personal docente, técnico docente, de asesoría técnico pedagógica, directivo y de supervisión escolar.  Disponible en: http://public-file-system.usicamm.gob.mx/2023-2024/compilacion/EB/Marco_EB.pdf (Consultado el 24 de septiembre de 2024).

Fuente de la información:  https://www.educacionfutura.org

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Colectivizar las bibliotecas personales

Hace dos años, durante el confinamiento de la pandemia, mi madre comenzó a perder la vista. Para alguien como ella que dedicó su vida a la edición, esa borradura, esa pérdida de foco, ensombreció su relación con el mundo. Cada vez que se sentaba con un libro entre las manos, cientos de preguntas golpeaban sus ojos desde el interior. No podía leer, las letras y el sentido de las palabras se le esfumaban. ¡Deberían publicarse libros con letras grandes para gente como yo!, me decía. El diagnóstico no fue, por fortuna, terrible: tenía cataratas. Operaron uno de sus ojos y después de una convalecencia de varios meses y cuidados, volvió a ver. Pero algo se perdió en el camino. Mi madre dejó de salir a la calle como hacía antes, con esa autonomía risueña que siempre le admiré. Sus desplazamientos se volvieron vacilantes, como si una vulnerabilidad nueva, la vulnerabilidad de la vejez, se hubiera hecho más presente. ¿Cómo acompañarla en este momento titubeante? ¿Cómo desafiar el aislamiento al que esta época despiadada y vertiginosa condena a las mujeres mayores?

Quizá regalarle un libro (¡un libro más!) no era una buena idea. Y, sin embargo, se lo regalé. Porque no se trataba de un libro cualquiera, sino de un objeto singular, una biblioteca portátil que era también un fichero de hojas sueltas, un artefacto hospitalario y misterioso. Se trata de Habitar la biblioteca, una cajita de cartón (tan frágil y por eso tan potente) hecha de historias personales, de afectos e intimidades, de rincones iluminados por una comunidad indomable de lectoras, trece mujeres de distintos territorios y disciplinas (curadoras, bibliotecarias, artistas, libreras, editoras) convocadas para escribir sobre sus relaciones con bibliotecas perdidas y reconstruidas, desembaladas y vueltas a embalar, bibliotecas del polvo, del aire, de la infancia, de los amantes. Cuando le extendí el objeto, mi madre y yo estábamos sentadas alrededor de su comedor. Yo intentaba hacerle plática, pero muy pronto ella dejó de escucharme. Se había enfocado en otra cosa, como si una ráfaga de curiosidad hubiera desentumido de pronto sus hermosos dedos artríticos: durante varias horas ella se dedicó a extraer y desdoblar papelitos, a leer los cuadernillos que configuran este libro que es muchos libros, con un interés, una delicadeza y una atención que no le había visto en mucho tiempo. Se había reencontrado, al fin, con otras buenas compañías, sus iguales, mujeres que han hecho del libro más que un objeto, un vínculo. Ella estaba de nuevo absorta, entregada a la lectura. Yo la miraba en silencio.

Habitar la biblioteca es un dispositivo de lectura que nos interpela y contagia de inmediato con su alfabeto de gestos materiales: en lugar de un libro cosido y con lomo, en lugar de la secuencialidad del discurso y las hojas numeradas, esta compilación se organiza y desorganiza en una serie de folders habitados por hojas de tamaños y colores diversos, tipografías variables, trazos, manuscritos, dibujos, tarjetas, mapas, posters desplegables. Manipularlo nos hace meter las manos en el mundo. Nos recuerda que, a pesar de la abstracción digital generalizada, somos un cuerpo y que la lectura es un tipo de relación material con la realidad sensible.

Ese es el gesto micropolítico de Habitar la biblioteca que imantó la atención de mi madre: reconocer, en su propia manufactura artesanal, en su objetualidad, que nuestras bibliotecas personales son sitios “creativos, vulnerables, abiertos y en constante construcción”.

Walter Benjamin habría quedado fascinado entre las secretas vías subterráneas que se abren en esta biblioteca, como hacía con su colección de juguetes en miniatura y libros infantiles, donde era posible encontrar todo lo imaginable, libros de estampitas para insertar figuras, aún no tocados por producción industrial. Esos libros ya no existen, pero siempre vuelven. Habitar la biblioteca es también eso: un mundo inmensamente pequeño que guarda rastros de otros espacios y tiempos, genealogías y metamorfosis de bibliotecas afectivas en las que podemos reconocernos, porque parecen susurradas al oído. “Historias mínimas, que no son mínimas”, como subraya Sol Henaro en su ensayo, “Rememorar”, donde rastrea su relación con los archivos y recuerda a su abuelo linotipista. No hay nada pretencioso ni grandilocuente en este fichero y, sin embargo, sus ensamblajes son infinitos.

Aquí la biblioteca es un bosque que es una cocina que es un quipu que es un grimorio que es un ritual que es un gabinete de curiosidades.

Desarmarlo y volverlo armar es entrar en el juego de las relaciones oblicuas. No importa cuánto nos empeñemos en guardar los folders en orden, este fichero afirma que todo tiene aquí la misma categoría; el saber que organiza la ficha no conoce jerarquía alguna”, como escribió Erdmunt Wizisla al describir el archivo de Benjamin. Esa falta de jerarquía es también una política (y una epistemología) feminista, distinta a las retículas cartesianas que deciden cuáles saberes cuentan y cuáles no. Sugiere que una biblioteca viva es aquella que puede reordenarse cada vez gracias al deseo de las usuarias. Todas las que acumulamos libros sabemos que a pesar de nuestra obsesión por clasificarlos (ya sea por categorías disciplinares, temas, tamaños, centros de interés, ediciones o anomalías), la biblioteca es un organismo que tiende a la disgregación. Pero es en el desorden donde el azar propicia otros encuentros. ¿Sería ese el sueño de una biblioteca mutante, una biblioteca que no se definiera por el crecimiento acumulativo de saberes, sino por su reubicación, su inestabilidad, sus montajes renovados?

La movilidad interior de Habitar la biblioteca representa esa cartografía abierta, quizá una metáfora de la biblioteca por venir, dispuesta a incorporar las más diversas formas de leer el mundo.

Pienso, por ejemplo, en la pieza de Gwennhael Huesca Reyes, “Pulsión de código”: una hoja doble carta donde se despliegan, como un collage, frases sobre otros actos de lectura: leer las nubes, leer el movimientos de las hojas de los árboles, leer el golpe del mar en las rocas, los rastros en la nieve, las líneas de la mano, el movimiento de los labios. En “Objeto encontrado”, la fotógrafa Patricia Lagarde también propone un método de investigación heurística a través de un catálogo de objetos econtrados entre las páginas de sus libros. Cada objeto es clasificado junto con una cita de la página donde se encontró, creando concatenaciones enigmáticas. Como esa “hoja seca, ocre, oblonga” descubierta en la página 174 de Sobre la fotografía, de Susan Sontang, donde se lee: “Poseer el mundo en forma de imágenes es, precisamente, volver a experimentar la irrealidad y lejanía de lo real.” ¡De qué manera aparece ahí no sólo lo ya conocido sino lo inédito, lo inesperado, lo que aún no tiene nombre! El ensamblaje, entonces, nos permite leer lo nunca escrito. Algo similar sucede con la palabra deconstruida de Fernanda Aránguiz, una serie de papelitos con trozos de letras que guardan un sentido secreto para quien participe en el juego del lenguaje como “una forma abierta al infinito” y del libro como “un soporte de encuentros”.

Haciendo pública la biblioteca personal § Mario Cruz López

En la intimidad de estas lecturas, se desbordan los andamiajes de la biblioteca como institución, porque este acervo incorpora la historia de unas vidas transcurridas. Así sucede en la pieza extraordinaria de Javiera Barrientos, “Elegía a las bibliotecas perdidas”, un ensayo construido con retazos de textos cruzados. En uno de ellos seguimos la trama de esas formas en que el poder busca neutralizar la potencia indomable de la lectura, esas bibliotecas destruidas o incendiadas, como sucedió con la biblioteca de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Bagdad durante la guerra de Irak, luego reconstruida gracias a una biblioteca participativa del artista Wafaa Bilal. Esta historia pública se entrecruza con dos textos manuscritos: uno sobre la biblioteca que Barrientos deja embalada antes de mudarse de país; otro sobre la biblioteca perdida de alguien a quien amó y murió. Estas anotaciones a mano, con su letra diminuta y amontonada, parecen entradas de diario o cartas nunca enviadas. La materialidad de su caligrafía es un gesto entrañable: nos obliga a leer muy de cerca una historia muy íntima. Desentrañarla es pensar juntos en las razones por la cuales recomponemos las bibliotecas de los muertos y preguntarnos por qué compartir la biblioteca privada es un acto político. De eso escribe también Aleida Pardo, en “Maternar las bibliotecas”. Cuando socializamos nuestros libros estamos cuidando la reproducción de la vida como posibilidad futura, “porque si las bibliotecas se privatizan nos adueñamos de cosas que nos son comunes.”

En momentos en los que se libra una guerra constante por el monopolio de nuestra atención, creo que este proyecto editorial, concebido por Andrea Reed-Leal, en colaboración con La Máquina de Aplausos, defiende una apuesta colectiva y feminista por la lectura, haciendo pública la biblioteca personal*, permiténdonos estar, otra vez, como a mi madre, a solas en compañía.

* Una versión digital de Habitar la biblioteca se liberará para descarga en junio de 2023 aquí.

Nombro a todas sus participantes: Andrea Reed-Leal, Erandi Adame, Fernanda Aránguiz, Javiera Barrientos, Clara Bolívar, Fernanda Escalera Zambrano, Sol Henaro, Gwenhhael Huesca Reyes, Patricia Lagarde, Valeria Mata, Aleida Pardo Hernández, Catalina Pérez, Alejandra R. Bolaños, Sandra Sánchez, Isabel Zapata.

Vivian Abenshushan es escritora interdisciplinar. Su práctica, tanto individual como colectiva, explora estrategias micropolíticas que confrontan los procesos del capitalismo contemporáneo y sus estructuras de producción cultural, así como las relaciones entre arte y pedagogía, procesos colaborativos, redes feministas y prácticas experimentales en la escritura. Ha publicado los libros: El clan de los insomnes (Premio Gilberto Owen 2002), Una habitación desordenada y Escritos para desocupados, publicado por la editorial Surplus bajo una licencia copyleft, entre otros. Su libro más reciente, Perman ente Obra Negra (Sexto Piso, 2019), es un proyecto de escritura conceptual fundado en la copia, la reescritura y el montaje de citas, que circula como libro, fichero y suajado. Es cofundadora de la cooperativa Tumbona Ediciones y directora de BLA: Espacio de Experimentación Escrita.

Fuente de la información:  https://www.jardinlac.org

  • Un artefacto hospitalario y misterioso § Mario Cruz López
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Segunda Marcha Nacional Universitaria: “un fantasma recorre Argentina”

Por: Emilia Trabucco*

La segunda Marcha Universitaria -desde el inicio de la gestión de Javier Milei- convocada para este miércoles 2 de octubre en todo el país, se presenta nuevamente como una iniciativa que moviliza a la sociedad argentina en general, especialmente en un contexto de profundización del ajuste.

La crisis presupuestaria que atraviesan las universidades nacionales no sólo amenaza su funcionamiento, sino que también forma parte de una estrategia más amplia que busca mercantilizar la educación y disciplinar el pensamiento crítico. En este contexto, el papel de la universidad pública como un espacio de inclusión, producción de conocimiento y justicia social es clave para entender la importancia de esta nueva movilización.

El debate sobre el financiamiento de las universidades públicas refleja la tensión entre los intereses populares y las políticas de ataque a las clases trabajadoras del actual gobierno, quien recientemente anunció que vetará la Ley de Financiamiento Universitario aprobada por el Congreso. Esta ley buscaba actualizar las partidas presupuestarias de las universidades nacionales, garantizando su funcionamiento y los salarios de docentes y no docentes en función de la inflación, un problema que ha afectado profundamente a les trabajadores en general.

La oferta salarial del 5,8% que el gobierno recientemente presentó a los gremios en la antesala de la marcha ha sido rechazada por insuficiente, especialmente cuando se contrasta con los índices de pobreza y la inflación, que sitúan al 85% de les docentes y trabajadores universitarios bajo la línea de pobreza (CONADU, 2024). En este sentido, la lucha universitaria se entrelaza con otras luchas del sector laboral, que también enfrentan las consecuencias de la flexibilización y la precarización del trabajo, que se agudizarán con la reglamentación de la Reforma Laboral anunciada por Federio Sturzzenegger.

Ello se suma a la decisión del gobierno de suspender el Fondo Nacional de Incentivo Docente (FONID), un componente clave del salario docente, y ha paralizado las negociaciones de la Paritaria Nacional Docente.

Además, el gobierno ha impulsado la declaración de la educación como servicio esencial , lo que restringiría el derecho a huelga de los trabajadores del sector, en una clara violación de la Constitución Nacional . Esta medida se inscribe en una política de disciplinamiento social que busca limitar la capacidad de protesta y organización de los sectores que se oponen al ajuste.

El ataque a la educación pública no es un fenómeno aislado. En un contexto global de ofensiva neoliberal y neofascista, la universidad se ha convertido en un campo de disputa ideológica. Desde sectores cercanos al gobierno de Milei, se acusa a las universidades de ser centros de adoctrinamiento ideológico, una narrativa que refuerza la ofensiva contra el sistema educativo público y alienta su privatización.

El gobierno de Javier Milei ha dejado clara su intención de avanzar en este sentido, promoviendo un modelo basado en la demanda mediante la implementación de vales y créditos educativos. Los hijos de la canciller Diana Mondino, Francisco y Simón Pendas, forman parte del directorio del Banco Roela, que ya opera en universidades privadas (y algunas públicas, mediante la plataforma de pago de posgrados) y busca expandirse a las públicas mediante el arancelamiento y el negocio de los préstamos estudiantiles.

Negocio más que apetecible, considerando que el 80% de les estudiantes en Argentina eligen estudiar en universidades públicas.  Este sistema, que beneficia directamente a bancos y aseguradoras, ya ha demostrado sus efectos en Chile, donde el modelo, heredado de la dictadura de Pinochet, ha endeudado masivamente a las familias y generado una profunda desigualdad.

En Argentina, la propuesta de avanzar con créditos plantea un escenario similar: la educación se convertiría en un negocio rentable para unos pocos, mientras millones de estudiantes quedan excluides por no poder afrontar las deudas impuestas para acceder a la universidad. Al igual que en Chile, la retórica oficial justifica esta medida en la crisis presupuestaria creada por el propio gobierno, consolidando la educación como un servicio financiero que subordina el derecho a estudiar a la capacidad de endeudarse.

El accionar del gobierno forma parte de una ofensiva más amplia contra los derechos sociales conquistados en las últimas décadas. El ataque a la universidad pública forma parte de la agenda neoliberal de ajuste y reforma del Estado, que busca la mercantilización de todas las áreas de la vida y el disciplinamiento social (Socolovsky, 30 de julio de 2024).

Este conflicto trasciende lo económico, tocando fibras sensibles de la identidad argentina, como los derechos humanos, la justicia social y la defensa de la soberanía. La universidad pública en Argentina ha sido históricamente un baluarte del conocimiento crítico y del desarrollo científico-tecnológico. Con un presupuesto adecuado, las universidades no solo garantizan una formación de calidad, sino que también son un motor de producción de conocimiento y de avance científico en áreas cruciales para el país.

La marcha del 2 de octubre será la expresión de una resistencia amplia y heterogénea contra el programa de ajuste, empobrecimiento y quita de derechos de la sociedad argentina en general. Al igual que ocurrió con la marcha del 23 de abril[1], que movilizó a miles de personas en todo el país, esta nueva convocatoria reúne a sindicatos, organizaciones estudiantiles, feministas, culturales, científicas,  de jubilades, movimientos sociales y comunidad en general en defensa de la universidad pública​.

En conclusión, la marcha del 2 de octubre no sólo pone de manifiesto la defensa de la universidad pública, sino que representa un reclamo más amplio por la justicia social en un país donde el ajuste y las políticas de recorte económico afectan a las clases trabajadoras de manera directa. La calle volverá a ser escenario de una disputa fundamental por el futuro del pueblo argentino.

[1] Trabucco, E.: La masiva marcha nacional universitaria: un punto de inflexión en el escenario político argentino. Disponible aquí

*Trabucco es psicóloga, Magíster en Seguridad. Analista de la Agencia NODAL y de CLAE Argentina. Directora del Área de Universidad, Género y Trabajo del IEC-CONADU

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