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La rosa del reciclaje

Por: Carlos Ruperto Fermín

Es difícil ver la vida en color rosa, con tanta basura en la suciedad de las calles. Una flor tan bella como la rosa, no puede respirar en un jardín de guerra, y no puede vivir sin los pétalos de la paz.

Pero el calendario nos dice que el 17 de mayo, es la fecha ecológica que celebra el Día Mundial del Reciclaje, para generar conciencia ambiental sobre el grave problema de los residuos sólidos, que se han convertido en el cáncer de las ciudades de Latinoamérica.

Hoy queremos compartir con usted, una gran crítica social sobre el inconveniente de la basura en las calles, que se explicó con la magnífica comunicación visual de la serie animada “La Pantera Rosa”, y cuyo episodio para la televisión latinoamericana se tituló “Desperdicios Rosas”.

Lamentablemente, los adultos ya no recuerdan el humor satírico de La Pantera Rosa, y los jóvenes ya no entienden el humor cáustico de La Pantera Rosa. Por eso regalaremos a las nuevas generaciones y a las viejas generaciones, una moraleja que por desgracia nunca pasará de moda.

El episodio “Desperdicios Rosas” se desarrolló en una ciudad estadounidense llamada Litterburg, donde se observaba un exceso de basura que cubría todo su territorio, por la desidia de los 5000 habitantes que representaban su población.

En las calles de Litterburg, vimos a la pantera rosa comerse una sabrosa banana, y lanzar el cascarón de la fruta en el suelo.

Pero el cascarón de la banana no tocó el suelo, sino que le cayó en la nariz a un molesto policía, quien tuvo que remover más basura de la calle, para mostrarle a la pantera el aviso que prohibía y catalogaba como delito, el vertido de basura en las calles por parte de la ciudadanía.

Amenazándolo con una pistola, el policía llevó a la pantera hasta la sede del Ayuntamiento, donde el juez lo condenó a limpiar toda la basura de Litterburg.

Con pala y cepillo en mano, la enojada pantera se transformó en un felino barrendero, que empezó a recoger los interminables desperdicios de la ciudad.

Cuando finalmente almacenó toda la basura, la pantera decidió acabar rápidamente con todos los desperdicios, mediante el uso del fuego para quemar la tremenda basura.

Pero justo antes de incinerar los desechos, llegó un bombero que empapó el rostro de la pantera con abundante agua, para recordarle que según la ordenanza municipal de la ciudad, estaba prohibido quemar los desechos sólidos dentro de Litterburg.

Acatando la normativa legal, la pantera condujo un camión hasta una zona desértica, muy lejos de los suburbios que delimitaban a Litterburg.

Pensando que estaría a salvo de la ley, nuestro felino barrendero dejó caer la montaña de basura acumulada, y la vertió con simpleza en la superficie de la zona desértica.

Pero después de lanzar la basura, llegó un vigilante forestal montado en su camioneta policial, para reprender a la pantera y mostrarle un aviso, que prohibía absolutamente el vertido de basura en el lugar.

Sin más remedio que acatar la ley, la pantera volvió a recoger la basura y la depositó en su camión.

Pero antes de abandonar la zona desértica, la cansada pantera observó un hoyo profundo en el suelo, donde podía lanzar la basura y con astucia desaparecerla completamente.

Con felicidad en su rostro, la pantera lanzó toda la basura dentro del profundo hoyo, sin saber que la grieta en el suelo realmente era un antiguo géiser, que muy pronto hizo brotar con furia toda la basura del lugar, y acabó una vez más en las sucias calles de Litterburg.

Sin comprender tanta mala suerte, la pantera volvió a recoger la caprichosa montaña de basura.

Pero ahora la ofuscada pantera, consiguió una potente emulsión llamada “Disminución Instantánea”, que reducía drásticamente el tamaño de las cosas. Y agregando un poco de agua, la emulsión devolvería el tamaño original de las cosas.

Usando la increíble emulsión química, la pantera convirtió la montaña de basura en una pequeña bolita de basura.

Feliz por su ingeniosa hazaña, la pantera decidió usar un primitivo tirachinas, y lanzó muy lejos la bolita de basura.

Después de chocar con un tanque de azotea, con el tendido eléctrico y con los carteles publicitarios, la bolita de basura llegó hasta el departamento de la policía, y cayó en el vaso con agua del mismo policía que castigó a la pantera.

Cuando se mezcló la bolita de basura con el agua del vaso, la potente emulsión hizo recuperar el tamaño original de la basura, y la desesperada pantera tuvo que recoger toda la montaña de desperdicios, que inundaba hasta las ventanas del saturado departamento de policía.

A punto de perder la razón, la pantera decidió conducir una máquina aplanadora a vapor, para aplastar todos los residuos y convertirlos en un ingenioso avión de basura.

Con ganas de lanzar la basura fuera de la Tierra, la pantera le colocó dinamita al avión de basura y lo transformó en un cohete, que hizo volar y estallar rápidamente en el cielo de la amargura, porque la basura no gravitó en el espacio exterior, sino que descendió otra vez a las calles de Litterburg.

Aunque usted no lo crea, la pantera se armó de valor y volvió a recoger la basura. Volvió a conducir la máquina aplanadora, y volvió a laminar los residuos sólidos. Pero la pantera no los hizo explotar con dinamita, sino que los cortó en pedazos y los transformó en creativos cuadros de arte.

La pantera tuvo suerte con su solución final, ya que la basura fue convertida en una exposición de arte pop, y todos sus cuadros fueron comprados por los amantes de la pintura.

Complacido con la venta de sus cuadros, la pantera decidió entregarle el dinero recaudado al policía, y finalmente pudo librarse y liberarse de la maldición de la basura.

Famoso por haber limpiado todas las calles, la pantera rosa recibió la llave de la ciudad, por parte del alcalde de la hermosa Litterburg.

Con traje de gala y elegante sombrero, la pantera era un héroe para todos los ciudadanos, que lo aplaudían en los festejos que se hicieron en su honor, mientras recorría las calles en un lujoso automóvil junto al contento alcalde.

Luego de la devoción popular manifestada por toda la gente, la pantera y el alcalde llegaron hasta la frontera de Litterburg, donde se estrecharon las manos en señal de amistad, y gozaron de un envidiable panorama de la ciudad de Litterburg.

Pero con todos los festejos realizados en honor a la pantera, el paisaje de Litterburg mostraba la misma montaña de basura en sus calles, por lo que el indignado alcalde le quitó la llave a la pantera, y se la cambió por el mismo cepillo que usaría para limpiar otra vez la ciudad.

El genial episodio finalizó con el rostro fatigado de la pantera, que empezaría de nuevo con la remoción de toda la clásica basura.

Ahora es tiempo de reflexionar, sobre las causas y las consecuencias de la basura urbana, porque las calles de Litterburg son idénticas, a las calles de nuestros pueblos latinoamericanos.

En primer lugar, resulta evidente la falta de políticas ambientales, que permitan conllevar una gestión integral de los residuos sólidos, para evitar el colapso ecológico de cualquier ciudad del orbe.

Las calles atestadas de basura, simplemente reflejan el fracaso del más elemental conservacionismo, basado en el deseo de vivir en un ambiente sano, y convivir en un entorno limpio.

En pocas palabras, a la gente le gusta vivir en la suciedad como cerdos, cochinos y puercos.

En segundo lugar, sorprende ver la preocupación de un policía, para que se cumplan las leyes ambientales vigentes. Y sorprende ver la preocupación de un juez, para que se dictamine a favor del cuidado del Medio Ambiente.

Siempre han existido leyes que castigan la basura en las calles, y siempre han existido sanciones para quienes arrojen la basura en esas calles. Pero nunca hemos visto una ley que sancione el delito dentro de las comunidades, y nunca hemos visto a un legislador que sancione el delito por respeto a su ley.

En pocas palabras, la gente goza lanzando basura, porque sabe que la impunidad permitirá su gozo.

En tercer lugar, vimos la mediocridad de la pantera rosa, que siempre buscaba la salida más fácil, para escapar de los desperdicios por la puerta de atrás.

Irresponsablemente, la pantera pensaba quemar la basura, así como desecharla en un improvisado relleno sanitario, usar peligrosos químicos para destruirla, y hasta enviarla dentro de un cohete a los confines del Universo.

La decisión de reciclar la basura, que tendría que haber sido su criterio primordial, fue el último intento que practicó la pantera rosa, para acabar con la montaña de basura citadina.

La pantera nos ejemplificó claramente con sus tropiezos, que hacer lo correcto es la tarea más difícil para la gente ordinaria. Sin embargo, la frustración de la pantera se tradujo en inspiración, porque pudo diseñar coloridas obras de arte, que cumplían con la regla de reducir, reutilizar y reciclar.

No sabemos si la pantera rosa, realmente tenía el talento necesario para pintar obras de arte. Y no sabemos si la gente que pagaba grandes sumas de dinero por sus cuadros, realmente sabía que los cuadros eran la basura aplanada y pintada por un animal.

Pero sabemos que el esfuerzo y el sacrificio de la pantera rosa, para terminar definitivamente con el conflicto de los desperdicios, produjo una satisfacción emocional que no se compra ni se vende.

En pocas palabras, el valor de reciclar la basura, se recompensa en valor moral para el individuo.

Pese a que la inolvidable serie de televisión “La Pantera Rosa”, fue estrenada a principios de la década de 1960, y la majestuosidad de sus delirantes capítulos llegó hasta el año de 1980, es importante mencionar que la mayoría de los problemas ambientales actuales, fueron temáticas relatadas con mordacidad en muchísimos episodios de La Pantera Rosa.

La tala indiscriminada de árboles, el comercio ilegal de pieles de la fauna exótica, los gases tóxicos por la quema de combustibles fósiles, y la caótica acumulación de basura en las calles, representaron el motor creativo de las historias personificadas por la pantera rosa.

Pero las montañas de basura del siglo XX, no se pueden comparar con las cordilleras de basura del siglo XXI.

La cadena evolutiva de la Humanidad, obliga a maximizar la fabricación y comercialización de productos industrializados, que generan el arrogante confort del egoísmo mundano, y convierten las cajas de pizza en el sabor de la sobrepoblación mundial.

Las toneladas de gigantescas computadoras, ahora caben en la palma de la mano. Pero las toneladas de gigantescas computadoras, ahora contaminan las palmas de nuestras manos.

El pasado, el presente, y el futuro. Signos de interrogación. Nubes negras en el cielo. Gritos en el hogar. Tarjetas de crédito. La sangre del conejo. Metales de metano. Religiones sin religiosos.

Cartones de huevos. Teléfonos inteligentes. Botellas de plástico. Consolas de videojuegos. Afilados vidrios rotos. Televisores en tres dimensiones. Papeles de periódicos. Volantes sin frenos. Pilas alcalinas. Excremento de vacas. Sol a oscuras.

Queda claro que el consumismo que estimula el capitalismo salvaje, ha incrementado infernalmente la producción de basura a escala global, logrando asfixiar la sonrisa de los delfines en los océanos, y enfatizando los niveles de polución en los cuatro puntos cardinales.

No se puede alcanzar el crecimiento endógeno de las naciones latinoamericanas, con el asqueroso desfile de las ratas, de los cuervos y de las cucarachas, que nacen por una apestosa montaña de basura, que ocasiona enfermedades dermatológicas y respiratorias para los ciudadanos.

La falta de una oportuna Educación Ambiental, que primero se aprenda en los salones de clases de los colegios, y después se practique en las calles asfaltadas de las colectividades, ha influido negativamente en el corazón de todos los espacios naturales, que son deforestados para conseguir la materia prima que sustenta el ecocidio.

El ecocidio no puede pintarse de color rosa, y las rosas no pueden reciclarse con las espinas del ecocidio.

Pero reciclando las rosas que todavía perfuman la vida, tendremos la voluntad para cultivar la rosa del reciclaje.

Blog del autor: http://ekologia.com.ve/

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La relevancia contemporánea de Marx

 Por: Klaudio Katz
La conmemoración del 150 aniversario de El Capital ha renovado el debate sobre las contribuciones legadas por Marx a la comprensión de la sociedad actual. El texto continúa suscitando apasionadas adhesiones y fanáticos rechazos, pero ya no ejerce la enorme influencia que tuvo en los años 60 y 70. Tampoco padece el olvido que acompañó al desplome de la Unión Soviética. Ningún investigador de peso ignora actualmente el significado del libro y las relecturas traspasan la academia e influyen sobre numerosos pensadores.

El interés por Marx se verifica entre los economistas que resaltan su anticipación de la mundialización. Otros descubren una precoz interpretación de la degradación del medio ambiente y vinculan la ausencia de soluciones al desastre ecológico, con la crisis civilizatoria que previó el teórico germano.

Su obra es retomada con mayor frecuencia para caracterizar la etapa neoliberal. Varios autores indagan las semejanzas de ese esquema con el “capitalismo puro” y desregulado que prevalecía en la época de Marx.

En un período de privatizaciones, apertura comercial y flexibilización laboral se transparentan rasgos del sistema que permanecieron ocultos durante la fase keynesiana. Los diagnósticos del pensador alemán recuperan nitidez en el siglo XXI.

La gran crisis que estalló en el 2008 reubicó a El Capital en un lugar preponderante de la literatura económica. Ese desplome financiero no sólo desembocó en una impactante recesión. Precipitó además una expansión inédita del gasto público para socorrer a los bancos.

Marx recobra importancia en este escenario de agudos desequilibrios capitalistas. Por esta razón sus explicaciones del funcionamiento y la crisis del sistema son revisadas con gran atención.

Algunos analistas igualmente estiman que sus respuestas han perdido actualidad al cabo de 150 años. Es evidente que el régimen vigente es muy distinto al imperante en el período que conoció el escritor alemán. El registro de estas diferencias contribuye a evitar búsquedas dogmáticas de lo “ya dicho por Marx” sobre acontecimientos que lo sucedieron.

Pero conviene también recordar que el estudioso germano investigó el mismo modo de producción que opera en la actualidad. Ese régimen continúa regulado por las mismas leyes y sujeto a los mismos principios. Todas las denominaciones que ocultan esa persistencia (economía a secas, mercado, modernidad, pos-industrialismo) obstruyen la comprensión del capitalismo de nuestra era.

La obra de Marx mantendrá su interés mientras subsista una estructura económico-social gobernada por la competencia, el beneficio y la explotación. ¿Pero cuáles son los señalamientos más pertinentes de su teoría para clarificar el modelo neoliberal actual?

REFUTACIONES FALLIDAS

Marx captó la especificidad del capitalismo corrigiendo las inconsistencias de sus antecesores de la economía política clásica. Mantuvo la indagación totalizadora de la economía que encararon Smith y Ricardo superando las ingenuidades de la “mano invisible”. Al descubrir las obstrucciones que afronta el capitalismo revolucionó el estudio de ese modo de producción.

El autor de El Capital comprendió que esas tensiones son inherentes al sistema. Destacó que los desequilibrios no provienen del comportamiento o la irracionalidad de los individuos, ni obedecen a la inadecuación de las instituciones.

Marx postuló que el capitalismo está corroído por contradicciones singulares y distintas a las prevalecientes en regímenes anteriores. Esa comprensión le permitió transformar las críticas intuitivas en una impugnación coherente del capitalismo.

La ortodoxia neoclásica intentó refutar sus cuestionamientos con burdos panegíricos del sistema. Concibió insostenibles fantasías de mercados perfectos, consumidores racionales y efectos benévolos de la inversión. Recurrió a un cúmulo de mitos inverosímiles que contrastan con las aproximaciones realistas asumidas por Marx.

Los precursores del neoliberalismo no lograron desmentir el carácter intrínseco de los desequilibrios capitalistas. Ensayaron una presentación forzada de esas tensiones como resultado de injerencias estatales, sin explicar por qué razón el propio sistema recrea tantos desajustes.

Los criterios neoclásicos de maximización -complementados con las sofisticadas formalizaciones para seleccionar alternativas- ignoran la lógica general de la economía. Reducen la indagación de esa disciplina a un simple adiestramiento en ejercicios de optimización.

El predicamento actual de ese enfoque no proviene por lo tanto de su solidez teórica. Es apuntalado por las clases dominantes para propagar justificaciones de los atropellos a los asalariados. Instrumentan esas agresiones alegando exigencias naturales de la economía. Subrayan, por ejemplo, la imposibilidad de satisfacer los reclamos populares por restricciones derivadas de la escasez. Pero omiten el carácter relativo de esas limitaciones presentándolas como datos atemporales o invariables.

La hostilidad de los neoclásicos hacia Marx contrasta con el reconocimiento exhibido por el grueso de la heterodoxia. Algunos autores de esa vertiente han buscado incluso la integración de la economía marxista, a un campo común de opositores a la teoría neoclásica. Esa pretensión ilustra áreas de afinidad, pero olvida que la concepción forjada a partir de El Capital conforma un cuerpo contrapuesto a la herencia de Keynes.

La principal diferencia entre ambas visiones radica en la valoración del capitalismo. La heterodoxia acepta el carácter conflictivo del sistema, pero considera que esas tensiones pueden resolverse mediante una adecuada acción estatal.

Marx postuló, en cambio, que esa intervención sólo pospone (y finalmente agrava) los desequilibrios que pretende resolver. Con ese señalamiento colocó los cimientos de una tesis de gran actualidad: la imposibilidad de forjar modelos de capitalismo humano, redistributivo o regulado. Este planteo ordena todo el pensamiento marxista contemporáneo.

PLUSVALIA Y SUPEREXPLOTADOS

Marx formuló observaciones sustanciales para entender el deterioro actual del salario. El modelo neoliberal ha generalizado esa retracción al intensificar la competencia internacional. La apertura comercial, la presión por menores costos y el imperio de la competitividad son utilizados para achatar los ingresos populares en todos los países. Los patrones recurren a un chantaje de relocalización de plantas -o a desplazamientos efectivos de la industria a Oriente- para abaratar la fuerza de trabajo.

Ese atropello obedece a las crecientes tasas de explotación que exige la acumulación. Marx esclareció la lógica de esta presión al distinguir el trabajo de la fuerza de trabajo, al separar las labores necesarias de las excedentes y al registrar qué porción de la jornada laboral remunera efectivamente el dueño de la empresa.

Con esa exposición ilustró cómo opera la apropiación patronal del trabajo ajeno. Señaló que esa confiscación queda enmascarada por la novedosa coerción económica que impera bajo el capitalismo. A diferencia del esclavo o el vasallo el asalariado es formalmente libre, pero está sometido a las reglas de supervivencia que imponen sus opresores.

Marx fundamentó este análisis en su descubrimiento de la plusvalía. Demostró que la explotación es una necesidad del sistema. Pero también remarcó que la caída del salario es un proceso periódico y variable. Destacó que depende de procesos objetivos (productividades, base demográfica), coyunturales (ciclo de prosperidad o recesión) y subjetivos (intensidad y desenlace de la lucha de clases).

Esta caracterización permite entender que el trasfondo del atropello neoliberal en curso es una generalizada compulsión capitalista a elevar la tasa de plusvalía. Indica también que la intensidad y el alcance de esta agresión están determinados por las condiciones económicas, sociales y políticas vigentes en cada país.

La teoría del salario de Marx se ubica en las antípodas de las falacias neoclásicas de retribución al esfuerzo del trabajador. También rechaza la ingenuidad heterodoxa de mejoras invariablemente acordes a la redistribución del ingreso.

Pero es un enfoque alejado de cualquier postulado de “miseria creciente”. El teórico alemán nunca pronosticó el inexorable empobrecimiento de todos los asalariados bajo el capitalismo. La significativa mejora del nivel de vida popular durante la posguerra corroboró esas prevenciones.

En la etapa neoliberal el salario vuelve a caer por la necesidad cíclica que afronta el capitalismo de acrecentar la tasa de plusvalía, mediante recortes a las remuneraciones de los trabajadores.

Marx postuló además un segundo tipo de caracterizaciones referidas a los desocupados de su época, que tiene especial interés para la actual comprensión de la exclusión. Este flagelo obedece presiones de la acumulación semejantes a las estudiadas por el pensador germano, en su evaluación de situaciones de pauperización absoluta.

El intelectual europeo quedó muy impactado por las terribles consecuencias del desempleo estructural. Ilustró con estremecedoras denuncias las condiciones inhumanas de supervivencia afrontadas por los empobrecidos. Esos retratos vuelven a cobrar actualidad en los escenarios de pérdida definitiva del empleo y consiguiente degradación social. Lo que Marx indagó en su descripción del “leprosario de la clase obrera”, reaparece hoy en el drama de los sectores agobiados por la tragedia de la subsistencia.

El neoliberalismo ha extendido la pauperización a gran parte de los trabajadores informales o flexibilizados. Esos segmentos soportan no sólo situaciones de sujeción laboral extrema, taylorización o descalificación, sino también remuneraciones del salario por debajo del valor de la fuerza de trabajo.

En las últimas décadas ese tomento no impera sólo en la periferia. La precarización se ha extendido a todos los rincones del planeta y se verifica en los centros. El nivel de los salarios continúa difiriendo en forma significativa entre los distintos países, pero la explotación redoblada se verifica en numerosas regiones. Es un padecimiento agudo en el centro y dramático en la periferia. Lo que Marx observaba en los desocupados de su época golpea también en la actualidad a gran parte de los precarizados de todas las latitudes.

DESIGUALDAD Y ACUMULACIÓN

Las ideas que expuso el autor de El Capital permiten interpretar la explosión de desigualdad que recientemente midió Piketty. Los datos son escalofriantes. Un puñado de 62 enriquecidos maneja el mismo monto de recursos que 3600 millones de individuos. Mientras se desploma la seguridad social y se expande la pobreza, los acaudalados desfinancian los sistemas previsión, escondiendo sus fortunas en paraísos fiscales.

La desigualdad no es el fenómeno pasajero que describen los teóricos ortodoxos. Los exponentes más realistas (o cínicos) de esa corriente explicitan la conveniencia de la inequidad para reforzar la sumisión de los asalariados.

La fractura social actual es frecuentemente atribuida a la preeminencia de modelos económicos regresivos. Pero Marx demostró que la desigualdad es inherente al capitalismo. Bajo este sistema las diferencias de ingresos varían en cada etapa, difieren significativamente entre países y están condicionadas por las conquistas populares o la correlación de fuerza entre opresores y oprimidos. Pero en todos los casos el capitalismo tiende a recrear y ensanchar las brechas sociales.

Marx atribuyó esa reproducción de la desigualdad, a la dinámica de un sistema asentado en ganancias derivadas de la plusvalía extraída a los trabajadores. El Capital subraya ese rasgo en polémica con otras interpretaciones del beneficio, centradas en la astucia del comerciante. También objeta las caracterizaciones que subrayan retribuciones a la contribución del empresario, sin especificar en qué consisten esos aportes.

Los neoclásicos nunca lograron refutar estos planteos, con su presentación de la ganancia como un premio a la abstención del consumo o al ahorro individual. Más insatisfactorias fueron sus caracterizaciones de retribuciones a un inanimado “factor capital” o a pagos de funciones gerenciales divorciadas de la propiedad de la empresa.

Desaciertos parecidos cometieron los keynesianos, al interpretar al lucro como una contraprestación al riesgo o a la innovación. Los pensadores más contemporáneos de esa escuela han optado por soslayar cualquier referencia al origen del beneficio.

Otros teóricos reconocen la inequidad del sistema, pero reducen el origen de la desigualdad a anomalías en la distribución del ingreso, derivadas de favoritismos o políticas erróneas. Nunca conectan esos procesos con la dinámica objetiva del capitalismo.

Las caracterizaciones convencionales de la ganancia son más insostenibles en el siglo XXI que en la época de Marx. Nadie puede explicar con criterios usuales, la monumental fortuna acumulada por el 1% de billonarios globales. Esos lucros están más naturalizados que en el pasado sin justificaciones de ninguna índole.

Las críticas en boga al enriquecimiento cuestionan a lo sumo las escandalosas ganancias de los banqueros. Ponderan en cambio los beneficios surgidos de la producción, sin evaluar las conexiones entre ambas formas de rentabilidad.

La relectura de El Capital permite recordar que la tajada obtenida por los banqueros, constituye tan sólo una porción de la masa total de beneficios creada con la explotación de los trabajadores.

Marx analizó también las formas violentas que en ciertas circunstancias asume la captura de ganancias. Evaluó esa tendencia en estudios de la acumulación primitiva, que han sido actualizados por los teóricos de la acumulación por desposesión (Harvey).

En El Capital investigó las formas coercitivas que presentó la apropiación de recursos en la génesis de capitalismo. Pero el sistema continuó recreando esas exacciones en distintas situaciones de la centuria y media posterior. Las guerras de Medio Oriente, los saqueos de África o las expropiaciones de campesinos en Asia ilustran modalidades recientes de esa succión.

Marx inauguró los estudios de formas excepcionales de confiscación del trabajo ajeno. Esa investigación sentó las bases para clarificar la dinámica contemporánea de la inflación y la deflación.

Al igual que sus precursores clásicos Marx postuló una determinación objetiva de los precios en función de su valor. Precisó que esa magnitud queda establecida por el tiempo de trabajo socialmente necesario para la producción de los bienes, en convulsivos procesos de extracción de plusvalía y realización del valor.

Esa caracterización no sólo permite refutar la ingenua presentación neoclásica de los precios como reflejos de la utilidad personal, o como espontáneos emergentes de la oferta y la demanda. También desmonta la absurda imagen del capitalista, como víctima de escaladas inflacionarias o deflacionarias ajenas a su conducta.

En las coyunturas críticas, la determinación turbulenta de los precios reditúa ganancias extraordinarias a los grandes patrones por medio de abruptas desvalorizaciones del salario. Esos mecanismos operan en la actualidad, con la misma intensidad que las expropiaciones virulentas de la época de Marx.

El Capital facilitó la identificación posterior de quiénes son los artífices y beneficiarios del nivel que asumen los precios. Esa caracterización no se limita a retratar situaciones de “pugna distributiva”. Subraya la desigualdad de condiciones en que diputan los trabajadores con sus patrones y resalta la consiguiente dominación que ejercen los formadores de precios.

DESEMPLEO E INNOVACION

La masificación actual del desempleo constituye otra razón para releer a Marx. Algunos pensadores neoclásicos asumen esa calamidad como un simple dato. Otros difunden consuelos sobre la futura potencialidad de los servicios, para compensar la caída del empleo industrial. Esas previsiones no se corroboran en ningún país.

Muchos analistas afirman que la educación resolverá el problema. Pero olvidan mencionar el creciente número de desocupados con títulos universitarios. La destrucción de puestos de trabajo ya afecta severamente a los segmentos más calificados.

Distintas mediciones han comenzado a registrar que en el modelo actual el desempleo no se reduce en las fases expansivas, en proporción equivalente a su incremento en los periodos recesivos. Este flagelo se acrecienta con la rotación acelerada del capital y la reducción vertiginosa de los gastos administrativos.

L a revolución digital es invariablemente mencionada como la principal causa de esta creciente pérdida de puestos de trabajo. Pero las computadoras son culpabilizadas omitiendo quiénes definen su utilización. Se olvida que esos instrumentos nunca actúan por sí mismos. Son gestionados por capitalistas que apuntalan sus beneficios sustituyendo mano de obra. La informática y la automatización no destruyen espontáneamente el empleo. La rentabilidad empresaria provoca esa demolición.

El Capital introdujo los principales fundamentos de esta caracterización del cambio tecnológico. Marx afirmó que las innovaciones son incorporadas para incrementar la tasa de explotación que nutre el beneficio patronal.

La revolución informática en curso se ajusta plenamente a ese postulado. Es un recurso utilizado por las grandes empresas para potenciar la captura del nuevo valor generado por los asalariados.

Tal como ocurrió en el pasado con el vapor, el ferrocarril, la electricidad o los plásticos, la digitalización introduce transformaciones radicales en la actividad productiva, comercial y financiera. Abarata el transporte y las comunicaciones y modifica por completo los procedimientos de fabricación o venta de las mercancías.

Un indicio de esa mutación es la influencia alcanzada por los “señores de las nubes”. Siete de las diez empresas con mayor capitalización bursátil actual pertenecen al sector de nuevas tecnologías de la información. Hace una década y media las firmas con mayor espalda financiera eran petroleras, industriales o automotrices. Actualmente son Google, Amazon, Facebook o Twitter.

Esta irrupción suscita presagios venturosos entre los pensadores que ocultan las consecuencias de la gestión capitalista de la informática. Omiten, por ejemplo, que la masificación de la comunicación digital reforzó la privatización del espacio virtual. Ese ámbito es controlado por pocas empresas privadas estrechamente asociadas con el Pentágono. El Capital permite entender los determinantes capitalistas de este perfil de la innovación.

Marx inició la indagación de la tecnología como un fenómeno social, abriendo un camino de estudios que floreció en las últimas décadas. Pero a diferencia de los teóricos evolucionistas o schumpeterianos demostró que el cambio tecno­lógico desestabiliza la acumulación y potencia la crisis.

La innovación guiada por principios de lucro impone una descarnada competencia que multiplica la sobreproducción. Induce además a jerarquizar el desenvolvimiento de ramas tan destructivas como la industria militar.

Marx explicó por qué razón el sistema actual impide una gestión social provechosa de las nuevas tecnologías. Señaló que ese manejo requeriría introducir criterios cooperativos opuestos a los principios de rentabilidad. Las potencialidades de la informatización como instrumento de bienestar y solidaridad, sólo emergerán en una sociedad emancipada del capitalismo.

MULTIPLICIDAD DE CRISIS

Actualmente Marx suscita especial interés por los criterios que enunció para interpretar las crisis. El neoliberalismo no sólo genera crecientes sufrimientos populares. Cada quinquenio o decenio desencadena convulsiones que conmocionan a la economía mundial. Esos estallidos inducen a estudiar El Capital.

Las crisis del último período incluyeron la burbuja japonesa (1993), la eclosión del Sudeste Asiático (1997), el desplome de Rusia (1998), el desmoronamiento de las Punto.Com (2000) y el descalabro de Argentina (2001). Pero la magnitud y el alcance geográfico del temblor global del 2008 superaron ampliamente esos antecedentes. Su impacto obligó a revisar todas las teorías económicas.

Las crisis recientes son efectos directos de la nueva etapa de privatizaciones, apertura comercial y flexibilidad laboral. No son prolongaciones de tensiones irresueltas de los años 70. Emergieron al calor de los desequilibrios peculiares del neoliberalismo.

Ese modelo erosionó los diques que morigeraban los desajustes del sistema. Por esa razón el capitalismo actual opera con grados de inestabilidad muy superiores al pasado.

Los neoclásicos atribuyeron la crisis del 2008 a desaciertos de los gobiernos o irresponsabilidades de los deudores. Redujeron todos los problemas a comportamientos individuales, culpabilizaron a las víctimas y apañaron a los responsables. Justificaron además los socorros estatales a los bancos, sin registrar que esos auxilios contrarían todas sus prédicas a favor de la competencia y el riesgo.

Los heterodoxos explicaron las mismas convulsiones por el descontrol del riesgo. Olvidaron que esas supervisiones son periódicamente socavadas por las rivalidades entre empresas o bancos. Las normas que protegen los negocios de las clases dominantes son quebrantadas por la propia continuidad de la acumulación.

La relectura de El Capital permite superar esas inconsistencias de la economía convencional. Induce a investigar el origen sistémico de esos estallidos. Brinda pistas para indagar los diversos mecanismos de la crisis, recordando que el capitalismo despliega una amplia gama de contradicciones.

El cimiento común de esos desequilibrios es la generación periódica de excedentes invendibles. Pero esa sobreproducción se desenvuelve por varios carriles complementarios.

Marx resaltó la existencia de tensiones entre la producción y el consumo, derivadas de la estratificación clasista de la sociedad. Esta caracterización tiene gran aplicación en el escenario de agudos problemas de realización del valor de las mercancías, que ha generado el neoliberalismo.

Ese modelo propicia una ampliación de los consumos sin permitir su disfrute. Expande la producción estrechando los ingresos populares y precipita crisis derivadas del deterioro del poder adquisitivo. El enorme engrosamiento del endeudamiento familiar no atenúa la vulnerabilidad de la demanda.

Marx fue el primero en ilustrar cómo la competencia obliga a los empresarios a desenvolver dos tendencias opuestas. Por un lado amplían las ventas y por otra parte reducen los costos salariales. Esa contradicción presenta envergaduras y localizaciones muy distintas en cada época.

El neoliberalismo estimula en la actualidad el consumismo y la riqueza patrimonial financiada con endeudamiento en las economías centrales. Al mismo tiempo impone brutales retracciones del poder de compra en la periferia.

El Capital también pone el acento en los problemas de valorización. Indaga cómo opera la tendencia decreciente de la tasa de ganancia. Demuestra que el aumento de la inversión produce una declinación porcentual del beneficio, al compás de la propia expansión de la acumulación. El trabajo vivo que nutre a la plusvalía decae proporcionalmente, con el incremento de la productividad que impone la competencia.

Marx resaltó que las crisis emergen del crecimiento capitalista. No son efectos ocasionales del despilfarro o del uso inadecuado de los recursos. Explicó, además, cómo el sistema contrapesa primero y agrava después la caída periódica de la tasa de beneficio.

Esta tesis permite entender de qué forma el neoliberalismo incrementó la tasa de plusvalía, redujo los salarios y abarató los insumos para contrarrestar el declive del nivel de rentabilidad. También ilustra cómo el mismo problema reaparece al cabo de esa cirugía. La contradicción descubierta por Marx se verifica actualmente en las economías más capitalizadas que padecen desajustes de sobre-inversión.

La presentación marxista combinada de los desequilibrios de realización y valorización es muy pertinente para comprender la heterogeneidad de la mundialización neoliberal. Indica que contradicciones de ambos tipos irrumpen en los distintos polos de ese modelo y socavan su estabilidad desde flancos complementarios.

FINANZAS Y PRODUCCION

Marx siempre subrayó los determinantes productivos de las crisis capitalistas. En el marco de las enormes transformaciones generadas por la globalización, ese señalamiento permite evitar lecturas simplistas en clave puramente financiera.

L os grandes capitales se desplazan actualmente de una actividad especulativa a otra, en escenarios altamente desregulados que acrecientan las explosiones de liquidez. L a gestión accionaria de las firmas potencia además los desajustes crediticios, la inestabilidad cambiaria y la volatilidad bursátil.

Ese proceso multiplica las tensiones suscitadas por los nuevos mecanismos de titularización, derivados y apalancamientos. Es evidente que el neoliberalismo abrió las compuertas para un gran festival de especulación.

Pero hace 150 años Marx demostró que esas alocadas apuestas son propias del capitalismo. La especulación es una actividad constitutiva y no opcional del sistema. Alcanzó dimensiones mayúsculas en las últimas tres décadas, pero no constituye un rasgo exclusivo del modelo actual.

Esta precisión permite observar las conexiones entre desequilibrios financieros y productivos que resalta El Capital. Marx describió las tensiones autónomas de la primera esfera, pero remarcó que en última instancia derivan de transformaciones registradas en el segundo ámbito.

Siguiendo esta pista se puede notar que la hegemonía actual de las finanzas constituye sólo un aspecto de la reestructuración en curso. No es un dato estructural del capitalismo contemporáneo. La clase dominante utiliza el instrumento financiero para recomponer la tasa de ganancia mediante mayores exacciones de plusvalía.

La globalización financiera está enlazada además con el avance de la internacionalización productiva. La multiplicidad de títulos en circulación es funcional a una gestión más compleja del riesgo. Permite administrar actividades fabriles o comerciales mundializadas y sujetas a inesperados vaivenes de los mercados.

También la expansión del capital ficticio está vinculada a esos condicionantes y evoluciona en concordancia con los movimientos del capital-dinero. Aprovisiona a la producción e intermedia en la circulación de las mercancías.

Estas conexiones explican la persistencia de la globalización financiera luego de la crisis del 2008. L os capitales continúan fluyendo de un país a otro con la misma velocidad y libertad de circulación, para aceitar el funcionamiento de estructuras capitalistas más internacionalizadas.

Es cierto que todos los intentos de reintroducir controles a los bancos fallaron por la resistencia que opusieron financistas. Pero esa capacidad de veto ilustra el entrelazamiento del mundo del dinero con el universo productivo. Son dos facetas de un mismo proceso de internacionalización.

El Capital aporta numerosas observaciones de la dinámica financiera que explican esos vínculos, a partir de una interpretación muy original de la lógica del dinero. Destaca el insustituible papel de la moneda en la intermediación de todo el proceso de reproducción del capital. Remarca que las distintas funciones del dinero en la circulación, el atesoramiento o el despliegue de los medios de pago están sujetan a la misma lógica objetiva, que regula todo el desenvolvimiento de las mercancías.

Ese rol ha presentado modalidades muy distintas en los diversos regímenes de regulación monetaria. El patrón oro del siglo XIX diverge significativamente de las paridades actualmente administradas por los bancos centrales. Pero en todos los casos rige un curso determinado por la dinámica de la acumulación, la competencia y la plusvalía.

El Capital contribuye a recordar estos fundamentos no sólo en contraposición a los mitos ortodoxos de transparencia mercantil, asignación óptima de los recursos o vigencia de monedas exógenas, neutrales y pasivas.

También pone de relieve las ingenuidades heterodoxas. Marx no presentó a la moneda como una mera representación simbólica, un mecanismo convencional o un instrumento amoldado al marco institucional. Explicó su rol necesario y peculiar en la metamorfosis que el capital desenvuelve, para consumar su pasaje por los circuitos comerciales, productivos y financieros.

ECONOMIA MUNDIAL Y NACIONAL

La centralidad que tiene El Capital para comprender la dinámica contemporánea de los salarios, la desigualdad, el desempleo o la crisis debería conducir a una revisión general de sus aportes a la teoría económica. Resultaría muy oportuno actualizar por ejemplo, el estudio de las controversias suscitadas por ese libro que realizó Mandel, en el centenario de la primera edición.

La obra del pensador germano no sólo esclarece el sentido de las categorías básicas de la economía. También sugiere líneas de investigación para comprender la mundialización en curso. Marx nunca llegó a escribir el tomo que preparaba sobre la economía internacional, pero esbozó ideas claves para entender la lógica globalizadora del sistema.

Esos principios son muy relevantes en el siglo XXI. El capitalismo funciona en la actualidad al servicio de gigantescas empresas transnacionales, que corporizan el salto registrado en la internacionalización. La producción de Wal-Mart es mayor que las ventas de un centenar de países, la dimensión económica de Mitsubishi desborda el nivel de actividad de Indonesia y General Motors supera la escala de Dinamarca.

Las firmas globalizadas diversificaron sus procesos de fabricación en cadenas de valor y mercancías “hechas en el mundo”. Desenvuelven todos sus proyectos productivos, en función de las ventajas que ofrece cada localidad en materia de salarios, subsidios o disponibilidad de recursos.

La expansión de los tratados de libre-comercio se amolda a esa mutación. Las compañías necesitan bajos aranceles y libertad de movimientos, para concretar transacciones entre sus firmas asociadas. Por eso imponen convenios que consagran la supremacía de las empresas en cualquier litigio judicial. Esos pleitos son decisivos en ciertas áreas como la genética, la salud o el medio ambiente.

Una relectura de El Capital permite superar dos errores muy corrientes en la interpretación de la internacionalización en curso. Un equívoco supone que el capitalismo actual se maneja con los mismos patrones de preeminencia nacional, que regían en los siglos XIX o XX. El desacierto opuesto considera que el sistema se globalizó por completo, eliminando las barreras nacionales, disolviendo el papel de los estados y forjando clases dominantes totalmente transnacionalizadas.

Marx escribió su principal obra en una etapa de formación del capitalismo muy distinta al contexto actual. Pero conceptualizó acertadamente cómo operan las tendencias hacia la mundialización en el marco de los estados y las economías nacionales. Ha cambiado la proporción y relevancia comparativa de esa mixtura, pero no la vigencia de esa combinación.

El Capital mejoró las ideas expuestas en el Manifiesto Comunista sobre el carácter internacional de la expansión burguesa. En el primer ensayo Marx había retratado la gestación de un mercado mundial, la pujanza del cosmopolitismo económico y la veloz universalización de las reglas mercantiles. En su libro de madurez precisó las formas que asumían esas tendencias y remarcó su enlace con los mecanismos nacionales del ciclo y la acumulación.

Marx ajustó su mirada de la internacionalización objetando las tesis ricardianas de las “ventajas comparativas”. Resaltó el carácter estructural de la desigualdad imperante en el comercio internacional. Por eso rechazó todas las expectativas de convergencia armoniosa entre países y las visiones de amoldamiento natural a las aptitudes de los concurrentes.

Este enfoque le permitió notar la vigencia de remuneraciones internacionales más elevadas para los trabajos de mayor productividad. En el debut del capitalismo Marx percibió algunos fundamentos de explicaciones posteriores de la brecha en los términos de intercambio.

El teórico germano también observó la secuela de desajustes generados por el desborde capitalista de las fronteras nacionales. Registró cómo ese proceso provoca crecientes fracturas a escala global.

Pero El Capital investigó esa dinámica en escenarios nacionales muy específicos. Indagó la evolución de los salarios, los precios o la inversión en economías particulares. Detalló puntualmente esa dinámica en el desenvolvimiento industrial de Inglaterra.

La lectura de Marx invita, por lo tanto, a evaluar la mundialización actual como un curso preeminente, que coexiste con el continuado desenvolvimiento nacional de la acumulación. Sugiere que ambos procesos operan en forma simultánea.

POLARIDADES CON NUEVO RAZONAMIENTO

El Capital es muy útil también para analizar la lógica de la relación centro-periferia subyacente en la brecha global actual. Marx anticipó ciertas ideas sobre esa división, en sus observaciones sobre desenvolvimiento general del capitalismo.

Al principio suponía que los países retrasados repetirían la industrialización de Occidente. Estimaba que el capitalismo se expandía demoliendo murallas y creando un sistema mundial interdependiente.

Expuso esa visión en el Manifiesto Comunista. Allí describió cómo China e India serían modernizadas con el ferrocarril y la importación de textiles británicos. Marx realzaba la dinámica objetiva del desarrollo capitalista y consideraba que las estructuras precedentes serían absorbidas por el avance de las fuerzas productivas.

Pero al redactar El Capital comenzó a percibir tendencias opuestas. Notó que la principal potencia se modernizaba ampliando las distancias con el resto del mundo. Esta aproximación se afianzó con su captación de lo ocurrido en Irlanda. Quedó impresionado por la forma en que la burguesía inglesa sofocaba el surgimiento de manufactureras en la isla, para garantizar el predominio de sus exportaciones. Notó, además, cómo se aprovisionaba de fuerza de trabajo barata para limitar las mejoras de los asalariados británicos.

En esta indagación intuyó que la acumulación primitiva no anticipa procesos de pujante industrialización, en los países sometidos al yugo colonial. Este registro sentó las bases para la crítica posterior a las expectativas de simple arrastre de la periferia por el centro. Con este fundamento se conceptualizó posteriormente la lógica del subdesarrollo.

Marx no expuso una teoría del colonialismo, ni una interpretación de la relación centro-periferia. Pero dejó una semilla de observaciones para comprender la polarización global, que retomaron sus sucesores y los teóricos de la dependencia.

Esta línea de trabajo es muy relevante para notar cómo en la actualidad el neoliberalismo exacerba las fracturas globales. En las últimas tres décadas se ampliaron todas las brechas que empobrecen a la periferia inferior. Esa degradación se intensificó con la consolidación del agro-negocio, el endeudamiento externo y el avasallamiento de los recursos naturales de los países dependientes. Estas confiscaciones asumieron modalidades muy sangrientas en África y el mundo árabe.

Las observaciones de Marx incluyeron también cierto registro de diversidades en el centro. Intuyó que el debut industrial británico no sería copiado por Francia y notó la presencia de cursos novedosos de crecimiento mixturados con servidumbre (Rusia) o esclavismo (Estados Unidos).

El autor de El Capital captó esas tendencias madurando un cambio de paradigma conceptual. En sus trabajos más completos reemplazó el primer enfoque unilineal -asentado en el comportamiento de las fuerzas productivas- por una mirada multilineal, centrada en el papel transformador de los sujetos.

Con este último abordaje la rígida cronología de periferias amoldadas a la modernización quedó sustituida por nuevas visiones, que reconocen la variedad del desenvolvimiento histórico.

 Esta metodología de análisis es importante para notar la especificidad de las formaciones intermedias, que han irrumpido en forma persistente en distintos periodos de la última centuria y media. Con esa óptica se puede evaluar la dinámica de acelerados procesos de crecimiento contemporáneo (China), en etapas de gran reorganización del sistema (neoliberalismo).

ANTICIPOS DE ANTIIMPERIALISMO

Marx estudió la economía del capitalismo para notar su efecto sobre la lucha de clases que socava al sistema. Por eso indagó los procesos políticos revolucionarios a escala internacional.

Siguió con especial interés el curso de las rebeliones populares de China, India y sobre todo Irlanda e intuyó la importancia de los nexos entre las luchas nacionales y sociales. Por eso promovió la adhesión de los obreros británicos a la revuelta de la isla contigua, buscando contrarrestar las divisiones imperantes entre los oprimidos de ambos países.

A partir de esa experiencia Marx ya no concibió la independencia de Irlanda, como un resultado de victorias proletarias en Inglaterra. Sugirió un empalme entre ambos procesos y transformó su internacionalismo cosmopolita inicial, en un planteo de confluencia de la resistencia anticolonial con las luchas en las economías centrales.

En su etapa del Manifiesto el revolucionario alemán propagaba denuncias anticoloniales de alto voltaje. No se limitaba a describir la destrucción de las formas económicas pre-capitalistas. Cuestionaba a viva voz las atrocidades de las grandes potencias.

Pero en esos trabajos juveniles Marx suponía que la generalización del capitalismo aceleraría la erradicación ulterior de ese sistema. Defendía un internacionalismo proletario muy básico y emparentado con viejas utopías universalistas.

En su mirada posterior Marx resaltó el efecto positivo de las revoluciones en la periferia. Esos señalamientos fueron retomados por sus discípulos de siglo XX, para indicar la existencia de una contraposición entre potencias opresoras y naciones oprimidas y postular la convergencia de batallas nacionales y sociales. De esas caracterizaciones surgieron las estrategias de alianza de los asalariados metropolitanos con los desposeídos del mundo colonial.

Con este fundamento se forjó también la síntesis del socialismo con el antiimperialismo, que desenvolvieron los teóricos del marxismo latinoamericano. Esa conexión indujo las convergencias de la izquierda regional con el nacionalismo revolucionario, para confrontar con el imperialismo estadounidense. Ese empalme inspiró a la revolución cubana y ha sido retomado por el proceso bolivariano.

En una coyuntura signada por las agresiones de Trump ese acervo de experiencias recobra importancia . Los atropellos del magnate inducen a revitalizar las tradiciones antiimperialistas, especialmente en países tan vapuleados como México. Allí resurge la memoria de resistencias a los avasallamientos perpetrados por Estados Unidos.

Marx observaba cómo las grandes humillaciones nacionales desatan procesos revolucionarios. Lo que percibió en el siglo XIX vuelve a gravitar en la actualidad.

ADVERSIDADES E IDEOLOGÍA

Marx debió lidiar con momentos de aislamiento, reflujo de la lucha popular y consolidación del dominio burgués. La escritura de varias partes de El Capital coincidió con esas circunstancias. Afrontó la misma adversidad que prevalece en la actualidad en las coyunturas de estabilización del neoliberalismo.

En ese tipo de situaciones el pensador germano indagó cómo domina la clase dominante. Conceptualizó el papel de la ideología en el ejercicio de esa supremacía. En el estudio del fetichismo de la mercancía que encaró en El Capital hay varias referencias a esa problemática.

Es importante retomar esas consideraciones para notar cómo ha funcionado el neoliberalismo en las últimas décadas. Los artífices del modelo actual transmiten fantasías de sabiduría de los mercados e ilusiones de prosperidad espontánea. Presagian derrames del beneficio y recrean numerosas mitologías del individualismo.

Con esa batería de falsas expectativas propagan una influyente ideología en todos los sentidos del término. Marx destacó esa variedad de facetas de las creencias propagadas por los dominadores para naturalizar su opresión.

El credo neoliberal provee todos los argumentos utilizados por el establishment para justificar su primacía. Aunque el grado de penetración de esas ideas es muy variable, salta a la vista su incidencia en la subjetividad de todos los individuos.

Pero al igual que en la época de Marx el capitalismo se reproduce también a través del miedo. El sistema transmite creencias sobre un futuro venturoso y al mismo tiempo generaliza el pánico ante ese devenir. El neoliberalismo ha multiplicado especialmente la angustia del desempleo, la humillación frente a la flexibilidad laboral y la desesperanza ante la fractura social.

Esos temores son transmitidos por los grandes medios de comunicación con sofisticados disfraces y cambiantes engaños. No sólo configuran el sentido común imperante en la sociedad. Operan como usinas de propagación de todos los valores conservadores.

Los medios de comunicación complementan (o sustituyen) a las viejas instituciones escolares, militares o eclesiásticas en el sostenimiento del orden burgués. La prensa escrita, los medios audiovisuales y las redes sociales ocupan un espacio inimaginable en siglo XIX. Expanden las ilusiones y los temores que sostienen la hegemonía política del neoliberalismo.

Pero esos mecanismos han quedado seriamente erosionados por la pérdida de legitimidad que genera el descontento popular. Trump, el Brexit o el ascenso de los partidos reaccionarios en Europa, ilustran cómo ese malestar puede ser capturado por la derecha. Frente a este tipo de situaciones Marx forjó una perdurable tradición de concebir alternativas, combinando la resistencia con la comprensión de la coyuntura .

PROYECTO SOCIALISTA

Marx participó activamente en los movimientos revolucionarios que debatían las ideas del socialismo y el comunismo. Mantuvo esa intensa intervención mientras escribía El Capital. Nunca detalló su modelo de sociedad futura pero expuso los basamentos de ese provenir.

El acérrimo crítico de la opresión alentaba la gestación de regímenes económicos asentados en la expansión de la propiedad pública. También promovía la creación de sistemas políticos cimentados en la auto-administración popular.

Marx apostaba a un pronto debut de esos sistemas en Europa. Percibió en la Comuna de París un anticipo de su proyecto. Concebía el inicio de esa transformación revolucionaria en el Viejo Continente e imaginaba una propagación ulterior a todo el planeta.

Es sabido que la historia siguió una trayectoria muy diferente. El triunfo bolchevique de 1917 inauguró la secuencia de grandes victorias populares del siglo XX. Esos avances incluyeron intentos de construcción socialista en varias regiones de la periferia.

Las clases dominante quedaron aterrorizadas y otorgaron concesiones inéditas para contener la pujanza de los movimientos anticapitalistas. En los años 70-80 los emblemas del socialismo eran tan populares, que resultaba imposible computar cuántos partidos y movimientos reivindicaban esa denominación.

Pero también es conocido lo ocurrido posteriormente. El desplome de la Unión Soviética dio lugar al prolongado periodo de reacción contra el igualitarismo, que persiste hasta la actualidad.

Este escenario ha sido alterado por la resistencia popular y el declive del modelo político-ideológico que nutrió a la globalización neoliberal. En estas circunstancias la relectura de El Capital converge con redescubrimientos del proyecto socialista. Los jóvenes ya no cargan con los traumas de la generación anterior, ni con las frustraciones que pavimentaron la implosión de la URSS.

La propia experiencia de lucha es aleccionadora. Muchos activistas comprenden que la conquista de la democracia efectiva y la igualdad real exige forjar otro sistema social. Frente al sufrimiento que ofrece el capitalismo intuyen la necesidad de construir un horizonte de emancipación.

La llegada de Trump incorpora nuevos ingredientes a esta batalla. El acaudalado mandatario intenta recuperar por la fuerza la primacía de Estados Unidos. Pretende reforzar la preponderancia de Wall Street y la preeminencia del lobby petrolero, reactivando el unilateralismo bélico.

No sólo proclama que Estados Unidos debe alistarse para “ganar las guerras”. Ya inició su programa militarista con bombardeos en Siria y Afganistán. Exige, además, una subordinación del Viejo Continente que socava la continuidad de la Unión Europea. Trump no se limita a construir el muro en la frontera mexicana. Acelera la expulsión de inmigrantes, alienta golpes derechistas en Venezuela y amenaza a Cuba.

En esta convulsionada coyuntura Marx recobra actualidad. Sus textos no sólo aportan una guía para comprender la economía contemporánea. También ofrecen ideas para la acción política en torno a tres ejes primordiales del momento: reforzar la resistencia antiimperialista, multiplicar la batalla ideológica contra el neoliberalismo y afianzar la centralidad del proyecto socialista.

ACTITUDES Y COMPROMISOS

Las teorías que introdujo Marx revolucionaron todos los parámetros de la reflexión y trastocaron los cimientos del pensamiento social. Pero el teórico alemán sobresalió también como un gran luchador. Desenvolvió un tipo de vida que actualmente identificaríamos con la militancia.

Marx se ubicó en el bando de los oprimidos. Reconoció los intereses sociales en juego y rechazó la actitud del observador neutral. Participó en forma muy decidida en la acción revolucionaria.

Ese posicionamiento orientó su trabajo hacia los problemas de la clase trabajadora. Promovió la conquista de derechos sociales con la mira puesta en forjar una sociedad liberada de la explotación.

Marx propició una estrecha confluencia de la elaboración teórica con la práctica política. Inauguró un modelo de fusión del intelectual, el economista y el socialista que ha sido retomado por numerosos pensadores.

Con esa postura evitó dos desaciertos: el refugio académico alejado del compromiso político y el deslumbramiento pragmático por la acción. Legó un doble mensaje de intervención en la lucha y trabajo intelectual para comprender la sociedad contemporánea. Continuar ese camino es el mejor homenaje a los 150 años de El Capital.

  6-5-2017

RESUMEN

Marx recupera interés. Su clarificación del funcionamiento del capitalismo contrasta con las simplificaciones neoclásicas y las ingenuidades heterodoxas. Indicó la lógica de la plusvalía que subyace en la agresión neoliberal y el tipo de superexplotación que prevalece en el trabajo precario. Esclareció el origen de la desigualdad y el sentido actual del beneficio.

El Capital permite refutar la identificación de la revolución digital con el desempleo. Cuestiona las explicaciones de la crisis por desaciertos gubernamentales o carencias de regulaciones. Remarca tensiones intrínsecas en la esfera del consumo y la rentabilidad.

Marx subrayó los determinantes productivos de las convulsiones financieras. Sugirió las conexiones de la mundialización con los patrones nacionales de acumulación. Anticipó las polarizaciones que generan subdesarrollo en la periferia y los enlaces del antiimperialismo con estrategias socialistas.

También conceptualizó la combinación de ilusiones y temor que propaga la ideología burguesa. Su proyecto igualitario resurge junto a nuevas síntesis de la acción política con la elaboración teórica.

PALABRAS CLAVES

Capitalismo, neoliberalismo, marxismo.

BIBLIOGRAFIA BÁSICA

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Nota:

Este artículo sintetiza ideas expuestas en Katz Claudio. La economía marxista, hoy. Seis debates teóricos, Maia, Madrid, 2009. Neoliberalismo, Neodesarrollismo, Socialismo, Batalla de Ideas, 2016, Buenos Aires. Marx y la periferia, Rebelion.org, 28/3/2016. The Manifesto and Globalization, Latin American Perspectives, Issue 117, Vol. 28 No. 5, September 2001. La bibliografía completa puede consultarse en esos textos.  

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=226785

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Bailar el conocimiento: desestabilizar las prácticas para recuperar la pasión.

Por: María Acaso. 

Si aceptamos que solo desde la falta de estabilidad es desde donde vamos a poder trabajar en educación en los años venideros, las artes son el mejor sistema para desestabilizar nuestras prácticas.

Todos hemos sentido alguna vez en clase la vejiga a punto de estallar, esa sensación apremiante de tener que ir al baño y, al mismo tiempo, la vergüenza infinita de levantar la mano para pedir permiso. Urgencia física y vergüenza moral: dos sensaciones contradictorias aprendidas de manera sistemática para controlar el cuerpo, para que aprendamos a permanecer sentados sin movernos (ni protestar) durante ocho horas al día, cinco días a la semana, nueve meses al año.

Los formatos de transmisión de conocimiento clásicos (ya sea una lección magistral, una ponencia en un congreso, una presentación de un libro o una visita guiada en un museo) nos obligan a la quietud: el cuerpo está sentado, prácticamente inmóvil, o está de pie (en la visita guiada, por ejemplo), pero quieto también. Hemos entendido la concentración, la atención y, por ende, el aprendizaje como capacidades relacionadas con el silencio, la seriedad y la inmovilidad, de manera que hemos desterrado los sonidos que no sean la voz del enunciante, sensaciones como la risa y todas aquellas posturas diferentes a estar sentados en plena pasividad.

Esta es la herencia que la modernidad ha instalado en nuestro imaginario. Aprender solo es posible en un silencio monástico, con una seriedad dictada desde la autoridad e instalados en la incomodidad de una silla probablemente demasiado pequeña: el movimiento solo es bienvenido para entrar y salir del recinto donde la actividad sucede o, si somos lo suficientemente valientes, cuando nos dan permiso para ir al baño.

Laboratorio de Arte Alameda

Pero las últimas investigaciones en neuroeducación muestran lo contrario a lo que habita en nuestro imaginario; los neurocientíficos nos comentan que el aprendizaje sucede en otras muchas situaciones:

• El aprendizaje puede surgir junto al murmullo de la misma manera que junto al silencio: cada una de estas situaciones auditivas proporciona procesos de atención diferentes. El silencio no es el único contexto que favorece la concentración.

• La alegría es imprescindible para aprender: es una emoción que conecta los contenidos con la psique del aprendiz, consiguiendo conexiones neuronales fuertes y relevantes, en vez de las conexiones débiles y volátiles que se crean para aprobar el examen y que desaparecen en el momento en el que este ha acabado. Tenemos que replantearnos la seriedad y dejar de entenderla como un ejercicio de legitimación de lo relevante: la alegría y la risa son emociones que pueden estar también relacionadas con la generación de un conocimiento transformador.

• Y, evidentemente, el movimiento favorece el aprendizaje: los investigadores nos advierten de lo importante que es moverse a la hora de aprender, lo que desmonta la falsa idea de que la concentración solo funciona cuando estamos quietos y sentados. En esta situación, nos concentramos a veces (y no todo el mundo), pero hay otras muchas situaciones en las que la concentración deviene cuando nos estamos moviendo: andando, corriendo, nadando o… bailando.

La Nocturna es un colectivo de arte y educación colombiano que experimenta la transformación de los formatos desde Cali (Colombia). Entre los muchos de sus experimentos se encuentra la Conferencia bailable, una pieza que «utiliza el formato académico de la conferencia para subvertirla, logrando que un evento discursivo sea a la vez bailable». Desde abril del 2014, Ericka Flores y Hernán Barón la han desarrollado en diferentes lugares y han abordado temas muy diversos, con títulos comoSobredosis de amor, en la que se invitaba a la audiencia a repensar el narcotráfico y su legitimación social desde la salsa.

La Nocturna

El descubrimiento de Sobredosis de amor y la invitación el mes pasado a participar en el evento «Pedagogías empáticas» (organizado de manera cooperativa por la Fundación Alumnos 47, Laboratorio de Arte Alameda, el MUAC y el Museo Tamayo en México) me motivaron a desafiar los límites de la conferencia que debía abordar eligiendo prácticas que me parecían extrañas. En un momento de mi vida en el que abandonar lo académico me ha llevado a extraviarme en lo ajeno, remixear la Conferencia bailable de La Nocturna me pareció lo más natural.

La bailarina Sandra Milena Gómez y yo diseñamos «Educar con mover», haciendo un guiño al libro Pensar con mover. Un encuentro entre danza y filosofíade Marie Bardet, una autora que, desde el contact dance y las teorías de Steve Paxton y Nancy Stark, defiende la danza como experiencia de conocimiento en vez de como ejercicio de virtuosismo, rescatando nociones que, definitivamente, debemos desplazar desde la danza hasta la educación (como, por ejemplo, la improvisación).

La savia espesa / Actividad paralela / Performance Conferencia bailable / La Nocturna

Mediante dos acciones de inicio (Botella y Ventisca), diez acciones de nudo (Espejo, Diferencia, Jerarquía, Cardumen, No se puede, Sí se puede, Estudiar, Aprender, Vomitar, Investigar) y una acción de cierre (No, Sí, Quizás…), compartimos con los cien asistentes, durante dos intensas horas, la necesidad de un cambio de paradigma en educación a través de los contenidos pero, especialmente, a través de la rotura de la arquitectura de transmisión (de la metodología y los formatos), subvirtiendo la idea de la conferencia tradicional mediante la incorporación de una serie de factores clave:

• Sustituir la metodología única y permanente por trece micrometodologías cambiantes.

• La introducción de la música, la alegría y el movimiento, en oposición al silencio, la seriedad y la quietud.

• La necesidad de tocarse (todas las acciones se realizaron en pareja o en grupo).

• Presentar los conceptos como preguntas, y no como respuestas, acercándonos a ellas desde el cuerpo.

• La incorporación del azar, la improvisación, el error y lo inesperado, frente al control, el ensayo, el éxito y lo predecible.

• Las formas de participación de los asistentes es uno de los factores que tienen que ser reformulados, así como la posición de los agentes líderes, que deben desarrollar un liderazgo rotativo.

• El respeto a la no participación también es un aspecto que hay que abordar.

Transformar una conferencia en una Conferencia bailable no es un acto banal, es un ejercicio que intenta desestabilizar lo que parece estable para proponer formas de creación de conocimiento que incorporan metodologías que son honestas con lo real.

Si aceptamos que solo desde la falta de estabilidad es desde donde vamos a poder trabajar en educación en los años venideros, las artes son el mejor sistema para desestabilizar nuestras prácticas. Una sandía, una bolsa de papel en la cabeza, una sábana rota con la que andamos juntos o una conferencia que se baila no son más que gestos desestabilizadores que nos invitan, desde el placer, a recuperar la pasión por construir un conocimiento que, definitivamente, puede ser bailado.

Laboratorio de Arte Alameda.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2017/05/04/bailar-el-conocimiento-desestabilizar-las-practicas-para-recuperar-la-pasion/

Fotografía: El Diario de la Educación

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Una educación que refuerce la capacidad crítica ante los medios y enseñe a explotar las TIC.

Por: Web del Maestro CMF. 19/05/2017

El filósofo, ensayista y pedagogo José Antonio Marina ha defendido este martes la necesidad de que el sistema educativo fortalezca la capacidad crítica de los individuos ante la información que difunden los medios de comunicación y enseñe a usar de forma adecuada las posibilidades que brindan los medios y las nuevas tecnologías de la información.

Esta ha sido la idea central de la conferencia que Marina ha pronunciado esta mañana en el Consejo Audiovisual de Andalucía (CAA), dentro del ciclo Diálogos en el CAA, titulada ‘La inteligencia que aprende’.

“Nuestra relación con la comunidad será siempre a través de mediadores, de intermediarios. El mediador nos puede estar engañando en su versión que nos está dando de la realidad y tenemos que ser conscientes de esta posibilidad”, ha señalado el experto. Por eso, según un comunicado, ha defendido que la educación se dirija a que las personas sepan tomar decisiones respecto de la información que reciben y sepan utilizarla. “Convertir la inteligencia en talento”, ha recalcado.

“Una cosa es la realidad, y otra, la imagen de la realidad que recibimos a través de canales muy amplios”, ha insistido Marina, que ha recomendado la adopción de un “escepticismo lúcido” como actitud ante los medios. Al hilo de las nuevas tecnologías y las redes sociales, considera que existe “una especie de glorificación de la opinión de cada uno”. “Nos parece que eso es muy democrático”, ha añadido. En este sentido, ha llamado la atención sobre la tendencia detectada en los últimos tiempos que concibe la información como un consumo. “¿Qué pasaría si de repente una democracia se guiara por un ‘Trending Topic’?”, se ha preguntado.

Respecto al sistema educativo actual, el pedagogo ha señalado que se encuentra en un momento de ebullición en este momento, y ha apuntado a los primeros resultados que demuestran el fracaso de la estrategia elegida. “Un burro que sabe navegar por internet seguirá siendo un burro”, ha dicho. Así, ha citado datos de la OCDE, según los cuales, desde 2008 hasta 2014 ha habido más de 400 reformas educativas en casi todo el mundo con poco éxito. “Una persona, para sobrevivir, tiene que poder evolucionar al mismo tiempo que evoluciona su entorno”, ha dicho.

Durante el turno de preguntas, se le preguntó sobre el motivo de la ausencia de alfabetización mediática en el currículum educativo. Según Marina, esta materia, aunque ha de ser transversal, debe centrarse en la asignatura de Filosofía cuyo peso en el sistema educativo, ha lamentado, se han reducido de acuerdo a lo decidido desde las autoridades europeas.

En este sentido, ha atribuido a la ignorancia y a la pereza “casi todas las cosas que se hacen mal en educación”. “¿Quién hace los currículums de Primaria y Secundaria, que es donde se define qué es importante y qué no? No tenemos claro muy bien quién lo tiene que hacer: ¿los políticos?, no lo saben. ¿Los científicos? no lo saben; los padres, tampoco; los empresarios, tampoco. ¿Entonces quién?”, se ha preguntado el experto en pedagogía.

Por ello, ha reivindicado “un tipo de saber”, una ciencia del aprendizaje, de la educación, que sobrevuele por encima de todas estas cuestiones y que señale qué es lo que nos conviene en cada momento.

Finalmente, ha defendido el derecho de todo niño, durante su etapa escolar, a tener la experiencia de éxito merecido, de ser consciente de su progreso. “La educación, el sistema educativo, activa la inteligencia de las personas”, ha finalizado.

Jose Antonio Marina, creador del Centro de Investigación Educativa Universidad de Padres, ha centrado sus investigaciones en el estudio de la inteligencia y en especial de los mecanismos de la creatividad artística –con especial énfasis en el área del lenguaje--, científica, tecnológica y económica.

Diálogos en el CAA es un foro periódico para la reflexión y el intercambio de ideas puesto en marcha por el Consejo Audiovisual de Andalucía para abordar y tratar de responder a las demandas de los diferentes agentes que integran el sector de la comunicación audiovisual.

Fuente: http://webdelmaestrocmf.com/portal/jose-antonio-marina-defiende-una-educacion-que-refuerce-la-capacidad-critica-ante-los-medios-y-ensene-a-explotar-las-tic/

Fotografía: web del maestro cmf

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La disputa por los derechos humanos por Carlos de la Rosa

Carlos de la Rosa de la Vega
Rebelión
El siguiente artículo es el texto de introducción del libro «Más allá de lo imposible. La dimensión política de los derechos humanos en el siglo XXI», publicado por la editorial Txalaparta, Navarra (España), en febrero de 2016.

Los derechos humanos son un campo de batalla. Sobre ellos se erigen los más diversos discursos destinados a legitimar posicionamientos ideológicos las más de las veces irreconciliables. Posturas enfrentadas disputan hacerse hegemónicas en terrenos comunes de lucha, institucionalizando así su visión del conflicto y sus propuestas concretas de resolución del mismo. Por lo general, en cualquier conflicto se remite a la observancia o inobservancia de los derechos humanos en una cadena de argumentaciones en espiral: en nombre de los derechos humanos se demonizan los sistemas políticos que dificultan el bienestar y la dignidad de su población (recordemos los casos de Irak, Libia o Ucrania); para hacer efectivos los derechos humanos en esos lugares se llevan a cabo invasiones militares que destruyen escuelas, iglesias, sistemas de comunicación, hospitales, carreteras, vidas, canales de abastecimiento de agua potable y electricidad (Libia, Irak, Ucrania); enarbolando esa misma bandera se denuncian las guerras y asesinatos que presuntamente solo buscaban ofrecer los beneficios de los propios derechos humanos a una población que, en muchos casos, ya no existe (Irak, Ucrania, Libia).

Algo similar ocurre con el aborto. Basándose en la legitimidad que les otorgan los derechos humanos, reivindican muchas mujeres su derecho a la interrupción voluntaria del embarazo; su poder de elegir sobre su propio cuerpo y sobre su destino sin imposición ajena, su derecho a escapar de la precarización en la que vivirían ella y su criatura al no disponer de los recursos económicos o de cuidado suficiente para hacer de esas dos vidas (la suya y la de su criatura) unas dignas de ser vividas. También en nombre de los derechos humanos muchos reivindican el derecho del no nacido a la vida, tal cual lo tuvo su madre al nacer, ya sea desde enfoques teológicos (solo Dios da y quita la vida), ya desde posicionamientos de inclusión familista (también los hombres-padres deberían poder decidir) y hasta colectivistas (la decisión de abortar o parir no debe recaer en la madre, ni siquiera en la madre y el padre, sino en la sociedad en su conjunto, que es la que en última instancia crea las condiciones estructurales para el sustento de la criatura en el futuro). La misma lógica argumentativa siguen las discusiones en torno a la eutanasia, por ejemplo, o sobre la idoneidad o peligrosidad de llevar a cabo políticas de desarrollo económico en el corto y largo plazo.

Si esto es posible, si un solo puñado de leyes agrupadas puede ser el centro de conflictos y debates tan amplios, de intereses y planteamientos nacidos en cualquier lugar del mundo y aplicados en el otro extremo del globo, es porque la Declaración Universal de los Derechos Humanos es la primera constitución de la historia que nace con la pretensión explícita de abarcar a toda la humanidad. Antes de 1948, cientos son los intentos de establecer unas pautas de convivencia en base a la coexistencia pacífica y alejadas de la imprevisibilidad de las reacciones por parte de las personas o grupos dirigentes. Desde el Código de Hammurabi (siglo XVII a.C.) hasta el Cilindro de Ciro en Babilonia (539 a.C.), pasando por las leyes de Solón y Dracón en la Atenas del siglo VII a.C., las XII Tablas romanas del siglo V a.C. e incluso la carta del imperio Malí, leída en el siglo XIII en el África occidental, muchas son las leyes que pueden considerarse actualmente como precursoras de los derechos humanos. Pero si estas normas fueron proclamadas para regir la convivencia en un territorio y población concreta, la Declaración Universal de los Derechos Humanos nace con la pretensión explícita de regir las relaciones sociales de cualquier grupo humano a lo largo y ancho del mundo, sea cual sea su lugar de nacimiento y residencia. Su finalidad es inclusiva e inmortal: su propósito es servir a todos, a todas, y para siempre.

Esta concepción universalista de los derechos humanos fue recogida y plasmada por el jurista francés y Premio Nobel de la Paz en 1968 René Cassin, quien en los debates de la Comisión de redacción de la Declaración consiguió que ésta fuera adjetivada como universal (Mestre Chust, 2007). Y esto porque frente a lo universal, lo internacional lo componen los estados y otros actores de la escena política global, como las empresas transnacionales o los organismos supraestatales (Unión Europea, OTAN, etc.). En el caso de haber sido proclamada una Declaración internacional, sería a estos actores globales a los que irían destinados los derechos humanos. Estos serían los encargados de administrarlos y fiscalizarlos, poniendo trabas, facilidades, ralentizando su aplicación o imponiéndolos por la fuerza de manera rutinaria. Y ello debido a que desde esta perspectiva lo internacional es un concepto temporal, coyuntural, casi anecdótico. En la práctica, según el posicionamiento de partida de René Cassin, unos países serían más garantes que otros en la administración de estos derechos. Algunas zonas del planeta quedarían huérfanas de este bien, mientras que en otras podría ser gestionado como un mero servicio de lujo. Los derechos humanos podrían ser intercambiados, vendidos, suspendidos. Al calificarla de universal, la Declaración postuló que ninguna persona puede ser separada de estos derechos, y que su titularidad es directa, no derivada, sin intermediarios. Aunque la práctica dicte una realidad bien distinta, teóricamente no son los estados o alguna empresa petrolera quien tiene la capacidad de administrar los derechos humanos como si fueran impuestos, avena o gas. Esto se debe a que en este marco lo internacional hace referencia al aspecto jurídico-gubernamental como el predominante en el juego de la política, realizada desde posiciones diferentes y tendentes tanto a la colaboración como al conflicto. Lo universal, en cambio, se relaciona con una ausencia de conflicto que abarca la dimensión jurídico-gubernamental como una más de las que componen el mundo de las relaciones humanas. Lo internacional, dicho de otra manera, desde esta perspectiva, es un espacio demasiado mundano: remite a lo cultural, a lo temporal, a lo que está sujeto al cambio. Lo universal es, sin embargo, una dimensión de lo real ni siquiera exclusivamente humana. El concepto de universalidad remite a todo lo abarcable, a lo inmutable, a lo estable, lo que permanece. Remite –y aquí radica parte de su gran importancia- tanto a todo lo existente (como la naturaleza, y su degeneración: el medio ambiente) como a lo no existente aún (las generaciones venideras).

Por eso la Declaración Universal pretende presentarse al mundo sin sujeción a uno u otro credo. No es apolítica, pero intenta no estar ligada a las particularidades de una moda o una forma política concreta; se presenta como universal porque las abarca a todas, por encima y entre los actores políticos: engloba a toda la humanidad y de manera directa, sin intermediación posible. De esta manera desde el enfoque universalista, los actuales derechos humanos y su plasmación final en la Declaración Universal de 1948 no hacen más que recoger una herencia de milenios en busca de la armoniosa convivencia humana que puede ser rastreada a lo largo de la historia del pensamiento, desde las principales religiones monoteístas hasta el humanismo filosófico desarrollado en el último siglo, pasando por la moral confuciana y el ateísmo militante. Como consecuencia, los derechos humanos, al hacerse universales, pertenecen, de facto, a toda persona, toda institución, toda cultura y toda sociedad, en cualquier lugar y momento histórico: es, como se ha dicho antes, de todo ser humano y para siempre.

Sin embargo, en los últimos años esta concepción de los derechos humanos ha sido fuertemente cuestionada. Por un lado, se ha puesto en entredicho el pretendido carácter inalienable de los derechos humanos: de ser así, no habría necesidad alguna de que estos tuvieran que ser defendidos, reivindicados, conseguidos y ratificados por multitud de convenciones internacionales y prácticas sociales. Además, si estos derechos perteneciesen de manera innata a toda persona, fuera cual fuera su origen y situación étnica, geográfica, laboral, etc., no podría llevarse a cabo acción alguna que tuviese como consecuencia pretendida o inesperada el daño de los derechos humanos de grandes grupos de población sin que ésta fuese duramente castigada. Algo que, conocemos, no ocurre. Más humildemente, parece que lo que se nos ofrece no es la indiscutible titularidad de los derechos humanos por el mero hecho de haber nacido, sino la posibilidad de su disfrute, y que no es más –ni menos- que esta posibilidad la que aparece recogida en la ingente literatura sobre el tema, como una hoja de ruta a realizar.

Por ello se suele diferenciar entre la dimensión formal de los derechos humanos, aquella que queda recogida en la Declaración de 1948 y en las sucesivas convenciones firmadas hasta nuestros días, y la dimensión material de los mismos, pretendiendo así mostrar el amplio espacio existente entre el reconocimiento legal de los derechos y el acceso real a unos recursos –los propios derechos humanos, esta vez materializados- por parte de grupos sociales las más de las veces ajenos a los procesos de reparto y adquisición de los mismos. Así es cómo desde un segundo enfoque –que podríamos denominar materialismo cultural, pues pone el énfasis en la contextualización particular en la que nacen y se desenvuelven los derechos humanos- se critica la perspectiva universalista por presentar unos derechos humanos desterritorializados, fuera, por encima y previos al mundo en el que se aplican, casi ajenos a él, al tiempo que alerta del carácter eminentemente político de los mismos, «inmersos en relaciones de poder que funcionan oprimiendo, explotando y excluyendo a muchos colectivos de personas que exigen vivir dignamente» (Herrera Flores, 2005). Desde esta perspectiva se definen los derechos humanos no como las frutas a recoger del árbol del sistema, ni como el reguero que deja a la población una estructura jurídica e institucional supranacional a través de un mecanismo de goteo siempre previsiblemente insuficiente. Por el contrario, culturalmente los derechos humanos son definidos como los espacios y las prácticas de encuentro, interacción, conflicto y (des)acuerdo donde se dan las condiciones de su desarrollo. Es decir, como los recursos con los que se construyen las bases del bienestar y la convivencia humana -valores, normas, instituciones- a la vez que como las prácticas sociales que posibilitan la existencia de esos recursos (Herrera Flores, 2000).

Desde esta perspectiva, que creemos necesario hacer nuestra, las prácticas sociales son configuradoras de derechos humanos cuando responden a la necesidad de defenderse de un contexto o elemento del mismo tendente al daño sistemático de las condiciones de vida de una población dada, o cuando están orientadas al nacimiento de una nueva contextualización de las relaciones de poder más justa e igualitaria. En este sentido, las prácticas constitutivas de derechos humanos se articulan en base a dos momentos, ya se den éstas de manera consecutiva, alternativa, excluyente o paralela.

El primer momento, con un carácter eminentemente reactivo, es el que se caracteriza por la defensa y mantenimiento de los cauces de humanización frente a una situación significada como dañina. En este momento los derechos humanos son conformados en base a un conjunto de prácticas sociales, simbólicas, culturales e institucionales «que reaccionan contra los excesos de cualquier tipo de poder y en donde se impide a los seres humanos constituirse como sujetos» (Sánchez Rubio, 2007). Es, pues, en este momento, el establecimiento de unas líneas rojas lo que nos da el sentido de la civilización: más allá de las cuales se encuentra la barbarie, el salvajismo; más acá la convivencia pautada. En la distancia o confusión de ambos espacios, nuestra suerte.

Pero como se muestra en las páginas que recorren este libro a través de sus respectivos artículos, son también constitutivas de derechos humanos aquellas prácticas que establecen una nueva realidad, abriendo espacios de disputa y emancipación inexistentes previamente. Este es el momento positivo, propositivo de los derechos humanos, de creación de contextos imprevistos con anterioridad a través de las diferentes prácticas de interacción social. Aquí los derechos humanos actúan como medios «discursivos, expresivos y normativos que pugnan por reinsertar a los seres humanos en el circuito de reproducción y mantenimiento de la vida, permitiéndonos abrir espacios de lucha y de reivindicación» (Herrera Flores, 2000). Cada vez que en cualquier contexto cultural «se articulen e institucionalicen determinadas reivindicaciones sociales y aparezcan distintos procesos de lucha con particulares concepciones acerca de lo que es digno, teniendo en cuenta las condiciones que posibilitan la existencia de los sujetos participantes y afectados, se están cimentando las bases para establecer ámbitos de juntura con los que contribuir en la construcción dinámica, conflictiva y constante» (Sánchez Rubio, 2007) de una lógica de convivencia inclusiva y plural, sin excepciones. En este mismo sentido la propia Declaración Universal de 1948, en su artículo 28 reconoce la necesidad de creación de un orden social e internacional que haga plenamente efectivos los derechos humanos.

Poco atractivo tienen para nosotros unos derechos que, como regalo embaucador de la historia, nos inmovilizan en el disfrute de su mera posesión. Pero el carácter universalista de los mismos nos ofrece un espacio de pertenencia, de salvaguarda de los logros conseguidos y de puesta en común de los nuevos descubrimientos al que sería estúpido renunciar. Son y se abren y materializan los derechos humanos en todas aquellas luchas defensivas y acciones considerativas de nueva realidad que puedan llevar dentro de sí una dimensión universal. Aquello que realizándose en un lugar y contexto concreto contenga la capacidad de trascender y ser parte de una idea más amplia y útil para cualquiera en cualquier punto del planeta y en cualquier época, precisamente considerando las distancias de género, nacionalidad, clase social y otras.

Por desgracia, en la actualidad los derechos humanos rigen mayoritariamente las cosas mínimas, concretas y sectoriales, las políticas, mientras que los grandes asuntos, la política, siguen dando la espalda al respeto de las poblaciones sobre las que se dirigen. Las líneas directrices de la política van, claramente, contra las políticas, muchas veces aplicadas por los mismos actores nacionales e internacionales. Por paradójico que parezca, junto con el crecimiento cada vez mayor de legislación vigente en materia de derechos humanos, tanto en lo interno de los países como por parte de organismos internacionales, existe una mayor situación de violación estructural de estos derechos sufrida por las grandes mayorías (Oraa, Marzal, 2000). Helio Gallardo demanda nuestra atención cuando recuerda que la mayor parte de los estados expresan una voluntad generalizada de reproducir prácticas de dominio y discriminación, y que ninguno de ellos tiene a la humanidad como proyecto a realizar. Por el contrario, las razones de estado priorizan los intereses del capital, de la propiedad y de la acumulación (Gallardo, 2007). Identificar a la humanidad con la centralidad de la dimensión política de los derechos humanos obligaría a la creación de espacios de encuentro orientados al disfrute de las mismas condiciones sociales, económicas, políticas y culturales por parte de todos los actores en juego; conllevaría la responsabilidad de reconstituir las relaciones de poder en base al empoderamiento de los que han sido colocados en posiciones subordinadas en «los procesos de división social, sexual, étnica y territorial del hacer humano», con la finalidad de alcanzar «el grado necesario de autoridad para comenzar a dialogar en régimen de igualdad sustancial» (Herrera Flores, 2005).

Los derechos humanos se nos descubren con la capacidad de poder trasladar el foco del protagonismo político del sujeto-ciudadano (que puede ser individual o colectivo, en la abstracción de ciudadanía, pero que siempre prevé la exclusión: menores de edad, extranjeros, desempleadas, reclusos, desposeídas, analfabetas, minorías étnicas, desinformados quedan irremediablemente fuera de la arena política, zarandeados como muñecos de peluche por los acontecimientos históricos y económicos como en las tragedias griegas lo serían por el Destino) al sujeto-pueblo, e incluso al sujeto-humanidad transfronterizo, igualmente abstracto, pero que es siempre y en todo momento un actor colectivo, que une a cada individuo con la suerte de todo el género humano, y viceversa, y que hace saltar por los aires los procesos de inclusión social selectiva en los beneficios del sistema, tan característicos de la clase media occidental, mundialmente privilegiada. Este hecho puede hacernos pasar de la soberanía delegada (propia del modelo liberal de democracia) a la soberanía participada, en un diálogo de igual a igual entre las distintas partes implicadas. Este cambio, crucial, en el peor de los casos relocaliza el centro operativo de los derechos humanos de occidente a todo espacio geo-político establecido al margen del discurso de la Modernidad: de Europa y Norteamérica a Asia, Latinoamérica, Oceanía y África; del Norte al Sur, de la minoría a la mayoría. En el mejor de los casos establece un diálogo entre iguales a través de una relocalización policéntrica: el norte con el sur, la minoría con la mayoría.

Si durante los siglos XV al XIX los intereses patriarcales del capital hicieron necesario cubrir las relaciones sociales de todo el mundo bajo el manto aparentemente irrefutable del dominio y la explotación, los últimos cien años se están caracterizando por la multiplicidad de respuestas emanadas de los propios contextos sufrientes. Estas prácticas, tanto reactivas como constitutivas de nueva realidad, ofrecen una uniformidad de propósitos caracterizada por la diversidad que adquieren en su ejecución, adaptadas a cada realidad concreta. Como ha destacado el profesor Herrera Flores, «a diferencia de las luchas burguesas que enmascaraban sus intereses bajo la abstracción del bien común, como si su acción fuera la única racional y sus fundamentos lo universal (a priori), las luchas del siglo XXI no tienen esa vocación universalista a priori, ni enmascaran sus reivindicaciones bajo una crema humanista esencialista y abstracta. Son luchas que plantean acciones, reivindicaciones y manifestaciones de resistencia parciales y particulares. Pero lo hacen como momentos de una lucha más general dirigida a cambiar las condiciones de estar en el mundo (universalismo a posteriori)» (Herrera Flores, 2005). Dicho de otra manera, los mismos intereses que basaron su expansión en la explotación y el dominio de la mayor parte de la población mundial, dentro y fuera de occidente, están posibilitando ahora, en respuesta no prevista ni deseada por ellos, la construcción de una realidad común basada en los derechos humanos posicionando a la humanidad en el centro de los procesos de transformación.

La tendencia a significar el conflicto y la disputa como una anomalía a evitar, lejos de presentar un posicionamiento de inocencia, busca naturalizar unas relaciones de distribución del poder dadas, independientemente de la legitimidad, validez o utilidad social de estas. La tentación autoritaria de hacer pasar por naturales decisiones o situaciones que responden a preferencias políticas, a intereses particulares, negando así la conflictividad propia de las relaciones sociales en un marco de dominio y discriminación es, muy al contrario de su apariencia pacificadora, una forma extrema de violencia. La preferencia al cierre de lo posible con la llave de lo existente pretende neutralizar cualquier posibilidad de apertura al cambio y la mejoría. La dimensión política de los derechos humanos reconoce como legítimas las dinámicas de encuentro, interacción, conflicto y (des)acuerdo, en tanto que propias de cualquier proceso de humanización constituyentes de la vida social. Por eso considerar la dimensión política de los derechos humanos supone abrazar como sujetos de pleno derecho a los capaces de contribuir a la creación de contextos que vayan más allá de los marcos de referencia propios de un sistema atrincherado en sí mismo y cerrado al cambio. A aquellos con cuyas prácticas estén contribuyendo a la elaboración de una experiencia común de liberación y mejora de las condiciones de vida aplicable más allá de los estrechos límites de su cotidianidad, universalizando de esta manera su ámbito de intervención.

Por paradójico que parezca, la historia de la humanidad se ha construido en base a imposibles. Imposibles que han acabado por imponerse como la más razonable e ineludible de las realidades. Aquello que se nos presenta como inalcanzable un día nos enviste al siguiente con la brutalidad de lo inevitable. Lo hemos aprendido. Por ello cumpliremos nuestro propósito si en las páginas que siguen conseguimos presentar un puñado de imposibles, es decir, de inevitables a través de los cuales nos permitamos a nosotros mismos abrir nuevos mundos de posibilidad. Colocando en el centro de este proceso el desarrollo de la humanidad, a lo largo de estas páginas abordaremos los derechos humanos como proyecto político a realizar, cuyo universo son las diferentes realidades y prismas de las que se componen los procesos de creación de dignidad a largo de todo el mundo.

BIBLIOGRAFÍA

Herrera Flores, J. (ed.), El vuelo de Anteo. Derechos humanos y crítica de la razón liberal, Desclée de Brouwer, Bilbao, 2000.

Herrera Flores, J., Los derechos humanos como productos culturales. Crítica del humanismo abstracto, Catarata, Madrid, 2005.

Marzal, A. (ed.), Los derechos humanos en el mundo, J.M.Bosch/ESADE, Barcelona, 2000.

Mestre Chust, J.V., Los derechos humanos, UOC, Barcelona, 2007.

Sánchez Rubio, D., Repensar derechos humanos, Editorial MAD, Sevilla, 2007.

Fuente:

http://www.rebelion.org/noticia.php?id=209188

Fuente imagen:

https://lh3.googleusercontent.com/4u-NHUI4yVbYDd2G-RY7L1gq5IleGJFVkWOi3Od4W0BiyozqwGcSazsavM5A37CGhJsQ=s85

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Manipulación y control mental. Una enfermedad psicológica por Hernan López

Manipulación y control mental.

 Una enfermedad psicológica

 

    Es el resultado de un proceso sistemático de manipulación mental a través de la implantación de códigos psicológicos por medio de imágenes y mensajes audiovisuales planificamente dirigidos al consciente y al subconsciente de los individuos con el objetivo de establecer determinados modelos y esquemas de comportamiento y entendimiento que generalmente crean una realidad distorsionada distinta a la realmente existente la cual se adapta a los objetivos del ente disociador.

  La persona disociada pierde paulatinamente su capacidad de definir el límite entre lo verdadero y lo falso, se le hace dificultoso analizar e interpretar razonable y objetivamente sus necesidades, los hechos y los fenómenos sociales, políticos y económicos fuera de los conceptos y patrones que le han sido implantados a través de campañas informativas, publicidad y mensajes difundidos principalmente por los medios de comunicación masivos como prensa, televisión, radio, cine, Internet

  Este proceso persigue la alteración, la confusión y la deformación de la conciencia social o particular del individuo, interviniendo su sistema de valores y creencias para fijar determinados conceptos y patrones de comportamiento con fines ideológicos, políticos o comerciales separando al individuo de la verdeara realidad circundante y anulando total o parcialmente su libre albedrío para hacerlo vulnerable y dependiente de una idea, un producto o de una entidad política, económica o religiosa

El sujeto disociador utiliza principalmente el arsenal mediático como instrumento para imponer y justificar sus objetivos de una manera sutil pero muy eficaz, creando conceptos y necesidades ficticias, colocando en la mente de los individuos formas y maneras de pensar y actuar en la mayoría de los casos distintos a la cultura e idiosincrasia de las víctimas y paradójicamente usando sus valores culturales propios para implantar conceptos y modelos de vida distintos.

 En el fondo de este proceso de alienación, generalmente aplicado por los estamentos de poder, lo que subyace es el objetivo de imponer un determinado orden político, económico, religioso o social con la finalidad de mantener la supremacía de clase o de intereses y ejercer control social efectivo.

 El sujeto o estamento disociador bajo la premisa de valores asociados principalmente a la acumulación de dinero y al poder político siempre actuará en favor de sus intereses y conveniencias, las consideraciones de justicia social y redistribución equilibrada de la riqueza de un país pasan a ser propósitos de tercer nivel.

 En el campo de la política y la guerra este mecanismo de control social utiliza frecuentemente las armas de la tergiversación, la desinformación y la repetitividad para desvirtuar la realidad y anular mediáticamente al oponente.

 Todas las corporaciones que controlan los medios de comunicación, informática e Internet más importantes del mundo están atadas al servicio de los intereses políticos, militares, financieros y comerciales del imperio, forman parte activa e importante de la superestructura que detenta la hegemonía y el control del mundo, estos son los factores disociadores que han sometido a la mayoría de los ciudadanos a una sostenida practica de manipulación y control mental.

  A esta enfermedad con los propósitos más bajos ha sumergido la oposición Venezolana a sus seguidores, con los designios más mezquinos y egoístas, solo con la maquinación de obtener el poder a costa de la voluntad quebrantada de un grupo de compatriotas venezolanos que adversa la política del presidente Nicolás Maduro.

 A estas alturas en Venezuela la oposición tiene un posgrado en disociación sicótica y sus variantes. Una de ellas, claramente heredada de la cultura de la muerte que se ha implantado en Estados Unidos y que ha sido exportada al resto del mundo, está vinculada con la idea de que la muerte es una vía para obtener objetivos. Esta es la modalidad macabra de la disociación, que si no es fascismo está a un milímetro de serlo.

 Fijémonos en la industria cinematográfica estadounidense, muy influyente en las conciencias en buena parte del mundo. Un gran porcentaje de las películas más taquilleras tienen héroes que se ganan su prestigio a base de asesinar gente. Fíjense en los artículos de opinión de la gran prensa norteamericana.

  Muchos de ellos justifican masacres y asesinatos selectivos. Más aún, fíjense en lo que dicen los mismísimos presidentes que han tenido países como EEUU, el Reino Unido o Francia entre otros, sin ningún remordimiento anuncian que el asesinato de personas, que ellos se antojan en llamar “enemigos” o “terroristas”, son objetivos de sus gobiernos.

  El ciudadano de clase media sumiso a esta suerte de “marioneta global” comparte estos criterios. La muerte del otro es vista como solución a sus problemas, sin reparar en la evidente secuela de esta estrategia, según el cual la muerte propia sería la solución de los problemas del otro.

Nuestra revolución no es solo contra la injusticia, es contra la cultura de la muerte. Es a favor de la dignidad, la solidaridad, la camaradería y la vida como vías para obtener nuestros objetivos que nos lleve a la paz.

 Afortunadamente el pueblo venezolano votó por la opción de los cambios sociales que  en su oportunidad desarrolló el comandante Hugo Chávez Frías, y su hijo político Nicolás Maduro continua con el gran proyecto apegado al plan de la patria que le ha dado un nuevo periodo hasta el 2019 para seguir escribiendo historia rumbo hacia el socialismo del siglo XXI.

Hernán López                                                                                             eldragon65@gmail.com

Fuente : enviado por el autor a editores OVE.

Fuente Imagen:

https://lh3.googleusercontent.com/Potqs4rQSfjfk0rYioge7c05GDVzEMscsfhwp0tE29FQFsUlqVXzX-t90uT8gHvCbEyl6w=s85

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Trump y el apocalipsis zombi: cinco apuntes sobre cine, necropolítica y racismo en Estados Unidos

Miguel Antonio Guevara

1.-El escenario real y el cine como metáfora

Recibimos el 2017 con el ascenso de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos, coincidió con el estreno de Resident Evil 6: The Final Chapter (Constantin Film), escrita y dirigida por Paul W. S. Anderson y protagonizada por la ucraniana Mija Jóvovich.

Esta historia de acción tiene una trama que fácil podría adaptarse a los tiempos que corren: un mundo en el que todo está completamente destruido, incluida la Casa Blanca, que sale en los primeros fragmentos de película consumida por el cataclismo.

En medio de esta puesta en escena, tenemos a una protagonista que se desempeña como heroína y salvadora de la raza humana: Alice. Asimismo, contamos con un villano: el Dr. Isaacs; se trata de un agente corporativo, que no conforme con su presencia, ya de por sí nefasta, cuenta con un clon más malvado: un fanático cristiano y machista a ultranza que en una oportunidad llama a tres personajes clave, Alicia Marcus, cofundadora de la corporación Umbrella, Alice y la inteligencia artificial llamada Reina Roja, como “trinidad de zorras”.

En los diálogos de la trama, el Dr. Issacs, empresario o agente corporativo -devenido en cazador de zombis- nos resume el argumento de Resident Evil: existe una corporación en la que sus principales dirigentes han concluido –después de un estudio proyectivo del mundo, la vida y sus recursos– que el planeta perecerá por sobrepoblación y, para que este grupo corporativo prevalezca y sobreviva, será necesario eliminar a la población humana con un virus letal; mientras tanto, ellos, un equipo de altos ejecutivos de la corporación Umbrella, se encuentran en una base subterránea al cuidado del clon y lo que parece ser un ejército privado, su propio grupo paramilitar.

2.- Trump y su clon: un cazador de zombis

Donald Trump nos ha despertado violentamente la capacidad de asombro. Como un protagonista de reality show, el presidente empresario, actor y ahora emperador, nos muestra la agudización de la crisis en la que se encuentra el capitalismo trasnacional del siglo XXI.

Más de una de las acciones de Donald Trump, nos demuestra que es otro continuador de lo que el historiador Thomas Bender ha llamado, en su libro Historia de los Estados Unidos: una nación entre naciones, el excepcionalismo estadounidense. Este concepto nos explica las características ideológicas de la naturaleza del imperio, es decir, una nación, un pueblo que ha interpretado el discurso de sus fundadores como un llamado a estar por encima de las otras, sin considerar que es un país más de la comunidad de naciones, sin ningún tipo de atributo divino o histórico que lo separe del resto y que lo impulse a actuar sólo a partir de sus intereses políticos, económicos e ideológicos.

Las especulaciones con respecto a la realidad actual sobran, así como exceden las situaciones alimentadas por los signos de estos tiempos de constante ruido mediático, dirigiéndonos a perseguir cada acontecimiento y leer entre líneas. Los titulares nos abarrotan con imprecisiones, supuestas verdades e infaltables teorías de la conspiración: “¿Trump intenta una Perestroika gringa?”, “¿Es Trump el Gorbachov gringo?”, “Rusia se aisló después de la guerra fría, ahora se expande, ¿ésta podría ser la estrategia de Trump?”. Los titulares emulan las narrativas y píldoras efectistas de la industria cultural, como por ejemplo, sus películas, verdaderos y falsos documentales, además de videojuegos; dispositivos infinitos de producción de subjetividad nacidos en los laboratorios de la guerra, en donde se trabaja sin descanso en la producción infinita de subjetividad posmoderna.

Las caracterizaciones de Trump no cesan: ¿Es Trump un postpolítico, o producto de la postverdad?, cómo no iba a ser una buena “política” para este año nuevo si incluso el diccionario Oxford declaró postverdad en 2016 como la palabra del año, encajando su concepto a la perfección con la política tuitera del nuevo presidente: «Relativo a, o denotando circunstancias, en las que los hechos objetivos son menos influyentes en la formación de la opinión pública que la apelación a la emoción y a la creencia personal».

Además de esto, también suena: ¿será que Trump es un ser hipernormalizado u otro producto de la realidad alterada por los medios de comunicación? ¿Es un empresario convertido en presidente gracias a los favores de la Big data, es decir, de los más avanzados dispositivos de ingeniería social, marketing y psicometría de punta?

Parece que el día a día se ha vuelto en un grotesco reality orwelliano, en el que una ola de violencia ya no se avecina, como se suele decir cuando se espera lo peor, sino que está en pleno desarrollo.

Detrás de todo el efectismo y accionar espectacular y grandilocuente de Trump, éste emerge como un gran maestro de ceremonia en el que la distracción tiene un papel preponderante. Asimismo, es la imagen que viene a consolidar el cinismo como forma y fórmula política, subordinando el verdadero debate e incluso ocultando los hechos más importantes, tal y como si se sacudieran banderas multicolores a modo de distracción para no ver lo que realmente está pasando detrás del aturdimiento.

Lo cierto es que Trump ha retomado con fuerza las narrativas históricas estadunidenses de lo antiinmigrante y proteccionista, también ha revivido políticas de gobierno del Estado-nación del siglo XIX, como el caso del muro en la frontera con México (al 11 de marzo La Jornada reseñó que van cerca de 600 ofertas de contratistas procedentes de distintos lugares del mundo[1]), mecanismo fronterizo que en el imaginario de hace dos siglos, se pensaba que “garantizaría” la protección de los ciudadanos dentro de las fronteras del Estado-nación; Lo que otrora resultaba un pasaporte visado hoy lo es el muro, que también funciona “como paliativo, consuelo psíquico por la pérdida y el declive de la hegemonía”, como bien apunta Wendy Brown en su libro Estados amurallados, soberanía en declive.

Todo esto ocurre mientras los medios de comunicación intentan convencernos de que Trump es un presidente anti-establishment, puesto que en sus promesas de campaña hasta se coló cierto discurso contra el aparato militar industrial; asunto que se cayó por su propio peso con los recientes bombardeos unilaterales en Siria, Afganistán y las ya de por si conocidas controversias con Corea del Norte. No basta hacer una gran arqueología para encontrar, por ejemplo, su reciente discurso frente a la Asociación Nacional del Rifle en donde garantiza su apoyo absoluto.

Estas acciones nos dicen que Trump, más allá de ser anti-establishment, está más bien peleado con una parte de él y sus aliados económicos, por ejemplo, con ciertos sectores de las tecnologías y demás capitalismo 2.0. La lógica de Trump es la del empresariado inmobiliario que sólo ve el valor a través de la venta de edificios y bienes raíces.

A propósito de lo anterior, tenemos un ejemplo muy reciente[2]; Mark Zuckerberg, representando en este caso a la civilización, ha lanzado un manifiesto político que declara a Facebook como una suerte de Estado digital global para cambiar al mundo e, incluso, como él mismo sostiene, “combatir el terrorismo”, mientras que Trump, asumiendo el papel de la barbarie, niega el paso a ciudadanos de siete países musulmanes. Pareciera que esta disputa evidencia que el sistema tiene problemas entre las tensiones (globales, locales y nacionales) en donde participan tanto las economías de las tecnologías, como las representadas por los Landlords, que es lo mismo decir señores de la tierra o el empresariado inmobiliario al que pertenece Donald Trump.

Lo que nos muestra este escenario es que el capitalismo del siglo XXI, -ese monstruo trasnacional de mafias políticas, corporativas y guerreristas-, tal vez no está tan cohesionado como hemos pensado en los últimos tiempos.

[El escenario y la metáfora como leitmotiv: Trump es el personaje machista que se refiere a Alice, la Reina Roja y Alicia como “trinidad de zorras”, además, es el presidente actor que representa a los sectores de la supremacía blanca y el fanatismo cristiano como correlato. Trump es un clon de la construcción mediática y corporativa, de reproducción genética, metafórica y material de toda una clase que no representa en lo más mínimo a las fuerzas anti-establishment. Más que tratarse de un sujeto que viene a cambiar el modelo neoliberal, aparece para moldear las piezas del juego existente con un movimiento propio que responde a sus intereses, a su conveniente “cambio” de estilo político y círculo de influencias económico-políticas. Es un hecho que no hay un Trump antes y uno después. Es el mismo antes de que asumiera la presidencia y ahora como presidente. No hay diferencia alguna entre los realities en los cuales participó y los comportamientos y demás estilos que ha tomado su discurso tras la reciente responsabilidad adquirida como presidente de Estados Unidos].

La política imperial en desarrollo, según el estilo Trump, está cada vez más cercana a las narrativas del apocalipsis zombi hollywoodense antes mencionado, lo cual le da razón a aquel axioma de que los productos culturales son hijos de su época.

Parece que hay una necropolítica republicana en ciernes, en el sentido de que cada vez se agudiza el hecho de que Estados Unidos y sus aliados políticos alrededor del mundo, amparados en la lógica del jefe mayor –es decir, del imperio–, deciden quién vive y quién muere.

3.- Antecedentes de la necropolítica racista

Uno de los ejemplos de esta necropolítica republicana, lo podemos hallar en sucesos de la historia contemporánea, en específico, en el caso del huracán Katrina (2005) y sus devastadores efectos en la ciudad de New Orleans. En este hecho, el pueblo, en espera de la atención gubernamental que llegó días después de la tragedia, fue vilmente criminalizado por los medios. Se siguió mostrado la herida del conflicto racial y sobre todo lo que Hindu Pomeraniec, en Katrina, el imperio al desnudo, racismo y subdesarrollo en Estados Unidos, llama el tercer mundo y el subdesarrollo a lo interno de la nación, representado por la población afroamericana.

Los hechos demuestran que el racismo sigue presente en el gobierno que se decreta a sí mismo ejemplo de democracia para el mundo. Parece mentira que apenas han pasado 49 años desde que el gobierno estadounidense concedió a la población afroamericana los derechos que los blancos tienen desde finales del siglo XVIII. Ese tiempo, frente a la historia, es prácticamente nada, parece que fue ayer.

Estos temas todavía son tabú en Estados Unidos, puesto que de inmediato nos señalan el esclavismo y el genocidio perpetrado a la población afrodescendiente, desde las antiguas plantaciones en el sur del país, hasta la violencia policial del presente en Ferguson. Esto nos sirve para rescatar el discurso estadunidense de adalid de la libertad y la justicia global y cuestionarlo con el siguiente detalle: Estados Unidos sufre la contradicción o aparente dilema de tener un museo del holocausto y no uno de sus propias miserias [3].

Después de haber visto un antecedente del pasado, vayamos al presente y analicemos el entorno del cual tomamos imágenes de la cascada infinita de sucesos alrededor del mundo. Por ejemplo, tomemos el reciente caso de supuestas bandas criminales detenidas por “tráfico de armas” en la ciudad de New York, recientemente reseñada por la prensa del departamento de policía de la capital estadunidense[4].

En los medios que difundieron la noticia, hay un uso del lenguaje que nos remite a ese tercer mundo al interior de los Estados Unidos. Es decir, no veamos el título de la noticia, sino quiénes son mencionados como los criminales y a qué grupo racial pertenecen.

Todavía es más extraña la exposición mediática de dichos decomisos: los medios se refieren a ellos por medio de un relato de decomiso del tercer mundo, que tiene la intensión de exponer cómo las instituciones policiales constituyen su propia percepción de su tercer mundo y quiénes son o quiénes lo representan. Si hacemos un paralelismo con la reciente controversia México-Estados Unidos, o mejor dicho Peña-Trump, en este caso no son los “bad hombres” quienes podrían ser perseguidos, sino los latino & niggers.

Los medios insisten en su “ingenuo” relato; sostienen que estas bandas criminales utilizan sus botines para adquirir joyas y ropa de lujo, como si se tratase de eventuales actores de un video musical. Hagamos un ejercicio, ¿quiénes son los que se adornan con joyas y demás lujos en las narrativas mainstream del hip-hop y reguetón, no son acaso vitrinas del prototipo del negro y del latino? ¿No forma parte de lo que los medios nos venden como la forma o estética de la cultura afroamericana y latina inmigrante?

También hay un señalamiento en cuanto a corredores o lugares en los cuales operan, es decir, se describe un mapa y un territorio en donde están “desplegadas” dichas pandillas. Hay lo necesario para construir un escenario ideal: sujetos, móvil, ideología y territorio, como en el ejemplo de la metáfora que se ha realizado con Resident Evil, sólo que al contrario.

Se trata de más de lo mismo solo que reforzado y repotenciado, hacia lo que el filósofo del desarrollo Juan Carlos Barrón llama «la multiplicación de las violencias», es decir, es el mismo proceso de criminalización de lo que en este caso es o se parece a minorías y resistencias.

Si nos remitimos al ejemplo del huracán Katrina, insistamos en la historia que nos da muestra de las narraciones, aconteceres o formas en que se desarrollan estas agendas de violencia, nos daremos cuenta que no es algo nuevo, puesto que la agenda mediática de hoy, como la de ayer (el pueblo afroamericano muriendo frente a una tragedia), consiste en criminalizar a este sector porque no representa a el tipo ideal civilizatorio estadunidense.

¿Por qué precisamente ahora es necesario para el sistema reforzar la criminalización de los sectores vinculados simbólicamente a las resistencias? Porque si bien el crimen organizado es una expresión de las grandes aglomeraciones urbanas capitalistas (con su economía subterránea, narcotráfico, territorio dominado por pandillas, etcétera), sería un asunto cotidiano o un evento recurrentes que en una ciudad como New York hayan este tipo de noticias referentes a la circulación de armamentos. ¿Por qué hoy se realiza esta exteriorización mediática si ya todos sabemos que los estadounidenses son la población más armada del mundo?

Por lo visto, los cambios en materia de políticas de seguridad interior están teniendo sus efectos, en una primera instancia, a nivel comunicacional.

[Para volver al ejercicio metafórico-cinematográfico: El presidente Trump es un clon del empresario Trump, es decir, no cambia en nada el hecho de que uno sea empresario y haya devenido en presidente, éste es un representante histórico del partido republicano, el mismo que se lavó las manos con Bush hijo frente al desastre de Katrina. El actuar de Trump es un acto performativo, actoral e interpretativo. Como el villano de Resident Evil, Trump es un alto ejecutivo de la corporación, el resto de los secuaces podrían ser los minutemenpostmodernos, cazando alrededor de las fronteras de la corporación, protegiendo a la clase corporativa mientras disparan sin ton ni son al ejército de muertos vivientes que representan a la multitud afroamericana, latina, inmigrante, tercermundista].

4.- Una cosa es EEUU hacia fuera y otra hacia dentro

Es fundamental tener en cuenta que así como hay una imagen de Estados Unidos en losrealities, en el mainstream, en la alfombra roja y en el sueño americano, también hay un surgimiento de los movimientos populares y sociales organizados, enfrentados a otros bloques que representan la ideología excepcionalista imperial, la supremacía blanca, el conservadurismo y el gen sionista que desde tiempo atrás tiene su lugar en la sociedad y en los poderes fácticos estadunidenses de índole político y económico, en este caso bastante documentado por uno de los ideólogos del establishment, Francis Fukuyama, quien en su libro América en la encrucijada, aborda el caso de los neoconservadores, oneocon -en el lenguaje del establishment– y el ascenso de estos sectores al poder y las instituciones estadunidenses.

Esta realidad le habla a la necesidad histórica de la integración latinoamericana, nos reclama no caer en el nacionalismo radical y poco funcional que en ocasiones ha servido para unir y en otras como dispositivo balcanizador. La política exterior de los Estados Unidos históricamente ha alimentado bastante bien y de manera constante las autorreferencias para desmovilizar y desunir, precisamente para que nos veamos solo a través de nuestras realidades nacionales y no como el gran conjunto de naciones que conforman América Latina.

¿Cómo entonces construir nuevas rutas a partir de la situación actual, agendas de solidaridad para  organizar resistencias, como apuntaba reciente desde México el padre Alejandro Solalinde: frente a una aparente “aceleración de todas las contradicciones”?

Una de estas acciones organizativas podría realizarse a través del acercamiento práctico entre movimientos sociales que reconozcan la realidad interna estadounidense. Es imperativo acercarse a estas organizaciones que han estado desarrollándose en medio de las complejidades internas de Estados Unidos, y que incluso tienen mucho qué enseñarnos a los latinoamericanos, puesto que se encuentran en el interior del monstruo y conocen sus entrañas, para evocar a Martí.

5.- Para contribuir al ruido

A veces, las palabras, lecturas, conceptos y acontecimientos vienen a perdernos o a distraernos. Más allá de los lenguajes, las realidades del presente y la caracterización de esos nuevos discursos, el encuentro antagónico sigue siendo el que conocemos y padecemos históricamente: explotadores y explotados, pueblos que pretenden independizarse ante potencias que se imponen violentamente con formas de dominación y esclavitud. Estos apuntes son una excusa, un pretexto para justificar y poner a discusión una idea, una interrogante insoslayable frente a lo que estamos presenciando: la conformación, legitimación y reproducción de movimientos fascistas a gran escala. Justo porque se trata de un nuevo tiempo, tras haber dejado al siglo XX atrás con sus dos guerras mundiales, valdría la pena preguntarse si habrá quién salve al mundo del fascismo y sus guerras en el naciente siglo XXI.

Fuente: http://ciudaddelahoz.org.ve/columnistas/cuaderno-hipertextual/98-trump-y-el-apocalipsis-zombi-cinco-apuntes-sobre-cine-necropolitica-y-racismo-en-estados-unidos

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