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‘Unschooling’: ¿Y si la escuela fuera prescindible?

Por: Saray Marqués

Un número creciente de familias lleva al extremo la libertad de elección en lo tocante a la educación de sus hijos. Han decidido romper con el sistema. Y buscan en otras corrientes alternativas, como las escuelas libres, sus aliadas.

“Si me dices hace 10 años que mis hijos no irían al cole te diría: ‘¡Estás loca!’. Entonces no sabía que había tantas familias haciendo unschooling, ni que existía ahí fuera un mundo de opciones”. Habla Laura Cazorla, abogada de 40 años y madre de una de las 4.000 familias unschoolers que se calcula aproximadamente que existen en nuestro país (en base a los miembros de las principales asociaciones). Aunque Lucas, de siete años, acudió a la escuela infantil dos cursos, antes de desescolarizarle, Manuela, de cuatro, nunca ha pisado un centro educativo.

Ambos son niños unschoolers, educados en casa. Es un decir, porque no cesan de hacer actividades extraescolares en distintos espacios con otras familias, en grupo, como la mañana en que hablamos con su madre, mientras ellos amasan pan con otros niños. Laura decidió dejar de trabajar cuando nació Manuela para pasar más tiempo con ellos y el unschooling llegó de forma natural. En ese tiempo rompió con la idea de que la única salida es llevar a los niños al cole del nueve a cinco y de que la libertad de elección de la familia llega solo hasta la decisión sobre el mejor centro. Hoy, para ella, el unschooling no es solo una forma de educar a los niños, más atenta a sus necesidades, sino un modo de vivir.

¿’Homeschooling’ o ‘unschooling’?

Aunque muchas personas emplean indistintamente el término homeschooling y unschooling, la diferencia radica en eso: mientras el primero se centra en lo académico y puede que la familia que opte por él incluso importe el colegio a su casa, con sus temarios, sus horarios, sus libros de texto, aunque a un ritmo adaptado; el segundo, el ‘radical’ unschooling, se guía por los intereses del niño y no solo en los estudios, también en otros ámbitos: sueño, comida… en línea con la crianza consciente. Unos pretenden enseñar a los niños y otros, ayudar a aprender, “activamente involucrados pero sin dirigir su aprendizaje”, explica la madre unschooler Yvonne Laborda. El unschooling es un paso más, como refleja la madre unschooler, antes homeschooler, Lehla Eldridge en unschoolingthekids.com.

A Laura no le importa, por ejemplo, si su hijo no lee a los siete, aunque conozca el abecedario: “Son niños que saben hacer cosas diferentes en momentos diferentes. Ahora Lucas está más interesado por los números porque le sirven en sus juegos: sabe cuánto son 200 gramos para una receta, o sumar 143 y 75 mentalmente, o cuánto dinero tiene en la cuenta del banco que ha querido abrir… No me preocupa que no lea, he visto cómo aprende cuando surge el interés”.

El suyo es un perfil tipo: se ha volcado en un tipo de crianza en auge en los países occidentales desde principios del siglo XX e incluso ha dejado con su pareja la gran ciudad por un pueblo pequeño, más cerca de la naturaleza y en conexión permanente con la comunidad unschooler vía grupos de WhatsApp, Facebook, etc.: “Tener una especie de tribu y juntarnos con otras familias que viven esto de otra manera es importante”.

Cada familia se organiza como puede: uno de los dos deja de trabajar (en el caso de Laura, ella, aunque no descarta volver a la militancia en ONG cuando pase un tiempo), u opta por el trabajo desde casa (Yvonne, los primeros ocho años compaginaba este con la crianza en casa, ahora su pareja le ha suplantado), o trabajan los dos, por turnos.

Los motivos

Casos como el de Laura o el de Yvonne, encuadrados en el postfeminismo ligado a la crianza natural, del que ella es un rostro visible, explican en parte el auge del movimiento en los últimos años (la cifra de familias se ha duplicado desde 2013). Madre de tres hijos de 8, 10 y 12 años, terapeuta y escritora (con su libro Dar voz al niño a punto de publicarse) los planteamientos de Yvonne se dan de bruces con los de la escuela tradicional.

Y precisamente esta conexión cada vez más fuerte con la crianza respetuosa y con apego da al unschooling patrio un toque diferente al de EEUU, el país donde más ha proliferado, en muchos casos ligado a la religión, a la concepción de la educación de los hijos como una obligación divina que no se puede delegar. Aunque en España existen los Cristianos Evangélicos Estudiando en Casa, es una vía minoritaria.

Junto a las familias para quienes el unschooling es la evolución natural de una crianza que implica colecho, lactancia a demanda, respeto a los procesos de cada niño… están aquellas que han decidido desescolarizar por problemas con la escuela (bullying, dificultades de integración, altas capacidades, inteligencias distintas…), también al alza.

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Hacer comunidad con otras familias homeschoolers es importante.

Educadores que desescolarizan

No es extraño tampoco que sean maestros desencantados con el sistema. Como Yvonne, que tras 15 años como profesora de inglés de niños, adolescentes y adultos, se queda embarazada, abandona la docencia y decide que lo que quiere para sus hijos es “que aprendan de forma autónoma lo que les interesa, y que para eso no necesitan un colegio, lo necesitamos los adultos para dejar a los niños cuando estamos trabajando”.

También es el caso de Candela (nombre ficticio), madre de un adolescente de 15 años actualmente escolarizado en 4º de ESO, pero unschooler hasta hace un año. Entonces ella, profesora de física, volvió a dar clase en un centro concertado y él lo pisó por primera vez: “Quería estudiar una Ingeniería y tenía la sensación de que sus amigos estudiaban mucho más, que le echaban muchas más horas, y optamos por la escolarización. En la primera evaluación suspendió cuatro asignaturas… hasta que aprendió a hacer exámenes”. “Me pareció una buena idea, pero pronto descubrí que no lo había sido tanto”, analiza él. “Veo muy repetitivo, aburrido y frustrante estar sentado todo el rato escuchando sin hacer nada, mirando a la pared, pienso que no aprendo lo que tengo que aprender y, como todos, me disperso en clase, así que tengo que estudiar después. Le dedico más horas y los resultados son más pobres”.

Lo mejor de ambos mundos

Si por algo se caracteriza el movimiento unschooling es por la diversidad que agrupa. Dentro están los travelling o world schoolers, que educan a sus hijos en periplos alrededor del mundo, un fenómeno muy implantado también en EEUU y aquí relativamente desconocido, aunque existen webs como familiasenruta.com, o los flexischoolers, que pasan parte del tiempo educándose en casa y parte, en el cole.

“Es una fórmula interesante, tanto para los niños más pequeños como para los adolescentes, para liberarles un poco, que en el Reino Unido funciona bastante bien y que permite que los homeschoolers que pagan impuestos destinados a un sistema educativo que no usan puedan recurrir a él”, explica la investigadora Madalen Goiria. Se establece un contrato familia-escuela y, por ejemplo, los padres que tienen las tardes libres pueden hacerse cargo de las materias que se imparten esas horas (luego el alumno pasará los exámenes, como el resto), o puede que el niño homeschooler acuda a la escuela de baloncesto del centro, o a los talleres de química…

También para Javier Bronchalo, especializado en e-learning, el flexischooling con soporte online es una vía que conviene estudiar, y apunta que en algunos lugares, como en Cataluña, ya se están empezando a analizar las posibles sinergias entre el movimiento homeschooler y las escuelas alternativas o libres, que también han experimentado un gran auge en los últimos años, como una vía hacia la futura legalización.

Una alianza también necesaria para Yvonne, que apunta que en su tribu de madres conscientes un 60% escolariza y un 40%, no. Lo mismo se percibe en la principal asociación del sector, la Asociación para la Libre Educación (ALE): no todos sus miembros educan en casa, también hay simpatizantes, y en sus encuentros estivales no se habla solo de homeschooling sino de alternativas educativas. Algo similar ha experimentado la abogada Laura Mascaró, vinculada a la Plataforma por la Libertad Educativa, en sus talleres de desescolarización interior, a los que acuden “no solo familias que se plantean dar el paso, sino otras que quieren descubrir otro modo de ver las cosas, de personalizar la educación, y profesores”.

De algún modo, para Madalen Goiria, coautora con Mascaró de la guía 10 preguntas que se plantea quien vive el homeschool (en Amazon) la mayor visibilidad del unschooling ha ido de la mano de la gran vistosidad que han adquirido los proyectos educativos alternativos, “con interés en Waldorf, Montessori, más amables, más de estar en la calle, de jugar, no de escuadra, cartabón y pupitre, quizá porque, legalmente hablando, una familia que lleva a sus hijos a un centro no homologado computa también como absentista”.

Son opciones que han adquirido una gran repercusión de la mano de documentales como La educación prohibida o Enséñame pero bonito y que aparecen también en Educación a la carta de Laura Mascaró. Diana de Horna, psicóloga social, al frente de estonoesunaescuela.org, que en primavera estrenará documental tras un periplo a pedales con su pareja, Diego, y su hija, Jara, en busca de otros sistemas educativos por todo el mundo, considera que “existe mucha convergencia en ideología y objetivos entre el movimiento de las escuelas libres y las familias que optan por el homeschooling porque consideran que la mejor opción es el contacto directo con los niños y niñas”.

En su caso, no son homeschoolers porque Jara todavía no ha cumplido los seis años, la edad legal a la que comienza la escolarización, y no han decidido todavía si irá a una escuela, pero sienten cierta afinidad: “Percibo que cada vez más familias que se lo plantean, porque hay más información y más sensibilidad hacia las necesidades de la infancia y una reacción contra la vorágine en torno a esta etapa por un lado en lo educativo, forzando la adquisición de aprendizajes y contenidos lo antes posible y, por otro, en la comercialización de la infancia”.

¿Qué dice la ley?

Al contrario de lo que sucede en EEUU, Australia, Canadá, Nueva Zelanda, Reino Unido, Irlanda, Francia, Italia, Bélgica o Portugal, en España el homeschooling no es legal. La educación institucionalizada, entre los 6 y los 16 años, equivale a escolarización. No existen fórmulas como el permiso para educar en casa como en Italia, donde los padres tienen que acreditar unos conocimientos académicos y una estabilidad económica, o los exámenes específicos en Francia y EEUU, ni inspectores que acudan a las casas.

El hecho de que el fenómeno no aparezca reflejado en el ordenamiento jurídico es complicado sobre todo para familias que desescolarizan, no tanto para las que nunca han escolarizado (no suele haber denuncias a servicios sociales y, de estas, muy pocas prosperan), y una vieja reivindicación del movimiento, aunque tampoco hay unanimidad al respecto. Para Yvonne Laborda, “La legalización sería lo ideal, pero desde el respeto, no desde el control. Debería llevarse un registro de los niños desescolarizados que están en situación de abandono, pero también de los que educamos en casa: que vengan a hablar con nosotros, qué proyectos hacemos, si participamos en asociaciones… pero sin presión, sin exámenes, que es uno de los motivos para que no vayan al cole… Otra cosa es cuando tengan 16 años y quieran el título o ir a la Universidad, ahí sí es normal que pasen sus exámenes, pero con seis, siete, ocho años debería respetarse su ritmo”.

De momento, los resquicios se han limitado a un breve lapso en que el protocolo de absentismo de Barcelona distinguió entre este y homeschooling, de 2009 a 2012, “pero sin una norma de acompañamiento que explicara en qué consistía, dando por hecho que la Administración lo conoce”, explica Goiria, y a una norma en el País Vasco, denominada Valora, que permite ciertas excepciones, “aunque tampoco está muy clara”. Mientras, en Baleares los protocolos de absentismo se han endurecido, y han sido relativamente frecuentes las circulares internas de la Consejería de Educación de Andalucía para ponerle coto. Pero, por lo general, y a la espera de que este fenómeno, respaldado por gurús como Sandra Dodd, John Holt o John Taylor Gatto, sea reconocido, no hay una comunidad autónoma mejor que otra para educar en familia y España sigue sin ser país para homeschoolers.

Yvonne Laborda y su pareja optaron por no escolarizar a sus tres hijos, hoy, de 8, 10 y 12 años.

Fuente: http://insurgenciamagisterial.com/unschooling-y-si-la-escuela-fuera-prescindible/

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Todos tenemos respuestas ¿Y las preguntas?

Por: Juana M. Sancho. 

Se hace necesario situarse en perspectivas más complejas y transversales desde las que mirar la educación y obtener respuestas, que aunque no nos den soluciones definitivas, sí nos permitan no caer en los mismos errores

Como oímos a menudo, todo el mundo parece tener claro cómo resolver los problemas de la educación, además de estar seguros de que lo que no funciona es responsabilidad de otros. De ahí que no sorprenda que cada vez que cambia un gobierno se proponga una reforma educativa que, para los impulsores, solucionará todos los problemas de la educación (aunque venga sin partida presupuestaria, ni transformación profunda de las estructuras que alimentan la inercia de los sistemas). O que los que se encuentren en la oposición realicen propuestas basadas en la misma argumentación.

Esta tendencia no es reciente. En abril de 2002, en una ponencia invitada al Congreso Pedagógico La educación crea futuro, Federico Mayor Zaragoza explicó que cuando fue ministro de Educación, pensó en acometer una reforma de la enseñanza secundaria, porque le parecía que debía mejorarse. Comenzó a documentarse y descubrió que en los últimos 150 años este tramo de enseñanza había experimentado treinta reformas. Es decir, una cada cinco años. En este punto pensó que no había ningún proceso de cambio sustantivo que pueda llevarse a cabo en cinco años y que quizás lo que los centros y los docentes necesitaban en aquellos momentos era una cierta tranquilidad para trabajar.

Sin embargo, y de forma paradójica, si hay un ámbito que requiera un cambio profundo y sustancial es el de los sistemas educativos formales. Sobre todo, porque en un mundo volátil, incierto, complejo y ambiguo como el actual, como observó el sociólogo Wilfried Pareto a comienzos del siglo XX, producen tantas o más turbulencias los no-cambios que los cambios. Y los sistemas educativos se han revelado como extraordinariamente inerciales y resistentes a cambios y mejoras profundadas y esenciales. De ahí la necesidad de resituar y problematizar nuestras miradas porque, como argumentaba Seymour Sararon en El predecible fracaso de la reforma, con frecuencia se ponen en marcha reformas que desconsideran del conocimiento acumulado y disponible sobre las distintas dimensiones que intervienen en la configuración de los sistemas educativos. Con ello, se pueden repetir propuestas que ni dieron los frutos deseados en el pasado, ni mucho menos los darán en el presente (a punto de terminar este texto me encuentro con una viñeta de El Roto, en la que un adulto les dice a un niño y una niña: “Tenéis que estudiar mucho y prepararos bien para el pasado”, algo que parece contradictorio en un tiempo que en lo digital vuela al futuro y en lo social apunta al pasado).

Pero la aportación más significativa de este autor fue cuestionar los axiomas en los que se basan los esfuerzos de reforma para adoptar perspectivas que permitan otros modos de análisis y pautas de actuación. Sobre todo porque, demasiado a menudo venimos con las respuestas sin habernos planteado la pertinencia, originalidad, profundidad y complejidad de las preguntas. Algo particularmente preocupante cuando nos enfrentamos con problemas “endiablados” (wicked). El teórico del diseño Host Rittel, denominó “endiablados” a los problemas del sistema social que están mal formulados, en los que la información es confusa, en los que hay muchos interesados y afectados y muchas personas con capacidad para tomar decisiones desde posiciones, intereses y sistemas de valores contradictorios, y donde las ramificaciones de todo el sistema tienden a ser confusas y, sobre todo, imprevisibles.

Ese tipo de problemas no tienen una formulación definitiva, sino que cada formulación corresponde a la de una solución; y para cada uno de ellos siempre hay más de una explicación posible, que depende de la visión del diseñador. ¿Existe un problema de diseño más “endemoniado” que el de la educación? Lo dudo. De lo que estoy segura es de la necesidad de cambiar las preguntas y situarse en perspectivas más complejas y transversales que si bien no nos lleven a soluciones definitivas nos permitan no seguir cometiendo los mismos errores.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2017/01/13/todos-tenemos-respuestas-y-las-preguntas/

Imagen: insurgenciamagisterial.com/wp-content/uploads/2017/01/problemaseducativos.jpg

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Sin certezas, todo por hacer

Hugo Aboites*
Hemos entrado de lleno y con sorprendente velocidad a un mundo y un país donde, para citar al clásico, toda sociedad se torna líquida. Ya lo era, pero ahora la percepción de que avanzamos hacia un futuro profundamente cambiante y, por eso, incierto, se ha vuelto dolorosamente tangible. Y los actores principales se mueven, increíblemente, tomando decisiones que parecen diseñadas precisamente para crear mayor incertidumbre y desestabilización. Donald Trump torpedea a la OTAN, el TLCAN, las corporaciones automotrices; se lanza contra minorías y mexicanos; se acerca a Rusia, provoca a China, acorrala a México. Y, acá, el peso y el gobierno se derrumban, la gasolina incendia al país y con todo esto se impulsa –nada menos que desde el gobierno federal mismo– una movilización nacional que se enlaza con la que los maestros comenzaron en 2013. Dilapidado el petróleo, el país depende ahora de remesas y turismo. Pero las primeras están en la mira del nuevo y antinmigrante presidente estadunidense, y Acapulco y Cancún son ahora reclamados como propios por el narcotráfico. Desde la derecha, la única salida que se plantea es la mano dura.

Desde otra perspectiva, hay que reconocer que estas profundas crisis de sentido provocan también poderosos y colectivos procesos de conocimiento. Cuando todo cambia, la mente se transforma y es obligada a pensar más allá de límites y techos que ahora se diluyen con gran facilidad. Se desplaza al individualismo, el conocimiento orienta a la acción civil y politiza a todos, rápidamente. La del pensamiento es la respuesta más importante. El pensamiento crítico es, precisamente, el que reconoce la crisis y, para sobrevivir, reconoce la necesidad imperiosa de darle respuesta. Personas, instituciones, acuerdos políticos, la estructura misma de lo que las constituye se desbarata y exige una reconstrucción. El gobierno se tambalea, no reconoce ni comprende la naturaleza y lo profundo del encrespado mar que lo rodea, y como no puede ni quiere pensar la crisis desde los otros, sus decisiones sólo la agudizan. En la educación la reforma que busca la eficiencia, la calidad, crea una escuela de clima agresivo, y la presión de las reformas que exigen estudiantes y maestros eficientes arrolla a los jóvenes desesperanzados y contribuye a que vean la efímera notoriedad de la violencia extrema como aceptable salida. A balazos contra maestra y compañeros, el problematizado adolescente es usado para silenciar los símbolos del pensamiento y del espacio colectivo.

Sin embargo, otros lugares educativos, libertarios, los foros de discusión, los esfuerzos colectivos y autónomos, la prensa independiente (por eso necesitamos tanto a La Jornada) se convierten en ámbitos de debate y de propuestas. Expresan la vitalidad de la respuesta humana, la apropiación de un campo –donde se piensa al país y se decide qué hacer con él– que generalmente le está vedado a muchos. Pero ahí, en estos espacios, es donde se da con mayor fuerza el encontronazo entre quienes quieren pensar para sobrevivir y quienes, temerosos, reprimen. Por eso el educativo es un espacio tan agitado, importante y hoy contradictorio. Así, en un destello luminoso, casi todos en la Asamblea Constituyente de la Ciudad de México reconocen inmediata y generosamente que no se debe aherrojar a una universidad. Hablo por supuesto de la UACM, y manteniéndola en el artículo 48 de la Constitución prácticamente como una dependencia gubernamental, y acuerdan situarla en el 13, el lugar perfecto: el del derecho al conocimiento. Sin embargo, en la redacción alguien introduce el halo persecutorio y punitivo con que, gracias a la desdichada reforma de la educación, se ha definido la calidad educativa. Al mismo tiempo, las universidades del país, sobre todo las públicas y autónomas, incluyendo la de esta ciudad, se ven ahora sometidas a recortes profundos y colocadas (como las de Nayarit, Zacatecas, Morelos, y muchas otras junto con la de la Ciudad de México) en el borde del precipicio o en una situación muy difícil. En el caso de la UACM, no porque se disminuyan los recursos, sino por la forma en que se entregan.

Es precisamente en las lecturas, en las escuelas y universidades donde niños y jóvenes, más que rodeados de reglamentos y enormes pilas de contenidos a memorizar, deberían recuperar y tomar como punto de partida, la naturaleza profundamente dialéctica de la existencia humana y social. Ya en la familia –como quiera que ésta se conforme– se vive el entrecruce de autoritarismo y democracia en el complejo tejido de relaciones cotidianas, pero en la escuela y la universidad, a través del conocimiento diverso y el más concentrado de una profesión, se trata de dar al pensamiento una dimensión nacional e internacional, de expandir los horizontes para poder cambiarlos. Porque en último término, en la manera como se ve al mundo es que éste aparece como de posible o imposible transformación. Por eso una de las funciones más importantes de la educación es ver este mundo a partir de muchos mundos, es decir, desde nuestra naturaleza profundamente colectiva. Porque el individualismo es una forma poderosa de limitación del pensamiento y de su poder de transformación. Una sociedad individualizada, como busca la no-educación imperante, es incapaz de transformarse. Y entonces, los Trumps presiden.

* Rector de la UACM

Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2017/01/21/opinion/018a1pol

Imagen: https://thumbs.dreamstime.com/x/ser-humano-y-ms-all-59994653.jpg

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Miedo a la libertad

Claudia Korol

Quiero agradecer a Diana la invitación, que entiendo como una oportunidad para intentar pensar sobre la diversidad de fobias que podemos reconocer en el  propio mundo de la diversidad, sobre las exclusiones entre los excluidos y excluidas, sobre las jerarquizaciones y estigmatizaciones que reproducimos en nuestro propio campo.
Hablo como feminista, desde la experiencia de educación popular, realizada con las compañeras y compañeros del equipo Pañuelos en Rebeldía, con quienes intentamos aportar junto a otros movimientos populares, a la batalla para suprimir todas las opresiones, todas las dominaciones, las distintas formas de explotar y alienar que se ejercen desde una hegemonía cultural burguesa, racista, homofóbica, lesbofóbica, travestofóbica, transfóbica, misógina, xenófoba, violenta.
Quisiera compartir algunas experiencias que surgen en los movimientos con los que venimos luchando contra las consecuencias de la exclusión social, contra la falta de trabajo, de educación, de salud; contra la alienación y el desamparo provocados por el capitalismo y el patriarcado.
Por ejemplo: compartimos una experiencia de formación política con un movimiento piquetero. Uno de sus dirigentes un día no fue más a la ruta, ni a los proyectos productivos. Días después supimos que murió de sida en un hospital. Agonizó y murió, sin animarse a decirle a sus compañeros y compañeras del movimiento, la enfermedad que tenía, por miedo a la estigmatización, al rechazo. Se fue solo al hospital y allí murió, quien había peleado valientemente en muchos cortes de ruta. Quien no tuvo miedo de enfrentarse a la policía en las barricadas, tuvo miedo de enfrentarse a la desvalorización de sus compañeros, de su mujer y de sus hijos, a la posible sospecha, a la discriminación. Eso es la homofobia, vivida no solo como experiencia ajena, sino en la propia concepción del compañero, que soñaba y quería cambiar el mundo. Nos preguntamos después de saber de su muerte, con sus compañeros y compañeras, qué tipo de organizaciones estamos creando. Qué tipo de vínculos existen en ellas. Qué emancipación imaginamos.
Cuando planteamos luchar contra la homofobia, contra la travestofobia, la lesbofobia, la misoginia, que se expresan no sólo en la sociedad en general, sino también en el día a día de estos movimientos, no lo situamos en mejorar las posibilidades de inclusión en los mismos de los compañeros y compañeras gays, lesbianas, travestis que los integran. No estamos peleando por una mejor inclusión entre los grupos de excluidos y excluidas.
Estamos diciendo que es necesario repensar la teoría con que se crean y construyen nuestros movimientos que se sienten y se quieren populares, revisitar críticamente nuestras prácticas, concepciones, intentando que al mismo tiempo que se corta la ruta, o se debate en asamblea, o se come en un comedor comunitario, se vayan modificando los vínculos y relaciones al interior de estos movimientos, basadas muchas veces en el autoritarismo, el machismo, la homofobia, la xenofobia, el racismo. Que se vayan creando espacios donde podamos intuir el mundo que deseamos, y sepamos multiplicar prácticas de libertad. De lo contrario, estos espacios también pueden volverse lugares en los que se condiciona y refuerza el prejuicio y la opresión.
Otra experiencia. Fui invitada a participar en Chiapas de la inauguración de una escuela zapatista en el 2005. Había estado por primera vez en esas comunidades en 1995. 10 años después era maravilloso asistir a los cambios que se habían producido en los hombres y mujeres que ejercen cotidianamente el derecho a la autonomía y la dignidad. La fiesta se hacía en una comunidad, gobernada por los propios zapatistas, por una Junta de Buen Gobierno. Interesada en las dimensiones de transformación de la vida cotidiana, comencé a preguntarles a distintos compañeros y compañeras de la comunidad, por los aspectos de su día a día. Hablamos de cómo se forman las parejas, de las posibilidades de elegir de las mujeres, de cómo toman las familias el hecho de que las mujeres jóvenes se vayan de la comunidad por varios meses para formarse como maestras o como promotoras de salud, qué pasa con la violencia en las parejas. En este ir y venir de historias, le pregunto a un muchacho cómo eran las relaciones entre hombres que aman a hombres o mujeres que aman a mujeres. El me miró como quien ve aterrizar a un extraterrestre, y me dijo asombrado «¡acá eso no sucede! ¿en su país pasan esas cosas?».
Pensé entonces que hay un largo camino también entre el discurso de un movimiento que explícitamente se dirige hacia lesbianas, gays, travestis, bisexuales, y se identifica con nuestras demandas, y nos siente parte de la creación de un mundo nuevo, como figura en muchas de las declaraciones de la comandancia zapatista, y la transformación efectiva de la vida cotidiana de millares de personas.
¿Cómo crear una vida plena, en la que la práctica de la libertad signifique suprimir las opresiones? No tengo muchas respuestas. Más bien tengo preguntas para compartir.
Enseñamos a leer y a escribir palabras. Las palabras nombran el mundo que vamos construyendo. Las palabras que leemos y escribimos, van rehaciendo el mundo, siempre que sean palabras con densidad material, con prácticas que las sostengan.
Las palabras pueden también ayudarnos a soñar nuevos mundos, si somos capaces de vivenciar que «los sueños tienen lugar -como nos dijo una compañera en un taller- cuando no nos dormimos»; cuando nos atrevemos a jugar nuestra propia carta, un as que no será del triunfo, sino que nos habilitará para seguir jugando. Pero las palabras que aprendemos a
leer y escribir, pueden actuar como cárceles de nuestra imaginación y subjetividad, si al tiempo que nombramos estigmatizamos, discriminamos, invisibilizamos, negamos a otros y a otras, negando lo que de ellos y ellas hay en nosotras y nosotros.
Cuando enseñamos a leer y a escribir palabras, aprendemos a leer y a escribir historias. Cuando aprendemos palabras e historias, nos referimos a cuerpos. Pero al mismo tiempo, reinventamos con prácticas colectivas, sociales, y con las palabras que las enuncian, los cuerpos que nombramos. Y en ese devenir de los cuerpos re-conocidos, los y nos subjetivizamos, los y nos reencendemos de pasión y de deseo, o de lo contrario, los y nos castramos.
Muchas veces las prácticas de los movimientos populares concibieron a los cuerpos como instrumentos para la lucha, los únicos, nuestras armas contra el poder. Suelen ser -en ese caso- concebidos como cuerpos que resisten, pero que no desean. Cuerpos que suprimen toda necesidad ajena a lo que se considera la lucha misma. Cuerpos que van reprimiendo y olvidando el deseo. El poder de los cuerpos contra el cuerpo del poder, plantea una batalla desigual, que tiene entre sus recursos, la entrega del cuerpo y la supresión del cuerpo. En esa batalla, podemos perdemos antes de perder.
Recuperar los cuerpos, en su integridad deseante, es una posibilidad altamente subversiva. Pero… ¿Qué atenta contra esa posibilidad?
Entre muchas otras cosas, las «alambradas culturales» que separan nuestros cuerpos del deseo, las ideas de los sentimientos, las prácticas de las teorías. La creencia de que alcanza con nombrar, sin poner en juego la corporalidad, la materialidad de la palabra.
Atenta contra esta posibilidad, la fragmentación entre los que luchamos contra cada una de las exclusiones, disociando nuestro esfuerzo de otros esfuerzos que tienen una misma dirección: un mundo en el que quepan todos los mundos, terminar con el sistema de opresión.
Atenta contra la posibilidad subversiva de recuperar los cuerpos, la dificultad que tenemos para reconocernos en el cuerpo de otro cuerpo lastimado, oprimido por el capitalismo y por el patriarcado, sea el cuerpo de la compañera travesti que soporta las noches en la comisaría, o la represión y el acoso policial multiplicados en nuestra ciudad a partir de la aprobación del nuevo código contravencional, o el esfuerzo de simulación de la compañera lesbiana o del compañero gay que creen que tienen que vivir aparentando lo que no son para poder ser, o el dolor de quienes fueron sometidos a operaciones normalizadoras por un cuerpo médico que dicta la orden y la norma, o de los mapuches que están agonizando en un hospital de Temuco, o de las mujeres violadas y encarceladas en Atenco, o de los presos en Las Heras por demandar trabajo, que sufren cotidianamente la negación que significan los espacios de reclusión, y la nueva negación que expresa la indiferencia  de muchos y muchas de nosotros, los excluidos y excluidas de siempre.
Atenta contra la posibilidad subversiva de recuperación del cuerpo deseante, la institucionalización de las políticas asistenciales que promueven, tanto en el campo social como en las políticas hacia la diversidad sexual, la inclusión subordinada en un orden ajeno, en un poder que nos integra para desintegrarnos; la ilusión de que alcanza con buscar un lugar más cálido dentro de los territorios subordinados, y por subordinados, mutilantes.
Atenta también la dificultad de diálogo, la superposición de monólogos y de sorderas de quienes en el campo de los excluidos y excluidas multiplicamos los protagonismos personales por sobre los esfuerzos colectivos de gestación de una cultura emancipatoria contrahegemónica, basada en valores opuestos a los que refuerzan la dominación.
En los movimientos populares, en nuestras prácticas, hay homofobia, hay lesbofobia, hay travestofobia. Hay sobre todo un gran prejuicio que nos impide reconocernos amorosamente en nuestros cuerpos, y otorgarles a los mismos un lugar en la construcción política, que vaya más allá de ser instrumento o arma.
¿Cómo modificarlo? No tenemos muchas propuestas más que la de una labor sistemática de reconocimiento de nosotros y de nosotras, de quienes somos, de nuestras historias, que nos permitan identificarnos y comunicarnos.
Proponemos un aporte desde la educación popular feminista, que vincule íntimamente las dimensiones de la vida cotidiana, con los diversos aspectos de la lucha social y política.
Proponemos una pedagogía del diálogo. De un diálogo que pueda realizarse en encuentros como éste, o en la calle, en una marcha, en un ejercicio de solidaridad, no de asistencialismo, que nos invite a repensarnos como sujetos deseantes.
Proponemos un diálogo que nos alfabetice. Que nos permita leer en nuestros cuerpos las marcas de la rebeldía. Que nos permita identificar las cicatrices de la domesticación, y sabiendo de ellas, predisponernos otra vez al intento de aparecer lo desaparecido, lo silenciado, lo disciplinado.
Que nos permita vivir las pulsiones del deseo, sin colocarles inmediatamente el chaleco de fuerza de la racionalidad objetivante. Que nos permita amigarnos con el miedo, para que éste no nos paralice sino que nos interrogue.
Vencer el terror introyectado por la dominación en nuestras vidas, requiere de un gigantesco esfuerzo colectivo y solidario. Proponemos para ello reconocer nuestra debilidad, mirarnos a los ojos, a la boca, a la piel, a los sueños, y pedirnos ayuda mutuamente.
Proponemos jugar a que cambiamos el mundo, y jugarnos, y cambiarlo, y en el cambio cambiarnos, y cuando cambiemos no dejar de jugar.
Proponemos finalmente dirigirnos a la Asamblea General de la Organización Mundial de la Salud (OMS), solicitando ahora que se incluyan en la lista de las enfermedades sociales, la homofobia, la lesbofobia, la travestofobia, la transfobia, y tal vez en la lista de las enfermedades mentales, el miedo a la libertad.

Fuente del articulo: http://www.panuelosenrebeldia.com.ar/content/view/341/62/

Fuente de la imagen: http://1.bp.blogspot.com/_c5qMl3yzEAM/TAyRVyAHpyI/AAAAAAAACM4/SPO3XpWewVw/s1600/libertad02.jpg

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La tierra de la falsa libertad

Por: Vicente Berenguer

La situación en la «Tierra de la libertad» se había vuelto insostenible para muchos (en realidad era la Tierra de la falsa libertad, aunque oficialmente, y para engañar a los despistados la llamaban así). Gran cantidad de personas malvivían en la parte de abajo con unas pocas monedas y sin apenas recursos, percibían salarios de miseria a cambio de duras jornadas de trabajo (los «afortunados» que lo podían tener). Todo se había vuelto penoso para este sector mayoritario de la población. En cambio, en la parte de arriba las cosas eran muy diferentes. Allí la crisis había supuesto un mayor enriquecimiento del grupo social que vivía en aquella zona hasta el punto que había ocurrido algo novedoso: ahora, en lugar de papel higiénico, usaban billetes de 50.

La noticia llegó a oídos de los que vivían en la parte de abajo de la Tierra de la libertad. ¿Billetes de 50 como papel higiénico? Aquello fue la gota que colmó el vaso de la paciencia de los de abajo, y decidieron ir a hablar con los millonarios de arriba. Estos les dijeron que comprendían la situación y llamaron a los «expertos» encabezados por el presidente para que se hiciese una reunión y estos expertos pudieran ofrecerles las explicaciones pertinentes. Y así se hizo.

Ya todos sentados, el grupo de representantes de los de abajo expusieron a los expertos cuáles eran los hechos, y los hechos eran que mientras gran parte de la población de la Tierra de la libertad estaba pasando verdaderas penurias con salarios humillantes y doblando en muchos casos la jornada laboral siendo ya unos esclavos, los de arriba vivían como reyes, disfrutando de todo lujo pensable y para más inri ahora se limpiaban el trasero con billetes de 50, algo sin duda simbólico y que a los de arriba les producía un gran placer. Era una situación muy injusta estas diferencias, diferencias que siempre habían existido pero que ahora se habían multiplicado por la famosa crisis: los de abajo iban de camino a la esclavitud (y muchos de ellos ya en ella) y los de arriba, en cambio, ahora tenían mucho más si cabe.

Esta fue a groso la exposición de los hechos y esta fue, resumiendo también, la respuesta de los expertos:

-Vuestro problema, la pobreza o la miseria, nada tiene que ver con la situación de los de arriba, la riqueza. Es decir, es independiente el hecho de que vosotros percibáis salarios tan bajos con el hecho de que arriba naden en la abundancia. No tiene nada que ver el que una parte cada vez posea más dinero, patrimonio, yates, joyas y lo que quieran tener con que otra parte, en este caso una mayoría, tenga cada vez menos y deba trabajar cada vez más por menos. No se equivoquen caballeros, una cosa no tiene que ver con la otra.

-Por otra parte, debéis alegraros de ver que los ricos cada vez sean más ricos y debéis estar contentos porque estos millonarios o multimillonarios contra los que protestáis hayan decidido vivir en la Tierra de la libertad y no en otra parte porque así la economía estará en movimiento y podrán haber empresas y posibilidad de trabajar para ellos, y me consta que muchos de ustedes lo hacen, trabajar para ellos. Imagínense que un día decidan irse de aquí; sería nefasto. Agradézcanles el que vivan aquí y que cada día ellos posean más porque serán oportunidades para ustedes.

-Por último, no les moleste que ellos usen billetes de 50 como papel higiénico. Ustedes no saben, pero si en lugar de limpiarse el trasero con ellos se los entregaran a ustedes…se produciría una distorsión en los precios con lo cual todo el mundo saldría perdiendo, también ustedes. Sabemos que pueden pensar que ellos podrían compartir algo o que para que se use ese dinero de ese modo sería mucho mejor el que ellos dieran algo a ustedes, pero créanme, eso sería contraproducente para todos y se les volvería en contra. Es mejor que todo siga así, y que por muchas penurias que puedan estar pasando y por contra por muy bien que vivan arriba son ustedes unos privilegiados por poder vivir y formar parte de la Tierra de la libertad. Aquí reina la libertad, son libres, y este es nuestro valor supremo, por encima incluso de la propia dignidad, por encima de que todos los habitantes puedan tener una vida digna.

Miren caballeros, miren hacia nuestra bandera, ámenla y llévenla en sus corazones. Esta es nuestra patria y todos formamos parte ella, ustedes (los de abajo) y los de arriba. Siéntanla porque nuestra patria nos une a todos, y nuestra patria, como digo, es lo que realmente importa y no si unos viven mejor u otros peor. ¡Nuestra patria caballeros! ¡Viva la tierra de la libertad!

Los expertos economistas y políticos, tras estas palabras pronunciadas por el presidente, se pusieron en pie y lo ovacionaron con un sonoro aplauso y unos vivas, mientras que el grupo de los de abajo, sumidos en una gran perplejidad, fueron desalojados de la sala por las fuerzas de seguridad.

Vicente Berenguer, asesor filosófico

*Fuente: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=221901

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Para el nuevo mundo, nueva educación

Por Gabriel Sánchez Zinny

La desconexión entre las capacidades y habilidades de los jóvenes y la demanda laboral sigue creciendo, tanto en países desarrollados como en los que están en vías de desarrollo. En América latina la tasa de desempleo entre los 18 y 24 años es de aproximadamente el 17%. En un reciente reporte del Instituto Nacional de Educación Tecnológica (INET), realizado con apoyo del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), sectores importantes de la economía argentina como el automotor, la construcción y el metalmecánico expresaban la dificultad de encontrar personal con las capacidades necesarias para desempeñarse en la industria del siglo XXI.

A su vez, directores y docentes de todo el país, particularmente de escuelas técnicas e instituciones terciarias, expresan la necesidad de actualizar los contenidos y perfiles curriculares, y que las instituciones educativas deberían ser más atractivas para los estudiantes, que las siguen abandonando (en algunos casos, más de la mitad de los que ingresan). Como decía un profesor de tecnología: «La vida de un joven en la escuela se parece muy poco a lo que vive en su vida cotidiana. Casi todos los chicos tienen un teléfono inteligente, ven constantemente videos y contenidos en WhatsApp… No logramos mantenerlos interesados».

Esta realidad se percibe todavía más en los institutos terciarios y en las universidades: están muy lejos de las demandas laborales, con carreras largas en años y horas, y poco relacionadas con las competencias y los escenarios del dinámico mundo productivo de las próximas décadas. Además no ponen el énfasis en habilidades socioemocionales, sino en otras que rápidamente se vuelven obsoletas en la actual economía del conocimiento.

En muchos países se ve la expansión de una formación basada en competencias -el mismo fenómeno ocurre en el reclutamiento de las empresas- más que en títulos formales y certificaciones. Sin embargo, el debate y consenso sobre estos temas parece mucho más avanzado que la realidad, tal vez porque la mayoría de las empresas sigue priorizando los títulos como base para las entrevistas. Es más seguro y sencillo tomar personal sobre la base de su título universitario como garantía de habilidades para un trabajo.

La apertura de la economía argentina al mundo y la mayor incursión de la tecnología en todos los sectores convierten estos desafíos en más acuciantes para los jóvenes en edad escolar, pero también para los que actualmente están trabajando. El Ministerio de Educación, junto con el de Trabajo, tiene un importante rol para garantizar las capacidades y habilidades necesarias a todos los que llegan al mercado laboral. Pero sin perder de vista que en las próximas décadas la educación formal será en tramos cortos pero continuos, muchas veces durante toda la vida, ya sea para actualizarse en algunas competencias y conocimientos o para adquirir otros, debido a que un sector o industria se ha transformado.

En este sistema de educación y trabajo, basado en la necesidad de seguir capacitándose toda la vida, hacen falta muchos más actores que los que existen hoy en la Argentina. El Estado debe asegurar que todos tengan estas oportunidades, y becar a quienes no puedan recibir formación profesional y reentrenamiento; pero también se requiere el aporte de gremios, empresas privadas y organizaciones de la sociedad civil, e instituciones terciarias y universitarias más modernas, que logren adaptarse a estas nuevas realidades.

La tecnología en el sistema educativo, muy escasa a todos los niveles, tiene un importante rol que jugar, al conectar competencias demandadas por el sector laboral con carreras terciarias y universitarias. Así se ayudará al joven a tomar sus decisiones de estudios sobre información transparente, que complemente su vocación e intereses individuales. A su vez, la tecnología puede ofrecer información a cada individuo sobre sus capacidades personales, sobre las demandas del mundo socioproductivo y los estudios necesarios para combinar ambas, y tener así un camino de desarrollo profesional más definido.

Así lo expresa Ryan Craig, autor del libro College Disrupted. The Great Unbundling of Higher Education: «Cerrar la brecha de capacidades, terminando la monocultura de los títulos, tanto desde la educación como desde la empresa, promoviendo una cultura de estudios más cortos, respetados y caminos menos costosos hacia empleos de valor agregado, es el desafío de nuestros tiempo».

Director ejecutivo del Instituto Nacional de Educación Tecnológica (INET)

Fuente: http://www.lanacion.com.ar/1977768-para-el-nuevo-mundo-nueva-educacion

Imagen: radio.uchile.cl/wp-content/uploads/2016/09/Liceos-Tecnicos-1.jpg

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Petróleo: el gran ausente de la Escuela

Por Heriberto Rivera

En el año 2014, concretamente en el mes de julio se cumplieron los primeros cien años, que de manera formal, Venezuela se adentra en la explotación de su primer riqueza natural como lo es el petróleo, pues fue un 31 de julio de 1914 cuando se dio la explotación de tan preciado mineral, causante no él por si mismo, de guerras y desgracias así como de avances en el mundo, que se ha hecho dependiente de hidrocarburos de origen fósil.

Estas palabras, están referidas como un sentimiento que lleva a manifestar la inquietud, por lo poco o escaso que se conoce del petróleo en la escuela primaria y secundaria, aun en tiempos de la revolución bolivariana.

En los tiempos de la escuela primaria, la maestra solía decir que el petróleo es un líquido negro y aceitoso, espeso que mana de la tierra, que es contaminante y que gracias al petróleo tenemos escuelas, hospitales, que se produce en la región zuliana y en el oriente del país; además del cuento mitológico sobre el mismo, pero sin profundizar en el tema; y mas adelante nos hubiese dicho, parafraseando a Pérez Alfonso, “es el excremento del diablo”.

Esa escuela de los años sesenta a la vuelta de los años, ha cambiado muy poco, y hoy en pleno siglo XXI, nuestros niños, adolescentes y hasta los estudiantes universitarios y profesionales manejan muy parca información sobre un tema tan relevante para los venezolanos. Y que decir de los docentes.

Quienes diseñaban el Curriculum tanto de las escuelas, liceos y universidades, tenían el pleno cuidado de no profundizar mucho en el tema, pues seria como dar a conocer una de las herramientas fundamentales para mantener el establecimiento de los privilegios y el surgir de un estado dentro del estado, sin control por los gobiernos de turno.

Al revisar la cronología petrolera, se puede observar como en el año 1883, en la población de Rubio, (Táchira) ya se tenia conocimiento de la explotación un tanto artesanal, luego treinta años después, el 15 de agosto de 1913, la empresa norteamericana New York& Bermúdez halló petróleo en el pozo denominado Babui 1 en el territorio del Estado Sucre, ambos casos con un limitado impacto a la sociedad rural del momento, pero que son referencias importantes a considerar, sobre la aparición de tan preciado oro bruno.

La relación histórica más cercana, nos habla del ahora famoso pozo Zumaque 1, ubicado en las cercanías de la población de Mene Grande, municipio Baralt del Estado Zulia, que tiene el doble merito por ser el pozo icono del inicio de la explotación industrial del petróleo el 31 de julio de 1914, durante el gobierno de J.V. Gómez, y a la vez por ser en ese lugar donde simbólicamente se realizo el acto de la controvertida nacionalización de la industria petrolera el primero de enero de 1976, luego de ser promulgada la respectiva ley en agosto del año 1975. Otros investigadores, hacen alusión al pozo de nombre Eureka como el primer pozo y al segundo pozo denominado el salvador.

Venezuela, es un país, consumista, alienado al modo de producción capitalista, a pesar de que esta planteado el camino al socialismo de siglo XXI, lleno de automóviles del lujo, espaciosos y lujosos centros comerciales, la gente imbuida en la subcultura del cuanto hay pa´ eso, pero también saben que el presupuesto de la nación depende principalmente de los recursos obtenidos por el cambiante precio del petróleo.

El petróleo es nuestro, escuchamos a diario por la prensa y TV, PDVSA ahora es del pueblo. Pero la pregunta importante es cuanto sabemos del petróleo. Que aprendemos en la escuela y en el liceo acerca del petróleo mas allá de ser un recurso natural que brota de las entrañas de la tierra.

Como venezolanos tenemos el pleno derecho, a tener una formación en los términos fundamentales sobre un mineral que le pertenece a todos los venezolanos y que el gobierno Bolivariano y revolucionario viene rescatando de las manos de la burguesía cleptómana que le había arrebatado por medio de gobiernos lacayos al pueblo y una de las estrategias fue el mantener fuera de los currículos todo lo relativo a la política, sociología, antropología, y economía del petróleo y de las fuentes de energía en general; nuestros estudiantes se gradúan de con sendos títulos universitarios ignorando la realidad de sus pueblos y su vinculación con la industria petrolera.

Muchos de los estudiantes ignoran del por qué se habla de una nacionalización “chucuta” (término que hace referencia a la posibilidad futura de regreso de las transnacionales al control de la industria); Sabrán que paso con el famoso articulo 5 de ley de nacionalización petrolera? Por qué Venezuela y el gobierno de turno nacionalizo solo la extracción del petróleo y del hierro? Por qué no pudo nacionalizar la comercialización que quedo en manos de los operadoras serviles de las empresas transnacionales del petróleo? ¿Qué significó para el futuro del país la llamada apertura petrolera? ¿Cuales fueron las causas y posteriores consecuencias dela huelga de obreros petroleros del año 1936? ¿Cómo a través de los convenios de asistencia técnica las empresas gringas tenían el control además de seguir indemnizando a las petroleras?

Lamentablemente, existe una ignorancia cotidiana o desconocimiento que la enorme mayoría de los venezolanos adolece sobre los aspectos sociopolíticos y estratégicos de este tema, de por sí tan importante y trascendente para cada una de las personas que vivimos en este país.

Al respecto es significativa la siguiente experiencia que comenta un profesor: “ hace cerca de cuatro años atrás, con ocasión de asistir como profesor invitado a regentar la cátedra de Geopolítica de los Hidrocarburos en el post grado de Crudos Pesados y Extra pesados que la UNEFA dicta en Maracaibo, me vi desagradablemente sorprendido por los muy bajos niveles de conocimiento que la mayoría de los participantes (ingenieros petroleros y químicos, empleados casi todos de PDVSA) mostraban sobre la materia. Aun recuerdo la expresión de rabia e indignación de un joven ingeniero petrolero al estudiar y comprender la estafa que significó para el país el llamado proceso de apertura petrolera, o las leoninas condiciones a las cuales se obligó nuestra estatal petrolera al adquirir Citgo en los EEUU, o como se nos ocultó por décadas las verdaderas dimensiones, magnitud y valor de la Faja Petrolífera del Orinoco. ¿Por qué nadie nos habló de esto en la universidad? Fue el reclamo permanente y generalizado.” (Sangronis, 2011)

Lo anteriormente comentado todavía esta presente en las instituciones educativas, pues el tema del petróleo aun permanece cuando no oculto, aparece de manera solapada y medrosa sin mayor trascendencia formativa en el desarrollo Curricular de las mismas.

Luego del proceso de “nacionalización” los gobiernos de la cuarta republica, eligieron con abierta humillación para el pueblo venezolano el Camino no traumático” que se escogió para nacionalizar a la industria petrolera y que fueron la fuente para mantener a los gobiernos de AD y Copei. De esta manera, teniendo como justificación la necesidad de mantener la “normalidad” durante la transición, se logró que las compañías extranjeras se avinieran pacíficamente a la nacionalización a cambio de un conjunto de concesiones que en la práctica significaron el mantenimiento esencial y perfeccionado de relaciones dependientes con el capital petrolero transnacional” (Mendoza Potella,2010).

Ya no estamos ante la imposible siembra del petróleo, pues con la inversión y política social desplegada por la nueva PDVSA se viene pagando la deuda social con los sectores mas necesitados, pero si se debe sembrar el petróleo en las aulas de las escuelas, en un fructífera preparación en el campo de la docencia de todos los niveles que a su vez redunde en beneficio de la formación del nuevo republicano, haciendo manar a la escuela venezolana.

Sobre el origen de la expresión de “sembrar el petróleo”, la misma pertenece al economista Alberto Adriani, citada en un artículo de su autoría denominado “El petróleo, los cambios y nosotros”, esto según referencia del experto petrolero economista Carlos Mendoza Pótela.

Si el tema petrolero no forma parte de la formación de nuestros estudiantes y docentes, poco o escasamente se habla sobre la literatura vinculada al petróleo.

En una oportunidad, el escritor Orlando Araujo, autor del libro “Venezuela violenta” se hacia la pregunta ¿Dónde esta la literatura del petróleo?, para a su vez responderse que en una literatura donde el petróleo es consecuencia y no tema: en la alienación, el nuevorriquismo, el consumismo; en la agonía de una cultura modificada, que experimenta el artificio de unos valores recientes.

La literatura sobre el petróleo es de vieja data y debe de ser retomada por los maestros y profesores, con la finalidad de sensibilizar a nuestra población sobre un tema que es imprescindible desmitificar y abordar en su contexto y realidad. En el país del petróleo se habla con vaguedad del petróleo, la literatura permite hacerlo con mayor seguridad y soltura.

En el campo de la literatura, en su haber existen novelas, ensayos, poesía, cuentista y testimonios acerca del petróleo; en ese sentido hay seis novelas fundamentales que se deben rescatar y darla a conocer en el ambiente pedagógico: Mancha de aceite (1935) de César Uribe Piedrahita; Mene (1936) y Casandra (1957) de Ramón Díaz Sánchez; Guachimanes (1954) de Gabriel Bracho Montiel; Oficina Nº 1 (1961), de Miguel Otero Silva; Viento de Huracán (1987) de José León Tapia.

Al parecer, la primer novela sobre el tema petróleo lleva por titulo “LILIA”(1909), cuyo autor es Ramón Ayala; le sigue “ELVIA” (1912) de la autoría de Daniel Rojas, donde se denuncia las depredaciones yanquees en materia petrolera, con detalles sobre los procedimientos dolorosos empleados por los invasores económicos para hacerse de la tierra rica en yacimientos.

También forman parte de la literatura en cuestión, los cuentos “Cardonal” y “Brujerías” de Ramón Díaz Sánchez.

En fin, es la literatura del burbujear negro que no más que según León Tapia “la historia del despojo. Despojo de tierras, de paisajes y culturas. Trajeron otra manera de vestir, música diferente, un tratamiento distinto a las gentes y una manera diferente de mirar a las mujeres. Andaban locos de poder (…) los yanquis se convirtieron aquí en gerentes o simples jefes de pozos. Y los más grandes bebedores de cerveza y putañeros a quienes se les reservaban las mejores recién llegadas, todavía para mirar las cosas con amor de conquistadores. Y trajeron hasta su discriminación y blancura, ya liquidada por la Guerra Federal”.

Es hora de que la escuela rescate la literatura fundacional del petróleo que es desconocida, estando sus libros fuera de circulación.

Referencias:
Cazal, R. “El petróleo también impregno la literatura”, en Correo del Orinoco, domingo 2 de septiembre de 2012
Mendoza P, C. (2010).Nacionalismo petrolero venezolano en cuatro décadas. Ediciones Astra Data, S.A.
Sangronis, P.J. (2011). La neocolonial educación petrolera.
hriverat1@hotmail.com

Artículo enviado por su autor a la redación de OVE

Imagen tomada de: http://www.publicdomainpictures.net/pictures/160000/velka/oklahoma-sunset-oil-rig.jpg

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