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La Formación Técnica, pilar del desarrollo

Centroamérica/Nicaragua/05 de Agosto de 2016/Autor: Rafael Lucio Gil/Fuente: El Nuevo Diario

La lógica del discurso de la Formación Técnica se viene apagando en el país, paradójicamente, cuando el desafío del desarrollo urge cada día más. Este silencio oficial y social, es altamente preocupante. Pensar en grande el desarrollo no será sino un engaño, mientras siga silenciada y tratada como “hija pobre”, la educación técnica.

Padres y madres de familia, adolescentes y jóvenes, continúan reafirmando en este tema, una representación social, mental y cultural muy resistente al cambio. Pareciera que el único camino y estatus se ubica en la educación superior, sin preguntarse por el ámbito ocupacional y el desarrollo necesario de la empleabilidad. Los medios de comunicación refuerzan esta cultura, y obvian publicitar la formación técnica. Todo hace pensar que la educación técnica no es parte de la agenda nacional.

La experiencia de muchos países que han avanzado significativamente en su desarrollo, resalta la opción de la formación técnico profesional, como su principal fuente de recursos humanos altamente preparados y estrechamente vinculados a las demandas del empleo. Su desarrollo en competencias humanísticas y técnicas, abona a su empleabilidad y éxito. Adicionalmente, la construcción de vasos comunicantes y pasarelas curriculares entre esta formación y la educación superior, la hace aún más atractiva.

Nicaragua, en los últimos treinta años, ha realizado algunos esfuerzos con resultado sumamente endebles. La disputa de sentidos y significados ocurridos, han postrado avances posibles; la carencia de una Ley actualizada y pertinente y  un Presupuesto apropiado impiden avanzar. Los recursos y asesoría de países amigos, en décadas, han creado mayor confusión, abundando en modelos curriculares diversos no contextualizados. Empresas e instituciones estatales, en contraste, formulan demandas más pertinentes que no obtienen las respuestas requeridas. La globalización, por su parte, demanda al país exigencias a las que la débil preparación técnica no puede responder.

Esta baja calidad de la formación técnica depende de un profesorado empírico (el país no cuenta con ninguna institución especializada en formar docentes para esta modalidad).  La preparación es meramente instrumental, sin desarrollo de capacidades culturales, humanas y técnicas actualizadas. La capacitación demandada por empresarios, escapa a la formación integral, sin posibilidades de manejar la tecnología más moderna.

Algunos programas como el de Aprendo y Emprendo (Usaid), focalizado en la Costa Atlántica, sale al paso de este gran vacío, en el ámbito privado, como una experiencia innovadora. Por otra parte las Cumbres Mundiales brindan lecciones relevantes, como fruto del camino ya recorrido por otros países, que aportan luces de interés. Todo hace pensar que el país necesita concertar una agenda nacional, con amplia participación social, institucional y empresarial, en favor de un programa de formación técnica sólido, bien articulado, y que abarque el universo educativo del país, con los recursos financieros necesarios, y currículos y metodologías de enseñanza aprendizaje de calidad.

En 1987 la Unesco celebró en Berlín, Alemania, el primer Congreso Internacional sobre Formación Técnica y Profesional, con el objetivo de consolidar el desarrollo y la mejora de la enseñanza técnica y profesional en los Estados Miembros. En noviembre de 1989, se reúne en París la Conferencia General de la Unesco Convención sobre la Enseñanza Técnica y Profesional. “Reconociendo que la enseñanza técnica y profesional responde al objetivo mundial del desarrollo de los individuos y las sociedades”. Así mismo que,” los Estados partes convienen en formular políticas, definir estrategias y poner en práctica, en función de sus necesidades y recursos, programas y planes de estudios de enseñanza técnica y profesional destinados a los jóvenes y a los adultos, en el marco de sus respectivos sistemas educativos, a fin de que puedan adquirir los conocimientos prácticos indispensables para el desarrollo económico y social y para la realización personal y cultural de cada individuo en la sociedad”.

En el mes de abril de 1999 se celebró en Seúl, el Segundo Congreso Internacional, insistiendo de nuevo en los mismos tópicos. Del 1 al 4 de diciembre del 2009 se celebra en Belem, Brasil,  el CONFITEA VI con el lema: “Vivir y aprender para un futuro viable: El poder del aprendizaje de adultos”, promoviendo el derecho al trabajo y  a esta formación relacionada con el trabajo.

Por último, la XVIII Conferencia Iberoamericana de Educación celebrada en El Salvador el día 19 de mayo de 2008, concentra su interés en la urgente necesidad de ofrecer a los jóvenes y personas adultas, la formación profesional  que les facilite  el acceso al mercado laboral, con énfasis en el autoempleo.

Los referentes están claros. El tema demanda una cultura diferente y decisiones valientes, coherentes y responsables. El país lo necesita y toda la ciudadanía lo merece.

Fuente: http://www.elnuevodiario.com.ni/opinion/399898-formacion-tecnica-pilar-desarrollo/

Fuente de la imagen:http://tholon.com/proyectos/techint-branding/

 

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El conocimiento y las tecnologías libres como motores de una economía productiva

América del Sur/Venezuela/05 de Agosto de 2016/Autor: Santiago José Roca/Fuente: Aporrea

Desde hace algunos años ha venido tomando fuerza la indagación en torno a las posibilidades que ofrecen el conocimiento y las tecnologías libres para superar las limitaciones estructurales de las economías capitalistas. Sea en Europa o en América Latina, en el contexto de una economía postindustrial o extractivista, los modos organizacionales y las herramientas asociadas con el conocimiento libre se cuentan como alternativas para superar las deficiencias reales de estas economías. No obstante, siempre resulta pertinente realizar algunas precisiones en torno al tema, en particular cuando – como en el caso venezolano – las tecnologías libres podrían ser presentadas conscientemente para contrarrestar los efectos que ha tenido la renta petrolera en la formación histórica de esta sociedad.

Abordaremos este tema en tres puntos. Primero, es necesario reconocer que el concepto de economía del conocimiento se origina en el contexto de sociedades de capitalismo avanzado, y que en razón de las contradicciones que contrae se deben encontrar formas de comprenderlo que aporten en la conceptualización de un modo de desarrollo postcapitalista. En segundo lugar, hacemos una síntesis de las condiciones estructurales de la economía venezolana como economía capitalista de periferia, para justificar la importancia del conocimiento y las tecnologías libres en la transformación del tejido socioproductivo. Por último, recogemos algunos retos que es necesario atender para fomentar iniciativas de incorporación de las tecnologías libres en procesos productivos desde una perspectiva política en contraposición con una perspectiva estrictamente instrumental.

La economía del conocimiento en las sociedades postindustriales

Las economías del conocimiento surgen en medio de un conjunto de transformaciones económicas, sociales y tecnológicas vividas en el mundo industrializado, que tienen como consecuencia que el aporte de los factores intangibles – como el conocimiento – comienza a superar a los tangibles en el total del ingreso generado por una economía. De este modo, la economía del conocimiento es un concepto propio de las sociedades de capitalismo avanzado que implica que, siguiendo la lógica de la producción mercantil propia de la economía industrial, se hace uso intensivo del conocimiento para la producción de capitales, bienes y servicios.

Así, una economía del conocimiento se caracteriza por «una aceleración sin precedentes del ritmo de creación, acumulación y sin duda también de depreciación del conocimiento» (David y Foray, 2002a, 7). Algunas variables a observar son la creación de abundancia de información, la posibilidad del tratamiento de grandes bases de datos, el aumento en potencia de interrelaciones creativas entre creadores y consumidores, y la posibilidad de desarrollar sistemas de intercambio científico. En este esquema la inversión en conocimientos apunta al aumento del rendimiento de los bienes de capital, del trabajo y de los recursos naturales. El conocimiento tiene el papel de servir al tratamiento de los factores de producción, en función de la recursividad entre la producción y la aplicación de nuevos conocimientos. Las TIC entran en este modelo en cuanto que sostienen el aumento de la productividad, sirven a la formación de nuevas industrias y contribuyen con el cambio organizacional (Steinmueller, 2002, 194-195).

No obstante, el despliegue de una economía del conocimiento presenta sus propias contradicciones. Por ejemplo, los cambios tecnológicos y económicos surgidos en las décadas precedentes pueden tener como resultado que, aunque se amplíen las posibilidades para generar y compartir conocimientos, comienzan a aparecer barreras artificiales para hacer que el conocimiento se convierta en un bien escaso. En consecuencia surge una situación paradójica, dado que si bien es posible transmitir información a altas velocidades y bajo costo, se están creando barreras para impedir el acceso a información que había permanecido bajo el dominio público (UNESCO, 2005).

La tendencia en este sentido representa un proceso de mercantilización del conocimiento, es decir, la creación de barreras jurídicas y económicas para que el conocimiento sea accesible únicamente a través de relaciones establecidas en el mercado, y no a través de formas públicas e institucionales de intercambio. Actualmente existen corrientes que proponen la implantación de derechos de propiedad intelectual sobre el conocimiento científico a través de medidas como las patentes y la protección de la transmisión de datos, por lo cual se evidencia el intento de extender el control privado sobre el conocimiento en detrimento del dominio público (David y Foray, 2002b, 484).

La persistencia de tendencias de cierre del acceso al conocimiento y la incorporación de las nuevas tecnologías en modelos de negocios que responden a una racionalidad monopolista, aspectos comprendidos en la categoría de capitalismo cognitivo (Vercellone, 2004; Vila-Viñas y Barandiaran, 2015), justifican que sea pertinente la búsqueda de modos de incorporar las actividades de producción de saberes en dinámicas que respondan a la lógica de que las actividades económicas pueden generar retornos favorables para la sociedad en general. Ésta sería una perspectiva que apunta a un modelo de desarrollo integral en contraposición con un modelo de desarrollo restringido al interés por el incremento del capital.

Economías del conocimiento en economías de capitalismo periférico

En Venezuela se generó históricamente una cultura científica y productiva cuya dinámica fue configurada por los altibajos del capitalismo rentístico. En contraste, el eje transversal de la política gubernamental de los últimos años ha estado en la conformación de un componente humano que responda a las necesidades de desarrollar el tejido científico, técnico y socioproductivo del país; el cual pudiera convertirse en la base sociocultural de un sistema de ciencia y tecnología afín con el desenvolvimiento del Proyecto constitucional (Roca, 2014a).

La economía del país puede caracterizarse como una economía de capitalismo rentístico, es decir, una economía basada en la renta de la explotación del suelo, lo cual garantiza la participación del Estado en el comercio mundial y le otorga capacidades redistributivas internas, pero en la cual, sin embargo, el impacto de otros factores de producción, tales como el capital y el trabajo, tiene poco peso relativo. De este modo, aparecen distorsiones en el seno del esquema de producción capitalista, como por ejemplo, el divorcio entre aspectos como la inversión y el salario real, y la sustitución de excedentes productivos por la renta (Baptista, 2010, 143-146).

En el caso venezolano, utilizar la renta del suelo para impulsar la formación de fortalezas para el desarrollo endógeno ha sido una de las constantes de la política nacional en ciencia y tecnología (Álvarez, 2009, 206-215). La gestión gubernamental de años recientes se ha propuesto la búsqueda de mecanismos para abandonar la dependencia de la renta petrolera a través de la inversión de la renta en la constitución de redes productivas, con un planteamiento basado en el modelo de desarrollo endógeno y en la superación del sistema de relaciones «capitalistas» para fomentar un sistema de relaciones «socialistas». No obstante, la recuperación del valor del petróleo y su utilización con fines de redistribución social ha permitido que vuelva a emerger la dependencia de la renta en muchos aspectos de la vida nacional.

La debilidad del aparato socioproductivo venezolano repercute en la consolidación del sistema científico-tecnológico, especialmente en su vertiente productiva, dado que las condiciones de los factores de encadenamiento industrial y semi-industrial son precarias. Por lo tanto, resulta pertinente que se plantee la necesidad de fomentar la construcción de una sociedad basada en la generación de conocimiento de una manera que converja con el desarrollo socioproductivo del país.

En este sentido, la virtud de las ventajas que proporciona la abundancia de materias primas dependerá de las acciones para generar y fomentar la apropiación de nuevos conocimientos y tecnologías, en tanto que el desarrollo de una economía productiva requiere que se faciliten maquinarias, equipos, procesos técnicos y medios de gestión que fortalezcan las capacidades productivas. Es en este punto que toman relevancia el conocimiento y las tecnologías libres como ingrediente de cambio en economías de capitalismo periférico, especialmente donde se plantee el interés de cimentar formas de desarrollo postcapitalista.

El aporte de las tecnologías libres a una economía productiva

El conocimiento y las tecnologías libres pueden proporcionar enfoques alternativos para la producción de bienes y servicios en áreas como diseño y manufactura, procesos técnicos y organizacionales, y en aspectos vinculados como la educación y el consumo. En este sentido, pueden contribuir a transformar el conjunto de relaciones que caracterizan el capitalismo rentístico y que afectan las formas de creación de valor social, en temas aparentemente tan dispares como la capacitación técnica, la cultura del trabajo y las formas jurídicas de propiedad. De este modo, temas como la producción distribuida, esquemas de educación y de trabajo abierto y colaborativo, el acceso libre a la información y las formas de construcción y protección de los bienes intangibles, conforman una matriz que pueden contrarrestar a las diversas expresiones de capitalismo dependiente (Vila-Viñas y Barandiaran, 2015).

Por lo tanto, si comprendemos el conocimiento y las tecnologías libres desde una perspectiva meramente instrumental podríamos caer en el error de proporcionar medios organizacionales y técnicos para perpetuar la dependencia económica (Roca, 2014b). Las tecnologías libres deben enfocarse como un medio para estudiar a profundidad los factores involucrados en los procesos de producción y de creación de valor social, con el propósito de motivar el surgimiento y estructuración de encadenamientos productivos y de sus componentes económicos. Evidentemente las tecnologías libres proporcionan ventajas organizacionales, instrumentales y de mercado que no pueden menospreciarse, pero su implementación como factor productivo será resultado de la adopción de acuerdos sociales traducidos en pautas institucionales. Utilizando una analogía podemos decir que si el acceso al conocimiento tecnológico es equivalente a la propiedad social de los medios de producción, las institucionalidad que le precede requerirá algo semejante al sistema de autogobierno de los obreros industriales.

En este sentido, parece prioritario atender tres retos actuales:

  1. Reconocer el conocimiento como un bien público de interés social: lo cual trasciende la publicación de manifiestos y debe traducirse en la adopción de pautas institucionales para integrar dinámicas de conocimiento abierto en prácticas educativas y productivas. En este escenario nos enfrentamos al error de comprender el «conocimiento libre» simplemente como «libre acceso», cuando debemos entenderlo mejor como «propiedad común». Si el problema fuera facilitar acceso libre a publicaciones y programas de computación no tendríamos más que apostar a masificar la copia «ilegal», aunque con ello ayudaríamos a mantener la dependencia con respecto a soluciones «llave en mano». El tema de fondo es que se asuma en términos políticos, jurídicos e institucionales que el saber es un patrimonio intangible común, y que lo que hace que un bien sea «común» no es que sea accesible bajo restricciones mínimas, sino que su creación y conservación se encuentre relacionada con formas de organización asociativas. Por lo tanto, además de acceso libre a la información, se requieren formas de reconocer y proteger la creación y uso del conocimiento de manera que permitan el fortalecimiento de una comunidad política que pueda gestionarlo como un recurso compartido para el desarrollo integral de la sociedad. Es decir, se requieren formas de gobierno compartido de lo común (Ostrom, 2008).
  2. Superar el esquema de oposición entre lo Público y lo Privado: El problema de esta perspectiva dual es que no admite otras opciones, a la vez que enmascara ciertas variables de complejidad social, como por ejemplo la presencia de intereses mercantiles en algunas iniciativas estatales, o la posibilidad de encontrar externalidades sociales positivas en experiencias independientes del Estado. En el contexto del capitalismo rentístico es más dañino limitarse a esta oposición porque la defensa de lo público-administrativo permite encubrir modos rentistas de comprender el acceso al conocimiento que fortalecen el burocratismo y no terminan de abrirle espacio al protagonismo de los productores. Categorías como «comunal» y «propiedad social directa», puestas en contacto con formas convencionales de propiedad privada (cooperativas, pequeñas empresas) y mixta, permiten entrever otra dimensión de relaciones donde el financiamiento y la regulación pública se pone a disposición del esfuerzo productivo. Desde esta perspectiva los productores tienen oportunidad de recurrir a formas de colaboración que pueden convertirse en vehículo de la formación de un tejido socioproductivo basado en la reciprocidad y la complementariedad de las iniciativas particulares (Bauwens, 2005). La esfera de lo público-comunal debe comprenderse entonces como ámbito de otra institucionalidad que permita el diálogo entre la regulación pública, la investigación, la producción, el interés social y la realización de iniciativas productivas en el campo.

Diseñar e implementar cadenas de creación de valor basadas en el conocimiento libre: en una sociedad marcada por el capitalismo dependiente es sobre todo necesario modelar las cadenas que permitan generar nuevos procesos de producción y mayor acceso a bienes y servicios. Esto va en conjunto con el entendimiento de que en una economía del conocimiento la producción origina también la creación de mejores condiciones de generación de conocimientos, por lo que el retorno de las actividades económicas no es sólo financiero sino también social. En Venezuela se han realizado esfuerzos importantes para mejorar el nivel educativo de la población, por lo cual se deben aprovechar las capacidades acumuladas en estos años para dirigirlos hacia la materialización de redes socioproductivas que incorporen tecnologías libres. Este reto abarca los problemas de investigación y desarrollo de alternativas tecnológicas, la formulación de modelos de servicios y el entretejido de cadenas de actores económicos como proveedores, distribuidores y generadores de actividades asociadas que integren tecnologías libres de forma productiva.

La superación del capitalismo rentístico en un entorno de confrontación complejo es una empresa que involucra diferentes aristas del quehacer social. El conocimiento y las tecnologías libres tienen mucho que aportar como motor para el diseño y despliegue de procesos asociados con la generación de capital social e infraestructura necesaria para escalar y diversificar actividades de producción de bienes y servicios. Al mismo tiempo la incorporación del conocimiento libre como concepto presenta la oportunidad de romper con patrones institucionales y culturales afines con el capitalismo rentístico. Por lo tanto, un tema de interés inmediato es investigar sobre los medios para apoyar la creación de unidades productivas que incorporen este concepto como parte de sus actividades de producción. Avanzar en este sentido contribuirá a formar una noción de economía del conocimiento vinculada con una perspectiva de desarrollo endógeno postcapitalista, en contraposición con las alternativas relacionadas con modelos de desarrollo dependiente.

Referencias

Álvarez, V. (2009). Venezuela: ¿Hacia dónde va el modelo productivo?. Caracas: Centro Internacional Miranda.

Baptista, A. (2010). Teoría económica del capitalismo rentístico. (2° ed.). Caracas: Banco Central de Venezuela.

Bauwens, M. (2005). «La economía política de la producción entre iguales». P2P Foundation. Disponible en: https://wiki.p2pfoundation.net/La_econom%C3%ADa_pol%C3%ADtica_de_la_Producci%C3%B3n_entre_iguales

David, P. y Foray, D. (2002a). «Una introducción a la economía y a la sociedad del saber». En Revista Internacional de Ciencias Sociales, (171). UNESCO, 7-28.

David, P. y Foray, D. (2002b). «Fundamentos económicos de la Sociedad del Conocimiento». En Revista Comercio Exterior, 52 (6), 472-490.

Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura – UNESCO (2005). Hacia las sociedades del conocimiento. París, Francia: Sociedad de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura.

Ostrom, E. (2008). «El gobierno de los bienes comunes desde el punto de vista de la ciudadanía». En: Helfrich, S. (2008). Genes, bytes y emisiones: Bienes comunes y ciudadanía. México: Ediciones Böll.

Roca, S. (2014a). «Interpretación de las políticas públicas venezolanas en ciencia y tecnología a partir del concepto de «Sociedades del Conocimiento»». Revista Venezolana de Ciencia Política. N° 45. Universidad de Los Andes, Mérida, Venezuela.

Roca, S. (2014b). «¿Pueden las tecnologías libres ayudarnos a superar el rentismo petrolero?». Conocimiento Libre – CENDITEL. Disponible en: http://conocimientolibre.cenditel.gob.ve/2014/01/31/pueden-las-tecnologias-libres-ayudarnos-a-superar-el-rentismo-petrolero/

Steinmueller, W. (2002). «Las economías basadas en el conocimiento y las tecnologías de la información y la comunicación», en: Revista Internacional de Ciencias Sociales. (171). UNESCO; pp. 193-209.

Vercellone, C. (2004) «Las políticas de desarrollo en tiempos del capitalismo cognitivo». En: Capitalismo cognitivo, propiedad intelectual y creación colectiva. Madrid: Traficantes de sueños.

Vila-Viñas, D. & Barandiaran, X.E. (Eds.) (2015). Buen Conocer – FLOK Society. Modelos sostenibles y políticas públicas para una economía social del conocimiento común y abierto en el Ecuador. Quito, Ecuador: IAEN-CIESPAL.

Nota: Centro Nacional de Desarrollo e Investigación en Tecnologías Libres (CENDITEL). Mérida, Venezuela. Fuente: http://conocimientolibre.cenditel.gob.ve/2016/08/01/el-conocimiento-y-las-tecnologias-libres-como-motores-de-una-economia-productiva/

Fuente: http://www.aporrea.org/tecno/a231775.html

Fuente de la imagen:http://www.conatel.gob.ve/fiesta-de-saberes-y-educacion-popular-en-software-libre/

 

 

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Una Educación para la Complejidad

Por: Miguel De Castilla Urbina

El segundo aprendizaje presentado por la Comisión Delors de la Unesco en la obra La Educación encierra un tesoro, es Aprender a Hacer. Este aprendizaje y Aprender a Conocer, completan un círculo virtuoso eficiente y productivo. Uno y otro aprendizaje responden y dan sentido a las preguntas: ¿para qué aprender? y ¿para qué enseñar?

Frente a las complejidades actuales y futuras de los mercados de trabajo, a los cuales la educación debe responder, la Comisión Delors plantea la siguiente interrogante: ¿Cómo enseñar al estudiante a poner en práctica sus conocimientos y, al mismo tiempo, cómo adaptar la enseñanza al futuro mercado de trabajo, cuya evolución no es totalmente previsible?

Como se podrá observar, la problemática no puede ser más compleja, por un lado la educación debe responder tanto a las necesidades inmediatas de la economía y de los propios estudiantes como sujetos de aprendizaje, y por otro lado, la educación debe dar respuesta tanto a las necesidades de los procesos productivos del futuro, como de las calificaciones de la fuerza de trabajo necesarias para su realización. La atención simultánea a estos dos imperativos del presente y del futuro, es lo que se conoce como pertinencia social de la educación, y por causas obvias deben estar presentes en los escritorios de los programadores de los currículos de las instituciones de educación superior y de la educación técnica y profesional, y de los Centros de formación docente en las Escuelas Normales y las Facultades de Educación.

La Comisión de la Unesco, camino a responder a estas interrogantes, establece diferencias entre las economías de las sociedades altamente industrializadas y desarrolladas, en donde las estructuras y características de los mercados de trabajo son muy complejos, y las economías en las que existe de manera generalizada el trabajo informal.

La relación entre el trabajo y la educación en las sociedades de economías industrializadas, transita y cambia a medida que evolucionan los modos y maneras del factor trabajo, desde la época en que predominaba el trabajo físico y manual y eran necesarias destrezas y habilidades que se enseñaban en los cursos de formación técnica y profesional, hasta la época actual en que las economías y el trabajo se enfrentan a amplios procesos de “desmaterialización”, provocando transformaciones principalmente en lo relacionado a las relaciones de trabajo, por lo que las exigencias tienen que ver con capacidades de iniciativa para comunicarse, de trabajar en equipo, afrontar y solucionar conflictos y asumir riesgos.

En estas circunstancias la expresión “Aprender a hacer”, de uso límpido y transparente en el pasado y fácilmente inteligible en los países de economías no estructuradas, ha perdido su significado en las economías altamente desarrolladas, en donde “a las tareas puramente físicas le suceden tareas más intelectuales y más cerebrales, a medida que las propias máquinas se vuelven más “inteligentes” y que el trabajo se “desmaterializa”.

Contrario al caso anterior, en las llamadas economías no estructuradas en las que las actividades asalariadas no son las más frecuentes, el factor trabajo tiene otra naturaleza. En muchos países de América Latina y el Caribe, África y Asia la mayoría de las poblaciones trabaja en el sector informal de la economía, el que convive con otros sectores que trabajan en actividades agrícolas y un sector reducido que labora en la llamada economía formal. En estas circunstancias y cuando hay diferentes destinos, para los programadores del currículum la situación no puede ser más compleja, en tanto hay que ofrecer respuestas con altos niveles de flexibilidad, capaces de adecuarse a todas las situaciones posibles, en las aulas de clase y en los futuros puestos de trabajo.

Se trata no solo de preparar a los estudiantes para el desempeño de una profesión o una destreza determinada, sino que también para la movilidad horizontal de los mismos en diferentes tipos de oficios y tareas y en las diferentes formas y modos productivos, tanto de la economía formal como en otras de la economía no formal. Una educación y una formación para la complejidad en las circunstancias del subdesarrollo. Igual a una educación y una formación para la complejidad, en las sociedades de economías altamente desarrolladas.

Tomado de: http://www.elnuevodiario.com.ni/opinion/400096-educacion-complejidad/

Imagen: https://www.google.com/search?q=una+educaci%C3%B3n+para+la+complejidad&espv=2&biw=1366&bih=623&source=lnms&tbm=isch&sa=X&ved=0ahUKEwiS69iYhqjOAhVGQSYKHbEyA8gQ_AUIBigB#imgrc=g2_RrzoBgPzpPM%3A

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Mover los índices

Por: ENRIQUE DEL VAL BLANCO

En realidad, dentro del eslogan gubernamental de Mover a México, lo que se está buscando es mover los índices para mejorar en el papel la situación real de los mexicanos, ya que en la actualidad, a través del esquema tradicional y la restricción de recursos, es imposible cumplir con lo que establece la Constitución.

Continúa la controversia en torno a la decisión del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) de modificar la forma con la cual elaboró y aplicó la encuesta que serviría de base al Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) para su medición de la pobreza y que, supuestamente, en el transcurso de la semana pasada debió haberse publicado.

El secretario ejecutivo del Consejo ya declaró que no lo harán, hasta que se hayan puesto de acuerdo con el Inegi y tengan información clara sobre dichas modificaciones, lo cual provocará varios problemas.

Una de las cosas a aclarar, frente a comentarios al respecto, es la afirmación de que a muchos de los críticos “nos gustaría que siguiera habiendo muchos pobres”. No se trata de eso. De lo que se trata es de que los datos recabados reflejen la realidad y, sobre todo, que puedan ser comparables, por ejemplo en el tiempo, cosa que por lo visto ya no será posible. Una de las grandes dudas es quién dio la orden a los entrevistadores de regresar a preguntar y de orientar las respuestas.

Ahora, a partir de este mes, la Sedesol está distribuyendo la que ha denominado como “la cartilla social”, un documento más que, de acuerdo con la información proporcionada a los medios de comunicación, contendrá lo que reciben los beneficiarios de los diversos programas sociales. Se busca, dicen, que los receptores puedan “monetizar” el apoyo de distintos esquemas y, de esta manera, obtener una “focalización” más precisa de la política social y la “mejor captación” del ingreso, ya que han encontrado que hay personas que no declaran lo que obtienen a través de los diversos programas. Por cierto, la Real Academia de la Lengua proporciona dos acepciones de la palabra “monetizar”. La primera es “dar curso legal como moneda a billetes de banco” y la segunda, “hacer moneda”. No sabemos a cuál se refieran.

Por otro lado, nos hemos enterado que se pretende que el último año de permanencia de los pequeños en los Centros de Desarrollo Infantil, conocidos como Cendis, sea considerado como primer año de educación preescolar. Como si la educación preescolar pudiera ser impartida por cualquier persona. Esta decisión es bastante grave ya que, según los expertos internacionales y nacionales, esta etapa del desarrollo infantil es básica en su formación y desarrollo.

En la propuesta curricular para la educación obligatoria 2016, presentada esta semana por la SEP, se menciona que en la educación preescolar se deberá atender lenguaje y comunicación, inglés, pensamiento matemático, etc. ¿Dónde están los maestros capacitados para dar estas lecciones en los Cendis? La propuesta es buena, pero la realidad es otra.

Asimismo, para abatir el inmenso rezago educativo que existe en el país y que, según las fuentes oficiales, alcanza a más de 30 millones de mexicanos, se realizará un examen y con que la persona haya tomado cualquier curso, ya sea, por ejemplo, de plomería o carpintería, se le otorgaría el certificado de primaria o secundaria

Es decir, en realidad, dentro del eslogan gubernamental de Mover a México, lo que se está buscando es mover los índices para mejorar en el papel la situación real de los mexicanos, ya que en la actualidad, a través del esquema tradicional y la restricción de recursos, es imposible cumplir con lo que establece la Constitución, por ejemplo, sobre la obligatoriedad de la educación preescolar desde hace ya más de 10 años y la solución que han encontrado para cumplir es la comentada líneas arriba. Una solución heterodoxa y ¡el índice mejorará irremediablemente!

Es una lástima y, sobre todo, es muy peligroso que se instrumenten estas opciones para destacar y presumir que la pobreza, la desigualdad y la educación obligatoria han mejorado sensiblemente. No hay país que con las condiciones económico-sociales como las que hoy tenemos aquí lo haya logrado. Por eso, la original solución mexicana es la mejor: cambiemos y movamos los índices.

Tomado de: http://www.excelsior.com.mx/opinion/enrique-del-val-blanco/2016/07/30/1107980
Imagen: https://www.google.com/search?q=Mover+los+%C3%ADndices&source=lnms&tbm=isch&sa=X&ved=0ahUKEwjL9ZbfzqXOAhVHXh4KHYtDAxwQ_AUICCgB&biw=1366&bih=623#tbm=isch&q=evaluaci%C3%B3n+en+mexico&imgrc=AAyNDOD_YA4M8M%3A

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Educación sexual en colegios de Colombia ¿A qué edad debe enseñarse?

Por: Jairo Andrés Parra Güiza

Este tema ha generado un agudo debate entre diversos sectores. El Ministerio de Educación toma la palabra.

Las políticas sobre educación sexual que ha impulsado el Ministerio de Educación Nacional en los colegios durante los últimos años, han creado un agudo debate entre los más diversos sectores de la sociedad. Las preguntas a la que todos buscan responder es a qué edad deberían comenzar nuestros niños a aprender sobre la sexualidad y qué cosas se les deberían enseñar. Aquí les contamos en qué consisten las políticas del Ministerio sobre el tema, como y por qué fueron diseñadas, así como también quiénes se oponen y por qué.

El enredo legal

El marco legal más amplio del debate se encuentra, por supuesto, en la constitución y en el respeto a la diversidad de las personas y al libre desarrollo de la libre personalidad que se encuentran consagrados en ella como derechos inalienables. En seguida se encuentra la Ley General de la Educación (114/94) que establece que uno de los objetivos generales de la misma consiste en “Desarrollar una sexualidad que promueva el conocimiento de sí mismo, la autoestima y la construcción de identidad sexual dentro del respeto por la equidad de los sexos”.

Pero el centro de la polémica se encuentra en la Ley 1146 de 2007 que estableció como obligatoria la cátedra de educación sexual en estudiantes de bachillerato y universidad. Según el concepto del colectivo “Cero embarazos no deseados en adolescentes” la ley debía contemplar también la educación sexual para los niños de pre-escolar y primaria, en la idea de que desde allí debían formarse los valores fundamentales sobre la sexualidad, la autoestima y el respeto del cuerpo. Por esta razón el colectivo instauró una demanda ante la Corte Constitucional con la pretensión de que la cátedra de educación sexual fuese obligatoria desde los primeros niveles de la escuela, sin embargo, según el concepto de la Corte, el texto de la Ley 1146 de 2007 no obligaba a incluir una clase específica de educación sexual en los niveles de primaria y pre-escolar, dado que en esos niveles de la escuela esa educación debe darse de forma transversal en todas las asignaturas.

Recientemente se ha añadido un nuevo elemento en el debate, esta vez relacionado con la inclusión de la diversidad de género en las escuelas. El ministerio de educación ha insistido en la necesidad de crear ambientes escolares que permitan el libre desarrollo de la identidad sexual, específicamente, la discusión se centra ahora en la ley contra el matoneo 1620 de 2013 la cual, en el artículo 21 afirma que los colegios están obligados a identificar nuevas formas alternativas para incentivar y fortalecer el ejercicio de los derechos humanos sexuales y reproductivos, lo que implicaría una educación que promocione en los niños el respeto y el desarrollo a la diversidad de género.

Las estadísticas de fondo

Las políticas del ministerio poseen un sustento bastante claro en la estadísticas que se han levantado durante el país a lo largo de los últimos años. Para señalar solamente un ejemplo destacado, la encuesta de comportamientos y actitudes sobre sexualidad en niñas, niños y adolescentes escolarizados (ECAS) mostró algunas cifras alarmantes: el 32,7% de los menores de 18 años ya han iniciado su vida sexual. De ese porcentaje que el 50% de los niños y el 31% de las niñas habían comenzado antes de los quince años, e incluso el 26,5 de los niños y el 10,9% de las niñas habían tenido su primera relación antes de los 13 años. Por otra parte 53% de las niñas que iniciaron las relaciones sexuales quedaron en embarazo.

Adicionalmente otras encuestas han dado como resultado ciertos datos reveladores: el porcentaje de las mujeres que inicia su actividad sexual de forma temprana es mayor en los hogares pobres; más de un tercio de las mujeres que no terminaron la primaria tuvieron su primera relación antes de los quince años y el 80% de las mismas inició antes de los 18 años. Por el contrario, dentro de las estudiantes que obtuvieron logros educativos importantes, solo el 5% inició antes de los 15 años. Finalmente, las encuestas mostraron que solo el 54% de los hombres y el 46& de las mujeres encuestadas utilizó condón o preservativo en la primera relación sexual.

Lo que han revelado las encuestas es, en resumen, que los niños y niñas colombianos están iniciando de forma temprana sus actividades sexuales, sin demasiada información ni protección y que ese comportamiento los afecta no solo reproductiva, sino escolar y económicamente, y es precisamente por eso que el Ministerio de Educación quiere impartir una educación para la sexualidad responsable desde la edad más temprana posible.

Algunos antecedentes relevantes

Al ministerio de educación no solo lo avalan las estadísticas nacionales sobre la sexualidad en la población escolarizada, adicionalmente algunos acontecimientos a nivel nacional han señalado la necesidad de tomarse en serio las regulaciones para la convivencia escolar y, específicamente, para la tolerancia por la diversidad de género en los colegios. Algunos casos como el de Yadira Perdomo, que quedó en silla de ruedas luego de que cayera de una altura de tres metros buscando los inhaladores que le habían escondido, o la sentencia proferida por la corte constitucional que avala a los menores que se consideren transexuales a asistir con el uniforme con el que mejor se identifiquen (jardinera o pantalón) a los centros educativos, o finalmente, casos como el de Sergio Urrego que, víctima del matoneo escolar por su orientación sexual, decidió acabar con su sufrimiento quitándose la vida.
Las políticas del Ministerio

Lo que el gobierno ha planteado han sido básicamente dos cosas. En primer lugar planteó la ley 1146 de 2007 a través de la cual se buscó prevenir la violencia sexual y desarrollar un sistema de atención integral para los menores víctimas de abuso sexual. En la sección que relaciona las obligaciones del Ministerio de Educación al respecto, la ley establece tres puntos muy importantes: la implantación obligatoria de la cátedra de educación sexual para los estudiantes de educación media y superior, la obligación de los colegios de establecer mecanismos de detención temprana y la prevención del acoso sexual y la obligación de los docentes de denunciar cualquier información que tengan al respecto. Si bien como se dijo antes la corte constitucional no avaló que la cátedra se implantara de forma obligatoria también en los niveles de preescolar y primaria, la misma corte estableció que la educación sexual debe ofrecerse de forma transversal en todas las actividades pedagógicas de las instituciones que ofrezcan dichos niveles educativos.

En segundo lugar a través de la Presidencia de la República el ministerio de Educación creo el sistema nacional para la convivencia escolar a través de la ley 1620 de 2013, la cual en su artículo 21 obliga a los colegios a identificar nuevas formas alternativas para incentivar y fortalecer el ejercicio de los derechos humanos sexuales y reproductivos, lo que en palabras claras quiere decir que los colegios ya no pueden prohibir, sino que por el contrario deben promover el desarrollo de la diversidad de género la interior de las instituciones de educación primaria, básica y media, ofreciendo las herramientas de protección para que los estudiantes puedan hacer un uso libre de sus derechos sexuales sin discriminación alguna hacia la comunidad LGTBI.

Quiénes se oponen y por qué

Pero las reformas del ministerio no han sido bien recibida por parte de todos los sectores. El procurador General de la Nación emitió en su momento un concepto a la Corte Constitucional solicitando que no se avalaran las pretensiones de la demanda del Colectivo “Cero Embarazos no Deseados en Adolescentes” afirmando que la implantación de la cátedra de educación sexual en los niveles de primaria y pre-escolar podría aumentar la “curiosidad hacia conductas sexuales que aceleren de manera inconveniente el inicio sexual de los niños/niñas y adolescentes con el ya sabido riesgo de embarazos adolescentes y el contagio de enfermedades”. Por su parte Maria Fernanda Alarcón, directora de la fundación “Padres un Paso al Frente” aseguró haber recogido más de 5000 firmas en rechazo a la implantación de ciertas enseñanzas en las aulas de clase.

Adicionalmente, en las últimas semanas la diputada santandereana Ángela Hernández criticó la cátedra de la sexualidad, asegurando de paso que se está imponiendo a la comunidad heterosexual la forma de pensar y los valores de la comunidad LGTBI, acusando de paso a la ministra Gina Parody de impulsar estas políticas para impartir en los colegios su propia orientación sexual. Por estas acusaciones ahora la diputada está siendo investigada y además se le han solicitado explicaciones acerca de sus afirmaciones según las cuales los niños LGTBI deberían tener sus propios colegios.

Lo que queda sobre la mesa

La discusión no parece acabarse por ahora. Se trata de la educación sexual de los niños que es uno de los temas socialmente más sensibles que existen en Colombia, sin embargo, lo que por ahora se deja ver claramente es que no parecemos estar listos del todo para compartir con aquellos que son distintos a nosotros y que están muchos desafíos por resolver antes de diseñar una educación realmente inclusiva en cuestiones de género en el país.

Tomado de: http://www.las2orillas.co/educacion-sexual-para-ninos-a-que-edad-debe-ensenarse/

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El “nuevo modelo educativo” y la antihistoria

Por: Manuel Pérez Rocha

El presente y el pasado, un continuo inseparable, constituyen la historia; además, como pedía Mafalda, la historia también debe hacerse hacia adelante. Un asunto tan complejo como la evolución de la educación mexicana y su estado actual puede narrarse de muchas maneras, con diversos enfoques y escogiendo en cada caso los asuntos relevantes para el propósito del relato, porque todo relato tiene un propósito, o varios; algunos legítimos, otros corrompidos, intereses académicos, intereses políticos, intereses económicos; o intereses personales, como construirse a uno mismo una identidad, y un lugar en la historia.

La historia de la educación mexicana, usada como preámbulo del llamado nuevo modelo educativo de la SEP, es una caricatura interesada; su interés es ataviar al secretario Nuño y al gobierno de Peña como los grandes reformadores, como educadores que vienen a enmendar la plana a los únicos otros dos educadores mexicanos que, para Nuño y colaboradores, merecen ser recordados: Vasconcelos y Torres Bodet. Todo lo demás no existió, o su existencia fue irrelevante para el momento actual, porque el modelo educativo de Nuño, dicen, viene a superar un primer modelo diseñado hace un siglo por Vasconcelos y continuado después por Torres Bodet. Ese modelo, dictaminan, no es útil para el siglo XXI; sin embargo, ni ahora ni antes han presentado un análisis serio de ese supuesto modelo obsoleto, ni un diagnóstico que sustente su nuevo modelo.

Sin fundamento alguno, y con un simplismo inadmisible, caracterizan a lo que consideran el modelo Vasconcelos-Torres Bodet como un modelo vertical (¡!) que no corresponde a las necesidades del siglo XXI. Ninguna mención merece el sistema de educación normal (uno de los asuntos más candentes de este momento), ni la conflictiva realidad que vivieron los educadores mexicanos desde el término de la revolución armada hasta finales de los años 70, ni los valiosos debates que se dieron en esos años en torno a lo que ellos llaman modelo educativo. Tampoco merecen atención las universidades, ni siquiera la UNAM. Argumentarán que su modelo se refiere a la educación obligatoria (primaria, secundaria y media superior); sin embargo, pasan por alto que en muchas universidades, incluyendo la UNAM, se imparte educación media superior y que es en la Universidad Nacional en donde se han dado los proyectos (modelos) más importantes de bachillerato: desde el siglo XIX la Escuela Nacional Preparatoria y desde 1971 el Colegio de Ciencias y Humanidades. Ambas instituciones, y sus modelos, han tenido una trascendencia histórica en el sistema educativo nacional y en el devenir de la sociedad mexicana.

La ignorancia de la historia es la ignorancia de la realidad, un lujo que no se pueden dar quienes quieren modificarla; por eso la estudian bien los maestros disidentes (véanse sus publicaciones). Por el contrario, quienes quieren prolongar la vida de un sistema de dominación, de privilegios y oprobios tienen que ignorarla pues de conocerla, y al mismo tiempo desatender sus lecciones, entrarían en insostenible estado de disonancia cognoscitiva. La consustancial subjetividad de las humanidades, entre ellas la historia, es compatible con el espíritu científico en la medida en que el rigor metodológico de investigación, análisis y crítica esté dirigido por una exigente actitud ética, honesta; como dice Bertolt Brecht, impulsado por la valentía de asumir en el comportamiento propio las consecuencias de las verdades encontradas, de las verdades que vale la pena decir.

El pueblo mexicano tiene un lugar central en la historia de la educación nacional. Grandes proezas, como las identificadas con Vasconcelos (por ejemplo, las misiones culturales, la labor editorial, la construcción de escuelas y edificios, el impulso de las artes), no se explican si no se toman en cuenta los movimientos sociales y las inquietudes intelectuales y culturales del pueblo gestadas desde el siglo XIX. El mal llamado modelo educativo del siglo XX mexicano (ningún educador de esa época habló de modelo, había en realidad varios proyectos en permanente tensión), mucho más rico que la caricatura que hace de él Nuño, no se entiende sin tener en cuenta esa historia ¿Estarán dispuestos nuestros actuales pedagogos de temporal a reconocer que algunos de los ideales educativos humanistas, que sirven de mero adorno a su modelo, fueron materia de las luchas que hace 100 años libraban los revolucionarios mexicanos, entre ellos los anarquistas y socialistas?
Tampoco se entiende nuestra historia si se pretende ocultar el nefasto y corruptor efecto del priísmo y su ancestro a partir de 1940. Muy interesada es la referencia de Nuño al priísta Torres Bodet, quien, independientemente de sus aciertos y valores literarios, contribuyó de manera definitiva a la consolidación del corruptor y charrísimo SNTE, y al cruento exterminio de las organizaciones magisteriales autónomas, democráticas y progresistas que se venían construyendo en las décadas anteriores a 1940. Tampoco se entiende nuestra historia si se ignoran las luchas del magisterio mexicano a lo largo de la segunda mitad del siglo XX y las que hoy protagoniza. El gobierno ha pretendido hacer creer que el amplio movimiento social de hoy, extendido en casi todo el territorio nacional, es una perversa maniobra de un puñado de líderes corruptos que defienden intereses ilegítimos.
La historia de la educación mexicana que nos cuentan Nuño y sus colaboradores en el preámbulo de su nuevo modelo educativo no es una versión más que pudiera tener el mismo valor que otras narraciones del mismo asunto: es simplemente una falsedad, una muestra del menosprecio que estos reformadores tienen por lo que hacen y han hecho millones de mexicanos, y una evidencia más de la corrupción de su discurso. Los maestros mexicanos saben bien que están construyendo historia hacia adelante.

Tomado de: http://www.educacionfutura.org/el-nuevo-modelo-educativo-y-la-antihistoria/

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El juego como contenido de la educación infantil, un enfoque potente en la pedagogía de infancia

 

 Mercedes Mayol Lasalle

OMEP Latinoamérica

En  muchos  países  de  América  Latina  durante   los  años  90,  se  produjo  un  fuerte  proceso  de   hegemonía  de  las  posiciones  tecnocráticas  en   la  educación  infantil,  reforzado  por  las  leyes   educativas  surgidas  en  esos  años.  Se   propusieron  diseños  curriculares  dirigidos  a  la   Educación  Infantil  basados  en  las  ideas   pedagógicas  de  la  educación  básica  o  primaria   y  seleccionando  y  organizando  contenidos   que,  hasta  el  momento,  eran  propios  de  ésta.

En  Argentina,  en  1995,  el  Ministerio  de   Educación  Nacional  formuló  y  divulgó  los   Contenidos  Básicos  Comunes  que  se  plantearon   agrupados  en  capítulos  sobre  Lengua  y   Literatura,  Matemática,  Área  Expresivas   (Educación  Física,  Expresión  Corporal,  Música  y   Plástica)  y  Ciencias  Sociales,  Naturales  y   Tecnología.  Dichas  áreas  tuvieron  “un  poder   regulador  de  la  elaboración  curricular  a  nivel   provincial  y  (…)  marcan  una  tendencia  a  que  las   propuestas  curriculares  para  el  nivel  se   formulen  tomando  como  parámetro  para  la   clasificación  de  los  conocimientos  áreas  que  son  más  propias  de  la  tradición  de  la  escuela   primaria.  (Terigi,  2002:  7).  Este  isomorfismo  de   las  formulaciones  pedagógicas  de  la  educación   infantil  con  los  de  la  escuela  primaria  (Terigi,   2002:  11)  se  extendió  también  a  las  formas  de   funcionamiento  didáctico,  con  una  pérdida   importantisima  de  la  calidad  y  del tiempo  de   juego,  entre  otras  características  identitarias   de  la  enseñanza  en  el  nivel  inicial. A  partir  del  año  1999  la  pedagoga  argentina   Patricia  Sarlé  comienza  una  investigación  cuyo   objetivo  consistía  en  describir,  caracterizar  y   construir  categorías  didácticas  para  analizar   cómo  aparecía  el  juego  en  escuelas  infantiles   estatales  de  la  Ciudad  de  Buenos  Aires  (Sarlé,   1991:  4),  que  más  tarde  se  extendió  también  a   Santiago  de  Chile.  Los  resultados  alcanzados   fueron  muy  reveladores  y  aunque  sería   interesantísimo  plantear  las  esclarecedoras   conceptualizaciones  que  surgieron  a  partir  de   análisis  de  las  observaciones  realizadas,  en   este  artículo  sólo  destacaré  dos  temas:

• la  constatación  de  que  en  las  prácticas   cotidianas  de  la  Escuela  Infantil,  el  juego   no  se  concreta  con  la  intensidad  y   frecuencia  que  corresponde  a  su   centralidad;

• el  reconocimiento  de  que,  en  la  escuela,   el  juego  es   medio  y  es  contenido   curricular. En  cuanto  a  la  primera  afirmación,  los   resultados  obtenidos  por  Sarlé  pusieron  en   evidencia  que,  contrariamente  a  lo  que  los   docentes  creían  y  manifestaban,  el  juego  en  la   educación  infantil  ocupaba  el  20  %  del tiempo   escolar,  y  de  éste  “sólo  el  7%  del tiempo  de   juego  estaba  vinculado  a  propuestas  lúdicas   para  enseñar  contenidos.  El  resto  del tiempo   refiere  a  juegos  espontáneos  en  la  sala  o  en  el   patio.”   (Sarlé,  2010:  24).

Estos  datos  han   ayudado  a  poner  en  crisis  la  creencia  de  que   todavía  en  las  escuelas  infantiles  se  mantenía   la  centralidad  del  juego,  como  eje  y  pilar  de  la   didáctica,  tal  como  lo  indicaban  los  relatos   fundacionales  del  Nivel  Inicial.

A  pesar  de  que   los  profesores  insistan  en  su  importancia  para   el  desarrollo  del  niño,  todavía  hoy,  en  muchas   escuelas  infantiles,  se  priorizan  “los  trabajitos”   y  la  realización  de  innumerables  actividades   cotidianas  (saludos,  registros,  rondas  de  intercambio,  higiene,  momentos  de   alimentación,  traslados  y  momentos  de   organización  del  grupo)  que  son  ejecutadas   acríticamente,  y  muchas  veces  rutinizadas,  lo   que  las  empobrece  como tiempo  instructivo  y   las  convierte  en tiempos  inertes  (Sarlé,  2010:   33).   Al  mismo  tiempo  que  estas  investigaciones   ofrecen  una  mirada  crítica  e  invitan  a  revisar  los   tiempos  asignados,  proponen  una  reflexión   crítica  sobre  la  intencionalidad  con  la  que  se   juega  en  la  escuela.  En  ese  sentido,  Sarlé  ofrece   un  giro  conceptual:  dejar  de  pensar  al  juego  sólo   “como  método,  recurso,  motor  del  desarrollo  y   modo  de  presentar  actividades”  y  considerarlo   como  “parte  constitutiva  de  nuestra  propuesta   de  enseñanza.  Como  un  contenido  a  enseñar  y   como  un  modo  de  enseñar  contenidos”  (Sarlé,   2010:  25).

El  momento  actual  nos  encuentra  en  una   situación  de  revalorización  y  búsqueda  de   nuevos  sentidos  para  el  juego  en  la  educación   infantil.  Como  señala  Violante (2011:  9),  “este   fenómeno  que  se  instala,  preocupa  a  los   formadores  de  docentes  de  educación  inicial   quienes  hacia  los  años  2000  y  siguientes  lo   ponen  de  manifiesto  en  algunos  de  los  ftulos   de  sus  escritos  cuando  plantean  por  ejemplo     “Volver  a  jugar  en  el  jardín”  (Ullúa,  2008),   “Enseñar  en  clave  lúdica”  (Sarlé,  P.  y  otros,   2008),  “  Enseñar  el  juego  y  jugar  la   enseñanza”(Sarlé,  P.  2006)  hasta  la  afirmación   de  uno  de  los  textos  actuales  que  con  énfasis   plantea  “Lo  importante  es  jugar”  (Sarlé,  P.  y   otros,  2010) . Según  Rodríguez  Sáenz  (2010),  las   investigaciones  de  Patricia  Sarlé  ampliaron,  y   desarrollaron  en  profundidad  el  planteo  del   juego  en  el  contexto  escolar  y  son  fértiles  y   orientadoras  para  quienes  nos  ocupamos  de   que  el  juego  tenga  un  lugar  privilegiado  en  los   planteos  y  propuestas  de  la  Pedagogía  y  la   Didáctica  de  la  Educación  Infantil.  Considerar   al  juego  como  contenido  supone  asumir  su   vinculación  con  la  enseñanza  y  que  es  el   docente  quien  decidirá  lo  que  ofrecerá  a  los   niños  como  experiencias  de  aprendizaje  y  de   qué  modo  se  aproximarán  a  los  contenidos  a   enseñar.  Desde  el  punto  de  vista  de  la  relación   entre  el  juego  y  el  contenido  disciplinar,  resulta  necesario  pensar  en  secuencias   lúdicas,  con  continuidades  y  repeticiones   sucesivas  del  mismo  formato  de  juego,   definiendo  qué  estrategias  didácticas   desplegarán  para  enseñarlo.  Así,  el  juego  será   “un  saber  valioso  en  sí  mismo  y  como  un   territorio  en  el  cual  otros  aprendizajes  se   producen”  (Rodríguez  Sáenz,  2010:  83).

En   cuanto  al  vínculo  entre  el  juego  y  la  cultura,  la   escuela  infantil  es  un  espacio  o  contexto  social   particular  en  la  vida  del  niño,  y  por  ello  ésta   “(…)  debe  asumir  la  responsabilidad  de  enseñar   el  juego  como  expresión  genuina  del  hombre  y   manifestación  de  lo  cultural”  (Rodríguez  Sáenz,   2010:  88).  Así,  el  camino  de  transformación  de   las  prácticas  educativas  que  implican  estas   ideas  está  orientado  a  profundizar,  por  un  lado,   la  enseñanza  de  los  juegos  tradicionales  y  por   otro,  a  enseñar  a  jugar  y  enseñar  a  ser  jugador,   es  decir  que  en  la  escuela  infantil:

• se  enseñen  juegos,  a  jugarlos  y  a   apropiarse  de  los  modos  sociales  para   manejarse  en  situaciones  lúdicas  y,  al   mismo tiempo,

• se  enseñe  a  ser  jugador,  dado  que  para  ser   un  sujeto  social  miembro  de  una  cultura   particular,  hay  que    comprometerse  a   formar  parte  del  juego  e  intentar  ser   “buenos  jugadores”  (Rodríguez  Sáenz,   2010:  88).

En  coherencia  con  lo  expuesto,  como  ya  lo   mencioné  con  anterioridad,  en  el  año  2004  los   Núcleos  de  Aprendizajes  Prioritarios  para  el  Nivel   Inicial  (NAP)  elaborados  por  representantes   políticos,  técnicos,  supervisores  y  docentes  de  las   provincias  argentinas  y  de  la  Ciudad  de  Buenos   Aires  acordaron  reconocer  que  el  juego: -­‐ en  el  Nivel  Inicial  es  orientador  de  la   acción  educativa; -­‐ es  variado  y  está  condicionado  por  la   pertenencia  social,  experiencias  y   condiciones  de  vida  cada  niño; -­‐ es  un  producto  de  la  cultura  y,  por  lo   tanto  se  aprende; -­‐ tiene  el  valor  intrínseco  para  el   desarrollo  de  las  posibilidades   representativas,  de  la  imaginación,  de  la   comunicación  y  de  la  comprensión  de  la   realidad;  -­‐ adquiere  distintos  formatos:  juego   simbólico  o  dramático,  juegos   tradicionales,  juegos  de  construcción,   juegos  matemáticos  y  otros,  y  se   desarrollan  distintos  espacios; -­‐ en  la  escuela  es  un  campo  de   profundos  debates  que  oscilan  en   posturas  polarizadas  respecto  de  su   importancia  y  función; -­‐ necesita  de tiempo  para  que  sea   verdadero  juego;   -­‐ requiere  definir  estrategias  pedagógicas   que  consideren  las  diferentes   modalidades  de  juego  y  enseñanza,   alentando  el  derecho  a  jugar  de  los   niños  a  la  par  que  su  interés  por   aprender; -­‐ necesita  ser  enriquecido  y  que  todos   los  campos  de  conocimiento  aporten   saberes  al  niño  que  le  permitan  una   mayor  comprensión  y  organización  de   la  realidad;  y -­‐ habilita  al  niño  a  ampliar  sus  márgenes   de  autonomía,  cooperación,  solidaridad   y  conocimientos  sobre  sí  mismo,  sobre   los  otros  y  sobre  el  mundo.  (NAP,  2004:   13).

Entonces,  desde  este  mirada  crítica  y   transformadora  sobre  el  juego,  los  pedagogos   argentinos  venimos  percibiendo  que  es   importante   desnaturalizar  el  juego  en  la   escuela  infantil,  y  elaborar   “situaciones   complejas  de  enseñanza  en  las  que  jugar  sea   posible  para  el  niño  en  la  escuela    y  buscar   desde  allí  nuevas  categorías  que  interpreten  la   intervención  del  maestro  y  la  enseñanza  de  los   contenidos.”  (Sarlé,  2001:  215).

Fuente: Revista RELAdEI.  Revista  Latinoamericana  de  Educación  Infantil,  vol.2  (3),   pp.  99-­‐110. En: http://redaberta.usc.es/reladei/index.php/reladei/article/view/130/pdf

Fuente imagen: http://permisoparasernino.pe/file/foto%20espacios%20preparados.jpg

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