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El problema de la imagen de las mujeres y la prensa seria

ADRIA ARMBRISTER

Inspirada por un vídeo que revela la imagen unidimensional que da de las mujeres un famoso periódico británico, quise aplicar el mismo método a una premiada revista colombiana. Así que compré dos copias del ejemplar del 21 de diciembre de 2014 al 4 de enero 2015 y, a falta de un equipo con seis meses libres para cortar y pegar, yo misma recorté todas las imágenes de hombres y mujeres que encontré.

La regla básica que seguí en la creación de mi tablón de imágenes mujeres vs. hombres fue utilizar todas las fotos individuales de mujeres y hombres y las de grupos del mismo sexo. Después añadí fotos de grupos mixtos si estaba claro (para mí) que uno de los géneros era el centro de la foto. Finalmente, para complementar (y continuar con mi increíble sesión de vuelta al jardín de infancia), creé un tablón separado con las fotos descartadas.

¿Qué encontré con mi pequeño experimento?

Semana WomenComo ves, el número de imágenes a cada lado del tablón es muy diferente. Las de mujeres son aproximadamente un tercio de las de los hombres en este número de la revista.

Aunque hay algunas fotos con glamour, no hay desnudos o casi desnudez entre las mujeres (sí entre los hombres). Las mujeres participan en una gran variedad de actividades diarias, desde ir de tiendas, cuidar niños y ancianos y trabajar en asistencia sanitaria a la representación política, el trabajo científico o la construcción.

Los resultados más decepcionantes del tablón de imágenes mujeres vs. hombres son l0s siguientes:

  • Las mujeres son menos propensas a aparecer solas, sólo lo hacen en el 17% de las fotos, mientras que los hombres están solos en casi el 50% de las imágenes.
  • Las mujeres tienen más probabilidades de ser fotografiadas en compañía de niños o mascotas (un 8% de las fotos en comparación con un 3% de las fotos de hombres).
  • Los hombres casi nunca son fotografiados en actividades tradicionalmente femeninas(0,01%) o relacionadas con el hogar (0%).
  • Aunque los niños no aparecen demasiado, los que lo hacen son en su mayoría varones (63% de las fotos de menores).
  • Las fotos de las mujeres no muestran que puedan ser fuente de información. No hay una sola foto de una mujer hablando, mientras que el 8% de las del lado masculino sí incluye a hombres haciéndolo. Esto es así incluso en la fotografía de una mujer con la boca cerrada posando en un podio (lado izquierdo, arriba a la izquierda).
  • Mientras que algunos jefes de estado aparecían repetidos en varias fotos, ninguna de las personalidades femeninas sale más de una vez.
  • Del 4% de las fotos que incluyen a personas afrocolombianas o afrodescendientes (y eso incluyendo las fotos del presidente estadounidense Barak Obama), ninguna es de una mujer.

¿Qué hay en una imagen?

En las últimas décadas hemos descubierto que las imágenes de los medios pueden causar estragos no sólo en la imagen corporal de mujeres y niñas, sino también en sus percepciones sobre sus capacidades profesionales y académicas. Por otra parte, estas imágenes perpetúan el ideal femenino y los roles tradicionales de las mujeres en las mentes y hábitos de niños y hombres. Al subrepresentar la imagen de mujeres en los medios de comunicación serios, las publicaciones limitan a las niñas y las mujeres a roles silenciosos de apoyo, incluso cuando están en posiciones de poder.

La revista analizada y otras muchas han hecho importantes avances en la inclusión de una imagen de las mujeres en actividades tradicionales y no tradicionales y en la no publicación de anuncios que muestran a mujeres y hombres como objetos, algo digno de aplauso y aliento. El siguiente paso es fijar la cámara en las mujeres con mayor frecuencia mientras están en acción. No es necesario pedirles que posen y sonrían, sino capturar lo que están haciendo, porque estánhaciendo. Del mismo modo que los medios de comunicación les han quitado la palabra, se la pueden devolver, aunque sea sólo en el papel.

Te invito a hacer tu propio tablón de imágenes mujeres vs. hombres y compartirlo. ¿Qué crees que va a encontrar?

publicado primeramente en: http://blogs.iadb.org/y-si-hablamos-de-igualdad/2015/02/26/problema-imagen-de-las-mujeres-en-prensa-seria/

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¿CÓMO ES UNA EXPERIENCIA ANDRAGÓGICA? EL PROGRAMA CEPAP

ANDRAGOGIA

Julio C Valdez/ Venezuela

A continuación describiremos una experiencia que suponemos tiene fundamento andragógico. Es el camino para lograr la licenciatura en educación en el Centro de Experimentación para el Aprendizaje Permanente (CEPAP), de la Universidad Simón Rodríguez, que ya nombramos al principio.

Hablamos de una experiencia institucional que cuenta ya con más de treinta años de existencia, y es el lugar de trabajo de quien esto escribe. Se concibe como un proceso andragógico, de carácter innovativo. No parte de un diseño curricular preestablecido, sino que comprende pautas formativas inscritas en el método de proyectos y la sistematización de experiencias de aprendizaje.

El CEPAP asume la vivencia consciente e intencional de las personas como fuente de conocimiento, validada en diversos contextos, y expresada formal y rigurosamente en informes y perfiles, con pertinencia institucional y comunitaria. Por otra parte, cada persona recorre distintas fases del proceso de conocimiento, desde lo descriptivo, pasando por la interpretación crítica, esbozando o afianzando propuestas de teorización.

Hemos dicho que el CEPAP intenta formar en y desde la vivencia. No obstante, suponemos que la vivencia en sí no tiene forma, es un perpetuo fluir en todas direcciones, involucrando todas las dimensiones posibles. La vivencia es personal, y a la vez compartida con otros seres. Pero también es cierto que cotidianamente estamos relatando nuestras vivencias, o parte de ellas. Entonces, parece algo natural manifestar las vivencias en discursos, para efectos de comunicación. No obstante, ese proceso de construir discursos con otros (acción comunicacional) no es algo ajeno a la vivencia, sino parte de ella. Y podríamos ser más claros si suponemos que el acto de construir discursos, con otras personas, forma parte también de una vivencia.

No obstante, conviene aclarar de entrada que no se trata de hacer de esta experiencia un paradigma. Se trata de intentar ejemplificar algunos aspectos ya reseñados de la Andragogía en una experiencia real, sin idealizar dicha experiencia.

Conformación de grupos andragógicos
Luego de un breve proceso de iniciación, para conocer a fondo cómo ha de ser el proceso formativo en el CEPAP, lo primero que hacen las personas que ingresan es conformar comunidades de aprendizaje. Esto es equipos de estudio a escala humana (entre 8 y 12 participantes), donde está presente un educador (facilitador) institucional.
Recordemos que las dimensiones del grupo andragógico han de permitir un encuentro interpersonal profundo, y la participación activa de todos en la creación y el mantenimiento de un clima grupal propicio para la reflexión compartida y el aprendizaje significativo. La libertad, el respeto, la tolerancia, la solidaridad y el compromiso son pautas de comportamiento que requieren ser vividas, sentidas, en la cotidianidad de la vida grupal. El CEPAP, en su experiencia, ha establecido que el grupo puede encontrarse al menos una vez a la semana.
De entrada, esto requiere un esfuerzo sostenido y compartido por minimizar los despliegues impositivos del ego, y acostumbrarse a construir acuerdos con los demás. Es necesario fortalecer la voluntad compartida para que la búsqueda de consenso sea un patrón constante para fijar de manera compartida los propósitos y las normas de comportamiento colectivo. Esto lleva a forjar los correspondientes planes de trabajo, acompañados de cronogramas, lo que ayuda a visualizar los futuros momentos a transitar.

Estos planes constituyen referencias de acción para el grupo andragógico, y es conveniente mantenerlos hasta que la totalidad de sus integrantes, por consenso, decidan cambiarlo por otro más conveniente. Otro elemento fundamental es designar una persona que coordine cada sesión y otra que lleve el registro de lo que se diga y haga allí. Ello garantiza que el grupo se enfoque en el objetivo de cada día, que haya equilibrio en el tiempo de las distintas intervenciones, y que lo que allí ocurra no se vaya al olvido.

Los integrantes del grupo tienen que esforzarse por estar presentes en las sesiones de trabajo a la hora convenida. También, por cumplir con las asignaciones acordadas por todos, tales como lecturas previas y elaboraciones de adelantos de los requerimientos académicos para el avance del proceso para licenciarse.

Pero lo anterior pasa porque todos hagan un esfuerzo sistemático por hacer del tiempo del grupo algo agradable, signado por el respeto y la amabilidad. Hay que intentar aprender de cada quien, permitiendo que todos se expresen libremente, tanto en pensamiento como en sentimiento. No obstante, esa expresión ha de girar en torno a los propósitos y objetivos demarcados por el grupo en cuestión, a menos que alguna situación amerite cambiar de rumbo. En este caso, conviene que el facilitador induzca a replantearse la direccionalidad de las acciones.

Algo que los grupos tienen que convertir en hábito es la práctica constante de la crítica y la reflexión permanente. Claro, sin que ello provoque rigidez o limitaciones para la libre expresión y el clima agradable generado entre todos. El plantearse habitualmente interrogantes sobre lo que dicen y hacen tanto el colectivo andragógico como cada uno de sus integrantes, ayuda a desmontar creencias limitantes y abrir nuevas posibilidades para enrumbar procesos formativos.

Este construir siempre interrogantes desde los grupos, no se limita a la vida interna del grupo, sino que se extiende hacia la vida de todas las personas involucradas. Esas vidas, mediadas por las relaciones personales, familiares, geográficas, políticas y culturales, han de constituir los focos de estudio y análisis permanentes de cara a la construcción de proyectos de acción/ aprendizaje. De esta forma, la problematización del mundo, del que somos parte fundamental, implica la búsqueda de posibilidades de transformarlo, transformándonos a la vez nosotros mismos.

Lo anterior lleva consigo la necesidad de un mayor desarrollo de la autoconsciencia, del grupo en sí mismo, como de cada una de las personas participantes. Ello significa que todos han de percibir los condicionantes que limitan el pleno desarrollo de todos, y también las oportunidades que se abren. Lo cual trae aparejado la necesidad de abrir al máximo los canales sensorioperceptivos, explorar los mundos afectivos/ valorativos y el vigilar siempre los pensamientos y esquemas de acción que acompañan los procesos formativos.

Construcción de la Autobiografía
El proceso de constitución de los grupos andragógicos (comunidades de aprendizaje) es permanente, desde el inicio hasta el final de la licenciatura en educación. Es ese el espacio donde transcurren los procesos formativos de los estudiantes (participantes). Estos procesos se articulan en torno a pautas específicas requeridas desde la institución: la autobiografía, los perfiles de aprendizaje, los proyectos de acción/ formación y los procesos de sistematización.

Una vez que ha iniciado la vida en las comunidades de aprendizaje, el facilitador invita a los participantes a reconstruir su vida, mediante un relato autobiográfico. Esto constituye, al inicio, un ejercicio de introspección, y a la vez de reinterpretación colectiva, puesto que ha de compartir ese texto con su comunidad de aprendizaje. Es una vivencia reflexiva y altamente emotiva. Este es el ambiente que ha de viabilizar las experiencias formativas de los participantes del Centro.

Los participantes, al inicio, están sorprendidos, o desconcertados. No sólo deben sentarse a escribir, sino que tiene que hacerlo sobre sí mismos. Deben hablar de su propia vida, y ello constituye una experiencia realmente interesante. La autobiografía se nutre de varias fuentes:

  1. Una es la memoria personal, reconstruida desde quien somos aquí y ahora.

  2. Otra, la memoria compartida, es decir, la que podemos intercambiar con quienes han estado a nuestro lado, y que a veces coincide y a veces no con la personal. Cada participante ha de integrar esa memoria de modo que constituya un discurso cargado de sentido para él (ella).

  3. Otra, la que se sustenta en documentos (papeles, fotografías, certificados), que nos ayuda con la ubicación de períodos de tiempo más o menos precisos.

Construir los relatos de vida implica en si mismo un ejercicio profundo de autocrítica, un mirarse de muchos modos, un analizar con profundidad las relaciones vitales desde lo más cercano hasta lo más global. Es decir, se trata de movilizar la consciencia desde lo personal-familiar y pasando por lo comunitario, lo local, lo nacional, lo regional, y lo mundial. También implica reorganizar ese sistema de relaciones hacia el futuro, valorizando nuestro papel protagónico.

Por otra parte, escribir la autobiografía es una reinterpretación actualizada de lo que hemos sido y de lo que hemos hecho. Al ponerla en el papel, estamos creando un documento, que luego ha de ser público. Los avances, y el producto final, son expresados, conversados y aún discutidos en las comunidades de aprendizaje. Es frecuente que se cree un clima de simpatías recíprocas, y de identificación interpersonal, por lo que pueda verse como similitudes en las vivencias de uno y de otro. Aquí, como ya dijimos antes, surgen momentos de risas, lágrimas y otras emociones convergentes.

Entonces, podemos decir que relatar la vivencia mediante un discurso (oral y escrito), en este caso, no implica que traicionamos aquélla, sino que convertimos el proceso de comunicarla en una nueva vivencia, lo que constituye un ejercicio de la memoria y la interpretación vital. Esta nueva vivencia propicia situaciones de revisitar cómo interpretamos nuestra vida, y confrontar esta interpretación con la de otros. Ello constituye en sí una vivencia altamente emotiva, crítica y empática, que de paso deja productos escritos, comunicables para otros.

Ya hemos dicho más arriba que el acto de comunicar (informar, en este caso), de modo intencional, explícito, coherente, es también una vivencia enriquecedora. Esta vivencia, en el caso del CEPAP, deja un producto escrito, que puede ser fuente para generar otras vivencias en quienes lo lean. Esto vale para el resto del camino de la licenciatura en el CEPAP: los perfiles de aprendizaje, los proyectos de acción/ formación y los procesos de sistematización.

Los perfiles de aprendizaje
Seguidamente, desde la autobiografía, se transita una nueva interpretación, mediante una nueva herramienta: el perfil de ingreso. De ese modo, los participantes, siempre en reflexión compartida al interior de su comunidad de aprendizaje, clasifican y ubican sus vivencias en términos de actividades, problemas investigados, áreas de conocimiento y elaboración teórico-metodológica.

Se trata de construir un orden (siempre tentativo) del saber de cada quien al momento de entrar al Centro, desde la interpretación de la propia experiencia de vida.

Luego, los participantes, en discusión con sus compañeros, se proyectan al futuro, construyendo lo que deben conocer, las habilidades a desarrollar y los valores a afianzar, en la elaboración del perfil de egreso.

Más, lo anterior no constituye un ejercicio mecánico, de simple aplicación tecnológica. No es buscar medios para llegar a fines preestablecidos, sino construir críticamente el futuro. Ello pasa por una reflexión crítica de lo que se quiere, de sus fundamentos, y las implicaciones de esto para la construcción de un proyecto de sociedad.

Así, en la prefiguración del porvenir, los participantes tienen que enfrentar sus propias creencias, sus concepciones y visiones, para superar en ellas todas las formas posibles de dominación y control externo. Los componentes que acompañan la vida de las comunidades de aprendizaje (libertad, respeto, tolerancia, solidaridad, compromiso) también han de estar presentes al momento de dibujar el mañana.

Este perfil, siempre sujeto a revisión, constituye una especie de mapa de ruta del participante en su tránsito formativo. Es el horizonte hacia donde han de apuntar los procesos de planeación y desarrollo de los proyectos de acción/ formación y de sistematización de experiencias.

Los proyectos de acción/ formación
Desde el espacio de utopía concreta trazado desde el perfil de egreso, los participantes asumen el planeamiento, desarrollo, la evaluación y la sistematización de los proyectos de aprendizaje. Estos pueden caracterizarse como acciones delimitables que se negocian y se acuerdan con comunidades específicas.

Estas comunidades específicas son espacios geográficos, organizacionales o institucionales que han de ser vitalmente significativas para el participante. Sea porque éste viva en ellas, o trabaje en ellas, o esté comprometido con ellas: barrios, zonas rurales, escuelas, organizaciones comunitarias, instituciones, etc.

Con esa comunidad, mediante diálogo y reflexión compartida, cada participante definirá los puntos de llegada y las acciones de los posibles proyectos, así como los posibles aprendizajes a desarrollar.

Aquí se abren tres instancias concomitantes de interlocución:
1. Consigo mismo: cuáles son sus humanas fortalezas, los aportes que puede brindar, el compromiso consigo mismo y con sus propios valores y horizontes de vida.

  1. Con personas específicas de la comunidad donde se desarrolla el proyecto, y coordinar con ellas qué se puede hacer y cómo se hará, a fin de darle pertinencia social.

  2. Con la comunidad de aprendizaje del CEPAP, también para definir, caracterizar y evaluar permanentemente el proyecto en cuestión, para darle consistencia académica.

No obstante, es cada participante el responsable del proyecto, por lo que es él quien debe darle el carácter y la intencionalidad definitiva. Sin embargo, esto también pasa por la reflexión compartida acerca de su pertinencia y factibilidad socio-académica. Es decir, el participante es responsable del proyecto ante el CEPAP, pero debe aceptar una contraloría compartida con la comunidad de acción y la comunidad de aprendizaje.

Así, los participantes del CEPAP se comprometen en un movimiento dialéctico: por una parte, se proponen incidir con su acción en algún nivel de transformación de una comunidad específica dada, y por la otra van generando, registrando y convalidando aprendizajes significativos con la comunidad de aprendizaje.

Los aprendizajes generados desde los proyectos de acción/ formación, se convierten en conocimiento en tanto se reinterpretan y se profundizan mediante los informes de aprendizaje, así como en los perfiles de proceso, que han de ser evaluados rigurosamente en la comunidad de aprendizaje. Estos informes requieren un trabajo de sistematización, donde han de estar presente la intencionalidad, la experiencia, la reflexión sobre ella, y los aprendizajes derivados. Luego, se elaborarán estos productos como ejes sintéticos (Unidades de Aprendizaje), que resumirán los logros académicos de cada quien.

El proceso de sistematización
El llamado método de proyectos del CEPAP integra las vivencias de las personas responsables de los proyectos de aprendizaje (aprendices permanentes), con las de otras personas, con el fin de mejorar una situación o una condición social. Desde estas vivencias entrelazadas se propende a generar, convalidar y difundir conocimientos que, manteniendo su savia vital, puedan ser compartidos por otras comunidades (cercanas o no), y puedan a su vez abrir diálogo crítico con literatura que habla de aspectos teórico-metodológicos.
Pudiera decirse que cada participante, en su proceso formativo, participa en dos dimensiones que llegan a ser una:
1. Un trabajo que es a la vez de carácter social, transformador, compartido con la comunidad específica donde desarrolla sus acciones: escuela, fábrica, comunidad, y

  1. Un trabajo académico compartido con la comunidad de aprendizaje, la cual acompaña, coadyuva y da sustento a la profundización teórico-metodológica.

Así, la generación del conocimiento, desde procesos de acción/ formación concretos, transita diversos momentos de diálogo y reflexión compartida entre el responsable del proyecto, la comunidad específica y la comunidad o equipo de aprendizaje. Esta generación de conocimiento ayuda a la evaluación permanente, el mejoramiento y a la eventual redireccionalidad del proyecto; pero también propicia la confrontación académica, que deriva en aprendizajes significativos; y finalmente, pueden crear fundamentos generar propuestas de carácter teórico-metodológicas.
Este diálogo multidimensional, colectivo, deshace de una vez cualquier posible “orden interno personal, cerrado, subjetivo”, y convierte el proyecto de aprendizaje en un asunto social, compartido simultáneamente por varios sujetos. Desde estas perspectivas, la vida humana es percibida, retraducida, mediante el diálogo permanente entre seres humanos concretos, históricamente definidos. Así, los sujetos humanos podemos comprendernos a la vez como sujetos y autores.

En este dialogar múltiple, en diversos planos simultáneos, compartido por distintos sujetos sociales no asumen un lenguaje aséptico, academicista, frio. El hablar es vivencial, con un lenguaje cargado de emocionalidad, de vida cotidiana, que incluye metáforas, imágenes vitales, registros ancestrales.

Desde lo anterior, y volviendo a la sistematización, podemos señalar que no hay actividad humana ajena al lenguaje, al diálogo social. De esta forma, cualquier realidad vivida es percibida y comunicada en el lenguaje como sistema global. El lenguaje no es un instrumento, no es “algo” que usamos, sino una especie de matriz donde estamos y desde donde miramos y actuamos con los demás.

El lenguaje no está en la vivencia, sino que es él mismo vivencia. Y, como tal, se manifiesta en la diaria interacción de las personas. Así, eso que se llama orden subjetivo, personal, no es en absoluto un orden cerrado dentro de alguien, sino un fenómeno de lenguaje que, como tal, se puede compartir, y de hecho se comparte.

Ahora bien, el responsable del proyecto (participante) tiene a su vez que moverse en diversos niveles del lenguaje. Tiene que hablar con las personas de las comunidades específicas (barrio, caserío, escuela, fábrica, etc.), para lo cual ha de compartir ciertos códigos y registros específicos. Pero también tiene que discutir con sus compañeros de estudio (comunidades de aprendizaje), para lo cual tiene que integrar lo cotidiano con lenguajes más elaborados desde el punto de vista académico, y hasta científico.
Por otra parte, el responsable del proyecto tiene que vérselas con el lenguaje escrito, en la realización de informes de avance y un informe final. Su experiencia formativa ha de aparecer debidamente sustentada y sistematizada. Es un momento relevante, donde la experiencia se convierte en conocimiento, debidamente reseñado en un documento que ha de ser público.

Y, aún, ese informe transita otras etapas, puesto que de él se derivan los correspondientes perfiles de proceso (descripción y clasificación del conocimiento derivado de la realización del proyecto), y las unidades de aprendizaje, ejes que sintetizan los aprendizajes en cuestión.

La realidad vivencial, puesta en común con otras personas, diluye las fronteras entre lo llamado objetivo-subjetivo, y ya es en sí comunicable. El poner esto por escrito, como lo hace el CEPAP, aumenta su potencial de comunicabilidad.

Así, el proceso de generación de conocimiento de los participantes del Centro, en el desarrollo de sus proyectos concretos, mediado por el diálogo, la crítica constante y la evaluación permanente, constituye un espiral virtuoso compartido en distintos momentos por múltiples actores.

En cuanto a si los conocimientos derivados de procesos vivenciales (de sistematización) pueden generar teorías, o sólo ser insumos para un tratamiento teórico ulterior, vamos a intentar también una interpretación teórica y práxica. Lo teórico, aunque no necesariamente tenga que ser científico, hoy día sigue muy vinculado a ello.

Esto puede apuntar a un intento de satisfacer las expectativas de las comunidades científicas y al mismo tiempo atender a la lógica de la práctica social misma. Desde esta óptica, es posible hacer ciencia (arribar a teorías consistentes, confiables y pertinentes), integrando los conocimientos presentes en la praxis (lógica social) y los conocimientos derivados de las reflexiones de las comunidades científicas.

En síntesis, el proceso formativo en el CEPAP trata de vivencias compartidas que involucran redes de relación, acciones de lenguaje, integración cultural, emociones, en procesos tendentes a cambiar (en mayor o menor grado) situaciones y pautas de vida. Estas vivencias son recogidas y ordenadas en formas de registro adecuadas y pertinentes. Estos registros, y las experiencias en sí, son discutidos, retraducidos y reinterpretados en las comunidades de aprendizaje, desde lo práctico (confrontación con lo que quiere lograr la comunidad), lo metodológico (confrontación con métodos y procesos empleados en otros lugares, que pueden ayudar a mejorar la práctica concreta y a la vez reflexionar desde ella y sobre ella), y lo teórico (confrontación con autores que han propuesto constructos y teorías para interpretar realidades).

Desde aquí, y siempre en reflexión sistemática en las comunidades de aprendizaje, se intenta una síntesis integradora, que hace que el conocimiento se vaya haciendo cada vez más vivencial y sistemático, empírico y científico. Luego, todo esto es convertido en informes de aprendizaje, donde ha de estar presente la sistematización: el relato, su interpretación, indagación crítica y sus derivaciones en términos de conocimiento práctico-teórico.

[Del libro Andragogía, una lectura prospectiva. Publicado por editorial El Perro y la Rana, Caracas, Venezuela, en 2010

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El respeto, esa rara cualidad

Carolina Vásquez Araya

Todos nacemos en circunstancias diferentes, con un código genético único, un ambiente determinado por el momento específico cuando comienza nuestra percepción del mundo y el modo como nos han arrojado en él. De esa cuenta, nuestra forma de aprehender el entorno es distinta para cada uno de nosotros y eso marcará nuestra perspectiva de las cosas. Sin embargo, por absurdo que parezca, la historia nos ha enseñado cómo esas diferencias básicas son forzadas a fundirse y perderse en una organización social específica cuyas normas, costumbres y tradiciones se nos imponen de manera rotunda y definitiva.

Por tal razón, el hecho aparentemente sencillo de abrir la mente para comprender en toda su dimensión la complejidad del pensamiento de otros, sus conflictos, sus aspiraciones y sus temores, se erige como una tarea para la cual no estamos preparados. De esa incapacidad vital deriva una serie de patologías sociales capaces de marcar profundamente todas nuestras relaciones humanas: el odio, el resentimiento, la intolerancia, el prejuicio, el racismo y la discriminación.

Desear la muerte de otro ser humano —y perpetrar el acto de privarlo de su vida— es una de las manifestaciones extremas de esta forma de ver al mundo como un monolito de piedra, fincado en una verdad unidimensional y cerrada, que es la nuestra. Es como quien solo ve el árbol ignorando la existencia del bosque, una manera muy práctica pero peligrosa de depositar en un solo elemento toda la fuerza de la negación.

En esta rigidez de un sistema social basado en el predominio de la fuerza y el poder de unos pocos está conformada la plataforma sobre la cual se erigen las religiones, las ideologías y la organización económica en las sociedades, el común denominador de todos los tiempos. Las diferencias de pensamiento y de objetivos —un factor capaz de generar conflictos de gran envergadura por su capacidad para crear nuevas rutas y ofrecer otras opciones— se convierte de inmediato en un objetivo a eliminar por cualquier medio, con el fin de mantener la estabilidad del estatus.

De ahí surge inevitablemente una relación de violencia basada, por lo general, no solo en una actitud de intolerancia sino —más grave aún— en el absoluto irrespeto por el otro, sus motivaciones, sus derechos y sus decisiones. Esto, dentro de una sociedad cuya complejidad invita a la polarización resulta extremadamente difícil de enfrentar, pero ese cuadro se convierte en un polvorín cuando los factores de divisionismo y discriminación surgen desde los ámbitos mismos del poder político, cuya misión es precisamente buscar y preservar la unidad y la concordia entre los ciudadanos.

El respeto por el otro es uno de los actos personales más difíciles de ejecutar. La tendencia a la violencia racial, física, social o psicológica se nos ha impreso desde la primera infancia, por medio de estereotipos profundamente enraizados en el discurso cotidiano. Creemos en nuestra verdad como si efectivamente fuera la única, sin dejar espacio al diálogo ni a un acto un poco más generoso de receptividad hacia la verdad ajena.

En este escenario en el cual la parte superficial de una crisis —lo aparente, sin prestar espacio a la investigación de las causas que la originan— se convierte en política y el remedio se aplica por la fuerza, los objetivos primarios tales como la estabilidad, la reparación del tejido social, la reducción de las desigualdades y el respeto por los derechos humanos, son conceptos absolutamente fuera de la discusión.

Fuente: http://site.adital.com.br/site/noticia.php?lang=ES&cod=88638&langref=ES&cat=

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Evaluar para aprender

Aunque la finalidad de la enseñanza es que los alumnos aprendan, la dinámica de las instituciones hace que la evaluación se convierta en una estrategia para que los alumnos aprueben,” afirmaba hace unos años Miguel Ángel Santos Guerra en un recomendable texto titulado 20 paradojas de la evaluación.

Puestos ante la disyuntiva de elegir entre aprobar o aprender (Elena Cano), la práctica totalidad de nuestros alumnos optaría por aprobar y después, si se puede, aprender.

No es lo mismo evaluar que examinar, ni evaluar que calificar. Evaluar con intención formativa no es igual a medir ni a calificar, ni tan siquiera a corregir. Evaluar tampoco es clasificar ni es examinar ni aplicar tests (Juan Manuel Álvarez Méndez). Hemos confundido, en demasiadas ocasiones el acto de aprender con el de aprobar exámenesAprender no es aprobar exámenes.

Sabemos que la evaluación no sólo mide los resultados, sino que condiciona profundamente lo qué se enseña y cómo se enseña y, por tanto, determina qué aprendemos y cómo aprendemos (Neus Sanmartí) y puede limitar o promover los aprendizajes efectivos (Gordon Stobart) y profundos. Cómo estudia (aprende) unalumno (Pedro Morales) depende de cómo pregunta el profesor, depende en última instancia de la evaluación esperada por el alumno.

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No son pocos los profesionales de la educación que sostienen, desde hace años, que la clave para la transformación educativa radica en modificar nuestra manera de evaluar: revisando cómo evaluamos, repensando los objetivos de la evaluación, fomentando una evaluación formativa y experimentando con nuevas maneras de evaluar.

En este contexto, deberíamos preguntarnos si hacemos las cosas que hacemos porque estamos convencidos de que son mejores para nuestros alumnos o porque son más fáciles para nosotros.

Estamos seguros de que aprenden más cuando les ofrecemos a todos lo mismo, con un curriculum normalizado y dividido en materias; cuando solo nosotros decidimos lo qué deben aprender y cómo lo deben aprender; cuando ignoramos su voz y no les dejamos espacio para decidir sobre su aprendizaje; cuando les evaluamos a todos de la misma manera; cuando ignoramos o prohibimos en clase la tecnología con la que viven a diario.

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El aprendizaje no es solo una cuestión transmitir información. No se trata de verter información en la cabeza de nuestros alumnos. Aprender es un proceso activo. Construimos nuestro entendimiento del mundo mediante la exploración activa, la experimentación, la discusión y la reflexión. No adquirimos ideas. Las construimos (Mitchel Resnick).

Aprender hoy es ser capaces de buscar, recopilar y filtrar datos. Es ser capaces de trabajar colaborativamente, compartir y comunicar (Lafuente, Alonso y Rodríguez). Aprender hoy es aprender a pensar, hacer y conectar. Aprender hoy sería entonces aprender a editar. Aprender es también explicar, argumentar, preguntar, deliberar, discriminar, defender tus propias ideas y creencias. Aprender es aprender a evaluar.

Cada vez que evaluamos deberíamos preguntarnos cuál es la finalidad de esa evaluación y si es adecuada para esa finalidad. Deberíamos preguntarnos cuáles son las consecuencias, pretendidas y no pretendidas, de esa evaluación.

¿Qué ocurriría si en lugar de exigirles que repitan lo que han memorizado, les pidiéramos que resolvieran problemas, realizaran proyectos significativos y nos demostraran su autonomía y su sentido crítico?. ¿Qué ocurriría si en lugar medir la adquisición de conocimientos que quedarán obsoletos rápidamente les evaluáramos por su capacidad de aprender a aprender y trabajáramos para favorecer grandes capacidades que puedan recrearse, adaptarse y actualizarse a lo largo de la vida?.

¿Qué ocurriría si les permitiésemos poner en práctica estrategias de autoevaluación, coevaluación y de evaluación entre iguales? ¿Qué ocurriría si les evaluásemos por su capacidad para transformar sus entornos?, ¿por su capacidad para transformar la sociedad?. ¿Qué ocurriría si evaluásemos su capacidad para pensar, construir y conectar?. ¿Si evaluásemos su criterio y su capacidad para evaluar lo incierto?. ¿Qué ocurriría si evaluásemos su capacidad para vivir y trabajar en la incertidumbre?

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Nuestro objetivo debe ser potenciar la capacidad creadora y de innovación, la creatividad y la imaginación de nuestros estudiantes a través de la reflexión sobre sus propios procesos de aprendizaje. Desarrollar su autonomía e independencia, su espíritu emprendedor, su capacidad para gestionar proyectos y resolver problemas. Su capacidad de análisis, organización, gestión y toma de decisiones. Sus habilidades para trabajar tanto individualmente como de manera colaborativa dentro de un equipo. Su capacidad de gestión de riesgos y de manejo de la incertidumbre.

Sabemos que la evaluación debe estar diseñada en relación con los objetivos y los resultados de aprendizaje buscados. Ha de ser coherente con la metodología. Debe estar vinculada al nivel de contenidos trabajado y responder a criterios relevantes y transparentes. Debe promover el que los estudiantes respondan a situaciones contextualizadas, resuelvan problemas, tomen decisiones y realicen proyectos reales.

La evaluación tradicional responde con agilidad al reto de las competencias específicas, en tanto que apenas puede atender a las competencias transversales o genéricas, aquellas que nuestros estudiantes necesitan para convertirse en ciudadanos del siglo XXI, para participar en la sociedad de la información, para participar y sobrevivir en un proceso de globalización nunca antes vivido en este planeta.” (Elena Cano)

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Nuestro desafío es saber hacer todo esto. Crear instrumentos de evaluación más versátiles que sean capaces de reconocer las competencias específicas y las transversales. Tenemos que diversificar también los agentes que intervienen en la evaluación, de modo que los estudiantes participen y se puedan poner en práctica estrategias de autoevaluación y de evaluación entre iguales.

Debemos ser capaces de hacer visibles no solo los aprendizajes formales sino también los aprendizajes informales y los no formales.

Debemos hacer uso de opciones como los portafolios, las dianas de evaluación, las rúbricas, las entrevistas en profundidad y explorar nuevos formatos como los microcertificados, los pasaportes de habilidades, las credenciales basadas en competencias, el reconocimiento entre pares, las insignias digitales, las huellas digitales.

Debemos ser capaces de evaluar si hemos formado personas independientes que pueden adquirir, retener, recuperar y aplicar nuevos conocimientos por sí mismos. Si hemos formado personas a prueba de futuro(Cristóbal Cobo), es decir, si les hemos preparado para “habitar en la incómoda e incierta pero fértil condición de la duda” del que habla William Deresiewicz.

Al final, un buen sistema de evaluación será aquel “del que el estudiante no puede escapar sin haber aprendido.” Será aquel que evalúa para aprender. Y en el que aprendemos para evaluar.

Fuente: https://carlosmagro.wordpress.com/2016/05/05/evaluar-para-aprender/

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Todos en la Escuela

Por: Lilia Julieta Guzmán Acevedo

El desarrollo de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) nos ha permitido tener conocimiento casi inmediato de lo que ocurre en diversas partes del mundo. Las sociedades –y por ende, los individuos que las conformamos- experimentamos cambios a una velocidad a la que no estábamos acostumbrados.

Frente a esta situación, las sociedades reconocen cada vez más la necesidad de educar para un mundo global, interconectado; educar para desarrollar en las niñas, niños y jóvenes de todo el mundo las competencias que les permitan participar en este escenario de interacción intensa.

En grave contraste a esta tendencia a la apertura y el intercambio propiciados por el desarrollo de las TIC, las políticas migratorias en muchas partes del mundo se han endurecido. Por ejemplo, en la última década, en EUA han aumentado significativamente las detenciones y deportaciones de inmigrantes, lo que ha resultado en la dolorosa separación de muchas familias transnacionales.

Las familas en las cuales las madres y los padres deportados tienen la oportunidad de reencontrarse en México, con sus hijas e hijos nacidos en EUA o que nacieron en México pero que migraron a una corta edad, se ven afectadas principalmente por cuestiones de integración legal y social en nuestro México, su país de origen.

Esas niñas, niños y jóvenes retornados tienen limitado o impedido su acceso a escuelas y servicios sociales, al no poder cumplir con requisitos que incluyen actas de nacimiento originales o certificaciones con apostillas. Una “apostilla” es una forma de autenticación que se aplica a documentos para que se usen en los países que participaron en la Convención de la Haya de 1961. El proceso para apostillar un documento es largo y costoso, por lo que a las madres y padres de familia se les dificulta realizarlo. Además de ello, la generación joven de retornados enfrentan dificultades para ser recibidos con el aprecio y atención que les corresponde, debido a las barreras del idioma (pues a veces no dominan el español, o no han escrito o leído con él en su trayectoria escolar), por falta de asistencia lingüística adicional, y por las diferencias sociales y culturales en el sistema educativo.

La ironía es que, pese a los reclamos que hacen nuestras autoridades de Relaciones Exteriores para que a los emigrados no se les niegue acceso a la escuela en EUA, nuestras autoridades de Educación son omisas o contrarias a favorecer el acceso a la escuela en su propio país de origen.

Una educación de calidad es equitativa e incluyente, o no es de calidad. Para que estas niñas, niños y jóvenes hagan efectivo su derecho debemos presionar a las autoridades, sobre todo a las de Educación Pública en la federación y en cada estado, para que se eliminen las políticas internas –a veces, mera inercia- que actualmente exigen actas de nacimiento originales apostilladas para inscribirse en los servicios de educación, y también para que desarrollen programas lingüísticos complementarios para las hijas e hijos de migrantes. Todos en la escuela: ninguno nos puede faltar.

Fuente: http://www.mexicanosprimero.org/index.php/educacion-en-mexico/nuestra-opinion/item/todos-en-la-escuela

Fuente de la imagen: https://pixabay.com/static/uploads/photo/2015/09/27/03/40/japan-960260_960_720.jpg

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El voluntariado, fuerza social conectada por la solidaridad

Fausto Segovia Baus

En tiempos de paz y en tiempos de guerra o de catástrofes, el voluntariado se ha hecho presente. Cuestionados por el poder, los voluntarios constituyen una fuerza social de la sociedad civil, que debe ser apoyada y canalizada. Ser voluntario es algunos países es un honor, pero, ciertamente, no persigue ningún título o mención porque su característica básica es el servicio, sin remuneración alguna. Peor ser catalogado como ‘héroe’, cuando cumple una función para la cual se ha preparado.

Quienes en un momento de nuestras vidas fuimos voluntarios sabemos su esencia, nacida de una vocación de atender al prójimo que sufre, independientemente de su color, condición social, económica o religiosa.

• Todos somos voluntarios No es un eslogan. El terremoto de Manabí es un ejemplo real de la capacidad de la gente para organizarse y ofrecer lo más urgente –alimentos y vituallas- a sus hermanos. Decenas de camiones salieron de inmediato de las principales ciudades, llenos de pertrechos con fundas y cartones acumulados en los centros de acopio. Las llamadas de auxilio de los pobladores dieron resultados. Y las redes sociales entraron en acción, y todos nos conectamos para ayudar, sin esperar nada del oficialismo. Es que se trató de una reacción espontánea e inmediata ante una tragedia de grandes proporciones. Todos, sin excepción, nos convertimos en voluntarios en favor de una causa justa.

• ¿Qué es el voluntariado? La sociedad civil está vinculada al voluntariado, que es una fuerza social de carácter plural, no estatal, cuyo origen es la ciudadanía que asume responsabilidades sociales, sin otra recompensa que el servicio humanitario. El voluntariado no tiene partida de nacimiento precisa, pero existen hitos importantes donde los voluntarios comenzaron a actuar, en defensa de los seres humanos. Los inicios del Movimiento Internacional de la Cruz Roja, fundada por Henri Dunant, en 1863, es un claro ejemplo de la actitud humanitaria de personas y organizaciones en favor de la defensa de la vida. Otra organización mundial es el Movimiento Scout, con su lema ‘ser útil’ liderado por su fundador Robert Baden-Powell; también los Clubes de Leones, Kiwanis, Rotary, YMCA (Asociación Cristiana de la Jóvenes), y otras organizaciones altruistas, sin fines de lucro. El voluntariado se expresa en función de los problemas sociales y se orienta a ayudar a personas en situación de desventaja o de privación afectiva o económica. Sus campos son amplios: la educación, la salud, la microempresa, la agricultura, la artesanía, los derechos humanos, el ambiente, los migrantes, etc. Y ahora, con toda autoridad, en tiempos de emergencias y desastres.

• ¿Elitismo en el voluntariado? Este es un mito muy difundido. Hay que reconocer que existen numerosas organizaciones de la sociedad civil, que actúan como sociedades de beneficencia o fundaciones sin fines de lucro. Y que, inclusive, podrían formar parte de grupos pudientes. De hecho, algunas empresas privadas han creado corporaciones para atender a personas en situación de vulnerabilidad, en el ámbito de la responsabilidad social. Por ejemplo, los niños de la calle, los ancianos, el hombre doliente, las madres solteras, los enfermos de sida o cáncer, los indígenas, entre otros grupos. ¿Es que esta gente se organiza para aliviar los dolores de conciencia? Talvez sí, talvez no; pero lo cierto es que se rigen bajo estatutos y realizan o realizaban acciones sociales, que en los últimos tiempos han sido cuestionadas por el oficialismo, que ven intromisiones inaceptables de organismos internacionales (Decreto 16).

• Otra pregunta y la respuesta ciudadana ¿Quién dice que los voluntarios son exclusivamente los ricos que desean entregar las migajas que caen de la mesa? La respuesta a esta pregunta la ha dado el pueblo ecuatoriano –la sociedad civil- que actuó de inmediato en el terremoto de Manabí y Esmeraldas. El ciudadano del Ecuador ha dado muestras de su fortaleza moral y cívica, y ha actuado en forma libre; las diferencias socio-económicas fueron superadas por ese valor tan maravilloso como es la solidaridad. El voluntariado, por lo tanto, mira la humanidad y los principios, y no los intereses o ventajas. El voluntario da su tiempo, sus ideas, sus brazos y sus piernas, y sobre todo sus corazones al servicio de una noble causa. Y esto sucedió en esta catástrofe. Las lecciones del voluntariado del Ecuador –que se autoconvocó e integró a decenas de rescatistas, médicos, enfermeros, bomberos, estudiantes de diferentes carreras y activistas sociales- son aprendizajes valiosos que deben ser asumidos por la sociedad. ¿Un nuevo estatus para el voluntariado? ¿Cómo capitalizar estos aprendizajes de la sociedad civil?
Fuente: :http://www.elcomercio.com/blogs/la-silla-vacia/voluntariado-fuerza-social-conectada-solidaridad.html.

Fuente de la imagen: http://www.caritasecuador.org/wordpress/wp-content/uploads/2014/06/voluntariado.jpg

 

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El bluyín, el jersey y el órsay: La curiosa falta de lógica con que la Real Academia incorpora al español los vocablos del inglés

POR LEONARDO GARNIER /  07 MAY 2016

Me gusta el buen uso del idioma y entiendo, además, que este no puede ser estático. También comprendo la difícil tarea de la Real Academia Española (RAE) cuando debe decidir qué nuevos vocablos se van incorporando a su versión oficial de nuestro idioma y cómo incorporarlos: su sonido, su grafía.

Lo que no me gusta ni entiendo tanto es que la RAE haga su tarea exhibiendo una lógica tan peculiar que a mí más bien me parece una ausencia total de lógica.

Por ejemplo, para referirse a esa “prenda de vestir de punto, cerrada y con mangas, que cubre desde el cuello hasta la cintura”, la RAE agrega al español dos vocablos. Uno, el que más usamos en la América hispana es suéter, escrito así, tal y como suena la misma prenda en inglés: sweater. Y otro, el que resulta de uso común en España: el jersey.

En el primer caso se trata de una adaptación usando la lógica de la sustitución fonética: “escribir un vocablo tal y como se lee en la lengua de partida”. Lo mismo hicieron más recientemente, cuando incorporaron al español el vocablo bluyín, del inglés blue jean, al que define como pantalón vaquero. O con aquel “licor alcohólico que se obtiene del grano de algunas plantas” al que sugieren llamar güisqui –aunque también aceptan whisky (pero no whiskey). Y si bien la sustitución fonética puede ser una forma bastante aceptable de incorporar a la lengua extranjerismos como fútbol, resulta casi ridícula cuando a partir de una pronunciación más que cuestionable del idioma original se agrega oficialmente al español un vocablo como “órsay” –del inglés offside – para denominar un fuera de juego en este deporte (ya que iban a usar el anglicismo ¿por qué no ofsaid?). Y si en el estadio usted quiere un emparedado con tocineta, haría bien según la RAE en pedir un sánwich con beicon, ambos catalogados como español oficial, pero también podría pedirlo – aunque le cueste creerlo – con bacón, sí… bacón: español oficial.

En el segundo caso, sin embargo el suéter se define como sinónimo de otro anglicismo – jersey – para el que se mantiene la escritura inglesa pero no su pronunciación (yersi), que se transmuta en jersei. Para esto los Académicos de la RAE han aplicado la lógica de la pronunciación ortográfica que trata de leer el vocablo tal y como se escribe. Lo mismo hicieron con el enorme iceberg que, en lugar de pronunciarse con la lógica fonética (aisberg), se debe pronunciar tal y como se  escribe: i-ce-berg (a ver, inténtelo). Y por supuesto, con el famoso Wifi que casi suena güi-fi según la RAE, aunque los latinoamericanos, siempre revolucionarios, insistamos en llamar “guai-fai”.

¿Y la lógica? Pues de lógica nada. Uno habría pensado que por lógica la RAE habría debido seguir en forma consistente uno de dos caminos: O bien usar siempre la pronunciación ortográfica, respetando la escritura original y cambiando radicalmente el sonido de las palabras (como hacen con iceberg y jersey). O bien usar siempre la sustitución fonética manteniendo el sonido en detrimento de la escritura original (como en suéter, bluyín y beicon). Cabría esperar algunas excepciones, siempre que hubiera un buen argumento que les diera ese carácter excepcional.

Pero, más que excepciones, lo que hoy parece caracterizar al Diccionario de la RAE en la adopción de vocablos del inglés, son las ocurrencias. Porque una cosa es discutir si una palabra se escribe en español tal y como se escribe o como se pronuncia en inglés y otra muy distinta es hacerlo a veces así, a veces asá y a veces ni así ni asá: como cuando el diccionario oficial de nuestra lengua incorpora palabras como baby-sitter parking o backstage, escritas así tal cual, como en inglés. ¿Y la pronunciación? ¿beibi o babi? ¿bacstaje o bacsteich? Ah… en esos casos, juéguesela.

Ni qué decir, para terminar, de las palabras que se adoptan del inglés con un significado diferente al que tienen en su lengua original, como cuando el vocablo “Christmas” se incorpora oficialmente al diccionario español pero no para significar Navidad – que es lo que significa en inglés – sino ¡como una tarjeta de navidad! Ahí sí, mejor “apague y vamonós” o, como podría decir algún día la RAE “ternof an letosgó”.

Fuente: http://www.elfinancierocr.com/blogs/subversiones/Espanol-logica-Real_Academia-jersey-bluyin-orsay_7_952774714.html

Fuente de la imagen: https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/b/b9/Diccionario_de_la_Lengua_Espa%C3%B1ola,_on_side.jpg

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