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Maritchu Seitún: «No poner límites a los niños los debilita en vez de fortalecerlos»

Entrevista con la autora de Latentes, de editorial Grijalbo

Evangelina Himitian- LA NACION

¿Qué hacemos por nuestros hijos en la etapa en la que creemos que nos necesitan menos?», pregunta la psicóloga Maritchu Seitún de Chas, en el arranque de Latentes, su último libro. En los últimos años, sus obras sobre crianza se han vuelto un verdadero fenómeno editorial. Cada vez más colegios e incluso empresas la invitan a dar charlas sobre algo que parece haberse convertido en la gran incógnita de la nueva generación: ¿cómo criar hijos confiados, seguros, creativos y con pensamiento libre, pero a la vez que hagan caso a lo que les decimos los padres? En las últimas décadas, dice Seitún, los paradigmas de crianza han oscilado entre el autoritarismo y la permisividad absoluta. «Venimos de una época en que poner límites equivalía a frustrar a los chicos. No había que hacerlos esperar, o dejarlos enojar o permitir que sufran. Hoy nos dimos cuenta de que ese paradigma los debilitaba en lugar de hacerlos fuertes. Ahora, como sociedad, nos encontramos buscando un modelo intermedio», reconoce.

-Sigmund Freud llamó latencia a la etapa en la que los chicos se desentienden de la sexualidad. Habiendo superado la etapa edípica alrededor de los seis años, el interés por la sexualidad queda entonces «latente» hasta la pubertad, por eso los psicólogos llamamos latentes a los chicos en edad de escolaridad primaria.

-A partir de los seis años, ¿los chicos nos necesitan menos como padres?

-Durante los primeros cinco años cuidamos y acompañamos mucho a nuestros hijos, les enseñamos muchas cosas que a los seis se van consolidando en ellos, empezamos a verlos más independientes en muchos aspectos: se bañan, se visten y comen solos, se entretienen con hermanos, primos o amigos, los acompañamos a la cama pero se duermen también solos, ya no nos requieren tanto todo el tiempo ni tan físicamente. Empiezan a pasar más tiempo afuera de casa: en el colegio, haciendo deportes en el club, jugando en la vereda, en casa de amigos. Y ya no necesitan esa vigilia, ese seguimiento permanente, esa marca «hombre a hombre» de los primeros años.

-¿Qué está en juego en esa etapa?

-Habiendo fortalecido la confianza en sí mismos y en sus recursos, y habiendo consolidado la confianza en el vínculo con sus padres, es una etapa de enormes aprendizajes en todas las áreas: intelectual, emocional, social, motriz y deportiva. Todas sus energías están puestas en aprender, jugar, hacerse amigos…

-¿Hablar de límites en la crianza es un paradigma del pasado?

-Todo lo contrario: hemos vuelto a hablar de límites después de una época en que parecía que no había que ponerlos ni tampoco frustrar a los chicos ni hacerlos esperar, enojar o dejarlos sufrir. Lo hicimos porque nos dimos cuenta que ese paradigma los debilitaba en lugar de hacerlos fuertes. Pasamos de un modelo autoritarito y arbitrario con límites excesivos a otro opuesto, el permisivo, falto de límites, y hoy nos encontramos buscando un modelo intermedio que tome lo mejor de cada uno de esos modelos.

-Hoy la sociedad anima a los más chicos a que dejen pronto de ser niños. ¿Por qué?

-No puedo encontrar otra razón que la de invitar al consumo, porque, sabiendo como sabemos que todo va a llegar, no hay ninguna necesidad de apurar su crecimiento; esa etapa de infancia en la que se saben cuidados por sus padres, es muy valiosa para aprender, jugar, pasarla bien, practicar habilidades, tranquilos de que papá y mamá se ocupan. Hay otro grupo de niños que se ve obligado a dejar de serlo por cuestiones socioeconómicas: porque tienen que ayudar a sus padres y ocuparse de su supervivencia mucho antes de estar preparados para ello. Ojalá el Gobierno y la sociedad logren, trabajando en equipo, que esto deje de ocurrir en nuestro país.

-Se dice que ahora la adolescencia empieza en las niñas a los ocho años, que los ocho son los nuevos doce. ¿Es cierto?

-La pubertad física se ha ido adelantando pero no hasta ese punto, rara vez una niña de 12 empieza su desarrollo puberal y menos todavía los varones. Encuentro niños que se creen adolescentes y en realidad son niños a quienes les han faltado límites, no tienen clara la autoridad de los adultos y se portan como si fueran más chiquitos con berrinches, malos modos y peores respuestas, no como adolescentes, aunque sus padres prefieran creer que es una adolescencia adelantada.

-Entre tanto cambio de paradigmas, ¿estamos un poco desorientados los padres de las nuevas generaciones?

-Puede ser que estemos desorientados, es cuestión de investigar un poco y tomar una postura personal. Pero además creo que no hemos tomado conciencia de que la sociedad como tal ha dejado de educar a nuestros hijos, cosas que sí ocurría en las generaciones anteriores en la que muchos adultos eran referentes, ponían límites, educaban. Abuelos y otros familiares, personal docente y no docente de los colegios, los vecinos. Todos cumplían un rol social en la formación de los niños. Hoy hasta nos enojamos con las maestras cuando se atreven a hacerlo, sin darnos cuenta de que nos quedamos muy solos con una tarea compleja.

Fuente de la Entrevista:

http://www.lanacion.com.ar/1857344-maritchu-seitun-no-poner-limites-a-los-ninos-los-debilita-en-vez-de-fortalecerlos

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Entrevista: “La educación emocional es el corazón del desarrollo de la personalidad durante la adolescencia”.

Europa/España/25.04.2017/Autor y Fuente: http://www.webconsultas.com/

La adolescencia es la etapa más temida por muchos padres; y no es para menos, dados los estereotipos catastrofistas, los lugares comunes, y la falta de información que rodean a la misma. Como respuesta a esta preocupación de los padres, el doctor José Luis Carrasco, catedrático de psiquiatría y director de la Unidad de Personalidad y Comportamiento del Hospital Ruber Juan Bravo-Grupo Quirón Salud, ha creado, en colaboración con la doctora Marina Díaz Marsa, especialista en trastornos de la alimentación, y la psicóloga Nerea Palomares, la primera ‘Guía para padres de adolescentes malhumorados’. En ella se ofrecen herramientas para descartar posibles problemas futuros de construcción de personalidad de los menores, así como orientación y pautas para que los padres puedan afrontar esta etapa de la vida de sus hijos con mayor tranquilidad. Porque, al final, los hijos necesitan eso, padres que estén presentes y, sobre todo, tranquilos.

Has lanzado en colaboración con la doctora Marina Díaz Marsa, especialista en trastornos de la alimentación, y la psicóloga Nerea Palomares la primera ‘Guía para padres de adolescentes malhumorados’. ¿Qué vamos a encontrar en ella?

A través de la ‘Guía para padres de adolescentes malhumorados’ se ofrece orientación y pautas para que los padres puedan afrontar esta etapa de la vida de sus hijos con mayor tranquilidad. También da pistas sobre los casos en los que sí es necesario consultar con un especialista, ya que estamos acostumbrados a tachar todos los comportamientos como parte del crecimiento y del desarrollo personal de los adolescentes, sin ni siquiera entenderlos. No todos los menores tienen problemas, pero sí hay excepciones, y hay que estar alerta ante esas excepciones.

¿Por qué surge la necesidad de crear una guía así?

Por demanda de los mismos padres. Por lo general, se encuentran desorientados, desinformados y, muchas veces, hasta se sienten culpables pensando que están haciendo algo mal. Es importante transmitirles que muchas circunstancias psicológicas que encuentran en sus hijos y que les desconciertan son naturales, y no deben ser la razón para responder de forma excesivamente preocupada ni con dramas.

¿Dónde podemos encontrar la guía?

La guía está disponible de manera totalmente gratuita tanto en el Complejo Hospitalario Ruber Juan Bravo de Madrid, como para su descarga online.

 

La ‘terrible’ adolescencia

La adolescencia es una etapa en la que se producen cambios físicos, hormonales y emocionales. A parte de los cambios de humor de los que habláis en la guía, ¿qué otras características marcan la adolescencia a nivel conductual?

Es muy frecuente la tendencia a estar aletargados y aislados cuando están en casa; una especie de pereza que suele desesperar a los padres. También suelen estar más descorteses y desorientados cuando les hablamos. Es muy normal durante esta etapa que adopten un aire de suficiencia, y que discutan prácticamente por todo lo que se les propone.

 “La adolescencia no es nada terrible, es un fenómeno natural; sólo debemos aceptar que es así, y no como nosotros desearíamos que fuera”

Desde tu experiencia, ¿tenemos los padres, en general, miedo a la adolescencia?

Más que a la adolescencia en sí misma, sobre todo se tiene miedo a esta etapa por los peligros que acechan en la calle, principalmente por las drogas, las peleas, y las conductas sexuales. También hay un cierto miedo a sentir que se hacen personas mayores, que han crecido.

¿Es tan terrible la adolescencia como nos la pintan, o quizás hay demasiados estereotipos catastrofistas?

No es nada terrible, es un fenómeno natural. Tan sólo debemos aceptar que es así, y no como nosotros desearíamos que fuera. La rigidez y la falta de aceptación de los cambios y de la inestabilidad que conllevan, sí puede hacerla terrible y complicarla más de lo natural.

¿Qué signos pueden alertarnos de que algo no va bien en el desarrollo natural de este etapa y de que sí puede haber algún problema?

Cuando aparecen conductas agresivas abiertas y graves, en forma de insultos, o en forma de agresiones a objetos, y de manera repetida. Entonces, es el momento de plantearse la consulta al especialista. Más aún si este tipo de comportamiento se asocia a fracaso escolar o alejamiento de los amigos habituales.

“Es muy normal durante esta etapa que los adolescentes adopten un aire de suficiencia y que discutan prácticamente por todo lo que se les propone”

¿Ayuda una buena base de educación emocional, de la que tanto estamos escuchando hablar en los últimos años, en esta etapa?

La educación emocional previa no solo ayuda, sino que es el corazón del desarrollo de la personalidad durante la adolescencia. Los valores y los sentimientos aportados en las etapas previas estarán debajo de la tormenta conductual de la adolescencia, y mantendrán la personalidad a flote hasta que pase.

Y durante la adolescencia, ¿hasta qué punto cumple un papel destacado mantener esa educación emocional?

En la adolescencia ya están incorporados los aspectos más profundos de la educación emocional, que ocurrieron en las etapas previas, pero hay que seguir manteniendo los afectos. Es muy importante mantenerse firme en los afectos y en los valores, impidiendo que se derrumben los límites, aunque siempre con una buena dosis de cariño, flexibilidad y paciencia.

Cuestión de carácter

¿Influye el ejemplo de los padres, y lo que transmiten, en el carácter de los hijos?

Es lo que más influye. El aprendizaje por observación y por identificación es la base de la personalidad, y sólo se produce si existe un apego afectivo y auténtico durante la infancia. Los consejos y sermones solo valen si son coherentes con lo observado; si no lo son, pueden incluso resultar inconvenientes.

“Los consejos y sermones solo valen si son coherentes con lo observado; si no lo son, pueden incluso resultar inconvenientes”

¿Y el temperamento?

El temperamento se trae puesto desde la lactancia. Y no existen temperamentos malos; cada uno tiene su lugar en el mundo. Se trata durante el desarrollo de que el niño crezca conforme a su temperamento, bien sea impulsivo, rápido, extrovertido, introvertido, hedonista, reflexivo, etcétera. Pero para todos ellos es importante el cariño, el apego, la comunicación, la seguridad, y el aprendizaje de valores y de límites.

¿Qué papel tiene la familia en el desarrollo de la personalidad del adolescente?

Antes de la adolescencia lo tuvo casi todo. Durante la adolescencia tiene el único papel, y no es poco, de mantenerse firme y de forma amorosa en medio de la tormenta. Y vigilar discretamente que no se introduzcan otros elementos que pueden ser importantes y negativos, como las drogas, las malas compañías, o la cultura del todo vale.

¿Qué consejos o recomendaciones le podría dar a unos padres que estén a punto de entrar en esta etapa con sus hijos?

Todo lo dicho anteriormente lo resume. Apoyarles, no mostrar superioridad, no insistir en sus dificultades, aguantar, ofrecer confort y sosiego, pueden ser algunas medidas útiles.

Fuente: 

http://www.webconsultas.com/entrevistas/bebes-y-ninos/dr-jose-luis-carrasco-perera-psiquiatra-experto-en-conducta-adolescente

Imagen: https://triskelate.com/wp-content/uploads/2017/01/emocional.jpg

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Educar: Adolescencia y pubertad

Por: Pita Laddaga

Todos los padres quisiéramos que nuestros hijos crecieran sanos y felices

Deseamos  que nuestros hijos lleguen a ser adultos responsables, satisfechos, amorosos y felices; intentamos darle la mejor formación, pero a veces no sabemos como hacerlo.

Para educar tenemos que prepararnos, ampliar nuestros conocimientos, reflexionar sobre nuestros valores, pensar qué ejemplo les damos y encontrar la mejor manera de apoyar  el desarrollo de sus sentimientos, habilidades y virtudes.

Cuando contemplamos el panorama del desarrollo  del adolescente comprendemos mejor  el sentido de los retos y logros de esta etapa

La personalidad del adolescente es sumamente compleja e integra aspectos muy diferentes: físico, emocional, intelectual, social, creativo y espiritual. Los padres tenemos que atender cada uno de ellos y saber que se entrecruzan unos con otros, se influyen unos a otros y se desarrollan juntos.

Para tratar  los distintos elementos de la personalidad vamos a verlos en tres  apartados: Aprender a vivir juntos, aprender a conocer y a hacer, y aprender a ser.

En el desarrollo del  adolescente, los aprendizajes  incluidos constituyen una unidad indivisible, sin embargo, cada uno tiene sus particularidades y, para comprenderlos mejor, conviene tratarlos por separado.

Estos apuntes es una invitación a ampliar nuestros conocimientos y reflexionar sobre los distintos temas  para saber que esperar y qué hacer a medida  que maduran nuestros hijos. Si entendemos mejor y ponemos atención a sus avances, podremos restarle la ayuda necesaria en cada momento y prepararlos para que ellos sigan evolucionando y aprendiendo por su cuenta durante toda la vida.

Estos apuntes está dedicado a los padres de adolescentes en la etapa de la secundaria, es decir, a los padres de chicos y chicas  que tienen entre 12 y 15 años de edad

Las características  del proceso del desarrollo durante la adolescencia se describen de manera general, pero con la conciencia de que cada chico es diferente y único. La información que aquí se ofrece es una orientación para aprender a observar a nuestro hijo y comprender sus procesos  individuales de  crecimiento.

Los padres de adolescentes tenemos la oportunidad de encauzarlos  por medio del diálogo, del convencimiento, de la cooperación y del ejemplo. En esta edad aún podemos sembrar y reforzar intereses, actitudes y valores que los ayuden a convertirse en personas autónomas, responsables, solidarias y amorosas; en ciudadanos activos y capaces de convivir en un ambiente de respeto a la dignidad y a los derechos de los demás.

ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE LA FAMILIA

La familia es una influencia fundamental para el y la adolescente

Aún cuando otros adultos, y sobre todo los amigos, adquieren mayor  importancia en la vida de los adolescentes, la familia sigue siendo fuente de seguridad, confianza, afecto, guía ,estímulo y educación. La familia  lo hace sentir que pertenece a un grupo, que tiene un lugar propio y que es único.

La familia es un factor fundamental para su futuro. Nuestro hijo va a enfrentar la vida, en gran parte, con los recursos que obtenga de su vida familiar. Sus logros se apoyarán en la confianza y seguridad en sí mismo que le ayudemos a desarrollar, en los conocimientos y destrezas que adquiera con nuestro estímulo, en la autonomía y la habilidad de decidir y de ser responsable que sepamos alentar, en los valores que asimile, en el afecto que reciba y aprenda a dar, en su capacidad de relacionarse  con otros, de compartir y de ser solidario.

El trabajo principal de los padres en la educación de nuestros hijos e hijas adolescentes es el que hacemos sobre nosotros mismos

Lo que trasmitimos a nuestros hijos es lo que somos en verdad. En la adolescencia , los jóvenes cuestionan  las normas y valores familiares y observan atentamente la congruencia entre nuestros comportamientos y nuestras palabras. Ser modelo de nuestros hijos en esta etapa supone una gran responsabilidad y un esfuerzo constante, nos exige revisar las creencias y  costumbres que han pasado de generación en generación hasta llegar a nosotros, discutirlas con sentido crítico y arriesgarnos a buscar una mejor manera de vivir.  Así como las personas evolucionan, las familias también van cambiando. Tanto las personas como las familias necesitan detenerse en el camino de cuando en cuando para reflexionar sobre las nuevas circunstancias que se van presentando y modificar si es conveniente, su modo de actuar  y relacionarse. En cada etapa, nuestro hijo e hija requiere distintos cuidados, ayuda atención  y guía; en cada etapa, también nosotros vamos cambiando y hemos de satisfacer nuestras necesidades personales al mismo tiempo que fortalecemos los vínculos familiares y encontramos nuevas formas de apoyarnos unos a otros.

Fuente: http://vialibrechiapas.com/educar-adolescencia-pubertad/

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Las pandillas, adolescentes invisibles

Por José Reyez

Jóvenes pobres se agrupan para formar organizaciones de autodefensa en “territorios enemigos”, donde la única alternativa es romper la ley. Y la violencia es vista como el único recurso para enfrentar la violencia que ya padecen: explotación, abandono y cancelación de los derechos más elementales. La muerte se convierte en un negocio lucrativo

A diferencia de los jóvenes que formaron parte de los carteles del narcotráfico, el informe especial Adolescentes: vulnerabilidad y violencia –investigación del Centro de Investigación y Estudios en Antropología Social (CIESAS), publicada en colaboración con la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH)– destaca que el 27 por ciento de los adolescentes privados de su libertad que fueron entrevistados (122 de 452 casos) cometió delitos graves en asociación con integrantes de pandillas en el barrio o la colonia donde vivían, y donde el alcohol y las drogas invariablemente estaban presentes, tanto como el deseo de allegarse de recursos para poder seguir consumiendo.

Un muchacho de la Ciudad de México describe que sus amigos de la cuadra tenían dinero y quería saber cómo lo hacían. Persistió en su afán hasta que aprendió a robar autos. “Al principio, checaban cómo lo hacía yo y, aunque no lo había hecho, se me facilitó. Les quitaban los coches a personas con un arma. Todos hacíamos lo mismo, menos el que vendía los carros con sus conectes en los estados de la república. Diario robábamos varios carros… con un arma no es difícil, la gente sabe que es el carro o la vida”.

Las pandillas representan el esfuerzo espontáneo de niños y jóvenes por crear, donde no lo hay, un espacio en la sociedad, en el cual puedan ejercer los derechos que la familia, el Estado y la comunidad les han vulnerado. Sus espacios de encuentro son las calles, las cuales ocupan con un sentido de pertenencia e identidad territoriales, indica el informe elaborado por la doctora Elena Azaola y un grupo de especialistas del CIESAS.

“Participaba en una banda de robo de bancos; hicimos varios robos, pero sólo me comprobaron dos. Después de 1 año, me entregué porque la policía ministerial se llevó a mi familia y no la iban a soltar hasta que me entregara”, relata un adolescente de Baja California.

Así, uno tras otro, a lo largo y ancho del país, miles de jóvenes describen la cruenta realidad que les ha tocado vivir a su corta edad. Episodios de violencia sin fin en la que está inmerso el país entero y a la que se acogen los jóvenes como una forma de vida.

La mayoría de las pandillas se reúnen para hacer deportes, ir a fiestas, consumir alcohol, drogas y defender su territorio frente a otros grupos, en medio de riñas y disputas. Pero también se organizan para robar, asesinar, secuestrar, en acciones en las que apenas libran la muerte para contar sus historias.

“Hacíamos puros asaltos a casas habitación, a tiendas, éramos unos 15, entre mayores y menores de edad, que vivíamos en la misma zona. Vendíamos y consumíamos droga. Yo me pegué con esos chavos porque me sentía más aceptado por ellos que por mi papá, quien es policía y estuvo en la cárcel por golpear a mi mamá; por eso ni caso le hago”, cuenta un chico de Oaxaca.

A diferencia de lo que ocurre en los grupos de delincuencia organizada donde invariablemente los hechos de violencia involucran el uso de armas de fuego y de alto poder, en las pandillas, cuando surge la violencia, casi siempre utilizan armas blancas, piedras, palos o botellas. Aunque algunos adolescentes entrevistados refirieron el uso de armas de fuego.

Un chico de Jalisco, relata: “pertenecía a una pandilla, éramos como unos 100. Traíamos problemas con otra pandilla del mismo barrio. Nos enteramos que varios de la otra banda nos querían dar piso [matar], entre los que estaba yo. Nos adelantamos, encontramos a su líder afuera de su casa con su novia y le disparamos”.

También, el estudio refiere que no siempre el propósito de las pandillas es cometer delitos, en ocasiones éstos resultan de manera imprevista como resultado de diversas circunstancias, como las riñas en que participan, y más aún cuando media el consumo de alcohol u otras drogas.

Miembro de una pandilla de Tabasco integrada por 18 adolescentes, un joven describe el pasaje que cambió su vida. Un día acudió con su primo a una fiesta y al salir, drogados, detuvieron un taxi. En el camino, decidieron asaltarlo. “Lo maté con una navaja y lo dejamos tirado. Nos detuvo la policía por el reporte del robo del taxi y nos vincularon con el homicidio”.

Un caso similar es el de un adolescente de Baja California, quien relató haber pertenecido a una banda de 120 integrantes. “Nos drogábamos, peleábamos con otras pandillas y robábamos. Me detuvieron por matar a una persona a la que intentamos quitarle el vehículo, junto con mi primo y un amigo. La persona no quiso pararse y, por accidente, le disparé y lo maté al momento”.

La necesidad que tienen los adolescentes de pertenecer y asociarse, sobre todo cuando desertan de la escuela y tienen pocas expectativas de poder ingresar al mercado de trabajo formal, los lleva organizarse en las pandillas. Así, los grupos de pares que se reúnen en las esquinas de los barrios populares, brindan a estos jóvenes la oportunidad de pertenecer a una banda, clica, mara y tener una identidad generalmente asociada a un nombre.

Un adolecente de Zacatecas, narra: “éramos cinco amigos que empezamos a tomar y drogarnos desde los 12 años. Perdimos el interés en la escuela y nos salimos. En una ocasión, estábamos en la casa de un señor que nos regalaba mariguana. Comenzó a acusarnos que le robamos la droga. Sacó un cuchillo y quiso matarnos, pero entre todos le dimos”.

Para Héctor Castillo Berthier, doctor en sociología por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), las pandillas son sólo algunos de los nuevos símbolos de una vieja realidad:

“Organizaciones de autodefensa juveniles en ‘territorios enemigos’, donde ser joven pobre —y más aún si se es migrante— tiene un alto costo de discriminación; donde la única ‘salida’ a la marginalidad tiene que romper la ley; donde la violencia, propia del sistema capitalista, es enfrentada con más violencia; donde la vida no vale nada, o más bien, donde se da el encuentro de la funesta realidad de saber que la muerte comienza a ser un negocio lucrativo.”

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Castillo Berthier destaca que para los jóvenes pandilleros, su grupo —su “familia”— sigue siendo una parte medular de su existencia, en donde ser pandillero significa ser solidario, alimentar a otro pandillero o asesinar por tu pandilla. Es decir, que ser pandillero está considerado por muchos como una auténtica forma de vida.

Sin embargo, precisa que no es posible hablar de los jóvenes en términos maniqueos para decir que todos son buenos o malos. Es natural que en los grupos sociales haya una mezcla indeterminada de los dos tipos, subordinada a las condiciones de vida materiales y sociales.

No obstante, surge en la sociedad un sentimiento y una percepción de “lo que son los jóvenes”, del peligro que representan y que muchas veces lleva a la misma sociedad a actuar en forma violenta e irracional, amparada por la inexistencia de “justicia” o la presencia de un estado de derecho débil y sin bases sólidas.

Y es que los jóvenes, asienta, como cualquier otro ser humano, tienen necesidad de reconocimiento y, cuando no están a su alcance los medios para adquirirlo de manera legítima, en ocasiones se valen de medios ilegítimos para ser reconocidos, para sentir que se les toma en cuenta, que son “alguien” y que tienen un lugar en la sociedad.

Asimismo, explica que las pandillas producen códigos de identidad que se expresan en la creación de sus propias normas, ritos, criterios de ingreso, conducta y disciplina, y simbologías que los diferencian de otros grupos y del resto de la sociedad. “La pandilla brinda a sus integrantes una ‘comunidad emotiva’, una familia sustituta que satisface las necesidades afectivas del joven y le provee dignidad, además de un sentido y forma de vida”.

El informe del CIESAS refiere que el alcohol y las drogas invariablemente están presentes en los testimonios de los adolescentes que han formado parte de pandillas, entre los cuales se observó que el deseo de allegarse de recursos para poder seguir consumiendo drogas, fue lo que representó el inicio de estos adolescentes en actividades delictivas.

Un adolescente de Sonora, que pertenecía a una pandilla de 49 adolescentes, describió que se reunían “para drogarnos, beber y pelear con otras pandillas. Con el tiempo, tuvimos necesidad de más y más drogas, por eso comenzamos a robar casas. No teníamos jefes ni líder, todos éramos iguales, cuando había problemas, todos nos ayudábamos”.

Ernesto, de origen maya, interno en Yucatán, fue acusado de robo con violencia. Relata que formaba parte de una pandilla que jugaba, iban a fiestas, se drogaban y peleaban con otras bandas. Ya había sido detenido ocho veces por mariguano y vandalismo. Recuerda que la policía lo golpeó: “Te echan gas lacrimógeno, te dan toques, patadas, te roban tu dinero y tu celular”. Refiere que consumía alcohol, mariguana, crack, piedra, solventes y “unas pastillas Pokemón para no dormir, para estar más thriller, y Clonazepam para dormir, para olvidar las cosas…”

Mujeres adolescentes, mayor vulnerabilidad

La investigación de los especialistas del CIESAS indica que no se encontraron pandillas integradas por mujeres; sin embargo, advierten que detectaron la presencia de chicas que durante las entrevistas dijeron que pertenecían a la misma pandilla que sus novios en calidad de acompañantes o para apoyarlos eventualmente en sus actividades delictivas.

En el caso de una adolescente del Estado de México, cuyo novio se dedicaba a robar y a secuestrar como parte de la pandilla a la que pertenecía, la chica expresó que acompañaba a su pareja porque “estaba enamorada y quería estar siempre con él”. Confesó haber participado en muchos secuestros durante 7 meses. “Mi labor era enganchar e investigar a los secuestrados”. La entonces Subprocuraduría Especializada en Investigación de Delincuencia Organizada de la Procuraduría General de la República capturó a la joven junto con 15 miembros de la banda.

El informe señala que es más frecuente que las mujeres hubieran cometido delitos al tener que huir de sus casas por diferentes motivos y que cometan delitos impulsadas por el deseo de acompañar, apoyar, encubrir o complacer a sus parejas, actitud que es consistente con los patrones de conducta de género dominantes en la sociedad. No en pocas ocasiones las parejas se han apoyado en ellas para evadir la acción de la justicia o las han enganchado y seducido deliberadamente para obtener su complicidad.

Una vez que son detenidas y enviadas a los centros de internamiento, las mujeres también se encuentran siempre en situación de desventaja, ya que se las envía a la misma institución donde se encuentran los varones, pero se les coloca en una sección aparte con el fin de impedir que se relacionen con ellos. De este modo, con la intención de protegerlas, en realidad se les aísla y se les restan oportunidades al impedirles participar en las actividades que se imparten para los varones, ya sea de tipo educativo, deportivo o de capacitación laboral.

Las mujeres permanecen, así, la mayor parte del tiempo encerradas en su sección con muy pocas actividades, mientras que a los varones se les permite hacer uso de los salones, los talleres y los espacios abiertos. Otro motivo por el cual las mujeres se encuentran en desventaja, tiene que ver con los estereotipos de género que prevalecen en la sociedad y por los cuales se suele reprochar más a las mujeres cuando cometen delitos, que a los hombres.

El informe especial Adolescentes: vulnerabilidad y violencia, revela datos contundentes que constituyen una evidencia abrumadora acerca de las condiciones de mayor vulnerabilidad y desventajas que enfrentan las mujeres adolescentes y sus hijos en relación con las de los varones del mismo grupo de edad.

El estudio del CIESAS señala que los especialistas encabezados por la doctora Elena Azaola Aguirre encontraron que, de acuerdo con las Estadísticas de Población del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), durante los últimos 5 años la proporción de hogares encabezados por mujeres creció de 24.6 por ciento a 29 por ciento, lo que representa para 2015 un total de 9 millones 266 mil hogares encabezados por mujeres en el país.

“Esto significa un mayor número de mujeres que tiene que asumir mayores cargas y responsabilidades”, así como “un mayor número de adolescentes en desventaja al no contar con el apoyo de ambos padres. Esto último disminuye su potencial de desarrollo ya que, con frecuencia, las madres se ven obligadas a trabajar durante largas jornadas, con lo que también disminuye la calidad de vida de los integrantes de la familia.”

Por otro lado, si bien 15 por ciento de los adolescentes de 15 a 19 años en México no estudia ni trabaja, no obstante, este porcentaje es de 9 por ciento entre los hombres adolescentes mientras que para las mujeres es de 22 por ciento, lo cual representa un factor más de desventaja.

Otro grave problema que no impacta de la misma manera a hombres y mujeres, es el alto número de embarazos entre adolescentes, ya que de acuerdo con el Informe 2016 de Save the Children, en México hay casi medio millón de embarazos de adolescentes al año.

Jorge Freyre, director regional de esta organización, hace notar que muchos de estos casos se relacionan con la creciente violencia de género, ya que dentro de las familias se abusa de las niñas y adolescentes. También en ocasiones el embarazo se da por falta de opciones y de un proyecto de vida entre las adolescentes, más allá de los estereotipos culturales que, agrega el estudio del CIESAS, les dejan la maternidad casi como única opción.

La prevalencia de uso de métodos anticonceptivos en adolescentes de 15 a 19 años sexualmente activas, es de apenas 59 por ciento, resaltando los niveles más bajos en los estados de la república que cuentan con mayor proporción de pobres.

La falta de acceso a información, a servicios de salud sexual y reproductiva de calidad y a oportunidades de desarrollo que respondan a los cambios biológicos, cognitivos y socio emocionales que se presentan en esta etapa de la vida, es otro reto importante que afecta más a las mujeres que a los hombres adolescentes.

De igual modo, la incidencia de infecciones de transmisión sexual entre adolescentes de 10 a 19 años, es 13 veces mayor en las mujeres que en los hombres, con una tasa de 115 en comparación con 9 por 100 mil, respectivamente.

Especialmente preocupante es el hecho de que, uno de cada cinco nacimientos en México, es de una mujer adolescente menor de 20 años de edad. Asimismo, que entre 2006 y 2012 el número de nacimientos en mujeres adolescentes se incrementó 15 por ciento y que, entre 2006 y 2014, se han registrado casi 100 mil nacimientos de mujeres menores de 15 años.

Asimismo, el informe de Save the Children, señala que el 12 por ciento de las mujeres que abandonaron la educación media superior reportaron que el embarazo fue la principal causa de su deserción. En contraste, sólo 2 por ciento de los hombres reportaron haber embarazado a su novia como la principal causa de su deserción escolar.

Se encuentran en mayor desventaja las mujeres adolescentes de estratos socioeconómicos más bajos, ya que 60 por ciento de las adolescentes sexualmente activas de estos estratos, se embarazaron, en contraste con 20 por ciento de las que pertenecían a un estrato socioeconómico alto. A su vez, una adolescente que vive en condiciones de pobreza y tiene un hijo a temprana edad, tiene mayor probabilidad de reproducir el ciclo de la pobreza, pues esta situación la coloca ante un conjunto de vulnerabilidades que disminuyen sus oportunidades de desarrollo y las de sus hijos.

Los resultados de la Encuesta Nacional de Dinámica Demográfica (Enaid) de 2014, muestran que las tasas de embarazo adolescente se incrementaron durante el periodo de 2009 a 2013. Mientras que en el primer año referido ocurrían 71 nacimientos por cada mil adolescentes de 15 a 19 años, en el segundo la tasa se incrementó a 77 por cada mil.

Si a estos nacimientos se agregan los que ocurren entre mujeres menores de 15 años, tenemos que, durante el periodo de 2004 a 2013 hubo un total de 4.5 millones de nacimientos de madres menores de 19 años. Esto implica un promedio diario de 1 mil 232 nacimientos o 51 nacimientos cada hora por parte de niñas y adolescentes madres que son menores de 19 años.

La misma encuesta destaca una correlación que ya otros estudios a nivel internacional, como los del Banco Mundial, han señalado de manera repetida: que existe una tasa más elevada de fecundidad entre las mujeres que cuentan con más baja escolaridad. La Enaid de 2014 mostró que, en México, las mujeres que cuentan con escolaridad media y superior, tienen 1.79 hijos en promedio, mientras que las que carecen de escolaridad, tienen 3.3 hijos en promedio.

José Reyez

Fuente: http://www.voltairenet.org/article195563.html

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Luchar contra el acoso escolar desde los cero años

Por Saray Marqués

Escena en los lavabos a la hora del recreo: Un grupo de niños de seis años evita la agresión a una compañera por otros dos niños, también de seis años, que intentan tocarle el pubis. Intervienen, les detienen y le cuentan a una maestra lo ocurrido. Tras este episodio, el grupo clase decide hablarlo y pensar qué se ha de hacer en una situación así. “Es un relato que transforma lo que ocurre en el día a día de cualquier escuela, donde este tipo de casos se dan pero los alumnos no los identifican ni tienen la sensibilidad para actuar o acudir a un adulto, ni se plantea en asamblea que es condenable y no se puede repetir”, plantea Patricia Melgar, investigadora del CREA y profesora del departamento de Pedagogía en la Universitat de Girona.

Contra la ley del silencio

Junto con otros expertos en socialización preventiva de la violencia de género, Melgar plantea la necesidad de romper la ley del silencio desde bien pequeños –early prevention o violencia 0 desde los 0 años- algo que la investigación internacional lleva años evidenciando, pero cuya traslación a las aulas es relativamente reciente. La mayor parte de las experiencias datan de hace cinco o seis años y se dan, sobre todo, en comunidades de aprendizaje, dentro de un modelo dialógico de convivencia.

La fórmula ha calado principalmente en la Comunidad Valenciana, el País Vasco y Cataluña, aunque hay centros de toda España que han vencido dos barreras mentales bastante extendidas. La primera, pensar que el foco, en prevención de violencia, ha de ponerse en el trabajo con adolescentes: “Recursos como la mediación entre iguales iban enfocados casi siempre a los institutos y nosotros en las actividades, en los talleres de los últimos 10 años, cada vez nos encontrábamos más escuelas de primaria que nos preguntaban: ‘¿Y nosotros qué podemos hacer?’”, recuerda Melgar. La segunda, considerar que otros aspectos de todo lo que conlleva convertirse en comunidad de aprendizaje son prioritarios: “Era algo que abordábamos en cualquier formación, pero las escuelas se quedaban más en los grupos interactivos… o pensaban: ‘Cuando mejoremos todo lo otro ya nos ponemos las pilas con esto’. En los últimos cinco años se ha comprendido que es imposible que un centro mejore sus resultados si no hay un buen clima, aparte de que influye en su día a día, que la buena convivencia es necesaria para que el aprendizaje se dé. La violencia, el acoso… han dejado de estar en un segundo plano, asegura Melgar, y se han comenzado a trabajar en paralelo”.

Melgar forma parte del equipo de investigación de Idealove&nam, una guía sobre amor ideal y nuevas masculinidades publicada en colaboración con el Ministerio de Educación el curso pasado. Como el resto del equipo, entre ellos la profesora del departamento de Sociología de la Universidad de Barcelona Lidia Puigvert, comparte que en cerca del 92% de los casos de violencia el origen procede de una situación de violencia sexual. “No se descarta que existan otros tipos de violencia, pero muchas veces, como en el caso del niño gordito del que los demás se ríen en el recreo, es algo que está latente, si gustas más o menos por tu aspecto…”, señala Puigvert.

Partiendo de esta base, ¿cómo llevan los centros en sintonía con las comunidades de aprendizaje la teoría a la práctica? ¿Cómo se logra la transformación desde Infantil? Txaro Cenizo, del IPI Sansomendi de Vitoria-Gasteiz, nos explica algunas de sus armas. Entre otras, su club de los valientes, que funciona desde dos años hasta 6º de Primaria, y para el que se basaron en la obra homónima de Begoña Ibarrola (SM).

“No te permitimos que hagas eso”

Al comenzar las clases, a las 9.00 de la mañana, todos los alumnos y alumnas son valientes y así figuran en el corcho del aula, bien con su foto (en 5º y 6º), bien con un superhéroe o superheroína que los representa (hasta 4º). Pero si alguno o alguna protagoniza alguna agresión, física o verbal, abandona ese club de los valientes y durante ese día es cobarde. Los demás le hacen la cortina mágica, no le hacen caso -la estrategia pasa por arropar a la víctima y restar protagonismo a quien insulta o humilla- hasta el día siguiente, cuando todos vuelven al club de los valientes.

Esta táctica se completa con el escudo de amigos, por el que aquellos compañeros que han sido testigos de una acción inadecuada acompañan a quien la ha sufrido y, en vez de mirar para otro lado, participan activamente en la resolución del conflicto: “No te permitimos…”, le espetan al agresor (por ejemplo, que pegues a un pequeño). Con este respaldo es más fácil para un niño de 2º llamar a la puerta de 5º y contar, acompañado de otros dos compañeros, lo que acaba de pasar en el recreo.

El adulto actúa como mediador, pero los niños resuelven. “Y se trabaja en el mismo momento en que se constata una agresión física o verbal, por pequeña que sea. Entonces se interrumpe lo que se está haciendo y se hace ver al alumno que su comportamiento no es adecuado. No se espera a actuar en caso de acoso, que implica una situación muy instaurada y muy grave, con una historia detrás”, señala Txaro, que asegura que les está funcionando mejor que los métodos tradicionales: echar al alumno que se porta mal, abroncarle, castigarle… “lo que, al final, le otorga un protagonismo brutal”.

La eficacia se ve en el valor que le da un niño al hecho de volver al club de los valientes al día siguiente, tras haberlo abandonado: “Te dicen: ‘Profe, yo ya soy hoy valiente’. Para ellos es importante”. En los registros de centro se percibe una disminución de los conflictos de mayor o menor grado ya sea en las aulas, los pasillos, el comedor, el recreo… “de en torno a un 80%”, según Txaro, pero, para Patricia Melgar, tan importantes son los cambios cualitativos como los cuantitativos, “como ese niño de 9 años que trataba muy mal a sus compañeros y compañeras y que, desde que en su escuela comenzaron a trabajar en esta línea, percibió que si seguía así nadie tendría ganas de estar con él, y que reflexionaba: ‘Durante tres meses lo he pasado muy mal, porque no me gusta estar solo, pero ahora lo agradezco. Me he dado cuenta de que si me porto bien con la gente, la gente está bien conmigo, en el cole y fuera de él, e incluso me vienen a buscar para bajar a la plaza a jugar…’”.

Según Puigvert, en el mismo año se ven los cambios, y se percibe cómo los niños y las niñas con actitudes agresivas dejan de tenerlas, los partes enviados a las familias se reducen… “Aunque, en un principio, y esto resulta paradójico, algunas escuelas se preocupan: ‘Algo debemos de estar haciendo mal, porque se multiplican los conflictos’”, señala Melgar, “Les hacemos ver que no, que han abierto la mirada y son capaces de identificar situaciones de violencia hasta entonces invisibilizadas, el primer salto en positivo”.

Colegio Paideuterion / CC Flickr
Colegio Paideuterion / CC Flickr

En la adolescencia

Lo interesante es que esta línea prosiga en la adolescencia, con socialización preventiva de la violencia de género, como hacen en el Sansomendi pero también en el Paideuterion, de Cáceres, en el Sagrada Familia, Santo Apóstol o Lluís Vives de Valencia, en el Montserrat en Cataluña… donde los niños, a estas edades, empiezan a cuestionar si el líder ha de ser siempre el macarra o el machito de la clase. Si es normal que no pase nada porque llegue “dando patadas a las mochilas del resto” si tiene un mal día, o que tenga atemorizado a un sector de la clase sin que nadie intervenga.

En escuelas que trabajan en esta línea se empodera a aquel alumnado más vulnerable, acabando con su sensación de que no importan a nadie, no se nota ni siquiera si están o no, mostrándole que si tienen un problema todos van a ayudarle a resolverlo.

Es una actuación educativa de éxito y cuenta con el respaldo del Ministerio de Educación, que se centró en ella en el último curso de verano del INTEF con la UIMP, en 2016, como “medida y actuación para el cuidado y la mejora de la convivencia escolar”. Pero no es una varita mágica, avisa Txaro. Trasplantar una sola herramienta a otro centro no suele funcionar. Es necesaria una visión más global, formación de todos los profesionales que trabajan en el centro (profesores, auxiliares, monitores, educadores), de la familia, la comunidad… y ser coherentes. Ante un insulto en el patio se acabó el: “Bah, chica, que te pida perdón y tú, no le hagas caso”.

Teresa Vázquez Cala, profesora de ESO y coordinadora de comunidades de aprendizaje en el colegio Paideuterion, de Cáceres, explica cómo esto se logra implicando a todos, desde el abordaje de la lucha contra el acoso, con tertulias en torno a lecturas como El normal caos del amor o El amor en la sociedad del riesgo, a la elaboración de unas normas consensuadas por los niños, los profesores, la comisión de coordinación pedagógica y la de convivencia, o las propuestas, que no cesan de bullir (“¿Y si hacemos una encuesta para ver por qué solemos pelearnos”). Precisamente por esto, para ella, la perspectiva dialógica supera otras fórmulas, como la mediación escolar. Es un paso más allá también de una figura en el centro encargada de los temas de convivencia, algo que está bien pero no es suficiente.

No solo CdA

Fuera del mundo de las comunidades de aprendizaje también se perciben otras alternativas, desde el enfoque del Aprendizaje-Servicio, por ejemplo, y que proponen figuras como los alumnos ayudantes (o equipos de ayuda) o los cibermentores, siempre en la línea de crear redes de iguales y de la autorregulación.

En este sentido trabaja también la orientadora del IES de La Sènia de Paiporta Pilar Pérez Esteve desde hace cinco cursos, con sus pigmaliones, alumnos que ayudan a otros en la transición al instituto, o sus redes secretas de apoyo. Comenzó con otro compañero y media docena de parejas y hoy son 82 parejas tutor-tutorizado (la mitad de los alumnos) y 19 compañeros de todos los departamentos, aunque el 100% está implicado: “Un profesor maravilloso no cambia nada, es necesario sumar a mucha gente, lograr proyectos corales, no solo de aulas para dentro, y con Pigmalión lo hemos logrado porque no cambia la estructura organizativa -sobre todo se trabaja en los recreos- y genera mucho bienestar. También porque es voluntario, frente a programas similares como el PEI catalán”.

La matrícula, como en otros centros que han introducido iniciativas de éxito, ha crecido notablemente y cada vez son más los que se plantean replicar su modelo, muchos de ellos, participantes en el curso de verano sobre coaching educativo en el que Pérez Esteve colabora, junto a Andrea Giráldez.
El premio no es menor. La orientadora relata una escena reciente: “Sin mediar palabra, una niña me mira y me da un abrazo: ‘No sé qué pasa, pero ya nadie se mete conmigo, ya estoy feliz’. Cree que tengo algo que ver pero no está segura. En realidad, nadie lo sabe. En torno a ella un grupo de cuatro o cinco compañeros han decidido crear una red secreta de apoyo: Han acudido a mi departamento y me han dicho que creen que esta niña lo está pasando mal, y plantean qué pueden hacer para que se sienta bien, planteando unos objetivos semanales: una compañera la ha apoyado en un grupo de Whatsapp; otra, la ha llamado para hacer los deberes juntas; otra, la ha integrado en su equipo… así, hasta que la red ha cumplido su misión, y se disuelve”.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2017/01/19/luchar-contra-el-acoso-escolar-desde-los-cero-anos/

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Esta es la nueva escuela

Por: Rolando Leyva Caballero

El título de la saga animada autóctona más divertida e iconoclasta de las que en Cuba circulan de manera alternativa hace algunos años, deja aparentemente claro de qué va todo. En Danny y el club de los berracos, el protagonista y su círculo íntimo de amigos adolescentes, son seres (como el macho del cerdo) sexualmente activos, efervescentes, incendiarios, obcecados por el tema erótico y la sexualidad turgente que apenas reprimen.

Pero no es el sexo el tema de esta serie. A la altura de su quinto capítulo, ya disponible en el Paquete Semanal (ni pensar que transmitido en la televisión estatal, demasiado pacata para tanto atrevimiento) la obra de Víctor Alfonso Cedeño (Vito) toma altura y comienza a navegar en las movidas aguas de la valoración social.

Si no ha visto el capítulo aún (no se moleste en buscarlo, está al final de esta entrada) esta es una Spoiler Alert: aquí se lo contaré casi todo. Si ya lo vio, comparta conmigo sus propias claves e interpretaciones.

Una escuela de adolescentes en plena pubertad es el escenario de la trama, y una conversación en los baños lo desencadena todo.

El perfil carismático por excelencia es Calixto, el más listo de todos, incrédulo y emprendedor, con mucho talento para todo lo que implique ir contra la corriente, quien esta vez se postula para presidente de la Federación de Estudiantes de la Enseñanza Media (FEEM).

El Chino, por su parte, representa a un mulato libidinoso y metrosexual, que se afeita las axilas. Mauricio, en cambio, es la representación animada de la militancia política, la puesta en escena de agendas, bolígrafos y órdenes del día, movilizado por el espíritu revolucionario del cambio desde el respeto absoluto a una ética e ideología incompatibles con la corrupción pero colindantes con la demagogia. Y por supuesto, Danny, el personaje contemplativo, dubitante, es quien sirve de amalgama existencial y balance a su grupo de amigos endocrinos.

Hay un realismo casi naturalista en los detalles de esta producción sin vocación pedagógica: ahí está la posición escatológica pero precavida de agacharse al momento de defecar en un sanitario inmundo, la dependencia incipiente hacia el móvil y los videojuegos, la prédica gastada de los cuadros de las organizaciones políticas y estudiantiles, los cables pelados que sirven de interruptores eléctricos improvisados.

Como toda obra dramática aparecen también personajes antagónicos, acaso negativos. Cumplen la función de entorpecer el transcurrir de las peripecias de la obra, rocambolesca, pero no por ello son inverosímiles.

Silvio y Mirelis, los dirigentes estudiantiles, militantes ortodoxos y oportunistas, esperan su momento para dar el zarpazo y desplazar a Mauricio de la presidencia de la organización. Se resisten taimados al cambio de estructuras, funcionamiento y mentalidades. Intentan preservar intactos determinados modos de hacer política, porque les conviene defender el statu quo sin objeciones ni iniciativas propias. Los dos desplazados por la iniciativa de Calixto llegan a practicar el colaboracionismo y la delación ante las autoridades policiales, a cambio de poder dar curso a la revancha. Toda una alegoría.

Silvio y Mirelis, los dos líderes estudiantiles opuestos a los cambios de Calixto.

Pero más importante que los personajes son los cuestionamientos de este cortometraje que enjuicia no tanto al sistema educativo, sino a la sociedad cubana actual en su conjunto.

La crítica a muchos problemas y situaciones reales subyacen bajo el entramado argumental de una historia simpática, que no se arruga y cuida el ritmo narrativo. El corto habla sobre todo de la necesidad de un liderazgo de nuevo pulso, a todos los niveles, donde la capacidad de reacción, el pragmatismo económico, la conciliación, el diálogo real, la convivencia armoniosa y el respeto a la diversidad, le corten el paso al inmovilismo ideológico y político, del signo que sea.

En las ideas de Calixto hay una necesidad de apelar en la estimulación a recompensas materiales, palpables, para que sirvan de incentivo a los individuos, más allá de la tradicional “emulación socialista”, que prioriza los homenajes y reconocimientos simbólicos pero que descuida cubrir las ambiciones, expectativas, intereses, objetivos y urgencias del día a día.

Por eso se puede tornar polémico para algunos este capítulo: en la ficción de Vito se juega con nuevo modelos y modos de gestión económica privada, llevadas al ámbito de las políticas públicas, quizás uno de los cuestionamientos que usarán en su contra los detractores de la serie.

Más “competitivas”, las alternativas que propone implementar el personaje de Calixto para tener lista la escuela ante la inspección de la ministra pasan por hacer partícipes del proceso de cambio a los agentes sociales más activos: los emprendedores, un planteamiento herético que expone las dudas y resquemores sistémicos ante su emergencia e impacto económico, a corto y mediano plazo.

Dany 5. Calixto presidente[18-21-39]

Pero no es una loa al individualismo el capítulo. Solo con la acción del colectivo se podrán asfaltar las cubiertas, higienizar las áreas verdes, limpiar el piso, desempolvar la iconografía revolucionaria que aparece adosada a la pared. También se precisa un cambio de perspectivas, para que el proceso inversionista contemple la posibilidad de pintar murales concebidos en una estética atractiva, urbana, que no recicle esperpentos épicos mal representados.

Luego de seguir las peripecias de la trama, me quedo con la impresión de que Vito ha recompuesto a discreción el mito del hombre nuevo, uno sin aires de superioridad ni trascendencia monolítica, menos almidonado ahora, más astuto, asertivo, eficaz, inteligente, práctico, respetuoso, tolerante. Humano.

Para el autor, joven multipremiado y animador por su cuenta, el desafío consistirá en continuar la serie de una manera alternativa, autónoma en lo económico, independiente desde una posición ética e ideológica, sin concesiones a ningún productor institucional que quiera diluir el carácter crítico de una saga que precisa, cuando menos, algo de financiamiento, dinero, aunque sea para pagarles a los amigos que pusieron las voces a los personajes y arriesgaron el cuello bajo el cuchillo del porquerizo primerizo.

Por lo pronto, el Dany 5 recibió en la 15 Muestra Joven ICAIC un premio colateral de la Fundación Ludwig: una Beca de Creación a favor de La Casita del Lobo, la productora que él ha lanzado. Quizás ayude al parto de un Dany 6.

Fuente: http://oncubamagazine.com/cultura/esta-es-la-nueva-escuela/

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Panamá, la provincia con más niñas-mamás

Panamá/28 de Enero de 2017/La Estrella de Panamá

El índice de embarazos entre adolescentes sigue una tendencia al alza, con Panamá, Chiriquí y la comarca Ngäbe como áreas con más casos.

El último Informe del Minsa, el cual reporta como adolescentes a jóvenes de entre 10 a 19 años revela que el año 2016 cerró con 11,298 embarazos en este grupo etario.

Las cifras evidencian un aumento de 322 casos en el año 2016 con respecto al año anterior.

El 2015 a nivel nacional cerró con 10,976 adolescentes embarazadas (Ver infografía).

Esto sin contar las menores que realizan sus controles en la Caja del Seguro Social (CSS), hospitales privados y las que simplemente no llevan sus controles en ningún centro de médico.

Según el MINSA más de 50% de los embarazos en adolescentes están entre menores de 15 a 16 años.

Para el médico familiar y subdirector de Promoción de la Salud del Minsa, Jorge Rodríguez Sotomayor, lamentablemente detrás de más del 60% de las adolescentes embarazadas hay un mayor de edad y en muchas ocasiones estas personas no se hacen responsables de la joven embarazada y menos de la nueva vida.

‘Lo ideal es que los jóvenes se abstengan del sexo y de iniciar a temprana edad una vida activa sexualmente, lo mejor es que se protejan con el preservativo, dijo el médico.

Rodríguez recordó que ‘el uso del preservativo, no solo te cuida quedar embarazada, sino también te protege de contagiarse con infecciones de transmisión sexual’.

De acuerdo con el especialista, el nivel de educación también influye en estos casos, ya que si la persona es joven y tiene un nivel educativo bajo son más vulnerables y manipulables y a la larga pueden que otras personas se aprovechen.

Otro de los factores que incide en el problema, según Rodríguez, es la división familiar y las creencias religiosas o culturas, tal es el caso de las áreas comarcales en que por su cultura se resisten a utilizar métodos anticonceptivos.

En muchas de las áreas comarcales la familia es un factor de productividad. Según Rodríguez, entre mayor es la familia hay más aporte económico en el hogar y ven a los hijos de mano de obra ya que trabajan en cafetales junto a ellos.

Según datos del Minsa, el 56% de personas infectadas con VIH en todo el país están entre edades de 10 a 39 años.

Mientras que las estadísticas de Fundación Pro Bienestar y Dignidad de las Personas Afectadas por el VIH-SIDA (PROBIDSIDA), indican que el 50% de las embarazadas en edades entre 15 a 24 años están infectadas con el VIH.

El subdirector de Promoción de la Salud del Minsa dice que no es necesario que en Panamá exista una ley de educación sexual, ya que este tema debe de darse en los hogares y para eso ya el Ministerio de Salud junto con el Ministerio de Educación están dictando charlas a los adolescentes en los diferentes centros educativos respecto a este tema.

Fuente: http://laestrella.com.pa/panama/nacional/panama-provincia-ninas-mamas/23983041

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