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EE.UU.: Gran victoria en los tribunales a favor de los sindicatos

El Tribunal Supremo de EE. UU. ha fallado a favor de los sindicatos de empleados públicos y ha rechazado un ataque conservador basado en las cuotas que se cobran a los no miembros.

Victoria para los trabajadores de EE. UU.

«Hoy, el Tribunal Supremo de EE. UU. ha rechazado una artimaña política que pretendía silenciar la voz de los empleados públicos, tales como docentes, conductores de autobuses escolares, empleados de cafetería, docentes de educación superior y otros educadores», ha declarado Lily Eskelsen Garcia, presidenta de la National Education Association (NEA). «El tribunal ha adivinado la intención de los ataques políticos contra los derechos en el lugar de trabajo de los docentes, los educadores y otros empleados públicos». Esta decisión reconoce que silenciar la voz de los empleados públicos en el lugar de trabajo no es lo que nuestro país necesita», subrayó.

Randi Weingarten, presidente de la American Federation of Teachers, acogió positivamente la decisión del Tribunal Supremo y la describió como «un gran triunfo para todas las personas que creen en la promesa de América. Los sindicatos tienen el cometido de proporcionar una voz a los trabajadores y sus familias en relación con el trabajo y una oportunidad justa para salir adelante». Asimismo, calificó la decisión como un «golpe a los intereses particulares de la derecha, que está intentando amañar la economía y nuestra democracia a su propio favor».

La comisión de administración, el objetivo de los poderes antisindicales

Según la ley de California, los empleados públicos que optan por no afiliarse a un sindicato deben abonar una «cuota de servicio equitativa», conocida también como «comisión de administración», que suele ser equivalente a las cuotas que pagan los miembros de los sindicatos. Según indica la ley, estas cuotas se utilizan para pagar algunos de los gastos de la negociación colectiva, incluido el «gasto de las actividades de presión». Más de 20 estados tienen leyes similares.

Según el New York Times, «Los funcionarios que no pertenecen a ningún sindicato han obtenido restituciones durante mucho tiempo por las actividades políticas de los sindicatos, como los gastos de la organización de campañas. El caso Friedrichs contra la California Teachers Association, No. 14-915, que recibió el fallo del tribunal el pasado martes, planteaba la pregunta de si los trabajadores deben seguir pagando por las actividades sindicales, incluida la negociación de mejores salarios y prestaciones. Al parecer, la mayoría de las justicias se han inclinado por una respuesta negativa».

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Los docentes son la clave para una educación pública de calidad y el éxito de la Agenda de Educación de 2030

Fuente: Internacional de la Educación

La meta de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) relacionada con la docencia y la Educación 2030 debe alcanzarse. Esta fue una de las conclusiones fundamentales del 8.° Foro de Diálogo Internacional sobre Políticas Docentes celebrado en México del 14 al 17 de marzo.

 

La educación es el instrumento más fuerte para acabar con las desigualdades y estas representan un reto fundamental para la sociedad y los sistemas educativos, afirmó en el Foro Juan Díaz de la Torre, del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) y miembro del Comité Ejecutivo de la Internacional de la Educación (IE).

Desafíos

Además, advirtió del peligro de la tendencia hacia la privatización que afecta a la educación e insistió en la importancia de la participación de los sindicatos de docentes a la hora de definir y poner en práctica estándares y políticas educativas, «cuyos puntos de vista queden reflejados en el marco legal». De la Torre también pidió que se respeten los derechos humanos y sindicales de los docentes.

La desprofesionalización de los docentes, los salarios y las condiciones laborales son problemas cruciales que deben corregirse urgentemente, y los docentes han de ser valorados, resaltó. También pidió que se use la investigación para reforzar las políticas educativas. Afirmó que en México el SNTE ha creado un instituto nacional que cuenta con la participación de 400.000 docentes y que se centra en la investigación y las redes de docentes.

El líder del SNTE explicó a continuación que más del 10 por ciento de la población mexicana es indígena y cómo ayuda su sindicato a los docentes que trabajan en estas comunidades.

Al final de su intervención, destacó que «los sindicatos y las asociaciones de docentes no son un problema, sino la clave para encontrar una solución» y que «la educación debe implicarnos a todos».

Se necesita inversión

Teopista Birungi Mayanja, miembro de la Comisión Internacional sobre la Financiación de las Oportunidades para la Educación Mundial (Comisión de Educación) y antiguo miembro del Comité Ejecutivo de la IE, también pronunció unas palabras ante el Foro. Aseguró que la Comisión representa una «iniciativa global, independiente y destacada que implica a líderes mundiales, legisladores, educadores, investigadores y a toda la comunidad para que desarrollen una inversión renovada y convincente así como vías o planes de financiación para lograr oportunidades educativas equitativas para niños y jóvenes».

«La agenda de desarrollo posterior a 2015 supone una oportunidad para realizar una inversión renovada y aplicar un calendario de actuación educativa», señaló la representante de la Comisión. Por otra parte, recordó que, si no se toman medidas urgentes, las perspectivas de más de 124 millones de niños y jóvenes que siguen sin escolarizar y más de 250 millones de niños que no están aprendiendo las destrezas necesarias se reducirán de manera drástica.

Carencias destacadas

Birungi Mayanja criticó que:

·         La inversión educativa en los presupuestos gubernamentales se ha reducido en una serie de países a pesar de que las necesidades son cada vez mayores

·         La ayuda internacional hacia el ámbito educativo ha disminuido en casi un 10 por ciento mientras que el número de niños no escolarizados ha aumentado

·         Se espera una brecha en la financiación de la educación básica de más de 27.000 millones de dólares en 2020, y no existe plan alguno para remediarlo

·         Los fondos destinados a la educación se asignan de forma ineficaz en distintos países y las ayudas educativas no se distribuyen equilibradamente en todas las regiones

·         La mitad de los niños no escolarizados vive en entornos de conflicto o emergencia social

·         La educación recibe menos del dos por ciento de la financiación humanitaria

Informe

Según afirmó, el Informe de la Comisión se presentará ante los convocantes y el Secretario General de la ONU en la Asamblea General de Naciones Unidas de septiembre de 2016. Tanto el informe como las recomendaciones se comunicarán a los cabezas de estado y gobierno, ministros, líderes empresariales y posibles inversores de todo el mundo con la idea de alcanzar un compromiso sistemático tras su conocimiento.

La investigación de la Comisión tiene como fin sintetizar las lecciones aprendidas en torno a la creación de una fuerza docente efectiva y respaldada; reforzar los estándares docentes profesionales, la profesionalidad y la responsabilidad mutuas a través del apoyo a políticas docentes basadas en certezas; formar a los líderes de escuelas y sistemas educativos e investigar sobre cómo puede mejorar la tecnología el papel de los docentes.

Docencia y aprendizaje

Con respecto a la docencia y el aprendizaje, Dennis Sinyolo, Coordinador sénior de la IE, indicó a los asistentes que el objetivo del Marco de Acción de Educación 2030 consiste en transformar vidas a través de la educación. Se centró en los ODS y el Objetivo de una Educación de calidad (número 4), así como en las estrategias para la implementación de la educación y los objetivos de los docentes.

«Tenemos que aumentar la inversión en educación y llegar a un nivel superior», afirmó. Esto se puede conseguir si se refuerzan los estándares de la docencia profesional, la profesionalidad de los docentes y la responsabilidad mutua. También se puede lograr fomentando el profesionalismo docente con códigos éticos y responsabilidad mutua a través de evaluaciones entre compañeros. Además, destacó que el apoyo y la colaboración entre colegas docentes resultan más efectivos que la supervisión y las inspecciones externas.

Directrices globales

Afirmó, por otro lado, que la IE está desarrollando unas directrices globales sobre estándares de docencia profesional y estableciendo una red profesional mundial para reforzar el papel de los docentes. Por otra parte, a través del programa Docentes de calidad para todos, la IE y Oxfam Novib apoyan el desarrollo profesional de docentes de Mali, Uganda, Níger y Bangladés.

En cuanto a indicadores de los objetivos y metas de desarrollo, insistió en que los sindicatos educativos y los docentes deben participar en el desarrollo y la puesta en práctica de ODS e indicadores de docencia mundiales, regionales y nacionales. Sinyolo concretó que dichos indicadores han de ser tanto cuantitativos como cualitativos.

Conflicto y crisis

La IE también colaboró en la organización de la sesión temática previa al Foro sobre gestión de docentes en contextos de conflicto y crisis junto con la Oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados y Save the Children.

Los participantes de la sesión coincidieron en que el ODS número 4 supone un compromiso para garantizar una educación segura y de calidad para los niños en un contexto de crisis y conflicto. Además, afirmaron que sólo si nos ocupamos de las necesidades de los docentes en situaciones de crisis y emergencia estaremos luchando también en favor de los niños más vulnerables. Por otra parte, condenaron el hecho de que un 36 por ciento de los 21 millones de niños no escolarizados vivan en zonas del mundo afectadas por crisis o conflictos bélicos.

Contratar a docentes, conseguir que no abandonen y atraerlos a esta profesión son retos fundamentales. Además, el éxodo de docentes puede suponer un efecto devastador en la calidad educativa que reciben los niños más vulnerables. Los presentes reconocieron que la seguridad de los docentes no puede pasarse por alto y que los contextos que se han visto afectados por la crisis requieren el mejor desarrollo profesional docente posible.

La declaración del Foro de México: Docentes por la Educación 2030 puede consultarse aquí

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Primeras lecciones de la huelga de profesores de Río de Janeiro, Brasil

Fuente: La Izquierda Diario/ 10 de Abril de 2016

Los estatales anuncian medidas de lucha. Los profesores siguen en huelga desde hace 36 días. Los estudiantes ocupan escuelas en defensa de la educación. Avanzar en la unidad para enfrentar los ajustes.

Desde hace semanas Río de Janeiro es escenario de diversas huelgas y movilizaciones. Diferentes sectores de trabajadores estatales declararon que ya están o saldrán a la huelga en los próximos días. Los profesores del Estado están de paro desde hace 36 días y ya son 13 las escuelas ocupadas por los estudiantes en apoyo a su lucha y en defensa de la educación. Todo este potencial necesita unirse y coordinarse teniendo en vista la organización de acciones combativas para enfrentar los ajustes del gobernador Pezão (PMDB), que aplica la misma receta que el gobierno federal del PT. Es necesario avanzar en las medidas de lucha, paralizar la ciudad y superar el rutinarismo de las direcciones sindicales. Los trabajadores y la juventud no debemos pagar la crisis.

Estas luchas se dan en un contexto político y económico nacional convulsionado por los intentos de la derecha de imponer un golpe institucional, que se alterna entre los intentos de impeachment y el clamor de elecciones generales y por la continuidad de los ajustes contra los trabajadores y la juventud que aplican los gobiernos estaduales y a nivel nacional.

Durante la primera semana de abril, el gobierno del PT recortó nacionalmente más 4,2 billones de reales del área de Educación. En Río de Janeiro los trabajadores del sector público continúan sin cobrar sus salarios o cobrando en cuotas. Se conoció en estos días que entre los años 2008 y 2013 fueron favorecidas empresas de diversos sectores económicos, con exenciones impositivas, que totalizan nada menos que 138 billones de reales. Mientras tanto, los trabajadores, la juventud y el pueblo sufren las consecuencias de los ajustes.

El contexto político y económico en el cual se dan estos conflictos hace que las huelgas y luchas en Río de Janeiro asuman otro nivel de importancia nacional. Podrían transformarse en un ejemplo concreto de una salida independiente de los trabajadores y la juventud contra el impeachment, las maniobras de la derecha y los ajustes del gobierno del PMDB y el PT, a ser seguido en todo el país para avanzar en imponer el no pago de la deuda pública y mayor presupuesto para educación y salud; para enfrentar a la derecha desatando un movimiento que cuestione esta democracia para ricos que además de garantizar enormes privilegios a sus políticos, asesina a negros, pobres y trabajadores a diario en los barrios de la periferia y las favelas que abra el camino para imponer una Asamblea Libre y Soberana. Pero para eso habría que superar a las direcciones de estos procesos. Hay que romper con el rutinarismo del Sepe (Sindicato Estadual de los Profesionales de la Educación de RJ), del Movimiento Unificado de los Servidores Públicos Estaduales (MUSPE) y buscar una unidad combativa que pueda dar una perspectiva distinta a estas luchas. Estamos a tiempo.

Organizarnos desde las bases

Para avanzar en ese camino, es necesario revertir la lógica con la cual la dirección del Sepe toma las decisiones y los profesores se limitan a participar de los actos. Los profesores en huelga desde hace más de un mes vienen demostrando una gran disposición de lucha. Sin embargo, a pesar de construir la huelga todos los días, no cuentan con un organismo que realmente exprese las decisiones de la base y que organice las acciones para imponer las demandas. Siguen rehenes de la política de actos rutinarios y asambleas en las que los comandos de huelga no tienen ningún peso y todas las decisiones quedan en manos de la dirección del Sepe.

En las asambleas las intervenciones se realizan por sorteo, sin considerar si hay representantes de sectores movilizados, si se habla en nombre de un comando de huelga y con mandatos. Del mismo modo, los comandos de huelga tal como existen no están al servicio de masificar la lucha y expresar la autoorganización de las bases. Todos los representantes, incluidos los de la dirección del sindicato como cualquier otro miembro, deben ser controlados por la base, siendo electos en las escuelas y revocables en caso de no llevar adelante las resoluciones. Organizar los comandos de esta manera no es solo un cuestión de más democracia en la decisiones, lo que ya de por sí es fundamental, es una cuestión central para avanzar en la masividad de la lucha, pues cuanto más los comandos y las asambleas expresen lo que sucede en las escuelas, la adhesión a la huelga será más activa y participativa.

Además, en las asambleas generales las propuestas planteadas por los representantes de los comandos y las resoluciones de las asambleas deben ser debatidas y puestas a votación. No puede ser que en las asambleas generales los profesores se limiten a debatir la fecha de la próxima asamblea. No se discute quiénes participarán de las negociaciones y la pauta que se aceptará o no. No se discute seriamente cómo se encuentra la movilización en las diferentes regiones. No se debate seriamente cuáles acciones deben ser llevadas adelante para fortalecer la unidad con otros sectores en lucha, como los estudiantes que están ocupando las escuelas.

Superar el rutinarismo y organizar un plan de lucha combativo

En las últimas asambleas llevamos la propuesta de: “realizar cortes de ruta, que paralicen la ciudad, como hicieron los taxistas recientemente. Una acción de este tipo, construida en unidad con los estudiantes de las escuelas, universidades y otros sectores en lucha podría romper el cerco mediático actual que la red Globo y otros medios imponen a los conflictos en curso. Podría demostrar la fuerza que tienen los trabajadores y la juventud cuando se unifican. Y ser un ejemplo para otros sectores que están padeciendo los ataques”. Sin embargo la dirección del Sepe, que dirige las asambleas, mencionó la propuesta en forma incompleta, buscando impedir que fuera aprobada.

Marta Moraes dirigente del conflicto y del Sepe, abre deliberadamente ilusiones en el gobierno del Estado. Luego de la reunión con el gobernador en ejercicio, Francisco Dorneles y el secretario de Gobierno Affonso Monnerat, la conclusión de la dirigente es que los representantes del gobierno del Estado, el mismo que paga los salarios en cuotas o simplemente no los paga mientras garantiza billones a los empresarios, “creen que la lucha de los trabajadores es justa y harían lo mismo si estuvieran en nuestro lugar”, según sus declaraciones a la red Globo. Estas declaraciones debilitan nuestra lucha porque abren ilusiones en el mismo gobierno que nos ataca. Esto conduce a otro problema. Mucho se ha dicho sobre la unidad de las luchas. Pero la unidad debe servir para obtener conquistas. Y en una situación como la de Rio de Janeiro en que la deuda pública casi supera los 2 trillones de reales en 2016, mientras el país sigue inmerso en una crisis económica cada vez mayor, hay que saber que la unidad debe tomar la forma de un plan de lucha y acciones combativas para imponer los reclamos. De poco sirve seguir esperando, como apuestan los dirigentes, a que el gobernador nos conceda nuestras demandas porque las considera un “reclamo justo”.

Es necesario avanzar en acciones que enfrenten al gobierno. Una unidad que se construya en acciones combativas, cortes de rutas y de las principales avenidas de la ciudad. Que avance en la unidad, desde las bases, con el conjunto de los trabajadores del Estado que están sufriendo los ajustes, superando la política de las direcciones para avanzar en la coordinación y tomar en nuestras manos el rumbo de la huelga. Que muestre que la ciudad “maravillosa” solo está siéndolo para los patrones y gobiernos porque a los trabajadores nos falta de todo. Los verdaderos aliados de los trabajadores no son los dirigentes sindicales acomodados que desde hace décadas viven sin trabajar, sino los estudiantes que actualmente están ocupando las escuelas en apoyo a los profesores en huelga y por una educación publica, gratuita y de calidad para todos.

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ODS / Objetivo 2: Hambre Cero

Poner fin al hambre, lograr la seguridad alimentaria y la mejora de la nutrición y promover la agricultura sostenible

Debido al rápido crecimiento económico y al aumento de la productividad agrícola en las últimas dos décadas, la proporción de personas desnutridas disminuyó casi a la mitad. Muchos países en desarrollo que sufrían hambrunas están ahora en condiciones de satisfacer las necesidades nutricionales de los más vulnerables. Regiones como Asia Central y Oriental y América Latina y el Caribe han avanzado muchísimo en la erradicación del hambre extrema.

Lo anterior son logros significativos para del cumplimiento de las metas establecidas por los Objetivos de Desarrollo del Milenio. Desgraciadamente, el hambre extrema y la desnutrición siguen siendo obstáculos enormes para el desarrollo de muchos países. Se estima que 795 millones de personas sufrían de desnutrición crónica en 2014, a menudo como consecuencia directa de la degradación ambiental, la sequía y la pérdida de biodiversidad. Más de 90 millones de niños menores de cinco años tienen un peso peligrosamente bajo y una de cada cuatro personas pasa hambre en África.

Los Objetivos de Desarrollo Sostenible buscan terminar con todas las formas de hambre y desnutrición de aquí a 2030 y velar por el acceso de todas las personas, en especial los niños y los más vulnerables, a una alimentación suficiente y nutritiva durante todo el año. Esta tarea implica promover prácticas agrícolas sostenibles a través del mejoramiento de los medios de vida y las capacidades de los pequeños productores agrícolas, el acceso igualitario a tierras, tecnología y mercados, y el fomento de la cooperación internacional para asegurar la inversión en la infraestructura y la tecnología necesaria para mejorar la productividad agrícola.

En conjunto con los demás objetivos planteados aquí, podemos poner fin al hambre para 2030.

Hambre cero es uno de los 17 Objetivos Globales de la nueva Agenda para el Desarrollo Sostenible. Un enfoque integral es crucial para avanzar en los diversos objetivos.

Fuente: PNUD

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¿Quién saca provecho del “apartheid climático”?

Los mil millones de habitantes de África figurarán entre los más vulnerables al cambio climático en los próximos decenios, siendo especialmente preocupantes los lugares sacudidos por conflictos geopolíticos y relacionados con recursos: la franja del cobre de la República Democrática del Congo y los Grandes Lagos africanos, una región rica en minerales que se extiende hasta el norte de Uganda, el oeste de Etiopía (bordeando la zona de guerra de Sudán), Madagascar y otras islas del océano Índico más pequeñas, además de la franja más septentrional de África, incluida Liberia y Sierra Leona (donde ha habido recientemente una guerra civil relacionada con los diamantes, seguida de la epidemia de Ébola). En otras palabras, las regiones africanas más fuertemente golpeadas por la guerra y el saqueo económico serán escenarios de estrés climático e inestabilidad sociopolítica, según el proyecto de la Universidad de Texas que investiga vulnerabilidades para el Pentágono de EE UU (Busby y cols., 2013).

La oportunidad perdida de cambiar este mapa con ocasión de la cumbre de París de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), en diciembre de 2015 (COP21), resulta trágica. En el sondeo de opinión pública mundial de 2015 de Pew Research, casi la mayoría de los encuestados –el 46 %– señalaron que el clima les tiene “muy preocupados”, más que cualquier otro asunto planteado en el cuestionario (la crisis económica figura en segundo lugar). Sin embargo, donde más importa, es decir, en los dos países que más contaminan, la proporción de personas que consideran que el clima es una amenaza importante es de apenas el 42 % en EE UU y del 19 % en China (Carle 2015). Y por mucho que el nivel de conciencia aumente entre la población, las élites mundiales parecen estar demasiado paralizadas para tomar las decisiones necesarias a fin de mantener el aumento de la temperatura por debajo de 1,5 °C, el punto en que es probable que se ponga en marcha un cambio climático descontrolado y catastrófico (Bond 2012, Klein 2014). Volviendo a la 21ª Conferencia de las Partes de la CMNUCC celebrada en París (COP21), los anfitriones franceses calcularon que las declaraciones de compromiso voluntario sumadas supondrían un calentamiento del planeta de 3 °C en este siglo, pero esto es apuntar muy bajo dada la probabilidad de un cambio climático desbocado una vez alcanzado el punto de no retorno de los 2 °C.

La Conferencia de las Partes (COP) de la CMNUCC es anual y se ha reunido en África tres veces: en 2001 en Marrakech, en 2006 en Nairobi y en 2011 en Durban, pero el momento crítico que definió la futura crisis climática de África fue en diciembre de 2009 en Copenhague. Las negociaciones en la COP15 se trasladaron una noche a una sala en que cinco líderes –el de EE UU y los del grupo formado por Brasil, Sudáfrica, India y China (BASIC)– cerraron un trato paralelo, el Acuerdo de Copenhague. Ahí está el origen de los principales problemas de África en las negociaciones climáticas de los años posteriores, incluida la COP21 de París.

Los negociadores del Departamento de Estado de EE UU, últimamente secundados por los de los gobiernos afines de Australia y Japón, suelen sabotear las conversaciones de las COP, que se extienden a lo largo de dos semanas. Canadá ha sido, hasta las elecciones de octubre de 2015, un socio contaminador leal y probablemente lo seguirá siendo durante mucho tiempo, visto el compromiso de las élites nacionales de explotar las arenas bituminosas de Alberta. Las esperanzas iniciales de que el bloque de Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica (BRICS) pudiera marcar la diferencia dentro de la política climática mundial y arremeter contra la gobernanza financiera antidemocrática se han visto frustradas, no solo a causa de la alianza de 2009 del BASIC con Barack Obama (Bond y Garcia 2015). Individualmente, cada uno de estos países es incapaz de asumir nuevos compromisos de descarbonizar sus economías.

El principal país emisor del mundo es China, si bien en términos per capita figura muy por detrás de los países del Norte. Pekín asegura que acaba de reducir el consumo de carbón, pero cabe dudarlo a la vista de sus notorias subestimaciones (probablemente con un margen del 15 %). La dirección del Partido Comunista ha optado por una trayectoria ascendente de las emisiones de gases de efecto invernadero por lo menos hasta los años veinte de este siglo. El punto de vista chino de que necesitan incrementar sus emisiones para “desarrollarse” choca frontalmente con la cruda realidad: las recientes afirmaciones por parte de EE UU y Europa de que están reduciendo sus emisiones se basan en el hecho de que sus empresas y consumidores externalizan grandes cantidades de emisiones a los nuevos centros de producción, mayormente de Asia Oriental. De acuerdo con el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático, “una parte creciente de las emisiones de CO2 procedentes de la quema de combustibles fósiles en los países en vías de desarrollo se genera en la producción de bienes y servicios que se exportan, especialmente de países de renta media-alta a países de renta alta” (Hawkins 2014). En el caso de China, las cantidades externalizadas a este país son enormes, habiendo pasado de 404 millones de toneladas de CO2 en 2000 a 1,561 billones de toneladas in 2012.

Es más, todos los dirigentes del BRICS han apoyado los mercados de carbono, la estrategia capitalista que permite compensar las emisiones locales mediante la compra de los cupos de carbono de otros. Al comienzo, de 2005 a 2012, estos mercados adoptaron la forma de oportunidades del “mecanismo de desarrollo limpio” (MDL) de las Naciones Unidas para la venta de “créditos de emisión”, basados en corruptelas y trampas, como supuesta contribución a la mitigación de las emisiones (Bond, Dada y Erion 2009). En los últimos años, después de que los países del BRICS dejaron de poder optar al MDL, siete ciudades chinas pusieron en marcha sus propios mercados de carbono, siendo probable que Brasil y Sudáfrica sigan sus pasos dentro de pocos años. Es más, los intentos chinos de controlar las emisiones en el futuro parecen apuntar a tecnologías peligrosas como la energía nuclear e hidroeléctrica, además de los sistemas no probados de captura y almacenamiento de carbono.

Los mayores esfuerzos por hacer frente al cambio climático en el Norte se dan en Europa, donde en octubre de 2014 se fijó un nuevo objetivo de reducción del 40 % de las emisiones de gases de efecto invernadero hasta 2030, tomando como base las emisiones de 1990 (sin incluir la externalización de las emisiones, de cientos de millones de toneladas anuales). Este objetivo es demasiado modesto, según la mayoría de científicos, pero supera de lejos los de otros focos de contaminación históricos. En un convenio de finales de 2014 entre China y EE UU, el objetivo de este último no preveía más que una reducción del 15 % hasta 2025 (desde el nivel de 1990).

En resumen, son muy pocos los motivos de esperanza que podemos encontrar con respecto al clima u otros aspectos de la protección del medio ambiente en los gobiernos de los principales países. Está, por supuesto, la excepción de Cuba, que, obligada por las circunstancias, emprendió una estrategia de descarbonización consecuente una vez dejó de tener acceso al petróleo ruso subsidiado a partir de 1990. Los buenos ejemplos que se anticiparon en 2008-2011 de países latinoamericanos inclinados a la izquierda –Bolivia, Ecuador e incluso la Venezuela rica en petróleo– acabaron agriándose, ya que cada uno de ellos optó por un “extractivismo” de hidrocarburos más intenso, si bien con fines redistributivos de índole nacionalista y no en beneficio de empresas multinacionales.

Cuando la cumbre especial sobre el clima organizada por Naciones Unidas en septiembre de 2014 vino precedida de una manifestación de 400 000 personas que expresaron duros mensajes de furia por la indecisión de las élites, no hubo nada más que vagas promesas. El entramado de poder global y nacional parece más inasequible que nunca, a lo que se añade la capacidad de influencia sin precedentes de los intereses empresariales –incluidas las compañías de combustibles fósiles– en los responsables políticos y la certeza de que hará falta una profunda reestructuración de vastos sectores industriales.

Volviendo a 2009, el acuerdo de EE UU con el BASIC en Copenhague no solo “hizo saltar por los aires a Naciones Unidas”, como señaló Bill McKibben (2009), de 350.org, en el sentido de que cortocircuitó el proceso más democrático, sino que encima tan solo prometió unos recortes insuficientes y voluntarios de las emisiones. Japón, Rusia, Canadá y Australia anunciaron después que abandonaban los compromisos contraídos previamente al amparo del Protocolo de Kioto.

En noviembre de 2015, la declaración de “Contribución pretendida determinada a nivel nacional” (INDC en inglés) de los países del G20 confirmó las enormes barreras existentes para alcanzar las reducciones necesarias de las emisiones. De acuerdo con el Climate Action Tracker (agencia de seguimiento de la acción climática) de 2015, “ninguna de las INDC del G20 son compatibles con la limitación del calentamiento a un máximo de 2 °C o de 1,5 °C.” La agencia calificó de “insuficientes” las siguientes contribuciones: Argentina, Australia, Canadá, Indonesia, Japón, Corea del Sur, Rusia, Arabia Saudí, Sudáfrica y Turquía, siendo las INDC de otro conjunto de países –Brasil, China, India, la UE, México y EE UU– también “incompatibles con la limitación del calentamiento a menos de 2 °C, salvo que otros países realicen reducciones mucho más drásticas y un esfuerzo comparativamente mayor”.

Cuatro motivos por los que París fracasó

La estrategia de las INDC estaba viciada porque las contribuciones son de naturaleza voluntaria y no se prevé ningún sistema de castigo suficientemente fuerte para los incumplidores, como por ejemplo sanciones económicas o la expulsión de Naciones Unidas. Por consiguiente, el primer motivo del fracaso de la COP21 de París fue que nunca se concretó la ambición requerida para reducir las emisiones a niveles de supervivencia. Como explicó Pablo Solon (2015), antiguo embajador de Bolivia ante Naciones Unidas y el hombre que intentó bloquear el consenso en la COP16 de Cancún en 2010, desde Copenhague todos los negociadores han obviado plantear la necesidad de dejar el 80 % de las reservas conocidas de combustibles fósiles bajo tierra y reducir drásticamente las emisiones: 44 gigatoneladas (Gt) de equivalente de CO2 hasta 2020, 40 Gt más hasta 2025 y 35 Gt más hasta 2030.

En segundo lugar, la reducción de las emisiones de CO2 acordadas en París se producirán en parte mediante la “financiarización” del clima a través de los mercados de carbono y las compensaciones. Aunque esta estrategia ha fracasado hasta ahora en los principales mercados –el Sistema de Comercio de Emisiones (ETS) europeo y la Bolsa del Clima de Chicago (que se hundió por completo en 2010)–, se reafirmó el mes anterior a la cumbre de París en una conferencia preparatoria. El nuevo lenguaje utilizado con ánimo de que estos mercados aseguren unas reducciones “reales, permanentes, adicionales y verificadas” refleja la conciencia de la mala imagen que tiene este sistema debido a los fracasos anteriores (Carbon Market Watch 2015). El Protocolo de Kioto y todas las COP subsiguientes permitieron a las empresas contaminantes comprar el derecho a contaminar (de otras empresas) a precios sumamente bajos y recurrieron a los financieros para crear mercados de carbono y compensaciones en vez de proceder a reducciones directas.

El único medio para reducir las emisiones pasa por la realización de controles estatales para imponer drásticas reducciones a los principales contaminadores, tal como sucedió con el Protocolo de Montreal de 1987 sobre los clorofluorocarbonos para detener la ampliación del agujero de ozono.

En tercer lugar, la “justa transición” solo será posible mediante la reconversión de cada uno de los sectores de la economía mundial con el protagonismo de los trabajadores y de las comunidades afectadas, pero este cambio tan radical no estaba sobre el tapete en París, con la salvedad parcial de la energía renovable. Esta estrategia no solo aseguraría la conversión a medio plazo de la economía basada en el carbono (como acordaron los líderes del G7 que se realizara para 2100, unos 50 años demasiado tarde), sino también, a más corto plazo, una manera más sana de relacionarse con el entorno natural y con los demás seres humanos.

En efecto, Naciones Unidas no ha tomado en consideración todavía las propuestas de amplia descarbonización, planificación medioambiental y reestructuración económica formuladas por activistas climáticos (Klein 2014). En su lugar, las únicas estrategias adoptadas comportarán cambios marginales, en particular aquellas que ponen precio al carbono con la intención de convencer a los mercados mediante una fiscalidad incremental, o peor, incentivando el comercio de emisiones de carbono. Para abordar con decisión la crisis urge llevar a cabo una transición justa en los sistemas mundiales de energía, transporte, extracción, urbanización, agricultura, producción industrial, consumo, vertido de residuos y financiación. Mientras estos sigan guiándose por el afán de lucro, la mayoría de externalidades –es decir, los daños ecológicos y sociales no contabilizados como costes de mercado– seguirán siendo daños que se endilgan a los desfavorecidos.

En cuarto lugar, amplias zonas de África, así como las islas bajas, las cordilleras latinoamericanas y asiáticas y áreas como la bahía de Bengala, ya necesitan reparar los daños masivos causados a los climas locales. Sin embargo, París no logró hacer avanzar sustancialmente la causa del pago de la “deuda climática” del Norte a favor del Sur. Se trata de daños mucho peores que los efectos que se notarán en Francia y otras zonas del mundo industrializado, donde las emisiones de CO2 por persona son máximas. Siendo África una acreedora climática, los negociadores africanos pueden mantener la cabeza bien alta, pero lamentablemente no fue hasta 2012 (en la COP18 de Doha) que Naciones Unidas reconoció los “daños y perjuicios” (el término técnico empleado) causados por las crisis relacionadas con el clima.

La naturaleza voluntaria del acuerdo de Copenhague y su Fondo Verde para el Clima implica que no existe ninguna responsabilidad jurídica de los deudores climáticos del Norte. Como expuso el negociador jefe de Washington, Todd Stern, en Copenhague, “reconocemos absolutamente nuestro papel histórico en las emisiones a la atmósfera. Pero el sentido de culpabilidad o la idea de las reparaciones, eso lo rechazo categóricamente” (Broder 2009).

¿A qué se enfrentan África y otras zonas vulnerables después de la COP21? En París no se han acordado reducciones vinculantes de las emisiones de la magnitud requerida. Se han reafirmado los mecanismos de mercado. Se ha rechazado una transición justa de la economía mundial hacia una sostenibilidad genuina. Los acreedores climáticos –especialmente los africanos– siguen pagando la factura de la mayor parte de los daños causados, pese a no haber provocado la crisis. El proceso de la COP21 de París no ha permitido cambiar la relación de fuerzas para poder abordar estos cuatro grandes retos. Los miembros de las grandes organizaciones no gubernamentales que fueron a París afirmando que se daban las condiciones para un acuerdo que salvara el planeta (por ejemplo, Ricken Patel, de Avaaz, 2015) estaban profundamente equivocados.

África arde bajo el apartheid climático y Pretoria atiza las llamas

Por tanto, París no hizo más que perpetuar lo que se ha venido en llamar el “apartheid climático”. Según el Foro Humanitario Global (2009) del secretario general de la ONU, Kofi Annan, ya entonces podían atribuirse más de 300 000 muertes al año al cambio climático, en su mayoría en el Sur. Con la presente trayectoria del calentamiento, que alcanzará los 4 °C por encima de la temperatura normal en 2100, aumento que llegará a los 6 a 7 °C en el interior de África, no solo se verán amenazados los humanos, sino casi todas las especies vivas, y la biodiversidad misma, que dependen del agua y de un ecosistema estable.

Cuando el sector mundial de los seguros ya se enfrenta a un aumento de los siniestros asociados a fenómenos meteorológicos extremos, cuyo valor ha pasado de 10 000 millones de dólares anuales en la década de 1980 a 50 000 millones a partir del año 2000, y cuando los daños no asegurados son incluso más amplios, hasta el gobernador conservador del Banco de Inglaterra, Mark Carney (2015), ha admitido que “las pérdidas que predicen actualmente los modelos matemáticos podrían duplicarse si las tendencias recientes de la meteorología se demuestran representativas de la nueva normalidad”. Así, en África se anuncia un caos climático creciente y se estima que este siglo morirán 182 millones de africanos antes de tiempo e innecesariamente a causa de enfermedades relacionadas con el clima (Christian Aid 2006). En este contexto, la delegada que encabezó el grupo G77+China de 130 en París, Nozipho Joyce Mxakato-Diseko, lo expresó con toda crudeza en las prenegociaciones de octubre en Bonn: “Es lo mismo que el apartheid.”

Mxakato-Diseko es sudafricana y conoce de primera mano de qué está hablando: “Nos encontramos en una situación en que básicamente estamos desahuciados” (Doyle 2015). Al final, sin embargo, los propios mandatarios de Mxakato-Diseko la dejaron caer. Los sudafricanos son particularmente adeptos a eso de “hablar por la izquierda y caminar por la derecha” (Bond 2006), de modo que resulta interesante examinar la postura que adopta Pretoria en materia climática dentro del propio país. Para cambiar la relación de fuerzas a escala mundial es preciso cambiar la política medioambiental nacional en cada país, y Sudáfrica es uno de los grandes campos de batalla del mundo (Bond 2002).

Las grandes empresas de la minería, fundición y transporte –sean de origen local, occidental o de los BRICS– parecen ejercer todavía una influencia omnímoda en Pretoria (sin duda tanta como la que tienen los hermanos Koch y otros miembros del lobby del gas y del petróleo en Washington). Frente a ellas, el Ministerio de Asuntos Medioambientales tiene una ministra, Edna Molewa, que no ha hecho nada por cambiar la correlación de fuerzas en defensa del clima, pese al papel relativamente destacado que desempeñó en las negociaciones internacionales. Su intervención fue crucial en la COP17 de Durban (Bond 2011, 2012) y en 2012 llamó la atención en la Cumbre de la Tierra Rio+20 organizada por Naciones Unidas.

Sin embargo, a la hora de la verdad, cuando se trató de regular la actividad de los contaminadores sudafricanos, Molewa supo cómo evitar el conflicto. Mantuvo el silencio con respecto al enorme gasto del Estado en infraestructuras destinadas a actividades intensivas en carbono: tres nuevas centrales eléctricas de gran envergadura basadas en carbón, aumento de las exportaciones de carbón gracias a un presupuesto ferroviario de 25 000 millones de dólares en el primer plan de la Comisión Presidencial de Coordinación de Infraestructuras y, en el segundo proyecto de la misma, la ampliación por 20 000 millones de dólares del puerto de Durban y de su complejo petroquímico, destinado a multiplicar por ocho la capacidad de trasiego de contenedores de aquí a 2040 (Bond 2014a). Asimismo, en 2013 el gobierno dio permiso a Shell Oil para iniciar el proceso de “fracking” en la región árida de Karoo. A esto le siguió a mediados de 2014 la Operación Fakisa (“aceleración”) del presidente Jacob Zuma sobre estrategia económica oceánica, que incluía la exploración del suelo marino profundo en busca de petróleo y gas, especialmente a cargo de ExxonMobil, con un coste de 500 millones de dólares. Pretoria también dio su aprobación a una nueva refinería de petróleo estatal, cuyo presupuesto asciende a 6 000 millones de dólares, y tiene previsto construir más altos hornos para el tratamiento de minerales, incluida una nueva siderurgia china (pese a que las importaciones desde China han llevado casi a la quiebra a los dos principales productores en 2015).

Ante esta intensificación de la inversión sudafricana en actividades intensas en carbono, el presupuesto de Molewa para 2014-2015 (400 millones de dólares) fue revelador. Además de un recorte real del 8,3 % del programa general contra el cambio climático, la reducción de 1,5 millones del presupuesto del Servicio Meteorológico de Sudáfrica supuso, según la Comisión de Supervisión Medioambiental del parlamento (2014), “que Sudáfrica sería incapaz de cumplir sus obligaciones internacionales en materia de control de la generación de gases de efecto invernadero a través de la estación de Vigilancia Atmosférica Global. […] El país también sería incapaz de formular niveles de referencia y comparar las emisiones con los objetivos fijados.”

En el Mail & Guardian [el principal periódico digital sudafricano], Molewa respondió en 2014 a las dudas expresadas (por el autor de estas líneas, Bond 2014b) en torno a tales decisiones, con una argumentación defensiva: “Contrariamente al análisis de Bond, Sudáfrica no corre riesgo de incumplir sus obligaciones internacionales con respecto al cambio climático y la prioridad que le corresponde y al seguimiento y reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero. Nuestra política nacional de respuesta al cambio climático determina el planteamiento del gobierno con respecto a los efectos del cambio climático y a la transición del país a una economía resistente al clima, baja en carbono y capaz de mitigar dichos efectos” (Molewa 2014).

Sin embargo, tal como había advertido la Comisión de Supervisión Medioambiental (2014), “como país hemos de demostrar que estamos haciendo nuestra justa contribución al esfuerzo global por mitigar el cambio climático, asegurando una reducción de nuestras emisiones de gases de efecto invernadero por debajo de los niveles de la inacción en un 34 % para 2020 y un 42 % para 2025.” A mediados de 2015 surgió una nueva oportunidad para que Pretoria se comprometiera de cara a la COP21, pero la oferta de Molewa inspiró una respuesta mordaz por parte de la oficina sudafricana de Greenpeace (2015): “El documento de debate ‘Las INDC de Sudáfrica: 1 de agosto de 2015’ evita cuantificar cualquier contribución a la mitigación e incumple los requisitos genéricos más básicos para el componente de mitigación de las INDC. De no rectificarse, esta descarada evasiva minará la credibilidad de Sudáfrica y toda pretensión de ostentar autoridad moral para encabezar el grupo de negociadores de los países en desarrollo.”

Esta falta de ambición es coherente con la actitud de Pretoria de hacer la vista gorda ante las prácticas contaminantes ilegales, especialmente por parte de la minería del carbón, la generación de electricidad y las refinerías de petróleo (todas ellas asociadas al cambio climático) (groundWork y cols. 2014). La réplica de Molewa (2014) confirmó un grado de modestia gubernamental inapropiada: “Abordamos continuamente cuestiones que tienen que ver con el cambio climático, a menudo entre bastidores.”

Eso de mantenerse “entre bastidores” se explica por el poder sempiterno del llamado complejo minero-energético sudafricano (Fine y Rustomjee 1996). Ese poder se desveló cuando dos colegas de Molewa en el gobierno, Nathi Mthethwa y Cyril Ramaphosa, echaron una mano a la compañía de extracción de platino Lonmin, cuya matriz tiene su sede en Londres, cuando en agosto de 2012 desplegaron a la policía frente a los trabajadores en huelga en aras a mantener los beneficios de la empresa minera. Ramaphosa, quien más tarde fue elegido vicepresidente de Sudáfrica, poseía el 9 % del capital de Lonmin, y fueron sus mensajes de correo electrónico los que indujeron la intervención de tropas sanguinarias para poner fin a la huelga salvaje (él la calificó de “ruin y criminal”), matando a 34 trabajadores, muchos de los cuales pretendían rendirse. El testimonio de Ramaphosa ante la comisión de investigación a mediados de 2014 confirmó sus lealtades: admitió que en vez de construir 5 500 viviendas para los trabajadores de Lonmin, tal como había prometido la empresa, la Comisión de Transformación de esta, que él supervisaba, nada más construyó tres. Asimismo facilitó los “flujos financieros ilícitos” de Lonmin a las Bermudas.

Las vastas operaciones empresariales de Ramaphosa en la minería del carbón y similares industrias contaminantes estuvieron amparadas durante mucho tiempo, según conocedores del sector, por los inspectores de aguas de Molewa. Actualmente están excavándose o planeándose cuarenta nuevas minas de gran tamaño para suministrar carbón a dos nuevas centrales térmicas, por no mencionar las nuevas excavaciones de carbón para la exportación a China e India. En 2014, la provincia carbonífera de Mpumalanga estaba casi literalmente resollando (groundWork y cols. 2014). Sin embargo, la compañía eléctrica Eskom solicitó a Molewa un “aplazamiento prorrogable” de la reducción de la contaminación que imponía la ley a 14 centrales eléctricas locales. Eskom suponía que sus propias crisis –y las regulares caídas de tensión que infundían temor en la sociedad– convencerían a Molewa de la necesidad de mostrar tolerancia. En febrero de 2015, Molewa aceptó una prórroga de cinco años de la tolerancia legal de la contaminación por parte de Eskom, Sasol y docenas de empresas más, cuyas emisiones perjudicaron a los trabajadores y residentes locales y contribuyeron al cambio climático.

La única esperanza que puede derivarse de la relación de fuerzas desfavorable a escala nacional en Sudáfrica reside tanto en el ámbito global como en la base social: en la caída de los precios mundiales de los combustibles fósiles y en la resistencia de los activistas vecinales y ecologistas, que a finales de 2015 comenzaron a contraatacar. En el primer aspecto se produjo, entre otras cosas, una reducción del precio del carbón de 170 dólares por tonelada a 50 dólares entre 2011 y 2015, lo que sentó las bases de una victoria al menos temporal en uno de los principales frentes de lucha contra las nuevas minas: la zona de iMfolozi, la reserva natural más antigua de África. Allí, en mayo de 2015, más de un millar de mujeres se manifestaron en contra de una compañía, Ibutho Coal, asociada con las megaempresas Glencore y BHP Billiton. Esto y las objeciones legales basadas en los daños medioambientales hicieron que Ibutho se echara para atrás, abandonando su proyecto, pese a que muchos de los jefes zulúes locales habían sido comprados por la compañía y el gobierno nacional.

En un segundo caso esperanzador, a 300 kilómetros más al sur, en Durban, la crisis mundial de sobreacumulación había paralizado el transporte marítimo internacional hasta el punto de que en noviembre de 2015 se pospusieran por tiempo indefinido los planes de dragado del nuevo puerto y la nueva terminal de petróleo, con un coste presupuestado de 20 000 millones de dólares. Esto reflejó también la eficacia de la oposición vecinal, ya que el cambio climático fue uno de los principales motivos por el que el grupo local se opuso a la ampliación del puerto y del complejo petroquímico, así como los planes de ExxonMobil de perforar el suelo marino frente a la costa de Durban. Son estas victorias populares las que representan la “Blockadia” (Klein 2014) climática de Sudáfrica. Mientras que el acuerdo de París ha sido un fracaso sin paliativos, la combinación de la resistencia local con las contradicciones capitalistas globales indica el camino a seguir.

Visto que según el sondeo de 2015 de Pew (Carle 2015), el 47 % de la población sudafricana es consciente de que el cambio climático representa la mayor amenaza del mundo, la posibilidad de transformar esta conciencia en activismo constituye la única esperanza, dado que las élites de Pretoria no parecen estar dispuestas a cambiar de rumbo.

Conclusión

El caso de Sudáfrica ilustra lo difícil que es para el mundo resolver la crisis climática, por mucho que su delegada más destacada denunciara el “apartheid climático”, tal como se escuchó en la COP21 de París. Las verdaderas víctimas del apartheid climático no estuvieron en París (y no solo por la fuerte restricción de visados de la UE a raíz de los recientes atentados terroristas). Aun así, seguirán haciendo oír sus voces a escala nacional y local, donde después de todo se ganará o se perderá la guerra contra las fuentes de emisión.

Los atentados terroristas que causaron la muerte de más de 130 parisinos, principalmente jóvenes, el 13 de noviembre pasado, son un ejemplo del efecto bumerán a que se enfrentarán los futuros gobiernos obstinados del Norte y del BRICS. Afluirán refugiados en oleadas más rápidas y potentes a sus costas, primero del norte de África y Oriente Medio –que a mediados de siglo se calentarán a temperaturas inhabitables–, mostrando cómo las migraciones masivas de muchos lugares acreedores climáticos se generan a causa de conflictos relacionados con el clima. Los refugiados climáticos de la extrema sequía de 2006-2010 en Siria –tan inhumanamente tratados por el régimen de Asad que propiciaron la rebelión popular en 2011– y las dificultades simultáneas que experimentaron los pastores nómadas de Darfur, en el oeste de Sudán, otorgan a estas regiones el dudoso honor de ser testigos de las primeras guerras climáticas.

Las futuras COP tratarán de hacer cumplir los compromisos no vinculantes de la cumbre de París. Sin embargo, este enfoque de arriba abajo probablemente será un fracaso, pues en Washington Obama ya se enfrenta a los esfuerzos de los Republicanos por convertir en papel mojado las resoluciones contra el carbón adoptadas en 2015 por la Agencia de Protección del Medio Ambiente. En Marruecos, con motivo de la COP22, que tendrá lugar en diciembre de 2016, las condiciones para la movilización social serán mucho más adversas que en París. Así que volviendo la vista atrás hacia París, pese a que las marchas por el clima que hubo en todo el mundo los días 28 y 29 de noviembre desempeñaron un papel positivo de cara a concienciar a la gente, son las actividades de protesta contra el flojo resultado de la COP21 las que sentarán las bases del activismo por la justicia climática de los próximos años.

Evidentemente, de las élites mundiales no vendrá nada útil de cara a resolver esta crisis. La acción seguirá produciéndose en los centros locales con cara de carbón de “Blockadia” para intentar que se agreguen las luchas y las protestas nacionales se conviertan –como con respecto a la política económica del gobierno sudafricano–en el campo de batalla en que los activistas puedan aunar las energías y cambiar la correlación de fuerzas.

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El aporte de la Ética Feminista del Cuidado para una Sociedad sin Violencia

Alba Carosio/ La Araña Feminista

albacarosio@gmail.com

Ilustración Nathaly Bonilla

 

El sistema sexo-género socializa de diferente manera a los hombres y a las mujeres. Tradicionalmente ha sido socializado como femenino: el cuidado, lo personal, lo afectivo y la mediación. El concepto del “cuidado o cuido” se relaciona con la generación, reproducción, mantenimiento y conservación de la vida, y es a las mujeres quienes se les ha adjudicado históricamente las tareas que conlleva, se  basa en la extensión del rol de la maternidad a todos los comportamientos sociales de las mujeres. El «cuidado» implica responsabilidad por la vida de los demás, valorar las relaciones personales, atender a las necesidades de otros, etc.

Y es evidente que hay una “ética del cuidado”, que promueve la valorización de las virtudes y comportamientos necesarios para atender al otro. Se trata de un modelo moral basado en el afecto y la filiación, especialmente en la responsabilidad por la protección del otro. Desde la perspectiva de la ética del cuidado, la interpelación del otro necesitado que exige ser atendido es clave como motor de la acción moral, la percepción y la empatía hacia el otro son condiciones de partida para toda práctica ética. El modelo es la atención materna, en la cual son socializadas todas las mujeres.

Es con base en este conjunto de valores que los feminismos actuales proponen un cambio civilizatorio. Para nuestras sociedades mercantilizadas y patriarcales el  “cuidado” es solamente y en todo caso, un valor y una actividad privada y personal,  solamente limitada a la familia inmediata y principalmente bajo la responsabilidad femenina. En el plano público el ideal social que propone el sistema es el de un yo sin vínculos, completamente autosuficiente en su vida pública, que oculta su dependencia privada, y se maneja de una manera “racional” y competitiva, sin dejarse desviar por afectos.

Frente a esta teoría dominante, el concepto central de la ética del cuidado es la responsabilidad afectuosa. Puesto que la sociedad no es un conjunto de individuos solos, los seres humanos formamos parte de una red de relaciones, dependemos unos de otros. La ética del cuidado cuestiona la base de las sociedades capitalistas en las que el intercambio es de valores idénticos: “tanto me das, tanto te doy”. Si se aplica la responsabilidad, el intercambio no es exacto, depende de lo que cada uno necesite.

La orientación a la responsabilidad que nos plantea la ética del cuidado rescata la afectividad, y dentro de ella el valor de la compasión. Se refiere a esa fraternidad bien entendida que viene a corregir, por la vía del afecto, de la comprensión y del amor tanto las injusticias como las insuficiencias de la justicia. En la ética del cuidado se reivindica la importancia de los sentimientos para la vida ética, moral. El sentimiento no solamente es indispensable e irrenunciable en la sensibilidad humana, sino que es motivador de la conducta, que es, a fin de cuentas, de lo que se trata.

Este tipo de sentimiento es indispensable para el desarrollo de la solidaridad, porque la solidaridad consiste en sentirse responsable por el destino del otro. Es estar unido a otras personas o grupos, compartiendo sus intereses y sus necesidades, sentir y ocuparse del bien y del  dolor  ajenos. La solidaridad va más allá de la justicia, tiene que ver con cuidar del otro: la lealtad con el amigo, la comprensión del maltratado, el apoyo al perseguido, la apuesta por causas impopulares o perdidas, todo eso puede no constituir propiamente un deber de justicia, pero sí es un deber de solidaridad.

 

La ética feminista del cuidado es también una política maternalista del cuidado, una política feminista de lo privado en lo público, inspirada en el amor, la intimidad y la responsabilidad. Una ética social en la que un concepto central es el de “amor atento”. La maternidad es una relación primaria que podría servir de paradigma para definir relaciones sociales en su conjunto.

En este punto, una precisión necesaria: no hay conexión esencial, entre ser mujer y realizar el trabajo maternal; pero sin embargo, históricamente las mujeres son las que realizan el trabajo maternal.

Este concepto de cuidado amoroso podría y debería servir de paradigma para definir las relaciones sociales en su conjunto. Se trata de establecer una ética de la responsabilidad y convertir el cuidado en un tema políticamente relevante. “La protección del mundo  debe llegar a parecer una extensión natural del trabajo maternal.” La sociedad en su conjunto debe ser protectora, cuidadora.

El cuidado exige una atención política, es un gesto amoroso con la realidad, con la vida porque se la cuida. Como Leonardo Boff, sin cuidado nada de lo que está vivo, sobrevive. El cuidado se opone así a la violencia, porque la violencia destruye, y el cuidado sostiene y protege. Contra la cultura de la violencia, las feministas proponemos la cultura ética del cuidado, que es la cultura de la vida. Y quedando claro que el  feminismo defiende la ética del cuidado, pero no sólo para las mujeres. La ética del cuidado debe ser universal.

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La ludificación de la educación

MARIAM ADIL

Cambiar los comportamientos es una tarea difícil. Es difícil dejar de fumar, ahorrar más dinero, o elegir subir por las escaleras en lugar de tomar el ascensor. El cambio de comportamiento resulta aún más complicado cuando se agregan los problemas relacionados con la pobreza.

Los profesionales del desarrollo están comprometidos con la causa de encontrar e implementar soluciones que ayuden a mejorar la vida de miles de personas en todo el mundo. Un aspecto del desafío es tener realmente buenas soluciones, pero el reto más grande (a menudo ignorado) es garantizar que las soluciones sean aceptadas por las personas a las que deben beneficiar: los pobres. Se trata de asegurar que las personas cambien sus comportamientos para que las soluciones formen parte de su vida cotidiana.

Si queremos que la población de Kenya comience a usar las sales orales para el tratamiento de la diarrea o los mosquiteros para salvarse de las picaduras de los mosquitos, si queremos que las personas de India usen retretes en lugar de defecar al aire libre, si queremos que más jóvenes usen preservativos para tener relaciones sexuales seguras, no podemos simplemente dirigirnos a sus países y dictarles las soluciones.

Imponer comportamientos se traduce en el fracaso de las soluciones. Los mosquiteros terminan siendo usados como redes de pesca, los preservativos se transforman en globos con forma de animales, y los asientos de los retretes se convierten en macetas. Las ideas fallan, no porque no fueran buenas ideas, sino porque las personas no estaban convencidas de modificar sus comportamientos y aceptar las nuevas conductas.

Para que una solución funcione, tiene que tener sentido para las personas. Ellas deben poder visualizar cómo la solución transformará sus vidas. Deben tener una razón para modificar sus hábitos y empezar a hacer esto nuevo que les estamos pidiendo que hagan. Para que las soluciones den resultado, debemos inspirar el cambio de comportamiento, no ordenarlo.

Puede ser difícil iniciar y mantener el diálogo en torno a temas sociales serios, como la higiene durante la menstruación, la defecación al aire libre, los estereotipos raciales o el control de la natalidad. Estas temáticas se encuentran profundamente plasmadas en nuestras construcciones y mitos sociales que pocas personas las cuestionan, e incluso las que lo hacen tienen dificultades para participar en una conversación sobre ellas.

Los comportamientos, aun los rígidos, pueden ser modificados si se da información, se recuerda esta y se actúa en consecuencia. Necesitamos una comunicación eficaz para inspirar el cambio. Ahí es donde los juegos entran en escena.

Los videojuegos pueden tener como objetivo estas construcciones sociales y motivar a las personas a desafiarlas de una manera entretenida. Los juegos pueden hacer que las jóvenes se sientan cómodas dialogando al respecto y permitir el aprovechamiento de la tecnología y la naturaleza interactiva de los videojuegos para promover el cambio social.

Más de 1000 millones de personas viven con menos de USD 1,25 al día, y casi la misma cantidad usa videojuegos al menos durante una hora en todo el mundo. El desafío de la pobreza es enorme y también lo es el potencial de los videojuegos.

Después de haber crecido usando juegos como Sim City, Need for Speed, o GTA, sé que los juegos dejan una impresión en nuestro cerebro que trasciende los límites del mundo virtual. Me preguntaba a mí misma: si los juegos sobre armas pueden promover la violencia, ¿pueden los juegos sobre libros fomentar la educación? ¿Pueden los juegos sobre los derechos de la mujer promover la igualdad o los referidos al lavado de manos mejorar la higiene?

Los juegos apelan a la psicología humana de una manera en que la mayoría de las otras herramientas de comunicación no lo hacen. Es porque los juegos son tres cosas en una. Son una historia, una bola de cristal y un trofeo, todo ello condensado en una caja de entretenimiento. La mayoría de los juegos tiene una historia, una trama de la que el jugador puede formar parte. Luego está la bola de cristal: en el lapso de unas pocas horas, los jugadores pueden ver las consecuencias de sus acciones, tanto las buenas como las malas. Y luego está el trofeo, el juego premia las buenas decisiones.

Cuando la historia, la bola de cristal y el trofeo se reúnen en un mundo virtual, dejan una impresión en nuestro cerebro que trasciende los límites del mundo virtual.

En la última década han aumentado los juegos con un “impacto social”. (i) Se trata de juegos que tienen un propósito y que permiten que muchas personas jóvenes (y mayores) puedan hacer un buen uso del tiempo. Desde curar la depresión (SuperBetter) (i) hasta crear conciencia sobre el embarazo en Kenya (9 Minutes), (i) la naturaleza interactiva de los juegos se usa cada vez más para crear capacidad y difundir conocimientos.

En la última década también se ha registrado un rápido aumento en el acceso a la tecnología. Estamos en el umbral del próximo gran estallido tecnológico: la penetración mundial de teléfonos inteligentes. El Informe de movilidad de Ericsson (i) predice que el 70 % de la población mundial usará teléfonos inteligentes en 2020. Nos encontramos ante un mundo donde los teléfonos inteligentes por un precio de apenas USD 20 ya están disponibles en zonas donde incluso los retretes son un lujo. Este auge abre una ventana de oportunidades para llegar a los pobres a través de sus teléfonos y usar juegos móviles simples como instrumentos para cambiar los comportamientos.

Estas nuevas tendencias son las que me han inspirado para explorar el papel que pueden desempeñar los juegos en la entrega de información y el cambio de conductas en el contexto del desarrollo. Con mi empresa social GRID —Gaming Revolution for International Development— (i) uso juegos para inspirar cambios de hábitos, mejorar los resultados sanitarios y educativos, y luchar contra los problemas sociales como la discriminación y la opresión.

Estamos comprometidos con la creación de juegos que proporcionan información a las personas para que puedan tomar mejores decisiones sobre sus vidas, salud, finanzas y el futuro de sus hijos, disfrutando al mismo tiempo de un buen rato. Son juegos que no son solo un medio para entretenerse, sino que pueden inspirar a las personas e influir en ellas de una manera positiva.

El equipo de GRID trabaja en muchos juegos diferentes. Hay juegos para combatir la defecación al aire libre en India, juegos que combaten los estereotipos raciales y de género, y juegos que hacen que para los alumnos de tercer grado en Gambia sea divertido aprender matemáticas.

Uno de los últimos proyectos de GRID tiene como fin crear juegos para romper el estigma en torno a la menstruación. Las mujeres de todo el mundo enfrentan desafíos sociales y de salud todos los meses cuando tienen su regla. Un simple juego móvil no solo permite tomar conciencia de las prácticas de higiene, sino también terminar con el estigma y empoderar a la mujer para adoptar dichos hábitos.

¡El cambio de comportamiento no es aburrido! ¡Las realidades del contexto no deben ser ignoradas! ¡La innovación no puede dejarse para mañana! Ahora es el momento de hacernos cargo de aprovechar el poder de los juegos digitales para crear un mundo mejor. Estoy comprometida con esta causa.

La pregunta es: ¿usted se apunta?

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