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El #MeToo empieza a calar en el mundo científico (pero lentamente)

Fuentes: SINC/Cristina Sáez 
Abusos, comportamientos sexistas, discriminación o comentarios de menosprecio perjudican la carrera de las investigadoras y hacen que muchas abandonen. El problema no es nuevo. Sin embargo, en los últimos años, las denuncias de acoso sexual de científicas y académicas se están tomando en serio.

“Antes de que pudiera levantarme y estrecharle la mano, Francis Crick cruzó el laboratorio en el que trabajaba, vino hacía mí y me tocó los pechos”, rememora aún estupefacta, casi seis décadas después Nancy Hopkins, catedrática emérita del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) y miembro de la Academia Nacional de Ciencias de EE UU.

Cuando el vergonzoso episodio sucedió, esta bióloga molecular era una estudiante universitaria y trabajaba en prácticas en el laboratorio de James Watson —codescubridor junto con Crick de la estructura del ADN—. “¿Qué estás investigando?, me preguntó como si nada Crick, como si haberme tocado los pechos fuera algo normal”, explica Hopkins en Picture a Scientist, un documental de 2020, dirigido por Sharon Shattuck e Ian Cheney, en el que se señala que el acoso sexual o por razón de sexo afecta a una de cada dos científicas, ingenieras y médicas.

El de Crick no es un caso aislado, otras mujeres han denunciado comportamientos abusadores en ciencia. Esta semana la revista Science ha confirmado que la Academia de Ciencias de los EEUU acaba de expulsar al biólogo evolutivo español Francisco Ayala, miembro desde 1980, después de que hace tres años renunciara a sus cargos de la Universidad de California en Irvine, donde era catedrático. En 2018, tras las denuncias de cuatro trabajadoras, la universidad abrió una investigación y encontró pruebas de que había incumplido las normas de la institución ante comportamientos sexistas.

La Academia de Ciencias de EEUU acaba de expulsar al biólogo evolutivo Francisco Ayala después de que en 2018 su universidad lo apartara por acoso

Según recuerda Science, las denunciantes le acusaron de tocamientos indeseados, así como lenguaje y comentarios inadecuados, también delante de otras personas. En una ocasión, recogía la revista estadounidense, le sugirió a una profesora que se sentara en su regazo mientras daba una charla “porque así seguro que sería más interesante”. Ayala se disculpó más tarde aduciendo que se trataba de una broma.

El anuncio de la Academia llega semanas después de que también expulsara al astrónomo Geoff Marcy, quien en 2015 fue apartado de la Universidad de California en Berkeley por acoso sexual.

El iceberg

Lamentablemente, tal como denuncia el documental Picture a Scientist, este tipo de conductas son solo la punta de un enorme iceberg que está sustentado por una miríada de comportamientos sexistas, sesgos de género, y discriminación directa o indirecta por razón de sexo.

Además del acoso sexual más obvio, las investigadoras se quejan de discriminaciones menos llamativas, como no ser invitadas a congresos, que no les propongan participar en una colaboración pese a ser las expertas, o de ser peor tratadas en la distribución de recursos

Entre los muchos ejemplos, las investigadoras se quejan de no ser invitadas a congresos, que no les propongan participar en una colaboración cuando son las expertas o no darles crédito por algo que han hecho. También, de recibir comentarios verbales denigrantes y humillantes para hacerles ver que no encajan. Dicen además que son peor tratadas que sus colegas varones en la distribución de recursos y que no suelen ser consideradas para promociones o premios, entre un largo etcétera.

Todas ellas son formas de discriminación insidiosas, más sutiles que la coacción directa sexual, y que acaban contribuyendo a expulsar a las mujeres de la carrera científica.

infografía iceberg acoso

Descarga la infografía en alta resolución. / José Antonio Peñas, SINC.

“Tanto el bullying como el acoso sexual son comportamientos prevalentes en la academia porque el sistema los sustenta con una estructura muy jerarquizada, donde los de arriba concentran todo el poder. Y a eso se suma que las investigadoras que sufren ese acoso están en situaciones muy precarias [suelen ser estudiantes de doctorado y posdocs] y tienden a no denunciar por miedo a que afecte a sus carreras”, expone a SINC Jessica Wade, física del Imperial College de Londres.

Un informe de las Academias de la Ciencia, la Ingeniería y la Medicina de EE UU concluye que la academia ostenta la segunda tasa más alta de acoso sexual, solo por detrás del ejército

Wade es una de las activistas en ciencia más reconocidas, que combate la invisibilización de las investigadoras en ámbitos STEM, entre otros, escribiendo una entrada diaria en Wikipedia sobre alguna científica o ingeniera desconocida.

La afirmación de esta física británica está respaldada por datos. Tras la estela del movimiento #MeToo, las Academias de la Ciencia, la Ingeniería y la Medicina de Estados Unidos publicaron en junio de 2018 el que es el informe más exhaustivo hasta el momento sobre acoso sexual o por razón de sexo en la ciencia. Este informe concluye que la academia ostenta la segunda tasa más alta de acoso sexual, solo por detrás del ejército.

Tiene voz de mujer

“Ocurre con frecuencia”, comenta a SINC María Blasco, directora del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO) en Madrid. “Dentro de mi propia institución aún hay jefes de grupo que tienden a dirigirse a mí de manera un poco insultante. No asumen que una mujer más joven que ellos tome decisiones y suelen tener una actitud de retar, de provocar. Y me pasa en comités de evaluación, en jurados, mayoritariamente masculinos, que cuando defiendo mi caso, tienden a quitarle importancia a mis argumentos, a desmerecerlos. Es una actitud patriarcal”, recalca.

Dentro de mi propia institución aún hay jefes de grupo que no asumen que una mujer más joven que ellos tome decisiones, y suelen tener una actitud de retar, de provocar…María Blasco, directora del CNIO

El problema es que ese comportamiento de menosprecio hacia las capacidades de la mujer a menudo va enmascarado de crítica intelectual. ¿Debería una investigadora poner una queja formal cuando es interrumpida continuamente por hombres en una reunión? ¿O cuando sus argumentos son desestimados o su opinión no es escuchada?

“En paneles de selección de investigadores principales o líderes de grupo he visto categorizar a mujeres por tener voz de mujer con comentarios como ‘es que tiene poca fuerza y no tendrá capacidad de lucha’. Y se las elimina porque no aprecian fuerza en esa persona solo porque tiene una voz más delicada”, explica a SINC Isabelle Vernos, investigadora Icrea en el Centro de Regulación Genómica de Barcelona (CRG). “Pero si la mujer tiene la voz fuerte, tampoco la consideran válida. Porque entonces ‘es una histérica’, como he llegado a oír”, dice indignada.

De hecho, un artículo publicado en PNAS, liderado por la Universidad de Illinois Urbana-Champaign (EE UU), explica que el tipo de acoso más frecuente es, de largo, lo que en ciencias sociales se denomina ‘acoso de género’: comentarios, bromas, gestos, burlas y otros insultos que menosprecian a la mujer y también a colectivos minoritarios, como el LGTBI. A veces tiene un trasfondo con contenido sexual, pero muchas otras no.

El acoso basado en el género es insidioso porque no siempre se puede distinguir de la crítica o la grosería. Kathryn Clancy, catedrática de Antropología de la Universidad de Illinois Urbana-Champaign

“El acoso basado en el género es insidioso porque no siempre se puede distinguir de la crítica o la grosería”, declaraba Kathryn Clancy, catedrática de Antropología de esta universidad estadounidense y primera autora, en el boletín de prensa de su institución. Según Clancy, a lo largo del tiempo, “este tipo de comportamiento dañino hacia el otro puede hacer que la persona dude de sí misma, de su valía, y que abandone la investigación”.

“He oído a un [científico] top decirle a una estudiante que lo mejor que podía hacer era volverse a su país a fregar platos”, recuerda Vernos. Por su parte Blasco cuenta que le han dicho cosas como “la niña esta’” o ”eres demasiado joven”. Y ella se pregunta: “¿Demasiado joven para qué? En el caso de los hombres no se les considera nunca demasiado jóvenes para nada”, asevera.

Un secreto a voces 

No son casos aislados, alertaba el informe de Academias de la Ciencia, la Ingeniería y la Medicina de EE UU —mencionado previamente—, sino un comportamiento generalizado en todas las disciplinas científicas que provoca profundas secuelas de por vida en muchas investigadoras. A menudo, las víctimas están solas.

Cuando estaba haciendo mi tesis, un famoso investigador, cuyo nombre no diré, aseguraba que había cuatro tipos de hombres: listos trabajadores, listos perezosos, tontos trabajadores y tontos perezosos; pero solo dos tipos de mujeres: tontas trabajadoras y tontas perezosas. Isabelle Vernos, investigadora Icrea en el CRG

“Recuerdo que cuando estaba haciendo mi tesis en la universidad, un famoso investigador, cuyo nombre no diré, aseguraba que había cuatro tipos de hombres: listos trabajadores, listos perezosos, tontos trabajadores y tontos perezosos, pero solo dos tipos de mujeres: tontas trabajadoras y tontas perezosas”, recuerda Vernos. “Entonces no dije nada, tenía 23 años, él era alguien superfamoso y yo estaba haciendo la tesis. Hoy hay más consciencia de que eso es intolerable y también más herramientas para denunciarlo”, añade.

En universidades este tipo de situaciones es común. En España no estamos aún muy habituados a conocer casos de profesores expulsados por incumplir reglas contra el acoso, “aún vamos por detrás, pero haberlos, ‘haylos’», dice Blasco.

Según la encuesta de la Universidad de Texas en Austin, el 20 % de las licenciadas en ciencias, el 27 % en ingeniería y el 47 % en medicina aseguraban haber sido acosadas por profesores u otros trabajadores de la universidad

En países como Estados Unidos y Reino Unido, los centros y universidades, forzados por algunos escándalos, han empezado a tomar cartas de forma activa en el asunto. Para empezar, han comenzado a cuantificar el problema. Una encuesta de 2017 de la Universidad de Texas en Austin concluía que el 20 % de mujeres licenciadas o con posgrado en ciencias, el 27 % en ingeniería y el 47 % en medicina aseguraban haber sido acosadas por profesores u otros trabajadores de la universidad.

Según los resultados de este estudio, “el efecto acumulativo del acoso es extremadamente dañino”. Además, se ponía de relieve que las políticas que se han desarrollado para atajar el problema “son inefectivas porque están hechas para proteger a las instituciones y no a las víctimas”.

En Reino Unido, la Universidad de Cambridge puso en marcha un sistema de denuncia anónimo dentro de la campaña Breaking the silence (romper el silencio) y recibió en nueve meses 173 denuncias. Otros centros han seguido a Cambridge y han introducido herramientas de soporte similares. En este sentido, el grupo 1752, dedicado a denunciar y a erradicar el acoso sexual por parte de profesorado o personal de la universidad a estudiantes, desempeña un papel muy activo y ha elaborado un informe muy completo sobre acoso sexual en la formación superior.

Ámbitos masculinizados

La situación se agrava, sobre todo, en ámbitos tradicionalmente muy masculinizados, como, por ejemplo, la astrofísica; según una encuesta de 2016 de la Unión Internacional de Astronomía, solo un 17 % de sus miembros son mujeres. “No sé si de forma consciente o no, siempre he elegido trabajar en entornos más jóvenes y emergentes, en los que hay más paridad, menos jerarquía y es menos habitual que se den situaciones de acoso sexual”, señala Wade. En este sentido, el clima de trabajo de una institución es de lejos, y, según constatan los estudios al respecto, el mejor predictor de acoso sexual.

Para Clancy es fundamental implicar en ese proceso a los hombres porque si ellos ven el acoso sexual un tema solo de mujeres, o un problema, no se logrará avanzar

Según reclaman la mayoría de estudios publicados hasta el momento en esta materia, la solución pasa por cambiar la cultura de la ciencia y eso implica un liderazgo sin figuras que perpetúen el sexismo y la misoginia. También es preciso aumentar la diversidad de la plantilla; corregir desequilibrios de género extremo contratando a más mujeres y personas de género diverso y, sobre todo, integrar a las investigadoras en todas las disciplinas y niveles de la organización.

Hay que crear espacios, defiende Clancy, en los que todos los géneros compartan poder, autoridad y respeto, y es fundamental implicar en ese proceso a los hombres. Porque si ellos ven el acoso sexual un tema solo de mujeres, o un problema, no se logrará avanzar.

Ejemplos de buenas prácticas

Ya hay ejemplos de buenas prácticas. Por ejemplo, la colaboración internacional LIGO, que logró detectar por primera vez ondas gravitacionales en 2015 y en la que participan más de 1.500 científicos de todo el mundo, tenía un código de conducta que tenía que aceptar y cumplir todo aquel que quisiera entrar a formar parte en el que se especificaba muy claramente que actitudes de discriminación por cualquier motivo no eran aceptadas. “Los códigos de conducta son una declaración de intenciones, muy efectivos, porque ponen a todo el mundo en la misma página antes de empezar”, señala Wade.

La Sociedad Internacional de Óptica y Fotónica (SPIE) cuenta también un código de conducta con el foco puesto en el acoso que se da en reuniones y conferencias, y que acaba provocando que muchas mujeres desistan de ir a estos eventos; si alguien viola ese código, lo expulsan sin dilación.

En España, algunos centros ya trabajan en este sentido. En el CNIO cuentan con un comité de ética que ya se ha activado en diversas ocasiones por situaciones de acoso de hombres hacia mujeres. “Una de esas acabó en el despido de una persona del centro. “Un hombre”, dice Blasco, que asegura que “en el CNIO comportamientos de este tipo son totalmente inaceptables”.

“Tenemos una oficina de la mujer, hacemos seminarios todos los meses para tratar temas de género. Cualquiera que trabaje aquí sabe que es un tema importante, lo que dificulta que alguien pueda no tomárselo en serio”, asegura esta directora.

El CRG es otro de los centros muy activos en políticas de igualdad de género y cuenta con un protocolo reciente de prevención del acoso. Y desde la Unidad de Mujeres y Ciencia del Ministerio de Ciencia, explica su directora Zulema Altamirano, se imparte formación a todo el personal sobre igualdad y prevención de conductas de este tipo. Además, están elaborando, por un lado, guías específicas para el abordaje del acoso sexual y por razón de sexo; y por otro, un manual sobre sesgos de género en ciencia, tecnología e innovación.

El #MeToo ya está impregnando la ciencia y provocando cambios, aunque por el momento, son demasiado lentos. Jessica Wade, física del Imperial College de Londres

“Es la única manera”, considera Jessica Wade: trabajar activamente para cambiar esa cultura de abuso y malos tratos hacia las mujeres y minorías en el sistema científico. Al final la solución pasa por “corregir desequilibrios de poder, dejar de idolatrar a personas que están en la cúspide de la pirámide cuando hacen cosas mal, ya sea bullying, acoso o manipulación de datos. Ser transparentes con qué ocurre con esas personas, no mirar a otro lado”, resume esta investigadora, que reconoce que el #MeToo ya está impregnando la ciencia y provocando cambios, aunque por el momento, dice, “son demasiado lentos”.

Fuente: https://www.agenciasinc.es/Reportajes/El-MeToo-empieza-a-calar-en-el-mundo-cientifico-pero-lentamente

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Rusia y China lanzan su proyecto conjunto de colonia lunar

Rusia y China han puesto en marcha su proyecto conjunto para la construcción de la Estación Internacional de Investigación Lunar (ILRS), cuyos preparativos se iniciarán este año y concluirán en 2025.

La Estación Internacional de Investigación Lunar (ILRS) materializará la alianza entre China y Rusia para establecer una colonia en la Luna. Durante este año comenzarán los preparativos, que concluirán en 2025. Teniendo en cuenta la dinámica actividad de la NASA en Marte y los diferentes proyectos en curso, queda claro que la carrera espacial del siglo XXI continúa su intensa escalada.

Al concluir los preparativos iniciales, ambas potencias empezarán la construcción de una infraestructura basada en la superficie y la órbita para las comunicaciones. También resolverá las necesidades energéticas, la adquisición de recursos lunares y otras tecnologías avanzadas. En 2036 comenzarán los aterrizajes de humanos de ambos países.

La carrera espacial del siglo XXI

En tanto, Estados Unidos prevé enviar astronautas a la Luna en 2024, incluida la primera mujer que pisará nuestro satélite. El programa Artemis incluye la construcción del cohete considerado como el más poderoso de la historia, que estará encargado de hacer regresar al ser humano a la superficie lunar. Para 2028, Estados Unidos piensa contar con presencia humana permanente en la Luna y sus alrededores.

Recientemente, Rusia anunció que tiene pensado llegar a Júpiter en 2030 a través de una nave de propulsión nuclear, pero con escalas previas en la Luna y Venus. Este año, China colocó en Marte a su rover o vehículo de exploración espacial Zhurong: todo indica que estas dos potencias y el país de América del Norte están dispuestos a competir por el liderazgo de la nueva carrera espacial.

Más detalles sobre ILRS

En cuanto al proyecto conjunto entre China y Rusia para establecer la estación ILRS en la Luna, las agencias espaciales de ambos países comunicaron que luego de las fases ya mencionadas comenzará una etapa de «utilización» más allá de 2036, en la que se sucederán periódicos aterrizajes tripulados con el propósito de montar una colonia permanente.

Junto a la infraestructura específica que hará posible el funcionamiento de la estación, el proyecto contempla el empleo de una amplia dotación de orbitadores, satélites de retransmisión, vehículos de descenso y ascenso, robots de apoyo y mini rovers inteligentes, entre otros elementos que demuestran el despliegue tecnológico de alto vuelo que se pondrá en juego.

¿Dónde se ubicará ILRS en la Luna? China y Rusia piensan en dos posibles localizaciones, pero aún no se ha definido el punto preciso. Una alternativa es el noroeste lunar, en tanto que la segunda opción sería  ubicar la estación en cercanías del polo sur de nuestro satélite. Según indicaron las agencias espaciales CNSA (China) y Roscosmos (Rusia), antes de fin de año se dará a conocer un documento conjunto en el que se confirmará este punto y otros aspectos pendientes.

Una contienda geopolítica en marcha

Al mismo tiempo, el desarrollo relacionado con la colonia lunar de China y Rusia estará abierto a otras naciones: la Agencia Espacial Europea, el CNES de Francia y los organismos especializados de Tailandia, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos han expresado su interés por participar del proyecto. Sin embargo, se ha dejado en claro que estas posibles colaboraciones se encuentran aún en una fase temprana de diálogo.

Según se indica en SpaceNews, este interés por abrir el juego hacia otros países no tiene una motivación altruista orientada hacia la cooperación internacional: teniendo en cuenta que Estados Unidos tomó la misma determinación en cuanto a Artemis, se trataría de la puesta en marcha de una estrategia geopolítica que obligará a las distintas naciones a tomar partido por alguno de los dos grandes líderes de la investigación espacial: Estados Unidos o la alianza entre China y Rusia.

Aunque puedan conseguirse importantes avances científicos y tecnológicos con ILRS y Artemis, también es probable que recrudezcan las divisiones en el escenario global a partir del apoyo que pueda brindarse a alguno de los dos proyectos. Es probable que la Luna, y también Marte, sean el escenario de batalla de la nueva «guerra fría» del siglo XXI, que nuevamente tendrá su expresión en el ámbito de los desarrollos espaciales.

Foto: representación de la fase 3 del proyecto lunar China-Rusia. Crédito: China National Space Administration (CNSA).

Fuente: https://tendencias21.levante-emv.com/rusia-y-china-lanzan-su-proyecto-conjunto-de-colonia-lunar.html

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La ciencia permanece como dominio de las grandes potencias

Fuentes: IPS

El mundo gasta más dinero en la ciencia y el número de investigadores aumenta, pero esos avances siguen concentrados en unos pocos países poderosos, planteó el más reciente estudio de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).

El informe “La carrera contra el reloj para un desarrollo más inteligente”, divulgado en esta capital, registró que el gasto mundial en ciencias aumentó 19 por ciento entre 2014 y 2018, y el número de investigadores se incrementó en 13,7 por ciento.

Sin embargo, hay importantes disparidades: solo dos países (Estados Unidos y China), son responsables de casi dos tercios de esa progresión (63 por ciento), en tanto que cuatro de cada cinco países van muy por detrás e invierten menos de uno por ciento de su producto interno bruto en investigación científica.

Por lo tanto, “el paisaje científico sigue siendo un paisaje de las grandes potencias”, asentó el informe divulgado en la sede de la Unesco en esta capital.

América del Norte invierte 2,73 por ciento de su PIB en investigación y desarrollo científico, la Unión Europea 2,02 por ciento (Alemania 3,09), Rusia 0,99 y Asia oriental y sudoriental 2,13 por ciento  (Japón 3,26 y China 2,19 por ciento).

América Latina invierte 0,66 por ciento de su PIB (Brasil 1,26, Argentina 0,54 y México 0,31 por ciento), Asia del sur 0,60, África subsahariana 0,51, los Estados árabes 0,59 y, en el oeste de Asia (1,37) Israel invierte 4,95 por ciento.

“Los desafíos actuales –ya sea relacionados con los cambios climáticos, la pérdida de la biodiversidad, el declive de la salud del océano o las pandemias– son hoy planetarios, y, por lo tanto, precisan movilizar a científicos e investigadores del mundo entero”: Audrey Azoulay.

En número de investigadores por millón de habitantes, América del Norte tiene 4432, la Unión Europea 4069, Rusia 2784, Asia oriental y sudoriental 1476 y los Estados árabes 736.

En Asia del sur hay 263, en África subsahariana 124, en América Latina 593 (1192 en Argentina, 888 en Brasil y 260 en México) y en el Caribe 520.

La inteligencia artificial (IA) y la robótica son áreas muy dinámicas, según el texto, y destaca que solo en 2019 se publicaron casi 150 000 artículos al respecto.

Por el contrario, hay ámbitos decisivos de la investigación que atraen inversiones mucho menores: en 2019 la investigación sobre la captación y el almacenamiento de carbono dieron lugar únicamente a 2500 artículos, 60 veces menos que la IA.

Y en seis de los 10 países más especializados en ese ámbito, la temática está en neto retroceso (Canadá, Francia, Alemania, Países Bajos, Noruega y el actual líder, Estados Unidos).

También el campo de las energías sostenibles está insuficientemente explorado, ya que en 2019 representó únicamente 2,5 por ciento de las publicaciones mundiales.

La conclusión ante esa evidencia es que queda un largo camino por recorrer para que la ciencia pueda aportar todo su potencial al desarrollo sostenible.

Audrey Azoulat, directora general de la Unesco, dijo que “es indispensable una ciencia mejor dotada, debe ser menos desigual, más cooperativa y más abierta”.

“Los desafíos actuales”, prosiguió Azoulay, “ya sea relacionados con los cambios climáticos, la pérdida de la biodiversidad, el declive de la salud del océano o las pandemias, son hoy planetarios, y, por lo tanto, precisan movilizar a científicos e investigadores del mundo entero”.

Aunque en los últimos años la cooperación científica progresó, solo produjo una de cada cuatro publicaciones. “Además, pese al formidable aliento colectivo al que dio lugar la lucha contra la covid-19, persisten en el mundo numerosas trabas que continúan obstaculizando la investigación”, asentó el informe.

Por ejemplo, más de 70 por ciento de las publicaciones permanecen inaccesibles para la mayoría de los investigadores. El informe documenta esfuerzos para derribar estas barreras, fuente de desigualdad e ineficacia, y preconiza modelos nuevos de circulación y difusión del conocimiento científico.

La Unesco trabaja en ello, desde 2019 prepara un instrumento normativo mundial en pro de la ciencia abierta, y aspira que el texto se adopte en la próxima conferencia general de la organización, en noviembre de 2021.

El Informe también recogió que en el mundo solo un tercio de los investigadores son mujeres, y aunque la paridad de género es casi total en ciencias de la vida, es algo todavía muy lejano en otros muchos ámbitos científicos prometedores.

Por ejemplo, las mujeres representan únicamente 22 por ciento de los efectivos empleados en IA, “una traba que no es únicamente actual, sino también futura, porque no podemos dejar que la ciencia del futuro reproduzca o incluso amplifique las desigualdades de la sociedad”, según la Unesco.

El informe subrayó que la ciencia debe congregar a toda la humanidad para hacer frente a los desafíos actuales y por venir, y preconizan la vulgarización científica para sostener la confianza de la sociedad en que la ciencia es su aliada.

Fuente: https://ipsnoticias.net/2021/06/la-ciencia-permanece-como-dominio-de-las-grandes-potencias/

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Coronavirus: la preocupación por la seguridad en los 59 laboratorios del mundo que manejan los virus más letales

¿Surgió el coronavirus SARS-CoV-2 de un laboratorio durante una investigación de alto riesgo que salió mal?

Independientemente de cuál sea la respuesta, el riesgo de futuras pandemias derivadas de la investigación con patógenos peligrosos es real.

El foco de esta discusión sobre fugas de laboratorio es el Instituto de Virología de Wuhan, ubicado en las afueras de esa ciudad de China. Este es solo uno de los 59 laboratorios de contención máxima en funcionamiento, en construcción o planificados en todo el mundo.

Conocidos como laboratorios de nivel de bioseguridad 4 (BSL 4), están diseñados y construidos para que los investigadores puedan trabajar de manera segura con los patógenos más peligrosos del planeta, aquellos que pueden causar enfermedades graves y para los que no existen tratamientos o vacunas.

Los investigadores deben usar trajes presurizados de cuerpo entero con oxígeno independiente.

Repartidos en 23 países, la mayor concentración de laboratorios BSL 4 se encuentra en Europa, con 25 laboratorios.

América del Norte y Asia tienen números aproximadamente iguales, con 14 y 13 respectivamente. Australia tiene cuatro y África tres.

Al igual que el Instituto de Virología de Wuhan, las tres cuartas partes de los laboratorios BSL 4 del mundo se encuentran en centros urbanos.

Una persona de protege con un traje especial.

FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES

Bioseguridad y bioprotección

Con 3.000 m² de espacio, el Instituto de Virología de Wuhan es el laboratorio BSL 4 más grande del mundo, aunque pronto será superado por la Instalación Nacional de Bio y Agrodefensa de la Universidad Estatal de Kansas en EE.UU.

Cuando esté completo, contará con más de 4.000 m² de espacio de laboratorio BSL 4.

La mayoría del resto de los laboratorios son significativamente más pequeños, con la mitad de los 44 laboratorios de los que se dispone de datos de menos de 200 m², menos de la mitad del tamaño de una cancha de baloncesto profesional o aproximadamente tres cuartas partes del tamaño de una cancha de tenis.

Alrededor del 60% de los laboratorios BSL 4 son instituciones de salud pública administradas por gobiernos, dejando el 20% a cargo de universidades y el otro 20% a agencias de biodefensa.

Estos laboratorios se utilizan para diagnosticar infecciones con patógenos transmisibles y altamente letales, o se utilizan para investigar estos patógenos para mejorar nuestra comprensión científica de cómo funcionan y para desarrollar nuevos medicamentos, vacunas y pruebas de diagnóstico.

Pero no todos estos laboratorios obtienen buenos puntajes en seguridad y protección.

El Índice de Seguridad Sanitaria Global, que mide si los países tienen legislación, regulaciones, agencias de supervisión, políticas y capacitación sobre bioseguridad y bioprotección, es instructivo.

(La Organización Mundial de la Salud define «seguridad biológica» o «bioseguridad» como los principios, técnicas y prácticas aplicadas con el fin de evitar la exposición no intencional a patógenos y toxinas, o su liberación accidental. En cambio, la «protección biológica» o «bioprotección» incluye aquellas medidas de protección de la institución y del personal destinadas a reducir el riesgo de pérdida, robo, uso incorrecto, desviaciones o liberación intencional de patógenos o toxinas).

Una persona protegida con un traje especial manipula frascos de laboratorio.

FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES

Liderado por la «Nuclear Threat Initiative» (Iniciativa de amenaza nuclear), con sede en EE.UU., el índice muestra que solo cerca de una cuarta parte de los países con laboratorios BSL 4 recibieron puntuaciones altas en bioseguridad y bioprotección.

Esto sugiere que hay mucho margen de mejoras para que los países desarrollen sistemas integrales de gestión de riesgos biológicos.

Pertenecer al Grupo de Expertos Internacionales de Bioseguridad y Reguladores de Bioprotección, donde las autoridades reguladoras nacionales comparten las mejores prácticas en este campo, es otro indicador de las prácticas nacionales de bioseguridad y biosprotección.

Solo el 40% de los países con laboratorios BSL 4 son miembros de este foro: Australia, Canadá, Francia, Alemania, Japón, Singapur, Suiza, Reino Unido y EE.UU.

Y ningún laboratorio aún se ha suscrito al sistema voluntario de gestión de riesgo biológico (ISO 35001), introducido en 2019 para establecer procesos de gestión para reducir los riesgos de bioseguridad y bioprotección.

La gran mayoría de los países con laboratorios de contención máxima no regulan la investigación de doble uso, que son experimentos que se llevan a cabo con fines pacíficos pero que pueden adaptarse para causar daños; o la investigación «avance de función» (gain of function), que se centra en aumentar la capacidad de un patógeno para causar una enfermedad.

Tres de los 23 países con laboratorios BSL 4 (Australia, Canadá y EE.UU.) tienen políticas nacionales para la supervisión de la investigación de doble uso.

Al menos otros tres países (Alemania, Suiza y Reino Unido) tienen alguna forma de supervisión de doble uso, donde, por ejemplo, los organismos de financiación exigen a los beneficiarios de las subvenciones que revisen y determinen las implicaciones de la investigación de doble uso.

Demanda creciente de laboratorios BSL 4

Existe una gran proporción de investigación científica sobre coronavirus que se realiza en países sin supervisión de la investigación de doble uso o experimentos de avance de función.

El Instituto de Virología de Wuhan desde el aire.

FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES

Pie de foto,
Vista del Instituto de Virología de Wuhan desde el aire.Esto es particularmente preocupante ya que es probable que aumente la investigación de avance de función con coronavirus a medida que los científicos buscan comprender mejor estos virus e identificar cuáles presentan un mayor riesgo de pasar de animales a humanos o de volverse transmisibles entre humanos.

Se espera que más países alberguen laboratorios BSL 4 a raíz de la pandemia como parte de un énfasis renovado en la preparación y respuesta ante futuras pandemias.

Si bien la pandemia de la covid-19 sirvió como un claro recordatorio de los riesgos que plantean las enfermedades infecciosas y la importancia de la investigación biomédica sólida para salvar vidas, también debemos tener en cuenta que dicha investigación puede conllevar sus propios riesgos.

Sin embargo, la buena ciencia y las políticas inteligentes pueden mantener esos riesgos bajo control y permitir que la humanidad aproveche los beneficios de esta investigación.

*Filippa Lentzos es profesora titular de Ciencia y Seguridad internacional del King’s College London. Gregory Koblentz es profesor asociado y director de la Maestría en Biodefensa de la Universidad George Mason.

Fuente: https://www.bbc.com/mundo/noticias-57505396

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Japón pondrá en 2022 un robot transformable en la Luna

La agencia espacial japonesa planea poner el año que viene un robot transformable en la Luna, con el propósito de preparar el despliegue de un futuro rover tripulado, que llegaría a nuestro satélite en 2029. Es parte de un ambicioso plan japonés de incursión espacial, que incluye misiones tripuladas permanentes en la Luna y luego en Marte.

Un pequeño robot transformable será colocado por la Agencia de Exploración Aeroespacial de Japón (JAXA) en la Luna durante 2022, preparando las condiciones necesarias para el desembarco de un rover tripulado en 2029. Las acciones marcan el progreso del plan japonés para dejar su huella en el espacio: piensa concretar misiones tripuladas permanentes tanto en nuestro satélite como en Marte.

Japón parece decidido a no quedar atrás en la incipiente «carrera espacial» del siglo XXI, protagonizada por Estados Unidos y China pero que también presenta esfuerzos y proyectos en desarrollo de Rusia, Europa, Canadá y Emiratos Árabes Unidos, entre otros países o grupos de naciones: para ello ha desarrollado un módulo de aterrizaje lunar y está trabajando en un rover.

Previamente, la agencia espacial japonesa ha encargado a una conocida marca de juguetes que desarrolle un pequeño robot transformable junto a otras empresas y universidades, para probar las condiciones del polvo en la Luna. Se trata de un diminuto dispositivo en forma de bola, que pesa solamente 250 gramos.

Según una nota de prensa, el artefacto lunar mide solamente 80 milímetros de diámetro previamente a su transformación. Será utilizado principalmente para estudiar las condiciones del regolito o «arena lunar»: se trata de una capa de materiales no consolidados que reposan sobre roca sólida y caracteriza a la superficie de la Luna.

Datos vitales

El análisis de estos aspectos es crucial para poner a punto la tecnología de conducción autónoma que empleará el rover presurizado con tripulación, que Japón llevará a la Luna en 2029. El robot transformable destinado a recabar estos datos será transportado por un módulo de aterrizaje lunar, que además contará con una cámara para tomar imágenes de la superficie de la Luna.

Los datos que se obtengan permitirán analizar el rendimiento del algoritmo de localización que utilizará el futuro rover tripulado, como así también el impacto de la «arena lunar» en su desenvolvimiento en la superficie del satélite terrestre. Sin embargo, esto sería solamente el comienzo de un plan mucho más ambicioso.

Japón piensa en los rovers tripulados presurizados como un elemento trascendental de apoyo a la exploración lunar humana, que según la agencia espacial del país oriental vivirá su apogeo en la década de 2030.

En los mismos buscará tener en cuenta condiciones como la gravedad lunar (que es una sexta parte de la existente en la Tierra), la accidentada y compleja geografía del satélite o aspectos como la radiación y la temperatura en la Luna. El objetivo es crear el escenario para que las misiones tripuladas permanentes sean más eficientes desde todo punto de vista.

Japón conquista el espacio

Pero la Luna no será el único destino de la «conquista» espacial japonesa: también planea concretar posteriormente misiones tripuladas permanentes hacia Marte, el planeta rojo hoy «dominado» por Estados Unidos y China. Su ambición no es nueva, ya que en 1998 había lanzado una primera sonda de observación a Marte, un artefacto de 535 kilos llamado Nozomi (Esperanza).

Para concretar estas misiones será crucial el desarrollo de rovers verdaderamente eficientes. Para ello, JAXA ha unido esfuerzos con la empresa Toyota para crear una nueva tecnología de movilidad lunar, que posteriormente se adaptaría a las características de Marte.

Bajo un nuevo concepto de «movilidad espacial», los vehículos se alimentarían mediante pilas de combustible, empleando métodos limpios de generación de energía. Además, tendrían una alta densidad energética para poder hacer frente a las duras condiciones ambientales y a la superficie de la Luna y Marte.

El robot transformable diseñado para estudiar la superficie lunar de la agencia espacial japonesa, que se enviaría a la Luna durante 2022. Crédito: JAXA/Tomy Company/Sony/Doshisha University.

Fuente: https://tendencias21.levante-emv.com/japon-pondra-en-2022-un-robot-transformable-en-la-luna.html

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Alliance Niyigena: “Hay que revalorizar la investigación, porque sin ella no hay innovación ni se puede ser competitivo”

Para la investigadora noruega, la transición energética ha de hacerse de una manera global, sostenible y a varias velocidades, con una mayor inversión pública y privada

Alliance Niyigena tiene 25 años y una personalidad contagiosa que constituye toda una declaración de intenciones que comienza con su propio nombre (Alianza, en español). De nacionalidad noruega y origen ruandés, de donde salió junto a sus padres con solo año y medio para huir del genocidio, Alliance es ingeniera de profesión e investigadora, desde octubre de 2020, en el Instituto de Microelectrónica de Barcelona (IMB-CNM CSIC), especializado en la investigación y desarrollo de dispositivos de micro y nanoelectrónica. Además, forma parte de HYPED, un colectivo de estudiantes de la Universidad de Edimburgo dedicado a desarrollar el Hyperloop, un innovador método de transporte mediante trenes en tubos al vacío, y ha vivido también en Francia (donde cursó Secundaria), Escocia (donde se graduó), EE UU, Bélgica y China (Pekín).

El interés de Alliance se centra en la búsqueda de soluciones energéticas que posibiliten un futuro sostenible para todo el mundo. La visión global, afirma, debe prevalecer sobre los intereses particulares: “Ahora ya no puedes hablar solo de España, por ejemplo, sino de Europa. Pero lo que pasa en China también toca a España, y lo que sucede en África también impactará algo en España. Si todos tienen desde un principio este punto de vista, llegaremos a resolver problemas mucho más rápidamente”. La ingeniera visitó Madrid el pasado mes de mayo, invitada por la Fundación Telefónica, para participar en la presentación de la revista Telos, de la que fue su portada, y atendió a EL PAÍS en la sede de la Fundación en la calle Gran Vía.

Pregunta. El cambio climático ha potenciado el proceso de transición energética hacia fuentes de energía renovable. Sin embargo, no todos los países abrazan esta necesidad con el mismo grado de interés…

Respuesta. Nos tenemos que preguntar si estamos haciendo una transición energética para nosotros o para todos. Los países del primer mundo debemos darnos cuenta de que la culpa también es nuestra, puesto que llevamos más de 100 años emitiendo CO2. Europa, Estados Unidos o China han emitido demasiados gases y ahora todo el mundo está sufriendo las consecuencias climáticas. Por eso, tenemos la responsabilidad de desarrollar tecnología como la fotovoltaica y de bajar el precio. Es necesario invertir más dinero, tanto público como privado, para que la investigación permita desarrollar tecnologías sostenibles a precios asequibles y que los países emergentes puedan adquirirla. ¿Qué valor tiene a nivel global si son tecnologías que solo podemos usar en España, Francia, Estados Unidos…?

 

Si tuviéramos aquí a una persona de la India nos diría: “Vosotros habéis hecho crecer vuestra economía sobre este modelo; ¿por qué nosotros no podemos hacer lo mismo?” Y es verdad; al final no es justo. Por eso necesitamos aceptar que esta transición energética no va a ser igual en todo el mundo, y que es más importante centrarnos en la optimización de lo que tenemos. No puedes exigir a países como Indonesia, India, Bangladesh, Brasil o México, que todavía usan mucho carbón, que compren energía eólica, que les resulta muy cara. Es más justo pedirles que inviertan dinero en optimizar la tecnología que tienen ahora, y así, juntos, haremos trabajos diferentes, pero en la misma dirección.

P. ¿Qué alternativas hay al modelo energético actual?

R. No podemos dar ningún paso atrás, porque sabemos que la manera actual de producir electricidad es contaminante; que tiene un impacto muy negativo en la salud de las personas y sobre el medio ambiente. Para empezar, es necesario convencer al sector privado de que inviertan dinero en los países emergentes y pobres, para desarrollar infraestructuras. De momento no hay tanto interés, porque hay mucho riesgo, y por eso hacen falta acuerdos de comercio entre países, para que sea más seguro invertir. Si una región tiene electricidad, se va a desarrollar sola, porque van a poder ir a la escuela y hacer sus deberes por la noche, van a poder montar más negocios y acceder al Internet, y eso es información. Ahora bien, la cuestión está en cómo hacerlo. Creo que depende de los países y de instituciones como el Banco Mundial, para que desarrollen modelos financieros atractivos y a la vez justos.

P. ¿Existe voluntad política para hacer esa necesaria transición energética?

R. Necesitamos entender que muchos de esos países, como Estados Unidos, Brasil o Venezuela, tienen economías basadas en el petróleo, que es su fuente principal de dinero. Todos ellos han afirmado que el problema climático no es grave, pero lo que pasa en verdad es que la transición a las renovables les da miedo. ¿Por qué van a cambiar ahora a algo con tanta incertidumbre y que no está completamente desarrollado? La única manera de luchar contra ellos es con los números. Poder decirles: “Mira, esto es más barato” y que se den cuenta de que, así, su negocio no va a sobrevivir 20 años.

Yo creo que hay una brecha muy grande entre lo que dicen los políticos y lo que está pasando día a día, y por eso se necesita más gente con conocimientos técnicos haciendo esos presupuestos o leyes. Lo que pasa es que vende mejor decir que vamos a llegar ahí en 30 años que en 100 años. Pero necesitamos más tiempo… En 30 años, tendremos más energías renovables y puede que un 50 % más de cargadores en la calle, pero creo que realmente vamos hacia un modelo híbrido en el que habrá menos coches con combustibles fósiles y más coches eléctricos, por ejemplo.

P. ¿De qué manera puede la energía contribuir a un mundo más sostenible?

R. La transición energética implica un cambio de comportamiento. La gente es más consciente de su salud y de los efectos positivos de esa transición, mejorando la calidad del aire y la manera de usar los recursos de la Tierra. Si queremos tener más coches eléctricos, habrá que pensar de dónde vienen los materiales necesarios para las baterías, como el cobalto. Y esa cadena de recursos no es sostenible: cabe la posibilidad de que esta transición energética acabe por mejorar nuestro mundo pero empeore el de los demás, porque necesitemos sus minerales, su agua y sus recursos de electricidad.

La otra posibilidad es que la gente exija medidas para luchar contra el cambio climático no solo en España, sino en otras partes del mundo. Que los ciudadanos presionen a las empresas para que estas cambien sus prácticas y que tengan cadenas de recursos más sostenibles; que haya más inversiones regionales en África y Sudamérica y leyes de comercio de electricidad sostenibles que sean buenas para todas las partes.

P. ¿En qué estado está el proyecto del Hyperloop?

R. Desde que entré en el proyecto de Hyperloop hasta ahora, ha cambiado mucho. De ahí han salido muchas empresas que han desarrollado Hyperloop, cada vez con más inversión y haciendo pruebas en Dubai, Estados Unidos o India sobre distancias muy largas. ¿Es posible? Sí. Pero eso no significa que vaya a funcionar en el mundo real, que le guste a la gente y que quiera usarlo. Primero, hay que ver si se tiene la suficiente financiación para seguir, porque es un proyecto bastante grande y exigiría cambiar toda la infraestructura de transporte.

El Hyperloop, además, serviría en un principio solo para mover mercancías. Toma el caso del aeropuerto de Dubai, que gestiona muchas: si tú puedes enviarlas desde Dubai a Kuwait, por ejemplo, superrápido; o si puedes enviar algo de Madrid a Barcelona en 40 minutos, en vez de en dos días, se cambiaría por completo la forma de hacer negocios. Los humanos entrarían en una última fase, pero no lo veo posible antes de 30 o 40 años.

P. El Instituto de Microelectrónica de Barcelona en el que trabajas se centra en el uso de las micro y nanotecnologías para resolver retos sociales. ¿Puedes citar algún ejemplo?

R. Allí hay, desde hace años, un grupo (Speed) que trabaja en un tipo de pila que sería capaz de alimentar pequeños dispositivos eléctricos con energía producida por el propio cuerpo humano, a través de sustancias como el sudor o la sangre. Por su puesto, esto no vale para grandes objetos; no podríamos cargar así la batería de un coche, pero sí tu Fitbit, por ejemplo. Se trata de un campo muy importante, porque al final, si puedes hacer pilas más sostenibles y menos dependientes de recursos combustibles o materiales contaminantes, eso va a ayudar también a los países pobres y emergentes.

P. ¿Qué papel deben jugar los capitales públicos y privados en la investigación?

R. Lo primero que hay que hacer es valorizarla. Llevo unos ocho meses en España y me parece que la investigación no se valora ni a nivel público ni privado (y lo mismo pasa en Francia). No se incentiva ni se atrae el talento a la investigación, y eso es un lastre para la innovación. Sin ella, no se puede ser competitivo. La covid ha servido para que la gente se dé cuenta de que los países que han sacado las patentes de las vacunas son precisamente los que invierten más dinero en investigación y desarrollo. Si España o Europa quieren seguir siendo competitivas, deben invertir en tecnología y en energías renovables. Es fundamental un cambio de comportamiento, y que tanto el sector público como privado sean capaces de tener una visión a largo plazo, porque la investigación necesita de tiempo: no funciona solo a dos o cuatro años vista.

P. La pandemia ha dado un gran impulso a la transformación digital. ¿Cuáles crees que serán los mayores desafíos a afrontar en el futuro?

R. Hoy ya es evidente, y los Gobiernos lo saben, que los ataques cibernéticos son un riesgo importante. Ha habido ataques desde China a la India, desde Rusia a Noruega… Con la pandemia, las tecnologías digitales se han expandido rápidamente, pero el problema es que la tecnología avanza más rápido que las leyes. Por eso, uno de los mayores problemas es la educación. Avanzamos tan rápido que vamos a perder a mucha gente que no va a poder seguir trabajando o siendo competitiva en este mundo digital.

La diferencia Entre Europa y otras potencias como Estados Unidos o China es que no tenemos todas las competencias digitales necesarias; no dedicamos la suficiente inversión en educar a la gente, así que somos muy vulnerables. Puede que los ciudadanos privados no lleguen a percibirlo del todo, pero los Gobiernos sí verán más y más ataques de este tipo, porque al final cualquiera puede llevarlos a cabo, y no puedes afirmar al final si he sido yo, un chico desde un sótano o Rusia.

P. ¿Es necesaria una transformación radical de los sistemas educativos?

R. Yo creo que sí. Todavía queremos que la gente se especialice en una cosa, y yo creo que ese es el error más grande porque, al final, los trabajos del futuro no serán tan especializados, y cuando accedas al mercado laboral no tendrás que hacer una sola cosa sino varias, y necesitarás muchas competencias distintas. También hay que ver dónde están las grandes olas de innovación del mundo. Estados Unidos y China ya sabían, hace 40 años, que este mundo digital sería el futuro, y por eso han dedicado a ello tanto dinero. Las grandes empresas tecnológicas son americanas, chinas… Pero no hay nada saliendo de Europa. Por eso yo creo, y lo digo muy claro, que necesitamos cambiar la educación, porque ya hemos perdido 40 años.

Para muchos, el sistema universitario europeo es excelente, porque creamos gente especializada muy buena, y estoy de acuerdo, aunque creo que se deben ofrecer más opciones. Pero la diferencia tiene que ver no solo con la educación, sino con la mentalidad. Mientras que Europa todavía se apoya mayoritariamente en la memorización, en América se fomenta más el trabajo por proyectos, que empuja a los estudiantes a pensar creativamente, y también tienen una mentalidad más emprendedora. En China también se apoya la creación de startups, especialmente digitales, mientras que en Europa se es mucho más reticente a dar dinero para ninguna iniciativa hasta que tengan casi una certeza de que va a funcionar. Pero, al hacer eso, vas a ser crear cambios de una manera mucho más lenta. Si queremos ser capaces de pensar críticamente y de una forma creativa, hay que enseñar esta

habilidad en las escuelas.

P. La mujer aún está infrarrepresentada en el campo de las STEM. ¿Qué importancia crees que tiene el que las niñas tengan referentes femeninos a seguir?

R. Recuerdo una charla que me dieron en mi primer año de universidad, donde un profesor nos enseñaba cada semana ejemplos de personas destacadas en diferentes campos de la ingeniería, para ayudarnos a elegir una especialidad. Y todas estas personas eran hombres. Después de ocho semanas, le mandé un correo y le dije que yo no me sentía representada, y que no me estaba dando muchas razones para convertirme en ingeniera. Él se disculpó y lo cambió, porque los referentes femeninos están ahí, existen.

De todas maneras, creo que no se trata solo de motivar a las niñas en las disciplinas STEM; también hay que hacerlo con las minorías o con niños inmigrantes, que pueden pasarlo mal porque no ven ninguna representación de su color o su religión en la ciencia, para que sepan que pueden llegar a ser todo lo que se propongan. Cuando comparto lo que hago, y aunque aún soy muy joven, algunas familias vienen y me animan a seguir, porque sirvo de ejemplo para sus hijos, que dicen: “Quiero ser como Alliance; quiero pedir la beca que le dieron a ella”, o “quiero estudiar en otros países”, o “también me gustaría ser ingeniera”.

Fuente: https://elpais.com/economia/2021/06/10/actualidad/1623333960_863861.html

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El gasto mundial en ciencia sube pero es desigual, según la UNESCO

El gasto mundial en ciencia ha aumentado considerablemente, con un dinamismo sin precedentes en los países en desarrollo, sobre todo en África, pero Estados Unidos y China siguen teniendo demasiado peso, según la UNESCO.

Entre 2014 y 2018 la inversión en investigación científica creció un 19% y el número de científicos, un 13,7%.

Esta tendencia al alza se vio estimulada por la crisis del covid-19, recalca la UNESCO este viernes en su informe sobre la ciencia que publica cada cinco años y sigue la evolución de las políticas públicas científicas desde hace casi treinta años en más de 190 países.

«Hace 20 años aún había que convencer a los países del valor de invertir en ciencia y tecnología. Hoy, casi todos han integrado la noción de que es un medio de hacer avanzar la economía», afirmó a la AFP Susan Schneegans, coordinadora del informe.

Pero esta inversión es «muy desigual»: Estados Unidos y China representan casi dos tercios (63%) de la progresión global del gasto. Y cuatro de cada cinco países van a la zaga, puesto que dedican menos del 1% de su PIB a la investigación.

La inteligencia artificial y la robótica son muy dinámicas, sobre todo en países de «ingresos medios inferiores», que contribuyeron con más del 25% a las 150.000 publicaciones sobre el tema en 2019 (12,8% en 2015).

Algunos países «son muy ingeniosos, logran innovar sin muchos medios en tecnologías digitales», afirma Susan Schneegans.

Durante la pandemia, el 13% de las nuevas tecnologías concebidas para hacer frente al virus se produjeron en África, pese a que el continente representa solo el 14% de la población mundial: asistentes virtuales, herramientas de autodiagnóstico, aplicación de rastreo…

En 2020, «hemos registrado más de 700 polos de innovación en África, frente a unos 300 en 2015. El problema es que siguen dependiendo mucho de la financiación externa», añade la funcionaria de la UNESCO.

Hay otro problema: la energía verde atrae menos. La investigación sobre captura y almacenamiento de carbono solo generó 2.500 artículos en 2019. El tema retrocede incluso en Canadá, Francia, Alemania y el líder actual, Estados Unidos.

En cuanto a la energía fotovoltaica, eólica o los biocombustibles, entre 2012 y 2016, los presupuestos progresaron poco a nivel mundial, estima la UNESCO, que elogia no obstante la «homogeneización de las prioridades de desarrollo en todos los países». En los Estados en desarrollo, algunas investigaciones sobre energías verdes incluso se han disparado.

La UNESCO aboga por una mayor inversión y pide «más coherencia». La ciencia «debe ser menos desigual, más cooperativa y más abierta», concluye su directora general, Audrey Azoulay.

Fuente: https://www.swissinfo.ch/spa/el-gasto-mundial-en-ciencia-sube-pero-es-desigual–seg%C3%BAn-la-unesco/46696476

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