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¿Aprender a convivir pacífica y constructivamente?

06 de diciembre de 2017 / Fuente: https://compartirpalabramaestra.org

Por: Mary Simpson

Transformar las aulas, los colegios y la comunidad en escenarios de construcción de una nueva cultura de paz, reconciliación y justicia social. 

Si. Este es el reto que de manera explícita como país hemos asumido, cada uno desde su rol en la sociedad, desde sus familias, las escuelas, las empresas, los medios de comunicación, en las calles. Es un aprendizaje que venimos tejiendo desde hace muchos años y cuyos esfuerzos se han estado visibilizando en el último año, como una contribución para inspirarnos en este camino.

Es el caso del sinnúmero de eventos a nivel nacional y local que se han desarrollado para convocar a aquellos actores que hacen camino de forma sistemática en este sentido. Queremos resaltar algunos:

  1. Foro Educación en valores: construimos paz desde la escuela, organizado por la OEI y la Fundación Compartir en la Universidad de Los Andes, en el que la voz de maestros y rectores se escuchó junto con la de académicos sobre cómo desde las aulas se viene construyendo paz desde hace años.
  2. El conversatorio, llevado a cabo en Medellín, “Relaciones armónicas y sana convivencia en la escuela” en el que se lanzó la estrategia Construyendo Juntos Entornos Protectores del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF).
  3. El Encuentro Capaz para la Paz en el que la Oficina del Alto Comisionado para la Paz lanzó la estrategia “Capaz para la Paz” que busca fortalecer capacidades para la construcción de paz en los territorios. Diversos actores con experiencia en la construcción de paz desde el territorio compartieron sus prácticas, orientados por las preguntas: ¿Qué capacidades se necesitan para reconciliarnos y vivir en convivencia? ¿Cuántos imaginarios colectivos de paz tenemos? ¿Cómo debemos formarnos para asegurar como sociedad el no retorno a la confrontación armada?

La voz del Gran Rector del Premio Compartir 2017 Francis Otero Gil del Instituto Manizales se hizo sentir en estos dos últimos encuentros, compartiendo su experiencia cuyo mensaje sintetiza en 5 palabras: “Si yo cambio todo cambia”. Su mensaje nos dice además que los cambios los realizamos con otros, así que es fundamental construir capacidades para la colaboración, la cooperación, una capacidad de doble vía, que da y que recibe.

Por último, la revista Semana nos sorprendió este año con su premio anual a los Mejores Lideres que desde hace 7 años reconoce a personajes que sobresalen en diversos ámbitos, con una premiación a los liderazgos colectivos, como una señal a la importancia del trabajo colaborativo para la construcción de paz. Fue muy significativo encontrar entre los 30 finalistas, colectivos de base comunitaria como la Asociación de Mujeres Nashira una ecoaldea de mujeres, productiva, sostenible, sin violencia y con seguridad alimentaria;  la Asociación de Negros del Río Yurumanguí; el Comité Cívico del Chocó; y, el Programa Sierra Viva; organizaciones que buscan la trasformación del periodismo y la justicia, como el Consejo de Redacción y Dejusticia; y, varias organizaciones dedicadas a la educación como Empresarios por la Educación, un esfuerzo que cumple 15 años conectando empresarios que generan acciones conducentes a contribuir a mejorar la educación del país; Enseña por Colombia; el movimiento juvenil Todos por la Educación; y, el colegio Gerardo Paredes por su  proyecto pedagógico para prevenir el embarazo adolescente. Felicitaciones a todos los colectivos!

La Fundación Compartir se unió este año con el lanzamiento del Premio Compartir de Educación para la Paz, para visibilizar y reconocer a maestros y rectores o colectivos de maestros, de Instituciones Educativas oficiales y privadas que, por medio de su liderazgo pedagógico y comunitario, han logrado transformar las aulas, los colegios y la comunidad en escenarios de construcción de una nueva cultura de paz, reconciliación y justicia social.

Fuente artículo: https://compartirpalabramaestra.org/opinion-y-analisis/editorial/aprender-convivir-pacifica-y-constructivamente

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Jardín Sobre Ruedas de Integra: Acercando la educación a los niños/as de Aysén en Chile

América del Sur/Chile/01.11.2017/Fuente: eldivisadero.cl.

Tres son las localidades de la región de Aysén que cuentan con el trabajo del Jardín Sobre Ruedas (JSR) de Fundación Integra buscando acercar la educación a todos los lugares de nuestra región a través de un desarrollo curricular que integra diferentes ambientes y espacios educativos, respondiendo a características particulares de los grupos involucrados.

Una camioneta completamente equipada con materiales pedagógicos recorre las localidades de El Gato, Mañihuales y Coyhaique para llevar el jardín infantil hacia dichos lugares donde factores como la baja densidad poblacional y la dispersión geográfica, dificultan la instalación de un establecimiento formal.

Nicole Joo, asesora técnica del Jardín Sobre Ruedas explica que el objetivo “es poder entregar una opción en materia de cobertura en educación en primera infancia a los sectores que no cuentan con esta opción, permitiendo así poder entregar este servicio a las comunidades que más lo necesitan”.

A la vez agregó que “conocemos y vemos en terreno el enorme esfuerzo que realizan las familias y los niños y niñas para poder participar de las distintas actividades que desarrollamos. Se desplazan largas distancias, durante todo el año, con las dificultades propias del territorio, con el fin de que sus hijos puedan recibir los mismos beneficios que puede tener un niño o niña en las ciudades más grandes”.

Ofrecer Educación Parvularia de calidad a niños y niñas de 2 a 5 años, a través de un proyecto curricular que incorpora a las familias y la comunidad es el trabajo que viene desarrollando la institución con el JSR con el objetivo de potenciar sus talentos y habilidades a partir de intereses personales en ambientes educativos diversos y que son parte de las Modalidades No Convencionales (MNC) que la institución tiene en materia de educación.

Joselyn Orellana, educadora de párvulos del Jardín Sobre Ruedas explica que “las acciones que desarrollamos con los niños y niñas tienen un sentido y un objetivo específico, nada es por casualidad. Todas las experiencias educativas se planifican según el grupo de niños y niñas de cada localidad a trabajar para lograr aprendizajes significativos que respondan a las necesidades de los niños en sus distintas edades todo esto con la compañía y participación activa de las familias, con las que se busca apoyar en su rol parental en la educación de sus hijos, desde la educación inicial”.

Una educadora de párvulos y un animador-conductor conforman el equipo que visita cada localidad, una vez a la semana, transformando un espacio cedido por la comunidad en una sala educativa donde, por 4 horas, niños y niñas, junto a sus familias, para participar de experiencias educativas.

Doris Sanhueza, del sector Arroyo El Gato y apoderada del Jardín Sobre Ruedas, “para mí ha sido un apoyo fundamental ya que acá no hay jardín y esto los ha ayudado mucho en poder a compartir con otros niños del sector y a la vez me ayudó mucho para aprender a cómo enseñarles distintas metodologías a mis hijos. He visto muchos avances en mis hija (Maite) porque ella sólo compartía con sus hermanos, los que son mayores, y ahora sociabiliza más y no pelea tanto”.

Por su parte, Daniela Marín, apoderada de esta modalidad en Coyhaique avala la labor desarrollada por el equipo de esta modalidad no convencional de Integra ya que “porque, aparte de integrarlos a compartir con otros niños y niñas, nos entrega la posibilidad de poder -como padres- estar presentes en estas actividades y ver como se desenvuelven y de sus progresos en sus distintas etapas”.

Finalmente, es importante destacar que tras la jornada de trabajo con los niños y niñas, las familias se llevan ideas y tareas con actividades educativas para desarrollar en sus casas el resto de la semana lo que les permite reforzar los distintos ámbitos de educación en los que trabaja esta modalidad.

 Fuente de la noticia: http://www.eldivisadero.cl/noticia-45366.

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¿Amenaza la identidad indígena el uso de tecnología?

Semana Educación

Semana Educación habló con diferentes expertos sobre las circunstancias en que la tecnología puede ser un riesgo o un beneficio para el mantenimiento de la cultura de los pueblos originarios.

Escondida en la vasta selva del Vaupés, una niña indígena de la comunidad Ceima Cachivera ve por primera vez un capítulo de “Pepa Pig”, el programa infantil más popular entre los niños de 4 a 8 años en el mundo. Más tarde, a escasos 30 minutos de este resguardo, un joven, también indígena, intenta ingresar a internet a través de su smartphonedesde uno de los pocos puntos de conexión que tiene Mitú.

Para muchos expertos, ver este tipo de imágenes representa la degradación de una cultura ancestral. En cambio, para otros, garantizar su acceso a la tecnología desde la escuela, como cualquier ciudadano, significa un avance esencial en su formación. Si bien es cierto que algunas comunidades indígenas no están recibiendo una educación de acuerdo con su identidad, privarlos de los avances del mundo porque pertenecen a otra cultura, es una postura que debe discutirse.

Para María Paula Martínez, directora ejecutiva de Save the Children Colombia, nada es malo per sé, “todo depende de si esas herramientas tecnológicas llegan acompañadas de metodologías, contenidos y traductores que les ayuden a formarse de acuerdo con su contexto”, explica.

Así mismo para el docente Felipe Mora, quien dictó clases entre 2014 y 2015 en el Litoral de San Juan, Chocó, a la comunidad indígena Wounaan, decir que las tecnologías afectan la cultura indígena del país no tiene sentido. Cree que son excusas para no conectar a los que más lo necesitan. “La tecnología les ayuda a mostrar sus conocimientos. Ellos quieren aprender, no es raro verlos con sus celulares, ¿por qué vamos a privarlos de algo que ya han empezado a usar?”, se pregunta este docente.

Óscar Sánchez, director de Educapaz cree, al igual que Martínez, que el uso de la tecnología como herramienta para propiciar comunicación y adelantar los propios proceso de aprendizaje, es muy bueno y las comunidades indígenas lo reclaman. Sin embargo, “esto depende de si tiene sentido en sí misma, es decir que la tecnología se use como herramienta de un proyecto educativo y didáctico”, afirma.

Para Sánchez, uno de esos ejemplos en los que la tecnología rompe con la identidad de los pueblos indígenas es el programa de Computadores para Educar, liderado por el Ministerio de Educación y el Ministerio de las TIC. A pesar de sus esfuerzos para llevar la tecnología a los lugares más apartados, no ha tenido un enfoque diferencial que permita reconocer las múltiples identidades de los pueblos indígenas. “Los materiales que el gobierno  propone se estrellan con lo que para ellos no es apropiado para su identidad”.  Sin embargo, según el Ministerio de Educación, “las decisiones respecto a los programas de alfabetización digital o de proyectos como bibliotecas y señal satelital se dialoga en un proceso de concertación con las Autoridades de los  Pueblos Indígenas, quienes deciden o no la implementación de estos programas y el alcance en los contextos escolares”.

Pero también hay experiencias donde la tecnología es usada de una manera constructiva en la comunidades indígenas, como es el caso en el norte del Cauca, en el municipio de Jambaló, donde la Institución Educativa Sesteadero tiene un proyecto de observación de aves. “Aquí los muchachos y los maestros hacen uso de cámaras muy sofistacadas para hacer fotos de las aves, las editan y las comparten en su página web, de esta forma se comunican con observadores de aves del mundo, desde su comunidad. Otro ejemplo, es de emisoras y canales de video producidos por los propios indígenas, en los que registran su realidad para fortalecer su identidad y también para ayudarnos a los mestizos  a entender su diversidad”, cuenta Sánchez.

 

¿Cómo va la educación étnica en el país?

Según el informe “Etnoeducación, un reto por el respeto y reconocimiento de nuestra población” presentado por Save the Children Colombia con cifras del Ministerio de Educación, se estima que en el país hay más de cinco millones de personas pertenecientes a un grupo étnico que representa el 13.7 por ciento de la población colombiana, según  el censo de población del 2005 del Departamento Nacional de Estadística (DANE).

Además, es en la zona rural donde más reside la población indígena, especialmente en las regiones de la Amazonía, Orinoquía, en el Litoral Pacífico, Cauca y Nariño sin litoral y en el Sur de Bolívar, Sucre y Córdoba, según la Encuesta Nacional de Demografía y Salud (ENDS) del 2010. Las personas que habitan en estas regiones tienen los índices de riqueza más bajos, factor que puede asociarse con el menor número de asistencia a centros educativos. Por ejemplo, entre las personas de 16 a 20 años sus asistencia a un centro educativo es de 56 % y entre los 21 a 24 años, es de de 26 %. “Esta realidad se traduce en una cobertura educativa restringida con dificultades de acceso, de infraestructura, económicas y de distancia. Poca pertinencia de los proyectos educativos y una escasa flexibilidad del sistema escolar que impide el completo desarrollo de las comunidades según su idioma, usos y costumbres,” comentó María Paula Martínez, directora ejecutiva de Save the Children Colombia.

Frente a este panorama, el Ministerio de Educación (MEN), asegura que en la actualidad existen 39 organizaciones étnicas que administran 1.667 sedes en donde se educan 126.168 niños indígenas, de acuerdo con sus Proyectos Educativos Comunitarios (PEC), un modelo que articula el tratamiento de las lenguas nativas con los principales desarrollos conceptuales, pedagógicos y metodológicos de cada grupo étnico, y  los conocimientos de las asignaturas básicas exigidas por el MEN.

Finalmente, aunque las comunidades indígenas entiendan la importancia de la tecnología, lo que se reclama, según Óscar Sánchez, de Educapaz, es la forma de imposición de una perspectiva del mundo, esto quiere decir que si la tecnología llega con contenidos occidentales, sin un propósito educativo, los pueblos indígenas sí puede sentirse amenazados

Fuente del articulo: http://www.semana.com/educacion/articulo/cuales-el-papel-de-la-tecnologia-en-los-pueblos-indigenas/540920

Fuente de la imagen: http://static.iris.net.co/semana/upload/images//2017/9/18/540943_1.jp

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¿Qué es la política pública? Apuntes desde México

Blanca Heredia

Dentro de la investigación académica, las definiciones abundan y los consensos escasean. La visión dominante, surgida en Estados Unidos y exportada al resto del mundo es que la política pública es la aproximación fría y racional, fundada en el análisis y el conocimiento científico, empleada por los gobiernos para resolver problemas o para generar estados de cosas deseables para la colectividad en su conjunto.

Todo ello, según esto, a través de procesos ordenados y sistemáticos que involucran una secuencia de fases encaminadas a lograr el objetivo planteado. Primero, la correcta identificación y formulación del ‘problema’. Segundo, el análisis de las opciones de solución disponibles y la elección de aquella que resulta mejor (más costo-efectiva para alcanzar los propósitos declarados de la iniciativa).

Tercero, la transformación de la opción elegida en leyes y/o programas, seguida de su implementación práctica. En el mundo ideal, todo este proceso, culminando con la evaluación de la política pública en cuestión.

Suena bonito. Definición clara del problema, identificación de la ‘mejor’ (la más eficiente, la más costo-efectiva) estrategia para atenderlo, implementación en tierra y evaluación. Gobiernos trabajando para todos echando mano, para ello, del mejor conocimiento disponible en pos del bien común. Todo claro, todo prístino, todo entendible y mucho muy técnico y racional.

En la vida real, ni en México ni en ninguna parte la política pública funciona así. En algunos países, en ciertos momentos y en algunos temas acotados, la narrativa racionalista dominante sobre qué es y cómo se hace la política pública puede resultar de alguna utilidad. En general y, desde luego, para países como México, esa historieta ayuda poco o nada para entender de qué va la política pública, sea en seguridad o en educación o en salud o en el tema que sea.

La falta de correspondencia entre lo que supuestamente es la política pública y lo que, en efecto, resulta problemático por varias razones. En términos analíticos, pues limita muy seriamente la posibilidad de explicar y entender por qué los gobiernos hacen lo que hacen y por qué, en infinidad de casos, fracasan en el intento.

El costo más grande e importante de la falta de correspondencia entre el discurso y la realidad ‘sucia’ y profundamente política sobre en qué consiste la política pública, sin embargo, es que contribuye a apuntalar la idea profundamente tóxica según la cual el gobierno, en particular, y la política, en general, no son sino una farsa y un engaño para beneficiar a políticos y burócratas a costa de todos y, en especial, de los prístinos ciudadanos.

Una manera más realista y productiva de entender a la política pública es definirla como el accionar concreto y cotidiano del gobierno. Del ‘gobierno’, esto es, en el doble sentido de organización burocrática y de acto de imprimirle orden y dirección a la vida en común. Vista así, la política pública es la forma en la que el gobierno y la política que construimos entre todos –con nuestras acciones y no acciones– se manifiestan día con día en nuestras vidas.

En todo tiempo y lugar, la política pública es el gobierno en acción, siempre con dos caras. La cara orientada a garantizar el orden (mínimos de predictibilidad y certidumbre, dispositivos para regular la violencia, entre otros) indispensable para la vida mínimamente civilizada y productiva en cualquier comunidad. Y la cara enfocada en atender e intentar resolver problemas colectivos en distintos ámbitos a través del empleo de medios técnicos.

Ahí donde, como en México, los asideros estructurales, institucionales y simbólicos del orden político y social son frágiles y crecientemente precarios, el papel de la política pública como productora de orden elemental tiende a magnificarse. En contextos de este tipo, la política pública acaba convirtiéndose en una herramienta central para intentar preservar orden y gobernabilidad básicos, más que en un dispositivo para atender, de forma técnicamente óptima, un determinado problema colectivo.

Así, y por tan sólo citar uno entre miles de ejemplos, la función de la política carretera de resolver los déficits en la materia de la forma más eficiente se ha visto crecientemente opacada e imposibilitada por su función en materia de gobernabilidad. Por su función, dicho más claramente, como espacio privilegiado para armar o sostener los apoyos y lealtades intra y extragubernamentales –requeridos en un sistema político clientelar, descentralizado y fuertemente competitivo en términos electorales– para mantener mínimos de orden y paz social y política.

A los costos (enormes) de un estado de cosas en el que ‘el gobierno’, en el sentido más básico (orden y dirección), conspira de forma cada vez más extendida y sistemática contra la posibilidad del ‘buen gobierno’ (resolución técnicamente competente de problemas colectivos), habría que añadir en nuestro caso un costo, gravísimo, adicional. Me refiero a la productividad claramente decreciente del accionar del gobierno –federal, y de forma especialmente aparatosa, estatal y municipal– en México como generador de orden y gobernabilidad.

Triste estado de las cosas. Política pública en la que solución técnica de problemas colectivos se subordina a la generación de orden y gobernabilidad, pero en la que el accionar del gobierno cada vez consigue producir menos orden, concierto y gobierno.

Fuente del articulo: http://www.elfinanciero.com.mx/opinion/que-es-la-politica-publica-apuntes-desde-mexico.html

Fuente de la imagen: http://www.elfinanciero.com.mx/files/article_main/uploads/2017/06/12/593f45fc8155a.jp

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Sistematización de una experiencia pedagógica: mis derechos soñados

19 julio de 2017 / Fuente: https://compartirpalabramaestra.org/

Por: Amparo Villalobos y Herminia Sánchez Navarrete

Niños, niñas y jóvenes de la comunidad Emberá Chamí/Katío y Wounaan.

El proyecto

Esta experiencia pedagógica se desarrolla en dos espacios territoriales de Bogotá, donde hace varios años habitan dos comunidades de origen y tradición cultural muy diferente: los Wounan y los Emberá.

Con ellas se realiza un trabajo pedagógico orientado hacia los derechos de los niños y niñas de estas comunidades en dos colegios, uno en Ciudad Bolívar, Confederación Brisas del Diamante, y otro en la localidad de Los Mártires, Liceo Nacional Agustín Nieto Caballero; ambos pertenecen al programa Volver a la Escuela, uno de los 13 frentes de acción del programa de Enfoques Diferenciales de la Secretaría de Educación Distrital, donde estudian niños y niñas en condición de vulnerabilidad, en los que se atiende: víctimas del conflicto armado, del desplazamiento, de abandono familiar y de posibles abusos, entre otros.

El programa acoge a estudiantes que por diferentes circunstancias ingresan de manera tardía al sistema escolar, ya sea porque abandonan sus estudios y/o repiten grados quedando en situación de extra-edad; adicionalmente, esta población tiene experiencias de vida diferentes a las de los niños y jóvenes con una escolaridad sin contratiempos.

Tal situación se acentúa en el caso de los niños de las comunidades indígenas, pues desde la mirada occidental el inicio de la escolaridad es tardío, razón por la cual muchos de estos estudiantes no cumplen con los estándares y expectativas homogenizantes que impone la escuela en cada grado. Desde hace algo más de 10 años Bogotá, Cali, Medellín, entre otras grandes ciudades, han recibido comunidades indígenas de diferentes partes del país, que en su gran mayoría viven en condiciones precarias. Las causas de estas migraciones están dadas por el conflicto armado colombiano que azota la nación desde hace varias décadas.

Los pueblos Emberá habitaron ancestralmente diversas regiones del occidente colombiano, básicamente el Chocó, Antioquia y Risaralda; la comunidad está constituida por diferentes grupos étnicos, entre ellos los Katios y los Chamí, y se caracteriza por la alta lealtad lingüística de las mujeres, pues dan gran importancia a la tradición oral como mecanismo de memoria, pensamiento, saber, experiencia y conocimiento; su base social radica en unidades familiares con fuertes demarcaciones sociales, y en todas sus tradiciones artísticas, como la danza, los tejidos, la comida o el vestido.

Al llegar a Bogotá, la comunidad se vio obligada a vivir en “pagadiarios”, soportando condiciones sanitarias deficientes y constantes dificultades para pagar arriendo y conseguir alimentos, mientras esperaban las ayudas humanitarias de acción social y su ubicación en albergues. Posteriormente, la Unidad de Víctimas realizó la atención de la población, ubicándola en alojamientos en la Localidad los Mártires, donde se les garantizaba el derecho a la vivienda, a la alimentación, una atención prioritaria en salud y el derecho a la educación, para lo cual los niños y niñas fueron matriculados en el Liceo Nacional Agustín Nieto Caballero.

Dentro de las prácticas culturales de la comunidad se encuentran: Uso de las plantas propias de la medicina tradicional, tejido de manillas y collares, danzas tradicionales y la confección y uso de vestidos propios de su cultura.

En el año 2000, el Gobernador Sercelinito Piraza Burgara, de la comunidad Wounaan de San Antonio de Togoromá (Chocó), llegó a Bogotá a vender sus artesanías; su vida había cambiado, ese mismo año se convirtió en cristiano (evangélico), y gracias al cambio de religión conoció a los pastores que le ayudaron a venir a Bogotá, a conocer y quedarse.

Los pastores vivían en la localidad de ciudad Bolívar, Barrio Lucero bajo. En 2005 Sercelinito decidió traer a su esposa e hijos y, junto a otras familias que ya se encontraban en la localidad, decidieron diseñar y formular el estatuto de la comunidad y las leyes de acuerdo con la ley territorial; así se conformó la comunidad en 2006.

Lea la experiencia completa en este enlace.

Fuente artículo: https://compartirpalabramaestra.org/columnas/sistematizacion-de-una-experiencia-pedagogica-mis-derechos-sonados

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Declaraciones del Alberto Croce: ¿Es impensable que la comunidad se haga cargo de la educación?

DECLARACIONES DE ALBERTO CROCE EN LA JORNADA DEL ENCUENTRO NUESTRA AMÉRICA, EN BRASILIA.

Actualmente el rol de las escuelas y las relaciones que se establecen en su interior están a debate, tras la progresiva degradación de los modelos educativos tradicionales que no están encontrando asidero en las nuevas generaciones de estudiantes, padres y docentes, lo que trae, paralelamente, una colisión entre diversas posturas y experiencias, sin que el Estado tercie más allá de lo discursivo y algunas reformas legislativas que no se expresan en la vida diaria de las instituciones.
“A nivel continental hemos vivido algunos años, que para algunas experiencias, han sido interesantes para la construcción de modelos educativos diferentes. En este momento hay un cambio muy grande en Argentina, como en Brasil, que están impactando negativamente en estos avances. Argentina siempre tuvo una posición diferente en el papel del Estado, que trae sus pros y contras, ya que por un lado, la concepción de un Estado presente puede traer consigo una práctica pasiva frente a este”, señaló a Ansol el educador popular Alberto Croce.
En este sentido, la transformación de la educación no es algo que se rechace desde las instituciones o el poder político, que constantemente apelan a modelos de “cambio”, para superar lo que ya es a todas vistas un quiebre en las formas de enseñar: un caso paradigmático es de la Ciudad de Buenos Aires, que desde hace casi una década destaca y dice identificarse con el modelo educativo finlandés, reconocido en el mundo por su carácter democrático, participativo y libre, con su consecuente inversión presupuestaria, que dista mucho de las propias prácticas que el gobierno local implementa en las escuelas y los docentes.

Alternativas populares

Sin embargo, y especialmente desde el 2001, Argentina ha experimentado experiencias alternativas a las oficiales, como los bachilleratos populares, que se hicieron indispensables para la inclusión especialmente de adultos en el sistema educativo formal: en Capital Federal, el 25 por ciento de los jóvenes adultos que terminaron la escolaridad luego de abandonarla la hicieron en estos espacios.
“Cuando miramos que muchas cosas se tienen que hacer desde el Estado, hace que la iniciativa comunitaria de la educación quede entre paréntesis, porque no es impensado que no sea el Estado quien se haga cargo. Los bachilleratos populares o las escuelas de gestión social, son un espacio de interacción o intersección entre esto de la iniciativa social y el papel del Estado”, afirmó Croce.
Pero estas nuevas formas de escolaridad tampoco están exentas de reclamos por su reconocimiento institucional, como el caso de los bachilleratos populares, que desde sus inicios vienen manteniendo diversas luchas para lograr oficializar sus títulos, becas para sus estudiantes, y más recientemente, equiparar los derechos de sus docentes con el de los trabajadores de la educación formal.
“Cuando se generaron los bachilleratos no se planteaban a los docentes como trabajadores desde el primer minuto. Esto apareció en el proceso, cuando se fue haciendo necesaria una mayor dedicación, y una vez que se fue resolviendo el derecho de los estudiantes a estar dentro de un sistema educativo, quienes trabajaron para garantizar ese derecho, en su tarea diaria, empezaron a descubrir que tenían derechos como trabajadores. Es un proceso de maduración, y como todo proceso de conquista de derechos se dará en la lucha, y que se consolidará en un formato”, destacó Croce a este medio.

Hacia una mayor participación

Uno de los cambios más notables que trajo consigo la Ley de Educación Nacional, sancionada en diciembre del 2006, fue el reconocimiento institucional de las escuelas de gestión social y cooperativa, como parte del sistema educativo, y que traen consigo la posibilidad de que las comunidades se involucren en las decisiones de los propios colegios, tanto en lo organizativo como en lo pedagógico.
“De este tipo no existen en América Latina, aunque sí fuera de ella. Son experiencias con muchas situaciones nuevas, sobre todo desde la gestión. Y también implican muchas diferencias entre sí, porque cada comunidad determina su forma de organización: puede pasar que el rol de la comunidad educativa sea muy participativa y democrática, pero en lo pedagógico sea conservadora o tradicional. La innovación pedagógica viene por otros carriles, no por la mera innovación en la gestión, aunque abre situaciones interesantes”, concluyó Croce. (Ansol)

Fuente de las Declaraciones:

¿Es impensable que la comunidad se haga cargo de la educación?

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Civic Tech: Transformando la ciudadanía a través de herramientas tecnológicas

12 de julio de 2017 / Fuente: https://compartirpalabramaestra.org

Por: Ángela Escallón Emiliani

Los principales retos que tenemos en el país se basan en la generación de alianzas, pensando en un impacto colectivo y solidario para la comunidad.

¿Quién ha oído hablar del concepto de “Civic Tech”? En este artículo queremos mostrar cómo la tecnología está transformando los temas históricos relacionados con la ciudadanía, como la participación, la incidencia, el empoderamiento, y su relación con los gobiernos, rendición de cuentas, transparencia e interacción.

Vivimos en una sociedad dinámica y acelerada, dependiente del acceso a la información y de nuevos dispositivos tecnológicos. Es en este contexto dónde el término “Civic Tech” o tecnología ciudadana hace referencia a cualquier tecnología o herramienta tecnológica que se use para empoderar a los ciudadanos o que ayude al gobierno a ser más accesible, eficiente y efectivo.

De acuerdo a los estudios realizados por la Knight Foundation, la tecnología ciudadana se podría dividir en dos categorías: 1. Gobiernos abiertos: proyectos que desde un enfoque top-down, es decir desde la perspectiva de las instituciones hacia los beneficiarios, generan cambios a través de la promoción al acceso a los datos, la transparencia, visualizaciones y mapas, promoción de involucramiento ciudadano en procesos democráticos y herramientas para facilitar la toma de decisiones públicas. 2. Acciones comunitarias: proyectos con enfoque desde las necesidades del usuario final o bottom-up que catalizan reformas a través de nuevos esquemas de interacción como, compartir información entre pares, esquemas de financiación colaborativa como crowdfunding y foros de comunidades que quieren resolver sus propios problemas.

Los proyectos de Civic Tech los vivimos todos los días sin saberlo. Algunos ejemplos los vemos en los nuevos emprendimientos e iniciativas como Waze, Civico y Biko entre otros, sin embargo es importante reconocer que las herramientas tecnológicas por sí solas no generan cambios de incidencia en políticas púbicas.

Lo que hemos aprendido en este recorrido de incorporar la tecnología a los temas ciudadanos, es que la base de todo radica en el cambio de paradigma. Para que esto funcione se requiere de un trabajo colaborativo en el que participen todos los grupos de interés (Gobierno, organizaciones de la sociedad civil, academia, periodistas y desarrolladores). En las plataformas este concepto está muy difundido. La gente usa y aprovecha los desarrollos que otros han hecho y sobre ellos mejoran, amplían o generan nuevos usos.

En el mundo de las interacciones humanas, esto es más complejo, pero requiere de este cambio para que podamos alcanzar una escala más grande y sobre todo un mayor impacto.

Por eso la Fundación AVINA, que cuenta con el Fondo Acelerador de Innovación Cívicas ha apoyado por varios años diferentes plataformas tecnológicas de innovación cívica, planteando que para lograrlas se necesitan cuatro niveles: 1. Construcción de plataformas o herramientas tecnológicas y desarrollo de alianzas para su uso, 2. Involucramiento, fortalecimiento y empoderamiento de los actores, 3. Comunicación, expansión y uso de la herramienta y diseminación de su información, 4. Cambio de prácticas y políticas públicas con potencial de mejorar la calidad de vida.

Actualmente, existe un catálogo de datos abiertos del Gobierno, en donde la sociedad civil promueve la construcción y la visibilización de los diferentes avances, beneficios y opiniones colaborativas para lograr un Gobierno Abierto y participativo a través de la Alianza Gobierno Abierto (AGA). En este mismo contexto, la Red Colombiana de Ciudades Cómo Vamos está construyendo una plataforma de datos abiertos para compartir toda su información y articular actores que aumenten el empoderamiento ciudadano y promuevan cambios para mejorar la calidad de vida.

Desde la Fundación Corona, creemos que los principales retos que tenemos en el país se basan en la generación de alianzas, pensando en un impacto colectivo y solidario para la comunidad, además del fortalecimiento y empoderamiento de los actores para que se aprovechen de forma eficiente las diferentes herramientas tecnológicas que existen y que se están creando en el mercado.

Fuente artículo: https://compartirpalabramaestra.org/columnas/civic-tech-transformando-la-ciudadania-traves-de-herramientas-tecnologicas

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