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“El coronavirus no puede reinar en la escuela. Es el momento de construir colegios más humanos”

Por: Nacho Meneses

‘Caperucita y el CovidLobo’ es una historia gráfica dirigida a que niños y mayores aprendan a minimizar las consecuencias que la crisis sanitaria puede tener para el desarrollo de los pequeños

– “¿Por qué te lavas las manos cada vez que me tocas?”

– “Es para protegerme mejor”.

– “¿Y por qué llevas esa mascarilla tan fea?”

– “Es para protegerte mejor”.

Cuando, durante la crisis, se anunció la apertura de las escuelas de cero a seis años, se armó no poco revuelo entre madres, padres y maestros. ¿Podía garantizarse el distanciamiento social, prevenir el contagio, y desinfectar convenientemente los edificios y la ropa de menores y adultos? Urgía conciliar, sí, pero apremiaba aún más proteger tanto a los pequeños en las escuelas como a los mayores en casa: por aquel entonces, aún se creía que los niños eran grandes transmisores de la covid-19, algo que no se ha llegado a determinar, según la evidencia científica existente. Medidas sanitarias, sociales, económicas: los políticos se esforzaban por acertar con el paso siguiente ante un enemigo desconocido, pero pocos alcanzaban a preguntarse cómo se sentían los niños cuando toda su realidad cercana se desmoronaba.

A lo largo de media docena de viñetas, en Caperucita y el CovidLobo se repasa cómo sería esa vuelta a la escuela para los niños y niñas de la pandemia de coronavirus. “Lo escribí, como Tonucci con Frato, poniéndome en el lugar de lo que el niño o la niña puede sentir con esas medidas, lo que estamos transmitiendo con ellas. Y quería que los adultos tomaran conciencia de que no solo hablan las palabras; también lo hacen los gestos, y ese lenguaje no verbal es el primero que los niños perciben”, cuenta Heike Freire, autora del texto y experta en pedagogía verde. Un mensaje que se puede ver en cada página: “Yo procuré generar esas distancias sociales en prácticamente todas las viñetas. Cada cosa en un extremo del folio; estiro el brazo, pero no llego a mi amigo, que ni siquiera se inmuta… Eso, un adulto lo entiende a la perfección, y también el niño, a partir de una cierta edad”, añade Rocío Peña, su ilustradora.

El distanciamiento social también se practica en la escuela.
El distanciamiento social también se practica en la escuela. ROCÍO PEÑA

¿Es este un cuento para niños o para adultos? Pues depende de cómo se mire. Más allá de unas viñetas amables, y una niña, una escuela y unas estanterías con las que los niños van a sentirse familiarizados, “el cuento se dirige a los padres, para que puedan reflexionar sobre el miedo y la angustia que muchos pequeños están sintiendo con todo lo que está pasando”, explica Freire. Cuando esta reflexión se produce, cuando el adulto se lo ha leído y sabe lo que siente, puede entonces usarlo con los niños y las niñas. “La idea es que sirva para poder sacar miedos, porque creo que todos hemos pasado mucho durante el confinamiento y que todavía estamos asustados. Es importante que los niños se puedan expresar”, añade.

Hay que dominar los miedos

A falta de otros instrumentos, muchos padres han recurrido a la herramienta del miedo al virus hasta convertirlo, efectivamente, en el lobo del cuento. Pero esta dista mucho de ser la más adecuada. Para la Asociación Francesa de Pediatría, “es urgente que dominemos nuestros miedos y que sigamos adelante, por la salud y el bienestar de los niños y de las niñas”, a la vez que lamentan lo que consideran unas medidas excesivas de protección, “más ligadas a los temores de los adultos que a los hechos y a los resultados de las investigaciones en países como Dinamarca, Holanda, Islandia o Italia”, argumenta Freire. Unos estudios que ya han demostrado que los niños están lejos de ser esos grandes contagiadores que se creía que eran al inicio de la crisis, unos “transmisores silentes, que es lo que en repetidas ocasiones ha dicho la Asociación Española de Pediatría”.

En la misma línea, la autora de Caperucita y el CovidLobo, también psicóloga y filósofa, afirma que las medidas de distanciamiento, que sí pueden estar indicadas en aquellos mayores de 20 años que, por ejemplo, trabajan presencialmente, no se justifican en niños y niñas, en los que además pueden ocasionar traumas psicológicos, o como poco ansiedad y miedo: de hecho, una encuesta de Save the Children afirma que uno de cada cuatro niños sufre angustia y ansiedad por el encierro. “Todos tenemos miedo, y eso es normal. Nos faltan los argumentos para explicarles a los niños y las niñas cómo comportarse; por qué salir a la calle o por qué no hacerlo; por qué hacerlo a una hora sí y a otra no, o por qué podemos salir dos personas, pero no cuatro. De ahí que muchas familias necesiten recurrir al miedo, porque son cosas que ni nosotros mismos, los adultos, a veces comprendemos”, se cuestiona Freire.

Sin embargo, para dominar esos miedos, hay que saber reconocerlos y expresarlos, para poder tomar conciencia de ellos y que no te dominen a ti, sino al revés. “Y es urgente que lo hagamos por la vida de esos niños y niñas que tienen derecho a vivir su infancia, y porque, desde el punto de vista del desarrollo y del aprendizaje, una criatura angustiada y con miedo no se desarrolla ni aprende bien”, sostiene Freire. “Por millones de razones, pero sobre todo porque pierde la seguridad y la confianza en la vida, y entonces no se atreve a tomar riesgos; y uno no puede desarrollarse ni aprender sin arriesgarse. Si no te atreves a nada, ni te desarrollas, ni creces, ni aprendes”.

Para protegerse, conviene usar mascarillas.
Para protegerse, conviene usar mascarillas. ROCÍO PEÑA

Ser conscientes de nuestros propios temores hace a su vez que podamos ser transparentes con los niños, y que ellos perciban que es normal sentir miedo en circunstancias como las que vivimos. “Si yo le digo a mi hijo que tengo miedo por lo que está pasando, él podrá separarse fácilmente y decir, “es mi madre la que tiene miedo”. Pero si no digo nada y me comporto de una determinada manera, el niño puede recibir esos sentimientos sin saber si son suyos o de otra persona, y ocasionar muchos más conflictos a la larga”.

¿Una escuela más humana?

Más allá de la crisis sanitaria, la pandemia de de la covid-19 representa también, para las autoras del cuento, una oportunidad única para construir una escuela más íntima y humana en la que, para empezar, no se gestione solo desde el punto de vista epidemiológico y a golpe de decreto, sino donde se tomen en consideración otras dimensiones del ser humano, que de alguna manera incluyan las opiniones y los criterios de las familias, los psicólogos o los pedagogos, “porque la salud no solo es el coronavirus, sino que es algo mucho más complejo, que tiene que ver con el bienestar y muchas otras cosas”, afirma Freire. “Ningún coronavirus puede reinar en la escuela”.

El debate sobre cuándo y cómo abrir las escuelas ha de extenderse, aseguran, a otros profesionales, empezando por un comité de expertos pluridisciplinar, a nivel nacional, que contemple a la infancia en todas las dimensiones que tiene, donde se comparta y debata. Un órgano que de unas pautas generales para que luego cada escuela, cada comité o cada pueblo pueda crear sus propias regulaciones: “Hay mucho que aportar desde las familias o desde otros grupos de trabajo. Se trata de ampliar el debate, la reflexión y las soluciones, porque saldrán propuestas concretas y soluciones viables. No sé hasta dónde estamos contando con estas redes, pero me parece, en principio, que muy poco”, asegura Peña.

En definitiva, se trata de implementar estrategias que se centren no solo en protegernos de la enfermedad, sino también en inyectar vida en una escuela renaturalizada y abierta al entorno, con grupos más pequeños que sirvan para aprovechar los espacios de la ciudad: “Es un enfoque que, por ejemplo, ya utilizaba la Institución Libre de Enseñanza antes de la Guerra Civil. Giner de los Ríos tenía una extensa lista de todos los lugares donde había que hacer escuela, aprovechando todo lo que tengas alrededor: una playa, un parque, un río, una montaña o un jardín público, pero también en una biblioteca, el centro de ocio y tiempo libre e incluso la cárcel”.

Fuente e imagen tomadas de: https://elpais.com/elpais/2020/05/26/mamas_papas/1590462043_255092.html

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Reabren escuelas en Costa de Marfil

África/Costa de Marfil/28 Mayo 2020/prensa-latina.cu

Miles de niños con máscaras faciales están de vuelta hoy en las escuelas de Costa de Marfil, uno de los primeros países de África en reiniciar las actividades lectivas tras un cierre de dos meses por el nuevo coronavirus.
Con un total de dos mil 376 casos y docenas de nuevas infecciones cada día, Costa de Marfil aún no ha contenido el virus, pero las autoridades confían en que los alumnos puedan estudiar juntos con seguridad después de la introducción de medidas de higiene adicionales.

Se trata de una disposición arriesgada porque todavía la pandemia no está contenida, y servirá a los países cercanos para evaluar si esta decisión causa un aumento en la infección, apuntan expertos.

El Ministerio de Educación de Costa de Marfil aseguró en una declaración oficial que aprecia la seriedad de su decisión.

Tenemos el deber imperativo de garantizar que los niños que nos confían puedan completar su educación, dijo el funcionario del Ministerio Assoumou Kabran.

De acuerdo con especialistas del área, África no sufre actualmente un golpe tan fuerte como se esperaba de la Covid-19, pero organismos internacionales advirtieron en las últimas semanas que las medidas de relajamiento pudieran echar por tierra la acertada respuesta dada en los inicios de la pandemia.

Fuente: https://www.prensa-latina.cu/index.php?o=rn&id=369092&SEO=reabren-escuelas-en-costa-de-marfil
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¿Vamos a seguir educando como si no pasase nada?

Por: Luis González Reyes

Si lo que tenemos por delante son tiempos de fuertes convulsiones sociales y ambientales, cobra todo el sentido abordar en las aulas una educación ecosocial que permita a nuestro alumnado conocer y sensibilizarse frente a la crisis sistémica, además de actuar como agente de cambio ecosocial.

Una época de cambios radicales

En lo que va de año (y no va mucho), hemos vivido cuatro fenómenos absolutamente excepcionales: los incendios en Australia, la tormenta DANA, la pandemia de la Covid-19 y la crisis económica que está generando.

Los incendios en Australia han sido de una magnitud en extensión y en virulencia extremadamente inusual en los últimos 12.000 años. Detrás hay varias causas, pero sobre todas destaca el cambio climático.

Cuando los veíamos desde nuestras pantallas, en general pensábamos: “Esto no nos va a pasar aquí”. Y nos equivocamos. Las probabilidades de que se produzcan incendios de este tipo en nuestra península son cada vez más altos.

También flotan ideas (tal vez inconscientes), del tipo de “esto no es tan importante”. Y nuevamente nos equivocamos, pues los bosques cumplen muchas funciones ecosistémicas absolutamente centrales para el sostén de nuestra existencia.

La tormenta DANA, que hundió por la nieve los invernaderos de Almería y destrozó la infraestructura costera de Levante, es de esas extremadamente extrañas. En este caso, detrás no hay muchos fenómenos, sino fundamentalmente uno: el cambio climático.

Los pensamientos mayoritarios a nivel social pudieron parecerse a: “Esto no se va a volver a repetir”. Pero es un pensamiento erróneo, pues los escenarios de calentamiento global indican que su frecuencia será cada vez mayor. De hecho, es probable que podamos vivir más de una tormenta de este tipo encadenadas, con todo lo que ello implica.

Las sociedades también hemos tenido la expectativa de que “esto lo podemos arreglar”, que con cemento y máquinas pesadas se reparan las infraestructuras sin mayor problema. En realidad, es un pensamiento que no entiende el momento de crisis múltiple en el que estamos, ni las capacidades limitadas del ser humano, ni los impactos de un cambio climático que va a seguir agravándose aunque tomemos las medidas más drásticas de reducción de emisiones (y si no las tomamos, obviamente se agravará más y más rápido).

En cuanto a la Covid-19, en noviembre de 2019, no pensábamos que una pandemia iba a parar medio mundo. Incluso cuando paró China, seguimos pensando que eso nunca sucedería aquí. Pero ha sucedido. Detrás vuelve a haber muchas causas, pero una determinante es la degradación ecosistémica masiva que sufre el planeta.

Ahora los pensamientos mayoritarios ya son distintos a los de los incendios y la DANA (y creo que mucho más acertados): “Esto sí es importante”, “esto nos puede volver a pasar” y “esto no está nada claro que lo podamos arreglar”.

Por último, hay que hablar de la actual crisis económica. En 2007-2008 se inició una de esas crisis económicas profundas del capitalismo que suceden una vez cada siglo. La anterior había sido el crac de 1929 y la Gran Depresión de la década de 1930. Tan solo doce años después afrontamos otra crisis sistémica profunda. Es más, una crisis en la que todo apunta que va a ser de mayor calado. Para explicarla, una vez más, tenemos que usar distintas causas. Una mucho más determinante de lo que la mayoría de personas cree es haber alcanzado el límite máximo de disponibilidad de petróleo.

Sorprendentemente, los pensamientos sociales se pueden parecer a esto: “Esto pasará, podemos reactivar el crecimiento”.

Esta crisis económica, que en realidad es continuación de la de 2007-72008, no va a pasar porque es parte de un proceso imparable de degradación de nuestro orden socioeconómico. Esta degradación tiene detrás (entre otros factores), el cambio climático, la degradación ecosistémica y la reducción en la disponibilidad material y energética. Lo que estamos viviendo en estos pocos meses del año no es una acumulación de casualidades increíbles, sino indicadores claros de que estamos asistiendo al colapso del capitalismo global y de la civilización industrial.

Un colapso socioeconómico y ecosistémico no es un hecho súbito, algo que suceda de golpe como el desmoronamiento de un edificio. Sino un proceso que dura décadas. Habrá momentos de cambios rápidos, como este 2020, otros más lentos e, incluso, otros (temporales) de vuelta a estadios anteriores. Probablemente, nos iremos acostumbrando a “nuevas normalidades” cada vez más alejadas de lo que vivimos a principios del siglo XXI (y no precisamente en el sentido de un desarrollo ultratecnológico).

Esto no es una suerte de “determinismo ambiental”. Una cosa es que haya órdenes sociales imposibles por las condiciones ambientales existentes en el futuro cercano (por ejemplo, sin petróleo en abundancia no es factible mantener grandes urbes), y otra muy distinta es cómo serán esos órdenes sociales posibles, que están totalmente abiertos. Es más, están más abiertos de lo que lo han estado en los últimos dos siglos, al menos.

En este proceso, las convulsiones sociales van a ser muchas y el sufrimiento de amplias capas de la población está casi garantizado. Por ello, una apuesta por la justicia y la democracia tiene más relevancia ahora que nunca.

Con la pandemia de la Covid-19, hemos vivenciado que lo que creíamos imposible está sucediendo. Los aprendizajes que hemos tenido, desgraciadamente a golpe de shock, han sido muchos y ricos. Hemos aprendido que para vivir necesitamos muchísimo menos que lo que nuestro entramado produce. Hemos descubierto que se puede poner el cuidado de la vida por encima de la generación de beneficios. Hemos vivenciado como en realidad sí se puede parar la economía. En todo caso, son aprendizajes frágiles, como están mostrando muchos de los pensamientos que afloran sobre la crisis económica y que, por lo tanto, necesitamos fijar.

¿Cómo se tienen que reformular nuestras prácticas educativas en este contexto?

La mayoría de reflexiones que se están produciendo en el mundo educativo giran alrededor de lo metodológico. En concreto, de la docencia a distancia. Creo que necesitamos contar con ella, pero no pensemos que la hiperconectividad va a durar siempre. Detrás tiene un consumo energético y material muy alto. Y, además de una emergencia climática, ecosistémica y energética, también la tenemos material. Empiezan a estar menos disponibles elementos centrales en el desarrollo de las TIC, que irán haciendo que cada vez haya menos conectividad, no más.

No estoy diciendo que no usemos las TIC ahora con profusión, sino que sería una mala estrategia pensar que van a estar ahí siempre y centrar las reformas metodológicas en su existencia.

Desde mi punto de vista, es más importante repensar los objetivos educativos que perseguimos. Si lo que tenemos por delante son tiempos de fuertes convulsiones sociales y ambientales, cobra todo el sentido abordar en las aulas una educación ecosocial que permita a nuestro alumnado conocer y sensibilizarse frente a la crisis sistémica, además de actuar como agente de cambio ecosocial. Pero probablemente esto no será suficiente, sino que necesitan aprender lo que va a ser necesario para sobrevivir en los tiempos por venir, que van a ser muy distintos de los presentes. Por ejemplo, a cultivar en las nuevas condiciones climáticas, a crear proyectos colectivos de satisfacción de necesidades básicas que sean replicables y/o escalables por las mayorías sociales, o a reparar herramientas sencillas y básicas. Esto son solo tres ejemplos de los muchos que se pueden ofrecer.

Por favor, no sigamos educando como si nuestro mundo no se estuviese transformando profundamente.

Fuente e imagen tomadas de: https://eldiariodelaeducacion.com/2020/05/25/vamos-a-seguir-educando-como-si-no-pasase-nada/

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El curioso método que se inventaron en China para dar clases

Asia/China/28 Mayo 2020/semana.com

Aunque la alerta por el coronavirus continúa, en China han buscado la forma para que los jóvenes sigan estudiando.

Los colegios en China están abriendo gradualmente, luego de que el coronavirus los obligara a estudiar en casa y a ser separados de sus docentes y amigos. No obstante, muchos colegios han mantenido las medidas de autocuidado como el uso obligatorio del tapabocas.

Las provincias del noroeste de China, las menos afectadas por el coronavirus, reabrieron sus escuelas y una de ellas, en Taiyuan, en la provincia de Shanxi, decidió crear un curioso método para mantener el distanciamiento entre cada estudiante a través de unas alas decoradas por ellos mismos.

Fuente: AFP

Con el fin de evitar los contagios en las aulas, los pequeños no solo portan este ‘’nuevo accesorio’’ en el salón, sino también durante las diferentes actividades que se realizan allí como las clases de educación física, gimnasia o en descanso, una alternativa que los ha ayudado no solo a asumir el uso de las alas de una mejor forma, sino también la forma cómo deberán tomar las clases por el momento.

Fuente:AFP

En las imágenes se puede observar a los estudiantes en las aulas dejando un espacio entre los pupitres y las sillas, utilizando el tapabocas como la medida principal para reducir el riesgo al que se ven expuestos los menores llegando a los colegios diariamente.

Cabe mencionar que aunque China ha controlado la pandemia en su territorio, en el país se han registrado nuevos casos de contagio luego de levantar la cuarentena obligatoria en muchas zonas del país.

Fuente: https://www.semana.com/educacion/articulo/el-metodo-que-se-inventaron-en-china-para-dar-clases-a-los-ninos/673698

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Entrevista a Carlos Magro: «La escuela es un lugar de esperanza, es un espacio de protección para muchísimos niños»

Entrevista/28 Mayo 2020/Autor: Pablo Gutiérrez del Álamo/eldiariolaeducacion.com

Carlos Magro es, entre otras muchas cosas, presidente de la asociación Educación Abierta. Desde hace ya años se ha convertido en un buen observador de algunos de los retos y problemas del sistema educativo y desde diferentes plataformas intenta hacer aportaciones a la «conversación» educativa. Hablamos con él, por teléfono, para conocer sus impresiones sobre cómo está aguantando el sistema educativo la situación de confinamiento, y en qué debería, principalmente la administración, pero no solo, hacer mejoras de cara al futuro.

Carlos Magro es un hombre tranquilo, que se toma su tiempo (ni mucho ni poco) para contestar a las preguntas de este periodista. Tiene algunas ideas bastante claras sobre cómo la COVID-19 ha funcionado como un gran foco que ha iluminado algunas de las zonas más oscuras del sistema educativo: desigualdades sociales, brecha digital, falta de formación en el uso de la tecnología (entre el profesorado y el alumnado), la dejación de responsabilidades que muchas administraciones están haciendo sin ofrecer directrices claras a sus centros… También, claro, es una oportunidad para pensar en la escuela que queremos y que nos hace falta. Una escuela que ayude a allanar las diferencias sociales y que dé, como hasta ahora, espacio y tiempo a niñas y niños para crecer en ella.

¿Cómo estás llevando estos días de confinamiento?

Un poco desbordado de ocupaciones y trabajo. Es curioso, con dificultad de concentración muchas veces. Lo normal, dentro de la situación. Cuesta, a veces es agotador. No es sano. Y eso que trabajo así muchas veces, pero sí, lo estoy notando.

¿Crees que el sistema puede aguantar mucho más esta situación de confinamiento?

Obviamente no, estamos en una situación de absoluta excepcionalidad, creo, y muy compleja para todos. Tal y como yo lo veo, hay que hacer un esfuerzo por parte de todos por completar el curso de la mejor manera posible. En las fechas en las que estamos y viendo nuestra situación, por un lado, de falta de ayuda concreta de las administraciones educativas y, por otro, de infraestructuras, lo que se puede hacer es terminar de la mejor manera posible en las próximas semanas.

En lo que creo que tendríamos que estar, aunque es muy difícil, es en pensar mucho y muchos en la vuelta en septiembre. El sistema no aguantará mucho más. No soy especialista pero creo que podemos aguantar este trimestre largo de confinamiento, de escuela sin escuelas, sin aulas; pero no lo veo viable si el curso que viene estamos en las mismas circunstancias.

¿Cómo ves el papel de la administración en este tiempo? Hay sensación de que dejan toda la responsabilidad a los equipos directivos. ¿cómo lo ves?

Sí, es una percepción que compartimos todos. Hay una especie de dejación de responsabilidad en todas las administraciones. La del Estado está dando pocas indicaciones y señalando que corresponde a las autonomías (que tienen las transferencias), decidir las cosas bajo un marco que han propuesto; y las consejerías, en general, están apelando a esta especie de mantra de los sistemas educativos de los últimos 15 años: la autonomía escolar, para, de alguna manera, no dar indicaciones, ni ayuda concreta y descargar toda la responsabilidad en ámbitos que no son solo pedagógicos a los centros escolares, sus direcciones y sus profesores.

Hay un problema de liderazgo clarísimo de las administraciones y sus responsables que no es nuevo. La COVID-19, como otros muchos problemas educativos, nos está colocando todos los focos de atención, se hace visible a todos. La COVID funciona como una especie de instrumento de hipersensibilización o máxima visibilización de inconsistencias, incoherencias y de problemas que ya traíamos de antes: todo lo que tiene que ver con las desigualdades, con la segregación, con la falta de liderazgo, todo lo que tiene que ver con esta idea tan tecnocrática de que con normas se actúa sobre las prácticas escolares… ideas que no son nuevas pero que ahora, que estamos hipersensibles, y como si fuese una muestra de contraste en laboratorio, está haciendo que todo esto se vea muy claro.

¿Por dónde deberían empezar?

Desde mi punto de vista tendríamos que estar pensando mucho, mejor, más, y entre más personas e instituciones cómo es la vuelta en septiembre. Es un problema retorcido, de muy difícil solución porque, por un lado, es evidente que las soluciones dependen de cada centro educativo: cada uno tiene unas condiciones de alumnado, sociales, infraestructuras espaciales, tecnológicas, disponibilidad del profesorado, edad de los equipos… que hacen que las decisiones tengan que ser, finalmente, interpretadas y tomadas en los centros; pero, por otro lado, no podemos dejar recaer en ellos decisiones que tienen que ver con seguridad sanitaria, jurídica también, en muchos casos; que tienen que ver con actuaciones sobre los espacios, sobre los horarios del profesorado, el calendario escolar, la distribución de asignaturas… hay un montón de cosas para las que se necesitan indicaciones, no digo reglas cerradas que nunca funcionan, pero sí pautas trabajadas conjuntamente con otros que puedan ayudar o aliviar en esa tarea. Veo claramente niveles diferentes de gestión en lo educativo.

¿En qué sentido?

Con acierto se crearon las consejerías, entre otras cosas, porque el Ministerio estaba muy lejos de la realidad de los centros en los territorios; lo que ha ocurrido, en muchos casos, es que tenemos territorios enormes en cuanto a volumen de alumnos, profesores y de centros que están tan lejos de la realidad de sus aulas como estaba antes el Ministerio. Es una unidad de gestión poco práctica. Necesitaríamos, y vemos que funciona mucho mejor, cuando los centros, en su gestión, por norma o porque lo han hecho así, se involucran agentes municipales que pueden ser juntas de Distrito en ciudades como Madrid. Cuando ayudamos en la gestión escolar desde instituciones municipales o unidades territoriales más cercanas a la realidades sociales de alumno y de escuelas, la gestión es mucho más acertada.

Y en este caso concreto, necesitamos sí o sí pensar la problemática de la vuelta con unidades territoriales más cercanas a los centros y promoviendo trabajo en equipo entre equipos directivos de centros del barrio, de la misma ciudad, del mismo pueblo. Equipos directivos de primaria y secundaria para las transiciones, unidades de asuntos sociales o de salud de los distritos o ayuntamientos. Necesitamos expertos en gestión sanitaria, o de espacios que no tienen por qué estar en la escuela. Hay claramente un trabajo en equipo desde lo local para resolver problemas que son tremendamente complejos.

Siempre parece haber problemas cuando diferentes administraciones tienen que trabajar en los centros, sea la autonomía con el Gobierno central o con los ayuntamientos. Parece que falta coordinación entre ellas…

Necesitamos mucha más coordinación entre instituciones ya sean comunidades, ayuntamientos, distritos o, incluso, barrios en ciudades grandes. Mucha más, mucho más trabajo en equipos con personas especializadas en distintos ámbitos. Fomentar que, aunque la responsabilidad final o el hacer final corresponda a los equipos directivos o los claustros, en el análisis de la situación, en la búsqueda de soluciones, propuesta de soluciones…, se trabaje en equipos de centros para alcanzar soluciones similares que pueden darse en los barrios. Hay muchas más posibilidades de acertar si pensamos entre varios que si lo hacemos solos.

La situación en la que estamos es tremendamente exigente para los equipos directivos que tienen que estar con las dificultades normales de una gestión tremendamente burocrática y administrativa de lo escolar. Tiene implicaciones muy grandes, más añadido a las incertidumbres tremendas en la seguridad sanitaria, en cómo se van a desarrollar las clases, qué pasa si un estudiante o alguien de su entorno está enfermo, qué protocolo hay que seguir. Hay muchas cuestiones que no podemos dejar caer solo a los directivos.

Es momento propicio para pensar en los retos del sistema. ¿Cuáles destacarías tú?

Estar sin ir a la escuela nos ha hecho ver su importancia como dispositivo que te da un espacio y un tiempo, que suspende, de alguna manera, la cotidianidad; consigue que el alumnado no sea hijo o hermano por unas horas. Este dispositivo que, en algunos casos no estábamos valorando porque tiene también muchísimas problemáticas, cobra en estos momentos todo su valor. El hecho de la escuela como un espacio y un tiempo distintos de la cotidianidad es fundamental en el proceso de aprendizaje. Creo que es lo primero que hemos visto.

Estamos casi todos de acuerdo en que el primer reto que teníamos antes es el de aminorar el fracaso escolar. Esta situación nos ha hecho ver esto muchísimo más claro. El fracaso escolar tiene un origen, en un porcentaje altísimo, vinculado a las desigualdades sociales: de capital cultural, académico, económicas… Situaciones que atraviesan lo educativo y lo condicionan de una manera total. Y la situación a la que vamos a salir va a ser peor. Una situación de más peligro de que las desigualdades -incrementadas, desbocadas-, en las que nuestra sociedad estaba viviendo, ahora se incrementen sí o sí y generen más diferencias educativas. De manera que el primer reto educativo no es educativo, si no social: tratar de aminorar al máximo posible las consecuencias en términos de desigualdad que la crisis va a acarrear en muchas familias, en muchos niños y jóvenes.

Cada vez más necesitamos políticas integradas. Tiene poco sentido pensar en políticas educativas como si actuasen en un vacío social. Las políticas educativas vinculadas a las políticas sociales. De equidad social. Muchas de las reformas que hemos ido haciendo en los últimos cuarenta años no terminan de cuajar porque las condiciones de base no se han tocado.

La no presencialidad incrementa esta problemática. Dificulta aquello que era complicado para la escuela antes: compensar las desigualdades de origen social, económico y de capital cultural.

La no presencialidad dificulta compensar las desigualdades de origen social, económico y de capital cultural

¿Qué otras cuestiones crees que será también importante atender?

Otro problema vinculado a la desigualdad es la segregación escolar. La situación en la que estamos es de máxima segregación, estamos cada uno en nuestro hogar. Por lo tanto, casi cero mezcla con otros. Esto también es un tema a tener en cuenta en los próximos meses pensando en cómo queremos que sea esa vuelta, qué modelo. Si queremos apostar haciendo un esfuerzo enorme en infraestructuras, económico, pedagógico también para garantizar que en las etapas de primaria y en la secundaria se pueda volver físicamente, el máximo tiempo posible a la escuela… Sería una apuesta por aminorar los peligros de desigualdad y segregación que tenemos.

Vinculado a esto aparecen retos que son más escolares. que traíamos de antes y que la situación actual nos pone encima de la mesa. Son retos que tienen que ver con un acercamiento diferente al currículo. Un acercamiento que ya tiene propuestas hechas como la organización en ámbitos, transdisciplinares, que permitirían, posiblemente, una relación docente-estudiante que no sea de uno a muchos, sino en equipos docentes. Esto permitiría gestionar mejor, posiblemente, situaciones en las que necesitemos distanciamiento físico.

Retos que tienen que ver con las culturas y formas de trabajar del profesorado; hay retos importantes relacionados con la cultura de la evaluación y, de nuevo, lo que vemos ahora no es que sea novedoso pero refleja el medio camino en el que estábamos desde una evaluación exclusivamente certificadora o clasificatoria a otra, en la que estábamos entrando, que no solo tiene esta parte, sino que también tenía con un función más formadora, para el aprendizaje. Como instrumento de aprendizaje.

Retos históricos importantes que ahora se han puesto encima de la mesa todos, uno tras otro. El reto social, el curricular (que es lo realmente importante), el de las prácticas, la evaluación… venían de atrás. Y el peligro que tenemos es no solo que no avancemos en ellos sino que vayamos hacia atrás porque las condiciones que imaginemos en las que tiene que transcurrir lo escolar en los próximos meses nos hagan pensar que la solución pasa por una vuelta a modelos transmisivos, muy calificadores, individualistas (solo un profe atiende al grupo). Que eso avances que estábamos haciendo en muchos centros no solo se paren sino que, en algunos casos, lo que experimentemos sea una vuelta hacia atrás.

¿Está pasando esto ya? Y si lo fuera, ¿por qué motivos?

No sé si está pasando. La situación es tan excepcional que es difícil de analizar. Sabemos que hay un esfuerzo enorme por parte del profesorado por mantener la continuidad de la enseñanza. Entiendo que en algunos casos, cuando se combinen unas maneras de hacer que ya había, un cierto manejo de las tecnologías y ciertas circunstancias sociales, de las familias, que lo permitan, se habrán podido mantener prácticas los más similares posibles a las que se estaban realizando. Todo parece indicar que aquellos centros, aquellos docentes que ya estaban embarcados en procesos de cambio, de alguna manera, los están manteniendo y sobrellevan un poquito mejor, un poquito solo, la complejidad de la situación actual.

Pero hay otras circunstancias en las que las limitaciones tecnológicas, la falta de saber cómo hacerlo o, por ejemplo, de competencias digital (del centro o de los estudiantes o profesores), están haciendo que recurramos a prácticas docentes que estábamos abandonando, o que se abandonan más fácil que cuando la relación es personal. En la traslación de un sistema construido desde lo presencial, desde lo dialógico, desde la interacción entre personas que es lo que teníamos, de golpe, sin previo aviso y sin haberlo planificado, a un contexto digital, corremos el peligro de que lo que obtengamos sea una educación más de transmisión, menos dialógica porque es más difícil, menos de trabajos conjuntos, en equipo… creo que es natural y no me preocupa tanto ahora, pero sí a partir de septiembre.

La promesa de la tecnología como palanca de transformación de la educación ha sido muchas veces incumplida.

Hace unos días escribías sobre competencias digitales, y de la cantidad de años que llevamos hablando de ellas. Parece que no se dio la batalla sobre los usos de esa tecnología…

Llevamos décadas hablando de tecnología y educación, literalmente. Casi siempre ha sido una promesa incumplida. La promesa de la tecnología como palanca de transformación de la educación ha sido muchas veces incumplida. Muchas veces ha sido a base de soluciones a problemas inexistentes o que la gente no se planteaba, con lo que no han tenido ningún efecto. Llevamos al menos dos décadas, desde el comienzo de siglo, invirtiendo como el Guadiana, ahora sí, ahora no, con vaivenes demasiado grandes. Invirtiendo en dotar a los centros, en tecnologías que se han quedado obsoletas antes de usarse, en ofertar formación al profesorado pero, muchas veces, muy poco vinculada a sus materias o a su práctica o a un proyecto educativo que tuviese más sentido, en el que cobrasen sentido esas pedagogías digitales y en algunos casos con inversiones sonadas que han sido fracasos grandes. Y reacciones en el sentido contrario, de no dotar de más infraestructuras.

Nos hemos encontrado ahora, a pesar de lo que nos dicen las encuestas, con unos centros infradotados tecnológicamente, con poca o mala tecnología en cuanto a hardware, que aunque tuviesen buena tecnología no nos soluciona el problema. La tecnología para el centro.

Hay una variedad de centros que no habían hecho ningún tipo de reflexión sobre cómo incorporar realmente la tecnología más allá de los dispositivos en sus prácticas pedagógicas, de tal manera que, ahora, al trasvasar, ha sido todo un aprendizaje muy difícil. Un porcentaje muy alto de docentes no tienen unos mínimos de competencia digital a pesar de que seguimos hablando de competencia ditigal docente y de que haya varios marcos, nacionales e internacionales, sobre ella. Nos hemos encontrado, todavía más grave, con muchos estudiantes sin competencia digital a pesar de ser una de las competencias clave que marca el sistema educativo. Y lo que hemos visto es que las brechas tecnológicas son varias.

¿Cuáles, a tu modo de ver?

La primera que vimos, ahora en el confinamiento, es que la brecha de acceso, conectividad y de dispositivos es más grande de lo que pensábamos. No había planificación para algo así, claro. No sabíamos siquiera al principio cuántos estudiantes estaban desconectado por no tener acceso a la tecnología. En unos centros puede ser del 20% y en otros, probablemente, menor del 2%. es así de variable. En centros públicos. Esta brecha es más grande de lo que pensábamos.

La segunda es la que tiene que ver con las competencias. Muchísimo más grande de lo esperable después de 20 años de políticas sobre competencias digitales, tanto de centro, de estudiantes como del profesorado. La brecha de uso, qué hacemos con ellas, es brutal. En algunos casos encontramos docentes tremendamente competentes y en otros no. Estudiantes tremendamente competentes que tienen capacidad para hacer un uso más allá del consumo, y otros que solo saben consumir con la tecnología. Centros educativos que han sabido manejarlo porque tenían pensado cómo sería una situación de enseñanza híbrida y otros que no, que no habían hecho esa transición.

Y nos hemos encontrado con brechas que son las que afectan muchísimo a las desigualdades de nuestro sistema: las brechas entre centros. Tremendas. Que afectan al principio de equidad y de justicia de los estudiantes, que no tienen las mismas oportunidades porque los centros no tienen las mismas tampoco.

Y hay una brecha general de desconexión entre muchos centros y contextos. Es un tema tremendamente relevante.
Esto nos indica, de cara al futuro, algo que sabíamos desde hace muchos años. En términos de tecnología educativa, a parte de las pedagogías digitales, para acortar bien la brecha de acceso, cuanto más personalización a través de la tecnología introduzcamos en un sistema (ahora mismo estamos en la máxima), más recursos públicos tenemos que invertir en compensar las desigualdades. De nuevo, el reto mayor no es solo educativo. Si me encuentro de nuevo en esta situación lo que tengo que hacer es invertir para compensar las desigualdades de acceso que encontramos en muchos hogares. Proveerles de conectividad, de dispositivos adecuados (un móvil no es un dispositivo adecuado para el aprendizaje, una tablet nos apaña para algunas cosas, pero no es el mejor dispositivo…). Cuanto más necesitemos apoyarnos en la tecnología, más tenemos que compensar las desigualdades desde los recursos públicos. No se trataba solo de dotar a los centros, sino de dotar de tecnología a los docentes y a las familias, a los niños, de tecnología, de recursos abiertos, de contenidos…

En toda esta situación, ha habido una parte poco vista, o no desde el principio, y es que los docentes están trabajando con sus propios equipos y con su propia conectividad. Que no tienen por qué tener.

Estas políticas que hemos vivido de invierto sin un plan claro, mucho en cacharros, me gasto millones para dotar de tecnología que no funciona o no es bien incorporada, y el siguiente gobierno no invierte nada, nos lleva a una situación en la que los centros están infradotados; y lo hemos visto nada más empezar las crisis, con las plataformas. Después de 20 años desarrollando plataformas públicas, no comerciales, de aprendizaje, de recursos abiertos, nos hemos encontrado que llega el momento y hemos tenido que tirar de la televisión. Porque no había plataformas suficientemente implantadas, ni seguras para aguantar la concurrencia de miles de personas al mismo tiempo, o de usabilidad. Se han puesto algunos remedios, pero tenemos que preguntarnos qué ha pasado con las inversiones, no tanto de las infraestructuras de los centros, como en las plataformas y en los recursos educativos abiertos en el Estado y las administraciones autonómicas. Llegado el momento en el que había que utilizarlas, en muchos casos, los docentes han tenido que recurrir a plataformas de terceros, comerciales, privadas.

Cuanto más necesitemos apoyarnos en la tecnología, más tenemos que compensar las desigualdades desde los recursos públicos

Y luego, no habíamos pensado que los docentes como trabajadores, contratados por la administración o por una empresa privada, necesitan una serie de herramientas normales entre las que creo que entrarían los dispositivos y la conectividad. Como eso no se ha tenido nunca en cuenta pues estamos como estamos.

Los docentes actúan con mucha responsabilidad pero podrían perfectamente haber dejado de dar continuidad a sus clases por algunas de estas razones: porque las plataformas que les proveía su Administración no funcionaba, porque no tenían dispositivos para hacerlo o porque la conectividad que estaban usando era privada.

Y finalmente, en España deberíamos hacer planes específicos en los centros sobre cómo compenso, en aquellos hogares en los que materialmente es imposible tener conectividad y dispositivos, que puedan contar con ellos para esta situación. Es lo que decía de inversión pública no solo en los centros, sino también en los hogares.

En estas semanas hemos visto que algunas administraciones recordaban la prohibición, precisamente, del uso de plataformas de terceros, que han sido las que han salvado, en parte, la situación. O la prohibición del uso de los móviles, que se han convertido en casi esenciales estos días.

Esta situación nos muestra las costuras rotas, esas incoherencias del sistema, de las políticas, de las declaraciones. Son problemas complejos, todos. Ninguno es de fácil solución o ni siquiera a veces tienen solución. Pero, ante problemas complejos, muchas veces la tendencia es a tomar decisiones simplistas, cada vez más, y esto es lo que no podemos permitirnos como sociedad o permitirles a quienes están al cargo de ocuparse de lo público.

No podemos tratar de solucionar un problema complejo como es qué pasa con los dispositivos móviles en los institutos, que pueden ser un problema, tirando de la solución más sencilla que es prohibirlos. Miramos para otro lado y eliminamos supuestamente la problemática. Esta no se aborda así. Entre otras cosas, porque los problemas que pueden surgir a raíz de la prohibición de los dispositivos, revelan otro tipo de problemáticas de convivencia, de respeto a los otros, de abuso. Un montón de cosas que es importantísimo trabajarlas en las escuelas e institutos, que son parte de los currículos escolares. Por tanto, parece que la solución no pasaría por prohibir sino por tratar de pensar cómo integramos, con normas de uso, como se ha hecho en los centros toda la vida, pero tratando de integrarlos como objeto de indagación. La tecnología como objeto de indagación en sí misma, en los currículos, en lo que se habla en la escuela. No hay otro lugar donde problematizar los usos de la tecnología. Y también, como vemos ahora, porque necesitamos una competencia más práctica, no solo más reflexiva, sobre qué usos puedo hacer que me ayuden como herramienta de aprendizaje. De nuevo, si no lo hago en un contexto organizado y ordenado es difícil que lo aprenda de otra manera.

Ese doble juego tan difícil, el de la no privatización de la educación y el cuestionamiento del tipo de infraestructuras que utilizas, como los libros de textos, es un debate relevante: tenemos que garantizar temas de protección de datos, intimidad, derecho al honor. Necesitaríamos hacer una apuesta muy decidida por infraestructuras públicas de código abierto, con toda la seguridad jurídica necesaria y con la usabilidad que requiere. Esto no estaba preparado y es normal que los docentes, en la apelación a su compromiso, hayan buscado soluciones diversas.

Esta situación nos ha confrontado con el papel de la escuela con la enseñanza. Esta escolarización en los hogares no parece idónea. ¿Hay esperanza de pensar otra escuela posible a partir de septiembre?

Tengo esa esperanza. Tenemos que trabajar en ese horizonte de volver a las aulas el máximo tiempo posible con las máximas condiciones posibles de seguridad por el bien de todos. La raíz etimológica de esperanza y espacio son la misma. La escuela es un lugar de esperanza, muchas veces la genera a través de la suspensión del espacio y el tiempo, de darnos un espacio y un tiempo diferenciado, desvinculado del hogar y la sociedad. La escuela nos da aire. Paradójicamente, en esta circunstancia de tratar de no respirar virus estamos asfixiándonos porque nos falta el aire, es decir, un espacio y un tiempo que nos da la escuela para compensar o suspender o cuestionar el orden natural de las cosas. Las desigualdades de origen, para construir lo común, para dar posibilidades a todos, para ofrecer vidas múltiples a la vida singular, en fin, hay muchas metáforas. La escuela es el lugar donde decimos yo pero hacemos el nosotros, somos capaces de hacernos como individuos al tiempo que hacemos lo colectivo. Es fundamental que tratemos de mantener esto a la vuelta en septiembre.

Los esfuerzos deberían ir en tratar de garantizar una escuela presencial, el máximo tiempo posible y para el mayor número de personas. Dicho esto y como han señalado muchas personas estos días, la incertidumbre, el miedo, la falta de esperanza, no están igualmente distribuidos entre todos. Y ese papel de la escuela de compensar desigualdades tiene más efectos en algunos que en otros. Y, por tanto, en caso de que no pudiéramos garantizar que todos, con esa diversidad que ofrece la escuela, puedan compartir un espacio y un tiempo simultáneo, deberíamos priorizar a aquellos niños y jóvenes que se encuentran en circunstancias complicadas. No olvidemos que la escuela, a la que a veces acusamos de ser disciplinaria, de generar problemas de convivencia, también es un espacio de protección para muchísimos niños. Es el único lugar en el que no somos los hijos de, los hermanos de… En ella, suspendemos por un momento nuestros problemas y nuestras dificultades. Creo que es muy importante mantenerlo durante el máximo tiempo posible.

Fuente e imagen tomadas de: https://eldiariodelaeducacion.com/2020/05/26/la-escuela-es-un-lugar-de-esperanza-es-un-espacio-de-proteccion-para-muchisimos-ninos/

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El corto trecho entre coronavirus y mutilación genital

Reseñas/21 Mayo 2020/elpais.com

Las medidas de confinamiento son una trampa para mujeres y niñas. Un estudio sobre el aumento de la ablación a causa de la nueva pandemia confirma que el cierre de escuelas y programas en zonas vulnerables provocarán dos millones más de casos en la próxima década

Algunas veces, las coincidencias pueden ser realmente extrañas. El 28 de abril, el Gobierno de Sudán anunció una ley que por fin convertirá en delito la mutilación genital femenina, en uno de los países africanos con mayor número de víctimas de esta cruel tradición patriarcal (Unicef considera que el 87% de las mujeres del país la ha sufrido). Sudán era, hasta ahora, uno de los más reacios a considerar delito lo que para muchos grupos étnicos sigue siendo un sello de pureza indispensable para cualquier chica que aspire a un buen matrimonio.

En las mismas horas en que activistas de todo el mundo celebraban esta victoria histórica por los derechos de las mujeres, el Fondo de Población de Naciones Unidas (UNFPA, por sus siglas en inglés), inició un estudio sobre la posibilidad de que la mutilación genital femenina se propague en todo el mundo a causa de la pandemia en curso. Es uno de los numerosos efectos secundarios de la covid-19: las medidas de confinamiento, el toque de queda y el cierre de las actividades económicas y de las escuelas, decretado en toda en África para detener el virus pueden ser una trampa para muchas mujeres y niñas, que serán aún más vulnerables frente a la violación de sus derechos.

Según los expertos del UNFPA, que han publicado el análisis en colaboración con la ONG Avenir Health, la universidad estadounidense Johns Hopkins y la universidad australiana Victoria, la prolongación del confinamiento podría provocar en la próxima década dos millones más de casos de mutilación genital femenina respecto a las cifras previstas, además de 13 millones de matrimonios forzosos para niñas menores de 10 años.

¿Las razones? En primer lugar, el retraso en la aplicación de los programas contra la mutilación genital femenina, que se basan en encuentros con las comunidades, la sensibilización de los jefes de las aldeas, las reuniones y el intercambio continuo de informaciones. Todo ello ha quedado en suspenso debido a los cierres causados por la covid-19 y la restricción de movimientos.

La mutilación genital femenina afecta a 200 millones de mujeres en el mundo y tiene consecuencias psicológicas y sanitarias devastadoras, según el último informe de Unicef. La mayor concentración se produce en África, donde 27 Estados siguen registrando distintos porcentajes de esta violencia de género, incluidos aquellos que la declararon ilegal mucho antes que Sudán. Estos porcentajes varían del 95% de mujeres que han sufrido la mutilación en Guinea al 76% de Burkina Faso; del 65% de Etiopía al 24% de Senegal; hasta países donde la práctica es marginal, pero aún no se ha erradicado, como Benín (9%) y Togo (3%).

“Los nuevos datos muestran el impacto catastrófico que la covid-19 podría tener pronto en las mujeres y las niñas de todo el mundo”, afirma la directora del UNFPA, Natalia Kanem. Aunque son solo cálculos: “Las proyecciones ofrecen una visión alarmante sobre el futuro de las mujeres y las niñas, a menos que se hagan urgentemente esfuerzos para garantizar su bienestar y sus derechos”.

Cuatro mujeres sudanesas caminan juntas por un barrio de la capital del país, Jartum, el pasado 5 de mayo de 2020, pocos días después de que Sudán prohibiese por ley la práctica de la mutilación genital femenina.
Cuatro mujeres sudanesas caminan juntas por un barrio de la capital del país, Jartum, el pasado 5 de mayo de 2020, pocos días después de que Sudán prohibiese por ley la práctica de la mutilación genital femenina. ASHRAF SHAZLY AFP

Es probable que las mutilaciones genitales femeninas aumenten también debido a la crisis económica y la consiguiente pobreza, que es el principal motor de los matrimonios infantiles que, en países en los que se sigue esta tradición, van precedidos del “corte” de la niña para que llegue pura a la boda. “Las familias pobres tienen más probabilidades de casar a sus hijas en tiempos de estrés económico, para aliviar la carga que supone cuidarlas”, subraya Natalia Kanem.

Judy Gitayu, coordinadora regional en África de la campaña Equality Now, ha observado que también el cierre de las colegios durante la pandemia puede ser perjudicial, y no solo desde el punto de vista educativo. “Las escuelas, en general, son lugares seguros para las niñas”, asegura, “y aquellas que no asisten a clase son más vulnerables a la violación de los derechos humanos, incluida la explotación sexual y laboral, la mutilación genital, el embarazo precoz y el matrimonio infantil. Además, las escuelas suponen un canal para denunciar violaciones o amenazas y tomar medidas; la pandemia ha bloqueado esta importante fuente de salvaguardia, lo que seguramente se traducirá en una menor protección para las niñas y una menor responsabilidad para los autores del delito”.

También hay quienes aprovechan el encierro para retomar de nuevo campañas a favor de la mutilación genital femenina, que se presenta como una tradición cultural típicamente africana que debe mantenerse para preservar su identidad étnica. Lo denuncia, en Nairobi, en Kenia, Everlyne Komba de la red EndFGM: “En las comunidades donde la mutilación genital femenina está profundamente arraigada, la niña no tiene otra opción, no puede negarse sin pagar un precio social, físico o cultural muy alto. En situaciones de emergencia como la que estamos experimentando debido al virus, esas consecuencias degeneran en intolerancia extrema o en etnoterrorismo, o incluso en sanciones sociales como la marginación dentro de la comunidad, el abuso psicológico, o la maldición, la excomunión y las amenazas de muerte”.

Tomemos el ejemplo de Kenia, considerado el país más avanzado del África subsahariana en la lucha contra la mutilación genital femenina, con un porcentaje de víctimas en constante disminución (actualmente, el 21%). El Gobierno de Uhuru Kenyatta se ha comprometido a suprimirla por completo de aquí a 2022, es decir, ocho años antes que el quinto de los Objetivos de Desarrollo Sostenible establecidos por la ONU. “Una meta muy ambiciosa”, comenta Komba, que ahora se enfrenta a un movimiento pequeño pero decidido que se opone a la criminalización de esta práctica.

«La pandemia ha creado las condiciones ideales para que estas personas persigan sus motivaciones perversas, aprovechando que las instituciones están completamente enfocadas en responder a la covid-19 y, por lo tanto, prestan menos atención a otros asuntos». La activista africana comunica que ha recibido noticias directas de niñas a las que mutilaron clandestinamente (en Kenia se considera un crimen desde 2001), y lo mismo cuenta la psicoterapeuta y feminista de origen somalí Leyla Hussein, que ha fundado en Reino Unido, donde vive, varias asociaciones que brindan apoyo psicológico a las víctimas de la mutilación genital: “En este período, estoy dando apoyo a través de Internet a muchas activistas de África”, explica. “Una de ellas me dijo que en su aldea mutilaron a 45 niñas en una mañana. Por supuesto, la pandemia está matando a muchas personas, pero creemos que, en el mundo, cada 11 segundos se le corta el clítoris a una niña. ¿Por qué no podemos preocuparnos también por esto? Sin embargo, el aumento de esta violencia contra las mujeres tendrá un gran impacto en comunidades enteras”.

De hecho, en toda África se alzan voces que invitan, en este período de covid-19, a no bajar la guardia en lo relativo a los derechos de las niñas. En Ghana, la actriz Yvonne Ossei, protagonista de una serie de televisión que habla precisamente de la mutilación genital femenina, no pierde ninguna ocasión de recordar públicamente a sus compatriotas que no se escuden en la pandemia para no denunciar los abusos contra las mujeres. En Kenia, en el condado septentrional de Samburu, Bernadette Loloju, del organismo gubernamental Anti-FGM, declaró a la agencia Reuters que el cierre de escuelas desde el 16 de marzo ha provocado un aumento de la mutilación genital. “Se ha detenido incluso a una madre que hizo que mutilaran a su hija de 12 años”, refiere, “y las autoridades nos pidieron a los técnicos y a los jefes de la aldea que visitáramos las comunidades rurales del condado para vigilar”.

En el sureste de Nigeria, Kenneth Ehouzou, del UNFPA, ha observado que durante el confinamiento es casi imposible vigilar a las comunidades, y que el alto riesgo de mutilación genital también se debe a la falta de apoyo social a las niñas, obligadas a recluirse en su entorno familiar. En otras palabras, si los padres deciden mutilar a su hija, ella no puede pedir ayuda a nadie.

En Tanzania, la ONG Hope reunió a expertos internacionales (todos a través de Internet) para buscar la mejor manera de lidiar con el posible aumento de las mutilaciones clandestinas debido al nuevo coronavirus: “En la región de Mara”, señalan desde Hope, “el 32% de las mujeres han sufrido la mutilación genital. Hope ha abierto dos casas refugio para niñas que huyen de esta práctica: llegan por la noche, con lo puesto, y les ofrecemos seguridad, educación y esperanza. Ahora nos preguntamos cómo equiparnos para un posible aumento de casos”.

En Nigeria, donde más de 40 millones de mujeres, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), sufren la herida de una mutilación genital, durante un foro organizado en Lagos por la fundación Think Right, varias asociaciones han pedido al Gobierno federal que, durante esta pandemia, redoble sus esfuerzos contra esta forma de violencia. “Nunca quise circuncidar a mi hija de 10 años, a pesar de la presión de la familia de mi marido”, contaba la activista Foluke Olowoyo durante el foro, “pero cuando fuimos a visitarlos con ocasión de un funeral en el estado de Ekiti, al suroeste del país, los parientes cogieron a la niña y la mutilaron a la fuerza, y luego trataron de aplacar nuestra ira diciendo que el clítoris es un tabú y que una niña no circuncidada sufrirá graves consecuencias en la vida. Mi hija desarrolló una infección y poco después murió. Esta es la realidad de la mutilación genital femenina”.

Fuente e imagen tomadas de: https://elpais.com/elpais/2020/05/11/planeta_futuro/1589200091_762767.html

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Fallecen 14 profesores de la Universidad de la Amazonía Peruana por COVID-19

América del sur/Perú/https://www.actualidadambiental.pe/

Por Luis Chacón

A través de su cuenta de Facebook, la Universidad de la Amazonía Peruana, ubicada en Iquitos (Loreto), recibió las condolencias de otras casas de estudios por el fallecimiento de 14 de sus profesores y cinco miembros del área administrativa por COVID-19.

“La Asociación Nacional de Universidades Públicas del Perú (ANUPP) expresa su más profundo pesar por las irrecuperables pérdidas de personal docente de la Universidad Nacional de la Amazonía Peruana, debido a la pandemia del COVID-19 que viene azotando al país y al mundo entero”, indica uno de los mensajes enviados al centro de estudios.

Hay que mencionar que desde finales de abril, la Universidad de la Amazonía Peruana informó desde su página web y redes sociales sobre las muertes de su personal que, hasta la fecha, suma la lamentable cifra de 19 personas.

En cuanto a la situación de Loreto, los informes oficiales la ubican como una de las regiones más golpeadas por el coronavirus con 2696 casos confirmados y 238 muertes, según cifras del Ministerio de Salud.

Esto hace que su tasa de letalidad sea de 9.20 %, una de las más altas en nuestro país y que podría aumentar debido a la situación crítica que se vive en la zona, tanto por el colapso de los hospitales, la falta de oxígeno y otros materiales, el contagio de personal médico y la presencia del virus en comunidades nativas, donde el acceso a atención es casi nulo.

Según datos del Hospital Regional de Loreto, la cifra real de fallecidos sería de más de 800 personas, reveló una reciente investigación de Ojo Público y en la que también se recogen las declaraciones de director de esta institución, Carlos Calampa, quien estima que seis de cada 10 personas, al menos en Iquitos, están contagiadas.

“La escasez de pruebas en Loreto hace imposible que se hagan pruebas a todos los que tienen síntomas, y no se están haciendo pruebas post-mortem”, señaló Calampa.

La investigación del portal también calcula que habría un total de 34 indígenas contagiados en las comunidades de Loreto y seis fallecidos con síntomas del COVID-19 a los que no se les realizaron las pruebas.

Un dato preocupante es que la propia viceministra de Interculturalidad, Angela Acevedo, indica que no existe data oficial sobre los casos de contagios y muertes en comunidades indígenas.

“No sabemos de manera oficial cuántos casos hay. Estamos en el limbo sobre todo en los casos de indígenas que están en las zonas urbanas, pero ya les hemos pedido a las Diresas que incluyan esta variable en sus reportes, y así lo estipula también el Decreto Legislativo publicado el último domingo”, declaró Acevedo al medio en mención.

A esta falta de información se suman acciones negligentes de parte de las autoridades, como la que denunció Actualidad Ambiental hace unos días, respecto a la llegada de una  comitiva de la Municipalidad de Trompeteros a 20 comunidades nativas del río Corrientes para el reparto de víveres y que generó contagios en la zona.

La UNAP está recibiendo las condolencias de diversas universidades del país:

Nuevas medidas

Pedro Ripalda, gerente de ofertas flexibles de EsSalud, informó que, sin duda, el punto de mayor contagio en la región Loreto es Iquitos, por lo que se implementarán nuevas medidas que permitan frenar la propagación de este tipo de Coronavirus.

“Es un reto y vamos a comenzar a trabajar con brigadas. Empezamos mañana en Nauta. Vamos a ir a provincias como Cabayacocha, Requena, Nauta, para fortalecer ese primer nivel que ha estado decaído. También porque los colegas de estos puntos han tenido que ser evacuados porque han sido contagiados con COVID”, precisó Ripalda.

Otra de las novedades sería habilitar un centro de aislamiento para pacientes según su situación (leve y moderada), como el caso de la Villa Panamericana a fin de atender los casos graves en los hospitales.

Cabe señalar que el Seguro Social de Salud anunció que desde hoy, lunes 18 de mayo, se pondrá en funcionamiento una planta de oxígeno en el hospital III de EsSalud de Iquitos que se suma a otros esfuerzos por frenar el COVID-19, como la implementación del hospital “Blanco”, el traslado de pacientes y personal médico a Lima, así como la llegada de doctores y miembros de salud a la región.

Fuente e imagen tomadas: https://www.actualidadambiental.pe/fallecen-14-profesores-de-la-universidad-de-la-amazonia-peruana-por-covid-19/

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