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Japón: Distanciamiento social al máximo. Graduarse con un avatar y correr un maratón desde el móvil

Asia/Japón/16 Abril 2020/elpais.com

En Japón, uno de los primeros países adonde llegó el nuevo coronavirus desde China, las instituciones se las ingenian para celebrar sus eventos respetando las normas de seguridad sanitaria

La pandemia de Covid-19 aporta un nuevo hito del distanciamiento social. En Japón se ha celebrado una ceremonia de graduación en la que los diplomas los recibieron no los estudiantes, sino avatares suyos, y se ha corrido un maratón con atletas solitarias compitiendo a través de aplicaciones de móvil.

A través de la app Zoom, el pasado 28 de marzo la escuela de negocios a distancia Business Breakthrough University (BBT) convocó a un centenar de estudiantes. En la sala de un céntrico hotel, la BBT organizó una modesta ceremonia a la que solo asistieron en persona el rector, Kenichi Ohmae, un célebre ingeniero del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), algunos profesores y parte del personal de la institución. Y en representación de los estudiantes asistieron cuatro robots vestidos para la ocasión con toga y birrete, y dotados de una pantalla en la que aparecía la cara de cuatro graduados.

Después de su discurso, el rector los felicitó, los cuatro estudiantes le expresaron su agradecimiento a distancia y recibieron el diploma en un atril colocado en el pecho de su avatar. Al terminar la ceremonia, el rector posó con los robots para las fotos de recuerdo.

Los robots empleados, llamados Newme, son fruto de un desarrollo de las aerolíneas All Nippon Airlines (ANA) como un servicio de avatar para personas que no pueden presentarse físicamente en una actividad que requiere movilidad. Por ejemplo, un profesional que tiene que recorrer las instalaciones de una empresa, pero que ha enfermado y no puede hacerlo.

Según un portavoz de BBT, la ceremonia presencial estaba programada en una de las salas más grandes del hotel Grand Palace, cercano a la universidad, pero debido a la pandemia se decidió hacer una ceremonia más corta y menos costosa. De paso, demuestra las posibilidades de este tipo de tecnología.

Pese a haber sido uno de los primeros países, después de China, en registrar casos por el nuevo coronavirus, a comienzos de febrero, Japón tiene solo unos 5.000 contagios, incluidos los 700 del crucero Diamond Princess, que estuvo varios días atracado en uno de sus puertos. El Gobierno ha decretado un estado de emergencia que no penaliza a los infractores, pero recomienda trabajar desde casa y cerrar comercios no esenciales.

Maratón ‘online’

En febrero, la pandemia obligó a cancelar o celebrar a puerta cerrada encuentros deportivos, y los Juegos Olímpicos Tokio 2020, programados para julio, han quedado pospuestos un año.

El popular maratón de Tokio que se celebra cada 1 de marzo, se redujo desde los 38.000 participantes inscritos a solo 200, todos deportistas de élite. Como un destino parecido le esperaba también al maratón femenino de Nagoya del 8 de marzo, los organizadores pidieron a las 24.000 atletas que se habían apuntado que se descargaran una aplicación dotada de GPS y contador de kilómetros.

Una vez terminado el maratón para las deportistas de élite, sonó un segundo pistoletazo de salida y muchas corredoras hicieron el recorrido de 42,2 kilómetros a distancia: en parques o calles, pero siempre solas o en grupos reducidos.

Otras participantes han escogido la opción de completar el maratón en segmentos, de longitud variable y en varios días, hasta el 1 de mayo. En una demostración de confianza y dadas las circunstancias, aquellas que tengan problema con la aplicación podrán enviar un mensaje cuando completen el recorrido y recibirán la camiseta y el collar de Tiffany conmemorativo que se entrega a todas las que completan la carrera, cuya inscripción cuesta unos 110 euros.

La actual pandemia se ha convertido en un reto para la cultura corporativa japonesa que depende de largas horas de trabajo presencial para fomentar la sincronía y la cohesión del grupo antes que la alta productividad.

En Tokio y otras seis prefecturas, los comercios no esenciales han cerrado sus puertas hasta la primera semana de mayo. Al no haber normativa vinculante, en la capital miles de empleados siguen asistiendo a sus oficinas pese a una previsión que estipula que, de seguir así el actual ritmo de contagios, habrá 10.000 infectados en dos semanas y 80.000 en un mes.

Fuente e imagen tomadas de: https://elpais.com/internacional/2020/04/08/mundo_global/1586369073_063188.html

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El coronavirus como ruptura social

Por: Miguel Ángel Pérez

Para los miles o millones de niños y niñas en edad escolar que actualmente habitan el planeta, estos días de marzo y abril serán recordados como días de profundos cambios sociales debido al coronavirus; cambios que implican el no asistir a las escuelas y el cumplir con las tareas asistidos por una computadora, cambios en los que se pide no salir de casa, permanecer aislados, separados y con el menor contacto físico, cambios en donde la relación social se debe brindar de lejos, no saludarse, no besarse y evitar los abrazos.

El tiempo de ruptura que vivimos hoy en día implica una nueva visión ante el mundo, ante la realidad y ante nosotros mismos; lo que podríamos distinguir como el pan y circo, ha sido lo primero que se ha desplazado del consumo cultural, los deportes públicos, los espectáculos masivos y la presentación de famosos es lo primero que se ha desplazado, ¿artículos innecesarios, superfluos?, la sociedad en proceso de cambio va jerarquizando los nuevos valores culturales.

Los llamados casi obsesivos del lavado de manos, de no salir ni establecer vínculos sociales, de evitar salir de casa, etc.; nos ha llevado a regresar la mirada a nosotros mismos, poco a poco lo único y lo último que queda en casa después de prolongados días de encierro somos los propios sujetos que ahí habitamos, dichos sujetos aislados, descobijados, huérfanos de bullicio social vivimos confrontados con nosotros mismos y es esa misma sensación de soledad, es la que sirve para regresarnos a los cimientos de la condición humana.

He notado que en algunos lugares no distinguen la dimensión del peligro ¿pero el peligro es real, es latente o es inventado? ¿sus dimensiones son parecidas a las que se viven en países de Europa? ¿son estas las formas más adecuadas de prever, de evitar ser parte de las estadísticas del desastre o todo es un gran engaño, en donde nosotros hombres y mujeres somos una pieza más de este gran teatro que han montado los poderosos?

Las respuestas a estas y otras preguntas no las podemos tener de manera inmediata se necesita esperar, vivir, construir las respuestas a partir de cómo va pasando el tiempo y las circunstancias sirven para aclarar las dudas.

Lo que sí se puede afirmar, es que a las generaciones jóvenes de ahora les ha tocado vivir tiempos difíciles cargados del enrarecimiento de una sociedad cada vez más compleja, cuyo eje de globalización ha servido para facilitar el riesgo, el peligro, la vulnerabilidad. ¿Qué podría pasar si viviéramos asilados en mundos locales a modo de pequeñas islas distanciadas unas de otras? ¿Qué sería de nosotros sin saber lo que pasa con los otros, que viven en el llamado viejo mundo o en mundos distantes geográfica y culturalmente? De nuevo gran parte de las preguntas que hacemos no tienen respuesta, la reflexión es la única tarea que nos queda y el comenzar a abrir libros de literatura fantástica, para que ayudados en la imaginación colectiva encontremos explicaciones.

Estoy seguro que después de la tormenta y en medio de la relativa calma comenzará el boom de películas, teatro, pintura y literatura, incluso se abrirá un nuevo género artístico el de la pandemia y el coronavirus.

A las generaciones nuevas de ahora les ha tocado vivir lo que a ninguna otra le había tocado en su corta o larga vida, lo único recomendable es que asimilen la lección, que aprendan de esta experiencia directa y que distingan, qué es lo fundamental para vivir humanamente y que cosas son superfluas que pueden pasar a segundo plano. Hoy vivimos tiempos de cambio, de ruptura social, el antes y el después del coronavirus.

Fuente: http://www.educacionfutura.org/el-coronavirus-como-ruptura-social/

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‘I don’t know why the heck we have to go back if there’s no way of staying apart’

Europe / Spain / 04/15/2020 / Author: Miguel Ángel Medina, Eva Saiz And María Pitarch / Source: english.elpais.com

Thousands of people are returning to work in Spain amid controversy over whether it is too early to lift the strictest measures of coronavirus confinement

At Príncipe Pio station in Madrid, on the Cercanías commuter train network, only the hum of escalators and the noise of arriving and departing trains could be heard on Monday morning. A dozen National Police officers were handing out more than 5,000 face masks just at this one station. Ten million masks will be handed out in total, now that some of Spain’s non-essential workers are returning to work after a two-week period during which the economy was placed in “hibernation” mode.

Rafael Antúnez, 53, did not need to take one. He arrived at the station around 6am with a mask used for painting that he had bought months earlier at a hardware store. “Before all this happened,” he said about the purchase, as he made his way to a construction site in the Madrid municipality of Pozuelo de Alarcón. “I don’t know why the heck we have to go back if there’s no way of staying apart.”

Asked whether he was afraid, Antúnez shrugged his shoulders. “I just hope that my workmates also work with a face mask,” he says. “If not, we’re screwed.”

Industry and construction are the main sectors resuming normal activity, although retail stores, restaurants, cultural venues and leisure centers remain closed as part of the general confinement measures in place since March 14.

Minutes later, a commuter named Irud passed by and said he was going back to work as a gardener in Las Matas, northwest of the capital. “I don’t know if it’s essential or not, but they keep calling me,” he said, hands in his pockets and half his face covered with a neck warmer. “How can you leave plants for so long without looking after them? It would be a disaster.”

A woman who said her name was Fátima did not stop to talk, but offered some information as she walked by. “I have never stopped working. I am a care worker at a residence,” she said. Asked about the situation there, she did not answer, and instead rushed to catch a train heading to Atocha station.

At Atocha, several security guards watched over the train platforms to make sure commuters remained an appropriate distance apart. Although there was more movement here than at other stations, the situation remained unusually quiet, with no sign of the bustle typical of one of the city’s busiest transportation hubs.

A municipal police office waits to hand out masks at Atocha station.
A municipal police office waits to hand out masks at Atocha station.DANIEL GONZÁLEZ / GTRES

Most of the commuters accepted the offered face masks even though they were already wearing one. Some covered their faces with scarves and homemade masks, while others wore none at all. Ismael Rubio, a bricklayer waiting for a train to Collado Villalba, said he did not believe in their effectiveness. “I don’t put [the mask] on because it doesn’t do anything,” he asserted. “Once you touch your cellphone or clothes, they’re stained.” Rubio said he was not worried about contracting the coronavirus, but was scared about infecting the elderly people he lives with. “But I don’t think this does much,” he said, showing the mask he picked up at the station, then placing it in his pocket.

According to the authorities, face masks will be distributed at public transportation hubs for a few more days, particularly in the eight of Spain’s 17 regions where Easter Monday is a public holiday.

Many of the people using public transportation on Monday were the same essential workers who were already using it before the temporary “hibernation” period – doctors, security guards, supermarket cashiers. Asier, for example, is a security guard who complained about having to wait 12 minutes for his train. “These frequencies don’t help maintain social distancing,” he noted.

But at 8am, in the middle of rush hour, the normally packed Metro train cars looked half-empty. Outside, police officers continued to hand out masks at different entrances, while two Red Cross volunteers gave out masks inside the train cars. “We are handing out [masks] at all the transportation hubs, and at the busiest stops,” said Carmen, one of the volunteers. By noon on Monday, 72,323 passengers had used the Metro train system, 31% more than Monday of last week but 87% less than the same day last year, according to figures published by Madrid Metro on its official Twitter account.

Building sites

Work on construction sites has resumed in Madrid. One such site is on a building that will be turned into a hotel on Montera street near Gran Vía, in the heart of the capital. “We have all returned to work today,” said Florin, a worker, wearing a traditional yellow vest and a less traditional face mask. The noise of the machines and workers’ conversations were the only sounds breaking the silence that hung over Madrid’s famous Puerta del Sol. Both spots are normally packed with people but on Monday they were nearly completely deserted.

Builders on a construction site in Madrid.
Builders on a construction site in Madrid.VICTOR SAINZ / EL PAÍS

Franklin Rodríguez was also going back to work on a building site. “We stopped for 15 days, but today we are going back. They have given us gloves and masks. I’m not afraid to return, we are protected,” he said as he waited at Puerta del Sol for a Metro train to take him to Iglesia station. Other workers also returned to a site on La Encomienda street, in Madrid’s La Latina neighborhood, where a new hostel is being built. “We start today, everyone has a mask,” said Herminio, directing a colleague as he handled construction material.

Few commuters in Seville

In the southern Spanish city of Seville, there were few commuters on the Metro line, where volunteers from the Civil Protection service, supported by state security forces, began handing out face masks at 6am. Most of the passengers on their way to work already had protective gear that they brought from home, and masks were only being handed out to people without them and who would not be provided with one at their workplace, according to one of the security officers.

A commuter in Santa Justa station in Seville on Monday.
A commuter in Santa Justa station in Seville on Monday.PACO PUENTES

There was more activity at Santa Justa station, which is one of the main transportation hubs of the city. Police officers there handed out masks to several passengers who did not have any protective gear, such as María, who works at a law firm and was commuting from the Bellavista neighborhood to the south of the city. “I was not sure if masks were going to be handed out or if they would have one for me when I arrived [at work],” she said. In the southern region of Andalusia, up to 1.8 million masks are expected to be distributed in 365 public transportation hubs in eight provinces. Out of this figure, 434,000 will be handed out in the city of Seville.

Castellón’s ceramics industry “slowly” resumes production

The reactivation of the ceramics industry has been slow and “different in each company,” according to the Spanish Tile and Ceramic Pavement Association (ASCER). Sources from ASCER indicated that the sector is “very far from returning to normal” and that activity will only resume slowly in the next two months. Monday is also a public holiday in the province of Castellón, the heart of Spain’s ceramics industry, which has slowed the return to business.

Sources from ASCER said that the sector will have to adjust production according to the demands of their clients, meaning it “will be a very long and complicated period for companies.” According to these sources, demand for ceramic tiles “has fallen dramatically in the last few weeks, because our main markets, like Spain, the European Union and the United States, have taken contingency measures to slow the spread of Covid-19.”

ASCER explained that “international producers who have not had to stop production” represent a major threat to the Spanish ceramics sector. The industry has called for more funding, urgent liquidity measures and the postponement of tax payments, among other measures.

English version by Melissa Kitson.

Source and Image: https://english.elpais.com/economy_and_business/2020-04-13/i-dont-know-why-in-heck-we-have-to-go-back-if-theres-no-way-of-keeping-the-safety-distance.html

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La pandemia coloca a indígenas latinoamericanos ante nuevos desafíos

América/ 15/04/2020/Autor: Mario Osava/Fuente: http://www.ipsnoticias.net/

El nuevo coronavirus llegó al extremo noroeste de Brasil, en la Amazonia profunda, sonando la alarma de su arribo a comunidades donde viven numerosos indígenas, en un temor común en los países latinoamericanos.

Por una cruel ironía el portador del coronavirus fue un médico de la Secretaría Especial de Salud Indígena, responsable en Brasil de la asistencia a los pueblos originarios en sus territorios.

“Él vino del Sur, atendió gente en Atalaia do Norte, donde contagió a un pariente marubo (pueblo indígena), luego estuvo en Santo Antonio do Içá y dejó cuatro con el virus, entre los cuales una indígena kokama. Hoy se informó que en São Paulo de Olivença, donde vivo, hay otros dos enfermos”, relató a IPS el líder indígena Francisco Guedes, desde su localidad.

Entre los siete comprobados con el nuevo coronavirus por lo menos dos son indígenas, “parientes” como los  identifica Guedes, presidente de la Federación de las Organizaciones, de los Caciques y las Comunidades Indígenas de la Tribu Ticuna del Alto Solimões, en el estado de Amazonas, en el norte del país.

“Estamos preocupados”, porque no se ve posibilidad de tratamiento para los enfermos graves, señaló Guedes, profesor de enseñanza básica en la lengua ticuna, el pueblo indígena más numeroso de Brasil, con 70 000 miembros estimados, en un país con una población de 211 millones de habitantes.

“Acá el hospital no tiene equipos siquiera para asistencia común, mucho menos para cuidados intensivos. Y Manaus, donde hay recursos, queda a tres días y medio en barco”, el único medio de transporte, acotó.

Además Manaus, la capital de Amazonas, con 2,2 millones de habitantes, tiene su red de hospitales ya en colapso, admitió el alcalde Arthur Virgilio Neto. Es una de las siete capitales cuyo índice de contagiados por el SARS-CoV-2 más preocupa al Ministerio de Salud.

Manaus es la capital del estado con mayor índice de contagios hasta ahora, y allí ha muerto uno de los dos indígenas registrados como fallecidos hasta ahora por la covid-19, ambos en la Amazonia brasileña.

En México, en la occidental península de Yucatán, donde los indígenas constituyen por lo menos la mitad de  sus 2,2 millones de habitantes, ellos enfrentan otras dificultades.

“Aún hay pocos casos (de la covid-19), por suerte, y la mayor parte en la capital Mérida, pero como no hay ningún plan del gobierno ante la pandemia, un contagio masivo provocaría muchas muertes”, teme Pedro Uc Be, miembro de la Comisión de Seguimiento de la Asamblea Maya en Yucatán.

“Lo que se necesita ahora es comida y trabajo, no tanto para los indígenas que viven en sus pueblos, que tienen la ventaja de una dinámica propia, con producción de alimentos. El problema son los que emigraron principalmente a Mérida y ahora regresan a sus pueblos sin trabajo, ni ingresos, ni comida”, destacó a IPS desde Buctzotz, un municipio de Yucatán.

El gobierno del estado de Yucatán, uno de los tres en que se divide el territorio peninsular, ofreció un bono de 2500 pesos (cerca de 102 dólares) a cada desempleado, pero en la mitad del primer día hubo más de 25 000 solicitudes y se canceló el programa.

Una reunión de la Asamblea Maya, en la península de Yucatán, en México, que lucha por la defensa de su territorio. Ahora sus líderes buscan defender a sus miembros de la propagación del coronavirus. Foto: Cortesía de AM

Una reunión de la Asamblea Maya, en la península de Yucatán, en México, que lucha por la defensa de su territorio. Ahora sus líderes buscan defender a sus miembros de la propagación del coronavirus. Foto: Cortesía de AM.

“No tenemos seguridad, pero se cree que el coronavirus llegó a los pueblos indígenas por los regresados de la capital”, observó Uc Be, campesino, profesor de literatura y escritor en lengua maya.

En México, con 130 millones de habitantes, la epidemia está creciendo y hasta ahora se trata de contenerla por un confinamiento voluntario de las personas. “La mayoría se queda en casa”, pero el éxito sigue pendiente de políticas “adecuadas y a tiempo”, sostuvo.

El gobierno local amenazó con hacer obligatorio el aislamiento social, pero no lo hizo ante críticas de las organizaciones de derechos humanos, dijo el profesor, tras explicar que la Asamblea Maya lucha en la defensa del territorio indígena contra intentos de despojo por grandes empresas, proyectos energéticos y siembras de soja transgénica.

En Ecuador, la poderosa Confederación de Nacionalidades Indígenas (Conaie) también se quejó de la falta de medidas y de coordinación de los esfuerzos centrales, provinciales y locales, pero se dispuso a poner en marcha “un plan de solidaridad en apoyo a sectores del campo y la ciudad”, con aporte de productos de primera necesidad.

“Pondremos nuestro granito de arena”, declaró el presidente de la Conaie, Jaime Vargas, en una rueda de prensa digital desde Quito el martes 7.

No hubo registro de la covid-19 en las comunidades indígenas de la Amazonia Ecuatoriana, pero si en la costa, con “compañeros fallecidos”, resumió.

“No tenemos estadísticas, datos exactos” con nombres y origen de los indígenas afectados, reclamó. La prioridad debe de ser la protección de los productores campesinos, para que puedan vender sus productos, para que tengan sus ingresos y contribuyan a la seguridad alimentaria, arguyó Vargas.

La crisis de la pandemia en Ecuador repercutió internacionalmente por los muertos sin sepultura, abandonados en las calles de Guayaquil, la mayor ciudad del país andino, con 17 millones de habitantes.

Vargas divulgó también las resoluciones del Consejo Político de Conaie, reunido el lunes 6.

“Rechazar la decisión del gobierno nacional de pagar la deuda externa y no destinar esos recursos al Sistema de Salud Pública para combatir el covid-19 en el cual hasta el momento hay la escalofriante cifra de 1600 miembros del personal de salud contagiados por falta de equipos de bioseguridad”, es el tercero de los 13 puntos de la declaración.

Una escuela del pueblo juruna, en la orilla del río Xingú, en la Amazonia brasileña. Los pueblos indígenas de la ecorregión del norte del país tratan ahora de informarse y reclamar medidas para evitar los daños y la mortalidad que provoca la pandemia del nuevo coronavirus, a que son muy vulnerables por razones sociales y culturales, como el modo de vida, lejanía de los hospitales y la invasión de sus tierras. Foto: Mario Osava/IPS

Una escuela del pueblo juruna, en la orilla del río Xingú, en la Amazonia brasileña. Los pueblos indígenas de la ecorregión del norte del país tratan ahora de informarse y reclamar medidas para evitar los daños y la mortalidad que provoca la pandemia del nuevo coronavirus, a que son muy vulnerables por razones sociales y culturales, como el modo de vida, lejanía de los hospitales y la invasión de sus tierras. Foto: Mario Osava/IPS

La Conaie condena la política neoliberal, beneficios a las empresas extractivas y centrales hidroeléctricas, los despidos masivos y los acuerdos con el Fondo Monetario Internacional, para reclamar una elevación de 60 a 400 dólares el bono de emergencia concedido a los trabajadores informales privados de sus ingresos.

Además propone la creación de un fondo para la compra de alimentos producidos por el sector indígena y campesino, para asegurar el abastecimiento de las ciudades.

Los indígenas latinoamericanos tratan de superar el olvido a que fueron relegados en esta crisis sanitaria y también humanitaria, un efecto natural de la multiplicación de los enfermos y muertos en algunas de las grandes ciudades.

“Los pueblos indígenas no están preparados para la pandemia del coronavirus debido a la limitada oferta de servicios de salud (instalaciones y personal sanitario) en sus comunidades”, declaró el epidemiólogo Omar Trujillo, quien se ocupa de la población originaria dentro del Ministerio de Salud de Perú, otro país con alto número de comunidades nativas.

Esta vez el virus no es el arma biológica con que invasores coloniales exterminaron pueblos indígenas en las Américas. El SARS-CoV-2 golpea a todos, sin distinguir etnias o colores.

Nadie estuvo expuesto antes a ese nuevo coronavirus para desarrollar anticuerpos y evitar formas graves de la covid-19, explicó a IPS el epidemiólogo Eduardo Costa, asesor de cooperación internacional de la Escuela Nacional de Salud Pública (ENSP).

Indígenas, blancos o negros están teóricamente en las mismas condiciones inmunológicas ante esa pandemia que amenaza millones de vidas humanas y los sistemas sanitarios, económicos y sociales en todo el mundo.

Pero hay otros indicadores sanitarios y sociales que recomiendan incluir los indígenas en América Latina y el mundo entre los grupos más vulnerables, sostuvo Ana Lucia Pontes, médica investigadora de la ENSP, quien coordina el Grupo de Trabajo de Salud Indígena en la Asociación Brasileña de Salud Colectiva.

Las condiciones varían entre los pueblos originarios, territorios y modos de vida, hay muchos grupos que acumulan comorbilidades por efectos de enfermedades sufridas, como malaria, dengue, gripes, sarampión, diabetes entre los adultos, anemia relacionada a problemas alimentarios, explicó.

Además de las distancias de las aldeas a los hospitales y frecuente escasez de agua potable, se presentan dificultades de comunicación y por ende de información sobre riesgos y cuidados impuestos por el coronavirus, acotó.

Aunque vivan apartadas, numerosas comunidades indígenas en Brasil y el resto de América Latina dependen de compras de alimentos afuera y esa relación frecuente con los mercados urbanos representa un riesgo de contagio peligroso, concluyó Pontes.

Ya el 13 de marzo, la Coordinadora de las Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica (Coica) llamó a los gobiernos de los ocho países de la ecorregión a adoptar medidas urgentes, ante la especial vulnerabilidad de los pobladores originarios.

“Son 506 pueblos indígenas que estarían en inminente riesgo, además de 76 pueblos indígenas en aislamiento, cuyo sistema inmunológico es muy débil y cualquier gripe los puede llevar a la desaparición. Una pandemia de esta magnitud para las comunidades nativas significaría una catástrofe de grandes proporciones”, planteó entonces uno de sus coordinadores, el colombiano Robinson López.

El brasileño Guedes, por su parte, comentó una realidad que se repite entre comunidades indígenas de la región.

Los ticunas, dijo, aún disponen de mucho pescado y producción agrícola para sostenerse con cierta autonomía alimentaria. Pero muchos “parientes” ya no cuentan con esa posibilidad, con tierras escasas y cercadas o invadidas por la minería y la ganadería y el pescado escaso en ríos bloqueados por embalses hidroeléctricos, se lamentó.

El SARS-CoV-2 hizo recordar que los cinco millones estimados de indígenas que vivían en Brasil cuando llegaron los portugueses, en 1500, se redujeron a 897 000 en el censo de 2010, después de haber bajado a cerca de 250 000 en los años 80. Otros virus fueron factores de muchos casos de exterminio.

ED: EG

Fuente e imagen:  http://www.ipsnoticias.net/2020/04/la-pandemia-coloca-indigenas-latinoamericanos-ante-nuevos-desafios/

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Coronavirus y militancias: recuperar la audacia táctica y la proyección estratégica

Por: Mariano Pacheco

El precariado, el feminismo popular, la organización (de base) y la problemática social; el Estado y sus limitaciones; las militancias: archivo, elaboración teórico-política, proyección estrategia y audacia para intervenir en la coyuntura. Filosofía y política; pandemia y cuarentena. PreguntaS sobre el día después.

  — A lo mejor es una fiebre que no cura.

– A lo mejor es rebelión, y está viniendo

(Humberto Constantini, “Che”)

Hay una frase, bella, que en algunos ámbitos se ha repetido hasta el cansancio en estos días: “la crisis como oportunidad”; que traducida a la “coyuntura-COVID19” sería algo así parecido a “la cuarentena como posibilidad”. ¿Posibilidad de qué? ¿Oportunidad para qué? Entre otras cuestiones, ocasión para comenzar a reponernos de un modo más agudo de la derrota (nacional, Latinoamericana y mundial) de los proyectos populares de transformación; derrota con la que ingresamos al siglo XXI.

Esta sería la primera vez, en estos 20/30 años, que se podría oponer a nivel global un proyecto societal diferente al del capitalismo (una situación mucho más excepcional que la crisis de 2008). Claro: enunciado así, puede sonar despampanante. Y sabemos, en medio de estos vientos posmodernos, todo lo global, general, grande, tiende a ser condenado por total (itario); total, mientras, nos resignamos al totalitarismo capitalista, pero de eso mejor no decimos nada. Total, como esgrime el dicho popular: “ojos que no ven, corazón que no siente”. Pero sus efectos, qué duda cabe, pueden verse cada día. Por otra parte, no basta decir “no siento” para no sentir. Los efectos del capitalismo, en su fase salvaje-planetaria, se hacen sentir sobre nuestros cuerpos. ¿Dónde se expresa esa derrota, con mayor crudeza, sino en esa renuncia a ser partes de un proyecto general de cambio global del modo en que hoy vive la humanidad? (sociedades en las que el 10% de la población mundial es propietaria del 86% de la riqueza, y el 1% concentra casi la mitad).

“Quien dice algo diferente marcha voluntariamente al manicomio”, escribe Nietzsche en su Zaratustra.

Para no marchar al manicomio, pero para no dejar de marchar, es decir, de estar en movimiento en medio de la quietud que impone el confinamiento por razones sanitarias, van algunas hipótesis, restringidas al plano nacional, y destinadas a establecer un diálogo con las militancias, y con quienes –interpelados por la situación– sienten la incomodidad de aun no formar parte de un proyecto colectivo.

Sabemos: han circulado ya infinidad de textos en estos días, todos elaborados por grandes personalidades del elenco filosófico mundial, pero tal como ha señalado Damián Celsi en un texto reciente (“Introducción a la pandemia”), ninguno de estos escritos “se preocupa por encarar la simple pregunta leninista de ´qué hacer´”. Así que nada de pretensiones académicas ni cosmopolitas respecto del mundillo filosófico contemporáneo. Nos basta con una intención mucho más modesta: poder interpelar a (en el mismo movimiento en el que nos dejarnos interpelar por) las militancias actuales de la Argentina. A ellas, no sin un claro reconocimiento a su vocación y su compromiso (que vaya que es el nuestro), van destinadas estas líneas, desde quien entiende que la escritura  misma puede ser también un cierto tipo de intervención militante –restringida y acotada por cierto, pero un cierto tipo de intervención militante al fin y al cabo–, si por militancia entendemos intervención crítica sobre la realidad en búsquedas de modificarla.

  1. Organización (de base)/ Problemática social

La cuarentena puso sobre el tapete, de manera recargada, muchas cuestiones que se venían amasando en la vida cotidiana, durante la “normalidad”. Es decir, antes de que comenzara a transcurrir esta situación excepcional que implicó que durante semanas permaneciéramos confinados en nuestros hogares, nuestros barrios (o donde nos encontráramos al momento de comenzar la cuarentena general y obligatoria). Con el COVID-19, entonces, no apareció una dimensión desconocida de nosotros mismos y nuestros semejantes: lo que pasó fue que asistimos a ver, exasperadas, actitudes que ya estaban presentes en el cuerpo social.

La cuarentena obligó a radicalizar ciertos componentes cotidianos del aspecto micropolítico:  ¿cómo hacer, cada día, para vincularnos de un modo no canalla con nuestros semejantes? (No es fácil, teniendo en cuenta que el encierro puede hacer brotar lo peor de cada quien).

Así, en estos días, se hizo evidente –o aun más evidente– la contraposición entre un modo de vida sostenido en el individualismo más ramplón, y una forma de vida desarrollada sobre valores como la solidaridad, la cooperación, la empatía con los demás. En un libro reciente –La ofensiva sensible– el ensayista argentino Diego Sztulwark nos recuerda que el neoliberalismo es “un ataque a la dimensión sensible de la existencia de la vida misma” (como el terrorismo de estado), que nos transforma en personas sólo aptas para competir, aptas para un individualismo e incapaces de crear colectividades por fuera de eso. De allí que, siguiendo a  Sztulwark, la pregunta por cómo hacernos una forma de vida impliquen directamente una intervención en el plano de la lucha de clases.

 ¿Qué pasa con los gestos igualitarios? Dentro de esta segunda franja de la población mencionada, de todos modos, existe a su vez una diferencia entre quienes llevan adelante esos valores desde una mera (y noble) actitud personal, y quienes entienden que esa actitud debe estar puesta en relación con otras actitudes (sentimientos, pensamientos, acciones), es decir, que se debe organizar junto con otras personas los modos de intervenir en la sociedad en la búsqueda de transformarla. Eso que usualmente, y en un lenguaje clásico bastante vilipendiado por las corrientes posmodernas, suele llamarse MILITANCIAS.

Fueron estas militancias, sobre todo las de los movimientos sociales, quienes sostuvieron espacios fundamentales para la reproducción de la vida, fundamentalmente entre los sectores del precariado, para quienes no salir a circular por las calles implicó, todos estos días, imposibilidad de contar con los recursos mínimos necesarios para la subsistencia. Tal como dimos cuenta en una nota publicada en la revista Zoom durante los primeros días de expansión masiva del virus (“Unidad, solidaridad, organización. La economía popular frente a la  pandemia”), fueron esas militancias quienes garantizaron la elaboración y reparto de comida, las que advirtieron al gobierno sobre la necesidad urgente de otorgar un bono a las y los beneficiarios de los Salarios Sociales Complementarios e incluso –sobre todo– llamaron la atención sobre la gran cantidad de personas que ni siquiera accedían a esa u otra asistencia social por parte del Estado y no contaban con un salario para afrontar los gastos mínimos para vivir durante esos días. También las militancias feministas sostuvieron las redes de agitación, de reclamo y de propuestas para enfrentar la violencia machista, incrementada en el contexto de aislamiento social, y no faltaron quienes sostuvieron con creatividad espacios de agitación para que la filantropía no nos ganara la partida: escritos, videos, flyers, gráficas, audios que circularon tematizando la pandemia y denunciando situaciones como las del abuso policial.

En general, de todos modos, las militancias parecimos quedarnos con poca nafta a la hora de garantizar espacios de reunión que permitieran tomar definiciones para intervenir con más iniciativa en la nueva coyuntura.

Por supuesto, desde el Estado se sostiene una actitud que pretende relegar a las militancias al mero rol de asistentes estatales para viabilizar la ayuda social. Y con la crisis, arcaicas instituciones como las iglesias y el Ejército volvieron a retomar cierto protagonismo, una determinada visibilidad que antes de la crisis no tenían; sobre todo el Ejército, puesto que las iglesias son un fenómeno más complejo, con una vasta red social extendida por el territorio.

  1. Reunión/ Movilización

Obviamente, ante problemas urgentes y con los medios digitales disponibles, no se anularon los canales de reunión y expresión. Muestras de ello fueron las formas en que las organizaciones de base lograron ir resolviendo las cuestiones cotidianas en los barrios y las agitaciones en redes sociales que se llevaron adelante para el 24 de marzo –en repudio a la dictadura instaurada en 1976 y en homenaje a quienes en ese ciclo represivo fueron secuestrados/asesinados, pero también, en reivindicación por todas estas décadas de lucha para sostener el lema de “Memoria, Verdad y Justicia”– y para el 30 de marzo, cuando se llevó adelante el “Ruidazo” denunciando los casos de femicidio durante la cuarentena. Eso, por un lado.

Por otro lado, también cabe quizás hacerse la siguiente pregunta: ¿fuimos lo suficientemente audaces para inventar formas de expresión, deliberación y resolución colectiva que la hora viene reclamando, teniendo en cuenta los medios tecnológicos hoy a nuestro alcance?

El inédito contexto de imposibilidad de reunirse y manifestarse (de cuerpo presente), como parte de una política de autocuidado que implicó no circular si no era por una imperiosa necesidad de hacerlo fue diferente a la de otros momentos históricos, más vinculados a la prohibición estatal de reunirse y manifestarse, que se sorteó tomando las necesarias medidas de seguridad, en la búsqueda por no dejar de reunirse y manifestarse (políticas de la clandestinidad que se les dice).

Cabe destacar aquí que, en general, hemos contado con más tiempo que el disponible en la “normal cotidianeidad”, cuando gran parte de nuestras horas de vida “se nos van”, sea expropiadas por el trabajo asalariado, sea por el tiempo que, como no poseedores de medios de producción y sin ser empleados por una patronal, destinamos a las tareas necesarias para garantizar medios de subsistencia, además de las horas semanales  que dejamos  transladándonos en micros y colectivos, trenes y subtes, combis o autos (una excepción: quienes realizan sus tareas laborales por medios digitales, y según los relatos que proliferan, vienen con una carga grande de sobre-trabajo).

Así y todo, sea por falta de costumbre, sea por la cultura dominante contemporánea, ha costado sostener espacios de deliberación y resolución colectiva. Aquí puede indagarse sobre cuánto los dispositivos tecnológicos nos formatean para la individualización (más acostumbrados a tareas en soledad frente a nuestras computadoras e incluso teléfonos personales que a reunirnos de manera virtual) así como a cierta cultura política hegemónica, que por un lado delega las grandes resoluciones en las dirigencias y, por otro lado, hace del asambleísmo un culto liberal de la opinión de cada quien, con grandes dificultades para sostener una disciplina militante y una efectividad práctica.

La cuestión de la autodisciplina, seguramente, sea uno de los grandes temas a investigar en los próximos tiempos, después de esta cuarentena que ha mostrado, a niveles masivos y alarmantes, cuánto del liberalismo llevamos dentro quienes lo cuestionamos (¿cómo poner mi cuerpo en relación con otros cuerpos sin pretender todo el tiempo situar el mío por sobre la experiencia común?). Evidentemente, una situación de crisis y de cuarentena impone dinámicas a las que tal vez estemos poco o nada acostumbrados (y acostumbradas). Hay que tener rigurosidad con los horarios de inicio de las reuniones, mantener la escucha atenta frente a la pantalla, ser ordenados (y ordenadas) para tomar la palabra, apelar a la capacidad de síntesis y la claridad para expresar las ideas, ser capaces de intercambiar pareceres por un rato pero luego resolver, es decir, acoplar nuestra mirada a una decisión colectiva que no puede seguir en debate mucho tiempo más, sea porque la red de internet “se cuelga” o porque comienzan a “colgarse” sus participantes, sea porque tenemos menos hábitos de reunión por vía un dispositivo tecnológico y nos fastidia (podrá argumentarse que es una cuestión de edad, pero sospecho que aún la gente más joven tiene poca gimnasia en esto de reuniones virtuales entre muchas personas, y sobre todo, para discutir ideas y tomar resoluciones que implican las vidas de otras tantas decenas o cientos o miles de personas).

La pandemia, entonces, parece ofrecer condiciones para derribar dos grandes mitos del liberalismo: el que coloca al individuo (“ciudadano libre”) por sobre todas las cosas, y el asume que todos los individuos, en tanto ciudadanos, somos iguales frente a la ley, pero también, frente una adversidad natural o una enfermedad.

Lógica, e históricamente, el individuo no está primero que la comunidad, y al menos en el capitalismo, pobres y ricos no somos iguales frente a una pandemia (tampoco en “épocas normales”, es el mismo el tipo de vinculo que los sectores populares tienen con la libertad y con muerte: los lugares en donde viven son bien diferentes a los que habita la burguesía y la pequeña burguesía: el status que sostienen, los lugares en donde se atienden si se enferman y los recursos con los que cuentan para afrontar esa situación llegado el caso, etcétera).

  1. Elaboración del archivo

En un texto reciente (“Encerrar y vigilar”), publicado en el contexto de la pandemia, Paul B. Preciado incita a utilizar el tiempo y la fuerza del encierro “para estudiar las tradiciones de lucha y resistencia minoritarias que nos han ayudado a sobrevivir hasta aquí”.

También León Trotski, hace un siglo atrás, planteó en su discusión con las vanguardias artísticas del momento que el marxismo se caracterizaba por inscribir sus postulados “dentro de una tradición”; una tradición que a estas alturas –sabemos– siempre es una invención y poco tiene que ver con el tradicionalismo conservador, puesto que, de lo que se trata, es de construir un legado, apelar a imágenes del pasado para que funcionen como inspiración en el presente.

La historia no da respuestas por sí mismas, pero sabemos, puede ser productiva la operación intelectual de reelaborar el pasado, de ver qué cuestiones que en un momento parecían imposibles al tiempo dejaron de parecerlo. A propósito de los cambios de percepción, y sus temporalidades, Raúl Cerdeiras hace hincapié, también en un artículo reciente (“Capitalismo o existencia humana”), sobre el hecho de que, en su momento (de la mano de Copérnico y muchos otros más), la humanidad tuviera “que digerir el cimbronazo de que la Tierra era un minúsculo cascote que flota en un Universo inmenso sin saber a ciencia cierta cuál es su destino”. Es el comienzo de la llamada “muerte de Dios” –recuerda Raúl– que tardó más de un siglo en ser aceptada y a regañadientes. “El cimbronazo producido en el sentido común compartido por siglos (es falso que Dios puso al Hombre en el centro del universo) fue un acicate para invenciones decisivas en la historia de la existencia humana, de las que no podemos olvidar la apertura de las eras de las revoluciones políticas destronando a las monarquías feudales y proclamando principios que afirmaban la igualdad de los humanos”, remata Cerdeiras.

No se trata aquí de caer en la reaccionaria concepción que idealiza “pasados mejores” para recostarse en un lúcido escepticismo del presente, sino de invocar futuros perdidos que nos permitan reanudar temporalidades, sin “progresismos” ni linealidades. Tampoco se trata de pensar que elaboraciones teóricas de otros contextos podrán destrabar la gestación de conceptos que hoy necesitamos para explicar de otro modo nuestros problemas contemporáneos, pero resulta ya no sólo soberbio sino hasta estúpido creer que podemos prescindir de décadas, e incluso siglos, de producción de teoría crítica. Al fin y al cabo, en diferentes contextos y latitudes, hay preguntas que suelen ser muy similares, y puede ser fecundo estudiar cómo se resolvieron esos interrogantes en otros momentos históricos.

Por supuesto: no señalamos una tarea completamente ausente en nuestra contemporaneidad, mucho menos en un país como Argentina, donde somos unas cuantas las voluntades de quienes – contra el olvido y a distancia del “memorialismo”– venimos intentando contribuir a enhebrar los hilos de las insurgencias a través de la elaboración de determinadas genealogías.

No se trata aquí, finalmente, de bajar línea, de “encuadrar una tropa” para que se inscriba en un linaje determinado, por más que en más de una ocasión hayamos insistido en la necesidad de gestar un linaje mutante, desprolijo, contaminado, que implique a tradiciones diversas, que van desde las izquierdas en toda su amplitud (ismos marxistas y libertarios), el nacionalismo popular-revolucionario, el ecologismo anticapitalista, el cristianismo de liberación, el latinoamericanismo y los procesos de decolonización, los feminismos populares y las diversidades o bien llamadas minorías (bien llamadas en el sentido de “sustracción de la norma mayoritaria” que rige nuestras sociedades, que son no sólo clasistas sino también patriarcales, heterocisnormativistas, racistas). Cada corriente política sabrá qué figuras, imágenes de experiencias y teorías del pasado hará suyas, no es objeto de este texto situar un aspecto de polémica en este punto. Lo importante es avanzar en construir los propios linajes, con fundamentos, para ser capaces de establecer una discusión que despeje fantasmas (los del macartismo y el gorilismo, pongamos por caso) e invoque los espectros de las generaciones pasadas, para que el debate no sea sólo entre vivos, contemporáneos, sino también con los muertos, con las generaciones que lucharon antaño.

  1. Reflexión/ Sistematización/ Elaboración

Hay tres lemas que me parecen emblemáticos para rescatar hoy.

En primer lugar uno del dirigente bolchevique Vladimir Lenin, que dice así: “sin teoría revolucionaria no hay revolución”.

El otro es del filósofo francés Louis Althusser, quien sostiene: “el marxismo introduce la lucha de clases en la teoría”.

Por último, una bella frase de los pensadores Gilles Deleuze y Félix Guattari: “filosofía es crear conceptos; conceptos que tienen que ver siempre con nuestra historia, y sobre todo, con nuestros devenires”.

Por su función interrogadora, la filosofía –o más bien: ciertas filosofías– puede contribuir a promover la desobediencia y la rebelión. Al menos desde la Revolución Francesa de 1789 en adelante, durante todo el siglo XIX y todo el siglo XX la relación entre bibliotecas y procesos de cambio ha sido muy estrecha.

El ciclo comunista moderno colapsó hacia fines del siglo pasado, pero no por eso deberíamos apresurarnos a tirar por la borda el concepto mismo de comunismo, vinculado asimismo a otras ideas como lo común, la comunidad, la comunión (la común/unión). Recuperar/recrear/reelaborar el concepto de comunismo, entonces, puede ser una tarea fundamental del momento histórico que atravesamos, si tenemos en cuenta que es un concepto maldito (en el buen sentido), para la filosofía; aunque también maldito (en el mal sentido), para la tradición política argentina. De allí la necesidad de diferenciar los planos de intervención: el de la lucha teórica y el de la lucha política, donde la orientación deberá ser comunista, obviamente, pero para que efectivamente sea popular –sospechamos– quizás el significante comunismo reste más de lo que aporte (a diferencia del más genérico de “emancipación”).

“La crisis del socialismo nos ha quitado durante demasiado tiempo la posibilidad de pensar cualquier solución a la cuestión del desarrollo más allá de los límites del capitalismo. Con cada crisis en lugar de abrirse una oportunidad para pensar proyectos emancipatorios parece abrirse una trampa que nos obliga a elegir entre la aceptación de la disciplina del capital o la pobreza y el hambre”, escribe Adrián Piva en un texto titulado “Desarrollo, dependencia y estado en Argentina    desde 1976”. Son los efectos del terror posdictatorial en el cuerpo social argentino, podríamos pensar, junto a los “chichones” en las cabezas de personas de todo el mundo, que aún duelen, luego de que los ladrillos el Muro de Berlín se cayeran en 1989.

La actual “coyuntura-COVID19” nos puso cara a cara con una situación que muchas veces pretende ser dejada de lado, porque indagar sobre ella puede ser angustiante. A saber: la fragilidad de la existencia humana. A diferencia del siglo XX, y gran parte del XIX, momentos históricos regidos por cierta voluntad de certeza, el siglo XXI se caracteriza por una profunda incertidumbre: política, teórica, existencial. De este modo, cuando en momentos como el actual  ciertas certezas de la vida cotidiana aparecen corroídas, la situación puede tornarse profundamente angustiante, pero también, enormemente productiva. De nuevo: las crisis (pongamos por caso la desatada por una pandemia mundial), pueden ser muy productivas, en tanto que durante ellas nos repreguntamos quienes somos, qué queremos, hacia donde vamos, tanto en el plano singular como colectivo. Agudizar una mirada crítica respecto del mundo que habitamos, asumir que las cosas no están dadas de una vez y para siempre, puede abrirnos caminos insospechados. La cuestión es dejarse interpelar, atravesar la senda de la interrogación (por más angustiante que pueda ser) y, obviamente, entretejar algunas respuestas, al menos a modo de hipótesis que nos permitan seguir con el andar.

Tenemos que ser capaces, entonces, de desandar esa dicotomía incruenta que se viene produciendo en las últimas décadas entre elaboración teórica y práctica política, que suele coincidir tristemente, muchas veces, con el par “pragmatismo peronista/teoricismo izquierdista”. Tenemos que ser capaces de recuperar una intervención estratégica integral, tanto en las izquierdas como en los peronismos, que incluya prácticas políticas de masas, con arraigo social, y elaboración conceptual rigurosa, que sea producción de teoría como arma para la transformación, y no papeles para avanzar en una investigación que financie nuevas becas individuales.

“El ser tiende a perseverar en el ser”, supo destacar el filósofo Spinoza, para quien ser –precisamente– es siempre en una relación con los demás. La voluntad colectiva de atenerse a la cuarentena puede ser leída como un gesto individualista (salvar mi propia vida), pero también como “preocupación por otras personas de la comunidad”, tal como subrayó la filósofa Anastasia Berg, en un claro reproche al filósofo-que-lo-sabe-todo Georgio Agamben. “No es entonces la vida desnuda que se entrega al poder soberano omnipotente y garante de la supervivencia”, escribe Omar Acha en su artículo “La filosofía en tiempos de pandemia”.

Como hemos dichos, estas semanas han proliferado numerosos textos de filósofos del elenco internacional. Quizás demasiados; seguramente pocos con una vocación de intervención militante. Así y todo, filósofas como la argentina Esther Días han subrayado la voluntad de ejercer el oficio filosófico ligado a la coyuntura, cultivando una suerte de “pensamiento rápido” que permita meter preguntas allí donde el poder da por supuesto que no debe haber ninguna. El filósofo esloveno Slavoj Žižek fue uno de los primeros en proponer que la pandemia podría inaugurar la posibilidad de replantear horizontes hasta hace poco impensables. Y en un rapto de optimismo, metió la discusión sobre el comunismo. El  surcoreano Byung-Chul Han, por el contrario, subrayó de manera pesimista la situación a partir de la cual podía imponerse en muchos rincones del mundo el “modelo asiático”, sostenido sobre el control poblacional y el empleo de los llamados Big Data para contener la pandemia.

Aquí, en la Argentina, el ensayista Christian Ferrer sostuvo por su parte que, apenas pasada la amenaza y el peligro, la gente va a volver a lo mismo de siempre. Y subraya: “porque no conoce otra cultura alternativa”; porque “no hay otro horizonte de un mejor ideal de vida, por lo menos a nivel colectivo”.

¿Qué rol entendemos entonces deberíamos jugar las militancias en este contexto para revertir esa situación? ¿Es suficiente el papel desempeñado hasta el momento? Sería importante asumir que los cambios históricos se han producido siempre en coyunturas dramáticas (guerras, dictaduras… ¿pandemias acaso?) y pasar a la ofensiva, al menos en el plano de las ideas, de las propuestas en torno a cómo salir de este atolladero en el que nos encontramos.

Necesitamos llenar de preguntas nuestro presente. Dijimos que la filosofía –ciertas filosofías al menos– podían contribuir a promover la desobediencia y la rebelión. ¿Necesariamente hay que entender la rebelión como insubordinación a las políticas de Estado? Por ejemplo, en la Argentina actual, ¿pasa la desobediencia por romper la cuarentena? ¿O la cuarentena puede ser un modo de autocuidado colectivo que nos brinde a su vez un cierto respiro, una cierta modulación para operar un transitorio movimiento de repliegue para reflexionar, sistematizar experiencias, reelaborar planteos, proyectarnos estratégicamente y tomar fuerzas para intervenir de manera más audaz y efectiva en las próximas coyunturas?

Quizás haya que pensar en momentos en donde pueda considerarse, no al Estado en sí mismo (que por más que “exprese” las correlaciones de fuerzas de la lucha de clases no deja de ser un aparato gestado para la dominación) pero sí  a zonas estatales y personal de la gestión estatal como aliados, compañeres de ruta en funciones dentro de una institucionalidad que sabemos enemiga, pero también –por experiencias– conocemos en sus tendencias menos represivas y más intervencionistas en el plano del financiamiento de aquello que los neoliberales denominan “gasto social”. Quizás hoy no se trate tanto de entender la rebelión como insubordinación ante las medidas del gobierno, sino –como sostienen las compañeras y compañeros del Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas– de desobedecer las lógicas que impone el capital.

¿Qué Argentina queremos para los próximos meses? ¿Qué medidas fundamentales entendemos que tiene que tomar el gobierno en los próximos meses, semanas, días?

No podemos quedarnos con los brazos cruzados, esperando a ver y escuchar las palabras presidenciales por Cadena Nacional, para luego aplaudir o criticar.

Tenemos que construir una Agenda Programática Popular con algunos pocos puntos fundamentales que nos permitan avanzar, aquí y ahora, en algunos cambios urgentes y necesarios. La política aborrece del vacío, ya lo dijo Perón, que algo de todo esto sabía. Aquello que no discutamos y podamos proponer hoy, desde abajo, ya estará resuelto mañana por arriba.

Por supuesto, una Agenda Programática Popular no lo podrá construir ningún intelectual en soledad, ni tampoco, ningún sector en particular. Se trata de establecer una discusión entre las principales corrientes del movimiento popular, para que sean las organizaciones sociales y sindicales (del precariado y del movimiento obrero organizado), los feminismos y los ecologismos populares, la intelectualidad crítica y los derechos humanos; para que sean quienes están cada día en la primera línea de batalla contra las diversas injusticias que padecemos, fundamentalmente, quienes tengan la voz respecto del rumbo a seguir.

POSDATA: “Por un internacionalismo del siglo XXI”

Alguna vez, el pensador argentino Juan José Hernández Arregui planteó que, la revolución, debía concebirse en el plano “nacional, Latinoamericano, y mundial”. Y remataba: “y en ese orden”.

Quizás podamos discutir si es una cuestión de orden o de etapas, o si vale la pena o no seguir sosteniendo un concepto como el de revolución (este cronista sospecha que sí), pero lo que es seguro –y todos los proyectos de cambio lo demostraron en el Siglo XX, cuando la globalización capitalista estaba menos desarrollada que en el presente– es que en el actual momento de mundialización capitalista es imposible pensar procesos de transformación que no tengan en su horizonte una confrontación mundial con el capital. En ese camino, la conformación de bloques regionales se torna fundamental. Por necesidad, pero también por historia cultural y política, en Nuestra América al menos, se suele reactualizar una vocación de integración continental de nuestros pueblos cada vez que hay momentos de avance de las luchas.

Elaborar entonces formas de articulación, tanto estatal (por arriba), como popular (por abajo), será fundamental. Tenemos los ensayos esbozados en el último cuarto de siglo, desde los Encuentros Zapatistas hasta el ALBA o la CELAC, pasando por los Foros Sociales Mundiales, o la Articulación de los Movimientos Populares hacia el ALBA. Son las imágenes más recientes sobre las que deberemos proyectar nuevas formas y otros contenidos para la emancipación en los tiempos que vendrán. Ciertos feminismos ya han dado un paso en ese sentido. Como sostuvo Verónica Gago en su último libro (La potencia feminista. O el deseo de cambiarlo todo), necesitamos efectuar un pensar situado que sea inevitablemente internacionalista. Y en América Latina hay “capas múltiples de insurgencias y rebeliones” que son el suelo desde el cual pensar una resonancia mundial desde el Sur capaz de gestar un “transnacionalismo”, o un nuevo internacionalismo del siglo XXI.

Parafraseando al poeta argentino Humberto Constantini con el que comenzamos este texto, en medio de la pandemia mundial parece que estamos ante “una fiebre que no cura”. Pero quizás, también, como escribió en su poema en homenaje a Guevara, “a lo mejor es rebelión… y está viniendo”.

Fuente e imagen: http://lobosuelto.com/militanciasycovid-pacheco/

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Coronavirus | «El hoyo», la película que refleja el horror de cómo sobrevivir al confinamiento más extremo y que triunfa en plena pandemia

Reseña: BBC Mundo 

* Atención: este artículo desvela parte de la trama de la película «El hoyo».

Escena de "El hoyo".

En «El hoyo», personas encerradas en una cárcel de cientos de pisos deben sobrevivir a base de la comida que les dejan los reclusos de los niveles superiores IMDB.

Imagina que el actual encierro por el coronavirus, ese del que puede que te hayas quejado muchas veces, tuviera condiciones mucho más extremas.

Por ejemplo, que esas peleas que se veían en supermercados para llevarse papel higiénico a casa lo fueran para conseguir algo mucho más vital: comida.

De esa lucha por sobrevivir en un terrorífico encierro trata la película española «El hoyo» (The platform, en inglés), que llegó a Netflix a finales de marzo.

Y aunque ya se pudo ver en cines el año pasado, fue su estreno en la plataforma de streaming durante este particular momento que vivimos lo que la catapultó a la fama en medio mundo: ya estuvo entre lo más visto de países como México, Estados Unidos, Colombia, Venezuela, Brasil y España, entre otros.

Y no es de extrañar. Dada la situación actual, muchos la consideran la película de moda de esta pandemia al conseguir estremecer y hacerte reflexionar sobre cuál sería nuestra reacción como sociedad ante una cuarentena mucho más drástica.

Paralelismos con el coronavirus

«El Hoyo» es la historia de una tenebrosa prisión con cientos de pisos. En cada uno hay dos reclusos encerrados, que reciben la comida que les llega en una plataforma que baja desde el primer nivel hasta el último.

Es decir, los que están más abajo sobreviven gracias a lo que les sobra a los de arriba. Pero, cada mes, su suerte cambia por completo cuando los trasladan de piso aleatoriamente.

https://www.youtube.com/watch?v=24Lf7fmKIXI

Galder Gaztelu-Urrutia, quien disfruta del éxito como director de su primer largometraje, comprende los paralelismos que el público encuentra con esta pandemia y cómo sus angustias por estar encerrados se pueden acentuar al ver la película.

«Si en vez de comida, en nuestra plataforma hubiéramos puesto papel higiénico o mascarillas, estaríamos hablando de lo mismo: del egoísmo que subyace en lo más profundo de nuestros corazones», le dice a BBC Mundo.

Para el director vasco, al igual que la altura del piso en que se encuentran los personajes de «El hoyo» marca su destino, la diferencia de clases sociales entre los afectados por el covid-19 también es determinante.

Gaztelu-Urrutia junto a la plataforma de comida durante el rodaje.

El hoyo.     Gaztelu-Urrutia junto a la famosa plataforma de comida durante el rodaje de «El hoyo».

«Todos lo estamos pasando mal con este virus, pero según cuáles sean tus recursos lo vas a pasar mejor, peor o muy mal. No es lo mismo estar recluido en un pisito que en una casa en la que te de igual salir a la calle porque tienes jardín y espacio», reflexiona.

La «solidaridad espontánea»

La película refleja desde el civismo y ganas de ayudar con las que entra a la cárcel Goreng, hasta el lado más oscuro y codicioso de Trimagasi, dispuesto a matar o al canibalismo si es necesario para sobrevivir a este particular encierro.

Según Gaztelu-Urrutia, todos tenemos un poco de ambos personajes y debemos decidir quién gana en nuestra propia batalla interna.

«En un primer visionado, cuando miramos a Goreng, vemos lo que queremos ser. Y, cuando miramos a Trimagasi, vemos lo que somos».

Gaztelu-Urrutia en un momento del rodaje.

El hoyo.   El actor Iván Massagué es Goreng, el protagonista que entra al hoyo de manera voluntaria.

No faltan los que intentan distribuir la comida de manera equitativa como Imoguiri, quien trata de impulsar una revolución pacífica para que también los de los pisos más bajos puedan alimentarse.

Lo hace apelando a una «solidaridad espontánea», la misma que hoy podríamos identificar en los llamados a quedarnos en casa a fin de evitar contagiar a otras personas, por mucho que nosotros estemos sanos y no pertenezcamos a grupos de riesgo.

Millones en el mundo accedieron a confinarse por el bien de la humanidad. Pero en «El hoyo», convencer a los afortunados de los primeros pisos de que no coman hasta reventar para dejar algo al resto de presos resulta imposible.

«Imoguiri se topa con el egoísmo propio de nuestra especie (…), siendo el gran anhelo de la mayoría escalar posiciones, cueste lo que cueste. Con nuestras cartas, desde nuestro nivel, todos las sufrimos y, lamentablemente, directa o indirectamente, todos las ejercemos», dice el cineasta.

Ese reparto equitativo acaba llegando, pero solo mediante el uso de la violencia frente al resto de presos.

Escena de "El hoyo".Según el director de la película, todos tenemos algo de Goreng y de Trimagasi, los personajes principales IMDB.

 

El director considera que la revolución de la que habla la película implica un cambio de régimen, por lo que admite que es «prácticamente imposible» hacerla de manera pacífica y que todos cedamos nuestra posición voluntariamente para conseguir una sociedad más justa.

Preguntado si, como parece, «El hoyo» es una crítica al capitalismo y desigualdad del sistema actual, el cineasta responde: «No es una crítica social, es una autocrítica social. Yo también estoy en el hoyo y me veo identificado en muchos aspectos despreciables de la película».

El discutido final

Como el resto de la película, el final de «El hoyo» no deja a nadie indiferente al quedar abierto a diversas interpretaciones.

Goreng consigue llegar en la plataforma hasta el piso más bajo y rescatar a una niña para que pueda subir hasta el primer nivel. Ella es «el símbolo», algo así como la metáfora de que la humanidad no está perdida del todo en una realidad tan desgarradora.

Escena de "El hoyo".

Los encerrados en el hoyo deben sobrevivir al hambre… y a su propio compañero de celda    IMDB.

Las teorías del público van desde creer que Goreng está muerto y sueña ese encuentro con la pequeña, hasta quienes consideran que representa que los niños son el futuro y los únicos que podrán cambiar el sistema actual.

El director reconoce que se grabaron varios finales antes de decidirse por el definitivo. En redes sociales, por ejemplo, circula una imagen de la niña ya fuera de la cárcel, en las cocinas donde se prepara la comida de la plataforma.

https://twitter.com/SergioRoldann/status/1243297268469583875

Pero eso no llega a verse en la película, que termina con la niña montada en la plataforma.

«Quería que estuviera abierto a interpretaciones», dice Gaztelu-Urrutia, quien asegura que no se sentía legitimado para aportar en el final una respuesta clara a lo que la película propone.

«Nos parecía más importante generar un debate interno en el espectador sobre los interrogantes que plantea la película», asegura.

Tras el éxito arrollador de su primer largometraje, la pregunta evidente es ¿habrá segunda parte de «El hoyo»? Y el cineasta vasco ni lo confirma ni lo desmiente.

«Desde septiembre estoy con los mismos guionistas desarrollando un proyecto que tiene mucho que ver con lo que está pasando en estos momentos. Si decidimos rodar una secuela, decidiremos entonces el enfoque», anuncia.

Fuente e imagen: https://acento.com.do/2020/video/videos/8804377-coronavirus-el-hoyo-la-pelicula-que-refleja-el-horror-de-como-sobrevivir-al-confinamiento-mas-extremo-y-que-triunfa-en-plena-pandemia/

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Entrevista a Yayo Herrero: «El aislamiento ha sido el desencadenante para reconocer la interdependencia»

Por: Pablo Gutiérrez de Álamo

Yayo Herrero es una de las principales voces del ecofeminismo. Hablamos con ella para analizar la situación en la que nos encontramos y los retos que habría que afrontar en los próximos meses para que, después del coronavirus, afrontemos la crisis económica y social de una manera diferente a como lo hicimos en 2008.

La tercera semana de confinamiento comenzó con medidas más restrictivas para intentar aliviar la presión sobre el sistema sanitario. Un sistema que se ha visto desbordado de mil maneras. Todo el Estado, todo el sistema, se encuentra en una situación similar. Hasta el 9 de abril sólo podrán salir a trabajar aquellas personas que lo hagan en sectores estratégicos. Yayo Herrero cree que es necesario plantear unas nuevas políticas sociales y económicas más próximas a lo sociocomunitario, que permitan, entre otras cosas, una redistribución de la riqueza (para evitar que las capas sociales menos favorecidas no sean las que paguen los platos rotos de la crisis económica derivada del coronavirus). Opina que la situación actual ha puesto de manifiesto cómo los trabajos de cuidados, invisibilizados y poco valorados habitualmente, se han vuelto esenciales para sostener el confinamiento.

Parece que la crisis sanitaria está rompiendo ciertas costuras del sistema. ¿Cómo ve la situación?

La crisis sanitaria de la Covid-19 tiene lugar en un marco fuertemente tensionado. La salida de la crisis de 2008 se basó en políticas de austericidio, recortes de servicios públicos, rescate y mantenimiento de las estructuras financieras. En muchos casos, a costa de una precarización de la mayor parte de la gente. Por un lado, el importante desmantelamiento de la red de servicios públicos: sanidad, educación, dependencia; y por otro, la fragilización del trabajo. Las condiciones laborales, que ya eran frágiles, se deterioraron mucho más.

Antes de las crisis de la Covid-19 éramos un país con altas tasas de desempleo, con gran cantidad de trabajos de baja calidad, personas que tienen trabajo pero son pobres, fuerte crisis habitacional con la generación de la burbuja. Ahora, tenemos un modelo económico que, estructuralmente, es tremendamente dependiente. Dependiente de energía del exterior, de materiales y alimentos, y basado en monocultivos como el turismo que son tremendamente frágiles.

La crisis llega en este marco estructural. Por delante nos encontramos que las emergencias no son sólo las sanitarias. Hemos declarado la emergencia climática, todas las proyecciones del IPCC dicen que nuestras economías se resentirán por la influencia del cambio climático. Y esta es una crisis económica que era anunciada ya desde hace tiempo.

Esto es importante tenerlo en cuenta para analizar y tratar de presionar para ver qué tipo de políticas públicas se ponen en marcha para afrontar esta crisis sanitaria. Si la salida es similar a la de 2008, pero partiendo de un punto más precario, mucho más frágil, podemos encontrarnos una situación de empobrecimiento generalizado y precarización aún mayor. Y, sobre todo, cuando los discursos de ideología ultraderechista, o neofascista, van calando en algunos sectores de la población que cada vez tiene más miedo, o que pretende blindar de alguna manera su propia situación identificando un enemigo que es el otro , lo que está fuera, ante el que debe defender.

¿No cree que habremos aprendido algo respecto a 2008?

Ahora mismo no lo parece. Desde la UE se han hecho discursos grandilocuentes sobre cuántos millones de euros se iban a invertir en medidas sociales. Pero, cuando rascas un poco, ves que buena parte de estas medidas son más bien de impulso y sustentación del sistema financiero. Dar dinero a los bancos para que tengan liquidez para prestar a la gente para que salga por la vía del endeudamiento. No da la impresión, a nivel Europeo, que el 2008 haya dejado un aprendizaje interesante, al menos desde el punto de vista de las condiciones de vida de las personas. Quizás desde otros puntos de vista, desde los intereses de los grandes capitales, sí; no les salió tan mal y por eso pretenden reeditarlo.

Y ¿en el ámbito más local?

Si miras dentro del mismo gobierno, traslucen tensiones importantes. Una parte que quiere mantener un poco el pacto de estabilidad, el déficit, la dinámica algo más neoliberal de fortalecimiento financiero; y otra parte del gobierno que presiona para intentar sacar adelante medidas como la mejora de las condiciones de los ERTE, o la prohibición del despido a partir de ahora por causa del coronavirus. O algunas medidas que esperamos como la suspensión de alquileres, aunque sea con una pequeña protección a los propietarios que tengan alquilada la casa y sea su único ingreso. Sin estar satisfecha y siendo bastante crítica, por supuesto me planteo qué pasaría en esta circunstancia si tuviéramos un gobierno completamente neoliberal.

A pesar de las tensiones, ¿diría que la sociedad está viendo que los servicios públicos se han convertido en algo esencial?

Este es de los grandes aprendizajes de las últimas semanas. Tengo la sensación de que una parte importantísima de la sociedad, diría mayoritaria, de repente es consciente de la importancia de tener un sistema sólido de salud pública que hace que cualquier persona, venga de donde venga y tenga lo que tenga, disfrute del derecho y la posibilidad de ser dignamente atendida en un hospital. Independientemente de que en este momento, la lógica de recortes haga que se esté teniendo que hacer en unas condiciones tremendamente precarias.

Hay una explosión de reconocimiento, de agradecimiento, hacia todas las personas que trabajan en el ámbito de la sanidad pública, y no sólo: cuidadoras, trabajadoras domésticas, reponedores de supermercado, carretillas, transportistas… de repente nos damos cuenta de que una buena parte de los trabajos, que por cierto, están mayoritariamente feminizados y que han sido absolutamente precarios, despreciados, mal vistos y desprotegidos, cuando llega el momento de afrontar una cosa de estas, son los que no pueden dejar de funcionar.

¿Trataremos estos trabajos de otra manera a partir de ahora?

Creo que probablemente sí. Para mucha gente lo que vendrá será diferente de lo que había antes. Ver, de repente, este frenazo económico evidenciará la fragilidad de todo el sistema económico y el hecho de que nuestras vidas dependen de un cúmulo de relaciones poco sólidas, precarias, muy basadas en la lejanía. Que cuando caen o se desploman se nos llevan a todos por delante.

Es muy interesante también, creo, en sociedades tan atomizadas como nuestras, sobre todo en los ámbitos urbanos, ver cómo precisamente, la orden de aislarnos, de tener que encerrarnos y mantener la distancia social, ha sido el desencadenante para que mucha gente empiece a mirar por las ventanas, los balcones, empiece a conocer por el nombre a sus vecinos, a preocuparse un poco por otras personas que están en el exterior de sus casas. Teniendo la conciencia de que preocuparte de otras personas hará también que otros se preocupen por ti. Es un reconocimiento de la interdependencia muy fuerte.

Esta situación parece haber dejado claro que la interdependencia es mucho mayor de lo que parecía antes …

Absolutamente. Son sociedades que están hiperconectadas por arriba, en lo económico y político y, sin embargo, en los últimos años se han atomizado mucho por la base. Estamos en un momento de convulsión en el que muchas personas, de manera intuitiva, se ven obligadas a reconectarse rápidamente por pura supervivencia, material y emocional.

Vemos cómo el frenado tan brutal de la economía se lleva por delante las ocupaciones, la normalidad tal cual la conocíamos y, al mismo tiempo, paradójicamente, hace que la atmósfera sea respirable, que el agua sea más clara, que se reduzcan las emisiones. Y revela, yo creo, el gran problema civilizatorio que tenemos: una economía que, cuando crece, destruye las posibilidades de seguir viviendo de forma digna, y cuando decrece, como ahora, con la lógica de poder que hay, cae violentamente sobre las personas más pobres y vulnerables. Y creo que esta doble tensión también puede hacer que muchas personas sean más conscientes de que salir de aquí requiere cambios profundos en nuestras maneras de organizar la economía, la política y la vida.

Parece que la crisis sanitaria tiene que ver con la ingesta de animales salvajes, en este caso, el pangolín. ¿Hay relación entre esto y un sistema económico que empuja a las personas a buscar estas formas de alimentación?

Hay que ser cauta. Debemos leer bastantes más estudios antes de sacar conclusiones precipitadas. Dicho esto, lo que sí me parece absolutamente clave es el hecho de que la cadena alimentaria y las atrocidades que se cometen en ella, son un factor de riesgo en la salud importantes. Sabemos ya mucho sobre la presencia de pesticidas, de productos contaminantes, alteradores hormonales y endocrinos en algunos productos alimenticios.

Ahora, por ejemplo, todo lo que sale con el pangolín. Pero recordemos la encefalitis espongiforme que transmitían las vacas. Hablábamos de vacas que habían sido alimentadas con restos de proteína animal. Obviamente saltarse y el alterar ciclos y dinámicas naturales en muy poco tiempo genera distorsiones y consecuencias que no sabemos por donde vendrán.

Me parece interesante, según he ido viendo, varios artículos en diversas publicaciones europeas sobre la incidencia que tiene la pérdida de biodiversidad en la transmisión más acelerada del virus y en la llegada de estos virus a las cadenas más altas de las redes tróficas, es decir, que la desaparición de la biodiversidad hace que cada vez haya menos especies interpuestas entre los virus y mamíferos. Eso sí que aumenta la expansión de los virus y pandemias.

También hay otros artículos que hablan de que la expansión del virus ha sido más dura en los lugares que previamente tenían un nivel de contaminación más fuerte. Algunos de los investigadores a los que he preguntado me han dicho que todavía tienen que hacer estudios, pero obviamente, si tienes un virus que afecta en mayor medida a personas que tienen patologías previas o afecciones cardiorrespiratorias, y vivimos en ciudades donde la gente respira durante años aire sucio, nos coloca en una situación de mayor riesgo ante virus y pandemias. Que, además, aumentarán debido al cambio climático.

¿Qué cree que deberíamos aprender de esta crisis socialmente?

Creo que si asumimos que esta situación de emergencia no es coyuntural, sino que es una nueva normalidad, que es lo que nos está diciendo la comunidad científica queramos o no queramos escucharla, necesitaríamos actuar en ejes diferentes, empezando por apostar de manera clara por un principio de suficiencia.

Aprender a vivir con lo necesario. Todo el mundo. Esto supone un cambio en los modelos productivos, en los estilos de vida y de consumo absolutamente radical. Por lo tanto, tenemos que cambiar la cultura del reparto. Para que personas que están en situaciones tremendamente vulnerables, empobrecidas y precarias puedan vivir con lo necesario, hay que abordar la redistribución de la riqueza, de los tiempos y de los trabajos que hacen falta para mantener nuestra especie. Mira la cantidad de trabajo de cuidados que se ha revelado como necesario a partir de esta crisis.

Y, finalmente, también hay una política pública basada en la precaución, en la cautela y el cuidado. Parece fácil pero es radicalmente incompatible con la lógica que defiende que hay que correr cualquier riesgo o sacrificar cualquier cosa con tal de que la economía crezca. Este principio del cuidado, desde la lógica del reparto y la justicia para que todos tengan suficiente, supone una manera de abordar la política pública y la economía que está en las antípodas de las que tenemos en el momento actual.

Al igual que el sistema sanitario se ha visto tensionado, el educativo también… ¿Qué respuesta puede dar el sistema?

Tengo la sensación de que por la urgencia y la rapidez con la que ha sucedido todo esto, parte de lo que está pasando cayó directamente sobre el profesorado, que está asumiendo la situación como puede. Estoy viendo un compromiso brutal para intentar atender, hacerse cargo de una situación que ha caído a plomo. Y luego, están las familias. Se dice que el virus afecta igual a todos y que no conoce de clases. El virus probablemente no, pero sus consecuencias son marcadamente diferentes en función de la posición de clase, de si eres gitana o paya, de la edad que tengas.

Cuando vives en una casa de 120 metros, tienes una buena conexión de wifi, una familia que te puede resolver una duda o te puede ayudar a organizar el cuadrante de tareas, estás en mucho mejores condiciones que si vives en una casa de 40 metros, no tienes conexión y, además, tu familia no te puede echar un cable. Y por si fuera poco tienes un profesorado que se encuentra confinado en casa y a su vez tiene hijos, y que lidia con ello como puede.

Fuente e imagen:  https://rebelion.org/el-aislamiento-ha-sido-el-desencadenante-para-reconocer-la-interdependencia/

Fuente original: https://catalunyaplural.cat/es/el-aislamiento-ha-sido-el-desencadenante-para-que-las-sociedades-atomizadas-reconozcan-la-interdependencia/

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