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Buscan en primaria de Iztapalapa reinventar la educación a distancia

Por: Daliri Oropeza.

La emergencia sanitaria por covid-19 evidenció las desigualdades que hay en la educación a distancia. El profesor Pedro Hernández y Joshua, uno de los alumnos de la primaria Centauro del Norte en Iztapalapa, son parte de una forma alterna de llevar las clases en la que cuidan el estado emocional de los estudiantes

Mientras la Secretaría de Educación Pública anuncia su plan educativo por televisión, el profesor Pedro Hernández platica sobre las emociones de los estudiantes con las mamás de la Mesa Directiva, a través del mensajero de celular. Después de responder el mensaje, la señora Araceli le da el material de manualidades a Joshua, de 9 años, para que pinte. No le importa que gaste el de su venta. Ella sabe que él es talentoso. En plena pandemia, muchas cosas se detienen pero no la curiosidad de las infancias.

Pedro Hernández es el director de la escuela Escuela Primaria Centauro del Norte en Iztapalapa, en el barrio El Molino, en las orilladas de la ciudadCn 35 años de carrera, el docente explica que ya extraña a sus alumnos. En su experiencia, es la primera vez que vive una emergencia de esta magnitud.

Se congratula de lograr un Consejo Técnico o escolar emergente, la semana que la SEP decretó la suspensión adelantada de clases, desde el 20 de marzo al 20 de abril. Describe la preocupación que tiene ante las estrategias que está anunciando la SEP, pues asegura, que sólo el 25% de los alumnos tienen acceso a computadora o internet.

La SEP puso una prohibición para que los maestros tuvieran una relación personal con los padres de familia. Sin embargo, después de este consejo técnico todo comenzó a cambiar, dice el profesor. Ante la incertidumbre, maestros y padres de familia acordaron tener comunicación directa y poder acomodar el plan de estudios y las actividades de la mejor manera posible. Conforme avanza la cuarentena, han aplicado el cuidado emocional y de salud a los estudiantes. Se organizan para facilitar copias a quienes no tienen acceso a lo virtual; implementan el proyecto de Librobús -ahora de manera virtual- y con posibilidad de entrar cuando pueden.

La comunicación con el comité de padres es ahora más constante. Siguen los puntos más importantes del plan educativo en clases a distancia, y no exigen de más en el cumplimiento de evaluaciones. Comprenden la situación d expresión que hay en las familias. Así se han organizado para no soltar la educación de más de 800 alumnos de los turnos matutino y verspertino.

“Logramos tomar acuerdos, diseñamos actividades para la última semana de marzo y para las tres primeras de abril, considerando las vacaciones. Logramos consensuar el acompañamiento para estar pendientes en la parte emocional, de salud, de los alumnos. No tanto sustituir las clases presenciales. Habíamos enfrentado suspensión cuando el sismo, cuando la influenza, por el frío; ahora sí es una situación inédita que implica el cierre total de las escuelas; 184 países con el sistema educativo detenido”, argumenta el profesor.

Ante esto, el maestro asegura que día a día se las ingenian y se organizan para intentar que los alumnos puedan ejercitar y reforzar conocimientos aunque no sea solo a través de la estrategia virtual dictada por la SEP, que ha resultado insuficiente, de acuerdo con su perspectiva.

“Ya no puede ser la misma educación”

Pedro Hernández es el recién nombrado secretario general de la sección 9 de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación. Es consciente de lo que la pandemia evidencia: desigualdad tanto para maestros como para alumnos en el acceso y conocimiento de las tecnologías de la información y de la educación a distancia. El reflejo de la realidad que viven:

“Aún en la Ciudad de México, el 25% de nuestros alumnos tienen accesos a computadora o internet, esto profundiza la desigualdad y la inequidad en términos de acceso al conocimiento. Si aquí tenemos esos problemas, imagínate lo que me han dicho los profesores de los estados. Más del 40% de las escuelas solo tienen un docente, a lo mucho dos. Comunidades que no tienen agua, electricidad, menos computadoras”, expresa con malestar, “en debates hemos hablado que una educación virtual en este país no es posible”.

Al principio de la cuarentena, la SEP quería que hubiera un control muy estricto, de acuerdo con lo que describe el profesor Pedro. Les solicitaron medir si los niños cumplían con las tareas. Asegura que como representación sindical protestaron. No son tiempos de ser estrictos, dice,  sino comprensivos. Solicitamos encontrar formas emocionales de acompañar a las familias, exclama.

Pero desde la comunidad escolar, han encontrado soluciones para esta brecha. No son estrictos con las actividades, piden a los familiares fomentar el juego y la puesta en marcha de los ejercicios del buen comer y de educación física.

Usan el proyecto de Librobús que aplican junto con el Fondo de Cultura Económica para recordar el conocimiento a través de cuentos narrados, a los cuales pueden acceder a la hora que tengan la posibilidad.

“Consideramos que no vamos a regresar  a lo mismo. Esta pandemia también nos sirve para cuestionarnos los profesores sobre la función de la escuela. Los términos en que enseñamos aprendemos. ¿Qué es la educación?, ¿nos esta transformando, nos esta poniendo en cuestionamiento?, muchos maestros usamos las tecnologías como podemos porque nunca hemos tenido ninguna capacitación. Las  ponemos en práctica todas. Pero el acceso es desequilibrado”.

El maestro Pedro Hernández es el secretario general de la sección 9 de la CNTE elegido en marzo pasado.

Educación dispar a distancia

Joshua y su hermana de dos años están bajo el resguardo de su abuela, la señora Araceli Villalobos González de 57 años, mientras la madre y el padre trabajan. Además de tutora, Araceli es la presidenta de la Asociación de Padres de Familia de la Primaria Centauro del Norte.

Cuando no atiende esta brega, se dedica a crear manualidades para venderlas y ganarse su dinero. Pero en la pandemia, no le ha importado ceder su material de trabajo a la imaginación de Joshua, quien además muestra a diario su talento con la pintura. Ella narra:

“Joshua se siente extraño. Los primeros días, lo máximo, por no ir a la escuela. En últimos días me hace hincapié que extraña a sus compañeros”, después de hacer una pausa y respirar, continúa con la historia: “ayer me dejó desconcertada porque hay una ventana, le pedí que la abra, y me dice que no, que va a entrar el coronavirus por la ventana. ‘No tengas miedo’, le dije nosotros te protegemos. Hay inquietud en su corazón”.

El ritmo de vida de Joshua es el que más cambió en esta familia. Ahora toma clases una hora al día, de 10 a 11 con su maestra Manuelita por internet. No se conectan todos sus compañeros. A la semana tiene que hacer ejercicios en papel. Aunque la mayor parte del tiempo la ocupe en pintar.

“Era lo que le comentaba a mi nuera, que la maestra sabe que no todos tienen un teléfono, tablet o computadora y, la facilidad de lo que es el internet, porque eso cuesta dinero. Le digo que hasta ahorita hay respuesta favorable, pero en otras zonas y clases es más problemático por la cuestión de la economía”, describe Araceli la situación en la escuela Centauro del Norte.

Los maestros se organizaron para dejar copias y ejercicios para estudiantes que no pudieran conectarse a internet. No lo hacen a modo de evaluación sino para no perder el contacto. Araceli ha hablado con las mamás de varios grados. En el cuarto año, donde va Joshua, hay por lo menos tres alumnos que no se han presentado a ninguna clase virtual. Muchos otros se conectan esporádicamente o cuando pueden. Ella está consciente y ha evaluado la situación para ir a visitarles y saber qué sucede, pues varios tampoco se han comunicado.

“Es lo que le decía a mi nuera, no sabemos cómo la están pasando mis niños de la escuela. Cómo las estén viviendo. Porque hay maltrato, violencia intrafamiliar, luego con papis que no tienen trabajo, se la ven mal económicamente”, dice con preocupación. Planea hacerles unas libretas y unos lápices para regalarles manualidades al regreso a clases.

Educación por TV

Esteban Moctezuma Barragán, secretario de Educación Pública, anunció en sus redes sociales el Programa Aprende en casa, el cual es la estrategia de la SEP para resanar el ciclo escolar, el cual echó a andar de manera espontánea a partir del 20 de abril y  este lunes lo anunció en la conferencia del presidente.

“Continuaremos con las clases virtuales, todos los estudiantes podrán realizar la clase apoyándose en los libros d texto gratuitos, apoyando el aprendizaje a distancia por televisión”, dijo Moctezuma en un video donde sale con cubrebocas (https://youtu.be/naFNJEg_Xzc).

Las clases se pasan desde ayer en el Canal 11 (11.2) y en Ingenio TV (14.2) de televisión abierta, canales públicos, y en sus derivados en televisión de paga,en los tiempos oficiales de los que dispone el gobierno federal.

A las  siete de la mañana inician las clases de preescolar (a pesar de que los niños entran hasta las nueve en tiempo escolar), a las ocho de la mañana siguen las de primero y segundo, a las nueve  las de tercer y cuarto y así sucesivamente.

“Vi la tele desde nivel preescolar hasta la de cuarto, que es la de Josue, y porque me tuve que ir a una cita médica. Para los niños agradable, al final son caricaturas, pero el contenido no sé, no tengo muy bien el conocimiento, puede tener una enseñanza. No sé si ese contenido se está basando en el programa de los libros de texto que hay en México. Porque me sonó un lenguaje extranjero, tipo de España o de otro país. No sé, pero así no se habla aquí en nuestro país”, describe la señora Araceli. Asegura que no todas las personas pueden atender los horarios estipulados “nos tenemos que disciplinar otra vez”.

De acuerdo con Mauro Jarquín, politólogo especialista educación, no es lo mismo si hay un espacio dedicado a las y los alumnos en la casa, con una familia que les apoya, que cuando no lo hay. Afirma tajante: “ése no es el contexto de México”.

“Cuando hay acceso a la tecnología, el hogar no necesariamente es el mejor ambiente de aprendizaje. Primero porque hay un ordenamiento vertical con el familiar que podría garantizar la obediencia, pero no la libertad y creatividad que requiere la educación”, asegura Jarquín, quien además da clases en la UNAM y asegura que incluso a ese nivel, hay muchos alumnos que no tienen acceso a las clases virtuales.

Para él, lo que hace la SEP es poner un parche a un sistema que de por sí nunca contempló las desigualdades frente a la emergencia.

“En educación, la tecnología puede ser un límite al acceso al conocimiento y con esto no puedes suplir el contacto humano. Es en el contacto humano donde se genera el conocimiento colectivo, sin ello, se bifurca en los niños la comprensión colectiva del mundo. La tecnología ayuda sí, siempre y cuando sea un razonamiento colectivo, y no una imposición”, enuncia Jarquín.

Riesgos de lo virtual

De acuerdo con Mauro Jarquín, hay riesgos claros en la educación a distancia y por televisión que implementa la SEP.

La primera, la construcción de nichos de mercado en los proceso de virtualizacion educativa, desde los servicios que ahora ofrecen gratuitos y después se ofertan como negocios con la información de la gente.

Jarquín, también investigador especialista en organismos empresariales y educación, ve riesgo con el modo en que las empresas ven la tecnología como “la panacea” para resolver los problemas.

“No es lo mismo que tenga una tableta una persona con capital cultural que tiene acceso a la educación desde pequeño, a alguien que se le ha dado una instrucción instrumental para usar la tecnología pero no puede ampliar sus márgenes de interacción”, explica.

Describe que actualmente el mercado digital de la educación de alió con los instituciones educativas desde Google educación, Pearson y Discovery en cuanto a contenidos y modelos de educación a distancia.

El politólogo ve un riesgo en qué tan tangibles son los aprendizajes educativos logrados a través de la tecnología. Se pregunta hasta qué punto los aprendizajes virtuales son significativos para las personas.

Asegura que hay un reto para el profesorado, pues no hay formación docente en tecnologías de la educación.De acuerdo con el profesor Pedro, este no será un año escolar perdido. Aunque para la señora Araceli esa es la gran incertidumbre.

Fuente de la reseña: https://piedepagina.mx/buscan-en-primaria-de-iztapalapa-reinventar-la-educacion-a-distancia/

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El coronavirus profundiza las desigualdades

Por: Nelva Reyes B.

El pasado 7 de abril en este espacio un grupo de trabajadores, sociólogos, economistas, educadores, organizaciones de mujeres, sacerdotes jesuitas, médicos de salud pública, politólogos, ciudadanos y ciudadanas, emitieron una Carta Abierta titulada “Una salida a la crisis del COVID-19, enfocada en el bienestar colectivo”.

El pasado 7 de abril en este espacio un grupo de trabajadores, sociólogos, economistas, educadores, organizaciones de mujeres, sacerdotes jesuitas, médicos de salud pública, politólogos, ciudadanos y ciudadanas, emitieron una Carta Abierta titulada “Una salida a la crisis del COVID-19, enfocada en el bienestar colectivo”. La carta plantea que “hay que enfrentar la situación de la pandemia por medio de políticas públicas basadas en el bien común, el cual, sobre todo en las actuales circunstancias, solo se puede lograr con la práctica de la solidaridad efectiva”.

Panamá es el tercer país más desigual de América Latina, y la pandemia así lo corrobora, cantidades de familias que viven sin agua potable, en cuartos muy pequeños, donde se alojan más de cinco personas, en condiciones de hacinamiento, en muchas familias incluso se vive violencia doméstica, más de 679 mil personas trabajan en la informalidad, (carentes de prestaciones sociales), hay compañeras y compañeros a los que les fueron suspendidos sus contratos de trabajo, en algunos casos desde hace un mes, en otros tienen ya más de una quincena que no se cobra, trabajadoras del hogar que no les pagaron ni la quincena que ya habían trabajado, compañeros recicladores que cerraron sin tener en cuenta a quienes día a día han venido reciclando y contribuyendo con la salud de este pueblo. El Ministerio de Trabajo señala que más de 3204 empresas han suspendido labores, y con ello más de 63 144 trabajadores tuvieron que ser enviados a sus casas. Las escuelas cerradas, con aproximadamente 46 mil educadores en sus hogares. Pero de igual se encuentran artistas, conductores de taxis, vendedores de billetes de lotería, el que trabaja la tierra para la subsistencia, y profesionales independientes, en sí, toda la sociedad.

Si bien nadie estaba preparado para una situación social y económica, como la que nos ha tocado vivir, el Gobierno nacional tiene el deber de escuchar a todos los sectores y no hacer recaer la crisis y la deuda solo en las y los trabajadores y en los más pobres del país, quienes hoy sufrimos los embates del COVID-19. En la carta arriba indicada planteamos que se negociara con los organismos de Crédito Internacional la moratoria del servicio de la deuda externa incluida en el presupuesto de 2020, la cual significa el 30 % del mismo. El Gobierno optó por las directrices del ministro de Economía y Finanzas, de quien el presidente hizo referencia de tener mucha experiencia, le diría “señor presidente, tiene mucha experiencia en servirle a las Instituciones Financieras Internacionales, endeudando a nuestro país, y hoy encima de otras salidas favorables al país, han optado de manera desmedida contraer una deuda que ni nuestros tataranietos terminarán de pagar. El papa Francisco, en su mensaje al mundo el domingo 12 de abril, dijo: “las grandes necesidades del momento, reduciendo o incluso condonando la deuda que pesa en los presupuestos de aquellos más pobres”.

La crisis de salud no puede llevarnos a eliminar conquistas logradas por el sector trabajador de Panamá, como lo es el derecho humano al trabajo. Asimismo, no es posible, que bajo la excusa del COVID-19, se busque despedir trabajadoras y trabajadores; eliminar sindicatos, y flexibilizar de forma permanente las condiciones de trabajo y modificar el Código de Trabajo.

En cuanto a la Educación, hemos leído en las redes y escuchado en la radio y televisión una vez más expresiones muy denigrantes a los profesionales de la Educación. Los educadores tenemos más de 10 años de demandar el 6 % del producto interno bruto para Educación, pero para ninguno de los Gobiernos la Educación ha transcendido del discurso.

Así tenemos que, según el informe “Panamá, el estado de las políticas públicas docentes 2018 del BID”, el 70 % de las escuelas primarias del país son multigrados; el 40.8 % de las escuelas primarias no tiene agua potable, y solo el 20.2 % tiene acceso a internet” Aunado a ello, según la Encuesta de Educación del Cieps, se señala que el 77.3 % de los encuestados propugna por garantizar que todas las personas reciban la misma calidad en educación, en el contexto del COVID19, esta opinión debe prevalecer.

Ante la crisis se requiere apoyo en las comunidades más vulnerables que hoy carecen de lo básico para poder subsistir, así como a los 63 144 trabajadores a los que se les ha suspendido su contrato de trabajo, sin tanta dilatación. Es necesario que se le brinde, por lo menos, el importe de un salario mínimo a cada uno de los trabajadores que fueron suspendidos y que a la fecha no han recibido nada, así como que exista un sustento legal que respalde la moratoria de los servicios que la población tiene que pagar. Esto es urgente.

Fuente del artículo: https://www.laestrella.com.pa/opinion/columnistas/200421/coronavirus-profundiza-desigualdades

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Italia renuncia a abrir las escuelas este curso por la pandemia

Europa/ Italia/ 21.04.2020/ Fuente: www.leonoticias.com.

Tras cinco semanas de confinamiento en todo el territorio nacional, Italia comienza a imaginar cómo podrá ser la vida una vez que expire el cerrojazo el 4 de mayo. Mientras parece confirmarse que las escuelas permanecerán cerradas como pronto hasta el próximo curso, los presidentes de 4 regiones (Lombardía, Véneto, Piamonte y Sicilia) presionan al Gobierno de Roma para que no alargue las restricciones y permita la reapertura de las actividades económicas lo antes posible.

La pandemia se acerca ya a los 170.000 contagiados, de los que 40.000 se han curado y 22.000 han fallecido. Más de la mitad de esas muertes se han registrado en Lombardía, cuyo presidente regional, Attilio Fontana, estaría barajando considerar también el sábado y el domingo como días laborables, según informan los medios locales. Se pretenden establecer turnos con jornadas y horarios diferenciados dentro de las empresas para reducir así los flujos de trabajadores tanto en las oficinas como en el transporte público.

Es al Gobierno central al que le corresponde decidir cuándo levantará las restricciones. Antes de tomar esa decisión, el primer ministro, Giuseppe Conte, analizará los pros y los contras con los dos comités que le asesoran: uno formado por médicos y científicos y otro por expertos encargados de proponer nuevas formas de organización laboral. Son cada vez más los sectores que piden una reapertura cuanto antes de las actividades económicas en las empresas donde se pueda garantizar la distancia de seguridad y el resto de medidas para evitar los contagios.

En la llamada ‘fase dos’ se podrían mantener las restricciones a la movilidad de las personas de más de 70 años, las más vulnerables al coronavirus, y a los menores de edad, por la dificultad para que respeten la distancia de seguridad. A los niños y jóvenes les cayó este viernes otra jarra de agua fría al reconocer la ministra de Educación, Lucia Azzolina, que resulta casi imposible que se vayan a retomar las clases en lo que queda de curso.

«El Gobierno tomará una decisión en breve. Pero con la actual situación sanitaria cada día que pasa se aleja la posibilidad de reabrir en mayo. Significaría hacer que cada día se movieran más de ocho millones de estudiantes», comentó Azzolina en una entrevista con el ‘Corriere della Sera’. Respecto al modo de reapertura en septiembre, la ministra informó de que se ha constituido una comisión para estudiar las diversas posibilidades, pues es necesario «un gran proyecto de innovación».

Dentro del sector educativo hay serias dudas de que se puedan retomar las clases presenciales antes de que haya una vacuna contra el coronavirus. «Las personas que frecuentan las escuelas son casi nueve millones. Lo que significa que harían falta nueve millones de mascarillas que habría que ir sustituyendo. Y habría que mantener la distancia de seguridad entre estudiantes, lo que resulta imposible en el 80-90% de las escuelas italianas, porque son muy antiguas y tenemos clases masificadas, las llamadas clases gallinero», advirtió Mario Rusconi, dirigente de la asociación nacional de directores de escuelas, en el canal TV2000.

Fuente de la noticia: https://www.leonoticias.com/internacional/union-europea/italia-renuncia-abrir-colegios-20200417150718-ntrc.html?ref=https%3A%2F%2Fwww.google.co.ve%2F

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Otra escuela en medio de la cuarentena

(APe).- Los días de cuarentena dejarán marcada a fuego a la infancia. Obligada a hacer tareas aun cuando no hay cotidianidad escolar y el encierro determina una rutina diferente e inédita. Laura García Tuñón plantea, como otros pedagogos, una escuela distinta en medio de la pandemia. El italiano Francesco Tonucci sostiene que “muchos no se han dado cuenta de que la escuela no funcionaba antes y en esta situación se nota lo poco que funcionaba. Los niños están hartos de los deberes y para las familias es una ayuda porque es lo que ocupa a los niños. Los deberes siempre son demasiados, no tanto por la cantidad sino por la calidad. Son inútiles por los objetivos que los docentes imaginan”. Y propone hacer de la casa un laboratorio de aprendizaje. En su  texto para APe, Laura García Tuñón deja en claro que “todos los niños, niñas y adolescentes estuvieron aprendiendo y mucho estos días. Aprendieron a convivir en sus casas todo el tiempo. Aprendieron normas de higiene. A investigar solos, a inventar juegos con lo que tenían. A aguantar todo lo que pasaba en las familias”. Un debate profundamente abierto.

Por: Laura García Tuñón

Hoy les pregunté a mis nietitos Astor, Itzel y Seve, de 9, 8 y 7 años, qué le gustaría hacer cuando termine la cuarentena. Y me dijeron que hacer una piyamada en tu casa. ¿Y en la escuela? Correr en el recreo y jugar con mis amigos. Vicente, de 3 años, ya van 2 días que agarra su mochila del jardín, va a la puerta y dice, ¿vamos al jardín?.

Milo, de 6 años y que recién empezaba 1º grado, vive en el departamento del frente de mi edificio. Cada vez que me ve sacar al perro, pregunta por qué no puede salir él también. Lo escucho muchas veces jugar en un patio de 2×2 y su abuela me cuenta que no quiere hacer las tareas. Le dice que si no hay que ir a la escuela, no tiene por qué hacerlas. Tiene una hermana, Lara, que va a 5º grado, que pasa mucho tiempo haciendo deberes. Aunque no tienen internet, la abuela se las ingenia desde su celular para sacar lo que manda la maestra, o imprime cuadernillos enormes para resolver las tareas. Trabaja sábados y domingos, para llegar.

Esmeralda, acaba de cumplir 11 años en cuarentena. Vive en la Villa 31. En su casa funciona un comedor comunitario. Como su casa es pequeña, pasa mucho rato sentada en la puerta, mirando a los que pasan. No le gusta estudiar. Pero tampoco puede hacer mucho, porque no tiene computadora ni internet en su casa. A veces, ayuda a su mamá con las cosas del comedor. Dice que le hubiese gustado festejar con sus primos y algunas amigas. Ir al colegio, es tener un lugar propia para ella, entre niños y niñas. Aunque las maestras la hagan leer y escribir. Pero por ahora no puede ir y tiene que seguir sentada en el umbral.

En este aislamiento social obligatorio, eufemismo del encierro, miles de niños, niñas y adolescentes están confinados en sus casas haciendo tareas. Con poco o con mucho espacio. Con internet y sin internet. Con familias desesperadas por conseguir un plato de comida o sin problemas. Todos y todas bombardeadas por la tele con los números de muertos y enfermos de acá y de todo el mundo. Con el “quedate en casa, porque si no, te vas a enfermar”. Muchos diciendo que al terminar la cuarentena, tendrán que recuperar el tiempo “perdido de escuela” y que se pueden cortar las vacaciones, como si no estuvieran haciendo nada.

Pero tenemos que saber, que todos los niños, niñas y adolescentes estuvieron aprendiendo y mucho estos días. Aprendieron a convivir en sus casas todo el tiempo. Aprendieron normas de higiene. A investigar solos, a inventar juegos con lo que tenían. A aguantar todo lo que pasaba en las familias. Podrían, hoy dejar esas “tareas” muchas veces aburridas y rutinarias y sacar a los artistas, investigadores y científicos que seguro que hay en ellos. Y por eso, cuando esto termine, antes de volver a las matemáticas y a las distintas materias, necesitarán correr, ensuciarse y reír. Reencontrarse con sus amigos, jugar, empujarse y pelear con ellos. Hablar, dibujar, llorar y gritar lo que tienen guardado en sus corazones. Necesitarán contar lo que sintieron y ser escuchados por otros que no son su familia con los que estuvieron mucho tiempo.

Tanto encierro, noticias de enfermedad y muerte no será gratis para ellos. Y si no somos capaces, en cada escuela de poder abrazarlos y entenderlos, dejarlos volver a ser niños libres, sueltos y autónomos y rescatar la pedagogía de la ternura, de la escucha y la paciencia, los condenaremos a tapar y esconder debajo de la alfombra lo que les pasó. Les enseñaremos que no hay que detenerse para sentir y pensar cómo seguir. Les enseñaremos que la enfermedad del aislamiento y la negación, llegó para quedarse.

*Fuente: https://www.pelotadetrapo.org.ar/2013-09-05-12-30-19/2020/5415-otra-escuela-en-medio-de-la-cuarentena-2.html?fbclid=IwAR37j9pGq_FGBNng6PraxwKlDdzLx93bVYwV1REbW1dr8j1hJmGqx70Fx4A

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¿Por qué rompen la cuarentena en algunos países de Latinoamérica?

América Latina/19-04-2020/Autor(a) y Fuente: www.telesurtv.net

Sectores de la población no han cumplido con la cuarentena, implementada por algunos Gobiernos de la región, al no tener alimentos ni ayudas económicas para cubrir sus necesidades durante este período.

En medio de las medidas de aislamiento social para contener el nuevo coronavirus, distintos países de América Latina viven jornadas de protestas para exigir a sus respectivos Gobiernos mayores garantías alimentarias y de protección.

Sectores de la población no han podido cumplir con la medida preventiva de la cuarentena, implementada por algunos Gobiernos de la región, al no tener los recursos indispensables para cubrir sus necesidades durante este período.

Quienes ante la pandemia perdieron sus trabajos, no pueden comprar los implementos necesarios para permanecer en casa, pues también desaparecieron sus ingresos y no cuentan con ayuda económica o bonos alimentarios.

En países como Colombia, Brasil, Bolivia y Perú se han registrados protestas, bloqueos de calle, cacerolazos, entre otras acciones, para reclamar las condiciones adecuadas que les permitan resguardarse en sus hogares y evitar más contagios.

Colombia

En la capital colombiana de Bogotá se han presentado protestas contra las autoridades nacionales y locales para exigir ayudas económicas y alimenticias. Esta situación también se registra en otras localidades como Cali, mediante cacerolazos para que sus necesidades sean atendidas.

El Gobierno de Iván Duque anunció, en marzo pasado, que más de 2 millones de familias serían beneficiadas con ayudas superiores a los 330.000 pesos (80 dólares aproximadamente) para enfrentar la crisis, con el objetivo de «proteger» a más de 10 millones de colombianos, los más vulnerables.

Sin embargo, luego de 23 días de haber iniciado la cuarentena en esa nación, sectores de la población han salido a la calle para exigir a Duque las ayudas prometidas por los diferentes distritos, ya que aún no las han recibido.

Hernán Tobar@HernanTeleSUR

En medio de la cuarentena las familias vulnerables del sur de Bogotá Colombia, que vivian del rebusque, se han tomado las calles y han bloqueado las vías, exigiendo ayudas por parte del gobierno, aseguran que no tienen otra alternativa para no morir hambre. @teleSURtv

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Perú

El Gobierno de esa nación ha decretado multas de altas cuantías a quienes no cumplan con la inmovilización social, sin embargo, los sectores más vulnerables de la sociedad fueron perjudicados ante estas medidas de confinamiento.

Al respecto, la mayoría de los trabajadores informales no califican para los subsidios o entrega de alimentos de las autoridades, y deben continuar saliendo a las calles a buscar formas de ganar su sustento.

Verónica Insausti@Insausti_tlSUR

Diferencia abismal entre la ayuda que da gobierno de @MartinVizcarraC a sistema financiero y empresas respecto a los trabajadores, 70%de ellos, independientes. @AnahiDurandG lo explica. @teleSURtv

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Además, integrantes de comunidades indígenas peruanas han alertaron que no trabajan desde que empezó el aislamiento social, lo que significa que más de 370 familias están pasando hambre, pues no han recibido el bono de 108 dólares que prometió el presidente Martín Vizcarra al comenzar la pandemia.

Bolivia

Las familias bolivianas que viven de pequeños negocios de ventas en las calles o trabajan en otras residencias se han visto sin fuentes de ingresos y sin respaldos económicos.

Los habitantes de la ciudad de El Alto, en el departamento de La Paz, desoyeron la cuarentena para buscar alimentos, ya que no cuentan con los insumos necesario para permanecer en sus hogares.

Por su parte, vecinos del distrito 15 zona sur de Cochabamba salieron, a principios de este mes, a las calles para demandar al Gobierno de facto que garanticen sus derechos, ya que no tenían alimentos ni recibían los bonos ofrecidos por las autoridades. «Tenemos hambre, tenemos hambre», exclamaban durante la movilización.

Tras el golpe de Estado contra Evo Morales, el Gobierno de facto ha implementado políticas en retroceso de los beneficios y derechos sociales ofrecidos por la gestión anterior, lo que agrava la situación del país en medio de la actual pandemia.

Brasil

Pese a que el Gobierno de Jair Bolsonaro se ha negado a tomar las medidas preventivas necesarias para contener los contagios, varios gobernadores decidieron atender las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), implementando cuarentenas en sus respectivas entidades, como Sao Paulo y Río de Janeiro.

Por su parte, movimientos sociales y comunidades campesinas del estado de Paraná (sur) donaron 35.000 kilos de alimentos para aquellas perso3nas que se encuentren en situación de vulnerabilidad social en ocho ciudades.

Desde hace más de un mes, en las principales ciudades brasileñas se realiza a las 20H30 (hora local) un cacerolazo en contra de Bolsonaro y de su gestión frente a la pandemia por la Covid-19, que ha dejado hasta el momento más de 33.600 contagios y más de 2.141 muertes.

Fuente e Imagen: https://www.telesurtv.net/news/coronavirus-paises-latinoamerica-cuarentena-necesidades-ayudas-20200417-0021.html

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¿Estudias o trabajas? Consejos para ser más productivo durante la cuarentena

Por: Nacho Meneses

El cambio en la rutina diaria puede causar problemas de concentración y disminuir el rendimiento laboral o académico, o hacer que se acabe trabajando de más

Antes del 15 de marzo de 2020, solo el 4,3 % de los españoles trabajaba a distancia, casi un punto por debajo de la media europea (5,2 %). Al día siguiente, eran millones. La cuarentena impuesta dentro del paquete de medidas para luchar frente a la pandemia del coronavirus hizo que ciudadanos y empresas de países repartidos por todo el mundo tuvieran que transformar radicalmente sus rutinas laborales o académicas. Superado ya el primer mes, y con el horizonte de otro periodo igualmente prolongado por delante, cabe preguntarse si la adaptación ha sido todo lo efectiva que debía ser. ¿Rendimos menos, igual o, por el contrario, más que cuando asistíamos físicamente a clase o a la oficina?

El desafío era (y es) complejo, porque no se trata únicamente de estudiar o trabajar desde una ubicación diferente. Un domicilio no tiene por qué estar preparado para el trabajo o el estudio intensivo, existen numerosas distracciones y, en muchos casos, obliga además a conciliar a unos niveles antes desconocidos, debido al cierre indefinido de los centros educativos. Un cambio que además puede acabar por afectar no solo a la concentración y rendimiento, sino a otros aspectos fundamentales como la vida personal o la propia salud de las personas.

Pasar de tener una jornada completamente definida (levantarse, coger el transporte público para ir a estudiar o trabajar según unos horarios, o al gimnasio en días concretos), a tener otra más flexible o incluso sin horas o fechas marcadas puede tener consecuencias. “Al encontrarnos en un espacio no laboral, podemos fácilmente relajarnos, y que nuestros procesos cognitivos no estén tan activos como cabe de esperar cuando recibimos los estímulos de ambientes relacionados con tareas de concentración y rendimiento. ¿Estudias igual en casa que en la biblioteca? ¿Trabajas igual solo que viendo a todos tus compañeros trabajar?”, se pregunta Nuria Cros, experta en terapias de tercera generación del gabinete de Psicología Ypsihablamos. “Al trabajar desde casa, aumentan los potenciales distractores. La tele, el ordenador, una visita a la nevera… Cualquier cosa nos vale, ¿verdad? Y el más peligroso es el teléfono móvil”.

Uno de los factores que más puede influir en nuestro rendimiento es, sin duda alguna, la gestión emocional que hagamos de la crisis. Aunque, para Cros, el mayor impacto psicológico y cognitivo del confinamiento no suele aparecer ahora, sino al inicio, “cuando recibimos un estresor y un cambio radical en nuestras vidas y necesitamos tiempo para adaptarnos”. A medida que van pasando las semanas, uno va aprendiendo estrategias, por muy duras que sean las circunstancias (por ejemplo, por la pérdida de familiares y amigos).

El problema aparece cuando nuestros recursos no son ni adecuados ni suficientes (negación, pesimismo excesivo, abuso de sustancias, mala higiene del sueño, trastornos de la alimentación, mala gestión de los problemas conyugales…). “Este déficit en las herramientas de gestión (o en la percepción subjetiva de tenerlas) puede derivar en trastornos del espectro de la ansiedad, depresión, estrés prolongado que nos lleve al agotamiento, problemas de sueño, apatía y todo un largo etcétera de problemas psicológicos”, añade.

Rutinas para mejorar el rendimiento

Si se quiere ser eficiente y productivo, el primer aspecto a tener en cuenta es el de la organización. Aunque vayamos a quedarnos en casa, conviene que nos duchemos y nos vistamos como si fuéramos a ir a la oficina o la universidad (y cambiarnos de ropa al acabar). Una rutina sencilla que, además, puede ayudarnos a separar la jornada laboral del tiempo de ocio, y evitar que acabemos trabajando más de la cuenta. Lo siguiente es “crear una agenda para el día con los objetivos y las tareas a realizar, para maximizar tu tiempo y tener una idea de cuánto tiempo invertirás en cada cosa”, explica Shelley Osborne, vicepresidenta de Aprendizaje en Udemy. Colócalas por orden de prioridad, y no te olvides de desconectar el móvil o ponerlo en modo avión, a fin de no distraerte con las redes sociales.

Elegir bien el lugar donde estudiar o trabajar resulta fundamental. Debe estar apartado del resto de personas en el hogar, para concentrarnos sin apenas distracciones, y también de las zonas “en las que habitualmente se hace la vida en el hogar, como el salón o el dormitorio, y en especial la cama, ya que luego te costará más dormir y podría repercutir en tu salud”, argumenta Osborne. Cerciórate antes de empezar de que tienes a tu alcance todo lo que vas a necesitar, y no infravalores la importancia de una postura correcta.

Si trabajas y tienes varias reuniones, intenta agruparlas para que no sean fuente de interrupciones y puedas disfrutar de cierta continuidad en tus tareas. Y, por último, “trata de ampliar los canales de comunicación por los que puedes estar disponible, tanto con las personas a las que debes reportar, como con aquellos con los que trabajas mano a mano. La comunicación debe ser fluida en todas las direcciones, y mejor con las cámaras de los portátiles o los móviles activadas”, apunta.

Gestiona bien los descansos

Suena contradictorio, pero no lo es: para rendir más en el trabajo o en los estudios, hay que descansar con frecuencia. Pasarse ocho horas seguidas en ello puede ser contraproducente. “Es mejor ir parando cada dos horas y tomarse un pequeño descanso para meditar o hacer alguna actividad agradable como leer, escuchar música, tomarte un café o incluso ir a por el pan…”, recuerda Raquel Moyá, psicóloga y compañera de Cros. “Y no te olvides de cuidar los motores de tu cuerpo: dormir bien, comer sano y hacer ejercicio. Seguro que puedes sacar 10 minutos al día para moverte, aunque sea dentro de casa. No hay excusa”.

Cuando acabe el día, piensa en lo que has hecho y de qué puedes sentirte orgulloso u orgullosa; esto aumentará tu motivación para el día siguiente. Y si te apetece algún capricho, es el momento para dártelo. “Reserva eso que te gusta tanto para el final: un bombón, una ducha caliente, abrir esa botella de vino, ponerte música tranquila y relajada, leer la novela que te tiene enganchada, o ver ese capítulo de la serie que te gusta. ¡Los premios, al final!”, aconseja Moyá.

Eso sí, pasarnos de horas de descanso tampoco es bueno. Si trabajar mucho puede generar ansiedad, descansar demasiado puede llevarnos a la procrastinación. Y no confundamos descanso con no hacer nada: quedarse tumbado e inactivo durante muchos días, facilita entrar en un círculo vicioso de apatía y anergia, embajadores y precursores de la depresión. Descansar también puede ser hacer una actividad.

La higiene de sueño, fundamental

La falta de horarios fijos para ir a dormir y levantarse afecta gravemente a la higiene del sueño y, por consiguiente, a la calidad del estudio o del trabajo. “A menudo los pacientes nos comentan que duermen un día 13 horas, otro día cinco, y otros se pasan con la siesta. Todo esto repercute de manera negativa en el cuerpo, tanto a nivel físico como mental”, sostiene Cros. Dormir bien significa cargar las pilas de todos los procesos cognitivos. Nos ayuda a rendir mejor tanto física como mentalmente, y mejora nuestro estado de ánimo.

Pero ¿qué podemos hacer para procurar una buena calidad de sueño? Desde el estudio de Psicología Ypsihablamos, Cros y Moyá sugieren una rutina completa y sencilla de poner en práctica:

  1. Levántate y acuéstate siempre a la misma hora (incluido el fin de semana). Intenta que no haya diferencias de más de una hora. Regula el ciclo de sueño-vigilia repitiendo un patrón horario.
  2. Utiliza la cama solo para dormir. En el dormitorio, evita comer, estudiar, trabajar, ver series o mirar el móvil. La cama está para dormir, y nuestro cerebro necesita que esa asociación sea más fuerte que nunca cuando estamos inquietos por algo, como este confinamiento.
  3. Mantén un ambiente adecuado: luz tenue, con un colchón y una almohada cómodos, aislando la habitación o a nosotros mismos del sonido. Haz de tu dormitorio un templo del sueño lleno de señales que induzcan este proceso.
  4. Evita la siesta (y, en casos excepcionales, que no dure más de 20 o 30 minutos). El que sea demasiado larga hará que nos cueste más conciliar el sueño por la noche. Parece de cajón, pero si estás descansado, ¿cómo vas a dormir después?
  5. Haz actividad física durante el día. Mantenerse activo hará que lleguemos a la cama más cansados y que nos cueste menos conciliar el sueño.
  6. Evita comidas copiosas y/o los estimulantes. Si tomamos algún estimulante, procura que sea siempre antes de las cinco o seis de la tarde (la duración del efecto de la cafeína es de unas seis horas).
  7. Nada de luces brillantes dos horas antes de irnos a dormir: la melatonina, que es la hormona que regula el sueño, funciona con las señales de luz. Si estás mirando la pantalla del móvil cuando tu cerebro quiere apagarse, estás reactivando el proceso de vigilia.
  8. Sigue rutinas relajantes antes de acostarte: lavarse los dientes, ducharse, ponerse el pijama, darse un masaje con crema hidratante, beber una infusión caliente o poner música suave. También puede aplicarse durante los despertares nocturnos.

RELAJARSE PARA SER EFICIENTES

Una vez terminada la jornada (laboral o de estudio), desconecta e intenta desarrollar el resto de tu día al margen de esas obligaciones; separar tu vida personal y de ocio de la profesional es de vital importancia para tener tu propio espacio. La Guía para el trabajo a distancia de Fremap incide, entre otras cosas (como la importancia de una alimentación cuidada y saludable), en la importancia de una correcta relajación para el bienestar emocional (y la productividad), y propone unos sencillos ejercicios de relajación y de respiración que pueden mejorar la concentración y disminuir el nivel de tensión; unas prácticas que podemos también hacer durante alguno de los descansos de la jornada. A su vez, recuerda que «si al finalizar el trabajo, continúas usando pantallas de visualización, acumulas fatiga visual y mental. Por ello dedica un periodo para cambiar a otras actividades que no te supongan eso».

Fuente: https://elpais.com/economia/2020/04/15/actualidad/1586938863_280833.html

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Coronavirus y militancias: recuperar la audacia táctica y la proyección estratégica

Por: Mariano Pacheco

El precariado, el feminismo popular, la organización (de base) y la problemática social; el Estado y sus limitaciones; las militancias: archivo, elaboración teórico-política, proyección estrategia y audacia para intervenir en la coyuntura. Filosofía y política; pandemia y cuarentena. PreguntaS sobre el día después.

  — A lo mejor es una fiebre que no cura.

– A lo mejor es rebelión, y está viniendo

(Humberto Constantini, “Che”)

Hay una frase, bella, que en algunos ámbitos se ha repetido hasta el cansancio en estos días: “la crisis como oportunidad”; que traducida a la “coyuntura-COVID19” sería algo así parecido a “la cuarentena como posibilidad”. ¿Posibilidad de qué? ¿Oportunidad para qué? Entre otras cuestiones, ocasión para comenzar a reponernos de un modo más agudo de la derrota (nacional, Latinoamericana y mundial) de los proyectos populares de transformación; derrota con la que ingresamos al siglo XXI.

Esta sería la primera vez, en estos 20/30 años, que se podría oponer a nivel global un proyecto societal diferente al del capitalismo (una situación mucho más excepcional que la crisis de 2008). Claro: enunciado así, puede sonar despampanante. Y sabemos, en medio de estos vientos posmodernos, todo lo global, general, grande, tiende a ser condenado por total (itario); total, mientras, nos resignamos al totalitarismo capitalista, pero de eso mejor no decimos nada. Total, como esgrime el dicho popular: “ojos que no ven, corazón que no siente”. Pero sus efectos, qué duda cabe, pueden verse cada día. Por otra parte, no basta decir “no siento” para no sentir. Los efectos del capitalismo, en su fase salvaje-planetaria, se hacen sentir sobre nuestros cuerpos. ¿Dónde se expresa esa derrota, con mayor crudeza, sino en esa renuncia a ser partes de un proyecto general de cambio global del modo en que hoy vive la humanidad? (sociedades en las que el 10% de la población mundial es propietaria del 86% de la riqueza, y el 1% concentra casi la mitad).

“Quien dice algo diferente marcha voluntariamente al manicomio”, escribe Nietzsche en su Zaratustra.

Para no marchar al manicomio, pero para no dejar de marchar, es decir, de estar en movimiento en medio de la quietud que impone el confinamiento por razones sanitarias, van algunas hipótesis, restringidas al plano nacional, y destinadas a establecer un diálogo con las militancias, y con quienes –interpelados por la situación– sienten la incomodidad de aun no formar parte de un proyecto colectivo.

Sabemos: han circulado ya infinidad de textos en estos días, todos elaborados por grandes personalidades del elenco filosófico mundial, pero tal como ha señalado Damián Celsi en un texto reciente (“Introducción a la pandemia”), ninguno de estos escritos “se preocupa por encarar la simple pregunta leninista de ´qué hacer´”. Así que nada de pretensiones académicas ni cosmopolitas respecto del mundillo filosófico contemporáneo. Nos basta con una intención mucho más modesta: poder interpelar a (en el mismo movimiento en el que nos dejarnos interpelar por) las militancias actuales de la Argentina. A ellas, no sin un claro reconocimiento a su vocación y su compromiso (que vaya que es el nuestro), van destinadas estas líneas, desde quien entiende que la escritura  misma puede ser también un cierto tipo de intervención militante –restringida y acotada por cierto, pero un cierto tipo de intervención militante al fin y al cabo–, si por militancia entendemos intervención crítica sobre la realidad en búsquedas de modificarla.

  1. Organización (de base)/ Problemática social

La cuarentena puso sobre el tapete, de manera recargada, muchas cuestiones que se venían amasando en la vida cotidiana, durante la “normalidad”. Es decir, antes de que comenzara a transcurrir esta situación excepcional que implicó que durante semanas permaneciéramos confinados en nuestros hogares, nuestros barrios (o donde nos encontráramos al momento de comenzar la cuarentena general y obligatoria). Con el COVID-19, entonces, no apareció una dimensión desconocida de nosotros mismos y nuestros semejantes: lo que pasó fue que asistimos a ver, exasperadas, actitudes que ya estaban presentes en el cuerpo social.

La cuarentena obligó a radicalizar ciertos componentes cotidianos del aspecto micropolítico:  ¿cómo hacer, cada día, para vincularnos de un modo no canalla con nuestros semejantes? (No es fácil, teniendo en cuenta que el encierro puede hacer brotar lo peor de cada quien).

Así, en estos días, se hizo evidente –o aun más evidente– la contraposición entre un modo de vida sostenido en el individualismo más ramplón, y una forma de vida desarrollada sobre valores como la solidaridad, la cooperación, la empatía con los demás. En un libro reciente –La ofensiva sensible– el ensayista argentino Diego Sztulwark nos recuerda que el neoliberalismo es “un ataque a la dimensión sensible de la existencia de la vida misma” (como el terrorismo de estado), que nos transforma en personas sólo aptas para competir, aptas para un individualismo e incapaces de crear colectividades por fuera de eso. De allí que, siguiendo a  Sztulwark, la pregunta por cómo hacernos una forma de vida impliquen directamente una intervención en el plano de la lucha de clases.

 ¿Qué pasa con los gestos igualitarios? Dentro de esta segunda franja de la población mencionada, de todos modos, existe a su vez una diferencia entre quienes llevan adelante esos valores desde una mera (y noble) actitud personal, y quienes entienden que esa actitud debe estar puesta en relación con otras actitudes (sentimientos, pensamientos, acciones), es decir, que se debe organizar junto con otras personas los modos de intervenir en la sociedad en la búsqueda de transformarla. Eso que usualmente, y en un lenguaje clásico bastante vilipendiado por las corrientes posmodernas, suele llamarse MILITANCIAS.

Fueron estas militancias, sobre todo las de los movimientos sociales, quienes sostuvieron espacios fundamentales para la reproducción de la vida, fundamentalmente entre los sectores del precariado, para quienes no salir a circular por las calles implicó, todos estos días, imposibilidad de contar con los recursos mínimos necesarios para la subsistencia. Tal como dimos cuenta en una nota publicada en la revista Zoom durante los primeros días de expansión masiva del virus (“Unidad, solidaridad, organización. La economía popular frente a la  pandemia”), fueron esas militancias quienes garantizaron la elaboración y reparto de comida, las que advirtieron al gobierno sobre la necesidad urgente de otorgar un bono a las y los beneficiarios de los Salarios Sociales Complementarios e incluso –sobre todo– llamaron la atención sobre la gran cantidad de personas que ni siquiera accedían a esa u otra asistencia social por parte del Estado y no contaban con un salario para afrontar los gastos mínimos para vivir durante esos días. También las militancias feministas sostuvieron las redes de agitación, de reclamo y de propuestas para enfrentar la violencia machista, incrementada en el contexto de aislamiento social, y no faltaron quienes sostuvieron con creatividad espacios de agitación para que la filantropía no nos ganara la partida: escritos, videos, flyers, gráficas, audios que circularon tematizando la pandemia y denunciando situaciones como las del abuso policial.

En general, de todos modos, las militancias parecimos quedarnos con poca nafta a la hora de garantizar espacios de reunión que permitieran tomar definiciones para intervenir con más iniciativa en la nueva coyuntura.

Por supuesto, desde el Estado se sostiene una actitud que pretende relegar a las militancias al mero rol de asistentes estatales para viabilizar la ayuda social. Y con la crisis, arcaicas instituciones como las iglesias y el Ejército volvieron a retomar cierto protagonismo, una determinada visibilidad que antes de la crisis no tenían; sobre todo el Ejército, puesto que las iglesias son un fenómeno más complejo, con una vasta red social extendida por el territorio.

  1. Reunión/ Movilización

Obviamente, ante problemas urgentes y con los medios digitales disponibles, no se anularon los canales de reunión y expresión. Muestras de ello fueron las formas en que las organizaciones de base lograron ir resolviendo las cuestiones cotidianas en los barrios y las agitaciones en redes sociales que se llevaron adelante para el 24 de marzo –en repudio a la dictadura instaurada en 1976 y en homenaje a quienes en ese ciclo represivo fueron secuestrados/asesinados, pero también, en reivindicación por todas estas décadas de lucha para sostener el lema de “Memoria, Verdad y Justicia”– y para el 30 de marzo, cuando se llevó adelante el “Ruidazo” denunciando los casos de femicidio durante la cuarentena. Eso, por un lado.

Por otro lado, también cabe quizás hacerse la siguiente pregunta: ¿fuimos lo suficientemente audaces para inventar formas de expresión, deliberación y resolución colectiva que la hora viene reclamando, teniendo en cuenta los medios tecnológicos hoy a nuestro alcance?

El inédito contexto de imposibilidad de reunirse y manifestarse (de cuerpo presente), como parte de una política de autocuidado que implicó no circular si no era por una imperiosa necesidad de hacerlo fue diferente a la de otros momentos históricos, más vinculados a la prohibición estatal de reunirse y manifestarse, que se sorteó tomando las necesarias medidas de seguridad, en la búsqueda por no dejar de reunirse y manifestarse (políticas de la clandestinidad que se les dice).

Cabe destacar aquí que, en general, hemos contado con más tiempo que el disponible en la “normal cotidianeidad”, cuando gran parte de nuestras horas de vida “se nos van”, sea expropiadas por el trabajo asalariado, sea por el tiempo que, como no poseedores de medios de producción y sin ser empleados por una patronal, destinamos a las tareas necesarias para garantizar medios de subsistencia, además de las horas semanales  que dejamos  transladándonos en micros y colectivos, trenes y subtes, combis o autos (una excepción: quienes realizan sus tareas laborales por medios digitales, y según los relatos que proliferan, vienen con una carga grande de sobre-trabajo).

Así y todo, sea por falta de costumbre, sea por la cultura dominante contemporánea, ha costado sostener espacios de deliberación y resolución colectiva. Aquí puede indagarse sobre cuánto los dispositivos tecnológicos nos formatean para la individualización (más acostumbrados a tareas en soledad frente a nuestras computadoras e incluso teléfonos personales que a reunirnos de manera virtual) así como a cierta cultura política hegemónica, que por un lado delega las grandes resoluciones en las dirigencias y, por otro lado, hace del asambleísmo un culto liberal de la opinión de cada quien, con grandes dificultades para sostener una disciplina militante y una efectividad práctica.

La cuestión de la autodisciplina, seguramente, sea uno de los grandes temas a investigar en los próximos tiempos, después de esta cuarentena que ha mostrado, a niveles masivos y alarmantes, cuánto del liberalismo llevamos dentro quienes lo cuestionamos (¿cómo poner mi cuerpo en relación con otros cuerpos sin pretender todo el tiempo situar el mío por sobre la experiencia común?). Evidentemente, una situación de crisis y de cuarentena impone dinámicas a las que tal vez estemos poco o nada acostumbrados (y acostumbradas). Hay que tener rigurosidad con los horarios de inicio de las reuniones, mantener la escucha atenta frente a la pantalla, ser ordenados (y ordenadas) para tomar la palabra, apelar a la capacidad de síntesis y la claridad para expresar las ideas, ser capaces de intercambiar pareceres por un rato pero luego resolver, es decir, acoplar nuestra mirada a una decisión colectiva que no puede seguir en debate mucho tiempo más, sea porque la red de internet “se cuelga” o porque comienzan a “colgarse” sus participantes, sea porque tenemos menos hábitos de reunión por vía un dispositivo tecnológico y nos fastidia (podrá argumentarse que es una cuestión de edad, pero sospecho que aún la gente más joven tiene poca gimnasia en esto de reuniones virtuales entre muchas personas, y sobre todo, para discutir ideas y tomar resoluciones que implican las vidas de otras tantas decenas o cientos o miles de personas).

La pandemia, entonces, parece ofrecer condiciones para derribar dos grandes mitos del liberalismo: el que coloca al individuo (“ciudadano libre”) por sobre todas las cosas, y el asume que todos los individuos, en tanto ciudadanos, somos iguales frente a la ley, pero también, frente una adversidad natural o una enfermedad.

Lógica, e históricamente, el individuo no está primero que la comunidad, y al menos en el capitalismo, pobres y ricos no somos iguales frente a una pandemia (tampoco en “épocas normales”, es el mismo el tipo de vinculo que los sectores populares tienen con la libertad y con muerte: los lugares en donde viven son bien diferentes a los que habita la burguesía y la pequeña burguesía: el status que sostienen, los lugares en donde se atienden si se enferman y los recursos con los que cuentan para afrontar esa situación llegado el caso, etcétera).

  1. Elaboración del archivo

En un texto reciente (“Encerrar y vigilar”), publicado en el contexto de la pandemia, Paul B. Preciado incita a utilizar el tiempo y la fuerza del encierro “para estudiar las tradiciones de lucha y resistencia minoritarias que nos han ayudado a sobrevivir hasta aquí”.

También León Trotski, hace un siglo atrás, planteó en su discusión con las vanguardias artísticas del momento que el marxismo se caracterizaba por inscribir sus postulados “dentro de una tradición”; una tradición que a estas alturas –sabemos– siempre es una invención y poco tiene que ver con el tradicionalismo conservador, puesto que, de lo que se trata, es de construir un legado, apelar a imágenes del pasado para que funcionen como inspiración en el presente.

La historia no da respuestas por sí mismas, pero sabemos, puede ser productiva la operación intelectual de reelaborar el pasado, de ver qué cuestiones que en un momento parecían imposibles al tiempo dejaron de parecerlo. A propósito de los cambios de percepción, y sus temporalidades, Raúl Cerdeiras hace hincapié, también en un artículo reciente (“Capitalismo o existencia humana”), sobre el hecho de que, en su momento (de la mano de Copérnico y muchos otros más), la humanidad tuviera “que digerir el cimbronazo de que la Tierra era un minúsculo cascote que flota en un Universo inmenso sin saber a ciencia cierta cuál es su destino”. Es el comienzo de la llamada “muerte de Dios” –recuerda Raúl– que tardó más de un siglo en ser aceptada y a regañadientes. “El cimbronazo producido en el sentido común compartido por siglos (es falso que Dios puso al Hombre en el centro del universo) fue un acicate para invenciones decisivas en la historia de la existencia humana, de las que no podemos olvidar la apertura de las eras de las revoluciones políticas destronando a las monarquías feudales y proclamando principios que afirmaban la igualdad de los humanos”, remata Cerdeiras.

No se trata aquí de caer en la reaccionaria concepción que idealiza “pasados mejores” para recostarse en un lúcido escepticismo del presente, sino de invocar futuros perdidos que nos permitan reanudar temporalidades, sin “progresismos” ni linealidades. Tampoco se trata de pensar que elaboraciones teóricas de otros contextos podrán destrabar la gestación de conceptos que hoy necesitamos para explicar de otro modo nuestros problemas contemporáneos, pero resulta ya no sólo soberbio sino hasta estúpido creer que podemos prescindir de décadas, e incluso siglos, de producción de teoría crítica. Al fin y al cabo, en diferentes contextos y latitudes, hay preguntas que suelen ser muy similares, y puede ser fecundo estudiar cómo se resolvieron esos interrogantes en otros momentos históricos.

Por supuesto: no señalamos una tarea completamente ausente en nuestra contemporaneidad, mucho menos en un país como Argentina, donde somos unas cuantas las voluntades de quienes – contra el olvido y a distancia del “memorialismo”– venimos intentando contribuir a enhebrar los hilos de las insurgencias a través de la elaboración de determinadas genealogías.

No se trata aquí, finalmente, de bajar línea, de “encuadrar una tropa” para que se inscriba en un linaje determinado, por más que en más de una ocasión hayamos insistido en la necesidad de gestar un linaje mutante, desprolijo, contaminado, que implique a tradiciones diversas, que van desde las izquierdas en toda su amplitud (ismos marxistas y libertarios), el nacionalismo popular-revolucionario, el ecologismo anticapitalista, el cristianismo de liberación, el latinoamericanismo y los procesos de decolonización, los feminismos populares y las diversidades o bien llamadas minorías (bien llamadas en el sentido de “sustracción de la norma mayoritaria” que rige nuestras sociedades, que son no sólo clasistas sino también patriarcales, heterocisnormativistas, racistas). Cada corriente política sabrá qué figuras, imágenes de experiencias y teorías del pasado hará suyas, no es objeto de este texto situar un aspecto de polémica en este punto. Lo importante es avanzar en construir los propios linajes, con fundamentos, para ser capaces de establecer una discusión que despeje fantasmas (los del macartismo y el gorilismo, pongamos por caso) e invoque los espectros de las generaciones pasadas, para que el debate no sea sólo entre vivos, contemporáneos, sino también con los muertos, con las generaciones que lucharon antaño.

  1. Reflexión/ Sistematización/ Elaboración

Hay tres lemas que me parecen emblemáticos para rescatar hoy.

En primer lugar uno del dirigente bolchevique Vladimir Lenin, que dice así: “sin teoría revolucionaria no hay revolución”.

El otro es del filósofo francés Louis Althusser, quien sostiene: “el marxismo introduce la lucha de clases en la teoría”.

Por último, una bella frase de los pensadores Gilles Deleuze y Félix Guattari: “filosofía es crear conceptos; conceptos que tienen que ver siempre con nuestra historia, y sobre todo, con nuestros devenires”.

Por su función interrogadora, la filosofía –o más bien: ciertas filosofías– puede contribuir a promover la desobediencia y la rebelión. Al menos desde la Revolución Francesa de 1789 en adelante, durante todo el siglo XIX y todo el siglo XX la relación entre bibliotecas y procesos de cambio ha sido muy estrecha.

El ciclo comunista moderno colapsó hacia fines del siglo pasado, pero no por eso deberíamos apresurarnos a tirar por la borda el concepto mismo de comunismo, vinculado asimismo a otras ideas como lo común, la comunidad, la comunión (la común/unión). Recuperar/recrear/reelaborar el concepto de comunismo, entonces, puede ser una tarea fundamental del momento histórico que atravesamos, si tenemos en cuenta que es un concepto maldito (en el buen sentido), para la filosofía; aunque también maldito (en el mal sentido), para la tradición política argentina. De allí la necesidad de diferenciar los planos de intervención: el de la lucha teórica y el de la lucha política, donde la orientación deberá ser comunista, obviamente, pero para que efectivamente sea popular –sospechamos– quizás el significante comunismo reste más de lo que aporte (a diferencia del más genérico de “emancipación”).

“La crisis del socialismo nos ha quitado durante demasiado tiempo la posibilidad de pensar cualquier solución a la cuestión del desarrollo más allá de los límites del capitalismo. Con cada crisis en lugar de abrirse una oportunidad para pensar proyectos emancipatorios parece abrirse una trampa que nos obliga a elegir entre la aceptación de la disciplina del capital o la pobreza y el hambre”, escribe Adrián Piva en un texto titulado “Desarrollo, dependencia y estado en Argentina    desde 1976”. Son los efectos del terror posdictatorial en el cuerpo social argentino, podríamos pensar, junto a los “chichones” en las cabezas de personas de todo el mundo, que aún duelen, luego de que los ladrillos el Muro de Berlín se cayeran en 1989.

La actual “coyuntura-COVID19” nos puso cara a cara con una situación que muchas veces pretende ser dejada de lado, porque indagar sobre ella puede ser angustiante. A saber: la fragilidad de la existencia humana. A diferencia del siglo XX, y gran parte del XIX, momentos históricos regidos por cierta voluntad de certeza, el siglo XXI se caracteriza por una profunda incertidumbre: política, teórica, existencial. De este modo, cuando en momentos como el actual  ciertas certezas de la vida cotidiana aparecen corroídas, la situación puede tornarse profundamente angustiante, pero también, enormemente productiva. De nuevo: las crisis (pongamos por caso la desatada por una pandemia mundial), pueden ser muy productivas, en tanto que durante ellas nos repreguntamos quienes somos, qué queremos, hacia donde vamos, tanto en el plano singular como colectivo. Agudizar una mirada crítica respecto del mundo que habitamos, asumir que las cosas no están dadas de una vez y para siempre, puede abrirnos caminos insospechados. La cuestión es dejarse interpelar, atravesar la senda de la interrogación (por más angustiante que pueda ser) y, obviamente, entretejar algunas respuestas, al menos a modo de hipótesis que nos permitan seguir con el andar.

Tenemos que ser capaces, entonces, de desandar esa dicotomía incruenta que se viene produciendo en las últimas décadas entre elaboración teórica y práctica política, que suele coincidir tristemente, muchas veces, con el par “pragmatismo peronista/teoricismo izquierdista”. Tenemos que ser capaces de recuperar una intervención estratégica integral, tanto en las izquierdas como en los peronismos, que incluya prácticas políticas de masas, con arraigo social, y elaboración conceptual rigurosa, que sea producción de teoría como arma para la transformación, y no papeles para avanzar en una investigación que financie nuevas becas individuales.

“El ser tiende a perseverar en el ser”, supo destacar el filósofo Spinoza, para quien ser –precisamente– es siempre en una relación con los demás. La voluntad colectiva de atenerse a la cuarentena puede ser leída como un gesto individualista (salvar mi propia vida), pero también como “preocupación por otras personas de la comunidad”, tal como subrayó la filósofa Anastasia Berg, en un claro reproche al filósofo-que-lo-sabe-todo Georgio Agamben. “No es entonces la vida desnuda que se entrega al poder soberano omnipotente y garante de la supervivencia”, escribe Omar Acha en su artículo “La filosofía en tiempos de pandemia”.

Como hemos dichos, estas semanas han proliferado numerosos textos de filósofos del elenco internacional. Quizás demasiados; seguramente pocos con una vocación de intervención militante. Así y todo, filósofas como la argentina Esther Días han subrayado la voluntad de ejercer el oficio filosófico ligado a la coyuntura, cultivando una suerte de “pensamiento rápido” que permita meter preguntas allí donde el poder da por supuesto que no debe haber ninguna. El filósofo esloveno Slavoj Žižek fue uno de los primeros en proponer que la pandemia podría inaugurar la posibilidad de replantear horizontes hasta hace poco impensables. Y en un rapto de optimismo, metió la discusión sobre el comunismo. El  surcoreano Byung-Chul Han, por el contrario, subrayó de manera pesimista la situación a partir de la cual podía imponerse en muchos rincones del mundo el “modelo asiático”, sostenido sobre el control poblacional y el empleo de los llamados Big Data para contener la pandemia.

Aquí, en la Argentina, el ensayista Christian Ferrer sostuvo por su parte que, apenas pasada la amenaza y el peligro, la gente va a volver a lo mismo de siempre. Y subraya: “porque no conoce otra cultura alternativa”; porque “no hay otro horizonte de un mejor ideal de vida, por lo menos a nivel colectivo”.

¿Qué rol entendemos entonces deberíamos jugar las militancias en este contexto para revertir esa situación? ¿Es suficiente el papel desempeñado hasta el momento? Sería importante asumir que los cambios históricos se han producido siempre en coyunturas dramáticas (guerras, dictaduras… ¿pandemias acaso?) y pasar a la ofensiva, al menos en el plano de las ideas, de las propuestas en torno a cómo salir de este atolladero en el que nos encontramos.

Necesitamos llenar de preguntas nuestro presente. Dijimos que la filosofía –ciertas filosofías al menos– podían contribuir a promover la desobediencia y la rebelión. ¿Necesariamente hay que entender la rebelión como insubordinación a las políticas de Estado? Por ejemplo, en la Argentina actual, ¿pasa la desobediencia por romper la cuarentena? ¿O la cuarentena puede ser un modo de autocuidado colectivo que nos brinde a su vez un cierto respiro, una cierta modulación para operar un transitorio movimiento de repliegue para reflexionar, sistematizar experiencias, reelaborar planteos, proyectarnos estratégicamente y tomar fuerzas para intervenir de manera más audaz y efectiva en las próximas coyunturas?

Quizás haya que pensar en momentos en donde pueda considerarse, no al Estado en sí mismo (que por más que “exprese” las correlaciones de fuerzas de la lucha de clases no deja de ser un aparato gestado para la dominación) pero sí  a zonas estatales y personal de la gestión estatal como aliados, compañeres de ruta en funciones dentro de una institucionalidad que sabemos enemiga, pero también –por experiencias– conocemos en sus tendencias menos represivas y más intervencionistas en el plano del financiamiento de aquello que los neoliberales denominan “gasto social”. Quizás hoy no se trate tanto de entender la rebelión como insubordinación ante las medidas del gobierno, sino –como sostienen las compañeras y compañeros del Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas– de desobedecer las lógicas que impone el capital.

¿Qué Argentina queremos para los próximos meses? ¿Qué medidas fundamentales entendemos que tiene que tomar el gobierno en los próximos meses, semanas, días?

No podemos quedarnos con los brazos cruzados, esperando a ver y escuchar las palabras presidenciales por Cadena Nacional, para luego aplaudir o criticar.

Tenemos que construir una Agenda Programática Popular con algunos pocos puntos fundamentales que nos permitan avanzar, aquí y ahora, en algunos cambios urgentes y necesarios. La política aborrece del vacío, ya lo dijo Perón, que algo de todo esto sabía. Aquello que no discutamos y podamos proponer hoy, desde abajo, ya estará resuelto mañana por arriba.

Por supuesto, una Agenda Programática Popular no lo podrá construir ningún intelectual en soledad, ni tampoco, ningún sector en particular. Se trata de establecer una discusión entre las principales corrientes del movimiento popular, para que sean las organizaciones sociales y sindicales (del precariado y del movimiento obrero organizado), los feminismos y los ecologismos populares, la intelectualidad crítica y los derechos humanos; para que sean quienes están cada día en la primera línea de batalla contra las diversas injusticias que padecemos, fundamentalmente, quienes tengan la voz respecto del rumbo a seguir.

POSDATA: “Por un internacionalismo del siglo XXI”

Alguna vez, el pensador argentino Juan José Hernández Arregui planteó que, la revolución, debía concebirse en el plano “nacional, Latinoamericano, y mundial”. Y remataba: “y en ese orden”.

Quizás podamos discutir si es una cuestión de orden o de etapas, o si vale la pena o no seguir sosteniendo un concepto como el de revolución (este cronista sospecha que sí), pero lo que es seguro –y todos los proyectos de cambio lo demostraron en el Siglo XX, cuando la globalización capitalista estaba menos desarrollada que en el presente– es que en el actual momento de mundialización capitalista es imposible pensar procesos de transformación que no tengan en su horizonte una confrontación mundial con el capital. En ese camino, la conformación de bloques regionales se torna fundamental. Por necesidad, pero también por historia cultural y política, en Nuestra América al menos, se suele reactualizar una vocación de integración continental de nuestros pueblos cada vez que hay momentos de avance de las luchas.

Elaborar entonces formas de articulación, tanto estatal (por arriba), como popular (por abajo), será fundamental. Tenemos los ensayos esbozados en el último cuarto de siglo, desde los Encuentros Zapatistas hasta el ALBA o la CELAC, pasando por los Foros Sociales Mundiales, o la Articulación de los Movimientos Populares hacia el ALBA. Son las imágenes más recientes sobre las que deberemos proyectar nuevas formas y otros contenidos para la emancipación en los tiempos que vendrán. Ciertos feminismos ya han dado un paso en ese sentido. Como sostuvo Verónica Gago en su último libro (La potencia feminista. O el deseo de cambiarlo todo), necesitamos efectuar un pensar situado que sea inevitablemente internacionalista. Y en América Latina hay “capas múltiples de insurgencias y rebeliones” que son el suelo desde el cual pensar una resonancia mundial desde el Sur capaz de gestar un “transnacionalismo”, o un nuevo internacionalismo del siglo XXI.

Parafraseando al poeta argentino Humberto Constantini con el que comenzamos este texto, en medio de la pandemia mundial parece que estamos ante “una fiebre que no cura”. Pero quizás, también, como escribió en su poema en homenaje a Guevara, “a lo mejor es rebelión… y está viniendo”.

Fuente e imagen: http://lobosuelto.com/militanciasycovid-pacheco/

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