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Estudio Mundial: “Esto no es vida”. Mutilación femenina

Todo se trata del dominio cultural del patriarcado. Hombres y mujeres perpetuando la afrenta al derecho de las niñas.

Tres millones de niñas están en riesgo de ser mutiladas cada año.

“He visto varias pacientes. Es algo increíble. Es un tejido fibrótico que sangra por la sequedad de la zona. Mujeres con unos rostros con el dolor a flor de piel, a las que les cortan los labios mayores y menores, el clítoris y no le suturan la zona. Dejan que se cicatrice solo. A veces están meses intentando que cierre la parte cortada de la niña. Cuando se hacen grandes, las cicatrices, son inmensos queloides. Hoy, después de cuatro largos años en África, una keniana que estudió en Cuba, me confesó que su mamá se suicidó por las secuelas de la mutilación”, cuenta la doctora E. P

Ella, como millones de sobrevivientes -comenta- rompe con siglos de silencio y convierten el dolor en solidaridad, por las que están en riesgo, de cero a 15 años.

La Unicef calcula que el 91 por ciento de las egipcias han sido sometidas a la amputación total o parcial de sus genitales. De unas 140 millones de mujeres que sufren las consecuencias de esta “tradición”, más de 90 millones están en África, la mitad en Etiopía y en Egipto, donde hasta las antiguas momias, dan triste fe de que el deseo de las mujeres, lleva más de 5.000 años perseguido.

Todo se trata del dominio cultural del patriarcado. Hombres y mujeres perpetuando la afrenta al derecho de las niñas.

Los egipcios no relacionaban el clítoris con el placer sexual, y si con el deseo. La mayoría pensaba que una mujer que hubiera sufrido “un corte”, podía llevar una vida sexual satisfactoria dentro del matrimonio. Sin embargo, el doctor Mohsen Gadallah, de la Universidad Ain Shams de El Cairo, insiste en que “todavía hay resistencia a renunciar a esta tradición, especialmente en las áreas rurales del sur de Egipto. Las tasas de niñas sometidas a mutilación genital bajan, aunque muy lentamente”.

Consigna un pesquisaje en hospitales de El Cairo, con casi 700 mujeres de entre 16 y 55 años, que la mitad habían sido sometidas desde niñas a mutilación genital.

Con una muy difícil posibilidad de que las respuestas fueran todas verosímiles, fundamentalmente por cuestiones religiosas, lograron conocer que el 85 por ciento sufrieron amputación del clítoris, parcial o totalmente, por lo general a la edad de ocho años. El 15 por ciento restante también había perdido los labios menores y, en algunos casos, los mayores.

Un estudio científico dirigido por Tarek Anis, presidente de la Sociedad Panárabe de Medicina Sexual y profesor de sexología en la Universidad de El Cairo (Egipto), certificó en 2012 que la mutilación genital reduce el placer sexual de las mujeres.

Para tratar de entender, dos años antes, la Organización Mundial de la Salud (OMS) llevó a cabo un estudio en dos pueblos al sur de Egipto y en los suburbios de El Cairo, para concluir que el motivo “cultural” para cortar el clítoris de las niñas, es garantizar su virginidad y su fidelidad después del matrimonio. Entre los jóvenes encuestados, “la falta de mutilación genital conduce a las mujeres a la promiscuidad y a la sexualidad excesiva”.

Junto con el matrimonio infantil, la mutilación lastima a centenares de millones de niñas en todo el mundo.

Activistas en contra

“Tenía sólo 10 u 11 años cuando mi padre decidió circuncidarme. Sería la quinta esposa de un hombre de 70 años”. Purity Soinato Oiyie, confiesa que se lo dijo a la maestra y ella informó a la policía. No sabe aún cómo la suerte la acompañó y la policía la retiró del lugar, dos horas antes de la ceremonia de ablación. Fue la primera niña de su aldea en decir no a la mutilación genital femenina.

Cuando Jaha Dukureh tenía 15 años, viajó sola desde Gambia a Nueva York para casarse con un hombre que no había visto antes. Su matrimonio no se podía consumar hasta que fuera revertida la infibulación. En ese momento supo que cuando era una bebé, la habían sometido a la mutilación genital femenina. Le había quitado totalmente el clítoris,  cosidos los labios vaginales y hasta la vagina misma. Sólo no lastimaron el orificio para orinar y menstruar.

Foto: EFE (referencial)

La mutilación genital femenina (MGF) es una práctica que implica la alteración o lesión de los genitales femeninos por motivos no médicos y que internacionalmente es reconocida como una violación grave de los derechos humanos, la salud y la integridad de las mujeres y las niñas.

La abominación se clasifica. Tipo I: extirpación del prepucio, con o sin extirpación de parte o de todo el clítoris. Tipo II: extirpación del clítoris con extirpación parcial o total de los labios menores. Tipo III: extirpación de parte o de todos los genitales externos y sutura/estrechamiento de la abertura vaginal (infibulación).

Magda Ahmed, líder rural, comparte uno de los logros. Ella fue capaz de cambiar la opinión de una madre acerca de la mutilación genital femenina a su hija. “Me prometió que nunca nadie la convencería de hacer daño a su hija de esa manera. Ahora me doy cuenta de que mi papel como líder rural es fundamental en la comunidad”.

“Muchas niñas huyen de sus casas con tan sólo lo que llevan puesto”, afirma Apaisaria Kiwori, matrona jefa del refugio que se construyó con la intención de acoger a 40 niñas, pero ya ha recibido a más de 300 durante la ‘temporada alta’, cuando la tribu indígena kurya lleva a cabo la mutilación genital femenina.

Son nombres reales de mujeres rebeldes ante la afrenta

Sin ir más lejos. Los buscadores de noticias refieren la muerte de bebitas y niñas como consecuencia de la ablación, desde el 2007 y 2012 en Colombia, y las últimas en Somalia, 2018 y 2020 en Etiopía. Y eso es lo que se sabe, porque la práctica ha sido callarse.

El silencio frente a las consecuencias. Mutismo ante las complicaciones de salud a corto y largo plazo. El sigilo incluye el dolor crónico -sicológico y físico- infecciones, sangrados, mayor riesgo de transmisión del VIH, ansiedad y depresión, infecundidad, complicaciones durante el parto y, en el peor de los casos, la muerte en cerca de 30 países de África y de Oriente Medio y Asia meridional. También en algunos países asiáticos (India, Indonesia, Iraq y Paquistán) y comunidades de Latinoamérica. Asimismo, persiste en las poblaciones emigrantes que viven en Europa Occidental, en Norte América, Australia, Gran Bretaña y Nueva Zelanda.

Y es que en ciertas sociedades, la mutilación genital femenina es una práctica rara vez cuestionada. Aun así, en 1989, mujeres organizadas denunciaron esta forma de violencia.

Foto: EFE (Referencial)

En 2012, la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas levantó un llamado internacional -ONU-Mujeres, Unicef y el Fondo de Población de la ONU- al designar el 6 de febrero como el Día Internacional de Tolerancia Cero para la Mutilación Genital Femenina, y el 2030 como meta de eliminación. Se hace largo, urgente y la contienda es difícil, justamente donde es una norma social. Se continúa practicando, casi 30 países, aunque el procedimiento esté prohibido en algunas naciones, con un marco legal para ello.

Sólo empoderándose, puede una mujer librar su pensamiento, espíritu y cuerpo, para resistir la presión de la aceptación y el temor al rechazo de la comunidad.

Mutilación genital femenina: ¿Qué es y dónde se practica?

Colombia ha abierto espacios para la reflexión. La ablación es una práctica ancestral en las comunidades emberá chamí y emberá katío de Risaralda, y de los departamentos de Chocó y Caldas.

Aracely Ocampo, defensora del Pueblo de Pueblo Rico, denunció en 2007 la muerte de una menor indígena de la etnia emberá chamí, a consecuencia de la extirpación del clítoris. El ritual de la ablación es un «procedimiento rudimentario y antiséptico», dijo, donde las familias de esa etnia someten a las adolescentes, entre 14 y 17 años, a ese proceso de mutilación.

Desde ese propio año, a partir del proyecto Embera Wera (Mujer Emberá), las comunidades indígenas, de conjunto con el Instituto Colombiano de Bienestar y Familiar, el Fondo de Población de la ONU y la Organización Indígena de Colombia -ONIC- han deliberado en torno a sus derechos y a sus vidas. Los mandatos Embera son acuerdos de las Autoridades legales y Espirituales Indígenas, en los que se comprometen con la erradicación de la práctica.

La propia ONIC explicó que «la práctica de la “clitoridectomía” de una niña de la reserva indígena Gito Docabu, del pueblo emberá chamí y que originó su deceso, los remite a casos análogos anteriores, “que tienen que ver con nuestras prácticas ancestrales y autonomía».

La cultura debe generar vida y no muerte

Existen reportes similares en grupos indígenas desde Brasil, México, Ecuador y Colombia.

«Lo hacen dizque con una tijera o con una cuchilla o lo queman con una cuchara, la ponen a calentar en el fuego, en una leña, y lo van machucando para que se vaya chamuscando el clítoris de la niña». Lo dice una Embera Chamí y asegura que también es una práctica entre indígenas Nasa de Colombia.

Hay que explicar y no cansarse de decir, que las complicaciones inmediatas pueden incluir: dolor intenso, hemorragia, inflamación de los tejidos genitales, fiebre e infecciones como el tétanos. Problemas urinarios, lesiones de los tejidos genitales vecinos, estado de choque y la muerte. De no suceder lo peor, a largo plazo, las consecuencias pueden ser: infecciones urinarias (micción dolorosa, infecciones del tracto urinario); problemas menstruales (menstruaciones dolorosas, tránsito difícil de la sangre menstrual, etc. Trastornos vaginales (leucorrea, prurito, vaginosis bacteriana y otras infecciones); tejido y queloide cicatriciales. También problemas sexuales (coito doloroso, menor satisfacción, etc.); mayor riesgo de complicaciones en el parto (parto difícil, hemorragia, cesárea, necesidad de reanimación del bebé, etc.) y de mortalidad neonatal.

No se descarta la necesidad de nuevas intervenciones quirúrgicas, por ejemplo cuando después de haber estrechado o sellado la abertura vaginal (tipo III) hay que practicar un corte para lograr ensanchar la abertura y posibilitar el coito, como el parto (desinfibulación). La zona genital es cosida varias veces, aún después del parto, lo que aumenta los riesgos y los trastornos psicológicos. Escasa autoestima, depresión, ansiedad, trastorno de estrés postraumático, y hasta el suicidio, como la madre de la joven keniana que se decidió a contarnos.

El corte del callo

Lo dicen las mujeres Emberá, donde dos de cada tres niñas son mutiladas.

“Me contaban mis abuelas. Porque a las niñas les crecía esa cosita y había que cortarla. También porque cuando se lo cortas, no tiene nada de arrecha -excitación- entonces y le toca tener un solo marido, hasta que se muere”.

“Eso decía mi mamá, que una niña nacía y que en la vagina tenía una cosa con pelitos encima, con unas telitas por lado y lado, y que eso lo operaban […] Y ya, ponían un poquito de alcohol y ya con eso iba sanando. Mi mamá me enseñó. Pero ya no lo hago (Testimonio de mujer emberá chamí, 2009)”.

“Si, en los talleres con las mayoras, nos enseñan a mutilarlas, y es para que no le crezca como un pene y para que cuando sean mujeres, no sean ‘brinconas’, sean fieles a sus maridos”.

“Mire, yo misma quería ver cómo mi mamá y mi abuela hacían la curación a la niña mía, porque yo no sabía qué era eso. Pero mi mamá me dijo que no, que yo no podía ver, y yo le dije: ‘¿pero por qué yo no puedo ver?, ¿qué es lo que ustedes van a hacer a mi hija?’, y ella me preguntó que si a mí no me daba pesar. Yo dije que no, yo quería ver cómo hacían curación a la niña mía. Yo no sabía […] Entonces empezaron, yo pensaba: ‘¿yo qué hice?’. Yo no era capaz de seguir. Ya a lo último me retiraron porque yo estaba muy mal y no dejaba (Testimonio de mujer emberá chamí, 2009)».

“Es el corte del callo”, así se entiende en Chamí – Emberá-Chamí es un grupo étnico indígena colombiano- se eliminan las partes sexuales expuestas de la niña, toda o casi toda”.

“Hay una compañera mía, que me contaba cómo a su hija mayor también le hicieron y a la menor no, y ella dice: ‘¿será que es cierto lo que decían los abuelos? A esa muchachita no la arreglé, la dejé así. Y esa muchacha se alborota por todo [tiene una vida sexual activa]. En cambio la grande, a la que arreglaron, anda un poquito calmadita’. Entonces yo le decía: ‘¡Ay! si usted dice eso, ahora la mía también le va a pasar lo mismo. Hasta ahora es normal, ella está en la casa, ella está viendo televisión. Hasta ahora yo veo que está juiciosa, ¿qué tal más adelante?’. Entonces yo digo: ¿será que vamos a tener que ver un problema por algo que dejamos sin arreglar?(Testimonio de mujer emberá chamí, 2009)».

“No, nosotros no sabíamos de eso, nosotros éramos inocentes de que eso existía aquí en la comunidad, pues como yo no tengo niñas, yo tampoco sabía cómo era el clítoris. […] Yo me preguntaba por qué yo no tengo eso, entonces le preguntaba a mi mamá y ella me decía que yo había nacido así. Es que los mayores eran muy ocultos con esas cosas, ellos nunca le decían a uno nada, ni los hombres sabían (Testimonio de mujer emberá chamí, 2009)».

“Cuando la niña nace con el clítoris largo, que sobrepasa la vulva, se arregla para que no crezca como un pene. La curación es para evitar que en el momento de tener relación sexual con el marido, no se ponga erecto como el pene, porque eso muchas veces no le gusta a los hombres (Testimonio de mujer emberá chamí, 2010)».

“Hay unas mujeres que las operaban. Mi mamá arreglaba a mi niña, me decía que había que arreglarla, me decía: ‘hija póngale cuidado y verá que eso lo arregla es así’. La primera vez yo no sabía, claro que me dio miedo. Primero tuve un embarazo de un niño, después fue una niña. Mi mamá dijo: ‘tienen que operar la niña’. Decía que así no se veía nada más, que ya quedaba normal la vaginita (Testimonio de mujer emberá chamí, 2009)».

“Eso es como un tabú que no se le cuenta a los hombres, hasta que una vez a una señora se le murió una niña de tres días de nacida. Una señora mayor llegó y le practicó ese trabajo a las nueve de la mañana y cuando el papá llegó en la tarde la niña había fallecido a las dos de la tarde. Empezó a haber chisme entre las mayoras y por eso se supo, para ellas era un secreto pero los compañeros se enteraron por los chismes y pensaron que eso era malo, que eso era delito (Testimonio de mujer emberá chamí, 2010)».

“Entonces ya fue uno pensando, allí mucha gente decía: ‘hombre, con unos huevos, apenas se ponen calienticos, ahí mismo sobarle allá’. Cuando la gallina coloca el huevo, ahí mismo hay que cogerle y con eso sobarle allá en la vagina. Si eso no se hace, cuando ya va creciendo la niña, cuando tenga un añito, entonces se va alborotando más, por eso no se puede dejar eso así. […] Ahora eso [ablación] no se hace pero lo del huevo sí (Testimonio de mujer emberá chamí, 2009)».

“Yo estoy en dudas y me he sentido apenada de esas tradiciones. Pero también pienso que nuestras madres han dado vida y de ahí nosotros vivimos en nuestros territorios tradicionales. Nosotros hemos venido milenariamente, pisamos la madre tierra, y en este momento yo estoy aquí parada en nombre de mi tradición y de las parteras que me dieron la vida (Testimonio de mujer emberá chamí, 2010)».

“Las emberá enfrentan muchas otras situaciones que menoscaban sus posibilidades de pervivencia, como mujeres y como indígenas. Son víctimas de diversas formas de violencia tanto por la acción de actores externos, como al interior de sus comunidades debido a la reproducción de prácticas de subordinación que se han incorporado a la cultura. La ausencia de condiciones de vida digna para ellas hace muy difícil su fortalecimiento y, como consecuencia de ello, limita los procesos de transformación de imaginarios patriarcales”.

“Nuestras hijas son víctimas de violencia seria en nuestro territorio (…) La mujer siempre ha sido discriminada, también entre nosotras mismas. A las mujeres no les gusta que otras vayan a fortalecerse dentro de sus comunidades, no les gusta que las niñas sean educadas. Sólo nos gusta que cuiden a los hermanitos, no más. Entre nosotros mismos los indígenas hemos utilizado el abuso verbal, el abuso físico, el abuso de confianza, por eso no nos hemos fortalecido. Hay atropello por parte de actores armados que vienen a nuestros territorios (Testimonio de mujer emberá chamí, 2010)».

“Esta práctica de la curación, es un tema de mujeres. Una niña fue llevada con una infección genital a Pueblo Rico, y muere. Se indaga con las parteras y se reconoce la práctica entre las parteras”.

“Nos tocó a las lideresas ir a cada vereda, son 36 en cada municipio, a preguntarle a las ancianas, a las más. Nadie quería hablar incluso se enojaban, es un tema muy vergonzoso para ellas. Se hicieron talleres con las mujeres, al personal de salud de la zona, con todas las mujeres”.

“Las parteras plantean que atenderán los partos, pero que eso es responsabilidad de la familia, si la niña mañana aparece con eso cortado”.

“Aquí en mi resguardo, ya no se hace. Se les ha dicho a las parteras que si a la niña le pasa algo, de pronto, ella puede ir a la cárcel. Es algo anormal para la niña, a pesar de que venga de una tradición”.

“La experiencia para el resguardo, fue difícil, pues las parteras se cerraron diciendo que eso era su práctica cultural tradicional eso de cortar el clítoris”.

“Hay una parte de la comunidad que lo entiende como un maltrato físico contra la mujer indígena. Otra, la mayoría de las veces es algo oculto, entre la mayora y la madre. No puede saberlo ni el papá”.

“Pero muchos esposos lo saben, el hombre Emberá tiene una autoridad muy fuerte en la familia, hay que fortalecer el tema con ellos. Nosotras lo entendemos, pero los hombres no lo van a entender. Los talleres deben ser para todos”.

“Eso no es cultura, por eso hablo mucho a las mayoras, entiendo que es difícil que comprendan que eso no se puede hacer. Por tanto me han tenido ciertas dificultades”.

“Desde el 2012, las autoridades estatales e indígenas, manifestaron su compromiso con la erradicación de las practicas nocivas a la salud de niñas y mujeres indígenas, comenzando por la mutilación genital femenina. Se volvió un tema común, vamos avanzando porque de eso, antes no se podía hablar”.

“Si, con los talleres, se capacitaron a muchas mujeres que perdieron el miedo a hablar del tema. Nosotras como mujeres no podemos maltratar a nuestras criaturas, a nuestras niñas que trajimos a este mundo. Nadie tiene ese derecho a eso”.

Colombia tiene 48 millones de habitantes. Unas 300.000 son indígenas Emberá. Un 49 por ciento son mujeres que se vuelven mayores entre los 10 y los 12 años, así pueden conseguir esposo y hacer una familia. La nación Emberá se encuentra entre Ecuador, Panamá y Colombia, donde están desplazados en 16 de los 32 Departamentos. Allí es común el nacimiento en casa, acompañados de sus madres, abuelas y las parteras, que por tradición, guardan la placenta de la mujer y el ombligo del recién nacido. Lo que pasa ahí dentro, ahí se queda.

«Fueron ellas quienes incitaron a que se continuara realizando», dice Dayana Domicó, coordinadora nacional de juventud de la ONIC. La mujer emberá, se refiere a las monjas católicas, quienes -dice- afirmaron esta tradición heredada de la cultura africana. Los esclavos también llegaron a Latinoamérica víctimas de una trama de colonización, violencia y sufrimiento.

Mujer emberá: “eso no es vida, es una tortura. Que así como Karaví (Dios), la Madre Tierra, nos manda a este mundo así mismo tenemos que aceptarnos».

Una de cada 20 niñas y mujeres han sufrido alguna forma de mutilación genital femenina (MGF), según cifras de Naciones Unidas (ONU).

Eso significa que 200 millones de mujeres en la actualidad han sido sometidas a algún tipo de corte, cambio o eliminación de la parte externa de sus genitales. Mujeres, esa no es una tradición, es una traición.

Fuente: https://www.telesurtv.net/telesuragenda/mutilacion-genital-femenina-cultura-derechos-humanos-20200803-0034.html

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América Latina: Violaciones de mujeres y niñas producto de un sistema machista donde el Estado y las instituciones muchas veces son cómplices

Redacción: DW

Las violaciones a niñas y mujeres de todas las capas sociales y de todas las etnias, así como de mujeres trans, atraviesa a América Latina y es un fenómeno que se agrava con la pandemia del coronavirus.

La violencia de género es un fenómeno que sigue azotando a las mujeres en los países de América Latina y el Caribe. Todavía resuena en muchos oídos la letra de «Un violador en tu camino», del colectivo chileno «Las Tesis», y las imágenes de la performance de ese mensaje en todo el mundo siguen en las redes sociales. Sin embargo, nuevos casos de violaciones de mujeres y niñas en América Latina vuelven una y otra vez a ocupar los titulares. La violación de una niña indígena embera a manos del Ejército colombiano trascendió recientemente, así, como, a principios de junio, la definición por parte de un fiscal argentino de una presunta violación en grupo a una menor de 16 años ocurrida en 2012 en la provincia argentina de Chubut. El fiscal Fernando Rivarola definió ese delito como «accionar doloso de desahogo sexual», y lo rebajó de «abuso sexual gravemente ultrajante con acceso carnal» a «abuso sexual simple». Los cuatro adultos imputados aceptaron, junto con la víctima, un juicio abreviado que los deja condenados a tres años de prisión en suspenso, libres de cárcel.

 

Asimismo, todavía hoy continúa la práctica aberrante del «chineo» o «rameo» en las comunidades indígenas de las provincias argentinas de Formosa, Chaco, parte de Salta y el norte de Santa Fe, en la cual se viola a mujeres menores de edad y adultas para someterlas, en un rito de iniciación sexual que data de finales del siglo XIX y es una de las manifestaciones de racismo y discriminación por género, etnia, edad y condición socioeconómica. Hoy sigue afectando a las mujeres y niñas de las etnias wichí, qom, pilagá, moqoi, tapiete, chorote y chané de esa región argentina. Pero está claro que las violaciones de mujeres, niñas y mujeres trans atraviesa y golpea a toda Latinoamérica.

«Terrible desprotección» de mujeres y niñas indígenas

Las niñas y mujeres indígenas, y también otros grupos de mujeres, están sujetos en Latinoamérica a una triple discriminación: se las discrimina por ser mujeres, por ser indígenas y por ser pobres. Se calcula que 25 millones de mujeres de pueblos nativos de América Latina y el Caribe se ven desamparadas y expuestas a la violencia, situación que se ha agudizado con la pandemia del nuevo coronavirus. El confinamiento y la imposibilidad de trabajar han agravado su falta de recursos económicos y, muchas veces, las dejan a merced de la violencia machista en sus hogares, violencia ejercida por parte de sus parejas y/u hombres de la familia o cercanos a ella.

«Nosotras usamos el término ‘violencias’ en plural», dijo a DW la peruana Tarcila Rivera, líder indígena coordinadora del Enlace Continental de Mujeres Indígenas de las Américas (ECMIA), una red integrada por más de 30 organizaciones indígenas de 23 países. «La violencia doméstica, la violencia institucionalizada, la violencia sexual y el racismo, con su expresión en las discriminaciones, en la exclusión en las políticas del Estado y en la distribución de los presupuestos; el ser expulsadas y enajenadas de nuestros recursos naturales y nuestro territorio: esas son las múltiples formas de violencia que sufrimos las mujeres y niñas indígenas. Son formas de una violencia tremenda que daña nuestra autoestima, y limita todas nuestras posibilidades de crecer y acceder a mejores posibilidades», explica. Tarcila Rivera fue, hasta 2019, miembro del Foro Permanente para las Cuestiones Indígenas de las Naciones Unidas.

Tarcila Rivera, líder indígena coordinadora del Enlace Continental de Mujeres Indígenas de las Américas (ECMIA), una red integrada por más de 30 organizaciones indígenas de 23 países.Tarcila Rivera, líder indígena coordinadora del Enlace Continental de Mujeres Indígenas de las Américas (ECMIA), una red integrada por más de 30 organizaciones indígenas de 23 países.

En cuanto a la violación de una niña embera en Colombia, perpetrada por miembros del Ejército de ese país, Rivera dice que «las niñas y las mujeres indígenas están en una situación de terrible desprotección, porque no se tiene garantías de seguridad sobre la vida, ni los cuerpos, ni por parte del Estado, como en este caso. El Ejército de un Estado debería velar por la integridad y la seguridad del pueblo. Y, sin embargo, tenemos este ejemplo terrible de Colombia». Y menciona también el caso de una niña de 12 años de la etnia guaraní, comunidad de Manduviyu, en el Departamento de Itapuá, Paraguay, que fue hallada muerta, el 29 de junio, en un maizal, víctima de una hemorragia aguda tras haber sido violada. El sospechoso de haber cometido ese crimen es un hombre de 26 años de su mismo pueblo.

«Prácticas nocivas» que hay que deconstruir

«Las violaciones de mujeres y niñas son hechos que, desafortunadamente, vemos que suceden continuamente en nuestra región y en el mundo, y tiene que ver con las prácticas nocivas hacia niñas y mujeres adolescentes y adultas, producto de una mirada hacia mujeres como mercancía, como objetos sexuales, como mano de obra gratuita», dice Neus Bernabeu, Asesora Regional de Género y Juventud para América Latina y el Caribe del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), en entrevista con DW. En el Informe Mundial de Población de UNFPA del 30 de junio de 2020, se tratan, además de las violaciones, temas como la ablación genital y el matrimonio infantil, este último, la «práctica nociva más recurrente en América Latina y el Caribe».

Neus Bernabeu, Asesora Regional de Género y Juventud para América Latina y el Caribe del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA).Neus Bernabeu, Asesora Regional de Género y Juventud para América Latina y el Caribe del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA).

De acuerdo con Neus Bernabeu, en la región, y en todo el mundo, «persiste la idea de que las niñas y mujeres no tienen el control sobre su cuerpo, sobre su vida, sobre su sexualidad. Estas prácticas nocivas son, a veces, costumbres o tradiciones culturales que provocan daños irreversibles en las niñas», añade.

La violencia ejercida sobre el cuerpo y la psiquis de las mujeres es de amplio rango y va desde los castigos, la tortura física y psíquica, hasta la violación, que provoca embarazos y maternidades infantiles forzadas. «Esto está instalado en nuestras sociedades y, no solo no estamos haciendo lo suficiente para erradicarlo, sino que, muchas veces, somos cómplices de esas situaciones», advierte la experta de la ONU.

Autoridades, instituciones, forman parte de un «sistema machista»

La tradición cultural del patriarcado atraviesa todos los estamentos de la sociedad: la política, la economía, la educación y la justicia. ¿En qué medida son cómplices las sociedades, los Estados y la Justicia de este estado de cosas? «Son responsables en varios niveles», explica Bernabeu. «Como Estados, tenemos instrumentos para que se respeten los derechos humanos, y la violencia sexual contra las mujeres está regulada en los marcos legales. Pero muchas veces no se cumple con ese marco legal, porque hay resistencia a hacerlo, o porque los derechos de las mujeres y las leyes que las protegen no se han difundido ni entre las niñas y mujeres, ni entre la ciudadanía en general, ni entre los servidores públicos», agrega.

Eso tiene que ver con el machismo que persiste en nuestras sociedades, según Bernabeu. «Hemos sido criados en ese machismo, y las instituciones y los servidores públicos forman parte de ese sistema. Cuando hay que aplicar la ley, también las autoridades transmiten esa mirada de infravaloración de las mujeres, esa cosificación del cuerpo de las mujeres, y, por lo tanto, no están actuando como debería ser, según las leyes que los mismos Estados han aprobado», subraya. Y dice que «por eso es muy importante cuestionar ese sistema y trabajar para deconstruirlo y construir nuevas masculinidades».

La violación no es un acto sexual, sino un acto de poder

La violencia contra las mujeres toma diferentes formas, sutiles y explícitas, tanto en el hogar como fuera de él. Las violaciones y feminicidios son crímenes de género que tienen como fin, simbólicamente, someter a las mujeres. «La violación», dijo la antropóloga Rita Segato en entrevista con La Vanguardia (14.04.2017), «es un acto de poder y dominación». Y añadió que «debe entenderse que es un error hablar de crímenes sexuales: son crímenes del poder, de la dominación, de la punición. El violador es el sujeto más moral de todos. En el acto de la violación, él está moralizando a la víctima. Yo he trabajado años entrevistando a violadores. Los abogados, los jueces, no están formados, no tienen educación suficiente como para entender qué es un crimen sexual». Según ella, el violador no es un ser anómalo, sino que «irrumpe en un contenido y en determinados valores que están presentes en toda la sociedad». No está motivado por el deseo sexual, sino por el deseo de castigar a la víctima, o de demostrarle a otros hombres su poder. Para ella, lo que se debería corregir es el imaginario colectivo que impera sobre las mujeres y sobre el poder.

Bajo el lema Ni una menos, mujeres en Argentina protestan contra los feminicidios y la violencia machista sexual.Bajo el lema «Ni una menos», mujeres en Argentina protestan contra los feminicidios y la violencia machista sexual.

A la falta de conocimiento de los motivos de las violaciones se suma, incontables veces, no solo la inoperancia de las autoridades y la Justicia -como en el inexplicable fallo del fiscal argentino Rivarola-, sino también la revictimización de las mujeres violadas, en tanto se las culpabiliza de haber provocado la violación, ya sea porque estaban en el lugar en donde no tenían que estar, a horas en las que no debían encontrarse allí, vestidas con ropa que no debían llevar. Ese tipo de inversión de roles que culpabiliza a la víctima y justifica al perpetrador es usual en casos en que las víctimas no cuentan con el reconocimiento como tales, y carecen de la protección que les corresponde para que se respeten plenamente sus derechos.

La violencia contra las mujeres y las niñas -sean indígenas, mujeres negras, mujeres blancas o mujeres trans- golpea con más fuerza cuando estas cuentan con menos recursos económicos y educativos, y no tienen acceso pleno a sus derechos, ya sea porque no los conocen, o porque no se les provee de información sobre ellos. Neus Bernabeu dice que «hay que trabajar por tener marcos legales, servicios de prevención y atención que lleguen a las comunidades, porque muchas veces esas mujeres y niñas están totalmente desprovistas de cualquier tipo de servicio, de salud sexual y reproductiva, de atención de los daños causados por la violencia». Y agrega que «hay que transformar también todos estos imaginarios y estas normas que están instaladas en nuestra sociedad y en nuestras instituciones».

«¿Qué tenemos que hacer para que nuestras autoridades revisen y replanteen el sistema educativo para lograr más igualdad para las mujeres?», pregunta Tarcila Rivera. Para ella, «el deterioro ético en este sentido se da en toda la humanidad, es un tema público. Tenemos más de 250 recomendaciones específicas para que los Estados pongan atención a los derechos de las mujeres indígenas», resalta. Y concluye con una pregunta, apelando, también, a la sororidad: «Si una mujer goza de plenos derechos, y no se la excluye ni discrimina, ¿acaso no querrá lo mismo para todas las mujeres?»

Fuente: https://www.dw.com/es/violaciones-de-mujeres-y-ni%C3%B1as-producto-de-un-sistema-machista-donde-el-estado-y-las-instituciones-muchas-veces-son-c%C3%B3mplices/a-54042209

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Al mundo le faltan 142 millones de mujeres ‘desaparecidas’ por machismo

Por: Alejandra Agudo

El informe del Estado Mundial de la Población 2020 publicado por el UNFPA denuncia que hay 19 formas de violar los derechos de las mujeres y analiza en profundidad tres de ellas: los feticidios de niñas, la mutilación genital femenina y el matrimonio infantil

Las llaman «las desaparecidas». Son las que no llegaron a nacer porque fueron víctimas de feticidio femenino o murieron tempranamente porque sus padres desatendieron su alimentación y salud deliberadamente en su primera infancia. Por ser mujeres. El Fondo de las Naciones Unidas para la Población (UNFPA, por sus siglas en inglés), la agencia que se encarga de la salud sexual y reproductiva, calcula que hoy al mundo le faltan 142,6 millones de mujeres. Nacen menos de lo que es naturalmente normal (100 niñas por cada 106 niños) y fallecen de más en sus primeros años de vida. La preferencia por los hijos varones detrás de estas desapariciones es una de las 19 violaciones de sus derechos fundamentales que sufren las mujeres por el hecho de serlo, según este organismo. Desde el planchado de senos hasta las pruebas de virginidad. Pero en su informe anual del Estado de la Población Mundial 2020 se ha centrado en tres: la ya citada selección de niños, el matrimonio infantil y la mutilación genital femenina.

«Imaginen a una niña de 12 años que adora ir a la escuela, pero a la que sus padres un día le dicen que se ponga su mejor ropa y dos horas después la casan con su vecino que le triplica la edad. O una chica de 16 años a la que le mutilan sus genitales. Imaginen a una pequeña de cuatro que escucha a sus padres quejarse de que no tienen un hijo y que ella es solo una carga», pide Natalia Kanem, directora ejecutiva del UNFPA, a un grupo de periodistas en la presentación por videoconferencia del informe titulado en esta edición Contra mi voluntad. «No nos hace falta imaginarlo porque son situaciones reales que ocurren miles de veces cada día en todo el mundo», agrega.

No fue una ficción paraJasbeer Kaur. Cuando tenía 25 años supo que estaba embarazada de trillizas. Tres niñas. «Ahora está prohibido pero, en aquel momento, te decían el sexo del bebé. La doctora se ofreció a practicarme un aborto porque consideró que sería difícil para mí criar a tres hijas Me explicó que el procedimiento era sencillo, similar a un parto. Por unos momentos tuve miedo, pero Dios me dio fuerzas para rechazar su oferta y dije que no», recuerda esta madre india 23 años después. Una decisión nada común que no gustó a su marido ni a sus suegros. «Ninguna niña había nacido en la familia de mi esposo en tres generaciones. Y dijeron que no iban a permitir que vinieran al mundo tres de golpe. Me dieron un ultimátum: aborta o vete», rememora Kaur. Y se marchó.

A pesar de que actualmente la revelación del sexo del bebé está prohibida en India para evitar los feticidios femeninos, tampoco algunos de los vecinos de Kaur en el Rajastán rural entienden aún hoy su decisión. «La gente aquí en mi pueblo a menudo me dice: ‘Pobrecita, deberías haber tenido al menos un hijo en lugar de tres hijas’. Y les digo: ‘¡Ahórrense esa basura! Soy mujer y estoy orgullosa de haber criado a estas chicas que ahora son adultas», relata. Pero esta madre es también un ejemplo vivo que todas las mujeres locales citan con orgullo, aseguran los autores del documento.

Sin embargo, la selección prenatal y posnatal de varones sigue muy extendida en India. De acuerdo con los datos analizados por el UNFPA, cada año se abortan selectivamente casi medio millón de niñas. Y una de cada nueve de las muertes infantiles de niñas menores de cinco años en el país son atribuibles a esta discriminación de género. India y China (666.300 feticidios femeninos anuales), son los mayores generadores de desaparecidas en el mundo. Y su balanza de sexos está muy descompensada con 112 niños por cada 100 niñas.

«Las mujeres no pueden esperar. Las chicas representadas en este informe no pueden esperar. Y sus derechos no deben dejarse de lado debido a la covid-19 o un huracán, ni por nada. Deben ser una prioridad. Es lo que exigen los Objetivos de Desarrollo Sostenible [ODS]», reclama Kanem en una entrevista por teléfono. «Aun así, muchas no van a la escuela, no terminan la primaria y ni sueñan con la secundaria. Y sabemos que la educación es protectora frente a otras violencias. El matrimonio infantil o la mutilación genital femenina es una discriminación hoy, pero es un trauma para el resto de sus vidas. Y, por supuesto, lo es la preferencia de hijos», resume.

En opinión de Kanem es necesario preguntarse por qué en algunas culturas y territorios los progenitores prefieren tener hijos varones y se producen abortos selectivos de niñas. «Es irónico. Encontramos que muchos quieren chicos para que, cuando sean adultos, les mantengan. Pero a veces eso no sucede e incluso tienen problemas para encontrar esposa. A veces es por cuestiones religiosas o porque es el hombre el que hereda y perpetúa el nombre de la familia». Pero todo eso se puede cambiar, anota la doctora, si se repiensa la seguridad económica de los ancianos o se pone en valor que una hija educada también cuidará de sus mayores, por ejemplo.

Es posible acabar con la mutilación genital femenina y el matrimonio infantil en 10 años

Para acabar con las prácticas dañinas contra las niñas y mujeres es necesario que las leyes y las políticas se traduzcan en acciones sobre el terreno, apunta Kanem. Y que las intervenciones que se desarrollan en las comunidades se puedan hacer crecer. «Algunos enfoques no son escalables. Entonces, si solo estamos haciendo dos y tres pequeños cambios en comunidades aquí y allá, es posible que no sean lo suficientemente potentes como para conseguir la transformación radical que necesitamos para lograr la igualdad de género para el año 2030».

Kanem cree que es posible alcanzar algunas de las metas establecidas en los ODS, sobre todo, acabar con la mutilación genital femenina y el matrimonio infantil para 2030. Pero con más acción y más actores involucrados. «Es por eso que hago un llamamiento a los hombres; para que sean parte de la solución, para que defiendan los derechos de las mujeres», apela. «También creo que es importante no subestimar el papel que están jugando los jóvenes. Ellas exigen la igualdad».

Tienen motivos. Los datos publicados por el UNFPA demuestran que hay progresos en la lucha contra la ablación o el matrimonio infantil, pero más niñas se verán afectadas debido al crecimiento demográfico en el planeta. Este 2020, se estima que 4,1 millones de niñas serán sometidas a la mutilación genital. En total, 200 millones de mujeres en el mundo han sido sometidas a esta violencia. Hoy, en un solo día, 33.000 niñas menores de 18 años serán obligadas a casarse, en la mayoría de los casos con hombres mucho mayores que ellas. Se sumarán a los 650 millones de esposas que fueron forzadas a enlazarse antes de alcanzar la mayoría de edad.

Alejandra Teleguario, de 19 años, es una de esas jóvenes que ha dicho basta. Esta guatemalteca es «activista feminista por los derechos sexuales de las juventudes y mujeres» de su país y forma parte del Grupo Asesor de Jóvenes del UNFPA en Guatemala. Comenzó su defensa de los derechos de las niñas y adolescentes con 13 años al conocer a chicas jóvenes, incluso de su edad, en el Hogar Seguro del Estado que habían sido víctimas de violencia de género, agresiones sexuales y matrimonio infantil. «Algunos casos eran muy fuertes», recuerda. En 2015, el Código Civil de Guatemala permitía las uniones desde los 14 años ellas y 16 ellos. Y los cambios que se produjeron desde entonces dejaban la puerta abierta a los enlaces entre menores. Hasta 2017. Teleguario se siente parte de esa victoria. «Aunque todavía hay datos preocupantes, sobre todo en municipios donde predomina la pobreza extrema y persisten prácticas culturales que no han permitido defender completamente los derechos de niñas y adolescentes», advierte.

Miembro de los programas de jóvenes líderes de la organización Women Deliver, Teleguario está involucrada con diferentes organizaciones, redes y actividades para acabar con las prácticas nocivas que sufren las niñas en su país, especialmente los embarazos adolescentes. «Entre enero y mayo de 2020 se han registrado 46.863 en chicas de 10 a 19 años. Es una cantidad desorbitada teniendo en cuenta que desde marzo el país ha estado en cuarentena por la covid-19. Y es un tema tabú la educación en temas de sexualidad», explica.

También es tabú el aborto y no constan casos de feticidios femeninos en el país, pero sí hay preferencia por los varones. «Cuando se festeja la llegada de un bebé, la alegría es mucho mayor si es un niño. Cuando se enteran de que es una niña, hay rechazo en algunas comunidades. Las familias son numerosas y hay una distinción muy fuerte entre las oportunidades que se le dan a los hombres y las mujeres. No es secreto que en Guatemala y otros países de la región se prioriza la educación de los chicos, entre otros privilegios», detalla. «Ellas se quedan en casa ayudando a la madre con las tareas del hogar. Además del hecho de que todavía se sigue practicando el intercambio de hijas por objetos o animales».

Nacer niña es una misión difícil en muchos países. Y una vez en este mundo, la vida va a ser más dura, plagada de obstáculos y violaciones de sus derechos. El ritmo hacia la igualdad de género y la erradicación de estas prácticas es lento. Así lo ha señalado la ONU: el ODS 5 que llama a poner fin a todo tipo de violencia ejercida contra las mujeres es el que menos ha progresado. «Es la década de la acción», apunta Kanem. «Y una estrategia para la acción concertada necesita una hoja de ruta, necesita un plan, necesita un acuerdo. Entonces, el estilo de debate combativo del feminismo puede ser productivo, pero el punto de ese debate debe ser: ¿qué vamos a hacer? Creo que las feministas, algunas de las estrategas más sabias y comprometidas del mundo, deben unirse para avanzar en esta agenda. Espero que defiendan la igualdad de derechos para las niñas, donde sea que estén. Y aunque se produzcan debates, aceptemos que una niña debe permanecer en la escuela, que tiene que estar bien preparada para el empleo y debe contar con la información para tomar decisiones sobre su cuerpo, su fertilidad y lo que quiere hacer para dar forma a su propio futuro», zanja la experta.

Y LLEGÓ LA COVID-19

Un informe del Fondo de Población de la ONU del pasado abril, advertía de que algunas medidas para combatir la covid-19, como el confinamiento y el cierre de clínicas por falta de material y personal, dejarán sin acceso a métodos anticonceptivos a 47 millones de mujeres. La investigación del UNFPA, realizada con contribuciones de Avenir Health, la Johns Hopkins University (EE UU) y la Universidad Victoria (Australia), desvelaba que, por cada trimestre de interrupción de los servicios de salud sexual y reproductiva habrá dos millones adicionales de mujeres que dejen de usar anticonceptivos modernos. Lo que supondrá un gran paso atrás en los progresos que se venían produciendo en la extensión de su uso, que casi se había duplicado en dos décadas, pasando de los 470 millones que los utilizaban en 1990 a 840 millones en 2018. ¿Resultado? Habrá siete millones de embarazos no deseados en seis meses en 114 países de renta baja y media.

Fuente e imagen tomadas de: https://elpais.com/elpais/2020/06/29/planeta_futuro/1593424633_591329.html

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Los talibanes continúan oprimiendo a las mujeres en Afganistán, según HRW

Redacción: La Vanguardia

Los talibanes continúan aplicando sus severas medidas en contra de las mujeres y cercenando las libertades sociales en Afganistán, según un indica Human Rights Watch (HRW) en un informe publicado hoy y que contradice las recientes declaraciones del grupo radical sobre una flexibilización de algunos de su postulados rigoristas y la abolición de sus duras regulaciones.

El informe está basado en 138 entrevistas, hechas entre enero de 2019 y abril de 2020 a maestros, ancianos, estudiantes, miembros de la comunidad y talibanes en las provincias de Kunduz, Wardak y Helmand.

LA EDUCACION DE LAS NIÑAS

Aunque los talibanes aseguran que «ya no se oponen» a la educación de las niñas, en el terreno «muy pocos (de ellos) realmente permiten que asistan a la escuela después de la pubertad», mientras que «otros no permiten» que lo hagan «en absoluto», indicó el informe.

Aunque en los distritos de Kunduz los talibanes han permitido que funcionen las escuelas para niñas, en las áreas que controlan en el sur de Helmand no hay escuelas para niñas, y han implementado el pago de «impuestos» a quienes enseñen en las de regiones vecinas.

SIN JUSTICIA NI LIBERTAD

De acuerdo con HRW, en los tribunales dirigidos por los talibanes, las mujeres y niñas que son víctimas de violencia doméstica no reciben «ni siquiera la posibilidad limitada de justicia» que existe en los tribunales estatales.

Con respecto a la libertad de expresión, el informe denuncia que los medios de comunicación solo pueden ingresar en las áreas controladas por los talibanes siempre que consigan su permiso explícito.

Además, «los comandantes talibanes han amenazado y atacado a periodistas por informes críticos», sostuvo.

El informe aseguró además que los talibanes prohíben en algunos distritos el uso de la televisión y de teléfonos inteligentes y los residentes que pueden hacer uso de ellos lo hacen de manera clandestina.

VICIO Y VIRTUD

En los distritos bajo control talibán siguen actuando los controles de «moralidad» impuestos a partir de 1996, cuando el grupo radical tomó el poder en Afganistán y estableció una «policía contra el vicio y por la virtud».

Según HRW, los talibanes vigilan la adhesión de los residentes a sus normas sobre vestimenta, longitud de la barba, o asistencia de los hombres a las oraciones de los viernes.

En las comunidades bajo el control talibán está prohibido cualquier contacto con el Gobierno afgano, y quienes lo hacen son acusados de ser espías, según la investigación.

Las acusaciones de la organización internacional denuncian una brecha entre las declaraciones oficiales de los talibanes sobre los derechos y las posiciones restrictivas adoptadas por estos sobre el terreno.

Según HRW los talibanes están lejos de un consenso interno sobre sus propias políticas, de manera que «alcanzar un acuerdo sobre las disposiciones de derechos humanos en un acuerdo de paz (con el Gobierno afgano) no necesariamente dará como resultado su implementación a nivel local».

EL RECHAZO DE LOS TALIBANES

“Esto está completamente equivocado y rechazamos este informe. Human Rights Watch prepara dichos informes solo para propaganda y trata de difamar al Emirato Islámico (como se autodenominan los talibanes)», dijo a Efe el portavoz talibán Zabihullah Mujahid.

Refiriéndose a las acusaciones sobre el derecho a la educación, el portavoz aseguró que aunque están en guerra, han hecho «todo lo posible» para mantener las escuelas abiertas.

«En absoluto, no prohibimos las escuelas de niñas», aseveró el portavoz, que negó además todas las acusaciones relacionadas con la libertad de expresión o comunicación y aseguró que que «nunca» se han prohibido.

Se espera que en las próximas semanas representantes del Gobierno afgano y los talibanes celebren en Doha su primera reunión directa con la intención de comenzar un proceso de paz.

Entre otros temas, las partes tratarán sobre los derechos de las mujeres, la libertad de expresión y otros valores sociales y democráticos que los afganos ganaron desde 2002 cuando los talibanes fueron expulsados del poder.

Fuente: https://www.lavanguardia.com/politica/20200630/482038725908/los-talibanes-continuan-oprimiendo-a-las-mujeres-en-afganistan-segun-hrw.html

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De lo que hablan las mujeres africanas cuando se les da voz y una cámara

Reseñas/19 Marzo 2020/elpais.com

La exposición fotográfica ‘Parlamento de mujeres de África’, de la AECID y la Federación Africana sobre el Arte Fotográfico (FAAP) llega a Saint Louis para suscitar el debate en torno a la igualdad

Nunca se me habría ocurrido cómo plasmar la violencia contra las mujeres en una imagen”, confiesa Mbaye Diouf, estudiante de último curso de la carrera de Artes y Culturas en Saint Louis (Senegal) mientras visita la muestra de fotografía Parlamento de mujeres de África, un trabajo colectivo expuesto desde el pasado 15 de febrero en la Galería Siki Rio de la ciudad.

Bajo el lema Igualdad, equidad y derechos de las mujeres, esta muestra, promovida por la Agencia Española de Cooperación para el Desarrollo (AECID) y la Federación Africana sobre el Arte Fotográfico (FAAP), es el resultado de un taller impartido por los fotógrafos españoles David Palacín y Marta Moreiras en Dakar en junio de 2019. Participaron ocho fotógrafas y cinco fotógrafos procedentes de Senegal, Benín, Malí, Costa de Marfil y Congo-Brazaville.

 

“Lo que más me llama la atención es que, en realidad, para ver las desigualdades solo había que mirar alrededor”, reflexiona Diouf, de 25 años, y amateur en este arte. Ante sus ojos se exhibe un abanico de obras que, a través de diferentes técnicas artísticas, ofrecen miradas diversas, inspiradas en la realidad femenina que las rodea: la identidad, la discriminación, las violencias, las cargas de trabajo, el papel de los hombres, etcétera. “En África, en Europa y en todo el mundo, los derechos de las mujeres son violados cotidianamente. Como artistas, debemos pronunciarnos”, expone Mamadou Gomis, presidente de la FAAP.

Koukambakana Matthieu Urielle, originaria de Congo-Brazaville y asentada en Senegal desde hace cinco años, ha elegido hablar del sexismo. Con su trabajo quiere reflejar la vida cotidiana de muchas mujeres que se ven juzgadas por su forma de vestir, según comenta la artista. Para ello, utiliza el color rojo saturado y una minifalda como metáfora “accesible a todo el mundo”. “La vestimenta no hace a la persona en ningún caso”, opina, “pero el juicio que se hace a lo que llevan las mujeres es injusto y sesgado, y se hace tanto desde la familia, como en la calle o el sistema en general”.

Urielle vincula su obra a la campaña en redes sociales #balancetonporc (“denuncia a tu cerdo” en francés), que permite a las víctimas de acoso, agresión sexual o violación compartir de manera anónima su testimonio con el objetivo de sensibilizar y debatir sobre las situaciones que viven las mujeres.

EN ÁFRICA, EUROPA Y EN TODO EL MUNDO LOS DERECHOS DE LAS MUJERES SON VIOLADOS COTIDIANAMENTE. COMO ARTISTAS DEBEMOS PRONUNCIARNOS

MAMADOU GOMIS, PRESIDENTE DE LA FAAP

En la misma línea pero más centrado en el ámbito laboral es el trabajo de la senegalesa Nana Marie Helene Faye (conocida como Nan’art). A través del concepto de un pequeño zapato rojo, denuncia las dificultades de las mujeres para desenvolverse profesionalmente.

Foto del grupo participante en el taller procedentes de Senegal, Benín, Malí, Costa de Marfil y Congo-Brazaville.
Foto del grupo participante en el taller procedentes de Senegal, Benín, Malí, Costa de Marfil y Congo-Brazaville. MARTA MOREIRAS

A la fotógrafa gallega afincada en Dakar, Marta Moreiras, que ha seguido el desarrollo de cada proyecto durante el taller, le parece muy interesante la heterogeneidad de los participantes. “Hay miradas más artísticas que se concentran más sobre lo poético o estético y otras que proceden del mundo periodístico y que han hecho creaciones más documentales”, reflexiona. Es el caso de Hostilia Basséne, de 25 años, que se centró en la intimidad de una joven empresaria. Con una serie de fotos de su vida cotidiana, nos traslada a los malabarismos de esta mujer para responder a su papel de madre, esposa, trabajadora y creadora. Los roles tradicionales que ejercen las féminas.

Implicar a los hombres

“¿Y si los invirtiésemos?”, se pregunta Ismaïla Diouf. “Consideré que era importante implicar a los hombre en el discurso», afirma este fotógrafo senegalés. «Nosotros también tenemos que posicionarnos en la defensa de los derechos de las mujeres, complementar el alegato de la mujer, porque en una sociedad igualitaria todo el mundo ganaría”.

Su trabajo es uno de los más comentados. Sobre un sobrio fondo negro, se ven bien iluminados los retratos de hombres mayores vestidos con trajes tradicionales, símbolo de solemnidad y del estatus social de la persona, ejecutando tareas consideradas como femeninas: uno lavando ropa, otro pilando cebolla, otro barriendo con una escoba.

“Desde pequeño he participado en las tareas de mi casa, y sé que hay otros muchos hombres que lo hacen, aunque no lo quieran asumir en público. La sociedad no está lista para aceptar que un jefe de familia lleve a su hijo a la espalda, como hacen tradicionalmente las mujeres”, tercia.

Dice incluso que hay hombres que se han sentido ofendidos al ver su obra. “Hay una hipocresía imperante en esta sociedad, porque si ayudas a tu mujer, te ayudas a ti mismo. Incluso en la religión, que es donde a veces se escuda la gente para no reflexionar sobre estas cuestiones, se insta a compartir las labores del hogar y a apoyar a tu mujer en su trabajo en general”, declara.

Ly Lagazelle, fotógrafa marfileña residente en Marruecos, realiza un ejercicio práctico de iluminación y retrato a David Palacín, uno de los formadores del taller.
Ly Lagazelle, fotógrafa marfileña residente en Marruecos, realiza un ejercicio práctico de iluminación y retrato a David Palacín, uno de los formadores del taller. MARTA MOREIRAS

El lugar de las mujeres en la religión

Diouf explica que el tratamiento de los temas durante el taller no estuvo exento de debates, “de debates constructivos”, matiza. “La igualdad es un tema que escuece, que levanta ampollas”, afirma, comentando que una de las fotografías de Mystic Bram’s (Ibrahima Dia) fue retirada del Museo de la Mujer en Dakar, donde Parlamento de mujeres de África se expuso durante tres meses. La polémica imagen mostraba una mujer vestida de cardenal de la Iglesia católica y fue tachada de susceptible de herir sensibilidades. El resto de la serie, titulada Ñun itam! (Nosotras también)! cuestiona también el lugar de las mujeres en la religión, esta vez en la musulmana, mostrando una mujer dirigiendo la oración, algo reservado a los hombres.

Modou Diop, visitante de la muestra en el Siki Rio, comparte la opinión de la galerista de Dakar. “No me gusta que se plantee el debate sobre el papel de la mujer en la religión, me parece inapropiado: no entiendo qué se quiere transmitir”, dice. A su amigo Medoune sin embargo, la creación de Ibrahima Dia sí le transmitió un mensaje: “Creo que es algo tan improbable que una mujer dirija la oración a día de hoy en este país, que lo que traslada la fotografía es que ellas pueden hacer hasta lo más difícil, lo que se cree imposible. Y yo estoy de acuerdo”.

Las miradas de los asistentes circulan por la sala admirando la selección, que se expone por tercera vez en Senegal y que se verá en España el próximo mes de octubre, en el marco del Festival Internacional de Cine Invisible de Bilbao.

Entre las obras, hay una que quizá sorprenda más, remueva más, obligue a detenerse más tiempo: desenfocada, se percibe una niña en diferentes posiciones. Acaso la imagen no sea nítida, pero el sentimiento que transmite y la comprensión de la situación que representa sin duda lo es. “La vergüenza, el tormento y la desesperación”, dice contundente Oumou Balde en su lengua materna, el wolof. Habla de un episodio demasiado común y demasiado silenciado, en su opinión, en la sociedad senegalesa: la violación.

“Quise tratar ese tema porque en mi barrio de Guediawaye, en Dakar, pasa a menudo y no se habla. Me he inspirado de un caso real de una vecina: un tío la violaba y sus otros tíos y su tía lo sabían y no decían nada. Muchas veces la familia sofoca la situación para que no se hable, lo que supone una nueva forma de violencia hacia la joven”, denuncia apuntando también la falta de seguimiento psicológico de estas jóvenes víctimas de violación como una de las causas de que posteriormente sientan miedo y aversión hacia los hombres.

Aunque el trabajo de Balde ha creado también revuelo, ella lo defiende con orgullo, con la intención de que el tema deje de ser un tabú y se debata en la sociedad, y se muestra dispuesta a seguir trabajando en la defensa de los derechos de las mujeres.

Lo sagrado, mítico y bello

“Mientras para ellas lo importante era trasladar la frustración, la discriminación que sufren en los diferentes ámbitos de la vida y muchas veces pasan desapercibidos por sus compañeros (la pubertad, las presiones sociales, las mujeres migrantes), ellos tiraron más por ensalzar a la mujer, como ser sagrado, mítico, bello”, afirma Moreiras, encargada de trabajar con el grupo el tratamiento de los diferentes temas y la edición de las series finales que cuentan con entre 10 y 15 fotografías por artista.

Es el caso del senegalés Xaadim, con su obra La mujer árbol, o de los 100 ritmos del beninés SODOKPA que pone en valor el trabajo informal realizado por las mujeres en muchas de las capitales africanas. La congolesa Samuelle Paul Banga tuvo un sueño. Soñó una sociedad donde la educación no haga distinciones por sexo, donde hombres y mujeres compartan responsabilidades. Lo representa con un cesto, cargado de verduras, llevado por un varón; y también con los pies de un hombre y una mujer a la misma altura, subidos ambos a un taburete, el de ella calzado con maderas, para situarse a similar nivel.

Fuente e imagen tomadas de: https://elpais.com/elpais/2020/03/10/planeta_futuro/1583852536_267608.html

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Las mujeres en la Escuela Mexicana

Por: Rogelio Javier Alonso Ruiz

El 8 de marzo representa una fecha especial para recordar la lucha de las mujeres por la adquisición de derechos fundamentales. Este año, en México, la conmemoración estuvo acompañada de numerosas manifestaciones a lo largo del país que hicieron reflexionar sobre la dignidad de las mexicanas. Uno de los derechos básicos, la educación, ha ido poco a poco afianzándose entre las mujeres. El panorama educativo actual da cuenta que cada vez son más las que estudian y que, en términos generales, la presencia de las profesoras es dominante en las escuelas del país. Vale la pena hacer una revisión de la figura de la mujer en la escuela mexicana.

Afortunadamente se puede decir que, de manera general, el hecho de ser mujer ya no representa un obstáculo para hacer valer el derecho a la educación. La matrícula del Sistema Educativo Nacional se conforma por 36,635,816 estudiantes, de los cuales 18,373,677 (50.1%) son mujeres. La presencia de las estudiantes es similar en proporción a la de las mujeres en la población de México en 2018 (51.0%). Aunque las tasas de inasistencia son prácticamente idénticas entre alumnos y alumnas (14.7% y 14.1%, respectivamente) (INEE, 2019a, p. 42), “en general los hombres abandonan [la escuela] en mayor medida que las mujeres” (INEE, 2019a, p. 44), sobre todo en los últimos tramos de la educación obligatoria, lo que se ve reflejado en una diferencia en favor de las mujeres en eficiencia terminal en primaria, secundaria y media superior (0.4%, 5.4% y 8.6%, respectivamente) (INEE, 2019a, p. 46).

Lo señalado en el párrafo anterior da como resultado que una mayor proporción de mujeres (86.9%) de 20 a 24 años, en relación con los hombres (85.3%), cuente con al menos estudios completos de educación básica. No obstante, aún quedan vestigios de la exclusión educativa de las mujeres en el pasado, como el hecho de que en 2016 poseían un índice de analfabetismo (6.8%) mayor que el de los hombres (5.0%) (INEE, 2019b, p. 156). De hecho, en el periodo 1995 a 2016, existe un mayor crecimiento de la escolaridad media de las mujeres de 15 años o más  que el de hombres, aunque la de los últimos sigue siendo superior por una diferencia de 0.3. Esta diferencia, representa la mitad de la existente en 1970, lo que indica una intensificación de la integración de la mujer al ámbito educativo (INEE, 2019b, p. 130.

Existen elementos para suponer que el desempeño académico de las estudiantes de educación básica es mejor que el de los varones. Así lo demuestran los resultados de la prueba Planea 2015, que evaluó a los estudiantes de escuelas mexicanas en su último año de educación básica. De este examen se desprende que, en tercero de secundaria, en el área de Lenguaje y Comunicación, 28.4% de las mujeres se ubicaron en alguno de los dos niveles más altos de logro educativo, por sólo el 20.7% de los hombres; en lo referente a Matemáticas, el 9.5% de las estudiantes se posicionaron en los dos niveles mayores, por 11.8% de los jóvenes (INEE, 2017, pp. 66 y 120). La tasa de aprobación en educación secundaria también favoreció a las mujeres: 96.2%, por 92.6% de los varones (INEE, 2019b, p. 330). De esta manera, se puede deducir que el sexo del alumno no es determinante para su éxito escolar, pues las diferencias no sugieren una tendencia significativa hacia alumnos o alumnas.

La presencia de las mujeres en la docencia es mayoritaria: aunque conforme se avanza en los niveles de educación básica la presencia femenina va disminuyendo, siempre conserva la mayoría. Así pues, el nivel de preescolar, con 93.2% de la planta docente, es en el que más mujeres se desempeñan como profesoras. En educación primaria, dos de cada tres docentes son mujeres (67.3%), mientras que en educación secundaria son un poco más de la mitad del profesorado total (52.7%) (INEE, 2015). De esta manera, es notorio el predominio de las mujeres en las aulas mexicanas: en términos generales, dos de cada tres docentes de educación básica son mujeres. En la formación docente también predominan las mujeres. De acuerdo a cifras del Sistema de Información Básica de la Educación Normal, de los 90,333 alumnos que en 2018 existían en las instituciones normalistas del país, 66,968 son mujeres: tres de cada cuatro maestros en formación son mujeres (SIBEN, 2019).

A pesar de que la mayoría de la planta docente del Sistema Educativo Nacional son mujeres, “en 2018, a nivel nacional, 54.9% de los directores de educación primaria eran hombres” (INEE, 2019b, p. 188), además de que “51.6% de los supervisores de educación básica son mujeres” (INEE, 2019b, p. 216). Asimismo, el Censo de Escuelas, Maestros y Alumnos de Educación Básica y Especial (CEMABE), realizado en 2013, confirma una menor proporción de maestras que desempeñan funciones de dirección, en comparación con los maestros. En total, se detectó que una de cada ocho (12.0%) profesoras tenía el cargo de directora de escuela, mientras que en el caso de los varones la razón es ligeramente mayor (15.2%). Evidentemente, los datos expuestos representan una desproporción en el acceso a cargos directivos y de supervisión que valdría la pena reflexionar su relación con situaciones o prácticas de inequidad.

De esta manera, se observa que el derecho educativo va alejándose de ideas excluyentes hacia las estudiantes. Es digno de celebrarse que, a diferencia de otras épocas, la inclusión de las mujeres en las escuelas se ha masificado y con esto se ha contribuido a su superación en diversas esferas. La participación de la mujer en ámbitos como el económico o el político sería impensable sin haberse afianzado el derecho a la educación.  Da gusto observar pues que la presencia de mujeres es mayoritaria en cuanto a alumnado y también que las escuelas sean espacios propicios para el desempeño laboral de las profesoras.  No obstante que deban revisarse en los planteles y en las condiciones laborales situaciones de injusticia hacia las mujeres, gratamente, en términos generales, se observa que el hecho de ser mujer ya no representa un obstáculo para poder asistir a la escuela, ni para poder aprender.

Fuente: http://www.educacionfutura.org/las-mujeres-en-la-escuela-mexicana/

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República Dominicana: Hacen llamado en pos de la igualdad de género, los derechos humanos y el respeto de la vida las mujeres

América Central/República Dominicana/08-03-2020/Autor(a) y Fuente: acento.com.do

El Centro Casas Comunitarias de Justicia estuvo desarrollando en conjunto con la comunidad, organizaciones comunitarias e instituciones públicas en Las Caobos, Santo Domingo Oeste y en Cienfuego, Santiago, marchas simultáneas este viernes 6 de marzo con la finalidad de conmemorar el Día Internacional de la Mujer y la importancia de continuar aunando esfuerzos en pro de la igualdad de género, los derechos humanos y el respeto de la vida de todas las mujeres.

“El 8 de marzo es un día para reflexionar sobre los avances alcanzados, espacios conquistados y continuar aunando esfuerzos en pro de la igualdad de género, los derechos humanos y el respeto de la vida de todas las mujeres. En el Centro Casas Comunitarias de Justicia estamos comprometidos con los derechos de las mujeres”, manifestó este viernes esta organización dedicada a la mediación y conciliación con el interés de garantizar el acceso a la justicia de los sectores vulnerables del país.

Esta institución surgida en el año 2005 implementan una atención diferenciada hacia las mujeres víctimas de violencia de género e intrafamiliar, entre lo que incluyen acciones como son la formación de 10,200 mujeres en temas de derechos humanos, prevención de violencia y acceso a la justicia, entre otros temas.

La entidad recordó que 203,000 mujeres han accedido a la justicia a través de los servicios de mediación, conciliación, orientación legal y municipalidad, que son brindados en los diferentes centros ubicados en el país, como son CCJ-Santiago: desde Navarrete, Puerto Plata, Villa González, entre otros. CCJ-Santo Domingo Oeste: desde Los Alcarrizos, Pedro Brand, CCJ-Moca: desde Gaspar Hernández, La Vega, desde Jarabacoa, Constanza, Jima, entre otros.

También forman parte de esta iniciativa la Fundación Pro Bienestar de la Familia (PROFAMILIA), Asociación de Abogados de Santo Domingo Oeste, Foro de Prevención de Violencia Santo Domingo Oeste, Fundación Voluntad Educativa (FUNVE), Consejo Comunitario Buscando Soluciones (COCOBUSO), Asociación Dominicana de Personas con Discapacidad Físico Motora (ASODIFIMO) y Casa del Bienestar, mientras que en Santiago se suman, la Parroquia Santa Marta, la Unión de Mujeres por el Desarrollo de Cienfuegos y el Instituto Politécnico Ramón Dubert Novo.

Fuente e Imagen: https://acento.com.do/2020/actualidad/8791203-hacen-llamado-en-pos-de-la-igualdad-de-genero-los-derechos-humanos-y-el-respeto-de-la-vida-las-mujeres/

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