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ONU: Cuatro millones de niños refugiados no van a la escuela

ONU / 2 de septiembre de 2018 / Autor: Noticias ONU / Fuente: News UN

Solo el 61% recibe educación primaria, cifra que cae al 23% en secundaria y al 1% en la universidad.  ACNUR pide más apoyo para los países en desarrollo, que acogen a un 92% de los refugiados en edad escolar.

Cuatro millones de niños refugiados, más de la mitad del total, están sin escolarizar, según un informe de ACNUR, la agencia de la ONU para los refugiados.

Según el informe ‘Invertir la Tendencia: la Educación de los Refugiados en Crisis’, la matriculación de niñas y niños refugiados en la escuela no logra seguir el ritmo al aumento de población refugiada y, de hecho, se ha incrementado en medio millón el número de menores sin acceso a la educación en el último año.

A finales de 2017 había más de 25,4 millones de personas refugiadas en el mundo, de las que 19,9 millones se encontraban bajo el mandato de ACNUR. Más de la mitad son niños, de los que 7,4 millones están en edad escolar.
La educación es un medio para ayudar a que las niñas y niños sanen, pero también es fundamental para la reconstrucción de sus países”, dijo Filippo Grandi, Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados. Sin educación, el futuro de estos niños y niñas y de sus comunidades se verá irremediablemente perjudicado”.
Solo el 61 % de las niñas y niños refugiados acude a la escuela primaria, en contraste con la tasa global, del 92%. A medida que las niñas y niños refugiados van creciendo, esta brecha se hace más profunda. Solo el 23 % de ellos cursan estudios de secundaria, frente al 84%  global.

A nivel de educación universitaria, la brecha se convierte en un abismo. Solo un 1% de los jóvenes refugiados logra asistir.

“Hemos visto que la cifra de refugiados que va a la universidad no ha mejorado en los últimos años, pese a todos los esfuerzos”, explica Ita Sheehy, especialista en educación de ACNUR. “Es esperanzador que cada vez más refugiados tienen las cualificaciones para ir a la universidad, pero desafortunadamente no tenemos los fondos para ayudarles a entrar”.

La Declaración de Nueva York sobre Refugiados y Migrantes contemplaban la matriculación en 2017 de 500.000 niños y niñas sin acceso a la educación.  Esta cifra se logró, pero el número total de refugiados ha crecido tanto, que los porcentajes no mejoran.  “Es un reflejo de la dramática situación mundial”, explica Sheehy.  Un niño refugiado tiene cinco veces más probabilidades de no asistir a la escuela.

Dos hermanos amantes de la robótica

UNHCR/Encarni Pindado

 

Jason y Kevin Gonzalez son amantes de los robots. En una escuela en Guatemala, los hermanos se inscribieron al taller de robótica. Ambos lograron el primer puesto en la competencia nacional de robótica dentro de sus respectivas categorías “Teníamos todo lo que un niño podría querer”, dijo Jason, de 14 años.  “Y de pronto, tuvimos que dejar atrás la vida que conocíamos”.

Al igual que miles de personas refugiadas del Norte de Centroamérica, Jason, su hermano de 11 años y su padre huyeron de la violencia de las pandillas en Guatemala, y se dirigieron al norte, a México.

De acuerdo con el reporte de Tendencias Globales de ACNUR, para finales de 2017, el número de personas solicitantes de asilo y refugiadas de la región llegó a más de 294.000, un 58% más que el año anterior; y 16 veces más personas que a finales de 2011.

Una vez que cruzaron la frontera a Tapachula, en el sur del estado de Chiapas, la familia solicitó la condición de refugiado y los niños se dedicaron a retomar su educación.

Sin embargo, no era tan fácil. “La primera escuela en la que intentamos inscribirlos, no aceptó a mis hijos”, dijo Andrés, el padre de los niños. “Ellos dijeron que era por falta de espacio, pero nosotros sentimos que tenía más que ver con el hecho de que éramos extranjeros, centroamericanos”.

Siete meses después, a los tres se les otorgó la condición de refugiado y se inscribieron en un programa de ACNUR que reubica a estas personas en “espacios de integración” en el norte y el centro de México. La familia González se unió a casi 400 refugiados que han comenzado una nueva vida en Saltillo, estado de Coahuila.

En su nueva escuela, los hermanos González destacaron rápidamente. Jason solo tenía su diploma de escuela primaria de Guatemala, pero pudo tomar un examen de conocimiento estandarizado para comenzar el tercer año de la escuela secundaria en agosto de 2018. “De esta manera, terminaré la secundaria en un año y podré recuperar el tiempo que perdí cuando tuvimos que huir de Guatemala”, dice.

Aunque Jason era nuevo, sus maestros y compañeros de clase reconocieron su talento y lo hicieron capitán del equipo en un concurso de ciencias local, «Knowledge Jeopardy». Ganaron el primer lugar.

Los hermanos dicen que, en el futuro, quieren trabajar juntos.  “Quiero ser el jefe de mi propia empresa, donde produciremos dispositivos electrónicos y robots de alta tecnología”, dice Jason. “Quiero ser un científico como Albert Einstein o Nikola Tesla. Quiero hacer muchas cosas, no puedo esperar”.

Asistir a la escuela local

Los países en desarrollo acogen al 92% de la población refugiada en edad escolar de todo el mundo. Son países que tiene dificultades para garantizar una educación de calidad a su propia población”, dice la experta de ACNUR, que pidió más apoyo de la comunidad internacional para los sistemas de educación nacional de estos países de acogida.

ACNUR aboga por inscribir a los niños refugiados en las escuelas locales, que tienen controles de calidad y donde les otorgan certificaciones homologadas que les sirvan de trampolín de cara a la universidad o la formación profesional superior.

“Hemos visto una y otra vez que la calidad es peor, los fondos se acaban y los niños salen sin una certificación”, asegura Sheely. “Tras pasar tres, cinco, incluso diez  años en una escuela paralela los niños tienen muy poco con lo que seguir adelante”.

Fuente de la Noticia:

https://news.un.org/es/story/2018/08/1440612

ove/mahv

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Tres de cada cuatro niños de Sudán del Sur no conocen otra cosa que la guerra

Redacción: Noticias ONU

Desde 2013, 2,6 millones de bebés han nacido en medio en la guerra y 300.000 niños están al borde de la muerte por desnutrición, reveló el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF).
«A medida que Sudán del Sur cumple siete años, una guerra aparentemente interminable continúa devastando las vidas de millones de niños», dijo Henrietta H. Fore, directora ejecutiva de UNICEF que visitó Juba, Ganiyel y Bentiu a principios de este año.

El conflicto y el subdesarrollo han plagado el área durante décadas, dejando a sus niños sin educación, desnutridos y vulnerables a las enfermedades, el abuso y la explotación.

«Las partes del conflicto pueden y deben hacer más para recuperar la paz», dijo Fore, «los niños de Sudán del Sur merecen algo mejor».

A pesar de que 800 niños han sido liberados de los grupos armados desde el comienzo del año, se estima que otros 19.000 continúan sirviendo como combatientes, trabajadores y mensajeros y sufriendo abuso sexual.

Preocupantes cifras

La proporción de personas que no saben de dónde vendrá su próxima comida pasó del 35% en 2014 a casi el 60% en la actualidad, con algunas zonas del país a un paso de la hambruna, especialmente durante la temporada de escasez.

Las tasas de malnutrición están en niveles críticos, ya que más de un millón de niños están desnutridos, y de ellos 300.000 están al borde de la muerte.

Dado que una de cada tres escuelas fue destruida, ocupada o cerrada desde 2013, el conflicto también ha dejado a unos dos millones de niños sin educación. Actualmente Sudán del Sur ltiene la mayor cantidad de niños no escolarizados en el mundo.

Además, los esfuerzos para ayudar a quienes más lo necesitan se ven obstaculizados.

Desde que estalló la guerra, más de 100 trabajadores humanitarios han muerto, incluido un conductor de UNICEF la semana pasada.

Hacia la paz

La firma de un alto el fuego permanente entre las dos principales partes enfrentadas en Jartum el mes pasado fue un paso positivo, ofreciendo un destello de esperanza en lo que ha sido un proceso de paz incierto.

«Ahora contamos con el liderazgo y los comandantes para respetarlo y al mismo tiempo garantizar que los trabajadores humanitarios tengan acceso sin restricciones a quienes lo necesitan», dijo Fore.

La jefa de UNICEF recordó que Sudán del Sur fue el primer país que visitó desde que asumió su cargo.

«Vi por mí mismo lo perjudicados que han sido los niños con la guerra. Simplemente no pueden soportar más”, concluyó.

Fuente: https://news.un.org/es/story/2018/07/1437402

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Documental Love. África: 223 millones de niños sufren explotación sexual a diario en el mundo

Sierra Leona/El Mundo

La organización Misiones Salesianas denuncia la situación de menores de Sierra Leona, que se prostituyen por un euro. Las jóvenes dicen que «no encuentran otra salida para comer o estudiar»

Un documental titulado Love expone los testimonios de las menores que sufren explotación sexual en África y está dirigido por Raúl de la Fuente

El total de menores explotados sexualmente en el mundo equivale a casi cinco veces la población de España. Son más de 223 millones150 millones de niñas y 73 millones de niños, según un estudio de Naciones Unidas sobre la violencia contra los menores a nivel internacional.

La organización Misiones Salesianas ha lanzado la campaña «Venderse mejor» con un documental de media hora titulado Love que se estrena hoy con motivo del Día Mundial de la Prostitución Infantil. El cortometraje, dirigido por Raúl de la Fuente, relata la realidad que viven las menores que se ven forzadas a ejercer la prostitución en Freetown, la capital de Sierra Leona.

Una de las historias que narra es la de Aminata, una de las menores que gracias a la ayuda de los Salesianos, la entidad religiosa que trabaja para la promoción, protección y educación de los niños y jóvenes más vulnerables, ya ha comenzado una nueva vida.«Una historia triste y de soledad al vivir en la calle pero con un final feliz, hoy tiene un futuro prometedor».

La pobreza, la falta de educación y la desestructuración familiar son algunos de los motivos que llevan a las niñas a realizar esta práctica porque a su entender «no tienen otra opción». Las pequeñas africanas afirman que venden su cuerpo para poder comer y cumplir el sueño de estudiar.

Desde Misiones Salesianas denuncian que «tienen identificadas entre 900 y 1.500 menores que se prostituyen diariamente en la capital de Sierra Leona». En este sentido, el misionero y director del centro Don Bosco Fambul para la protección de los menores en Sierra Leona, Jorge Crisafulli, afirma que «la vida de una niña que nace en aquel país vale menos que la de un perro».

«Son muy pequeñas. Sienten como niñas, aunque hagan el trabajo de una prostituta adulta. Es inhumano», afirma Crisafulli. La organización ya logró sacar de esa vida a 147 niñas.

Ante esta situación, en setiembre de 2016 nació el programa Girls OS+ destinado a menores de 9 a 17 años en situación de prostitución. «El objetivo es darles refugio, comida y enseñarles un oficio, darles educación. La batalla contra la lacra de la explotación sexual de la infancia se gana también con la creación de un entorno de protección para los menores», ha afirmado el salesiano.

«Mi primera experiencia fue a los 13 años»

Jawanata es huérfana y tiene 17 años. Vive en Mabila, una ciudad ubicada en el centro de Sierra Leona, junto con una veintena de jóvenes en no más de 9 metros cuadrados. «Necesito 12 euros al mes para pagar los estudios, gastos de la casa y los alimentos». La joven no tiene familia. Ella es su propio sustento. Y agrega: «Mi abuela me llevó a un club que se llamaba Liberia Bar. Dos hombres se me acercaron, me preguntaron cuál era mi precio. Ese día gané cinco euros».

Jawanata, Aminata o Augusta son algunas de las niñas que se prostituyen por un euro en este país africano. Cuando baja el sol se juntan para maquillarse. Un poco de pintura en el rostro las transforma en adultas. Luego, se van al burdel.

Augusta comenzó a prostituirse con 16 años. «Dormí con todo tipo de hombres y lo peor que me pasó es que una vez me golpearon fuerte y me robaron todo el dinero». Una amiga de ella, que había oído hablar de los Salesianos, decidió ayudarla y la contactó con ellos. Su vida cambió.

Junto a los religiosos la joven aprendió un oficio, hizo prácticas de catering en un restaurante y en 2015 se graduó como la mejor de su clase. Hoy tiene su propia empresa de elaboración de alimentos. Ella, de momento, ha demostrado que es posible dejar la calle para desarrollarse gracias a la educación.

«Hubo que buscar una casa para que pudieran quedarse y dependemos en gran parte de las donaciones. Muchas están en situación de calle, por lo que aquí realizan terapias con psicólogos, tratamientos médicos, y también tienen clases con profesores. Unas de las principales obsesiones que tienen es poder estudiar», ha afirmado Crisafulli.

Fuente: http://www.elmundo.es/papel/historias/2018/04/04/5ac3976be2704e12748b460b.html

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Los niños de Siria

Por: Leoncio Durán Garibay

“Los árboles y pájaros más bonitos que yo jamás haya visto, estaban cerca de mi casa. Hoy los árboles están quemados y los pájaros hambrientos, porque no hay nadie que los alimente.”  Con esta frase en forma de metáfora, uno de los 2.5 millones de niños sirios, que han huido de su país y que hoy viven en calidad de refugiados, intenta explicar lo que ahí sucede y en su desafortunada realidad. Además otros 6 millones  de niños viven en calidad de refugiados dentro de su mismo país, obligados a huir de su hogar, de su ciudad. El 85% de esos niños  están en condiciones de extrema  pobreza.

La desnutrición es un cáncer que afecta a muchos de estos niños, la situación es apremiante, miles de ellos podrían morir de hambre, porque en el mejor de los casos, un pan y un vaso de agua no son suficiente para mantenerlos sanos y con vida. Los extremos son por demás conmovedores, cundo una madre de familia se ve obligada a hervir agua, para engañar a sus hijos, haciéndoles pensar que ya pronto tendrán alimento y así con éste engaño, se queden dormidos y no sigan pidiendo comida.

   Pero la muerte es una fiera salvaje que acecha en todos los rincones del país, no sólo por desnutrición mueren los niños, también por las balas y  bombas que no respetan; ni escuelas, ni hospitales, menos hogares o refugios. Según datos de la UNICEF, tan sólo en los meses de enero y febrero del presente año, han muerto en Siria más de 1,000 niños, lo que representa que cada hora y media  muere un niño, ¡escalofriante verdad!  Las imágenes son por demás dramáticas, cuando un padre intenta salvar la vida de su hijo que está bañado en sangre, corre con él en sus brazos,  para  llegar a un hospital que quizá ya no exista. Otra imagen es la de esos niños con síntomas de asfixia,  víctimas de un atentado con bombas químicas.

   El derecho a vivir  una infancia feliz, es un anhelo difícil de alcanzar para estos niños; la educación se ha convertido en lujo, no hay escuelas,   son obligados a  trabajar para ayudar o para mantener la familia. La salud es un derecho que no existe, no hay medicamentos, tampoco hospitales.  Con frecuencia son violentados sexualmente, reclutados y obligados a formar parte del ejército o de los grupos terroristas, y qué decir de aquellos niños que han quedado mutilados de su cuerpo y mutilados en sus sueños.

Por ello, me permito escribir algunas frases, tomadas de niños que han sido entrevistados, en diversos reportajes, trasmitidos en varios  medios de comunicación del mundo, y que  pueden considerarse como una petición de esos niños, que hoy no tienen nada que festejar, pero sí mucho que anhelar, mucho que preguntar y quizá mucho que reclamar.

–Es como un mal sueño, no puedo creer lo que está pasando.

–Yo sólo quiero volver a mi país y a mi escuela, con mis amigos.

–Sólo pido que la guerra termine, ¿dónde está la ayuda de los demás países?

–Somos niños de Siria, miren lo que nos está pasando, estamos siendo masacrados, mutilados, desahuciados y el miedo nos domina.

–¡¿Qué hemos hecho para que nos asesinen?

–Ustedes sólo detengan la guerra y nosotros no vendremos más a sus países, sólo detengan la guerra, ¡sólo eso!

–Un misil cayó justo en mi casa, mis abuelos murieron y 40 niños más, sacaron a mi abuela en 4 trozos.

–Sólo quiero entender una cosa, ¿por qué nos están bombardeando? Por qué ellos pueden, ¿sólo por eso?

–Me han dejado sin pierna y sin brazo, nos han matado, ¿Quién les dio permiso para eso?

— “Por favor ayuden a los sirios”.

–¡Hola Sr. Trump!, ¿alguna vez ha estado sin comer y sin beber, durante 24 horas? Piense en los refugiados y en los niños de Siria.

–Le digo al presidente Bashar que nos ha matado, que puede matarnos de hambre, puede matarnos de sed, puede encarcelarnos, puede torturarnos, puede dejarnos huérfanos,  pero no va a poder cambiar lo que sentimos en nuestros corazones.

–Y estos países que apoyan y mandan armas, ¿Qué piensan?, ¿Qué os pasa? ¡Nos están matando!

–Los sueños de nuestra infancia permanecen  en nuestro interior y aún no han crecido, los han mutilado también, ¿con qué derecho?

Fuente: https://www.elsoldeparral.com.mx/columna/los-ninos-de-siria

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Historias de aprendizaje sin escuela (Audio)

Argentina / 22 de abril de 2018 / Autor: Redacción / Fuente: La Mar en Coche

Constanza Monié y una amiga se juntaron para hacer un libro que nace a partir de la búsqueda de distintas formas de educación.

Un libro que compila historias reales y experiencias de personas y familias que viven y aprenden sin ir a la escuela.

Incluye artículos de personas que investigan el tema hace tiempo, como Gustavo Esteva, Yvonne Laborda, Pedro García Olivo, Germán Doin Campos, Raúl Zibechi, Ana Thomaz. Así como testimonios de estudiantes, maestras y familias desescolarizadas que comparten sus caminos de aprendizaje.

El libro lo están financiando a partir de la plataforma Ideame .

 

 

Fuente:

HISTORIAS DE APRENDIZAJE SIN ESCUELA

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Desescolarizar la escuela hoy

Por: Julio Rogero 

Algunos consideramos que hay que desescolarizar la escuela, sacando de ella lo que no forma y educa al ser humano e introduciendo los aspectos centrales de la educación integral.

En los años sesenta y setenta del siglo pasado hubo un movimiento desescolarizador de la sociedad, promovido desde el pensamiento crítico de grandes educadores y pensadores como Ilich, Reimer, Freire o Milani, que rompieron los esquemas entonces asentados en una escuela que no respondía a lo que entendían que necesitaban sus sociedades. Hoy, algunos consideramos que lo que hay que desescolarizar es la escuela, sacando de ella lo que no forma y educa al ser humano e introduciendo en la institución escolar los aspectos centrales de la educación integral, ausentes hoy en la mayoría de las escuelas.

Por eso algunos nos atrevemos a hablar de “desescolarizar la escuela”, aunque parece una contradicción en sus propios términos. Si desescolarizamos la escuela, podemos pensar, esta se quedará en nada. Y es verdad. Pero no se trata de vaciarla de todo lo que hoy contiene y se hace en ella, sino de sacar de ella lo que nos parece que no promueve experiencias vivas de aprendizaje y desarrollo humano pleno en el alumnado, y lo que no potencia el desarrollo profesional y humano del docente como miembro de un equipo que impulsa y dinamizada de esos procesos educativos.

La escuela mayoritaria de hoy sigue polarizada y obsesionada por el éxito y la clasificación, por los resultados medidos de manera estrecha, por la aceleración y la prisa: “Hay que acabar los programas, hay que hacer exámenes y controles constantes, hay que rellenar papeles de programaciones, planes de mejora, pruebas de evaluación-control externo…”. Todo esto genera un profesorado cansado y frustrado y un alumnado estresado y agobiado. Y lo más importante: no promueve que el alumnado aprenda más y disfrute haciéndolo.

Sacar de la escuela todo lo que la domina hoy y la orienta, la negatividad y la obsesión por la eficacia, lo que en ella manipula, controla y prepara solo para el mercado y la perpetuación de la economía capitalista: la obsesión por el éxito académico, por los resultados. No habría que dejar entrar en ella la educación financiera que se pone en manos de los bancos, la que normaliza y legitima la violencia y la exclusión, la manipulación de la escuela que quiere hacer el ejército, las corporaciones empresariales que nos dicen lo que es importante innovar aunque esas innovaciones excluyan a parte del alumnado. El modelo de escuela que tenemos pierde valor y está más en crisis. Se hace necesario cambiarlo en profundidad. Cada vez nos frustran más las reformas parciales, los parches y los pactos para mantenerla como está.

Hay que desescolarizar la escuela de muchos de los rasgos de sumisión y de uniformización. Entre otras cosas, de su organización actual de los espacios (los muros físicos y mentales del aula y de la escuela), los tiempos (menos rígidos para avanzar en la concepción y práctica de la educación a tiempo completo), los contenidos (mucho más flexibles, más interdisciplinares y transdisciplinares, conectados entre sí) y las relaciones (menos autoritarias, más cooperativas y fraternas, basadas en al dignidad de todas las personas de la comunidad educativa). Algunos entendemos que es la única forma de que la escuela institución tenga un presente y un futuro humanizador, muy diferente al que el sistema económico nos impone. Es hacer que vaya proponiéndose y asentándose otro paradigma educativo que, sin duda, aprovechará lo que de positivo tiene la escuela pública hoy.

Es necesario desescolarizar al profesorado para que abandone el academicismo y los contenidos impuestos por el poder, para que recupere y haga suyos los elementos centrales de la cultura colectiva y de un proceso educativo emancipador, la ciencia y la cultura críticas, la relación humana y amorosa, la cercanía, la presencia, el cuidado, el afecto, la valoración de la persona. Es imprescindible desescolarizar al alumnado, que salga de la negatividad, el control, lo prescrito, lo impuesto, lo conocido y repetido, para pasar a construir su propio proceso educativo en la pasión por aprender y conocer, en la apertura a los demás y a la vida, a lo desconocido y a lo imprevisto, a las relaciones inéditas, al error y al descubrimiento. Es urgente desescolarizar a las familias, para que entiendan que educar va más allá del éxito académico y económico, y para que rompan con la cosificación que se hace de sus hijos, reducidos a un número-nota que cada vez significa menos en un mundo complejo e incierto como el nuestro.

El concepto de desescolarización también ha de llegar a la sociedad pues en ella está muy asentado el modelo existente y se le pide a la escuela que siga siendo como es, centrada en el instruccionismo academicista, selectivo y elitista.

Ese otro modelo de escuela propone un paradigma educativo recogido en la tradición pedagógica más emancipadora y en la propuestas de la educación liberadora de hoy: educar para saber vivir con dignidad, para afrontar la incertidumbre, para compartir y construir lo colectivo, educar en el diálogo y en la conversación, en la deliberación y el acuerdo, en la equidad y en la inclusión, en el compromiso ético y en la defensa de los más débiles. Un espacio y un tiempo ligado a aprendizajes muy diversos y libres, asentados en la propensión a aprender de todos y a la cooperación en la convivencia positiva.

Sé que todo esto parece muy general y muy utópico. Sin embargo, la conciencia de que la escuela que tenemos no nos convence está muy extendida. También que no se arregla con pequeños cambios e innovaciones, sino con una metamorfosis profunda, desde la raíz. Hay ya muchas comunidades locales en las que hay escuelas públicas que caminan en la dirección aquí apuntada. Por eso es necesario seguir haciendo que la educación ocupe de lleno el territorio de la escuela.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2018/04/02/desescolarizar-la-escuela-hoy/

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