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La docencia como mediación

Por: Xavier Besalú

Conseguir un saber estructurado, integrado, verosímil, coherente y útil para comprender la realidad y poder intervenir en ella, es un reto que necesita ayuda, entrenamiento, reglas, voluntad, y que interpela directamente a los educadores.

La tecnología digital no es solo un medio para transportar información; es también un entorno para la relación y la participación, que modifica sustancialmente la manera en que los individuos percibimos las cosas, nos informamos, aprendemos y construimos conocimiento. Pero, como han demostrado algunos expertos, el volumen inabarcable de información disponible y fácilmente accesible puede producir saturación, desconcierto, incomprensión e, incluso, desinformación. Además, la velocidad con la que se genera y consume, la convierte en sumamente cambiante, fragmentaria, frágil, y hace difícil distinguir la verdad de la mentira, lo maravilloso de lo despreciable, lo emotivo de lo razonable, lo seductor de lo sólido… Conseguir, a partir de esos mimbres, un saber estructurado, integrado, verosímil, coherente y útil para comprender la realidad y poder intervenir en ella, es un reto que necesita ayuda, entrenamiento, reglas, voluntad, y que interpela directamente a los educadores.

Resulta, por otro lado, que la tecnología digital ha cambiado, de manera casi imperceptible, la función y el estatus de la generación adulta, padres, madres, abuelos, hermanos mayores, profesores, mentores y monitores. No solo por el dominio práctico de móviles, tabletas y ordenadores, no solo por el tipo y la diversidad de informaciones a las que han tenido acceso desde muy temprana edad, sino sobre todo por la experiencia cotidiana de horizontalidad que comporta la red, de participación inmediata, de posibilidad de elección, de libertad… Lo hemos visto en el ámbito político, en el religioso, en el de los medios de comunicación y, por supuesto, en la familia y en la escuela: padres, profesores, libros de texto, bibliotecas… han dejado de ser la fuente hegemónica del saber y han reaccionado a veces con sorpresa, con desconcierto, con resignación o con indignación. El entorno digital exige pues una reubicación de las prioridades y de las formas de actuación de quienes tienen la responsabilidad de la educación de las generaciones jóvenes.

La era digital, nos dicen, requiere sujetos autónomos, críticos, sin vínculos que coarten su independencia, sin miedo a caminar o emprender en solitario, capaces de tomar decisiones rápidas e informadas, competentes para actuar libremente tanto en el mundo profesional como en el social, para moverse en entornos multiculturales, para seguir formándose a lo largo de toda la vida, para crear sin hipotecas del pasado, para inventar sin miedo al futuro, para evaluar alternativas diversas antes de dejarse llevar por lo más atractivo, lo más fácil o lo estadísticamente normal… Es decir, lo congruente con la era digital serían los aprendizajes de orden superior y divergente, mucho más que la memorización y las tareas rutinarias, el análisis o la síntesis. La pregunta pertinente, si damos por buenos estos requerimientos sería, ¿pero esto cómo se hace? ¿Es posible pasar de la dependencia absoluta, que es lo que define a los humanos cuando nacemos, a la plena autonomía que exigiría la era digital sin estaciones intermedias, sin avances progresivos, sin acompañamiento ni supervisión, sin referentes ni modelos, sin mediaciones?

Desde un cierto neoliberalismo enamorado de la liquidez se responde que no hay nada imposible, que el individuo que necesita la era digital debe ser por encima de todo flexible y adaptable, desde luego individualista (pues los vínculos comunitarios son siempre impedimentos a evitar) e independiente (rayando incluso la indiferencia hacia los demás, si suponen un obstáculo para alcanzar los objetivos propuestos), sin proyectos a medio o largo plazo, pues lo único importante es el presente y el futuro inmediato, sin ataduras ni réplicas del pasado, ya que nunca se darán situaciones idénticas ni comparables, sin mediadores que ejerzan su influencia sobre nosotros.

Creo que habrá que decir alto y claro que es totalmente imposible educar según esos parámetros, porque “la educación es un compromiso con la memoria”, porque “el proceso de crecer necesita referencias”. Lograr niveles elevados de autorregulación, de capital relacional, de autonomía y creatividad, de conocimientos sólidos y actualizados, solo es posible con un proceso de socialización progresivo, potente y continuado. Y la socialización demanda límites, influencias, referentes, modelos, hábitos, rutinas, mediaciones; todo lo contrario de lo que predica el sueño neoliberal líquido. Crecemos en contraste con las cosas, con los demás, con las instituciones que nos acogen y condicionan, y esa es la función de los referentes, de los mediadores, esa debería ser la misión de los docentes: no la imposición, sino el testimonio, ofrecer modelos, caminos y alternativas que podrán ser contestados y rechazados, pero absolutamente necesarios para el desarrollo de la persona en formación. Hora es ya de que desde la academia dejemos de enviar mensajes ambiguos y contradictorios, basta ya de predicar en público lo que no practicamos en privado. Tenemos una responsabilidad para con nuestros conciudadanos y debemos ejercerla con sensatez y claridad.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2019/02/27/la-docencia-como-mediacion/

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El renacimiento del pensamiento crítico. Las clases en las primeras universidades

Redacción: Nueva Revista

a universidad muestra su preocupación por la dificultad de muchos estudiantes para pensar sin servirse de prejuicios o lugares comunes. El pensamiento crítico pretende que los alumnos sean activos en su educación, capaces de hacerse con los pros y los contras de cualquier cuestión. Esto ya fue propuesto por Sócrates y alcanzó un asombroso desarrollo con el nacimiento de las universidades durante los siglos XII y XIII. ¿Cómo se recuperó el método socrático?, ¿de qué modo se practicaba este método educativo?, ¿se trataba de un fenómeno común en muchas universidades?, ¿servía como herramienta de avance real del conocimiento? Esas son las preguntas a las que trata de responder este artículo.

La universidad es una institución que levantó vuelo en el siglo XIII. Durante la centuria anterior fueron surgiendo las llamadas escuelas catedralicias, centros de formación que nacían junto a las catedrales de algunas ciudades principales con una finalidad neta: la formación intelectual del clero (filosofía, teología y derecho canónico) o de laicos deseosos de aprender leyes o el arte de la medicina. Tanto en estas instituciones como en las universidades, al principio no contaban con edificios ni aulas, sino que las clases tenían lugar donde se podía encontrar un espacio (desde la plaza de la ciudad hasta las salas de una iglesia o de un convento). No había aún preocupación por el espacio físico, pero sí por lo que se podría llamar «espacio espiritual», es decir, porque esas reuniones respondieran a un espíritu determinado. A ese espíritu es a lo que, en lo que sigue, llamaremos metodología escolástica renacimiento del pensamiento crítico.

Y es que profesores y estudiantes se centraban en el debate de problemas que por aquel entonces preocupaban entre las clases cultivadas. La recepción de los clásicos (Platón, autores griegos y latinos, los Padres de la Iglesia, pensadores árabes como Avicena o Averroes, a partir del siglo XIII también Aristóteles) generaba temas de discusión que, aunque a menudo puedan parecer lejanos a los asuntos que nos ocupan hoy en día, encendían los ánimos y empujaban a los intelectos a buscar la comprensión.

Con la lectio los alumnos escuchaban directamente cómo sus profesores leían los textos de los grandes maestros

Por ejemplo, la investigación y docencia científica y universitaria actual sobre las relaciones mente-cerebro (The Body-Mind Problem), o sobre la influencia de la neurología en los estados de ánimo y en el aprendizaje, se podría trasladar a lo que entonces se consideraba la pregunta central por el ser del hombre: la relación que guardaban alma y cuerpo entre sí, es decir, si son alma y cuerpo dos cosas distintas como el piloto y la nave (el dualismo de Platón), o si son los dos principios del hombre real, al que habría que definir como «cuerpo vivo» o «animal racional» (Aristóteles, al que siguió santo Tomás). La primera, el dualismo, se alineará en una línea de la historia de las ideas que va de Platón a los neoplatónicos, san Agustín, la escuela franciscana, etc. La segunda nace en la oposición de Aristóteles respecto de su maestro («Soy amigo de Platón, pero más de la verdad») y defiende tesis irreconciliables con él.

Esto, que sin duda es un asunto erudito y especializado, sirve para nuestro propósito en la medida en que muestra a las claras la existencia de un debate intelectual muy vivo en una ciudad universitaria como París en torno a 1270. En el seno de esa comunidad intelectual se discutía con pasión no sobre un asunto lateral, sino sobre el corazón mismo de la antropología, sobre lo que define radicalmente al ser humano.

Justicia. Nueva Revista número 168

¿Es el cuerpo algo que el hombre usa, o es parte de la esencia —y de la identidad— de lo que una persona es? Los debates contemporáneos sobre la identidad (si podemos identificarnos con nuestro sexo o basta con construir un género) o la pregunta de cómo es posible que una orden mental («Quiero mover el brazo») tenga una consecuencia física (de hecho, lo muevo) siguen teniendo esta temática como asunto de fondo.

Por tanto, en la universidad del siglo XIII había muchas cuestiones en las que los distintos maestros disentían de modo público. Además se invitaba a los alumnos a tomar parte en el debate, a elegir la postura que más les convenciera, a condición de que ese convencimiento viniera precisamente del uso lógico, justificable, de los razonamientos.

Por tanto, los debates intelectuales tenían cabida en la universidad desde el inicio de esa institución (podría decirse incluso que el ser de la universidad estaba en la discusión). Así, el que es considerado como principal pensador del siglo XIII (santo Tomás de Aquino) no duda en «enfrentarse» (dialogar) con otros pensadores sirviéndose siempre de estos presupuestos: el uso de la razón y de la experiencia. El diálogo, la confrontación, era el modo cotidiano de impulsar el conocimiento entre los maestros universitarios. Es cierto que a veces se aplicaron censuras, pero esas censuras venían propuestas desde ámbitos que no habían entendido a la institución, externos (al menos intelectualmente) a ella. En la Edad Media se defendía hasta tal punto la independencia universitaria que los papas exigieron que el régimen jurídico de las universidades fuera completamente libre del control del Estado, para que pudieran pensar y hablar en libertad.

«Los hombres de la ciudad fueron con frecuencia ambivalentes hacia los estudiantes universitarios (…). En este ambiente la Iglesia dio una protección especial a los alumnos ofreciéndoles lo que se vino a llamar los beneficios clericales. El clero en la Europa medieval disfrutaba de un estatus legal especial: era un crimen extremadamente serio ponerles la mano encima (…) (Woods, How the Catholic Church Built the Western Civilization).

»El papa intentó organizar una atmósfera justa y pacífica para la universidad creando un privilegio llamado cessatioel derecho de parar las clases e ir a una huelga general si alguien abusaba de los alumnos. Entre las causas justas estaban incluidas “el derecho a establecer límites en el precio de los alquileres, la herida o mutilación de un estudiante por la que no se hubiera pagado satisfacción en el espacio de quince días, [o] la pena de prisión injustificada de un estudiante”.

»Era común que las universidades se dirigieran al papa de Roma con sus quejas. En muchas ocasiones el papa intervino incluso para forzar a las autoridades universitarias que se pagara sus salarios a los profesores. (…) No es por tanto de extrañar que algún historiador sostenga que «el protector más firme de las universidades era el papa de Roma. Él es el que fundó, aumentó y protegió el estado de privilegio de las universidades en un mundo en el que el choque jurisdiccional era frecuente».

Como pasa con todas las obras humanas, no siempre lo lograron: las condenas en París del obispo Tempier, la prisión de fray Luis de León o la persecución a Guillermo de Ockham, son ejemplos. Sin embargo, también hay claros contraejemplos: Siger de Brabante, el principal de los averroístas latinos, se refugió en el palacio del papa en Orvieto tras ser condenado por el obispo de París; su compañero Norberto de Dacia siguió siendo dominico y murió dentro de la Iglesia en Dinamarca.

La práctica del método socrático

Platón era discípulo de Sócrates, el filósofo que enseñó a pensar a los atenienses sirviéndose de un método novedoso. El método socrático no aceptaba las ideas de la autoridad, sino que usaba la ironía (preguntas capciosas pretendida- mente inocentes) para descubrir en qué medida el pensamiento comúnmente aceptado podía ser superficial, conducir a contradicciones, ser irracional. El método socrático, la mayéutica, hacía nacer el conocimiento cuando el interlocutor caía en la cuenta de su ignorancia. Al «saber que no sabe» se ponía en condiciones de aprender de verdad, de superar las apariencias. Este es uno de los motivos por los que Sócrates no escribía filosofía, sino que la practicaba: era un filósofo peripatético, esto es, que ejercía su tarea charlando durante los paseos en la plaza. Esta es también la razón por la que el legado de Platón ha llegado en forma de diálogos: lo escrito podía caer en manos de cualquiera que no haya pasado por el proceso que conduce a la comprensión.

«Enseñar a pensar» exige «pensar juntos». Y porque Platón entendió radicalmente a su maestro, fundó la Academia y proporcionó la clave para entender una de las dimensiones clave de lo académico: pensar juntos poniendo en crisis lo aparente para acercarse a lo realmente real, a la verdad.

Estas actitudes son constantes en el pensamiento medieval: el diálogo, la discusión, la disputa…, son las herramientas que usan para el conocimiento dentro de los ámbitos de reflexión filosófica y teológica. De hecho, la historia intelectual de la Alta Edad Media constituye un esfuerzo apasionante por establecer las bases del diálogo entre la razón y la fe, entre Atenas y Jerusalén. Pero apenas se practicaba un conocimiento reglado. Aunque tuvo peso el pensamiento de los Padres de la Iglesia (siglos II-VIII), el esfuerzo de conservación de la cultura desarrollado en el monacato (a partir del siglo vi) y el renacimiento carolingio (siglo IX), habría que esperar a la Baja Edad Media, a las escuelas catedralicias en el XII, para asistir al renacimiento estable —viene durando hasta nuestros días— de la formación intelectual.

El uso de la metodología de inspiración socrática adquirió un valor original durante los siglos XII y XIII. Así se ve en la figura de Pedro Abelardo y sus contemporáneos. Ese método llamado método escolástico, es decir, el camino que se sigue en la escuela, la vía adecuada para educar— se estandarizó en las instituciones que recibían el nombre de universidad (Bolonia, Oxford, Sorbona, Nápoles, Salamanca, etc.). Y en él importaba tanto la seriedad en el uso de las herramientas del aprendizaje como la preocupación por lo humano.

La dialéctica en la universidad

La rae define dialéctica como la «teoría y técnica retórica de dialogar y discutir para descubrir la verdad mediante la exposición y confrontación de razonamientos y argumentaciones contrarios entre sí». Este era el sentido de esta palabra entonces. Muchas veces en nuestros días se entiende más bien como mero enfrentamiento o discusión. En el significado medieval la clave del significado es la palabra verdad, y el objetivo de la discusión no era la lucha de contrarios, sino el descubrimiento de lo verdadero. Se puede decir que si no se llegaba a la verdad (a retirar los paños de apariencia que la ocultan, sin avance en el conocimiento) no habría ni dialéctica ni, propiamente, tarea universitaria. Régine Pernoud (1909-1998), la gran medievalista francesa, describe la metodología del pensamiento crítico y el ambiente de las escuelas catedralicias de inicios del XII en su ensayo histórico Eloísa y Abelardo.

Lo que pretendía un estudiante del siglo XII era sobre todo practicar la dialéctica. En el siglo XII los alumnos, que tenían entre 14 y 20 años, eran personas privilegiadas por el hecho ir a la universidad. Las razones que les movían al estudio, aparte del ejercicio del derecho o la carrera eclesiástica, tenían que ver tanto con el amor al conocimiento como con la fascinación por el juego de la inteligencia. Les gusta «discutir de forma interminable de tesis y de hipótesis, de mayor y de menor, de «antecedente» y de «consecuente»».

Cultivaban el arte de razonar. Lo que quería hacerse era aprender a pensar bien. La inteligencia como facultad y la verdad como objeto eran los intereses propios de la educación. Ambos inspiraban tanto a la investigación como a la docencia, dos actividades que en ese momento todavía iban siempre unidas.

Como se ha dicho, Sócrates y Platón dejaron claro que pensar es una actividad que no debe realizarse en solitario, sino dentro de una tradición común. Por tradición debe entenderse «conocer lo que han dicho otros»: discusión, controversia, intercambio. Participar de una tradición es lo mismo que formar parte de una gran conversación que puede venir durando siglos. Ejercitarse para poder hablar con fundamento era el principal objetivo.

La educación en la dialéctica —expresión fraguada por Platón en La República— buscaba un camino (eso es lo que significa methodos), personal y colectivo, de avance en el conocimiento. Para eso se servían el maestro y el alumno del uso lógico de la razón. Lo que la dialéctica pretende es el conocimiento del ser de las cosas. Y en ese sentido se enfrenta a las apariencias, las opiniones, las perspectivas, los puntos de vista o los prejuicios.

¿Cómo se aprende a usar la dialéctica? Por medio del arte de la discusión, es decir, aprendiendo a «plantear las premisas de una conversación, anunciar correctamente los términos de una proposición, establecer los elementos del pensamiento y del discurso», en fin, todo lo que permite que la discusión sea fecunda.

Entre los estudiantes se podía ver cómo algunos «animados con un celo más apasionado y ferviente, discuten entre sí de graves materias, y se esfuerzan por derrotarse unos a otros con gran despliegue de sutilezas y argumentaciones». Esa disputa era tan ambiciosa que podía terminar en una discusión abierta entre maestro y discípulo. Así le ocurrió a Pedro Abelardo, quien escribía en su Carta a un amigo: «me vi obligado a rechazar algunas de sus proposiciones [de su maestro] y a arremeter a menudo mis argumentaciones contra él». Para llegar a eso, el discípulo —auténtico «enano en hombros de gigantes»—, además de una inteligencia preclara, necesitaba una formación sistemática.

Esta era la principal diferencia de la escuela universitaria medieval con los sofistas de la antigua Grecia: los enfrentamientos dialécticos querían conocer la realidad antes que hacerse con el poder. La enseñanza sofística buscaba justo lo contrario: enseñar al alumno a convencer, a triunfar, sin importar qué era lo más justo. Sócrates detestaba esa actitud. Lo mismo ocurría con sus discípulos Platón y Aristóteles. E igual pasará con los maestros medievales. Por ejemplo, «Vicente de Beauvais (1190-1267) se quejaba del acaloramiento en los debates (…): ‘apenas se encuentra hoy día alguno que sea comedido en el debate; por el contrario casi todos se acaloran y porfían, y en consecuencia enturbian más que aclaran la verdad. A esto lleva sobre todo la ambición de vanagloria o la disimulación de la propia ignorancia’» (Vergara Ciordia, “Actualidad del método escolástico”).

«Hay que situarse en las condiciones en que tenía lugar la enseñanza en la época [siglos XII y XIII]. Nada que ver con el curso magistral tal como es práctica habitual en nuestras universidades, en la que el maestro habla y los alumnos toman apuntes (…). Por lo común existe entre maestro y alumnos lo que hoy denominamos el ‘diálogo’». Se puede imaginar algo parecido a los Diálogos de Platón. Para lograrlo se necesitaba la excelencia de un profesorado que debía estar en condiciones de responder argumentativamente a las preguntas más atrevidas de sus alumnos. Eso podía significar tanto atender a simplezas, como encontrarse con planteamientos capaces de contradecir —y desmontar— la propia doctrina.

Para evitar que las discusiones andasen en el vacío, diseñaron una metodología en la que se distinguían cuatro etapas: lectioquestiodisputatiodeterminatio.

La lectura de los textos

El aprendizaje partía de una base sin la cual faltaba la materia prima en la que esculpir el proyecto: la lectura de un texto. Se usaban textos clásicos, es decir, pertenecientes a la gran tradición del saber humano. Según avanzó la universidad en el tiempo, y dependiendo del objeto de los estudios —teología, filosofía, derecho…—, además de la Biblia y los clásicos grecolatinos, se fueron usando el corpus iuris civilis de Justiniano o el derecho canónico de la Iglesia. Con la lectio los maestros daban las lecciones durante las horas lectivas, de modo que los alumnos escuchaban directamente los textos de los grandes maestros. Esta lectura iba acompañada por los comentarios del lector (en inglés se usa todavía lecturer para hablar del profesor universitario).

La disputatio invitaba a aclarar puntos difíciles del programa y a que los alumnos ejercitaran sus habilidades dialécticas

Hay que recordar que en aquel entonces, siglos XII y XIII, las bibliotecas eran exiguas y transcribir un libro podía llevar de seis a ocho meses. Por eso se leía en común a los grandes autores en el aula. El uso de la lectio ya era común desde el siglo VI. Comenzaba con la introducción, que servía para presentar al autor, contextualizarlo y explicar su intención. A continuación venían las tres etapas de la explicación: la littera (lectura de los textos); el sensus (la interpretación literal de lo leído), y por último la sententia, la interpretación profunda del pensamiento del autor y del contenido del texto.

El universitario medieval era consciente de los distintos modos de aproximarse a un mismo pasaje. Lo resumía así un Distico (estrofa de dos versos que expresan un concepto completo):

«Littera gesta docet, quid credas allegoria, Moralis quid agas, quo tendas anagogia» /«El literal enseña los hechos, el alegórico es para que creas, el moral para que actúes, el anagógico para que vayas [al Cielo]». (Agustín de Dacia, Rotulus pugilarisI).

Al conjunto de comentarios en torno a un texto se le denominaba glosa. Estas quedaban muchas veces escritas en los márgenes y podían referirse tanto a la litteracomo al sensuscomo a la sententiaUn ejemplo de glosa al margen lo ofrecen los primeros vestigios del castellano en las llamadas glosas emilianenses.

Cada día se dedicaba la mañana a la lectio y al repaso de lo aprendido los días anteriores. La memoria era un elemento clave del método escolástico. A falta de libros, y de herramientas que permitieran una escritura ágil, se ejercitaba conscientemente la capacidad de la reminiscencia humana, sirviéndose de todo tipo de ingeniosas reglas de mnemotecnia, resúmenes, etc. «Marciano Capella recordaba la necesidad de ejercitar la memoria en un tiempo tranquilo para facilitar la meditación; a ser posible que fuese de noche, pues el silencio y recogimiento de la noche facilitan la concentración de los sentidos» (Vergara Ciordia, “Actualidad del método escolástico”).

Las cuestiones: comprender

La tarde, por su parte, era el momento de la enseñanza propiamente dicha. En ella se realizaba la collatioes decir, un coloquio en común entre maestro y estudiantes. Para discutir temas más polémicos o difíciles se estableció la quaestioComo su nombre indica, se trataba de plantear preguntas sobre los temas acerca de los que se había leído.

Las preguntas (las quaestiones) que maestros y alumnos se hacen abarcan la totalidad del saber y los debates de su tiempo

¿Qué tipo de cuestiones plantea un maestro medieval para discutir en sus clases? Se puede fijar la atención en la obra cumbre de la escolástica: la Suma Teológica de santo Tomás de Aquino. Escrita entre 1265 y 1274, quedó incompleta. Aun así, consta de cuatro partes y de un total de 512 cuestiones, cada una de ellas dividida en diferente número de artículos. La temática de la obra es amplísima, pues en ella se tratan de recoger todos los asuntos que debería saber un aspirante a bachiller. En buena medida está dedicada a cuestiones teológicas. Sin embargo, el fundamento filosófico está siempre presente, y cita tanto argumentos de los Padres de la Iglesia como de Platón, los filósofos estoicos, Cicerón y —sobre todo, ya que le consideraba el Filósofo por antonomasia— Aristóteles.

¿Algunas cuestiones que trata en el texto? Si Dios existe; si es simple o perfecto; si existe la verdad; si existe la falsedad; si Dios actúa con libertad; si se puede definir persona; si Dios es un ser personal; si Dios crea; si es la causa del mal; si podemos decir algo de los ángeles o los demonios; si el hombre es su alma; si el alma se relaciona con el cuerpo como forma; si la inteligencia es una facultad superior; si podemos conocernos a nosotros mismos; si podemos definir la voluntad; si podemos aspirar a la felicidad; si esta la puede alcanzar el hombre; si los actos humanos pueden ser calificados como buenos o malos; si debemos seguir a nuestras pasiones; si podemos amar; si podemos odiar; si cabe la pasión de la esperanza; si se puede remediar la tristeza; si podemos construirnos un carácter; si la justicia es dar a cada uno lo suyo; si se debe sus- pender a veces el acto de la justicia; si la ley se identifica con la justicia y si hay distintos tipos de ley; si el magnánimo es necesariamente orgulloso; si ser fuerte es especialmente resistir o atacar; y así 512 temas divididos en 2.669 artículos (preguntas más específicas). La sola lectura del índice de la Suma sirve para darse cuenta de la amplitud de miras de un maestro en la universidad medieval.

Pongamos ahora un ejemplo particular de cuestión, al que nos hemos referido al inicio de estas páginas: el de la relación del alma con el cuerpo. A la hora de cuestionar este tema, santo Tomás hacía un análisis comparativo de opiniones de autoridades con puntos de vista distintos. Esto no se hace nunca descalificando al contrario (lo que en retórica se llama «argumento ad hominem»), sino por medios estrictamente argumentativos: pone en valor todos los argumentos conocidos para seguidamente analizarlos, relacionarlos y —si fuera necesario— corregirlos o superarlos.

¿Qué se cuestiona? El autor de la Suma propone las siguientes preguntas:

  1. Si el principio intelectivo (el alma intelectual) se une al cuerpo como forma (aquí enfrenta a Platón, Avicena y Averroes con Aristóteles).
  2. Si el principio intelectivo (el alma intelectual) se multiplica o no conforme se multiplican los cuerpos (aquí trata las posturas sobre el intelecto de Avicena y Averroes).
  3. Si hay en el hombre otras almas además de la intelectiva (en discusión con algunos autores neoplatónicos y agustinianos).
  4. Si es conveniente que un alma intelectiva se una a un cuerpo (analizando a los que consideran que un cuerpo material sería indigno de un ser espiritual como alma del hombre, postura habitual en los gnósticos).
  5. Si la unión del alma intelectiva es por disposiciones accidentales (un nuevo tratamiento de si la unidad alma/ cuerpo es esencial o es accidental, como la del vestido con el cuerpo).
  6. Si el alma se une al cuerpo mediante otro cuerpo (una idea que, curiosamente, reaparece en Descartes como en el debate contemporáneo sobre la relación mente/ cerebro y la hipótesis del homúnculo interior).
  7. Si el alma está totalmente en cualquier parte del cuerpo (de nuevo, frente a la idea de que el alma ocupe algún punto material en el espacio).

Nuestra intención no es explicar estos temas, sino usar este ejemplo para iluminar algo central: las preguntas (las quaestiones) que maestros y alumnos se hacen abarcan la totalidad del saber y los debates de su tiempo. Y buscan positivamente en qué puntos hay contradicciones o qué soluciones no funcionan y por lo tanto tienen que ser declaradas falsas (esa es la parte irónica o destructiva del método socrático). Así es como ayudan al estudiante a avanzar en el conocimiento de la verdad (la parte de «nacimiento» o constructiva del método socrático).

Las disputas y la determinación

La disputatio era el método docente más original. Invitaba tanto a aclarar puntos difíciles del programa como a que los alumnos ejercitaran sus habilidades dialécticas (esto es, su «técnica retórica de dialogar y discutir para descubrir la verdad mediante la exposición y confrontación de razonamientos y argumentaciones contrarios entre sí»).

Las disputas solían celebrarse fuera del horario ordinario de las lectionesen jornadas de fiesta. Podían tener lugar en el claustro del edificio o en la plaza pública. Era algo similar a un torneo, que en este caso usaba como arma la palabra.

Su funcionamiento seguía la siguiente estructura: el maestro elegía un tema, alguno de los bachilleres —alumnos de cursos avanzados, avisados con antelación— lo desarrollaban y planteaban los distintos argumentos citando a los autores de las lectiones y razonando su sentido. El público, casi siempre numeroso, lo componían profesores y alumnos. Los doctores y maestros podían preguntar o argumentar, pero no ser contendientes principales.

¿Sobre qué disputaban? En los siglos XII-XIV interesaban los problemas reales tanto de teología, de filosofía, casos jurídicos o problemas de política. Se puede imaginar el ambiente en las salas o claustros donde se llevaban a cabo esas reuniones: alumnos brillantes tratando de ganar la corona de la fama, discutiendo argumentativamente, y no solo por un motivo dialéctico sino para avanzar en un asunto que preocupaba a la comunidad universitaria.

El momento culminante llegaba al día siguiente con la determinatioEn ella el maestro que había presidido el encuentro presentaba una síntesis de lo que se había dicho en la disputa y daba su propia respuesta al punto en debate. Esta respuesta a veces favorecía alguno de los puntos de vista, otras adoptaba aspectos de las diversas corrientes matizando (en los problemas reales no todo es necesaria- mente blanco o negro, hay espacio para una amplia gama de grises). Sin embargo, en ocasiones su determinatio podía ser contraria a todo lo que se hubiera defendido la tarde anterior: y es que un verdadero maestro debía servir ante todo a la verdad.

Se puede imaginar la tensa espera cuando el magister (mucho más que un árbitro) analizara lo que se había expuesto y diera su propia respuesta. Aprovecharía para criticar el estado de la cuestión en el mundo académico. Un buen maestro sabía que constantemente se encontraba en el filo de la navaja pues lo que esperaba ese público ávido de conocimientos, no eran solo novedades, sino un auténtico avance en la cuestión sometida a discusión.

La determinatio era el momento más sublime, y difícil, de esa metodología. Tal y como ocurre todavía en el mundo jurídico, lo que hacía el maestro era aplicar la prudencia para valorar las propuestas de los contendientes y tomar una «decisión intelectual» sobre cuál fuera la más adecuada. Esa verdad no sería la que surge de la autoridad o del dogma, sino la conclusión de argumentos racionales sobre los que se había discutido abiertamente. Si no lo hacía así, si se dejaba llevar por prejuicios o falacias lógicas, se vería sin duda rebatido. La vida universitaria ponía en juego la pericia intelectual de profesores y alumnos. Ambos lo vivían como un encuentro que iba más allá de lo lúdico: en la disputatio se trataba de honrar a la verdad pues se andaba siempre en su busca.

Lo expresaba así el mismo santo Tomás de Aquino: «Una disputa es magistral en las escuelas no porque rechace el error, sino porque instruye a los oyentes para inducirlos a la inteligencia de la verdad que pretende; entonces es necesario dotarse de razones que investigan la raíz de la verdad y que hacen saber cómo es verdadero lo que se dice. Por el contrario, si el maestro determina la cuestión solamente con el procedimiento de autoridades, ciertamente el auditor podrá certificar que es así, pero no adquiere ninguna ciencia ni inteligencia, y se irá de vacío».

La verdad universitaria nacía del razonamiento y de la investigación, no de la autoridad o de una imposición externa a la institución (entonces la doctrina eclesiástica, en nuestros días la agenda de la corrección política). Todo un alarde de libertad académica. La dialéctica diluía la frontera entre enseñanza e investigación: se investigaba enseñando, en una constante situación de tensión que realmente se daba en la convivencia culta de docentes y discentes. Un ejemplo nos lo ofrece la Suma Teológica de santo Tomás de Aquino: en principio fue pensada como un manual para alumnos que se iniciaban en el estudio de la teología y acabó convertida en una de las obras cumbres de la historia del pensamiento humano. Investigación, grandes libros y docencia eran tres realidades siempre unidas.

Un ejemplo de método: «Sí y no»

Eso no significa que la relación entre maestro y discípulos fuera horizontal: el maestro ejercía de guía. La experiencia dada por el estudio y los años de reflexión propios del maestro eran esenciales en el pensamiento crítico. «Nosotros sin guía vagamos errantes y por eso difícilmente alcanzamos la salud, porque no sabemos siquiera que estamos enfermos». El método escolástico no exigía la «eliminación de las tarimas» (Vergara Ciordia, “Actualidad del método escolástico”), ni implicaba el relativismo. En cambio sí distinguía poder (la imposición por la fuerza de una doctrina) de autoridad (la función de guía del docente sobre el estudiante hacia la sabiduría). En esto, una vez más, resultaba socrático. Entre otras, se ha conservado la que se puede considerar la gran obra de Pedro Abelardo: Sic et non (Sí o no, 1122- 1226), probablemente el libro más importante de todo el siglo XII, piedra de toque del método escolástico. En él somete «a consideración sentencias que la tradición había considerado verdaderas y que sin embargo la nueva cultura presentaba como insuficientes, vagas y aparentemente contradictorias. En el prólogo de su obra podía leerse: ‘Algunas afirmaciones (de los santos Padres) por la divergencia que parecen tener oscurecen la verdad y suscitan la pregunta’».

El renacimiento del pensamiento crítico
Estatua de fray Luis de León ante la Universidad de Salamanca.

Algunos dedujeron de esta actitud que Abelardo era un escéptico, alguien que se atrevía a plantar cara a un su- puesto dogmatismo de la Iglesia. Nada más lejano en sus intenciones. Abelardo era un dialéctico. O, por decirlo en terminología actual, un pensador crítico. El «sí y el no», el «pro y el contra» son el objeto de su tratado. Se centra en 158 cuestiones relacionadas con la fe y el dogma, trazando «un catálogo metódico de las contradicciones que se pueden descubrir en la Sagrada Escritura y en sus comentaristas más calificados, los Padres y los Doctores de la Iglesia», las autoridades. El Sí y el no es la razón que instaura una confrontación entre las autoridades. (…) Se comprende que Abelardo provocara el entusiasmo entre sus alumnos: no había nada en él del comentarista mediocre que utiliza su habilidad para evitar las situaciones embarazosas». Al contrario: Pedro Abelardo en Sic et non sienta las bases de la educación escolástica: atreverse a enfrentar los contrarios, convencido de que la verdad está a la espera de ser descubierta. Y que ese camino se recorre con la razón, no con el prejuicio o el miedo.

No era la suya una docencia acomodada: buscaba poner contra las cuerdas los lugares comunes sirviéndose del debate para acercarse así a la verdad, sin miedo a que la seriedad de análisis le condujera al error. «Su obra es la de un investigador que utiliza la dialéctica para llegar a una verdad positiva». Quiere entender por qué hay interpretaciones contrarias, desvelar cómo cualquier contradicción a partir de los datos de la fe no puede ser sino fruto de la precipitación, de la flaqueza de nuestro conocimiento o del misterio.

La existencia de la universidad como institución, y la apertura de pensamiento, fueron condiciones necesarias para la aparición de la idea moderna de ciencia

En un momento de Sic et non Abelardo dice que «la primera clave de la sabiduría es la interrogación asidua y frecuente (…). Es dudando como llegamos a la búsqueda, buscando como percibimos la verdad». La metodología de Sic et non sienta las bases de lo que hoy entendemos que debe ser el pensamiento crítico. Como ya hemos visto, un siglo y medio más tarde santo Tomás de Aquino lo sigue aplicando. Sin duda resulta muy pertinente plantearnos en qué medida esta aspiración, enseñar a pensar, se encuentra o no presente en nuestro entorno de enseñanza y aprendizaje.

La universidad medieval y el avance científico

Una pregunta que es necesario plantearse al acercarse el final de esta exposición es en qué medida la universidad medieval, y el uso del método escolástico, sirvió para que avanzara el conocimiento. Primero es necesario «dimensionar» adecuadamente el tamaño de la institución. «En 1254 el claustro de profesores de Salamanca contaba con un maestro en leyes y otro en decretos, dos maestros en decretales y otros dos en lógica, en gramática y en física; junto a ellos había también un maestro en órgano y otro personal no docente como un estacionario, un «apotecario» y dos conservadores». El número de alumnos era parejo: a finales del XIV había en Salamanca 500 alumnos. Con datos similares en otros centros universitarios, no es fácil lograr una gran producción científica. Una excepción se encontraba en Bolonia: 10.000 estudiantes en el siglo XIII. Sí eran frecuentes los cambio de universidad entre el profesorado, de modo que el conocimiento de los grandes maestros se expandía, también gracias a la universalidad del latín (santo Tomás, proveniente de Nápoles, fue discípulo en París de un alemán, san Alberto Magno; en Salamanca los profesores de derecho de los primeros años eran gallegos formados en Bolonia; también contaban con profesores ingleses).

La división de los saberes y el sentido de la educación se entendían distintamente a la actualidad. Todos los alumnos pasaban por la escuela de artes, estudiando el trivium y el cuadriviumla medicina se incluía en el estudio de la naturaleza. En medicina «los textos usados como autoridades eran los Aforismos y los Pronósticos de Hipócrates, algunas obras de Galeno y Constantino Africano, los tratados farmacéuticos de la Escuela de Salerno y, a partir de la segunda mitad del siglo XIII, los tratados de Avicena, Averroes y otros autores judeo-árabes. Estos textos (…) eran leídos y comentados de modo similar a los de derecho, filosofía o teología. Pero junto a esta enseñanza teórica existía también la práctica, fundamental para el ejercicio posterior de la medicina. De este modo, la cirugía acabó incorporándose a los estudios médicos y, a partir del siglo xiv, en diversas universidades se introdujo igualmente la práctica de la disección» (Barcala Muñoz, “Las universidades españolas durante la Edad Media”).

La determinatio era el momento más sublime, en el que el maestro tomaba una «decisión intelectual» sobre la respuesta más adecuada

¿Cómo avanzó el conocimiento? Se desarrollaron enormemente los estudios de lógica, retórica, argumentación dialéctica…, es decir, todos los conocimientos instrumentales necesarios para desarrollar el conocimiento sapiencial (filosofía, teología) y jurídico. Puede sostenerse que el nivel que se alcanzó en estos campos no ha sido superado pues alcanzó la excelencia de lo clásico (tampoco puede superarse la calidad de la filosofía o la tragedia griega, o del derecho y la poesía romana): hay modos de saber que son, desde ciertas perspectivas, independientes del desarrollo tecnológico. La filosofía y teología de san Anselmo,  Pedro Abelardo, Hugo de San Víctor, san Buenaventura, santo Tomás de Aquino, Duns Scoto o Guillermo de Ockham, constituyen cumbres del intelecto humano, suficientemente variadas entre sí como para dar cuenta de la riqueza de enfoques de aquellos tiempos.

Algo similar ocurriría con el campo del derecho. La de- cadencia del feudalismo, el desarrollo de las ciudades y de la burguesía, o la pujanza de las escuelas de derecho (Bolonia, Nápoles o Salamanca), fueron los factores determinantes. Se le dio una segunda vida al Derecho Romano con la aparición de las Siete Partidas de Alfonso X el Sabio en Castilla o de la Carta Magna de 1215 en Inglaterra. El cultivo del derecho en las universidades, y la extensión de la formación jurídica, fueron elementos clave para la mejora del gobierno tanto de la Iglesia como civil.

La idea de ciencia era bien distinta: se basaba más en las autoridades (la Física de Aristóteles, por ejemplo, o en interpretaciones literales de la Biblia) que en la observación empírica. El uso de la lectio podría incluso parecer una atadura: seguir centrando el cultivo de la medicina en Hipócrates o en la biología griega parece sin duda un atraso. Sin embargo, gracias al uso del método escolástico se habían puesto las condiciones necesarias para el cambio de modelo. Para Copérnico (1473-1543) sus cuatro años en la Universidad Jagellonica de Cracovia serían claves en el desarrollo de sus capacidades críticas y de cara a iniciarse en el análisis de las contradicciones lógicas entre los dos sistemas oficiales de astronomía (Aristóteles y Ptolomeo). Podría decirse que la aplicación del método crítico fue una de las causas profundas de la revolución copernicana.

La universidad medieval ayudó al avance científico en otro sentido: este encontró el lugar donde cultivar el humus que le permitió desarrollarse. La existencia de la universidad como institución, y la apertura de pensamiento a la que invitaba el pensamiento crítico, fueron condiciones necesarias para la aparición de la idea moderna de ciencia. Ese ambiente de estudio y reflexión era un entorno mucho más aprovechable para la concepción de ideas geniales que el ejército, la agricultura o las cocinas. Así, Galileo despertó al espíritu de investigación en sus años de estudiante de medicina en Pisa; Kepler hizo lo mismo en Tubinga: sin la universidad difícilmente hubiera sido posible la revolución científica del XVII. Y se trataba —al menos en los casos de Copérnico, Galileo o Kepler— de una universidad que aún seguía el modelo medieval.

Accidentalmente, la universidad fue también un gran apoyo para la difusión del saber: aunque no todo gran pensador o científico pasó por ella (Descartes, Pascal, Spinoza), es gracias a ella como ese saber se universalizó y pudo expandirse.

¿Y los conocimientos técnicos? Tuvieron menor fortuna, pues no formaban parte de los estudios universitarios sino que se impartían en escuelas, muchas veces organizadas por los diferentes gremios, dada su finalidad directamente aplicada. La ingeniería estaba unida a la tarea militar, o al desarrollo civil (puentes, caminos), pero la primera escuela formal de ingeniería no se estableció hasta 1675, cuando Jean Baptiste Colbert fundó un Corps du Gènie por orden de Luis XIV. Habría que esperar hasta el siglo XIX para que se establecieran las primeras escuelas universitarias de arquitectura (la de Madrid es de 1844), de comercio o de empresariales: claro que ya se edificaba, o que había comerciantes, pero no se consideraba que fueran tareas propias de estudio universitario.

¿Qué queda de todo esto en el momento actual?

Una analogía, aunque más reducida en el número de agentes que intervienen y en la atracción que ejerce sobre el público, sería la revisión por pares de artículos en revistas y de comunicaciones en congresos, así como los paneles de discusión que deberían seguir a esos artículos y presentaciones. Al menos es así sobre el papel, y los revisores esforzados dan realmente pie a un compartir racional que necesariamente mejora el trabajo de los equipos de investigación.

Otro ejemplo podrían ser los seminarios de profesores. Como la quaestioen principio tratan de una pregunta que juega en la brecha del conocimiento. En el seminario un profesor presenta ante el claustro y los alumnos de una facultad o departamento los resultados o perspectivas de su investigación. El público que asiste, compuesto en parte por maestros, puede plantear objeciones, desvelar razonamientos poco rigurosos usados durante la exposición, ampliar las miras bibliográficas y el estado de la cuestión con aspectos que quizá el ponente no haya tenido en cuenta o desconozca. Y el ponente no lo tomará como una ofensa, sino como ayuda y ocasión de mejora y crecimiento tanto para él como investigador, como para el cuidado con que su trabajo hace justicia «de lo que hay», de la verdad.

El principal obstáculo contra la posibilidad de revitalizar la lectioquaestio,disputatio determinatioes lo que Paul Boghossian ha llamado el miedo al conocimiento: si la verdad fuera un constructo social en el que debe dar- se prioridad a las modas, a lo que dictaminan el poder o la agenda política, no habría espacio para la discusión intelectual. El relativismo nihilista —que afirma que no podemos saltar más allá de nuestra subjetividad y, por tanto, que la verdad no existe—, corroe todo debate. A veces lo hace imponiendo un credo, un dogma, que califica cualquier planteamiento que lo ponga en duda con acto de fobia odio. Y esto lo hace sin servirse de argumento racional alguno: el miedo al conocimiento renuncia a la verdad, al diálogo y a la razón. Le queda solo la ideología y el ejercicio del poder (como imposición, como censura, como amenaza). Si en la universidad contemporánea hay temas de los que no se puede hablar, o la verdad se limita a ser un constructo, se evapora la posibilidad de ejercitar el pensamiento crítico.

Por último, cada vez parece más complicado encontrar tiempo para celebrar encuentros así: la carga docente y de correcciones, la disparidad de horarios, los criterios de productividad dominantes, la necesidad de publicar o morir antes que de compartir y avanzar juntos, el interés solo por aquello que puntúe para las acreditaciones, y tantos otros problemas prácticos, hacen difícil encontrar el hueco necesario para que la academia siga siendo ese espacio sagrado en el que deberían darse las discusiones abiertas.

Fuente: https://www.nuevarevista.net/destacados/renacimiento-del-pensamiento-critico-clases-en-las-primeras-universidades/

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En las aulas se define el futuro de Cuba

Cuba / 3 de febrero de 2019 / Autor: Yaima Puig Meneses / Fuente: Juventud Rebelde

Presidió Díaz-Canel una reunión con los principales dirigentes de los organismos de la Administración Central del Estado en la que se analizó el proceso de formación y desarrollo de la fuerza de trabajo calificada

Es la formación y desarrollo de la fuerza de trabajo calificada una prioridad del Gobierno cubano por todo lo que ello implica para el futuro del país. Así se destacó este sábado en un encuentro de trabajo encabezado por el Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, que contó con la participación de los principales cuadros de dirección de los organismos de la Administración Central del Estado.

Díaz-Canel Bermúdez instó a escuchar más a los recién graduados cuando tienen ideas y a darles participación en las decisiones de los centros a que son asignados. «Aprovechemos sus conocimientos y deseos de innovar, de proponer soluciones; sus facilidades para emplear y aplicar las nuevas tecnologías y su visión para darse cuenta de uno u otro problema.

«Si una inversión es necesaria en una entidad de servicio o empresa —acotó— es la que se destina a desarrollar la fuerza de trabajo calificada, sin ella no podemos resolver los problemas que tenemos en nuestros centros y la calidad que aporta a ellos es invaluable.

«Piensen siempre —reflexionó— que estamos formando trabajadores, obreros, líderes; que estamos haciendo una inversión para la reserva científica y para el futuro del país».

El periodo de adiestramiento es vital para enseñar a los recién graduados, para motivarlos a hacer por los centros de trabajo y crear en ellos un mayor sentido de pertenencia, insistió Díaz-Canel, al tiempo que reiteró la importancia de desarrollar la cultura del detalle en los lugares, pues mantener un espacio bonito y ordenado no necesariamente implica ostentación.

Estrechar el vínculo con las universidades es fundamental para propiciar el desarrollo, reiteró.

Y ejemplificó con lo puesto en práctica durante las recientes visitas de Gobierno a las provincias de Sancti Spíritus y de Cienfuegos.

En esos intercambios se pueden conocer criterios de los estudiantes acerca de diferentes procesos, pero también proponerles retos e involucrarlos. Acudir a la ciencia y a la investigación para resolver problemas es sabio, concluyó.

«Ya tenemos un camino recorrido, pero todavía podemos hacer más».

La viceministra de Educación Margarita McPherson Sayú explicó las bases fundamentales que sustentan la política aprobada sobre la responsabilidad de los organismos y entidades en estas cuestiones, e insistió en que el análisis y la atención tienen que ser de manera integral.

Dicha política —dijo— da respuesta a los problemas presentes por varios años en esta actividad y se centra en la responsabilidad de los organismos y entidades con los procesos de formación vocacional y orientación profesional; formación de obreros calificados y de profesionales de los niveles medio y superior; así como en la superación y formación posgraduada de los recursos humanos y la actividad de ciencia e innovación tecnológica.

Claramente han sido definidas funciones comunes de los organismos y entidades, lo cual constituye una fortaleza de la política aprobada, aseguró.

Lo diseñado está encaminado de manera general —puntualizó— a asegurar la atención priorizada por parte de los principales directivos de organismos y entidades, la permanencia de los graduados en sus puestos de trabajo y a lograr una mayor calidad en la formación y estabilidad de la fuerza de trabajo.

De manera general, durante el debate se insistió en la necesidad de estrechar cada vez más el vínculo de los estudiantes con los organismos y en la atención que se debe dar a los graduados en los diferentes centros.

El vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministros Roberto Morales Ojeda reconoció el incremento de aulas anexas en fábricas y empresas, lo que fortalece la preparación de la fuerza de trabajo y constituye una inversión que garantiza el desarrollo futuro del país.

Particularmente sobre la Educación Técnica y Profesional, el director de esa actividad en el Ministerio de Educación, Eugenio González Pérez, comentó que la matrícula supera los 164 mil 800 estudiantes, cifra mayor a la alcanzada en el anterior periodo lectivo.

La incorporación de los estudiantes en diferentes procesos productivos y de servicios ha sido fundamental, enfatizó.

Ello no solo repercute en la formación de los egresados, sino que los prepara teniendo en cuenta también las necesidades y exigencias de los propios organismos, incluidas cada vez más en los planes de estudio de las diferentes carreras y enseñanzas.

El vicepresidente Morales Ojeda enfatizó en que se han dado pasos importantes en los últimos años, lo cual permite hablar de resultados concretos que, sin satisfacer totalmente las necesidades, sí inician un camino que permite poco a poco ir dando respuesta a las demandas de fuerza de trabajo calificada. Insistió en la necesidad de pasar a un momento de certificación del proceso docente en las instituciones como un paso superior, que incide directamente en la integralidad con que debe verse.

Asimismo, valoró la pertinencia de que los recursos precisos para hacer cumplir la política estén incluidos en el Plan de la Economía, para garantizar así su adquisición y la continuidad del proceso.

Acerca de la formación de profesionales de nivel superior, Aurora Fernández González, viceministra de Educación Superior, hizo referencia al perfeccionamiento y certificación de las unidades docentes, aspecto que precisa de un vínculo directo con los organismos empleadores con una visión integral en la preparación; a los programas de formación del nivel de Educación Superior de ciclo corto; así como a la reserva científica y el premio al Mérito Científico. Raúl Alejandro Palmero Fernández, presidente de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU), valoró que la inclusión de estos temas en los análisis es de mucha importancia y en gran medida da respuesta a diversos acuerdos emanados del IX Congreso de la Organización.

Las unidades docentes no solo tributan a la formación integral de los egresados —consideró— sino que permiten que las investigaciones tengan matices donde se tengan en cuenta las verdaderas problemáticas existentes en el país.

La docencia puede convertirse en un elemento dinamizador de la calidad y la eficiencia de las empresas, valoró el vicepresidente Morales Ojeda.

A su vez, consideró de amplios y muy útiles los resultados que pueden salir del vínculo entre los centros de enseñanza y las empresas.

En la agenda de la reunión también estuvo el examen de la gestión de los recursos humanos que se hace por parte de los organismos y la atención a los recién graduados, lo cual, explicó Margarita González Fernández, ministra de Trabajo y Seguridad Social, forma parte de un análisis general que sistemáticamente se realiza sobre el empleo en el país.

Todo un reto constituye la atención a los jóvenes egresados —destacó—.

Ello no solo contribuye a incrementar su compromiso con la entidad a que fueron asignados, sino que permite, además, que se aprovechen sus conocimientos en función del desarrollo.

Fuente de la Noticia:

http://www.juventudrebelde.cu/cuba/2019-01-26/en-las-aulas-se-define-el-futuro-del-pais

ove/mahv

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Podcast nº13 – Cita Educacional – Formación de profesores (Audio)

Chile / 3 de febrero de 2019 / Autor: Cristian Orozco V. / Fuente: Spreaker

 

 

Hola a todos. En este episodio número 13 del podcast leo una cita del libro «Escuelas Creativas» de Ken Robinson sobre cómo deberían ser formados los futuros profesores.

Como siempre, les dejo los enlaces a mis redes sociales:

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Fuente:

https://www.spreaker.com/user/profe_cristian/13-cita-educacional-formacion-de-profeso

ove/mahv

 

 

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El aprendizaje autónomo en educación superior. Entrevista con Joan Rué

Colombia – España / 3 de febrero de 2019 / Autor: Edilson Silva Liévano / Fuente: Magisterio.com

Joan Rué es profesor del Departamento de Pedagogía Aplicada de la Universidad Autónoma de Barcelona, UAB, y presidente de la RED-U, así como delegado de esta red en ICED, (Internacional Consortion for Educational Development). En diálogo con la Revista Internacional del Magisterio, el Doctor Joan Rué hace algunas apreciaciones sobre didáctica, formalización del pensamiento, oportunidades de aprendizaje, aprendizaje autónomo entendido como el trabajo guiado por los maestros pero asumido de forma consciente por los estudiantes, así como de algunas confusiones que se presentan a la hora de abordar las relaciones de enseñanza aprendizaje.   

Edison Silva Liévano: Usted se ha referido puntualmente a tres tipos de estrategias didácticas como el empleo de la “socialización cooperativa”, “el lenguaje formalizado” y las “estrategias de comunicación”. ¿Podría ilustrar a los lectores sobre dichos aspectos?

Joan Rué: Con la primera estrategia mencionada me refiero a que la forma humana de aprender es mediante la interacción con los demás. “Aprender”, entendido no como acopio de información sino como competencia, es decir, como un saber aplicar, saber analizar, saber entender o saber hacer. El resultado del aprendizaje siempre es individual, pero los mejores procesos de aprendizaje son los que se realizan en interacción con los demás. Pero, ello no sucede de cualquier modo. La modalidad de aprendizaje más eficaz es la denominada cooperativa. Las evidencias de las investigaciones y de la práctica profesional muestran cómo es eficaz para todos los alumnos involucrados en ella.

Dicha práctica, sin embargo, requiere algunas reglas fundamentales para dar buenos resultados, básicamente cuatro: que los alumnos se necesiten entre sí para desarrollar un determinado aprendizaje, es decir, que nadie pueda realizar toda la tarea por sí solo; que dicha tarea tenga que resolverse haciendo alguna aplicación de algo o algún tipo de análisis o de elaboración propia entre los integrantes del pequeño grupo y que los grupos tiendan a ser heterogéneos en capacidades, –en unos niveles manejables– y según el sexo. Finalmente, que los grupos pequeños de trabajo no excedan de tres componentes. Luego hay otras reglas, pero los profesores las descubrirán fácilmente si desarrollan procesos de trabajo de este tipo, aplicando los anteriores criterios. Para que los lectores comprendan mejor lo anterior, lo ilustraría con el ejemplo de un trío musical. La cooperación se da al aportar cada uno su propio conocimiento específico, voz, guitarra, percusión, por ejemplo, a la interpretación en común. Porque lo importante para todos es el dominio de “lo musical” y lo secundario es rol de cada cual con su instrumento.

En mis textos también me he referido a la “formalización del pensamiento” en el desarrollo de la educación, un tipo de aprendizaje que luego se traduce en la formalización del lenguaje. Con ello me refiero a poner el énfasis en el hecho de pensar, a que los estudiantes desarrollen una noción clara sobre su propia forma de pensar. Por ejemplo, antes de iniciar cualquier actividad, saber formularse “qué voy a hacer” o “para qué”. O bien, cuando se terminó una tarea saber expresar una idea acerca de “qué aprendí” “para que me sirvió”, o, “con qué otras cosas que sé, lo relaciono”. También me refiero a saber expresar los aprendizajes de una forma propia, la de cada cual, mediante la escritura o la expresión oral.

Ahora bien, para hacerlo, hay que enseñar y aprender estrategias, en cada edad aquellas que les corresponda. Desde aprender a emplear frases simples y cortas, pero expresivas, en edades tempranas, hasta saber sintetizar un informe en una o dos páginas, sin obviar el saber hacer titulares, subtítulos, etc. O saber organizar la información recogida en tablas, cuadros, mapas o según campos de significado. Hay técnicas muy simples y muy funcionales: expresar una idea por escrito, en una frase, en un párrafo… decírselo a los demás, saber buscar palabras clave en un texto, etc. Finalmente, formalizar el pensamiento también es expresar las propias ideas con el apoyo de ciertos referentes. Este aprendizaje enseña al estudiante que “pensar” es un proceso de creación, pero también de acumulación y de fundamentación (¿en qué o quién me apoyo para decir lo que expreso?). El dominio de este tipo de aspectos me parece fundamental para aprender mejor, en cualquier edad y situación de aprendizaje.

E.S.L.: ¿Puede la didáctica asimilarse a la noción de situaciones y oportunidades de aprendizaje o es ella por el contrario la que debe mediar dichos procesos?

J.R.: Mi punto de vista es el segundo que se apunta. Los seres humanos hemos aprendido desde siempre a partir de situaciones, mediante la resolución de problemas. Esto ya lo vio John Dewey y la ciencia neurológica actual lo apoya. Evolutivamente estamos diseñados para resolver situaciones más o menos imprevistas, nuevas o cotidianas, a mejorar lo que sabemos, etc. Así que la Escuela –y cualquier formación– la entiendo como un sistema más o menos organizado de oportunidades de aprendizaje que proponemos a los aprendices, a los cuales deberíamos considerar más como personas que estudian y aprenden, es decir estudiantes, que como sujetos de una institución, o alumnos. En este sentido, el papel de la Didáctica lo veo como el de un campo de reflexión cuyo foco está en aprender a favorecer o a resolver adecuadamente para los aprendices dichos procesos de aprendizaje, entendidos como oportunidades para su desarrollo personal. El aprender haciendo era la propuesta de Dewey. Precisamente, dicha propuesta se ha desarrollado hasta el nivel de que universidades enteras, en Norteamérica y Europa, pero también la formación en determinados lugares de Colombia, Perú o Brasil, se realice mediante problemas organizados secuencialmente.

E.S.L.: Uno de los aspectos más relevantes de sus postulados es la formación autónoma, como una especie de formación a lo largo de la vida. Desde esa perspectiva, ¿cómo puede el maestro incitar a los estudiantes a esforzarse a desarrollar su capacidad de iniciativa?

J.R.: Mi propuesta tiene una formulación sencilla, si bien algo complicada de llevarse a cabo. La planteo considerando que posee dos caras: por una parte, consiste en no hacer por el estudiante, sea infante, niño, adolescente o universitario, lo que él mismo ya sea capaz de hacer. Es decir, no darle “respuestas” a “preguntas” que no se haya hecho. La segunda cara de la propuesta, sería plantearle cualquier aprendizaje como un tipo de reto, que lo vea como tal y que piense que puede realizarlo, contando con el debido apoyo nuestro.

De ahí que frente una situación o ante un aprendizaje nuevo, haya que empezar por enseñar a plantearse interrogantes, como por ejemplo: ¿qué sé acerca de…? ¿Qué me aporta? ¿Qué podría hacer con…? Creo que el profesor debe situarse un poco más allá, en las zonas donde ellos no alcanzan a llegar, de momento. De ahí la necesidad de darles herramientas para que piensen y actúen, para que se autoevalúen, para que sepan gestionarse los propios procesos de aprendizaje, procesos que pueden ir desde cinco minutos hasta donde sea posible, sin dejar jamás a los aprendices sin rumbo. Pero antes de darles la respuesta o la orientación adecuada, sí les podemos pedir que, por ejemplo, piensen un par de buenas respuestas, de acuerdo con lo que piensan o saben, ya sea sobre lo que les pedimos o lo que podrían hacer. En este caso, cuando obtengan nuestra respuesta, estarán “algo más cerca” de lo que hubieran estado si realmente no hubieran pensado nada relevante. Y esto, junto con lo manifestado antes, constituye una muy buena base para que puedan seguir aprendiendo. Ello es una competencia crucial en esta época en la cual la institución escolar se ha vuelto tan limitada, en relación con el conocimiento distribuido o circundante.

E.S.L.: Pareciera que el papel del maestro cambia radicalmente en los contextos actuales, como por ejemplo, el de la sociedad de la información, ¿cuál es el rol más pertinente que debe desempeñar un maestro frente a la relación estudiante-enseñanza-aprendizaje?

J.R.: Naturalmente, mis argumentos requerirían una argumentación e incluso una ejemplificación, algo que no está a nuestro alcance en esta entrevista. Sin embargo, en la línea de lo manifestado anteriormente, el rol del docente debe virar desde el de transmisor, necesario cuando la escuela tenía el compendio del saber transmitido y toda la competencia reconocida para hacerlo, hasta el de mediador entre el conocimiento y el aprendiz. Naturalmente, ello significa otra forma de ser maestro, en el sentido que requiere otra caja de herramientas o una con más variedad de recursos, así como otros modos de “pensar” el oficio docente. En este sentido, es muy importante saber gestionar los grupos y a los grupos pequeños trabajando. Es importante también tener claros los procesos de trabajo de los estudiantes, sus etapas, sus pasos, o saber valorar la importancia de aquellos errores que son indicadores de que el aprendizaje avanza, o saber dar confianza ante la incertidumbre o ansiedad que genera el hecho de aprender, entendido como reto. Pero todo ello no es nada que los profesionales no puedan aprender, si se desarrolla la actitud para hacerlo, y los mismos estudiantes nos pueden enseñar mucho sobre todo ello, mediante el empleo de la observación sobre los mismos. Ahora bien, tenemos que desterrar ideas muy simples como la de que la acumulación de información es aprendizaje, o la de que todo esto se aprende de un día para otro, etc. La docencia es un saber práctico. Ello tiene sus requisitos y los contextos de práctica también cuentan.

E.S.L.: ¿Qué condiciones favorecen el éxito del aprendizaje en autonomía?

J.R.: Sintetizando lo que sabemos del campo de la investigación, podemos intentar hacer una relación de las mejores condiciones. Aunque propongo diez, no debe verse como ningún “decálogo”. El orden en el que las propongo expresa mis propias ideas al respecto.

  1. Generar en los estudiantes confianza en sí mismos. No hay camino hacia el aprendizaje con personas con baja autoestima o niveles bajos de confianza en sí mismos o en lo que hacen.
  2. Intentar generar ambientes estimulantes de aprendizaje. Más allá de lo material, ello se consigue introduciendo en la mente de los estudiantes la noción del “reto”, desde preguntas tan aparentemente simples como: ¿qué haré hoy? ¿qué puedo hacer, qué puedo aportar con lo que hago?, hasta otras más complejas: ¿cómo puedo abordar la propuesta o el problema X?
  3. Desarrollar situaciones de aprendizaje mediante interacción social, cooperando con otros, ayudándoles y haciendo que se ayuden.
  4. Procurar que cualquier situación de aprendizaje se resuelva mediante una produccióndel estudiante, es decir, algo que a sus ojos tenga sentido y pueda ser “enseñado” a los demás, a sus padres por ejemplo, en el caso de los niños pequeños. Un texto puede ser una carta, una carta puede ser para un periódico, de la clase o de la escuela o de la ciudad. Una carta puede resumir un informe, un informe puede manejar datos estadísticos, matemáticos y texto, puede resumirse en cuadros, tablas, etc.
  5. Tener información clara acerca de lo que se debe hacer y cómo.
  6. Aprender a explicar, a contar lo aprendido, con diversas técnicas, desde el dibujo los más pequeños, hasta las presentaciones formales ante un auditorio un universitario.
  7. Los estudiantes deben contar con el apoyo de los profesores en este proceso, en los aspectos procedimentales o de contenido y tener retornos acerca del proceso seguido.
  8. Tener recursos y contar con orientaciones para saber manejarse, hasta cierto punto, con criterio propio y para mejorar o superar lo que necesita ser mejorado.
  9. Obtener la valoración frecuente del trabajo por parte del profesorado, en función del esfuerzo y del logro realizado.
  10. Poder trabajar en un entorno de aula que facilite concentrarse en el trabajo y en las tareas propuestas.

E.S.L.: Usted se refiere a varias confusiones que se presentan en las situaciones de Enseñanza y Aprendizaje, como información y conocimiento, confusión en el plano de la inteligencia y el comportamiento, entre otras, ¿qué incidencia tendrían estos aspectos a la hora de fundamentar una didáctica que abogue por la formación autodidacta?

J.R.: Le agradezco la pregunta porque, ante todo, desearía deshacer un posible malentendido, que a veces se da. Cuando hablo de autonomía en el aprendizaje no me refiero a un hacer autodidacta, aunque podría ser el caso, si bien no es lo habitual. Me refiero, fundamentalmente, a que los estudiantes asuman en primera persona el aprendizaje como un reto personal, como una cuestión propia y que entiendan, ellos y la Escuela o la Universidad, que los docentes están para dar apoyo, un apoyo especializado en los contenidos propuestos y en las estrategias para su logro. Me refiero, por lo tanto, a la enseñanza que ordinariamente se hace de forma orientada y tutorizada, bien mediante la asistencia directa o virtual en las aulas, o bien on line, en educación a distancia. Una enseñanza que, no obstante, podría incrementar la autonomía del estudiante, en el grado que ello fuera posible, en cada situación.

Frente a una concepción de la formación muy extendida, que adopta como referencia la idea de nutrición –alguien cocina y elabora el alimento para dar de comer a alguien– propongo cambiar la metáfora por la de quien se entrena a las órdenes o bajo la supervisión de un entrenador. Ahí, quien se entrena debe tener un mayor control sobre lo que hace, cómo se siente, hasta dónde puede llegar, cuáles son sus propios retos, etc. En consecuencia, el segundo sujeto es mucho más activo y autónomo –auto-regulado– que quien consume lo que se le ha preparado.

En este sentido, debemos deshacer algunos equívocos. La información se recibe o se obtiene desde el exterior, pero el conocimiento tan solo se puede auto-elaborar o generar. Es decir, el hecho de “conocer” sigue un camino inverso, desde dentro hacia el exterior. Un conocimiento externo al sujeto –del tipo que sea– siempre se contempla como información por parte de quien lo recibe. En cambio, lo que un sujeto elabora, en última instancia, depende de sí mismo, de sus herramientas, de sus recursos para la elaboración y la reflexión. Por su parte, la reflexión requiere autonomía para pensar. Y no se puede llamar pensamiento al hecho de seguir un dictado, por elaborado que este sea. Este solo se transformará en verdadero conocimiento cuando el sujeto lo haga suyo. Pero al igual que las digestiones, requiere su tiempo y un proceso personal de elaboración, de transformación o de asimilación que nadie puede hacer por otra persona. De ahí la importancia de los apoyos y de que el sujeto pueda disponer de recursos propios para aquél fin. De ahí la importancia de favorecer la autonomía de quien aprende, entendiéndolo integralmente, desde todas sus inteligencias, emoción incluida, y no verlo tan solo desde una de las dimensiones de la cognición.

Para profundizar más sobre los planteamientos de este autor, los lectores pueden acercarse al texto: Rué, Joan. El aprendizaje Autónomo en Educación superior. Narcea, S.A. De Ediciones, 2009..

Fuente de la Entrevista:

https://www.magisterio.com.co/articulo/el-aprendizaje-autonomo-en-educacion-superior-entrevista-con-joan-rue

ove/mahv

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Programación del Portal Otras Voces en Educación del Domingo 3 de febrero de 2019: hora tras hora (24×24)

3 de febrero de 2019 / Autor: Editores OVE

Recomendamos la lectura del portal Otras Voces en Educación en su edición del día domingo 3 de febrero de 2019. Esta selección y programación la realizan investigador@s del GT CLACSO «Reformas y Contrarreformas Educativas», la Red Global/Glocal por la Calidad Educativa, organización miembro de la CLADE y el Observatorio Internacional de Reformas Educativas y Políticas Docentes (OIREPOD) registrado en el IESALC UNESCO.

00:00:00 – Nicaragua: Jóvenes serán afectados con recorte de presupuesto universitario

http://otrasvoceseneducacion.org/archivos/299516

01:00:00 – El aprendizaje autónomo en educación superior. Entrevista con Joan Rué

http://otrasvoceseneducacion.org/archivos/299512

02:00:00 – Estados Unidos: Crece la rebelión docente en estados demócratas: educadores de Denver deciden iniciar la huelga mientras en Los Angeles gritan victoria

http://otrasvoceseneducacion.org/archivos/299519

03:00:00 – La educación en México: balance de un sexenio

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04:00:00 – Reino Unido: sindicatos piden una mejor financiación de la educación

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05:00:00 – Libro: Ideas en la educación latinoamericana. Un balance historiográfico (PDF)

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06:00:00 – Colombia: Sobre la incidencia del Banco Mundial en las políticas de educación superior

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07:00:00 – La agenda 2030: un marco global para la privatización y el comercio educativo

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08:00:00 – Libro: Aprendizaje activo, diversidad e inclusión. Enfoque, metodologías y recomendaciones para su implementación (PDF)

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09:00:00 – Podcast nº13 – Cita Educacional – Formación de profesores (Audio)

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10:00:00 – Libro: El aula diversificada (PDF)

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11:00:00 – Davos pide a gritos una nueva educación

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12:00:00 – Libro: Desarrollo y aprendizaje en el ciclo inicial. Valoración y abordaje pedagógico. Una reflexión a partir de la experiencia (PDF)

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13:00:00 – Preguntas para el INEE

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14:00:00 – España: La ópera se transforma en un vehículo de aprendizaje

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15:00:00 – Cruzada contra educación sexual socava avances en América Latina

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16:00:00 – La ANP denuncia planes israelíes para cerrar escuelas palestinas en Jerusalén

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17:00:00 – Señalados con la tiza – Cortometraje documental sobre la educación

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18:00:00 – República Dominicana: Advierten tendencia a privatizar educación

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19:00:00 – 10 reflexiones sobre educación que convendría debatir – Por Fander Falconí | Especial para NODAL

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20:00:00 – Orden y retroceso en las aulas de Brasil

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21:00:00 – Guatemala: Aulas que se caen a pedazos

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22:00:00 – Paraguay: Política y corrupción son culpables de la pésima educación, afirma ministro

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23:00:00 – En las aulas se define el futuro de Cuba

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Fortalecer la vocación docente

Argentina / 16 de diciembre de 2018 / Autor: Daniela Leiva Seisdedos / Fuente: INED21

¿Cómo nace la vocación docente?

La vocación es un concepto que en sus génesis lleva la palabra ‘valor’, valor de darle valor a lo que se elige, no una mera salida laboral. Con la vocación, demostramos una pasión de ser y hacer por lo demás porque, cuando un docente no tiene vocación, eso se nota y nuestros alumnos nos lo hacen saber.

Una cosa a aclarar antes de seguir con el tema de la vocación, porque con ella sola no alcanza también hay que ejercer la docencia con profesionalidad porque vocación y profesión no deben ser una dicotomía.

¿Qué interés puede tener una persona en ser docente?

¿Si por lo general recibimos bajas remuneraciones?

¿Estamos mal vistos dentro de la sociedad?

¿Nos tildan de ignorantes a pesar de conceder y transmitir cultura?

Nuestra profesión es una de las más perceptivas a los cambios económicos sociales, políticos, culturales, tecnológico, siempre estamos en «el ojo de tormenta» y como tal nos ven todos los ojos, porque la escuela es la caja de resonancia de toda la sociedad.

Los alumnos son la población que en un futuro tomará las decisiones, entonces, reflexionemos como docentes: si la entrada al aula la mayoría de los días no es una buena entrada y se nos hace una tarea rutinaria que no nos sorprende y gusta, que no aún no individualizamos a nuestros alumnos a esta altura del año, me preguntaría:

¿Qué estoy haciendo mal, qué quiero dejar? Y pensaría, primero, en otra estrategia y luego me iría del aula si no la encontré porque no le puedo dejar a otros una tarea incompleta de por vida seamos conscientes de lo que significa enseñar. Entremos al aula no solo con la utopía de cambiar el mundo, entremos al aula para que el cambio sea una realidad. La educación siempre genera esperanza.

No debemos olvidar que es un privilegio poder dedicarse a algo que nos apasiona, poca gente tiene esa suerte; ¿la pasión por la docencia nace porque tuvimos malos docentes, o tuvimos buenos docentes y en homenajes a ellos decidimos ser docentes?. La mía nació por las dos causas pero ganó la última. ¿Vos porque sos docentes? Porque la vocación del docente hace a la identidad de ese docente.

Un buen docente no es el que sabe todos los conocimientos que tiene que impartir, sino quelogra que sus estudiantes aprendan y disfruten del proceso y esa ligazón es para toda la vida.

Un docente quiere ser docente por la pasión de enseñar, para leer e interpretar esos libros debe estar presente un docente pero tengamos en claro una cosa nadie elige la docencia para hacerse rico y famoso por si se hace, se hace una actividad depredadora de la libertad.

OFRECER LOS OJOS ABIERTOS

Chicos, no sean docentes porque no les quedó otra cosa, se engañan y engañan a los demás, no serán felices y las consecuencias después son desastrosas: maestras y maestros agobiados –sin ningún interés–, quemados y hartos de los alumnos.

Ser docente con vocación de ser docente es ofrecer los ojos abiertos para que nuestros alumnos puedan mirar la realidad sin miedo y enfrentarla para luego poder volar alto.

La vocación se va construyendo y en esa construcción se fortalece con los años porque es determinante en el aprendizaje de los conocimientos. El amor por la profesión hace que el desempeño en la misma tenga un sentido, y, por ende, será de mejor calidad.

La vocación es la expresión de nuestros valores. Demostremos en todo momento nuestra jerarquía profesional y de personas, hagamos nuestra profesión con calidad, estudiando, capacitándonos, equivoquémonos y reconozcamos esos errores los errores enseñan, leamos todos los días, seamos exigentes y justos con nuestros alumnos, así aseguraremos un futuro en paz con valores, pero, sobre todo, tengamos pasión por el servicio que hagamos.

Cuando estamos en una tesitura de desempeñar nuestra labor profesional en el ámbito de la educación con vocación hablamos, realizamos una actividad con motivación, la «proyectamos» hacia nuestros alumnos y tratamos de no mostrarnos indiferentes, porque los acompañamos en sus inseguridades.

Todos hemos tenido dudas e inseguridades cuando elegimos esta carrera, cuando hemos pasado incertidumbre por los problemas que tuvimos en nuestra tarea y pensar respecto a dedicar –o no– nuestra vida a la docencia, pero con el tiempo descubrí y descubrimos que la docencia es lo nuestro y no nos arrepentimos porque el compromiso es con uno mismo que se traslada al mismo mundo.

Les recomiendo esta película francesa. La profesora de historia (Marie-Castille Mention-Schaar, 2014, Francia sobre la vocación docente.

Fuente del Artículo:

FORTALECER LA VOCACIÓN DOCENTE

ove/mahv

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