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Cristina Gutiérrez: “Si se incluyera la educación emocional en las aulas se acabaría el fracaso escolar”

España/ Autor: Karina Chapell / Fuente: Aika Educación

La Directora de La Granja Escuela reflexiona sobre la necesidad de incorporar la educación emocional en nuestra vida

La educación emocional cada vez se hace más necesaria en estos tiempos en los que vivimos tan apresurados y con tan poca conexión con nosotros mismos. Mientras surge el debate de incorporarla en la educación formal, existen proyectos como La Granja Escuela, un espacio formativo en el que se trabaja la educación emocional desde distintos aspectos.

¿Cómo nació La Granja Escuela?

La Granja la fundaron mis padres en el año 1984 como un proyecto para acercar lo que es el mundo de la granja y de la producción de alimentos a los niños de Cataluña. Cuando llevaba casi 20 años trabajando aquí (llevo 32), me encontré que todo lo que hasta ese entonces había funcionado trabajando con niños ya no funcionaba. Cuando les explicaba un temario no me escuchaban y cuando había un conflicto ya no lograba ni modular actitudes ni comportamientos. Ahí fue cuando hubo un momento de crisis, en el que pensé: “¿Qué está pasando, ya no sirvo para trabajar con niños?”

Y ahí fue cuando empezamos a buscar hacer algo diferente, pensamos que, si los niños habían cambiado, nosotros también teníamos que cambiar. Probando y probando, tras doce años de ensayos de prueba y error, conseguimos un método diferente que funciona con los niños hoy en día.

¿Cómo así llegaron a la educación emocional?

Por desesperación. Comprenderás que hace 20 años lo de inteligencia emocional recién se estaba trabajando y la mayoría de formaciones que había sobre ella estaban destinadas al mundo del alto rendimiento, es decir, deportistas o altos directivos de empresas, y nos resultaban inaccesibles económicamente. Pero encontré algunas de coach emocional dirigidas a directivos intermedios que me permitieron tomar algunas herramientas y aplicarlas en la escuela.

¿Cómo lograron consolidar el método La Granja?

Tras 12 años de ensayos, de aciertos y desaciertos, teníamos un método que veíamos que funcionaba; sin embargo, nos faltaban estudios científicos. Entonces decidimos realizar un estudio el verano pasado con 170 niños y niñas. Uno de los principales resultados es que después de 4 o 5 semanas de trabajo con el método la Granja, aumentan de manera significativa las cinco competencias emocionales.

“Hoy en día los niños van tan acelerados que lo primero que hay que hacer es que paren porque andan muy desconectados de sí mismos”

¿Cómo se aplica la educación emocional en una granja?

La educación emocional es transversal a cualquier materia académica. En la granja en particular se puede trabajar de distintos modos la educación emocional. Por ejemplo, trabajamos la empatía con los conejos o trabajamos el liderazgo con los caballos. Considero que las actividades outdoor training son más potentes, porque trabajar en contacto con la naturaleza permite que los niños se serenen.

Hoy en día los niños van tan acelerados que lo primero que hay que hacer es que paren porque andan muy desconectados de sí mismos. Vivir así mucho tiempo es lo que genera patologías en el futuro.

¿Qué clases de colegios vienen?

Vienen colegios de todo tipo, desde escuelas públicas con necesidades educativas especiales, colegios concertados, privados, es decir, de todo tipo. También como fundación se cuenta con una serie de subvenciones para las personas que no tengan recursos, tenemos meses en los que venir puede resultar muy económico. La idea es que el dinero no sea impedimento para trabajar aspectos emocionales.

¿Cuáles son los problemas emocionales más recurrentes?

Parece que los niños van corriendo por la vida, hay muchos niños tristes, yo en todos estos años, nunca me he chocado con niños con tantas carencias emocionales, hablo de baja autoestima, de desconfianza e inseguridad. La sobreprotección es una causa de ello porque se creen inútiles. La tasa de índice de suicidios de jóvenes entre 12 y 14 años en nuestro país es altísima.

” Cuando un niño siente que puede, puede con las matemáticas, con la lengua, puede con todo y también con decirle a un amigo ‘Eh, ¡no te permito que me trates así!‘”

¿Se debería incorporar la educación emocional en las aulas?

Claro que sí, la neurociencia lo demuestra: si se incluyera la educación emocional en las aulas se acabaría el fracaso escolar. Es lo que compruebo en el día a día con los 10.000 niños que pasan por aquí cada año, de escuelas públicas, privadas, de pueblos, de ciudades. Lo que veo es que cuando un niño siente que puede, puede con las matemáticas, con la lengua, puede con todo y también con decirle a un amigo,”Eh, ¡no te permito que me trates así!”.

¿Por dónde se empieza?

Yo siempre les digo a los profesores que el primer paso es que se pregunten si quieren realmente realizar un cambio, porque si quieren van a poner mucho de sí mismos. Acá tenemos muchos insumos que pueden ayudar a los profesores, es muy fácil comenzar, pero el 50% es decidir si quieren hacerlo.

Una vez me encontré con un barrendero en Barcelona y le pregunté, “¿Cuál es tu trabajo?”, y me dijo “Barrer, ¿que no ves?”. Me lo dijo enfadado.  Luego, le pregunte a otro lo mismo, a lo que me respondió “Que mis calles sean las más limpias de la ciudad”. El trabajo era el mismo para las dos personas, pero para uno tenía sentido eso que hacía y para el otro no. Cuando tiene sentido aquello que haces, de repente las horas, se convierten en minutos y aprendes a disfrutar cada momento. Con una sonrisa, le podemos cambiar el día a alguien.

“Cuando tiene sentido aquello que haces, de repente las horas se convierten en minutos y aprendes a disfrutar cada momento”

A los profesores, yo les diría que se pregunten, para qué son profesores. Entiendo a los profesores que están desesperados, porque yo también lo he estado, cuando uno está en el túnel no es tan fácil ver la luz. Muchos profesores se han acercado pidiendo ayuda, de hecho, El Emocuaderno lo escribí para ellos. Ya hay muchos que creen en esto, y a ellos les agradezco muchísimo porque se convierte como en una mancha de aceite que se va expandiendo poco a poco. Los verdaderos cambios empiezan desde abajo, desde lo que uno puede hacer. Se empieza con pequeñas acciones que se van multiplicando.

¿Por qué es importante la educación emocional?

Es la herramienta que te ayuda a saber quién eres. Te ayuda a ser consciente de lo que sientes y de regularlo de una manera que sea positiva para ti y para los demás. Unos podrán regularlas mejor que otros, pero de sentirlas las sentimos todos. La educación emocional nos ayuda a que las emociones se conviertan en nuestras mejores aliadas porque, de lo contrario, nos hacen sentir en una prisión, que hace de nuestra vida, y la de nuestro entorno, infeliz.

Fuente de la Entrevista:

Cristina Gutiérrez: “Si se incluyera la educación emocional en las aulas se acabaría el fracaso escolar”

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La educación emocional en el docente (Video)

España / 1 de abril de 2018 / Autor: Web del Maestro CMF / Fuente: Youtube

Publicado el 19 ene. 2018
Begoña Ibarrola es psicóloga y terapeuta infantil por más de quince años. Su trabajo ha estado siempre vinculado al mundo de las emociones. Lleva más de treinta años impartiendo cursos de formación al profesorado y a familias en diferentes instituciones y centros educativos, tanto públicos como privados.

Fuente: https://www.youtube.com/watch?v=NsQCBOAl5GM

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El juego, clave en los lazos de amistad de los niños

Por: Ana Camarero

Entre los seis y los 10 años es cuando el menor ya no ve solo a sus iguales como compañeros de ocio sino que empieza a crear un vínculo emocional.

“Hacer amigos y tener una red de amistad es una adaptación humana importante, que nos ha ayudado a desarrollar la cultura acumulativa, clave en la evolución humana”, manifiesta el investigador Jesús Gómez Gardeñes, del Instituto de Biocomputación y Física de Sistemas Complejos de la Universidad de Zaragoza, una de las personas que ha trabajado en el estudio sobre el Funcionamiento de las Interacciones Humanas, publicado en la revista Nature Human Behaviour, en colaboración con investigadores del University College y la Universidad Queen Mary, ambas en Londres.

El estudio, que se ha llevado a cabo en poblaciones del Congo y Filipinas dónde aún sobreviven con los mismos usos y costumbres que hace miles de años, ha analizado los datos registrados de más de 300 personas durante una semana mediante tecnología de rastreo inalámbrico, desarrollando así el mapa de sus relaciones sociales. La conclusión a la que se ha llegado es que en la arquitectura de la red social de cualquier población, los lazos más fuertes, es decir, con mayor tiempo de interacción, se centran en el núcleo familiar y solo unos pocos lazos extremadamente fuertes con amigos, no parientes.

La publicación recoge además que la arquitectura de nuestras redes sociales es fruto de un proceso de selección donde el beneficio es la eficiencia del intercambio cultural. En este aspecto, Gómez Gardeñes destaca que “el individuo elimina aquellas estrategias de sociabilidad que no favorecen el bien común y potencia aquellas que resultan exitosas para el conjunto de los individuos”. El hecho de por qué se han perpetuado unas y no otras a lo largo del tiempo, se encuentra en que podamos hacer perdurar la cultura. En que una nueva invención no se mantenga como un episodio aislado sino que facilite que la sociedad evolucione. “La premisa de que necesitamos una red social para transmitir la cultura es uno de los principales conductores y selectores de las sociedades que perviven hoy en día”, resalta Gómez Gardeñes.

Marina Díaz Marsá, presidenta de la Sociedad de Psiquiatría de Madrid y directora de SOMMOS Desarrollo Personal, subraya que la amistad tiene un papel importante en la vida del ser humano y sobre todo en los primeros años de su desarrollo ya que a través de ella los niños aprenden a compartir, elevan la autoestima, construyen el valor del compañerismo, además de ser esencial para desarrollar la empatía, solucionar conflictos y construir una personalidad extrovertida. Díaz Marsá apunta que “el ser humano es por naturaleza un animal social, de ahí que la amistad desempeñe un papel fundamental desde las etapas tempranas de la vida. De hecho, está bien documentado en la bibliografía científica que la amistad y contar con una amplia red social son claves para la felicidad. Sin embargo, aunque los más pequeños disfruten de su tiempo con otros niños y niñas, los menores no crean amistades, tal y como las entendemos posteriormente, hasta cerca de los cinco años. Entre los seis y los 10 años es cuando el menor ya no ve solo a sus iguales como compañeros de juego sino que empieza a crear un vínculo emocional con ellos, aunque su concepto de la amistad no es el mismo que se alcanza en la adolescencia”.

Gómez Gardeñes comenta que “los niños establecen vínculos de amistad asociados básicamente al juego. A través de él, imitan las relaciones sociales que desarrollan los adultos. Reproducen la red social que observan en su entorno. A través de estos juegos, rituales o entretenimientos crean una proto red social que mediante la imitación y el juego hará que los pequeños maduren”. Una opinión que coincide con la de Díaz Marsá que expone que, sobre todo, coincidiendo con el paso del ser humano de la infancia a la adolescencia, “la pertenencia a un grupo de pares le sirve para ensayar su rol de adulto y para identificarse, porque necesita ser igual a los otros para poder diferenciarse. La amistad proporciona en esta etapa de la vida oportunidades para desarrollar habilidades y resolver conflictos, además de diversión y entretenimiento. Los adolescentes sin amigos tienen baja autoestima, más fracaso escolar e incluso más riesgo de sufrir trastornos de salud mental”.

Ante la posibilidad de que nuestros hijos no sean capaces de establecer lazos de amistad con otros iguales, Díaz Marsá indica que “es importante que los padres no ‘etiqueten’ a los hijos de tímidos cuando les cuesta iniciarse en un grupo de amigos. Este tipo de crítica o la alusión constante a la falta de integración a un grupo pueden bajar su autoestima. Los padres pueden ayudar a sus hijos a tener amigos, dando ‘ejemplo’ del valor de la amistad”. Para favorecer la creación de lazos de amistad en edades tempranas, es esencial, según opinan los expertos, ayudarles a desarrollar la empatía así como enseñarles a dar y recibir.

Fuente:  https://elpais.com/elpais/2017/08/24/mamas_papas/1503579474_083511.html

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Las emociones y la escuela

Por: Xavier Besalú. El Diario de la Educación. 

La educación de las emociones no puede consistir simplemente en identificarlas, nombrarlas o relacionarlas con una imagen predeterminada o un color. Para esa empresa no valía la pena tanto estruendo.

Nosotros, los humanos, siempre hemos sabido de nuestras emociones, de nuestros afectos, sentimientos e intuiciones. Conocemos sus nombres y podemos identificar sin demasiados problemas sus rasgos más característicos porque las hemos experimentado en propia piel, porque las hemos sufrido o disfrutado, porque las hemos usado –consciente o inconscientemente– para tomar decisiones, tanto las más trascendentes como las más irrelevantes, y porque forman parte indivisible de nuestras vidas, como los sentidos o el mismo lenguaje. Por ello, cuando Gardner o Goleman pusieron de relieve la importancia de conocer y dar nombre a nuestras emociones, no nos extrañamos lo más mínimo de su apuesta por dar visibilidad y reconocimiento a algo tan presente y cotidiano en nuestro quehacer diario.

Por las razones que sean, hoy en los centros educativos la educación emocional se ha convertido en un emblema, en una prioridad; para algunos incluso en un atributo de identidad, que daría a entender a las familias su puesta al día y su vocación innovadora. Y para cierto sector del profesorado en una preocupación curricular primera, que dejaría en un segundo plano tanto los saberes propiamente dichos como la dimensión ética y estética de la educación y el resto de habilidades y competencias a adquirir.

Pero, ¿se pueden educar las emociones? ¿O más bien se trataría de garantizar y promover su expresión libre y contextualizada, su gestión razonable, su control responsable, atento al impacto que puede causar en el propio protagonista y respetuoso para con los demás, su experimentación acompañada y orientada por los adultos, para no dar rienda suelta a ese caballo desbocado y salvaje en que podría convertirse sin estas salvaguardas? En cualquier caso, la educación de las emociones no puede consistir simplemente en identificarlas, nombrarlas o relacionarlas con una imagen predeterminada o un color. Para esa empresa no valía la pena tanto estruendo.

Hoy sabemos a ciencia cierta que las emociones siempre han estado ahí, siempre han formado parte de nuestro ser personal y social, que forman una unidad indisociable con el mundo racional, que nunca han sido dos hemisferios opuestos y enfrentados por llevarse el gato al agua. Todas nuestras decisiones, pensamientos y actitudes están impregnadas de intereses, pasiones, intuiciones y afectos. Nuestra mente no es una máquina fría y calculadora, sino un artefacto profundamente sensible y, en definitiva, condicionado pero libre. No hay más que echar una ojeada a nuestras propias vidas para comprobar cómo están repletas de actuaciones e inhibiciones, algunas exitosas y otras fracasadas, que buscaban por encima de todo la felicidad, evitar el sufrimiento, el mal menor cuando todas las opciones conllevaban consecuencias indeseables, sobrevivir cuando nos hemos sentido abrumados…

Es cierto que venimos de una educación (la nacionalcatólica, pero también la cientifista) que consideraba que los deseos, las emociones, las intuiciones, la imaginación… deberían ser debidamente ocultadas y reprimidas, porque eran vistas como obstáculos que evitar para llegar a ser personas formadas, inteligentes, plenamente conscientes y moralmente íntegras. Pero la profunda crisis del proyecto moderno ha puesto al descubierto la falacia de este supuesto, que no solo dejaba al margen de la escuela las emociones, sino también los cuerpos. Pero de ahí a entronizar lo emotivo como una alternativa progresista e innovadora frente a lo racional va un verdadero abismo.

Y es en esta órbita que puede tener sentido relacionar este auge de lo emocional con la hegemonía teórica y práctica del neoliberalismo que nos corroe, que pone el acento en lo individual (frente a lo colectivo), en lo afectivo (frente a lo político o lo emancipatorio), en la convivencia amable (frente a la conflictividad y la exclusión), en la flexibilidad personal y en la capacidad de adaptación a los nuevos tiempos y condiciones de vida (frente a la historia, a la crítica y a la autonomía personal).

No es de extrañar que muchas de las empresas que cotizan en bolsa estén impulsando directa o indirectamente proyectos de educación o gestión de las emociones, o que vehiculen sin rubor mensajes propagandísticos destinados a tocar la fibra de los afectos, mientras con frialdad inhumana toman decisiones que deterioran gravemente la vida y la salud de miles de personas. Que los mismos culpables de ese deterioro nos propongan el antídoto adecuado para sobrellevar las propias penas –lo emocional como paliativo, la gestión de las propias emociones– raya casi la vileza.

Ante ello se difuminan la lucha contra las desigualdades y contra el enriquecimiento corrupto e ilícito, se emborronan las causas estructurales y reales de la situación de angustia o postración que viven las víctimas para poner el foco justamente en las propias víctimas. Tomadas individualmente, por supuesto.

Xavier Besalú es profesor de Pedagogía de la Universidad de Girona

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2018/02/08/las-emociones-la-escuela/

Fotografía: DPO Consulting

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Las emociones y la escuela

Por: Xavier Besalú

La educación de las emociones no puede consistir simplemente en identificarlas, nombrarlas o relacionarlas con una imagen predeterminada o un color. Para esa empresa no valía la pena tanto estruendo.

Nosotros, los humanos, siempre hemos sabido de nuestras emociones, de nuestros afectos, sentimientos e intuiciones. Conocemos sus nombres y podemos identificar sin demasiados problemas sus rasgos más característicos porque las hemos experimentado en propia piel, porque las hemos sufrido o disfrutado, porque las hemos usado –consciente o inconscientemente– para tomar decisiones, tanto las más trascendentes como las más irrelevantes, y porque forman parte indivisible de nuestras vidas, como los sentidos o el mismo lenguaje. Por ello, cuando Gardner o Goleman pusieron de relieve la importancia de conocer y dar nombre a nuestras emociones, no nos extrañamos lo más mínimo de su apuesta por dar visibilidad y reconocimiento a algo tan presente y cotidiano en nuestro quehacer diario.

Por las razones que sean, hoy en los centros educativos la educación emocional se ha convertido en un emblema, en una prioridad; para algunos incluso en un atributo de identidad, que daría a entender a las familias su puesta al día y su vocación innovadora. Y para cierto sector del profesorado en una preocupación curricular primera, que dejaría en un segundo plano tanto los saberes propiamente dichos como la dimensión ética y estética de la educación y el resto de habilidades y competencias a adquirir.

Pero, ¿se pueden educar las emociones? ¿O más bien se trataría de garantizar y promover su expresión libre y contextualizada, su gestión razonable, su control responsable, atento al impacto que puede causar en el propio protagonista y respetuoso para con los demás, su experimentación acompañada y orientada por los adultos, para no dar rienda suelta a ese caballo desbocado y salvaje en que podría convertirse sin estas salvaguardas? En cualquier caso, la educación de las emociones no puede consistir simplemente en identificarlas, nombrarlas o relacionarlas con una imagen predeterminada o un color. Para esa empresa no valía la pena tanto estruendo.

Hoy sabemos a ciencia cierta que las emociones siempre han estado ahí, siempre han formado parte de nuestro ser personal y social, que forman una unidad indisociable con el mundo racional, que nunca han sido dos hemisferios opuestos y enfrentados por llevarse el gato al agua. Todas nuestras decisiones, pensamientos y actitudes están impregnadas de intereses, pasiones, intuiciones y afectos. Nuestra mente no es una máquina fría y calculadora, sino un artefacto profundamente sensible y, en definitiva, condicionado pero libre. No hay más que echar una ojeada a nuestras propias vidas para comprobar cómo están repletas de actuaciones e inhibiciones, algunas exitosas y otras fracasadas, que buscaban por encima de todo la felicidad, evitar el sufrimiento, el mal menor cuando todas las opciones conllevaban consecuencias indeseables, sobrevivir cuando nos hemos sentido abrumados…

Es cierto que venimos de una educación (la nacionalcatólica, pero también la cientifista) que consideraba que los deseos, las emociones, las intuiciones, la imaginación… deberían ser debidamente ocultadas y reprimidas, porque eran vistas como obstáculos que evitar para llegar a ser personas formadas, inteligentes, plenamente conscientes y moralmente íntegras. Pero la profunda crisis del proyecto moderno ha puesto al descubierto la falacia de este supuesto, que no solo dejaba al margen de la escuela las emociones, sino también los cuerpos. Pero de ahí a entronizar lo emotivo como una alternativa progresista e innovadora frente a lo racional va un verdadero abismo.

Y es en esta órbita que puede tener sentido relacionar este auge de lo emocional con la hegemonía teórica y práctica del neoliberalismo que nos corroe, que pone el acento en lo individual (frente a lo colectivo), en lo afectivo (frente a lo político o lo emancipatorio), en la convivencia amable (frente a la conflictividad y la exclusión), en la flexibilidad personal y en la capacidad de adaptación a los nuevos tiempos y condiciones de vida (frente a la historia, a la crítica y a la autonomía personal).

No es de extrañar que muchas de las empresas que cotizan en bolsa estén impulsando directa o indirectamente proyectos de educación o gestión de las emociones, o que vehiculen sin rubor mensajes propagandísticos destinados a tocar la fibra de los afectos, mientras con frialdad inhumana toman decisiones que deterioran gravemente la vida y la salud de miles de personas. Que los mismos culpables de ese deterioro nos propongan el antídoto adecuado para sobrellevar las propias penas –lo emocional como paliativo, la gestión de las propias emociones– raya casi la vileza.

Ante ello se difuminan la lucha contra las desigualdades y contra el enriquecimiento corrupto e ilícito, se emborronan las causas estructurales y reales de la situación de angustia o postración que viven las víctimas para poner el foco justamente en las propias víctimas. Tomadas individualmente, por supuesto.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2018/02/08/las-emociones-la-escuela/

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Entrevista a Lucas Malaisi: «Educación emocional estrategia que busca combatir el bullying»

Fuente y Autor: sinmordaza

El bullying, las dificultades en el aprendizaje, la falta de concentración y la deserción escolar son problemáticas cada vez más comunes en las escuelas, síntomas que van de la mano con las condiciones económicas y culturales de las sociedades modernas.

La educación emocional se propone como un interesante método para combatir estas dificultades. Su promotor, el psicólogo Lucas Malaisi, es autor de varios libros de la temática y de un proyecto de ley que ya fue aprobado en Corrientes y que busca que se extienda a otras provincias del país.

En diálogo con ámbito.com, Malaisi explicó que la educación emocional «es una estrategia educativa -no terapéutica- que se busca implementar en las escuelas con el objetivo de mejorar la calidad de vida de los estudiantes a través del desarrollo de las habilidades emocionales, incrementando la inteligencia emocional».

«Así como se desarrollan las inteligencias múltiples, la lógico-matemática, la lingüística, la artística, la musical, la kinestésica, la inteligencia emocional también puede desarrollarse en las escuelas», expresó.

Periodista.: ¿Sobre qué aspectos trabaja la educación emocional?

Lucas Malaisi: Lo que buscamos es instalar hábitos salutógenos, es decir promover la salud. En lugar de hablar de prevención de la enfermedad, tratamos de que los chicos puedan construir un proyecto de vida, se conozcan a sí mismos. Hay una serie de técnicas por las cuales los alumnos hablan de sus sueños, sus deseos, sus habilidades, sus recursos, qué es lo que les gusta hacer y en función de eso pueden construir su futuro. Cuando tenemos un niño que está ocupado en un proyecto de vida, ya sea artístico, deportivo o científico, el que fuere, no cabe espacio para la patología. Una de las estrategias o modalidades de trabajo son ejercicios de meditación y respiración y tiene que ver con una cuestión absolutamente biológica donde la persona se conecta con el presente y ecualiza los latidos de su corazón. Este es un ejercicio que les permite calmarse y lograr la tranquilidad que es la plataforma del alto desempeño.

P.: ¿Cuál es el efecto concreto en los niños?

L.M.: El efecto en los chicos es que les mejoramos la calidad de vida en todos los aspectos porque construimos chicos que están comprometidos con lo que hacen, que pueden concentrarse, que tienen menos conductas sintomáticas, son en definitiva más felices. Pero aquí no hay soluciones mágicas. Los resultados han sido científicamente comprobados por muchísimas investigaciones, tal es así que hoy la Organización Mundial de la Salud dice que hay que trabajar en esta línea de las famosas habilidades para la vida. Son 10 habilidades de las cuales seis son habilidades emocionales.

P.: ¿Esto sirve de apoyo a las materias curriculares existentes o se plantea como contenido extra?

L.M.: Esto se hace de dos maneras, transversalmente o sea conjuntamente con otras asignaturas, entonces una profesora de matemáticas puede hacer educación emocional simultáneamente y en un futuro contemplamos crear el espacio curricular donde vamos a tener docentes de educación emocional específicos.

P.: ¿La educación emocional trabaja solo con los alumnos?

L.M.: No, además de trabajar con los chicos, la educación emocional contempla otros dos pilares que son escuelas para padres de educación emocional y educación emocional del propio docente para que éste pueda gestionar sus propias emociones. Para llegar a los niños hay que ocuparse de todo el contexto y hay que incluir a todos los actores sociales.

P.: ¿Cómo fue la experiencia de Corrientes?

L.M.: Esta propuesta no tiene precedentes, es nueva. Entonces, escribí un articulado de ley y lo estuve promoviendo por toda la Argentina. El año pasado se aprobó en Corrientes y es la primera provincia en tener una ley de educación emocional. Entonces en esa provincia ya empezamos el cronograma de capacitaciones para que los docentes ya implementen estas estrategias.

P.: ¿Cuál es la importancia de extender la educación emocional por ley a otras provincias?

L.M.: Lo que pretendemos es que esta ley sea tratada y votada en todas las provincias y también a nivel nacional. Lo que pasa es que muchos colegios que tienen recursos económicos acceden a estas tecnologías y se capacitan, pero los más necesitados son los que no tienen acceso. Entonces lo que queremos es que esto sea sistémico y que llegue a todos los niños para poder sanarlos antes de que lleguen los problemas y no esperar a que consuman drogas o caigan en otras problemáticas. Queremos transmitirles todos estos recursos en la infancia porque sabemos que los van a utilizar cuando llegue la adolescencia.

P.: ¿Dónde nació el concepto de educación emocional?

L.M.: Este concepto de educación emocional nace en Estados Unidos de la Emotional Intelligence, que se desarrolla sobre todo en el ámbito empresarial y que sostiene que las personas que disfrutan de lo que hacen están mucho más motivadas y son más productivas. Por supuesto, que después se dan cuenta de que más temprano en la vida se llegue a descubrir estas habilidades, mejor. En Estados Unidos, muchas escuelas tomaron este sistema pero no de forma global. Un esfuerzo muy importante se hizo hace cinco años en las Islas Canarias, donde todas las escuelas comenzaron a trabajar el aspecto emocional. En 2016, empezó a implementarse también en toda España.

Fuente de la entrevista: http://www.sinmordaza.com/noticia/423992-educacion-emocional-estrategia-que-busca-combatir-el-bullying.html

Fuente de la imagen: http://www.sinmordaza.com/imagesnueva/noticias/grandes/172827_interes-general.jpg

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Amores de temporada

Por Carolina Vásquez Araya

La época trae un cierto romanticismo que dura exactamente un mes. Luego, la realidad.

Resulta imposible librarse de hablar sobre la época navideña, paréntesis obligado cuya característica más notable es un repunte de un sentimentalismo kitsch y la revisión de nuestros fallos y aciertos durante los últimos doce meses. Es también el renacer de los amores de temporada, período durante el cual se relajan las disciplinas y se alimentan las expectativas de recibir en forma de objetos ese cariño muchas veces ausente durante el resto del año. Para la niñez, aun cuando no es regla general porque sin duda hay padres y madres dedicados y comprometidos con el bienestar de su familia, muchas veces es el único período del año en que gozan de algún protagonismo.

Las exigencias de un sistema de vida condicionado por el mercantilismo, sumado a la certeza de que solo el éxito económico se considera éxito, ha creado una sociedad individualista, centrada en el consumo como condición indispensable para “pertenecer” a dondequiera deseemos estar, cuya primera consecuencia es el abandono de los lazos familiares por una infinita serie de sólidas razones, entre las cuales la más recurrente es la falta de tiempo. He visto demasiadas veces durante las navidades ese afán compensatorio de padres a hijos como para ignorarlo.

La llegada de las fiestas de fin de año ofrecen a la mayoría de personas un modo fácil de confirmar los lazos afectivos con amigos, colegas, familiares, pero cuando se trata de nuestras hijas e hijos, con quienes convivimos a diario y cuya vida se encuentra en nuestras manos -poco capacitadas para una tarea tan delicada- toma un cariz diferente. Es entonces cuando los sentimientos verdaderos se ponen a prueba, cuando debemos reflexionar con la mayor honestidad para reconocer cuánta atención les prestamos fuera de este conveniente paréntesis navideño, qué hemos aportado en su desarrollo personal, cuánto conocemos de sus inquietudes, temores y sueños.

Uno de los problemas más serios de las sociedades modernas es el abandono de la niñez y la juventud. Un abandono convertido en estilo de vida en todos los estratos por la falta de contacto personal y directo con las personas de nuestro entorno. Esto va dañando el flujo de comunicación en la pareja y, con mayor énfasis, entre padres e hijos, rompiéndose en algún punto –el quiebre generacional, quizá- y generando esos grandes vacíos de comprensión con un distanciamiento progresivo muy difícil de revertir.

En los estratos más pobres –en donde se agrupa, tanto en Guatemala como en otros países de la región, el grueso de la población- la situación es aún más crítica no solo por la falta de recursos, sino por una ausencia endémica de oportunidades de educación generación tras generación, lo cual afecta la atención adecuada de la niñez en todos los aspectos de su desarrollo, así como sus posibilidades de progreso personal. La violencia provocada por esta condición de desigualdad y los elevados niveles de frustración en las familias suele repercutir en un ambiente hostil y amenazador para la niñez, en especial para las niñas, vulnerables al abuso y la discriminación. La Navidad, para ellos, es quizá cuando más conscientes están de sus condiciones de vida y sus enormes carencias.

Para quienes habitamos los centros urbanos, la visión superficial de la época se reduce a protestar por el exceso de tráfico, la escasez de estacionamiento en los centros comerciales y olvidamos los grandes problemas de quienes viven en la más profunda miseria. Nos preocupamos por quedar bien a través de objetos y olvidamos que la esencia de la celebración –para cristianos y no cristianos, es decir, para cualquier ser humano- debe ser la confirmación de los valores en los cuales basamos nuestros compromisos como comunidad.

Un paréntesis cargado de buenas intenciones no basta si no se transforma en realidad.

elquintopatio@gmail.com

www.carolinavasquezaraya.com

Imagen tomada de archivo OVE

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