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ESTADOS UNIDOS 60 colegios universitarios asociados para hacer frente a la desigualdad racial

América del Norte/EEUU/Universityworldnews

Más de la mitad de los 115 presidentes del sistema de colegios comunitarios de California han formado una nueva asociación con el Centro de Raza y Equidad de la Universidad del Sur de California, comprometiendo acciones y compromisos financieros con la diversidad en sus campus, escribe Sarah Brown para The Chronicle of Higher Education .

A medida que la nación lidia con la indignación generalizada por el asesinato bajo custodia policial de George Floyd, las universidades se han apresurado a responder de una manera que se siente genuina en un momento emocionalmente cargado. A menudo, sus declaraciones han sido criticadas como vagas y vacías.

Cada universidad tuvo que asumir un compromiso financiero de US $ 25,000 y prometer actuar contra las disparidades raciales en sus campus. El centro proporciona un plan de estudios de 12 meses dirigido por expertos en equidad racial; una biblioteca de recursos en línea de rúbricas, lecturas y estudios de casos; orientación sobre el diseño de planes de acción; y encuestas climáticas para estudiantes y profesores y miembros del personal.

Informe completo en el sitio de The Chronicle of Higher

Fuente: https://www.universityworldnews.com/post.php?story=20200614053656645

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Los retos de las instituciones de educación superior, durante la pandemia y después

Por: Sylvia Schmelkes

Tuve recientemente la oportunidad de compartir un seminario en línea –del ciclo Diálogos Educativos organizado por la red Mujeres Unidas por la Educación, MUxED– con dos colegas mujeres funcionarias de universidades mexicanas: del Tecnológico de Monterrey y de la Universidad Veracruzana.  Reflexionaba al final de la sesión que estas tres universidades lograron tránsitos exitosos de la presencialidad a la virtualidad, en muy poco tiempo.  Las tres estaban, con sus más y sus menos, preparadas para lograrlo.  El Tecnológico de Monterrey ha estado a la vanguardia de la educación en línea y a distancia desde hace ya muchos años.  La Universidad Veracruzana construyó desde principios de siglo una poderosa plataforma educativa que ahora ha podido aprovechar de manera ejemplar. La Universidad Iberoamericana tenía también avances en el manejo de una plataforma para la virtualidad y en la formación de docentes para su uso.

Estas universidades, y seguramente varias otras en el país, son privilegiadas.  Lograron, con sus más y sus menos, la mayor parte de los propósitos educativos del periodo escolar interrumpido por la pandemia, con la mayor parte de los alumnos.  Desgraciadamente, está no es la situación para la mayor parte de las instituciones de educación superior en el país.  Estas instituciones en general han avanzado poco en tecnificar la educación, en experimentar con educación a distancia y en formar a sus profesores para su manejo.  Ello ha conducido a una especie de parálisis de muchas de ellas, durante estos meses, que vendrán a significar un importante paréntesis en el avance escolar de los estudiantes.  En algunos casos, las instituciones han hecho intentos por recuperar algunas de sus actividades a distancia y han tenido en ello logros disparejos, pero, en ningún caso, con todos sus estudiantes.

Por otra parte, la pandemia ha dejado, como bien sabemos, estragos económicos de dimensiones inconmensurables, que consecuentemente repercutirán en una dificultad acrecentada de muchos estudiantes de continuar sus estudios por la necesidad de aportar al sustento de las familias.  Este hecho, sin duda, traerá consigo una realidad de abandono escolar, probablemente la mayor que hayamos visto en la historia de la educación superior en el país.  Ojalá me equivoque.

Mientras el virus circule entre nosotros será difícil que esta realidad se modifique radicalmente. Naturalmente todos haremos mayores esfuerzos por llevar la educación a distancia a la mayor parte de nuestros estudiantes. Procuraremos desde todas las instituciones mejorar la calidad de la educación a distancia y, sin duda, también se harán esfuerzos por darle un carácter híbrido a las actividades docentes, especialmente por la necesidad que tendremos de operar a distancia un tiempo más y por la probabilidad de tener que regresar al confinamiento debido a rebrotes de la pandemia. Buscaremos maneras para reducir los grupos, incluso en la enseñanza presencial, a fin de mantener la sana distancia.  Todo esto hay que hacerlo, desde luego.

Pero, en cualquier hipótesis, el impacto de la pandemia sobre la educación de todos los niveles, incluida la superior, ha afectado de forma devastadora sus tres funciones sustantivas.   En relación con la función formativa, habremos sacrificado objetivos, sobre todo aquellos que exigen presencialidad, que son muchos: laboratorios, talleres, prácticas profesionales, el propio servicio social, que le da presencia a las instituciones y a los profesionales frente a los problemas de la sociedad.  Habremos sacrificado también la formación integral de nuestros alumnos: el deporte, las actividades artísticas, los eventos académicos en los que circula el conocimiento y el pensamiento, toda la vida universitaria que es tan formativa como el propio currículo académico del programa que se cursa. Y habremos perdido estudiantes.

Por eso, las instituciones de educación superior debieran desde ya estar pensando seriamente en la reconstrucción y en la oportunidad que esta crisis ofrece de repensar nuestros modelos educativos, así como el papel que juegan estas instituciones en una sociedad que también habrá de reconstruirse.  Este esfuerzo de planeación del futuro inmediato y mediato debe enfrentar, desde mi punto de vista, al menos los siguientes retos:

  1. La recuperación de los aprendizajes no logrados.  Ello implica dar preferencia en un primer momento a los propósitos educativos que no se logran bien a distancia, como los aprendizajes derivados del aprender haciendo tanto en laboratorios y talleres como en prácticas profesionales y en el aprendizaje derivado del servicio.  Pero también requiere atender de manera privilegiada a los alumnos que por falta de acceso a la tecnología se rezagaron, respecto de sus compañeros que sí la tienen, en las actividades académicas que las universidades ofrecieron a la distancia.  No se podrá partir del supuesto de que, por el hecho de haber ofrecido las actividades a distancia, los estudiantes pudieron cursarlas.  La desigualdad económica y tecnológica de nuestra sociedad lo hace imposible para un porcentaje no despreciable del estudiantado.  El periodo de recuperación debe ser el necesario para lograr los objetivos. No sería recomendable evaluar o calificar a los estudiantes antes de haber puesto en su lugar lo necesario para alcanzar los propósitos de manera justa y equitativa.
  2. El rescate de quienes se están viendo en la necesidad de abandonar sus estudios por razones económicas.  Habrá que pensar en apoyos económicos focalizados a fin de que no permitamos que la pandemia ahonde la inequidad de por sí ya existente en el acceso a la educación superior.
  3. El fortalecimiento de las actividades que sólo se pueden lograr con la presencia.  La pandemia nos ha hecho conscientes del valor de la presencialidad.  Bien haríamos en fortalecer aquello que ahora reconocemos que se perdió: la capacidad de realizar reflexiones colectivas; la discusión y el desarrollo del espíritu crítico; la creatividad colectiva; el aprendizaje colaborativo; las oportunidades de formación extracurricular que permite la vida en el campus, por mencionar sólo algunas.  No caigamos en el error de suponer que tenemos forzosamente que transitar a la educación a distancia, como ya están planteando muchas universidades en el mundo. De hacerlo, perderíamos una buena parte de la fortaleza formativa de nuestras instituciones.
  4. Invirtamos en tecnología y en la formación para su correcto aprovechamiento.  En efecto, aprendimos el potencial de una herramienta más en la educación.  Si la usamos bien, podremos proponer lograr muchos propósitos por esa vía, siempre reconociendo que la tecnología educativa es un instrumento, no un modelo educativo.  Usarla bien nos dará posibilidades de hacer más cosas desde la presencia.
  5. Sobre todo, aprovechemos esta crisis para repensarnos. En especial repensemos nuestros propósitos formativos, el papel que como instituciones de educación superior estamos llamadas a desarrollar en el proceso de reconstrucción de la sociedad, la cual también está por repensarse y reconstituirse.

 

Este es el mayor reto: demostrar que somos capaces de convertir la crisis y la tragedia en formas más humanas, justas y pacíficas de vivir en sociedad.

Fuente: http://www.educacionfutura.org/los-retos-de-las-instituciones-de-educacion-superior-durante-la-pandemia-y-despues/

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Tesis: Educarse y educar, tarea difícil y maravillosa

Reseña: El presente texto lo he dividido en tres capítulos, el primero se refiere a nuestro sentido del trabajo pedagógico, al aprendizaje significativo, a la mediación en las relaciones presenciales en el aula de clase, al aprender de manera activa en la universidad y finalmente al proceso de evaluación. El segundo capítulo hace referencia a las nuevas tecnologías y los medios de comunicación y su utilidad en la educación universitaria, abordando temas como la mediación pedagógica de las tecnologías y el aprender y desaprender de los medios; finalmente, el tercer capítulo trata sobre los jóvenes, como los percibimos, como ellos se perciben y a la violencia generada en su entorno, por último hago constar algunas conclusiones.

Main Author: Cordero Palacios, Fernando
Other Authors: Quintuña Alvarez, Jorge
Format: Tesis de Maestría
Published: Universidad del Azuay2014

Fuente: http://dspace.uazuay.edu.ec/handle/datos/3382

Descargar en: http://dspace.uazuay.edu.ec/bitstream/datos/3382/1/09309.pdf

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¿Cómo se evita fraude en los exámenes universitarios en línea?

Por: Semana Educación

Existen herramientas que permiten evitar la trampa o la suplantación, así que estas pruebas pueden ser tan seguras como una presencial. ¿Cómo funcionan?

Con la llegada del nuevo coronavirus, cientos de miles de escuelas y universidades en el mundo debieron cerrar sus puertas y adoptar, casi que de un día para otro, la virtualidad. Esto les ha acarreado grandes retos, como ajustar sus programas presenciales a este método, sin que se perdiera la calidad, y lograr hacer evaluaciones íntegras de los alumnos.

En el caso de las universidades, en esta época muchas están culminando semestre y eso solo significa una cosa para muchos alumnos: exámenes. No obstante, con el nuevo panorama y con la incertidumbre de cuándo se podrá volver a las aulas, la integridad académica se pone en duda. ¿Cómo evitar suplantación de identidad? ¿Cómo evitar fraude durante exámenes en línea?

En algunas páginas de anuncios es fácil encontrar publicaciones en la que personas ofrecen sus servicios para hacer exámenes virtuales. «Resolvemos tus exámenes de cualquier carrera por WhatsApp. Somos una academia profesional con distintos profesores universitarios de todas las especialidades. Todos los cursos y grupos de cualquier universidad», dice una de ellas.

Muchos docentes universitarios, que en esta pandemia han tenido que adoptar nuevas tecnologías para seguir con sus clases, han visto en esta situación todo un problema. Mientras algunos han evitado hacer exámenes por las dificultades de la virtualidad, otros son muy recursivos para evitar la trampa.

Algunos docentes explicaron que hacen los exámenes a través de Microsoft Teams o Zoom, con el video y el micrófono abiertos, y unas reglas estrictas: la cámara tiene que enfocar la cara del estudiante y el papel que debe estar recién impreso lo rellenan a mano y luego lo escanean o fotografían. «Es fácil monitorear a los grupos pequeños», dice un docente de comunicación de la Universidad Santo Tomás.

Por su parte, estudiantes reconocen que la flexibilidad de la virtualidad les ha ayudado con algunas evaluaciones como inglés. «Me hacía falta terminar dos niveles para tener los requisitos completos, soy muy floja en idiomas y pedí ayuda a un amigo que me hizo el ‘writting‘ y el ‘grammar‘; el ‘speaking‘ era por videollamada y me fue mal, pero alcancé a pasar», dice una estudiante de derecho de una universidad privada en Bogotá.

Por eso, algunas universidades han tomado medidas más estrictas para evitar cualquier tipo de fraude en los exámenes que se realizan para estas fechas. Hace una semana, la Universidad Nacional Abierta y a Distancia de Colombia (Udca) realizó 50 mil exámenes virtuales utilizando el programa Smowl, una herramienta de ‘proctoring‘ que utiliza reconocimiento facial e inteligencia artificial para verificar la identidad del alumno y monitorizar su actividad durante un examen.

Según explicó Ricardo Vea, CEO de SmowlTech, lo que busca con su programa es que se añada valor a las certificaciones online: «En estos días la gente estudia desde, donde y cuando quiere. Y por lo tanto se trata, en definitiva, de ofrecer una serie de garantías que estén a la altura de la calidad de los programas formativos y, por descontado, la reputación de los centros y universidades que los ofrecen», dice.

Vea señaló que anteriormente lo habitual era que las instituciones utilizaran herramientas antiplagio para garantizar la autoría en las respuestas de sus alumnos, pero que con la llegada del coronavirus necesitan mayores garantías, razón por las que asegura que las solicitudes de sus servicios se han disparado.


Así es el reconocimiento que hacen en las oficinas de Smowl en España.

¿Cómo funciona?

Vea explicó que, antes del examen, es probable que el alumno ya esté identificado por parte de la universidad o inicie sesión con un usuario y contraseña asignados. Así que lo primero que se hace es usar la biometría para cotejar esas imágenes y asegurarse de que es el estudiante quien está tomando la prueba. «Solventado este primer paso, lo que hacemos es hacerle una prueba individual para comprobar si todo marcha normal y, después, el alumno ya puede instalar nuestra aplicación, que estará en la web del centro o universidad de turno».

Sobre cómo evitar que hagan trampa y abran internet, Vea explica que todo depende de las necesidades que tenga cada universidad. Algunas permiten que naveguen, pero para monitorear cada caso Smowl está presente en el escritorio de los alumnos y toma evidencia de la actividad. «Lo que hacemos es crear evidencias para que más tarde el profesor sepa si el alumno ha abierto, por ejemplo, una hoja Excel, la Wikipedia u otra serie de elementos que, según el protocolo de la universidad, no estaban permitidos».

La compañía aclara que “el alumno es consciente en todo momento de que está siendo monitorizado” y que la herramienta no tiene acceso a ningún archivo almacenado en el ordenador. “Solo lo monitorizamos durante el transcurso del examen. Cuando acaba, cierra y deja de monitorizar».

Aunque Vea dice que por confidencialidad no puede decir con qué universidades está trabajando, dice que este tipo de herramientas seguirán siendo cada vez más requeridas por las universidades, academias y entidades de evaluación.

Fuente: https://www.semana.com/educacion/articulo/coronavirus-como-se-evita-fraude-en-los-examenes-universitarios-en-linea/678006

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ÁFRICA-GLOBAL Las universidades lidian con la forma de realizar admisiones justas

Africa Global

El cierre prolongado de las escuelas secundarias africanas, que resulta en inevitables « pérdidas de aprendizaje », combinadas con la cancelación o el aplazamiento de los exámenes de último año debido a la pandemia de coronavirus, presentan desafíos importantes para la forma en que las universidades abordan la selección de su nuevo ingreso de estudiantes para 2020 -21 curso académico.

En reconocimiento del impacto de los cierres de COVID-19, la Universidad de Stellenbosch en Sudáfrica ha anunciado que no utilizará las Pruebas de referencia nacional (NBT), que la mayoría de los solicitantes universitarios escriben cada año, para seleccionar estudiantes para la admisión de 2021. El uso de los NBT en la Universidad de Ciudad del Cabo está actualmente en discusión.

Otras universidades de todo el continente también están lidiando con la forma de seleccionar la nueva admisión de estudiantes de manera justa, y cómo proporcionar apoyo académico a quienes lo hacen.

Yamina El Kirat El Allame, asesora y consultora internacional en el campo de la educación superior y ex vicedecana de investigación y cooperación en la facultad de letras y ciencias humanas de la Universidad Mohammed V de Rabat, Marruecos, dijo que la universidad «no era claro «si los estudiantes universitarios del año próximo hubieran cubierto todo el programa educativo o» hubieran captado su contenido «.

“Los cursos en línea no siempre son buenos debido a la poca conectividad y a los maestros que carecen de experiencia en la enseñanza en línea. Creo que dado que no todos los estudiantes marroquíes tienen acceso a la educación a distancia, especialmente en las zonas rurales, y que las condiciones de trabajo para los cursos en línea no son buenas todo el tiempo, la forma ideal de seleccionar estudiantes sería administrar un examen de ingreso que evaluaría las materias clave dependiendo de las opciones de los estudiantes y la especialidad por la que optarían ”, dijo El Allame.

“Es crucial tratar de planificar un período de trabajo de recuperación para compensar la falta o baja ingesta de los estudiantes. Se debe dedicar un período a una revisión y a un trabajo correctivo intensivo para ayudar a los estudiantes. El programa se puede adaptar a cada grupo «, dijo.

El Allame dijo que tenía más fe en los exámenes que en las evaluaciones continuas como un medio para seleccionar estudiantes. «Desde mi larga experiencia en la enseñanza, la evaluación continua nunca ha sido muy objetiva y justa … Hay mucha subjetividad», dijo.

Fareeda Khodabocus, directora de aseguramiento de la calidad en la Universidad de Mauricio, dijo: «Para lidiar con las pérdidas de aprendizaje esperadas y la disminución de los resultados educativos [derivados de los cierres de COVID-19], las instituciones de educación superior deben preparar y coordinar sus cursos de una manera que se adapta a todos los tipos y niveles de alumnos.

«Los modos asíncronos de aprendizaje en línea integrados en el programa permitirán a los estudiantes más débiles estudiar a su propio ritmo y estar mejor preparados para los objetivos y programas del curso hasta que puedan mantenerse al día con el resto de la clase». Conclusiones

positivas El

Dr. George Lumbasi, jefe de admisiones de la Universidad Internacional de Estados Unidos-África en Kenia, dijo a University World News que hay algunas conclusiones positivas. “El coronavirus podría tener un impacto positivo en los nuevos estudiantes universitarios, ya que tendremos estudiantes con mayor conocimiento tecnológico que las generaciones anteriores. Esto se puede atribuir al cambio a las escuelas secundarias en línea «.

También dijo: “Las instituciones de educación superior deberían invertir en cursos y exámenes en línea para reducir algunos costos (por ejemplo, vivienda) para los estudiantes, adoptar una estrategia de tutoría y establecer asociaciones con las partes interesadas interesadas en brindar apoyo (emocional, técnico, etc.) »

Además, deben» trabajar con las escuelas para admitir estudiantes basados ​​en evaluaciones continuas y trabajar con los organismos examinadores para obtener evaluaciones continuas y usar esto para inscribir a nuevos estudiantes. También deben desarrollar una prueba de evaluación de ingreso a la universidad independiente «.

El profesor Barnabas Nawangwe, vicerrector de la Universidad de Makerere en Uganda, estuvo de acuerdo en que las universidades deben ofrecer cursos de recuperación para desarrollar la capacidad, particularmente dado el hecho de que la pandemia «podría afectar negativamente a los estudiantes de secundaria de entornos económicamente desfavorecidos que ya están luchando para aumentar la matrícula». y otras tarifas «.

En Egipto, el experto en reforma de la educación superior Mostafa Mohsen Radwan sugirió que «cada facultad decida qué cursos de recuperación son necesarios y los ejecutará al comienzo del próximo año académico para compensar las posibles brechas en el aprendizaje de los estudiantes».

Soluciones internacionales

Ben Nelson, fundador, presidente y CEO de Minerva Schools en el Keck Graduate Institute en los Estados Unidos, dijo: “Muchas pruebas estandarizadas y ensayos escritos son subóptimos para evaluar a los estudiantes, ya que se correlacionan directamente con la riqueza (los estudiantes ricos pueden contratar tutores y capacitarse) en pruebas estandarizadas o correctores de pruebas para sus ensayos). En Minerva, utilizamos una serie de desafíos en línea, así como una entrevista de video asincrónica que son mejores indicadores de las habilidades cognitivas.

«A medida que el coronavirus empuja a las instituciones de educación superior hacia la innovación, podría ser una oportunidad para que las universidades cambien sus pruebas de admisión para una mejor evaluación y eso es mejor compatible con las nuevas medidas de seguridad», dijo. «Si las universidades africanas implementan las evaluaciones de admisión como lo hace Minerva, no habrá un deterioro de la calidad de los estudiantes».

Lee Crawfurd, Investigador Asociado Senior en el Centro para el Desarrollo Global en Europa con sede en el Reino Unido, dijo que muchas universidades de todo el mundo están lidiando con el problema de cómo realizar las admisiones cuando los exámenes nacionales han sido pospuestos o cancelados. Una posibilidad podría ser confiar en algún tipo de examen en línea y proceso de entrevista telefónica.

“Por supuesto, habrá pérdida de aprendizaje debido al cierre de escuelas. Las universidades africanas deben prepararse en consecuencia, señalando que pueden necesitar fortalecer sus cursos básicos y de actualización para garantizar que los estudiantes entrantes tengan las habilidades que necesitan «.

Sistema de lotería

Crawfurd también ve un espacio para un sistema de lotería en África, que él ve como «una propuesta más radical y quizás incluso más justa». “Bajo un sistema de lotería, las universidades pueden primero recolectar todas las solicitudes que superen un umbral mínimo básico y luego, si hay más solicitudes que lugares, seleccionar qué estudiantes obtienen admisión a través de una asignación aleatoria.

“Por lo general, no solo son los más brillantes quienes obtienen mejores resultados en los exámenes de ingreso, sino también aquellos de las familias más ricas que pueden permitirse el lujo de prepararlos con matrícula privada. Una lotería brinda a todos la misma oportunidad, independientemente de los antecedentes familiares. No hay razón para que las admisiones de lotería no funcionen en África ”.

Anna Mountford-Zimdars, directora académica del Centro para la Movilidad Social de la Universidad de Exeter en el Reino Unido, dijo: “Si las universidades africanas se están moviendo hacia la enseñanza remota, deberían intentar, dentro de sus posibilidades, apoyar el acceso a los dispositivos y conectividad a internet.

“Las universidades, con el apoyo del gobierno, organizaciones benéficas y terceros, deberían, siempre que sea posible, ofrecer bienestar adicional y apoyo académico dirigido a estudiantes vulnerables en particular. Donde la escalabilidad lo permita, este apoyo debería estar disponible para todos los estudiantes ”, dijo Mountford-Zimdars.

Fuente: https://www.universityworldnews.com/post.php?story=20200601151047299

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ESTADOS UNIDOS El mito de la meritocracia en el sistema universitario de los Estados Unidos.

América del Norte/EEUU/Universityworldnewa

El nuevo libro, The Merit Myth: cómo nuestras universidades favorecen a los ricos y dividen a América * tiene muchas fortalezas y una debilidad importante.  Entre sus puntos fuertes están:

• La deconstrucción de la historia oficial ‘meritocrática’ de su sistema educativo que a los estadounidenses les gusta contarse;

• Su explicación sucinta de cómo el racismo debilita y continúa obstaculizando a los estudiantes negros y latinos, incluso de llegar a la educación universitaria;

• La explicación de cómo los ricos compran el camino de sus hijos a escuelas de élite como Harvard;

• Mostrar cómo, en nombre del «mérito», los gobiernos estatales financian generosamente universidades emblemáticas como la Universidad de California en Berkeley en lugar de las universidades estatales de acceso abierto y los colegios comunitarios que educan a la gran mayoría de los estadounidenses que van a la educación superior. ; y

• Cómo las pruebas de admisión supuestamente objetivas, como la Prueba de Aptitud Académica (SAT), no pueden predecir el éxito incluso cuando limitan el acceso a universidades de nivel superior como Columbia o Princeton, que requieren puntajes altos de SAT.

A pesar de que Thomas Jefferson no tenía la intención de ‘hombres’ en la apertura de la Declaración de Independencia («Todos los hombres son creados iguales»), la historia estándar de la historia estadounidense lo describe como un pequeño «d» demócrata.

Los coautores del libro Anthony P Carnevale, Peter Schmidt y Jeff Strohl muestran, sin embargo, que John Adams, el líder revolucionario y el segundo presidente de Estados Unidos, a quien ahora llamaríamos un pequeño conservador ‘c’, temía la noción de educación del Sabio de Monticello. siendo «una máquina de clasificación» que produciría una «aristocracia natural», una élite que debería y gobernaría.

En cambio, Adams, un abogado sombrío educado en Harvard, vio en la panacea de Jefferson las semillas de algo más que la producción de expertos: la creación de una clase que usaría el acceso a la educación como un medio para perpetuar su propio poder, como lo demuestra el libro pasó.

El requisito de que los protestantes tuvieran que leer la Biblia es por qué, durante los siglos XVIII y XIX, los Estados Unidos lideraron el mundo en la creación de escuelas comunes que también educaban a las niñas; A mediados del siglo XIX, reformadores como Horace Mann trabajaron para mejorar la educación de los inmigrantes pobres de la nación. Sin embargo, los sistemas educativos estadounidenses siempre se han estratificado: tenga en cuenta el plural.

A diferencia de la Francia moderna, por ejemplo, donde hay un sistema educativo, en Estados Unidos la educación primaria y secundaria siempre ha sido un asunto local. Esto significaba que se financiaba localmente, históricamente a partir de los impuestos a la propiedad, con el resultado predecible de que los distritos más ricos tenían mejores escuelas y que los estudiantes en estas escuelas tenían una mejor oportunidad de acceder a la educación superior.

Antes de su emancipación en 1865, los esclavos negros arriesgaban sus vidas para aprender a leer. Las leyes de Jim Crow, muchas de las cuales estuvieron vigentes hasta la década de 1960, aseguraron que los niños negros asistieran a escuelas públicas separadas y completamente desiguales. Hoy, el albatros de la financiación local perpetúa la discrepancia entre negros, latinos y blancos de las zonas pobres.

Aunque el sueño americano, celebrado por autores como Horatio Alger, atribuye el éxito a una amalgama de virtud y «desplume», el acceso a la educación postsecundaria fue y es desigual. Los bares contra las mujeres que asistían a Harvard, Yale y otras universidades condujeron, a mediados del siglo XIX, al establecimiento de colegios para mujeres como Vassar y Mount Holyoke.

Si no fuera por universidades como la Universidad de Howard en Washington, que fue fundada en 1867 para educar a los libertos, o Oberlin en Ohio, a los negros se les prohibió la educación universitaria hasta la década de 1960. La cuota que limitaba la matrícula judía en Princeton estuvo vigente hasta que tuve seis años.

Aunque las universidades de ‘concesión de tierras’ establecidas bajo Abraham Lincoln en los estados del medio oeste y oeste extendieron la educación postsecundaria a millones (los mayores saltos provenientes del GI Bill después de la Segunda Guerra Mundial y luego el baby boom), en los últimos décadas, los gobiernos estatales han dejado de lado estas instituciones de fondos.

Las universidades estatales, por ejemplo, educan al 55% de los estudiantes, pero reciben solo el 21% de las subvenciones de educación superior de varios estados. La perversidad de esto se ve en esta estadística: en las escuelas de élite, que inscriben un número enormemente desproporcionado de estudiantes ricos, los estudiantes pagan 20 centavos de cada dólar para financiar su educación, mientras que en las grandes universidades estatales pagan 80 centavos de cada dólar.

No es sorprendente que la tasa de graduación para las universidades de élite sea del 82%, mientras que solo es del 49% para los otros niveles. A nivel nacional, los colegios comunitarios y las universidades estatales son los primeros en llegar a la hora de apretarse el cinturón a nivel estatal.

Las escuelas estatales de élite, como la Universidad de Pensilvania, están financiadas de manera casi tan lujosa como las antiguas escuelas de la Ivy League, como Harvard. La defensa de gastar más en estas instituciones y estudiantes es un mérito, de los cuales, según los autores, hay dos tipos. Ambos están fabricados.

Su punto no es que estas instituciones no resulten en un trabajo de clase mundial. Por el contrario, en la batalla por la financiación, suben sus clasificaciones en la tabla de la liga al invitar a más y más estudiantes a solicitar un número limitado de espacios, lo que les permite demostrar su estatus de élite al mostrar el pequeño porcentaje de solicitantes que realmente inscriben.

Que un porcentaje saludable de los aceptados son heredados (hijos de graduados) o están conectados a donantes u otros miembros de lo grande y lo bueno no siempre está oculto: William R Johnston, ex presidente de la Bolsa de Nueva York y miembro del consejo de New College of Florida, se jactó de que cuando se entera de un prometedor estudiante de secundaria, sale (en la frase acertadamente estadounidense) «con todas las armas disparando».

Las escuelas de élite también fabrican su estado a través de su dependencia de los puntajes de las pruebas de admisión. Mientras que países como Japón y Gran Bretaña son famosos por sus regímenes de pruebas nacionales para determinar quién ingresa a la universidad, Estados Unidos depende de pruebas administradas de forma privada, como la Prueba de Aptitud Escolástica (SAT).

En lugar de probar el conocimiento aprendido, esta prueba, desarrollada a partir de las pruebas de coeficiente intelectual que Estados Unidos usó para elegir oficiales en la Primera Guerra Mundial, afirma juzgar, «capacidad de pensamiento crítico», según su comercializador, Educational Testing Service.

Dejando a un lado sus orígenes en las pruebas de coeficiente intelectual racistas y su propia historia de hacer preguntas que asumió un estudiante blanco, masculino y de clase media, la prueba, como muestran Carnevale, Schmidt y Strohl, de una miríada de estudios no puede predecir cómo lo harán los estudiantes durante el primer año.

Mi puntaje de matemáticas fue bajo y mi puntaje de inglés fue decididamente mediocre, sin embargo, en el Bard College en el centro del estado de Nueva York a partir de 1976 y más tarde en la Universidad McGill en Montreal, Canadá, nunca fui estudiante de honor a través de mi BA, MA y PhD. todo en ingles. Me escapé de la trampa del SAT porque mis padres tenían los medios para enviarme a una pequeña universidad de artes liberales, donde florecí; millones de estadounidenses no tienen tanta suerte.

Los no estadounidenses pueden encontrar desconcertante la discusión del libro sobre las peleas legales en torno a la Acción Afirmativa. Pero vale la pena continuar para ver cómo, a partir de 1969, los jueces conservadores cambiaron la lógica del acceso equitativo y comenzaron a dictaminar que los esfuerzos para contrarrestar más de un siglo de racismo eran, en sí mismos, racistas.

Una de las conclusiones más importantes de la discusión de Carnevale, Schmidt y Strohl son los párrafos que muestran que incluso en el apogeo del movimiento por los derechos civiles, los esfuerzos para integrar las universidades estadounidenses tuvieron tanto que ver con contrarrestar el atractivo del comunismo como lo hizo con el derecho moral .

Cada una de las referencias anteriores a otros países son mías, ya que, sorprendentemente, The Merit Myth está prácticamente desprovisto de comparaciones internacionales. Esta debilidad es más evidente en su capítulo final, «College for All», que, entre otras propuestas (incluida la eliminación de los SAT), insta a extender el flujo de K-12 al grado 14.

Si esta reorganización de la educación realmente mejoraría el acceso y los resultados podría haberse beneficiado de una comparación con dos sistemas educativos a escasos quinientos kilómetros de las oficinas de los autores en la Universidad de Georgetown en Washington DC. Ontario, Canadá eliminó el grado 13 hace menos de dos décadas, sin embargo, hoy en día un mayor porcentaje de estudiantes ingresa a la educación superior que antes.

El sistema educativo de Quebec se divide en tres partes: un flujo obligatorio de K-11 seguido de dos años de lo que equivale a la universidad secundaria (a la que casi todos los estudiantes van) y luego tres años de universidad. Bajo este sistema, el número de estudiantes que van a la educación postsecundaria ha crecido.

Dejando a un lado esta advertencia, tanto estadounidenses como no estadounidenses encontrarán mucho para morder en este libro, incluso mientras sacuden la cabeza con incredulidad ante las fallas estructurales de la educación postsecundaria estadounidense.

* El mito del mérito: cómo nuestras universidades favorecen a los ricos y dividen a Estados Unidos , Anthony P. Carnevale, Peter Schmidt y Jeff Strohl (2020), The New Press.

Fuente: https://www.universityworldnews.com/post.php?story=2020052913331398

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Brasil: Universidades públicas, aulas remotas e os desafios da ameaça neofascista no Brasil

América del sur/Brasil/04 Junio 2020/https://www.cartamaior.com.br/

Notas para ações táticas emergenciais

As universidades públicas estão diante de pesados dilemas que podem definir, de modo duradouro, o seu futuro. O governo, aproveitando a pandemia, está efetivando ações destrutivas para, no dizer do antiministro do Meio Ambiente, ‘passar a boiada’[1]. Na mesma linha, o antiministro da Economia, após ter caracterizado os servidores como parasitas, em meio a risos –  ao modo de Saló de Pasolini, uma das obras que expressam, de modo mais profundo, a perversidade inerente ao fascismo –  jactou-se por ‘colocar uma granada no bolso do inimigo”[2], ou seja, dos servidores. O MEC, orientado pelo negacionismo, retoma o Future-se[3], e o CNPq e a CAPES estão sendo desconstituídos. Nenhuma ação construtiva está em curso para melhorar a infraestrutura das instituições, medida indispensável para retomar as atividades no futuro.

Existe a possibilidade concreta de que não seja possível retomar as aulas regulares no prazo de até um ano, possivelmente mais. A saída que vem sendo aventada pelo ministro da Educação, pelo Conselho Nacional de Educação, aparelhos privados de hegemonia empresariais e, difusamente, ecoa anseios das comunidades universitárias.

O presente artigo foi elaborado no contexto de elaboração do novo caderno do Coletivo de Estudos em Marxismo e Educação – COLEMARX/ Faculdade de Educação da UFRJ[4] dedicado ao tema da universidade. Sistematiza indicações que não corroboram essa alternativa, argumenta, distintamente, que a tentativa de instituir uma falsa normalidade irá legitimar a perda de centralidade dos problemas de infraestrutura que precisam ser enfrentados para possibilitar que a universidade pública brasileira possa assegurar as condições para o retorno futuro. O falso normal comprometerá de modo severo e, para muitos, irremediável, a incipiente democratização do acesso e da permanência de estudantes provenientes das frações mais exploradas e expropriadas da classe trabalhadora.

Sem nova infraestrutura, retorno incerto

Em grande parte das instituições, a expansão das duas últimas décadas foi realizada a partir de adequações de espaços preexistentes, via-de-regra, precários e exauridos. Não são poucas as salas de aula e espaços de trabalho acadêmico e administrativo pequenos, sem ventilação adequada, com escassos lavatórios para as mãos. A despeito da heterogeneidade das edificações, dificilmente a totalidade das instalações universitárias seria aprovada pelos protocolos das autoridades de saúde.

A exigência de distanciamento entre os estudantes nas salas de aula – norma básica da OMS –  exigiria turmas de aproximadamente 15 estudantes, o que está longe de ser uma realidade. Em todos os protocolos em circulação na União Europeia, China e outros países que já estão operacionalizando o retorno das escolas e universidades, a questão da harmonização dos espaços das instituições com ‘protocolos sanitários’ assume importância axial para planejar o retorno.

Diferente da orientação ultraneoliberal, a adequação exigirá novos servidores para que seja possível reduzir o número de estudantes por turma. Tudo isso somente se realizará se houver planificação. Entretanto, como o MEC é negacionista, essa agenda não será proposta. Como o ministério responsável pelos assuntos educacionais não irá agir por sua própria vontade, as instituições, sindicatos, movimentos estudantis, sociedades científicas etc., terão de assumir a tarefa de elaborar, imediatamente, projetos gerais com objetivos, metas, estimativa de custos e, com assessoria parlamentar, apresentar proposições ao Congresso Nacional, objetivando a definição de recursos. As diretrizes para esses projetos de adaptação das instituições terão de incluir as áreas administrativas, laboratórios, bibliotecas, restaurantes, moradia estudantil, transporte etc.

No fulcro do planejamento, o cronograma de adequações terá de ser cuidadosamente estabelecido, devendo conjugar o calendário recomendado pela OMS/OPAS, secretarias de saúde, Fiocruz, sociedades científicas pertinentes e pelas próprias instituições e o plano de melhoria da infraestrutura com fontes de recursos, normas de repasses e de licitação que caracterizem a emergencialidade, o que poderia ser feito em diálogo com os órgãos de controle para que a celeridade necessária possa ser garantida.

A analogia grosseira de que a paralisação das aulas em virtude da pandemia guarda paralelo com greves longas (e, portanto, que o problema se resume ao ajuste de calendários), somente contribui para tornar ainda mais opaco o congelamento do protagonismo em prol da construção de condições para que as aulas possam ser retomadas quando as condições da pandemia permitirem.

Referenciado na defesa da vida dos estudantes, servidores e comunidades não é possível, a priori, definir o horizonte temporal para indicar o retorno às atividades acadêmicas nos espaços universitários. E é esse intervalo de tempo que está engendrando toda sorte de propostas que, desconsiderando as demandas estudantis e dos servidores, ocultam proposições que buscam redefinir a natureza dos processos de ensino e aprendizagem nas universidades. A pretexto da pandemia, as corporações ávidas para ocupar os nichos de negócios lastreados pelo fundo público difundem suas plataformas para introduzir, nas instituições públicas, a inexistente modalidade semipresencial.

A ideologia das aulas remotas

São muitas as motivações para as aulas remotas: a mais nobre delas é o desejo de reencontrar os estudantes, estudar juntos, saber como passam, compartilhar as intensas atividades de debates, eventos culturais e artísticos que circulam e, certamente, a responsabilidade de realizar reflexões sobre a perigosa conjuntura brasileira. No presente texto argumento que não é verdade que o dilema esteja resumido à disjuntiva: a) o retorno por meio de aulas remotas aos cursos regulares, restabelecendo o período acadêmico como se o país não vivesse a mais trágica e brutal crise sistêmica desde meados do século XX e b) o imobilismo diante da situação. O problema é mais complexo e, conforme discutido na última seção, outras alternativas são possíveis.

Para precisar a discussão, por aula remota denomino o processo de restabelecimento das disciplinas, por meio de tecnologias de informação, nos marcos da grade curricular que estava prevista para o ano acadêmico de 2020. Entretanto, nos dias de hoje, essa alternativa pressupõe, a priori, deixar para trás justamente os estudantes das frações mais exploradas e expropriadas que ingressaram via cota racial ou de escola pública, e que são merecedores das melhores esperanças de ampliar a democracia no país. Não menos relevante, milhares de servidores teriam dificuldade de atuar nas aulas remotas, em virtude da impossibilidade de transformar o espaço doméstico em oficinas de trabalho e de harmonizar a cotidianidade transtornada pela pandemia com as atividades letivas virtuais. Esses problemas são especialmente severos para as estudantes, as professoras e para os professores substitutos e demais contratados por tempo determinado. Por hora, deixemos em suspenso os aspectos pedagógicos – decisivos e cruciais – das aulas remotas.

É necessário realçar que não se trata apenas de problemas de acesso à internet por meio de banda larga, o que já é um imenso obstáculo para uma enorme parcela de estudantes, problema que é mais grave em estados do Norte e Nordeste, mas que é sumamente grave nas periferias dos grandes centros urbanos (PNAD, 2017), mas, principalmente, das condições de vida dos estudantes. As universidades, corretamente, defendem a quarentena e, por isso, não podem se furtar de examinar as condições de moradia, trabalho, renda e estado psicológico das e dos estudantes que se deterioraram, ainda mais, a partir da pandemia.

Se examinarmos as condições de vida de nossos estudantes, mesmo as anteriores à pandemia, considerando como aproximação razoável, os indicadores da pesquisa do FONAPRACE/ ANDIFES[5], concluiremos que, grosso modo, apenas os segmentos das classes médias de melhor poder econômico e, generalizadamente, das classes médias altas e dos ricos, poderão ter acesso a ambientes de estudos condizentes com as atividades denominadas de ensino remoto.

Embora as aulas remotas emergenciais não possam ser configuradas como EaD é inevitável associar os termos. Em primeiro lugar, caso não seja possível implementar em curto prazo o plano de reformas nos espaços das universidades, institutos etc., uma hipótese plausível, o problema das aulas remotas se estenderá por um bom tempo; ademais, não cabe ingenuidade aqui: essa será a saída induzida pelo governo Bolsonaro como o “novo normal”, mas como modalidade EaD. Este intento será insistentemente defendido pelas corporações que oferecem as tais plataformas de ensino, lideradas pelas maiores do setor, e por meio de prepostos vinculados ao capital que estarão solidários com o aprofundamento do ultraneoliberalismo, concebido como a única via de superação da crise pós-pandemia.

Por isso, é preciso colocar à lume a realidade da EaD no Brasil. Ao contrário do que vem sendo apregoado (a área educacional é conservadora, resiste a ingressar no século XXI e nas tecnologias digitais), o país está entre os que mais possuem estudantes nessa modalidade, processo liderado, largamente, pelas corporações mais agressivas do mercado. Em 2008, esta modalidade correspondia a 12,5% das matrículas e 20% dos novos ingressantes; em 2018, alcançou 25% das matrículas e 40% dos novos ingressantes. Cabe o registro: grande parte em curso de formação de professoras/es. Essa expansão foi efetivada pelas grandes corporações que, efetivamente, possuem o monopólio da EaD no país. Como modalidade de ensino regulamentada pelo Decreto no 9.057, de 25 de maio de 2017, a EaD deveria requerer planejamento cuidadoso, específico, deliberado, associado a atividades presenciais sistemáticas. Não é o que se verifica nas corporações. No caso das instituições que têm compromisso de assegurar processos formativos integrais, a exigência de momentos presenciais acaba afastando aqueles estudantes que, por não terem meios de vivenciar as atividades presenciais desses cursos, avolumam a fileira dos evadidos.

Os ultraneoliberais, por atuarem nos negócios financeiros, sabem que a elevada lucratividade desse segmento decorre da superexploração dos professores e de estratégias de ensino que pressupõem as mais brutais formas de expropriação do conhecimento dos docentes: é a hipertrofia do capital fixo para sufocar o lugar do trabalho vivo, potencialmente inventivo. Pouco importa que os cursos assim ofertados possuem elevadíssima evasão dos estudantes, pois, para os negócios, são estudantes sem rostos. Como o objetivo é o lucro, enquanto houver circulação de ‘clientes’ os negócios se realizam. Não pode surpreender o fato de que algo como 47% dos cursos são considerados insatisfatórios pela rebaixadíssima avaliação do MEC, sempre muito generosa com as corporações.

As plataformas de ensino utilizadas pelas corporações educacionais, em geral, estão sob controle das cinco grandes corporações de Tecnologia da Informação (Amazon, Microsoft, Facebook, Apple, Alphabet/ Google) que detém o fundamental do mercado mundial. Todas elas estão estruturadas a partir de “certas” concepções pedagógicas. Todas, igualmente, possuem objetivos estratégicos em prol da criação do mercado mundial de ensino superior, um objetivo acalentado desde a criação do Acordo Geral de Comércio de Serviços da OMC, em 1995. Não é possível ignorar, também, o uso pelas corporações dos dados que circulam por suas plataformas, por meio da mineração dos dados (revolução dos algoritmos) posteriormente aplicado em campanhas publicitárias, políticas e eleitorais, a exemplo das efetivadas por Cambridge Analityca[6]. A indagação sobre qual o real negócio do Facebook, por exemplo, segue atual: não seria a captação e o tratamento de grande quantidade de dados para fins políticos e econômicos?

Finalmente, e não menos importante, é preciso colocar em relevo o fato de que os dispositivos tecnológicos possuem intencionalidade, são desenvolvidos com objetivos e, por isso, as corporações de TI são referências na flexibilização dos direitos trabalhistas. As novas modalidades de trabalho inseridas nas plataformas tecnológicas como Uber indicam o caminho a seguir. E na educação não é diferente. A adesão ao fetiche tecnológico, nesse sentido, não deixa de ser uma servidão voluntária; é a luta pela sobrevivência, principalmente dos jovens, que faz mover essas engrenagens fetichizadas.

O Brasil talvez seja o país em que melhor é possível avaliar a experiência concreta de EaD e o quadro é desolador. A lógica do processo conduz a hipercompetição das corporações pelo mercado educacional, rebaixando custos, operando dumping, precarizando o trabalho dos docentes, muitos relexicalizados como colaboradores, tutores, monitores e noções afins. Para dimensionar até onde a mercantilização pode ir, examinar o caso da Laureate é ilustrativo[7]. As grandes corporações do setor, parte delas com ações negociadas na bolsa de valores, atribuem a cada docente a correção de milhares de provas e, não satisfeitas com a hiperexploração do trabalho, vêm ampliando a demissão de docentes que atuam no núcleo de EaD para substitui-los por robôs que, doravante, programados por meio de inteligência artificial (IA), corrigiriam os trabalhos e provas dos estudantes.

O trabalho remoto é indissociável da contrarreforma trabalhista de 2017, e está associado às terceirizações, à pejotização, ao trabalho intermitente e outras modalidades de precarização selvagem do trabalho. O insulamento domiciliar quebra toda solidariedade de classe, e, mais amplamente, a sociabilidade dos espaços compartilhados de trabalho que engendra relações sociais com potencial humanizador.

O tema do trabalho remoto chegou às universidades em virtude da pandemia e está em confronto, ao menos parcial, com o negacionismo que pretende impor, contra as normas das autoridades da saúde, o fim da quarentena. Nesse sentido, deve ser reivindicado como direito dos servidores em prol da vida, desde que sua regulamentação observe o que deveria ser óbvio: trata-se de trabalho remoto em virtude da existência de uma pandemia e, nesse sentido, as especificações não deveriam ser centradas nos indivíduos, mas nos planos de trabalho das unidades, setores, laboratórios e da própria instituição.

No caso da docência e, mais amplamente, das atividades de ensino, pesquisa e extensão o trabalho remoto não pode ser confundido com a EaD: é distinto, ocorrendo em situações administrativas, orientações, defesas, estudos específicos fora do local de trabalho. A transmutação do trabalho remoto em ensino remoto, associado à EaD, é uma impropriedade. Inexiste a modalidade ensino remoto. O que é feito em termos de ensino remoto não deixa de se valer das ferramentas de EaD que, como assinalado, possui normas e diretrizes próprias e, sobretudo, estratégias pedagógicas especificamente desenvolvidas para a referida modalidade de ensino. Não há como transladar o planejamento de cursos presenciais em cursos baseados em trabalho remoto dos docentes.

Os colegiados das instituições, ouvido os movimentos estudantis e dos servidores, assim como as entidades sindicais e acadêmicas, terão de examinar com vagar o que pode e em que condições deveria ser realizado, como bancas, relatórios, projetos, monografias de conclusão de cursos, sempre considerando a perspectiva da universalidade. Será crucial, ainda, que os conselhos superiores interpelem os órgãos de fomento, sobretudo CAPES, CNPq, FINEP etc., objetivando a repactuação dos calendários e, sobretudo, a preservação do caráter republicano e comprometido com a liberdade de cátedra dessas agências.

No caso das aulas, como salientado, além dos problemas propriamente pedagógicos, não seria uma medida correta, pois seria esdrúxulo que a universidade, em sua institucionalidade balizada pela Constituição, deliberasse por uma alternativa que seguramente não será universal, enredando a universidade em novos e mais graves problemas.

Os processos de ensino e aprendizagem na universidade pública pressupõem um ambiente de aprendizado e de ensino, nas salas de aula, laboratórios, grupos de pesquisa, na experiência cotidiana das interações entre os estudantes, docentes, técnicos. Os cursos foram assim pensados. A ampliação das atividades remotas para a esfera do ensino, referenciada no new management –  é seguro que esse é o intento do MEC que já ampliou a possibilidade de que 40% das disciplinas possam ser ofertadas a distância, como prática a ser seguida no futuro – corrói o ethos acadêmico e a formação complexa dos estudantes, rebaixando o lugar das públicas no ensino superior do país, e, pior, institucionaliza o apartheid educacional.

Os defensores do new management educacional reagem às críticas sem enfrentar o que é substantivo: a má pedagogia, a péssima formação e, principalmente, a postura “E daí?” sub-repticiamente assumida diante da segregação de enorme parcela dos estudantes. Ocultando o principal, retrucam que, uma vez que a volta às aulas não pode ser imediata (embora não priorizem a construção de condições para o regresso acima indicadas), as aulas remotas são a única alternativa possível, pois os servidores não podem deixar de cumprir metas de desempenho e os estudantes precisam concluir seus cursos. Como apontado anteriormente, é preciso examinar alternativas ao que o texto considera uma falsa disjuntiva: retomada do período acadêmico por meio de aulas remotas versus o imobilismo.

O que pode ser feito para retomar as atividades universitárias durante a pandemia?

O dilema acima referido precisa ser enfrentado: no caso de prolongamento por muitos meses das restrições para a reabertura das universidades é evidente que a instituição não pode deixar de criar condições para renuclear seus estudantes, inserindo-os na vida universitária, isso é imprescindível para a instituição e para a vida dos estudantes. Vale reiterar: a interação com os estudantes é um anseio dos docentes e técnicos e administrativos. É seguro que também os estudantes estão desejosos de retomar contato com a universidade. A formação intelectual dos estudantes é uma exigência magnificada pela combinação da crise política, econômica e da pandemia. Seria decepcionante que durante esse período a universidade renunciasse ao seu papel formador.

Aos aspectos formativos, é preciso agregar o fato de que o país vive dias perigosos em que cresce assustadoramente o risco de que a ideologia neofascista se converta, cada vez mais, em governo neofascista. O renucleamento dos estudantes se justifica, também, pelo fato de que a universidade é, nessas situações, uma das primeiras instituições afetadas pela violência que caracteriza as experiências fascistas. Não surpreende, como assinalado, que nesses dias perigosos, em 28 de maio de 2020, o governo Bolsonaro e seu peculiar ministro da Educação tenham apresentado nova versão do destrutivo Future-se.

Para que os setores democráticos não se vejam enredados em uma insustentável posição defensiva ou, pior, se percebam constrangidos a aceitar a segregação implícita no ensino remoto, é preciso trabalhar o tema da reaglutinação dos estudantes e da organização de atividades que expressem a vitalidade das instituições universitárias no momento mais difícil desde o início do pós-II Guerra, considerando os problemas objetivos das condições de vida já referidos acima e, ao mesmo tempo, os desafios acadêmicos e pedagógicos. Como enfrentar esse dilema?

As universidades, institucionalmente, terão de assumir protagonismo real na organização de condições para reaglutinar seus estudantes. Como assinalado, no contexto de avanço de projetos autocráticos e de cariz neofascista, é necessário que os estudantes estejam próximos às suas universidades, em defesa da democracia, da educação pública e envolvidos em processos formativos originais.

A pandemia abre caminho para o fundamentalismo e para disposições de pensamento referenciadas no ‘darwinismo social’. A crise econômica, embora anterior à pandemia, é por esta muito potencializada e os neofascistas disputam a imagem da crise, como se esta decorresse das medidas de isolamento social adotadas pelos países e pelos estados e municípios. As universidades, nesse cenário, estão no rol das primeiras instituições a serem atacadas para consolidar a autocracia neofascista que está em preparação. Ademais, os estudantes não deveriam estar longe de seus companheiros de curso, de seus centros acadêmicos e diretórios estudantis. Se a fórmula simplista e escapista do ensino remoto não responde às exigências da realidade, o que resta é a resignação e a esperança desencarnada de que, em breve, as coisas melhorarão?

A esquerda socialista, e os setores comprometidos com a democracia, precisam definir ações para atuar no tempo histórico e forjar alternativas. Uma agenda democrática não pode deixar de atuar:

no sentido de universalizar o acesso gratuito e universal a todos estudantes das instituições públicas acesso à rede web com banda larga ou equivalente e de garantir os meios tecnológicos para a interação criativa dos estudantes. Existem recursos previstos para tal fim, por meio do Fundo de Democratização dos Serviços de Telecomunicações instituído pela Lei n. 9.998/2000. As universidades e institutos, em conjunto com as prefeituras municipais, poderiam participar da ampliação do acesso de redes comunitárias, associadas à Rede Nacional de Pesquisa e iniciativas afins, fortalecendo o caráter público do acesso à banda larga no país;

emergencialmente, em prol da renda mínima, no âmbito da assistência social, para todos estudantes que provêm de famílias de baixa renda, pelo menos no valor atualmente praticado (R$ 600,00), objetivando assegurar melhoria nas condições de vida;

na defesa de que as instituições universitárias e de pesquisa públicas elaborarem ambientes virtuais próprios, livres do controle das corporações, de modo a assegurar a autonomia universitária e a soberania dos suportes pedagógicos indispensáveis para enfrentar as condições de isolamento social no contexto da pandemia.

Cumpridas as três condições, todas elas necessárias, é possível desenvolver políticas para a referida reaglutinação dos estudantes com suas instituições.

O exemplo da UFBa é relevante. Esta instituição realizou, nos dez últimos dias de maio de 2020, em plena pandemia, um Congresso para 38 mil membros de sua comunidade com mais de 600 debates, apresentação de trabalhos, grupos de estudos, cursos livres, exposições artísticas, tudo isso sem perder a interpelação da conjuntura: a abertura do Congresso se deu com três mesas: uma sobre o fascismo, outra sobre a pandemia, na ótica de uma instituição de pesquisa pública e, finalmente, uma terceira sobre a educação no contexto atual. Mais claro impossível!

Nacionalmente, é possível elaborar uma cartografia com muitas atividades científicas, culturais, tecnológicas, tanto organizadas pelas instituições, unidades, laboratórios, como os que investigam o coronavírus, sociedades científicas, conselhos profissionais, povos indígenas, sindicatos, movimentos sociais, compondo plataformas comuns com atividades auto organizadas diversas que possam interpelar a perigosa e complexa conjuntura, promovendo encontros, desencontros, convergências táticas, dilemas estratégicos. Na tradição do pensamento crítico, experiências das universidades populares, com Gramsci e Mariátegui, são inspirações a serem consideradas.

Tempos excepcionais exigem medidas excepcionais. Nos dias de sofrimento e dor da pandemia, a universidade não pode deixar de se perceber interpelada pelos problemas que afligem a humanidade. Essa é a tradição das universidades populares que poderia inspirar os planos acadêmicos nesses dias difíceis. Cada universidade poderia criar normas de validação de créditos pelas atividades que, a rigor, poderiam ter, muitas delas, alcance nacional. No gozo da autonomia universitária, é possível atribuir créditos de atividades complementares e extensão universitária, possibilitando, desse modo, que os estudantes avancem em seus processos formativos e na inserção universitária. Temas complexos terão se ser discutidos, como a conclusão dos cursos por parte dos estudantes que estão muito perto de concluí-los, discussão que deveria ser empreendida nacionalmente, por meio de fóruns com a Andifes, UNE, Andes-SN e demais entidades pertinentes.

Essas são, em linhas gerais, proposições para a nossa reflexão que terá de ser célere. Urge construir uma agenda comum com amplitude para forjar a necessária unidade de ação em defesa da democracia, dos direitos sociais, da educação pública e gratuita, referenciada nos princípios do Art. 207 da Constituição Federal.

***

[1] Ministro do Meio Ambiente defende passar ‘a boiada’ e ‘mudar’ regras enquanto atenção da mídia está voltada para a Covid-19, G1, 22/05/2020,

https://g1.globo.com/politica/noticia/2020/05/22/ministro-do-meio-ambiente-defende-passar-a-boiada-e-mudar-regramento-e-simplificar-normas.ghtml

[2] Suspensão de reajuste de servidores é ‘granada no bolso do inimigo’, diz Guedes em reunião, G1, 22/05/2020, https://g1.globo.com/politica/noticia/2020/05/22/suspensao-de-reajuste-de-servidores-e-granada-no-bolso-do-inimigo-diz-guedes-em-reuniao.ghtml

[3] GIOLO, J., LEHER, R. e SUISSARDI, V. Future-se: ataque à autonomia das instituições federais de ensino superior e sua sujeição ao mercado”, São Carlos, SP: Diagrama Editorial, 2020, Acesso livre em: www.diagramaeditorial.com.br/editora/future-se.

[4] COLEMARX. Universidades públicas e aulas remotas: nenhum estudante pode ser excluído, junho de 2020, no prelo. http://www.colemarx.com.br/

[5] V Pesquisa Nacional de Perfil Socioeconômico e Cultural dos (as) Graduandos (as) das IFES – 2018, Observatório do Fórum Nacional de Pró-Reitores de Assuntos Estudantis – FONAPRACE/ Associação Nacional dos Dirigentes das Instituições Federais de Ensino Superior -ANDIFES, http://www.andifes.org.br/wp-content/uploads/2019/05/V-Pesquisa-do-Perfil-Socioecon%C3%B4mico-dos-Estudantes-de-Gradua%C3%A7%C3%A3o-das-Universidades-Federais-1.pdf

[6] Facebook vendeu informações de dados pessoais de cerca 50 milhões de utilizadores a uma empresa britânica de recolha e análise de dados, a Cambridge Analytica que contava com a participação do ideólogo da guerra cultural empreendida pela extrema direita Steve Bannon, utilizando os dados adquiridos em campanhas políticas como a saída do Reino Unido da União Europeia, a eleição de Trump à Casa Branca, também na Nigéria e no Quênia. Karla Pequenino. A vida debaixo do microscópio das grandes empresas. Público, 25/03/18, https://www.publico.pt/2018/03/25/tecnologia/noticia/a-vida-debaixo-do-microscopio-das-grandes-empresas-1807936, acesso em 30 de abril de 20.

[7]Thiago Domenici. Após uso de robôs, Laureate agora demite professores de EAD. Agência Pública, 13/05/20, https://apublica.org/2020/05/apos-uso-de-robos-laureate-agora-demite-professores-de-ead/?mc_cid=f0188b56be&mc_eid=405aa0050d, acesso em 30/05/20.

Fuente: https://www.cartamaior.com.br/?Editoria/Educacao/Universidades-publicas-aulas-remotas-e-os-desafios-da-ameaca-neofascista-no-Brasil/54/47699

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