El sistema educativo en México y América Latina en general está fallando y reconocerlo es el primer paso para comenzar a cambiarlo
La educación es el medio más eficaz de un país para salir adelante. No es mentira que entre más educado sea un pueblo, más difícil será controlarlo o engañarlo, como tampoco lo es el hecho de que una sociedad sin educación está condenada al estancamiento económico y humano.
Actualmente es muy común aceptar la idea de que la educación debe ser proporcionada por el Estado. En México, por ejemplo, el artículo tercero de la Constitución Mexicana nos habla de que la educación tiene que ser “laica, gratuita, obligatoria y de calidad” y hemos crecido repitiendo dicho principio y dándolo por hecho sin siquiera poder atrevernos a cuestionarlo.
Aunque de modo moral y legislativo, garantizar la educación universal pareciera ser un proyecto válido y de elemental justicia, en la práctica terminan por imponerse argumentos de mayor peso en el mundo real como lo son la simple lógica económica o la baja efectividad generalizada por parte de las instituciones gubernamentales.
Lo “gratuito” no existe. Cuando un Gobierno nos ofrece alguna solución o apoyo, no se está financiando por arte de magia ni por las generosas aportaciones de los funcionarios públicos; es sólo a través de nuestros impuestos que dichas iniciativas pueden llevarse a cabo y la educación no es la excepción a esta aseveración.
Por más que quisiéramos que la educación fuese gratuita, la realidad es que no lo es. Para poder brindar educación es necesario pagar salarios de profesores, construir y mantener infraestructura y contratar prestadores de servicios administrativos entre muchos gastos y costos más.
Tenemos pues que la educación pública parte del principio de quitarle a alguien una parte de su riqueza a través de impuestos para entregársela después a un tercero en forma de educación. Si bien se puede argumentar que tal vez la importancia del tema en cuestión podría justificar dicho intercambio involuntario, lo que no se puede negar es que el sistema no está funcionando como debería: en un estudio realizado por la OCDE, en el año 2015, México ocupó el lugar 36 de 36 países evaluados en materia educativa y al resto de países latinoamericanos no les fue mucho mejor.
Todo pareciera indicar que el tema tiene que ver con asuntos presupuestarios y es verdad en parte, pero no por falta de recursos como se podría suponer. El presupuesto que México invierte per cápita en educación, es similar al que invierte un país puntero en el rubro como lo es Corea del Sur. La diferencia radica en la efectividad del presupuesto: mientras que en México el presupuesto se gasta mayoritariamente en salarios, lujos y burocracia ejercida por líderes sindicales, maestros y administrativos, en el país asiático se invierte en infraestructura, tecnología y en el desarrollo de modelos educativos eficientes.
Otro factor relevante es el hecho de que el tiempo formativo típico para los alumnos en México es de 562 horas al año, mientras que en otros países como Corea del Sur es 1.195, en Finlandia 1.172, en Estados Unidos 710 y en Francia 875.
El monopolio de los programas de estudio por parte del Estado es otro factor a considerar. Sin importar si la institución educativa es privada o pública, las mismas no pueden brindar servicios de educación oficialmente si sus programas de estudio no han sido previamente aprobados por la Secretaría de Educación Pública. Esto genera el sometimiento de las instituciones educativas a las ocurrencias y decisiones de algunos pocos funcionarios públicos y un constante cambio de rumbo de acuerdo al periodo político en el que el país se encuentre.
El adoctrinamiento institucional es otro tema preocupante. Algunos ejemplos claros son la excesiva carga de oficialismo que manejan los libros de historia en los niveles de primaria y secundaria o el adoctrinamiento estatista en las universidades públicas por parte de carismáticos y queridos profesores “revolucionarios” que promueven la importancia de luchar contra un sistema del que ellos mismos forman parte.
La educación pública es financiada por todos, sin importar si el contribuyente hace uso de ella o no. Por eso nadie debe ser indiferente ante el mal uso que se dan a los recursos en dichas instituciones cuando sin ninguna clase de remordimiento, deciden irse a huelga en respuesta a la más mínima provocación.
Las instituciones privadas no se van a huelga, porque entienden que sería comprometer su prestigio como organización y el de sus alumnos egresados, y sobre todo porque saben que se vería reflejado en una pérdida significativa de alumnos matriculados y eventualmente en pérdidas económicas. Mientras tanto, en las instituciones públicas se crea una falla de mercado artificial, porque políticos y burócratas saben que se pueden ir a paro por un tiempo indefinido sin dejar de recibir presupuesto ni salarios y que los alumnos no abandonarán la institución porque no tienen otra opción realmente viable.
Lo más grave, desde un punto de vista cultural, es el tipo de formación y el ejemplo que están recibiendo miles y miles de alumnos, quienes crecen defendiendo este tipo de sistemas y personajes, y cuando salen al mercado laboral están acostumbrados a lograr objetivos a través de la fuerza o negociaciones políticas y no a través de capacidades y méritos propios.
Estamos formando luchadores sociales en un país que necesita de forma desesperada un sinfín de científicos, ingenieros y sobre todo emprendedores que se atrevan a materializar sus metas a través de una vida productiva.
Es importante no cerrar los ojos ante lo evidente: el sistema educativo en México y América Latina en general está fallando y reconocerlo es el primer paso para comenzar a cambiarlo.
Necesitamos encontrar mecanismos para dar incentivos a los alumnos para escoger y dar su mejor esfuerzo por formarse en carreras productivas y crear métodos de sanción para aquellos profesores e instituciones que no cumplan con su misión principal, que es dar herramientas a sus alumnos para competir y valerse por sí mismos. Liberalizar el mercado educativo proveería de ambos.
Tomado de: http://es.panampost.com/rafael-ruiz-velasco/2016/05/26/nuevo-rumbo-educacion-america-latina/