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Educación infantil: del aburrimiento a la creación

Por: Alicia Halperin

Es preciso elaborar propuestas que contemplen el desarrollo psicomotriz de las criaturas, que fomenten su autonomía, que les permitan expresarse de múltiples maneras y relacionarse con quien desean. Y dejar atrás las fichas.

“Profe, ¿por qué este ratón camina tantas veces para llegar al queso?” me preguntó una niña mientras terminaba un “trabajo” en la clase de 4 años de Infantil. Imaginé que ella, que había tenido que repetir varias veces la acción de unir las líneas de puntos entre el ratón y su comida para dibujar sendos trazos continuos de izquierda a derecha, se había puesto en la piel del ratón y había pensado: “Pero no entiendo, ¿cuántas veces hay que ir a un mismo lugar para llegar?”. No supe responderle. Su pregunta era mucho más lógica que cualquier excusa que yo pudiera inventar.

Si tenemos claro que la orientación espacial, la direccionalidad, la ubicación en los diversos planos del espacio, las formas, el ritmo… se aprenden jugando con el cuerpo en el espacio compartido con los compañeros y poblado de objetos, ¿por qué suponemos que este tipo de trabajos sobre el papel van a suplir esas experiencias vitales? Porque, si bien este tipo de ejercicios son el final de un proceso de experimentación, en la realidad, las aulas de Infantil se han llenado de fichas elaboradas por el profesorado o compradas a las editoriales, y en muchos casos son la actividad central de las aulas.

¿Por qué sigue habiendo niñas de dos años a las que les pedimos que pongan una pegatina redonda dentro de un círculo? El hecho de que puedan hacerlo no significa que hayan aprendido algo sobre formas circulares y orientación espacial, simplemente puede significar que han aprendido a pegar una figura en el lugar indicado. Tal vez se supone que ese resultado es la muestra de una competencia y se mande a casa para que sus padres vean su capacidad y sientan satisfacción por lo que sus hijas saben hacer. Pero es una vez más la muestra de lo alejados que están de las necesidades reales de los pequeños muchos de los contenidos que se trabajan en esta etapa.

A los niños les encanta jugar a disfrazarse, ser personajes que admiran, ponerse ropas que usan los mayores, pero… ¿20 criaturas al mismo tiempo eligen disfrazarse de abejas, de robots o de seres prehistóricos? Preparados para la foto, para gustar a los mayores, hacerlos reír con su imagen de adultos en miniatura, ¿qué entienden esos niños de todo esto, qué sentido tiene para ellos? ¿Quién elige jugar a esos personajes y con qué objetivos?

¿Por qué uniformamos las actividades que realizan los niños y niñas en la Escuela Infantil? Podemos ver a todos haciendo lo mismo al mismo tiempo como ocurre en general en primaria, de una forma repetitiva, abstracta, totalmente descontextualizada, leyendo libros que describen los espacios de una casa, los ingredientes del desayuno o la ropa que usamos, donde no hay historias o, si las hay, son planas y no provocan ninguna emoción o interés.

Es una forma fácil de presentar a las criaturas lo que se supone que tienen que aprender y, posteriormente, una forma fácil y menos trabajosa de evaluar su aprendizaje. Pero hay muy poco de potenciación del desarrollo personal, de respetar los procesos y los tiempos de cada uno, cosas sobre las que paradójicamente tanto se insiste cuando leemos los objetivos y las programaciones anuales de las escuelas. También hay muy poco de basarse en la curiosidad y promover el descubrimiento a través de la acción y el movimiento, que tanto necesitan. Si no es así en estas edades ¿cuándo será?

Probablemente estemos preparando a los niños para ser seres obedientes y ordenados, para el trabajo escolar “en serio y en serie”, para el aprendizaje “puro y duro”. Sentando las bases del trabajo organizado. Lamentablemente todo esto a costa de pasar por encima de los procesos naturales del desarrollo infantil, de respetar sus individualidades, aplastando su curiosidad, que es lo más vital que hay en ellos.

Desde hace bastante más de un siglo, grandes pedagogos como Froebel, María Montessori, Decroly, Malaguzzi o Emmi Pikler nos han enseñado que en estas edades el desarrollo infantil se produce de una forma global; todos los sentidos están abiertos y las criaturas aprenden y se hacen competentes a partir de las experiencias vividas y de las conexiones que puedan establecer en función de esas experiencias: investigar, hablar, relacionar unas cosas con otras, volver a pensar en lo vivido, escuchar y observar lo que otros niños y los adultos hacen y dicen, seguir investigando, experimentar con su cuerpo en el espacio, con los objetos, dar lugar a la expresión y la comunicación en todas las formas posibles. El juego y la experimentación son el medio natural en el que viven y se desarrollan, es su forma privilegiada de conocimiento.

Que el aprendizaje sea significativo, como se escucha tanto últimamente, expresa precisamente que tiene que significar algo para los niños: hablar de las cosas que les pasan en casa, en la calle, en la escuela, con las personas que los rodean, que todo tiene que estar relacionado con cosas que conocen, que les gustan o disgustan, que les provocan emociones, que dan lugar a su imaginación.

En muchas escuelas infantiles se están adoptando estas propuestas educativas que requieren de la presencia y acompañamiento de adultos formados, conocedores y observadores de los recorridos de los niños y niñas, dispuestos a entenderlos y valorarlos en su accionar cotidiano y a establecer buenas relaciones afectivas con ellos. El trabajo por proyectos sobre temas elegidos con los niños, en rincones de juego-trabajo, zonas de actividad utilizando todos los espacios que dispone la escuela, en ambientes adecuados a las necesidades de su edad, que los pequeños puedan elegir a qué juegan y con quién, son las formas que nos permiten llevar a cabo nuestros objetivos. Es preciso elaborar propuestas que contemplen el real desarrollo psicomotriz de las criaturas, que fomenten su autonomía, que les permitan expresarse de múltiples maneras y relacionarse con quien desean, en síntesis que les permitan un desarrollo armónico y adecuado.

La documentación a través de dibujos, fotos, grabaciones, descripciones de las cosas y los procesos que realizan las criaturas, son los elementos que nos facilitan comprender y evaluar su evolución, también nos dan la posibilidad de mostrarlas a las familias y a los equipos docentes y así sacar conclusiones acerca de qué nuevos elementos podemos introducir. Todas estas propuestas -en las que es importante dar lugar a la participación de las familias y a la conexión con el entorno escolar- son tal vez bastante más trabajosas que las instaladas tradicionalmente en las aulas, pero indudablemente son mucho más respetuosas con las necesidades y derechos de las niñas y niños y mucho más estimulantes para pequeños y adultos.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2017/06/06/educacion-infantil-del-aburrimiento-a-la-creacion/

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¿Cómo le está yendo a Finlandia con el «phenomenon learning», el nuevo modelo de enseñanza del «mejor sistema educativo del mundo»?

Finlandia/01 junio 2017/Fuente: BBC

Hace mucho que Finlandia es reconocida por la calidad de su educación y siempre está entre los primeros lugares en los rankings internacionales.

Ahora el país está reformulando la forma en que enseña en la era digital. En vez de centrarse en materias, está poniendo el énfasis en habilidades.

Pero no todo el mundo está feliz con los cambios y existen temores de que pueda bajar la calidad de la enseñanza.

Es una mañana helada en un remoto pueblo en el sur de Finlandia, pero esta aula de alumnos de 12 años está pensando en un lugar mucho más lejano: la antigua Roma.

Su maestro les está mostrando una reconstrucción en video -proyectada sobre la pizarra inteligente interactiva del aula- del día en que el monte Vesubio hizo erupción y destruyó la ciudad de Pompeya.

Los estudiantes forman grupos y sacan sus mini laptops.

Su tarea es comparar a la antigua Roma con la Finlandia moderna.

Un grupo analiza los baños romanos y los spa de lujo de hoy; otro compara el Coliseo con los estadios deportivos actuales.

Usan impresoras 3D para crear una versión en miniatura de sus edificios romanos, que luego formarán parte de un juego de mesa para toda la clase.

Esta es una clase de historia diferente, dice el profesor Aleksis Stenholm, que trabaja en la Escuela Secundaria Hauho.

Estos alumnos también están aprendiendo habilidades tecnológicas, de investigación, de comunicación y de comprensión cultural.

«Cada grupo se está convirtiendo en experto en su tema, que luego presentará al resto de la sala», explica.

El jugo de mesa marca la culminación del proyecto, que se lleva a cabo a la par de las clases de enseñanza normales.

Image caption La escuela de Hauho es relajada sobre el uso de celulares en clase y en la hora del almuerzo.

Cómo Finlandia revolucionó la enseñanza para el siglo XXI

Hace casi dos décadas que Finlandia disfruta de la reputación de tener uno de los mejores sistemas educativos del mundo.

Sus estudiantes de 15 años suelen colocarse en los primeros lugares en las tablas de medición PISA, que evalúan la lectura, las matemáticas y las ciencias.

La habilidad del país para producir resultados académicos sobresalientes resulta fascinante para muchos ya que allí los niños empiezan la educación formal recién a los siete años.

Además, tienen jornadas escolares más cortas, vacaciones más largas, muy poca tarea y no rinden exámenes.

Pero a pesar de este éxito, Finlandia está reformando su sistema, algo que considera vital en una era digital en la que los niños ya no dependen de los libros y de las aulas para adquirir conocimientos.

En agosto de 2016 se hizo obligatorio para todas las escuelas finlandesas enseñar de manera más colaborativa.

También permitir a los alumnos que elijan un tema que les sea relevante y que basen su materias en esa elección.

Una de las claves de los cambios ha sido hacer un uso innovador de la tecnología y de fuentes fuera de la escuela.

El objetivo de esta forma de enseñanza -conocida en inglés como project o phenomenon-based learning (PBL)- es equipar a los niños con las habilidades que necesitan para desarrollarse en el siglo XXI.

Así lo explica Kirsti Lonka, profesora de psicología educativa en la Universidad de Helsinki.

Entre las habilidades que resalta está el pensamiento crítico, necesario para identificar las noticias falsas y evitar el ciberbullying (acoso online).

También la habilidad técnica para poder instalar software antivirus y conectar la computadora con una impresora.

«Tradicionalmente la enseñanza se ha definido como una lista de materias y datos que uno debe adquirir -por ejemplo la aritmética o la gramática- con un poco de decoración alrededor, como clases de cívica», dice Lonka.

«Pero en la vida real nuestro cerebro no está dividido en disciplinas; pensamos de manera muy holística», explica.

«Y cuando piensas en los problemas del mundo -crisis globales, migración, la economía, la era de la posverdad- realmente no le hemos dado a nuestros niños las herramientas para lidiar con este mundo intercultural», opina.

«Creo que es un gran error hacerle creer a los niños que el mundo es sencillo y que si aprenden cierta información estarán listos para encararlo», señaló.

«Aprender a pensar, aprender a entender, estas son las habilidades que importan y además hacen que aprender sea mucho más divertido, lo que promueve el bienestar», concluye.

Cómo Finlandia deja atrás las tradiciones escolares

La Escuela Secundaria Hauho está en una zona de bosques y lagos a unos 40 minutos en auto de la ciudad de Hameenlinna.

Con solo 230 alumnos de entre siete y 15 años, tiene un ambiente hogareño.

Los alumnos dejan sus zapatos en la entrada, en algunas clases en vez de sillas usan pelotas para hacer ejercicio y hay barras en las puertas para hacer flexiones de brazos.

Los docentes son relajados con el tema de los celulares en el aula.

Consideran que es bueno que los niños aprecien su valor como herramienta de investigación y no solo para comunicarse con sus amigos.

Image caption La pista de skate de la escuela se construyó gracias a una idea sugerida por los alumnos, que ayudaron a diseñarla y a reunir los fondos para su construcción.

En este día frío los alumnos más grandes se apiñan alrededor de sus teléfonos en la hora de almuerzo, mientras que algunos de los más chicos le hacen frente a los copos de nieve que caen para usar la pista de skate o las canchas de fútbol y básquet.

El director Pekka Paappanen es un ferviente creyente en el sistema PBL y busca una variedad de maneras de integrarlo al currículo escolar.

«Discutimos ideas con los maestros y después me aseguro de que tengan el tiempo y el espacio para desarrollarlas», afirma.

«Creo que esto le da más poder a los docentes, pero tienen que darse cuenta de que no pueden hacer todo», señala.

«Estamos dejando atrás algunas de las viejas tradiciones, pero lo hacemos de forma lenta. El trabajo de enseñar a nuestros niños es demasiado importante y no podemos equivocarnos».

Abordando el tema más grande de Europa en la clase

Uno de los proyectos más grandes el año pasado fue sobre el tema de la inmigración, en momentos en que el flujo de migrantes entrando a Europa ocupaba todos los titulares alrededor del mundo.

Aleksis Stenholm explica que eligieron el tema porque se dieron cuenta de que muchos de sus alumnos tenían muy poca experiencia personal con inmigrantes o la inmigración.

El tema se incorporó a las clases de alemán y de religión.

Los alumnos de 15 años debieron realizar encuestas callejeras para conocer las opiniones de los locales sobre la inmigración y visitaron un centro de inmigrantes cercano donde entrevistaron a refugiados.

Image caption Los alumnos se conectaron con estudiantes alemanes para comparar sus conocimientos sobre la inmigración.

Compartieron sus hallazgos a través de una conexión de video con una escuela en Alemania que llevó a cabo un proyecto similar.

«Fue muy poderoso cómo los alumnos reaccionaron. Comenzaron a pensar algunas cosas, a cuestionar sus propias opiniones», recuerda Stenholm.

«Si yo solo hubiera enseñado sobre el tema, digamos en tres clases, el efecto hubiera sido muy diferente», asegura.

Pero ¿funciona?

El concepto del phenomenon-based learning tiene sus detractores.

Algunos, como el maestro de Física Jussi Tanhuanpaa, temen que no les da a los niños suficiente profundidad de conocimiento sobre un tema como para permitir que lo estudien a un nivel superior.

Él enseña en Lieto, en las afueras de la ciudad sudoccidental de Turku, y cuenta que conoce a un grupo de chicos que estaban aprendiendo un nivel avanzado de matemáticas para mayores de 16, y el 30% debió bajar a un nivel menos avanzado.

También teme que esté ampliando la brecha entre los estudiantes más y menos capaces, que históricamente ha sido pequeña en Finlandia.

Image caption Una pizarra inteligente y una tablet se usan para esta clase sobre cambio climático.

«Esta manera de enseñar es genial para los chicos más brillantes que entienden qué conocimientos se deben llevar de un experimento», opina.

«Les da la libertad de aprender a su propio ritmo y de tomar el siguiente paso cuando están listos», señaló.

«Pero esto no es así para los niños que tienen menos capacidad de entender y que necesitan más asistencia», dice.

«La brecha entre los más brillantes y los menos capaces ya empezó a ensancharse y temo que esto solo empeore», advierte.

A otros les preocupa que esto agregue más a la carga laboral de los docentes y que ponga en situación de desventaja a los maestros de mayor edad que quizás no tengan tantos conocimientos digitales como sus pares más jóvenes.

Jari Salminen de la facultad de Educación de la Universidad de Helsinki afirma que estilos de enseñanza similares se probaron en el pasado -incluso hace 100 años- pero fallaron.

«Muchas visitas internacionales me preguntan, ¿por qué están cambiando este sistema cuando obtienen tan buenos resultados?«, cuenta.

«Y para mí es un misterio porque no tenemos ninguna información a nivel de los colegios de que el phenomenon-based learning esté mejorando los resultados», dice Salminen.

Image caption Las lapiceras y el papel aún son una parte importante de la vida en el aula…

Anneli Rautiainen de la Agencia Nacional para la Educación de Finlandia acepta que hay preocupación y afirma que están introduciendo los cambios de manera gradual.

Por ahora a los colegios solo se les requiere que incorporen un proyecto PBL para sus alumnos cada año.

«Queremos alentar a los maestros a que enseñen así y a los alumnos que lo prueben, pero estamos empezando despacito», dice.

«Aún se enseñan materias y hay metas para cada materia, pero también queremos que se introduzcan las habilidades en ese aprendizaje», señala.

¿Pero qué hay de los resultados?

«No somos muy amantes a las mediciones en este país, en reglas generales, así que no estamos planeando medir el éxito de esto, al menos no por ahora», afirma.

«Esperamos que se note en los resultados de aprendizaje de nuestros niños además de las evaluaciones internacionales como PISA», dice Rautiainen.

Image caption …y también lo son el arte y las manualidades.

Aunque no todos estén convencidos con esta revolución de la enseñanza finlandesa, la mayoría de los alumnos y padres de Hauho le dan su visto bueno.

Sara, de 14 años, dice que «no cansa tanto, es mucho más interesante, me gusta eso».

Anna, también de 14, cuenta que su hermana mayor la envidia porque dice que «la escuela es mucho más divertida que cuando ella asistía».

La mamá Kaisa Kepsu asegura que la mayoría de padres que conoce ven con buena luz los cambios que se han hecho al currículo.

«Ha habido una discusión más amplia sobre la necesidad de garantizar que los chicos aún estén aprendiendo los datos más básicos y concuerdo con eso», afirma.

«Pero también es importante motivarlos más y hacer que el mundo sea más interesante. No veo nada malo con hacer que el colegio sea divertido».


¿Qué es lo inusual de los colegios finlandeses?

  • La docencia es una profesión altamente respetada y bien remunerada
  • No hay inspecciones escolares o evaluaciones docentes
  • El sistema escolar está muy centralizado y la mayoría de las escuelas son financiadas por el Estado
  • La jornada escolar es corta y la vacaciones de verano duran 10 semanas
  • Los niños son evaluados por sus maestros. El único examen nacional es para aquellos que estudian hasta los 18 años
  • El promedio de alumnos por colegio es 195; por clase es 19
  • El éxito se ha atribuido a un tradicional aprecio por la enseñanza y la lectura, además de a una población pequeña y prácticamente homogénea
  • Aunque sigue en los puestos más altos, Finlandia ha caído en los rankings de PISA en los últimos años
  • Al igual que otros países, enfrenta los desafíos de las restricciones financieras y la creciente inmigración

Fuente: http://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-40108708

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“La mayor innovación educativa hoy es cuidar”

Por: Pablo Gutiérrez del Álamo

Crear espacios de comunicación dentro del claustro para hablar de práctica educativa, así como para hablar con las familias sobre cómo colaborar entre ambos, son dos aspectos importantes en los cuidados dentro de la escuela.

Son algo más de las nueve de la mañana. El campus María Zambrano, en Segovia, perteneciente a la Universidad de Valladolid, ha abierto sus puertas un sábado, pero quienes se encuentran en su moderno recinto , en una plaza central adoquinada rodeada de aulas, no son estudiantes de grado. Son docentes de infantil a secundaria, alguno también de la universidad. Son madres, padres, un par de alumnos.

Han venido de diferentes lugares de Castilla y León (Burgos, Segovia, Valladolid…), algunos también desde la cercana Madrid. El objetivo es hablar de la pedagogía del cuidado.

La culpa de esta reunión un sábado por la mañana, y que durará hasta bien entrada la tarde, la tiene un grupo de maestras (fundamentalmente) y maestros. Hace tres años alguien escribió en un grupo de WhatsApp: “Chicos, ¿nos juntamos para conspirar y cambiar esto?”. Seguramente es el leitmotiv de cientos de docentes del país.

En esta ocasión, los cuidados han centrado la jornada. Cómo cuidarse y cuidar dentro del claustro, cómo cuidar a las familias y cómo estas pueden cuidar también del centro, qué papel juegan los cuidados dentro de la sociedad o cómo mejorar los cuidados con el alumnado.

“Había gente que necesitaba abordar este tema (el de los cuidados) porque se vivían situaciones de mucho descuido en general. La relación con los compañeros y compañeras, con los críos, con las familias…”, explica Malú Orta, una de las integrantes del grupo. El germen surge durante unas jornadas que el grupo, llamado Conspiración Educativa, comparte con el MRP de Castilla y León, Concejo Educativo, en las que Yayo Herrero les habló de los cuidados. En ellas también interviene Julio Rogero, histórico de los MRP.

Como resume Malú, “la mayor innovación hoy por hoy es cuidar, pararte a mirar a los alumnos y alumnas, a los compañeros, no criticar tanto, entender más… entender que otro prefiere hacer las cosas desde un sitio y yo desde otro…”.

De esto trata la jornada. De un gran espacio en el que hay cinco círculos formados por sillas. En cada uno de ellos se tratará algo diferente (alumnado, familia, docentes, cuidado educativo y cuidado social) y cada 15 minutos habrá que cambiar de grupo, para favorecer la rotación y la discusión de los diferentes aspectos.

Qué es cuidar

Es de lo que hablarán durante buena parte de la mañana maestras, docentes y madres. Se pondrán sobre la mesa iniciativas como las desarrolladas en el colegio público Palomeras Bajas, de Madrid, invitado a coordinar el grupo sobre cuidados entre compañeros. Iniciativas que se comparten, como la de establecer citas, fuera del horario de trabajo, para que el equipo docente pueda compartir, hablar y conocerse. Con el objetivo siempre claro de que, a pesar de que se haga en un ambiente distendido, no dejan de ser compañeros de trabajo, no amigos.

Cuidar es, fundamentalmente, fomentar la conversación, la comunicación con los compañeros, en el claustro. Conocer qué prácticas le están funcionando al de al lado y que puedo utilizar yo también. Y es también lograr una comunicación fluida con las familias. Pero no limitarse a las peticiones habituales de actividades extraescolares, o a que trabajen cuando no podemos asumir desde el claustro por falta de tiempo. No es tampoco la organización de fiestas. O no solo. Pasa por ser capaces de crear momentos de cierta complicidad y que conozcan, tanto al profesorado de sus hijos, como el trabajo que realizan con ellos.

La participación de las familias es importante. María José Gómez es integrante de la Federación de AMPA de Valladolid asegura que, según van pasando los cursos “las familias lo vamos dejando y el sistema lo pone más difícil para la participación”. Madres y padre ven a chicas y chicos, con el paso a la secundaria, como ya mayores al tiempo que, dice, “las actividades de las familias vienen dadas desde el centro.”

Se aboga por una mayor y mejor comunicación entre centros y familias, con la que romper esa cierta “relación de sospecha”, construida en muchos lugares desde la primaria, cuando la entrada de las familias a los centros se dificulta e incluso prohíbe

Comunicación, y también juego entre compañeras y compañeros, complicidad, acogimiento del resto del claustro. Sobre la mesa aparecen cuestiones que de las que poco o nada se habla como, por ejemplo, el impacto que tiene en las relaciones entre docentes la eliminación de las jornadas partidas. Con ella se termina el momento común de la comida, por ejemplo, y con él la conversación sobre las chicas y chicos, sobre las prácticas, sobre los conocimientos.

Cansadas de la queja

Esta es una de las claves principales que hizo de espita para la aparición de Conspiraciones Educativas como grupo hace tres años. Lo primero fue “salir de la queja, cuenta Patricia Cabrejas, y de ahí surgió el ‘a ver qué pasa’”. Así organizaron la primera reunión. A la segunda decidieron que había que invitar también a las familias. Y a esta tercera, al alumnado.

Hay que decir para ser justos que es germen, como aclara Pili Hernández Camacho, es “un antiguo grupo que estudió Magisterio a la vez, con una conexión fuerte con alguno de los profesores”. “Ellas decidieron, continúa, de primeras que se había acabado eso de la queja, que había que ir más allá. Yo creo que ese ha sido el detonante más bonito que hemos tenido”.

Fuente: http://www.educacionfutura.org/la-formacion-de-docentes-en-la-nueva-agenda-educativa-internacional/

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El insoportable peso de las rutinas escolares

Por: Guadalupe Jover

Hay rutinas que solo se mantienen por el peso de la tradición. Es el caso de una enseñanza de la gramática reducida al etiquetado y la clasificación de palabras y oraciones. Por más que el tradicional análisis sintáctico no contribuya a mejorar la competencia comunicativa del alumnado sigue ocupando gran parte del tiempo escolar. ¿Hasta cuándo?.

Cuenta Eduardo Galeano en El libro de los abrazos que, cuando Sixto Martínez hacía el servicio militar en un Sevilla, siempre había un soldado de guardia junto a un banco del patio del cuartel. ¿Por qué? Nadie era capaz de dar una explicación; así se había hecho siempre. Los oficiales daban la orden y los soldados obedecían. Solo al cabo de muchos años a alguien se le ocurrió indagar hasta dar con la orden original: “Hacía treinta y un años, dos meses y cuatro días, un oficial había mandado montar guardia junto al banquito, que estaba recién pintado, para que a nadie se le ocurriera sentarse sobre pintura fresca.”

Cualquier docente medianamente crítico podrá enumerar de manera inmediata algunas de las muchas rutinas vigentes en las aulas a las que no se ve hoy sentido alguno; órdenes más o menos explícitas que se siguen transmitiendo y ejecutando sin rechistar.

¿Cuál es el porqué y el para qué de una práctica que consume un tiempo infinito en los centros de Primaria y Secundaria, monótona y repetitiva, caprichosa y acientífica, y que se ha revelado absolutamente estéril? Me refiero a la memorización y repetición de conceptos gramaticales y al inextricable análisis sintáctico de frases desconextualizadas y absurdas. ¿En qué contribuye a la mejora de las destrezas comunicativas de los estudiantes llenar la pizarra de cajas y etiquetas, asumiendo unas convenciones que tal vez cambien con la nueva edición de la Gramática académica -la última desmonta muchísimas de las arraigadas en la tradición escolar- o asignar rótulos inequívocos a construcciones ante las que ni siquiera avezados filólogos se pondrían de acuerdo?

Vaya por delante que la reflexión gramatical, el conocimiento metalingüístico que nos permite observar la lengua a una cierta distancia, es un aprendizaje esencial. Es un saber del que echamos mano al revisar los propios textos -pues nos ayuda no solo identificar los errores sino a precisar su naturaleza y proponer soluciones-, que nos resulta útil en el aprendizaje de segundas y terceras lenguas, y que nos permite “sostener” en el aire nuestras producciones orales: nuestra mente se anticipa a nuestra voz y procuramos respetar la concordancia con el sustantivo que quedó atrás en el discurso, mantener la consecutio temporum de los verbos o controlar que la oración que arrancamos con una subordinada se cierre con la proposición principal. La reflexión metalingüística es la que nos pone en condiciones -o debiera hacerlo- de ajustar nuestras palabras a nuestra intención comunicativa y de proceder a una lectura crítica de enunciados ajenos (al contrastar, por ejemplo, dos titulares de periódico con intenciones comunicativas antagónicas).

A nada de esto contribuyen las clases de gramática dominantes en las aulas. Rara vez se invita a chicas y chicos a la reflexión sobre los propios usos, cuando lo cierto es que todos tenemos un caudal inmenso del que echar mano. Rara vez se favorece la reflexión interlingüística entre las distintas lenguas que conoce el alumnado. Rara vez se pide a los estudiantes que comparen enunciados, aventuren hipótesis, dialoguen entre ellos… Se les exige que memoricen un algoritmo y que lo apliquen. Poco más.

El origen de estas prácticas es bien conocido. El afán de la Lingüística de legitimarse como disciplina científica llevó a priorizar la descripción del sistema abstracto de la lengua por encima del análisis del habla de las personas, de los usos comunicativos reales y contextualizados. Eran los años 60 del siglo pasado y los tiempos de gloria del estructuralismo y el generativismo. Pero de entonces aquí ha llovido. Y no solo porque décadas ya de investigación didáctica atestigüen que el estudio del sistema formal de la lengua tal y como se viene haciendo en las aulas en nada contribuye a la mejora de las capacidades expresivas y comprensivas del alumnado. Es que además las nuevas disciplinas lingüísticas como la Pragmática, la Sociolingüística o el Análisis del discurso, orientadas al fin al estudio de los usos lingüísticos, a lo que las personas hacemos con las palabras, tienen mucho que aportar a la formación de hablantes competentes y críticos. ¿Por qué, entonces, la insólita pervivencia de la “vieja gramática” en el sistema educativo español, hasta el punto de que el análisis sintáctico acaba siendo una de las llaves que da acceso (o no) al título de Secundaria y Bachillerato, la llave de acceso incluso a la carrera que un joven o una joven desea cursar?

Puede aducirse que es porque lo dice el currículo, pero esta es solo una verdad a medias. Durante los años de vigencia de la LOE, y pese a la sobreabundancia en ella de contenidos gramaticales, estos habían de evaluarse exclusivamente en función de su contribución a la detección de problemas de comprensión y expresión oral y escrita. Pero las pizarras y los exámenes siguieron llenándose de cajas.

Puede aducirse también que porque lo piden en Selectividad. Es cierto que cuando un docente se ve en la tesitura de poner en condiciones o no a su alumnado de acceder a los estudios de sus sueños, aun a costa de estafarle un tiempo preciosísimo con unos aprendizajes que no tienen ningún valor de uso en sus intercambios comunicativos pero si un inmenso valor de trueque en el mercado educativo, no tiene más alternativa que claudicar o retirarse. Pero son mayoría aún quienes no lo discuten y cuya mayor preocupación es conocer de primera mano las instrucciones dictadas por el coordinador de la Universidad de turno. Resulta inexplicable el poder absoluto conferido en muchas comunidades a quien apenas tiene contacto alguno con la educación secundaria más allá del ritual de la reunión anual. Y como para esquivar los problemas lo más socorrido es perpetuar las rutinas, seguiremos dedicando una infinidad de horas al análisis sintáctico en bachillerato porque lo piden en la PAU -ahora EvAU-; en la ESO porque lo piden en el bachillerato; y en Primaria porque lo necesitarán en Secundaria.

Una tercera razón suele aducirse. Aquello que se exige a los futuros docentes en las pruebas de acceso al ejercicio de la profesión es interiorizado por estos como una saber indispensable que han de transmitir a su alumnado. Causa estupefacción ver a futuras maestras y maestros de Primaria rompiéndose la cabeza con los valores del “se” en centones de oraciones, y pánico imaginar que algunos de ellos pudieran luego trasladar a sus aulas este formidable sinsentido.

Pero probablemente la razón última de la pervivencia de esta rutina escolar es mucho más desoladora. El análisis sintáctico da prestigio. Posee el aura de un cierto cientificismo, un lenguaje abstruso y una gran complejidad. Crea la ilusión de “calidad” en el aprendizaje: cuanto más larga y complicada sea la oración, más “nivel” tiene la clase; más competencia el docente.

El análisis sintáctico refuerza la zona de confort del profesorado. No hay necesidad de ponerse al día; de estudiar, de formarse. No hay tampoco mechas que prender ni contextos que crear para suscitar el deseo de aprender. Basta un encerado y una tiza y da igual que en la clase haya ocho que ochenta estudiantes: frase, solución, corrección. Sonrisa condescendiente ante el error mil veces repetido. Guiño cómplice al intercalar una referencia irónica a la actualidad.

El análisis sintáctico crea además el espejismo de asepsia y justicia en la evaluación. Revisar y mejorar un texto escrito es complejo y delicado: requiere un diálogo cara a cara entre experto y aprendiz. Diseñar secuencias didácticas que estimulen la reflexión metalingüística y el diálogo entre los estudiantes, y calibrar luego en qué medida ese trabajo ha redundado en una mejora de los usos lingüísticos requiere, qué duda cabe, de otras herramientas de evaluación. La sintaxis en cambio se corrige con calculadora. Y hasta puede expresarse en decimales. La pregunta esencial
es qué diablos estamos evaluando.

Y entiéndaseme bien: no estoy proponiendo la eliminación de la reflexión sobre la lengua en la educación primaria y secundaria. Lo que defiendo es la necesidad de repensarla a fin de orientarla a los usos lingüísticos reales, a aquello que las personas hacemos con las palabras: informar o manipular, persuadir o seducir, elogiar o halagar, discrepar o zaherir. En caso contrario, lo de menos es que nuestro alumnado no aprenda nada verdaderamente relevante y dilapide un tiempo que podría ser enormemente fecundo si se dedicara a otros quehaceres. Lo verdaderamente inquietante es que chicas y chicos aprenden a ser fieles ejecutores de órdenes por cuyo sentido ni siquiera se preguntan. Como tantos docentes.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2017/05/23/el-insoportable-peso-de-las-rutinas-escolares/

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Aburridos, desafiliados y desescolarizados. ¿La escuela socava el derecho a la educación de niños y jóvenes?

Por: a

El Observatorio del Derecho a la Educación y la Justicia (ODEJ) es una plataforma para el pronunciamiento público, impulsado por el campo estratégico en modelos y políticas educativas del Sistema Universitario Jesuita (SUJ). Su propósito consiste en la construcción de un espacio de análisis informado y de posicionamiento crítico de las políticas y las reformas educativas en México y América Latina, arraigado en la realidad social acerca de las injusticas del sistema educativo, y recupera temas coyunturales y estructurales con relación a la agenda educativa vigente.

Conforme los adolescentes mexicanos crecen, la proporción de quienes asisten a la escuela disminuye de manera progresiva, en una proporción que va del 96.3% a los 12 años hasta 40.2% a los 19 años (INEGI, Encuesta Intercensal 2015, 2016). La menor asistencia a la escuela sucede en el rango de edad que corresponde a dos de los ciclos de la educación obligatoria: secundaria y bachillerato.

Fuente: INEGI, Encuesta Intercensal 2015, 2016

Las razones de no asistencia a la escuela por parte de los adolescentes son múltiples y de diversa naturaleza. Primero, hay razones estructurales: la insuficiente cobertura del servicio y las desigualdades socioeconómicas de la población. Segundo, hay razones individuales: unas relacionadas con decisiones vitales (trabajar, unirse, procrear), otras de carácter personal-subjetivo, como considerar que la escuela no es útil para el futuro o por la falta de gusto por el estudio. Tercero, hay razones ‘sociales’, relacionadas con el entorno comunitario y escolar: falta de seguridad, discriminación, violencia o maltrato en la escuela. Cuarto, hay razones referidas al desempeño académico o escolar de los adolescentes: no aprobar materias, no aprobar examen de admisión al siguiente nivel o ser expulsado por mal comportamiento.

Hace más de una década que se hizo evidente el peso relativo de quienes no continuaban en la escuela por razones personales-subjetivas. La Encuesta Nacional de la Juventud (2005) mostró que la falta de interés o gusto por la escuela fueron razones aludidas por casi la mitad de los jóvenes varones de 15 a 19 años que dejaron la escuela, frente a un tercio de las mujeres en igual condición (IMJ, 2006).

Diversas encuestas en hogares han profundizado en la estimación de la proporción de adolescentes que no asisten a la escuela por razones de ese tipo. El Módulo de Trabajo Infantil de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE-INEGI) en 2007 identificó que 58.9% de los varones y 43.9% de las mujeres de 15 a 17 años no asistía a la escuela por falta de interés o de aptitud para hacerlo. En 2011 las proporciones disminuyeron pero siguen siendo significativas: 54.3% de los varones y 35.1% de las mujeres no asistían a la escuela por las razones antes citadas. La Encuesta Nacional sobre la Dinámica Demográfica (ENADID-INEGI, 2014) mostró que, entre las mujeres de 15 a 34 años, el 20% dejó de asistir a la escuela antes de los 15 años, cuya cuarta parte lo hizo porque “no quiso o no le gustó estudiar”; otro 53.5% dejó la escuela entre los 15 y los 19 años, de las que un 16% lo decidió por la misma razón (mientras 14% se casó; 9% se embarazó y 9% empezó a trabajar). Para redondear, la Encuesta Nacional de los Hogares (ENH-INEGI, 2015) reportó que 40% de los varones y 26% de las mujeres de 15 a 19 años que no asistían a la escuela, no lo hacían porque no querían continuar en la escuela o no les gustaba estudiar.

El proceso de codificación de las respuestas y su agrupamiento en categorías conlleva, con frecuencia, una pérdida de datos y –sobre todo– de ciertos significados particulares manejados por la población encuestada. Sin embargo, el análisis de microdatos de las encuestas arriba citadas permite identificar algunos de estos significados. Los más frecuentes aluden a la falta de “gusto” por el estudio o por la escuela que manifiestan las y los adolescentes. Hay expresiones más particulares: “no le gustó el sistema de la escuela”, “no le caían bien los maestros”, “no estaba a gusto en la escuela”, “no le gustó la escuela”. El gusto está relacionado con varias cosas: el placer o deleite que una persona experimenta por algún motivo; la afición o inclinación de una persona por algo.

En segundo nivel de frecuencias se encuentran aquellos adolescentes que dicen ya no querer seguir en la escuela o que ya no quisieron estudiar. Sin embargo, esto suele estar asociado a otros factores: “lo castigó su maestra en ese entonces y ya no quiso ir”; “ya no quiso estudiar porque no le gusta”, “se influenció con sus amigos y ya no quiso estudiar”. En este sentido, el querer está asociado con el deseo, la voluntad, la inclinación o determinación de hacer algo.

En tercer lugar, hay muchos adolescentes que no quieren estudiar o no les gusta la escuela, por fastidio, enfado o aburrimiento, ya sea porque “no le llamó la atención la escuela”, “le aburría la escuela”, “se aburría en la escuela y ya no quiso ir”. Además, porque son flojos, por “la flojera para estudiar”, o porque “se aflojeró y ya no le gustó estudiar”, esto es, por la combinación de cansancio con la pereza. Además, están aquellos que dicen no asistir ni continuar estudiando porque “no nació para la escuela” o, simplemente, porque “no se le daba la escuela”. En este tipo de casos está presente un sentimiento de incompetencia entre los adolescentes, por lo que “se le hace difícil”, “le cuesta mucho aprender.” Esto deviene en una imagen negativa: “yo no tengo cabeza para estudiar.”

Más allá de razones estructurales que limitan el acceso o la permanencia de los adolescentes en la escuela (falta de cobertura o desigualdades socioeconómicas), están aquellas razones que expulsan de la escuela a aquellos que sí pudieron ingresar a ella.  Se trata de la falta de interés, de gusto, de voluntad, de deseo, así como el aburrimiento, el fastidio, la flojera y el sentido de incompetencia. Todas ellas concurren para explicar el por qué más de un tercio de los varones y más de una cuarta parte de las mujeres de 15 a 19 años que no asistieron a la escuela en 2015, dejaron de hacerlo.

Una conclusión paradojal aparece: en un número significativo de adolescentes la escuela no formó el gusto, no cultivó el deseo ni la voluntad de perseverar en la escolaridad y, por el contrario, desencadenó el aburrimiento, el fastidio y la flojera, suficientes para la ruptura de todo vínculo. ¿Qué están haciendo o han dejado de hacer las escuelas, los directivos y los docentes para que suceda ese efecto no deseado de la acción escolar, antitético de sus objetivos educativos? ¿De qué manera los docentes están encarando la abulia de un número importante de estudiantes frente al trabajo académico y los contenidos curriculares? Ciertamente, la falta de interés o de voluntad, el aburrimiento y el fastidio de los estudiantes, son un resultado –sólo sintomático– de la combinación de procesos sociales, culturales y escolares que están socavando la capacidad de la escuela y disminuyendo las condiciones de buen ejercicio del derecho a la educación de todos los adolescentes previamente escolarizados.

En el ámbito discursivo del derecho a la educación se distingue “el derecho a…” (relacionado con la accesibilidad y la asequibilidad) respecto al “derecho en…” (relativo a la aceptabilidad y la adaptabilidad).

De acuerdo con Latapí (2009) la aceptabilidad se refiere al fondo y a la forma de la educación, así como a su pertinencia cultural y lingüística, en tanto que la adaptabilidad remite a la flexibilidad de las formas de educación ofrecidas para adaptarse a los diversos contextos. En este último caso, en palabras de Tomasevski (2004), se trata de que las escuelas se adapten a las características de los estudiantes y no forzar lo contrario, que los adolescentes se adapten a las condiciones de la escuela.

Los datos arriba descritos ofrecen indicios sólidos de que algunas cosas no están sucediendo en las escuelas para procurar la aceptabilidad y la adaptabilidad de la educación que ofrecen a sus estudiantes.

Los procesos escolares y las prácticas docentes no siempre hacen las mediaciones y ajustes para gestionar la pertinencia de los contenidos ni la relevancia de lo que se enseña. Múltiples usos, costumbres, rutinas y hasta liturgias escolares sólo muestran la forma (la actividad docente) pero no necesariamente atienden y cuidan el fondo –el aprendizaje de los alumnos. Pero hay más, de acuerdo con Cámara (2006: 28-29):

“En un salón de clase ordinario es fácil percibir el punto muerto en el que el desinterés por aprender se equilibra con la aceptación del régimen escolar… tener presente un entorno educativo en el que ni el maestro va a encontrar orgullo y satisfacción en su trabajo ni el estudiante percibir que aprender es valioso o que los adultos se interesan en que aprenda… Fuera de momentos en los que el maestro urge acciones que todos obedecen… la resignación ante la actividad impuesta puede dar lugar al aburrimiento o la rebeldía…”

Es cierto, también, que los adolescentes actuales no son iguales que las generaciones precedentes. Ahora los adolescentes se aburren en el aula porque han crecido en entornos informacionales que han descentrado a la escuela y a los docentes como los principales proveedores de aprendizajes. Los estudiantes se mueven en una época en la que sucede el desfondamiento y la destitución de la institución escolar (Corea, 2010). La escuela no es capaz de responder a la dispersión y fragmentación de los múltiples intereses de los adolescentes, quienes encuentran respuestas en otros medios, en la inmediatez y superficialidad de la comunicación permanente con sus pares, más que con o entre los adultos.

El problema de fondo se puede buscar en la fuerza de las prácticas escolares tradicionales, que no son interpeladas sino eludidas por las nuevas configuraciones en los entornos de aprendizaje de los estudiantes. El disgusto por estudiar, el aburrimiento y el desinterés de los adolescentes por los aprendizajes escolares son sólo síntomas de la desconexión operante entre sus características subjetivas y las rutinas cristalizadas en la cotidianidad de las prácticas escolares. El resultado es la desafiliación o desvinculación de los adolescentes respecto a los contenidos curriculares y prácticas escolares que conducen, en extremo, a su desescolarización.

Ante este panorama, cabe compartir algunas cuestiones que consideramos de urgente resolución: ¿puede la política educativa abordar el asunto de la relevancia de los procesos y contenidos curriculares, para construir el gusto por el aprendizaje escolar entre los adolescentes, superando el aburrimiento, la flojera y la falta de sentido que prohíjan su desafiliación? Es decir, ¿puede la política educativa hacerse cargo de mejorar la aceptabilidad y la adaptabilidad de los procesos escolares en la educación secundaria y media superior mexicanas, de modo que los adolescentes no sólo sean retenidos en la escuela, sino efectivamente sean implicados en aprendizajes que les resulten significativos y valiosos? ¿puede la política educativa generar medidas eficaces para combatir los resultados negativos, efectos no deseados de la escolarización llana de los adolescentes? ¿qué estrategias se pueden plantear para que los jóvenes que abandonaron la escuela, tengan segundas o terceras oportunidades para ejercer de manera plena su derecho a la educación y que no se agoten en una simple reescolarización?

Referencias

Cámara, Gabriel (coord.) (2006) Enseñar y Aprender con interés. México, Ed. Siglo XXI

Corea, Cristina (2010) Pedagogía del aburrido: escuelas destituidas. Buenos Aires, Ed. Paidós, 224 pp.

IMJ (2006). Encuesta Nacional de la Juventud, 2005.  México: Instituto Mexicano de la Juventud.

Latapí, Pablo (2009) “El derecho a la educación. Su alcance, exigibilidad y relevancia para la política educativa”.  Revista Mexicana de Investigación Educativa, Vol. XIV núm. 40, pp. 255-287

Tomasevski, Katarina (2004). “Indicadores del derecho a la educación”. Revisa Instituto Interamericano de Derechos Humanos, vol. 40.

Fuente noticia: http://www.educacionfutura.org/aburridos-desafiliados-y-desescolarizados-la-escuela-socava-el-derecho-a-la-educacion-de-ninos-y-jovenes/

Fuente imagen: http://www.educacionfutura.org/odej.png

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Entrevista a Francesco Tonucci: “Las propuestas de los niños son muy parecidas a las de los científicos”

27 abril 2017/Fuente: Insurgencia Magisterial

“La primacía del consenso en política, como la del mercado en educación, dificulta que se persiga el bienestar común” – “El coche es el ciudadano favorito de las ciudades”
El italiano Francesco Tonucci (Fano, 1941) es uno de los referentes del pensamiento psicopedagógico que escribe sus propuestas a contracorriente de las grandes mareas de opinión. En la charla que, dentro de la programación del CLUB FARO, ofrece mañana a las 20:00 horas en el Auditorio del Centro Social Afundación, abordará una de sus apuestas más celebradas: la defensa de una nueva filosofía en el gobierno de la ciudad en la que los niños se consideren parámetro y garantía de las necesidades de todos los que la habitan.
-¿Cómo se define la infancia desde el punto de vista dominante?
-La infancia hoy se define por la sobreprotección. Se convirtió en una rareza y no solo en términos numéricos. Hay como una esquizofrenia, una contradicción en el desarrollo infantil porque, mientras existe una accesibilidad precoz a medios y tecnologías, que dan a los niños cada vez más facilidades para aprender y comunicarse, se les niega su autonomía para jugar, salir a la calle, vivir a escondidas de los adultos… Es decir, se les niegan las experiencias básicas sobre las que se construyen los cimientos que permiten adquirir competencias o tener relaciones sociales.
–Usted, sin embargo, defiende una sociedad en la que los niños tengan voz propia y no la que le quieren imponer los adultos. ¿Por dónde empezamos?
-A los niños hay que dejarlos hablar, primero, porque lo merecen. Grandes científicos del siglo pasado que estudiaron el desarrollo infantil, como Piaget, Vigotsky o Brunner, nos ayudaron a entender que la edad más importante en la vida es la primera. Es entonces cuando hay que promover el mayor trabajo cognitivo posible y eso implica también dejarlos hablar. Pero, además, porque su palabra es valiosa.
Después de 25 años escuchándolos en proyectos como el de los consejos de niños en varias ciudades del mundo, sabemos que sus propuestas son muy parecidas a las de los científicos e igual de distintas a las soluciones propuestas normalmente por los políticos. Por eso escuchar a los niños es incómodo. Si se tiene en cuenta lo que nos dicen, hay que promover cambios y esto s implican siempre abrir conflictos con los adultos, que son los que votan.
-Es decir, para que el niño tenga derecho a decir necesariamente el adulto tiene que ejercer su deber de escuchar…
-Claro, pero en esta lucha por su autonomía solo tenemos a los propios niños como aliados. Aunque a favor de lo que digo está la Convención sobre los Derechos de los Niños, que establece que estos tienen derecho a expresar su opinión cada vez que se tomen decisiones que los afecten y que esta debe tenerse en cuenta, esto no sucede. En lo relacionado con las ciudades, por ejemplo, tenemos en contra tanto la familias, que temen a la calles, porque las consideran peligrosas, como a las propias urbas, más pensadas para los coches que para las personas.
Por eso hay que cambiar la forma de pensar de los adultos. A ese respecto, si nos centramos en cómo se hace ciudad, soy un propagandista de lo que sucede en Pontevedra porque cree en la idea de devolver la ciudad a la gente, que debería ser el principal compromiso de un político. No hay que olvidar que devolver significa que la ciudad ya fue una vez de su gente pero que ya no lo es ahora.
-¿Cuándo dejaron de ser las calles espacios para compartir?
-A partir de la reconstrucción de las ciudades después de la Segunda Guerra Mundial. Su rediseño se planteó desde las necesidades y pretensiones del hombre adulto trabajador, el ciudadano prototipo, y no desde las de todo el mundo. La consecuencia es que hoy las ciudades están más pensadas para los vehículos que para las personas. Son los espacios públicos los que permiten vivir la ciudad, sobre todo a las categorías sociales más débiles como los niños, los ancianos o los minusválidos, pero la gran mayoría de ellas prácticamente renuncian a tenerlos. Estudios de asociaciones italianas de medio ambiente demuestran que más del 80% del espacio público de las ciudades está privatizado por la presencia, en movimiento o en aparcamientos, de los coches.
-Y mientras, nos encerramos en nuestras casas en soledad…
-La gente utiliza el espacio público cuando se le devuelve. Si pasea por Pontevedra ve muchísimas personas en la calle: niños jugando en las aceras, ancianos paseando en las plazas?La elección clave es con quién se posiciona el poder político. Si está con la gente, desaparecen los coches y sin necesidad de ninguna prohibición, además. Solo favoreciendo una movilidad distinta. Por eso, como trataré en la conferencia del próximo lunes, hay que hay que aprender a valorar una ciudad por lo que deja, es decir, por lo que permite hacer a sus ciudadanos y no tanto por los servicios que ofrece.
– Aunque, como Pontevedra, otras ciudades se animaron a adoptar muchas de sus ideas a sus planes de gestión escucha con frecuencia que sus propuestas son dificilmente realizables.
-Sí, y por eso insisto en que el mérito de Pontevedra es hacer visible que estas ideas, que muchas veces se descalifican como utópicas, no solo son posibles sino que son bien recibidas por la gente. Muchos alcaldes me dicen: “si hago lo que propone, me dejan de votar”. Sin embargo, yo creo que si se toma una decisión valiente, porque supone un cambio, pero luego se defiende de modo coherente, va a merecer la pena. Si en la ciudad se vive mejor, la gente que no es tonta, lo va a saber valorar. La primacía del consenso en la política es como da del mercado en la educación: dificulta que se persiga el bienestar de las personas.
-Una de las formas que usted propone en este sentido es que los niños decidan sobre lo que sucede en su entorno, pues cree que piensan más en las necesidades colectivas que en las propias. ¿Por qué? ¿Perdemos empatía a medida que crecemos?
-Los niños no están impregnados de las prisas, de los intereses privados, de la competencia contra el otro? de los vicios que sostienen los modelos culturales de los adultos. Estos valores están bastante alejados de la primera etapa de la infancia, por lo que los niños tienen una mayor libertad de pensamiento y pueden hacer propuestas más abiertas.
Fuente:http://insurgenciamagisterial.com/francesco-tonucci-las-propuestas-de-los-ninos-son-muy-parecidas-a-las-de-los-cientificos/
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España: Las claves del bienestar en las aulas andaluzas

España/20 abril 2017/Fuente: El País

Emma L. ha llegado satisfecha del centro educativo de Sevilla José María del Campo. Ha tenido examen, pero también mediación. No hay ningún problema grave en el centro, es solo una medida para anticiparse y trabajar la resolución de conflictos. Esta actividad y otras implantadas en su centro explican el porqué del sobresaliente de la OCDE para Andalucía en bienestar de los alumnos.

 No hay instalaciones educativas sin problemas. Todas sufren carencias, deficiencias o disfunciones. Pero en Andalucía, el alumnado se siente mejor que en otras zonas, según el último informe PISA de la OCDE. Las razones, según la comunidad escolar, son la implicación del profesorado, la relación directa con los alumnos y la anticipación a los conflictos.

Emma y otros nueve compañeros acaban de llegar de Sicilia (Italia) donde han participado en el programa de intercambio europeo Erasmus Plus, que incluye también acciones interculturales con  niveles educativos no universitarios, aunque este último sea el más conocido. Todo el centro se ha involucrado con el programa y han acogido a estudiantes griegos. A pesar de que a Italia solo han podido viajar 10, los alumnos han traído recuerdos para todos sus compañeros y han compartido la exEsperiencia.

Sonsoles Salazar, directora del José María del Campo, y la profesora Esther Guerrero defienden la oportunidad de este programa dentro de la educación intercultural. «Lleva una carga de trabajo importante que hemos asumido de forma voluntaria, pero merece la pena. Pocos centros lo consiguen», resumen satisfechas. En el mismo ámbito de implicación voluntaria se encuadran actividades como Cantania, una cantata anual en la que participan varios centros junto a profesionales de la música y que ha coordinado la profesora Dolores León, o las clases impartidas por Helena Cuaresma con la Fundación Barenboim-Said.

Esta implicación de la comunidad escolar se complementa con otras iniciativas. «En un análisis trimestral que hicimos sobre el centro, vimos la conveniencia de establecer fórmulas de mediación para la prevención de conflictos. En ellas nos implicamos tanto el profesorado como el alumnado. Para el próximo año también habrá talleres específicos para los docentes en las que ampliaremos conocimientos sobre emociones y habilidades sociales», explica Salazar.

Hay un elemento más que es clave: la formación de los padres y madres de alumnos, que también disponen de una escuela de familia vespertina y participan en la mediación.

Rogelio García, profesor de 54 años, ha vuelto a dar clases en la capital andaluza tras una década en un centro rural de una aldea de Huelva que describe “como la mejor etapa educativa de su vida”. Allí, en un aula única, convivían todos los niveles. “Había tiempo para todos. Los mayores ayudaban a los pequeños y estos consideraban a los primeros como sus hermanos. A veces, la calidad educativa no tiene mucho que ver con las instalaciones”, comenta.

Estas experiencias resumen qué hay detrás del grado de bienestar de los alumnos andaluces recogido por el informe de la OCDE. «Parte de esta satisfacción general existente entre nuestros y nuestras alumnas tiene que ver con el hecho de que se sienten bien atendidos dentro de sus centros escolares, satisfechos con el proceso de enseñanza-aprendizaje y bien integrados dentro de su grupo de iguales. La Consejería de Educación celebra este buen ambiente escolar que, por otro lado, es fruto, en gran parte, de un duro y constante trabajo por parte de los y las profesionales de la enseñanza andaluza», comentan fuentes de la Junta de Andalucía.

Fuente:http://politica.elpais.com/politica/2017/04/19/actualidad/1492592317_169620.html

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