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Libro(PDF): «Revolución feminista y políticas de lo común frente a la extrema derecha»

Reseña: CLACSO

El feminismo y la política de lo común es hoy el mejor Fruto de las contradicciones del neoliberalismo globalizador y de la connivencia de partidos conservadores, so- nanciera y el capital especulativo, la extrema derecha se ha presentado como una resistencia de fácil acceso contra los desmanes de las oligarquías políticas y las élites económicas. No hay duda de que hay quien ha sabido aprovechar la fuerza de estos vientos para vehicular la rabia y el resentimiento, pero también hay quien ha sabido canalizarla hacia una contestación de signo diferente. La misma conciencia de la vulnerabilidad y la dependencia que ha dado lugar a la extrema derecha, ha encontrado en el feminismo un tejido bien trabado que ha puesto en contraste la polí Si la extrema derecha apela a un imaginario de lo común – nismo lo reivindica poniendo en valor la revolución de los cuidados y de los afectos.

Autores (as):  María Eugenia Rodríguez-Palop

Editorial/Editor: Icaria. CLACSO.

Año de publicación: 2019

País (es): España

Idioma: Español

ISBN: 978-84-9888-882-9

Descarga: Revolución feminista y políticas de lo común frente a la extrema derecha

 

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Gritar “¡fuego!” no “¡socorro!” y otros trucos de autodefensa feminista

Reseñas/17 Octubre 2019/El país

Cada vez más municipios ofrecen talleres gratuitos para que las mujeres aprendan a protegerse de posibles agresiones

Jóvenes temerosas de volver a casa de noche. Octogenarias que se niegan a ser la presa fácil del agresor. Víctimas de violaciones y acoso callejero. El perfil de las mujeres que quieren aprender a defenderse es variado, pero su miedo es el mismo. Un miedo que ha hecho proliferar los cursos municipales de autodefensa en todo el país. En Madrid, centenares de mujeres se acercan a los más de 20 centros públicos donde se imparten estos talleres gratuitos desde 2016. Hace unas semanas, en Santa Cruz de Tenerife, Francisco Javier Yanes, profesor de yudo y jiu-jitsu, y María del Pilar Machín, psicóloga experta en violencia de género, inauguraron el primer curso en Canarias que combina defensa personal y empoderamiento femenino. En Galicia, 60 municipios –de 313– tienen iniciativas parecidas; 32 concellos más que en el 2018, año en el que más de 2.600 mujeres se inscribieron en este tipo de talleres solo en la Comunidad de Aragón. A todas les une un único denominador común: aprender las herramientas para vivir sin miedo.

Los datos de violencia machista justifican el aumento en la demanda. En lo que va de año, 46 mujeres han sido asesinadas por sus parejas o exparejas. Ya son 1.021 las víctimas mortales desde que comenzó el registro de los asesinatos machistas en 2003. La violación grupal de la Manada o el asesinato de Laura Luelmo resuenan en la memoria de estas mujeres que se apuntan a los talleres «por miedo a ser las siguientes».

Van llegando al polideportivo de Aluche con leggins de colores y botellas de agua. Se saludan tímidas y esperan descalzas en un rincón a que Óscar Sánchez (Madrid, 35 años), profesor de hapkido y taekwondo, empiece la clase. Él carga decenas de paraguas y bolsos vacíos para la temática de hoy: los llamados «útiles de fortuna». Las 23 asistentes –de las cuales nueve son menores de edad–, aprenderán a utilizar los elementos que suelen llevar consigo para defenderse de un posible agresor: una mochila puede servir de escudo, un pintalabios puede alejar a un agresor. Todo vale para ganar tiempo.

Laura González Moro, madrileña de 26 años, vuelve al curso por tercer año consecutivo. Esta vez como monitora. Graduada en psicología y con cinco años de formación en hapkido –arte marcial coreano–, fue víctima de violencia doméstica de pequeña por parte de su padre biológico (con el que ya no mantiene contacto). «Me dije a mí misma que nadie más me volvería a poner la mano encima», explica con la mirada firme. González es una de las dos únicas profesoras –entre los 17 del Ayuntamiento de Madrid– en proceso de formación para impartir métodos de defensa personal. «Nos dimos cuenta de que a las alumnas les chirría que estas clases las dé un hombre», cuenta su compañero Óscar Sánchez. «Por eso estamos intentando formar a más mujeres, aunque cuesta. No hay muchas que tengan formación en artes marciales o autodefensa. También ahí hay cosas que trabajar».

«Agarrad bien los paraguas. Por este lado de aquí para no lastimarte», explica Sánchez a una de las alumnas. Todas están separadas por parejas y se van turnando para interpretar ambos roles: el de agresor y el de víctima. La timidez inicial se disuelve y se van creyendo sus papeles. Gloria Soubrie, de 47 años le dice a su compañera: «Pero agárrame cuando no me lo espere, a ver si me sale de manera natural». Es el segundo curso al que se apunta y cuenta sorprendida cómo el viernes pasado un compañero de trabajo quiso gastarle una broma abalanzándose a sus espaldas sin que ella lo esperara. «Conseguí apartarle con una técnica que aprendí aquí. Me salió de manera instintiva», señala.

Además de la parte física, los talleres también tratan la temática psicológica. De hecho, de las cuatro horas del seminario que imparten Sánchez y González, casi tres se dedican a hablar sobre la violencia de género. Ambos coinciden: «Lo importante no es dar puñetazos. Queremos que entiendan la psicología del agresor y se adelanten a sus pasos». Consejos tan sencillos como gritar «¡Fuego!» en lugar de «¡Socorro!» para atraer la atención de los demás o dónde colocarse dentro de un ascensor en caso de un intento de agresión son algunas de las claves que explican. «También tratamos los ciclos de la violencia machista para que identifiquen si están en alguna situación de riesgo», añade González.

Se acaba la clase por hoy. Vuelven a calzarse y recogen sus botellas vacías. Salen del seminario con algo más de seguridad aunque con un sabor agridulce. Sara Espinosa, mexicana de 34 años le pone palabras: «Ojalá no tuviéramos que ser nosotras las que aprendemos a defendernos. Ojalá ellos supieran respetarnos. Pero bueno, al menos ya no me bloqueo al salir a la calle».

Fuente: https://elpais.com/sociedad/2019/10/08/actualidad/1570530440_333506.html

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Silvia Federici: “Las redes de mujeres en Argentina son únicas en el mundo”

Silvia Federici: “Las redes de mujeres en Argentina son únicas en el mundo”

Silvia Federici, autora de El Calibán y la Bruja, llegó a Neuquén por primera vez para participar de una serie de actividades, invitada por la colectiva feminista La Revuelta y la fundación Rosa Luxemburgo. El lunes 30 al mediodía se desarrolló un encuentro con periodistas, docentes y estudiantes en el IFD 12.

“Yo creo que

Argentina es el país donde el feminismo está en el punto más alto del mundo

que yo conozco. No solamente por la gran masa de mujeres, por las millones de mujeres en la calle, también porque

en Argentina se han creado redes de mujeres, espacios de mujeres que no he visto en ningún otro lugar.

Como la intersindical feminista, espacios de los sindicatos que se encuentran”, apuntó Federici. “Lo que he visto en las villas también es único, compañeras que han construido

 nuevas formas de reproducción colectiva, los comedores, merenderos, huertos urbanos, se está creando un mundo nuevo que es muy inspirador.

Mi último libro es sobre las

nuevas formas comunitarias de reproducir la vida cotidiana

, y la gran parte de los ejemplos llegan de la Argentina”, agregó.

Federici realiza una crítica al marxismo por no visibilizar el rol del trabajo doméstico en la consolidación y permanencia del capitalismo.

“Eso que llaman amor es trabajo no pago”

, se lee en el mural que pintó Ailin Tornatore en uno de los pasillos del Instituto de Formación Docente, y que se le entregó a la profesora en forma de regalo simbólico. Federici recordó que, a este concepto, que en los últimos años se ha convertido en un lema de la lucha feminista, llegó gracias a un ensayo de la italiana María Rosa de la Costa, en el que planteaba que el trabajo doméstico no produce mercancías, sino seres humanos, capacidad de trabajo. “Juntas hemos profundizado qué implica el trabajo doméstico, cómo no se debe ver las tareas separadas, sino en su totalidad. Y ahí vemos que sí hay un producto.

Producimos seres humanos que van a ser explotados. Producimos su capacidad de trabajar cada día, con la reproducción, con la comida, con la ropa limpia, con el sexo, el sexo es parte del trabajo doméstico. El trabajo doméstico siempre se ha desconocido, se ha desvalorizado e invisibilizado, ”, puntualizó Federici.

En ese sentido, la profesora sostuvo que “la familia, es una pequeña fábrica, es cómo la sociedad capitalista ha organizado la reproducción de los trabajadores.

Antes estos trabajos las mujeres también los hacían, pero colectivamente

, no separadas en sus casas. Hasta el siglo XVI limpiaban la ropa juntas, bordaban, cuidaban los niños”.

La propuesta de Federici ante el trabajo doméstico no pago, ante el avance del ajuste neoliberal, es volver a las formas comunitarias de reproducción de la vida cotidiana. “

Es central la capacidad de crear redes más grandes

, el llamamiento a hacer un 8 de marzo internacional, a la huelga, generó un debate y una nueva forma de organización. Hubo un crecimiento de poder, de conocimiento, de entramados, incluso afectivo. Hay un internacionalismo que me recuerda al internacionalismo feminista de los 70”, indicó.

En cuanto al #8M Federici sostuvo que “lo importante no es tanto el día de la huelga, sino el proceso que se está desarrollando en tres direcciones: la primera,

las mujeres de varios espacios y lugares que se juntan, las de los sindicatos, las que trabajan fuera de la casa, las que activan sobre el aborto

, hay nuevas coaliciones; la segunda, nuevos espacios comunes apropiados, nuevas actividades, nuevas formas de subversión, la capacidad y creatividad de pensar una huelga diferente a la de los trabajadores de coches; la tercera, la llamada a la huelga ha empezado a articular un programa no como una cosa formal, pero en el que digamos qué queremos y qué no, empezar a dar voz, a decidir nosotras”.

Fuente: La Revuelta

Fuente de la Información: http://contrahegemoniaweb.com.ar/silvia-federici-las-redes-de-mujeres-en-argentina-son-unicas-en-el-mundo

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Dora Barrancos. Devenir feminista. Una tradición político intelectual (Libro pdf)

Reseña: CLACSO
«No se nace mujer sino que se llega a serlo, como postuló Simone de Beauvoir. Tampoco se nace feminista. La trayectoria política e intelectual de Dora Barrancos evidencia ese devenir como un trabajo intelectual y sensible que se convierte en una práctica para cambiar la injusticia y la inequidad de género».

Ana Laura Martín y Adriana Valobra

Una antología esencial que reúne el trabajo político-intelectual de una de las principales referentes de las ciencias sociales y de los feminismos latinoamericanos.

Descarga en: http://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/se/20191004095214/Dora_Barrancos.pdf

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Mujeres deprimidas y sin familia: el desastre del feminismo

Por: Vanessa Vallejos

Las intelectuales del feminismo nos han dicho que un esposo no es un compañero en quien confiar sino un enemigo y que un hijo no es la felicidad sino un estorbo.

Recientemente un amigo que trabaja con el Gobierno de EE. UU. atendiendo emergencias en salud mental, me contaba que de los casos que recibe, uno de los más comunes es el de mujeres por encima de los 40 años deprimidas porque están solas y no tienen una familia.

Esa conversación me recordó las largas charlas con un psicólogo colombiano que me decía que llega un momento en el que la mujer empieza a privilegiar mucho más una exitosa vida familiar que su éxito en lo laboral, pero que lastimosamente a veces ese momento llega muy tarde, cuando ya no hay tiempo para conformar una familia.

A pesar de que las intelectuales del feminismo insisten en que no es necesario un hombre ni una familia para ser feliz, y las más extremas incluso aseguran que el matrimonio y los hijos esclavizan a la mujer impidiéndole ser libre y alcanzar la felicidad, en la vida real sus teorías no parecen funcionar.

Cuánta razón tenía Ludwig von Mises, cuando en Socialismo hablaba de lo importante que es el matrimonio y la familia para una mujer:

Pero no pueden cambiarse por decreto las diferencias de carácter y destino de los sexos, como tampoco las otras diferencias entre los seres humanos (…) El matrimonio no priva a la mujer de su libertad interior, pero ese rasgo de su carácter hace que tenga que entregarse a un hombre y que el amor a su marido y a sus hijos consuma lo mejor de sus energías. (…) Con suprimir el matrimonio no se haría ni más libre ni más feliz a la mujer, se le privaría simplemente de lo que en su vida es sustancial, sin darle nada a cambio.

Históricamente, las mujeres han ejercido el rol de cuidadoras. Incluso hoy, cuando una mujer puede estudiar lo que desee y dedicarse a la profesión que quiera, siguen decidiendo en línea con su naturaleza, prefieren las ciencias sociales y evitan los números. Nada de eso es gratuito, somos más hábiles comunicando, escuchando, tenemos más empatía.

También el tipo de trabajo que deciden tener las mujeres está fuertemente determinado por la biología y por el instinto maternal. Muchas optan por dejar sus trabajos por largas temporadas, conseguir puestos de medio tiempo o trabajar en actividades que puedan desarrollar desde sus casas, porque su instinto maternal les hace privilegiar estar con sus hijos antes que cualquier otra cosa. Porque saben que nadie los cuidará mejor que ellas.

No hay mujer que no sepa los sacrificios que implica ser madre, sin embargo, aun así, todas las madres prefieren dejar sus cosas en un segundo lugar para dar vida y conformar una familia.

Esa fuerza biológica que hace que las mujeres se enternezcan cada que ven a un niño en la calle, ese instinto que hace que a cierta edad se preocupen porque se les acaba el tiempo para tener el bebé con el que soñaron desde que eran niñas jugando con muñecos, y que las empuja a dejar de lado sus carreras, sus ocupaciones y demás sueños, nada más y nada menos que esa fuerza, que durante toda la historia de la humanidad ha influenciado el comportamiento de las mujeres, es la que quiere negar el feminismo.

Estos movimientos, con supuestos intelectuales que pretenden liberar a la mujer, han convencido a muchas de cosas completamente antinaturales. Les dicen que un hijo no es la felicidad más grande de la vida, sino un estorbo que impide la realización. Han convertido la figura del esposo, el ser más amado, a quien se le tiene toda la confianza, quien es refugio y fortaleza, en un enemigo. Y sin vergüenza alguna se han atrevido a afirmar que el hogar es el lugar más peligroso para una mujer.

Incluso llegaron a convencer a muchas mujeres que matar a sus propios hijos está bien, que un aborto es como sacarse una muela.

Entonces hoy hay montones de mujeres que ven su vida como una competencia continua con los hombres. La pareja dejó de ser un compañero por el que se hacen sacrificios mutuos para alcanzar metas comunes, y se convirtió en un ser del que hay que cuidarse porque «todos los hombres son potencialmente peligrosos» y al final solo terminan arrebatándole a las mujeres sus mejores años.

Hoy muchas jóvenes tienen en su cabeza que un hijo es una desgracia, y en el mejor de los casos creen que no pueden tener familia hasta que no hayan hecho un posdoctorado y sean millonarias.

¿Para qué perder la vida haciendo sacrificios por otro y acomodando mis planes a los de un hombre? ¿Para qué dedicarse a cuidar niños cuando se puede salir a conquistar el mundo? ¿Para qué esforzarse en construir relaciones largas entendiendo al otro, perdonando y cediendo, si existe el sexo casual? Esa es la idea que le han vendido a los jóvenes de hoy.

Pero, inevitablemente, a la mayoría le llegará el momento en el que necesiten el calor de un hogar y la esperanza que un hijo trae a la vida. Algunas se dan cuenta a tiempo, para otras será muy tarde cuando despierten de las fantasías de supuesta liberación que los posmodernos les han contado.

Es posible que haya mujeres que conscientemente —por diferentes razones— no quieran tener hijos ni formar un hogar. También es claro que hay mujeres que por circunstancias de la vida no pudieron tener hijos o formar una familia y aun así son felices. Pero es diferente el caso de aquella que creyendo en las historias feministas, durante toda su vida ve a los hombres como un potencial peligro y ve la maternidad como un estorbo.

Estas jóvenes, envenenadas por las nuevas teorías, habrán evitado conformar una familia, porque les dijeron que no valía la pena hacer sacrificios por otro, que «dar» en una relación era humillarse ante un hombre, creyeron que ser felices era solo cuestión de tener un buen trabajo, y un día, cuando la soledad les estalle en la cara, se darán cuenta que les mintieron y que pasaron años «defendiéndose» de un supuesto enemigo que no existía. Pasaron años evitando el asunto más importante de la vida: la familia.

Ni siquiera lo intentaron —diferente es la situación de quienes por cuestiones de la vida no lograron conformar una familia—. Hablamos de mujeres que ven al hombre como un enemigo y que creyeron en esas absurdas ideas de que la libertad es no comprometerse y no tener hijos.

Los intelectuales feministas que aseguran saber la formula para que las mujeres seamos felices están formando generaciones enteras de chicas que llegarán a sus 40 años, tal vez con una vida laboral exitosa, pero despertando ante la realidad de la soledad, y dándose cuenta que por creer en falsas teorías de liberación y empoderamiento, se negaron la oportunidad de vivir facetas fundamentales en la vida de una mujer: ser esposa y madre.

Fuente: https://es.panampost.com/vanessa-araujo/2019/09/26/mujeres-familia-feminismo/

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Los peligros del relato patriarcal

Por: Brenda Lozano

Estar encabronadas es nuestro derecho, como también lo es expresarlo. Esto no había pasado antes, esta es la potencia de lo que pasó y así es como resistimos en comunidad

El problema de los relatos oficiales y mediáticos es que son patriarcales. Este comienza el lunes 12 de agosto cuando un grupo de mujeres se manifiesta frente a la Secretaría de Seguridad Ciudadana de la Ciudad de México para exigir el castigo de cuatro policías señalados por violar a una menor. El titular de la Secretaría baja de su oficina para calmar las aguas ante la prensa cuando un puñado de diamantina rosalo interrumpe ante las cámaras. Aquí no hay diálogo, dice enojado y diez policías lo escoltan de vuelta. La Procuradora General de Justicia también habla: «Los policías seguirán en sus cargos, hacen buen trabajo». La primera mujer jefa de Gobierno de la Ciudad de México electa dice: «El Gobierno de la Ciudad de México no caerá en la provocación». El 16 de agosto varios grupos de mujeres convocan para manifestarse en varios puntos del país y en la Glorieta de los Insurgentes en la Ciudad de México. Los medios se enfocan, como pasa en los relatos patriarcales, en el final de todo (el clímax del arco narrativo masculinista, la eyaculación): humo, unos cuantos vidrios rotos y las pintas en El Ángel. Siguen una buena cantidad de comentarios condenando los llamados actos vandálicos que pueden resumirse en este tuit de Elena Poniatowska: «La brutalidad y el destrozo jamás pueden estar ligados a la acción de la mujer.» Otras mujeres comentan en redes bajo el hashtag #EllasNoMeRepresentan. Doce horas después la estación de metrobús opera, El Ángel está cercado y las pintas ocultas. Fin del relato.

A los medios y al Gobierno les urge perspectiva de género. Y también le falta perspectiva de género a este relato que comienza el 3 de agosto cuando cuatro policías en el lapso de 15 minutos, entre la 1.45 y las dos de la mañana, violan a una menor de 17 años en Azcapotzalco. No es un caso aislado: se han documentado 10 casos de violencia sexual por parte de la policía en lo que va de este año. Y es parte de un problema más grande: cada cuatro segundos una mujer es violada en México. Entonces, ¿por qué no centramos la discusión en lo urgente que es hablar en sociedad sobre la violación? Este fue el origen de las dos manifestaciones y la razón de fondo que no debe disiparse con el ruido. Una pregunta, ¿qué procede con las violaciones a menores en el país? De cada 1.000 casos de abuso sexual, 100 se denuncian, 10 van a juicio y uno, acaso, resulta en una condena que puede ir de 8 a 20 años en prisión. Y, además de los términos jurídicos, ¿qué supone una violación? Que un hombre por medio de la violencia física o moral anula el consentimiento de su víctima. En otras palabras, se cree en posesión de su libertad. La violación es, sobre todo, un crimen de poder. Vamos a empujar un poco más con otra pregunta, ¿es consciente un violador de la gravedad de su acto, es consciente del daño, la vergüenza, la depresión, la culpa, la ansiedad, las secuelas en el autoestima, las consecuencias en las relaciones íntimas que puede tener un delito como el suyo? ¿Qué nos lleva como sociedad a que el violador anule estas implicaciones graves de su delito? En un país con números negros en violencia de género, en el que nueve mujeres al día son asesinadas por el único hecho de haber nacido mujeres, es un territorio muy extenso el de la violencia que se ha normalizado y algo que hacen los relatos patriarcales es justamente solaparlos, invisibilizarlos, alimentarlos: continuarlos. Las pintas violetas, verdes, amarillas, rosa fosforescentes en la victoria alada (Antonieta Rivas Mercado, de este lado del relato) es un pequeño mapa representativo de la situación: «México feminicida», «Amigas, se va a caer», «Estado feminicida», «Ni una menos», «Nunca más tendrán la comodidad de nuestro silencio», «Violicía», «Por las que no volvieron», «Autodefensa ya», «Pelea como niña».

¿Por qué les resultó tan molesto que cientos de mujeres nos reuniéramos para manifestar que estamos indignadas por un caso impune de violación, la violencia con la que hemos crecido y los altos índices de feminicidios que vivimos día con día? Voy a invocar otra vez a Elena Poniatowska porque en el relato patriarcal (aunque sobre decirlo, en el que los personajes pueden ser hombres o mujeres) se resume bien: la desobediencia de las mujeres es mal vista porque se espera que seamos de tal o cual forma. Eso es precisamente, en todos los grados de la violencia, lo que tanto daño nos hace. Estar encabronadas es nuestro derecho, como también lo es expresarlo. Esto no había pasado antes, esta es la potencia de lo que pasó y así es como resistimos en comunidad. De hecho, esta ha sido una de las grandes aportaciones de los feminismos latinoamericanos, cuestionar esta construcción de género que nos ha impuesto el patriarcado. México y Argentina han tenido importantes pasos en el activismo feminista, la marea verde en Argentina y las actrices pronunciando discursos en el Parlamento con pañuelos verdes a favor de los derechos de las mujeres; en México hace poco el pronunciamiento de las actrices en los Arieles con los pañuelos rojos y el puño en alto en busca de perspectiva de género en el cine. En Latinoamérica y en España, mujeres de diversos gremios nos reunimos, hablamos con la urgencia de articularnos en contra de la violencia de género. «Mexicanas al glitter de guerra» es un grafiti verbal al himno nacional, que además de cambiar al género femenino intercambió la palabra «grito» por esa diamantina rosa que modificó la narrativa del secretario de seguridad. Ese gesto mínimo transformó la narrativa. La diamantina, ese elemento asociado con lo superficial, la fiesta, el maquillaje, lo bajo, se transformó en un símbolo de resistencia. En la segunda marcha con una mayor convocatoria hubo diversos grupos de mujeres con ideas muy distintas, pero todas marcharon en sororidad, respetándose unas a otras. Esto, la razón de unión y manifestación, es lo que debe trascender la coyuntura. Urge cambiar la narrativa de los relatos patriarcales. No, no queremos leer otra columna de alguien hablando de feminismo para limpiar su imagen, queremos que tenga prácticas feministas. No, no queremos leer otra novela ni ver otra película de un hombre seduciendo a una y otra mujer. No, no queremos ver series en las que solo haya puntos de vista masculinos o historias en las que las mujeres sean cosificadas. No queremos leer noticias que den prioridad al ruido, necesitamos que expongan por qué se rompieron vidrios y se hicieron las pintas, no solamente las imágenes de las pintas y los vidrios rotos. No, no necesitamos el mismo relato patriarcal con esta forma y ahora con esta otra forma: nos urge cambiar la narrativa.

Fuente: https://elpais.com/sociedad/2019/08/24/actualidad/1566662938_247832.html

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Entrevista a tres mujeres racializadas en Canarias: “Racismo, machismo y feminismo»

Por: Dani Curbelo

Tres mujeres racializadas que residen en Canarias comparten sus opiniones y perspectivas sobre el racismo, el machismo y las estrategias que existen para combatir ambas opresiones.

Persona racializada: no es una categoría que defina a las personas por sus rasgos físicos en relación a su lugar de origen, sino una manera de referirnos a los cuerpos que sufren la violencia racista que puede partir de las instituciones y los estados, así como de la sociedad como tal y la forma de relacionarnos. Va más allá del fenotipo, incluye también el acento, idioma, la religión y las costumbres. Todo ello hará que un cuerpo racializado esté en distinta posición que el de un cuerpo blanco.” — Fragmento del manifiesto por el 8M de 2019 de feministas raciliaziadas/es en Madrid.

Mofuman Engam Obuan nació en Guinea Ecuatorial y tiene 26 años. Llegó a Canarias el 2011 para realizar estudios universitarios y se graduó en  Enfermería por la ULL y además cuenta con un máster en Cooperación al Desarrollo por la UV. Actualmente forma parte de ASOGET y es vicepresidenta de la Asociación sociocultural de Ecuatoguinean@s en Tenerife.

Jadyuni Sidi Mahamud Ndiaye tiene 29 años y nació en los campamentos saharauis al sur de Argelia. A los ocho años llegó a Castilla La Mancha con el programa de “Vacaciones en Paz” y estuvo viviendo con una familia de acogida. A los doce se fue a vivir con su familia biológica a un pueblito de Cádiz. En Los Barrios realizó sus estudios hasta Bachillerato, posteriormente se matriculó en Trabajo Social. En el 2010 llegó a Tenerife e hizo Integración Social y actualmente está finalizando el Grado de Pedagogía.

Melinda Decker es una chica afrodescendiente de 24 años que nació en Gran Canaria. Ella misma afirma que está “en continuo abrazo con su negritud y su animalidad, hija de las panteras negras que no pudieron cazar”. Es fisioterapeuta y participa en distintos activismos que ahora mismo nutren su vida y, en la actualidad, es la portavoz en el Archipiélago de Afroféminas, una comunidad feminista para mujeres afrodescendientes.

¿Cómo se vive en Canarias siendo una persona racializada?

Mofuman: En Canarias se vive igual siendo una persona racializada que en el resto del Estado español: invisibilidad y falta de representatividad en espacios públicos y en los medios de comunicación.

Canarias no tiene ninguna distinción especial para las personas racializadas. Si hay que hacer un resumen rápido la respuesta es que vivimos como personas de segunda clase. Esta sociedad parte de un contexto histórico en el que las personas negras, por ejemplo, sufrían racismo a través de la esclavitud, el apartheid y otras medidas arcaicas de discriminación, de modo que las personas blancas pretenden que como en la actualidad ya no son utilizadas estas medidas entonces “ya no hay racismo”, tanto así que todo lo que exijamos como personas con lo que eso implica socialmente, o como sujetos de derechos con lo que implica a nivel institucional, pasa a convertirse en un “cuánta sensibilidad”, “hoy en día se ofenden por todo” o “quieren venir a nuestros países a cambiar las leyes”.

La verdad es que esta pregunta abarca mucho más de lo que parece, da por sentado que en esta sociedad se entiende lo que es el racismo y todavía no es así, la gente sigue teniendo un concepto arcaico y superficial sobre el racismo, y de hecho eso es un problema primordial para nosotros porque no podemos combatir un racismo que resulta invisible para los agresores.

También hay que señalar que no es lo mismo ser un racializado migrante que un canario racializado, está claro que llega un punto en que el racismo institucional nos violentan solo a los migrantes, y a nivel institucional somos privados constantemente de derechos básicos.

¿Sientes que la comunidad negra está invisibilidad y criminalizada? ¿También en las islas?

Mofuman: Claramente se puede observar que la comunidad negra está invisibilizada, a parte de los prejuicios que se tienen sobre ella. En las islas, la situación es igual que en el resto del Estado español. Al final, la idea que las personas blancas tienen sobre las negras tiene que ver más con lo que ven y aprenden en los medios de comunicación que con lo que han visto y aprendido relacionándose activamente con personas racializadas.

Por otra parte, no es que actualmente nos estén criminalizando en las Islas, es que partimos de un historial en el que se pretende que las personas negras somos más “problemáticas” y a día de hoy lo seguimos notando cuando alguien por delante de nosotros en una fila se agarra el bolso, cuando el de seguridad nos vigila expresamente a nosotras, cuando prefieren evitarnos en ciertas situaciones, cuando no tenemos la misma oportunidad a la hora de encontrar un piso, trabajo, o cualquier otra cosa. En cuanto a si nos sentimos representadas creo que no hay mucho más que decir, es obvio que en Canarias muy poco.

¿Qué significa para ti “vivir en la diáspora”?

Jadyuni: Para mí es vivir fuera de mi tierra y estar lejos de mi familia. Cuando digo lejos de mi familia me refiero a que crecemos separadas y creo que ha sido un castigo, ya que no he elegido esta situación y me he visto obligada a vivir en ella. Las saharauis hemos tenido la mala suerte de ser un país colonizado, explotado y vendido.

Yo he tenido que dejar a mi abuela, a mis primas, mis tías… No he podido crecer con mis hermanos y comencé a vivir con mis padres a los doce años. Ser saharaui significa vivir separada de las tuyas y de mi pueblo, obligada a vivir con gente desconocida y en territorio ajeno. Y creo que nadie tiene que vivir esa situación.

¿Crees que si cuando eres racializada tu atuendo es “más occidental” pasas más desapercibida?

Jadyuni: Creo que pasas más desapercibida en un primer momento, pero en el trato da igual, ya que en el momento que se dan cuenta de que no eres “de aquí” todo cambia: empiezan los prejuicios, notas cómo te miran y te sueltan determinados comentarios que no tienen con otras personas. He vivido alguna situación muy incómoda, como un día trabajando me preguntaron unos clientes mi origen y les comenté que era saharaui, seguidamente apunté la comanda en el ordenador y sus palabras fueron “y sabes usar el ordenador y todo”.

“Un día trabajando me preguntaron unos clientes mi origen y les comenté que era saharaui, seguidamente apunté la comanda en el ordenador y sus palabras fueron ‘y sabes usar el ordenador y todo».

En Canarias existe una gran comunidad saharaui, ¿sientes que esto hace que haya menos discriminación o no?

Jadyuni: Creo que influye más la relación de las canarias (personas) con la población saharaui que la cantidad de discriminación, ya que yo siento un vínculo especial.

Ser mujer es un “factor de riesgo” en una sociedad patriarcal, ¿se incrementa el peligro si además eres racializada?

Melinda: Creo que ser mujer racializada configura una realidad que no puede ser divisible en un binario “mujer + raza” es igual a algo. Sé que quizá esto enrevesa las cosas, pero pensar en sumatorios puede llevar a la conclusión de que si eliminas uno de los factores, el asunto está más o menos resuelto y creo que esto es un error.

Pero volviendo a la pregunta, por supuesto, ser mujer racializada, en mi caso mujer negra, me expone de entrada a ser deshumanizada, cosificada y continuamente extranjerizable y por tanto, inferior. Todo esto atravesado por el factor de clase, puesto que ser racializada en un Estado que pretende seguir siendo blanco-supremacista condiciona el acceso y la calidad de la Salud, la Educación, la restricción de acceso a determinados puestos laborales, etc.

Jadyuni: Considero que se incrementa ya que sufres una doble discriminación, eres mujer y racializada, te encuentras con más barreras y cuanto más oscuro es tu color de piel más situaciones jodidas de discriminación vives.

“Yo soy canaria, he nacido y vivo aquí, pero desde pequeña siento cómo algunas personas intentan extranjerizarme por el color de mi piel”, afirmó Melinda Decker en una entrevista para ElDiario.es

¿Y cuales son los mitos machistas que continúan girando en torno a la mujer racializada?

Melinda: Como comentaba, sobre la mujer racializada no sólo caen mitos machistas sino también racistas. Mitos del tipo que somos muy sexuales, promiscuas, malas madres, sucias, incultas… incluso que somos más machistas que las mujeres blancas. Todo ese aparataje de ideas y conceptos que siguen nutriendo el imaginario colectivo y que ocasiona que la mirada con la que se nos mire sea una mirada condicionada.

¿Se puede hablar de “feminismo negro”?

Mofuman: No hay un feminismo negro, puesto que las comunidades negras son tan diferentes en sus sociedades, tradiciones, y necesidades, que establecer un modelo como feminismo negro sería cuanto menos desacertado. No obstante, el feminismo de estas comunidades persigue la igualdad entre hombres y mujeres, lo que viene siendo el feminismo de toda la vida. El afrofeminismo es diferente a los feminismos en las comunidades de países africanos en tanto que surge en Occidente en un marco en el que las mujeres negras no se sienten identificadas con la lucha del feminismo llevado por las mujeres blancas. También se puede hablar del feminismo decolonial entre las comunidades negras que viene siendo el que deconstruye las opresiones hacia las mujeres de países colonizados y las opresiones impuestas por los colonizadores.

¿Cuáles crees que son las estrategias que deben darse desde los feminismos para combatir el racismo?

Mofuman: Creo que las comunidades negras deberían empoderarse y organizarse, y de esta forma poder trabajar conjuntamente con los demás colectivos para hacer frente al racismo institucional y social. Y es clave que el movimiento feminista asuma las demandas del antirracismo político para poder combatir el racismo.

Melinda: Me encanta que me preguntes esto. Estrategias hay muchas seguro y yo no las sabré todas pero creo que, de entrada, debemos darle al racismo la importancia que tiene, que es mucha. Sobre todo entender el contexto capitalista, colonial e imperialista que sigue sustentando el racismo. Las compas blancas tienen que entender que la raza no es un factor divisible de nuestra identidad; yo no puedo elegir ser más mujer que negra en unas ocasiones o más negra que mujer en otras, ambas cuestiones (y otras muchas) se enlazan en mí. De la misma forma, por ejemplo, que los hombres obreros no pueden exigirles/nos que seamos obreras en un momento y mujeres en otro.

Por ello, nuestros objetivos podrán coincidir en ocasiones, pero en muchas otras no. De ahí que podamos sumarnos o no a ciertas movilizaciones o reivindicaciones, y esto no debe verse como sabotaje, sino como una estrategia de resistencia. En el contexto del Estado Español considero importante el trabajo local y autocentrado frente a las dinámicas universalistas y centralistas. Termino con una de las partes clave del maravilloso texto “Sentires Inconclusos” de Jeannette Tineo:

“(el nuestro) no es un feminismo masivo, ganador ni liberal. No es un feminismo conquistador, de moda que “cualquiera puede nombrar” […] Lo que quiero decir, es que este feminismo antirracista, no es un feminismo de estrategias perfectamente definidas, de lobby o alianzas con el Estado, tampoco es un corolario de inclusiones, tipo Benetton. Es por el contrario un tejido inconcluso, histórico que se va gestando en los debates incómodos del adentro-afuera en el que constantemente estamos en exposición”.

Fuente: http://www.tamaimos.com/2019/03/22/la-raza-no-es-un-factor-divisible-de-nuestra-identidad-como-mujeres/

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