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Cuba: Mujeres frente a la trata, una realidad existente.

América Central/Cuba/22.09.2019/SEMlac/www.rebelion.org

Coerción y explotación, rasgos típicos de la trata de personas, aparecen reflejadas en las 21 causas juzgadas entre mayo de 2017 y mayo de 2018 en Cuba, por fenómenos como el proxenetismo, la corrupción de menores, la venta y tráfico de menores y la propia trata de personas, sostiene el último informe presentado por la nación caribeña sobre la prevención, enfrentamiento y protección a las víctimas de este flagelo.

«El acusado a finales del año 2015 inició una relación amorosa con una ciudadana y comenzaron a residir juntos. A los quince días le propuso a la mujer buscarle hombres para tener relaciones sexuales a cambio de dinero, y la ciudadana debía entregar el dinero al acusado. En junio de 2017, luego de tener relaciones con un extranjero, el acusado le quitó el dinero y la golpeó fuertemente por todo el cuerpo y le colocó en la espalda un cuchillo para amenazarla de muerte si desobedecía, luego la dejó encerrada con llave durante dos semanas. En una ocasión donde dejó la casa sin cerrojo, la víctima fue a la estación de la policía y formuló la denuncia».

Así puede leerse en una de las reseñas del informe sobre el Enfrentamiento Jurídico-Penal a la Trata de Personas y Otros Delitos relacionados con la Explotación o con el Abuso Sexual que cada año, desde 2013, Cuba envía a las Naciones Unidas.

El documento reconoce como baja la incidencia de este fenómeno en la Mayor de las Antillas, «lo cual se debe fundamentalmente al carácter eminentemente preventivo de las políticas sociales y estatales cubanas, a la política de Tolerancia Cero, así como a la ausencia de redes delictivas organizadas que estén radicadas en el territorio nacional».

Para Lydia Guevara, integrante de la Unión de Juristas de Cuba y de la secretaría de la mujer de la Asociación Latinoamericana de Abogados Laboralistas, este exiguo número de hechos de trata de personas está asociado a políticas sociales y de seguridad ciudadana, a la igualdad de oportunidades y a programas para el empoderamiento de la mujer.

Ello no significa que no existan «áreas de preocupación, como los casos de abuso sexual de niños y niñas en el entorno familiar, la migración irregular y los jóvenes que emigran con contratos de trabajo aparentemente legales, que son víctimas de explotación», advirtió la jurista en el Panel «Trata y Tráfico ilegal de personas con enfoque de derecho penal, de familia y civil y laboral», celebrado el pasado 29 de agosto, durante el V congreso Iberoamericano sobre acoso laboral e institucional.

«Cuando hablamos de trata en Cuba sentimos que es algo bastante ajeno a nuestra realidad y eso hace que fallemos en percibir algo que está delante de nosotros, que sí está sucediendo», refirió por su parte la profesora de Derecho Civil de la Universidad de La Habana, Lisy Jorge.

Arnel Medina, vicedecano de la Facultad de Derecho de la Universidad de La Habana, consideró que el problema de la trata en todos los países del mundo, incluida Cuba, es que es un fenómeno invisibilizado que no puede desconocerse.

«Estamos hablando de la que es reconocida como la tercera actividad más lucrativa del mundo, después del tráfico de drogas y de armas: la trata y el tráfico de seres humanos, si bien la corrupción pública y privada se ha posicionado en los últimos años por delante de estas ilícitas», dijo.

De cara a Cuba

La nación caribeña mantiene la colaboración internacional para la investigación y solución de estos hechos.

De acuerdo con la investigación «Trata de personas en Cuba. Una mirada con perspectiva de género», de Damila Hechevarría Argudín, y publicada en el número 56 de junio de 2018 en la revista Sexología y Sociedad, del Centro Nacional de Educación Sexual, las víctimas del delito son en su mayoría mujeres jóvenes y la explotación sexual fue la mayor manifestación detectada. «Cuba funge como territorio de origen de la trata transnacional, teniendo en cuenta lo que expresan los informes cubanos y de conformidad con los procesos penales desarrollados. Existen grupos de cubanos vinculados con extranjeros que se dedican a la captación y el traslado de las víctimas cubanas mediante el engaño, les retiran los pasaportes u otros documentos de identidad, son privadas de libertad y controlan sus movimientos para presionarlas a ejercer la prostitución o el trabajo forzado», señala el estudio.

Según Hechevarría Argudín, el abordaje de esta problemática en el país se realiza desde diversas instituciones, con la participación de los organismos de la administración central del Estado, así como de otras organizaciones.

Cuba ha suscrito y ratificado los principales instrumentos internacionales sobre la materia, entre los que destacan la Convención de Naciones Unidas contra la Delincuencia Organizada Transnacional o Convención de Palermo (2000) y el Protocolo para Prevenir, Reprimir y Sancionar la Trata de Personas, Especialmente Mujeres y Niños, complemento de dicha convención.

No obstante, un elemento importante que señala el estudio, a partir de criterios de especialistas de instituciones como el Tribunal Supremo Popular, La Fiscalía General y el Ministerio de Justicia, es que el delito no está correctamente tipificado o regulado en el Código Penal cubano, en relación con los instrumentos jurídicos internacionales.

Ello, agregan, podría influir en que se minimice el número de casos detectados, se dificulte el trabajo en la identificación del delito y limite el correcto desarrollo de acciones y protocolos para la atención a las víctimas.

De acuerdo con información del Ministerio de Relaciones Exteriores, un factor que repercute negativamente en la trata de cubanos es el tráfico ilícito de migrantes de Cuba, con destino a los Estados Unidos u otros países de la región, a partir de las facilidades que brinda la Ley de Ajuste Cubano y que brindaba la política de «pies secos-pies mojados», debido a que muchas de las personas traficadas son obligados a saldar las deudas con los organizadores mediante la promoción o práctica de la explotación sexual, laboral, o la ejecución de actividades delictivas.

La investigación sostiene que el grupo de mayor vulnerabilidad son mujeres entre los 18 y 35 años, procedentes en su mayoría de las provincias orientales, con baja y regular posición económica y condiciones de vida. La finalidad con mayor manifestación fue la explotación sexual.

Mujeres, niños y niñas al centro de la trata

El 87 por ciento de las víctimas de trata en el mundo lo son con fines sexuales, el cinco por ciento para trabajos forzosos y el resto para otras modalidades, apuntó la profesora Lisy Jorge.

Según estadísticas internacionales, 21 por ciento de las víctimas de trata en el mundo son hombres, 41 por ciento mujeres, 23 por ciento niñas y siete por ciento niños, precisó.

Estos porcentajes suben significativamente en América Central y el Caribe, donde nueve por ciento de las víctimas de la trata son hombres, 25 por ciento son mujeres y 55 por ciento son niñas, puntualizó.

Según la especialista, «la mayoría de los niños y las niñas que son víctimas de trata en esta área y en el mundo lo son con fines sexuales. Es interesante que los hijos e hijas de las mujeres y hombres víctimas de trata no son contabilizados como víctimas, cuando muchas veces los acompañan durante las travesías», comentó.

Para la experta, prevenir y combatir este flagelo depende de que se alineen muchas fuerzas. «Nadie por sí solo puede, ningún Estado o institución», remarcó.

Jorge destacó que hay un grupo de factores a tener en cuenta en el ámbito de la familia, como potenciar la autoestima de niños y niñas, así como la parentalidad positiva con la participación de ambos padres en la educación de sus hijos. En el ámbito de la comunidad es preciso establecer redes de orientación y vigilancia para prever y detectar ese niño o niña que puede ser víctima de la trata; del mismo modo en las escuelas.

No menos importante, sostuvo Jorge, es la recolección de datos para conocer las cifras. «Lo que no se sabe no se puede combatir. Saber la incidencia de este fenómeno permite orientar las políticas públicas, capacitar y elaborar protocolos de actuación para la identificación y atención a las víctimas».

Explotación con fines laborales

La profesora Lydia Guevara llamó la atención sobre otra problemática actual vinculada a la trata de personas en el mundo y la región. «La Organización Internacional del Trabajo estima que América Latina ocupa el segundo lugar en el mundo, después de Asia, en cuanto a trabajadores forzosos».

Explicó que pocos países del continente han hecho un esfuerzo sistemático para investigar y documentar estas prácticas. «La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) señala que el foco sobre la trata con fines de explotación sexual puede haber obstaculizado los esfuerzos de las organizaciones no gubernamentales y otras agencias para identificar y asistir a las víctimas de la trata para explotación laboral», dijo.

Dentro de esta modalidad de trata, el profesor Elías García Rosas, de la Universidad Autónoma de México, enfatizó en la importancia de sacar a la luz una de las manifestaciones más ocultas: los servicios domésticos. «Es frecuente observar el aislamiento de muchas personas que ejercen el trabajo doméstico derivado de las barreras lingüísticas y la falta de calificaciones, lo que las hace particularmente vulnerables a la trata de personas y el trabajo forzado».

Guevara destacó que la legislación cubana se rige por principios constitucionales en el Código del Trabajo, que colocan el trabajo como un derecho y un deber, refrendan la libertad de elección de trabajo, la igualdad de oportunidades y no discriminación y la prohibición del trabajo infantil.

Para erradicar la trata en todas sus variantes, dijo, «las sociedades deben dejar de ser cómplices por la tolerancia, e invisibilizar al que promueve esta actividad. De lo contrario, se perpetúan estas formas de explotación, las víctimas son estigmatizadas y se pierden oportunidades para la persecución a los tratantes», concluyó.

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=260622&titular=mujeres-frente-a-la-trata-una-realidad-existente-

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Cuando convergen el feminismo, el ecologismo … y el anticapitalismo

Por: Álvaro Sanz

«El capitalismo es ese sistema depredador de recursos naturales, pero también es ese sistema machista que oprime a las mujeres y a la clase trabajadora»

Cuatro mujeres asesinadas en nuestro país por la violencia machista, una sangre inocente derramada que en pleno siglo XXI la extrema derecha se empeña en negar y en devolver al ámbito de lo “doméstico”. Al otro lado del Atlántico, esta misma semana, el joven agrónomo Benjamín Rodríguez plantaba huertos comunitarios en Xalapa (México) para ganarle espacio a los narcos y los narcos lo mataron de un tiro. Del mismo modo, la sangría de líderes sociales de Colombia o el humo de los incendios de Indonesia se cuelan en nuestra vida, lo queramos o no, nos afecta. A lo largo y ancho del planeta hay defensores de la vida que están perdiendo la suya literalmente por tratar de frenar la degradación ecológica y social de nuestro entorno. Cada asesinato de una mujer por el hecho de ser mujer, cada muerte de una persona por defender la naturaleza nos interpela, directamente, como seres humanos.

Tal y como teoriza Ángela Davis, vivimos bajo sistemas de dominación de raza, género y clase. El capitalismo es ese sistema depredador de recursos naturales, pero también es ese sistema machista que oprime a las mujeres y a la clase trabajadora.

Este viernes convergen dos movilizaciones en Aragón que son cruciales para nuestro presente y nuestro futuro. La Noche Violeta, organizada por las Coordinadoras de Organizaciones Feministas de Huesca y Teruel, así como el inicio de la semana de movilizaciones por la Emergencia Climática con las 24 horas por el clima, impulsado por la Alianza por la Emergencia Climática de Aragón.

Del mismo modo que el cambio climático ya no es sólo problema de los osos polares, sino que es un problema de salud global que ya sufren incluso los fetos en el vientre materno, el machismo no es solamente algo que les pasa a mujeres desconocidas que aparecen en las noticias por ser asesinadas a manos de sus parejas. El machismo está en nuestras casas, en los bares, en los centros de trabajo… y es una atmósfera tóxica que constantemente pone trabas en la vida de las mujeres, y también en la de muchos hombres. Os invito a tratar de ser conscientes de los privilegios cotidianos e injustificados que nos otorga el machismo y ponerles freno. Callar esas bocazas que sueltan “machiruladas” cotidianamente, pero también situar en los debates públicos e institucionales es una necesidad urgente que, gracias al movimiento feminista, está cambiando.

A la Emergencia Feminista se suma la Emergencia Climática gracias a movimientos que son globales gracias a todas las Gretas, Bertas, y millones de personas anónimas que luchan a diario por un mundo con justicia social y climática.

Desde una perspectiva anticapitalista, esta semana, nuestra eurodiputada Sira Rego denunciaba la vinculación directa entre tratados económicos como el de MERCOSUR con los incendios que Bolsonaro no ha querido controlar en Brasil. O mismamente, sin salir de Aragón, la Plataforma en Defensa de las Montañas ha señalado las irregularidades en las obras de ampliación de Cerler. Debemos favorecer el desarrollo de los territorios, pero a través de una economía sostenible, que no sea pan para hoy y hambre para mañana.

Hay un elemento fundamental que es transversal a la degradación ecológica y al machismo: el capitalismo. Son las grandes corporaciones, no sólo los grandes gobiernos, los que son copartícipes de la precariedad vital en la que viven millones de seres humanos y de la depredación de los ecosistemas del planeta. La crítica de clase al sistema económico está presente en todas estas protestas, así como el foco, no sólo en las acciones individuales, que no hay que dejarlas de lado, pero hay que ser conscientes que el verdadero impacto está en la acción colectiva. Son emergencias vitales, debemos poner en marcha acciones políticas contundentes contra dos de las grandes amenazas para el futuro de nuestra especie: el capitalismo depredador y el machismo.

Fuente: https://www.eldiario.es/aragon/elprismatico/convergen-feminismo-ecologismo-anticapitalismo_6_943915633.html

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Najat el Hachmi: “El feminismo islamista aísla a las mujeres musulmanas”

Entrevista/12 Septiembre 2019/Autora:Milagro Pérez Oliva/El país

Escritora nacida en Marruecos y criada en España, su último ensayo, ‘Siempre han hablado por nosotras’, es un alegato contundente contra los nuevos velos mentales

Después de años de lucha y compromiso feminista, Najat el Hachmi (Beni Sidel, Marruecos, 1979) ha tenido necesidad de lanzar un grito de alerta. Tras el éxito de su última novela, Madre de leche y miel (2018), la escritora publica ahora Siempre han hablado por nosotras (Destino), un alegato breve pero contundente contra los nuevos velos mentales que en su opinión tratan de separar no solo a las musulmanas del resto de mujeres, sino a todos los musulmanes de origen inmigrante respecto de la comunidad en la que viven.

PREGUNTA. En el libro hay malestar y combate. Dice que no lo escribe por valentía sino para sobrevivir. ¿Por qué?

RESPUESTA. El panorama de las mujeres que procedemos del ámbito musulmán está cambiando mucho. Hay una regresión en avances que creíamos irreversibles. Me preocupa cómo algunos discursos muy peligrosos penetran en las mentes jóvenes. Tienen acceso a la educación, al trabajo, pero algunas defienden, con un impacto mediático importante, ideas que van en contra de la igualdad.

P. Muchas vuelven al velo, con lo que les costó a ustedes quitárselo.

R. Nosotras sufrimos la discriminación en la propia piel, pero el contexto en el que crecimos nos permitía ver que era posible un destino distinto del de nuestras madres. Ahora no solo se ponen voluntariamente el pañuelo, el signo externo de toda esa involución, sino que asumen un discurso que acaba justificando y legitimando la discriminación de las mujeres. El pañuelo es la punta del iceberg de una estrategia para imponer la idea de que todo aquello que pertenece al ámbito religioso, como hay que respetar las religiones, no se puede cuestionar.

P. Defienden el derecho a cubrirse como una cuestión de identidad.

R. Sí, y al principio pensaba que era algo minoritario, pero la idea de que mi religión es mi identidad se ha ido contagiando. Puedo entender que la religión vertebre el día a día, pero es una trampa hacernos creer que, por el hecho de que la religión forme parte de nuestra identidad, las mujeres tengamos que mostrarlo en la forma de vestir. El objetivo está claro: volver a taparnos, obligarnos a mostrarnos siempre dentro de los límites de la religión.

P. ¿Cómo se canaliza el discurso?

R. Uno de sus principales valedores es el llamado feminismo islámico. Me parece fantástico que las creyentes intenten hacer compatibles las creencias y la necesidad de igualdad. El problema aparece cuando pretenden que los derechos de todas dependan de textos sagrados y niegan la misoginia estructural de las religiones monoteístas, tan evidente en el islam.

P. En su libro sostiene que este feminismo identitario se aprovecha de ciertas teorías del pensamiento decolonial.

R. Lo que vienen a decir es que las reivindicaciones de las mujeres blancas occidentales no son representativas de las mujeres musulmanas y además se las acusa de estar ejerciendo sobre el resto de mujeres la misma dominación que los hombres blancos occidentales ejercen sobre ellas. Es tan efectivo apelar a la culpa de las mujeres… He visto a feministas que siempre han sido antirracistas sentirse acomplejadas ante estas acusaciones. ¡Que a estas alturas me digan que mi problema como mujer se debe a lo que haga la mujer blanca occidental es de locos!

P. ¿Y por qué cree que estas ideas seducen a las jóvenes?

R. El cuestionamiento feminista siempre es doloroso. Tomar conciencia y enfrentarte a tu entorno es muy duro, a veces tienes que cuestionar a quien más quieres. Seguramente a muchas jóvenes les resulta más fácil esquivar esa confrontación y tomar la vía del feminismo islamista. Aunque a largo plazo tenga peores consecuencias, porque tarde o temprano se van a topar con los efectos de la desigualdad que legitimaban.

P. Si las mujeres no van a las mezquitas ni a los oratorios, ¿cómo les llega este discurso?

R. A través de las redes sociales. Las hiyabistas de Instagram tienen un éxito tremendo y venden la idea de que por fin podemos hacer compatible la modernidad con la religión. Se nos presentan como una opción moderna, atractiva, tecnológica, fashion. Lo que no aparece es la carga patriarcal que subyace. La idea de fondo sigue siendo que el problema es el cuerpo de la mujer, nunca el comportamiento del hombre. Todo radica en que la mujer es responsable del deseo masculino y culpable del caos que, según los fundamentalistas, amenaza a la sociedad musulmana.

P. Sorprende que unas ideas tan arcaicas penetren tan fácilmente…

R. El problema es que no estamos vacunadas frente al fundamentalismo islamista. Cuesta ver que lo que propone en realidad es un doble desarraigo: de la sociedad en la que vivimos, porque las normas que impone hacen muy difícil la convivencia, y de nuestras familias y origen porque si no practicamos la religión como dice, no somos buenos musulmanes. Eso nos deja en lo que el antropólogo Jordi Moreras llama “identidades a la intemperie”. Me deja perpleja cómo desde la izquierda se facilita que el elemento religioso penetre en la esfera pública. En aras de la inclusión y el respeto a la diversidad, se considera legítimo presentarse en la esfera pública en tanto que musulmanes, y eso lo vemos cada vez que hay un atentado islamista. Con la idea de prevenir la islamofobia, se da voz a los musulmanes como grupo religioso diferenciado. Es lo que buscan los terroristas: visibilidad y que nos atrincheremos en nuestra comunidad. Me siento decepcionada. Todo esto no deja de tener un componente racista. Sus consecuencias solo nos afectan a nosotras: a nadie que no sea musulmán le van a imponer el velo. Cuando se defiende que hay que respetar el velo porque es una cuestión de identidad, no se tiene en cuenta que lo que persigue el feminismo islamista es aislar a las mujeres musulmanas.

Fuente e imagen: https://elpais.com/elpais/2019/09/06/ideas/1567798552_644496.html

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La lucha contra una mina china que empoderó a un grupo de tailandesas

Asia/Tailandia/12 Septiembre 2019/El país

Un proyecto extractivo en Wanon Niwat movilizó a las mujeres de este pueblo tailandés para proteger las tierras donde viven y el medioambiente

Esa mañana, en cuanto vio el extraño cartel, plantado sobre un suelo que había sido removido poco antes, Mali Senbunsiri recordó la advertencia que su cuñada le había hecho años atrás. “Presta atención a cualquier pancarta o señal desconocida que aparezcan”, le avisó. “[Si aparece alguna] significa que se están preparando para abrir la mina”, le dijo la mujer.

Tras el hallazgo, Mae Mali, o Madre Mali, como la conocen en Wanon Niwat, el pueblo tailandés en el que siempre ha vivido, corrió al templo a avisar a las otras mujeres que estaban enfrascadas en los preparativos de un festival. Era 2015, y así comenzó una guerra, liderada por las mujeres del pueblo, contra una gran empresa china que quería perforar su suelo. “Al principio solo éramos mujeres”, explica Mali, de 52 años y madre de tres hijos ya independizados. “Probablemente porque nos quedamos en casa y vemos qué ocurre en la comunidad”, asegura esta abuela, quien ahora cuida de cuatro de sus nietos con los ingresos que obtiene, junto a su marido, de sus campos de arroz y otros pequeños negocios.

En los años setenta, el Gobierno tailandés encontró reservas de potasio bajo el suelo de Wanon Niwat, pero durante décadas nadie se atrevió a perforar debido a la fuerte oposición que los proyectos de minería han tenido en el país asiático. Sin embargo, gobiernos y empresas siempre mantuvieron un ojo en este elemento químico, fundamental para fabricar los fertilizantes de los que depende la potente industria agrícola tailandesa y que ahora tiene que importar. En mayo de 2014, una junta militar tomó el poder en un golpe de Estado y, pocos meses después, concedió una licencia de exploración de más de 15.000 hectáreas a la China Ming Ta Potash Corporation, una empresa con capital chino, para que estudiara la apertura de una mina de potasio en la zona. Fue cuando aparecieron las primeras señales.

Pocos días después de encontrar el cartel, cuando las mujeres ya ultimaban los preparativos del festival, escucharon que la empresa estaba intentando obtener muestras de la composición del suelo. “En cuanto lo oímos, dejamos todos y nos fuimos hasta allí para pararlos”, asegura Nongluck Oupadeng, otra de las mujeres que participó desde el primer día en los movimientos de resistencia. “Al principio no estábamos muy bien organizadas, solo lanzábamos acciones cuando oíamos que iban a perforar”, explica Mali. Aquel día, consiguieron frenar la perforación pero sabían que era solo la primera batalla de una guerra que ganaría fieles rápidamente —sobre todo, mujeres— y que revolucionaría las relaciones de género en la comunidad.

“He aprendido a tener más confianza en mí misma. Ahora tengo el reconocimiento de la comunidad y me dan más responsabilidades”, asegura Nongluck Oupadeng, quien se ha convertido en una de las principales negociadoras del grupo con las autoridades. “Me ha cambiado de verdad. Antes simplemente me quedaba en casa. Ahora soy una líder. Me siento empoderada y más valiente”, añade Samrit Boranmun, quien ha utilizado sus conocimientos en redes sociales para obtener información y publicitar el movimiento.

Según Naciones Unidas, aunque Tailandia ha experimentado progresos en igualdad de género en las últimas décadas, aún se necesitan mejoras en “las actitudes tradicionales y estereotipos que refuerzan la violencia doméstica y la violencia contra la mujer, su baja participación en política y en puestos de toma de decisiones y la discriminación y vulnerabilidades [en zonas] rurales e indígenas así como en el sector informal”, entre otros. Sin embargo, según un informe reciente sobre las defensoras de derechos humanos en Tailandia, el gobierno de la junta militar, que prohibió de forma sistemática protestas y otras actividades de la sociedad civil, ha supuesto un retroceso y estas defensoras “tienen cada vez un mayor riesgo de violencia, discriminación y otras violaciones de derechos”. Además, según el informe firmado por varias organizaciones de defensa de los derechos humanos, “las mujeres han sido excluidas de forma sistemática de las consultas públicas y de los procesos de toma de decisiones, especialmente en asuntos relacionados con la tierra y los recursos naturales”. Tailandia celebró elecciones el pasado mes de abril tras casi cinco años de dictadura militar, pero el general golpista Prayuth Chan-ocha ha vuelto a formar Gobierno a pesar de no haber ganado los comicios, gracias a que un tercio de los escaños eran designados a dedo.

Una de las herramientas más empleadas durante el gobierno de Prayuth Chan-ocha ha sido el acoso judicial de los activistas por parte de las empresas y el Gobierno. Así, varias de las mujeres de la comunidad, entre ellas Mali, han sido denunciadas en varias ocasiones por no respetar el orden público o por provocar daños a la empresa. “Yo me he declarado inocente. No he causado ningún daño a la empresa. Solo participé en una sentada para que nos dieran información”, explica enfadada Pisamai Sukkha, una viuda de 53 años cuyos ingresos mensuales se han desplomado porque debe pasar su tiempo yendo y viniendo de los tribunales.

En esa frágil situación de las mujeres, los recursos naturales se han convertido en un elemento clave en la supervivencia de formas de vida igualitarias en zonas rurales, explica Kitima Khunthong, profesora de Ciencias Sociales y Humanidades que estudia las relaciones de las comunidades rurales con el medioambiente en la Universidad tailandesa de Rajabhat. “Las comunidades dependen mucho de su entorno sobre todo en zonas rurales, porque les asegura sus formas de vida, su red social, sus lazos culturales, su seguridad económica y su salud”, asegura. “Dañar su entorno puede tener consecuencias sociales”, continúa. Los derechos comunitarios han estado reconocidos en las Constituciones de Tailandia desde 1997, explica la académica, pero ninguno de los gobiernos, ni civiles ni militares, que el país ha tenido desde entonces los ha respetado por completo. “Está solo sobre el papel. Los gobiernos nunca respetan los derechos comunitarios, especialmente los gobiernos militares”, concluye la investigadora.

El carácter cooperativo de las tailandesas

Cuando Mali habla, todo el mundo escucha. Su carácter fuerte la hace una líder nata, tanto que, a diferencia de sus compañeras, ella no siente que el conflicto haya cambiado las relaciones en casa. “Las mujeres controlamos las finanzas. Somos simplemente más importantes socialmente”, sentencia. El marido de Mali, Anan Senbunsiri, asiente: “Yo la apoyo completamente. Creo que es más adecuada que yo para desempeñar ese papel”.

Sin embargo, para Pranom Somwong, coordinadora en Tailandia de Protection International, una ONG que trabaja por la protección de los defensores de los derechos humanos, la diferencia fundamental es el carácter más cooperativo de las tailandesas. “Las mujeres tienen una forma de liderazgo más colectiva. No es esa figura del héroe fuerte de los hombres”, asegura la activista. “A pesar de eso, ellas han sido aceptadas como líderes [en Wanon Niwat]”, asegura Pranom.

Desde aquella protesta espontánea surgida en el templo, las mujeres de Wanon Niwat, con el apoyo de maridos, padres y hermanos, han organizado sentadas y marchas, que han reforzado los lazos de la comunidad pero que las ha llevado también a las poblaciones vecinas para pedirles que se unan al movimiento. La mayoría de ellas, sin embargo, nunca pensó que su oposición a la mina pudiera revalorizarlas en una sociedad aún muy machista. Sus inquietudes eran más inmediatas. Sompan Srimarat, una mujer que tiene a su cargo a dos hijos con autismo, se unió a las protestas preocupada por cómo la mina podría afectar a los campos de arroz y las plantaciones de caucho que les dan de comer. “Mi vida depende del entorno aquí. No podemos arriesgarnos”, asegura. No en vano, su vecina, Somboon Duangpromyao, ya le ha advertido de que la extracción de sal, procedente de las mismas reservas que el potasio, está haciendo que el suelo ceda a 40 kilómetros de Wanon Niwat. “Cada vez que voy por aquella zona, veo un agujero nuevo”, asegura Somboon. “Si eso está pasando allí, que las minas son a pequeña escala, imagina lo que puede ocurrir con una gran mina de potasio”.

Las minas de potasio han sido relacionadas con la contaminación por sal de ríos y de reservas de agua subterránea, reduciendo la biodiversidad acuática, así como con la subsidencia o hundimiento del suelo, explica Miguel Cañedo, un investigador en ecosistemas acuáticos de la Universidad de Barcelona. “Si no se diseñan acciones preventivas, el impacto medioambiental de estas minas puede ser muy alto”, asegura el investigador. “Puede tener un impacto también sobre la salud humana, no solo en los ecosistemas. Las sales pueden interactuar con otros residuos y generar sustancias cancerígenas”, continúa.

Estas consecuencias sobre la salud humana son la principal motivación en la lucha de Thawatchai Chanchemsri, antiguo director del departamento municipal de salud, quien renunció en noviembre de 2018 como protesta al proyecto minero. “Me preocupa que la mina tenga un impacto sobre el medioambiente, pero sobre todo sobre la salud de los residentes y sobre las generaciones futuras”, afirma. Según Thawatchai, el departamento para el que trabajaba había estudiado el impacto de las minas de sal cercanas y había encontrado varios efectos negativos en el entorno inmediato, incluyendo un incremento en la salinidad del agua y una caída de la producción de los campos de arroz.

Según el gobierno de Tailandia, la nueva Ley de Minería, que entró en vigor en agosto de 2017, concede una mayor papel a las comunidades para decidir qué tipo de proyectos quieren que se desarrollen en las regiones en las que residen. “Si las comunidades se oponen, habrá una votación antes de que se otorguen licencias”, explica Ubol Ritpech, directora de la división legal del Departamento de Industrias Primarias y Minas de Tailandia. Sin embargo, al igual que el reconocimiento de los derechos comunitarios, la voluntad de las zonas rurales probablemente se quede en el papel, teme Lertsak Kamkongsak, uno de los principales activistas antiminas del país. “Es cierto que [según la ley] las autoridades tienen que involucrar a la comunidad local […] Pero hay un problema en cómo el gobierno va a implementar la ley, porque según nuestra experiencia, siempre se favorece la inversión y no el respeto a las formas de vida locales”, asegura el activista.

Mientras, en Wanon Niwat, ha empezado la cuenta atrás. La licencia de exploración de la empresa expira a finales de este año, y las mujeres de Wanon Winat están decididas a dejar claro un mensaje: no quieren que nadie perfore el suelo sobre el que viven. Y la lucha, asegura, continuará aunque el Gobierno se niegue a escuchar sus demandas. “Si renuevan la licencia, seguiremos luchando. Ahora son más fuertes que nunca”, asegura Mali.

Fuente e imagen: https://elpais.com/elpais/2019/09/06/planeta_futuro/1567778245_807883.html

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Voces que irrumpen en el silencio. La lucha por los de derechos de las mujeres indígenas

Por: Alicia Moncada

Comprender que –históricamente- las indígenas han generado sus propias ideas y formas de resistencia ante la subordinación evita la infantilización que impregna la producción teórica feminista noreurocéntrica.

Sabemos que el movimiento y la resistencia indígena han develado al poder neocolonial racista, pero son las mujeres indígenas organizadas quienes revelan su fondo patriarcal. Ellas han podido “separar que cosas que sufren exclusivamente como mujeres y que específicamente como indígenas” (Aura Cumes, 2012, p. 2). Allí radica una de sus grandes contribuciones: nos muestran la imbricación de múltiples y simultáneas discriminaciones (etnia, sexualidad, clase y raza) en el fenómeno de la opresión patriarcal. Sus experiencias como oprimidas exponen los “lados perversos del poder desde su posición en los márgenes” (Ibídem, p. 3). Afirman, desde la resiliencia, que “si no fuera por el sufrimiento, tal vez no lucharíamos” (Comandante Esther citada por Guiomar Rovira, versión digital), teniendo que vencer la invisibilización y la disolución de sus reivindicaciones étnicas y de género en las premisas de un feminismo hegemónico blanco, liberal y burgués.

Además, este feminismo hegemónico aúpa un paradigma y la visión liberal de los Derechos Humanos que se caracteriza por desconocer las violaciones de Derechos que vivencian las indígenas como productos de la intersección de su situación de vulnerabilidad individual y colectiva. Cuando se presentan estas situaciones no sólo se violan los derechos de las indígenas como individualidades, sino como parte de un pueblo, por lo mismo “el avance de los derechos humanos de las mujeres indígenas está intrínsecamente vinculado a la lucha para proteger, respetar y ejercer, tanto los derechos colectivos de nuestros pueblos como nuestros derechos como mujeres” (Foro Internacional de Mujeres Indígenas, versión digital)

Ahora, para poder entender la opresión patriarcal que denuncian las mujeres indígenas debemos revisar la universalización de la noción de patriarcado, tomando en cuenta “la compleja sumatoria de causales de vulnerabilidad” (Karina Bidaseca, versión digital) que vivencian las originarias. Todas las sociedades han desarrollado sistemas sexuales, pero es preciso distinguir la manera en que se “han organizado los mundos sexuales y los modos empíricamente opresivos en que se han organizado los mundos sexuales” (Gayle Rubin, 1975, p. 8) En el caso del patriarcado se habla de un sistema sexual en donde el poder masculino, elaborando ideología sexista, se ha posicionado sobre el cuerpo de las mujeres. Pero es sólo “una forma específica de dominación masculina” (Idem). Los pactos patriarcales se efectúan dependiendo de la cultura y a través de coaliciones estratégicas, por lo que el análisis del patriarcado no puede basarse en categorías universalistas y antihistóricas. Asumir que la noción de patriarcado ha fungido como un localismo globalizado1, nos ayuda a entender los grandes impedimentos y severas limitaciones “para conocer y cuestionar la vida de las mujeres cuyos deseos, afectos y voluntad han sido modelados por tradiciones no liberales” (Aida Hernández y Liliana Suárez, 2008: 39).

Empero, el patriarcado occidental ha contribuido al sostenimiento del orden colonial moderno, pues aunque “siempre hubo jerarquía y relaciones de género como relaciones de poder y prestigio desigual (…) con la intervención colonial estatal y el ingreso al orden de la colonial modernidad esa distancia opresiva se agrava y magnifica” (Idem). Si las mujeres no indígenas fueron atadas, por adjudicación patriarcal, a un estado de pasión e instinto, las originarias poseen grilletes más poderosos que las condenan un estado inhumano. Nos dice Todorov que son indios al cuadrado, pues su atadura a un estado de naturaleza indomeñable es doble.

De la misma forma, dentro de las organizaciones de mujeres indígenas y su potencial emancipador, se han generado propuestas que surgen de la crítica a una idea de mujer genérica, universal –producto de la hegemonía del pensamiento feminista blanco, burgués y liberal- desde la que, generalmente, se construyen propuestas estatales, privadas y de la sociedad civil, basadas en una emancipación y empoderamiento neoliberal y asistencialista. Ante esta situación, las propuestas de las organizaciones de mujeres indígenas son acciones políticas que buscan “descolonizar al sujeto y develar la manera en que las representaciones textuales de aquellos sujetos sociales -construidos como “los otros”- (…) se convierten en una forma de colonialismo discursivo que no sólo da cuenta de una realidad sino que la construye” (Rita Segato, 2010, p. 25).

La construcción de categorías monolíticas de “mujer”, “mujeres” y “mujeres del tercer mundo” obvian “la relaciones complejas y dinámicas entre su materialidad histórica en el nivel de opresiones específicas y decisiones políticas, por un lado, y sus representaciones discursivas generales, por el otro” (Chandra Mohanty, 1984/2008, p. 16). La articulación del discurso de la “mujer indígena” refiere a una visión con la impronta “legitimadora del discurso humanista de Occidente” (Ibídem: 3) que convierte a las mujeres del “tercer mundo” e/o indígenas en objetos de análisis, sin ánimos de vislumbrar sus métodos de resistencia -ancestrales y actuales-antes las condiciones de la opresión patriarcal. De esta manera los feminismos eurocéntricos se “apropian y colonizan la complejidad constitutiva que caracteriza la vida de las mujeres” (Idem) con diversas procedencias étnicas. Esta situación es una trampa colonial que ve, en las mujeres indígenas, simples víctimas que no han encontrado salidas a su situación y que precisan de la tutela de los mecanismos de protección articulados desde una visión feminista que pregona una igualdad y equidad basada en una mujer genérica criolla y urbana.

Aunque algunas indígenas no cuestionen la dominación, muchas se han unido para desmantelar la opresión de sus culturas y la del mundo criollo-mestizo. Podría decirse que la subordinación patriarcal en los pueblos indígenas es “diferente a la del género occidental y que podría ser descripta como un patriarcado de baja intensidad” (Segato, 2010: 3). Pero independientemente de las diferencias entre un patriarcado y otro lo que sí podemos asegurar es las acciones de las indígenas organizadas socavan los privilegios masculinos dentro de sus comunidades y están en constante pugna con el patriarcado colonial moderno. Estas agrupaciones y sus acciones también surgen por la indiferencia de los hombres indígenas a introducir las reivindicaciones de las mujeres en la agenda de la lucha étnica. Estos varones que también padecen la discriminación étnica y el racismo, hacen doble uso de los privilegios patriarcales sobre las indígenas. Aprovechan las prebendas, fundamentadas en la cosmovisión y la tradición, que les brindan algunas de las culturas indígenas, mientras que emplean las prerrogativas del patriarcado colonialista para aislar a las mujeres en el ámbito de lo privado, la reproducción y el cuidado de los otros.

Millaray Painemal, investigadora Mapuche, señala las múltiples dificultades que tiene el trabajo político de las mujeres en las organizaciones mixtas lideradas por varones, dando la impresión de que los hombres, tal como afirma María Lugones “no se identifican con las mujeres” (Lugones, versión digital) ni sus problemas, aunque esto no implique una traición sino “una complicidad forzada” (Idem) por el mantenimiento del poder que ejercen sobre las mujeres. Las indígenas al agruparse por sus demandas de género desmantelan ese apartamiento hacia el ámbito de lo privado que obstaculiza el fortalecimiento de sus voces reivindicativas.

Comprender que –históricamente- las indígenas han generado sus propias ideas y formas de resistencia ante la subordinación evita la infantilización que impregna la producción teórica feminista noreurocéntrica. Las mujeres indígenas organizadas, desmontan pues la misión civilizatoria de un feminismo blanco/criollo/mestizo, nacionalista, nor-eurocentrado y burgués que andan en búsqueda de sujetas a quienes salvar del primitivismo y el sub-desarrollo. Un ejemplo es la construcción de la Ley revolucionaria de las mujeres del EZLN, esfuerzo generado por las indígenas combatientes, quienes se dedicaron a generar cambios en favor de la igualdad. Dice la mayor Ana María, del pueblo tzotzil, que “nosotras protestamos porque no había una ley de mujeres. Así nació, la hicimos y presentamos en la asamblea donde estamos todos, hombres y mujeres, representantes de los pueblos” (Citado por Rovira, 1997, p. 115). La configuración de la Ley fue un arduo trabajo comunitario de movilización y discusión, donde los hombres no participaron activamente. Dicen las zapatistas que “para redactarla iban las compañeras a las comunidades a platicar con las compañeras y a preguntarles cuál es su opinión y qué es lo quieren o necesitan que aparezca en una ley. Se fueron juntando las opiniones de las mujeres de cada pueblo y entonces las que sabemos escribir lo escribimos” (Idem). Esta acción hasta despertó el asombro del Sub-comandante Marcos quien describió inicialmente este levantamiento como “un verdadera revolución” (Idem)

Las mujeres indígenas organizadas instan al mundo a reconocer que “esa imagen de la india sumisa, callada y que ‘aguanta todo’ es una visión estereotipada y discriminatoria que demuestra una incapacidad para reconocer que nosotras, sin la ‘iluminación’ del feminismo criollo, podemos distinguir las desigualdades de género” (Organización de Mujeres Indígenas Amazónicas Wanaaleru, versión digital). Con sus planes, sueños y proyectos de cambio, ellas trazan el camino para que otras “despierten más y más y que tengamos la palabra todas las mujeres” (Comandante Susana citada por Rovira, 1997, p. 210). Aunque estas mujeres que siguen tejiendo cambios, pugnando por la erradicación de las discriminaciones que padecen y trabajando por un verdadero buen vivir, saben que todavía faltan muchísimos nudos que desatar. Mientras tanto, esas voces originarias en resistencia que irrumpen en el silencio de la discriminación, el dolor y la invisibilización seguirán exigiendo Derechos, promulgando exhortaciones y exclamando: somos y existimos.

Referencias bibliográficas

Bidaseca, Karina (2014) Cuerpos racializados, opresiones múltiples. Ser mujer, indígena y migrante ante la justicia. Versión digital [http://www.trabajosocial.unlp.edu.ar/uploads/docs/gt17__cuerpos_racializados__opresiones_multiples__ser_mujer__indigena_y_migrante_ante_la_justicia_.pdf]

Cumes, Aura Estela (2012) “Mujeres indígenas, patriarcado y colonialismo: un desafío a la segregación comprensiva de las formas de dominio” en: Anuario Hojas de Warmi, n° 17. Versión digital.

Foro Internacional de Mujeres Indígenas (2005) Declaración del FIMI de Beijing +10. Versión digital

Hernández, Aida y Suárez, Liliana (Editoras) (2008) Descolonizando el feminismo: teorías y prácticas desde los Márgenes. Madrid. Editorial Cátedra.

Lugones, Maria (2008) Colonialidad y Género. Versión digital [http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=39600906]

Mohanty, Chandra (1984/2008) “Bajo los ojos de occidente. Academia feminista y discurso colonial” en: Descolonizando el feminismo: teorías y práctica desde los márgenes. Madrid, Editorial Cátedra.

Organización de Mujeres Indígenas Amazónicas Wanaaleru (2014) Ideas estereotipadas comunes, racistas, colonialistas y eurocéntricas sobre las mujeres indígenas. Versión digital [https://wanaaleru.wordpress.com/2014/11/27/ideas-estereotipadas-comunes-racistas-colonialistas-y-eurocentricas-sobre-las-mujeres-indigenas/]

Rovira, Guiomar (2001) “Entrevista a la Comandante Esther” en Enlace Zapatista. Versión digital [http://enlacezapatista.ezln.org.mx/2001/02/22/comandanta-esther-entrevista-con-guiomar-rovira/]

_____________ (1997) Mujeres de maíz. México. Ediciones Era

Rubin, Gayle (1975) (1996) “El tráfico de mujeres: Notas sobre la «economía política» del sexo.” En: Lamas Marta (Comp) El género: la construcción cultural de la diferencia sexual. México. PUEG.

Segato, Rita (2010) “Género y colonialidad: en busca de claves de lectura y de un vocabulario estratégico descolonial” en: Quijano, Anibal y Navarrete, Julio (Eds) La cuestión Descolonial. Lima. Universidad Ricardo Palma – Cátedra América Latina y la Colonialidad del poder.

Fuente: http://insurgenciamagisterial.com/voces-que-irrumpen-en-el-silencio-la-lucha-por-los-derechos-de-las-mujeres-indigenas/

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Trata de mujeres indígenas: la continuidad de la conquista sexual de América

La voz arrebatada a las mujeres que deviene de una larga historia de “sexuación de la razón” (Fraisse, 1991) nos ha adjudicado el status de objetos de estudio o de musas inspiradoras, pero jamás de constructoras de conocimiento.  Esta negación de la razón y el derecho a gestar sabiduría es un tema que se complejiza cuando consideramos la existencia de un vampirismo epistémico que se enuncia como feminista y que se ha trazado la colonización de la voz de la diversidad.

Es así como, además de los monopolios ongistas que nos tenía acostumbrados a interesarse desde la postal y sin compromisos en el botín de la “otredad”, un sector del feminismo avanza sin dudar hacia la colonización de la otra racializada frente al creciente interés de donantes y agencias de cooperación internacional en performativizar la reducción de la pobreza.

Las buscadoras del botín de la diferencia ya están conscientes de que la categoría monolítica de mujer no existe y con una batería de referencias bibliográficas se lanzan a la conquista de un continente de nuevos commodities temáticos, todo siempre desde la lástima producida por una realidad tan ajena de la que se deslindan una vez que la investigación o el proyecto ha concluido.

Parece bastarles solo con realizar proyectos de investigación que nunca llegan a las manos de sus “objetos” de estudio y artículos construidos desde la opinión o la teorización, sin la labor que implica vivir junto a la otra –hombro a hombro con todo y las dificultades que ello acarrea- la opresión que se denuncia.

No obstante, lo más vil de esta avanzada es la contribución que realizan a mantener la caracterización de las racializadas como víctimas pasivas entrampadas en la rueda de la pobreza, que no pueden representarte a sí misma por lo que deben ser representadas.

Estas representaciones, bastante abonadas por el sector ongista y su “pornografía humanitaria” (Negrin, 2011), son funcionales para aquellas -que usando las mismas estrategias de las empresas extractivas- buscan construirse una remunerativa experticia en la otra racializada como commodity temático.

Aunque no es una novedad el saqueo del botín de la otredad, ya que tiene mucho tiempo siendo usufructuado por las ciencias sociales que inauguraron los primeros especialistas en los “otros”, el crecimiento de este sector del feminismo que ha aprendido a matizar el discurso mesiánico de occidente es abrumador.

Una de sus estrategias para potabilizar sus acciones es dirigir el discurso de la culpa del rapto de la voz de las mujeres solo hacia a los hombres y cuando toca mirar dentro del feminismo lo diluyen. Chandra Mohanty en Bajo los ojos de Occidente (1986) ya había vislumbrado cómo un feminismo liberal, occidental y burgués coloniza “la complejidad constitutiva que caracteriza la vida de las mujeres en el tercer mundo” (Mohanty, 2008: 11).

Mohanty dio ejemplos claros de los primeros pasos de la capitalización de las mujeres que arrastran múltiples y pesadas mochilas de discriminación. Ahora ese feminismo no se posiciona como blanco y burgués, sino que se camufla como decolonial reduciendo la participación de las subalternas a la categoría de activistas (Pineda, 2018).

Lamentablemente, no pululan las mujeres racializadas que tratan de vencer los muros de la subalternidad ni en la academia o en las organizaciones no gubernamentales, pues mucho nos cuesta incluso llegar a posicionar nuestras voces en los espacios comunitarios.

Quienes hemos luchado para responder si puede hablar el subalterno, tal como nos interrogó Gayatri Spivak hace unas décadas, sabemos que aprender a sortear las barreras y estrategias de quienes pretenden robarnos la voz es una tarea cotidiana y que atraviesa incluso los espacios que se suponen despatriarcalizados.

El solo aprender a hablar resulta un largo y tedioso camino marcado por una historia de despojo territorial y la operatividad de mecanismos sociales que reproducen relaciones de desventaja. Asimismo, la desigualdad formativa que acarrea un escaso acceso a la educación de calidad y con pertinencia cultural, aunada a la vergüenza étnica, deja el umbral abierto a cualquiera con intenciones de convertirse estratégicamente en vocera de las “sin voz”.

La educación formal no es la única barrera, se suma el lobby de clase social y la discriminación en los espacios académicos, e incluso ongistas, que aún no logran concebir que sus objetos de estudios y rebaño de subalternas pueden hablar por sí mismas.

Por lo mismo, creo en las sororidades que reivindican a la otra con respeto a su labor e historia de contribuciones previas. Que sirven de puentes y no de interlocutoras, pues son capaces de reconocer que los privilegios sociales que detentan son potenciales herramientas para el saqueo.  Al atreverse a desnudar sus propias agendas y partiendo de unas sinceras ganas de aportar a las causas de aquellas que no miran las manifestaciones de la patriarcal colonialidad desde la lejanía es que podrán estar en condiciones de responsablemente vincularse a la experiencia viva.

Bibliografía

Fraisse, G. (1991) Musa de la razón. La democracia excluyente y la diferencia de los sexos. Barcelona, España: Ediciones Cátedra.

Nerín, G. (2011) Blanco bueno busca negro pobre. Barcelona, España: Roca Editorial de Libros.

Mohanty, C. (1984/2008) “Bajo los ojos de Occidente. Academia feminista y discurso colonial” En: Liliana Suárez y Aida Hernández (Editoras) (2008) Descolonizando al feminismo. Teoría y práctica desde los márgenes. Madrid, España: Ediciones Cátedra.

Pineda, E. (2019) Recolonización, clasismo y racismo: CLACSO y los estudios “Afrolatinoamericanos”. Recuperado de https://iberoamericasocial.com/recolonizacion-clasismo-y-racismo-clacso-y-los-estudios-afrolatinoamericanos/

Fuente: https://iberoamericasocial.com/la-colonizacion-de-la-otra-reflexiones-sobre-el-uso-de-las-mujeres-racializadas-como-objetos-de-estudio/

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Olga Mendoza, feminista venezolana: «Las mujeres que están en nuestros barrios son capaces de dividir un arroz en dos partes y dárselo a la hermana opositora»

Esta entrevista fue realizada el 8 de marzo de 2019 en la Plaza Bolívar, ubicada en el centro de Caracas. El día de la mujer se celebró en medio de una brutal guerra eléctrica que tenía sin luz y agua a buena parte del país. Allí ciento de mujeres rodeaban la estatua de Bolívar demostrando ser “la columna vertebral de la revolución”.  Nos acercamos al grupo y conseguimos entrevistar a Olga Mendoza, quien amablemente nos habló de los desafíos del movimiento de mujeres en Venezuela. Olga es parte de la Dirección Nacional de “Una Mujer”, Unión Nacional de Mujeres y a su vez forma parte de Unidad Popular Venezolana (UPV).


.- ¿En qué consiste  “Una Mujer”?

.- La Unión Nacional de Mujeres es la plataforma unitaria de mujeres. Es una plataforma que aglutina y agrupa a movimientos sociales que tienen diversidad, porque algunas son sexo diverso, afrodescendientes, indígenas, campesinas, pescadoras, amas de casa, médicas, petroleras, milicianas, etc. Estudiantes, jóvenes, adultas mayores, mujeres con alguna dificultad o discapacidad. Todas las mujeres patriotas, bolivarianas, antiimperialistas, feministas, internacionalistas y socialistas de unidad. Todas están aglutinadas en los colectivos o en lo individual. Es decir, hay individualidades y lideresas que no están en ningún partido político o en ninguna organización nacional, pero están en la Unión Nacional de Mujeres. Somos una plataforma unitaria, un grupo de mujeres en vanguardia, donde están federadas más de 1 millón 800 mil mujeres que defienden la revolución, y que acompañan las políticas sociales de Estado. Estamos en todas y en cada una de las trincheras de lucha, en la producción, en la educación, en la salud, en la milicia, y en la Fuerza Armada Nacional Bolivariana.

.- El Comandante Chávez en su momento señaló: “Soy feminista, la revolución tiene que ser feminista”, ¿qué feminismo construye “Una Mujer”?

.- Lo primero es tener en cuenta los principios humanos: el feminismo es humanidad. El feminismo es igualdad. El feminismo es equidad. El feminismo es elevar el nivel más alto de conciencia y de espiritualidad, en pro de nosotros los seres humanos para preservarnos en la tierra, y para garantizar que se incrementen los principios como la solidaridad, la fraternidad, el amor; eso es el feminismo, la igualdad entre hombres y mujeres.

.- ¿Qué papel están jugando hoy en día en Venezuela las mujeres desde una perspectiva espiritual, y en defensa de la tierra?

.- Las mujeres somos la columna vertebral del proceso bolivariano. Y por nuestras condiciones como mujeres, por asumirnos como tales, desarrollamos un sexto sentido. Ahorita, con esta guerra multifactorial, de cuarta y quinta generación, nosotras nos permitimos hacer la inteligencia y la contrainteligencia. Tenemos la capacidad de intuir qué va a suceder. Tenemos y estamos ahorita siguiendo el legado de Chávez. Pero más allá, si Chávez viniera, ahorita, y nos preguntara, o Bolívar, si estuviésemos frente a él, nos preguntara: “Hoy, Día Internacional de la Mujer, ¿qué estás haciendo mujer por mi legado como bolivariana o como chavista?”. Nosotras le responderemos “estamos luchando contra la intervención cultural”, en donde nos quieren borrar de la imagen a nuestro padre libertador, desdibujándolo. Por eso es que Duque, el Presidente de Colombia, lo reconoce, estamos luchando contra la intervención cultural, en donde nos imponen la estatua de la libertad, en una concentración de los apátridas. Y no nos imponen la estatua de la paz, que está en Trujillo y que es un monumento altísimo, el más alto de Latinoamérica. Estamos luchando contra la “intervención comunicacional”, en donde las mujeres alzamos nuestra voz y decimos al mundo la verdad, a través de lo que vivimos, que en plena guerra somos protegidas por nuestro Presidente, Nicolás Maduro Moros. Estamos luchando contra la “intervención espiritual”. Nosotras le damos amor a aquellos compañeros y compañeras, y los ayudamos y acompañamos, así tengan una ideología diferente a la nuestra. Porque eso es el feminismo, porque eso es el socialismo. ¿Cómo lo hacemos? La acompañamos. Nosotras somos capaces, las mujeres que están en nuestros barrios son capaces de dividir un arroz en dos partes y dárselo a la hermana opositora, que tiene ideales diferentes. Pero que yo estoy consciente que es una guerra, y no voy a permitir que te desdibujen la guerra, y que veas en nuestro protector la amenaza, porque él no es la amenaza. Estamos luchando espiritualmente, a través de nuestra convicción y nuestras raíces, protegiendo a nuestra generación de oro desde el vientre, porque hay un plan de exterminar la raza humana. Hablo esto entre comillas; exterminación de la raza venezolana. ¿Pero a través de qué? De la venezolana.

“Porque nos han tratado de destruir de mil y una formas y no lo han conseguido, pese a que nos han metido en laboratorios para estudiarnos qué tenemos las mujeres venezolanas. Hemos tratado de proteger desde el vientre la generación de oro. Nuestro Presidente, Nicolás Maduro, nos ha acompañado a través de la política nacional de parto humanizado. Por ejemplo: en ese sentido, las mujeres venezolanas estamos llamadas, y parafraseando al padre libertador, “a ser el faro de luz” ahora no de América, sino que del mundo. Por eso les decimos a las chilenas: “Hermanas, en el ‘73 derrocaron a Allende”, porque lamentablemente tuvo pueblo, pero poco pueblo, y porque supieron penetrarle.

“Pero hoy en día, en Venezuela, tienen hermanas venezolanas que las acompañamos también en sus luchas, que no las vamos a dejar solas. Le hacemos un llamado a nuestra hermana, amada, amiga Bachelet: “Bachelet, nosotras las mujeres venezolanas te pedimos desde el amor, desde la solidaridad, que vengas a Venezuela a conocernos. A conocer la verdadera realidad, no ésa que te dice la ONG de la derecha. La realidad es la que te diremos nosotras, las del pueblo, que somos millones”.

.- En medio de una brutal guerra económica, que busca generar una hambruna, ¿qué rol están asumiendo en las tareas de distribución de alimentos?

.- Desde la plataforma unitaria de mujeres tenemos mujeres pescadoras que tienen redes, ellas están en los estados, tienen mares, son mujeres que pescan y que a las grandes ciudades llevan la distribución de nuestros pescados directamente a un precio económico.

“Tenemos a nuestras mujeres campesinas que hacen red de distribución, por ejemplo, en el café. Los Comités Locales de Abastecimiento (CLAP), me atrevería a decir que el 80% está compuesto por mujeres. Es un equipo que se estableció en un estado de emergencia, creado, que salió del pueblo y que gracias a este proceso bolivariano se escuchó y llegó al Presidente y lo puso en vanguardia. Nosotras las mujeres aceptamos el llamado y nos fuimos trabajar a través de los Consejos Comunales, a través de la Unión Nacional de Mujeres, y a través de la milicia.

“A través de los CLAP garantizamos que por familia tengan periódicamente su bolsa de alimentos. Pero no queda ahí nada más, los comités también impulsan la agricultura urbana, en donde podemos permitirnos producir y hacer el trueque entre las familias, entre las comunidades, entre parroquias. En ese sentido, todas las mujeres están organizadas en diferentes frentes. También existe el movimiento “Somos Venezuela”, que es un equipo multidisciplinario en temas de salud. Van y buscan, y citan a hogar por hogar. Determinan si las personas necesitan tal o cual medicamento. También tenemos el Movimiento Hogares de la Patria «Eulalia Buroz», el cual se encarga de organizar más de 6 mil mujeres, que son jefas de hogar en su mayoría, que nos organizamos y nos elevamos para que nos ayuden a elevar el nivel de conciencia, y que en la sonoridad y en la solidaridad acompañemos a los más vulnerables.

“Finalmente, también tenemos a nuestras constituyentes. Ellas llevan la voz del pueblo para optimizar la mejor Constitución del mundo, que es la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela”.

.-¿Cómo crees tú que se resuelve la alimentación, en un país donde principalmente lo que se ha hecho es producir petróleo? ¿Cómo se va a abordar de aquí para adelante?

 

.- El presidente, nuestro amado Hugo Rafael Chávez Frías, nos preparó para esto. ¿Cómo nos preparó? Con las alianzas internacionales. ¿Cómo se resuelve el problema de la producción? Ya está en eso nuestro gobierno, está haciendo intercambio tecnológico para poder producir.

 

“Aquí en Venezuela estamos produciendo. Quizás no estamos produciendo la gran cantidad que amerita para la gran población que tenemos. Obviamente, porque no podemos olvidar la historia que Obama quería que olvidáramos. Y la historia era que estuvimos sumidos durante 40 años en una dictadura. En donde hubo una negociación con un dictador y con Estados Unidos.

 

“En ese sentido, obviamente no lo vamos a cambiar de la noche a la mañana. Pero ya estamos trabajando en eso a través de las alianzas internacionales, el pueblo sumándose a la producción a través de las políticas sociales establecidas por nuestro presidente Nicolás Maduro. Estamos avanzando, pero no es fácil cuando estamos enfrentando tantas guerras e intervenciones. Nosotras vamos a resistir y avanzar. Como te dije, vamos a salir de la guerra con la producción, con la alianzas internacionales, con el pueblo venezolano que está haciendo lo propio”.

Fuente: http://revistadefrente.cl/olga-mendoza-feminista-venezolana-las-mujeres-que-estan-en-nuestros-barrios-son-capaces-de-dividir-un-arroz-en-dos-partes-y-darselo-a-la-hermana-opositora-que-tiene-ideales-diferentes/

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