Page 30 of 58
1 28 29 30 31 32 58

Senegal: La niña que le dijo “no te quiero” a su marido

África/Senegal/13 Junio 2019/Fuente: El país

Las mujeres de Saint Louis, en Senegal, levantan la voz ante el matrimonio infantil, la violación y otros abusos a los que están expuestas

Diouma Sene no entiende el significado de la palabra feminismo. No le suena, pero no duda en decir que es una defensora de los derechos de las mujeres. “En Senegal siempre se nos echa la culpa de todo. Si te quedas embarazada con 15 años es tu culpa. Si te pegan es tu culpa”, lamenta. Nunca pudo estudiar, empezó a trabajar con siete años, sus padres intentaron casarla cuando era poco más que una niña con un hombre de 20 años mayor y en la adolescencia tuvo que cargar con el estigma de ser madre soltera. “Todo lo que sé ahora lo aprendí de mis errores”, asegura. «Pero de todo se sale y no quiero que lo que me pasó a mí les ocurra a otras».

Con apenas 26 años, tiene una larga historia que contar. Lo hace entre risas nerviosas que ocultan las lágrimas y llevándose las manos a la cabeza, sentada en la Casa de los derechos de las mujeres, un centro que gestiona la ONG La liane en Saint Louis para prestar escucha y apoyo jurídico a las mujeres víctimas de violencia.

Cuando cumplió siete años, Sene tuvo que dejar su aldea natal en la región de Thiès para ir a trabajar a Dakar, donde compartía cuarto con una veintena de mujeres. Su primer empleo fue cuidar de sus coetáneos para una familia de la capital. Ganaba 2.500 francos al mes (menos de cuatro euros), de los cuales 150 se iban para el alojamiento y el resto lo enviaba a su familia. “En aquella época me parecía normal que una niña trabajara. Me levantaba a las cinco de la mañana para limpiar el piso y preparar el desayuno. Empecé a cuestionarme por qué esos niños de mi edad tenían derecho a quedarse en la cama hasta las siete e ir a la escuela mientras yo no podía”.

El trabajo de doméstica no le dejaba tiempo libre. Fregaba suelos y cortaba verduras de sol a sol. En alguna ocasión, le despidieron sin darle explicaciones y sin pagarle. Una cicatriz en la frente es el recuerdo que lleva de un golpe de recibido por parte de un niño poco mayor que ella en una de las casas en las que trabajó. “Otras chicas que se dedicaban a lo mismo me contaban que eran pegadas, explotadas y hasta violadas por sus empleadores y, cuando intentaban denunciarlo, nadie las creía”, dice.

CUANDO DIJE A LA MUJER QUE SU MARIDO ME HABÍA VIOLADO, ME CONTESTÓ QUE ÉL TENÍA LA COSTUMBRE DE ACOSAR A LAS DOMÉSTICAS

D.N., EMPLEADA DOMÉSTICA

En 2008, durante una visita a sus familiares, su padre le comunicó que le había conseguido un marido, un vecino de al menos 20 años mayor que ella. Sene no se lo tomó en serio hasta el día siguiente, cuando algunas personas fueron a su casa para arreglar los detalles de la boda. A pesar de decir que no estaba de acuerdo, los preparativos nupciales siguieron adelante. Sene rehusó con todas sus fuerzas irse a vivir con su esposo y volvió a Dakar. “Le dije que no le quería y que no le debía nada, hasta que un día apareció mi padre para obligarme a regresar al pueblo para que cambiara de idea», recuerda.

Su padre le ató las manos para que no se fugara y no se dejó ablandar por su rechazo a comer, ni por los intentos de suicidio. Su madre tampoco la apoyó. Un día Sene notó movimientos raros en casa: se dio cuenta de que esas personas que iban y venían estaban preparando la celebración de su boda. Aprovechó un momento de distracción de sus familiares para huir y evitar de formar parte del 31% de las chicas senegalesas que se casó antes de los 18, según datos de Unicef. Echó a correr con lo puesto y montó en el primer bus que vio. Poco a poco, empezó una nueva vida, con un nuevo empleo como doméstica y un novio. De repente, se sintió mal y su empleadora la llevó al hospital para un control. Tras hablar con la enfermera, la señora le preguntó si alguien la había violado, porque estaba embarazada. Ante la noticia, su novio se dio a la fuga.

Sene volvió a marcharse, con la esperanza de que su familia no la encontrara. Esta vez se dirigió a Saint Louis, en el norte del país. Allí recibió el apoyo de la asociación La liane, que cubrió los gastos médicos durante el embarazo, le ofreció clases de alfabetización y de formación profesional en hostelería, que le permitió encontrar su actual trabajo en uno de los restaurantes más conocidos de la ciudad. Ha vuelto a ver a sus padres, aunque admite que no ha sido fácil y que tuvo que lidiar con el estigma de ser madre soltera y los problemas para trabajar y cuidar de su hijo.

D. N., saintlouisienne de 22 años, también trabajaba como doméstica. Con 17 estaba al servicio de una pareja de enseñantes. Un día, cuando la dueña de casa salió para ir a dar clase, el marido se abalanzó sobre ella y la violó. Solo pasó una vez, asegura, pero se quedó embarazada. “Fui a hablar con su mujer y me dijo que podía ser cierto, ya que su marido tenía la costumbre de acosar a las domésticas».

Diaw Anne Sarr, responsable de derechos de las mujeres en la ONG La liane, en Saint Louis (Senegal).
Diaw Anne Sarr, responsable de derechos de las mujeres en la ONG La liane, en Saint Louis (Senegal). PACO PUENTES

Su violador siempre negó la responsabilidad y nunca ha pagado por ello. Fue convocado delante de la policía, pero no le pasó nada. “Él era un profesor y ella apenas había estudiado. Esto la disuadió de perseguir la justicia, como ocurre a menudo. En algunos casos, las familias deciden ir hasta el final, pero no todas se lo pueden permitir, porque el examen de ADN cuesta 250.000 francos (alrededor de 380 euros), explica Diaw Anne Sarr, responsable de derechos de las mujeres en La liane.

“Mi familia me apoyó, pero la sociedad no ve con buenos ojos a las madres solteras. Supongo que era mi destino, pero ya no quiero saber nada más de esta historia”, añade D. N. La joven se ha casado hace poco y se conforma con que su esposo reconociera al niño.

Sarr cuenta que todos los días tocan a la puerta de la asociación mujeres con historias parecidas, víctimas de violencia conyugal, sexual, económica y social. “Nuestra cultura muchas veces es un freno para que las mujeres denuncien. A veces vienen aquí en búsqueda de ayuda, pero al mismo tiempo quieren proteger a sus maridos. La mayoría de ellas desconoce sus derechos”, explica. “Empieza a haber un cambio. Las mujeres ahora entienden que no es normal ser pegadas o sufrir otros tipos de abusos, pero aún hay mucho que hacer”.

Ver imagen en TwitterVer imagen en TwitterVer imagen en TwitterVer imagen en Twitter

ELPAÍS PlanetaFuturo

@Planeta_Futuro

Las mujeres de Saint Louis han salido a la calle para decir «Basta ya» a la violencia de género

Ver los otros Tweets de ELPAÍS PlanetaFuturo

Un cuarto de las mujeres senegalesas justifica que un marido pegue a su esposa. Sin embargo, en la última semana de mayo, centenares personas salieron a calle en Dakar al grito de “¡Basta ya!” para protestar contra la violencia de género y denunciar un aumento de las agresiones sexuales en todo el país. Las mujeres de Saint Louis también se unieron a la protesta con una marcha el 30 de mayo.

Fuente: https://elpais.com/elpais/2019/05/30/planeta_futuro/1559223671_650242.html

Comparte este contenido:

5 mujeres actuales clave para el feminismo y la igualdad

Por: Educación 3.0.

Proponemos un listado de algunas de las mujeres que se han convertido en iconos del feminismo durante los últimos años. ¡Toma nota y muéstraselas a tus estudiantes!

Malala

Cuando tenía 12 años, Malala Yousafzai fue herida de un tiro en la cabeza a manos de los talibanes por defender el derecho a la educación de las niñas. Gracias a ese hecho, esta joven pakistaní se convirtió en la persona más joven en recibir el Nobel de la Paz. Desde entonces, su lucha ha sido incansable y sus discursos dejan citas muy influyentes para la lucha femenina y de la educación : “Que las mujeres sean independientes y peleen por ellas. Es tiempo de pelear. Llamamos a los líderes mundiales a cambiar sus estrategias”; “Teníamos dos opciones, estar calladas y morir o hablar y morir, y decidimos hablar”.

2Emma Watson

El feminismo también tiene sus representantes en el mundo del espectáculo. Una de las actrices más activas en esta lucha es Emma Watson, la mítica Hermione en la saga de Harry Potter. Su discurso ante la ONU en septiembre de 2014 como embajadora de buena voluntad de la ONU Mujeres la colocó como icono feminista actual. Ha llevado a cabo varios proyectos para dar visibilidad a los derechos femeninos como donar un millón de libras a un fondo contra el acoso sexual o fundar la iniciativa #HeforShe, que tiene como objetivo involucrar al género masculino en la lucha por la igualdad y romper con los estereotipos sociales.

3Rosa María Calaf

La conocida periodista española ha dejado muchas reflexiones interesantes a favor de los derechos de la mujer en sus múltiples apariciones públicas. Una de las últimas, en un programa de ‘Salvados’ de Jordi Évole cuando afirmó que “queda mucho por hacer y hay que estar muy alerta”. Además, en ‘Late Motiv’, programa presentado por Andreu Buenafuente, dijo que “el feminismo es una de las grandes fuerzas transformadoras” y que “se pretende que sigamos educando a las niñas para que les quepa el pie en el zapato de cristal, que las haga princesas. Pues no, lo que hay que hacer es romper el techo, para que te haga libre”.

4Cristina Fallarás

Esta escritora y periodista española siempre se ha mostrado defensora de los derechos de la mujer. Desde marzo de 2011 hasta 2015 fue una de las escritoras del blog ‘Ellas’ del Diario El Mundo, en el que se hablaba sobre los derechos de la mujer y la igualdad. Además, lanzó en Twitter el hashtag #Cuéntalo con el que cientos de mujeres decidieron contar los episodios de acoso que habían sufrido a lo largo de su vida. Llegó a convertirse en fenómeno internacional.

5Asia Argento

Esta actriz se ha convertido en una de las principales voces de los escándalos de violación y abusos en el mundo del cine. Fue la primera en denunciar la violación por parte del productor Harvey Weinstein. Lo hizo en la clausura del Festival de Cannes, el mismo lugar en el que fue violada cuando tenía 12 años. Además, ha sido la impulsora del movimiento#meToo en Twitter, gracias al cual han salido a luz miles de casos de acoso más en el mundo del espectáculo.

Fuente de la reseña: https://www.educaciontrespuntocero.com/recursos/mujeres-clave-para-el-feminismo/100030.html

Comparte este contenido:

Un discernimiento necesario: «Manifiesto de un feminismo para el 99%»

Redacción: Tendencias 21

inzia Arruzza, Tithi Bhattacharya y Nancy Fraser, intelectuales y activistas estadounidenses, reflexionan sobre este movimiento de implicaciones políticas decisivas

 

Tres intelectuales y activistas que han contribuido a organizar el movimiento de la huelga de mujeres en EEUU (Cinzia Arruzza, Tithi Bhattacharya y Nancy Fraser) reflexionan en «Manifiesto de un feminismo para el 99%» (Herder, 2019) sobre este movimiento de implicaciones políticas decisivas. Con un amplio alcance teórico y político, las autoras han desarrollado en esta obra una herramienta ineludible para pensar y ampliar las luchas sociales actuales; así como para favorecer su articulación política.

Hacía falta discernir, retornar sobre el horizonte que apoyamos de forma crítica (es decir, no dogmática) e interrogar diferencias ideológicas que, en el campo del feminismo, tienen implicaciones políticas decisivas. Semejante discernimiento necesitaba hacerse, además, por autoras con un recorrido relevante dentro del campo de la militancia feminista, como ocurre con Cinzia Arruzza, Tithi Bhattacharya y Nancy Fraser, todas intelectuales y activistas que han contribuido a organizar el movimiento de la huelga de mujeres en EEUU.

Necesitaba que sea de ese modo para evitar descalificaciones facilistas y, sobre todo, para suscitar suficiente confianza para interrogar los propios presupuestos desde los que pensamos el feminismo en nuestra actualidad. Especialmente para aquellas personas que nos reconocemos en ese movimiento, el Manifiesto de un feminismo para el 99% (Herder, España, 2019) resulta tan clarificador como necesario para abordar debates recurrentes en torno a lo que significa hoy participar en esta lucha en una dirección emancipadora.

Lo decisivo del manifiesto, en este caso, no es que introduzca planteamientos especialmente novedosos sino que permite aproximarse a los núcleos más significativos de un movimiento social que en los últimos años no ha cesado de crecer y adquirir una notable visibilidad; crecimiento y visibilidad que no solo no excluye ambigüedades y riesgos sino que los implica necesariamente, como toda práctica discursiva que adquiere centralidad en la vida social, cultural y política. Al menos desde que autoras como Ángela Davis, Kimberlé Crenshaw o Patrice Hill Collins cuestionaron el presupuesto de un «sujeto universal abstracto» que hablara en nombre de laMujer, hacía falta un manifiesto que reflexionara en torno a un feminismo capaz de dar cuenta de la pluralidad de situaciones que afectan a las mujeres, en específicas condiciones de clase, raza, género y sexualidad.

Lejos de repetir un discurso binario en torno al género, Arruzza, Bhattacharya y Fraser indagan en algunos movimientos feministas (como el argentino o el polaco) para extraer enseñanzas tan valiosas como pertinentes para una militancia reflexiva. El feminismo por el que esos movimientos abogan dista de la versión corporativa de Sandberg que apuesta por el éxito en el mundo de los negocios y la mentada “igualdad de oportunidades” en un mundo radicalmente desigual.

La huelga militante feminista reivindica una sociedad libre de opresiones, explotación y violencia machistas, recordando el lazo entre patriarcado y capitalismo. En contraste con el «feminismo liberal» que se desentiende de cambiar el mundo social, la huelga feminista apuesta por la igualdad y la libertad no como bellas aspiraciones sino como condiciones de vida reales. Incluso a riesgo de perder las propias ambigüedades y disputas del movimiento huelguista (tal como se plantea por ejemplo en España), las autoras apuestan por construir el feminismo desde un “ethos radical y transformador”, trazando el camino para una sociedad justa: un feminismo para el 99%, que necesita unirse con otros movimientos anticapitalistas, ecologistas, antirracistas y defensores de los derechos de los trabajadores y emigrantes.

Once tesis 

Desde esas premisas, el manifiesto desarrolla once tesis centrales que pueden resumirse del siguiente modo:

1. La nueva ola feminista reinventa la huelga, redibujando el mapa político y recuperando las luchas históricas por los derechos de los trabajadores, la justicia social y el trabajo (remunerado o no) de aquellas que sostienen el mundo. El feminismo de la huelga abre la posibilidad “(…) de una nueva fase sin precedentes de la lucha de clases: feminista, internacionalista, ecologista y antirracista”.

2. El feminismo liberal está en bancarrota. Centrado en el Norte Global en torno a la ruptura del techo de cristal y la igualdad de mercado, esta versión es parte del problema: se niega a hacer frente a las restricciones socioeconómicas que hacen que la libertad y el empoderamiento sean inaccesibles para la gran mayoría de las mujeres. Su objetivo real no es la igualdad, sino la meritocracia, esto es, que ciertos grupos de mujeres directivas puedan alcanzar sus metas de clase apoyándose en migrantes explotadas (a cargo del cuidado de sus hijos y del trabajo precario en sus hogares). Además de elitista e individualista, avanza contra la mayoría. Como vehículo de la autopromoción, el feminismo liberal es la coartada perfecta del neoliberalismo. En una palabra, es el feminismo de las poderosas, femócratas del ajuste estructural e islamófobas que predican el lean in. Como sentencian las autoras: “No tenemos ningún interés en romper techos de cristal y dejar que la gran mayoría limpie los vidrios rotos”.

3. Necesitamos un feminismo anticapitalista. El feminismo del 99 % debe responder a una crisis que implica el desplome de los niveles de vida, el desastre ecológico, las guerras y las expropiaciones, las migraciones en masa, el racismo y la xenofobia y el recorte de derechos sociales y políticos. Defiende en suma el bienestar mayoritario, incluyendo las necesidades y los derechos de las muchas, esto es, de las mujeres pobres, trabajadoras, racializadas, migrantes, queertrans, discapacitadas y explotadas. Contra el vaciamiento de derechos propiciado por el neoliberalismo, se trata de apostar por un cambio sistémico, incluyendo la lucha contra el sexismo estructural y el racismo del sistema judicial, así como contra la brutalidad policial, el encarcelamiento masivo, las amenazas de deportación, el acoso y abuso laboral, etc. No solo no es un movimiento separatista: aboga por unirse a todos los movimientos internacionalistas que luchan por las mayorías sociales: “El feminismo para el 99% abraza la lucha de clases y la lucha contra el racismo institucional”.

4. La crisis social actual tiene como causa primordial el capitalismo. El actual sistema globalizador, financiarizado y neoliberal degrada la naturaleza, instrumentaliza los poderes públicos, incauta el trabajo no remunerado de los cuidados y asistencia y desestabiliza de forma periódica las condiciones necesarias para la supervivencia de la mayoría. La crisis que amenaza la vida tal como la conocemos es, sin embargo, una oportunidad de transformación social y rebelión feminista.

5. La opresión de género en las sociedades capitalistas arraiga en la subordinación de la reproducción social a la producción de beneficios. La sociedad actual produce estructuralmente opresión de género, especialmente al separar la producción de seres humanos de la producción de beneficios, asignando la primera tarea a las mujeres y subordinándola a la segunda. El trabajo reproductivo, en muchos casos de carácter no remunerado, sin embargo, es precondición fundamental para la sociedad humana y para la producción capitalista. Cuando se descarga en terceros la reproducción social, esos terceros suelen ser mujeres, atravesadas por la línea de fractura de clases, raza, sexualidad y nación. La división racial del trabajo reproductivo implica que sean mujeres racializadas quienes realizan este trabajo a bajo coste. En este sentido, la lucha de clases incluye las luchas por la reproducción social: por la atención médica universal, la educación gratuita, la justicia medioambiental, el acceso a la energía limpia, la vivienda y el transporte público, así como por la liberación de la mujer, contra el racismo y la xenofobia, la guerra y el colonialismo.

6. La violencia de género adopta múltiples formas ligadas al capitalismo. Las dinámicas contradictorias entre lo familiar-personal y lo laboral en la presente sociedad producen una división sistémica. En tiempos de crisis esa división no cesa de tornarse especialmente virulenta, incluyendo la percepción de una masculinidad amenazada que explota. Aunque las autoras reconocen otras formas de violencia, su énfasis está en aquellas formas que se ejercen desde el poder público institucional, como es el caso de las agresiones sexuales o el acoso, a razón de la vulnerabilidad económica, profesional, política y racial de las mujeres. “Lo que posibilita esta violencia es un sistema de poder jerárquico que fusiona género, raza y clase. El resultado es el refuerzo y la normalización de ese sistema”.  Ninguna respuesta puramente policial podría bastar, porque la violencia de género asienta en la estructura violenta del poder capitalista en su conjunto. De ahí que un feminismo del 99% conecte la lucha contra la violencia de género con otras formas de violencia sistémica.

7. Mientras el capitalismo pretende regular la sexualidad, el feminismo quiere liberarla. Ni el “liberalismo sexual” que lucha por el derecho de las minorías ni el “reaccionarismo sexual” que quiere restaurar arcaísmos regresivos –patriarcado, homofobia, represión sexual- podrían ser respuestas satisfactorias para un feminismo que cuestiona “el binarismo de género y la heteronormatividad sancionados por el Estado”. La primera opción normaliza formas de la sexualidad en una zona ampliada de regulación estatal que fomenta el individualismo consumista, a partir del desarrollo de un nicho de mercado para los disidentes sexuales. Aunque esta diversidad sexual es producto de luchas sociales valiosas, siempre corre la amenaza de ser comercializada en un mercado neoliberal del sexo, sin atajar las agresiones que el colectivo LGTBQ+ sufre regularmente, al persistir la discriminación social y la falta de reconocimiento simbólico del que es objeto. Las “nuevas libertades sexuales” constituyen un privilegio para quienes pueden ponerlas en práctica, mientras que la mayoría es privada por no acceder a las condiciones sociales y materiales para el desarrollo de esas libertades. El reaccionarismo sexual, por su parte, resucita el tradicionalismo como reacción al capitalismo, para exigir nuevas prohibiciones y restablecer roles de género acordes a presuntos mandamientos divinos o inveterados. Para las autoras, se trata de luchar por liberar la sexualidad no solo de la procreación y la familia normativa sino de las restricciones de género, clase y raza que impone el estatismo y el consumismo.

8. El capitalismo nace de la violencia racista y colonial y un feminismo mayoritario debe oponerse a esa violencia. Las autoras abogan por un feminismo que tome partido contra el suprematismo blanco-europeo, asumiendo cierta ambigüedad histórica del movimiento que desemboca en ocasiones en la defensa por parte de prominentes feministas de políticas antimusulmanas.  “Al abstraer el género de la raza (y de la clase) han priorizado la necesidad de «la mujer» de escapar de la domesticidad y «salir a trabajar» -¡como si todas fuéramos amas de casa de clase media urbanas!-“. En vez de negar esa historia, las autoras apuestan por una ruptura política con respecto una sociedad racista, capitalista e imperialista, en tanto condición de liberación de las mujeres. Ninguna liberación es posible si persiste la opresión racial, como ocurre con miles de mujeres racializadas que padecen la precariedad laboral y la privación de derechos. En vez de plantear la “sororidad” como algo dado, se trata de construir solidaridades políticas entre mujeres que padecen de formas diferentes la opresión de género.

9. El feminismo mayoritario debe ser ecosocialista. Ante la actual crisis ecológica, producto de la apropiación sistémica que se hace de la naturaleza, se trata de confrontar con el “capitalismo verde” del neoliberalismo, que se despreocupa del futuro colectivo y condena a millones de personas del Sur global a abandonar sus hogares por razones climáticas. Paradójicamente, el capitalismo destruye la naturaleza que es condición de vida y de su propia reproducción.

10. El capitalismo es incompatible con la democracia y la paz. La crisis actual, de carácter político, paraliza a los estados obstaculizados por las finanzas globales y el mecanismo extractivo de la deuda soberana. Los problemas acuciantes de la mayoría, de interés público, son relegados y los gobiernos, presos del poder corporativo, son vistos por la ciudadanía como “esclavos del capital”. Amplias franjas de la vida social se sitúan así fuera del control democrático, provocando una desprotección política de la mayor parte de la población mundial. “Según parece, las aspiraciones democráticas de miles de millones de personas en el Sur global ni siquiera merecen ser tenidas en cuenta. Pueden sin más ser ignoradas o brutalmente reprimidas”. Si el capitalismo es estructuralmente incompatible con la democracia, la solución no es instalar más mujeres en los reductos de poder (incluyendo el de hacer el trabajo sucio de bombardear otros países, sostener regímenes de apartheid, respaldar intervenciones neocoloniales o ajustes estructurales) sino de cambiar el sistema que imposibilita la igualdad real.

11. El feminismo para el 99% llama a todos los movimientos radicales a unirse en una insurrección común anticapitalista. En vez de aislarse, se tata de trazar puentes con otros movimientos de resistencia. Aquellos que luchan contra el cambio climático, la explotación laboral, el racismo institucional o los desahucios. “Esas luchas son nuestras luchas, parte integrante de la lucha por desmantelar el capitalismo, sin la cual no puede haber final para la opresión de género y sexual”. Unir fuerzas, pues, con ecologistas, antirracistas, antiimperialistas, el colectivo LGTBQ+, sindicatos y, en general, las corrientes anticapitalistas de izquierda que defienden el 99%. En suma, se trata de replantearse quiénes son aliados y enemigos de las luchas feministas mayoritarias, asumiendo la necesidad del reconocimiento recíproco de las diferencias relevantes presentes entre las propias mujeres y ahondando en el objetivo de una “insurrección global de amplia base”.

El capitalismo en la mira

Según las autoras, el capitalismo en tanto “fundamento último de la sociedad moderna”, exige recuperar y ampliar los movimientos emancipadores en nuestro tiempo y no meramente rendirse ante una corriente liberal dominante que se limita a demandar el avance meritocrático de unas cuantas.

En vez de una variante “progresista” del neoliberalismo, la alternativa propuesta es la de un feminismo genuinamente mayoritario que reoriente las luchas en un momento de confusión política. “Prácticamente nadie -con la excepción parcial del 1%- se libra de los impactos de las perturbaciones políticas, la precariedad económica y el agotamiento socio-reproductivo. Y el cambio climático, por supuesto, amenaza con destruir cualquier tipo de vida en el planeta”. Ninguno de estos problemas graves puede ser resuelto al margen de los otros.

Si por una parte el capital requiere del trabajo socio-reproductivo -generalmente no remunerado y sostenido mayoritariamente por mujeres- para mantener la fuerza laboral, por otra parte, esconde (y reniega de) dicho trabajo como condición de su posibilidad. Mientras que el capital se esfuerza en aumentar sus beneficios, las clases trabajadoras se esfuerzan más bien para llevar una vida digna. Esa vida digna no se reduce a mejoras laborales sino que incluye luchas diferentes por la salud, el agua, la vivienda, la salud o la educación. El objetivo de las luchas reproductivas, así, es establecer la primacía del “hacer personas” por encima del “hacer beneficios”.

En síntesis, mientras el neoliberalismo se limita a reclutar mujeres para el trabajo asalariado, bloquea cualquier posibilidad liberadora para las mujeres, incluyendo aquellas racializadas y migrantes que asumen en condiciones precarias el trabajo de los cuidados. “Lo que se presenta como emancipación es en realidad un sistema intensificado de explotación y expropiación”. Semejante trabajo favorece la vulnerabilidad ante el abuso y el acoso, facilitada a su vez por el deterioro de los servicios sociales públicos. En vez de un feminismo “huérfano de aspiraciones utópicas y revolucionarias”, se trata de analizar -tal como ha enseñado el feminismo negro- la intersección entre explotación de clase, racismo y opresión de género, así como las nuevas teorías queer que muestran los lazos entre capitalismo y la reificación de las identidades sexuales.

Ante esta realidad, por lo demás, tampoco caben viejas fórmulas que apelan a un reduccionismo de clase. Antes bien, se trata de pensar la clase como una cuestión entrelazada al género y a la raza, propiciando un universalismo concreto capaz de incluir la multiplicidad de luchas de “los de abajo”. Promover alianzas supone así tomarse en serio nuestras diferencias. Eso conduce a un feminismo abierto a la transformación y al cuestionamiento, afirmándose a través de la solidaridad. “El feminismo para el 99 % es un feminismo impacientemente anticapitalista, un feminismo nunca satisfecho con equivalencias si no tenemos igualdad, nunca satisfecho con derechos legales si no tenemos justicia, y nunca satisfecho con la democracia si la libertad del individuo no se mide de acuerdo con la libertad de todos”.

Un debate abierto

Manifiesto de un feminismo para el 99% ahonda en un debate abierto desde hace décadas; a saber, la posición que el feminismo debe ocupar dentro de los movimientos emancipatorios y, en particular, el tipo de feminismo que cabe reivindicar en una sociedad dividida no solo por antagonismos de género sino también por conflictos de clase, raza o sexualidad (entre otros). Como tal, constituye una iniciativa valiosa para reflexionar con respecto a la direccionalidad política que está asumiendo este movimiento plural.

A pesar de ello, a mi entender, la propia forma-manifiesto no resulta especialmente eficaz en este caso, en parte porque se extiende demasiado y en parte porque, pese a su extensión, no desentraña algunos nudos de reflexión que requerirían desarrollos conceptuales mucho más detenidos, como es la propia relación entre feminismo e izquierda o entre feminismo y antirracismo. Las alusiones al respecto, en este sentido, resultan insuficientes y sería preciso un trabajo más pormenorizado que permita una comprensión amplia de las problemáticas en juego. Una versión menos explicativa y más condensada del Manifiesto… facilitaría su apropiación por parte de diferentes colectivos sociales, permitiendo centrarse en los ejes de lucha más relevantes (sin que ello excluya la posibilidad de profundizar en cada eje a partir de la remisión a otras fuentes bibliográficas).

Asimismo, el amplio alcance teórico y político que Arruzza, Bhattacharya y Fraser hacen de la propia noción de «feminismo» termina desdibujando en parte su significado. Una cosa es abogar por un feminismo anticolonial y anticapitalista y otra suponer, como hacen las autoras en determinados pasajes, que dicha noción permite subsumir estas otras orientaciones portadoras de una historia relativamente independiente. La interseccionalidad del planteamiento, en este punto, corre el riesgo de diluir especificidades ideológicas y políticas de diferentes movimientos que, ciertamente, tienen en común su voluntad transformadora.

Sin embargo, ¿en qué sentido podrían subsumirse dentro de la categoría de feminismo ejes ligados a la clase, la raza/etnia o las propias luchas ecológicas? Inversamente, ¿no invisibilizan las autoras las especificidades de las luchas feministas, centradas prioritariamente en revocar las desigualdades de género y en abolir el hetero-patriarcado? ¿Hasta qué punto resulta plausible nombrar las múltiples formas de desigualdad y opresión del presente bajo un significante totalizador? Si bien las jerarquías de clase, raza y género están interrelacionadas, el alcance omnicomprensivo que las autoras dan, alternativamente, al concepto de «feminismo» y al concepto de «capitalismo» como “fundamento último de la sociedad moderna”, podría hacernos suponer, de forma errónea, que derrotando el capitalismo automáticamente quedarían abolidos los otros ejes de opresión. Una alternativa plausible bien podría ser la referencia al sistema-mundo como una trama compleja que implica el despliegue simultáneo de una estructura capitalista/patriarcal y moderno/colonial. Semejante referencia permitiría la inclusión de nuestras luchas diferenciadas y complementarias en un mismo horizonte altermundista capaz de nuclear las añoranzas por una sociedad emancipada (feminista, anticolonial y ecosocialista).

A pesar de estos diferentes énfasis y matices, el Manifiesto… constituye una herramienta ineludible para pensar y ampliar las luchas sociales en las que participamos, religando dimensiones de nuestra existencia social que otros discursos se empecinan en nombrar de forma separada y descontextualizada, dificultando el mutuo reconocimiento de movimientos con vocación de cambio.

En cualquier caso, libros así favorecen la articulación política de diferentes movimientos sociales, sin renunciar al debate intelectual como condición necesaria para consolidar nuestras luchas. Más que nunca, urgen textos que permitan ahondar en una teoría crítica del presente como prerrequisito de una práctica transformadoraPara quien se reconozca en esa búsqueda, este manifiesto podría ser un excelente recordatorio de los enormes desafíos políticos que tenemos por delante.

Fuente: https://www.tendencias21.net/Un-discernimiento-necesario-Manifiesto-de-un-feminismo-para-el-99_a45256.html

 

 

Comparte este contenido:

Colombia: El aborto es mi derecho, la maternidad mi decisión

Por: nytimes.com/22-05-2019

 

Los pañuelos verdes han sido un símbolo de la legalización del aborto en América Latina.CreditNatacha Pisarenko/Associated Press

MEDELLÍN — La semana pasada, veinticinco hombres del senado del estado de Alabama en Estados Unidos aprobaron una ley contra el aborto que solo lo permite si corre peligro la vida de la madre. El mismo día, la actriz estadounidense Busy Philipps escribió en su cuenta de Twitter: “Una de cada cuatro mujeres ha tenido un aborto. Muchas personas piensan que no conocen a alguien que lo haya hecho, pero #YouKnowMe (#TúMeConoces). Así que hagamos esto: si también eres una de cada cuatro, compartámoslo y ayudemos a terminar con la vergüenza”.

Pues bien, tú me conoces. En Colombia, abortar arrastra la doble carga de ser estigma social y delito. Pero a los 20 años me embaracé y decidí que no estaba preparada para ser madre. Una amiga me puso en contacto con una ginecóloga de confianza, quien me recomendó misoprostol (que en mi país se consigue bajo el nombre de Cytotec). Y, entonces, interrumpí mi embarazo

Hace nueve años quedé embarazada por segunda vez pero, a diferencia de aquel momento, estaba preparada. Creo en la maternidad como una elección, no como condena. Es la perspectiva que urge considerar en Colombia y en América Latina. Y es la que nos haría ver con más claridad que el verdadero crimen es obligar a una niña a parir, como ocurrió en Argentina recientemente: una niña de 11 años fue forzada a parir.

Uno de los mayores fracasos de salud pública en mi país y en América Latina tiene su origen en la idea de la maternidad como mandato social y no como elección. Esa manera de definir la maternidad —tan arraigada en nuestra parte del mundo— alimenta la lógica perversa de que es posible legislar sobre nuestro cuerpo. Más del 90 por ciento de las mujeres latinoamericanas vivimos en países que restringen la interrupción del embarazo. Y, como consecuencia, cerca de novecientas mujeres mueren al año debido a abortos inseguros en la región.

Cuento mi historia porque creo que puede ayudar a impulsar un cambio cultural respecto a la manera en la que concebimos la maternidad: no todas las mujeres quieren ser madres ni todos los momentos o circunstancias son los más adecuados para serlo. Entender esto es fundamental; elegir es nuestro derecho.

Los recuerdos de ese día son imprecisos: los de un tiempo muerto en penumbra, intentando mantener la calma en silencio y abrumada por el peso de lo que estaba transitando. A la mañana siguiente, por indicación de la ginecóloga, me fui a la sala de urgencias, donde no podía dar indicios del medicamento. Decidieron hacerme un curetaje para cerciorarse de que el “aborto espontáneo” estaba completo. Unas horas después me dieron salida. Estaba exhausta y descolocada. Mi cuerpo atravesó toda una revolución hormonal desconocida, tuve momentos de angustia, de tristeza, era el vacío taladrando mi cabeza todavía inmadura. Poco a poco los días fueron ordenándose y mi organismo se restableció en una inmensa sensación de alivio. Nunca tuve culpa.

Hay seis países de América Latina, como El Salvador, en donde no solo está prohibido abortar, sino que es un delito por el que más de una decena de mujeres está cumpliendo sentencias de hasta treinta años. En Colombia, el aborto es legal en tres circunstancias desde 2006: en caso de violación; cuando se compromete la salud (física o mental) de la mujer, y cuando hay malformación fetal. Es sin duda un avance, pero no es suficiente: se calcula que cada año se realizan cerca de 400.000 abortos clandestinos, de ellos, 93.000 terminan con complicaciones que requieren de atención médica y cada año mueren alrededor de setenta mujeres a causa de procedimientos inseguros. Se trata de muertes que se podrían evitar si se legaliza el aborto en todas las circunstancias, como en Uruguay, Puerto Rico o Cuba. Cuando las consecuencias de abortos inseguros son la tercera causa de mortalidad materna, como sucede en Colombia, es imposible no ver que es un problema de salud pública.

Pese a la evidencia de que prohibir el aborto no hace que haya menos abortos (pero sí más muertes de mujeres), aún algunos sectores insisten en poner en riesgo los avances conseguidos. El año pasado, se presentó una propuesta en la Corte Constitucional que buscaba limitar aún más las condiciones para abortar (se quería reducir el número de semanas permitidas para hacerlo). Pero en redes sociales hubo una reacción masiva en su contra que circuló con la etiqueta o hashtag #CorteNoLimiteElAborto y la iniciativa finalmente no prosperó. Estos días la etiqueta #TúMeConoces vuelve a ser una manera de defender el derecho sobre nuestro cuerpo, pero también una manera de iniciar ese cambio cultural que necesitamos: abortar no es un tabú, la maternidad es una elección.

Una mujer y su hija usan pañuelos verdes en una marcha a favor de la legalización del aborto en Argentina. CreditEitan Abramovich/Agence France-Presse — Getty Images

En mi caso, tuve suerte. Cuando aborté tenía un seguro de salud prepago que resultó útil para terminar con eficacia el proceso. Yo no tuve que ir a rogarle a nadie para hacerlo, no gasté una fortuna, no estuve en algún consultorio clandestino dudoso, no arriesgué mi vida y no tuve complicaciones. Aun así, la experiencia me transformó en maneras que apenas hoy puedo vislumbrar: abortar me ayudó a convertirme en una mujer más consciente, me sacó de mis tiempos de frivolidad y entendí el paquete completo de lo que significa ser mujer. Comprendí la importancia de decidir sobre mi cuerpo y me liberó del estigma cultural que cargamos acerca de la idea que impera sobre la maternidad.

Es crucial deshacernos de los prejuicios sobre el significado de ser mujeres y ser madres en América Latina. Es correcto y no una razón de vergüenza que una mujer pueda abortar cuando la maternidad no es una opción adecuada para su proyecto de vida. La maternidad elegida y el aborto como derecho pleno son herramientas de equidad y de salud.

Abortar en Colombia todavía está estipulado como delito en el Código Penal y las mujeres que provoquen su aborto o permitan que lo realicen por ellas podrían enfrentar una pena de hasta tres años de prisión. Las voces más autorizadas están de acuerdo con que es necesario dar el paso a la despenalización total y de la importancia de que el proceso vaya acompañado de una buena educación sexual.

Está demostrado que el número de abortos ha disminuido en los países en los que se despenaliza, seguido de políticas educativas y preventivas. Es el caso de Uruguay, que es el país con la tasa más baja de mortalidad maternade América Latina. Colombia y el resto de nuestros países pueden seguir ese ejemplo si resignificamos la maternidad como un deseo y no como una imposición.

Fuente de la información: https://www.nytimes.com/es/2019/05/20/aborto-colombia/

Comparte este contenido:

Infografía de OVE: Un panorama general de las publicaciones sobre sexualidades

Por: equipo de Otras Voces en Educación/mayo-2019

Presentamos un panorama general de las publicaciones sobre sexualidades divulgadas durante el primer trimestres del 2019.

Donde resaltamos los siguientes datos y temas:

1º Educación integral de las sexualidades: 

El 33,79% de los textos publicados dan cuenta de la necesidad de salir de los modelos biologicistas y morales, para avanzar hacia el abordaje integral de las sexualidades.

2º Sobre los medios en la educación de las sexualidades:

El 10,29% de los textos publicados  abordan el papel que los medios tienen en la educación de las sexualidades. Resaltan el lugar del internet como medio para educar, la influencia de la pornografía y la industria cultural.

3º El feminismo:

8,72% de los textos publicados visibilizan las luchas feministas por la creación de un mundo mejor tanto para las mujeres como para los hombres.

4º Sexualidad y Discapacidad 

3,27 de las publicaciones abordan aspectos de educación de las sexualidades en personas con discapacidad. resaltan la guía «Apuntes sobre la sexualidad y discapacidad en el entorno escolar.

5º La diversidad sexual 

20,71% de las notas publicadas refieren a los avances mundiales en el abordaje de la diversidad sexual en las escuelas y en la sociedad en general. Resaltan la penalización de la homosexualidad en India y Angola, la aprobación de políticas educativas que contemplala diversidad sexual en Perú, Canada, India, Angola, Francia, Reino Unido y Escocia.

6º Violencia de género:

15,26% de los texto publicados denuncian practicas patriarcales, que alrededor del mundo siguen oprimiendo a niñas y mujeres en el siglo XXI.

7º Contramarchas y controversias

10,06% de los textos dan muestra de posiciones que rechazan los avances para abordar en las escuelas la sexualidad como otra dimensión mas de la vida del ser humano.

8º El gran tema ausente:

La formacion docente para educar en las sexualidades.

Descargar:   infografia

Comparte este contenido:

La historia de las mujeres a un lado, en medio, ‘la historia’

Por: Elena Simón

Las mujeres estamos aún en el primer estadío de la democracia: el del derecho al voto, a la voz y a la representación política, pero muy lejos de la influencia y el prestigio necesarios para que las propuestas propias, en las que la vida se ponga en el centro, lleguen a buen puerto.

Me interesa hablar y aprender de Historia, porque es una disciplina que está siendo arrinconada como casi inútil y suplantada por discursos varios que abogan por mirar hacia adelante y sólo hacia adelante, ni siquiera al presente. Pero la cultura milenarísima humana no es sólo futuro (porque estaría por ver), ni presente (porque aún no se ve bien lo que está ocurriendo). La Historia también fue sociología y antropología, cuando sólo se podía describir lo que se estaba viendo. Nuestra cultura de la inmediatez y de las falsas noticias, prejuicios recurrentes y trending topic no nos deja mirar de dónde venimos y ofusca la memoria confundiéndonos a diario entre lo vivido, lo escuchado, lo leído o lo narrado, hasta el punto de desubicarnos de nuestra propia realidad.

Ya sé que todo esto se debe en gran parte al tráfico infernal de noticias, datos, sucesos, comentarios y opiniones. Y a la predisposición masiva para dejar de mirar en direcciones divergentes a las de los discursos oficiales y machacones.
Realizo estas consideraciones previas para enmarcar la cuestión que quiero tratar: la ausencia de conocimientos y datos contrastados sobre la historia política de las mujeres y sus consecuencias. La historia política de las mujeres está casi por escribir, puesto que de la consecución de los derechos políticos no se ha derivado una historia diferente, ignorada hasta ahora.

Como estamos en época electoral intensiva, no está de más que reflexionemos sobre los derechos políticos de las mujeres en los sistemas democráticos y sus consecuencias. Los derechos políticos empezaron por el sufragio, tanto pasivo (poder ser electas) como activo (poder ser electoras). La política tenía una herencia patriarcal indiscutible desde los tiempos más remotos: los hombres dominantes de cada tiempo y lugar, legislaban, juzgaban y ejecutaban acciones para el resto y, casi siempre, en su propio beneficio. El bien común fue siempre la portada presentable de la Política, pero ahora también es así.

El reparto o redistribución de bienes materiales e inmateriales entre el conjunto de la población es relativamente reciente, no tiene aún ni siquiera un siglo. El reparto de bienes y la oferta de servicios públicos es fruto del ascenso de las clases no dominantes a los derechos de ciudadanía. Pero en esta redistribución (muy desigual, por cierto, y arrancada a duras penas) no sólo influyó la clase sino el género, las razas y el origen de las personas. Los parlamentos no han representado proporcionalmente las diversidades humanas, pues están en gran parte copados por personas que ostentan caracteres hegemónicos. Aunque parezca un tópico: varones heterosexuales, urbanos, de la raza dominante, con estudios.

Mirando un poquito hacia atrás y un poquito al presente, las cosas han cambiado poco. Vemos a mujeres en los escaños ( por precepto de ley), pero las vemos también en segundos planos, subsidiarias, “segundo sexo”. Parecen fastidiosas, inoportunas, con pocas habilidades políticas, con discursos aprendidos de sus hombres y repetitivos. Las mujeres en número suficiente tendrían que haber cambiado las políticas del bien común, tendrían que haber conseguido poner en el centro a las personas, a ellas mismas.

Pero seguimos sin tener la influencia y el respeto necesarios para hacernos oir con voz propia, tanto en el interior como en el exterior de los partidos. La voz de mujer agrada cuando es aduladora y apoya las acciones masculinas, cuando es dulce y amorosa, pero no si es asertiva, exigente, reivindicativa y contundente. Entonces sobra.

Sé que a muchas mujeres de los partidos les encomiendan la redacción de las partes blandas de los programas electorales: igualdad, dependencia, servicios sociales, juventud, educación, salud. Todo aquello de lo que se les considera experimentadas y se supone que harán tan bien como en sus casas. También les encomiendan luego los departamentos correspondientes, que han de gestionar con los pocos recursos que los hombres deciden que haya para estos asuntos menores. Como en las casas: administrar lo que se otorga por parte de los hombres, que no tienen tiempo de descender a esas minucias tan minuciosas y poco llamativas. En el mejor de los casos un agradecimiento de compromiso y postureo. Igual que cuando algún hombre ilustre del campo de la literatura, la ciencia o las artes, nombra en público a su mujer como impresciendible para su brillo y fama.

Las mujeres estamos aún en el primer estadío de la democracia: el del derecho al voto, a la voz y a la representación política, pero muy lejos de la influencia y el prestigio necesarios para que las propuestas propias, en las que la vida se ponga en el centro, lleguen a buen puerto.

La política está apenas tocada de feminismo y sí calada hasta la médula de androcentrismo y misoginia.
Como alternativa de presente y futuro: ¿Ponemos la historia de las mujeres en el centro?

Fuente: https://eldiariodelaeducacion.com/blog/2019/04/30/la-historia-de-las-mujeres-a-un-lado-en-medio-la-historia/

Comparte este contenido:

Campaña electoral: ¿dónde está el feminismo?

Por: Lidia Falcón
Sobre el contenido feminista en las agendas electorales de los partidos en España

Cuando la campaña electoral ha llegado a su ecuador podemos comprobar que las reivindicaciones más emblemáticas del feminismo no aparecen ni en los programas ni en los mítines ni en las entrevistas ni en las declaraciones de los candidatos. Todos hombres en la cabeza de las listas. Pero tampoco de las mujeres que en papeles secundarios protagonizan algunos debates. Dejando aparte a las del PP, de cuyo nombre no quiero acordarme, que espero que no reciban ni el aplauso ni el voto de las mujeres,  tampoco ninguna de las otras formaciones se merece el aprobado en el examen de feminismo.

Si alguna línea roja no puede franquearse por la izquierda, ni en su análisis teórico ni en su aplicación práctica, es la permisividad ni la legalidad de la prostitución. No solamente porque representa la explotación y la máxima humillación para una persona -la inmensa mayoría de las que están sometidas a semejante esclavitud son mujeres-  sino porque degrada a toda la clase femenina, pervierte a los hombres que la demandan y envilece a la sociedad. Una sociedad que considera que el hecho de ser mujer la convierte en un ser destinado a complacer las pulsiones sexuales de los hombres, sean cuales sean estos y cómo las demanden, es una sociedad degenerada. Aceptando la prostitución como actividad profesional normal aceptamos que todas nosotras podemos ejercerla. Y los hombres asumen que pueden prostituirnos a todas.

No es ninguna novedad. Aquellas que claman por legalizar la prostitución, como si de un gran avance moderno se tratara, están reproduciendo las normas y la defensa de esa explotación que teorizaba Santo Tomás de Aquino en el siglo XIII. Pero ocho siglos más tarde nuestra declaración de Derechos Humanos de 1948, alcanzada después de terribles experiencias de torturas, guerras y expolios, consagra la prohibición de someter a ninguna persona a tortura o trato degradante o humillante. Que es exactamente lo que sufre la mujer que tiene que someterse a los caprichos sexuales del prostituidor, por una miserable paga.

En el siglo XX, nuestra II República aprobó la abolición de la prostitución. En el siglo XXI, la prostitución en España es una de las mayores lacras. Con unos partidos políticos que están contemplando legalizarla. Medio millón de mujeres son traficadas en nuestro territorio por las mafias de la prostitución, que incluso se han organizado en asociaciones legales, ante la pasividad o la complacencia de los gobiernos que se han sucedido y de políticos que se compenetran con los prostituidores y que llevan en su programa electoral la legalización;  y lo que es más penoso, de asociaciones de mujeres que fingen ser feministas y que están al servicio de los proxenetas.

En Barcelona, paraíso de puteros de toda laya, se ha llegado a la infamia de permitir y financiar la que llaman “Escuela de Prostitución”, que da cursos para iniciar en tal actividad a las novatas que en busca de algún trabajo remunerado “escojan” esta profesión como aceptable alternativa a la de ser peluquera o modista.

Y en la híspida campaña electoral que estamos observando este tema no ocupa ni un minuto de los debates televisados ni de los discursos, entrevistas y propaganda. Considerando que no tiene importancia para una sociedad embrutecida que acepta indiferente o complaciente que su país sea el de Europa que más demanda prostitución, con tres millones de hombres que consumen ese comercio venal diariamente, ni siquiera los partidos políticos de izquierda, ni sus representantes femeninas están haciendo bandera de la abolición. Según sus cálculos, como las mujeres prostituidas no suelen votar y las feministas no debemos contar suficientemente para ellos, mientras los puteros pueden ser buenos apoyos, los candidatos ni mencionan el tema.

Por supuesto, ninguno de nuestros futuros gobernantes tiene en cuenta la necesidad de prohibir la pornografía, que hoy no está recluida en aquellos destartalados cines X de la Transición para satisfacción de unos cuantos masturbadores tarados, sino que a través de Internet se ha convertido en la escuela de sexualidad de los adolescentes de toda clase y condición, a los que se enseña a maltratar y violar mujeres como manera de satisfacer su líbido.

A la milenaria explotación de la prostitución se une la moderna de los vientres de alquiler. Ya sabemos que producir niños en el útero de mujeres para arrebatárselos después es práctica antigua del Patriarcado. Desde Abraham y Sara los hombres han violado, raptado, comprado y casado con mujeres para fabricarse descendientes. Conducta que ha relatado con mucho ingenio Margaret Atwood, escritora canadiense, en la distopía  El Cuento de la Criada, puesta de moda nuevamente en la serie televisiva. Pero los descubrimientos y avances científicos modernos permiten que semejante práctica convierta hoy en gran negocio, a escala internacional, la inseminación de mujeres, naturalmente pobres, para obtener niños a la carta que compran hombres ricos.

Este infame comercio, que se ha extendido a diversos países, está intentando instalarse legalmente en España, que todavía tiene algunos remilgos en aceptarlo. Aprobar una modificación del Código Penal que convierta en delito semejante actuación y en delincuentes a todos los que estén involucrados en ella, es una necesidad imperiosa antes de que se extienda esta práctica y además nos veamos obligados a admitir a los desgraciados bebés venidos al mundo en semejantes condiciones. Y tampoco oigo los planes de los candidatos de izquierda para imponer con contundencia las medidas legales precisas que lo penalicen e inmediatamente prohíban celebrar esas infames ferias anuales en la que se permite que perversos clientes alquilen desgraciadas muchachas, en cualquier parte del mundo. Por el contrario, los planes de la derecha están clarísimos, si gobiernan instalarán rápidamente ese comercio en nuestro país

Pero no sólo el decisivo tema de la prostitución no tiene espacio en los planes de los próximos gobernantes, ni siquiera la violencia contra la mujer que suma más de cien víctimas de feminicidos cada año en nuestro país, donde se presentan ciento cincuenta mil denuncias por maltrato cada año, donde se contabiliza una denuncia por violación cada 8 horas y son innumerables las víctimas que sufren acoso sexual en el trabajo, en la calle, en la casa, ha tenido protagonismo en la propaganda electoral. Ni se plantea la modificación imprescindible de la obsoleta Ley de Violencia de Género que nos rige, mientras los asesinatos de mujeres se suceden día tras día y no concitan en nuestros futuros gobernantes, ni hombres ni mujeres, la suficiente compasión para que acudan a sus entierros. Algunas prometen aplicar el Pacto de Estado que proponía destinar unos millones a pagar indemnizaciones y subvenciones a las víctimas. Lo que no se propone nadie es que no haya víctimas. 

En el capítulo de las diferencias salariales y de las explotaciones laborales que padecen las trabajadoras con total impunidad de las empresas, nadie dice que es imposible atajar semejante situación propia del siglo XIX cuando solo disponemos de 1.000 inspectores y 2.000 subinspectores de trabajo en toda España. Los ahorros que se han llevado a cabo en el funcionariado público ha convertido nuestro Estado en cuasi medieval. Ni protección para las víctimas de violencia machista porque no hay suficientes policías ni juzgados ni forenses ni trabajadoras sociales. Ni vigilancia de los desmanes de la patronal porque no hay bastantes inspectores. Ni formación en feminismo de todos los cuerpos policiales,  judiciales y sanitarios porque no existen las escuelas y los profesionales que deberían impartirla. Ni entra en los planes educativos la asignatura de Ciudadanía, que debería ser feminista, no solo por la oposición tiránica de la derecha sino porque tampoco la izquierda que nos ha gobernado hasta ahora lo ha impuesto con la contundencia que merece.

¿Dónde está entonces el programa feminista?

Fuente: https://blogs.publico.es/lidia-falcon/2019/04/19/campana-electoral-donde-esta-el-feminismo/

Comparte este contenido:
Page 30 of 58
1 28 29 30 31 32 58