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Pakistán necesita feminismo inclusivo.

En conjunto, las feministas masculinos y femeninos se puede superar el monstruo del patriarcado que se alimenta de las costumbres, la interpretación restrictiva de la religión y la falta de educación de calidad entre hembras y machos.

Asia/Pakistán/29.04.2016/Autor:Inamullah Marwat/Fuente:http://dailytimes.com.pk/

A pesar de la ola de empoderamiento de la mujer había estado librando durante mucho tiempo se ha creado un hueco en la historia del mundo definido por el patriarcado en el siglo 19 en el nombre de «feminismo» cuando las mujeres el derecho al voto en el Oeste por primera vez. A partir de entonces, el feminismo no mirar hacia atrás. Y a pesar de su viaje a lo largo del camino de la capacitación de las mujeres se mantuvo como un paseo a través de un camino lleno de baches, que entró en el siglo 21 con una explosión, y ahora empoderamiento de la mujer se ha convertido en una de las palabras de moda del siglo 21. Problemas que enfrentan las mujeres no son más mujeres exclusiva, reflectantes de un cambio en los grupos de reflexión a nivel mundial para la capacitación de las mujeres de «mujer y desarrollo enfoque ‘desarrollada en 1970 para el» género y desarrollo «en la década de 1990. Problemas que enfrentan las mujeres debido a su impacto en la sociedad en general, han sido reclutados en la lista de objetivos de desarrollo del Milenio, sustituido ahora por objetivos de desarrollo sostenible, las metas para el cumplimiento de lo que la ONU está guiando la comunidad de naciones a través de su plataforma.

El feminismo invocado en Occidente durante el siglo 19 tenía que ver con todos los estados coloniales que Occidente gobernaba. Inspirado en el oeste, los estados coloniales, después del post-independencia, la comprensión teórica prestado requerido para capacitación de las mujeres, y lo hizo parte de su infraestructura social, jurídica y económica y ética. El West hizo las paces con la capacitación de las mujeres en su entorno plural, de reflexión de diferentes tonos de feminismo invocado en tres olas del feminismo por mujeres activistas en Occidente. Sin embargo, los estados coloniales cuando se enfrentan al reto de dar cabida a los ideales occidentales en su entorno conservador, después de seguir ciegamente los ideales occidentales de la modernidad, no llegaron a un acuerdo con los ideales de la modernidad, considerándolos como algo que podría degradar desde sus raíces nativas, y por lo tanto los estados post-coloniales dejan que sus sociedades para ahondar en un estado de inercia. En el contexto de la globalización, donde la avalancha de información se encuentra en cantidad asombrosa de hacer sociedades estados su camino a la post-coloniales, la confusión por parte de los estados post-coloniales para hacer frente al dilema de cómo mantenerse a flote con la modernidad occidental manteniendo intacta la propia nativismo ha convertido sociedades estados post-coloniales en una doble personalidad, parte de la cual está definida por señuelo hacia el nativismo mientras que otra parte se define por el secularismo. El dilema de los Estados poscoloniales sobre cómo hacer frente a la modernidad occidental se resume en la trayectoria del feminismo en Pakistán, una colonia británica que obtuvo su independencia el 14 de agosto, 1947.

La verdadera lucha por el feminismo, inspirado en el Oeste, surgió en 1980 cuando Pakistán estaba bajo el golpe militar de su tercer dictador militar, el general Zia-ul-Haq, cuya versión en sentido estricto del Islam sunita define la política de estado que resultó antagonista hacia las mujeres en Pakistán. el régimen del general Zia dio a luz a una versión particular del feminismo, conocido como el feminismo islámico, que es dividen además en las feministas islámicas radicales y feministas islámicas modernas, con el primero que cubrían el último. Por lo tanto feministas seculares más inspirados de las olas del feminismo occidental se enfrentaron contra el feminismo islámico. El feminismo en Pakistán, ya que el régimen de Zia, se ha convertido en presa de este debate acerca de si el feminismo debe ser promovido en Pakistán a través de los valores seculares o valores islámicos. Cada uno ha conseguido una versión particular de capacitación de las mujeres en Pakistán.

feministas islámicas modernas como Riffat Hussain, Amina Wadud y Asma Barlas tratan de promover los derechos de la mujer mediante la redefinición de puntos de vista islámicos y se centra en las leyes-hembra centrada en el Islam ofrece.Esta forma de apelaciones feminismo en gran medida a la parte baja de capas medias, media y alta de la sociedad que se ve a la religión en busca de respuestas. feministas seculares como Shahnaz Rouse, Fouzia Saeed y Bina Shah consideran el feminismo como una extensión de los derechos humanos básicos, independientemente de las connotaciones religiosas. Estas mujeres están etiquetados como protagonistas de Occidente.

El feminismo en Pakistán se considera exclusivamente dominio de las mujeres. Hasta el momento, las conferencias que he asistido en el que las sesiones mantenidas en reserva para el debate sobre cuestiones de género son eclipsados con los altavoces de panel de huésped femenina. Mientras estaba trabajando en la tesis con respecto a las mujeres potenciación titulado «Papel de la Mujer en el Desarrollo Económico de Pakistán: un estudio de caso de Khyber Pukthunkhwa» como parte de mi tesis de licenciatura con honores en la University College Gobierno, Lahore, he descubierto un nuevo patrón entre ambos compañeros de clase femeninos con respecto al feminismo y masculinos.Tenían la dualidad en su enfoque hacia el feminismo. Lo que parecía a mí era que los estudiantes y profesores se suscriben a la capacitación de las mujeres desde la perspectiva académica, pero muy adentro, la mayoría de ellos tenían puntos de vista misóginos. Esto fue lo que he observado desde puntos de vista de los estudiantes durante los círculos de estudio que iba a moderar en forma semanal en la universidad. No sólo entre los hombres, sino también en las mujeres la complacencia con el status quo es palpable.

En el ámbito académico, casi en cualquier lugar hay discusiones críticas que tienen lugar en el que los machos pueden ser educados acerca de los problemas femeninos y viceversa.

Recuerdo cuando asistí a los Jóvenes Líderes de Conferencias en Karachi llevadas a cabo por la Escuela de Liderazgo, Karachi, en el que en un grupo, que comprende tanto los machos como las hembras, habían asignado una tarea de preparar una presentación sobre cómo podrían ser los problemas de salud que enfrentan las mujeres reducida, y para que nosotros, hombres y mujeres, fueron segregados para la discusión sobre el tema. En pocas palabras, los graduados, incluso después de completar 16 años de educación, llevan los estereotipos de género en sus mentes. Su comprensión, especialmente los varones, del sexo opuesto, se define por su estrecha comprensión de la masculinidad tanto de la sociedad y el mundo académico, lo que me lleva a las palabras del novelista nigeriana, Chimamanda Ngozi Adichie, «Nos sofocar la humanidad de los niños. Definimos la masculinidad en formas muy estrechas. La masculinidad es dura, pequeña jaula, y ponemos los niños en esta jaula «.

El feminismo, en Pakistán, actualmente está siendo encabezado por mujeres, y la mayoría de ellos están haciendo su trabajo bastante bien, que es lo que necesita Pakistán, pero para que florezca el feminismo, los hombres también tienen que ser parte de esta causa. En conjunto, las feministas masculinos y femeninos se puede superar el monstruo del patriarcado que se alimenta de las costumbres, la interpretación restrictiva de la religión y la falta de educación de calidad entre las mujeres y los hombres. Un modelo de crecimiento sostenible y el desarrollo inclusivo en la sociedad, con una mezcla de los valores occidentales feministas islámicas y positivos, se puede hacer. La inclusión actual de los estudios de género en la lista de las materias optativas para el examen CSS es un buen desarrollo, pero mucho que hay que hacer en el mundo académico, ya que, en la actualidad, aunque hay empatía por capacitación de las mujeres en los círculos académicos, pero por lo he observado, hay reticencias sobre la toma de una posición absoluta por esta causa.Esencia de la educación radica en la empatía y sólo puede ser invocada a través de tipo más participativa de la formación.

Fuente : http://dailytimes.com.pk/opinion/29-Apr-16/pakistan-needs-inclusive-feminism

Imagen: http://dailytimes.com.pk/static/uploads/original/pakistan-needs-inclusive-feminism-6e212ba3dac7cc58908ca7908f4a9913.jpg

 


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“Nao vai ter golpe”, el grito del feminismo popular en Brasil

Brasil / 28 de abril de 2016 / Por: Camila Parodi y Roxana Longo. Marcha: una mirada popular de la Argentina y el mundo

La actual situación de avance de la derecha conservadora en la región y en particular en Brasil atenta directamente contra las mujeres, sus luchas y cotidianidad. En dialogó con Marcha, Débora Antoniazi Del Guerra del Frente de las Mujeres de las Brigadas Populares de Brasil compartió su mirada.

Débora Antoniazi Del Guerra, se reconoce como feminista desde hace quince años, actualmente es parte del Frente de las Mujeres de las Brigadas Populares, a las cuales define como un “instrumento político de organización para las demandas de vivienda desde abajo, es decir -aclara- de la población de las y los trabajadores brasileros”. En particular, ella se encuentra trabajando en una de las ocupaciones de vivienda en Sao Pablo, desde allí, desde el territorio y el cotidiano de las mujeres Débora nos comparte su lectura ante la actual situación en Brasil.

-¿Cómo ves la coyuntura actual ante la inminente amenaza de golpe desde tu experiencia feminista?

Las mujeres perdemos mucho ante la posibilidad de un golpe porque implica un cambio económico. Yo pienso que en un momento de crisis como este, el fascismo se alía con el machismo generando discursos como que “las mujeres no tienen que trabajar”, “que no tienen que estar en la calle”, como los discursos del vicepresidente de Brasil que hace unos días en una revista dijo que las mujeres tienen que ser “bellas y quedarse en la casa”. Entonces se convierte en una discusión moral y no sólo económica ya que que atenta contra nuestras construcciones de alternativas desde las mujeres, como así también se fortalece un rechazo y ataque contar nosotras por no “cumplir” con los patrones de la belleza hegemónica como lo es con Dilma. Por eso, duele mucho.

Hay conflictos muy instalados en la periferia brasilera, esta semana perdimos a una compañera, Luhana, que fue asesinada en la calle mientras transitaba con su hija, este accionar da cuenta de misoginia instalada.

-¿O sea que el avance de la derecha perjudica a las mujeres en su vida cotidiana?

Si mucho, porque hay todo un debate instalado de que hay espacios que nosotras no debemos transitar como los gobiernos, los trabajos, la calle, la universidad, el acceso a los medios culturales. Todo esto esta ligado a un discurso muy conservador que desde hace unos años se viene profundizando desde el mismo Congreso.

-¿Y en el caso de la mujer negra que no es rural, que tiene obstáculos no sólo materiales sino también simbólicos a ciertos derechos, cómo la perjudica esta situación?

Su situación es muy compleja. Hace cierto tiempo, que hay un proceso de genocidio de la población negra en las villas. Las mujeres sufren mucho la perdida de sus hijos tanto por la instalación del narcotráfico en los territorios como del abuso policial que los mata por matar, por ser negros y punto. Y esto tiene un impacto enorme en esas mujeres. Sumado a la sobrecarga de los trabajos domésticos más los que garanticen la manutención de los niños y niñas porque nos padres no se responsabilizan o directamente no están vivos.

Entonces, vemos en las periferias muchas mujeres solas responsables de la vivienda, la educación, alimentación y el cuidado de sus hijos, sumando a todo esto que es el peor lugar para la oferta laboral, la persecución en la calle y el racismo institucional.

-Esta situación de derechización, cómo afecta directamente a los avances y derechos que tienen que ver con los reclamos históricos del movimiento feminista?

Nosotras tenemos derecho al aborto por dos formas legales y una tercera por una jurisprudencia, yo pienso que eso corre un gran riesgo y es amenazado porque la gente “pro vida” en Brasil abona a las mujeres para que no aborten y de esa forma tengan un sueldo los hijos. Hay todo un debate inclusive de la concepción muy conservador porque se intenta instalar que es “obra divina”. En cuanto a la repartición de anticonceptivos y preservativos que en distintas medidas se reparten en todos los territorios creemos que también habrá un retroceso.

-¿Y en el caso de la diversidad sexual, los derechos de las mujeres lesbianas y de las trans cómo afecta la coyuntura actual?

Hay un clima muy fascista en Brasil, hace un tiempo que la diversidad sexual es discriminada y maltratada en las calles. Tenemos que pensar un sistema de alerta porque está muy serio. El tema del trabajo también es muy difícil relegando a esa población a la marginalidad.

-Aquí en Argentina el femicido es una problemática importante, entendemos de forma generalizada que en Brasil también sucede lo mismo…

Si. Y es muy significativo. Según CLACSO, Brasil es uno de los países con más muertes de mujeres, proporcionalmente. Se matan a mujeres, por nada, es un tema muy serio. Tenemos leyes, como en especial la ley conocida como “Maria Da Penha” de prisión preventiva cuando el varón amenaza a la mujer, el perímetro o también ahora no sólo la mujer puede hacer la denuncia sino que cualquiera que vea la situación de violencia y el Estado debe mantener la denuncia, y eso es un cambio muy grande sin embargo, la estructura, la institución, por ejemplo el rol de la policía y su abordaje aun deja mucho que decir.

-Hay una gran distancia entre lo que dice la ley y la práctica real.

Si, imaginamos y conceptualizamos un avance en la macropolítica con las leyes y teorías pero en la micropolítica, es decir en la vida cotidiana estamos muy jodidas . Es muy difícil de afirmar y medir pero siento que en lo personal hay más retrocesos que avances.

-Y vos crees que esto escisión entre la práctica y la teoría tiene que ver con la academia en términos más posmodernos que excluye la mirada dialéctica de las relaciones de poder.

Exacto. Hay un proceso de aceleración en el feminismo y la academia aislado de los procesos más enraizados en la organización territorial.

-¿Es decir, que dan cuenta de la incidencia de una academia que privilegia discursos sobre prácticas reales?

Hay mucho activismo pero poca organización, y menos reflexión sobre lo que se está haciendo. El feminismo está escindido de los procesos de lucha y sólo se lo relaciona con acciones concretas ligadas a la intervención y al arte. Que está por fuera de la red.

-No se piensa al feminismo como algo más amplio que se construye en una transformación que incluye a diferentes mujeres, varones, sectores…

Eso, un feminismo popular, pero para eso tiene que tener una metodología para serlo e irrumpir. Ahora tiene una hegemonía un feminismo que se centra en el placer, en el fluir, en el arte pero sin contenido político ni popular. Antes era feo ser feminista ahora está de moda.

-Sin embargo, las mujeres en los movimientos sociales en Brasil tienen una gran impronta y cúmulo de experiencias en el país. ¿Cuáles son los desafíos de ese feminismo que lucha y refleja las problemáticas de las mujeres pobres, negras, campesinas, de las favelas y demás?

Una tarea grande es ordenarnos, es decir la unidad. La experiencia de Argentina creo que tiene mucho para aportarnos con eso. Otro proceso muy importante que debemos darnos es la formación. El MST hace muchos años tiene trabajos de formación de mujeres, nosotras aun en lo urbano recién estamos empezando para encontrar ejes comunes de acción.

Mientras, la incidencia de la iglesia evangélica en las periferias es muy fuerte, por eso nuestra tarea de disputa tiene que ser muy fuerte. Como se está haciendo contra el genocidio negro que tiene una fuerte impronta y presencia de lucha y acompañamiento feminista actualmente.

Hay mucha creatividad en nuestro pueblo, en especial en las mujeres. Tenemos que estar abiertas a esta creatividad, como así también a las experiencias existentes como la de las mujeres negras y el lugar de la cultura en las comunidades. Aún no hay una vía clara del feminismo popular que tome la importancia de leyes que profundicen en temas como el salario mínimo, la criminalización de la pobreza, el trabajo domestico y el cuidado, la autodeterminación de los cuerpos por eso nos encontramos hallando ejes comunes.

Fuente: http://www.marcha.org.ar/nao-vai-ter-golpe-grito-del-feminismo-popular-brasil/

Fotografía: Midia Ninja

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EEUU/ Nancy Fraser: Clinton defiende un tipo de feminismo neoliberal, solo para mujeres privilegiadas

Fuente: ctxt España/ 27 de Abril de 2016

ÁLVARO GUZMÁN BASTIDA / TRADUCCIÓN: ADRIANA M. ANDRADE

Nancy Fraser (Baltimore, 1947) milita al frente de la lucha feminista y la teoría crítica desde finales de los años 60. Crítica de lo que ella denomina “feminismo neoliberal”, sus teorías sobre el reconocimiento y redistribución como términos para entender las desigualdades sociales son muy influyentes. Fraser recibe a CTXT en su oficina del departamento de filosofía de la New School for Social Research, en el East Village de Manhattan, para hablar de la preeminencia de las políticas de identidad, la importancia de Bernie Sanders, Donald Trump y Hillary Clinton, y las razones por las cuales sintió la necesidad de introducir un tercer concepto — el de ‘representación’ en su último libro Fortunas del feminismo(Traficantes de sueños,  2012) para explicar los males de la sociedad contemporánea y dónde debería centrarse la lucha para arreglarlo.

Hace veinticinco años escribió sobre el término “reconocimiento”, que tomó prestado de Hegel, explicando que fue la palabra clave de aquella época a la hora de entender cuestiones de diferencia e identidad. ¿Cómo lo entendía Hegel y por qué es importante para entender el presente?

En Hegel tenemos, esencialmente, dos actores que se encuentran y que son sujetos; pero para ser un sujeto completo, cada uno de ellos debe ser reconocido por el otro. Cada uno reafirma al otro como sujeto en su propio derecho, que es a la vez igual y diferente de mí mismo. Si los dos pueden afirmar eso, entonces hay un proceso de reconocimiento recíproco, igualitario y simétrico. Pero, como es sabido, en la dialéctica amo-esclavo se encuentran el uno al otro en términos desiguales y asimétricos, en términos de dominación y subordinación. Entonces hay un reconocimiento no recíproco.

¿Por qué está tan en boga desde el principio de los años 2000?

Tiene que ver con lo que en ese momento llamé la condición postsocialista. Fue el momento de la historia de las sociedades de posguerra en el cual la problemática de la justicia distributiva había perdido la capacidad hegemónica de articular la lucha y el conflicto social de las mayorías. Hasta ese momento, durante la posguerra, el paradigma de la redistribución había sido hegemónico, y casi todo el discurso social y el conflicto se organizaban en esos términos. Esto significaba que era difícil que muchos problemas salieran a la superficie. Muchas reivindicaciones fueron relegadas a los márgenes porque no encajaban con la gramática distributiva. Básicamente, lo que vemos ahora al mirar atrás es que las políticas del reconocimiento coinciden con el auge del neoliberalismo. El neoliberalismo está, de hecho, desplazando el imaginario socialdemócrata y su ataque contra la justicia distributiva igualitaria está destruyendo el modelo socialdemócrata; si no completamente, al menos se está deteriorando y perdiendo su influencia, su habilidad para organizar el espacio político y el discurso; y de alguna manera esto abre un espacio a las diversas reivindicaciones y luchas del reconocimiento.

¿Se le ocurre algún ejemplo de esto?

Después de 1989*, tras el colapso del comunismo y el bloque soviético. ¿Qué pasó? Muy rápidamente hubo un aumento del antagonismo religioso, del antagonismo nacionalista – y ahí entramos en el terreno del reconocimiento. Antes, esas reivindicaciones se reprimían –se excluían. Por tanto, existía una versión comunista del discurso distributivo, que quedó destruida. En Occidente, supone la derrota de la hegemonía socialdemócrata. Aparte del ascenso del neoliberalismo, parte de esto tiene que ver con los nuevos movimientos sociales que estallan en los años sesenta. La Nueva Izquierda tenía un ethos radical, o mejor dicho anticapitalista; ponía énfasis en la redistribución y el reconocimiento de manera muy radical. Pero cuando el tiempo pasó y el espíritu radical anticapitalista de la nueva izquierda empezó a desvanecerse, los movimientos sucesivos –un nuevo tipo de feminismo, un nuevo anti racismo, las políticas sexuales del movimiento LGTB– tendieron a ignorar la visión política económica y a centrarse en las cuestiones que yo definiría en términos de status o reconocimiento.

Usted conecta estas cuestiones con las políticas de identidad. ¿Hasta qué punto es un término peyorativo?

Una parte de lo que intento hacer en mi análisis es evitar una identificación rápida entre las políticas de identidad y las de reconocimiento. Lo que he tratado de explicar es que las políticas de reconocimiento son una dimensión legítima de la justicia, y que las reivindicaciones para superar las injusticias del reconocimiento son importantes; y que simplemente no se pueden reducir a reivindicaciones de redistribución como lo haría el marxismo común, de brocha gorda. Quería defender la importancia, la legitimidad, la autonomía relativa de las reivindicaciones del reconocimiento. Intento sugerir que hay más de una manera de entenderlas – que no tienen por qué adoptar la forma de políticas de identidad. Es cierto que, con frecuencia, las reivindicaciones de reconocimiento adquieren formas de políticas de identidad. Y esto, desde mi punto de vista, es desafortunado. Crea todo tipo de problemas, y normalmente es mejor si se puede encontrar una visión no identitaria de lo que significa la lucha por el reconocimiento.

¿Y qué debería significar?

Un movimiento como el feminismo no debería luchar por la idea de que hay una identidad o ethos feminista diferente, que requiere de un reconocimiento afirmativo para equipararse con la masculinidad. No; diría que las políticas del reconocimiento en un movimiento feminista deberían ser las luchas contra las formas del estatus de desigualdad ligadas a los términos de género. Y eso deja muy abierta la posibilidad de revalorizar “lo femenino”, sea lo que fuere. Por eso intento desligar las políticas de reconocimiento de las políticas de identidad.

Mirando atrás, me da la sensación –corríjame si es un análisis equivocado-  de que en Estados Unidos ha habido un gran avance en términos de reconocimiento, como el matrimonio homosexual, e incluso en temas de visibilidad, como tener un presidente negro. ¿Ha habido demasiado de eso y muy poco énfasis en la redistribución? Sigue habiendo mucha desigualdad, y no parece que esté mejorando…

No es una cuestión de demasiado o muy poco, sino de que no ha habido un equilibrio. Ha habido un desequilibrio y mucha parcialidad. Por ejemplo, el movimiento homosexual y el movimiento LGTB se centran en la igualdad en el matrimonio y en el acceso al servicio militar. No me parecen las mejores opciones para enfocar la lucha. En cualquier caso, las dos tienen, y eso es interesante, un elemento distributivo. El Ejército es una de las pocas vías que tienen los trabajadores para pagar las matrículas universitarias, por ejemplo, o sea que genera beneficios económicos. Y tener el derecho a casarse conlleva derechos económicos y sociales, además de los simbólicos, de reconocimiento…

¿Cuáles habrían sido las rutas alternativas? 

Hubiera preferido luchar para conseguir que los derechos sociales básicos fueran simplemente derechos individuales, independientemente del estado civil; hubiera preferido una sociedad que no enfatizara el hecho de estar o no casado. En vez de decir “¡nosotros también queremos casarnos!”, ¿por qué no decir, “te damos derechos sanitarios, fiscales y todos los demás beneficios por ser simplemente una persona, un ciudadano, un residente en el país?”.

Entiendo que se refiere a que esos derechos están en pie de igualdad en términos de redistribución, pero ponen el acento en el estatus. ¿Es por eso por los que los prefiere? 

Sí. Porque la cuestión igualdad en el matrimonio introduce odiosas comparaciones de estatus entre los que están casados y los que no. No debiéramos reforzar eso…   

A principio de los años 2000 escribió sobre el problema del “desplazamiento”, en el cual “las cuestiones de reconocimiento se usan para marginalizar y ‘exclusivizar’ las luchas redistributivas”. Han pasado ya casi dos décadas. ¿Qué balance hace de este periodo?

El paisaje del conflicto social y de las reivindicaciones, al menos en Estados Unidos, es muy diferente de cuando escribí aquello. El ejemplo más espectacular es la campaña electoral de las primarias presidenciales, donde por un lado está Bernie Sanders, que se presenta como un “socialista democrático”, y está lanzando un discurso de clase abrumadoramente centrado en la desigualdad. También apoya todas las buenas causas progresistas de reconocimiento, pero el verdadero centro de gravedad lo pone en la cuestión de la clase billonaria, el uno por ciento y todo eso…

¿Le sorprende que Sanders haya llegado tan lejos en las primarias enfatizando su discurso sobre las clases sociales?

Si. Es una sorpresa fantástica. Estoy muy contenta; nunca lo hubiera pensado, y demuestra lo lejos que hemos llegado desde el final de la Guerra Fría. El hecho de que puedas usar el término socialismo y que eso ya no implique o inspire la locura y la estigmatizacion de los ‘rojos’ que imperaba entonces es muy interesante. En el otro lado, está Donald Trump, que presenta un cierto tipo de populismo autoritario, nacionalista de derechas que evoca también una problemática de clase pero la colorea de una manera excluyente, cuasi racista, y ciertamente nacionalista. Es como si estas dos figuras difirieran considerablemente sobre las políticas de reconocimiento –así como en sus propuestas programáticas– pero los dos expresan la relevancia de la distribución. Esto es nuevo. Cuando escribía a mediados de los noventa la distribución estaba en los márgenes, y todo era reconocimiento, reconocimiento, reconocimiento. Esto ya no es así. El reconocimiento no desaparece, y no debería hacerlo, pero creo que ahora estamos ante un equilibrio muy diferente.

Ya que ha hablado de las elecciones, ¿qué hay de la otra candidata demócrata, Hillary Clinton? Varias feministas de la ‘segunda ola’ como Gloria Steinem han declarado que las mujeres deben votarla porque es una mujer y la candidata feminista. ¿Lo es?

Yo no diría que es la candidata feminista. Pero está pasando algo muy interesante. Clinton lleva décadas presumiendo de ser una feminista de carné. Empezó su carrera abogando por las mujeres y los niños; es famosa por su discurso en el que equiparaba los derechos de las mujeres y los derechos humanos ante la ONU; y ha defendido con consistencia el derecho al aborto. Entonces, si eso encaja con la parte del reconocimiento, ella ha estado en eso de una manera más explícita y central que Sanders. Pero, por otro lado, ¿qué tipo de feminismo es ese? Clinton representa un tipo de feminismo neoliberal centrado en romper el techo de cristal. Eso significa eliminar los obstáculos que impiden a mujeres más bien privilegiadas, con buena formación, y que ya poseen grandes cantidades de capital cultural y de otro tipo, subir en los escalafones de gobiernos y empresas. Las principales beneficiarias de este feminismo son mayoritariamente mujeres privilegiadas, cuya posibilidad de ascender depende en buena medida del enorme grupo que se encarga del servicio doméstico y el cuidado familiar, también muy feminizado, además de muy mal pagado, muy precario y racializado. Y a la vez, Hillary Clinton, como su marido, está muy implicada con Wall Street, con la desregulación financiera y la neoliberalización de la economía. Así que el tipo de feminismo que Sanders representa tiene más posibilidades de ser un feminismo para todas las mujeres, para las mujeres pobres, para las mujeres negras, para las mujeres de la clase obrera… Y esto se acerca más a mi tipo de feminismo.

En su libro Fortunas del feminismo introduce un tercer término; ya no solo habla de reconocimiento y redistribución sino también de representación. ¿Por qué sintió esa necesidad?

Porque conceptualiza, de una manera explícita, la idea de que más allá de las cuestiones de la distribución, estatus y reconocimiento, hay una serie de cuestiones que tienen que ver con lo político como dimensión fundamental de la sociedad. Creo que en este momento la cuestión de quién tiene standing político en un mundo de refugiados, solicitantes de asilo, inmigrantes sin papeles se convierte en una cuestión muy importante. Esto no es específico del reconocimiento o la redistribución, aunque esté interrelacionado. También tiene que ver con tener voz política.

¿Hasta qué punto trascienden fronteras esas ideas?

Cuando pensamos sobre la voz política, sobre quién la tiene y quién no, creo que deberíamos pensar en una comunidad política acotada a un determinado estado- nación, como Estados Unidos u otros, pero también en un contexto más amplio, internacional, transnacional y global. Vivimos en un mundo en el que los estados están empoderados muy desigualmente. Imagina que eres un ciudadano de Somalia, y que tienes, si no un estado fallido, un estado muy frágil sometido al yugo de los poderes y las instituciones financieras globales, como el FMI –hay cuestiones sobre la voz política que tienen que ver con un nivel más alto, no solo en tu propio estado sino en el sistema mundial. Creo que la única manera de atacar eso es a través del concepto de representación. Ahora habría que pensar en las tres dimensiones de la justicia — o tres formas diferentes de injusticia, si prefieres: una pobre redistribución, el des-reconocimiento y la mala o inexistente representación. No hacerlo supone afrontar los problemas políticos desde el marco equivocado.

¿Y cómo se articula esto en términos de movimientos sociales o políticos? Estoy pensando en Europa, por ejemplo, dónde hay un debate sobre cómo articular las subjetividades políticas, sobre si esto puede pasar sin que las políticas de identidad se afiancen, o incluso se impongan. Usted introduce el concepto de representación o transnacionalización. ¿Se puede construir poder político en un mundo globalizado sin enfatizar la identidad y poniendo de relieve, por ejemplo, la representación? ¿Cómo cree que se podría hacer?

Creo que de alguna manera la estructura y el problema de la Unión Europea es en parte una cuestión de representación. Me refiero al hecho de que el Banco Central Europeo y las instituciones financieras globales, en conexión con lo que comúnmente se llama Troika, tienen en sus manos una gran cantidad de poder, tanto que tienen la capacidad, a través de la imposición de medidas de austeridad, de invalidar elecciones. Pueden decirle a los griegos: “¡No nos importa a quién votasteis, no podéis poner en marcha esas políticas!”. Hay cuestiones básicas sobre dónde  reside el poder y la voz política en la Unión Europea, ya que interactúa con el orden financiero global. Todo esto está por encima, o al menos se cruza con problemas de reconocimiento y redistribución. Hay un tipo de problema de reconocimiento en Europa dónde los países ricos del norte miran por encima del hombro a los llamados PIGS — los países del sur– por ser vagos y evasores de impuestos. Esta es una vieja historia familiar de reconocimiento. Pero se convierte en letal cuando interactúa con el problema estructural –que por supuesto tiene que ver con la misma creación del euro– en el que se impone la austeridad sobre la voz democrática.

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English version

1.En la entrevista original Fraser dice «leaning in», en referencia al libro Lean In (Vayamos Adelante: Las Mujeres, el Trabajo y la Voluntad de Liderarde Sheryl Sandberg, directora operativa de Facebook y Nell Scovell, escritora y directora de televisión.

*En la primera versión, se decía 1999. La fecha correcta es 1989.

Enlace original: http://ctxt.es/es/20160420/Politica/5507/Nancy-Fraser-feminismo-Hillary-Clinton-Bernie-Sanders-reconocimiento-Hegel-redistribucion-representacion-Estados-Unidos-Entrevistas-Elecciones-en-Estados-Unidos.htm#.Vxz3_3f1a9Q.facebook

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¡Y Virginia Wolf se fundió con el agua! Una reflexión literaria sobre el empoderamiento de la mujer

Kaosenlared/13 de abril de 2016/Por: Iñaki Urdanibia

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Era el 28 de marzo de 1941 cuando la escritora penetró en las aguas del río hasta desaparecer en ellas, en la orilla quedó la verticalidad de su bastón como testigo mudo de su muerte. No podía soportar la existencia, y aun viniendo de lejos tal sentimiento, en los últimos tiempos las voces no le dejaban vivir, atormentaban a la atormentada mujer. Si decía la escritora que « las cosas nos expresan », el bastón en su verticalidad daba muestra del lugar en el que Virginia dejó su vida, al tiempo que simbolizaba también la resistencia frente a la locura en la que el mundo se veía envuelto,…soportando –como lo señalaba Leonard, el marido de la escritora- « como símbolo de una humanidad que, a pesar de todas sus dudas, superando su desgana, su asco, había decidido no ceder, no abdicar, resistir…».

Los últimos días de la gran escritora londinense fueron días difíciles, dolorosos, días de profunda depresión por los continuos bombardeos que caían sobre el sur de Inglaterra, y por la desesperante trayectoria que tomaba su enfermedad mental, y la enfermedad del mundo. Estos últimos días se desarrollaron en unos parajes idílicos, en Rodmell, pueblecito situado junto al río Ouse, en Sussex. Alí el matrimonio trataba de alejarse del mundo, sustraerse al sangriento ajetreo que sacude la vieja Europa. Los días que precedieron al 28 de marzo de 1941-fecha de la muerte de la escritora.- están plenos de temor, de reflexiones sobre el presente , el pasado y el incierto futuro. El domicilio respiraba inquietud, los dueños preocupados por la enfermedad de Virginia, del futuro de la guerra, de la increíble pasividad de Dios que nada hace para parar el aplastante avance del mal. El pensamiento en una muerte digna ocupa a la pareja que preparaba sus respectivas dosis de cianuro, para llegado el momento…El marido pensando en su condición de judío, cosa que hasta entonces no le había preocupado en absoluto, se dedicaba a leer la Biblia, tarea a la que nunca había dedicado ni un minuto de su vida. La mujer aguantaba su derrumbe como podía. El médico mostraba su pesimismo con respecto al futuro de la mente de Virginia, y la criada Louie, se desesperaba al ver la vida de la pareja: el marido en su despacho oyendo las noticias de la radio, la escritora en su cabaña, « en perpetua charla consigo misma», …y Louie ahogando su tristeza en coñac ( no me resisto a recomendar un librito, « El bastón de Virginia», editado en 2000, por Circe Ediciones, que recoge aquellos días de manera polifónica).

El cuerpo sería encontrado tres semanas después. También se encontraron dos notas: una dirigida a su hermana Vanesa y la otra a su marido Leonard Wolf. En esta se podía leer : « estoy segura de estar volviéndome loca otra vez. Siento que ya no podemos atravesar otros de estos horribles periodos. Y creo que esta vez ya no tengo cura. Empiezo a oír voces, y ya no puedo concentrarme. Así que voy a hacer lo que me parece mejor». Se fundió con el agua, tan presente en su obra, y las olas marcaron el ritmo de su desaparición. « ¡Muerte! Las olas rompían en la playa ». Allí se acabó aquella vida que había sido una continua búsqueda de un rostro propio, de una voz, de una mirada, de un tono…permanente mudanza en pos de u espacio propio, de una habitación propia.

El espejo de una vida

Se apagó la vida de Adeline Virginia Stephen que había nacido, , en el seno de una familia acomodada de clase media, el 25 de enero de 1882. De su madre, Julia Duckworth, heredó el talante artístico y la preocupación por los demás, especialmente por los más desfavorecidos. De su padre, Leslie Stephen, sus posturas atrevidas en lo que hace a las costumbres sociales y el gusto por los asuntos intelectuales. Niña sensible donde las hubiese, Virginia al igual que su hermana Vanesa recibió una educación doméstica, sólo los varones iban a estudiar a centros universitarios, como ella lo explica con afilada pluma en su Habitación propia ( « si, por desgracia, no se tiene una formación universitaria…», se quejaría) ( * ) . La surtida biblioteca del domicilio familiar, en Hyde Park Gate, y los sabios consejos paternos le iban a servir para curtirse en los terrenos del saber .Cuando contaba con la edad de trece años muere su madre, « su muerte fue el mayor desastre que podía ocurrir» dirá en Momentos de vida. Aquel verano de 1895, tendría su primera crisis ( « y también mí se levanta la ola. Se hincha; arquea el lomo. Una vez más soy consciente de un deseo, nuevo, de algo que se levanta en mí como el caballo cuyo jinete hinca espuelas para después tirar de las riendas», se lee en Las olas ). Ya periódicamente, a lo largo de su vida, le volverían a visitar esas olas de la conciencia, las innúmeras voces, los pájaros cantando en griego…y le ocuparían mucho tiempo en su reflexión. Se puede leer en sus Diarios: « creo que estas enfermedades so en mi caso-¿cómo puedo expresarlo?- en parte místicas. Algo ocurre en mi mente . Se niega seguir registrando impresiones. Se encierra en sí misma se convierte en crisálida, a menudo con un agudo dolor físico. Luego de pronto se dispara un resorte». De crisis maníaco-depresivas, con verbo menos poético, habla algunos especialistas.

La casa, debido a la ausencia materna, queda en manos de su hermanastra Stella-que jugará el papel materno- y de un padre enfurecido y que se comporta de manera un tanto autoritaria. Esa es la impresión que Virginia guarda de su, por otra parte, admirado padre. De aquellos años recordará más tarde la escritora, datan también lo abusos a los que le sometía su hermanastro George. Dos años después muere Stella y cinco después su padre. ¡ Qué cúmulo de muertes! Como dirá en su conmovedor relato , Condolencia, : « ¿Cómo lo ha cambiado todo la muerte! Como en un eclipse de sol, los colores se esfuman…Ha sido la muerte , la muerte acecha tras las hojas y las casas y el humo que asciende tembloroso, y lo sosiega…y he visto al hombre con la guadaña mirando por encima del seto a nuestro paso ». El año de la muerte de su padre, el mismo en el que se traslada junto a sus hermanos Vanesa, Thoby y Adrián, al 46 de Gordon Square, en el barrio más popular de Bloomsbury, sufre nuestra protagonista su segunda crisis que le viene a durar prácticamente todo el año, 1904. Allí, en el nuevo domicilio, comenzaron las tertulias sin fin, las libres palabras sobre cualquier tema, que dio origen al llamado «Bloomsbury Group». Años más tarde, confesaría Virginia a su sobrino, y biógrafo, Quentin Bell: « no éramos más que seres alocados, extravagantes, ingenuos, toscos, excéntricos e industriosos por encima de las palabras ». Por allá andaban célebres filósofos, economistas, escritores, pintores, y entre ellos el que luego sería marido de Virginia, Leonard Wolf. Más que cualquier tipo de doctrina, fueron los valores de la libertad más absoluta los que dejaron su perenne impronta en la futura escritora. Aquellas veladas refuerzan más si cabe, el complot contra el mundo dominado por hombres, y por estúpidos valores, que Virginia había sellado hacia ya años con su hermana Vanesa; relación estrechísima que haría que Virginia preguntase a ésta : « ¿ Tú crees que tenemos el mismo par de ojos y sólo gafas distintas ¿ o que le llevase a decir en otro lugar, Flush … existía un parecido entre las dos. Al mirarse la una a la otra decían: “¡ soy yo!” , pero cada una se decía, “¡ qué distinta!…” Separadas en dos mitades, pero hechas con el mismo molde, ¿ sería acaso, que cada una plasmaba lo que estaba latente en la otra? ».

Precisamente u viaje con su hermana a Grecia, donde se contraría con sus os hermanos, tiene como desgraciado resultado la muerte del hermano pequeño debido a unas fiebres tifoideas. ¡ Otra muerte! Al año siguiente se casa su hermana y Virginia se muda co su hermano Adrián a otro domicilio londinense, se cansan de este domicilio y se trasladan a otro que comparten con Duncan Grant, Maynard Keynes y Leonard Wolf. Al año siguiente, el 10 de agosto de 1912, se casan Virginia y Leonard. Crisis postmatrimonial, justo al cumplirse un año del enlace, que le lleva a consumar una tentativa de suicidio. La pareja se traslada a otra casa y compran una imprenta ( Hogarth House) que serviría para publicar los escritos de Virginia, y también algunos de Freud – refugiado en Londres- , y de sus amigos Catherine Mansfiled , E.M. Forster y T.S.Eliot.

Viajes, intensa vida social, amistades ( elevada a ivel de verdadera leyenda la que mantuvo con la aristócrata Vita Sackville-West), conferencias, trabajo editorial, y participación en diversas luchas feministas ( feministas, pacifistas y laboristas). La enfermedad le visita con frecuencia. Sufre con la guerra de España ( en la que se le muere un sobrino) y con el estallido de la segunda guerra mundial. Se van de Londres por temor a los bombardeos, y teme también por la condición de judío de Leonard. El mundo se hunde ( « zarandeados entre la esperanza y la desesperanza, la guerra y la paz, la locura y la cordura…» que decía Leonard a un amigo) y parece que Virginia se hundía con él…Sus libros no lo hicieron entonces, ni lo harán..son inmortales: Fin de viaje, El cuarto de Jacob, La señora Dalloway, Alfaro, Orlando, Una habitación propia, Las olas, Tres guineas…Siempre con los temas perennes de la salud y la enfermedad mental, lugar de la mujer en la sociedad, de la relación de las mujeres con la escritura, la sociedad patriarcal , la vida y la muerte, y muy en concreto el suicidio .

Escritura sin rostro

A Virginia Wolf se le ha solido relacionar con el filósofo francés Henri Bergson ( 1859-1941) en el hincapié que ambos hacen en las cuestiones relacionadas con el tiempo, la memoria, los recuerdos. Se preguntaba el pensador de la durée : « ¿ qué somos nosotros, qué es nuestro carácter sino la condensación de la historia que hemos vivido desde nuestro nacimiento, antes de nuestro nacimiento incluso, dado que llevamos con nosotros, disposiciones prenatales? ». Los recuerdos privilegiados- la memoria es sin duda selectiva- van dejando su poso en las personas que los arrastran a lo largo de su existencia…ahí residirá la materia prima de la escritura. « Es un error creer que la literatura pueda producirse a partir de la materia en bruto…es preciso extraerla de la vida », decía Virginia Wolf y convertía de se modo a la novela en algo así « como una visión de la vida en un espejo, aunque, naturalmente , con innumerables simplificaciones y deformaciones ».

Mas la singularidad de una vida está conformada por la multiplicidad de relaciones, por una multiplicidad de voces que Virginia- por medio de su escritura líquida- convierte en un rumor de voces que combina los silencios con la aceleración de sentimientos, con las reflexiones entrecortadas y entrecruzadas de los distintos persones que en su escritura se dan cita. Son sujetos sin rostro, quebrados, que son desnudados en sus flujos de conciencia ( stream of consciousness ), y que dejando ver por momentos sus actos oscuros-tan reseñables para Virginia Wolf- que los grandes hechos de los que habitualmente se nutre la historia. Es esta fragmentación, el fluir de repetitivas y desiguales olas de conciencia, unidos a las alusiones al carácter no trasparente y comunicativo del lenguaje lo que ha hecho que se emparente el nombre de la escritora con el de Foucault, o con el de la corriente denominada postmoderna. « Empiezo a desear un lenguaje parco como el que usan los amantes, palabras rotas, palabras quebradas, como el roce de las pisadas en la acera, palabras de una sílaba como las que usan los niños cuando entran en un cuarto donde su madre está cosiendo y cogen del suelo una hebra de lana blanca, una pluma, o un retal de chintz. Necesito un aullido, un grito ».

Muy ligado a lo anterior, salta a la vista en la prosa woolfiana su afán por adoptar una mirada distinta, por « buscar una frase femenina, una frase psicológicamente femenina». Como se harta de repetir la escritura sobre las mujeres siempre la han hecho los hombres-quienes necesitan a éstas para que se comporten como « espejos dotados del mágico y delicioso poder de reflejar una silueta del hombre de tamaño doble del natural»-, es hora ya de que las mujeres se retraten por ellas mismas. Su búsqueda se centró en hallar esa diferencia de visión, esa mirada diferente, que harían que las mujeres esquivasen los consolidados discursos masculinos para explorar pagos hasta entonces inexplorados y vetados al sexo femenino ( condenado a no escribir o a hacerlo en la sala de estar, en medio de los ruidos, de los niños, las tareas domésticas…). Devenir-femme – que diría Gilles Deleuze- fue el intento inagotable de la escritora de Al faro, tratando de abrir ventanas al discurso de la alteridad, como otro del discurso dominante. « Soy mujer…cuando escribo », decía con orgullo.

Y con ese equipaje explorará las cuevas de la conciencia, trazará mapas de los múltiples estados mentales. Como espectadora privilegiada da cuenta de la familia victoriana ( los escritores no surgen de la nada, sino que son herederos de sus épocas), de la visión del mundo desde el enfrentamiento entre cordura y locura, de la constitución del artista…y se compromete contra la guerra, en pro del feminismo y la justicia sin recurrir al panfleto sino incrustándolos en un registro lírico. Marcando el ritmo…el tic-tac de los relojes, la intermitencia de los faros, y el vaivén de las « viejas olas que han estado rompiendo exactamente así durante estos miles de años ».

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( * ) Artículo que escribí con ocasión del 75 aniversario de la publicación de « Una habitación propia», que fue publicado en el diario GARA.

Una hermana para Shakespeare

En 1926, Virginia Woolf es invitada a impartir unas conferencias en Cambridge en un ciclo sobre Mujeres y literatura, el público asistente, en su mayor parte femenino, se entusiasmó con las posturas que expuso la escritora. Tres años después, en 1929, relevante fecha de la primera crisis del capitalismo industrial, a principios de año, mientras enferma pasa tres semanas en cama-según cuenta en el segundo volumen de sus diarios íntimos– madura la idea de convertir en libro las conferencias antes nombradas, extendiéndose así de un modo que en su participación oral no había podido hacerlo por las restricciones de tiempo. Varias veces a lo largo de dicho año podrá observarse en sus nombrados diarios su preocupación por tal texto, por las posibles correcciones a introducir, y posteriormente, tras su otoñal publicación, bajo el título de Una habitación propia( A Room of One´s Own ), el enorme éxito de ventas.

La respuesta que daba a la cuestión planteada acerca de la relación de las mujeres con la literatura, la respuesta de ella fue plenamente materialista y en vez de derivar hacia concepciones esencialistas que estableciesen alguna forma de particularidad propia de la escritura femenina- sin dejar, no obstante, de reivindicar el derecho a la diferencia, y también la deseable complementariedad, «es funesto ser un hombre o una mujer a secas; uno debe ser “mujer con algo de hombre” u “hombre con algo de mujer”. Debe consumarse una boda entre elementos opuestos », para añadir unas páginas después que «a menudo me gustan las mujeres. Me gusta su anticonvencionalismo»-, propondrá que la condición sine qua non para que las mujeres puedan escribir es tener «dinero y una habitación propia », además de libros también propios y una cerradura en la puerta de dicho cuatro propio. La aparente simpleza de la respuesta, va a ser, en cierto sentido, un grito de alerta y de radicalidad contra la situación a que se ha visto reducida la mujer a lo largo de la historia, contra la dependencia económica a la que se las ha sometido, a la carencia de habitación, hacendosas ellas en la sala de estar a disposición de la casa y sus habitantes, y sin libros propios patrimonio exclusivo de los varones de la casa. Ad maiorem gloriam homini-apropiando el lema jesuítico para la ocasión-, tal ha sido el rol que ha debido jugar la mujer como «espejo al hombre durante siglos, poseen el poder mágico y delicioso de reflejar una imagen del hombre de tamaño natural, dos veces y media más grande>>. Desde aquella afirmación aristotélica que hablaba de las mujeres como hombres incompletos(en su Política se lee: «un ser degradado o por debajo de la humanidad »),las mujeres se han visto marginadas de los asuntos importantes, para ser convertidas en floreros o sirvientas, o a lo más en dominadoras de la vida de los reyes pero únicamente en la ficción, ya que en la práctica…recluidas y la pata quebrada. La obra woolfiana de la que ahora se cumplen setenta y cinco años desde su publicación, es un repaso que abarca desde el siglo XV hasta los tiempos en que se escribe para denunciar la dependencia femenina con respecto a los varones, y subrayar el recurso por parte de las mujeres que escribían a utilizar pseudónimos masculinos para evitar que se conociese su identidad; ellas tenían prohibido el acceso a las aulas universitarias, a las librerías, y en consecuencia las más curiosas o interesadas por el aprendizaje habían de recurrir a apropiarse de los libros y los apuntes de sus hermanos del género masculino para poder acceder a estos pagos intelectuales que les estaban vedados.

El libro, téngase en cuenta la época en la que fue escrito, se convirtió en avanzadilla, y hasta en texto de obligada lectura para cualquiera que defienda los derechos de la mujer a disfrutar de la libertad y la igualdad con respecto a sus compañeros, y a veces dominadores infames como la misma autora lo denunciará años después en su novela Tres guineas(1938) al comparar el comportamiento de los nazis con ciertos hombres que parecen completamente dispuestos a conservar el privilegio de ser los únicos «dueños del mundo ». Pues bien, en el libro que recordamos Virginia Woolf recurre a la ficción como mecanismo para penetrar con eficacia por algunos lares ya transitados por distintas disciplinas académicas y por ciertos textos de ensayo, rompiendo con el recurso citado los estrictos lindes de las disciplinas, y abarcando así el quid de la cuestión muchas veces escamoteado por los cómplices silencios o por los discursos gastados. ¿Cómo explicar la «ausencia» persistente de las mujeres a lo largo de la historia? ¿Cómo es posible que haya habido tan pocas mujeres escritoras?…la autora de Orlando (1928)-precedente de las posturas del libro del que hablamos, en la medida que ese ser viaja a través de los siglos, encarnado en hombre o en mujer dependiendo los siglos por los que pasa, y tendiendo a la superación de los antagonismos de los sexos-, la autora digo, pasando por encima-o de lado- de las distintas disciplinas(antropología, historia, psicología, literatura, sociología…) va y le da una hermana al gran escritor inglés, Shakespeare, la bautiza con el nombre de Judith y la dota de un enorme y «maravilloso ingenio » y señala el camino que ésta habría de seguir: aprovecharse de los libros que poseía su hermano, y a cierta edad se vería obligada a huir de su domicilio familiar ya que allí le querían organizar una boda, y deseando hacer teatro vería negado su deseo ya que los papeles femeninos eran representados por hombres jóvenes, etc. ¡Amargura, tristeza, melancolía…!

El grito woolfiano se alza con furia contra todos los límites y cortapisas que hacen que la mujer no pueda desarrollar sus potencialidades en todos los terrenos-incluidos obviamente los creativos-por la eterna dependencia económica, simbólica, espacial… y las coartadas hasta supuestamente científicas acerca de «la inferioridad intelectual , moral y física del sexo femenino», defendidas según señala la escritora en su libro por un tal profesor von X(que no era otro que su amigo Freud)…aspectos todos ellos que, a pesar del tiempo transcurrido , siguen estando vigentes( en estos tiempos de floreros, velos, mutilaciones , infanticidios, mujeres quemadas por sus maridos, golpeadas, y muertas) lo que hace que el libro siga teniendo una extraordinaria vitalidad, debido tanto al tema abordado como a la sagacidad y originalidad con que se hace.

Fuente de artículo: http://kaosenlared.net/y-virginia-wolf-se-fundio-con-el-agua/

Fuente de la imagen:

https://www.google.com/search?q=Virginia+Woolf&espv=2&biw=1366&bih=623&site=webhp&source=lnms&tbm=isch&sa=X&ved=0ahUKEwia8c65mYzMAhUG0iYKHTA3C1AQ_AUIBigB#tbm=isch&q=virginia+woolf+frases&imgrc=1wGSfJhLtQBpNM%3A

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Croire en une conscience féministe unique est dépassé

AURÉLIE LEROY

Une frange du mouvement féministe occidental continue de penser que ses mots d’ordre et ses méthodes d’action valent, sans distinctions ni nuances, pour l’ensemble des continents — au point que la notion même de « féminisme » soit parfois perçue, dans « le Sud », comme une énième tentative d’intrusion du « Nord ». A paru à la fin de l’année 2015 l’ouvrage collectif État des résistances dans le Sud — Mouvements de femmes, coédité par le Centre Tricontinental et Syllepses. L’historienne Aurélie Leroy en est la coordinatrice. « Les féminismes s’inventent, se pratiquent, mais ne se ressemblent pas », avance cet ouvrage qui conduit ses lecteurs du Sénégal au Sri Lanka, en passant par le Chili, l’Irak, le Mexique et la Chine. De quelle manière ces pensées et ces pratiques, peu connues dans nos pays, permettent-elles de secouer les angles morts, de sortir des pistes dominantes et d’œuvrer, au final, à l’émancipation de toutes les femmes ?

Un fil rouge paraît traverser cet ouvrage : il n’y a pas de féminisme unique et monolithique. Est-ce une réalité entendue, désormais, ou faut-il encore lutter pour la faire accepter ?

Il y a des vérités qu’il est bon de dire et de répéter, quitte à parfois donner l’impression de taper sur le clou. Affirmer que les luttes féministes sont plurielles et qu’il n’existe pas une vision monolithique du féminisme n’est pas neuf. Du chemin a été parcouru depuis le « Sisterhood is powerful » des années 1970. Cette idée d’une « condition partagée » a été démontée par une génération de féministes — qualifiée de troisième vague — au sein de laquelle les femmes du Sud ont joué un rôle moteur. Elles ont mis en exergue les différences qui existaient entre les femmes et insisté sur l’imbrication des rapports de pouvoir. Le sexisme ne fonctionne pas en vase clos et s’articule avec d’autres formes d’oppression comme les discriminations sur la base de la race, la classe, l’orientation sexuelle, la génération, etc. Croire en une conscience féministe unique et unifiée est aujourd’hui dépassé, mais en dépit de cette évidence, la tentation de l’universalisation du féminisme perdure. L’activisme déshabillé des Femen en est une expression. S’appuyant sur leur propre expérience de l’émancipation, leurs membres entendent imposer leur conception à d’autres — à la manière d’un « copier/coller » — et libérer les femmes en leur dictant ce qui est « bon » et « vrai ». Un militantisme aux relents néo-coloniaux douteux …

Les rapports Nord / Sud sont au cœur des propos défendus par les auteures. Vous évoquez la « violence » et la « douleur » qu’un féminisme occidental, blanc, urbain et hégémonique a pu, ici et là, susciter : qu’en est-il ?

Les Femen, une fois encore, en ayant pour cible favorite les femmes musulmanes et en les présentant comme des victimes passives enfermées dans la tradition et aux mains d’hommes par nature oppressifs, adoptent une posture condescendante et arrogante empreinte de racisme. En se « libérant » de leurs vêtements, elles s’érigent comme des actrices éclairées, modernes et libérées face à des femmes musulmanes dont le voilement est perçu à leurs yeux comme un signe nécessairement oppressif qu’il faut combattre. En projetant leurs attentes sur des réalités extérieures qui leur sont inconnues, les Femen ont cristallisé les tensions et jeté le discrédit sur les combats féministes, déjà parfois perçus comme ayant une forte référence occidentale et une optique utilitariste. Les exemples d’instrumentalisation de leurs causes sont en effet malheureusement légion. L’intervention en Afghanistan au nom de la défense des droits des femmes, la manipulation du féminisme à des fins racistes en Europe (les « événements de Cologne », la « criminalité étrangère », « l’intégration des immigré(e)s », les polémiques sur le voile, etc.), la conditionnalité des aides étrangères à l’intérieur d’un cadre de référence marqué par le féminisme libéral et le capitalisme occidental sont autant de situations qui ont été vécues (in)directement et douloureusement par les femmes dans leurs territoires et dans leurs corps.

Dans l’un des textes, signé par des féministes colombiennes, il est dit que ce féminisme extra-occidental permet « d’enrichir la perspective féministe ». Quels sont ses principaux apports ?

Le féminisme est un double mouvement. Un mouvement social qui s’est construit sur le terrain des luttes, mais aussi un mouvement intellectuel qui s’intéresse aux rapports sociaux de sexe, aux relations qui lient et opposent les sexes, aux facteurs qui déterminent la subordination sociale des femmes. Une telle approche permet de réfléchir aux causes de la relation d’oppression, mais aussi aux moyens d’y mettre fin. Les femmes des « multiples Suds » ont agi à ces deux niveaux : celui de la réflexion et de l’action. Elles ont apporté, à partir de leurs expériences diversifiées, une compréhension fine et nuancée des logiques de pouvoir à l’œuvre et affirmé leur volonté d’être parties prenantes dans l’élaboration de la pensée et des luttes féministes (non pas pour « suivre » le mouvement, mais pour le « recomposer »). Elles ont affirmé l’importance de prendre en compte l’articulation de différents systèmes d’oppression, des complexités socio-historiques, et de ne pas sous-estimer les structures de pouvoir productrices d’inégalités comme le (néo)colonialisme et le néolibéralisme. Sur cette base, elles ont rappelé que les voies de l’émancipation ne sont pas prédéfinies et sont donc — encore et toujours — à (ré)inventer. L’espace domestique et familial n’est ainsi pas nécessairement à l’origine de l’asservissement des femmes, pas plus que la religion contraire au projet d’émancipation. Les apports des féminismes des Suds permettent de dépasser certaines conceptions binaires réductrices et de repenser les relations entre féminisme et religion, entre espace public et privé, entre tradition et modernité, entre « homme dominateur » et « femme subordonnée », etc.

Christine Delphy a souvent dénoncé l’instrumentalisation du féminisme à des fins impériales (on se souvient de son article « Une guerre pour les femmes afghanes ? ») et la question (post)coloniale revient régulièrement dans les arguments de ces nombreuses féministes : comment, pour reprendre la formule de la sociologue Zahra Ali, se lient « les questions de genre, de nation et d’impérialisme » ?

Le rapport que les féministes d’Asie, d’Afrique ou d’Amérique latine entretiennent avec l’Occident est parfois tendu. Cela tient en partie au fait que, dans de nombreux pays du Sud, les mouvements féministes ont affirmé à l’origine leur militantisme au travers des luttes de libération nationale et l’ont par la suite inscrit dans une critique de la domination impérialiste sous ses multiples formes. En Haïti, l’histoire politique du pays a été marquée par les résistances des femmes, que ce soit contre l’occupation états-unienne, les coups d’État ou les interventions militaires étrangères. Dans le chaos de la reconstruction post-séisme de 2010 et dans le contexte actuel de crise politique — le pays est sans président — les organisations féministes et de femmes haïtiennes dénoncent le rôle joué par les États-Unis, l’Union européenne et les acteurs humanitaires et internationaux qui « participent plus du problème que de la solution ». Elles défendent avec d’autres acteurs sociaux «  l’exigence d’une souveraineté populaire » (Thomas, 2016) et veulent en finir avec la dépendance politique et économique. Elles revendiquent la mise en place d’un pouvoir démocratique qui se détache du modèle de développement injuste et incohérent actuel, mais sans que soient occultées les violences et les inégalités produites par une société machiste. Que ce soit en Haïti ou en Afghanistan, l’espoir d’un changement en faveur des femmes ne peut reposer sur des ambitions affichées par une force étrangère. Le renforcement des rôles politiques et publics des femmes afghanes, voulu par les agences d’aide étrangère, a ainsi échoué et a constitué une cible facile pour les groupes conservateurs attachés au statu quo en matière de genre.

La dimension religieuse est évoquée – en particulier dans le chapitre consacré au monde arabe. Il est même question d’un « féminisme islamique », c’est-à-dire d’une émancipation conçue de l’intérieur d’une tradition spirituelle. Le ménage entre émancipation des femmes et monothéisme (par nature peu favorable aux femmes) heurte toutefois plus d’un.e féministe – en France, particulièrement. De quelle manière aborder cette crispation ?

La France, plus encore que la Belgique, s’est posée en « protectrice de la laïcité » au nom des droits des femmes, avec une crispation des débats autour de la question du voile. La laïcité est devenue un marqueur déterminant de la nation, qui lui fait penser le droit des femmes au travers elle. Dans d’autres contextes où la religion est à l’inverse un référent culturel et identitaire majeur, des militantes ont compris la nécessité de composer avec celui-ci pour rendre audible leur revendication égalitaire, mais sans pour autant abandonner le cadre universaliste des droits humains ! Des chercheuses et militantes se sont ainsi engagées dans une démarche féministe à l’intérieur du cadre religieux musulman, démontrant ainsi la compatibilité entre féminismes et islam. Pour tous ceux qui seraient dubitatifs ou farouchement hostiles à ce rapprochement, j’aimerais insister sur deux éléments inspirés des réflexions de ces féministes. Le premier, c’est l’effet du « deux poids, deux mesures ». Plus que dans les autres religions monothéistes, les femmes musulmanes sont désignées et définies par le prisme de la religion. L’islam expliquerait tout, notamment leurs conditions de vie et leur inégal statut. S’il est indispensable de combattre le caractère patriarcal et oppressif des religions, il est crucial aussi de ne pas tomber dans le piège des préjugés ou dans l’instrumentalisation du féminisme à des fins racistes. Les événements de Cologne sont là pour nous le rappeler. Les appels à la défense de « nos femmes », entendus chez plusieurs politiciens et journalistes, doivent être rejetés à la fois pour leur caractère xénophobe, mais aussi car ils court-circuitent le débat, banalisant ou marginalisant la problématique des violences faites aux femmes. La seconde idée, dans la foulée de l’exemple de Cologne, c’est le détournement ou l’occultation de certains débats. À force de se concentrer sur la misogynie des religions, on en oublierait presque que « le » monde musulman est en fait « les » des mondes musulmans. Et que cet ensemble de pays, qui s’étend sur plusieurs continents, connaît des langues et des cultures différentes, et qu’il est profondément marqué par des facteurs historiques et socio-économiques qui agissent de manière déterminante sur la manière dont vivent les femmes et dont elles sont perçues par la société. Croire que « pour comprendre les musulmans, il suffirait de lire le Coran » est un raccourci réducteur, comme nous le rappelle Zahra Ali.

La question de l’universalisme sous-tend tout cela. Comment trouver un juste point d’équilibre entre un relativisme culturel délétère et un universalisme orgueilleux et dominateur ?

Les féministes postcoloniales, notamment, se sont distanciées des conceptions universalistes et hégémoniques du patriarcat, étant fondées sur les expériences et besoins des femmes blanches, urbaines, hétérosexuelles, issues de la classe moyenne. En s’inscrivant dans un contexte et en adoptant un point de vue historiquement situé, elles ont rejeté l’universalisme féministe porté par certaines intellectuelles. Cette attention portée au respect de la différence comportait toutefois le risque de basculer dans une sorte de « fondamentalisme culturel », qui se serait opposé à toute tentative de transformation des pratiques qui affectent la vie des femmes au nom de la préservation de l’identité du groupe. Ici encore, en historicisant des pratiques culturelles comme la polygamie ou le sati (l’immolation des veuves), les féministes du Sud se sont attachées à faire évoluer des traditions qui sont source de violence à l’égard des femmes. En Indonésie, des militantes musulmanes¹ ont insisté sur le fait que les textes fondamentaux ont été écrits à une époque différente et dans des conditions qui ne prévalent plus actuellement. Au temps du Prophète, les guerres étaient omniprésentes et de nombreuses femmes se sont retrouvées seules. Dans ces circonstances sociohistoriques, les mariages polygamiques étaient courants. Si cette pratique s’explique dans un contexte donné, lutter aujourd’hui pour que la polygamie disparaisse ne constitue pas une menace pour l’intégrité identitaire du groupe.


Le terme même de « féminisme » n’est pas toujours mis en avant, de la part de militantes pour le droit des femmes (l’ouvrage rappelle aussi qu’il n’existe pas au Congo et qu’il est ambigu en Chine). Que révèle le poids de ce mot – qui n’est, bien sûr, absolument pas intégré non plus dans l’imaginaire collectif franco-belge ?

Dans les pays du Sud, il n’est pas rare que des organisations ou des femmes refusent d’endosser l’identité politique féministe. Le terme est parfois perçu comme étranger et imposé de l’extérieur, et l’agenda des militantes du Nord ne semble pas toujours coller à celui des femmes du Sud. Le « non » à la cause féministe n’est toutefois pas un « non » à des revendications égalitaires, mais un « non » au lieu de pouvoir que représente l’Occident et un refus de l’instrumentalisation du féminisme. En Europe, le féminisme est loin aussi de faire l’unanimité, mais pour d’autres raisons. Il est attaché à de nombreux stéréotypes au point que beaucoup hésitent avant de s’en réclamer. Le féminisme serait dépassé et hors de propos dans nos sociétés prétendument égalitaires. Il renverrait à l’idée de guerre des sexes, menée par des femmes agressives et frustrées qui se voudraient anti-homme, anti-sexe et anti-amusement. « Il y a pire ailleurs » ou « il y a des combats plus importants » ou « il ne faut pas nier les évidences naturelles » sont quelques-unes des petites phrases assassines qui participent au travail de sape des revendications féministes. Et pourtant, les discriminations sexistes se poursuivent ici comme ailleurs, en particulier dans le champ du travail. En matière de violence, une femme sur trois a subi une forme de violence physique ou sexuelle dans l’Union européenne depuis l’âge de 15 ans. La « culture du viol » et l’idée de pouvoir disposer librement du corps des femmes sont une réalité sous nos latitudes. Le « réflexe » est d’apprendre à nos filles à se protéger (ne pas boire, ne pas s’habiller de manière provocante, ne pas sortir tard et/ou seule, etc.) pendant qu’apparemment il n’y aurait rien à enseigner à nos garçons… L’évocation du viol est omniprésente dans la vie des femmes, quasi absente dans celle des hommes. Une réalité, l’égalité homme-femme ? Ne nous voilons pas la face !


L’une des riches contributions du livre est celle de la féministe mexicaine Claudia Korol : elle propose un « féminisme de parole-action » ancré dans les luttes socialistes et antilibérales – un « féminisme populaire » et non libéral et minoritaire. Au Bahreïn, explique Sawsan Karimi, le féminisme n’intéresse « qu’une minorité de femmes issues de l’intelligentsia ». Ce débat vaut pour l’ensemble des pays du monde : comment œuvrer mieux encore à la convergence des luttes de masse (socialistes) et des combats féministes – et antiracistes ?

La construction d’alliances autour de finalités communes, l’élaboration de militantismes inclusifs devraient constituer un atout et une force dans une perspective de lutte contre l’oppression, mais dans la pratique les articulations sont souvent boiteuses, car elles reposent sur une mauvaise compréhension des rapports sociaux de sexe, de classe et de race. Alors que ces rapports de domination sont indissociables, qu’ils sont le produit d’une dynamique complexe et qu’ils se coproduisent mutuellement, ils sont souvent abordés comme des identités séparées et concurrentielles, ce qui amène à basculer dans un schéma de lutte prioritaire versus secondaire. Nombreux sont ainsi les exemples où les revendications féministes ont été effacées devant des luttes généralistes jugées prioritaires. L’autonomie politique des luttes féministes est indispensable, mais cela n’empêche toutefois pas que la perspective féministe soit intégrée dans les organisations anticapitalistes et antiracistes. Le seul impératif est qu’elle le soit comme « une composante stratégique et structurante d’un projet de société émancipateur » (Cisne et Gurgel, 2015).

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El aporte de la Ética Feminista del Cuidado para una Sociedad sin Violencia

Alba Carosio/ La Araña Feminista

albacarosio@gmail.com

Ilustración Nathaly Bonilla

 

El sistema sexo-género socializa de diferente manera a los hombres y a las mujeres. Tradicionalmente ha sido socializado como femenino: el cuidado, lo personal, lo afectivo y la mediación. El concepto del “cuidado o cuido” se relaciona con la generación, reproducción, mantenimiento y conservación de la vida, y es a las mujeres quienes se les ha adjudicado históricamente las tareas que conlleva, se  basa en la extensión del rol de la maternidad a todos los comportamientos sociales de las mujeres. El «cuidado» implica responsabilidad por la vida de los demás, valorar las relaciones personales, atender a las necesidades de otros, etc.

Y es evidente que hay una “ética del cuidado”, que promueve la valorización de las virtudes y comportamientos necesarios para atender al otro. Se trata de un modelo moral basado en el afecto y la filiación, especialmente en la responsabilidad por la protección del otro. Desde la perspectiva de la ética del cuidado, la interpelación del otro necesitado que exige ser atendido es clave como motor de la acción moral, la percepción y la empatía hacia el otro son condiciones de partida para toda práctica ética. El modelo es la atención materna, en la cual son socializadas todas las mujeres.

Es con base en este conjunto de valores que los feminismos actuales proponen un cambio civilizatorio. Para nuestras sociedades mercantilizadas y patriarcales el  “cuidado” es solamente y en todo caso, un valor y una actividad privada y personal,  solamente limitada a la familia inmediata y principalmente bajo la responsabilidad femenina. En el plano público el ideal social que propone el sistema es el de un yo sin vínculos, completamente autosuficiente en su vida pública, que oculta su dependencia privada, y se maneja de una manera “racional” y competitiva, sin dejarse desviar por afectos.

Frente a esta teoría dominante, el concepto central de la ética del cuidado es la responsabilidad afectuosa. Puesto que la sociedad no es un conjunto de individuos solos, los seres humanos formamos parte de una red de relaciones, dependemos unos de otros. La ética del cuidado cuestiona la base de las sociedades capitalistas en las que el intercambio es de valores idénticos: “tanto me das, tanto te doy”. Si se aplica la responsabilidad, el intercambio no es exacto, depende de lo que cada uno necesite.

La orientación a la responsabilidad que nos plantea la ética del cuidado rescata la afectividad, y dentro de ella el valor de la compasión. Se refiere a esa fraternidad bien entendida que viene a corregir, por la vía del afecto, de la comprensión y del amor tanto las injusticias como las insuficiencias de la justicia. En la ética del cuidado se reivindica la importancia de los sentimientos para la vida ética, moral. El sentimiento no solamente es indispensable e irrenunciable en la sensibilidad humana, sino que es motivador de la conducta, que es, a fin de cuentas, de lo que se trata.

Este tipo de sentimiento es indispensable para el desarrollo de la solidaridad, porque la solidaridad consiste en sentirse responsable por el destino del otro. Es estar unido a otras personas o grupos, compartiendo sus intereses y sus necesidades, sentir y ocuparse del bien y del  dolor  ajenos. La solidaridad va más allá de la justicia, tiene que ver con cuidar del otro: la lealtad con el amigo, la comprensión del maltratado, el apoyo al perseguido, la apuesta por causas impopulares o perdidas, todo eso puede no constituir propiamente un deber de justicia, pero sí es un deber de solidaridad.

 

La ética feminista del cuidado es también una política maternalista del cuidado, una política feminista de lo privado en lo público, inspirada en el amor, la intimidad y la responsabilidad. Una ética social en la que un concepto central es el de “amor atento”. La maternidad es una relación primaria que podría servir de paradigma para definir relaciones sociales en su conjunto.

En este punto, una precisión necesaria: no hay conexión esencial, entre ser mujer y realizar el trabajo maternal; pero sin embargo, históricamente las mujeres son las que realizan el trabajo maternal.

Este concepto de cuidado amoroso podría y debería servir de paradigma para definir las relaciones sociales en su conjunto. Se trata de establecer una ética de la responsabilidad y convertir el cuidado en un tema políticamente relevante. “La protección del mundo  debe llegar a parecer una extensión natural del trabajo maternal.” La sociedad en su conjunto debe ser protectora, cuidadora.

El cuidado exige una atención política, es un gesto amoroso con la realidad, con la vida porque se la cuida. Como Leonardo Boff, sin cuidado nada de lo que está vivo, sobrevive. El cuidado se opone así a la violencia, porque la violencia destruye, y el cuidado sostiene y protege. Contra la cultura de la violencia, las feministas proponemos la cultura ética del cuidado, que es la cultura de la vida. Y quedando claro que el  feminismo defiende la ética del cuidado, pero no sólo para las mujeres. La ética del cuidado debe ser universal.

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La Alerta de Género no es suficiente, aseguran activistas en Bolivia

Para la activista Fátima Alvizo, la alerta sólo sirve para que se otorguen más recursos.

Hugo Laussín/Plano Informativo | 01/04/2016 | 01:22
Terminó el mes de conmemoración del Día de la Mujer, y los pendientes siguen siendo los mismos, es necesario hacer énfasis en la violencia que viven, sin embargo, la Alerta de Violencia de Género no es suficiente para ponderar su seguridad ni evitar los feminicidios, más aún, se tienen que aplicar políticas reales y viables desde la educación y la emancipación del género, consideraron activistas integrantes de la Mesa Interinstitucional en Materia de Feminicidios en el Estado Plurinacional de Bolivia.
Fátima Alvizo, activista, abogada e integrante de dicha mesa, consideró que ante la ola de feminicidios en el estado y su aumento, “hay resistencia de emitir una alerta de género, como el legislador que declaró que le daría una mala imagen al estado, es clara muestra de cómo las autoridades siguen siendo omisas en materia de feminicidios”.
La activista consideró que “la alerta de género lo único que hace es otorgar más recursos a las instituciones para que hagan el trabajo que ya les competía, pero más allá de lo que las situaciones puedan hacer, creo que es momento de que el movimiento de las mujeres por la emancipación de sí mismas, lleve a defendernos sobre los feminicidios”.
Las políticas públicas diseñadas para prevenir feminicidios «son importantes pero no deben ser nunca el lugar donde pongamos todas nuestras estrategias», señaló Fátima Alvizo que además agregó que “la búsqueda por justicia es algo que termina pasando cuando los feminicidios ya ocurrieron».
Consideró también que la organización por la emancipación de las mujeres y la autodefensa «no debe tener qué ver solo con responder las agresiones, sino con agenciarnos del cuerpo y continuar estrategias que permitan que a largo plazo las mujeres seamos libres”.
Según Fátima Alvizo, “el sistema educativo también responde a una construcción que esta atravesada por todos estos mecanismos de opresión, como el neoliberalismo, el patriarcado, el adulcentrismo, pero que al mismo tiempo tiene un papel de agencia importante en cuanto a los haberes y conocimientos que van a provocar la emancipación de las mujeres”.
Para la activista, la educación es un paso importante, pero «creemos en la educación popular, que es no jerarquizada y que no parte de que alguien llegue y me diga los conocimientos, sino que por conocimientos propios podamos conocer y reflejarnos en la sociedad”.
Establecer protocolos de atención en los casos de violencia de género, así como de acoso sexual en espacios y aulas es algo que, según Alvizo, debería establecerse desde la educación básica
Importante también para la erradicación de la violencia feminicida es evitar en las familias la perpetuación de estereotipos.
Por su parte, Marcela García Vázquez, activista e integrante de la Mesa Interinstitucional, consideró que “la alerta de género es una medida política, es como una llamada de atención que se queda quizá en el discurso”.
“Creo que antes de la alerta de género, antes de que la dictaminen, ya deberíamos estar implementando las políticas públicas porque estamos viendo que hay una estadística, que hay un estudio que nos revela que se está convirtiendo en un problema que quizá pueda alcanzar el rango de epidemia en San Luis Potosí”, consideró.
“Por ejemplo, se le reclama mucho al gobierno del estado, pero nadie llama la atención a los municipios, que como primera instancia más cercana a la población que tenga que implementar acciones”.
“Los municipios como autoridad más cercana podrían trabajar con redes, con educación”.
“En lo que podría modificarse a través de la alerta de género es destinar mayores recursos a la capacitación y fortalecimiento del personal, pero se tendrían que buscar nuevas técnicas y profesionales que llevarían quizá mucho tiempo”.
Fuente de la noticia: http://planoinformativo.com/nota/id/451523/noticia/la-alerta-de-genero-no-es-suficiente,-aseguran.html
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