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José María Toro: “Lo importante no es el recurso ni la tecnología, sino la mano que la maneja y el corazón que la sostiene”

La Diaria Educacion.uy

José María Toro es un maestro y escritor español que ha centrado su obra en la necesidad de cultivar y desarrollar las emociones. Suele recurrir a metáforas y juegos de palabras para explicar que en la educación los niños deberían ser acompañados para entrar en “su corazón”, pero para ello los docentes también deben recorrer ese camino. Para ello, Toro ha formado a centenares de docentes por medio de cursos y de varios libros publicados. El maestro habló con la diaria en su estadía en Uruguay, ya que será el conferencista principal de Proeducar, un encuentro que todos los años organiza la Asociación Uruguaya de Educación Católica y que se desarrolla entre hoy y mañana en el colegio Clara Jackson de Heber.

En una de tus conferencias anteriores señalás que “la gran carencia de las escuelas es la conciencia del cuerpo”. ¿A qué te referís?

Me refería a que la presencia del cuerpo en la escuela sobre todo se centra en la educación física, la parte deportiva y de gimnasia, y mucho menos en la expresión corporal, dramática o el teatro. Planteo que no se trata solamente de hacer cosas con el cuerpo, sino de la conciencia que el niño pueda tener del uso que hace de su cuerpo. Ni siquiera los maestros tienen esa conciencia del cuerpo; en España entras en un aula, por ejemplo de tercer grado, y hay niños pequeños y otros mucho más altos. Sin embargo, el mobiliario es exactamente el mismo para todos. Los niños a los que el mobiliario les queda pequeño estarán en una posición en la que habrán perdido la verticalidad de la columna, por lo que les estaremos jorobando la vida. O bien, que suele ser lo habitual en España, a los niños a quienes les queda grande y no pueden tomar tierra quedan con los pies en el aire, y si se suma un movimiento compulsivo de las piernas, su mente está disparada. Por algo decimos que una persona tiene los pies en la tierra cuando está en la realidad. Si queremos que el niño esté en la realidad de la explicación del maestro, tiene que estar con los pies en la tierra. Cuando hemos hecho nuestro algún concepto o actitud no decimos que eso está “mentalizado”; ese es el primer paso, el siguiente es que eso se haga realidad en mí. El verbo que usamos es “incorporar”. Supongamos que queremos educar para la paz, que no es sólo un concepto ideológico, sino un estado tisular, de la mirada. Cuando el grado de tensión del ojo llega a un nivel de peligro, el cerebro en su sabiduría manda una orden para que no haya un derrame ocular y esa tensión del ojo se canalice. Entonces, la tensión va al puño y el niño golpea al compañero; de esa forma descarga la tensión. Si trabajamos la mirada blanda, que yo llamo “del corazón”, nunca va a haber puñetazo, porque no hay tensión en la mirada. Uno no hace daño a quien mira con buenos ojos. La conciencia del cuerpo es qué conciencia tiene el niño de la paz que él es. Esa paz está en su forma de mirar, de respirar, de moverse. Hay que darle cuerpo a la paz.

¿Cómo es la conexión del cuerpo con las emociones?

Podemos caer en el error de pensar que el cuerpo es la parte física, el soma griego, lo somático. Yo lo considero un cuerpo de cuerpos, como las muñequitas rusas. Nosotros vemos la última parte, que es la física; de todos los cuerpos que tiene la persona es el cuerpo más denso, el tangible. Pero tenemos un cuerpo mental que, por supuesto, tiene su parte somática en la estructura cerebral. Tenemos un mundo de pensamientos que es más etéreo, un mundo emocional, un cuerpo energético, y luego ‒entre paréntesis, porque dependerá de las concepciones o creencias de cada persona‒ un cuerpo espiritual. De todos esos cuerpos, el que es más manejable es el físico, porque es tangible. Mi propuesta de trabajo es muy metafísica, porque si trabajo con el alma del niño, con el ánimo ‒ánima es igual a alma‒, no puedo hacer una cirugía y buscar en algún recoveco. Pero sí puedo trabajar la cara, que es el espejo del alma, del estado interno. Si puedo distender la cara de una persona, eso distiende su mundo emocional interno. El cuerpo humano es una unidad, y lo importante es que estén todos los elementos, pero para una educación integral tienen que estar integrados en forma armónica. Cuando sumas lo integral más lo integrado te aparece la palabra “íntegro”, que tiene hasta un componente ético y moral. Es decir, ya es un ser completo. Las emociones forman parte de la estructura del ser humano y, por lo tanto, tienen que ser parte de la tarea educativa.

¿Cómo debe abordarse lo emocional en el sistema educativo?

La palabra “emoción” es una energía que se pone en movimiento. Buena parte de la literatura sobre emociones dice que son una reacción bioquímica del cerebro ante un estímulo. Es un mecanismo que hemos generado para sobrevivir. Desde el punto de vista pedagógico me interesa trabajar las emociones esenciales, que son una energía que se pone en movimiento de forma que el niño mueve algo de su esencia y de su identidad, que necesita desarrollarse. El árbol está en la semilla; esa es la identidad esencial de un árbol, pero tiene que desarrollarse. El niño como un ser de paz está ahí, en su ADN humano, pero está como semilla. Que eso pueda desarrollarse va a depender de su entorno familiar y cultural. Me interesa que los maestros acompañen a los niños en una experiencia vivencial de interioridad en la que puedan conectar, sentir, vivir y expresar esas emociones.

¿Eso tiene que ver con la noción que has manejado del “niño como sabio”?

Sí. También podríamos hablar de una sabiduría de las edades, que es un concepto del pedagogo español Carlos González. Es decir, cada edad tiene su propia sabiduría, y las distintas edades tienen que tener su relación. Si como adulto no sé cómo afrontar un tema puedo recurrir a la sabiduría del niño, que es quien te da la respuesta inmediata, intuitiva y directa. O la sabiduría del adolescente, que transgrede las normas y va más allá de lo que está permitido. Cada edad tiene su propia sabiduría, y lo importante es que vayamos creciendo en una armonización y podamos hacer un uso, según necesitemos, de lo específico de cada sabiduría. No basta la información; la informática nos da datos, pero esos datos inconexos no sirven para nada. Hay que organizarlos en un cuerpo de conocimiento, pero la escuela de conocimiento tiene que dar un salto más: no basta que yo lo sepa, sino que lo saboree. Esa es la escuela de la sabiduría. En los pueblos primitivos el sabio era el que sabía por el sabor las plantas que eran curativas. La sabiduría siempre es curativa, terapéutica, sanadora, porque el conocimiento tiene que iluminar mis decisiones de vida. ¿De qué me sirve que un niño sepa cómo funciona el aparato respiratorio si no sé que alargando la respiración puedo soltar una pena de una rabia, o que si habilito la pausa en la respiración se elimina toda posibilidad de ansiedad?

¿Cómo analizás la educación en un contexto tan mediado por la tecnología, en el que muchas veces se fetichiza?

Ese fetiche aparece cuando el maestro cae en un error al que llamo “la absolutización de la añadidura”. Y encima, si la tecnología es tan potente y seductora, caemos un poco presos del recurso. En la conferencia que daré mañana [por hoy] en Proeducar, una de las ideas que voy a plantear a los docentes es que el recurso por excelencia son ellos. A un mal maestro la tecnología no lo hace buen maestro, sí puede mejorar al que ya es un bueno. La tecnología se refiere a cómo transmitimos una información, un conocimiento, a cómo desarrollamos un proceso de enseñanza y aprendizaje. En la urgencia cotidiana al maestro le comen los cómos: lo que quiere es saber cómo hacer para resolver una situación que tiene delante en el momento. Ese “cómo” es para un “qué”. Ahora mismo el “qué” y el “cómo” presiden el cotidiano escolar. Sucede que el “qué” forma parte de algo más amplio, que es un “por qué” y un “para qué”. Cuando tú tienes claro el “por qué” y el “para qué”, el “cómo” te va a salir. Además, con internet hoy un maestro tiene a su disposición, a golpe de ratón, miles de actividades, fichas, propuestas del tema que quiera. El tema es cómo uso ese material. Lo importante no es el recurso ni la tecnología, sino la mano que la maneja y el corazón que la sostiene, y una medicina en las manos inadecuadas se convierte en veneno, y un veneno en las manos adecuadas se convierte en medicina. Al final, va a depender del nivel de conciencia del maestro, de cómo es como persona, de cómo es su preparación humana y profesional.

¿Cómo surge la idea de los centros “tan”?

Yo estaba haciendo un curso con maestros en Córdoba, España. Planteo acompañar a los niños en una experiencia de eso maravilloso que hay dentro, pero no puedo acompañarlos en un lugar que desconozco. Uso la imagen de que un maestro es como un guía turístico, que va a llevar a los niños a un lugar maravilloso y exótico que es su corazón, como una imagen para hablar de lo mejor que está dentro de cada ser humano. Si yo soy un guía turístico de París, no puedo llevar a alguien a un lugar si no sé dónde está. Si soy una persona que visita constantemente París y la conozco al detalle, podré llevar a mis turistas a los rincones que nadie los lleva. Lo que interesa es que el maestro tenga una riquísima vida interior de conocimiento de sí mismo, de sus propias emociones, de su carácter y personalidad, y sobre todo de reconocimiento de su propia identidad. La personalidad es un modo de expresar la identidad, que no la agota. Los cursos son para hacer esos viajes y que luego ellos puedan hacerlos con los niños. Trabajamos mucho con ropa cómoda, en el piso; visto de afuera pueden parecer ejercicios de relajación, pero es mucho más porque no se trata sólo de calmar la superficie, sino de liberar lo profundo que está ahí. Al terminar un ejercicio, una maestra se me acercó y me preguntó si lo que hacemos es relajación, meditación o qué. Le pregunto por qué quería saber y me dice: “No sé, es que yo me encuentro tan… tan… tan”. Me vino esta palabra porque en todos los centros escolares de España hay unas aulas TIC [tecnologías de información y comunicación], que suena a tic nervioso. Con esto planteo que en los centros, sobre todo los públicos, los niños tienen derecho a que los adultos les muestren que hay un espacio dentro de ellos que pueden habitar, conquistar y conectar conscientemente. Cuando entren a ese espacio van a conectar con lo mejor de ellos mismos. Hay un remanso impresionante de paz, de creatividad, de ternura y de energía. La propuesta es que, así como hay centros llenos de computadoras para que los niños aprendan a navegar por internet, debe haber aulas sin mesas ni sillas, pero acogedoras, con colchonetas, almohadones, para que los niños sepan que cuando entran allí van a navegar hacia su mundo interior.

¿Cuál es el rol del descanso en instituciones educativas que lo tienen muy cronometrado, como en Uruguay, donde se le dice “recreo”?

“Recreo” viene de “recrearse”, “volver a crearse”. Porque se supone que en la hora anterior el niño ha ido perdiendo lo que es. No tendría sentido, porque el recreo es como un espacio entre otros tiempos de actividad, Vivimos en una vida fragmentada, todo está en cajones estancos. En mis clases tenía claro que en cualquier momento los niños podían detenerse para descansar, porque la escuela es para el ser humano. El niño es un ser humano, no un hacer humano. El ser es hacer y no hacer. En el no hacer, que es el descanso, el niño se integra a la tarea fundamental que es el “dejo de hacer para hacerme a mí”. Esto no lo vivimos en nuestra cultura, por eso hablo del secuestro del descanso; cuando no trabajamos, cambiamos de actividad, vamos de viaje y hacemos turismo, hacemos mil cosas, vemos películas, pero no descansamos. Por eso le llamo “descanser”: descansar para ser, que es cuando uno descansa en el ser. Sólo descansamos dentro, volvemos al espacio interior. Un descanso, que es mucho más que reponer fuerzas para seguir trabajando, es una recomposición de la presencia del adulto o del niño. Cuando llega de la escuela, a los padres no se les ocurre preguntarle al niño si ha descansado bien en el colegio, siempre le pregunta qué ha hecho. La escuela es un espacio en el que el niño tendría que aprender pero también vivir el descanso desde esta dimensión.

¿Los centros educativos religiosos tienen más acumulado en el trabajo de lo interior?

Sí, pero depende de cómo lo trabaje el centro religioso. La interioridad dependerá de cómo la viva el educador. Hace poco estaba dando un curso en España y había otro grupo con una educadora con niños y me quedé horrorizado por los conceptos que vertía: “Cuidado porque el demonio…”, en lugar de acercar al niño a lo más noble de sí mismo. No le hables del demonio, en todo caso háblale del dios que hay en él y permite que conecte con él. Es verdad que algunos colegios religiosos se asocian más a la dimensión más espiritual o interna. Yo reivindico eso, sin connotaciones religiosas específicas, para los alumnos de la escuela pública.

¿Qué rol debería jugar la formación docente, que en general no incluye estos temas en sus aulas?

Uno de los grandes dramas que vive un maestro cuando pisa la escuela por primera vez es que prácticamente no le sirve nada de lo que le dijeron. Habría que hacer varias reconsideraciones. Primero, tenemos que aclarar cuáles son las características que se necesitan para el oficio. En la formación inicial quienes forman a los futuros maestros son profesores o catedráticos de las disciplinas. La mayoría de ellos nunca ha enseñado a niños. Didáctica de la lectoescritura a mí me la dio un profesor de Filología Francesa que nunca en la vida había enseñado a leer a ningún niño. No aprendí en la escuela de magisterio cómo enseñarle a leer a un niño; me explicaron los métodos de lectoescritura, pero que me digan cómo se conduce un coche no quiere decir que sepa conducir, hasta que no tome el volante. Una de las cosas importantes sería habilitar que maestros con larga experiencia y reconocido prestigio en el ámbito de la educación tuvieran contacto con los futuros maestros. Cuando voy a las escuelas y facultades de magisterio los alumnos me dicen que eso que digo no se lo dicen ahí. Es necesario llevar esa vibración del maestro, esa parte vocacional, pasional, que difícilmente transmita un técnico o un experto de una disciplina. Otro tema es el de los contenidos a abordar. Por ejemplo, el uso de la voz. El maestro es un profesional de la voz, pero no tiene esa conciencia. Va al médico cuando ya perdió las cuerdas vocales, pero tiene que aprender a hablar, el uso que hace de la palabra, cómo lee un cuento para hacer vibrar al alumno. Pero no hay nada de eso en magisterio. El maestro tiene que ser un líder de un grupo de alumnos, tiene que aprender las funciones de liderazgo, tiene que ser un experto en dinámicas grupales, saber canalizar lo que se mueve en un grupo. Tiene que desarrollar capacidades expresivas, comunicativas. No tiene que ser un clown y ponerse una nariz roja, pero sí tiene que tener sentido del humor y saber captar el interés de los alumnos, despertar las ganas por el aprendizaje. Otra parte importante es que se debería vivir un proceso de sanación personal. Un psicólogo tiene que hacer su propio proceso terapéutico antes de abordar un paciente. No es necesario que el maestro sea un terapeuta, pero toda labor pedagógica es terapéutica. Todo lo que el maestro pueda limpiar de su historia personal, pulir de sus rasgos de personalidad, es lo que vamos a ganar luego, porque será una persona mucho más equilibrada, más estable, más segura, y será un regalo para los niños.

Fuente: https://ladiaria.com.uy/articulo/2019/2/jose-maria-toro-lo-importante-no-es-el-recurso-ni-la-tecnologia-sino-la-mano-que-la-maneja-y-el-corazon-que-la-sostiene/

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Venezuela sin relevo de maestros

América del Norte/Venezuela/cronica.uno/

Las escuelas de Educación del país viven la peor época en formación de maestros. En seis meses el Instituto Pedagógico de Caracas perdió a 3800 estudiantes, tuvieron que dedicarse a trabajar. Mientras que la UPEL pasó de graduar en 2015 a 15.540 maestros a otorgar el título a 4.755 en 2018. Especialistas advierten que es necesario “un plan titánico” para la formación de docentes. “La diáspora se llevó a los jóvenes y a la generación media”, dijo Robert Rodríguez, profesor de la UPEL, “hay un envejecimiento real de más de 15 años”.

Caracas. Juan Acosta en los últimos años comenzó a agregar unas palabras a su tradicional discurso para los graduandos del Instituto Pedagógico de Caracas (IPC): “Ahora pido a estos maestros que no se vayan del país porque los necesitamos para desarrollar Venezuela”.

Él, como director decano del IPC, uno de los ocho núcleos de la Universidad Pedagógica Experimental Libertador (UPEL), ha visto marchar a sus estudiantes sin poder hacer mucho, aunque lo intenta.

Alarmado cuenta que a principios de 2019 el instituto contaba con aproximadamente 7.000 alumnos, cuando hicieron la revisión de la matrícula en julio quedaban 3.200: “La mayoría de ellos dijo que son un trabajador-estudiante, pero que ahora tienen que dedicarse solo a trabajar”.

El rector de la UPEL, Raúl López Sayago, trata de “vender esperanzas” a esos jóvenes, de que “a lo mejor van a tener un país diferente, con oportunidades”. Pero en los últimos años no han podido detener la caída de la matrícula. Se le iluminan los ojos al decir que en 2009 la universidad tenía 100.000 estudiantes de Educación en pregrado, hoy son un poco más de 44.000.

En el salón de Carlos Lugo, jefe de la cátedra de Ecología en el IPC, la clase transcurre con solo nueve estudiantes. Él todavía recuerda cuando hace siete años dictaba esa misma clase de Descomposición a 20 alumnos. “En 2017 en mi cátedra ingresaron 75 jóvenes, de ese grupo, quedan 9. En 2018 fueron 50, quedan 8”, lamenta.

Óscary González intenta continuar sus estudios de Educación Comercial. Le faltan dos semestres para graduarse. Vive en La Guaira y cuenta que cada vez es más difícil tener los 42.000 bolívares y tomar tres camionetas para llegar a clases. Tampoco tiene profesores de Estrategia ni de Planificación. Solo en 2019 renunciaron 68 profesores, lo que representa 23,8 % de la planta docente de la UPEL.

A González le ha tocado retirar materias porque se inscriben menos de 10 alumnos. “Todo esto hace que uno demore más estudiando. Pero quiero seguir”.

Acosta señala que es frecuente que los estudiantes asistan a su despacho y digan que no se quieren ir, que quieren conservar el cupo, pero deben ir a trabajar. Una beca no es garantía de prosecución académica, son apenas 75.000 bolívares. La opción de horario nocturno se perdió por problemas de transporte e inseguridad. Lo que les recomienda es que inscriban la menor carga académica.

Las escuelas de Educación del país viven la peor época en formación de maestros. En seis meses el Instituto Pedagógico de Caracas perdió a 3800 estudiantes, tuvieron que dedicarse a trabajar. Mientras que la UPEL pasó de graduar en 2015 a 15.540 maestros a otorgar el título a 4.755 en 2018. Especialistas advierten que es necesario “un plan titánico” para la formación de docentes. “La diáspora se llevó a los jóvenes y a la generación media”, dijo Robert Rodríguez, profesor de la UPEL, “hay un envejecimiento real de más de 15 años”.

Caracas. Juan Acosta en los últimos años comenzó a agregar unas palabras a su tradicional discurso para los graduandos del Instituto Pedagógico de Caracas (IPC): “Ahora pido a estos maestros que no se vayan del país porque los necesitamos para desarrollar Venezuela”.

Él, como director decano del IPC, uno de los ocho núcleos de la Universidad Pedagógica Experimental Libertador (UPEL), ha visto marchar a sus estudiantes sin poder hacer mucho, aunque lo intenta.

Alarmado cuenta que a principios de 2019 el instituto contaba con aproximadamente 7.000 alumnos, cuando hicieron la revisión de la matrícula en julio quedaban 3.200: “La mayoría de ellos dijo que son un trabajador-estudiante, pero que ahora tienen que dedicarse solo a trabajar”.

El rector de la UPEL, Raúl López Sayago, trata de “vender esperanzas” a esos jóvenes, de que “a lo mejor van a tener un país diferente, con oportunidades”. Pero en los últimos años no han podido detener la caída de la matrícula. Se le iluminan los ojos al decir que en 2009 la universidad tenía 100.000 estudiantes de Educación en pregrado, hoy son un poco más de 44.000.

maestros pedagógico
El IPC en 2019 perdió en seis meses a 3.800 estudiantes Foto: Tairy Gamboa

En el salón de Carlos Lugo, jefe de la cátedra de Ecología en el IPC, la clase transcurre con solo nueve estudiantes. Él todavía recuerda cuando hace siete años dictaba esa misma clase de Descomposición a 20 alumnos. “En 2017 en mi cátedra ingresaron 75 jóvenes, de ese grupo, quedan 9. En 2018 fueron 50, quedan 8”, lamenta.

Óscary González intenta continuar sus estudios de Educación Comercial. Le faltan dos semestres para graduarse. Vive en La Guaira y cuenta que cada vez es más difícil tener los 42.000 bolívares y tomar tres camionetas para llegar a clases. Tampoco tiene profesores de Estrategia ni de Planificación. Solo en 2019 renunciaron 68 profesores, lo que representa 23,8 % de la planta docente de la UPEL.

A González le ha tocado retirar materias porque se inscriben menos de 10 alumnos. “Todo esto hace que uno demore más estudiando. Pero quiero seguir”.

Acosta señala que es frecuente que los estudiantes asistan a su despacho y digan que no se quieren ir, que quieren conservar el cupo, pero deben ir a trabajar. Una beca no es garantía de prosecución académica, son apenas 75.000 bolívares. La opción de horario nocturno se perdió por problemas de transporte e inseguridad. Lo que les recomienda es que inscriban la menor carga académica.

universidades
La demanda para ingresar a las escuelas de Educación se ha reducido a mínimos históricos. Foto: Tairy Gamboa
Cada vez menos inscritos

Los ingresos de alumnos también son menores. El profesor Robert Rodríguez, jefe de la cátedra de Sociología del IPC, sostiene una carpeta con los horarios. Al lado tiene la lista de jóvenes que ingresaron en diciembre.

Este semestre no ingresó ningún estudiante a Física, no tenemos estudiantes en Ciencias de la Tierra, en Matemáticas fueron tres, en Química uno. Cada vez es menor la demanda. Estamos en la peor situación que jamás hayamos tenido, esto dice cómo será el futuro”, advierte Rodríguez.

En el caso de Lenguas Extranjeras, en 2018, tuvieron un ingreso de tres secciones de 60 estudiantes, en la actualidad queda una sección.

La UPEL tiene una tabla comparativa entre 2014 y 2018 de la matrícula de pregrado por especialidades: entre las más afectadas se encuentran Física, Química, Biología, Informática, Geografía e Historia, Castellano, Inicial, Primaria. (Ver infografía)

Por ejemplo, en 2014 tuvieron 1.638 estudiantes de Física, en 2018 unos 471. En Matemáticas eran 4.434 en 2014, ya para 2018 quedaban 1.761.

“Estudiar no es definitivamente atractivo. Y estoy observando que Educación está entre los menos atractivos”, dice Rodríguez. Desde hace cinco años no reciben un gran contingente de estudiantes: “Lo que está en el mercado es lo que existe. Tuvimos ingresos importantes de mínimo una sección. Ahora no. En todas las universidades que forman docentes hay una caída vertiginosa de la matrícula”.

Para sobrellevar la situación, la UPEL ha hecho algunas consideraciones con respecto a la asistencia del personal y estudiantes. “Muchas personas no pueden venir todos los días por la falta de transporte, por aspectos asociados la crisis humanitaria. Entonces se rotan el trabajo para dejar de asistir dos días a la semana”, explica López Sayago.

Desde 2018 la UPEL cuenta con un “horario humanizado”, lo que ha permitido, en palabras de López Sayago, “bajar la presión”. “Porque llegó un momento en que, si no podían venir, entonces renunciaban”.Dentro de las flexibilidades de este horario es que ya no les exigen a los estudiantes presentar los trabajos en físico, si pierden evaluaciones por enfermedades, falta de agua, transporte, problemas en ferrocarril, puedan recuperarlas. Para Acosta “el reto es mantener la universidad abierta. Enamorar al estudiante”.

También están quienes desean ingresar a estudiar Educación. En la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB) están censados casi 700 aspirantes: “Su freno es no contar con la cantidad completa de recursos para el pago de sus estudios”, dijo el director encargado de la escuela de Educación, Carlos Calatrava. Un semestre puede costar entre 150 dólares y 300 dólares.

José Javier Salas, director de la Escuela de Educación de la UCAB, explica que a pesar de que no hay cifras, en Caracas las grandes escuelas de formación desligadas del gobierno reportan una caída permanente en la cantidad de egresados, sobre todo en áreas como Matemática, Física, Química, Historia y Geografía.

Egresar y apostillar el título          

López Sayago cuenta que son “rumas y rumas” de documentos que debe firmar para trámites en el exterior. “Yo nunca había firmado tantas notas certificadas y documentos para irse al extranjero como en los últimos cuatro años. Firmo más certificaciones para irse del país que títulos”.

En Venezuela, quienes sí logran obtener la licenciatura en Educación, en su mayoría preparara sus documentos para emigrar. Rodríguez indica que 90 % de los egresados tienen la expectativa de irse del país ante la emergencia humanitaria que se viven en Venezuela.

Un maestro percibe menos de 10 dólares al mes, no tiene seguridad social ni póliza de salud. Las federaciones no descartan una huelga general en medio de la escalada del conflicto que se inició en septiembre.

López Sayago, hasta octubre de 2019, había firmado 6.891 documentos para trámites en el exterior: profesores egresados en Biología, Castellano, Preescolar, Integral, Inglés, Matemáticas, Dificultades para el Aprendizaje, Educación Física, Geografía e Historia, fueron los que pidieron más notas certificadas.

“Nos estamos quedando sin docentes calificados”, dice Rodríguez. En las escuelas se suspenden clases porque no tienen maestros o son los padres y representantes quienes ocupan las vacantes. En los planteles de Fe y Alegría, ya son 120 las mamás que están en aula.

López dice que pueden preparar al personal que se necesita en las escuelas. Según datos de la Unidad Democrática del Sector Educativo en 2015 eran más de 500.000 maestros titulados en el país, quedan un poco mas de la mitad.

“La universidad es asesora en materia educativa del Estado venezolano. Pero el Ministerio de Educación nunca nos ha utilizado. Hemos estado dispuestos a apoyar a formular propuestas y programas que permitan ir resolviendo este de ausencia de maestros titulados”, piensa López.

Hace cuatro años López advirtió al Ministerio de Educación sobre la falta de profesores de Física, Biología y Química, en el interior del país. Como la cantidad de egresados en Educación Integral era alta, propuso para estos un programa de formación en esas áreas críticas. “No nos respondieron. Desde hace 20 años nos olvidaron en materia educativa”.

Ni en ciencias ni maestros de Educación Integral. La UPEL pasó de graduar a 15.540 maestros y profesores en 2015 a otorgar el título a 4.755 en 2018.

López Sayago UPEL

En el caso de la Escuela de Educación de la Universidad Central de Venezuela, el año pasado egresó a 45 maestros en Educación Básica, Recursos Humanos y Diseños de Gestión de Proyecto Educativo. En el componente docente, apenas fueron cinco en Artes, uno en Historia, Biología, Química y Filosofía.

El jefe de Control de Estudios de la Facultad de Humanidades y Educación de la UCV, Pedro Coronado, cuenta que recuerda actos de grados en que Educación ocupaba gran parte del auditorio. En 2011, por ejemplo, en uno de los dos actos de grado, egresaron 160.

La UCAB, en Caracas, tiene un promedio de 100 egresados anuales en sus diferentes menciones. Nuestra Escuela de Educación representa históricamente el 1 % del total de matrícula estudiantil y egresados en la carrera de toda Venezuela, puntualizó Calatrava.

Plan titánico en formación

Para Rodríguez es necesario reactivar la formación docente, esto significa incorporar nuevos estudiantes y profesionales de otras áreas a la universidad. “Un plan titánico”, señala.

Rodríguez advierte que quienes siguen en ejercicio comienzan a envejecer o emigran a otras actividades económicas. “La diáspora se llevó a los jóvenes y a la generación media”, lamenta Rodríguez. Y agrega: “Hay un envejecimiento de más de 15 años en una profesión donde se tiene que estar actualizado. Veremos entonces a un millennials siendo educado por alguien formado en la era analógica.

Acosta coincide y agrega que debe haber un relanzamiento de las universidades: “Sobre todo de la profesión docente, no hay otra más importante en este momento”.

UPEL
La UPEL tenía 100.000 estudiantes de Educación en pregrado, hoy son un poco más de 44.000. Foto: Luis Morillo.

Fuente: https://cronica.uno/venezuela-sin-relevo-de-maestros/

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Minedu lanza primera comunidad virtual para futuros maestros del Perú

América del sur/Perú/23 enero 2020/https://peru21.pe/

Primera Red de Estudiantes de Educación permitirá el intercambio de experiencias de aprendizaje y la participación en cursos y foros virtuales.

Los estudiantes de educación de universidades públicas y privadas e Institutos de Educación Superior Pedagógica (IESP) de todo el Perú cuentan desde hoy con una comunidad virtual impulsada por el Ministerio de Educación (Minedu).

Se trata de la primera Red de Estudiantes de Educación, que permitirá a los futuros maestros intercambiar experiencias de aprendizaje y participar en cursos y foros virtuales, así como compartir información sobre temas relevantes que contribuyan a fortalecer su proceso formativo y desarrollo profesional.

También recibirán contenidos acerca de temas vinculados al sistema educativo público, tales como los procesos de nombramiento y contratación docente.

La ministra de Educación, Flor Pablo Medina, aseguró que será un espacio para discutir temas de interés y conocer un poco más de la Carrera Pública Magisterial y del sistema educativo nacional.

Hemos creado este espacio para ustedes, futuros docentes, que se preparan día a día con ahínco para fortalecer y desarrollar las competencias que los harán los maestros y maestras que el país necesita”, señaló.

Inicialmente se constituirá como una comunidad virtual alojada en el portal de PerúEduca y después se irá planificando y desarrollando actividades presenciales.

Los interesados, para ser parte de esta comunidad, pueden registrarse de la siguiente manera:

1. Ingresa a la plataforma de PerúEduca

2. Regístrate con el perfil de Aliado

3. Revisa tu correo para verificar tu usuario y contraseña

4. Inicia sesión en PerúEduca, ingresa a CURSOS VIRTUALES y accede a la Red de Estudiantes de Educación. Luego completa la ficha de registro.

De tener alguna consulta o inconveniente en el registro pueden ingresar a este link o comunicarse al correo dibred01@minedu.gob.pe o al teléfono (511) 615-5800, anexo 22311, de la Coordinación de atracción de Talento de la Profesión Docente.

Fuente e imagen tomadas: https://peru21.pe/lima/minedu-lanza-primera-comunidad-virtual-para-futuros-maestros-del-peru-noticia/

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Santos Guerra: “La solución a los problemas de Ceuta está en la Educación, no en despachos ministeriales, cuarteles o iglesias”. España

Redacción: El Faro de Ceuta

Referente de la Pedagogía Crítica, el experto participó este miércoles y martes en un curso de formación docente sobre cultura evaluativa y en una charla para equipos directivos.

Catedrático emérito de Didáctica y Organización Escolar de la Universidad de Málaga (UMA), abanderado de la Pedagogía Crítica que rechaza la “domesticación” del alumnado y aboga por formar personas “que no se dejan engañar y son solidarias” y docente desde hace casi 60 años, Miguel Ángel Santos Guerra cerró este miércoles su estancia de 2 días en Ceuta para participar en un curso sobre cultura evaluativa y en un encuentro con equipos directivos sobre liderazgo educativo.

Antes de su última cita, el autor de cerca de 80 libros sobre Educación compareció en rueda de prensa junto al director provincial del MEFP, Javier Martínez, uno más de los que le consideran un referente ineludible en la materia, para escucharle defender con pasión la necesidad de maestros y profesores que sean salmones y manzanas, que naden contracorriente y ayuden a madurar y a crecer a su entorno. Que den ejemplo, también, y que sean “optimistas”.

El desafío y el potencial de su labor es, remarcó, ciclópeo, pues está seguro de que “la solución a los problemas de Ceuta, a largo plazo, profundamente planteados, no está ni en los despachos ministeriales ni en los cuarteles ni en las iglesias ni en las industrias ni en las multinacionales: está en las escuelas y en la Educación entendida como algo más que la mera acumulación de conocimientos porque supone la transformación de los individuos y, a través de ellos, de la sociedad”.
Santos Guerra extendió, eso sí, más allá de los colegios e institutos la responsabilidad del reto. “La escuela es el epicentro de los procesos de Educación”, reconoció, “pero también las familias son contexto educativo. Y la sociedad. Y los medios. También son una escuela de aprendizajes. Hace falta un pueblo entero para educar a un niño porque si lo que hace la escuela lo deshace la familia, si unos van en una dirección y otros en la contraria, nunca progresaremos”.

A partir de esa premisa, el pedagogo puso de relieve la importancia de la ejemplaridad cotidiana. “No hay”, advirtió, “forma más bella y eficaz de autoridad que el ejemplo”. A su juicio, si en estos días “hablamos mucho de ética y de valores” es “porque no se cumplen, no se practican, pues de otra forma se aprenderían por ósmosis. Si fuésemos ejemplares en la familia, en la política, en la escuela… Los niños lo aprenderían casi sin darse cuenta, de forma automática, por eso insisto tanto en la necesidad de que seamos un ejemplo que puedan imitar los niños y jóvenes”.

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“Intrínsecamente optimista”

Un modelo, además, que tiene que nutrirse del optimismo. “Esta es una profesión intrínsecamente optimista porque es consustancial, como mojarse para el que va a nadar, porque la educabilidad se rompe cuando pensamos que el otro no puede aprender o que nosotros no podemos ayudarle a conseguirlo: ahí se truncan todas las posibilidades de aprendizaje y mejora”, avisó.

Desde el punto de vista del ponente “educar es enseñar a pensar y a convivir desarrollando solidaridad para construir una sociedad en la que quepamos todos, no solo los privilegiados”, porque la Educación debe ser “el motor de la democracia” y “la mejor arma transformadora de una sociedad”, resaltó parafraseando a Alcalá-Zamora y Mandela.

“En ese empeño debemos estar todos, principalmente los docentes, con los que habría que hacer un ejercicio de reflexión profunda porque si su tarea es la más importante que hace el ser humano, trabajar con la mente y el corazón de los niños, deberían hacerlo los más sensibles y valiosos de una sociedad, no quienes no valgan para otra cosa”, cuestionó los actuales métodos de selección.

“Cómo se elige para esta tarea es muy importante, como también lo es cómo se les forma y cómo se les trata cuando la desarrollan como piedra angular de la calidad del sistema educativo”, subrayó Santos Guerra, un convencido de que para dirigir un centro hay que ser manzana. “Si metes una en una bolsa con frutas verdes, estas maduran por la influencia beneficiosa, humilde y persistente de las feromonas de la primera. En una escuela”, comparó, “tiene autoridad y liderazgo quien ayuda a crecer, a madurar, a la comunidad, porque quien aplasta, humilla, silencia, machaca o desalienta tendrá poder, pero no autoridad”.

Los docentes también deben ser, opina, salmones, sobre todo en un contexto neoliberal “que contradice casi todos los presupuestos de la Educación, que prima el individualismo, cada uno a lo suyo y relativismo moral: todo vale por el poder, el dinero y la fama”.

“La escuela como institución que, a mi juicio, educa, es la que va contra todos esos valores. Tiene que ser contrahegemónica y sus profesionales, también. Ir contra la corriente. Es más fácil dejarse llevar, pero solo a los peces muertos los arrastra la corriente. Si bajan muchos muertos”, terminó, “es otro motivo para seguir contra ella sorteando esos cadáveres”.

Fuente: https://elfarodeceuta.es/santos-guerra-charla-educacion/

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España: Se buscan docentes ‘salmones’ y ‘manzanas’ para resolver los problemas de Ceuta desde las escuelas

Europa/España/ceutaldia.com/

En las escuelas y en sus aulas hacen falta salmones y manzanas. Ejemplares y optimistas. Docentes dispuestos a educar «a contracorriente» del contexto neoliberal. Y equipos directivos que ayuden a «crecer» y a «madurar» a la comunidad de sus centros. No para obtener mejores calificaciones en PISA, o no solo, sino para desafíos mucho más elevados como formar personas «felices, inteligentes y solidarias».

Porque «la solución a los problemas de Ceuta, a largo plazo, profundamente planteados», ha advertido este miércoles el catedrático emérito de Didáctica y Organización Escolar de la Universidad de Málaga (UMA) Miguel Ángel Sántos Guerra, «no está ni en los despachos ministeriales ni en los cuarteles ni en las iglesias ni en las industrias ni en las multinacionales: está en las escuelas y en la Educación entendida como algo más que la mera acumulación de conocimientos porque supone la transformación de los individuos y, a través de ellos, de la sociedad”.

La Dirección Provincial del Ministerio de Educación le invitó esta semana a, durante dos días, participar en un curso sobre cultura evaluativa y en un encuentro con equipos directivos sobre liderazgo educativo. Antes de hacer las maletas ha comparecido junto a Javier Martínez, otro de los que le consideran un referente ineludible de la reflexión educativa, para exponer algunos principios de la Pedagogía Crítica que abandera, una corriente que se desmarca de la “domesticación” del alumnado y que aboga por formar personas “que no se dejan engañar, que son capaces de discernir contenidos rigurosos y tamprosos en el mundo digital y que son solidarias”.

Para conseguirlo con éxito, claro, ha advertido, no bastan los maestros. “La escuela es el epicentro de los procesos de Educación”, ha precisado, “pero también las familias son contexto educativo. Y la sociedad. Y los medios. También son una escuela de aprendizajes. Hace falta un pueblo entero para educar a un niño porque si lo que hace la escuela lo deshace la familia, si unos van en una dirección y otros en la contraria, nunca progresaremos”.

«Si la docente es la tarea más importante que hace el ser humano, trabajar con la mente y el corazón de los niños, deberían hacerlo los más sensibles y valiosos de una sociedad, no quienes no valgan para otra cosa”

A todos incumbe ser modelos, para bien, de hacer lo que se dice. «No hay”, ha advertido, “forma más bella y eficaz de autoridad que el ejemplo”. Para Santos Guerra si en estos días “hablamos mucho de ética y de valores” es “porque no se cumplen, no se practican, pues de otra forma se aprenderían por ósmosis. Si fuésemos ejemplares en la familia, en la política, en la escuela… Los niños lo aprenderían casi sin darse cuenta, de forma automática, por eso insisto tanto en la necesidad de que seamos un ejemplo que puedan imitar los niños y jóvenes”.

Además, a la luz de su larga experiencia (tiene cerca de 80 años y se hizo profesor a los 19), el docente practica «una profesión intrínsecamente optimista». Tal rasgo «es consustancial, como mojarse para el que va a nadar, porque la educabilidad se rompe cuando pensamos que el otro no puede aprender o que nosotros no podemos ayudarle a conseguirlo: ahí se truncan todas las posibilidades de aprendizaje y mejora”.

santos guerra javier martínez

Para el pedagogo “educar es enseñar a pensar y a convivir desarrollando solidaridad para construir una sociedad en la que quepamos todos, no solo los privilegiados”, y la Educación debe erigirse en “el motor de la democracia” y en “la mejor arma transformadora de una sociedad”, resaltó parafraseando al presidente de la II República Alcalá-Zamora y a Nelson Mandela.

Para maestros, «los más sensibles y valiosos de una sociedad»

“En ese empeño debemos estar todos, principalmente los docentes, con los que habría que hacer un ejercicio de reflexión profunda porque si su tarea es la más importante que hace el ser humano, trabajar con la mente y el corazón de los niños, deberían hacerlo los más sensibles y valiosos de una sociedad, no quienes no valgan para otra cosa”, ha cuestionado los actuales métodos de selección.

A sus ojos “cómo se elige para esta tarea es muy importante, como también lo es cómo se les forma y cómo se les trata cuando la desarrollan como piedra angular de la calidad del sistema educativo”, ha subrayado convencido de que para dirigir un centro hay que ser manzana. “Si metes una en una bolsa con frutas verdes, estas maduran por la influencia beneficiosa, humilde y persistente de las feromonas de la primera. En una escuela”, comparó, “tiene autoridad y liderazgo quien ayuda a crecer, a madurar, a la comunidad, porque quien aplasta, humilla, silencia, machaca o desalienta tendrá poder, pero no autoridad”.

Los docentes también deben ser, opina, salmones, sobre todo en un contexto neoliberal “que contradice casi todos los presupuestos de la Educación, que prima el individualismo, cada uno a lo suyo y relativismo moral: todo vale por el poder, el dinero y la fama”. “La escuela como institución que, a mi juicio, educa, es la que va contra todos esos valores. Tiene que ser contrahegemónica y sus profesionales, también. Ir contra la corriente. Es más fácil dejarse llevar, pero solo a los peces muertos los arrastra la corriente. Si bajan muchos muertos”, ha concluido, “es otro motivo para seguir contra ella sorteando esos cadáveres”.

Fuente: http://www.ceutaldia.com/articulo/educacion/buscan-docentes-salmones-manzanas-resolver-problemas-ceuta-aulas/20200115201907213117.html

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Flavia Terigi: “Tenemos un serio problema con la calidad de la educación”

Revista Saberes

Las iniciativas para asegurar las trayectorias escolares de los más pequeños; la inclusión entendida como garantía de aprendizajes y no como mera presencia en la escuela; la dificultad para atender la diversidad no sólo de los que aprenden despacio sino también de los que lo hacen velozmente y la necesidad de reflexionar y generar conocimiento pedagógico por parte de los docentes, algunos de los tópicos abordados en la entrevista a Flavia Terigi.

“Si lográramos darle más visibilidad al comportamiento individual de cada uno y discutir más, con mayores acuerdos de trabajo, sería más complicado que algún maestro se refugie en la privacidad de su aula –que no es tal–, para no ocuparse de lo que tiene que ocuparse, que es que los chicos aprendan”. La frase resume de manera contundente la postura de la especialista en políticas educativas, magíster en Ciencias Sociales con orientación en Educación de FLACSO y profesora de posgrado de las universidades nacionales de Buenos Aires, Córdoba y Entre Ríos, para quien es necesario “recuperar mecanismos de evaluación que estén más cerca de la práctica de los educadores”.

Haciendo hincapié en el rol formativo que deben ocupar los directivos escolares, Flavia Terigi apela a la responsabilidad que tienen los docentes en lograr que los alumnos se apropien de los conocimientos: “Los chicos pasan cuatro, a veces ocho, horas diarias en el colegio, 180 días al año, durante 12 ó 13 años de su vida. La escuela tiene una tarea y no se puede excusar en la familia para no realizarla”.

La unidad pedagógica ha sido presentada como una medida que busca asegurar los procesos de alfabetización inicial de todos los niños, y sin embargo ha tenido resistencias ¿cuál es su opinión?

Argentina es un país que tiene históricamente un 10% de repitencia en 1° grado. Si un sistema está diseñado de manera tal que uno de cada diez niños no logra aprender lo que está previsto en el ciclo lectivo, algo está mal en esa previsión. La unidad pedagógica es una medida oportuna, que responde a un problema de diseño histórico del sistema escolar. Ahora, revisar los criterios de evaluación que suele haber al final de 1° grado; dar más tiempo para que los chicos incorporen la cultura de la escuela y se apropien de dos instrumentos simbólicos como la escritura y la numeración, claves para el resto de la escolaridad, y la posibilidad de que un mismo maestro acompañe a sus alumnos en los dos años escolares y se haga responsable del proceso completo del aprendizaje –y de ser necesario produzca reagrupamientos con quienes necesitan un trabajo más específico en esas áreas–, requiere no sólo una norma que lo habilite. Demanda generación del tipo de conocimiento que necesitan los docentes para poder trabajar en esa lógica. Requiere construcción de saber, de investigación, producción de materiales, capacitación, cuya respuesta le corresponde a la política educativa.

¿Por qué cree que ha habido resistencias?

En educación, siempre cuando se trata de generar alguna medida que destrabe las trayectorias escolares de los chicos, muchos actores –no solamente los padres, sino el público en general– consideran que se trata de una medida espuria para maquillar los números. Yo diría que es al revés. Después de 130 años de repitencia –que es la respuesta a las dificultades que experimentan los alumnos para alfabetizarse en el corto plazo–, no hemos logrado revertir la situación, que los niños aprendan mejor. Al contrario. Suele ser la antesala de repitencias posteriores que no pocas veces terminan con el abandono de la escuela: chicos que tienen 11 ó 12 años y están todavía en 4° grado. Todos sabemos que las personas somos diversas y aprendemos a ritmos diferentes. De lo que se trata es que la organización pedagógica de la primaria responda mejor a esa diversidad. No creo que sea la única respuesta, pero sí que en nombre de una supuesta exigencia hemos hecho repetir a los niños durante 130 años sin que luego tengan una escolaridad adecuada. Es momento de pensar si una parte del diseño del sistema vinculada a la repitencia no puede ser modificada en pos de la educación, de que los chicos aprendan y no simplemente que se queden haciendo lo mismo, en el mismo grado escolar.

Inclusión de calidad

Interrogada acerca de si cree que con las distintas medidas de política educativa que se están tomando, se está logrando una mayor inclusión educativa, Terigi es cauta y no generaliza: “Depende mucho de las condiciones en las que el docente lleva a cabo su trabajo, del saber pedagógico con el que cuenta, su capacidad para interpretar las respuestas y producciones de los chicos”.

Se suelen presentar como posiciones antagónicas la inclusión y la calidad educativas, ¿qué piensa al respecto?

A veces los maestros piensan –y se enojan con razón– que cuando les plantean que tienen que incluir, les están diciendo que tienen que hacer que los chicos estén en la escuela a cualquier costo. En el primario hemos logrado la casi universalización y sin embargo no estamos conformes con los logros de aprendizaje. Nosotros tenemos un serio problema con la calidad de la educación, que no se soluciona únicamente por la vía de que los niños estén en la escuela. Deben estar dentro, pero aprendiendo. Las instituciones escolares apuntan a una especie de alumno medio, que es muy distinto al de la realidad. A veces recogemos el desafío de la diversidad sólo con aquellos que tienen dificultades, pero no con los que aprenden más rápidamente que lo que se les puede proponer: ahí tampoco hay recursos acumulados para promover aprendizajes en tiempo y forma. Eso está vinculado con que la primaria está diseñada grado por grado. Yo entiendo que a quien le fue bien se pregunte por qué cambiar, la respuesta es porque hay muchos chicos a los que ese planteo no les funciona, se quedan fuera de la escuela o están dentro y no aprenden.

¿Cuánto tiene que ver en eso la formación y capacitación docente?

Muchísimo. Los maestros estamos formados con un modelo que apunta a enseñar las mismas cosas, al mismo tiempo, a todos y que tiene muchas dificultades para generar situaciones que permitan a quienes ya lograron ciertos aprendizajes seguir profundizándolos, mientras uno se puede detener a trabajar con más cuidado con aquellos que están experimentando algún problema. No hemos desarrollado modos de colaboración entre los chicos –que en otros sistemas educativos del mundo se ponen en práctica– y en cambio promovemos actividades y resultados de aprendizaje individuales.

Por otra parte, hay aspectos que los maestros deben saber hacer –por ejemplo para abordar la unidad pedagógica–, que todavía tienen que ser investigados. Entonces además de la formación de los docentes, también debe haber producción de conocimiento pedagógico, acompañando las experiencias de las escuelas, sistematizando aquello que está funcionando; de manera que ese saber producido localmente por los maestros que logran encontrar soluciones a las situaciones de aprendizaje se pueda extender, hacer disponible para el resto de sus colegas.

En educación, los resultados de las políticas que se implementan no se ven inmediatamente ¿cuándo se podrían visibilizar los resultados de medidas como la unidad pedagógica?

–Los resultados en educación dependen de las condiciones. Si las condiciones son puramente normativas –sin intervenir en la formación docente, sin investigar lo que pasa en las escuelas, sin estudiar la evaluación con más detalle–, nos va a pasar como con muchas otras normas: en el ’93 una ley estableció la obligatoriedad del ciclo básico y 20 años después tenemos una parte importante de jóvenes que no están en la secundaria. Si fueran las adecuadas, me atrevería a decir que en una cohorte escolar –dentro de cinco, seis, siete años– podríamos tener un acumulado de conocimiento. En lo inmediato, lo que va a ocurrir –y eso va a alimentar los peores pensamientos– es que va a disminuir la repitencia; pero acá el problema no es bajar esos índices, sino hacerlo con aprendizajes. El primer ciclo de la primaria es el que requiere mayor atención, porque es donde se empiezan a producir desfasajes etarios y donde los niños producen la entrada a estas dos herramientas semióticas que son la numeración y la escritura.

¿Cómo se generan cambios en educación; qué es primero –el huevo o la gallina–: la normativa o las condiciones?

Si lo planteás así es una especie de sin salida argumentativa. Porque para que ciertas condiciones sean posibles, hay que poder hacer experiencias en las escuelas y si la norma no habilita las experiencias en las instituciones, ese conocimiento no se puede construir. Por caso, hace más de 15 años, el 50% de los chicos en muchas provincias de nuestro país termina la escuela secundaria. Llegamos a un punto de condiciones que amerita declarar la obligatoriedad. ¿Qué cambia eso? Que obliga al Estado a brindar más recursos para que los jóvenes se puedan escolarizar, a modificar la formación de los profesores, a producir conocimiento nuevo. Las normas no inventan de cero: se apoyan en experiencias que han venido funcionando y las habilita en otra escala.

De recursos y condiciones

Terigi, quien es “proclive a un equilibrio entre las normas y las condiciones”, opina que actualmente en algunos aspectos estamos bien y en otros no tanto. Entre los primeros, señala que “comparando lo que ocurría hace algunos años atrás, hay una situación general que es más favorable para la crianza y para que los chicos asistan a la escuela”. Además –indica– “tenemos una mayor sensibilidad en el sistema educativo –por muchos años de trabajo, formación–, que está mucho más dispuesto a la inclusión educativa, a la articulación con el nivel inicial , a la evaluación de lo que se ha hecho hasta el momento”.

¿Cuáles son las mayores dificultades, entonces?

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Tenemos un sistema educativo muy grande y una capacidad técnica, todavía, del Estado nacional y de los gobiernos provinciales que es pequeña al lado de todo lo que hay que atender. Lo que muchas provincias están haciendo, como el caso de Córdoba con la implementación de la unidad pedagógica, es algo acertado: comenzar con una escala más pequeña, experimentando con 200 ó 300 instituciones educativas, que si bien es un número grande es acotado en cuanto a la capacidad técnica para estudiar las mejoras, sistematizarlas y convertirlas después en un conocimiento disponible para todos.

En cambio si una jurisdicción decidiera implementarla masivamente porque solamente hace llegar la norma a las escuelas, es bastante probable que se encuentre al poco tiempo con que nada ha cambiado demasiado porque aunque se haya absorbido el discurso, las prácticas siguen relativamente inmodificadas.

¿Y con respecto a los recursos?

Cuando hablamos de recursos no sólo me refiero a los tangibles (como netbook o edificios), sino a sostener un plan de formación para maestros en servicio o a la capacidad técnica del Estado para acompañar las experiencias de las escuelas; o a que lo que se produce en una propuesta ingrese en el campo de la formación. Son recursos humanos, materiales, producción de textos y conocimientos ad hoc. El sistema ha tenido más recursos para pagar el funcionamiento regular del sistema, o inversiones en infraestructura o en computadoras que para investigar, formar a quienes trabajan, consolidar experiencias y generalizarlas. Las inversiones de bienes, aunque bien vistas, tienen un límite: sin el conocimiento pedagógico, por ejemplo, una netbook se puede convertir en un instrumento para hacer dictado. No necesitamos una computadora para lo mismo que puede ser usado un pizarrón, sino para un tipo de relación con el conocimiento y con un tipo de producción colaborativa que no la podríamos haber realizado en las condiciones anteriores al desarrollo tecnológico.

Hemos hablado del sistema, de los docentes, de los alumnos, ¿qué podemos decir de la familia?

Yo celebro las políticas que contribuyen a fortalecerla en el cumplimiento de sus responsabilidades. Pero la institución escolar históricamente ha hecho mucho más responsable a la familia por las situaciones de aprendizaje de los niños que a sí misma. Cuando un niño de 6 años ingresa a una institución educativa, independientemente de las condiciones en las que tenga lugar su crianza, se abre el espacio de la escuela: no se puede utilizar las diferencias que puedan existir con la familia como una coartada para no hacer lo que se tiene que hacer.

En este marco ¿es necesario evaluar a los docentes?

Los docentes son evaluados todos los años: hay un director que debe asentar en el libro de actuaciones la manera en que estos han cumplido su trabajo. Lo que sucede en muchos casos es que no se aprovecha la herramienta, se iguala a todos como si fueran todos fantásticos, pensando que señalarle al maestro un punto de su desempeño que tiene que fortalecer es hacer una crítica y que eso entre colegas no se debe hacer. Hay una función formativa en el directivo de una escuela que tiene a su cargo profesores y quienes seguramente tienen cosas que saben hacer bien y otras no tanto. No somos todos iguales. No todos asumen la tarea con idénticos niveles de responsabilidad, hay pisos mínimos que el director tiene que exigir. No creo que haya que generar grandes novedades en cuanto a la evaluación, sino hacer reales los mecanismos que ya tenemos. Yo apuntaría a esa función y a un proceso de autoevaluación que dé mayor visibilidad a la tarea de cada uno: hoy el maestro se puede encerrar en su aula y nadie se puede meter.

Fuente: https://revistasaberes.com.ar/2013/09/tenemos-un-serio-problema-con-la-calidad-de-la-educacion/

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Entrevista a Alejandra Birgin: «Sobre la técnica, la pedagogía y la ética»

Por Revista Saberes

—¿Cómo define a un docente sólido?

—Un docente sólido entiendo que es aquel que tiene las herramientas culturales, pedagógicas, didácticas, sociales, para tomar decisiones en el aula. Ninguna situación es idéntica a otra: las  investigaciones han mostrado que es falso que si yo aplico un método estandarizado de la A a la Z, todos van a aprender.

—Si hay alguna condición que debería tener una buena formación, ¿cuál sería?

—Esa pregunta alude a una intensa controversia y al concepto de que construir políticas públicas para este tema exige debates informados y acuerdos sociales, culturales, pedagógicos y políticos. No es un tema técnico, solamente. Nosotros entendemos que la formación docente tiene que tener componentes técnicos, pedagógicos y éticos. La pedagogía y la ética tienen que ver con las preguntas por los sentidos de lo que hago: para qué enseño; por qué enseño literatura latinoamericana y no literatura de autoayuda; por qué planteo la historia desde esta perspectiva, si incluyo, o no, también otras versiones. Hay que tomar esas decisiones.

¿Y qué les hace falta a los educadores para poder tomarlas?

—El docente debe cargar en su mochila con amplios saberes disciplinares, saberes técnicos y también con reflexiones pedagógicas y éticas ligadas a qué sujetos y a qué sociedad deseo contribuir a formar con los niños y las niñas que están en el aula. A los saberes los pongo en juego en función de esas variables: no son los mismos en un contexto rural que en un contexto urbano, no son los mismos este año que el pasado.

—¿Hubo una época de oro en la formación docente?

—Una mirada nostálgica de que todo tiempo pasado fue mejor, es un problema. Primero, porque es falsa. Segundo, porque “el acuerdo absoluto” no existió: también la formación que tuvimos fue un acuerdo contingente, epocal. Cuando el normalismo gana es porque otros sectores pierden (por ejemplo, la inclusión de otras culturas, otros modos de pensar la democracia escolar, etc.). En una entrevista a Stephen Ball —un inglés que hace sociología de la educación— en la que le interrogan por el nivel superior en el mundo, él va recorriendo cómo está la educación superior, cómo se privatiza, cómo avanza el mercado, va relatando la situación en América Latina y la entrevistadora le pregunta: “¿Y en la Argentina?”, y él dice: “La Argentina es un país que tiene rasgos muy particulares en la valoración de la educación pública”. Es lo que está en pugna en este momento. En ese debate, una insistencia permanente del Gobierno nacional actual es el desprecio por lo que propone la escuela pública y por lo que saben los docentes, por lo que hacen cotidianamente.

—En el campo de la formación específica no se preparan matemáticos ni historiadores sino profesores que van a dar Matemáticas y profesores que van a dar Historia. ¿Cree que el campo de la formación específica, que está conformado por especialistas —doctores y licenciados— se pierde de vista la perspectiva pedagógica?

—Es así más o menos. Si hablamos de la formación de profesores en la Argentina, casi el 30 por ciento hoy se forma en las universidades, según el último censo. En general, lo que muestran las investigaciones es que los egresados de las universidades se sienten más sólidos en sus disciplinas que en la perspectiva didáctica-pedagógica. Los que egresan de los institutos plantean lo contrario: que han recibido una formación más sólida en la didáctica y en la pedagogía y menos en la disciplina. Ahora bien, las universidades creadas en los últimos 20 años tienen propuestas que no encajan en ninguno de estos dos modelos.

—¿Cuánto de la práctica requieren los profesorados?

-Como docentes, el hacer es nuestro trabajo cotidiano. La pregunta es cómo se forma para el hacer. Hay una formación del hacer que es haciendo; pero también es tener una buena caja de herramientas, diría Foucault. Y una buena caja de herramientas es contar con buenas teorías a mano.

—¿Faltan horas de práctica?

—Los lineamientos curriculares nacionales establecen que las prácticas atraviesan toda la formación, deben comenzar en primer año. En Córdoba, tienen esta tarea muy afinada y una muy buena concepción de las prácticas y un modo interesante y complejo de aproximarse a ellas. Es una propuesta original, muy sólida.

—¿En los institutos de formación subsiste la idea de que la escuela secundaria no es para todos?

—La educación secundaria es un derecho y una obligación establecida por la Ley de Educación Nacional de 2006. Como dice Philippe Meirieu, un principio básico de la pedagogía es la convicción de la educabilidad del otro y la responsabilidad que me cabe para que eso sea factible no es individual, sino de las políticas y de las instituciones. La construcción de la obligatoriedad de la escuela primaria llevó décadas. La educación media tiene una matriz e historia elitista; entonces la formación de profesores también tenía esa marca. No es un giro mecánico decir que la escuela secundaria es para pocos, a decir que la escuela secundaria es para todos.

—¿Hablamos de un cambio de paradigma?

—Es un cambio histórico, un debate acá, en Francia, en México, en España. Estamos transitando ese cambio. Ahora, ese cambio requiere un debate político pedagógico, con los profesores de profesorados, con las profesoras de las escuelas, con los futuros docentes. Es una discusión político-pedagógica. El principio de educabilidad, la cuestión de los derechos, qué sociedad y qué sujetos queremos, está atrás de eso. Me parece que esa es una discusión que empezó a darse en las instituciones formadoras.

—Que eso ya es mucho.

—Si lo mirás en términos históricos, por supuesto que es mucho.

(*) Alejandra Birgin es responsable de la asignatura Panoramas de las políticas de formación docente en la carrera de Ciencias de la Educación de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA (Universidad de Buenos Aires). Directora de la maestría en Políticas Públicas en Educación de la Universidad Pedagógica Nacional. Dirige equipos de investigación sobre formación docente.

Fuente: https://revistasaberes.com.ar/2019/05/sobre-la-tecnica-la-pedagogia-y-la-etica/

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