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Infancia en Ucrania: jugar a 500 metros de la guerra

Unos 50.000 niños continúan viviendo en la línea del frente ucraniano seis años después del inicio de la guerra del Donbás en un estado de desprotección y vulnerabilidad que ha empeorado con la crisis de la covid-19

  • Unos 50.000 niños continúan viviendo en la línea del frente. Se encuentran en una situación de desprotección y vulnerabilidad que ha empeorado con la crisis de la covid-19. Cerca del puesto de control fronterizo de Mayorsk, uno de los cinco del este de Ucrania, se reúnen cada sábado los niños de Zaitseve. Esta pequeña población de 3.000 habitantes antes de la guerra quedó dividida en cuatro por el conflicto. La escuela, la iglesia y un amplio territorio quedaron en la República Popular de Donetsk (DNR, por sus siglas en ruso). Tres fragmentos más, alejados entre sí, terminaron bajo control del Gobierno ucraniano.Unicef estima que más de 100.000 niños viven a una distancia menor de diez kilómetros de la línea del frente. En la imagen, Helena Rozvadovska (35), exportavoz de la Oficina Presidencial de Defensa de la Infancia y actualmente voluntaria en la asociación Voices of Children, acompaña a dos niñas a casa para solicitar el permiso a los padres y llevarles una semana de excursión a Leópolis, en la otra punta del país, con el resto de sus compañeros.
  • Alrededor de 150 menores han perdido la vida en el este de Ucrania. Algo más de 220 si se suman los 80 que perecieron en el avión derribado de Malaysia Airlines en julio de 2014, según la Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA). El aparato, un Boeing 777 que cubría la ruta entre Ámsterdam y Kuala Lumpur, fue alcanzado por un misil cerca de Donestk. No hubo supervivientes, según el Gobierno ucranio, que culpó a los separatistas prorrusos. En la imagen, Yaroslav (11) y Vadym (9) juegan en el parque.
    2Alrededor de 150 menores han perdido la vida en el este de Ucrania. Algo más de 220 si se suman los 80 que perecieron en el avión derribado de Malaysia Airlines en julio de 2014, según la Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA). El aparato, un Boeing 777 que cubría la ruta entre Ámsterdam y Kuala Lumpur, fue alcanzado por un misil cerca de Donestk. No hubo supervivientes, según el Gobierno ucranio, que culpó a los separatistas prorrusos. En la imagen, Yaroslav (11) y Vadym (9) juegan en el parque.
  • Todos los sábados, los niños de las tres zonas controladas por el Gobierno se juntan en la fracción del pueblo ubicada en los 500 metros que separan los controles militares de uno y otro bando. Allí disponen de un edificio y un pequeño patio cuya ubicación exacta piden no desvelar por seguridad.
    3Todos los sábados, los niños de las tres zonas controladas por el Gobierno se juntan en la fracción del pueblo ubicada en los 500 metros que separan los controles militares de uno y otro bando. Allí disponen de un edificio y un pequeño patio cuya ubicación exacta piden no desvelar por seguridad.
  • Las personas que decidieron quedarse conviven con las propiedades destruidas de los que fueron sus familiares o amigos. Según el Gobierno ucranio, continúa habiendo 1,4 millones de desplazados internos en el país. Otros organismos internacionales como el Centro de Monitoreo de Desplazamiento Interno (IDMC), reducen la cifra hasta los 730.000.
    4Las personas que decidieron quedarse conviven con las propiedades destruidas de los que fueron sus familiares o amigos. Según el Gobierno ucranio, continúa habiendo 1,4 millones de desplazados internos en el país. Otros organismos internacionales como el Centro de Monitoreo de Desplazamiento Interno (IDMC), reducen la cifra hasta los 730.000.
  • Ir al parque o conducir el coche automático de la voluntaria Helena Rozvadovska son otras de las actividades preferidas de los más pequeños. Anton (12) acostumbra a llevar un gorro negro para ocultar los restos de metralla de una bomba que también destrozó su casa.
    5Ir al parque o conducir el coche automático de la voluntaria Helena Rozvadovska son otras de las actividades preferidas de los más pequeños. Anton (12) acostumbra a llevar un gorro negro para ocultar los restos de metralla de una bomba que también destrozó su casa.
  • Las únicas ONG que llegan a este lugar lo hacen a través de voluntarios independientes. En el pueblo, los más pequeños juegan cerca de minas, militares o parques con alambre de cuchilla. En los inicios del conflicto estuvieron más de un año sin electricidad y todavía hoy siguen sin contar con asistencia médica civil.
    6Las únicas ONG que llegan a este lugar lo hacen a través de voluntarios independientes. En el pueblo, los más pequeños juegan cerca de minas, militares o parques con alambre de cuchilla. En los inicios del conflicto estuvieron más de un año sin electricidad y todavía hoy siguen sin contar con asistencia médica civil.
  • La mayoría de padres no valora invertir en la formación de sus hijos y tan solo unos pocos tienen la fortuna de alejarse unas decenas de kilómetros. Todo para continuar sus estudios en un país cuyo salario mínimo no alcanza los 155 euros, pese a haberse triplicado desde 2016. A la izquierda de la foto, una pareja de adolescentes que comenzó su relación en mitad de la guerra. A la derecha, Mykyta (14) lleva a hombros a su hermano Artem (7) y Mykola (16), otro amigo del grupo.
    7La mayoría de padres no valora invertir en la formación de sus hijos y tan solo unos pocos tienen la fortuna de alejarse unas decenas de kilómetros. Todo para continuar sus estudios en un país cuyo salario mínimo no alcanza los 155 euros, pese a haberse triplicado desde 2016. A la izquierda de la foto, una pareja de adolescentes que comenzó su relación en mitad de la guerra. A la derecha, Mykyta (14) lleva a hombros a su hermano Artem (7) y Mykola (16), otro amigo del grupo.
  • La guerra cumple el sexto aniversario y lo más pequeños no tienen ningún otro recuerdo de infancia. Han crecido rodeados de pobreza, odio y armas. Las consecuencias económicas de la crisis sanitaria son un nuevo desafío en un lugar sin oportunidades. 2019 fue el primer año en el que ningún menor de Zaitseve tuvo que cruzar la línea cada mañana para ir a la escuela.
    8La guerra cumple el sexto aniversario y lo más pequeños no tienen ningún otro recuerdo de infancia. Han crecido rodeados de pobreza, odio y armas. Las consecuencias económicas de la crisis sanitaria son un nuevo desafío en un lugar sin oportunidades. 2019 fue el primer año en el que ningún menor de Zaitseve tuvo que cruzar la línea cada mañana para ir a la escuela.
  • Olexandra (12) y Maria (11) viven en el enclave más alejado de Zaitseve. Necesitan conducir una hora en coche por una carretera llena de socavones y peligro real de fuego cruzado para llegar al punto de encuentro con el resto. Además, desde 2014, el este de Ucrania se ha convertido en una de las zonas más minadas del planeta, según la organización Cluster Munition Monitor.
    9Olexandra (12) y Maria (11) viven en el enclave más alejado de Zaitseve. Necesitan conducir una hora en coche por una carretera llena de socavones y peligro real de fuego cruzado para llegar al punto de encuentro con el resto. Además, desde 2014, el este de Ucrania se ha convertido en una de las zonas más minadas del planeta, según la organización Cluster Munition Monitor.
  • Ya son más de 13.000 las vidas perdidas en un conflicto que llega a los seis años y que sigue sin resolver el problema identitario. La cicatrización y la respuesta al odio quedarán en manos de una generación criada en la guerra y cuyo futuro es una gran incógnita.
    10Ya son más de 13.000 las vidas perdidas en un conflicto que llega a los seis años y que sigue sin resolver el problema identitario. La cicatrización y la respuesta al odio quedarán en manos de una generación criada en la guerra y cuyo futuro es una gran incógnita.Fuente: https://elpais.com/elpais/2020/08/25/album/1598365687_042846.html#foto_gal_10

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Las mujeres y la guerra: la historia no contada

Diez periodistas feministas reivindican la entereza de sus abuelas durante la guerra civil y la posguerra en el libro ‘Nietas de la memoria’.

“La gente anónima es, a mi parecer, la verdadera protagonista de la Historia”, dice Carolina Pecharromán, periodista de TVE y una de las 10 autoras que firman Nietas de la memoria (editado por Bala Perdida), un libro de relatos inspirado en las vivencias de sus abuelas durante la guerra civil española y la posguerra. La idea de reunir los recuerdos de sus mayores surgió en el colectivo Las Periodistas Paramos al calor de las manifestaciones feministas del 8 de marzo de 2018.

Aquella movilización sin precedentes, que ocupó las portadas de periódicos de todo el mundo, llevó a varias profesionales de la información a reflexionar sobre las raíces de su reivindicación. Y allí estaban ellas. Allí estaban las abuelas, que vivieron la contienda siendo niñas o adolescentes, y las bisabuelas, “mujeres fuertes, valientes y desconocidas que sacaron adelante a sus familias sin ayuda ni reconocimiento, viviendo situaciones dramáticas que ellas no ocasionaron ni decidieron”, como dice María Grijelmo en su relato. Aunque decir “mujeres fuertes”, añade la periodista, “es una redundancia”.

“Los recuerdos que las autoras nos transmiten de sus abuelas nos introducen en la memoria del vacío y el silencio de aquellas mujeres a las que les ha sido robada su historia”, escribe en el prólogo del libro Carmen Sarmiento, periodista como ellas, corresponsal de guerra pionera en España y feminista militante en una época en la que todo eso de los derechos de la mujer sonaba a extravagancia. Además del golpe de Estado de 1936, de los movimientos militares, de las batallas estratégicas, de la sangre derramada en el frente, estaban también estas mujeres en la retaguardia, tratando de esquivar el hambre y de sobrevivir a una represión salvaje. Solas (porque sus maridos estaban en el frente, en la cárcel, huidos o enterrados en una cuneta), estas mujeres hicieron de todo para poner a salvo a sus hijos e hijas y para que no les faltara lo mínimo: alimento y cariño.

Todas las familias españolas (o al menos la mitad de ellas) podrían contar historias similares. Sin embargo, en todas (o en casi todas) se extendió un manto de silencio sobre aquellos acontecimientos. Se callaron, apretaron los dientes y trataron de seguir viviendo como pudieron los siguientes 36 años de dictadura. E incluso más. Las abuelas no solían hablar de aquello ni siquiera cuando llegó la democracia.

“Las cicatrices siguen ahí y todavía duelen”, dice la protagonista de Vidámia, el relato escrito por la periodista de Canal 9 Isabel Donet. “Las mentiras y los silencios son también memoria. Memoria de una dictadura que murió en la cama”, escribe, por su parte, Carmen Freixa. Es un sentimiento en el que abunda Flores de papel, el relato de Sara Plaza Casares. “El miedo de María no se cura –escribe–. Un miedo que revive cada vez que su hija o alguna de sus nietas se va a una manifestación, participa en alguna asamblea o trae a casa algún panfleto”. “Hasta pone velas a la Virgen”, confirma la autora a La Marea. “No os signifiquéis, nos dice siempre. Ella nunca podrá olvidar que su padre murió en la cárcel precisamente por eso, por pertenecer a la CNT y significarse. Por eso no le gusta que se hable de política en casa. Ese miedo no se va. Pero las vivencias personales sí que las cuenta. Además, yo soy muy preguntona y desde muy pequeñita siempre le he estado preguntando cosas a mi abuela”.

También por “significarse” perdió a su hermano la abuela de Concha San Francisco, otra de las autoras de Nietas de la memoria. Baltasar, que así se llamaba, trabajaba con ella en la chocolatería de Casaseca de las Chanas (Zamora) y pertenecía a Izquierda Republicana. Vendía el género por toda la provincia y era asiduo del café Iberia, en la capital, donde participaba abiertamente en las tertulias políticas. Fue detenido, torturado y fusilado en agosto de 1936. Lo mismo le ocurrió a una de las propietarias del café, Amparo, a la sazón esposa del escritor Ramón J. Sender, a la que ejecutaron a pesar de estar criando a su hija pequeña.

Las razones del libro

Sara Plaza, implicada desde hace años en el activismo vecinal, la defensa del medio ambiente y el antirracismo, lleva sus inquietudes sociales a las páginas de El Salto, la publicación en la que colabora desde hace años. Cuando este proyecto empezó a tomar forma en el chat de Telegram de Las Periodistas Paramos, no lo dudó. Este libro de memorias era necesario. “La Historia está escrita por los vencedores y, además, por los hombres. Conocemos la Historia a través de las vivencias de los militares o de los guerrilleros, pero nadie se ha ocupado de lo que estaban haciendo en ese momento las mujeres, cómo batallaron desde otro lado, desde otra trinchera”, explica.

Esa “otra trinchera” podía estar en la ciudad, refugiadas en los túneles del Metro durante los bombardeos, o en el campo, expuestas a una delación envidiosa y a unos castigos inhumanos. Isa Gaspar Calero cuenta en su relato la represión vivida en Extremadura, donde el falangista Juan Yagüe se ganó su ascenso militar y el apelativo de El carnicero de Badajoz.

En apenas un día asesinó a 4.000 personas en esa ciudad. En Villafranca de los Barros, donde transcurrieron los hechos narrados por Gaspar Calero, los asesinatos se sucedían puerta por puerta. El primo de su abuela, un chico en la flor de su juventud, fue degollado tras ser señalado, falsamente, como izquierdista. En realidad, su delator estaba celoso: decía que “le había quitado a la novia”. La maestra del pueblo, socialista y ugetista, también fue detenida y asesinada por “uno de los los peores delitos de la época: educar a sus alumnas y alumnos en libertad”. La escasez de alimentos se extendió con la guerra. Algunos murieron de hambre. Y por si fuera poco, la violencia contra las mujeres se multiplicó. “Era habitual que los soldados entrasen en las casas y violasen a las mujeres (…). Un padecimiento que no acaba con el acto en sí, pues ser violadas era un estigma que las acompañaba para siempre. (…) Hubo muchos niños sin padre, se les conocía como los niños de la guerra”.

La violencia era física pero también cultural. En aquellos años, el único futuro al que podían acceder las mujeres pasaba por tener un buen matrimonio. “Las mujeres éramos seres al servicio de los padres, luego de los maridos, y luego de los hijos”, escribe María Grijelmo.

Las niñas y el hambre

Las protagonistas de este libro asistieron a estas atrocidades siendo niñas. Y muchas crecieron de golpe. El trabajo infantil, en esa época, era algo completamente normalizado. “Mis abuelos eran de pueblo –cuenta Sara Plaza–, así que mi padre y mis tíos estaban labrando la tierra desde los siete años. Y en el libro hay muchas historias de mujeres que con apenas 12 años se van a servir a casas de gente rica. Marian Álvarez, por ejemplo, cuenta cómo a su abuela Angelines la sacan de su pueblecito de León y la mandan a servir a Bilbao. La madre de Cristina Prieto Sánchez, otra de las autoras, era de Madrid y casi se podría decir que tuvo la suerte de ir al colegio hasta los 14 años. A esa edad entró a trabajar en un taller de costura, donde empezó desde lo más bajo, “mojando sargas para planchar y entregando a domicilio los vestidos de las clientas más exclusivas”. Las propinas que recibía las transformaba rápidamente en “un pastel o un cucurucho de almendras. El hambre, siempre el hambre”.

“Mis abuelos vivieron la guerra siendo unos niños. Ellos veían cosas y aún hoy las cuentan como si fueran niños, desde aquella perspectiva infantil”, explica Sara Plaza. “Mi abuelo habla mucho de la época del racionamiento y cuenta cómo robaba comida o cómo durante la guerra les caía pan desde los aviones [una de las tácticas de Franco para mellar la moral de los hambrientos resistentes de Madrid] y los mayores les decían a los niños: ‘¡No os lo comáis, que puede estar envenenado!”.

Uno de los textos más conmovedores del libro es el que firma Noemí San Juan Martínez, periodista de Aragón TV. En él recrea la correspondencia que Benita y Lola, madre e hija respectivamente, mantienen entre Bilbao y Vera de Moncayo sin saber si esas cartas están llegando realmente a su destino. Lola es una niña a la que mandan a casa de sus tíos en Bilbao por motivos de salud. Allí le pilla la guerra, lo que la mantendrá separada de su familia durante tres años. En ese tiempo será evacuada varias veces, por tierra y por mar, y pasará por distintas localidades de Francia y Cataluña. Pero no dejará de escribir a su madre en ningún momento.

El bloqueo de las comunicaciones, sin embargo, le impedirá conocer las desgarradoras circunstancias por las que está pasando su familia en Aragón. “Mi bisabuela Vicenta también tuvo la posibilidad, en varias ocasiones, de mandar a sus hijos al exterior para ponerlos a salvo”, detalla Sara Plaza. “Había camiones que los llevaban a Valencia y desde ahí embarcaban para el extranjero. La última vez estuvo a punto de hacerlo. Llegó hasta el camión e iba a subirlos, pero en el último momento se arrepintió. Dijo: ‘No, no, no. Mis hijos tienen que seguir conmigo”.

Los hijos en aquella época eran material altamente sensible. Morían a raudales, lo mismo que sus madres durante el parto. En el libro se relatan numerosos episodios relacionados con las enfermedades que entonces sufrían los niños. La misma hija de Vicenta, María, “sufrió lo que hoy se llama violencia obstétrica. Tras una cesárea la apartaron de su hijo, Paquito, que era el primero. Solo podía verlo una hora al día, que es cuando le daba de mamar. Hoy eso sería impensable. Después de comer se lo llevaban a la incubadora, donde permanecía sin vigilancia. Y allí vomitaba todo lo que había comido. Paquito murió de deshidratación al poco de darle el alta”.

Todas estas mujeres han sido heroicas protagonistas de nuestra intrahistoria. Pero la Historia, con mayúsculas, las obvió. Sus recuerdos, sin embargo, han viajado de generación en generación. Es muy significativo que sigan hoy tan vivos, tan a flor de piel, casi 90 años después. “Eso, lo que nos dice, es que no hemos cerrado esas heridas. Porque ni hay verdad, ni hay justicia, ni hay reparación”, afirma Plaza. “En España se cerró en falso la dictadura, tuvimos una falsa transición y tenemos una falsa democracia en la que los culpables no han pagado por sus delitos, las víctimas siguen enterradas en cunetas y la historia sigue estando escrita por los vencedores. Ojalá la Ley de Memoria Histórica pueda tener, por fin, la financiación suficiente para resarcir ese daño y no tengamos que seguir luchando contra el tiempo. Porque ya queda muy poca gente de esa generación. Se nos están muriendo”.

Fuente: https://www.lamarea.com/2020/09/11/las-mujeres-y-la-guerra-la-historia-no-contada/

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Los niños vuelven a la escuela en una Siria devastada por la guerra

Más de tres millones de estudiantes sirios volvieron a la escuela el domingo en zonas controladas por el gobierno en medio de estrictas medidas para prevenir la propagación del coronavirus, según informaron los medios estatales de SANA.

Según la agencia de la ONU para la infancia, UNICEF, más de 7.000 escuelas fueron dañadas o destruidas desde el comienzo del conflicto en el país en 2011, dejando a unos dos millones de niños sin escolarizar y a más de cinco millones de refugiados sirios, la mayoría en países vecinos.

Después de casi una década de luchas internas, el régimen sirio, respaldado por Rusia e Irán, controla ahora la mayor parte del país.

Fuente: https://www.monitordeoriente.com/20200916-los-ninos-vuelven-a-la-escuela-en-una-siria-devastada-por-la-guerra/

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Chomsky: La amenaza de usar armas nucleares aumenta con Trump

El famoso pensador político estadounidense Noam Chomsky asegura que Donald Trump está aumentando las posibilidades del uso de armas nucleares en el mundo.

(El presidente de Estados Unidos, Donald Trump) ha continuado sus ataques al régimen de control de armas que ha limitado de alguna manera la enorme amenaza de las armas nucleares de destrucción masiva”, afirmó en un diálogo con el programa Going Underground de la cadena rusa RT, publicado el sábado (5/9/20).

El intelectual de renombre mundial dijo que el inquilino de la Casa Blanca está corriendo para maximizar la amenaza de las armas nucleares, invocando el Reloj del Juicio Final del Boletín de Científicos Atómicos, que mide metafóricamente el tiempo que falta para un desastre global, propiciado por el ser humano.

Chomsky dijo que este grupo científico ha abandonado los minutos y pasado a los segundos: 100 segundos para la medianoche en enero, apostilló.

El célebre lingüista norteamericano se refirió a los importantes tratados que la Administración de Trump ha abandonado o puesto en peligro durante su mandato, entre ellos, el Tratado de Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio (INF, por sus siglas en inglés) y el Tratado de Cielos Abiertos (OST, por sus siglas en inglés) de la Organización de Seguridad y Cooperación Europea (OSCE).

CNN: EEUU busca nuevas armas nucleares para encarar a Rusia | HISPANTV

Los Estados Unidos de Trump están avanzando hacia la creación de nuevas armas de destrucción y mucho más amenazantes, contra las cuales no hay posibles medios de defensa”, aseguró Chomsky advirtiendo además de la demora que muestra la Casa Blanca para la extensión del tratado Nuevo START, el cual expira en febrero de 2021, y actualmente es el único acuerdo que vincula a EE.UU. y Rusia en la estabilidad estratégica, pues controlan el 90 % de todas las armas nucleares que existen en el planeta.

Rusia ha dicho constantemente que está dispuesta a extender el pacto sin condiciones previas, pero no “a cualquier costo”, por otros cinco años. Sin embargo, Estados Unidos ha condicionado la renovación a que China sea incluida en un nuevo acuerdo trilateral de control de armas.

El Gobierno estadounidense se retiró oficialmente en agosto de 2019 del INF, firmado en 1987 entre EE.UU. y la extinta Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) que constituía el primer convenio entre dos superpotencias para eliminar toda una categoría de armas nucleares, es decir, todos los misiles que pueden ser lanzados desde tierra con un alcance de entre 500 y 5500 km.

El 21 de mayo de 2020, se retiró del OST, entrado en vigor en 2002 tras un acuerdo alcanzado entre EE.UU., Rusia, Canadá y casi toda la Unión Europea (UE), que es considerado uno de los esfuerzos de control internacional de armas más amplio, logrado con el objetivo de promover la transparencia en las fuerzas y actividades militares.

Fuente: https://rebelion.org/chomsky-la-amenaza-de-usar-armas-nucleares-aumenta-con-trump/

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Patria y desmemoria

Por: Daniel Seixo

«Es el tributo que se paga para vivir con tranquilidad en el país de los callados.”

Fernando Aramburu

«Hacer la paz, he encontrado, es mucho más difícil que hacer la guerra.»

Gerry Adams

José Pardines Arcay, Jorge Juan García Carneiro, José Lasa Arostigui, José Ignacio Zabala, Javier Pérez Arenaza, Miriam Barrera Alcaraz, José Ramón Domínguez Burillo, María Doleres González Catarain, Luis Isasa Lasa, Jesús María Basáñez, Miguel Ángel Blanco Garrido, Silvia Martínez Santiago, Xabier Galdeano, Lucía Urigoitia, José Ramón Goikoetxea Galparsoro, Josu Muguruza, Miguel Isaías Carrasco… Arnaldo Otegi Mondragon. Jean-Serge Nérin, Carlos Sáenz de Tejada y Diego Salvá.

2472 atentados, 849 víctimas mortales y numerosos casos de tortura, víctimas colaterales entre la población civil y asesinatos extrajudiciales fruto del terrorismo de estado. Hablar del conflicto vasco sigue significando a día de hoy reabrir una profunda herida en el corazón y la razón de nuestra sociedad, una presente llaga difícilmente superable pese al proceso iniciado el 8 abril de 2017 por el movimiento terrorista vasco Euskadi Ta Askatasuna (País Vasco y Libertad) para encarar su total disolución, poniendo fin de ese modo a décadas de dolor, miedo y el uso desmedido de la fuerza y las armas como único «diálogo» político posible.

Todavía a día de hoy, la sinrazón y la barbarie retruenan en muchas de nuestras calles si uno logra afinar lo suficiente el oído, nombres como Fernando Múgica, Enrique Casas, Ernest Lluch o Miguel Ángel Blanco nos recuerdan el sinsentido de unos tiempos en los que la voz del «diferente», el sonido de la verdad y el rumor de la democracia eran acallados ante el aturdidor ruido de las bombas y el silencio impuesto por el tiro en la nuca. Tiempos de extremos, complicidades silenciosas con la muerte y dedos cobardes siempre agazapados en el gatillo de aquellos a los que les sobraba rencor y les faltaba razón. No nos equivoquemos, ni la sangre derramada durante los peores años de plomo valió la pena, ni tampoco ninguna de las vidas perdidas tuvo tras su muerte una causa justa. Aquellos años carecieron de todo sentido, no puede encontrarse en aquellos que riegan de sangre de inocentes una tierra que dicen amar, ni entre quienes usan esa misma moneda desde las instituciones de un estado opresor y profundamente fascista pese a su fino barniz democrático.

Flaco favor le hace Fernando Aramburu a la adaptación de su novela y a la sociedad española y vasca cediendo a la amenaza de la cultura de la cancelación y al burdo chantaje de personajes como Iñaki Oyarzábal

Costó demasiadas décadas erradicar de la política y la sociedad vasca el germen de la venganza y el rencor, ese parasito silencioso que se deposita en las entrañas de una sociedad y la va carcomiendo lentamente sin que nadie parezca dispuesto a hacer nada por poner fin a ese agónico proceso. A cada atentado terrorista le siguieron realidades sociales como Bateragune o judiciales como el caso Txapartegi, todo ello mientras que políticas como la dispersión de presos profundizaron en amplios castigos sociales ajenos a cualquier lógica legal o democrática. Mentiríamos si negásemos el continuo uso de artificios legales para lograr privar a los presos etarras de los principios tendentes a la unificación del derecho en la Unión Europea o si pese a las continuas sentencias que lo avalan, fuésemos incapaces de asumir como un profundo error las continuas trabas a la participación política de los representantes de la izquierda abertzale en los procesos democráticos de nuestro estado. Nadie en nuestros días pretende –o debería pretender– entrar en una estúpida e innecesaria competición acerca del dolor causado con la intención de retorcer la memoria de un relato todavía lacerante. No, no se trata de eso, pero para lograr conocer la verdad, debemos abrir los ojos a toda nuestra historia de cara a poder enterrar definitivamente el dolor, el miedo y la sin razón.

Es por ello que carece de todo sentido sumarse a incultas y absurdas campañas de boicot contra la serie española «Patria», como carece también de todo sentido escandalizarse cuando un cartel en nuestras calles nos obliga a abrir los ojos y reconocer que la realidad tras ETA y el dolor causado por el conflicto vasco, no solo tuvo un bando. Ni resulta aceptable o comprensible justificar el terrorismo etarra, ni del mismo modo resulta lógico o asumible silenciar y pretender soterrar los crímenes de estado, las torturas y las continuas violaciones de los DDHH cometidas por el estado español en su combate contra el terrorismo, y en más ocasiones de las recordadas, contra todo aquello que pudiese suponer una amenaza política en Euskadi.

Flaco favor le hace Fernando Aramburu a la adaptación de su novela y a la sociedad española y vasca cediendo a la amenaza de la cultura de la cancelación y al burdo chantaje de personajes como Iñaki Oyarzábal, arietes mediáticos de un cínico partido que sin embargo no dudó a la hora de hablar del Movimiento de Liberación Nacional Vasco, modular sus discursos o tomar asiento en primitivas negociaciones ante los asesinos prometiendo «generosidad, mano tendida y espíritu abierto». Es esta misma casta política la que estirando lo máximo posible el rédito electoral del miedo y negándole al estado español y a la sociedad vasca la posibilidad de cerrar un proceso de paz, que desde Madrid hace tiempo vienen ignorando sin que nadie a día de hoy se pueda explicar las razones ocultas en tal disparate, pretende perpetuar el oscurantismo acerca de aquellos años. Vivimos incomprensiblemente secuestrados por un estado de derecho que se niega abiertamente a constatar el fin de una de las etapas más oscuras de su historia reciente.

Todavía a día de hoy, la sinrazón y la barbarie retruenan en muchas de nuestras calles si uno logra afinar lo suficiente el oído

Solo a través de esta demencia compartida socialmente y sostenida por las instituciones, se puede explicar el caso de siete jóvenes de la localidad Navarra de Alasasua encarcelados largo tiempo bajo la acusación de terrorismo por una pelea de bar, las recurrentes algaradas políticas con fantasmas del pasado utilizados como arma arrojadiza en la sede parlamentaria o el escándalo y la sordidez intelectual como respuesta ante un cartel promocional, que ante todo muestra la realidad de un conflicto y de parte de nuestra historia. Asegura la experiencia que las sociedades que pretenden ocultar su pasado suelen estar condenadas a repetirlo, un vaticinio que en el caso del estado español se torna sentencia ante lo abultado de una alfombra con demasiado dolor, muerte y silencio. Por ello, y no por otro motivo, deberían ustedes dejar de lado sus finas pieles y comenzar a mirar a la cara a nuestra historia. Tras eso, afortunadamente, podrán opinar en libertad y sin miedo al sonido ensordecedor del gatillo. Al menos por ahora. Al menos, mientras no olvidemos a lo que nos puede llevar la sin razón.


Fuente e imagen: https://nuevarevolucion.es/patria-y-desmemoria/

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Graciela Vizcay Gomez: Los niños de Hiroshima

Mi esperado viaje a Tokio, desde Buenos Aires, tuvo una duración de un día completo. Luego, para llegar a Hiroshima, el tren bala o Japan Railways Shinkansen, son unas cuatro horas más, por tal motivo dejé este viaje para los últimos días de mi estadía.

Desde la terminal de Hiroshima llegué en un tranvía que es toda una reliquia al Parque de la Paz, ubicado cerca de la zona cero de la explosión. Había viajado para eso y no pude evitar las lágrimas al estar frente al único edificio que quedó en pie, la Cúpula Genbaku.

El número de personas asesinadas por la bomba atómica no se sabe con precisión incluso hoy. Sin embargo, se estima que alrededor de 140.000 personas murieron a fines de diciembre de 1945 aun cuando el daño agudo causado por la radiación disminuyó.

A 1,2 km del hipocentro, donde estalló la bomba, casi el 50% murió ese día. Se estima que 80 a 100% murió en áreas más cercanas al hipocentro. Hasta marzo de 2014 Japón contó 192.719 personas como sobrevivientes registrados, según la cadena de noticias Asahi.

Al menos 70.000 personas murieron en la explosión inicial, mientras que aproximadamente 70.000 más murieron a causa de la exposición a la radiación. «El total de muertos en cinco años puede haber alcanzado o incluso superado los 200.000, debido al cáncer y a otros efectos a largo plazo», según la historia del Departamento de Energía sobre el Proyecto Manhattan.

¿Era necesario tal crimen contra la humanidad?

«Los japoneses empezaron la guerra desde el aire en Pearl Harbor. Ahora les hemos devuelto ese golpe multiplicado», fue una de las primeras cosas que dijo el presidente Harry Truman en el mensaje en el que informó al mundo del ataque contra Hiroshima.

La bomba llamada Little Boy fue lanzada, a las 8.15 de la mañana del 6 de agosto de 1945.Tenía 3 metros de largo y pesaba cuatro toneladas. Era de uranio 235.

«La usamos para acortar la agonía de la guerra, para salvar las vidas de miles y miles de jóvenes estadounidenses»,  dijo el presidente tres días después, en un mensaje transmitido el día del lanzamiento de una segunda bomba sobre la ciudad de Nagasaki.

La bomba, llamada Fat Man fue lanzada a las 11.02 a.m. del 9 de agosto de 1945 Tenía 3,2 metros de largo y pesaba 4,5 toneladas. Era de plutonio 239. Alrededor de 74-000 personas murieron en Nagasaki a fines de 1945.

Semejante genocidio no era necesario, EEUU solo quería demostrar su hegemonía ante el mundo y hacerle ver a la Unión Soviética sobre su poderío. Esa es la realidad, y por más que Hollywood lo quiera maquillar con películas donde siempre son las víctimas, lo cierto es que las víctimas no son los estadounidenses, quienes aprobaron tal decisión y la aplaudieron.

Los niños de Hiroshima

Fue el nombre de la primera película japonesa que trató la tragedia de la bomba atómica, producida siete años más tarde del bombardeo. Kaneto Shindo escribió el guión basándose en una colección de cuentos y poemas escritos por los jóvenes supervivientes de la bomba, y reúne testimonios compilados por el profesor Arata Osada. Se estrenó en 1952, y es evidente el claro espíritu antibelicista en la historia y la necesidad del director de acabar con la proliferación de armas nucleares; para ello, educaba a los jóvenes mostrándolos la devastación que producían las armas atómicas.

El triciclo de Shing

Su autor, el sobreviviente Tatsuharu Kodama escribió un libro para niños, publicado en japonés en 1992 y en agosto de 1995 en inglés, cuenta lo que le sucedió a un niño de 3 años llamado Shinichi Tetsutani.

La historia es narrada por el padre de Shin, Nobuo Tetsunani, quien describe la mañana poco antes del ataque como un día tranquilo y soleado. Shin y su mejor amiga, una niña llamada Kimi, se encontraban afuera de la casa, jugando con su juguete favorito, un triciclo con manubrio rojo.

La explosión arrasó todo, su padre lo encontró bajo los escombros, “Le sangraba el rostro y estaba hinchado”, dice el libro. “Estaba demasiado débil como para hablar, pero su mano aún sostenía el manubrio de su triciclo. Kimi ya no estaba, había desaparecido en algún lugar debajo de la casa”. El padre de Shin no soportó la idea de dejar el cuerpo del niño en un cementerio solitario. Por lo tanto la familia enterró a Shin en su jardín trasero, junto con su amiga Kimi y su querido triciclo. En 1985, 40 años después, el padre de Shin decidió trasladar los restos de su hijo al cementerio de la familia. Él y la madre de Kimi ayudaron a desenterrar la tumba del jardín. Ahí, según el libro, vieron “los pequeños huesos blancos de Kimi y Shin, de la mano como los habíamos colocado”.

“Esto nunca debería suceder a los niños. El mundo debería ser un lugar tranquilo donde los niños pueden jugar y reír” manifestó Nobuo. Al día siguiente el padre de Shin donó el triciclo al museo de Hiroshima. Ahí, el legado de un niño de 3 años sigue recordando a las generaciones futuras los horrores de la destrucción nuclear. El relato fue publicado por la CNN el seis de agosto de 2015, por Thom Patterson de la CNN.

 Las grullas de origami

La niña Sadako Sasaki tenía dos años cuando cayó la bomba en Hiroshima. Diez años más tarde, a la edad de doce años, por consecuencia a la exposición de la irradiación, los médicos le diagnosticaron leucemia.  “Es una enfermedad de la bomba atómica”, dijo su madre. Estando internada, no se sabe aún si fue una niña o una adulta llamada Chizuco, le contó una historia: “¿Conoces la historia de las mil grullas? Sadako nunca había escuchado esa leyenda.

Esta amiga le comentó de una antigua leyenda japonesa que promete que quien pliegue mil grullas de origami recibirá un deseo por parte de los dioses. “Pide el deseo de sanarte” le dijo Chizuco. Pero Sadako solo pudo armar 644, murió en octubre de 1955.

Esta ave habita la isla de Hokkaido Cuando alguien ve una grulla lo considera un buen augurio. Se la llama ‘el ave de la paz’ o ‘de la felicidad’.

El origami es un arte que consiste en el plegado de papel o papel de arroz, sin usar tijeras ni pegamento para obtener figuras de formas variadas son muy conocidas en Japón y su símbolo más característico es para dar suerte y traer paz a tu vida.

Según el libro que Eleanor Coerr, la escritora canadiense fallecida en 2010, para el día de su funeral, Sasaki Sadako fue enterrada con las mil grullas que doblaron los otros enfermos, quienes poco a poco murieron en los siguientes meses.

En el Parque de la Paz de Hiroshima se construyó una Estatua de los Niños de la Bomba Atómica, con forma de grulla dedicada a Sadako, pero también a todos los niños que fallecieron a causa de la bomba. Semanalmente, muchos visitantes llegan a dejar grullas como un símbolo de paz universal. En la base de la estatua se lee una leyenda: “este es nuestro grito, esta es nuestra plegaria: que haya paz en el mundo”.

Los niños por nacer también sufrieron la bomba en el útero de su madre

La creciente incidencia de microcefalia y discapacidad intelectual asociada con la exposición ya era evidente a fines de la década de 1950. Entre los sobrevivientes en el útero con una dosis estimada en menos de 0.005 Gy, (grados),  se encontró discapacidad intelectual severa en 9 de 1,068 (0.8%), mientras que los sobrevivientes en el útero con una dosis estimada en 0.005 Gy o más. 21 de 476 (4.4%) fueron diagnosticados con discapacidad intelectual severa. La probabilidad de desarrollar esta discapacidad intelectual severa está fuertemente relacionada con la dosis y la edad fetal en el momento de la exposición (especialmente en una etapa significativa de desarrollo). La aparición excesiva de discapacidad intelectual fue particularmente pronunciada en los expuestos entre las 8 y 15 semanas posteriores a la concepción, y menos en los expuestos entre las 16 y 25 semanas posteriores a la concepción. Por otro lado, no se observó en aquellos que estuvieron expuestos de 0 a 7 semanas o de 26 a 40 semanas después de la concepción Incluso si no se logró una discapacidad intelectual grave, los que estuvieron expuestos entre 8 y 25 semanas después de la concepción mostraron una disminución en el rendimiento escolar y el índice de CI con el aumento de la dosis, y la aparición de enfermedad paroxística, que produce episodios que imitan a una crisis epiléptica.

La resonancia magnética del cerebro fue realizado en seis personas con discapacidad intelectual grave, lo que sugiere que la exposición a los 3-4 meses después de la concepción causa anormalidades aparentes en la estructura del cerebro. Al igual que los sobrevivientes de la bomba atómica infantil, las mediciones corporales anuales de los sobrevivientes del útero también mostraron una reducción general de la altura y el peso en la edad adulta (18 años) en el grupo de dosis alta. En este caso, el sexo y la edad del feto en el momento de la exposición son irrelevantes. Todos estos datos pueden chequearse en el  Radiation Effects Research Institute (RERF),  una organización conjunta de investigación entre Estados Unidos y Japón que investiga los efectos de la radiación de la bomba atómica en la salud con fines pacíficos.

Docenas de bebés que habían estado en el útero de sus madres cuando explotó la bomba nacieron con microcefalia, cabezas anormalmente pequeñas. Desde alrededor de 1950, los casos de leucemia en Hiroshima se dispararon, y desde alrededor de 1955 aumentaron los cánceres de tiroides, seno, pulmón y otros. Persisten los temores de que el problema pasará generaciones.

Los huérfanos

Unos 23.500 niños (alumnos de escuela primaria de tercer grado y superior) habían sido evacuados con sus clases a pueblos y aldeas fuera de la ciudad. De estos, entre 2.000 y 6.500 perdieron a sus padres por  la bomba y quedaron huérfanos. Muchos otros niños de poblaciones vecinas,  que habían estado en Hiroshima en ese momento también perdieron a sus padres . Ambos grupos se conocían comúnmente como «huérfanos de la bomba atómica». Pero algunos de los ni;os, por diversas razones, no pudieron vivir en estas instalaciones. Vivían solos, sosteniéndose a sí mismos limpiando zapatos y haciendo trabajos pequeños.

Había un campamento para alojar a esos huérfanos, y se instalaron cinco más alrededor de la ciudad de Hiroshima a fines de 1955. Sin suministros ni fondos, asegurar la comida era la mayor preocupación. Como resultado, los huérfanos hicieron todo lo que podían hacer, como agricultura, redes de pesca, la excavación de mariscos y todo lo que podían comer.

El periodista Norman Cousins (1915-1990), visitó Hiroshima como uno de los principales autores de la famosa revista literaria «Revisión de literatura del sábado» de Nueva York,  en agosto de 1955, vio la devastación de la bomba atómica y se sorprendió al ver tantos huérfanos’

Después de regresar a los Estados Unidos, el Sr. Cousins anunció un informe titulado «Hiroshima en 4 años» en la misma revista, llamando a fomentar a los huérfanos como niños estadounidenses adoptados mentalmente. La respuesta fue enorme, con muchos estadounidenses esperando «padres espirituales» de huérfanos.

Para cuidar a los huérfanos de la bomba atómica y nutrirlos emocionalmente, Norman Cousins promovió un programa, alentando a los «padres espirituales» a enviar 20 dólares al año para el cuidado de sus huérfanos. El programa fue popular, y muchos estadounidenses se unieron al programa. Durante los diez años transcurridos entre 1950 y 1959, aproximadamente 500 personas enviaron un total acumulado de aproximadamente 20 millones de yenes para ayudar a mantener a los niños. recibió el título de Ciudadano Honorario de Hiroshima en 1964.

Él también tiene su monumento en el Parque Memorial de la Paz, para honrar los grandes logros de Norman Cousins, incluida la promoción del proyecto de adopción moral para la bomba atómica y los huérfanos de guerra, sus esfuerzos para ayudar a las mujeres sobrevivientes de la bomba atómica a recibir tratamiento queloide en los EE.UU. Y su continuo llamado al mundo para la eliminación de tratamiento de armas nucleares.

El Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) informo hace horas, de que sigue habiendo en el mundo más de 14.000 bombas atómicas y que muchas de ellas son decenas de veces más potentes que las arrojadas el 6 y el 9 de agosto de 1945 en Hiroshima y Nagasaki.

Japón fue un viaje muy turbador, como todos los que he realizado a zonas de desastre, ignorando la pandemia por coronavirus que se avecinaba a los pocos meses de mi regreso a Argentina.

Quiero dejarles la experiencia de este viaje resumida en una frase del sabio Noam Chomsky :

“Si algunas especies extraterrestres fueran recopilando la historia del homo sapiens, ellos podrían dividir el calendario: en Antes de las armas nucleares y en La era de las armas nucleares. Esta última era, por supuesto, se abrió el 6 de agosto de 1945, el primer día de la cuenta regresiva para lo que puede ser el final poco glorioso de esta extraña especie, que alcanzó la inteligencia suficiente para descubrir los medios eficaces para destruirse a sí misma”.

Fuente: https://rebelion.org/los-ninos-de-hiroshima/

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La guerra en Afganistán deja más de 100.000 afganos desplazados en los primeros siete meses de 2020

Más de 100.000 afganos han tenido que abandonar sus hogares y convertirse en desplazados dentro de su país como consecuencia de la guerra en el país centroasiático en los primeros siete meses de 2020, según la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de Naciones Unidas (UNOCHA).

Cerca de 10.000 personas se han desplazado de sus localidades por los intensos combates de la semana pasada entre los milicianos talibán y las fuerzas gubernamentales en las provincias del noreste del país. Otras 600 personas han dejado sus hogares en el sur por los mismos motivos.

A pesar del acuerdo de paz firmado por los talibán con Estados Unidos en Doha el 29 de febrero, la violencia se mantiene en niveles altos en el país centroasiático. Los milicianos han decidido mantener su campaña de ataques contra las fuerzas gubernamentales afganas a pesar de que el proceso de diálogo entre afganos está a punto de comenzar.

El martes, el presidente de Afganistán, Ashraf Ghani, denunció que más de 10.000 soldados afganos han muerto o han resultado heridos desde que los talibán firmaron el acuerdo de paz con Estados Unidos en la capital de Qatar. Naciones Unidas ha documentado más de 1.200 muertes de civiles durante el primer semestre de 2020.

En este contexto, los talibán han anunciado un alto el fuego de tres días de duración con motivo de la fiesta del Eid al Adha (la celebración del sacrificio), que comenzará este viernes. El Ejecutivo de Kabul ha anunciado cumplirá el cese de hostilidades.

Fuente: https://www.notimerica.com/politica/noticia-afganistan-guerra-afganistan-deja-mas-100000-afganos-desplazados-primeros-siete-meses-2020-20200730093648.html

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