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Hambre y pandemia: «Las consecuencias son bastante dramáticas» en América Latina, según FAO

El hambre se había logrado reducir a casi la mitad entre 2000 y 2015 en América Latina y el Caribe, pero la pandemia significó un retroceso histórico en esa lucha. Maya Takagi, líder de Programas Regionales de la FAO, habló con Sputnik sobre cómo afrontar el hambre en una región altamente empobrecida.
El hambre se había logrado reducir a casi la mitad entre 2000 y 2015 en América Latina y el Caribe, pero la pandemia significó un retroceso histórico en esa lucha. Maya Takagi, líder de Programas Regionales de la FAO, habló con Sputnik sobre cómo afrontar el hambre en una región altamente empobrecida.
La pandemia empobreció a millones de latinoamericanos y caribeños, con la pobreza, se agravó el hambre y la malnutrición. Maya Takagi, líder de Programas Regionales de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura —FAO, por sus siglas en inglés—, señaló que a finales de 2020, el 30% de la población de América Latina se encontraba en situación de pobreza.
La pobreza ascendió a 209 millones —22 millones de personas más que en 2019, según datos de la la Comisión Económica para América Latina y el Caribe de ONU (CEPAL)—, en una población de 670 millones de personas.
Además, del total de personas pobres, 78 millones se encontraron en situación de pobreza extrema, ocho millones más que en 2019. En las áreas rurales, la pobreza rural aumentó en seis millones de personas, casi la mitad de ellas en situación de pobreza extrema.
—Comprobamos que la crisis sanitaria efectivamente aumentó la pobreza y pobreza extrema en la región, y que llevó el hambre a casi los mismos niveles de dos décadas atrás. ¿Cuáles cree han sido las más graves consecuencias sociales y económicas del aumento brusco del hambre, y cuáles prevé en el futuro cercano?
(…) Como el ingreso es la única forma de acceder a la alimentación, hubo un incremento de la inseguridad alimentaria. La incidencia de inseguridad alimentaria moderada o grave alcanzó a un 40,4% de la población en 2020, lo que representa un aumento de 6,5 puntos porcentuales con relación a 2019, según datos 2021 de la CEPAL. Sin las políticas de apoyo a los ingresos y a la alimentación, las tasas serían aún mayores.
Esto se puede explicar por el serio impacto en los niveles de pobreza y empleo que ha tenido la pandemia en la región, y por el alto precio que tienen las dietas. Las condiciones económicas, los desequilibrios estructurales (ingresos, activos y recursos) y la falta de políticas amplias de protección social son las principales causas del hambre y malnutrición en la región, las que interactúan, además, con desastres y crisis que hacen más difícil salir de este círculo vicioso.
Las consecuencias son bastante dramáticas. Además de la ampliación de la pérdida de vidas por cuenta del hambre, hay consecuencias de largo plazo para las familias en la recuperación de sus capacidades de ingreso, hay en el efecto de las deficiencias nutricionales y de salud en padres y niños que afectan sus capacidades laborales y de educación. Es como volver a un ciclo de vulnerabilidad con consecuencias de largo plazo. Es un quiebre en la tendencia de que los hijos tengan mejores condiciones de ingreso que sus padres o abuelos. Y millones de familias ahora están en esta condición. Hace 20 años que no teníamos este número de personas en pobreza extrema. (…)
—En una región en la que antes de la pandemia no faltaba comida, sino dinero para comprarla: ¿Cómo lograr que las personas accedan a una dieta nutritiva con menos dinero aún que antes?
En el informe mundial de FAO del Estado de la Seguridad Alimentaria en el Mundo, el SOFI 2020, se concluyó que las dietas saludables son cinco veces más caras que las dietas suficientes en calorías. Y también que nuestra región es la más cara en el mundo para la alimentación de dietas saludables. Algunas razones que explican esta desigualdad: problemas de disponibilidad, accesibilidad, oportunidad, educación y hábitos alimenticios, inocuidad y variabilidad de precios según estacionalidad.
Entre las medidas a implementar:
-Se deben articular los programas de transferencia de ingreso con educación alimentaria, así como otras medidas que favorezcan a la mayor disponibilidad de alimentos frescos y saludables.

-En el marco de prácticas de comercio regional e internacional, se deben privilegiar alimentos nutritivos, y negociar acuerdos que faciliten el comercio intrarregional.

-Otras medidas, implican promover las compras públicas, comprar directamente de los productores, para así acortar las cadenas y disminuir los costos de logística.

-Estimular la utilización de medios digitales de comercialización de los productos de las pequeñas y medianas empresas (pymes) y de las cooperativas locales.

¿Cuál es el panorama regional para encauzar la recuperación y lucha contra el hambre? ¿Cuáles deberían ser sus pilares?
El nivel prepandemia se alcanzaría en el 2024 si el crecimiento fuera del 1,8% (el promedio de la última década), pero se demorará 10 años si el crecimiento es del 0,3% (promedio de los últimos 6 años).
Son cada vez más las voces que señalan que la crisis sanitaria, económica y social causada por la pandemia es una oportunidad para reflexionar sobre qué tipo de respuestas se requiere para salir de una crisis de esta envergadura. Por ello, se ha señalado que para reconstruir mejor, es necesario transformar el modelo de desarrollo de América Latina y el Caribe.
Las medidas de recuperación inmediata deberían centrarse en:

-Proteger los empleos existentes, crear empleos nuevos.

-Fortalecer la red de protección social, ya sea a través de inversión directa o políticas.

Para el rescate del empleo, es fundamental rescatar las micro y pequeñas empresas, que representan más del 99,5% de las empresas en la región, y generan el 60% del empleo productivo formal (CAF, el Banco de Desarrollo de América Latina) con políticas de fomento y apoyo directo.
-Así también, las medidas de protección sanitaria y social debiesen estar focalizadas en los trabajadores del sector informal, compuesto principalmente por mujeres, jóvenes, pueblos indígenas y migrantes, según datos de la ONU. Como también es fundamental mantener los programas de alimentación para niños y niñas, adultos mayores y otras personas en situación de vulnerabilidad, privilegiando la compra pública de alimentos sanos y perecibles a pequeños productores agrícolas y pescadores artesanales de la región.
(…) Las políticas e inversiones deberían facilitar la igualdad de acceso a las tecnologías, herramientas y plataformas de la información y las comunicaciones (TIC). (…)
-Por último, garantizar que los sistemas alimentarios sigan funcionando, protegiendo desde la producción de alimentos, pasando por la comercialización, el procesamiento, y el mercado local hasta llegar al consumidor, valorando productos frescos para garantizar una dieta saludable y producidos de manera equilibrada con el medio ambiente.
Esto es fundamental para tener una sociedad sana, resiliente y más protegida contra enfermedades de diversas naturalezas. Para aumentar la resiliencia de los sistemas agroalimentarios, la recuperación debería incorporar aspectos transformacionales.
—¿Cómo valora los planes de ayuda que hasta ahora han lanzado los gobiernos de América Latina y el Caribe?
Gracias a una respuesta política sin precedentes, es probable que la recesión de COVID-19 deje cicatrices más pequeñas a nivel mundial que la crisis financiera del 2008. Sin embargo, esta vez los países de bajos ingresos y las economías emergentes sufren más en comparación con las economías avanzadas, más afectadas en la crisis de 2008, según el Fondo Monetario Internacional.
Los Gobiernos de la región implementaron 263 medidas de protección social de emergencia en 2020. Estas alcanzaron a 49,4% de la población, es decir, cerca de 326 millones de personas, con un gasto adicional estimado en 86.000 millones de dólares (CEPAL). Sin esas medidas, la incidencia de la pobreza extrema habría alcanzado 15,8% y la pobreza, 37,2%, equivalentes a 98 millones y 230 millones de personas, respectivamente. (…) Gracias a ese conjunto de medidas, en 2020 unos 20 millones de personas han escapado de caer bajo el umbral de la pobreza en la región.
¿Qué pasa en Centroamérica y el Caribe, donde varios países desde antes de la pandemia ya tenían serias dificultades para alimentar a su población?
Una encuesta del Programa Mundial de Alimentos muestra que a fines de 2020 el consumo insuficiente de alimentos afectaba al 16% de la población de esos países. La principal barrera para acceder a los mercados de alimentos en esos países en el contexto de la pandemia ha sido la falta de dinero, seguida por las restricciones de viaje y la distancia física a los mercados.
Además, en respuesta a las restricciones de la pandemia, cerca del 40% de los hogares han aplicado estrategias de crisis en el consumo alimentario, tales como cambiar la dieta a alimentos menos costosos, limitar el tamaño de la porción, reducir el número de comidas, pedir alimentos prestados, o limitar la alimentación de los adultos en favor de los menores (países Bolivia, Colombia, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Haití, Honduras, Nicaragua, Perú y República Dominicana).
Al empeoramiento reciente de la inseguridad alimentaria se suma que estos países llevan varios años lidiando con una doble carga de subalimentación, en la que la desnutrición (…) coexiste con el sobrepeso, la obesidad y las enfermedades no transmisibles relacionadas con la dieta. La suma de esos factores estructurales (…) y la agudización de los problemas de acceso a alimentos saludables —sea por restricciones de ingresos o por la interrupción de cadenas de suministro y de los programas públicos de alimentación (escolar, por ejemplo)— tienen un impacto en las dietas regionales y en la salud de la población que va más allá del corto plazo.
(…) En Caribe en especial, el sector turístico, que es un soporte de la economía de los países esencial, fue fuertemente afectado por la pandemia, y afectó a toda la cadena de valor, desde la producción de alimentos, hasta la importación, y los empleos directos, dejando a las familias más vulnerables.
Sin embargo, después de los primeros meses de la pandemia cuando hubo inseguridad, los países de la región han podido confirmar importaciones de alimentos y avanzar en la liberación comercial. Hemos observado también mayor voluntad política para profundizar en el comercio agroalimentario intrarregional, lo que ayudaría a hacer los países importadores más resilientes ya que contarían con varios socios comerciales.
Fuente: https://mundo.sputniknews.com/20210813/hambre-y-pandemia-las-consecuencias-son-bastante-dramaticas-en-america-latina-segun-fao-1115069708.html
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Guatemala: emigrar o morir, el dilema tras un deslave fatal

Por: Alberto Arce y Rodrigo Abd

El día antes de irse a Estados Unidos Víctor Cal estuvo muy ocupado recolectando dinero, de pariente en pariente, para comprar comida durante el viaje.

Su madre, desconsolada, no acababa de aceptarlo. “Le pedí que no se fuera porque podemos vivir aquí”, repetía una y otra vez, “pero él ya había tomado la decisión”.

Compartieron en silencio la poca comida que tenían, apenas un par de chiles con ajonjolí. La tristeza de su madre caía sobre Víctor como una losa. Lo mejor era moverse. Necesitaba encontrar un lugar en el que cargar su teléfono “para poder recibir llamadas del coyote. Tiene que decirme dónde y cuándo nos vamos a ver”.

Salió al camino de tierra repleto de baches que comunica su comunidad con el resto del país para que alguien le diera jalón hasta algún lugar con electricidad, a kilómetros de distancia. Se montó en una motocicleta y desapareció.

Esta historia es parte de una serie, Después del Diluvio, producida con apoyo del Pulitzer Center on Crisis Reporting.

A los 26 años, Cal no veía otra opción que irse. La aldea en la que vivía ofrecía un futuro de hambre y muerte. Para él, Estados Unidos se convertía en la única opción de futuro.

Otros 11 hombres de la aldea ya habían emprendido el camino en lo que va de año. Las autoridades estadounidenses han detenido a más 150.000 guatemaltecos en su frontera sur en 2021, cuatro veces más que en 2020.

Muchos de ellos se encontraban en la misma situación que Víctor Cal, empobrecidos y pasando hambre. Miembro del pueblo Pocomchí, no logró encontrar trabajo en Ciudad de Guatemala y cuando llegó la pandemia se sumó a miles de personas que abandonaron la capital para regresar a las montañas. Las tierras en las que su padre cultivaba café, cardamomo, maíz y frijoles sonaban entonces a lugar seguro. Al menos, pensó, allí, en Quejá, Alta Verapaz, habrá comida.

Se equivocaba.

Lo que se encontró fue su peor pesadilla. Nunca podría haber imaginado que la lluvia torrencial de un huracán lo destruiría todo. Su casa, sus tierras, la aldea entera. Toda la familia se encontró sin nada, desplazada y dependiente de la ayuda humanitaria de organizaciones internacionales en un asentamiento precario bautizado como Nuevo Quejá.

Así que ahora estaba a punto de abandonarlo. Una vez que logró cargar su teléfono, tras la puesta de sol, regresó. Un grupo de amigos le esperaba para la despedida. Evasivo, no quiso despedirse.

No tardó mucho en llenar su mochila amarilla: una camisa, un jersey, jeans y unas zapatillas de deporte. Ya lo había perdido casi todo en el deslave que sepultó su casa.

Llovió sin parar durante 25 días. La carretera de acceso estaba cortada e inundada. Los habitantes de Quejá llevaban 10 días atrapados en sus casas cuando sucedió el deslave.

Una mujer y su hijo caminan entre la devastación causada por un deslave provocado por el huracán Eta, en Quejá, Guatemala, el 7 de julio de 2021. Cincuenta y ocho personas desaparecieron en cuestión de segundos en esta aldea guatemalteca en noviembre de 2020. Cuarenta viviendas quedaron sepultadas bajo toneladas de lodo y docenas más quedaron sin acceso. (AP Foto/Rodrigo Abd)
Sin electricidad, los teléfonos se habían descargado. Nadie pudo avisarles de que corrían peligro porque aquel día había llovido cinco veces más de lo habitual en un mes entero y debían evacuar la aldea.

A la hora del almuerzo del 5 de noviembre, los árboles comenzaron a caer y la ladera de la montaña se derrumbó. Los habitantes de Quejá huyeron dejando la comida en el fuego.

“Los que tuvimos tiempo para huir sólo pudimos echarnos los niños a la espalda”, recuerda Esma Cal, una de las supervivientes. Articulada, enérgica y de discurso fluido, esta mujer de 28 años asumiría gran parte del liderazgo comunitario desde el momento de la tragedia. (Gran parte de los habitantes de Quejá comparten el apellido Cal aunque no siempre son familia directa)

En cuestión de segundos, 58 personas desaparecieron bajo la tierra. La mayor parte de los cuerpos no aparecerá jamás. 40 viviendas quedaron sepultadas bajo toneladas de escombros, decenas más son inhabitables.

Los supervivientes lograron tender cuerdas para cruzar los ríos nacidos del derrumbe y llegar caminando hasta la aldea más cercana. Sus habitantes compartieron con ellos la comida que les quedaba y ofrecieron las escuelas y el mercado para alojarlos. Debido al aislamiento provocado por el huracán, los camiones con suministros no podían llegar hasta allí. Esma Cal explica que cuando los helicópteros lo lograron, “algunas personas llevábamos casi dos días sin comer”.

Quejá no era un pueblo rico. Pero sí un lugar que, tras décadas de esfuerzo, había alcanzado algún progreso. Todo se perdió en un abrir y cerrar de ojos.

Erwin Cal, de 39 años, ubica su origen hace un siglo. Un grupo de familias logró acceso a la tierra de una gran plantación de café. “Mi abuelo era esclavo. Recogían la cosecha sin cobrar a cambio de permiso para construir sus chozas y usar algunos lotes para sus cultivos”.

Comenzaron con alimento para autoconsumo, maíz y frijol. Después llegaron el café y el cardamomo para la venta. Con el tiempo lograron ahorrar lo suficiente para comprar tierra.

Cacerolas con chile rojo y ajonjolí, o semillas de sésamo, sobre el fuego, parte de una comida compartida en silencio por Victor Cal y sus padres un día antes de partir hacia Estados Unidos, su casa en un asentamiento improvisado en Nuevo Quejá, Guatemala, el 8 de julio de 2021. La víspera de iniciar su camino hacia Estados Unidos fue un día ocupado para Cal, fue de familiar en familiar recolectando dinero para comprar comida en su viaje al norte. (AP Foto/Rodrigo Abd)

En la década de los 80 algunos de los hombres comenzaron a alistarse en el ejército de Guatemala. Al comenzar este siglo, la ola de violencia que invadió las ciudades generó empleo en el sector de la seguridad privada y muchos acabaron convertidos en vigilantes.

Con ese dinero comenzaron a levantar casas de cemento, suelos de azulejo, ventanas y electrodomésticos. Erwin Cal dice que tenía un ordenador personal, un equipo de sonido y televisión por cable. Todo lo perdió.

En enero, Esma Cal, Erwin Cal y Gregorio Ti, amigos desde la infancia, decidieron organizar un Consejo Comunitario de Desarrollo. En febrero ya habían fundado un nuevo asentamiento en lo que quedaba de sus tierras de cultivo, una tercera parte de la extensión previa, muy cerca de la aldea sepultada. El lugar no está a salvo de un nuevo deslave, pero es el único al que tenían acceso. Así nació Nuevo Quejá, donde viven hoy alrededor de 1.000 supervivientes.

Ti, de 36 años, dice: “sabemos trabajar”. Perdió a su mujer embarazada, a sus dos hijos de 2 y 6 años y a su madre. Hoy, las dos hijas que lograron salvarse no se separan de su lado.

Ofelia Cal Jom, de 14 años, con su hermana Dora, de 9, en brazos, mientras posan para una foto en el asentamiento improvisado de Nuevo Quejá, Guatemala, el 6 de julio de 2021. Ofelia y Dora son las únicas sobrevivientes de su familia, que falleció en el deslave provocado por el huracán Eta en noviembre de 2020. (AP Foto/Rodrigo Abd)

Se rompen la espalda de sol a sol. No tienen animales de carga. Desde el amanecer, hombres, mujeres y niños cortan y cargan madera para cocinar y limpian tierra a machete.

Las viviendas que habitan están hechas a base de madera de los pinos que ellos mismos han cortado y láminas de zinc donadas por un cura. El suelo de muchas aún está repleto de piedras que no han logrado levantar. Llenas de agujeros, el agua de lluvia las inunda. Usan cualquier cosa para tratar de sellarlas, incluso banderas de Estados Unidos que aparecen dentro de los sacos de ropa de segunda mano donada que reciben.

Germán Cal, tío de Esma Cal, que regresó a los 37 años a Quejá tras dos décadas en la capital del país para montar una granja de pollos que desapareció sepultada por el deslave, es quien ahora trata de conseguir que llegue el tendido eléctrico al asentamiento.

Su tarea es casi imposible. Nuevo Quejá no existe, al menos para el estado. El gobierno, que nunca ha sido de gran ayuda, declaró el lugar inhabitable. Por eso, no va a ser fácil que se instalen postes de electricidad, se repare la carretera de acceso o se mejore el suministro de agua.

Esma Cal no tiene duda alguna. “Más allá de declarar este lugar como inhabitable, el estado de Guatemala no llega hasta aquí. Sin matices”.

Carmelinda Gualim observa mientras un enfermero pesa a su hija de 16 meses, Becky, durante un control en el asentamiento improvisado de Nuevo Quejá, Guatemala, el 9 de julio de 2021.Antes del huracán los niños estaban más sanos. “Hoy es raro el niño que presenta peso y altura correctos. Casi todos están en riesgo. Sus familias no viven en un sitio apto para la cosecha. Han perdido la sostenibilidad”. dijo el enfermero, César Chiquín. (AP Foto/Rodrigo Abd)

Los habitantes de Nuevo Quejá han recibido ayuda de algunas organizaciones gubernamentales financiadas por la Agencia de Desarrollo Internacional de Estados Unidos (USAID). Su utilidad varía.

Una organización les dio carretillas, picos y palas mientras dos psicólogas jugaban con los niños y les recordaban cómo lavarse los dientes. Otra recorrió las viviendas para comprobar que una donación previa de equipos de potabilización de agua funcionaba correctamente. Una tercera invirtió dos días a mediados de julio en realizar un censo de necesidades.

Pese a la precariedad y carencias del lugar, de todas las cabañas cuelga un espejo donado por USAID. Lo entregan, dicen, para elevar la autoestima.

Miembros de la Iglesia Baptista CrossPoint, la familia Leonardi, de Argo, Alabama, rezan sobre Ofelia Cal Jom y su hermana pequeña, Dora, tras instalar una cocina en su choza en el asentamiento improvisado de Nuevo Quejá, Guatemala, el 12 de julio de 2021. (AP Foto/Rodrigo Abd)

UNICEF donó una escuela a la comunidad. Pero lleva cerrada cinco meses. Nadie encuentra la llave. Resulta que UNICEF se la dio a una de las maestras que, al dimitir, no la devolvió. Otra copia fue para uno de los vecinos que dice que nunca la tuvo.

Así que tuvieron que levantar otra escuela a base de tablones y láminas. Pero como todas las construcciones de la aldea, se inunda cuando llueve y se llena de barro. El mobiliario se pudre.

Una alumna escribe en su cuaderno sentada contra la pared, sobre el piso embarrado de la choza que sirve de escuela, que se inundó por las fuertes lluvias de la noche anterior, en el asentamiento improvisado en Nuevo Quejá, Guatemala, el 6 de julio de 2021. UNICEF donó una nueva escuela para la comunidad, pero lleva cinco meses cerrada porque nadie puede encontrar la llave para abrirla. (AP Foto/Rodrigo Abd)

A esa escuela asisten 250 niños. De los 12 maestros que había antes del huracán, cuatro continúan impartiendo clases pese a que el Ministerio de educación no lo permite debido a la pandemia. Uno de los maestros explica, sin dar su nombre por miedo a represalias, que los materiales educativos son en español y los niños hablan Pocomchí.

“Ninguno llegará a la secundaria. Ya han perdido años. El fracaso escolar es total”, agregó el profesor.

César Chiquín es, a sus 39 años, el enfermero responsable de la zona. Visita Nuevo Quejá al menos una vez al mes. Las madres se dan cita en el patio de la única casa de bloques de la aldea y allí esperan a que mida y pese a los niños.

A los pequeños no les gusta que los pongan sobre los instrumentos. Lloran. Las madres miran en silencio a Chiquín, como si hiciera magia.

Residentes rezan en el interior de una iglesia en el asentamiento improvisado de Nuevo Quejá, Guatemala, el 11 de julio de2021. Los sobrevivientes de un deslave causado por el huracán Eta, que enterró su aldea, viven ahora en un asentamiento temporal levantado en un tercio de sus terrenos agrícolas, cerca de sus antiguas viviendas. (AP Foto/Rodrigo Abd)

Los resultados son malos. “La malnutrición se ha multiplicado por dos. Uno de cada tres presenta retrasos”. No tiene muchas opciones. “Lo único que puedo hacer es darles vitaminas y consejos que no pueden seguir. Incluso si quisieran, no disponen de los recursos”.

Antes del huracán los niños estaban más sanos. “Hoy es raro el niño que presenta peso y altura correctos. Casi todos están en riesgo. Sus familias no viven en un sitio apto para la cosecha. Han perdido la sostenibilidad”.

Sergio David Jom, de 2 años, tendido sobre una báscula para medirse durante un control en el asentamiento improvisado de Nuevo Quejá, Guatemala, el 9 de julio de 2021. Al menos una vez a mes, un enfermero visita Nuevo Quejá. Los resultados son malos. “La malnutrición se ha multiplicado por dos. Uno de cada tres presenta retrasos”, dijo César Chiquín. (AP Foto/Rodrigo Abd)

Esa es la petición recurrente de los habitantes de Nuevo Quejá. Hagan lo que hagan, no pueden cultivar la comida que necesitan para sobrevivir. Parte de ese problema nace de que la tierra no espera. Perdieron la cosecha del año pasado y “llegamos a Nuevo Quejá demasiado tarde para plantar como es debido”, explica Esma Cal.

Además sólo cuentan con un tercio de la tierra que cultivaban antes del huracán. Gran parte del suelo está degradado: las lluvias torrenciales “lavan” la capa de tierra negra más superficial y fértil y dejan al descubierto otra más arcillosa en la que es imposible plantar nada.

“Antes cosechábamos dos veces al año, ahora recogemos sólo una cosecha y mucho más pequeña que cubre una parte mínima de lo que necesitamos. Estamos comenzando de nuevo por debajo de cero”, dice Esma Cal. Los obstáculos se multiplican. Las semillas y los fertilizantes cuestan el doble. Las carreteras están muy dañadas y en cuanto llueve quedan cortadas. Pero sobre todo, la tierra. Ya no es buena. Eso es lo peor.

El Consejo Comunitario ha hecho los cálculos. Necesitan 75 acres más. Pero no tienen dinero para comprarla.

El gobierno cuenta con un fondo de tierras. Algún día podrían recibir la tierra que necesitan. Pero la ley no dice que eso tenga que suceder en la misma zona de la que son originarios. Y no se les pasa por la cabeza abandonarla. La mayoría no habla español. Irse lejos supondría el fin de su cultura.

“Nuestra comunidad ha colapsado y necesitamos una solución permanente. Este lugar no es apto para la vida, pero por ahora no tenemos una salida”, dice, frustrada, Esma Cal. “Nuestro problema está en que no tenemos tierra y somos dependientes. Vivimos de la tierra. Necesitamos tierra”.

Los habitantes de Nueva Quejá conviven con la muerte. Sobrevivieron a un deslave en el que fallecieron 58 de sus vecinos de modo instantáneo y saben que podría volver a suceder.

Pero necesitan madera para cocinar. Así que continúan deforestando el bosque, generando condiciones para más deslaves una vez que comience la temporada de lluvias.

Miembros de la familia Hualim Lem desayunan después de trabajar durante la noche matando a un toro para vender la carne a sus vecinos, en el asentamiento improvisado de Nuevo Quejá, Guatemala, el 13 de julio de 2021. La familia está entre los sobrevivientes del deslave causado por el huracán Eta que sepultó su aldea, y ahora vive en el asentamiento temporal levantado cerca de aquel lugar. (AP Foto/Rodrigo Abd)

“Por el momento, no podemos elegir”, se lamenta Gregorio Ti.

Julio Cal, de 46 años, es el responsable de vigilar el impacto de la lluvia sobre la montaña. Tienen un plan de evacuación. Sobre una colina, en un pinar, han levantado una construcción de madera con espacio para acoger a varios cientos de personas. Pocos creen que esa sea la solución definitiva a sus problemas.

“Sabemos que no podemos vivir aquí”, dijo Cal. “En cualquier momento esa montaña puede romperse y aquí nos morimos todos, somos conscientes. El gobierno tiene que reubicarnos permanentemente”.

Mientras tanto, la escasez y necesidad de este asentamiento continúa matando a sus habitantes. En julio, una joven de 17 años agonizaba en la cama. En su pierna derecha, un tumor del tamaño de una pelota de fútbol. Vomitaba continuamente entre lamentos de dolor, en un estado de desnutrición avanzada. Cuando meses antes la comunidad logró enviarla a visitar a un especialista, ya no quedaba más opción que amputar la pierna para salvarle la vida.

Flor Maribel Cal, de 17 años, tendida sobre su cama con un tumor del tamaño de una pelota de fútbol en su pierna derecha, en el asentamiento improvisado de Nuevo Quejá, Guatemala, el 8 de julio de 2021. Los médicos dijeron que la amputación en su única esperanza, pero su madre se negó porque no tenía fuerzas para cuidar de una hija que no podría valerse por sí misma. Flor murió el 22 de julio. (AP Foto/Rodrigo Abd)

Su madre se negó. Había perdido a su marido y otros dos hijos en el deslave. Encerrada en el silencio de quien no tiene opciones, perdió la fuerza. No se sentía capaz de cuidar de una persona dependiente de por vida. Tuvo que dejarla morir. El 22 de julio, la menor falleció.

Se puede salir de Nuevo Quejá de dos modos. Uno es la muerte. El otro, la emigración a Estados Unidos.

Pregúntenle a cualquier hombre si quiere irse.

De quedarse, ganan 4 dólares diarios por una jornada completa limpiando tierra, recogiendo café o cortando madera. Según Víctor Cal con ese dinero, a duras penas se mantiene una familia. Ha escuchado que en Estados Unidos pueden ganarse hasta 80 dólares diarios.

Y mudarse a Ciudad de Guatemala ya no es opción porque allí ya no hay trabajo para ellos, Pocomchís con dificultades para manejarse en español.

Así que muchos explican que lo único que impide que emigren a Estados Unidos es que no tienen el dinero para hacerlo.

Víctor Cal contactó con un primo lejano que lleva años en Miami y aceptó prestarle los 13.000 dólares que necesitaba para invertir en un coyote. Por esa cantidad puede intentar el viaje al norte dos veces.

Es optimista. Cree que una vez allí podrá devolver el dinero.

A las cuatro de la madrugada, en plena noche, escribió dos números sobre un trozo de papel. El suyo y del coyote que lo llevaría hasta el desierto de Arizona.

Lo dejó sobre una mesa, uno de los pocos muebles en su cabaña de suelo de tierra. “Mi objetivo”, repitió, como convenciéndose a sí mismo, “es enviar dinero para que mis padres puedan volver a vivir en una casa de verdad y consigan algo de tierra”.

Tras despedirse brevemente de su familia, Victor Cal inicia su viaje hacia Estados Unidos desde su casa en el asentamiento improvisado de Nuevo Quejá, Guatemala, el 9 de julio de 2021. A sus 26 años, Cal sentía que no tenía más opción que marcharse. El asentamiento donde vivía, surgido del desastre, solo ofrece hambre y muerte. (AP Foto/Rodrigo Abd)

Y antes de decir adiós sin mirar atrás, dijo: “Su tuviera opción, no me iría. Regresaré lo antes posible”.

Fuente: https://apnews.com/article/noticias-bae242c91583972e4ba841e4c10cab6e
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Declaración final del Foro Político de Alto Nivel no ofrece respuestas adecuadas a los desafíos para alcanzar el desarrollo sostenible en un contexto de pandemia

Publicada por: CLADE

Por: Fabíola Munhoz

Sociedad civil se manifiesta contra la declaración ministerial adoptada por los Estados miembros de la ONU sobre el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), en el cierre del Foro dedicado al seguimiento a esta agenda en el ámbito internacional

“El FPAN de este año no ha logrado presentar recomendaciones de acción audaces y  transformadoras en un momento en el que aproximadamente 4 millones de personas han perecido a causa de la pandemia del COVID-19, cerca de 190 millones han enfermado, más de 250 millones han perdido sus empleos, más de 1,6 millones han visto interrumpida su educación y cientos de millones más ya han caído en el hambre y la pobreza extrema. Es inexcusable que, durante esta crisis mundial, los Estados miembros no se hayan puesto de acuerdo en una Declaración Ministerial fuerte, centrada en los derechos humanos, transformadora y orientada a la acción”.

Esta es la opinión que las organizaciones y redes de la sociedad civil que forman parte de los Grupos Principales y Otras Partes Interesadas de la ONU (MGOS, por su acrónimo en inglés), expresaron sobre el contenido de la declaración ministerial adoptada hoy (16 de julio), luego del cierre de la edición 2021 del Foro Político de Alto Nivel (FPAN) de la ONU, instancia principal de seguimiento a los Objetivos de Desarrollo Sostenible en el ámbito internacional. Los MGOS son el espacio de participación de la sociedad civil en el monitoreo y revisión de los ODS a nivel global.

Redes y organizaciones integrantes de dichos Grupos, entre ellas la Campaña Latinoamericana por el Derecho a la Educación (CLADE), afirman en posicionamiento público divulgado hoy, que les entristece profundamente la falta de ambición de los Estados para responder a las crisis a las que el mundo se enfrenta actualmente. Destacan, así mismo, que los derechos humanos, la igualdad de género y el equilibrio ecológico deben ser fundamentales en todos los esfuerzos de recuperación y restauración ante los efectos del COVID-19.

“Reafirmar viejos compromisos (que eran claramente insuficientes antes de la pandemia) no es una respuesta adecuada a la pandemia. Nos preocupa enormemente la negativa constante a abordar las causas fundamentales y los obstáculos sistémicos para lograr un mundo en el que nadie se quede atrás (la continua dependencia de las fuentes de energía fósiles, la búsqueda de un crecimiento infinito de las economías extractivas, las relaciones de poder desiguales que engendran una deuda insostenible y flujos financieros ilícitos, el patriarcado como herramienta política, la captura corporativa de la gobernanza, la agenda de desarrollo y sostenibilidad y sus implicaciones para el cumplimiento y el respeto de los derechos humanos, por nombrar algunos)”, se afirma en el comunicado.

> Lee el posicionamiento completo.

> Lee la declaración ministerial que fue adoptada en el cierre del FPAN


Petición de destitución del Presidente del ECOSOC por violencia de género

Mientras la sociedad civil negociaba un resultado sólido del FPAN 2021 y una declaración ministerial que defiendera la igualdad y la dignidad para todas y todos, el actual presidente del Consejo Económico y Social de la ONU (ECOSOC), Munir Akram, ha sido considerado responsable de actos de violencia contra una mujer, y aún no rindió cuentas sobre el hecho debido a su inmunidad diplomática. El ECOSOC preside el Foro Político de Alto Nivel de la ONU.

Dichos actos de violencia fueron documentados en los registros del gobierno de Nueva York y en las noticias internacionales, incluido el periódico New York Times. Aunque Estados Unidos ha pedido anteriormente al gobierno pakistaní que retire la inmunidad a Akram para que pueda ser procesado, no lo ha hecho.

Ante este contexto, organizaciones feministas reunidas en el Grupo Principal de Mujeres de la ONU divulgan posicionamiento, en el cual demandan que las Naciones Unidas demuestren su firme compromiso contra la violencia de género, y que apoyen las demandas de los movimientos feministas y de derechos de las mujeres de Pakistán, en el sentido de que Akram sea retirado de sus funciones como enviado paquistaní ante la ONU.

“Exigimos al Ministerio de Asuntos Exteriores de Pakistán que destituya al Sr. Munir Akram y  nombre a un representante adecuado. Exigimos a todos los representantes de los Estados miembros que cuestionen las credenciales y la participación actual y futura del Sr. Munir Akram como representante de Pakistán. Hacemos un llamamiento a los Grupos Principales, a otras partes interesadas y a los actores relevantes comprometidos con la ONU para que apoyen este llamamiento. Nos solidarizamos con las redes feministas pakistaníes y exigimos la destitución del Sr. Munir Akram de la presidencia del ECOSOC y de cualquier papel dentro de la ONU”, afirman en el comunicado.

> Lee el posicionamiento aquí

Fuente e Imagen: https://redclade.org/noticias/declaracion-final-del-foro-politico-de-alto-nivel-no-ofrece-respuestas-adecuadas-a-los-desafios-para-alcanzar-el-desarrollo-sostenible-en-un-contexto-de-pandemia/

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Lo que mata es el hambre, más que el coronavirus

Por: Isabella Arria – CLAE

Es probable que once personas estén muriendo de hambre cada minuto en el mundo, superando el número de fallecimientos que provoca la Covid-19. Morimos antes de hambre que de Covid-19.  En el mundo ya son 155 millones de personas las que fueron arrastrados a extremos de inseguridad alimentarias, 20 millones más que en 2020.

Opinión | La crisis alimentaria por el COVID-19 será peor que la enfermedad - The Washington Post

En nuestro mundo profundamente desigual, cada año, millones de personas padecen y mueren debido a la falta de alimentos. Lo que parecía una crisis global de salud pública ha derivado rápidamente en una grave crisis de hambre, en la que millones de personas están al borde de la inanición.

En Nuestra América, rica en recursos pero sometida a un sistema económico-político discriminatorio y deshumanizante donde las grandes mayorías deben enfrentar también la pandemia, se verifica la desnutrición de la infancia: retraso en el crecimiento, peso inferior al 60 por ciento del previsto para la edad, escasa o nula grasa subcutánea, extremidades delgadas, diarrea, infección respiratoria, tuberculosis y signos de otras carencias nutricionales.

El hambre es una violación de un orden jurídico cuya premisa principal es la protección de la persona contra el abuso de autoridades, servidores públicos y particulares. Eva Perón, hace ya casi 70 años, decía que  “el arma de los imperialismos es el hambre. Nosotros, los pueblos, sabemos lo que es”.

En América Latina, la pobreza impuesta a las grandes mayorías es una fórmula estratégicamente concebida por los ejecutores del sistema neoliberal bajo el supuesto de que a mayor pobreza, menor poder ciudadano y, por ende, más oportunidades de enriquecimiento y concentración del poder para el sector privilegiado. En Centroamérica, la carencia nutricional ha colocado a millones de niñas, niños y adolescentes ante un escenario de privaciones, enfermedad, dolor y muerte precoz.

No nos matará el coronavirus, lo hará el hambre": la crisis alimentaria que viene

La combinación letal de los conflictos, la Covid-19, y la crisis climática ha agravado el hambre y la malnutrición en el mundo. Han asolado comunidades enteras en las zonas críticas del hambre en el mundo, creando a su vez nuevos focos de hambre. Los conflictos siguen siendo el principal causante del hambre en el mundo por tercer año consecutivo, incluso durante la pandemia, señala un informe de la organización internacional Oxfam.

No hay excusa para el hambre en el siglo XXI, salvo la insistencia de mantener un sistema capitalista. Si no se pone fin a los conflictos y a la crisis climática, si no se brinda apoyo a las familias agricultoras, si no se financian programas de asistencia alimentaria, imposible poner fin al hambre.

En lo que va de este año, 20 millones de personas más se han visto arrastradas a niveles extremos de inseguridad alimentaria, ascendiendo a un total de 155 millones de personas en 55 países Desde el inicio de la pandemia, el número de personas que viven en condiciones cercanas a la hambruna se multiplicó por seis, hasta llegar a más de 520 millones.

El hambre mata a 85.000 niños en Yemen

De acuerdo al estudio once personas mueren por minuto por motivo del hambre extrema, cifra superior a las siete muertes que genera la pandemia en el mismo tiempo.

Según el informe la pandemia provocó que 33 millones de trabajadoras y trabajadores de todo el mundo perdieran su empleo en 2020, generando además pérdidas por valor de 3,7 billones de dólares en concepto de ingresos derivados del trabajo, una cifra equivalente al 4,4 por ciento del PIB mundial de 2019.

Los precios de los alimentos en el mundo aumentaron en casi un cuarenta por ciento desde el año pasado, registrando el mayor incremento en más de una década. Los aumentos de este año no han sido computarizados aún.

En el mismo informe se señala la urgente necesidad de que los gobiernos actúen de manera inmediata para hacer frente a la inseguridad alimentaria y sus causas dado que la situación puede empeorar todavía más.

Los conflictos que persisten en todo el mundo, a pesar de los llamamientos formales para ponerles fin. El gasto militar mundial se incrementó en un 2,7 por ciento el pasado año, un porcentaje equivalente a 51.000 millones de dólares. Cada día y medio se invierten 8.000 millones de dólares en gastos militares en todo el mundo.

Con esa suma se habría podido financiar hasta seis veces y media el pedido de 7.900 millones de dólares que la ONU hizo en 2021 para la lucha contra la inseguridad alimentaria y sus causas. Pero lo peor está aún por llegar si los gobierno no centran sus recursos en financiar sus sistemas de protección social, programas que aborden las necesidades de las personas vulnerables y permitan salvar vidas de manera inmediata, en lugar de destinarlos a comprar armas, que perpetúan los conflictos y la violencia.

El hambre mata a 11 personas por minuto: Oxfam

Otras proyecciones indican que 745 millones de personas en todo el mundo vivirán en condiciones de “pobreza extrema” al finalizar 2021, lo cual implica un aumento de 100 millones de personas desde que se declaró la pandemia 18 meses atrás.

A ello se suma que 2.700 millones de personas no recibieron ningún tipo de ayuda pública para enfrentar las consecuencias económicas derivadas de la Covid-19. Entre los grupos más directamente afectados se encuentran las mujeres, las poblaciones desplazadas y las personas que trabajan en el sector informal.

Durante la pandemia la riqueza se concentró aún más. Las diez personas más ricas del mundo –nueve son hombres- se incrementó en 413.000 millones de dólares en 2020, cantidad que bastaría para financiar hasta más de once veces la totalidad de las emergencias humanitarias de Naciones Unidas para 2021.

Para poner fin a la crisis del hambre, los gobiernos deben reconstruir la economía global de manera más justa y sostenible en el marco de la recuperación tras la pandemia y “acabar con las desigualdades de fondo que amplían la brecha entre ricos y pobres”.

Además –señala Oxfam- se debería garantizar el acceso humanitario a las zonas de conflicto, dejar de utilizar el hambre como arma de guerra y promover la paz a través de la participación y el liderazgo de las mujeres en la construcción de la paz y “construir sistemas alimentarios más justos, resilientes y sostenibles. Asimismo, garantizar el liderazgo de las mujeres en la respuesta a la pandemia y la posterior recuperación”.

Todo ello –se sostiene en el documento- sin perder de vista la urgencia de apoyar una vacuna universal contra la Covid-19, mientras se adoptan medidas urgentes para hacer frente a la crisis climática. ¿Habrá alguna oportunidad para terminar con el sistema que permite esta hambruna?

Periodista chilena residenciada en Europa, analista asociada al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)

Fuente de la información e imágenes:  http://www.surysur.net

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ONU: El hambre aumenta a nivel mundial durante la pandemia en el mundo

Unos 811 millones de personas, la décima parte de la población, padecen subalimentación en el mundo. La emergencia del COVID-19 agudizó la precariedad en la que viven las poblaciones más pobres. África es el continente con un mayor repunte del hambre. La ONU insta a transformar los sistemas alimentarios con el fin de erradicar el hambre para 2030.

La crisis económica de 2020, derivada en gran parte de la pandemia de COVID-19, detonó uno de los mayores aumentos del hambre en el mundo en décadas, afectando a casi todos los países de renta baja y media. En algunas regiones -sobre todo en África y Asia- a esta recesión se aunaron otros factores, como los desastres relacionados con el clima, los conflictos o la combinación de ambos, incrementando enormemente la tasa de población desnutrida, revela un nuevo estudio interagencial de la ONU publicado este lunes.

El Estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo, elaborado de manera conjunta por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA), la Organización Mundial de la Salud (OMS), el Programa Mundial de Alimentos (PMA) y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), cifra en 811 millones el número de personas subalimentadas en 2020, cerca de la décima parte de la población mundial.

El aumento de individuos subalimentados de 2019 a 2020 alcanzó 118 millones con desigualdades regionales calificadas como “persistentes y preocupantes” por los autores del informe.

Karima, de 7 años, ve cómo su madre prepara pan en Yemen, donde el conflicto ha agravado la fatla de alimentos.
©PMA/Annabel Symington
Karima, de 7 años, ve cómo su madre prepara pan en Yemen, donde el conflicto ha agravado la fatla de alimentos.

Hambre por regiones

Del número total de personas desnutridas en 2020, más de la mitad (418 millones) vive en Asia y más de un tercio (282 millones) en África, mientras que en América Latina y el Caribe habita el 8% (60 millones). En comparación con 2019, 46 millones más de personas en África, casi 57 millones más en Asia y alrededor de 14 millones más en América Latina y el Caribe, se vieron afectadas por el hambre en 2020.

Estos datos significan que una de cada cinco personas (un 21% de la población) enfrentaba hambre en África en 2020, más del doble de la proporción de cualquier otra región, lo que representa un aumento de 3 puntos porcentuales en un año. Le siguieron América Latina y el Caribe (9,1%) y Asia (9%), con incrementos de 2 y 1,1 puntos porcentuales, respectivamente, entre 2019 y 2020.

Aun en América del Norte y Europa, donde se encuentran las tasas más bajas de inseguridad alimentaria, la incidencia del lastre aumentó por primera vez desde el comienzo de la recopilación de datos de la Escala de experiencia de inseguridad alimentaria, en 2014.

En cuanto a la afectación por género de la inseguridad alimentaria moderada o grave, se observó una tasa 10% más alta entre las mujeres que entre los hombres en 2020 , frente al 6% registrado en 2019.

Trabajador del mercado de alimentos de Constantine, Argelia.
OIT/Yacine Imadalou
Trabajador del mercado de alimentos de Constantine, Argelia.

Los precios de la comida, determinantes en la desnutrición

El reporte explica que el análisis del costo de los alimentos y la cantidad de personas que no pueden pagar una dieta saludable permite entender mejor la tendencia hacia la desnutrición en todas sus formas.

Detalla que el alto costo de las dietas saludables, junto a los pronunciados niveles de desigualdad de ingresos, impidió que 3000 millones de personas pudieran acceder a una dieta saludable en 2019. La mayoría de esta gente vive en Asia (1850 millones) y África (mil millones). La dieta saludable también está fuera del alcance de millones de habitantes de América Latina y el Caribe (113 millones) y América del Norte y Europa (17,3 millones).

En este sentido, los responsables de los cinco organismos autores del informe, que ya habían alertado sobre la inseguridad alimentaria de millones de personas, entre ellas muchos niños, lamentaron que la pandemia siguiera evidenciando las deficiencias de los sistemas alimentarios, “que amenazan la vida y los medios de subsistencia” de mucha gente.

La pobreza y la sequía causaron una aumento grave del hambre en el sur de Madagascar.
© PMA/Tsiory Andriantsoarana
La pobreza y la sequía causaron una aumento grave del hambre en el sur de Madagascar.

Los niños

Entre las poblaciones más afectadas por la desnutrición destacan los niños menores de cinco años. Si bien los datos específicos sobre este colectivo fueron limitados en 2020 y las estimaciones no necesariamente tienen en cuenta los efectos de la pandemia COVID-19,  se calcula que 149,2 millones (22%) sufrieron retraso del crecimiento en 2020. Casi las tres cuartas partes de ellos viven en Asia central y meridional (37%) y África subsahariana (37%).

En el mismo año, alrededor del 5,7% (38,9 millones) de los niños menores de cinco años tenían sobrepeso, con tendencia a aumentar en algunas regiones y en muchos entornos del mundo.

Por otra parte, la obesidad en los adultos sigue creciendo, y la prevalencia mundial subió del 11,7% en 2012 al 13,1% en 2016. Todas las subregiones mostraron tendencias crecientes de la obesidad en adultos entre 2012 y 2016 y están lejos de cumplir el objetivo de la Asamblea Mundial de la Salud para 2025 de detener el aumento para 2025.

Niño con desnutrición en una revisión de rutina en Kalemie, República Democrática del Congo.
© PMA/Arete/Fredrik Lerneryd
Niño con desnutrición en una revisión de rutina en Kalemie, República Democrática del Congo.

Sin servicios de nutrición

El informe reconoce las dificultades de los países para garantizar que los sistemas de salud, alimentación, educación y protección social mantengan los servicios de nutrición esenciales mientras responden a la pandemia de COVID-19, y reporta que una encuesta sobre la situación de los niños durante la pandemia mostró que el 90% de las naciones (122 de 135) informaron un cambio en la cobertura de los servicios de nutrición clave en agosto de 2020.

Agrega que, en general, la cobertura de los servicios de nutrición esenciales disminuyó en un 40%, y casi la mitad de los países registró un retroceso de al menos 50% de las intervenciones nutricionales.

Aunque faltan datos sobre los resultados nutricionales para 2020, las proyecciones más moderadas apuntan a un escenario en el que 11,2 millones de niños menores de cinco años en países de ingresos bajos y medios se agregarían al total de los que padecen emaciación de 2020 a 2022 como consecuencia de la pandemia.

Un escenario más pesimista eleva a 16,3 millones de niños más afectados por ese flagelo. Para el retraso del crecimiento infantil, el modelo predice que 3,4 millones de niños adicionales sufrirán retraso en el crecimiento debido a los efectos de la pandemia en 2022.

Los campesinos del noreste de Nigeria no han podido sembrar sus alimentos debido a la inseguridad.
UNOCHA/Damilola Onafuwa
Los campesinos del noreste de Nigeria no han podido sembrar sus alimentos debido a la inseguridad.

Momento crítico

Los organismos de la ONU advierten que el mundo atraviesa una “coyuntura crítica” y llaman a dar un impulso diplomático a la promoción de la seguridad alimentaria y la nutrición mediante la transformación de los sistemas alimentarios en el marco de la Cumbre de las Naciones Unidas sobre los Sistemas Alimentarios -convocada para este año por el Secretario General de las Naciones Unidas, António Guterres-, y de la  Conferencia de las Partes en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP 26), a celebrarse en octubre próximo en Glasgow, Escocia.

Para los titulares de las agencias autoras del estudio, “los resultados de estos acontecimientos determinarán (…) la segunda mitad del Decenio de las Naciones Unidas de Acción sobre la Nutrición”, un compromiso mundial en materia de políticas todavía pendiente de concretarse.

Mujer sembrando frijoles en una granja cooperativa de Taveta, Kenya.
© FAO//Fredrik Lerneryd
Mujer sembrando frijoles en una granja cooperativa de Taveta, Kenya.

Seis recomendaciones

En su llamado a transformar los sistemas alimentarios como condición esencial para lograr la seguridad alimentaria, mejorar la nutrición y poner las dietas saludables al alcance de todos, subraya la necesidad de políticas e inversiones que contrarresten los factores determinantes del hambre y la malnutrición.

Con este fin, traza seis recomendaciones a los encargados de las políticas alimentarias de los países para que las apliquen de acuerdo con su realidad nacional:

  • Integrar las estrategias humanitarias, de desarrollo y de consolidación de la paz en las zonas de conflicto, por ejemplo, mediante medidas de protección social que eviten que las familias vendan sus escasas pertenencias para alimentarse
  • Ampliar la resiliencia de los sistemas alimentarios frente al cambio climático, ofreciendo a los pequeños agricultores un amplio acceso a seguros contra riesgos climáticos y financiación basada en previsiones científicas
  • Reforzar la resiliencia de la población más vulnerable ante las adversidades económicas mediante programas de apoyo en especie o en efectivo para reducir los efectos de la pandemia o la volatilidad de los precios de los alimentos
  • Intervenir en las cadenas de suministro para reducir el costo de los alimentos nutritivos fomentando la plantación de cultivos bioenriquecidos o facilitando el acceso a los mercados de los productores de frutas y hortalizas
  • Combatir la pobreza y las desigualdades estructurales, impulsando las cadenas de valor alimentarias en las comunidades pobres mediante transferencias de tecnología y programas de certificación
  • Fortalecer los entornos alimentarios y promover cambios en el comportamiento de los consumidores, por ejemplo eliminando las grasas trans industriales y reduciendo el contenido de sal y azúcar en los alimentos, o protegiendo a los niños frente a los efectos negativos de la comercialización de alimentosLa crisis económica de 2020, derivada en gran parte de la pandemia de COVID-19, detonó uno de los mayores aumentos del hambre en el mundo en décadas, afectando a casi todos los países de renta baja y media. En algunas regiones -sobre todo en África y Asia- a esta recesión se aunaron otros factores, como los desastres relacionados con el clima, los conflictos o la combinación de ambos, incrementando enormemente la tasa de población desnutrida, revela un nuevo estudio interagencial de la ONU publicado este lunes.El Estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo, elaborado de manera conjunta por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA), la Organización Mundial de la Salud (OMS), el Programa Mundial de Alimentos (PMA) y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), cifra en 811 millones el número de personas subalimentadas en 2020, cerca de la décima parte de la población mundial.

    El aumento de individuos subalimentados de 2019 a 2020 alcanzó 118 millones con desigualdades regionales calificadas como “persistentes y preocupantes” por los autores del informe.

    Karima, de 7 años, ve cómo su madre prepara pan en Yemen, donde el conflicto ha agravado la fatla de alimentos.
    ©PMA/Annabel Symington
    Karima, de 7 años, ve cómo su madre prepara pan en Yemen, donde el conflicto ha agravado la fatla de alimentos.

    Hambre por regiones

    Del número total de personas desnutridas en 2020, más de la mitad (418 millones) vive en Asia y más de un tercio (282 millones) en África, mientras que en América Latina y el Caribe habita el 8% (60 millones). En comparación con 2019, 46 millones más de personas en África, casi 57 millones más en Asia y alrededor de 14 millones más en América Latina y el Caribe, se vieron afectadas por el hambre en 2020.

    Estos datos significan que una de cada cinco personas (un 21% de la población) enfrentaba hambre en África en 2020, más del doble de la proporción de cualquier otra región, lo que representa un aumento de 3 puntos porcentuales en un año. Le siguieron América Latina y el Caribe (9,1%) y Asia (9%), con incrementos de 2 y 1,1 puntos porcentuales, respectivamente, entre 2019 y 2020.

    Aun en América del Norte y Europa, donde se encuentran las tasas más bajas de inseguridad alimentaria, la incidencia del lastre aumentó por primera vez desde el comienzo de la recopilación de datos de la Escala de experiencia de inseguridad alimentaria, en 2014.

    En cuanto a la afectación por género de la inseguridad alimentaria moderada o grave, se observó una tasa 10% más alta entre las mujeres que entre los hombres en 2020 , frente al 6% registrado en 2019.

    Trabajador del mercado de alimentos de Constantine, Argelia.
    OIT/Yacine Imadalou
    Trabajador del mercado de alimentos de Constantine, Argelia.

    Los precios de la comida, determinantes en la desnutrición

    El reporte explica que el análisis del costo de los alimentos y la cantidad de personas que no pueden pagar una dieta saludable permite entender mejor la tendencia hacia la desnutrición en todas sus formas.

    Detalla que el alto costo de las dietas saludables, junto a los pronunciados niveles de desigualdad de ingresos, impidió que 3000 millones de personas pudieran acceder a una dieta saludable en 2019. La mayoría de esta gente vive en Asia (1850 millones) y África (mil millones). La dieta saludable también está fuera del alcance de millones de habitantes de América Latina y el Caribe (113 millones) y América del Norte y Europa (17,3 millones).

    En este sentido, los responsables de los cinco organismos autores del informe, que ya habían alertado sobre la inseguridad alimentaria de millones de personas, entre ellas muchos niños, lamentaron que la pandemia siguiera evidenciando las deficiencias de los sistemas alimentarios, “que amenazan la vida y los medios de subsistencia” de mucha gente.

    La pobreza y la sequía causaron una aumento grave del hambre en el sur de Madagascar.
    © PMA/Tsiory Andriantsoarana
    La pobreza y la sequía causaron una aumento grave del hambre en el sur de Madagascar.

    Los niños

    Entre las poblaciones más afectadas por la desnutrición destacan los niños menores de cinco años. Si bien los datos específicos sobre este colectivo fueron limitados en 2020 y las estimaciones no necesariamente tienen en cuenta los efectos de la pandemia COVID-19,  se calcula que 149,2 millones (22%) sufrieron retraso del crecimiento en 2020. Casi las tres cuartas partes de ellos viven en Asia central y meridional (37%) y África subsahariana (37%).

    En el mismo año, alrededor del 5,7% (38,9 millones) de los niños menores de cinco años tenían sobrepeso, con tendencia a aumentar en algunas regiones y en muchos entornos del mundo.

    Por otra parte, la obesidad en los adultos sigue creciendo, y la prevalencia mundial subió del 11,7% en 2012 al 13,1% en 2016. Todas las subregiones mostraron tendencias crecientes de la obesidad en adultos entre 2012 y 2016 y están lejos de cumplir el objetivo de la Asamblea Mundial de la Salud para 2025 de detener el aumento para 2025.

    Niño con desnutrición en una revisión de rutina en Kalemie, República Democrática del Congo.
    © PMA/Arete/Fredrik Lerneryd
    Niño con desnutrición en una revisión de rutina en Kalemie, República Democrática del Congo.

    Sin servicios de nutrición

    El informe reconoce las dificultades de los países para garantizar que los sistemas de salud, alimentación, educación y protección social mantengan los servicios de nutrición esenciales mientras responden a la pandemia de COVID-19, y reporta que una encuesta sobre la situación de los niños durante la pandemia mostró que el 90% de las naciones (122 de 135) informaron un cambio en la cobertura de los servicios de nutrición clave en agosto de 2020.

    Agrega que, en general, la cobertura de los servicios de nutrición esenciales disminuyó en un 40%, y casi la mitad de los países registró un retroceso de al menos 50% de las intervenciones nutricionales.

    Aunque faltan datos sobre los resultados nutricionales para 2020, las proyecciones más moderadas apuntan a un escenario en el que 11,2 millones de niños menores de cinco años en países de ingresos bajos y medios se agregarían al total de los que padecen emaciación de 2020 a 2022 como consecuencia de la pandemia.

    Un escenario más pesimista eleva a 16,3 millones de niños más afectados por ese flagelo. Para el retraso del crecimiento infantil, el modelo predice que 3,4 millones de niños adicionales sufrirán retraso en el crecimiento debido a los efectos de la pandemia en 2022.

    Los campesinos del noreste de Nigeria no han podido sembrar sus alimentos debido a la inseguridad.
    UNOCHA/Damilola Onafuwa
    Los campesinos del noreste de Nigeria no han podido sembrar sus alimentos debido a la inseguridad.

    Momento crítico

    Los organismos de la ONU advierten que el mundo atraviesa una “coyuntura crítica” y llaman a dar un impulso diplomático a la promoción de la seguridad alimentaria y la nutrición mediante la transformación de los sistemas alimentarios en el marco de la Cumbre de las Naciones Unidas sobre los Sistemas Alimentarios -convocada para este año por el Secretario General de las Naciones Unidas, António Guterres-, y de la  Conferencia de las Partes en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP 26), a celebrarse en octubre próximo en Glasgow, Escocia.

    Para los titulares de las agencias autoras del estudio, “los resultados de estos acontecimientos determinarán (…) la segunda mitad del Decenio de las Naciones Unidas de Acción sobre la Nutrición”, un compromiso mundial en materia de políticas todavía pendiente de concretarse.

    Mujer sembrando frijoles en una granja cooperativa de Taveta, Kenya.
    © FAO//Fredrik Lerneryd
    Mujer sembrando frijoles en una granja cooperativa de Taveta, Kenya.

    Seis recomendaciones

    En su llamado a transformar los sistemas alimentarios como condición esencial para lograr la seguridad alimentaria, mejorar la nutrición y poner las dietas saludables al alcance de todos, subraya la necesidad de políticas e inversiones que contrarresten los factores determinantes del hambre y la malnutrición.

    Con este fin, traza seis recomendaciones a los encargados de las políticas alimentarias de los países para que las apliquen de acuerdo con su realidad nacional:

    • Integrar las estrategias humanitarias, de desarrollo y de consolidación de la paz en las zonas de conflicto, por ejemplo, mediante medidas de protección social que eviten que las familias vendan sus escasas pertenencias para alimentarse
    • Ampliar la resiliencia de los sistemas alimentarios frente al cambio climático, ofreciendo a los pequeños agricultores un amplio acceso a seguros contra riesgos climáticos y financiación basada en previsiones científicas
    • Reforzar la resiliencia de la población más vulnerable ante las adversidades económicas mediante programas de apoyo en especie o en efectivo para reducir los efectos de la pandemia o la volatilidad de los precios de los alimentos
    • Intervenir en las cadenas de suministro para reducir el costo de los alimentos nutritivos fomentando la plantación de cultivos bioenriquecidos o facilitando el acceso a los mercados de los productores de frutas y hortalizas
    • Combatir la pobreza y las desigualdades estructurales, impulsando las cadenas de valor alimentarias en las comunidades pobres mediante transferencias de tecnología y programas de certificación
    • Fortalecer los entornos alimentarios y promover cambios en el comportamiento de los consumidores, por ejemplo eliminando las grasas trans industriales y reduciendo el contenido de sal y azúcar en los alimentos, o protegiendo a los niños frente a los efectos negativos de la comercialización de alimentos-
  • Fuente: https://news.un.org/es/story/2021/07/1494232
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La era del hambre

Por: Carolina Vásquez Araya

 

“El arma de los imperialismos es el hambre. Nosotros, los pueblos, sabemos lo que es.” (Evita)

 

Con retraso en el crecimiento, peso inferior al 60 por ciento del previsto para la edad, escasa o nula grasa subcutánea, extremidades delgadas, diarrea, infección respiratoria, tuberculosis y signos de otras carencias nutricionales como deficiencia de micro nutrientes, se manifiestan algunas características de un cuadro de desnutrición en la infancia. En nuestro continente, un continente rico en recursos pero sometido a un sistema económico y político criminal, discriminatorio y deshumanizante, las grandes mayorías enfrentan la peor de las pandemias: el hambre.

El hambre, definido como el producto de la escasez generalizada de alimentos básicos que padece la población de forma intensa y prolongada, es una violación de un orden jurídico cuya premisa principal es la protección de la persona contra el abuso de autoridades, servidores públicos y particulares. Esta especie de patología política contraviene las garantías de los textos constitucionales y se encuentra presente con diferente intensidad y extensión en todos nuestros países, respondiendo a un sistema de reparto injusto de la riqueza pública y a la acumulación del patrimonio común en manos de una élite explotadora. La paradoja, es que el empobrecimiento resultante provoca un inevitable colapso de las capacidades productivas de la comunidad y, por ende, una disminución progresiva de los atributos intelectuales y físicos del recurso humano que pudiera contribuir al progreso de esa misma élite.

En América Latina, la pobreza impuesta de manera tan implacable a las grandes mayorías podría definirse como una fórmula estratégicamente concebida por los genios del sistema neoliberal: A mayor pobreza, menor poder ciudadano y, por ende, más oportunidades de enriquecimiento y concentración del poder para el sector privilegiado. La aplicación de esta norma perversa alcanza sus mayores cotas en países centroamericanos, en donde la carencia nutricional ha colocado a millones de niñas, niños y adolescentes ante un escenario de privaciones, enfermedad, dolor y muerte precoz por la carencia de algo tan básico como el alimento.

Para las élites en el poder, el hambre no es un problema. Es una realidad supuestamente inevitable reflejada en estadísticas más o menos manipuladas y asépticas, mediante las cuales la tragedia humanitaria se reduce a números. Esto, con el propósito de justificar políticas públicas sesgadas e ineficaces y así, mediante el uso de su poder mediático, endosar la responsabilidad en quienes lo padecen. De ese modo, para las castas políticas se abren nuevas oportunidades de enriquecimiento ilícito a través de donaciones de la comunidad internacional, préstamos cuyos fondos van a caletas y paraísos fiscales y otras argucias estratégicamente creadas con el mismo propósito.

En un escenario ideal, el hambre como tragedia humanitaria no debería existir. El planeta tiene recursos suficientes para satisfacer esa necesidad y, de no imperar los intereses corporativos que obligan a desechar millones de toneladas de alimentos cada año, con el único propósito de mantener los precios de mercado, nadie debería morir por falta de nutrientes. En la realidad, la vida de la niñez condenada al peor de los destinos, tiene menos importancia para las clases privilegiadas que los índices económicos, sólidamente asentados sobre la base de la injusticia y el despojo. Nuestros países necesitan con urgencia un relevo político capaz de construir las bases de un sistema inclusivo y justo para todos, pero sobre todo la actuación de líderes inteligentes, capaces de comprender y asumir el desafío de romper las estructuras y construir auténticas naciones.

Para las élites en el poder, el hambre es un fenómeno “inevitable y natural”.

Fuente de la información:  https://insurgenciamagisterial.com/la-era-del-hambre/

Fotografía: Radio Macondo

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La era del hambre

Por: Carolina Vásquez Araya

Para las élites en el poder, el hambre es un fenómeno “inevitable y natural”.

“El arma de los imperialismos es el hambre. Nosotros, los pueblos, sabemos lo que es.” (Evita)

Con retraso en el crecimiento, peso inferior al 60 por ciento del previsto para la edad, escasa o nula grasa subcutánea, extremidades delgadas, diarrea, infección respiratoria, tuberculosis y signos de otras carencias nutricionales como deficiencia de micro nutrientes, se manifiestan algunas características de un cuadro de desnutrición en la infancia. En nuestro continente, un continente rico en recursos pero sometido a un sistema económico y político criminal, discriminatorio y deshumanizante, las grandes mayorías enfrentan la peor de las pandemias: el hambre.

El hambre, definido como el producto de la escasez generalizada de alimentos básicos que padece la población de forma intensa y prolongada, es una violación de un orden jurídico cuya premisa principal es la protección de la persona contra el abuso de autoridades, servidores públicos y particulares. Esta especie de patología política contraviene las garantías de los textos constitucionales y se encuentra presente con diferente intensidad y extensión en todos nuestros países, respondiendo a un sistema de reparto injusto de la riqueza pública y a la acumulación del patrimonio común en manos de una élite explotadora. La paradoja, es que el empobrecimiento resultante provoca un inevitable colapso de las capacidades productivas de la comunidad y, por ende, una disminución progresiva de los atributos intelectuales y físicos del recurso humano que pudiera contribuir al progreso de esa misma élite.

En América Latina, la pobreza impuesta de manera tan implacable a las grandes mayorías podría definirse como una fórmula estratégicamente concebida por los genios del sistema neoliberal: A mayor pobreza, menor poder ciudadano y, por ende, más oportunidades de enriquecimiento y concentración del poder para el sector privilegiado. La aplicación de esta norma perversa alcanza sus mayores cotas en países centroamericanos, en donde la carencia nutricional ha colocado a millones de niñas, niños y adolescentes ante un escenario de privaciones, enfermedad, dolor y muerte precoz por la carencia de algo tan básico como el alimento.

Para las élites en el poder, el hambre no es un problema. Es una realidad supuestamente inevitable reflejada en estadísticas más o menos manipuladas y asépticas, mediante las cuales la tragedia humanitaria se reduce a números. Esto, con el propósito de justificar políticas públicas sesgadas e ineficaces y así, mediante el uso de su poder mediático, endosar la responsabilidad en quienes lo padecen. De ese modo, para las castas políticas se abren nuevas oportunidades de enriquecimiento ilícito a través de donaciones de la comunidad internacional, préstamos cuyos fondos van a caletas y paraísos fiscales y otras argucias estratégicamente creadas con el mismo propósito.

En un escenario ideal, el hambre como tragedia humanitaria no debería existir. El planeta tiene recursos suficientes para satisfacer esa necesidad y, de no imperar los intereses corporativos que obligan a desechar millones de toneladas de alimentos cada año, con el único propósito de mantener los precios de mercado, nadie debería morir por falta de nutrientes. En la realidad, la vida de la niñez condenada al peor de los destinos, tiene menos importancia para las clases privilegiadas que los índices económicos, sólidamente asentados sobre la base de la injusticia y el despojo. Nuestros países necesitan con urgencia un relevo político capaz de construir las bases de un sistema inclusivo y justo para todos, pero sobre todo la actuación de líderes inteligentes, capaces de comprender y asumir el desafío de romper las estructuras y construir auténticas naciones.

@carvasar

La era del hambre

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