El Día Universal del Niño, que se celebra todos los años el 20 de noviembre, es un día dedicado a todos los niños y niñas del mundo.
Naciones Unidas celebra el Día Universal del Niño el 20 de noviembre, fecha en la que la Asamblea General de la ONU aprobó la Declaración de los Derechos del Niño en 1959. Esta declaración, que no tenía legalmente carácter vinculante, no era suficiente para proteger los derechos de la infancia. Tras diez años de negociaciones con gobiernos de todo el mundo, líderes religiosos, ONG, y otras instituciones, se logró acordar el texto final de la Convención sobre los Derechos del Niño, el 20 de noviembre de 1989, cuyo cumplimiento es obligatorio para todos los países que la han firmado.
El objetivo del Día Universal del Niño es recordar a la ciudadanía que los niños son el colectivo más vulnerable y por tanto que más sufre las crisis y los problemas del mundo.
Este día mundial recuerda que todos los niños tienen derecho a la salud, la educación y la protección, independientemente del lugar del mundo en el que haya nacido.
Dedicar un día internacional a la infancia también sirve para hacer un llamamiento mundial sobre las necesidades de los más pequeños y para reconocer la labor de las personas que cada día trabajan para que los niños y niñas tengan un futuro mejor.
De 2014 a octubre de 2017 han sido detenidos 63 mil 153 menores guatemaltecos no acompañados en la frontera con EE. UU., según cifras divulgadas por el Icefi.
Durante 2017 fueron inscritos 23 mil 292 alumnos menos en los niveles de primaria y básicos; versus la cantidad de estudiantes enlistados el año anterior en establecimientos del sector oficial, según datos preliminares del Ministerio de Educación (Mineduc). La cartera atribuye la disminución de la matrícula total a que, “probablemente” sea uno de los efectos del incremento de menores que emigran –sin compañía y de manera irregular– hacia Estados Unidos.
“Probablemente la conclusión es que, ha habido una migración hacia México y Estados Unidos (de niños no acompañados); especialmente desde San Marcos, Huehuetenango y Quiché. Creemos que eso contribuye a que haya una brecha en educación”, indicó el viceministro Técnico de Educación, Héctor Canto.
El funcionario admitió que durante este año hubo menos estudiantes inscritos en primaria y básicos, pero dijo que este es un fenómeno que se registra en el país desde 2011 y que, en contraste con años anteriores, en 2017 la caída de la matrícula escolar “fue menos marcada”. La cifra más alta de estudiantes inscritos en el sistema público tuvo sus picos más altos entre 2009 y 2010, y luego empezó a decrecer.
En otros datos sobre matriculación, este año la cantidad de alumnos enlistados en el nivel diversificado se incrementó de 88 mil 433, a 88 mil 774; mientras que en preprimaria hubo 38 mil 615 estudiantes más que en 2016, de acuerdo con el Sistema de Registro Educativo del Mineduc.
Huyen por la inseguridad
Un informe del Instituto Centroamericano de Estudios Fiscales (Icefi), que recoge datos de las patrullas fronterizas de EE. UU., señala que entre 2014 y octubre de 2017 han sido detenidos 63 mil 153 menores guatemaltecos no acompañados en la frontera que divide México y Estados Unidos. El mismo informe da cuenta que, la tasa de homicidios de personas entre cero y 19 años –en este país– es de 18 muertes violentas por cada 100 mil habitantes.
Enrique Maldonado, investigador del Icefi, indicó que la violencia y la falta de empleo en Guatemala siguen siendo las principales causas que orillan a los niños a migrar hacia Estados Unidos. Agregó que el incremento en la deserción escolar se ha evidenciado desde hace tres años, además, porque las autoridades de Guatemala (incluido el gobierno de Jimmy Morales) han sido “incapaces” de brindar un sistema educativo integral.
Maldonado hizo énfasis en que Guatemala carece de una Política Educativa y que desde finales de 2016 el Ministerio de Desarrollo Social (Mides) ha mantenido sin ejecución el programa de transferencias monetarias condicionadas, a cambio de que los padres de familia envíen a sus hijos a la escuela y los lleven a los centros de salud pública.
Presupuesto, insuficiente
A pesar de los Q14.8 millardos que se proponen como techo presupuestario en el plan de gastos del Mineduc para el próximo año, los cuales representan un incremento respecto de los Q13.9 millardos vigentes en 2017; dichos recursos son “insuficientes” para brindar atención a todos los estudiantes en el país, sostuvo Edda Fabián, analista de educación de la Asociación de Investigación y Estudios Sociales (Asíes).
“No alcanza (el presupuesto) para todas las necesidades, esto ocurre siempre; hasta que logremos llegar al siete por ciento del PIB, no se podrá dar verdadera atención a todos los estudiantes”, señaló.
Agregó que la cartera de Educación requiere de más recursos y una mejor gestión para incrementar la atención a través de la alimentación escolar. Destacó que entre las asignaciones presupuestarias para 2018 figuran Q82 millones para el Sistema Nacional de Acompañamiento Pedagógico (Sinae) que será fundamental para mejorar la calidad en la enseñanza.
Tasas de escolaridad
Aunque la cantidad de alumnos inscritos en el nivel primario, a 2016, correspondía al 92.2 por ciento del total de población en edad oficial para dicho nivel, solo el 78.2 por ciento de los estudiantes estaba comprendido en las edades adecuadas para esos grados. Mientras que en el nivel básico la tasa bruta (total de alumnos de todas las edades) era del 69.5 por ciento y la tasa neta (solo los que tienen la edad adecuada) alcanzaba el 44.6 por ciento, en dicho nivel.
Hacenderas, obrerizas, sextaferias, andechas, auzolanes. Estos son algunos de los nombres que reciben los trabajos comunitarios que en muchas partes del país (Segogia, Soria, Asturias, Cantabria, Navarra, País Vasco) históricamente se han venido desarrollando por parte de vecinas y vecinos para el mejoramiento de las infraestructuras de las poblaciones, de los caminos de acceso, o también del cuidado de los cultivos. De hecho, la legislación permite que a base de estos trabajos se “paguen” impuestos municipales.
Segovia es una de las provincias en las que las hacenderas (u obrerizas, según la zona) se siguen manteniendo con bastante frecuencia. Aunque la despoblación o la llegada de nuevas y nuevos vecinos va diluyendo las antiguas costumbres. La fuerte mecanización del rural también ha hecho que lo que antes suponía reunir a todo el pueblo para pavimentar una calle, ahora lo puedan hacer entre dos o tres vecinos.
El caso es que desde hace algunos años, de la mano de la cooperativa enProceso algunos municipios están recuperando este tipo de trabajos. Pero con el matiz de que son los centros educativos el motor de la actividad. Preferentemente, a las escuelas unitarias en las que niños y niñas de diversas edades se encuentran en la misma aula.
El proyecto
El objetivo es que niñas y niños sean los artífices de un cambio en el entorno en el que habitan. El primer paso es traer a la escuela a personas mayores del pueblo para que les cuenten en qué consiste una hacendera, cómo se hacía en su tiempo y qué suponía.
“Cada pueblo tiene su tradición”, dice Sergio Arranz, uno de los miembros de enProceso. El proyecto lo han puesto en marcha en siete pueblos de Segovia. “Por ejemplo, en Carrancillo se hacía el martes de Carnaval, , que era cuando había poco trabajo en el campo, llovía poco en esa época, y ya tenías algunas horas más de luz. Muchos de los mayores lo recuerdan como una fiesta”, afirma.
Después, tras haber mapeado el pueblo para estudiar sus necesidades, en un primer momento, por separado pensarán qué les gustaría cambiar del pueblo para exponerlo ante sus compañeros. De la puesta en común surgirá el proyecto que, en principio, sumará las aportaciones de todo el grupo.
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Y con la idea ya clara, habrán de construir una maqueta del espacio con los elementos que cada uno quiere introducir. Cuando está acabada, se reunirán en el Ayuntamiento con el o la alcaldesa para explicarle qué han soñado.
En esa reunión se afinará el proyecto con los comentarios del alcalde, sobre las posibilidades reales de todo aquellos que niñas y niños han planificado. Después, mediante un bando, se convocará a todas las vecinas y vecinos a la hacendera un día a una hora determinados.
Haciendo hacenderas tiene todo de acción-investigación participativa con los niños como grupo motor. Pero, además bebe de la tradición de trabajos comunitarios, al mismo tiempo que se acerca al aprendizaje servicio. Y, al mismo tiempo, bebe del concepto de inteligencia cultural trabajado en las comunidades de aprendizaje, al igual que del aprendizaje dialógico.
“Yo soy de pueblo y ser de pueblo mola”
“Lo interesante es que se articula la conexión”, dice Arranz. “Con algo muy pequeño se disparan muchas oportunidades”.
Porque el proyecto, claro, tiene un gran peso en lo educativo. Es un proceso en el que los niños son protagonistas de muchos aprendizajes (hablan en público, redactan sobre el proceso, han de construir una maqueta, han de escucharse, aprender de su pueblo, hablar con diferentes personas). Pero si tiene algo potente Haciendo hacenderas es la capacidad de atraer hacia sí a muchas personas.
Es posible imaginar lo que despierta no solo en la infancia de un pequeño pueblo de lo que algunos llaman “la España vacía”, sino en la administración local, en las familias, en las personas mayores.
Hablamos con Sergio en un congreso de alcaldes innovadores en Segovia auspiciado por la Fundación COTEC. Su proyecto es uno de los que la Fundación “apadrina” y van a presentarlo a otros municipios, como una práctica innovadora. Una innovación que va de la mano de las costumbres más arraigadas y antiguas.
“Los niños se movilizan y movilizan al AMPA que atrae a mucha gente. Las AMPA, asegura Sergio, son clave en el medio rural para el mantenimiento de la escuela y para la cohesión social”.
En la zona hay un cierto número de familias migrantes de Rumanía y Bulgaria. Muchas tienen, claro, vínculo con el AMPA. A lo que hay que sumar que a las hacenderas se han acabado acercando muchas, algo que Arranz lee como muy bueno para el pueblo.
La vinculación con el territorio es uno de los objetivos y de los fines más importantes de proyectos como este. Pensando, además, en la posibilidad de que niñas y niños no huyan de pueblos en los que ellos han construido algo. Para Arranz es interesante como “un granito de arena más” que pueda suponer la construcción de una identidad rural positiva: “Yo soy de pueblo y ser de pueblo mola” porque hacemos todas esatas cosas.
Otra de las ventajas de Haciendo hacenderas, desde el punto de vista docente, es que la metodología está más que fijada. Esto supone que los centros en los que tienen un enfoque más constructivista y se trabaja por proyectos, pueden hacer de este uno más de sus proyectos. Y por contra, al estar tan trabajado, en aquellos en donde el maestro o maestra no se ha atrevido a cambiar la metodología, se lo pone fácil para comprobar cómo funciona, qué implicaciones tiene y cuáles son algunos de los resultados.
Si las relaciones colegio-ayuntamiento en lugares como Pinarejos, Samboal, Carracillo, Narros, Chatún o Mudrián ya son estrechas, con un proyecto así se acercan todavía más. Sin olvidar la “oportunidad pedagógica” que supone que niñas y niños, junto a su docentes, visiten el ayuntamiento, conozcan parte de su funcionamiento y tengan que presentar el proyecto ante el alcalde.
Para Arranz, a pesar de la dificulta de medirlo, proyectos como este podrían suponer que mañana estos niños creen cooperativas y se queden en sus territorios, no los abandonen para ir a la ciudad. “Generar un pueblo vivo hará que se mantenga” en el futuro. “Hay pueblos pequeños que hacen proyectos muy grandes”.
“Por ejemplo, dice, en Mudrián, que es mi pueblo, hicimos el proceso de hacnderas y luego nos metimos en la metodología oasis, de participación comunitaria; montamos una obreriza a la que asistieron 70 personas de un pueblo de 200 habitantes”.
“En los pueblos hacemos ciudadanos, no clientes. Tienes mucha responsabilidad y un papel mucho más activo a la hora de que tu pueblo funcione bien”.
El ayuntamiento quiere realizar un diagnóstico sobre la situación de San Agustín y San Marcos, San Lorenzo, Barranquet y el Grau.
El Ayuntamiento de Castelló realizará un estudio diagnóstico en cuatro barrios periféricos de la ciudad. Este se desarrollará en los distritos de San Agustín y San Marcos, San Lorenzo, Barranquet y el Grau, en los que «hemos creído que es prioritario actuar y que hay que determinar todas las posibilidades socioeducativas desde las edades infantiles hasta las personas más mayores para construir puentes de civismo y de convivencia», según explica el edil de Cultura, Enric Porcar.
En el año 2015 el pleno aprobó por unanimidad declarar Castelló como ‘Ciutat Educadora’ y «desde entonces hemos ido realizando todo tipo de dinámicas, de actividades y propuestas encaminadas a que cada vez Castelló sea una sociedad más educadora en todos los sentidos», subraya Porcar.
El concejal expresa que proyectos como ‘Patis Oberts’, ‘Camins Escolars’, los valores del deporte, propuestas culturales, juveniles y de ocio, entre otros, son algunas de las acciones que se han ido potenciando porque «al final se trata de pensar en toda la ciudad desde un punto de vista educativo, y ahora necesitamos ir más allá».
El estudio, que trata de analizar todos los recursos y posibilidades que ya existen y que se podrían implantar en los cuatro barrios, pretende conocer las acciones que nos encaminan hacia los valores positivos de la igualdad de oportunidades, la democracia participativa y la convivencia entre culturas, para empezar a conectarlos y potenciar una gran red para transformar los barrios. Se pretende identificar a los agentes claves que están dinamizando el barrio para empoderarlos y contrarrestar los factores no educativos que todavía persisten, como la violencia, el racismo, el deterioro de espacios públicos y otra infinidad de retos.
Para ello, contará con un equipo de trabajo que recogerá las opiniones de los centros de enseñanza, y se consultará la aportación del resto de agentes.
Marta Gil, pedagoga y subdirectora del colegio Caxton College, defiende la investigación en las aulas desde edades tempranas.
Recientemente el Massachussetts Institute of Technology –MIT-, entre las cinco mejores universidades del mundo, publicó unas cifras muy reveladoras. El 60% de sus alumnos se convierten en investigadores desde el primer año de carrera. Si tenemos en cuenta que la investigación académica en España se fomenta a partir de los cursos de posgrado, la diferencia entre ambos sistemas es llamativa. ¿Y qué es lo que tiene este factor educativo para condicionar la evolución de la enseñanza de un alumno? En principio, la ventaja distintiva es que la investigación lleva consigo innovación y creatividad, dos activos imprescindibles en la sociedad actual.
“El MIT tiene ese alto número de investigadores porque cuando los alumnos llegan a la universidad han pasado por un modelo educativo que pone el acento en el fomento de la investigación”, confirma Marta Gil, pedagoga y subdirectora del colegio Caxton College, quien asegura que “conducir al alumno por el ese terreno le va a reportar un futuro académico y profesional reflexivo, crítico, perseverante y dinámico, ya que estos son valores integrados en el hábito de la investigación”.
Ciertamente el sistema anglosajón ayuda al alumno, desde la etapa infantil, a desarrollar una mente curiosa que de por sí ya tienen los pequeños. Los profesores les empujan a que exploren su entorno para que busquen recursos e ideas más allá de lo esperado. Este método de estudios se va incrementando y complicando conforme avanzan las etapas educativas en las que se sigue incentivando el interés por el conocimiento.
“Es muy importante facilitar el interés por descubrir cosas en los más pequeños. Pueden empezar jugando, con dinámicas pedagógicas de “outdoor learning” -de aprendizaje al aire libre-, y enfocar la enseñanza como si se tratara de una aventura, de un juego que le permite interactuar e inspirarse con su propio hábitat”, confirma Gil.
Todos los padres desean el mejor centro educativo para sus hijos. Sin embargo, la amplia y diversa oferta educativa hace cada vez más difícil la elección. Por ello, un sistema que haga hincapié en la investigación como recurso educativo para que el alumno adquiera unas cualidades que le van a ser beneficiosas en el futuro puede ser un factor decisivo.
“Por mi experiencia, los padres buscan un colegio donde el niño sea feliz y esté seguro pero cada vez más se interesan por cómo va a ser el camino educativo que le ayude a obtener éxito académico y profesional. Por eso creo que es importante conocer las metodologías del colegio y, como no, los resultados que ofrece cuando se gradúan”, concluye la especialista de Caxton College.
Alex es un padre de treinta y tantos años. Quiere a su esposa, Jody, pero ha olvidado cómo demostrárselo. Quiere a su hijo, Sam, pero no lo entiende. Su matrimonio va a la deriva.
Jody es una mujer cansada de educar sola su hijo. Recrimina a Alex que solo viva para su trabajo. La ruptura no tiene vuelta atrás.
Sam tiene ocho años. Es maravilloso, sorprendente…, pero para él, el mundo es un rompecabezas que tiene que aprender a montar solo. Sus problemas de comportamiento han provocado muchas tensiones entre sus padres que llegan a separarse.
La vida de Alex carece de sentido. Busca desesperadamente la manera de reconstruirla y de relacionarse con Sam. Para su sorpresa, descubre la pasión de Sam por el videojuego Minecraft. El juego les va a permitir encontrar a ambos un lugar en el que comunicarse y entenderse, redescubrirse cada uno; un lugar en el que establecer una relación más profunda entre los dos y cada uno consigo mismo.
¿Podrá esta familia fragmentada reconstruirse poco a poco, ladrillo a ladrillo? «El niño que quería construir su mundo» es una novela llena de emociones y muy divertida a la vez, a pesar del tema que aborda. Escrita con el corazón, inspirada en la experiencia personal del autor con su hijo, es una novela que hace reír y llorar al mismo tiempo.
Link de descarga: https://www.alianzaeditorial.es/catalogos/capitulos_promocion/LG00227301_9999971840.pdf
El país destina US$ 1.000 menos en los menores de tres años que en los otros niños.
El futuro de Uruguay mide, en promedio, menos que 1,50 y su peso no alcanza los 45 kilos. En los niños del presente se le va la vida al país del mañana, y aunque suene a cliché, los demógrafos insisten en que invertir en los más pequeños es crucial para una sociedad que sigue envejeciendo. El Estado gasta unos 3.500 dólares al año por cada uruguayo menor de 18 años, según un estudio de la Cepal y Unicef al que accedió El País. ¿Es suficiente?
Los más optimistas dirán que el gasto público social en la infancia significaba el 3,1% del PBI uruguayo a comienzos de los 90, y que a fines de 2013 alcanzó el 5,7%. De hecho, entre los años 2010 y 2013 este tipo de «gasto» aumentó 21%. Los más críticos, por su lado, afirmarán que la inversión específica en los menores de 18 años creció menos en relación al resto de la sociedad (el gasto público social general se acrecentó 25% en esos mismos cuatro años), y que los más bebés son los más desfavorecidos entre los niños.
El Estado uruguayo gasta 1.000 dólares menos en un menor de tres años que en los niños de edades superiores, revela el informe redactado por Maira Colacce, Pilar Manzi y Victoria Tenenbaum. Esta diferencia, según la investigación, está basada en el peso que tiene el rubro educación en la infancia. Mientras que la enseñanza es el 18% de todo el gasto público que el país destina a los más pequeños, en la edad escolar esa categoría significa el 57%.
La mayoría de los Estados, como Uruguay, vuelcan más esfuerzo en los niños grandes y adolescentes que en la primera infancia. La excepción son los países nórdicos, sobre todo Suecia, en que el énfasis está puesto en los menores de tres años.
Cada tanto circula alguna noticia de que los escandinavos han aumentado el tiempo de licencia para lactancia, o que los hombres también gozan de meses enteros para cuidar a los recién nacidos, que inauguran centros para bebés, que la atención médica es de última generación y que a veces llegan a invertir hasta el 3% del PBI solo en la protección social y la salud de los más pequeños.
«La opción que hacen los nórdicos por proteger a la primera infancia es una apuesta», explicó Gustavo De Armas, especialista en Políticas Sociales de Unicef. «Ellos están apuntando a la formación de capital humano: son economías pequeñas, competitivas y que buscan la sustentabilidad a largo plazo».
Un país con las características de Uruguay —con un quinto de los niños viviendo en hogares cuyos ingresos están por debajo de la línea de pobreza— tiene que hacer cosas «parecidas a las políticas implementadas por los escandinavos», dijo De Armas. «Al invertir en los niños, mejoran las trayectorias educativas, los trabajadores del mañana rinden más en menos tiempo, la población activa tiene más chances de soportar el gasto de los pasivos y el país puede desarrollarse».
Desde fines de los 80, cuando surgió la política de CAIF y se consolidó el Instituto Nacional del Menor, el Estado uruguayo viene apostado a herramientas destinadas a los niños y adolescentes. En la última década la inversión se acentuó, sobre todo por tres elementos: la reforma de la salud que incluyó a todos los menores de 18 años en el Fonasa, el cambio en las asignaciones familiares y el aumento de las partidas para la educación (en buena medida por las luchas sindicales), señalaron las autoras.
Pese a ese esfuerzo, el gasto en la infancia que hace Uruguay «está por debajo» de lo que invierten otros países de altos ingresos, señaló De Armas. Esto debe leerse, según el sociólogo, como que «el país todavía tiene margen para destinar recursos a esta población específica».
A la inversa, en los adultos mayores el Estado destina un poco más de lo que ocurre en países con renta similar. La tercera parte del gasto público social de Uruguay va a parar a los mayores de 65 años, gracias a un potente sistema de jubilación y asistencia.
Esto hace que el gasto social en Uruguay tenga, desde el punto de vista gráfico, la apariencia de la letra «U». Entre los menores de 18 años es el 23%, baja a partir de la edad universitaria, y vuelve a crecer entre los adultos mayores superando el 34%.
Entre los más veteranos, la asistencia social es lo que más hace inclinar la balanza. En los niños, sin embargo, la educación es la mitad del esfuerzo específico que hace la sociedad uruguaya. Le sigue, en base al monto, el dinero destinado a la salud (26% de lo invertido en menores de 18 años) y más atrás queda la asistencia social con el 14% (aquí tiene peso el INAU, y las transferencias que hacen Mides y BPS).
Todas las restantes categorías, que representan menos del 9% del gasto público social en la infancia, son bienes públicos (acceso al agua potable, bibliotecas, museos) o gastos ampliados (como pensiones a personas con discapacidad).
La buena noticia, según la Cepal, es que la inversión en educación (el rubro más significativo para la población estudiada) sigue creciendo. Y como la cantidad de niños se está reduciendo, el gasto público en la infancia seguirá aumentando.
Aquí algunos menores «pierden su infancia».
Noruega es el mejor país para ser niño. Eslovenia, Finlandia, los Países Bajos y Suecia completan el quinteto en que la infancia está menos amenazada. En el polo opuesto, los menores de 18 años la tienen muy complicada en Níger, Angola, Malí, República Centroafricana y Somalia. Así lo revela el informe 2017 de la ONG Save the Children, el que ubica a Uruguay en el puesto 74 entre 172 países. El estudio entiende que «algunos niños pierden su infancia» en países con indicadores como Uruguay; sobre todo por el alto porcentaje de embarazos en adolescentes.
El foco entre los que aún no pueden ir a votar.
Como cantaba Joan Manuel Serrat: «A menudo los hijos se nos parecen»; salvo por algunos derechos. Son los que viven en los hogares más desfavorecidos, los que tienen mayores índices de subalimentación y menos posibilidad de reclamos. Durante el último año, la pobreza osciló entre el 21% (en niños de 0 a 3 años) y el 16% (15 a 17 años). Y salvo por herramientas educativas, como los CAIF, los más pequeños suelen recibir pocas políticas específicas. La excepción es Uruguay Crece Contigo, que nació en 2012 y atendió 13.735 niños.
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