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El lenguaje de doble moral y el modelo económico global: Dos responsables de la calidad educativa y el fracaso escolar y social de los desfavorecidos

Por: Rafael Herrera Álvarez.

Resumen

 En este artículo, en un primer apartado, se hace texto del en-torno lingüístico que en-marca  la calidad de la educación actual en un mundo globalifílico y, a su vez, aunque parezca contradictorio, globalifóbico, porque el neoliberalismo puede también significarse como un mundo paradójico por naturaleza, donde los propios significados de las palabras pueden semantizarse y resemantizarse, según los intereses de quien desarrolle esta tarea de decidir las definiciones o redefiniciones terminológicas.

En un segundo apartado incorpora centralmente el análisis y la crítica al modelo económico como sustento de los sistemas educativos situados en un contexto neoliberal y neocolonialista globalizado y globalizante, teniendo en cuenta como eje, el origen sociocultural de los protagonistas educacionales, para pensar la complejidad de la calidad educativa y el fracaso escolar y social de los desfavorecidos.

Para finalizar, se hace referencia en una especie de reflexiones, sobre cómo, mediante el manejo del lenguaje desde las promesas que quieren ser oídas  por los grupos sociales vulnerables para la manipulación de los dueños del poder y de los medios de producción y comunicación, en un modelo económico voraz, se utiliza la educación en una doble moral, usando el término calidad, para justificar la conservación del estado de cosas que beneficia como siempre a los poderosos.

Para hacer un análisis de esta naturaleza se quiere partir de la idea de que el concepto de calidad educativa es importante, pero que es muy complicado de definir, que su sentido semántico depende en gran medida de quienes lo conceptualizan y para qué lo hacen, que incluso se define a partir de las especificidades contextuales en que se observa y, de la óptica de esas miradas, por ello se dice que no podemos hablar de calidad de manera singular, sino pluralizando: “calidades”. Así la calidad educativa para los grupos de poder, en una de sus significaciones es: la medida de las competencias que el ser humano desarrolla para participar eficientemente en un mundo mercantil; mientras para los grupos desfavorecidos sería: el desarrollo de habilidades para sobrevivir y conseguir una vida digna y, de ser posible, feliz.

Palabras clave:

Lenguaje, modelo económico, sistema educativo, contexto neoliberal, origen sociocultural, calidad educativa, fracaso escolar y social.

The double moral language and the global economic model. Two responsible for educational quality and school and social failure of the disadvantaged.

Abstract

In this article, in a first section, text is made of the linguistic environment that marks the quality of current education in a globalifile world and, at the same time, although it seems contradictory, globaliphobic, because neoliberalism can also mean a paradoxical world by nature, where the own meanings of words can be semantized and resemantized, according to the interests of those who develop this task of deciding definitions or terminological redefinitions.

In a second section, it centrally incorporates analysis and criticism of the economic model as a support for educational systems located in a neoliberal and globalized globalization neocolonialist context, taking into account as the axis the sociocultural origin of the educational protagonists, to think about the complexity of the educational quality and the scholastic and social failure of the disadvantaged.

Finally, reference is made in a kind of reflections, on how, through the use of language from the promises that want to be heard by vulnerable social groups for the manipulation of the owners of power and the means of production and communication, in a voracious economic model, education is used in a double moral, using the term quality, to justify the conservation of the state of things that benefits the powerful as always.

To make an analysis of this nature we want to start from the idea that the concept of educational quality is important, but that it is very complicated to define, that its semantic sense depends to a great extent on those who conceptualize it and why they do it, that it is even defined from the contextual specificities in which it is observed and, from the perspective of those views, for this reason it is said that we can not speak about quality in a singular way, but pluralizing: «qualities». Thus the educational quality for the groups of power, in one of its meanings is: the measurement of the competences that the human being develops to participate efficiently in a mercantile world; while for disadvantaged groups it would be: the development of skills to survive and achieve a dignified life and, if possible, happy.

Keywords:

Language, economic model, educational system, neoliberal context, sociocultural origin, educational quality, school and social failure.

Lo que el lenguaje dice y lo que no dice en los discursos hegemónicos

Iniciando con el asunto del lenguaje y las definiciones, en el contexto actual, las palabras no dicen lo que dicen, al respecto leamos a Torres en una entrevista que le hace Bonilla  (2014):

…los gobiernos cuando quieren tener algo de éxito es en la medida que ellos nos roben el lenguaje. Yo creo que durante todo el siglo XX prácticamente no quedó ninguna palabra que la izquierda quisiese disputar su significado, sino que fue al revés, ellos fueron cogiendo lo que podíamos decir, esas palabras que eran tan interesantes que tenían capacidad de movilización de la sociedad, porque la sociedad sabía su verdadero significado, y las fueron resemantizando, le fueron otorgando otro tipo de significado. (p. 3)

Por supuesto, ¿quién no quiere escuchar la palabra “paz” o “libertad”? pero ¿qué tipo de paz? ¿la paz basada en la guerra, como sucede actualmente? O ¿qué tipo de libertad? ¿la libertad para hacer lo que no tienes con qué hacer? Las palabras que se usan en los discursos de los poderosos incorporan en sus frases una especie de juego entre la parte sensible y estética de los mismos y la necesidad de la gente, se engendran a partir de una doble moral, “dicen lo que dicen pero también dicen otra cosa”, llevan consigo un significado alienador, conveniente para el círculo de la oligarquía. Por lo anterior, es necesario estar muy atentos a los mensajes subliminales que con frases y letras que a nosotros nos parecen atractivas, van borrando de la memoria de los oprimidos, lo que es conveniente borrar, para el bienestar de los opresores. Sobre el tópico revisemos la forma de pensar de J. Torres en la entrevista con Bonilla (2014)

Sí, nos cercenan la memoria y esa es la práctica común de los grupos sociales de derecha; siempre atacarte la memoria, construirte una memoria totalmente falsificada donde solo ellos son los vencedores, y que tenemos que convencernos de eso, tenemos entonces frente a ese cercenamiento de la memoria un gran problema: se piensa que toda dominación se puede llevar a cabo, en un primer momento sin que les cueste militarmente, pero inmediatamente para evitar ese costo militar tienes que buscar convencer a sus propios colonizados, a esas personas dominadas, de que son inferiores y que incluso tienen que estar agradecidos, con las migajas que caen de la mesa de los amos. (p. 4)

Nos cercenan la memoria para que olvidemos las desgracias económicas (depreciaciones de la moneda, inflaciones, gasolinazos, entre otras) que siempre estarán a favor de la hegemonía y en contra de los desfavorecidos, para que olvidemos, también políticamente, los desaciertos de nuestros gobernantes que siempre recaen en los vulnerables, como en el caso de México (La Deuda Externa, el FOBAPROA, La Estafa Maestra, la Casa Blanca de la Gaviota, por mencionar algunas), porque esto así ha sido pensado y actuado para que nosotros sigamos, a través de procesos “democráticos” amañados, legitimando a través del voto, a los mismos políticos que pisotean la dignidad de los pueblos.

Todo esto se hace mediante el lenguaje a través de todos los medios posibles, un lenguaje alienador por supuesto y que, matizado por las imágenes, los colores y la repetición de mentiras, se convierte en subliminal, convencedor, sensibilizador, con una sensación de amorosidad por las razas, por lo femenino, por el transgénero, por los diferentes, por los pobres, pero que oculta desgarramientos interiores, “un lobo hambriento, con piel de oveja” y el otro lenguaje, el que emula, el que lucha, el que intenta, el de los desfavorecidos y los que luchan junto a ellos por una vida mejor, parece pasar a segundo término, a fin de cuentas como el primero, como el que se describe aquí, parece decir lo que no dice, porque estamos tan preocupados por aprehendernos del imaginario que produce en nuestra conciencia el primero, que olvidamos la existencia de uno más verdadero, que hace alusión a la realidad, a nuestra realidad.

El modelo económico como sustento de los sistemas educativos: responsable del fracaso escolar y social.

Para realizar un análisis del contexto educativo actual, se quiere partir de la idea que Juan Carlos Tedesco expresa en una entrevista realizada por Bonilla (2014) sobre la calidad educativa: “Tenemos que ser consientes que el fracaso de un alumno en la educación anticipa su fracaso en la sociedad” (p.8)

Esta idea permite contextualizar el entorno incorporando como base del análisis el modelo económico transnacional. Para ello es necesario traer a colación algunos organismos internacionales que se han autoadjudicado el derecho a intervenir en los procesos educativos de los países miembros.

La OCDE, Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos es un organismo que se inmiscuye en los asuntos educativos, incluso pareciera que la E de sus siglas refiriera a la Educación y no al asunto Económico. No es raro; el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Interamericano de Desarrollo, lo hacen, en ocasiones pareciera que la UNESCO  (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura) quien debería estar mayormente responsabilizado del asunto educativo, no lo está.

En esa dinámica de intervención de los organismos internacionales encargados del Desarrollo Económico y otras instancias empresariales planetarias, aparece el híbrido monstruo de Modelo Económico, transfronterizo, global o neoliberal, en el que se sustentan los Sistemas Educativos de los países, que al parecer conforman un Modelo Educativo Mundial aún no suscrito, pero dado en la práctica, alineado y alienado.

En un primer momento se hizo alusión a la OCDE porque esta Organización establece acuerdos con los países que la integran, bajo ciertas condiciones que resultan beneficiosas para la oligarquía, tal es el caso de México que, por ejemplo, suscribe el “Acuerdo de cooperación México-OCDE para mejorar la calidad de la educación de las escuelas mexicanas” con los slogans de “Mejorar las escuelas: Estrategias para la acción en México” y “Establecimiento de un marco para la evaluación e incentivos para docentes. Consideraciones para México”. Con este acuerdo la OCDE abre las puertas para incidir y decidir el rumbo del Sistema Educativo Mexicano, tanto es así, que el modelo educativo general por competencias y los sistemas de evaluación punitivos para docentes con miras a la privatización educativa han arribado a este país y a otros más, con todas sus consecuencias. Revisemos lo que Torres dice al respecto en la mencionada entrevista con Bonilla (2014)

Es decir, si tu miras lo que está pasando en el mundo de la economía, en el mundo de las finanzas, en el mundo de los ministerios de trabajo, en cada una de esas esferas, en el ministerio de asuntos sociales, estás viendo que se están dando un tipo de políticas, políticas que todo el mundo ve y etiqueta y percibimos claramente como políticas neoliberales. Ese mismo proyecto se va a producir, se está produciendo en los sistemas educativos solo que aquí tiene dos finalidades. Por un lado, la intención de convertir el sistema educativo en un negocio, en un mercado más, donde compite como cualquier otro sistema productivo, y por otro lado, lo que lo hace más importante va a ser educar a un nuevo tipo de ciudadanía, que ahí es donde vemos lo que es el contenido relevante, las materias que van a estar incluidas en el currículo que son importantes y cuáles son las menos importantes. Por otro lado, como políticas neoliberales claras, sería producir la privatización de los sistemas educativos o que el pequeño resto que se quede en la educación pública quede para grupos muy marginales por así decirlo, pero que se hagan cargo de ellos las iniciativas privadas, porque también hay en ello mucho dinero en juego.

Así el discurso de la parte filosófica, teleológica y axiológica que fundamenta las reformas educativas pareciera ser el mismo, pero en la práctica no lo es, aparecen y desaparecen asignaturas y contenidos acorde con los intereses de quienes diseñan el currículum, aparece el cuidado del ambiente, pero desaparece la historia, en muchos casos la ética, la ética vista como tal y aquellas ideas de que el que estudiaba tendría una vida mejor y que el nacionalismo y el patriotismo eran fundamentales parecen sucumbir ante los embates del nuevo orden planetario y el modelo económico depredador que devora las aspiraciones sociales.

Así lo apuntala Tedesco en una entrevista con Bonilla (2014)

Ahí ya la idea de formación ciudadana y de movilidad social estaba más deteriorada, porque predominaban enfoques mucho más economicistas de la educación, más que formación ciudadana a lo que apuntaban era a la formación de recursos humanos para el desarrollo económico […] La educación debe preparar lógicamente para el mercado de trabajo y para el desempeño ciudadano, pero lo que necesitamos es un modelo económico que tenga mucha más sensibilidad hacia la creación de empleo, hacia la creación de fuentes de trabajo, y eso sólo tiene sentido si se incorpora progreso técnico a la producción, si comenzamos a tener en la región a un modelo productivo que no se base en la competitividad económica, los bajos salarios, que no se base en la depredación de los recursos naturales, en la inflación y en el endeudamiento, sino que precisamente sea un modelo productivo que genere empleos decentes, porque esta es la cuestión: podemos tener mucho empleo precario o empleos, gente que está a la frontera del trabajo. No es eso lo que una sociedad justa requiere (p. 1-2)

Tampoco se trata de incorporar la idea de que nada es posible en un panorama como este que se describe. Los usuarios de los sistemas educativos en cada nación hemos de encontrar alternativas para mejorar el estado de cosas presente y lo primero que tenemos que hacer es esto: analizar, comentar, debatir y denunciar lo que se considera no funciona para las mayorías. Una de estas denuncias tiene que ver con la manera en que se mira la calidad educativa por unos cuántos que se benefician con ello y la forma en que ésta pretende ser evaluada, vista también unilateralmente por los grupos de poder.

Aunque se ha difundido internacionalmente a través de todos los medios posibles, incluidos, por supuesto con todo su poder subliminal los medios masivos de comunicación, la idea de que medir la educación en base a pruebas estandarizadas es sinónimo de calidad, no se puede aceptar; es necesaria una evaluación justa, democrática, equitativa y con miras a la mejora del sistema educativo. Este tipo de valoraciones permitiría caminar hacia la tan anunciada calidad y además desde la perspectiva social de los necesitados y no la hegemónica. Esta forma de apreciar la educación y su calidad permite incorporar el concepto de origen social de los usuarios, sobre este tópico Tedesco entrevistado por Bonilla (2014) expone: Para mí la variable que mejor explica las desigualdades educativas es el origen social de la familia, es decir, no hemos podido romper con el determinismo social de los resultados de aprendizaje, y este es el problema fundamental que tenemos. (p.6)

Para articular adecuadamente el concepto de origen social con la calidad educativa es necesario retomar la entrevista de Bonilla (2014) a Tedesco:

Ahora, cuando pensamos en qué calidad: la calidad tiene unos aspectos cognitivos que tienen que ver con la alfabetización, la capacidad de aprender a aprender, aprender a lo largo de toda la vida, el desarrollo cognitivo fundamental y aspectos éticos sociales. También calidad es formar una inteligencia responsable, formar la solidaridad, formar el compromiso con la justicia social, esto también es parte fundamental de la calidad. (p.7)

Finalmente, en vista de lo anterior, no podemos hablar de una calidad educativa universal como lo quieren hacer ver los que administran la educación, ya está sobre la mesa la idea de hablar de “calidades”, lo que debe ser calidad para los oprimidos y lo que es calidad para los opresores, la semántica del término, debe entonces, responder de manera diferenciada al origen sociocultural de los usuarios. Este magro error de ver la calidad como una entidad única es, de alguna manera, lo que ha provocado en incontadas ocasiones que se sienta el fracaso escolar y éste conlleve consigo la idea de que, quienes fracasan en la escuela, están destinados a fracasar en la vida. Al respecto Tedesco, al ser entrevistado por Bonilla (2014) plantea:

La calidad la podemos discutir, pero fundamentalmente, que no nos sea indiferente si el alumno aprende o no aprende, que tengamos un muy fuerte sentido de responsabilidad por los resultados, porque tenemos que ser consientes que el fracaso de un alumno en la educación anticipa su fracaso en la sociedad, anticipa exclusión social, pobreza. Hoy la educación es la clave de la justicia social. (p.8)

Y este mundo clama justicia social, equidad, mayores oportunidades para los desfavorecidos en una justa distribución de los medios para producir y de la educación, con esto sería posible evitar, como se planteó al inicio, el fracaso y posibilitar la formación en ciudadanía para tener un planeta mejor.

 La calidad educativa: lenguaje de doble moral

Hablar de calidad educativa debería ser sinónimo de equidad o mínimamente de igualdad y existen una infinidad de formas para probar la tesis de que esto no es así, de que el fracaso se pronostica previéndose quiénes fracasarán y quiénes no, desde un lenguaje de doble moral que propone y administra la visión de calidad educativa que promueven los sistemas educativos que favorecen al neoliberalismo. Veamos lo que plantea Torres al ser entrevistado por Bonilla (2014)

…en una olimpiada, los jueces de una carrera se encargan de que los corredores salgan del mismo lugar en las mismas condiciones. En el sistema educativo no, solo se evalúa a donde llega el estudiante. Ese tipo de distorsiones está a la orden del día, incluso pretender medir la calidad del profesorado con el avance de los estudiantes como si todos estuvieran en igualdad de condiciones. Claro, si no se toma en consideración esto, es muy peligroso, pero es una estrategia que le favorece al neoliberalismo porque los grupos más desfavorecidos tendrán los peores resultados y, ante un fracaso, la culpa es del profesorado, por lo tanto es algo que facilitará el proceso de privatización, porque los sectores con mejores resultados serán los sectores menos desfavorecidos.

De esta manera se justifica la producción de un lenguaje de culpabilidad para los docentes y de fracaso para los estudiantes y los sistemas educativos de carácter público, se construye un lenguaje privatizador y que tiene sus repercusiones en la formación del individuo y que trastoca el asunto del origen sociocultural. Para profundizar este análisis partamos de los siguientes cuestionamientos: ¿hay lenguajes distintos, para distintos tipos de alumnos en la escuela o es el mismo lenguaje para todos? ¿Por que las mismas escuelas, los mismos maestros, los mismos materiales, los mismos programas, los mismos libros, el mismo lenguaje, forman alumnos distintos en pensamiento y acción? Es muy posible y esto tendría que ser investigado de manera seria, ahora solo lo planteamos como una especie de hipótesis: los alumnos tienen un distinto origen sociocultural, por tanto sus interpretaciones de la realidad es diferente, la plataforma de despegue es desigual como lo propone Jurjo Torres en la cita anterior, en su alegoría de la carrera; la disposición mental de los sujetos tiene que ver con las fijaciones o mimetizaciones que su formación en la familia y en la comunidad están expuestos a que se ajusten a su impronta a través del lenguaje cotidiano que hablan y escuchan y a las etiquetas que mediante éste perciben y reciben. Esto los marca para ser lo que son, para pensar como piensan y actuar en consecuencia, es decir los opresores piensan como tales y los oprimidos por igual, dificultando el paso de un nivel al otro.

Así, la visión de calidad educativa impuesta por los grupos de poder, el lenguaje subliminal de doble moral y el modelo económico oligárquico, alienadores todos por naturaleza, nos tienen como nos tienen, analicemos como lo visualiza Pablo Imen en una entrevista que le hace Bonilla (2014)

Cuando hablamos de calidad educativa, estamos presuponiendo un proceso y un resultado deseable y acá es donde se abre una primera dificultad. En una sociedad atravesada por antagonismos inconciliables, en la que se producen prácticas de explotación económica, dominación política y hegemonía cultural, como es el plano del capitalismo, es muy difícil crearse acuerdos sobre para qué se debe educar en una sociedad. Aquí aparecen, naturalmente, conflictos y contradicciones. Mientras que para los defensores del orden social, la educación debe formar ciudadanos conformistas y trabajadores dóciles, para los que defienden una sociedad igualitaria y emancipada, la educación se trata de formar hombres y mujeres libres que sean parte de un proyecto colectivo…

Aquí está el dilema, pero desafortunadamente éste casi siempre se resuelve a favor de los grupos de poder, quisiéramos decir lo contrario, pero la realidad nos avasalla y desmotiva, sin embargo, habremos de buscar una luz al final del túnel. Existen, por ejemplo, algunos esfuerzos aunque aislados, pero esfuerzos al fin, por dar oportunidades educativas a los migrantes, a las mujeres y a otros grupos vulnerables,  quizá falta la participación ciudadana más decidida para hacer que se cumpla con la perspectiva de dar una educación de mayor calidad a los más desfavorecidos. Si pensamos en una posibilidad para ellos, por remota que parezca debemos buscar la manera de visibilizarla, de acogerla y difundirla, a fin de cuentas que pensar positivo es de lo poco que no cuesta en este mundo.

REFERENCIAS

Entrevista de Luis Bonilla Molina a Juan Carlos Tedesco (2014). “Tenemos que ser conscientes que el fracaso de un alumno en la educación anticipa su fracaso en la sociedad”. Buenos Aires, Argentina.

Entrevista de Luis Bonilla Molina a Jurjo Torres Santomé, (2014) “Al fracaso escolar se le invisibiliza las caras” Universidad de la Coruña, España.

Entrevista de Luis Bonilla Pablo Imen. Buenos Aires, Argentina

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Desigualdades inaceptables

Por: Luis Armando González.

 

La situación actual del país se caracteriza por varias dinámicas no sólo políticas, sino también socio-culturales y medioambientales. En este último rubro, las intensas lluvias que azotan al país –principalmente, aunque no únicamente, en su zona costera— están poniendo en evidencia las críticas condiciones de vulnerabilidad en que viven miles de familias salvadoreñas.

Esas condiciones son un recordatorio hiriente de que en El Salvador existen graves desigualdades de carácter social y económico que no han sido resueltas, y que reclaman urgentemente su atenuación y, por qué no, su erradicación. Esto último exige reformas profundas en el modelo económico y en la forma cómo se distribuye y se concentra la riqueza, lo cual sus beneficiarios directos han logrado sacar del debate público (a partir de una estrategia mediática de largo aliento, que comenzó a operar desde finales de los años ochenta, pero de modo abierto y exitoso desde los años noventa).

Parte de su éxito ha consistido en hacer de los “vicios” del aparato político –la corrupción, en primer lugar, pero también el uso ineficiente los recursos y su carga laboral— el causante de todos los problemas sociales y económicos del país, obviando el papel que el sector empresarial juega, para bien y para mal, en la estructuración de la sociedad.

Cuando los desastres afectan primordialmente a los más pobres, algo anda mal en la estructuración social y económica de la sociedad; y la razón de ello se tiene que buscar en la concentración extremadamente inequitativa de la riqueza, de lo cual se derivan desigualdades inaceptables en seguridad, bienestar e integración social.

El aparato político, en una democracia, debería obrar para que aquella concentración sea disminuida, mediante mecanismos de distribución de la riqueza que generen condiciones de bienestar y seguridad para la mayor parte de la sociedad. Si las desigualdades originadas en la estructura económica no se atacan frontalmente, países como el nuestro siempre condenarán a la mayor parte de sus miembros a vivir indignamente.

Lo anterior repite una lección que Monseñor Oscar Romero dio a la sociedad salvadoreña –a su oligarquía y a sus militares—en los años setenta y hasta el 24 de marzo de 1980. Es una lección que, gracias a las argucias mediáticas de la derecha, ha sido relegada al olvido interesado; y de este olvido son partícipes incluso quienes se dicen seguidores Monseñor Romero.

En el marco del acontecimiento socio-cultural más significativo de la historia reciente de El Salvador, como lo es la canonización del Arzobispo mártir, es oportuno rescatar su denuncia de los males estructurales del país, es decir, lo que él definió en una de sus Cartas Pastorales como “violencia estructural”, raíz de otros tipos de violencia. Esos males siguen vigentes, generando otras violencias, y golpeando a los más pobres y excluidos de la sociedad.

Los “dioses del poder y del dinero” siguen siendo adorados por quienes concentran la riqueza en El Salvador. Que casi nadie hable de ellos –sólo unos cuantos sociólogos y unos pocos, muy pocos, economistas— no quiere decir que hayan dejado de existir, o que su influencia en los destinos del país sea nimia. Para nada: los ricos más ricos de El Salvador –principalmente los amos de las finanzas— han sido y son determinantes en la configuración de la realidad nacional, especialmente en sus desigualdades estructurales.

Usar –y haber impuesto— el discurso “anticorrupción” para ocultar la naturaleza de esas desigualdades estructurales supone un triunfo ideológico extraordinario de la derecha salvadoreña. Es un reto, en quienes se dicen cultivadores del “pensamiento crítico”, la tarea de desmontar esa y otras elaboraciones ideológicas de la derecha –como la “antipolítica”, el “emprendedurismo” y el “nuevo generacionismo”, entre otros— que nublan la vista y bloquean la capacidad de razonamiento.

Como quiera que sea, honrar y celebrar a Monseñor Romero es hacer propia esa capacidad suya de razonar críticamente sobre los ejes configuradores de la realidad nacional. El impacto social y cultural que ello tendría sería en verdad extraordinario; quizás así la sociedad salvadoreña –o al menos sectores significativos suyos—comenzaría a comprometerse decididamente en la construcción de un proyecto de nación distinto, por justo y por inclusivo, del existente.

Y es que sin virajes culturales profundos, que replanteen o reemplacen los valores, las creencias y los hábitos vigentes, es imposible que una sociedad emprenda nuevos derroteros.

El Salvador está aún a la espera de un viraje cultural de envergadura, un viraje que permita superar la cultura neoliberal globalizada, con arraigos autoritarios y conservadores de larga data, y de pie a una matriz cultural humanista, tolerante, libre, responsable con el bien público y activa en lo político en función del bienestar colectivo. Se trata de algo difícil, pero no imposible. Más aún, se trata de algo posible y necesario, pues de lo contrario nunca tendremos un país en el que dé gusto vivir.

En un nuevo marco cultural, muchas de las cosas que ahora hacemos, importantes, pero que han perdido sentido –como las elecciones— cobrarán un nuevo significado. Y ello, al menos, porque los ciudadanos tendrán mejores criterios para discernir acerca de la calidad y capacidad de quienes piden su voto.

Hoy por hoy –a juzgar por los resultados de las encuestas de opinión— esos criterios son sumamente pobres. Los cantos de sirena, la pose y el desplante, la arrogancia y el “me vale todo porque soy yo” gozan de amplia aceptación entre sectores amplios de la sociedad.

La contracara de ello es la incapacidad para detectar filiaciones ideológicas, intereses reales, trayectorias políticas (y, ahí donde aplica, empresariales), alianzas y compromisos, etc., que son los que en definitiva condicionarán el quehacer político efectivo de quien resulte electo presidente en 2019.

En fin, una cosa es aprender a leer críticamente la política (y la economía, y la cultura, y la sociedad) y otra bien distinta dejarse llevar por creencias, valoraciones y percepciones impuestas por entornos mediáticos (y también religiosos, empresariales y universitarios) que tienen como finalidad enturbiar la capacidad de razón de las personas para así manipularlas mejor. Mientras la gente se “deje llevar” –ya sea que se trate de gente popular o de gente que procede de la “academia”— estará lejos de haber asimilado una pizca siquiera del legado crítico de Monseñor Romero.

Fuente del artículo: https://www.alainet.org/es/articulo/195798

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No son (los) ninis, es el modelo económico

México / 19 de agosto de 2018 / Autor: Igor Israel González Aguirre / Fuente: Horizontal

En lugar de atender los factores que determinan la precariedad en la juventud, el último informe del Banco Mundial se refiere a los “ninis” como una amenaza.

Hace un par de décadas, Foucault ponía el dedo en una de las múltiples llagas que rasgan nuestra contemporaneidad. Palabras más, palabras menos, aseveraba que el poder de narrar la historia (es decir, de decidir sobre esta y con ello de configurar al mundo) se sitúa, siempre, en el poder mismo.[1] La referencia al conocido filósofo galo no es gratuita. Tengo a la mano un extenso informe publicado recientemente por el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (BIRF), una de las cinco instancias que conforman el Banco Mundial (BM). Dicho documento –titulado “Ninis en América Latina. 20 millones de jóvenes en busca de oportunidades”– encaja, sin duda, dentro de los argumentos del autor de Las palabras y las cosas y de Vigilar y castigar. El informe al que aludo es crucial, puesto que en lo básico se postula como insumo fundamental para la estructuración de las políticas públicas de juventud que habrán de implementarse en la región, es decir, como un eje alrededor del que los gobiernos latinoamericanos tendrán que alinearse de una forma u otra. Hasta aquí no hay nada nuevo. Diversas variantes de esta estrategia han sido utilizadas desde hace décadas por los organismos multilaterales e internacionales para impulsar sus agendas particulares y configurar un orden socioeconómico a modo.

Es preciso abordar con detenimiento el estudio ofrecido por el BM (así como la edición más reciente del “The Global Risk Report”, publicado por el Foro Económico Mundial (FEM), el cual es escalofriante y merece un análisis aparte). Hay que hacer una crítica severa de las metodologías y de los resultados derivados de la investigación citada, así como de los intereses a los que abona y los procesos que ahí se ocluyen al visibilizar algunos otros. Desde luego, lo anterior constituye parte de una tarea de más largo aliento que trasciende por mucho los límites de este ensayo. Más bien, en esta intervención me enfoco en otro aspecto menos tangible que la numeralia en sí, pero quizá por ello más ominoso. Me refiero al tufillo propagandístico que se desprende del discurso plasmado en el informe que da cuenta de la situación por la que atraviesa buena parte de la juventud latinoamericana. La discursividad nunca es neutra: tiene siempre una intencionalidad, ya sea manifiesta, ya sea disimulada e implícita. El acto de nombrar visibiliza, pero también ejerce una poderosa labor de ocultamiento. Volveré sobre este punto más adelante.

Basta señalar que no es inocuo denominar como “ninis” a un sector precarizado, violentado y excluido. El término en cuestión tiene una carga simbólica que sanciona negativamente a la juventud y, al mismo tiempo, perpetúa un conjunto de visiones estereotipadas que se colocan sobre la población joven. El asunto se torna más espinoso si se toma en cuenta la trascendencia política que seguramente tendrá el documento referido. Es sabido que el peso de los dictámenes emitidos por el BM no es menor en cuanto a la hechura de la política pública se refiere. Los contenidos de los programas gubernamentales abrevan directamente de ese tipo de fuentes. Si a esto se suma que, por ejemplo, en México la atención a la juventud está a cargo de una instancia que depende de la Secretaría de Desarrollo Social (SEDESOL), el horizonte se torna aún más espinoso. Ello no es una cuestión menor: desde ahí es desde donde se concibe a los sujetos de las políticas de juventud. Específicamente, desde la mirada de la SEDESOL, estos se delimitan en torno a sus carencias, se conceptúan como una falla, como una escisión, y no como actores con potencialidades cruciales. Paradójicamente, la juventud es enunciada por otras instancias gubernamentales como un actor fundamental para el desarrollo. En este sentido, dicho aquí como nota al margen, se precisa leer la incorporación del Instituto Mexicano de la Juventud a las filas de la SEDESOL  en paralelo con el reporte recientemente publicado por el BM al que me he referido aquí. Hay en ello una especie de correlato o de “cierre de pinza”. Una lectura de este tipo permite identificar los modos en los que desde dichos ámbitos se concibe a las y los jóvenes. Lo anterior es fundamental puesto que es precisamente el sujeto conceptuado como falencia el que se coloca a manera de target de la política pública. Insisto: nombrar algo de un modo y no de otro es todo menos inofensivo.

Con seguridad habrá quien piense que lo dicho hasta aquí tiene una raigambre conspiracioncita. No obstante, basta una revisión, aún apresurada,  para hacer evidente que lo propuesto por el BM puede leerse sin demasiados problemas bajo la óptica de lo planteado en el catálogo de principios de la propaganda utilizados ampliamente, desde hace décadas, en el plano de la política y la publicidad. Ahora bien: ¿estoy afirmando aquí que los autores del “Ninis en América Latina…” tenían a la vista cuando diseñaron su investigación el manual escrito por Goebbels el siglo pasado, o alguna otra referencia similar? ¿Asevero que el equipo de investigadores encargado de elaborar el trabajo del BM tenía una intencionalidad propagandística manifiesta? Desde luego que no. Y quizá esto sea aún más preocupante, puesto que abriría una discusión en torno a la ideología y su función en tanto mecanismo crucial para la construcción social de la realidad; discusión a la que estoy dispuesto pero que trasciende los contornos de esta intervención. Solo traeré a colación, a manera de parafraseo, el título de un autor que hoy resulta inevitable: porque no saben lo que hacen.[2]  El que tenga ojos, etc.

Como quiera que sea, para que lo sugerido hasta aquí no quede en el vacío paranoide de las teorías de la conspiración, aventuremos, pues, un breve ejercicio en el que, con base en el reporte del BM, pueden ponerse de relieve por lo menos tres principios claśicos de la propaganda política.

1. Principio de simplificación y del enemigo único. Este principio tiene dos finalidades: adoptar y propagar una idea única e individualizar al adversario. El reporte ofrecido por el BM en torno a las problemáticas de la juventud latinoamericana es un ejemplo claro de lo anterior. Dicho documento alude en primera instancia a la juventud como un sector poblacional monolítico, homogéneo, es decir, subsume la diversidad juvenil instituyente a la mirada fija, instituida, vinculada con un ideal del deber ser joven. Toda desviación de la ruta establecida por dicho ideal se sanciona negativamente y, en el extremo, se criminaliza. Veamos una de las razones por las que el reporte sugiere que es preciso tomar en cuenta el “fenómeno de los Ninis”:

Contribuye a la transmisión intergeneracional de la desigualdad […] Este desequilibrio, junto con el efecto negativo de largo plazo que el ser nini tiene sobre el desempeño en el mercado laboral, tiende a perpetuar la transmisión de la disparidad de género y de ingresos de una generación a la siguiente, obstruyendo la movilidad social y la reducción de la pobreza en la región (BM, 2016: 1).

La referencia anterior ofrece una buena clave de lectura para desvelar el espíritu desde el que está escrito el informe, es decir, tanto la idea única que lo articula; como la individualización del adversario. Ahí se argumenta que las posibilidades de movilidad y ascenso social se ven obstaculizadas por un sector de la población específico –los jóvenes que no estudian ni trabajan–, el cual tiene un efecto pernicioso sobre los mercados de trabajo.  Son ellos y ellas, con su “ser nini”, los que perpetúan las disparidades sociales y económicas. ¿Realmente quienes redactan el informe son tan ingenuos como para no darse cuenta que por lo menos en buena parte de los países de América Latina la correlación entre las variables que analizan opera a la inversa? ¿Acaso no son precisamente las distorsiones que el modelo de desarrollo impone sobre los mercados laborales las que producen la emergencia de amplios sectores precarizados  que sufren una inclusión brutalmente desigual, y no al revés? En un contexto en el que las condiciones materiales mínimas para la subsistencia no están resueltas, ser “nini” no es, en la mayoría de los casos, una decisión sino una imposición. Como decía antes: el acto de nombrar de ninguna manera es inocuo.

2. Principio del método de contagio. Este busca aglutinar a diversos adversarios en una sola categoría o individuo. En este sentido, la referencia a los ninis plasmada desde el título del informe del BM, y hasta en las recomendaciones que en este se hacen, no es gratuita. Desde lo que pareciera una distancia aséptica, involuntaria en apariencia, el calificativo de ninis utilizado por los autores del informe ejerce una función de ocultamiento. No se les llama jóvenes precarizados o excluidos. Hacerlo así implicaría reconocer que la condición a la que se enfrenta este sector poblacional se debe más a la incapacidad estatal para brindar oportunidades dignas, y a la naturaleza predatoria del sistema, que al ejercicio de una agencia juvenil que opta por abandonar sus estudios o que a toda costa evita ingresar en el campo laboral. ¿Acaso reconocer que la verdadera falla se encuentra en el seno del modelo de desarrollo que suscriben las naciones latinoamericanas –o se les impone– y no en los sujetos no anula la hipótesis principal que sirve de guía para el desarrollo del documento auspiciado por el BM, en el cual se culpabiliza a los jóvenes precarizados de las condiciones en las que éstos se despliegan?

3. Principio de la transposición. Éste implica cargar sobre el adversario los propios errores o defectos. Quizá éste sea uno de los aspectos más perversos en el esquema propagandístico. Esto es así debido a su eficacia simbólica en términos de la influencia que ejerce sobre la opinión pública. En el extremo, no solo se utiliza la culpabilización como estrategia, sino que se tiende a criminalizar a lo “Otro”, a lo diferente, a lo que no se comprende. Basta revisar la pregunta que articula el marco conceptual desde el que se interpretan los datos obtenidos por los realizadores de la investigación. Dicha interrogante se plantea así: ¿por qué los jóvenes se convierten en ninis? La pregunta tiene un sesgo fundamental, puesto que asume que el joven es el que decide ingresar en las filas del desempleo o transformarse en un desertor escolar; como si la decisión de abandonar la escuela o de no trabajar fuese un asunto cuyo resultado se sitúa exclusivamente en el ámbito personal, sin influencias externas de ningún tipo. De ahí que no sea extraño encontrarse con aseveraciones que afirman que son los ninis los que distorsionan los mercados de trabajo, y no a la inversa. Lo anterior queda más claro en el informe citado cuando se argumenta que: “En algunos contextos [el fenómeno de los ninis], está vinculado a la delincuencia y la violencia” (BM, 2006: 1-7). ¿Cuál es la explicación que dan los autores del informe a lo anterior, por lo menos para el caso mexicano? Entre otras cosas, la violencia en México se debe ¡al incremento de los ninis hombres! ¿Acaso con argumentos de este tipo no se pone de relieve la delgada línea entre estos y la visión decimonónica que sugería que la juventud era una enfermedad que se curaba con el tiempo y con fuertes dosis de mano dura y control férreo? Se requiere prestar extrema atención al contenido de las políticas públicas de juventud por venir.

Es claro que urge una lectura más detenida del informe ofrecido por el documento publicado por el BM. Habrá que contrastar y contestar sus resultados con lo observado por otras comunidades académicas involucradas en la indagación del tema. Seguramente habrá –ojalá– más de alguna objeción con respecto a la interpretación de los datos expuestos en el informe. En todo caso, encuentro un buen arranque –y ése es el objeto de esta intervención– en poner de relieve la importancia que hay en el acto de nombrar. Éste de ningún modo es inocente o aséptico. Referirse a los jóvenes precarizados, violentados, excluidos, como “ninis”, tiene un trasfondo fundamental. Cuando uno revisa desde dónde y quiénes esgrimen los argumentos, queda clara la finalidad que persigue el documento revisado aquí. En este sentido, no está de más recordar la llamada de atención foucaultiana con la que se abre este texto: el acto de nombrar la realidad equivale, pues, a crearla. El asunto no es menor: cuando se nombra algo se pone en juego, al mismo tiempo, una serie de mecanismos de legitimación y de sanción; de exclusión y de integración; de memoria y de olvido. Nombrar justifica. Nombrar descalifica. Este acto aparentemente banal revela en última instancia uno de los modos en que el Gran Leviatán, por decirlo hobbesianamente, demuestra y ejecuta su autoridad suprema. Solo resta señalar que donde se ejerce el poder también se abre un espacio crucial para la resistencia y el desacato.

(Foto: cortesía de Photo RNW.org.)


Referencias

[1] Michel Foucault. Microfísica del poder, La Piqueta, España, 1979, p. 79.

[2] Žižek, S. (1998) Porque no saben lo que hacen. El goce como factor político, Paidós: Argentina.

 

Fuente del Artículo:

https://horizontal.mx/no-son-los-ninis-es-el-modelo-economico/

ove/mahv

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Ellos o nosotros

Por: Claudio Katz
Siempre se supo que Macri gobernaba para los ricos y que su modelo económico desembocaría en una gran crisis. La primera afirmación quedó corroborada por la redistribución regresiva del ingreso perpetrada en los últimos dos años. La segunda comenzó a verificarse con la corrida cambiaria de la última semana.Está temblando un modelo neoliberal asentado en enormes desequilibrios externos y fiscales solventados en el endeudamiento externo. Todos imaginaban que la financiación iba a durar hasta el 2019, pero el fin de la película se adelantó en forma imprevista.

Wall Street anunció en marzo que no aceptaría más bonos. El gobierno maquilló esa negativa con un engañoso anuncio de mayor financiación local, pero los capitales golondrinas captaron de inmediato el significado de la sequía. Emitieron la orden de retirada y comenzó la incontenible trepada del dólar.

La financiación se ha cortado por la desconfianza de los acreedores. Intuyen la futura insolvencia del deudor argentino. Por eso las calificadoras bajaron el pulgar, el riesgo país aumenta y la prensa especializada describe escenarios dramáticos.

UNA CONSECUENCIA DEL MODELO

La fragilidad del sector externo es el punto más crítico del esquema actual. Los bancos retiraron los créditos, al notar la ausencia futura de los dólares requeridos para sostener el endeudamiento. Observan la magnitud el déficit externo, que el año pasado superó los 30.000 millones de dólares (5% del PBI).

El bache central se localiza en la esfera comercial. El desbalance de 8000 millones del 2017 marcó un récord histórico. Ha sido generado por las fantasías librecambistas del oficialismo, que abrió el mercado a todo tipo de importaciones.

Mientras que en el mundo impera una dura negociación de aranceles, Argentina se ha transformado en un depósito de cualquier excedente. Para colmo, las exportaciones se frenaron, como resultado de la apreciación cambiaria que genera el ingreso de capitales especulativos.

El desbalance en el plano financiero es igualmente dramático. La salida de divisas acompaña a Macri, desde el mismo día que imaginó la incumplida la lluvia de dólares. La remisión de utilidades ha sido tan sostenida como la fuga de capital. Ese drenaje es congruente con la eliminación de todas las regulaciones a la actividad financiera. Los controles en el circuito bancario fueron desarmados, con la misma velocidad que se anuló la obligación de liquidar los dólares de la exportación .

En la misma desprotección se asienta la bicicleta financiera de los fondos que lucran con la altísima rentabilidad de los bonos argentinos. Las delirantes tasas de interés que aseguran ese negocio, destruyen cualquier posibilidad de inversión productiva. El malgasto de las divisas ha incluido también el despilfarro en el turismo. Esa hemorragia fue incluso celebrada por varios ministros como un maravilloso ejemplo del “retorno al mundo”.

El agujero fiscal es también impresionante. Bordea el típico porcentual del PBI (6-7%), que tradicionalmente precipitó los grandes terremotos de la economía. El gobierno resalta la envergadura de ese déficit y lo presenta como un mal ajeno que debe administrar. Con gestos de compasión, afirma que debió mantenerlo para financiar el gradualismo y evitar mayores sacrificios de la población. Pero oculta que todos los desequilibrios derivan del modelo en curso y no del ritmo de su implementación. Si hubiera apretado el acelerador del mismo combo neoliberal, el desastre sería infinitamente superior.

Cuando los funcionarios despotrican contra la costumbre de “gastar más de lo que ingresa”, ubican todas las desgracias en el primer componente. Olvidan que la recaudación quedó seriamente afectada por la reducción de los impuestos a los exportadores. Tampoco señalan que el blanqueo no revirtió la evasión. Argentina figura en el quinto puesto mundial de ese flagelo y la moda oficial de proteger patrimonios en empresas “off shore”, ilustra quiénes son promotores de la estafa al fisco.

El oficialismo también olvida registrar cómo el pago de intereses deteriora las cuentas públicas. Sólo en el primer trimestre del año esas erogaciones aumentaron 107% en comparación al 2017.

El modelo neoliberal genera descalabros que el gobierno no puede encarrilar. El desastre en curso no fue desencadenado por la nueva alícuota del impuesto a las ganancias sobre los títulos, sino por la aterrorizada reacción del Banco Central. En pocos días incineró varios manuales de política monetaria. Recurrió a todos los instrumentos conocidos para frenar una corrida y no acertó con ninguno. Incluso apeló infructuosamente al judicializado mercado del dólar futuro.

La crisis internacional no ha sido hasta ahora determinante del temblor argentino. Persiste la liquidez financiera global y n o se observa una repetición del “efecto tequila” sobre las economías latinoamericanas. Ciertamente el incremento de las tasas de interés de Estados Unidos altera todas las inversiones en el mundo. Pero ese reacomodamiento tiene por el momento efectos acotados.

Si Argentina padece ese resfrío como una grave neumonía es por el pánico que suscita su alocado endeudamiento. El país encabezó en los últimos dos años el tablero mundial de colocación de títulos y es penalizado por ese descontrol. Pero el grueso de la población no es responsable de ese desmanejo. El culpable es Macri y los CEOs de su gabinete, que engrosaron los caudales de la clase capitalista. Para ocultar ese delito los comunicadores del oficialismo achacan a todos los “argentinos”, un desfalco consumado por esa minoría de privilegiados.

RETORNO AL MISMO FONDO

Las cifras de mayo retratan la gravedad de la crisis: devaluación del 20%, tasas de interés del 40%, pérdidas de 8.000 millones de dólares de las reservas. El temor por un dramático desenlace se acrecienta, con algunos síntomas de traslado de esa tensión a los bancos.

El gobierno se burla de la población emitiendo mensajes de tranquilidad. Pretende crear la ilusión de una simple corrección de la flotación cambiaria, sin consecuencia alguna. Todavía repite que el nivel de endeudamiento es “bajo en comparación al PBI”, como si esos genéricos porcentuales (y no la capacidad efectiva de pago del deudor) determinaran la actitud de los acreedores.

Mientras el discurso oficial minimiza la crisis, los financistas del exterior no cuidan las formas, en sus convocatorias “a escapar de la Argentina” (Forbes). La tranquilidad del gobierno es una burda estrategia, para evitar el despertar colectivo frente a la grave situación.

La decisión de volver al FMI confirma el dramatismo de la coyuntura. Es una medida desesperada que sorprendió a los propios popes del Fondo. Ilustra el pánico de un gobierno que busca blindajes a cualquier precio para frenar la corrida. La decisión fue tan imprevista, que anunciaron el retorno sin programa, ni cambio de ministro.

Los funcionarios peregrinan por Washington desconociendo las condiciones de los préstamos que mendigan. En el contexto de bajas tasas internacionales y cierta recuperación de la crisis del 2008, muy pocos países recurren al FMI. Los que eligen esa salida no tienen otro refugio.

Es totalmente ridículo imaginar la existencia de “otro FMI”. Esa institución es manejada por los mismos expertos en demoler conquistas populares. Los países atados a su tiranía atraviesan por el peor de los mundos. Es el caso de Grecia que no pudo desembarazarse de la auditoría del Fondo.

Los helenos ya padecieron cuarto rescates de sus bancos y tres agudas recesiones que retrotrajeron un 25% la renta nacional. La tasa de desempleo bordea ese mismo porcentaje, la deuda pública ha trepado al 180% de PBI y las pensiones sufrieron 14 recortes.

Argentina afronta las mismas perspectivas. El FMI será durísimo con el país. De las tres variantes crediticias que tiene disponibles sólo ofreció la versión más intragable. Descartó la línea flexible (que recibieron Colombia y México) y la modalidad de precaución (utilizada por Macedonia y Marruecos). A la Argentina sólo le otorgarán el conocido stand by por un monto aún desconocido.

Los 30.000 millones dólares que pide el gobierno superan todo lo asignado a los 13 países con planes de estabilización. La suma final llegará igualmente a cuenta gotas, para evitar su rápida conversión en divisas fugadas al exterior.

Cada porción utilizada de ese crédito será rigurosamente auditada por los enviados del Fondo. Esa revisión simboliza el brutal retorno a los años 90. Los expertos del FMI volverán a desembarcar trimestralmente para constatar su insatisfacción y exigir mayores ajustes.

No hay ningún misterio en los reclamos inmediatos de esa delegación. En diciembre pasado elaboraron un detallado ultimátum de reducción del gasto social, con mayor flexibilidad laboral, reforma previsional y despidos de empleados públicos. La paulatina privatización del ANSES y el drástico recorte de los presupuestos provinciales figuran al tope de esa agenda. En las conversaciones actuales habrían añadido un nuevo blanqueo y sobre todo una mega-devaluación con recesión que permita efectivizar la mejora real del tipo de cambio.

El ritmo y la aplicación de ese paquete dependerán de la intensidad de la crisis, que será testeada el próximo martes. Ese día el Banco Central afronta un enorme vencimiento de títulos (LEBACS). El volumen total de esos bonos equivale al monto de las reservas y al total del circulante. Si una parte de sus tenedores resuelve liquidarlos para refugiarse en el dólar, la corrida puede alcanzar otro pico de tensión.

Si por el contrario esa emergencia queda superada con la aterradora tentación de cobrar un 40% de interés, las mismas disyuntivas reaparecerán en los próximos meses. Como la cotización de todos los bonos argentinos se encuentra en franca picada, ya es evidente la gran desvalorización de activos que sufrirán las instituciones oficiales (empezando por el ANSES), que atesoran esos títulos.

En cualquier escenario el pacto firmado con el diablo del FMI empuja a la economía argentina al precipicio. Ya se avizora el círculo vicioso de ajustes que contraen la actividad productiva, deterioran la recaudación, potencian el déficit fiscal y desembocan en nuevos ajustes. El espejo de Grecia está a la vista, con eventuales elementos de estanflación.

Los anticipos de ese cuadro despuntan en el nuevo piso de inflación anual del 30%. Si la tasa de interés no baja rápidamente la recesión será inevitable. El gobierno cortó 30.000 millones de pesos de la obra pública, pero el FMI exigirá una paralización total. En los próximos meses nadie recordará la ficción estadística de menor pobreza que difundió el gobierno. Basta observar la pavorosa expansión de la mendicidad en las calles, para observar cuál es el panorama social que afronta el país.

REACCIONAR A TIEMPO

El manejo de la bomba que ha plantado el gobierno dependerá de la memoria y capacidad de reacción popular. El rechazo total al acuerdo con el FMI fue anticipado por las encuestas previas a la negociación. Entre el 75% de los consultados que rechaza el convenio figura la gran mayoría de los votantes del Cambiemos.

El retorno al FMI tiene un significado emotivo enorme. Recrea todo lo sucedido en el 2001. Por eso ya se difunden tantas analogías con el blindaje De la Rúa. Es imprescindible trasformar ese bagaje en rechazo activo, movilización y propuestas alternativas.

El punto de partida es ganar la calle para generar una drástica reversión del curso actual. El clima de tácita aceptación de las desregulaciones -que propagan los grandes medios de comunicación- desguarnece a la economía. Para evitar el agravamiento de la crisis hay que reintroducir todas las regulaciones eliminadas por oficialismo. Son medidas básicas frente a la emergencia.

El control de cambios es tan urgente como la prohibición al libre ingreso y salida de los capitales. Los depósitos de los pequeños ahorristas deben ser protegidos, mientras los grandes bancos y tenedores cargan con las pérdidas de los bonos desvalorizados. Hay que erradicar todos los mitos sobre la adversidad de un “cepo cambiario”. Los dólares no son un bien privado de libre disponibilidad. Sin controles a su atesoramiento y circulación no hay forma de lidiar con las corridas.

En lugar de volver al FMI corresponde investigar la deuda contraída en los últimos años y enjuiciar a los responsables de esa aventura. Caputo, Dujovne y Sturzzeneger deberían estar desfilando por los Tribunales. Mientras se revisa el estado real de las cuentas públicas hay que frenar la hemorragia de divisas que impone el pago de los intereses. La crisis actual empezó con el sometimiento a los fondos buitres y no puede resolverse sin ajustar cuentas con los depredadores del tesoro nacional. El manejo estatal del sistema financiero es una condición para emerger de la delicada situación actual.

Sólo por ese rumbo el costo de la crisis recaerá sobre sus causantes y no sobre la mayoría popular. Ese camino requiere una frontal batalla de ideas con todos los economistas de la derecha que han copado la televisión. Ensalzan el acuerdo con el FMI como una nueva justificación del mega-ajuste y lo presentarán como una necesidad para “cumplir con el mundo”. El mismo atropello que el oficialismo preparaba para después del 2019 será expuesto como un acto de responsabilidad hacia los acreedores.

Pero la factibilidad de esa maniobra se ha reducido drásticamente. El escenario político ha cambiado y las elecciones han quedado situadas muy lejos de la urgencia actual. Macri intentará golpear con el garrote y la zanahoria. Prepara el veto a la ley de restricción al tarifazo y buscará copiar el modelo brasileño de gobierno para-institucional.

Pero es consciente de su debilidad y recurrirá a los gobernadores y al PJ para lograr el mismo aval hacia el FMI, que obtuvieron para concertar el acuerdo con los fondos buitres. Sus socios ya le tendieron una mano en el Congreso al negarse a repudiar el retorno al FMI, aprobando una ley de liberalización del mercado de capitales en plena tormenta financiera.

La intensidad de la movilización definirá quién gana la partida. En pleno desconcierto popular frente al temblor financiero, esa reacción es por ahora limitada. Está pendiente la reaparición de gran fuerza lograda en calles durante diciembre. Esa potencia de la lucha podría recuperarse en las batallas contra el tarifazo y el techo a las paritarias. Pero el rechazo al FMI ocupa ahora el primer lugar de cualquier demanda.

Es urgente frenar la mayor agresión contra las conquistas populares de los últimos años. El tan anunciado mega-ajuste finalmente se avecina. Frente a la artillería que prepara el gobierno, el FMI y los capitalistas hay que erigir las defensas populares a toda velocidad. Como ya ocurrió en el pasado nuevamente son ellos o nosotros.

*Fuente:  www.lahaine.org/katz

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Escuela y empresa: cada vez más cerca

Por: Jaume Carbonell

El neoliberalismo inventa nuevos mecanismos y lenguajes para penetrar en la educación. Una de las últimas palabras inventadas es el de profesario.

Uno de los propósitos del neoliberalismo es la penetración de la lógica del mercado en la educación y en otros ámbitos sociales y culturales. En los últimos tiempos su influencia crece cuantitativa y cualitativamente. La máxima podría resumirse así: menos Estado y más mercado pero con el permiso del primero. Y con muchas matizaciones, pues con frecuencia el neoliberalismo cohabita con el pensamiento neoconservador del Estado e incluso con la dictadura. El caso de Chile no es una anécdota. Tampoco lo es el gobierno de la Comunidad de Madrid bajo el mandato de Esperanza Aguirre. Cambian los gobiernos -de igual o distinto signo- pero esas políticas desreguladoras e insolidarias, que premian al más fuerte y al más espabilado y castiga al más débil, siguen ahí, con nuevos mecanismos, conceptualizaciones y terminologías.

El último invento creativo lo presentó a mediados de enero, dentro del programa “Emprender” de televisión española, Sergio Hernández, empresario y docente en prácticas. Ha dado en el clavo con una palabra que empieza a ser viral: profesario, que une “la generosidad y paciencia del profesor con la visión y la chispa del empresario”. Se trata de retroalimentar el ámbito educativo y el empresarial con más sabiduría y flexibilidad. Dos mundos, sostiene el nuevo crack, que están condenados a entenderse. ¡Qué palabra, incluso fonéticamente suena dura, y ya no digamos conceptualmente! ¡Qué lejos quedan aquellos tiempos en que al profesorado se le consideraba un trabajador de la enseñanza! ¡Y qué manera de pervertir el valor y la dignidad del vocablo maestro o maestra! Dentro de la filosofía del emprendimiento esa síntesis encaja como anillo al dedo. Se abre, por tanto, un nuevo foco de análisis.

De momento, los últimos ensayos educativos en torno al neoliberalismo, además de explorar las finalidades, políticas y mecanismos del capitalismo de la posmodernidad, diseccionan la formación de la personalidad neoliberal, su proceso de subjetivación.

Tal es el caso del último libro de Jurjo Torres: Políticas educativas y construcción de personalidades neoliberales (Morata, 2017) que, en cierta medida, nos recuerda otra de sus obras más brillantes en torno al currículum oculto. Torres incluye cuatro dimensiones en la conformación neoliberal del ser humano: a) Homo Economicus, que coloca el dinero y la riqueza como el motor de vida, como la motivación más determinante de sus comportamientos. Dentro de esta tesitura es el poder económico de cada persona lo que le permite elegir las mejoras ofertas dentro del mercado, comportándose como un cliente y no como un ciudadano sujeto de derechos y prestaciones sociales. b)  Homus consumens, que subraya la obsesión por el consumismo compulsivo que le lleva a pagar un alto precio por la satisfacción de necesidades artificiales y absolutamente prescindibles. Pero es esto lo que le proporciona una seguridad, un prestigio social e, incluso, un cierto narcisismo. c) Homo debitor, que entra en la lógica del circuito económico en la medida que tiene que satisfacer un montón de necesidades.  Por otro lado, el endeudamiento es otra manifestación de poder y distinción social. Asimismo se facilita la oleada privatizadora expansiva de nuevos espacios y nichos de negocio. Y d) Homo numericus, en la que la vida de las personas siempre es medible y cuantificable. Se construye un aparato con técnicas crecientemente sofisticadas para reunir un montón de información, predecir comportamientos, diagnosticar, evaluar a lo largo de toda la vida. Ni que decir cabe que el imperio de la evaluación y la clasificación se ha instalado de lleno en los distintos niveles de la enseñanza. “En la sociedad post-panóptica -caracterizada por Bauman- ya no hay una mirada centralizada que controla, sino que todas las personas se sienten vigiladas y se vigilan entre sí; viven autocontrolándose en todo momento, pues aben que pueden estar siendo objeto de comparaciones. Esta estrategia, además, facilita competir consigo mismo y con los demás de una forma exagerada.”

El otro libro es el de Enrique Javier Díez Gutiérrez Neoliberalismo educativo. Educando al nuevo sujeto neoliberal (Octaedro, 2018) y discurre por similares derroteros. También pone el énfasis en una de las claves de la subjetividad neoliberal: ser empresario de sí mismo. Es el ser humano del cálculo y del interés individualista que se abre paso y se realiza a través de una permanente y feroz competición con otros sujetos, que tiene como máxima el “ayúdate a ti mismo”. En esta sociedad del interés individual y del egoísmo no hay lugar para la solidaridad colectiva en un entorno donde se desligitima y neutraliza el conflicto social, ya que las responsabilidades no atañen al gobierno o a la comunidad, sino a la propia persona reconvertida en emprendedora y empresaria. En esta vida regida por las pautas del mercado, la libertad y obligación de elegir de los consumidores constituye la única regla de juego, de la que surgen ganadores y perdedores, con sus dramáticas consecuencias de desprotección social y sufrimiento. Ello viene acompañado de una poderosa industria de tecnología evaluativa para medir el rendimiento y la eficacia. “El rendimiento de cuentas, la accountability, una forma de evaluación basada en los resultados medibles, se ha convertido en el principal medio para orientar los comportamientos, incitando a la inversión y el “rendimiento” individual.”

Ambos libros apuntan alternativas de política educativa, con distinto grado de concreción. Ahora bien, no entran en el análisis de la contestación y resistencia que encuentra la nueva ofensiva neoliberal en los centros escolares y en otros espacios de socialización. Una tarea pendiente que sería conveniente abordar en próximos ensayos en torno a este inquietante modelo económico que penetra en todas las esferas individuales y colectivas.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/pedagogiasxxi/2018/02/14/escuela-empresa-vez-mas-cerca/

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‘El mundo está en crisis de aprendizaje’: Banco Mundial

Banco Mundial/ febrero de 2018/Por: Simón Granja Matias /Fuente:http://www.eltiempo.com

Según informe, millones de estudiantes enfrentan problemas por la mala calidad de la educación.

La evidencia lo ha demostrado: la educación de calidad es el motor de la productividad y, por consiguiente, del crecimiento económico de todo país y del mundo. Sin embargo, como advierte el informe sobre el desarrollo mundial 2018 del Banco Mundial, “hay una crisis del aprendizaje en la educación”.

Este informe, que cada año se publica con un enfoque en particular y acorde con las necesidades coyunturales del mundo, se centró en esta ocasión y por primera vez en los 40 años que ha sido publicado en analizar la educación como parte del desarrollo económico.

El documento ‘Aprender para hacer realidad la promesa de la educación’ expone que millones de jóvenes estudiantes de países de ingreso bajo y mediano enfrentan la posibilidad de perder oportunidades y percibir sueldos más bajos en el futuro debido a que la escuela primaria y secundaria no les brindan las herramientas necesarias para prosperar en la vida.

También diferencia dos conceptos: escolarización y aprendizajes. El documento dice que en los últimos años se ha presentado el índice más alto en la historia de la humanidad de escolarización, es decir, cantidad de niños que asisten a una escuela. Sin embargo, esto no es suficiente porque no se está formando bien, y es ahí donde se presenta el mayor problema. Los niños y jóvenes en el mundo no están aprendiendo las competencias básicas como las cognitivas (matemáticas, lenguaje, ciencias, etc.) ni las socioemocionales (inteligencia emocional, tolerancia a la frustración, etc.), ni las competencias para la vida (trabajo en equipo, liderazgo,etc.).

Aunque la crisis que denuncia el organismo en el texto es mundial, hace un especial llamado de atención a América Latina. Según Rafael de Hoyos, economista principal del Departamento de Educación para América Latina del Banco Mundial, “las disparidades que vemos hoy en el sistema educativo en términos de aprendizaje –quién está aprendiendo y quién no– son el mejor predictor de la desigualdad al ingreso que vamos a ver en el futuro”.

Explica que la desigualdad del ingreso es un reto común a todos los países de la región y muy relevante en particular para Colombia. Y según lo que se encontró en el informe, la solución no está, por ejemplo, en generar políticas macroeconómicas. “El gran cambio es darles a todos los niños, sin importar su situación social, las habilidades para que puedan ser productivos el día de mañana. Eso sí genera cambios en las estructuras de la sociedad”, aseguró.

La crisis del aprendizaje tiene tres dimensiones según el estudio. Por un lado, están los resultados de aprendizaje poco satisfactorios. Como se describió anteriormente, el aprendizaje que se supone debería garantizar la escuela. La segunda dimensión son las causas inmediatas. Estas se reflejan en el quiebre de la relación entre la enseñanza y el aprendizaje y se producen de cuatro maneras: los niños no llegan preparados para aprender por malnutrición, enfermedades y difíciles condiciones asociadas a la pobreza; además, estos niños llegan a escuelas en las que los maestros no tienen las competencias ni la motivación para enseñar de manera eficaz; tampoco tienen los insumos adecuados; y, por último, hay mala administración que suele menoscabar la calidad educativa.

Otra dimensión de la crisis es más profunda. Por ejemplo, muchas de las causas son de naturaleza política: “Los políticos actúan para mantener sus posiciones de poder, lo que puede llevarlos a enfocarse en ciertos grupos para obtener ventajas”.

Pero el documento no es solo de problemas, también plantea soluciones. Recomienda medidas de políticas concretas para ayudar a los países en desarrollo a resolver la crisis del aprendizaje: realizar evaluaciones más eficaces de la situación, utilizar la evidencia sobre lo que funciona y lo que no para orientar la toma de decisiones, y movilizar a los distintos sectores de la sociedad para impulsar cambios educativos que promuevan el aprendizaje.

Hoyos afirma que es necesario que toda la sociedad entienda la importancia de la educación: “Es el Estado el responsable de garantizar el derecho de estos niños de aprender bien, pero también son todos los actores relevantes –los medios de comunicación, los empresarios– los que deben estar alineados a exigir educación de calidad”.

Fuente de la Noticia:

http://www.eltiempo.com/vida/educacion/banco-mundial-lanza-alerta-por-mala-calidad-de-la-educacion-181540

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Chile: impuestos y educación

Chile/07 de noviembre de 2017/ Fuente: El País

Si Sebastián Piñera gana, haría mal en repudiar las líneas políticas básicas de su predecesora

La economía chilena atraviesa por una fase de ralentización desde 2015 cuya causa principal es el descenso del precio del cobre en los mercados mundiales. Para Chile, el cobre es una especie de monocultivo; otros países dependen del petróleo, pero, claro, el cobre no está defendido en los mercados por un cártel poderoso. Cuando el precio del cobre cae, no existen herramientas eficaces para subirlo de nuevo; hay que esperar pacientemente a que se recupere. Este año la economía chilena crecerá en torno al 1,5%. Pero también hay buenas noticias: el precio del cobre se está recuperando y, por lo menos, el metal ya no constituirá un lastre para el crecimiento. No obstante, para 2018 las estimaciones de crecimiento no superan el 2%; tendrán que pasar un par de años para que se alcance una tasa de crecimiento del 4%.

Pero el avance coyuntural expuesto en números poco nos dice de la estructura económica del país, que al fin es lo que decide la calidad del bienestar y la estabilidad futura. Acaso el indicio de la dependencia del cobre revela la descompensación de las fuentes de riqueza. El equipo económico de Michelle Bachelet apenas se equivocó un milímetro en su diagnóstico sobre los flancos débiles de la economía chilena. En primer lugar, se hace necesario reducir la dependencia del cobre; condena a los chilenos a una excesiva e innecesaria volatilidad en el crecimiento económico. Claro que, como se apresuran a explicar desde las localizaciones mineras, la reducción tiene que ser paulatina. Faltaría más. Pero ya urge iniciar el viraje hacia nuevas fuentes de riqueza.

Con la misma urgencia, o mayor, había que reformar el sistema fiscal. Cualquier observador distraído lleva a la conclusión de que los Estados que quieren contribuir al crecimiento económico —aunque sea de la manera indirecta que predica el liberalismo— están obligados a contar con una estructura recaudatoria firme y segura, que, desde luego, no quiere decir confiscatoria. Se trata sencillamente de asegurarse un flujo continuado de ingresos a los que deben contribuir las empresas y las rentas individuales de forma proporcionada. El mismo observador distraído comprenderá que la diferencia entre los países desarrollados y los emergentes es, básicamente, de seguridad fiscal.

El Estado chileno necesitaba aumentar los ingresos para cubrir las inversiones necesarias en educación, otro de los graves déficits de la sociedad chilena. Porque la educación, una externalidad para el catecismo neoliberal, es una de las formas —junto con la seguridad jurídica, por cierto— que tiene el Estado para contribuir al crecimiento. Por estas y otras razones, las decisiones económicas de Bachelet estuvieron plenamente justificadas.

El argumento dominante hoy insiste en culpar a los cambios fiscales y educativos de la caída de la inversión. «Crearon incertidumbre», se pontifica con seguridad impostada. Es probable; pero sabemos, desde que Keynes nos lo enseñó, que las decisiones de inversión dependen principalmente de las expectativas de demanda y, por lo tanto, sería más acertado suponer que la caída de la demanda es la causa previa a la depresión inversora. Por otra parte, se extiende el consenso de que las expectativas de demanda mejorarán en los próximos meses. Así que la fase depresiva de la inversión puede empezar a cerrarse en los próximos meses.

En las próximas e inmediatas elecciones (19 de noviembre) tiene ventaja el candidato de la derecha, Sebastián Piñera. Mal haría, si gana, en repudiar el diagnóstico y las líneas políticas básicas de Bachelet, salvo en lo que se refiere a la modulación de los detalles. La fiscalidad y la educación son líneas de progreso para Chile, por más que Piñera se sienta tentado de recurrir a modos de crecimiento más endebles.

Fuente:

https://elpais.com/economia/2017/11/02/actualidad/1509648951_822515.html

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