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El fin del sueño americano

Por: Daniel Seixo

Cuando los gobiernos temen a la gente, hay libertad. Cuando la gente teme al gobierno, hay tiranía

«Cuando la injusticia se convierte en ley, la resistencia se convierte en deber.»

Thomas Jefferson

A estas horas las calles de Washington arden a escasa distancia de la Casa Blanca, fruto de la rabia y la indignación por el asesinato racista de George Floyd hace apenas una semana. A su vez, a medida que las balas de goma, las porras y los gases lacrimógenos comienzan a ocupar su lugar en la ignominia que incrédulamente presenciamos, la rabia y la frustración contra el sistema y la flagrante injusticia que representa, se hacen patentes ante la enésima provocación infantil del pirómano en jefe Donald Trump.

Biblia en mano e invocando una ley de 1807 contra insurrecciones, el presidente de Estados Unidos ha actuado como un auténtico estadounidense. Al menos ha actuado como un auténtico hijo y representante del neoliberalismo de su país, anteponiendo sus propios intereses a los de su nación. A fin de cuentas, ¿a quién diablos le importa el estado cuando hay unas elecciones en juego?

Las imágenes del ejército, la Guardia Nacional, arribando en convoyes militares a sus propias ciudades para intentar sofocar una indignación y rabia profundamente justas, suponen la cruel realidad de un país gestado y mantenido con vida por la violencia y el amor a un ideal que apresuradamente se desvanece, sin que en esta ocasión estén ahí los comunistas, los rusos, los bolivarianos o los yihadistas para culparlos. No al menos para nadie con dos dedos de frente. Las imágenes de la sede de la CNN siendo atacada por manifestantes que claramente la identifican como un enemigo, deberían hacernos reflexionar a todos acerca del papel jugado por los medios de comunicación en todo esto y su continuada negligencia a la hora de enfocar la realidad de la sociedad estadounidense. La trama rusa, Ucrania, los líos de faldas, sus tours por Asia con Kim Jong-un, las payasadas diarias o su reciente delirio de considerar como organización terrorista a algo que ni existe como tal, ni puede ser declarado como tal… Cualquier cosa ha valido a la prensa para desviar la atención de un país en el que quienes nacen en la pobreza, tienen más posibilidades que nunca antes para seguir siendo pobres. En el país de la opulencia, los grandes eventos deportivos, las estrellas de rock, Hollywood, las series de televisión, la MTV o las Kardashians, resulta que millones de estadounidenses se están hundiendo en la absoluta pobreza y nadie se ha molestado en documentarlo o mucho menos denunciarlo.

Hoy Estados Unidos se incendia por la desigualdad y la extrema pobreza, simplemente resulta necesario ser uno de los perdedores del mejor de los mundos para lograr comprenderlo

Estados Unidos, una de las naciones más ricas del mundo, dista ya mucho de ser la “tierra de oportunidades” y lenta, pero inexorablemente, camina cara a una distopía en la que la desigualdad y la violencia suponen los grandes rasgos definitorios del sistema. Según el propio censo de Estados Unidos, más de 40 millones de estadounidenses viven en la actualidad en la pobreza y más de 5 millones soportan condiciones similares a las del tercer mundo, la llamada pobreza absoluta. Más de 46 millones de estadounidenses dependen directamente del banco de alimentos, entre ellos, unos 13, 3 millones de niños. Todo esto antes de los efectos de la crisis del coronavirus, una crisis que ha dejado la escalofriante cifra de 40 millones de estadounidenses desempleados, escalofriante porque en el país de las oportunidades, no tener trabajo significa no tener seguro médico o prestación alguna que lo sostenga a uno más allá de lo que hayas podido reunir por iniciativa propia.

Por eso el fuego de hoy es distinto al prendido en tantas y tantas ocasiones antes en Detroit, Chicago, Tulsa, Los Ángeles, Ferguson o en un sin fin de ciudades con focos menores de indignación y rabia en los barrios pobres. Aquellos que nunca salen en las películas si no es para mostrar la detención de un traficante o las miserias de esa otra sociedad, esos no estadounidenses de total derecho, la población con más posibilidades de acabar pisando una cárcel o un cementerio fruto de una bala perdida o dirigida directamente a ellos, los que tienen menos posibilidades de acabar sus estudios y pisar una universidad. Aquellos cuya tasa de mortalidad infantil resulta similar a la de países subdesarrollados y en los que la obesidad, el alcoholismo y las drogas suponen una pandemia mayor que el COVID.

El desprecio por la población pobre en Estados Unidos ha generado un sistema ciego y sordo ante las necesidades de estas comunidades. Un sistema excesivamente burocrático, adelgazado y plagado de corrupción, incapaz de responder al descontento si no es con armas y mano dura. En un país cuyos niveles de violencia en sus grandes urbes son similares a los de Colombia o Brasil, la policía se ha acostumbrado al «dispara primero y pregunta después«, especialmente si eres negro. Y no, el racismo no es un invento o una paranoia de una comunidad especialmente violenta, el racismo es una realidad dibujada en la menor esperanza de vida de los afroestadounidenses o en su menor capacidad para encontrar un empleo. Mientras que la esperanza de vida de un universitario blanco es de 80 años, la de un afroamericano con escasa formación académica se sitúa en los 66 años, catorce años con el doble de posibilidades de perder un hijo al nacer o de que su familia termine en la pobreza, catorce años bajo la amenaza de la brutalidad policial, los arrestos arbitrarios o la cárcel. Catorce años de profunda y continua desigualdad racial. El bienestar en Estados Unidos se encuentra profundamente estratificado y los afroamericanos siguen ocupando a día de hoy el eslabón más débil del sistema.

Las imágenes del ejército, la Guardia Nacional, arribando en convoyes militares a sus propias ciudades para intentar sofocar una indignación y rabia profundamente justas, suponen la cruel realidad de un país gestado y mantenido con vida por la violencia y el amor a un ideal que apresuradamente se desvanece,

No resulta preciso ser negro para pasarte el día trabajando en uno, dos o tres empleos mal remunerados que apenas te alcanzan para sobrevivir, ni tampoco lo resulta para terminar en una comisaria con el cuerpo lleno de golpes o para sucumbir antes las facturas médicas o la tentación de los opiáceos. No resulta necesario, pero sin duda el sistema ayuda y provoca que tengas más posibilidades para ello cuando eres negro. Hoy Estados Unidos se incendia por la desigualdad y la extrema pobreza, simplemente resulta necesario ser uno de los perdedores del mejor de los mundos para lograr comprenderlo. Tan solo eso. Pero también en esto, ser negro «ayuda».

Fuente e imagen: https://nuevarevolucion.es/el-fin-del-sueno-americano/

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Una lectura de Capital e ideología

Reseña:

No hay duda de que en este momento el neoliberalismo no goza de la hegemonía aplastante que solía exhibir años atrás. Sus valores y su forma de ver el mundo siguen siendo los que se difunden por defecto en las universidades y en los medios de comunicación, pero la percepción de su viabilidad a largo plazo ha cambiado. La insostenible desestructuración social (con su correlato de extremismo identitario o religioso), la catástrofe ecológica evidente y la espada de Damocles de nuevas explosiones financieras como la de 2008, han creado dudas entre las élites. Estas dudas percolan hacia abajo y si no acaban de prender en proyectos políticos es porque no existe una alternativa estructurada. El anatema thatcheriano que señaló el comienzo del reinado político del neoliberalismo (“there is no alternative”) sigue pesando como una losa. Como señala George Monbiot incansablemente, la única forma de romper la maldición es presentar una alternativa.

Thomas Piketty ya hizo mucho daño a la respetabilidad social de la ideología neoliberal con su primer best seller en que demostraba, Excel en la mano, que el sistema financiero capta muchas más rentas que las que su funcionalidad justifica y que, dejado a su propia dinámica, se hipertrofia horriblemente —y además explota en crisis periódicas que se lo llevan todo por delante, añadiríamos nosotros—. En este segundo best seller, Piketty reflexiona sobre otra de las tres patas del creciente desprestigio del neoliberalismo: la desigualdad económica y social que han creado sus cuarenta años de hegemonía. Piketty tiene claro que la desigualdad es injusta, disfuncional e intolerable, y utiliza el nivel de desigualdad en cada periodo de tiempo como el criterio para juzgar si es mejor o peor que otros. Mediante gráficos y estadísticas de precisión maníaca, Piketty muestra que algo terrible empezó en 1980, algo que debe ser revertido con urgencia. Y como es consciente del poder del anatema thatcheriano, dedica las últimas cien páginas a describir una utopía discreta y poco épica pero que cuestiona hasta la raíz la sacralidad inmanente de la propiedad privada, es decir, el tabú que ruge en el centro de la pesadilla neoliberal.

La buena voluntad que concitan las intenciones de Piketty en el lector aficionado a la literatura marxista y a los programas de la izquierda política, desaparece a medida que se avanza en la lectura del libro. Para este tipo de lector el enfoque de Piketty resulta poco menos que extraterrestre. Su autonomización del hecho ideológico es tan radical que prácticamente regresa a los tiempos de Hegel. Piketty plantea la historia de la humanidad como una lucha entre el deseo inmanente de justicia y las dificultades prácticas de conseguirla. Entre estas dificultades atisbamos a veces las que crean expresamente los que se benefician de la injusticia en cada momento histórico o las que produce el entramado institucional, pero Piketty rehúye siempre presentar su relato como un choque entre privilegiados y oprimidos. Los personajes del relato son las ideologías que se enfrentan en un limbo conceptual. Podemos medir los efectos prácticos de las ideologías y Piketty no para de hacerlo a través de incontables gráficos sobre la desigualdad en todas sus formas, pero la inversa no es aceptable: no se nos permite deducir de los datos de la realidad qué ideología será dominante.

La sensación del lector no es que Piketty sea un ingenuo, sino que de manera intencionada ha querido evitar cualquier argumento que sonara a marxismo o a izquierdismo tradicional. Huyendo de lo que él considera probablemente verborrea marxista, Piketty se va tan lejos que se mete bien dentro del idealismo teleológico. Por decirlo en términos de comedor escolar, se quiere sentar lo más lejos posible de Poulantzas y acaba en la mesa de Hegel. Sorprendentemente, esto no afecta mucho al resultado. El truco de Piketty es mantener firme el axioma de que la desigualdad es mala, injusta y disfuncional. Ese es el mástil al que se agarra para no dejarse llevar por las sirenas del relativismo moral y la funcionalidad económica. En 1939 Ernst Vincent Wright escribió una novela de 250 páginas que no contenía ni una sola letra «e». Ahora Piketty ha escrito mil páginas sobre la desigualdad sin aludir ni una sola vez a las necesidades fácticas de la producción, al estado como articulación política de los grupos sociales, y a la correlación de fuerzas sobre el terreno como la último ratio de cualquier progreso social. Pero esa enorme vulneración de las convenciones del género “ensayo izquierdista” no quita mérito a Piketty. El autor ofrece la utopía de nueva sociedad de apariencia verosímil y concretada hasta el más mínimo detalle. Esta propuesta, difundida en millones de ejemplares de un libro aceptado por el mainstream, resulta mucho más dañina para el neoliberalismo que una apología del materialismo histórico o una apelación a la épica de la Bastilla o del Palacio de Invierno.

1. Antes de la Revolución francesa

Piketty empieza su largo excurso con un análisis de la desigualdad tal como existía antes de la Revolución francesa, considerada por él la frontera entre el mundo antiguo y el mundo moderno. Su principal propósito es mostrar que la desigualdad no es fruto de la fuerza bruta sino de la ideología. Al lector avezado en historia le parecerán muy simplistas sus análisis y no logrará sustraerse a la sensación de que Piketty trabaja en la dirección contraria a la inducción. Es decir, que en lugar de examinar los diferentes casos históricos buscando patrones, va comparando sus ejemplos con el patrón que trae de casa. En cada sociedad del mundo antiguo, nos dice Piketty, había tres tipos de personas, los guerreros, los sacerdotes y los que no son ni una cosa ni la otra. La ideología de cada periodo histórico contiene una justificación de la desigualdad entre estos tres tipos de personas.

La tesis de Piketty es que la desigualdad es el producto no de una apropiación violenta del excedente o del poder político por parte de un grupo social, sino de la hegemonía de una ideología que da legitimidad a esa desigualdad. En esta parte del libro es donde más llamativas resultan las tres elipsis pickettianas que hemos nombrado en la introducción. En ningún momento aparece la producción de bienes y servicios como un condicionante para la estructura social, el Estado como expresión de esa estructura, ni mucho menos aparece ninguna forma de conflicto fáctico. El mundo antiguo es para Piketty un lugar tranquilo y apacible en el que un soldado, un sacerdote y un agricultor (¿o un ciudadano?) debaten interminablemente sobre lo que es justo, cada uno con su sesgo pero manteniendo siempre la compostura. Piketty no pretende escribir una historia universal y eso le libra de analizar la relación evidente entre el modo de producción y la forma de Estado, cosa que no le habría resultado posible si hubiera tenido que explicar Mesopotamia o el Egipto faraónico.

Piketty empieza su relato en la baja Edad Media francesa, cuando los señores feudales y los monjes debatían la posición de cada uno en la sociedad. Nada se dice de la abolición por la fuerza en el siglo XI de los restos de las leyes romanas defendidas por la iglesia y su sustitución por la arbitrariedad señorial disfrazada de costumbre, con la agrupación forzada de los campesinos en torno a los castillos para ser explotados más fácilmente. Tampoco acude Piketty a la colección de anécdotas que caracterizan la historiografía clásica y en las que esa lucha aparece como un enfrentamiento personal entre el papado y la corona francesa. Es un mundo de ideologías en conflicto y los personajes no hacen más que bailar la música que suena en el periodo histórico que les ha tocado vivir. El capítulo termina con un recorrido por el mundo para constatar la universalidad del análisis ternario y como este permite decodificar la ideología de cada época.

2. Nace el propietarismo

Así llega el lector al verdadero principio del libro: el nacimiento de las sociedades que sacralizan la propiedad privada, llamadas por Piketty “propietaristas”. El autor explica con detalle el debate que tuvo lugar durante la Revolución francesa sobre el alcance práctico de la abolición de los derechos de la aristocracia. ¿Los bienes que poseía debían ser expropiados porque eran fruto de una apropiación ilegitima? ¿La igualdad política que proponía la Revolución debía tener un correlato en la igualdad social? ¿Era posible la igualdad política sin igualdad social? Aquí hace aparecer Piketty el gran argumento a favor de la sacralización de la propiedad privada: “Si empezamos a repartir no sabremos donde parar”. Tras estudiar el caso francés, Piketty extiende su análisis por Europa y vamos viendo como el proceso se repite una y otra vez, la democracia se va imponiendo gracias a que se garantiza a las clases propietarias la continuidad de sus posesiones. En algunos lugares se realiza un esfuerzo para eliminar las desigualdades económicas y volver a empezar. En lo que será el leitmotiv del resto del libro, Piketty nos adelanta que eso es inútil, que la desigualdad siempre crece y el esfuerzo por eliminarla ha de ser continuo.

Tras alcanzar la hegemonía en Europa, el propietarismo se extiende por el planeta dando lugar al esclavismo y al colonialismo. Sin abandonar su tono abstracto, Piketty dedica 250 páginas a narrar todos los desmanes del colonialismo europeo. Al lector le queda claro que el propietarismo es una ideología tramposa y cínica, que disfraza el interés particular de interés común y que siempre está preparada para hacer excepciones a la sacralización si el desposeído es negro, amarillo o de cualquier color que no sea blanco. Piketty asigna toda esa maldad a la ideología en sí en lugar de asignarla a los individuos que la enarbolan mientras arrasan sociedades enteras. Una vez más esto choca al lector, pero pensándolo bien resulta mucho más demoledor porque es la propia ideología la que queda marcada por haber sido compatible o coadyuvante en esos desmanes. Queda claro que la sacralización de la propiedad protege propiedades adquiridas ilegalmente con la misma naturalidad que protege las robadas o expoliadas por la fuerza, y por tanto no es una guía moral.

Tras el largo viaje por el saqueo colonial del planeta volvemos a Europa a contemplar un paisaje distópico. Estamos al final de la Belle Epoque y las desigualdades han crecido hasta alcanzar niveles superiores a los del antiguo régimen. Una profusión exhaustiva de gráficos convence al lector más allá de cualquier duda que, dejada a sí misma, la desigualdad nunca deja de crecer y al final alcanza niveles completamente disfuncionales. La utopía propietarista está bajo el fuego de tres ataques: las ideologías obreras, el anticolonialismo y su propia conversión en egoísmo nacional belicista que la lleva al suicidio de la Primera Guerra Mundial. El resultado de este triple ataque es un nuevo consenso sobre fiscalidad, comercio justo y cooperación entre las naciones civilizadas, que alcanza finalmente la hegemonía en 1950, con el apogeo de los impuestos progresivos, el nacimiento del estado del bienestar y la consagración de los acuerdos transnacionales como la CEE.

El nuevo Estado socialdemócrata maneja porcentajes nunca vistos del PIB, lo que le permite ejercer su acción benéfica en la sociedad. La educación universal —para el autor la mayor fuente de igualdad y justicia social— se generaliza para edades siempre crecientes. Tras milenios de desigualdad ternaria y un siglo de horror propietarista, por fin la justicia social se abre paso y la humanidad se encamina al nirvana. Como sabe el lector, todo estaba a punto de estropearse, aunque la forma de presentarlo de Piketty es sorprendente.

3. Llega la ideología neopropietarista

En la historia de Piketty no hay clases sociales como en la historiografía marxista, pero tampoco hay personajes buenos o malos como en la historiografía clásica. Las protagonistas son las ideologías que se suceden unas a otras como los signos del zodiaco, sin que nadie sepa porqué. Cuando Piketty demuestra con innumerables gráficos y estadísticas que todo empezó a ir mal otra vez a partir de 1980, no explica qué pasó y la elipsis es sorprendente incluso para sus estándares. Con su estilo detallista y exhaustivo, nos muestra como de pronto los impuestos empiezan a caer y vuelven las desigualdades hasta alcanzar cotas que no se veían desde muchas décadas atrás.

Los testigos presenciales tenemos un recuerdo muy claro de lo que pasó en la década de los setenta: la crisis del petróleo con derivación de rentas fuera de los paises, el final de Bretton Woods, la inflación destruyendo las clases medias, el paro destruyendo la clase obrera, y el estado del bienestar en quiebra por el gigantismo, la mala gestión y la reducción de ingresos por la crisis. Y de pronto el “punto de bifurcación”: el Winter of Discontent de 1979 y la victoria electoral de Thatcher en mayo de ese año. La economía de la oferta y la curva de Laffer justifican científicamente la idea de que los impuestos son un robo, creando un slogan electoral imparable. La Caída se consuma en noviembre de 1980, cuando Reagan gana sus elecciones con un programa que combina al hayekanismo thatcheriano con delirios randianos. La izquierda es expulsada no ya del gobierno, sino del mundo civilizado. Piketty no explica todo esto. La única justificación de lo que pasó la busca en la falta de renovación ideológica de la socialdemocracia y en su incapacidad de crear una utopía social-federalista que supere el estado nación. También nombra la timidez de las leyes destinadas a imponer la cogestión en las empresas —en esto coincide con George Monbiot, quien afirma que eso habría dado una base social a la socialdemocracia—. Piketty nombra más adelante muchas veces la “revolución conservadora”, pero de una forma etérea que no refleja el carácter concreto y fáctico que percibimos los contemporáneos.

Para Piketty, el culpable principal de que la ideología neopropietarista haya recuperado la hegemonía que perdió en la primera mitad del siglo XX es la implosión de los países del llamado “socialismo real”, ignorando que cuando cayó el Muro de Berlín hacia nueve años que el thatcherismo barría los países desarrollados y que en esa caída la acción de Reagan fue decisiva. Piketty lamenta la implantación del hipercapitalismo criminal ruso de los noventa, pero lo adjudica a la mala suerte de que los asesores extranjeros fueran anglosajones en lugar de suecos o daneses, sin nombrar que en ese momento cualquier experto económico era libertariano y predicaba la privatización salvaje y la destrucción del Estado.

Tras una reflexión sobre las causas del fracaso del llamado “socialismo real”, llegamos a la parte más sustanciosa del libro. El autor se embarca en una larga descripción del panorama político mundial que han dejado los cuarenta años de hegemonía neoliberal. Esta parte incluye una interesantísima reflexión sobre la percepción china de las democracias occidentales como algo ineficaz y vociferante que dificulta el debate serio e imposibilita un proceso de decisión democrático. Por lo que respecta a Europa, Piketty realiza un brillante análisis de las ideologías actualmente en liza y de la relación entre los partidos y los diversos grupos sociales en cada país. Constata con su habitual profusión de estadísticas que los partidos de la izquierda europea han dejado de representar a las rentas bajas y representan ahora a las personas con mayor titulación, en un fenómeno que él denomina “la izquierda brahmán” (en alusión a los sacerdotes hindúes cuya ideología ha descrito en detalle en la parte del libro dedicada a las sociedades ternarias). La derecha por su parte se ha escindido en dos, separándose una fracción globalista que defiende las rentas altas de otra que él denomina “nativista”, centrada en las identidades. Deja claro que a su juicio el auge de los extremismos nativistas es producto de la destrucción del estado del bienestar que ha causado la ideología neopropietrista y del abandono en la izquierda del discurso a favor de las rentas bajas.

Dedica bastantes páginas a analizar el surgimiento del nativismo en los diversos países y la dialéctica entre las cuestiones sociales y lo que él denomina la cuestión de la frontera. Esta segunda cuestión es previa, ya que hasta que no hemos determinado quién forma parte de la comunidad no podemos abordar la cuestión de la igualdad en su seno. Cita explícitamente el caso catalán como un ejemplo de nativismo egoísta, y desautoriza la teoría (más bien el truco) de “los dos ejes” según la cual a la izquierda catalana no le hace falta un modelo de estado sino que le basta con esquivar el tema hablando de cuestiones sociales para no incomodar al procesismo. Al afirmar que el tema de frontera es previo, deja claro que antes de hablar de beneficios sociales hay que dejar claro que los queremos para toda la población, incluso aquella que los nativistas de cada país quiere excluir. Piketty examina a fondo varios casos más y muy especialmente el de la India, donde el proceso ha sido inverso y partidos identitarios han ido especializándose en representar segmentos de renta altos o bajos según el caso. Como ilustración de la facilidad con la que un partido puede cambiar de base social, explica la trayectoria del partido Demócrata de EE.UU., que empezó como un partido identitario de los blancos del sur, luego pasó a representar las rentas bajas, a continuación mutó a partido de minorías y ahora se dirige hacia lo que Piketty llama la “izquierda brahmán”, es decir, una izquierda globalista e ilustrada que lucha contra el cambio climático y la barbarie trumpista. (No podemos resistirnos a introducir aquí una nota personal y de actualidad, porque mientras leíamos el libro de Piketty se produjo una polémica en twitter entre dos personas del mismo partido, una abogando por el final de la industria del automóvil y otra abogando por no perjudicar a los trabajadores de esa industria. Esta polémica ilustra las complejidades de la base electoral de la izquierda catalana y la necesidad de unificarla con debates abiertos y empáticos).

4. Una nueva esperanza

Así llegamos finalmente a la página 1.129, donde Piketty comienza la explicación de su propuesta. Considera demostrado que la creencia en la sacralidad de la propiedad privada es perniciosa y que está en la raíz del crecimiento descontrolado de la desigualdad. El instrumento que propone para luchar contra el crecimiento de la desigualdad son los impuestos progresivos, pero con tasas que al alcanzar las rentas y los patrimonios más altas resulten prácticamente confiscatorios. Piketty ofrece números concretos en una tabla completa de escalas. Afirma que tan solo los impuestos directos son justos y que en ellos debe basarse el sistema impositivo. El único impuesto indirecto que propone es el impuesto sobre el carbono, justificado doblemente porque hace falta para desincentivar el consumo y porque al ser las personas de rentas altas las que más CO2 emiten, en realidad, aun siendo indirecto, también es un impuesto progresivo. El dinero recaudado deberá ser utilizado para financiar educación para todos, la renta básica y una dotación de capital para los adultos jóvenes que él compara con una herencia universal. Para el gobierno de las empresas propone un esquema de cogestión que limite el poder de los accionistas y garantice el de los trabajadores. Por lo que respecta a los tratados internacionales, pide que solo se firmen aquellos que contengan cláusulas explícitas de respeto a los derechos sociales y de protección del medio ambiente. Además propone que cada tratado tenga asociado un cuerpo legislativo formado por diputados de los parlamentos de los países firmantes que los gestione. Y quitándose la máscara de la ingenuidad que ha llevado hasta ese momento, explica que para que todo eso sea posible hará falta reformar el sistema de financiación de los partidos políticos de manera que solo les llegue dinero desde el Estado, y que lo haga en proporción a las preferencias de los electores.

5. Conclusión

El libro de Piketty intenta ser moderado en las formas y justificar con datos cada afirmación que contiene, pero no hay que dejarse engañar, su propuesta es muy radical. Considerar que el motor de la historia no es la lucha de clases sino la lucha entre ideologías puede resultar chocante o molesto, pero no es en realidad un gran problema. Piketty no pretende refutar los libros de Poulantzas ni los de Hobsbawm, Thompson, Dobb, Hill, Benjamin, ni mucho menos los de Marx, Engels o Gramsci. Tan solo pretende construir su argumento sin contar con ellos porque considera que eso hace el argumento más fuerte. Y lo cierto, nos guste o no, es que lo hace mucho más débil científicamente pero mucho más fuerte políticamente.

No creo que sea buena idea enfadarse con Piketty por su artificio literario de ignorar los medios de producción, la política como expresión de la estructura social y la correlación de fuerzas como última ratio. Creo que es más inteligente hacer bandera de su propuesta y convertirla en radical proponiéndola de verdad. Algunos de nosotros pertenecemos a una generación que destruyó organizaciones políticas por una coma fuera de sitio o un guión molesto. En el mismo momento en que esos signos de puntación levantaban tantas pasiones, se desataba la yihad neoliberal. Los impuestos, y de manera muy especial los impuestos a las rentas más altas, llevan cuarenta años cayendo con las consecuencias que vemos a nuestro alrededor. Aunque la utopía de Piketty es modesta y aparentemente sin épica, si algún día un partido político llega al poder con ese sistema impositivo en su programa, épica no faltará.

Fuente. https://rebelion.org/una-lectura-de-capital-e-ideologia/

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OVE entrevista a Juan C. Sánchez: “Pedagogía con praxis política descolonial”

Entrevista realizada por Luis Miguel Alvarado Dorry en exclusiva para Otras Voces en Educación.

Escuchamos y conocimos a Juan Carlos Sánchez–Antonio a través de sus importantes y profundos artículos en donde devela las distintas formas de poder, control y dominación por parte del sistema capitalista en su fase neoliberal que alienan las subjetividades de las sociedades, su lugar de enunciación es con base en su cultura originaria Zapoteca, en donde asevera que es mal llamada “indígena”.

Es Doctor en Filosofía Política por la Universidad Nacional Autónoma de México. Estancia de investigación doctoral en la Universidad Autónoma de Madrid. Estancia de investigación posdoctoral en la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca. Se especializó en el pos–estructuralismo francés (Michel Foucault), el giro descolonial latinoamericano y las epistemologías indígenas mesoamericanas. Recibió el premio Ensayo Revista Claridades 2019, por parte de la Universidad de Málaga, España. Sus líneas de investigación son: relaciones de poder, construcción de subjetividades, procesos descoloniales y epistemologías indígenas.

Sus dos últimas publicaciones son: Insubordinación de los saberes sometidos y emergencia de las epistemologías otras. Revista Tabula Rasa, Colombia (2020). Y Abrir las ciencias sociales: transmodernidad, pluralismo epistémico y diálogo mundial de saberes. Revista utopía y praxis Latinoamérica. Revista internacional de filosofía iberoamericana y teoría política. Venezuela. (2019). Actualmente está en la modalidad de retención en el Instituto de Investigaciones Sociológicas de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores Nivel C.

Desde su cosmovisión originaria, ética y estética, lo han llevado a investigar, anunciar y proponer que, los saberes ancestrales de nuestras culturas originarias, son la base para la construcción de otras educaciones y otras pedagogías. Esas otras educaciones y pedagogías a las que se refiere Juan Carlos son las que buscan ser descoloniales, con la utopía de que los pueblos se liberen del yugo opresor y dominador de las ideologías colonialistas eurocéntricas y norteamericanas. Ante esto nos asevera que “Ante este colapso ambiental y civilizatorio es importante descolonizar las pedagogías eurocéntricas, coloniales y ecocidas para superar el capitalismo y la modernidad–posmodernidad desde la amplia visión ecológica de las pedagogías del sur global”.

 

Juan Carlos, ¿Cómo llegó a la educación crítica y contestataria y, a la lucha gremial y social? Cuéntenos un poco su historia de vida.

Nací en un pueblo llamado San Pedro, Comitancillo, Oaxaca, México. Mi lengua materna es el zapoteco, perteneciente a la cultura binnigula´sa´, ubicada en el Istmo de Tehuantepec, Oaxaca. Provengo de una familia humilde, dedicada por mucho tiempo al campo. Mi padre, el señor Juvencio Sánchez Altamirano, falleció en el 2006. Mi madre, la señora Isabel Antonio Jiménez, aún vive. Somos siete hermanos en total; todos hablamos el zapoteco. Soy profesor de primaria. Estudié la Normal Urbana Federal del Istmo (ENUFI) y me gradué en el 2006, con una plaza de primaria, adscrita hasta ahora en la sierra mixe, de Oaxaca.

De niño y de joven siempre fui muy inquieto. Durante mi formación en una escuela normal para profesores rurales, por curiosidad intelectual, me acerqué a la pedagogía crítica a través de las obras de Henry Giroux y Peter McLaren. Mi acercamiento a la educación crítica fue por insatisfacción cognitiva, pues muchas de las teorías que revisábamos en la carrera no respondía a los problemas que vivía en mi pueblo: pobreza, desigualdad, explotación, falta de oportunidades, etc. Las corrientes pedagógicas que consumíamos en las aulas de la ENUFI, en ningún momento me permitían comprender críticamente mi contexto, mi condición de pobre e indígena. Este coraje e inquietud por responder la desigualdad, las injusticias, la explotación y la pobreza social en el estado de Oaxaca y el país, me obligó a revisar desesperadamente la pedagogía crítica radical y anti–capitalista de Henry Giroux, Peter McLaren, Paulo Freire, la teoría crítica, el marxismo y el pos–estructuralismo francés. Actualmente, me he especializado en el pensamiento descolonial latinoamericano y las epistemologías indígenas mesoamericanas.

Cuando me gradué en el 2006, justo cuando falleció mi padre, el gobierno del estado de Oaxaca, a través del IEEPO, asignaban en momento, a todos los graduados de las Normales para profesores, una plaza como docente. En ese tiempo, cuando recién había egresado, estaba el problema de la APPO (Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca) al cual me acerqué con mucha simpatía política. Con mi aproximación a las pedagogías críticas radicales, y a la teoría crítica alemana, coincidí con las luchas de la sección 22 en contra de las políticas educativas del gobierno federal dese el 2006 hasta la fecha. Desde ahora, tengo un profundo interés por los movimientos sociales, las teorías contestarías anti–capitalistas y todas aquellas movilizaciones y praxis anti–hegemónicas que procuran cuestionar el sistema económico neoliberal capitalista y las ideologías sociales y educativas que las encubren y legitiman.

Considero que una buena pedagogía contestataria requiere siempre de una praxis política, educativa crítica y descolonial que se involucra también en los movimientos sociales y revolucionarios anti–capitalistas. De ahí que la lucha magisterial de la sección 22 y los movimientos sociales que se han generado en el estado de Oaxaca y el país, combina con la educación crítica, descolonial y anti–capitalista. Actualmente colaboro impulsando proyectos educativos de pedagogía crítica descolonial con los profesores de la sección 22 de Oaxaca, al tiempo que imparto clases en los niveles de licenciatura y maestría en la UABJO.

 

¿Cuáles considera que son los elementos más significativos de la crisis educativa en Oaxaca, en México y en toda América Latina?

Considero que son varios los elementos significativos que han provocado la crisis educativa en América Latina. Primero, pienso que la ideología neoliberal del mercado (y su modelo de la competencia, la calidad educativa y ahora la excelencia educativa) es la que ha gobernado gran parte de las teorías, los enfoques y los planes y programas de todas las escuelas. Segundo, la escuela es hija de la modernidad, y hoy sabemos que la modernidad y la posmodernidad son los fundamentos epistemológicos del capitalismo neoliberal que produce miseria y muerte en todo el mundo (omnicidio). Tercero, la escuela al tener sus fundamentos filosóficos en la modernidad y la posmodernidad, también es cómplice del cambio climático (biocidio). Hoy sabemos que la razón occidental, al separar la mente del cuerpo, y el pensamiento de la naturaleza, ha fundamentado, desde sus orígenes, una razón contra natura, o una racionalidad que no sólo domina y explota al hombre (genocida) sino también a la madre naturaleza (ecocida y geocida). Es decir, la escuela y su modelo educativo, no sólo es neoliberal y capitalista, sino también es moderna y posmoderna, y con ello, también es blanca, patriarcal y eurocéntrica.

Cuarto, las escuelas, al ser eurocéntricas y occidentales, también son epistemicidas, ya que, al expandir el proyecto de la modernidad, niegan constantemente el saber de los pueblos originarios, tipificándola todos los días en las aulas como lo atrasado o pre–moderno. Entonces, la función de la escuela es contribuir a la expansión de la cultura de la modernidad y la posmodernidad que son el fundamento filosófico del capitalismo omnicida. Esto a su vez, acentúa el antagonismo entre razón (instrumental) contra la naturaleza (ecocidio), y con ello la aceleración del cambio climático (biocidio). Esto hace que las escuelas, lejos de liberar el pensamiento, lo colonizan desde un proyecto occidental moderno–posmoderno que nadie cuestiona y que poco a poco se va internalizando en la subjetividad de los estudiantes, para que luego les de pena ser de una cultura originaria.

Con este tipo de ideas coloniales, racistas, patriarcales, capitalistas y occidentales que fomenta la escuela, se generan permanentemente dentro de ellas epistemicidios (muerte del conocimiento de los pueblos originarios) y ontologicidios (muerte de sus formas de ser en el mundo) durante el proceso educativo. Estos son, me parece, algunos de los elementos que han puesto en crisis la educación en América Latina.

Juan Carlos, ¿La relación entre los gobiernos y los gremios en su estado y en el país es fluida? ¿Por qué?

Considero que la relación entre los gobiernos federal y estatal con el gremio, en este caso la sección 22 de Oaxaca, sigue siendo nula. Actualmente existen miles de incidencias de pagos, administrativas y de ascenso por parte de mis compañeros profesores, directores, supervisores y jefes de sectores que desde el 2015, con la aplicación forzada a sangre y fuego de la reforma neoliberal de Enrique Peña Nieto, no han podido atenderse y mucho menos resolverse. Existen muchos problemas de este tipo que, incluso, con el nuevo gobierno federal, siguen sin ser resueltas. Esto dificulta la relación entre la sección 22 y el IEEPO, pues la bilateralidad en los hechos aún sigue rota y no existe repuestas concretas a las demandas del gremio magisterial y la CNTE (Coordinadora Nacional de los Trabajadores de la Educación). Gracias al modelo neoliberal capitalista, miles de escuelas están en el abandono, ahora con esta relación nula entre los gobiernos y el gremio, las cosas se están agravando cada vez más. Miles de escuelas están en el abandono total, pues varias de ellas fueron colapsadas por el sismo del 2017 en el istmo de Tehuantepec, Oaxaca, y varias siguen sin recibir ningún tipo de apoyo.

Bajo estas condiciones, escuelas abandonadas desde el 2015 con la imposición de la mal llamada “reforma educativa” neoliberal, siguen operando en condiciones mínimas. En muchas zonas escolares de nivel primaria y secundaria en el estado de Oaxaca, hace falta la contratación de personal docente. Pues desde el 2015, el otorgamiento de nuevas plazas a mis colegas normalistas, que antes de la “reforma educativa” se les asignaba en automático, ahora ya no se les ha dado. Cabe mencionar que muchas escuelas carecen de personal docente. Existen también cientos de direcciones, supervisiones escolares y jefaturas de sector con profesores comisionados atendiendo los problemas. Aunado a esto tenemos a muchos compañeros profesores que se les deben varias quincenas, incluso aguinaldos completos que no se les ha pagado en el 2015. Miles de quejas e inconformidades aglutinadas y señaladas ya por parte de la CNTE y la sección 22 de Oaxaca, siguen sin resolverse. Esto muestra, al menos desde mi experiencia ubicada en el Sur, que la relación entre los gobiernos Federal y Estatal para resolver los problemas estructurales del gremio magisterial son nulas.

 

Como pedagogo crítico, ¿considera que la formación inicial y continua de les docente corresponde a las necesidades del país y los desafíos pedagógicos del siglo XXI? ¿Por qué? ¿Cuáles serían sus propuestas?

Considero al menos desde mi experiencia como profesor militante de la sección 22 de Oaxaca, en pocos casos la formación inicial y continua de los docentes corresponde a las necesidades del país y no están a la altura de los desafíos pedagógico del siglo XXI. Como había explicado al principio, muchos de los enfoques que se imparten en las escuelas formadoras de docentes en el nivel superior, se siguen realizando desde políticas educativas conservadoras, coloniales, patriarcales, eurocéntricas y occidentalocéntricas. Incluso, como lo explique al inicio, la mayoría de los modelos educativos que tenemos, al tener como fundamento epistemológico a la modernidad y la posmodernidad, son un correlato de la dominación y explotación del hombre y la naturaleza. Además de ser excluyentes, coloniales, epistemicidas y ecocidas, ahora en nombre de los ideales de la modernidad se mata al otro (genocidio–epistemicidio) y al medio ambiente (ecocidio). Considero que el actual modelo educativo, incluso la que impulsa el gobierno de Andrés Manuel López Obrador en México, es modelo básicamente colonial y eurocéntrico.

El problema que tenemos en muchas de nuestras escuelas, es que, al estar situadas en muchas comunidades originarias amerindias, cuya historia milenaria y desarrollo autonómico al igual que Egipto, Mesopotamia, India, China, Mesoamérica (Anáhuac) e Inca (Tawantisuyu), siempre quedan fueran de la historia mundial. Cuando se enseña historia al niño, siempre encuentra que su cultura, que tiene una antigüedad de al menos 5000 años, entra en el horizonte de la historia universal cuando es “descubierta” por Cristóbal Colon. La enseñanza de la historia universal es helenocéntrica, eurocéntrica y por tanto colonial. El curso de la historia universal viene de oriente a occidente y Europa (y sólo por un tiempo Estados Unidos) son el centro del mundo. El niño queda avergonzado de su cultura que tiene una cronología histórica impresionante. Olvidamos en muchos casos que Grecia fue una colonia egipcia y la gran mayoría de los conceptos griegos tienen sus raíces egipcias y fenicias. Muchos de sus avances se lo deben a África (ciencia, astronomía, filosofía, etc.,) y a la India (medicina, matemáticas, etc.,) Incluso dichos avances europeos (imprenta, papel, papel moneda, brújala, pólvora, revolución industrial, etc.,) fueron inventados siglos antes por los chinos. Por eso, la educación en América Latina es eurocéntrica y no podemos generar grandes cambios si no cambiamos la visión colonial que tenemos.

Sucede lo mismo en el aspecto social y ecológico. Las escuelas aparte de ser occidentalocentricas, también son ecocidas, pues gracias a la visión occidental que descalificó la visión de los pueblos originarios, ahora vemos a la naturaleza como un objeto, una cosa, un “recurso natural” a la mano, dijeran los libros de textos de ciencias naturales. A la naturaleza, desde la visión occidental, se le ve como una cosa que hay que conocer para controlarla y dominarla. Por eso se justifica, muchas veces, para el mercado neoliberal, “explotar los recursos naturales de la nación”, sacar oro, plata, petróleo, madera, aire, agua, etc., para el “desarrollo” y el “progreso” del país a costa de exterminar poco a poco la flora y la fauna de los pueblos. Si la epistemología occidental es el fundamento del ecocidio y el capitalismo el fundamento práctico–económico del colapso del medio ambiente, entonces, las soluciones no pueden venir de la modernidad–posmodernidad y su modelo económico capitalista, sino desde las amplias culturas del sur global en diálogos creativos sur–sur y sur–norte global que fueron negadas por la modernidad capitalista colonial. Hoy el pleno siglo XXI no tenemos asegurada la sobrevivencia de la especie humana ante el colapso ambiental. Por ello, la pedagogía crítica radical no puede quedarse al margen de este asunto vital. Propongo entonces aquí algunas cosas que nos pueden ayudar:

  1. Es necesario reconstruir las ontologías relacionales, las epistemologías holísticas y las pedagogías ecológicas de nuestras culturas ancestrales cuya antigüedad cultural tienen más de 5000 años de existencia.
  2. Estas reconstrucciones de nuestra propia cultura, servirá como locus de enunciación, para subsumir crítica y creativamente la modernidad–posmodernidad, pero desde los criterios éticos–filosóficos de cada cultura del sur global. No desde el criterio de la taza de ganancia capitalista neoliberal, sino desde las lógicas ecológicas, complementarias y relacionales de la vida con el todo que tienen nuestras culturas amerindias para ir más allá del capitalismo omnicida y su fundamento moderno–posmoderno ecocida y epistemicida.
  3. Es necesario superar la separación occidental dicotómica pensamiento contra la naturaleza por una nueva relación cultural presente en las amplias culturas del sur global. Las pedagogías del sur global que fueron excluidas por la modernidad pedagógica del norte global, ahora jugarán un papel importante para proponer nuevas formas de enseñar y aprender que no sean capitalistas, coloniales, patriarcales, modernas y posmodernas.
  4. Una educación ambiental, crítica, descolonial, anti–patriarcal, anti–racista, pos–occidental y trans–capitalista es necesario hoy más que nunca, si en verdad queremos contribuir desde las pedagogías amerindias, nuevas epistemologías y prácticas realmente armónicas, ecológicas y respetuosas con la madre naturaleza y la vida toda en su diversidad.
  5. Descolonizar la pedagogía capitalista, colonial, patriarcal, moderna y posmoderna desde las epistemologías y pedagogías del sur global, es ahora vital en el pleno siglo XXI, si es que queremos proponer alternativas realmente posibles al colapso y transición civilizatoria mundial que estamos viviendo hoy en día. En el mejor de los casos, las pedagogías amerindias tienen hoy mucho que aportar en este siglo XXI.

 

Amigo Juan Carlos, ¿Qué ha significado el confinamiento por el Coronavirus COVID-19 en lo educativo? ¿Considera que las medidas educativas tomadas en el contexto de la pandemia afectan al derecho a la educación? ¿Por qué?

Pienso que el COVID–19 es una clara muestra de que hoy todo está globalizado. Y si todo está globalizado, quiere decir que el problema es local y global y la solución también es local y global. El confinamiento pone en jaque al sistema capitalista y evidencia la precariedad laboral de miles de millones de personas en el mundo y la profunda vulnerabilidad que tenemos los seres humanos ante un sistema de salud neoliberalizado que está pensando siempre en la privatización e individualización de todo. Ante la actual pandemia lo que se muestra es que las formas de sobrevivencia en un caso extremo, no son individuales, sino colectivas, o más bien comunitarias. Lo que puede asegurar la sobrevivencia de la especie humana no es el acceso elistista y neoliberalizado a la salud, o la producción individualista y competitiva de los alimentos básicos, sino que el cuidado y la permanencia de la vida toda es comunitaria, nadie puede salvarse sólo con su dinero en el banco.

Lo que ha hecho el confinamiento por el COVID–19, es demostrarnos que el capitalismo neoliberal, con sus actuales hospitales privados y su modelo individualista competitivo, sólo nos llevará a la aceleración de la extinción de la especie humana. Ninguna solución para proteger la vida de todos se hace privatizando todo para salvarse individualmente. Pienso que esta experiencia, si la reflexionamos bien desde lo educativo, debe de poner en el centro del debate la incompatibilidad del capitalismo con la vida no sólo la humana, sino también con la vida del medio ambiente en su totalidad. La educación no puede quedarse al margen de esta gran oportunidad, pues ella misma como ya lo hemos dicho al principio, si no se transforma, seguirá siendo uno de los obstáculos fundamentales para generar la superación del capitalismo y la modernidad–posmodernidad. Entonces, el COVID–19, para la educación debe de significar una oportunidad fundacional en esta transición civilizatoria para incidir y proponer nuevas formas pedagógicas amerindias que sean realmente ecológicas y menos agresivas con la diversidad cultural y biológica.

Ahora bien, en lo que se refiere a las medidas adoptadas por confinamiento producido por la pandemia y si éste afecta o no al derecho a la educación, pienso que no afecta el derecho a la educación de las y los niños. Al contrario, creo que el niño sería más feliz si dejara de ser secuestrado por las escuelas que son sistemas carcelarios, disciplinarios, epistemicidas y ecocidas que matan la creatividad de los niños.  Más bien pienso que el actual confinamiento y las medidas tomadas aquí en México de continuar las clases mediante plataformas virtuales, lo único que ha hecho es evidenciar, gracias al modelo capitalista neoliberal, la precariedad laboral y la pobreza de más de 70 millones de mexicanos que muchas veces no tienen acceso a internet. Incluso para muchos, el confinamiento es un privilegio, pues la gran mayoría tiene empleos temporales o informales y tiene que salir a la calle para poder ganarse la vida. El problema es realmente grave y estoy seguro que la solución no puede ser más capitalismo y más modernidad–posmodernidad, sino que las soluciones tienen que venir del diálogo creativo de todas aquellas culturas del sur global que fueron negadas por la modernidad. Esto con la finalidad de proponer un nuevo sistema civilizatorio que ya no sea capitalista, colonial, patriarcal, blanco, eurocéntrico, moderno y posmoderno; creo que este es el gran reto de la humanidad: conservar el planeta (con sus ecosistemas) y la vida toda.

Desde la cosmovisión y cultura zapoteca, binnigula´sa´, ¿Cuál es la radiografía de las sociedades en el confinamiento obligatorio y la ponderación de las virtualidades en la vida cotidiana?

Lo que puedo vislumbrar sobre el confinamiento obligatorio desde la visión de los binnigula´sa´, es que la vida humana no se puede reproducir encerrados en la individualidad. Gran parte del pensamiento mesoamericano, y por ende también la cosmovisión zapoteca, lo que asegura la vida es la relacionalidad del todo con el todo. Es la interdependencia de los seres humanos con la naturaleza la que permite que el hombre tenga un profundo respeto por los ecosistemas.  Para los pueblos amerindios, no existen los confinamientos solitarios, pues éste les genera pura tristeza y la muerte. Para los binnigula´sa´ la vida misma es relación, co–dependencia y co–presencia simultánea del todo con el todo; nada está separado, confinado o aislado. Entonces, este confinamiento capitalista que nos sugiere en varios casos ponderar y realizar la vida cotidiana de forma virtual, se vuelve complicado paras las comunidades originarias. El confinamiento o aislamiento significaría la muerte, pues la vida se hace posible gracias a la interdependencia comunitaria, co–presencial aquí y ahora. No existe una realidad virtual que pueda sustituir la realidad co–presente aquí con todos; la co–realidad se hace y se vive en la inter–dependencia vivencial comunitaria.

La transición civilizatoria que parece sugerir que la nueva edad del mundo va ser dominado por las realidades virtuales con sistemas de monitoreo permanente, telecomunicaciones 5G, equipos conectados aquí con todo, para saber tu temperatura corporal, ritmo cordiaco, etc., representa un problema para la filosofía de vida de los pueblos, pues lo que hará es acentuar la separación no sólo del pensamiento y el cuerpo como lo ha hecho la razón occidental desde hace 2600 años, sino la separación del cuerpo con los demás cuerpos (no tocarse, saludar de lejos, estar siempre vigilados y conectados digitalmente siempre, etc.,). Nuevamente, me da la impresión que el confinamiento y la realidad virtual ofrecida por estos sistemas, parecen sugerir que lo que vino y lo que se quedó con el COVID–19, va ser el aislamiento y la conexión de todo con el todo pero de forma virtual. Los pueblos, sin embargo, buscan otros proyectos de vida inter–dependientes con la naturaleza que tienen que ser tomados muy enserio, si es que queremos salir de esta crisis civilizatoria.

 

Estimado Juan Carlos, finalmente, desde las pedagogías críticas y, a partir de sus experiencias docentes y sociales ¿cuáles serían algunas de las propuestas que considere importantes para iniciar un proceso de transformación radical del sistema educativo?

Pienso que las propuestas para transformar de forma radical el sistema educativo pueden venir de los núcleos éticos–ontológicos de las culturas y pedagogías del sur global en diálogo crítico con los aspectos más positivos y emancipadores de la modernidad–posmodernidad del norte global. No podemos seguir reproduciendo lógicas ecocidas y epistemicidas fomentadas por el capitalismo y la razón occidental, como si toda la solución viniera de ellos. Creo que, si realmente queremos plantear una transformación radical del sistema educativo, éste debe aprender profundamente de las amplias culturas del sur global que fueron negadas y construidas conceptualmente como atrasadas. Considero que sólo se puede descolonizar la educación en el sentido en el que podamos partir realmente del locus de enunciación de la cultura a la que pertenecemos. Es decir, reconocer y partir del núcleo ético–ontológico de nuestra cultura y desde ahí generar el diálogo con las otras pedagogías del sur global. Se trata de un diálogo creativo que desde su cultura milenaria subsuma la razón moderna–posmoderna no para imitarlas o ser modernas como ellas, sino para superarlas creativamente e ir más allá del capitalismo colonial, patriarcal, blanco, racista, sexista, eurocéntrico y cristiano–céntrico.

Todo este proceso requiere cuestionar profundamente los fundamentos occidentales del sistema educativo colonial y cómo éste fundamento se vincula con el capitalismo para producir y reproducir prácticas ecocidas y epistemicidas en los procesos escolares. Me parece que el camino es ampliamente largo y hay muchas cosas por hacer. Queda en las manos de los educadores y educadoras analizar profundamente la genealogía de los grandes problemas civilizatorios, de donde vienen, cuál es su historia, su desarrollo y cómo hoy nos está afectando de esta manera poniendo en peligro la vida de todos. Tener más o menos clara la historia crítica de esta genealogía de la razón occidental, moderna–posmoderna, nos ayudará a comprender la importancia de las filosofías y pedagogías de nuestros pueblos amerindios, en diálogo con las pedagogías del sur global (India, China y África) para aprender mutuamente otras formas realmente ecológicas de enseñar y hacer la vida de forma inter–dependiente y respetuosa con los ecosistemas.

Muchas gracias.

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Libro(PDF): «Ecuador. La insurrección de Octubre»

Reseña: CLACSO

CLACSO reúne un conjuto de textos breves y ensayos producidos para contribuir a una lectura en diferentes tiempos y desde diferentes perspectivas sobre la insurrección de la sociedad ecuatoriana en octubre de 2019. Nos mueve un doble propósito: aportar en la construcción de una vía para interpretar los acontecimientos que marcaron la historia con temporánea de nuestros pueblos y efectuar un aporte a la memoria de las luchas por sociedades más justas e igualitarias.

Autores (as):  Camila Parodi. Nicolás Sticotti. [Editores/as]

Adoración Guamán. Adrián Bonilla. Alfredo Serrano Mancilla. Tobar Bayardo. Boaventura de Sousa Santos. Denis Rogatyuk. Emilio Cafassi. Fernando Vera Cabrera. Francisco Hidalgo Flor. Guido Leonardo Croxatto. Guillaume Long. Isaac Bigio. Isaías Campaña C.. Iván Mora Manzano. Jorge Majfud. Katu Arkonada. Leonardo Parrini. Lucrecia Maldonado. Luis Herrera Montero. Magdalena Gómez. Magdalena León T.. Manuel Castells. Marcelo Colussi. Marcelo Varela. Marco Teruggi. María Iglesias. Milena Almeida. Nicolás Oliva Pérez. Noam Chomsky. Pablo Ospina Peralta. Pedro Pierre. Raúl Zibechi. Ricardo Restrepo Echavarría. Santiago Ortiz. Soledad Stoessel. Stalin Herrera. Víctor Hugo Torres Dávila. Virgilio Hernández. Lissette Fossa. Guido Vassallo. Mónica Mancero. [Autores y Autoras de Capítulo]

Editorial/Editor: CLACSO.

Año de publicación: 2020

País (es): Argentina.

Idioma: Español.

ISBN: 978-987-722-608-9

Descarga: Ecuador. La insurrección de Octubre

Fuente e Imagen: https://www.clacso.org.ar/libreria-latinoamericana/libro_detalle.php?id_libro=2057&pageNum_rs_libros=0&totalRows_rs_libros=1396

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Entrevista a Diego Sztulwark: “Habría que ver si somos capaces de entender que este no es un tiempo de emergencia, sino un punto de inflexión”

Por: Patricio Lobos en Amargas Sales -. (*) 

Conversamos con Diego Sztulwark, politólogo, docente y coordinador de grupos de estudio. Integrante además, de la editorial Tinta Limón y responsable del blog Lobo Suelto, Sztulwark formó parte durante muchos años del Colectivo Situaciones, espacio con el que publicó varios libros que marcaron una época de la militancia autónoma en la Argentina post 2001. En soledad, publicó “La ofensiva sensible. Neoliberalismo, populismo y el reverso de lo político” (2019, Caja Negra), que nos ocupa particularmente en esta charla.
En La Ofensiva Sensible Sztulwark se mete directamente con dos conceptos en disputa: el de síntoma, para referirse a aquello que no cuaja en nuestras vidas dentro del neoliberalismo y el de lo plebeyo,  para entenderlo como el movimiento que desborda todo orden normalizador. En el fondo, el concepto de crisis, con su valor cognitivo y epistemológico, permea todas las practicas sociales y políticas.
Hay algo que no cuaja en nuestras vidas en el capitalismo contemporáneo, algo que no es posible de integrar absolutamente al mercado. Ese síntoma se expresa en nuevos malestares y angustias que no operan en el campo de lo político como representación, sino que son más bien su reverso. Como enseña La Ofensiva Sensible, la investigación política debería partir por poner el ojo en esas experiencias y detectar la potencia que tienen para resistir un presente que tanto agobia. A continuación la entrevista completa:
Hace casi dos décadas venimos siguiendo tus producciones colectivas e individuales. Particularmente en tu último libro La Ofensiva Sensible, pones en el centro del análisis el concepto de síntoma, que por ahí tiene una tradición más psicoanalítica, para entender, creemos, que sus determinantes son políticas. ¿Es esa una de las ideas del libro?
Absolutamente, lo lees perfecto. El síntoma tiene un uso fuerte a partir de Freud en el psicoanálisis y antes habrá tenido algún uso médico. La idea es que hay algunas señales que anuncian que hay unas fuerzas que están trabajando invisiblemente sobre el cuerpo, a esas señales se las llama síntoma. Por la década del 60 se da un  encuentro entre las corrientes del psicoanálisis francés y las corrientes marxistas estructuralistas, sobre todo en la figura de Althusser, que en unos de sus libros más conocidos, “Para leer el capital”, hace un comentario introductorio sobre cómo leía Marx, y decía que Marx tenía una lectura sintomática. Allí la noción de síntoma, abandona la clínica y pasa a ser un rasgo de una cierta manera de leer propia de la crítica de economía política. Es decir, Marx logra ver lo que no podía ver la economía burguesa. ¿Que logra ver?, acepta que para darle cabida a ciertos datos de la experiencia hace falta trastocar los esquemas. Y ahí el síntoma anuncia que la estructura no está funcionando bien. Que la estructura de comprensión, de vínculo debe ser transformada. A partir de ahí me parece que la noción de síntoma puede empezar a aparecer en un tercer momento que me llega a mi a partir de la lectura que hago de un filósofo amigo, contemporáneo, un poco mayor que yo, que vive en Barcelona y se llama Santiago López Petit. Para mi es una influencia muy grande y me interesa particularmente su último libro, “Hijos de la Noche”. Ahí es muy claro que el síntoma pasa a ser una señal en el cuerpo y que es el propio cuerpo el que no puede cuajar en la globalización capitalista. Así, se abrió un conjunto de malestares, de padecimientos, de nuevas enfermedades, que van del estrés, a ciertas parálisis, ataques de pánico, síntomas muy difíciles de rastrear, que nos anuncian que no estamos cuajando en esta exigencia ultra-productiva, ultra-exigente de la valorización de la vida en el mercado.
Me interesaba pensar que lo que no encaja en esta invitación capitalista no tiene que quedar necesariamente en lo privado, terapeutizado, sino que podía conectarse alimentando el problema de la política, que es el problema que a mi siempre me interesó. Es decir, cómo construimos potencia política. Entonces, me pareció que los malestares y los síntomas podían ser leídos ya no simplemente como eso que el neoliberalismo llama a superar para volvernos cada día más productivos. Por una u otra razón no cuajamos en este mundo cómo se nos invita a habitarlo. Podríamos tomar este punto de partida para nuevas estrategias colectivas, nuevos discursos, nuevos afectos.
¿También es posible pensar que lo que no cuaja en una estructura, en realidad no cuaja en ninguna?. ¿Puede ser una crítica a todas las estructuras?, ¿Se puede pensar la caída de los regímenes de Socialismo de Estado en Europa por estos motivos?
Yo lo que hago en el libro es ocuparme por la coyuntura actual que la veo muy determinada por el neoliberalismo. Me parece que el neoliberalismo es un balance del Socialismo Real. Eso lo explicó bien Foucault con la biopolítica. Es decir, el socialismo fue un intento de gobernar a las personas a partir de ciertos textos de Marx y Lenin, pero ese intento fue bastante pobre en término de la experiencia de la libertad de las personas. De hecho el neoliberalismo puso la libertad en el centro, una libertad complementamente perturbada y perversa de hacer lo que puedas en el mercado. La obligación a descubrir tu libertad en un mercado desigual y jerarquizado. Puso la libertad en el centro y superó etapas anteriores del capitalismo y el socialismo.
Hay que decir también, que el pensamiento de Mayo del 68, como lo llama Maurizio Lazzarato en su último libro “El capital odia a todo el mundo”, particularmente el pensamiento de Deleuze y Guattari, ya habría sido superado porque ese pensamiento fue una tentativa de organizar una determinada coyuntura en la que el capitalismo se oponía a la revolución socialista. Lazzarato dice que esa coyuntura ya pasó, en cierta medida tiene razón, en el sentido que la crítica a la revolución socialista de los 60 tenía que ver con el socialismo que se ofrecía como amenaza al capitalismo y como alternativa, al tiempo que coexistía de manera pacífica con el capitalismo y ofrecía un modo muy insatisfactorio de existencia. Pero me parece que no es más nuestra realidad hoy donde el neoliberalismo no tiene una suerte de desafío y amenaza. Creo que es la primera vez de la “Comuna de París” para acá, que nos encontramos con una o dos décadas donde el capitalismo no se encuentra amenazado por un proyecto social de envergadura que lo obligue a producir reformas.
Entonces mi idea fue pensar al interior de las coyunturas, donde el socialismo no presenta un desafío, no tanto en el sentido de cuál es el diseño de sociedad a construir, sino en cómo podemos construir una fuerza diferente que por lo menos pueda ponerle un límite serio al neoliberalismo entendido como un acto de guerra contra la población con el objetivo de optimizar las ganancias.

“Me interesaba pensar que lo que no encaja en esta invitación capitalista no tiene que quedar necesariamente en lo privado, terapeutizado, sino que podía conectarse alimentando el problema de la política, que es el problema que a mi siempre me interesó. Es decir, cómo construimos potencia política”.

Nos interesa el trabajo que haces sobre el concepto de lo plebeyo, que también tiene una fuerte tradición, esta vez en el pensamiento nacional, popular, ligado al peronismo. Ahí te metes con otro concepto complejo, en disputa. Lo plebeyo no se trata de un sujeto ni de una clase. Incluso no es orgánico. Es decir, haber si es correcta la lectura, síntoma y acción plebeya, no implican necesariamente una organización política del malestar. 
Exactamente, lo lees muy bien, porque lo plebeyo en Argentina se vincula con el peronismo. Yo lo que tomo es la figura que a mi me fascina que es la de John William Cooke y ahí aparece una especie de plebeyismo. Pero ese plebeyismo no es exactamente nacional-popular. Yo hago la diferencia entre plebeyismo y populismo, y digo hay un plebeyismo como reverso del populismo y hay un populismo como reverso del neoliberalismo. No existe régimen de dominación que no tenga un régimen de plebeyismo, tal como viene de la revolución francesa, la figura de la antigua Roma, donde los plebeyos eran los esclavos libertos, los migrantes, y muy paradójicamente se definían por ser los únicos que no tenían ningún titulo de propiedad. Es decir, no tenían título para participar de la propiedad pública, porque la propiedad privada no existía prácticamente. Es como los orígenes de la burguesía. Pero lo que me interesaba era que los plebeyos eran los que no tenían títulos, apellido, se les decía “hijos de la tierra”.
Aplicado a la Argentina tenía el sentido de decir que llamamos momento plebeyo al momento donde sectores sociales de cualquier clase no aceptan una regulación en términos de modos de vida, impuesta por el mercado y el estado. Se sustraen de ella o la desbordan. Esos desbordes populares plebeyos, tienen en la historia argentina un ritmo de aparición muy significativa si vamos a octubre del 45, que es pre-peronista, vamos al 69 con el Cordobazo, al propio surgimiento de Las Madres de Plaza de Mayo, el movimiento piquetero de 2001, el movimiento del feminismo popular. Me parece que existe una tradición plebeya que no tiene una traducción política simple y directa, no tiene un programa ni se define como fragmento de clase, no se corresponde estrictamente con una categoría sociológica, ni se podría decir que tiene un horizonte político consistente. Por incapturable, deja irrumpir y determinar momentos sociales y políticos importantes en el país, yo diría los más importantes.
Justamente la potencia es la de no dejarse atrapar…
Claro, uno puede caer en la idea de vamos a construir el partido de los plebeyos, pero su fuerza viene de su imposibilidad. Eso puede generar insatisfacción porque esta idea puede ser comprendida como la renuncia a la traducción en los hechos. La inscripción de este reverso de lo político, tal vez nos sirve para construir un concepto de lo político más interesante. No creo que lo hayamos logrado, pero es un poco el proyecto.

“Llamamos momento plebeyo al momento donde sectores sociales de cualquier clase no aceptan una regulación en términos de modos de vida, impuesta por el mercado y el estado. Se sustraen de ella o la desbordan”.

Hoy hablabas de la idea de construir una fuerza. Pensaba en el concepto de la potencia y de la fragilidad, sobre el que haces hincapié en el libro. Permitirse habitar esa fragilidad. Recordamos una frase de León Rozitchner que soles citar, “si el pueblo no se mueve, la filosofía no piensa” y vos planteas que la política siempre va detrás, por eso las nuevas sensibilidades son su reverso. Es una especie de juego de potencias e impotencias, del lado de las subjetividades y del propio sistema. Porque el capitalismo tampoco es aquello que lo puede todo. 
Hay dos cosas que me importan muchísimo y me alegro que las hayas visto en el libro. La primera es la vulnerabilidad de las fuerzas que nos interesan. Nos interesan fuerzas que son vulnerables. Hoy cuando la idea de fuerza es apropiada por el neo-fascismo de manera creciente por movimientos y gobiernos, y se toma la idea de fuerza como clásicamente y patriarcalmente bélica, nos interesa la idea de fuerza que se define tanto en su capacidad de afectar como de ser afectada. Hay una larga tradición de la filosofía estoica, spinozista, que toma la fuerza en esta doble faz. Osea que hay una vulnerabilidad fundamental de esas fuerzas que me puedan parecen interesantes. Con fuerza no hablo de un poder de choque sino de una sensibilidad. El síntoma es parte de la fuerza. Es obvio que el aporte del feminismo puede ser muy grande aquí.
Otra parte que señalas muy bien, es que me resisto a creer que el capital es contundente e indestructible, este realismo capitalista que nos invade a todos. Una cosa que me interesaba mucho de Horacio Verbitsky es esta posición de mantenerse una y otra vez, como una suerte de guerrero imperturbable. No darse el derecho a asumir que el relato del enemigo es la realidad. De vuelta cito a López Petit: hay dos clases de verdad. La verdad evidente, el capital no deja de triunfar y la verdad por desplazamiento, que es la que se crea. Para eso hace falta crear afectos, ideas, estrategias. Ese es un mundo construido a partir del concepto de crisis, de la imposibilidad de tener controlado todo siempre.
Ahora me metería en la coyuntura, y diría que esta pandemia, nos muestra lo que le pasa al capital cuando los trabajadores se quedan en sus casas, su desesperación por no tener la capacidad de producir los modos de vida neoliberales. Probablemente vuelva a ganar esta batalla, y esto se resuelva incluso por un neoliberalismo peor, pero yo no hago predicciones y nunca soy optimista histórico. Pero sí puedo decir que estamos en una situación privilegiada, porque podemos ver el desastre que ocurre en la mentalidad de estas personas cuando los cuerpos no trabajan. Esta situación nos permite entender más la gigantesca potencia de esta vitalidad, que los neoliberales dicen que no existe, porque sólo existe el dinero, el intercambio y que las personas se adaptan a eso. Lo que pienso es al revés, que el mundo sea una mierda es una evidencia, y nosotros estamos acá pensamos cosas, interpretando, somos un desplazamiento que ocurre. Nuestra responsabilidad es pensar desde ahí.
Hoy se piensa mucho en si esta pandemia tiene algún sentido de novedad absoluta. Desde lo político-económico, la discusión por una renta universal, un ingreso ciudadano, etc, ha ingresado al debate en nuestro país. Incluso el Ingreso Familiar de Emergencia -IFE- puede ser entendido como un ingreso al sector precario, aunque solo se piensa en momentos de excepcionalidad, pandemia, crisis. Es un tema que se viene hablando en las teorías políticas europeas hace décadas. Recuerdo “Imperio” de Negri, y hay algo allí que se llama “un salario social y un ingreso garantizado para todos”, como propuesta política.  ¿Crees que es una novedad este debate?. ¿que opinión tenes de ese concepto de ingreso ciudadano y del debate?. 
Bueno, el libro de Negri-Hardt que ya tiene veinte años, fue un hito para algunos de nosotros. Porque más allá de que sus tesis se siguen discutiendo, fue un antes y un después en términos de imaginarios activistas. Colocó de manera definitiva la idea de un espacio global, y nos permitió pensar unos sujetos políticos que no eran la vieja clase obrera, sino la clase ampliada, atravesada por procesos subjetivos, recompuesta. Me parece que es un libro extraordinario, muy importante. En los mismos años en que se escribía Imperio, ocurría en Argentina un fenómeno muy importante y es que el movimiento piquetero en sus luchas, llegó a ser una experiencia de administrar planes sociales. Desarrollaron una actividad de movilización desde abajo que permitió generar un mínimo de infraestructura popular, de inteligencia colectiva, de red social, en el medio del desastre absoluto que era ese mundo.
O sea que el plan social, nace de arriba y nace de abajo. De arriba porque fue diseñado por organismos internacionales de crédito, el estado, pero también de abajo como forma de organización y lucha. Me parece que por un lado es muy interesante pensar formas colectivas del salario, como se paga el salario de aquellas personas que no están dentro de un empleo formal, de dependencia, que son desocupados, precarios. Me parece muy interesante toda esta tradición europea de discutir renta básica, renta cuarentena. Pero hay otros dos elementos. El primero es ¿que se paga cuando se paga?. ¿Se le paga a una clase social porque se la considera peligrosa?, ¿se paga por caridad o se paga porque se reconoce una productividad popular?. Esto me parece importante. Primero que se pague, segundo que ese pago reconozca productividad social y tercero, que no sea por un tiempo, que no sea excepcional, y entramos aquí al tema de fondo que se discute hoy: primero el lenguaje. Alberto Fernández en la primera extensión de la cuarentena dice que prioriza la salud de los argentinos contra los que priorizan la economía. Ahí se da una disputa, porque los neoliberales responden, que no es posible la salud y la vida sin la economía. Cuando hacen eso, están señalando una elemento clave: el materialismo en el que se sostienen los enunciados. Fernández no puede plantear que prioriza la vida si no es capaz de disputarle a los neoliberales el sentido mismo de la palabra economía. Si no lo hace, si no plantea que la economía es otra cosa, implica movilizar otros sectores, modificar estructuralmente las formas de producción, los neoliberales tendrán razón. Tenemos que disputarle a los neoliberales la palabra economía.
También hay que decir que en torno a la salud, surge un protagonismo de los cuidados, de lo público, formas comunitarias, yo diría, y  allí empezamos a reeler Imperio, desde abajo y anunciamos, claramente, que si nos interesa la economía, solo que nuestra idea de la economía se reorganiza en torno a los cuidados, la salud, la vida. Ahí pienso que en torno al lenguaje se da una de las dos disputas centrales del materialismo: no podemos dejarle a los neoliberales la materialidad de la vida. Esta crisis es una crisis profunda. La otra cuestión es el tiempo. Los neoliberales están completamente de acuerdo con todos nosotros en que en este momento hace falta hacer una serie de modificaciones. Por ejemplo, es posible que haya que poner más plata en impuestos, se admite que el estado pueda emitir moneda, se acepta perfectamente que el estado tiene que tener un crecimiento, lo que pasa es que para ellos ese desarrollo tiene que dirigirse a salvar empresas. Acá hay un tema que es el clamor por un estado protector y un problema con la noción de tiempo. Porque lo que ellos consideran excepcional, yo creo que debería ser la nueva época, un rasgo durable, una inscripción definitiva, como dijimos, la excepción se vuelve norma para nosotros. Si somos capaces de pensar que el tiempo no es un tiempo de emergencia, sino un punto de inflexión, entonces las fuerzas que se movilizan hoy no se movilizarán por un tiempo nada más. Tenemos que discutir de qué fuerzas hablamos cuando hablamos de estado protector, ¿proteger que?, ¿proteger como?. Estamos preguntándonos de manera desesperada como discutir el lenguaje, el tiempo y la economía.

“Alberto Fernández no puede plantear que prioriza la vida si no es capaz de disputarle a los neoliberales el sentido mismo de la palabra economía. Si no lo hace, si no plantea que la economía es otra cosa, implica movilizar otros sectores, modificar estructuralmente las formas de producción, los neoliberales tendrán razón. Tenemos que disputarle a los neoliberales la palabra economía”.

Antes del coronavirus, había una serie de fuerzas que estaban poniendo en disputa algunos sentidos neoliberales, de nuevo. Pienso en Argentina y el triunfo del Alberto, las revueltas en Chile, el movimiento indígena en Ecuador. Lo de Bolivia es muy opaco y oscuro. ¿Como pensás esos antagonismos, esas disputas pos-cuarentena?. En este marco, como ves la posibilidad de una nueva relación entre movimientos populares y estado en Argentina.  
Son preguntas muy difíciles de responder. Primero porque implican predecir, y ahí no sabría donde mirar. Lo que tiendo a ver es que en la historia reciente argentina nos encontramos con una secuencia que es básicamente está: después del 2012-2013 hay una derrota de la conducción política de parte del movimiento popular que la ejercía el kirchnerismo. Y el neoliberalismo construye muy rápido una alternativa que triunfa electoralmente en 2015. Pero desde el 2013 en adelante hubo muchos avisos. El momento en que Bergoglio es electo Papa, el momento en que Nisman denuncia al gobierno por el pacto con Irán, el momento en que Massa rompe el peronismo y le gana a Cristina la provincia de Buenos Aires, la incapacidad de Cristina de gobernar el dólar, la aparición de los cacerolazos en defensa la propiedad privada. Hubo mucha información en relación a que el kirchnerismo ya no estaba en condiciones de gobernar el proceso político, de comprender las mutaciones que había producido la sociedad, y no era capaz de ganar una elección. La llegada del macrismo en 2015 supuso una capitalización de todo aquello que el proceso populista no había sabido ver en su propia base social y articuló eso de manera voluntarista. Desde el otro lado creían que la derrota del kirchnerismo dejaba al movimiento popular inerte e incapaz de defenderse de una ofensiva como la que ellos planteaban. Eso pareció que podía cuajar. Durante el 2017 hubo un momento de represión social altísimo: el intento de poner carpa blanca por parte de los docentes, la represión en el verano a los mapuche, la represión a las primeras marchas de mujeres, Pepsico, una serie de actos represivos que iban acompañando la idea de que los que no se adaptasen a la vida neoliberal iban a ser borrados, como la vieja escoria de corrupción, mafia, piqueteros, todo lo mismo borrado en nombre de la forma empresa.
La muerte de Maldonado y el asesinato de Nahuel, nos dejaban con la sangre helada porque esa movilización no alcanzaba a frenar ese proyecto. Ese año Macri gana las legislativas, pero a fines de ese año todo se complica, cuando ellos anuncian que se van a acelerar una serie de reformas. Cuando intentan hacer la reforma jubilatoria, que era la primera de una serie de ellas, hubo una jornada memorable de lucha en el Congreso de la Nación, cacerolazos y el gobierno de Macri entró en crisis. A poco tiempo la respuesta es una huida de capitales, una crisis económica muy fuerte, y Macri decide anclar la conducción política del país en el Fondo Monetario Internacional como forma de preservarse y llegar a las próximas elecciones, y evitar así, que un gobierno populista o de otro tipo vuelva al gobierno.
En 2017, en provincia de Buenos Aires Cristina hace la mejor elección que un dirigente haga en cualquier región del país. Es decir, Cristina queda como electora privilegiada de la alternativa. No se pudo sacar a Macri en las calles, pero se logró limitar ese poder sin liderazgo político, sin que el kirchnerismo lo liderara, y en las primarias de agosto, donde hay una paliza de Alberto a Macri, podemos ver como ese odio callejero, esa necesidad urgente de poner un límite a Macri se inscribe en las urnas.
¿Que tenemos después de eso?. Tenemos una disputa por entender si la coalición que desplazó a Macri es antineoliberal, o es simplemente una coalición nacional para renegociar la deuda. Mi opinión es que es lo segundo. No cuajó una coalición anti neoliberal. Todo esto se complica mucho con esta coyuntura.
Para mi la relación entre movimientos sociales y gobierno, tiene dos posibilidades. O una posibilidad de precarización del movimiento social, descomposición, como réplica de lo que fue el peor momento del kirchnerismo o una presencia activa del movimiento social que desde afuera o adentro de la alianza presione para una política no neoliberal. Qué cosa sea una política no neoliberal, es una cosa hoy muy incierta. Si vemos la coyuntura latinoamericana, como Piñera retomó el control en Chile, el golpe de estado en Brasil y el fascista de Bolsonaro en el gobierno, el golpe en Bolivia, además de lo que pasó en Argentina, deja este escenario más abierto.
Del otro lado lo que vemos es que el neoliberalismo no es una política económica. No es solamente el partido de Macri, o los que dicen que hay que liberar el mercado. El neoliberalismo es la presión del capital para conseguir ganancia a cualquier costo sin reparos en el uso de la violencia. En la medida en que la tasa de ganancia el capital se la garantiza por la fuerza, viene la pregunta: ¿simplemente con un discurso antineoliberal alcanza?, ¿o bien su salida implica generar mucha fuerza colectiva para intentar frenar la violencia del capital y preguntarse por formas de reproducción social que no dependan de esa voracidad del capital?. Eso está abierto y la gran noticia es que se vuelve visible la importancia de la organización comunitaria, de los trabajadores de la salud, los cuidados comunitarios, es ahí donde uno podría ver las imágenes de esas fuerzas. Otra relación con la economía, con el tiempo, con la ciudad, con lo comunitario, pero no me animo a decir que esas fuerzas van a poder desarrollarse. El optimismo histórico me parece un peligro, si me parece bien el ontológico.

“Si somos capaces de pensar que el tiempo no es un tiempo de emergencia, sino un punto de inflexión, entonces las fuerzas que se movilizan hoy no se movilizarán por un tiempo nada más. Tenemos que discutir de qué fuerzas hablamos cuando hablamos de estado protector, ¿proteger que?, ¿proteger como?. Estamos preguntándonos de manera desesperada como discutir el lenguaje, el tiempo y la economía”.

No es la disputa entre el partido de las formas de vida contra el de los modos de vida 
Claro, tendríamos que admitir que hay una zona de ambigüedades muy grandes entre modos de vida y formas de vida y que no tenemos en este momento un concepto de lo político que nos permita organizar una comprensión y una forma de acción clara y definida. Más bien, diría que las izquierdas entraron, como dice Bifo Berardi, en un crisis cognitiva, la racionalidad de la izquierda no está funcionando. Cuando las izquierdas llegan a los gobiernos son muy impotentes, sino traicionan directamente como en Europa, entonces la pregunta es como escuchar los movimientos indígenas, feministas, de jóvenes, que en el plano sensible van mucho más avanzados en el sentido de recomponer una inteligencia, de construir un marco cognitivo, de reconstruir un tiempo de lucha y una inteligencia colectiva. Ahí no me animo a hacer pronósticos, solo se de que lado estoy.
(*) Lic en Ciencias Políticas de la Universidad Nacional del Comahue- CURZA
Fuente e imagen:  http://lobosuelto.com/un-punto-de-inflexion-entrevista-a-diego-sztulwark/
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OVE entrevista a Luis Miguel Cisneros Villanueva: “La historia como posibilidad al construir un tipo de educación endógena y pertinente”.

Entrevista realizada por Luis Miguel Alvarado Dorry en exclusiva para Otras Voces en Educación.

Conocimos a Luis Miguel Cisneros Villanueva en una de las clases del Instituto McLaren de Pedagogía Crítica con sede en la Ciudad de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, México; una persona seria, tranquila, pero con una gran energía por querer transformar las condiciones desfavorables en la que viven los excluidos, los oprimidos, los ninguneados, los acallados y los invisibles, a partir de una educación propia (endógena) y no impuesta (exógena).

Tiene un Posdoctorado en el área de especialidad de Investigación Aplicada en Educación con Énfasis en Diseño y Construcción de Proyectos de Educación Popular (2015), Doctorado en Pedagogía Crítica y Educación Popular (2014) y Maestría en pedagogía crítica y proyectos educativos (2017) por parte del Instituto McLaren de Pedagogía Crítica; Maestría en Docencia en Ciencias Sociales (2009)  y una Licenciatura en Pedagogía por parte del Instituto Michoacano de Ciencias de la Educación “José Ma. Morelos”.

El Doctor Luis Miguel Cisneros Villanueva es originario de la comunidad indígena de Sicuicho, Municipio de Los Reyes, Michoacán. Es maestro rural de Telesecundaria, asesor de maestría en la Universidad Pedagógica Nacional (UPN) unidad 162 y catedrático del Instituto McLaren de Pedagogía Crítica de Ensenada, Baja California, México. Su compromiso y vocación lo ha llevado a ser un estudioso de la pedagogía, buscando y construyendo caminos para mejorar prácticas y concepciones educativas. Diseñó e impartió los diplomados: “La comunidad de diálogo: una alternativa en la escuela”, “Por una escuela creativa, crítica y solidaria” y, “El Jardín de Niños pensante, creativo y ético”. Es fundador del Colectivo Pedagógico “Paulo Freire”, cofundador del programa de radio comunitario denominado “La voz del magisterio democrático” transmitido en la región Los Reyes. Creador del programa “Las alternativas educativas” transmitido por Facebook y Youtube.

Es coautor del libro: “Grandes Educadores Latinoamericanos” (2014). Autor del libro: “Las Alternativas Educativas desde la Pedagogía Crítica y la Educación Popular” (2016). Coordinador del libro: “Pedagogías Emancipadoras: Experiencias Pedagógicas del Valle Esmeralda y la meseta P´urhépecha” (2017). Autor del libro: “Pensamiento Pedagógico del maestro Rafael Ramírez en la época de oro de la educación mexicana” (2018). Ha impartido talleres sobre el pensamiento crítico, la creatividad, la pedagogía crítica y la comunidad de diálogo.

Para ser un gran maestro, en primer lugar, se tiene que ser un gran ser humano y, en segundo, una gran persona, Luis Miguel Cisneros Villanueva engloba todas estas características; es un maestro comprometido con las sociedades oprimidas que busca con maestras y maestros, entre todes, construir una educación diferente, más humana y humanizante, surgida desde lo glocal con base en los intereses y necesidades del contexto y, en la participación dialéctica y dialógica de todes, con el hito de luchar y resistir los embates del capitalismo salvaje en su fase neoliberal.

 

Luis Miguel, cuéntenos un poco su historia de vida, ¿Cómo llegó a la educación crítica y contestataria?

Primeramente agradecer al portal “Otras Voces en educación” por esta entrevista, recuerdo que en mis inicios como maestro rural de Telesecundaria hubo una frase que marcó mi opción política, ética y pedagógica. Fue en un seminario político sindical donde observé que un compañero tenía un libro sobre Simón Rodríguez, después de cruzar algunas palabras le pedí prestado ese texto, ya en la casa lo leí hasta terminar. Lo que más me impresionó fue el planteamiento de Rodríguez: “¿Dónde iremos a buscar modelos? O inventamos o erramos”. Esta frase me conflictúo bastante pero al final entendí que para dejar de copiar concepciones educativas es necesario construir alternativas educativas. Por cierto y a pesar de mi rebeldía yo no lo hacía, en ese momento me di cuenta que en realidad era un rebelde pero sin causa. Así, en mi posición de “crítico” rechazaba y cuestionaba -en automático- los planteamientos de la autoridad. Sin embargo, más que crítico era un criticón. Entonces, a partir de la lectura de Simón Rodríguez comprendí que cuando se protesta o denuncia es obligado construir propuestas, soluciones o alternativas.

Ahora bien, para la construcción de alternativas educativas ocupamos analizar permanentemente la política y práctica educativa. Esta reflexión colectiva incluye diálogos de saberes con las y los otros para construir, deconstruir o reconstruir una educación a la medida de cada contexto.

Cuando entendí que debía dar dirección a mi práctica me adentré en lecturas sobre pedagogías críticas y educaciones populares que por cierto no conocía, aún y cuando ya había estudiado una licenciatura en pedagogía y una maestría en docencia. Así, conocí lecturas de Peter McLaren, Henry Giroux, Michael Apple, Joe Kincheloe, Paulo Freire, José Martí, Rafael Ramírez, Sergio Quiroz, Marco Raúl Mejía, Luis Bonilla, María Shirley Dos Santos, Jesús Pastor Brigos, Carlos Díaz Marchant, Alicia Minujin, Carlos Razo, Rosa María Romero y otros que sin duda marcaron definitivamente mi trabajo docente y comunitario. Esto ayudo a comprender que la escuela puede ser un lugar de reproducción o de contestación. Fue la última opción la que adopté porque devela y elimina todo tipo de opresiones. Sin embargo, no quise que el planteamiento se quedara en un simple discurso, por consiguiente repensé mi práctica para que esta fuera consecuente con mi opción política. Cuando retomé las pedagogías revolucionarias deje de reproducir recetas exógenas descontextualizadas, asimismo eliminé programas sobrecargados de contenidos porque no generan aprendizajes significativos y mi clase ya no se basó en la educación bancaria y memorística. En suma y después de escuchar a Marco Raúl Mejía en Ensenada BC. resolví dejar de ser un idiota útil al sistema.

Luis Miguel ¿Cuáles considera que son los elementos más significativos de la crisis educativa en México?

Creo que son muchos, yo solamente intentaré ubicar algunos. Uno es la política educativa dictada e impuesta desde el extranjero, esta situación presiona -en gran medida- a las y los maestros porque deben lograr que sus estudiantes alcancen los estándares fijados, el problema con esta visión es que exalta la memorización, fragmenta el conocimiento y prioriza la enseñanza de las matemáticas y la lecto-escritura dejando fuera otras áreas del conocimiento. ¿Se puede formar integralmente a los sujetos con aprendizajes utilitarios, parcelados y estandarizados? Otra realidad de este enfoque exógeno es que plantea una educación desconectada de la vida, por tanto existe en las y los estudiantes apatía, -y en algunos casos- aborrecimiento a la escuela, a sus docentes y a sus contenidos. Aquí surge otro problema fundamental, las y los maestros se convirtieron en simples operarios de currículos. La actual política educativa desmotivó considerablemente al magisterio pues en lugar de que, las y los maestros, prepararán y presentarán clases creativas se enfocaron en depositar contenidos utilitarios, insignificantes y en muchos casos obsoletos, pues como dijimos el único objetivo es que los y las estudiantes pasen las pruebas estandarizadas. Así, el trabajo instrumental generó malestar en las y los maestros porque los redujo a operar y reproducir la política educativa deshumanizante. El malestar docente se agudizó con el desprecio constante hacia ellas y ellos, su posición desechable y las agresiones -de todo tipo- de las que son objeto. ¿Cómo aspirar a un país mejor con maestras y maestros sobreexplotados, amenazados, violentados y señalados constantemente? Entonces, es urgente la dignificación y valorización del magisterio en los hechos y no en discursos vacíos.

 Asimismo, la escuela actual se encuentra en crisis porque no ha cambiado mucho respecto a su creación, sigue vigente las formas de organización, los objetivos, los contenidos, los  reglamentos, las relaciones interpersonales y otros. Una tarea pendiente de la educación es desarrollar el pensamiento crítico, creativo y solidario en las y los estudiantes, esto no se logra porque nuestra educación es excesivamente cognitiva y reproductora del darwinismo social y pedagógico, es decir, la educación actual forma en y para el individualismo, exalta la memorización de contenidos, limita la creatividad, la expresión de emociones, no permite los cuestionamientos “incomodos” y reprime la autonomía en el pensar y actuar. Por lo expuesto, urge la refundación de la escuela.

 

Luis Miguel, como pedagogo crítico ¿considera que la formación de les futuros docente se corresponde a las necesidades del país y los desafíos pedagógicos del siglo XXI?

Lamentablemente la formación docente está condicionada por imposiciones de organizaciones internacionales que exaltan la formación docente instrumental y utilitaria. Esta visión aceleró la despedagogización del magisterio con la introducción de un lenguaje, conceptos y categorías ajenos a la educación, además, en muchos espacios formadores se aceptó de forma pasiva la mercantilización de la educación. La despolitización vigente impidió los cuestionamientos freirianos como: ¿Qué contenidos enseñar, a favor de qué enseñarlos, a favor de quién, contra qué y contra quién? Así, la gran maquinaria educativa neoliberal formó maestras y maestros obedientes a los procesos de reforma y los redujo a simples operarios de currículos estáticos, aburridos y descontextualizados. Esta concepción educativa responde a las necesidades del sector empresarial trasnacional pero de ninguna manera a los problemas y aspiraciones del pueblo mexicano.

La pobre formación pedagógica, política y ética del magisterio (herencia del sistema educativo neoliberal) afianzó la repetición, la memorización de contenidos y la explicación única del mundo y de las cosas. Lo anterior, es absolutamente cuestionable si recordamos que nuestro México, es una nación de naciones. Entonces, ¿Por qué convertir a la escuela en un lugar de entrenamiento para “pasar pruebas” diseñadas desde el pensamiento único-occidental? ¿Hasta cuándo cesará la violencia (directa y simbólica) en contra de las comunidades educativas?

Ahora bien, ¿Qué hacer para replantear la formación y actualización docente? Yo creo que debemos repensar colectivamente a la y el maestro que se ocupa hoy en día. En este sentido urge desintoxicar la agenda en la formación y actualización docente enfatizando algunos ejes:

  • Recuperar la politicidad en la agenda formativa para hacer que lo pedagógico sea más político y lo político más pedagógico.
  • Formar para y en la concientización, la mística y el compromiso con los sectores oprimidos.
  • Promover y formar para el activismo pedagógico constante y consciente.
  • Formar para la descolonización de la educación de tal suerte que se construyan colectivamente los cimientos para la buena educación.
  • Erradicar de la práctica educativa la pedagogía de la respuesta y en su lugar trabajar desde la pedagogía de la pregunta.
  • Un elemento clave para refundar la formación y actualización docente es enseñar a sistematizar la práctica para que ésta sea la base de la transformación educativa necesaria y urgente.
  • Una vez que las y los maestros sistematicen su práctica se deben crear los espacios para la difusión, socialización y construcción de la buena educación. De este modo, iniciar expediciones pedagógicas de escuela a escuela, a nivel región y Estado, para finalmente llevar a cabo -periódicamente- grandes expediciones pedagógicas nacionales.

Por último y para acompañar la formación y actualización magisterial se ocupa una gran cruzada por la educación emancipadora para romper definitivamente con las visiones educativas promotoras del darwinismo social y pedagógico. Esto implica la revalorización -en todo sentido- del magisterio nacional, pero esto como dijimos no debe ser un discurso, sino un planteamiento claro y consecuente.

¿Qué ha significado el Coronavirus en lo educativo? ¿Considera que las medidas educativas tomadas en el contexto de la pandemia afectan al derecho a la educación?

Creo que como se ha dicho en muchos espacios la pandemia es una oportunidad para repensar y repensar-nos no sólo en el ámbito educativo sino en la vida misma, sin embargo, muchos discursos -incluso en sectores de la izquierda- son vacíos, demagógicos y repetitivos porque se ha discursado sobre el tema pero no se observan propuestas que refunden totalmente la escuela y las relaciones que se dan dentro de ella. Aquí vale recordar una frase de Marco Raúl Mejía que dice: “nunca más protesta sin propuesta”. Cuanto nos hace falta validar este pensamiento porque efectivamente, después del análisis y la crítica corresponde construir alternativas, por tanto, creo que es fundamental aprovechar la coyuntura actual para refundar la escuela tomando en cuenta los nuevos contextos que la pandemia dejará.

El reto es eliminar -de una vez por todas- los elementos obsoletos de la escuela original y construir otra escuela posible que coadyuve a la solución de viejas y nuevas problemáticas. Pero, ¿Quién refundará la escuela? ¿Los gobiernos? ¿Las y los intelectuales? Sin duda, esta es una tarea de los sectores magisteriales-populares formadores de nuevas subjetividades fuera del capitalismo. La tarea no es sencilla, sin embargo no se inicia de cero porque ya existen en el país experiencias pedagógicas emancipadoras como el PTEO en Oaxaca, el PDECEM y PEPOMICH en Michoacán, las escuelas altamiranistas en Guerrero, la educación zapatista en Chiapas, el proyecto alternativo del movimiento de resistencia de Baja California, las experiencias educativas desde la Comunalidad y otras. Asimismo, tenemos saberes populares y cosmovisiones de pueblos originarios que humanizan. Estos elementos se deberían aprovechar para construir, deconstruir y reconstruir alternativas educativas en múltiples espacios. Lo imprescindible en esta tarea es que exista claridad política, ética y pedagógica para eliminar todo tipo de opresiones, para formar en la solidaridad y fundamentalmente para reconectar a los sujetos con todas las formas de vida incluida la madre tierra. No obstante, es esencial que esto no sea un discurso hueco sino propuestas basadas en la praxis pedagógica emancipadora.

En relación a las acciones educativas que el gobierno ha tomado en el contexto de la pandemia me parece que son precipitadas, descontextualizadas y por tanto erróneas. Sin embargo era lo que se podía esperar de funcionarios conservadores como Moctezuma Barragán (Secretario de Educación Pública) que al igual que sus antecesores evidenciaron  desconocimiento de las realidades educativas del país. ¿Por qué plantear como única opción el programa “Aprende en Casa”? ¿Por qué no se consideraron otras opciones tomando en cuenta un sistema educativo destruido por políticas educativas neoliberales? Es claro que no se consideró el acceso a los medios tecnológicos, tampoco la grave desigualdad en el país y mucho menos la falta de conocimiento en el manejo las plataformas educativas. Si bien es cierto que una parte de la población tiene acceso a la tecnología esto no significa que la usen más allá de las redes sociales que poco o nada tienen que ver con “educativo”.

Pero hagamos un ejercicio imaginativo, pensemos en un escenario ideal donde se tiene acceso a las tecnologías, se utiliza de forma correcta las plataformas y se terminan los programas de estudio (esto último parece ser la única y gran preocupación de los gobiernos pero también, de madres y padres de familia, tutores y un gran sector magisterial). Las preguntas serían: ¿Esto es educación? ¿Humaniza o deshumaniza esta actividad? ¿Por qué se enfatiza terminar programas por encima de aprendizajes significativos y humanizantes? ¿Qué tipo de subjetividades se forma con las clases en línea? ¿Se promueve el diálogo y el cuestionamiento? ¿La clase en línea es una forma de educación bancaria? Son muchos los cuestionamientos que se pueden hacer al respecto, lo alarmante es que en muchos espacios no se hacen este tipo de preguntas -en voz alta- por temor a represalias o por quedar bien con los sectores privilegiados de la escuela y sobre todo porque es más fácil simular que repensar y repensar-nos en este contexto de crisis.

 

Amigo y tocayo Luis Miguel, desde las alternativas educativas ¿cuáles serían algunas de las propuestas que considere importantes para iniciar un proceso de transformación radical del sistema educativo?

Interesante pregunta tocayo, primero recordar que la educación no fue, no es, ni será nunca neutra porque siempre responde a cierta ideología, por tanto, las alternativas educativas deben ser contextualizadas, humanizantes, integrales, a favor de las y los oprimidos y principalmente pensadas y construidas por la comunidad educativa. Lo anterior, porque existen algunas propuestas “alternativas” pensadas e impuestas por intelectuales que se creen iluminados, uno se pregunta: ¿Pensar y decidir por las y los otros no es una característica de los sectores conservadores? Para no cometer estas contradicciones se ocupa fundar espacios para dar voz a quienes históricamente se les ha negado. Es decir, se ocupa un auténtico diálogo de saberes colectivo para recoger las aspiraciones de las comunidades, así como el aporte de experiencias o pedagogías de la insurrección. Otra tarea de las alternativas educativas es hacer un frente común para disputar -en todos los sentidos- la educación, incluida la producción de saberes para que estos sean a favor de las mayorías, resuelvan problemáticas y sobre todo, construyan nuevas subjetividades.

Como lo mencioné anteriormente, en la actualidad se están construyendo alternativas educativas, todas con sus particularidades, avances y retos. Unas con más dificultades que otras, algunas han encontrado -en el proceso de disputa- un ataque (a veces velado y otras veces abierto) de sectores conservadores y de gobiernos retrógrados que buscan mantener el statu quo a toda costa. No obstante, la resistencia, la lucha, la organización y el sueño colectivo han permitido la construcción de alternativas incluso en espacios donde parecía imposible. La lección aquí es que las y los oprimidos superaron la visión fatalista impuesta y, asumieron la historia como posibilidad al construir un tipo de educación endógena y pertinente. Los proyectos y programas alternativos han encontrado en sus procesos de reflexión-acción-liberación distintos tipos de opresión y, por tanto, su programa contempla estructuras pedagógicas específicas para la liberación. En otras palabras, luchan contra las opresiones de tipo racial, de clase, de género y con las que van surgiendo o develando. Esta condición es gracias a que las alternativas educativas se repiensan todo el tiempo, nunca se asumen como propuestas acabadas o estáticas sino en movimiento, en permanente construcción, deconstrucción o reconstrucción. Esta perspectiva dialéctica consolida la buena educación porque se nutre de la sistematización de las y los maestros críticos, que ciertamente son ellas y ellos los protagonistas de la transformación educativa necesaria y urgente.

Lo expuesto demuestra que hay esperanza y que los colectivos que todavía no construyen alternativas educativas deben hacerlo ya desde lo inédito viable (propuestas concretas). En este orden de ideas, nuevamente cobran significado las palabras de Simón Rodríguez “o inventamos o erramos”. Nuestra opción es dejar de copiar concepciones que nada tienen que ver con las aspiraciones del pueblo y en su lugar inventar-construir alternativas a partir de recuperar la capacidad de soñar, de crear y fundamentalmente de hacer y pensar pedagogía. En palabras de Freire, luchar por el derecho a ejercer la belleza del acto educativo. Lo anterior se logrará con dosis de rebeldía colectiva, rebeldía para negar y combatir la educación estandarizada reducida a simples técnicas de adiestramiento. Ser rebeldes significa desmitificar al sistema capitalista como la única opción para ser, estar y pensar el mundo, por tanto es urgente desafiarlo -en muchos frentes- porque es claro que sólo ha agudizado la desigualdad, la miseria, las relaciones de poder, la estandarización de la cultura, la mercantilización de los servicios sociales, la cosificación y deshumanización del ser humano. Es precisamente esta realidad impuesta la que obliga a refundar y democratizar la escuela, pero no desde cualquier teoría o moda pedagógica sino desde las alternativas educativas formadoras de otras subjetividades, desde las pedagogías latinoamericanas y desde las experiencias educativas emancipadoras. Estas concepciones educativas deben servir como líneas generales para el debate, la acción y la lucha por sociedades más humanizadas.

Estoy convencido que las y los maestros sólo tenemos de dos sopas: reproducir el estado de cosas o contribuir a la formación de otras subjetividades que en el corto plazo resistan la barbarie vigente, posteriormente construyan alternativas para que estas -en el mediano y largo plazo- coadyuven en la refundación de la sociedad y la vida. Porque justamente, se trata de transformar la sociedad enferma, intolerante y opresora y no adaptarse a ella. En suma: las alternativas educativas deben servir para curar y reparar el planeta, el ser humano y las relaciones vigentes. Sabemos que la educación es un pilar clave en la concientización política, ya lo dijo Paulo Freire, la educación por sí sola no cambia al mundo, cambia a las personas que cambiarán el mundo. Esa es la tarea, hagámosla realidad.

MUCHAS GRACIAS

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¿Qué será la normalización?

Por: Elisabeth de Puig

Esperamos todos la llamada “normalización” y miramos, esperanzados, las tentativas de salida de crisis en los países que nos han precedido en la cuarentena con la conciencia de que cada gobierno ha tenido su gestión nacional de la pandemia dentro de los parámetros de la OMS y que cada país sale del confinamiento según su propia idiosincrasia.

Ayer habló el presidente de una reapertura gradual que, de primera impresión, deja las puertas abiertas a algún nivel de confusión. Si no hemos sido capaces de controlar las medidas de aislamiento social y el toque de queda a cabalidad, ¿qué posibilidad tendremos de controlar la “covidianidad” sin dar pie a un cierto caos?

El encierro en casa ha provocado que una gran parte de la población ha tenido que habituarse a una realidad desconocida. Una situación nueva a la que se le está haciendo frente y a la cual la sociedad dominicana ha respondido de manera diferente según los estratos sociales y las diferentes condiciones de vida.

Este confinamiento ha desencadenado graves preocupaciones sobre el futuro de la economía local y global, a la par de las angustias sanitarias.

Estos temores no se acabarán con la llamada normalización y parte de ellos tienen que ver con el peligro real que seguirá existiendo en ausencia de una vacuna y de remedios efectivos contra el COVID-19.

Al salir a la calle no sabremos si la persona que está cerca está contagiada o si un objeto que estamos agarrando ha estado en contacto con el virus.

En el futuro inmediato por forrados que estemos con lentes, viseras, máscaras y guantes, y aunque guardemos el distanciamiento físico de dos metros, lo que se vislumbra es que encararemos a los demás con algo de paranoia o, por lo menos, con temor y desconfianza.

Esto ha conllevado que en España y Francia se hable en estos días del “síndrome de la cabaña”, que hace que la gente en el momento de la liberalización tenga miedo a hacer contactos con otras personas fuera de la casa, a trabajar fuera del hogar, a relacionarse, etc. y muchos prefieran quedarse encerrados todavía.

Pero cuando hablamos de normalización, lo que más nos debería interpelar es saber hacia dónde nos dirigimos con esta nueva etapa.

¿Será posible volver a la misma vida que teníamos hace dos meses, a una sociedad regida por un capitalismo puro y duro, a un individualismo despiadado y a un modelo neo liberal de sálvese quien pueda, o se vislumbrará la posibilidad de establecer una sociedad que tendrá como ejes la cooperación y la solidaridad de todos con todos, donde no se estigmatice por rumores infundados y no se discrimine por motivos de nacionalidad, religiosos o étnicos?

Como lo señaló el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, al conmemorar el aniversario del final de la Segunda Guerra Mundial y el nacimiento de las Naciones Unidas, el mundo debe «recordar las enseñanzas de 1945 y, unidos, buscar la forma de acabar con la pandemia y de construir un futuro de paz, seguridad y dignidad para todos».

La crisis del Covid 19 nos recuerda que la atención médica es un derecho humano universal que no podemos desatender como es lo característico en los modelos neo liberales, que los estados deben regular los mercados, y que debemos hacerle frente a la racionalidad económica con un sentido social y ecológico.   

¿En qué mundo queremos vivir cuando todo esto termine? Esa es la pregunta clave. La pandemia nos ha permitido darnos cuenta en tiempo real de nuestra interdependencia planetaria: ricos, pobres, blancos, negros, jóvenes y ancianos, así como de nuestra fragilidad individual y colectiva.

A este respecto, he recogido aquí y allá algunas ideas sueltas que dejo para la reflexión.

Recordemos que, si partimos de los derechos humanos, esto nos ayudará a responder a las prioridades inmediatas mientras desarrollamos, al mismo tiempo, estrategias con visión de futuro.

No es encerrándonos en nuestras ideas preconcebidas que contribuiremos al cambio social, sino abriéndonos y participando con voluntad de servicio.

Coloquemos la solidaridad por encima de la eficiencia, obviando un consumo desenfrenado que, al destruir el planeta, conduce a la pérdida de la humanidad. 

Fuente: https://acento.com.do/2020/opinion/8819108-que-sera-la-normalizacion/

Imagen: Mircea Iancu en Pixabay

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