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Esa irresistible compulsión por mentir

Por: Atilio A. Boron

 

Ya nos parecía extraño que Mario Vargas Llosa permaneciera en silencio ante las calamidades de la pandemia. Sobre todo las sufridas en sus dos países, el de origen, Perú, y el de su adopción, España. Allí se refugió después de haber sido repudiado por sus compatriotas  hace hoy exactamente treinta años –un 10 de Junio de 1990- tras su humillante derrota a manos de Alberto Fujimori en la elección presidencial de ese año. Como era previsible aprovechó la ocasión de esta plaga para dar a conocer otra de sus tantas mentiras que parecen verdades -arte maligno del cual es un refinadísimo cultor- para alabar al gobierno de su amigo Luis Lacalle Pou que, según el escritor,  decidió combatir al Covid-19 apelando a “la responsabilidad de los ciudadanos” y declarando  “que nadie que quisiera salir a la calle o seguir trabajando sería impedido de hacerlo, multado o detenido, y que no habría subida de impuestos, porque la empresa privada jugaría un papel central en la recuperación económica del país luego de la catástrofe.”

Quien lea estas líneas comprobará que su indudable talento como escritor es tan grande como su ignorancia en materia de economía y estadística. También que su resentimiento contra la izquierda exacerba este defecto y lo induce a extraer conclusiones que se desmoronan como un castillo de naipes ante la más suave brisa. Aplaude el hecho de que en Uruguay sólo se registren 23 muertos a causa del coronavirus, pero insólitamente le atribuye ese mérito a un presidente que asumió pocos días antes del estallido de la pandemia. Su obcecación lo mueve a desconocer que antes de la presidencia de su amigo Lacalle Pou hubo quince años de gobierno del Frente Amplio (al que descalifica por sus  “equivocaciones notables en política económica” aunque reconoce que se respetó “la libertad de expresión y las elecciones libres”) durante los cuales la salud pública fue una de las prioridades de la gestión del médico Tabaré Vázquez, durante diez años, así como durante el interregno de José “Pepe” Mujica. Fue esto: la fuerte presencia del estado en el terreno de la sanidad y no las palabras huecas e insulsas de Lacalle Pou lo que protegió al pueblo uruguayo de la pandemia.

A contrapelo de las políticas de la izquierda en Uruguay, en sus patrias de nacimiento y adopción el desastre producido por las ideas que Vargas Llosa publicita con tanto fervor es estremecedor. Con 5.738 muertos el Perú figura en el 21º lugar en la lista de 215 estados y territorios compilados por la Organización Mundial de la Salud.  España ocupa el 6º lugar en el ranking  gracias a las 27.136 víctimas del Covid-19 condenadas por las “políticas de austeridad” de los sucesivos gobiernos neoliberales que asolaron a ese país. Otros gobiernos admirados por el escritor: el de Ecuador con sus 3.690 muertos se coloca en el puesto número 17 mientras que el 19º está reservado para el Brasil de Jair Bolsonaro con un saldo luctuoso de 38.701 muertos.

Pero la medición del impacto de la pandemia y la eficacia de las políticas gubernamentales se muestran de modo más nítido si se controla el número de muertos por millón de habitantes. Bélgica, uno de los portaestandartes de la reacción neoliberal, registra 831muertos por millón de habitantes y el Reino Unido de su admirado Boris Johnson tiene un índicede 606/millón y un poco más abajo, en el sexto lugar, encontramos a España, con 580 muertos por millón de habitantes. Ecuador con 209, Brasil con 182 y Perú con 174 continúan en el pelotón de la vanguardia. Como se puede apreciar, todos países con gobiernos fieles a los cánones del neoliberalismo. Mucho más abajo en ese ranking necrológico está el Uruguay, con 7 muertos por millón, una performance notable, sin duda, igual a la que exhibe Japón. Pero mucho más meritorio es que esa misma cifra sea la que tiene Cuba, tan denostada por el hechicero neoliberal. Igual que Uruguay y el Japón pero sin que ninguno de estos dos países sufra la asfixia de un encarnizado bloqueo que se extiende a lo largo de sesenta años, que los maleantes que gobiernan Estados Unidos sólo atinaron a endurecerlo aún más en el medio de la pandemia.

Implacable crítico de Alberto Fernández –“lamentaremos la derrota de Macri”, dijo el escritor poco después de la victoria del candidato del Frente de Todos- y los gobiernos “populistas” de la Argentina Vargas Llosa debería saber que con sus 717 víctimas de la plaga este país exhibe una tasa de letalidad de 16 muertos por millón de habitantes, lejos, muy lejos de los valores que registran España y Perú, inclusive de Estados Unidos con sus 348 por millón.  Y que en el país que gobierna su amigo Sebastián Piñera,  este índice es ocho veces mayor que el de la Argentina. En efecto,  en el más antiguo experimento neoliberal de América Latina y en donde la privatización de la salud ha sido llevada a sus extremos durante casi medio siglo el índice llega a 130 por millón.

Conclusión: la pandemia exige para su control una fuerte presencia del estado para proteger a la población, cosa que no se logra cuando la salud y los medicamentos son onerosas mercancías. La experiencia actual refuta los funestos delirios de los mentores intelectuales de Vargas Llosa: Popper, von Hayek, Berlin, Revel y compañía, responsables indirectos de políticas que sólo en los Estados Unidos produjeron más de 115.000 muertos. Afiebrados delirios que contrastan con los sobrios números de Cuba, Uruguay, China, Vietnam y Venezuela. Sí, la bloqueada república bolivariana que, como el Uruguay, también tuvo apenas 23 muertos por el Covid-19. Sólo que cuando se estandardiza esta medida por millón de habitantes la tasa en ese país no alcanza siquiera al 1 por millón, contra el muy plausible 7 del Uruguay.  Pero todas estas cosas las calla el escritor, y no creo que sea porque desconozca algo tan elemental. Ha dado sobradas pruebas de que ignora las complejidades teóricas de la Economía Política y los fundamentos matemáticos de la Estadística. Pero cálculos tan simples como los que hemos expuesto más arriba están al alcance de cualquier persona que conozca las cuatro operaciones básicas de la aritmética. Me niego a admitir que Vargas Llosa sea incapaz de tan elemental tarea. Pero su fanatismo lo lleva, una y otra vez, a mentir para defender una causa perdida. No parece haber caído en cuenta de que aparte de las cuantiosas pérdidas humanas el Covid-19 hizo algo más: descerrajarle el tiro de gracia al neoliberalismo como fórmula de gobernanza. ¡Game over! Y si no me cree que por favor se dedique a leer los diarios de la mal llamada “comunidad financiera internacional” (en realidad una tropa de truhanes y bandidos de “cuello blanco”) que allí le explicarán con pelos y señales sus planes para el mundo que amanecerá cuando la pandemia haya sido controlada. Y en ese mundo el neoliberalismo se convirtió en una mala palabra que, si se la pronuncia, se lo hace en voz baja y mirando de reojo a los costados.

Fuente e imagen:  https://atilioboron.com.ar/esa-irresistible-compulsion-por-mentir/

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Post pandemia: ¿Volverán las protestas?

Por: Marcelo Colussi

 

Disolvieron todas las protestas del mundo sin un solo policía. ¡Brillante!”.

Camilo Jiménez

En estas últimas décadas el campo popular sufrió no solo un gran empobrecimiento sino su desarticulación para las luchas. Las opciones de izquierda (organizaciones partidarias, movimientos de acción armada, sindicatos combativos, expresiones populares clasistas varias) fueron duramente reprimidas por las fuerzas de seguridad de los Estados, siempre bajo la mirada vigilante de Estados Unidos. De esa suerte, por años las protestas sociales estuvieron silenciadas. O, en todo caso, se dio un despertar de nuevos movimientos sociales que, sin tener un proyecto de transformación radical, generaron nuevas dinámicas.

En América Latina, con la llegada de gobiernos de centro-izquierda en buena cantidad de países al inicio del presente siglo, se dieron políticas redistributivas que ayudaron a paliar, en parte, la situación de agobio de las grandes masas populares. Pero los planes neoliberales no terminaron. Se siguieron pagando puntualmente las deudas externas, y los esquemas económicos de base no variaron. Luego de algunos años, muchos de esos procesos de “capitalismo moderado” desaparecieron, volviendo a las presidencias de los Estados planteos abiertamente de derecha, antipopulares. Como las orientaciones fondomonetaristas no variaron nunca en lo sustancial, y en estos últimos años de derechización se profundizaron más aún, las poblaciones explotaron casi al unísono en buena parte de la región latinoamericana, así como también en otras latitudes. Eso sucedió hacia fines de 2019.

Como dato sumamente importante para entender las formas en que se dieron y las ulterioridades de esas puebladas, debe destacarse que las fuerzas de izquierda, en cualquiera de las versiones posibles, ya no existían, o estaban tan diezmadas/desacreditadas que no pudieron conducir políticamente esas rebeliones espontáneas. De ahí que el generalizado descontento popular tuvo las características de rebeliones con mucho de visceral, de explosiones populares que no llevaban claramente una orientación política revolucionaria, de transformación estructural. Era, en todo caso, la expresión de un descontento profundo contenido durante años. Los nuevos movimientos sociales contribuyeron al clima de rebelión que se vivió.

¿Por qué se dieron estos estallidos? Porque la pobreza que causó el neoliberalismo, donde no hubo el preconizado “derrame”, era ya insoportable. El subcontinente latinoamericano, terriblemente rico en recursos naturales (tierras fértiles, abundante agua dulce, petróleo, gas, innumerables recursos minerales, enormes litorales oceánicos, impresionante biodiversidad) presenta índices de desigualdad socioeconómica realmente alarmantes. Con economías prósperas en términos macro (crecimiento del PBI, inflación bajo control, paridad cambiaria estable), ocho de los diez países más desiguales del planeta están en esta región: Haití, Honduras, Colombia, Brasil, Panamá, Chile, Costa Rica y México. Los problemas sociales se multiplican en forma continua, con desempleo, falta de perspectivas, violencia callejera, salarios de hambre, un agro tradicional que se empobrece y desertifica producto de la explotación inmisericorde de las grandes propiedades y su uso de pesticidas y agroquímicos, poblaciones originarias reprimidas y olvidadas, una cultura patriarcal que sigue dominando la cotidianeidad, jóvenes sin futuro y, junto a ello, gobiernos corruptos que se ríen en la cara de tanta desgracia, todo ello constituye una poderosa bomba de tiempo. Si no estalló masivamente antes es porque la represión y el miedo histórico de las décadas pasadas (guerras sucias que ensangrentaron todos los países, con 400.000 muertos, 80,000 desaparecidos y un millón de presos políticos, más cantidades monumentales de exiliados) siguieron obrando como una fuerte “pedagogía del terror”.

Mucho de la protesta popular de estos últimos años se dio no en la forma organizativa de antaño, a través de estructuras partidarias de izquierda, sino por medio de movimientos sociales. Quizá sin una propuesta clasista, revolucionaria en sentido estricto (al menos como la concibió el marxismo clásico, como han levantado los partidos comunistas tradicionales a través de los años en el siglo XX), los nuevos movimientos sociales constituyen una alternativa antisistémica (movimientos por reivindicaciones de género, étnicas, de diversidad sexual, contra la catástrofe medioambiental). Muchos de ellos son movimientos campesinos y de reivindicación de territorios ancestrales propios; de hecho, constituyen una clara afrenta a los intereses del gran capital transnacional y a los sectores hegemónicos locales, más aún en este momento de expansión de un voraz capitalismo extractivista. En ese sentido, funcionan como un nuevo camino, una llama que se sigue levantando, y arde, y que eventualmente puede crecer y encender más llamas.

Lo cierto es que, hastiados del neoliberalismo, los pueblos se levantaron hacia los últimos meses del 2019. Los resultados fueron distintos en cada país, pero hubo un hilo conductor común. Analicemos algunos casos (Chile, Colombia y Bolivia) a modo de ejemplo, para luego sacar conclusiones.

Chile

En los países del llamado Tercer Mundo, contrario a lo que ocurrió en el Norte próspero (Estados Unidos, Canadá, Europa y Japón), las políticas neoliberales que se impusieron estas últimas décadas, pudieron ser implementadas solo a partir de regímenes dictatoriales. La dictadura del general Pinochet fue icónica en ese sentido.

El 11 de septiembre de 1973 en Chile tuvo un lugar un evento que serviría como símbolo de un importante cambio en la historia política del país. Se daba allí el golpe de Estado del ejército chileno, comandado por el general Augusto Pinochet, contra el presidente democráticamente electo Salvador Allende. La asonada militar, nada nueva ni en la historia de Chile ni en la de Latinoamérica y el Caribe, tuvo un carácter especial: dio pie a la instalación de las primeras políticas neoliberales por parte de un gobierno nacional. Las peores calamidades de los planes de achicamiento del Estado, privatización de todo lo privatizable, contención de la protesta social por todos los medios posibles y la represión militar, tuvieron lugar en Chile. De hecho, Milton Friedman en persona, eje central de la Escuela de Chicago impulsora de las políticas neoliberales fondomonetaristas, estuvo en Chile en dos ocasiones, en 1975 y en 1981, bendiciendo y evaluando las medidas.

El derrocado presidente chileno propiciaba el paso al socialismo por la vía democrática. Propuesta difícil, que la historia se ha encargado de rebatir infinidad de veces (la institucionalidad democrática dentro de los marcos del capitalismo no permite la construcción de alternativas socialistas reales; es decir: la socialización de los medios de producción y la democracia popular de base). Experiencias similares de procesos revolucionarios abortados sobran en el contexto latinoamericano (Haití, República Dominicana, Bolivia, Guatemala, entre otros). Lo importante de lo acaecido en Chile en aquel 1973 fue la puesta en marcha de ese laboratorio social y económico con las iniciativas de ajuste neoliberal.

Con los años, fueron instalados similares planes neoliberales a ultranza no solo en Latinoamérica y el Caribe sino en, prácticamente, el mundo entero. Chile comenzó a ser exhibido por cierta academia, varios políticos, por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional y por la corporación mediática capitalista global como el ejemplo más exitoso de estas políticas. De hecho, comenzó a circularse la idea que ya había ingresado al privado club del “Primer Mundo”. La propaganda, repetida hasta el cansancio tanto dentro como fuera del país, fue transformando a la nación trasandina en un “modelo de éxito”. Ello se debió en muy buena medida a la necesidad de la ideología neoliberal dominante en el mundo de tener una joya que mostrar. Al lado del pretendido “fracaso” de los modelos socialistas, o más aún, de los capitalismos con Estados parasitarios -o, al menos, de lo que la prensa dominante intentaba mostrar como tal-, Chile fue elegida la presea perfecta, el arquetipo de éxito con las privatizaciones. El tiempo vino a demostrar que las cosas no eran precisamente como se planteaban. Lo cual demuestra, igualmente, que la población es perpetuamente engañada por los medios de comunicación.: puras y viles mentiras.

La feroz dictadura del general Pinochet terminó en 1990. Para ese entonces, Washington estaba cambiando su estrategia de dominio de su patio trasero latinoamericano reemplazando las sangrientas dictaduras militares por la modalidad de “democracias vigiladas”. Con los planes de ajuste estructural encaminados, ya no era necesaria la “mano dura” de los militares; las democracias -entendidas solo como el ejercicio de votar y elegir mandatarios cada cierto tiempo- alcanzaban. Así, todo el subcontinente fue abriéndose a esos nuevos tiempos “democráticos”. Tuvieron lugar varias elecciones, y diversos candidatos civiles se sucedieron en la presidencia: Patricio Aylwin, Eduardo Frei, Ricardo Lagos, Michelle Bachelet en dos oportunidades intercaladas, y Sebastián Piñera, también en dos ocasiones intercaladas, quien se encuentra en el poder actualmente. Ningún mandatario modificó un ápice las políticas impuestas por la banca internacional (FMI y BM) ni la Constitución política de 1980, herencia de la dictadura pinochetista. El supuesto “milagro” económico chileno siguió ofreciéndose como el producto exitoso derivado de esas iniciativas.

Pero algo sucedió rompiendo esa supuesta tranquilidad y armonía social. En la segunda presidencia de Sebastián Piñera, iniciada en marzo de 2018, el aumento del boleto del metro propuesto a mediados de octubre del 2019 desató enormes protestas, iniciadas por el movimiento estudiantil en principio, al que se le sumó luego masivamente la población, las cuales hicieron retroceder al mandatario. El aumento del pasaje, en sí mismo, no fue especialmente significativo. Su valor en hora pico subiría de 800 a 830 pesos, equivalente a 0,042 dólares. Pero ello, en realidad, acentuó un descontento latente y creciente en la población, y dejó ver otra realidad que la presentada oficialmente como de éxito económico. Evidentemente, la cólera de la población expresó algo que no se decía oficialmente: la pobreza generalizada extendiéndose, las brechas entre las clases sociales acentuándose, la exclusión de grandes sectores de la sociedad expandiéndose, y la discriminación étnica y cultural exacerbándose principalmente por el neoliberalismo en Chile.

La primera reacción del Ejecutivo fue la abierta represión bajo el concepto de seguridad nacional y terrorismo. La misma se prolongó por espacio de varios meses, resultas de la cual se registraron 31 muertos, de acuerdo con lo informado por la OEA. Según calcula el informe preliminar de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de esa institución, luego de su visita entre el 25 y el 31 de enero del 2020, entre octubre de 2019 y enero de 2020 se registraron 400 heridos. “Chile vive grave crisis en derechos humanos”, manifestó la comisionada Esmeralda Arosemena de Troitiño, citada por el diario La Tercera. Por su parte, Joel Hernández, relator para Chile de dicha Comisión, manifestó que “las protestas registraron en varios casos abusos, detenciones y uso desproporcionado de la fuerza” debido a “falta de alineamiento de los estándares internacionales en la gestión de las protestas”.

La realidad del país no era, definitivamente, la preconizada abiertamente por la prensa nacional y global (“Chile = Primer Mundo”, según ese engañoso mensaje); las rebeliones populares pusieron al descubierto una desigualdad monstruosa (octavo país del mundo en asimetrías socioeconómicas igual que Ruanda en el África, por ejemplo), siendo el país latinoamericano que ha escenificado las protestas más grandes hacia fines del año 2019. La población, hastiada de las medidas de privatización, falta de acceso a los beneficios reales de un supuesto desarrollo, patéticamente endeudada con los bancos, reaccionó visceralmente ante el alza del pasaje de metro, lo que motivó por parte del Ejecutivo (siguiendo la sugerencia de asesores estadounidenses) la declaración de estado de sitio y toque de queda.

Sin dudas, la población del país trasandino (junto a la de Haití en el Caribe), es la que más fuertemente ha alzado la voz en toda esta ola de protestas que se dieron a fines del año pasado, lo cual llevó a un brutal endurecimiento del gobierno, con el ejército controlando las calles. “América del Sur se nos puede embrollar de modo incontrolable si no tenemos siempre a la mano un líder militar, y en el caso de Chile, esto reclama un jefe de la calidad solidaria del general Augusto Pinochet”, pudo decir sin la más mínima vergüenza Mike Pompeo, secretario de Estado de Estados Unidos, en una Comisión de Urgencia de la Cámara de Representantes de su país, ante “la preocupante situación de Chile”. Ello deja ver que Latinoamérica y el Caribe siguen siendo con muy pocas excepciones, tristemente, el patio trasero de la potencia del Norte, y lo que en esta zona sucede se decide en Washington.

Luego de la inicial salvaje represión y la incesante y creciente ola de protestas, el presidente Piñera se vio forzado a pedir perdón, comprometiéndose a implementar medidas de protección social, reconociendo la precariedad de muy buena parte de la población chilena, más allá del preconizado “milagro económico” del país que fuera primer laboratorio de ensayo de las políticas neoliberales.

Como resultado de la movilización popular, el gobierno se vio forzado, además de dejar de lado el aumento inicial, a dar alguna respuesta que satisficiera a la población. De ahí que se llegó a la idea de un plebiscito para ver si se continúa con la Constitución vigente, o se va hacia una nueva. El plebiscito, “ejercicio democrático” provocado por las protestas, presenta dos preguntas que deben ser respondidas por la población: 1) ¿Apruebo o Rechazo una nueva Constitución? 2) ¿Qué órgano es el indicado para redactar la eventual nueva carta magna: una Convención Constituyente (100% de sus integrantes elegidos por voto popular) o Convención Mixta Constituyente (50% de sus integrantes elegidos por voto popular y 50% miembros del actual Congreso?).

Para cierta visión de los hechos, el plebiscito es un triunfo popular derivado de las movilizaciones del año pasado, porque permitirá dejar atrás el lastre neoliberal y fascista de la dictadura pinochetista, aún presente en la institucionalidad del Estado chileno. Para otra lectura, esto es una jugada distractora del gobierno, una forma de ganar tiempo, una maniobra para que no cambie nada, en definitiva. Originalmente se había fijado para el 26 de abril, pero la aparición de la pandemia de coronavirus vino a alterar los planes. De momento quedó establecido para el 25 de octubre. Habrá que ver cómo se lleva a cabo la consulta, cuáles son los cambios que genera y si sigue la lucha para consolidar dichos cambios.

Colombia

En Colombia se vive un clima de violencia generalizada desde hace muy largas décadas. Un entrecruzamiento de causas explica esa dinámica; por un lado, la pobreza crónica y estructural (19.6% de la población, según datos del Departamento Administrativo Nacional de Estadística -Dane-, 2019), que excluye a amplios sectores, fundamentalmente rurales, lo que crea un clima de inestabilidad permanente. A ello se suma la presencia de una importante narcoactividad (2% del PBI, según datos de la Unidad de Información y Análisis Financiero -UIAF-), también en áreas rurales, donde igualmente se da la presencia histórica de movimientos revolucionarios de acción armada (llegó a haber tres para los años 90 del pasado siglo), perseguidos ferozmente por las estrategias contrainsurgentes del Estado. De hecho, Colombia presenta la guerra civil más prolongada de todo el continente, cuyos orígenes se remontan a la década del 50 del pasado siglo. Las consecuencias de todo esto fueron fatales; además de las cuantiosas pérdidas materiales, ese prolongado conflicto ocasionó cerca de un cuarto de millón de muertos, incalculables heridos, 70,000 desaparecidos, numerosas violaciones sexuales de mujeres y más de cinco millones de desplazados internos (primer país en el mundo en cantidad de esos desplazamientos por causas bélicas, según datos del ACNUR), sin contar con las secuelas psicológicas y sociológicas de ese clima de violencia perpetuo, y la apología de la misma como prácticamente único modo de relacionamiento entre grupos diversos.

¿Por qué se ha prolongado tanto este conflicto? ¿Qué hace que, mientras en otras latitudes las guerras pasan, se encuentran salidas negociadas, se ponen en marcha procesos de pacificación, en Colombia pareciera perpetuarse indefinidamente sin dar miras de poder entablarse negociaciones firmes que terminen de una vez el problema? Evidentemente, hay poderosos intereses en juego para que todo ello se perpetúe. El negocio de la violencia es muy redituable para ciertos grupos. Si bien ha habido numerosos intentos de pacificar el país en estos últimos años con numerosos compromisos contraídos, luego no cumplidos, y recientemente se firmaron importantes acuerdos entre el gobierno y el principal grupo revolucionario alzado en armas, la paz no termina de llegar nunca.

El clima bélico en que se ha venido moviendo la sociedad colombiana durante tan largos años es sumamente complejo por presentar numerosos y tan diversos componentes: movimientos revolucionarios de vía armada, carteles de la droga y narcoactividad, grupos paramilitares, Estado armado hasta los dientes, presencia de fuerzas armadas, de inteligencia y contrainsurgencia extranjeras directamente comprometidas en esa “guerra sucia” de mediana y baja intensidad selectiva (como es la estrategia de Washington), incluso con varios destacamentos fijos y dotados de alta tecnología militar. Son siete las bases estadounidenses en territorio colombiano, por lo que más de algún analista compara la situación del país caribeño con el papel que juega Israel, aliado de la política de la Casa Blanca, en el Medio Oriente. Es decir: el gendarme super armado de la región. No olvidar que Colombia tiene una posición estratégica al lado de Venezuela, que atesora las reservas de petróleo más grandes del mundo, más otros importantes recursos minerales (oro, hierro, coltán, tierras raras), todo lo cual es codiciado por la geoestrategia de Washington.

El enfrentamiento bélico se ha dado, básicamente, entre el Estado, la presencia militar estadounidense, y en algunos casos los paramilitares como sus aliados, contra los movimientos revolucionarios (de los tres que llegó a haber años atrás, queda operativo hoy solo uno). De igual modo, el Estado colombiano, con la colaboración de Washington, ataca la narcoactividad, en buena media destruyendo sembradíos en zonas rurales por medio de fumigaciones aéreas. Lo curioso es que ese “combate al narcotráfico” nunca termina de dar resultados, y la producción de cocaína no cesa. No está de más recordar que a Estados Unidos llega una tonelada y media de drogas ilegales cada día, en buena medida cocaína colombiana. Ese supuesto “combate” que se da en tierra sudamericana, por lo tanto, abre suspicacias. ¿Realmente se lo combate?

El “Plan para la Paz y el Fortalecimiento del Estado”, más conocido como “Plan Colombia”, luego rebautizado “Plan Patriota” y finalmente “Plan Consolidación”, destinado a combatir la narcoactividad, pero con la agenda oculta de atacar a las guerrillas revolucionarias, implicó una erogación de USD. 20,000 millones por parte del erario colombiano, cobrado por las empresas que suministraron todo el equipo bélico y capacitación militar, todas de origen estadounidense. Lo curioso es que, pese a esa monumental inversión y despliegue de fuerzas militares, supuestamente para combatir la narcoactividad, la producción de hoja de coca no bajó y la fabricación de cocaína y otras drogas se mantuvo o se movió a otros países de Latinoamérica y el Caribe. Definitivamente hay ahí una sumatoria de elementos complejos e interrelacionados que hacen de Colombia una mezcla explosiva y que, según algunas estimaciones, lo colocan como el país más violento de Latinoamérica y uno de los más violentos del mundo donde pareciera que nadie desea terminar la guerra (porque para ciertos sectores trae cuantiosos réditos).

De hecho, a través de los últimos años ha habido numerosas negociaciones en búsqueda de la paz, y muchos de los actores involucrados en esa violencia han ido modificando posiciones. Por lo pronto, dos de los grupos guerrilleros históricos involucrados en esa larga contienda silenciaron sus armas: el Movimiento 19 de Abril -M 19-, desmovilizado en marzo de 1990, y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia -FARC-, desmovilizadas según Acuerdos de Paz con el gobierno en el 2016. Pero pese a ello, la violencia no se extingue -continuó la muerte de desmovilizados de las FARC-, lo que llevó a que grupos puntuales de esta organización guerrillera se alzaran en armas nuevamente en el transcurso del 2019, quizá sin constituir una real amenaza militar, pero con hondo significado político, distanciándose de sus cúpulas de dirección nacional a las que acusan de “traidoras”.

Se podría decir también que el movimiento paramilitar -de ultraderecha, participante también en la guerra interna- sumamente activo años atrás, agrupado en la Autodefensas Unidas de Colombia, se sumó a la desmovilización en el año 2003. E igualmente poderosos carteles del narcotráfico fueron diezmados por las fuerzas gubernamentales en operaciones conjuntas con la DEA, CIA y tropas especiales de Estados Unidos, a lo largo de los últimos años. De todos modos, pese a esas diversas operaciones de pacificación, de desmovilización de fuerzas combatientes y de grupos armados de acción violenta, Colombia nunca ha vivido en paz.

Al mismo tiempo, no puede dejarse de mencionar como elemento sumamente explosivo, la gran polarización económico-social que se da en el país, la cual se extendió aún más desde los 1980s. con las políticas neoliberales, y particularmente desde 1991 con las reformas constitucionales que permitieron profundizar las mismas. Según datos de Naciones Unidas, Colombia presenta una enorme disparidad en ese ámbito -uno de los países más desiguales del mundo- con un acaparamiento de tierras enorme en manos de una ínfima oligarquía terrateniente, y una gran masa de campesinos empobrecidos. Según el Informe de Oxfam “Radiografía de la Desigualdad”, 2020, basado en datos del Censo Nacional Agropecuario, el 1% de propietarios posee el 81% de las tierras. Mujeres solo presentan el 26% de la titularidad. De acuerdo con referido documento “Un millón de hogares campesinos vive en menos espacio del que tiene una vaca para pastar.”

Esa masa campesina encontró en el cultivo de plantas de coca -comprada por los carteles del narcotráfico para la elaboración de cocaína, en buena medida con destino a Estados Unidos- una forma de sobrevivencia que la aleja de la pobreza extrema, pero sujetándola a circuitos que le terminan creando más problemas, en definitiva. Para cierta visión punitiva del combate a las drogas -que es la que impulsan los distintos gobiernos del país en consonancia con lo estipulado por el gobierno federal de Estados Unidos-, el eslabón del pequeño productor de la materia prima es el más golpeado. De ahí la continua quema, fumigación de sembradíos, criminalización y castigo por actividades ilegales, que terminan arruinando, separando y estigmatizando a esas familias campesinas, que nunca salen de pobres pese a participar en este acaudalado negocio.

Esa histórica polarización económica se vio acrecentada desde fines de los años 80 del pasado siglo con la implementación de las políticas neoliberales que dominaron todo el panorama latinoamericano y caribeño. Todos los mandatarios colombianos, fieles a los dictados de los organismos crediticios de Bretton Woods (FMI y BM), siguieron implementando a la letra las recetas de ajuste estructural, lo cual empobreció más a los sectores históricamente empobrecidos, concentrando la riqueza en una oligarquía hiper rica. En el medio de la fiebre antineoliberal que barrió Latinoamérica hacia fines del año pasado, también la población colombiana reaccionó. Fue así que se asistió al despertar de espontáneas protestas populares. El presidente Iván Duque, de derecha, acérrimo defensor de los planes neoliberales y estrecho aliado del gobierno de Donald Trump, ha sido duramente cuestionado. En realidad, el actual presidente, sin con esto quitarle la más mínima responsabilidad, no hizo sino continuar las prácticas privatistas que vienen dándose desde los 90 del siglo pasado, forzadas por la banca internacional, en detrimento de las grandes mayorías. En otros términos: se continuó, igual que todos los presidentes anteriores, con las privatizaciones en el sector energético (petróleo y minería), en las comunicaciones y en los servicios financieros. Al mismo tiempo, continuaron las políticas de impuestos regresivos, beneficiando así a los grandes propietarios colombianos, y se profundizó la reducción de la inversión pública en áreas básicas (salud y educación). Todo ello aumentó la histórica pobreza urbana y profundizó la rural provocando un descontento creciente que estaba a punto de estallar en cualquier momento.

Y finalmente, estalló. Entre fines de octubre e inicios de noviembre del año pasado, más de un millón de personas se movilizaron en las principales ciudades del país (Bogotá, Cali, Barranquilla, Bucaramanga, Cúcuta) exigiendo el fin de las medidas neoliberales. La respuesta del gobierno fue, al igual que en los otros países de la región, la vigilancia, la confrontación y represión. De ese modo, se registraron tres muertos, 250 heridos y cientos de arrestos.

Las protestas se prolongaron hasta el inicio del 2020. Como consecuencia de esa movilización popular, se conformó un Comité de Paro, integrado por distintas organizaciones sociales, que nuclea una pluralidad de sectores del campo popular, el cual entregó a fines del año pasado una lista de demandas al gobierno del presidente Duque. El pliego de peticiones incluye un amplio listado que toca puntos sobre la política económica y social llevadas adelante por el gobierno, el cumplimiento de acuerdos suscritos con los movimientos estudiantil, campesino y sindical, con los pueblos indígenas y afrocolombianos en medio de las movilizaciones, la revisión de la política de seguridad vigente, de derechos humanos y lo concerniente a los asesinatos sistemáticos de lideresas y líderes sociales así como de excombatientes de las FARC, temáticas ligadas a la reforma política y electoral, normas y medidas para luchar contra la corrupción y el pedido de profundizar el diálogo de paz con la única fuerza guerrillera ahora vigente, el Ejército de Liberación Nacional -ELN-.

Para el año 2020, dándole seguimiento a ese pedido, se tenían previstas distintas manifestaciones exigiendo el cumplimiento de lo solicitado, con diversas convocatorias para el transcurso de los primeros meses del año (abril y mayo). La aparición de la pandemia de coronavirus vino a alterar todo ello. Pero es evidente que el clima de protesta, descontento y agitación no ha culminado.

Bolivia

La situación en el Estado Plurinacional de Bolivia es distinta. Aquí no se han dado similares protestas populares contra las políticas neoliberales dominantes como en otros países de la región. No se dieron, por la sencilla razón que en estos últimos años no se han estado implementando. Por el contrario, desde el año 2005 Bolivia estuvo gobernada por el partido político de izquierda y de base social mayoritaria indígena Movimiento al Socialismo -MAS-con el liderazgo del dirigente indígena aimara Evo Morales, quien ganó por mayoría tres elecciones y ha gozado de amplio apoyo de la población.

En esos años el país experimentó importantísimos cambios, todos en función del mejoramiento de la calidad de vida de su población, básicamente pobre y de raíz indígena. De esas transformaciones los medios de comunicación masiva no dicen una palabra. Debe mencionarse también, como algo de importancia capital para entender el proceso boliviano, que durante esos años la derecha nacional -en buena medida asentada en la ciudad de Santa Cruz, profundamente racista y siempre mirando hacia Washington- funcionó como el principal elemento conspirativo, intentado sacar del poder al presidente Morales con distintos métodos. Las elecciones de octubre del 2019, cuestionadas por la participación de Evo Morales nuevamente para tratar de reelegirse por un cuarto período, fueron la ocasión propicia.

Durante sus tres mandatos consecutivos, el producto interno bruto, que creció 327% llegando a USD 44.885 millones en 2018, iba a cerrar el 2019 con un crecimiento de casi el 5% interanual (junto con Panamá, el crecimiento más alto de Latinoamérica y el Caribe). Según datos del Banco Mundial, Bolivia dejó el grupo de los países de ingresos bajos y pasó a pertenecer a la categoría de los países de ingresos medios (62% de su población los tiene). Los recursos mineros (gas, litio, minerales varios) se nacionalizaron, y en algunos casos se establecieron explotaciones público-privadas, en las cuales el Estado boliviano captaba una importante cuota, lo que le permitió implementar profundos programas sociales.

Se dieron infinidad de logros. La pobreza se redujo del 60 al 34%. La esperanza de vida subió de 64 a 71 años. El salario mínimo pasó de 57 dólares mensuales a 298. En el área de salud, las mejoras fueron ostensibles, con una población que se empezó a alimentar mejor y recibir asistencia adecuada. Durante la gestión de Evo Morales se construyeron 34 hospitales de segundo nivel de atención y más de 1,000 clínicas populares de primer nivel de atención. Con los métodos educativos cubanos “Yo Sí Puedo” y “Yo Sí Puedo Seguir” se trabajó fuertemente la alfabetización al nivel nacional, al punto que Bolivia fue declarada por la UNESCO país libre de analfabetismo después de su segundo período de gobierno. Durante el gobierno del MAS se construyeron casi 17,000 escuelas, de modo que Bolivia pasó a ser uno de los países latinoamericanos y caribeños con mayor porcentaje de cobertura en educación primaria.

Entre otro de los importantes avances de la sociedad boliviana conseguidas durante el gobierno socialista de Evo Morales, puede mencionarse el trabajo en pro de la equidad de género. Como un símbolo de ello, antes del gobierno del MAS solo había un 18% de mujeres en el Parlamento, mientras que hacia el 2019, ese porcentaje había pasado al 51%. La sociedad boliviana, sin dudas, cambió mucho en estos últimos años, siendo de los pocos países que no se ciñeron a políticas neoliberales. Como expresiones de esos cambios pueden indicarse 5,000 nuevos kilómetros de carreteras que forjaron desarrollo para las áreas más olvidadas, pero más aún, el lugar que pasaron a ocupar los pueblos originarios intentando superar el histórico racismo que caracterizó a Bolivia (mayoría indígena, pero siempre gobernada por una oligarquía criolla de espalda a esos pueblos). Es por ese motivo, porque el país se comenzó a liberar del yugo imperial de Estados Unidos empezando a construir una alternativa no capitalista, que los grandes poderes lo vivieron atacando estos últimos años; algo similar con lo que sucedió con Venezuela y su Revolución Bolivariana.

En ambos casos, con las diferencias respectivas de acuerdo con sus historias y estilos políticos, culturas y dinámicas particulares, las dos naciones fijaron una autonomía en el manejo de su política y de los recursos propios que hizo sentir a Washington que perdía hegemonía en su “patio trasero”. Ambos estuvieron en la mira de la Casa Blanca por años, pero siguieron procesos distintos. En Venezuela aún sigue en pie -cada vez menos- el gobierno bolivariano; en Bolivia el imperio y la oligarquía local parecen haber logrado ya lo que anhelaban.

Dato nada desdeñable para entender lo sucedido en el país del Altiplano: Bolivia cuenta con aproximadamente el 75% de las reservas mundiales de litio, el “oro blanco”, apreciado especialmente por industrias de tecnología de punta como telecomunicaciones, automovilística, armamentista y aeroespacial entre otras. El litio puede llegar a ser un reemplazo del petróleo en el futuro. Esas reservas (salares de Uyuni), definitivamente, están en la mira de las grandes corporaciones capitalistas occidentales, que verían perderse un fabuloso negocio si aquellas fueran administradas por el Estado boliviano. Por lo pronto, habiendo firmado contratos con la República Popular China para la explotación de tal mineral, en octubre, un poco antes de las elecciones, Bolivia presentó su automóvil alimentado con litio, el “Quantum”. El vehículo, concebido en dos tipos de modelos, es de bajo costo, siendo su precio más económico de 5,400 dólares. Sin dudas, una cachetada, una amenaza real para la industria automotriz y petrolera capitalista.

Todos esos logros sociales representaban una afrenta para el capitalismo global, que ha visto en Bolivia un “mal ejemplo”. Pero a ello se sumó algo muy importante: Evo Morales decidió presentarse por cuarta vez consecutiva a las elecciones, con lo que la “dulzura” del cargo presidencial pareció obnubilarlo, después que contrario a una consulta general, la mayoría de la población boliviana le había dicho que ya no participara en las elecciones presidenciales. Asimismo, contrario a recomendaciones emanadas de su propio partido, participó una vez más en la justa electoral. Ahí comenzó la debacle. En una confusa situación donde ambas fuerzas -el MAS, con la candidatura de Morales, y el opositor partido Comunidad Ciudadana, con el presidenciable derechista Carlos Meza- se disputaron el triunfo de las elecciones. Las acusaciones que recibió el dirigente indígena fueron de fraude, por la tardanza en el conteo de los votos, por la interrupción total en la tabulación de las boletas y por las supuestas irregularidades encontradas en el empacado y transportación de las cajas con los votos emitidos.

Se abrió entonces un momento de convulsión social. Sin dudas, hubo movilizaciones contra Evo Morales; pero las mismas no tuvieron el sello de las otras protestas que aquí analizamos. No termina de quedar claro hasta dónde fueron manifestaciones masivas espontáneas contra su perpetuación en la presidencia, o hasta dónde fueron manipuladas por una oligarquía anticomunista y racista visceral. La derecha, local e internacional, esgrimió el argumento de su larga permanencia. Argumento, por cierto, muy discutible, pues otros dirigentes no socialistas permanecieron igual o mayor período, y nunca se dijo nada en su contra: Angela Merkel en Alemania: 20 años; Benjamín Netanyahu en Israel: 25 años; Yoweri Museveni en Uganda: 31 años (como es de derecha y Uganda no cuenta en el concierto internacional, nadie dice una palabra); Vladimir Putin en Rusia, 20 años (¿nadie se atrever a meter ahora con la fortalecida potencia rusa?); la Reina Isabel II, Gran Bretaña: 66 años (¿y esta aberración anacrónica, medieval? ¿Quién la eligió: Dios? ¿Y nosotros seguimos manteniendo esa parásita?)

Así como se dieron manifestaciones anti-Evo, también hubo -en mucho mayor grado- manifestaciones masivas en su apoyo, fundamentalmente de los pueblos indígenas, los que sentían que el cambio de gobierno les resultaría sumamente desfavorable, o más bien siniestro. De hecho, se terminó consumando un golpe de Estado (uno más en ese país, el que mayor número de rompimientos constitucionales presenta en Latinoamérica y el Caribe: 160). La población boliviana se manifestó en las calles en repudio a esa maniobra antipopular y racista, apoyada desde Washington. Los militares golpistas dispararon a matar, por lo que hubo decenas de manifestantes asesinados y centenares de heridos. Muchas mujeres indígenas fueron torturadas por los golpistas: se les cortaba las trenzas, las humillaron, manosearon, golpearon. Hubo centenares de personas detenidas. Se dio también una feroz persecución de las fuerzas militares contra otros miembros del gobierno de Morales a los niveles altos y medios y también amenazas y encierro a periodistas y clausura de radios comunitarias.

A través del golpe de Estado -técnico y de facto disimulado- en una situación confusa, Jeanine Áñez, un personaje de segunda línea de la política boliviana en el Congreso asumió interinamente la presidencia. Ella es una fundamentalista evangélica que asumió Biblia en mano firmando un decreto para eximir de responsabilidad a los militares por las muertes y violaciones cometidas, aunque el pueblo siguió luchando contra el golpe de Estado, sabiendo que si no se le revierte -cosa que finalmente no sucedió- podrían venir décadas de terror, saqueo capitalista brutal y empobrecimiento, desandándose todo lo que consiguió el gobierno del MAS. “Sueño con una Bolivia libre de ritos satánicos indígenas; la ciudad no es para los indios. Que se vayan al Altiplano o al Chaco”, dijo la presidenta ilegal.

La situación política que se abrió luego de las elecciones, en el momento en que se hacía el recuento de votos, fue confusa. Ambos contendientes se cruzaron acusaciones mutuas de fraude, y grupos de derecha movilizaron a parte de la población para reclamar la salida de Evo Morales. Policía y ejército, en apariencia leales al gobierno del MAS, terminaron apoyando el golpe, “sugiriendo” al presidente su alejamiento y reprimiendo ferozmente en las calles las protestas populares. Nunca quedó claro qué pasó realmente con la cantidad de sufragios emitidos; lo cierto es que, recordando aquello de “a río revuelto, ganancia de pescadores”, Estados Unidos y la oligarquía boliviana, santacruceña en lo fundamental, encontraron en la ocasión el momento preciso para desplazar a Morales de la presidencia.

La Organización de Estados Americanos -OEA-, fiel a su histórica genuflexión ante los dictados de la Casa Blanca, constató por medio de una investigación que sí, efectivamente, hubo fraude en las elecciones, y con su silencio cómplice terminó avalando el golpe. De los muertos, heridos, torturados y mujeres vejadas no dijo una palabra. Un estudio realizado posteriormente por los especialistas en integridad electoral Jack Williams y John Curiel, del Massachusetts Institute of Technology -MIT- Election Data and Science Lab, concluyó que “no hay ninguna evidencia estadística de fraude” en las elecciones presidenciales de octubre del 2019. Pero consumada la retirada del presidente indígena, la situación no se modificó y el golpe de Estado -con mucha sangre en las calles, por cierto- se consustanció.

Evo Morales y su equipo salieron al exilio, primero hacia México, terminando luego en Argentina. La presidente de facto, Jeanine Áñez, en esa confusa situación, se terminó asentando en el poder con el guiño del empresariado local y del gobierno estadounidense, y para mayo del 2020 llamó a nuevas elecciones. El MAS informó de su participación en esa justa electoral con nuevos candidatos presidenciales, con Evo Morales en el exilio y vetado de participar por el actual gobierno interino, pero igualmente involucrado en la dinámica interna de Bolivia. La situación de la pandemia de coronavirus las dejó suspendidas de momento.

A modo de conclusión

¿Qué sigue ahora después de esas reacciones populares? No puede decirse que el neoliberalismo esté muerto, porque después de esos estallidos siguió direccionando las políticas impuestas por los grandes poderes (capitales globales que manejan el mundo), políticas que, definitivamente, no han cambiado. De todos modos, estos capitales no son ciegos, y ven que Latinoamérica arde. Ahí están las citadas declaraciones de Mike Pompeo, un operador político de esos capitales, y su precaución ante lo que puede venir: “Hay que tener siempre a la mano un líder militar”.

La inesperada pandemia de coronavirus que ha llegado a todos los países abre interrogantes. Más allá de los vericuetos ligados directamente a esa crisis sanitaria, la situación económica de base no muestra un cambio sustancial en el mundo, al menos de momento. Está claro que el sistema capitalista no resuelve (ni quiere ni puede) los acuciantes problemas de la Humanidad. Sin dudas, la pandemia contribuye a la crisis económica generalizada. De todos modos, no hay que perder de vista que la crisis sistémica (comparable a la Gran Depresión de 1930) es anterior a la aparición de la enfermedad. Tal vez se pueda usar a esta última como excusa, pero no olvidar que el capitalismo global, ya desde fines de 2019 y claramente a inicios del presente año, entró en una fase recesiva mayor a la del 2008. Las burbujas financieras y el capital financiero-especulativo explotaron. E igualmente el sector productivo entró en crisis, debido a la superproducción habida (se produjo mucho más de lo que el mercado puede absorber). De momento no se puede predecir qué pasará en unos meses; que esto traiga un cambio de paradigma y los capitales se tornen “solidarios”, no pasa de una ilusión casi infantil. “El capitalismo no caerá si no existen las fuerzas sociales y políticas que lo hagan caer”, decía con exactitud el dirigente de la Revolución Rusa Vladimir Lenin.

Las explosiones populares del año pasado, tanto las latinoamericanas y caribeñas como las que se registraron en otras latitudes (“chalecos amarillos” en Francia, protestas masivas en Egipto, o en El Líbano, o en Irak, por ejemplo, todas con un profundo contenido anti-neoliberal) no parecen destinadas ni a terminar con las políticas neoliberales, y muchos menos a acabar con el sistema capitalista. Cantar victoria y decir que el campo popular triunfó, que el neoliberalismo está fracasado y se firmó su acta de defunción, es un exitismo quizá peligroso. De momento los planes del capitalismo global no han cambiado, aún con pandemia de coronavirus. Ver lo que sucede en Cuba, donde persiste el cruel bloqueo que intenta asfixiar la triunfante revolución socialista, o en Venezuela, donde se sigue bloqueando inhumanamente la economía del país con las acusaciones de narco-dictadura a la presidencia de Nicolás Maduro y la posibilidad siempre abierta de una intervención militar, muestra que quienes mandan en este “patio trasero” no están en retirada. En Bolivia, no olvidar, ya no se encuentran en el poder ni el MAS ni Evo Morales; y el litio sigue estando allí, a la espera de ser explotado. Los capitales globales (estadounidenses en su mayoría, pero también europeos y asiáticos, todos fundidos en esta oligarquía planetaria que opera desde paraísos fiscales) no parecen derrotados. Si la actual crisis sanitaria trae reacomodos (Estados Unidos pierde la supremacía y la República Popular China, tal vez en alianza con Rusia, queda liderando, por ejemplo), está por verse; pero es seguro que quien seguirá sufriendo y pagando los platos rotos de todas las crisis es el campo popular, la gran masa de trabajadores (urbanos, rurales, mujeres amas de casa, subocupados, desempleados).

Queda el interrogante de qué podrá pasar con los nuevos movimientos sociales arriba mencionados (luchas de género, étnicas, por la diversidad sexual, medioambientales, etc.), en tanto fermento cuestionador. Habrá que ver si el sistema sigue asimilándolos, en tanto no toquen las estructuras económicas de base, si va contra ellos o si se constituyen en una chispa para pueda abrir y profundizar nuevas luchas. No puede dejar de mencionarse que el sistema capitalista en su conjunto, al menos hasta ahora, pudo “digerir” estos nuevos movimientos -como pasó en un pasado con el movimiento hippie- porque no ponen en serio riesgo el equilibrio general. El “proletariado urbano industrial” era su gran preocupación, su “fantasma” (que recorría Europa a mediados del siglo XIX, cuando aparece el Manifiesto Comunista en 1848). Hoy no. ¿No hay más proletariado, o se supo detener su lucha? La llamada “deslocalización”, los grandes centros fabriles en países del Tercer Mundo con sueldos miserables y condiciones paupérrimas pero que son una “salida” para poblaciones tremendamente pobres, los sindicatos plegados a las patronales, parecen otras tantas formas de neutralizar las luchas de los trabajadores. Podría pensarse que los nuevos movimientos sociales vienen a ser el elemento de protesta que puede “permitir” el sistema.

Para el siglo en curso, el sistema tiene detectados otros peligros. Según el informe “Tendencias Globales 2020 – Cartografía del futuro global”, del consejo Nacional de Información de los Estados Unidos, dedicado a estudiar los escenarios futuros de amenaza a la seguridad nacional de ese país, puede leerse “A comienzos del siglo XXI, hay grupos indígenas radicales en la mayoría de los países latinoamericanos, que en 2020 podrán haber crecido exponencialmente y obtenido la adhesión de la mayoría de los pueblos indígenas (…) Esos grupos podrán establecer relaciones con grupos terroristas internacionales y grupos antiglobalización (…) que podrán poner en causa las políticas económicas de los liderazgos latinoamericanos de origen europeo. (…) Las tensiones se manifestarán en un área desde México a través de la región del Amazonas”.

Se abre la pregunta si este confinamiento generalizado que hoy se vive como producto de la pandemia no es una prueba, un ensayo para lo que vendrá: hiper control poblacional, teletrabajo, distanciamiento social. Se podría pensar que el sistema “está domesticando” la protesta. El epígrafe de Camilo Jiménez puede ser esclarecedor en tal sentido.

¿Seguirá o aumentará la represión contra los pueblos en protesta próximamente, terminada la pandemia? ¿O, por el contrario, volverán esas luchas? En Chile fueron asesores militares de Estados Unidos, viendo que la policía estaba sobrepasada, quienes recomendaron el uso de la fuerza bruta del ejército (violaciones, desapariciones, crear terror en la población, disparar balas de goma a los ojos, toque de queda) para calmar los ánimos. Qué hará el capitalismo rapaz (léase Estados Unidos y sus secuaces: Unión Europea y gobiernos de derecha instalados por doquier): ¿negociará y dará algunas válvulas de escape? Los gobiernos de centro-izquierda que pasaron años atrás no lograron cambiar el curso de las iniciativas neoliberales surgidas de Bretton Woods. O más precisamente: surgidas de los grandes bancos privados, quienes le fijan las líneas al Banco Mundial y al Fondo Monetario Internacional. Los planes redistributivos que se dieron estos años no cambiaron de raíz la propiedad privada de los medios de producción; fueron importantes paños de agua fría para poblaciones históricamente olvidadas, pero no constituyeron alternativas de cambio sostenibles, profundas. Todo indica que dentro de las democracias representativas no hay posibilidad de cambios estructurales reales. Además, sin caer en exitismos e ilusionarnos grandemente con las puebladas del 2019, recordemos que Piñera sigue gobernando en Chile, Lenín Moreno en Ecuador, Iván Duque en Colombia, Juan Antonio Fernández en Honduras, Jovenel Moïse en Haití y Jeanine Áñez en Bolivia (así como Emmanuel Macron en Francia, Abdelfatá al Sisi en Egipto o Saad Hariri en El Líbano). Y las deudas externas, aún con pandemia, siguen siendo cobradas puntualmente por los bancos acreedores.

Con estas explosiones populares espontáneas con que pareció arder Latinoamérica y otros puntos del planeta, ¿vamos hacia la revolución socialista? Podría agregarse incluso con las protestas actuales contra la represión racial en Estados Unidos, aún con la pandemia: el país está ardiendo, y hay toque de queda por toda su geografía; ¿preanuncio de cambio sistémico? No pareciera, porque en ninguna de estas protestas hay dirección revolucionaria, no hay proyecto de transformación que en este momento esté a la altura de los acontecimientos y pueda dirigir el descontento hacia una nueva sociedad. La idea de “comunismo” sigue profundamente anatematizada, vilipendiada. Por eso en las pasadas elecciones de la región pudieron ganar personajes de extrema derecha como Bolsonaro en Brasil, o Duque en Colombia, Piñera en Chile, Giammattei en Guatemala, o Bukele en El Salvador. Quizá es útil recordar una pintada callejera anónima aparecida durante la Guerra Civil Española, que magistralmente describe la situación: “Los pueblos no son revolucionarios, pero a veces se ponen revolucionarios”.

Los acontecimientos vividos hace algunos meses abren preguntas (similares a las que abrieron los “chalecos amarillos” meses atrás en Francia, o la Primavera Árabe en su momento en Medio Oriente): ¿dónde llevan estas explosiones populares?, ¿por qué la izquierda con un planteo de transformación radical no puede conducir estas luchas?, ¿pueden ser un factor de conducción política con proyecto transformador los nuevos movimientos sociales?, ¿el enemigo a vencer es el neoliberalismo o se puede ir más allá? Como sea, lo sucedido a fines del año pasado, ahora suspendido por la pandemia de COVID-19, significa un momento de intensidad sociopolítica que puede deparar sorpresas. ¿Dejó sin fuerzas para la lucha este confinamiento y el futuro distanciamiento social impuesto? ¿Volverán las protestas? Porque, evidentemente, motivos para seguir protestando sobran

Fuente: https://www.tercerainformacion.es/opinion/opinion/2020/06/13/post-pandemia-volveran-las-protestas

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Mi deseo en tu piel

Por:  Daniel Seijo

 

“Empezando por una locución cualquiera, de las más sencillas, corrientes y de mayor empleo…. Las hojas del árbol están verdes; Iván es un hombre; Zhuchka es un perro, etc. Ya aquí (como lo señalaba genialmente Hegel) hay dialéctica : lo particular es lo general [..] Por consiguiente, los contrarios (lo particular es contrario de lo general) son idénticos: lo particular no existe más que en su relación con lo general. Lo general existe únicamente en lo particular, a través de lo particular. Todo lo particular es (de un modo u otro) general. Todo lo general es (partícula o aspecto, o esencia) de lo particular. Todo lo general abarca solo de un modo aproximado, todos los objetos aislados. Todo lo particular forma parte incompleta de lo general, etc., etc. Todo lo particular está ligado, por medio de millares de transiciones, a lo particular de otro género (objetos, fenómenos, procesos), etc. Ya aquí hay elementos, gérmenes, conceptos de la necesidad, de la relación objetiva en la naturaleza, etc. Lo casual y lo necesario, el fenómeno y la esencia están ya aquí, puesto que al decir: Iván es un hombre, Zhuchka es un perro, esto es una hoja de árbol, etc., rechazamos una serie de rasgos como casuales, separamos lo esencial de lo aparente y oponemos lo uno a lo otro. «

V.I. Lenin

«La creación del derecho a la “identidad de género” crea un “choque entre derechos” en el que los derechos exigidos por un grupo de personas (transgénero) pueden poner en peligro los derechos de otro grupo (mujeres)”. Por tanto es inaceptable que “los grupos de mujeres y feministas no estén invitados a consultar sobre tales cambios legales, como si no tuvieran nada relevante que decir a pesar del hecho de que los varones pueden, bajo dicha legislación, obtener el derecho a ser reconocidos en la ley como “mujeres”.«

Sheila Jeffrey

«El feminismo tiene una tradición de más de tres siglos, ha configurado una genealogía propia e, imbricado con los discursos propios de cada momento histórico, ha generado sus propias señas de identidad. Por tanto, aunque la teoría queer tenga indudablemente raíces en el pensamiento feminista contemporáneo sobre el sexo y el género, no puede venir a suplantar esa tradición de pensamiento que se retrotrae mucho más atrás de las «tres últimas décadas».»

Laura Posada Kubissa

La vida feliz de un ama de casa se convirtió para mí en una jaula

Resulta asfixiante enfrascarse una y otra vez en una estéril batalla contra los mismos postulados neoliberales, repeler e intentar contraargumentar con mayor o menor pericia, los insultos, el acoso y las campañas de desprestigio personal y colectivo que el quintacolumnismo individualista y egocéntrico que carcome como un virus el interior de la izquierda política española y occidental, arroja continuamente contra todos aquellos que a lo largo de las últimas décadas se han resistido a sucumbir a la caída del muro, la desesperanza y la sumisión ante el supuesto fin de la historia. Resulta asfixiante, pero vital.

La trampa de la diversidad y su método performativo, ha supuesto en manos del liberalismo una estrategia sumamente efectiva con la que se ha logrado desintegrar y neutralizar todos aquellos rescoldos de resistencia colectiva todavía existentes tras la caída del muro de Berlín y el colapso de gran parte de los sistemas socialistas. El altermundismo, al renunciar a la clase social todavía agazapado y debilitado por la aparente derrota del comunismo, pronto se mostró incapaz de articular una espina dorsal con la que lograr unificar una respuesta global al capitalismo y esto finalmente lo llevó a ser guiado a su fragmentación y progresiva desaparición de la escena política por medio de las más diversas instituciones capitalistas, que únicamente tuvieron que analizar y usar en su propio beneficio los rasgos diferenciales presentes en su seno. Sucedió con el ecologismo, el antirracismo, la lucha en la comunidad LGTBI y sucede hoy también con el feminismo, una teoría política que en los últimos años había logrado estructurar un frente amplio de contestación social con sobrada capacidad para avanzar en la transformación material del sistema.

Debemos entender el movimiento feminista además de como una teoría social y política, como un conjunto heterogéneo de movimientos culturales, sociales y económicos que tienen como objetivo la igualdad de derechos entre hombres y mujeres y la eliminación de la dominación y violencia de los varones sobre las mujeres a través del patriarcado, una forma de organización social cuya autoridad se reserva únicamente al sexo masculino. Una vez logramos procesar esta realidad, nos vemos en disposición de comprender el potencial subversivo del feminismo y por ende la preocupación liberal y reaccionaria ante los recientes y notorios avances de dicho movimiento político a nivel global. El feminismo, al igual que el marxismo, logra identificar certeramente los resortes del sistema y estructurar una alternativa viable a las contradicciones materiales del capitalismo y su dominación patriarcal. No es de extrañar por tanto que la violencia, la difamación e incluso el terrorismo, sean moneda de pago habitual por parte de las instituciones del poder contra nuestras compañeras en todo el mundo. A día de hoy, exigir igualdad y respeto al cuerpo de la mujer, sigue siendo una actividad penada y castigada de las más diversas formas en sociedades y culturas de medio mundo. En demasiadas ocasiones, incluso con la muerte.

La opresión de las mujeres no va a desaparecer de un plumazo porque se identifiquen como hombres, ni la ablación de clítoris, ni los matrimonios forzados, la imposición del hiyab, las violaciones, el control reproductivo o el terrorismo machista, van a cesar únicamente por variar la percepción que de sí mismas tienen sus víctimas

A lo largo de los años 60 y 70, el feminismo decide plantear una alianza colectiva con la intención de luchar contra la discriminación de un sistema de sometimiento colectivo estructurado a través del capitalismo y el patriarcado contra las mujeres y la comunidad LGTB, la lucha contra la desigualdad, el acoso sexual, la violencia de género, la discriminación y la brecha salarial, suponen puntos de encuentro que permiten a las mujeres caminar unitariamente durante largo tiempo con otros colectivos afectados por la desigualdad generada por el patriarcado.

Desde finales de la dictadura, el movimiento feminista y las reivindicaciones de la comunidad homosexual y transexual en el estado español, parecen caminar de la mano. El apoyo firme y activo de diversas organizaciones feministas, así como el alto desarrollo teórico y organizativo de sus integrantes, permite que el avance en las conquistas sociales resulte imparable en nuestro estado, otorgando a sendos colectivos además de una mayor visibilidad social y política, fehacientes y materiales conquistas que hacen de España un ejemplo a nivel global en materia de igualdad. La ampliación y articulación del movimiento feminista en torno a la lucha de las mujeres homosexuales, los hombres y mujeres bisexuales y las personas transexuales, no significa en aquel momento tensión o ruptura alguna entre luchas que poco a poco van forjando voces propias que enriquecen el debate y se nutren unas a otras. El discurso de transformación feminista y sus tácticas de acción directa contra la discriminación institucional y estructural, consigue estructurar una unidad de acción que poco a poco amplia el movimiento y abre claramente las puertas a la necesidad de una transformación material con la que lograr poner fin a la dominación patriarcal.

Las calles se llenan, los asesinatos machistas son sistemáticamente contestados y repudiados en las calles, se pone fin a la impunidad de la dialéctica de la cultura machista en los medios, los parlamentos e incluso en las calles. El acoso callejero o laboral, las violaciones, los techos de cristal e incluso la discriminación en las instituciones, emergen repentinamente del oscurantismo en el que se habían embutido para su sibilino funcionamiento y son enfrentadas e incluso en algunos casos superadas por el cada vez mayor poder político del movimiento feminista en alianza con amplias minorías de nuestra sociedad. Incluso el 8 de marzo, Día de la mujer trabajadora, recupera un fuerte sentimiento de clase y un espíritu transformador que lleva a muchos compañeros a un replanteamiento de la masculinidad patriarcal, al tiempo que mano a mano con las compañeras feministas, se avanza en el desafío al sistema global del patriarcado que sustenta al capitalismo.

En esas nos encontrábamos hasta que esa unidad de acción se ve claramente amenazada por la aparición en la política española de la Teoría Queer, una corriente teórica desarrollada principalmente en el entorno universitario a partir de 1990 y que camina paralelamente al triunfo del neoliberalismo y la imposición de una visión idealista del mundo. Asentando su visión de la sociedad como una suma de individuos atravesados por identidades, teóricas como Judith Butler abogan abiertamente por una sociedad y unos métodos de lucha claramente individuales. En pleno proceso de agregación colectiva, hace su puesta en escena una vez más el Mr. Potato neoliberal para aplicar la clasíquisima táctica del divide y vencerás.

Las feministas no solo no tienen nada en contra de las personas transexuales, sino que las mujeres transexuales llevan décadas formando parte del movimiento feminista y avanzando en la conquista de derechos tangibles para ambos colectivos

La articulación identitaria que acostumbra imponer el neoliberalismo en los más diversos escenarios de contestación social, incluye una variedad de categorías ciertamente inabarcable: el sexo, la raza, la religión, la nacionalidad. Todas estas categorías pueden ser usadas como potenciador de lo casual, como negación de lo común y esencial. A ellas se les asigna un valor que atraviese a los individuos y les otorga identidades cambiantes y múltiples en un mundo incierto implementado por la propia estructura capitalista. En una realidad en la que resulta complicado identificarse, uno puede optar por su Dios o incluso su santo particular, su barrio, su género, su raza, su equipo de fútbol o por un partido político para abandonarse a una absurda competición entre oprimidos, en la que sus preferencias sexuales, ser miembro de un grupo yihadista, una pandilla, un grupo supremacista, una hinchada de fútbol o un círculo político, puede propiciarle una efímera sensación de pertenencia y la ilusoria capacidad para pretender modificar la existencia material de las cosas. Todo mientras el sistema patriarcal y capitalista logra oportunamente sacar rentabilidad política y habitualmente económica de la diferencia.

Tal y como se pregunta Daniel Bernabé en su libro «La trampa de la diversidad», ¿estamos diciendo con esto que por la representación de la diversidad es algo perjudicial para la izquierda? No. Lo que decimos es que, mientras estos conflictos de representación estén dentro del mercado de la diversidad, dentro del ámbito y la reglas neoliberales, generalmente resultarán dañinos tanto para la izquierda como para los colectivos interesados y muy beneficiosos para la derecha -y la agenda neoliberal-. La manera de interpretar la sociedad que estamos observando, articula gran parte del movimiento queer en nuestro estado y se aleja completamente de análisis materialista. Se trata únicamente de una categorización idealista que niega las relaciones que estructuran a la sociedad capitalista y se centra únicamente en una suma de miradas individuales atravesadas por diferentes identidades elaboradas a gusto del consumidor. Cada individuo puede desarrollar de esta forma una visión única, pero a todas luces contraproducente para el cuestionamiento de las bases materiales de la opresión que suponen el verdadero camino para la emancipación de la mujer y la clase trabajadora.

La visión social de Butler y de gran parte de los defensores de la Doctrina Queer, niega el materialismo y centra su análisis en la primacía del espíritu y los actos performativos frente a la naturaleza. Para los seguidores de esta versión neoliberal de la existencia, el mundo no es sino una construcción social estructurada por el lenguaje humano y por tanto niegan con ello las relaciones de clase y de producción que estructuran a la sociedad capitalista y al patriarcado. Butler niega de esta forma que la opresión de la mujer tenga una base material sólida y de extraordinaria fuerza. Es ahí en donde surge la divergencia irreconciliable con el feminismo.

Al argumentar que todo parece resultar fruto de una construcción social independiente de la realidad material, se abre de forma directa la puerta a la práctica supresión material del concepto mujer y la creencia queer rompe definitivamente con los postulados materialistas y con el feminismo radical, entendiendo este como aquel que directamente se dirige a la raíz de la opresión patriarcal-capitalista. Tradicionalmente, el feminismo ha atacado al género como un sistema de dominación cultural masculina que a través de las diferencias morfológicas externas, genitales masculinos y genitales femeninos, impone a hombres y mujeres un conjunto de funciones y características que no son naturales, sino que se aprenden e interiorizan mediante una socialización diferenciada por razón de sexo. Bajo esta estructura de dominación patriarcal, los hombres han sido tradicionalmente vistos como guerreros, líderes o empresarios, mientras que las mujeres se han visto a su vez relegadas al papel de amantes y amas de casa, únicamente destinadas a proporcionar cuidados de forma no retribuida en el seno familiar. Es precisamente a través del diagnóstico de la opresión de género que el feminismo ha podido analizar y revertir realidades como la división sexual del trabajo, la explotación sexual o la exclusión de las mujeres en las instituciones públicas. Se trata por tanto de un instrumento de dominación patriarcal que toda feminista busca llegar a suprimir.

El hecho de que la categoría mujer asignada al sexo biológico pueda no representar puntualmente a todas las mujeres, no invalida que la mujer como hembra humana suponga y deba suponer el sujeto político del feminismo

La teoría queer en este punto, niega que sexo y género sean realidades distintas, afirmando que sobre el cuerpo de la mujer únicamente operan prejuicios culturales que pueden y deben ser fácilmente mutables a través de las ideas y el lenguaje. El sexo es por tanto una construcción social y ser mujer pasa a suponer una mera performance, un deseo individual. Se confunde claramente en este punto el «ser» con el «sentir».

Pero desde una visión materialista, la cultura no es un fenómeno arbitrario y accidental, sino que surge de la base material y la interacción de los seres humanos con la naturaleza. La materia es lo primario y nuestras ideas y nuestros sentidos operan como conexión de nuestros cuerpos con el mundo material, nuestra forma social de interpretar el mundo supone la expresión de nuestra interacción con la naturaleza. La clara apuesta por el idealismo de la teoría queer que afirma que el sexo es una mera construcción social, contradice no solo nuestra experiencia, sino hasta la propia biología que afirma claramente que no solo los sexos son reales, sino que su papel en la reproducción humana y en tantos otros aspectos de la realidad, funcionan independientemente de nuestra interpretación de los mismos. Si operamos bajo la premisa de que el sexo supone también un constructo social, argumentamos inseparablemente que el género, la identidad sexual y mismo la orientación sexual, no están marcados por la biología, erradicando con ello la distinción entre género y sexo y abogando claramente por una construcción individual de la identidad. Bajo está premisa claramente líquida, un individuo puede elegir no solo identificarse, sino ser, hombre o mujer, atendiendo únicamente a sus propios sentimientos y su percepción individual de lo que supone ser una u otra cosa. Sin reglas aparentes más allá de la individualidad de cada persona, incluso la fluctuación de pareceres pasaría aparentemente a ser una opción plenamente aceptable. Si el sexo es un mero acto performativo, no existen realidades fijas o verdaderas.

Para los seguidores de esta versión neoliberal de la existencia, el mundo no es sino una construcción social estructurada por el lenguaje humano y por tanto niegan con ello las relaciones de clase y de producción que estructuran a la sociedad capitalista y al patriarcado

Esta acción ilusoria que pretende cerrar en falso las diferencias entre personas bajo tácticas de guerrilla de autoayuda, supone poco menos que una estafa, una trampa, la nada. La opresión de las mujeres no va a desaparecer de un plumazo porque se identifiquen como hombres, ni la ablación de clítoris, ni los matrimonios forzados, la imposición del hiyab, las violaciones, el control reproductivo o el terrorismo machista, van a cesar únicamente por variar la percepción que de sí mismas tienen sus víctimas. Este planteamiento teórico, no hace sino colocar a la mujer oprimida en una situación en la que debe culpabilizarse por no lograr escapar por su propia cuenta de una estructura real de opresión que los defensores del liberalismo queer niegan. El patriarcado construye y constituye tanto a la sociedad como a los individuos, negar esto en aras de meras conquistas estéticas en una sociedad con más de 1000 mujeres asesinadas desde 2010 y en el que se denuncian una media de entre 4 y 5 violaciones diarias, supone sino un acto misógino, sí una clara muestra de la desviación neoliberal e individualista en ciertos sectores sociales, académicos y políticos.

Está desviación cara a la política meramente identitaria y los postulados neoliberales, se construye sobre la base de pequeñas narrativas subjetivas que recuperan el concepto de género y los estereotipos relativos al hombre y a la mujer contra los que tradicionalmente lucha el feminismo, para dotar al individuo de una identidad propia en un mundo cambiante y contradictorio, características que por otra parte se buscan también en el propio individuo, para llegar a ser un ser líquido, fluctuante en sus propias consideraciones. La individualización sustituye a la lucha de masas y bajo la conciencia individual, se produce la ruptura entre la conexión del sexo biológico, la identidad de género y el deseo sexual. En lugar de buscar alcanzar la comprensión de la relación dialéctica entre el individuo y lo universal, se renuncia a lo universal y se eleva lo individual y lo accidental al nivel de principio, así un niño que se maquille, juegue con muñecas y lleve tacones o el pelo largo, puede convertirse en mujer únicamente con desearlo, sin necesidad de acreditar una disforia de género o iniciar proceso alguno de cambio en la apariencia sexual. Con ello, lejos de erradicar la estructura de género, reforzamos sus estereotipos como una herramienta central en la construcción de la realidad y la identidad sexual.

Cada individuo puede desarrollar de esta forma una visión única, pero a todas luces contraproducente para el cuestionamiento de las bases materiales de la opresión que suponen el verdadero camino para la emancipación de la mujer y la clase trabajadora

El feminismo históricamente ha luchado precisamente contra esos supuestos condicionantes intrínsecos e inmutables de la masculinidad y la feminidad que determinarían nuestro comportamiento y nuestro ser, si bien el ser humano nace con un cuerpo sexuado, no pasa nada porque nuestros comportamientos, gustos y actitudes no se correspondan con el rol de género que socialmente hemos construido y otorgado a lo que supuestamente debe ser un hombre o una mujer, no sucede, ni debería suceder nada por salirse de esa norma socialmente pautada y construida y ni el comportamiento, ni mucho menos el cuerpo tiene razón alguna para ser corregido por ello. No existe desajuste alguno entre un comportamiento determinado y el sexo biológico, ni los comportamientos que se salen de los estereotipos de género suponen de forma alguna una identidad de género que deba inscribir a un niño como niña por vestirse de rosa o a una niña como niño por jugar al fútbol con sus amigos. Quienes piensan que el nacer con un determinado sexo debe llevar implícito determinados comportamientos, son quienes realmente comparten con los sectores más reaccionarios de la sociedad la creencia y la fe ciega en la existencia de cerebros rosas y azules, algo totalmente inaceptable en una sociedad mínimamente avanzada.

Por supuesto, existen personas con disforia de género, personas que sienten que ha nacido con el sexo equivocado y deciden transicionar al mismo a través de una terapia hormonal y una operación de reasignación de sexo que supone un proceso duro y complicado que para nada tiene que ver con la orientación sexual o el salir del armario. Las feministas no solo no tienen nada en contra de las personas transexuales, sino que las mujeres transexuales llevan décadas formando parte del movimiento feminista y avanzando en la conquista de derechos tangibles para ambos colectivos, por ello a día de hoy y gracias a la lucha conjunta del feminismo y el colectivo transexual, el tratamiento quirúrgico para la reasignación de sexo es costeado en el estado español por la Seguridad Social y se ha facilitado plenamente el cambio de nombre en el registro civil. Es bajo la etiqueta de lo «trans» que el transgenerismo a través de la doctrina queer, ha intentado apropiarse de la lucha de colectivos como las lesbianas, los gais o los transexuales y ha desarrollado una teoría que afirman que el sexo masculino y femenino es socialmente asignado y no un hecho biológico, por lo que este respondería a una realidad anterior a la social, una realidad interior que lamentablemente no se encarga de analizar en profundidad la doctrina queer.

Asentando su visión de la sociedad como una suma de individuos atravesados por identidades, teóricas como Judith Butler abogan abiertamente por una sociedad y unos métodos de lucha claramente individuales

Cierto es que la identidad de una persona es un asunto muy delicado en el que juegan un papel importante factores biológicos, psicológicos y sociales, resultaría absurdo por tanto acusar a alguien de tener una «conciencia equivocada» porque su identidad no coincide con sus órganos reproductivos, pero una gran mayoría de los humanos si se pueden asignar al nacer al sexo femenino o masculino y esta realidad material nos permite establecer claramente si una persona es hombre o mujer. El hecho de que esto no suceda así en ciertos casos, no supone que esto sea una «ficción cultural» sin conexión material con nuestro cuerpo. El hecho de que la categoría mujer asignada al sexo biológico pueda no representar puntualmente a todas las mujeres, no invalida que la mujer como hembra humana suponga y deba suponer el sujeto político del feminismo. Todavía hoy, quienes nacen con vagina en las más diversas sociedades, son discriminadas por ello mucho antes de que puedan llegar ni siquiera a plantearse cuál es su identidad de género o si esta se ajusta a su sexo. Es la biología y la relación del cuerpo de la mujer con la realidad material lo que la supedita a la dominación masculina y es por ello que las condiciones materiales de millones de mujeres en todo el mundo siguen necesitando articular un sujeto claro que desde el feminismo les permita avanzar en la mejora de sus condiciones de vida y en la emancipación social y personal. El feminismo ha luchado durante largo tiempo por las protecciones legales basadas en el sexo. Los derechos de las mujeres, establecidos en la Convención de 1979 sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación Contra la Mujer, CEDAW, y los acuerdos internacionales posteriores, se basan precisamente en el sexo, definido por la ONU como “las características físicas y biológicas que distinguen a los hombres de las mujeres”para garantizar derechos como el aborto, los derechos maternos y reproductivos o realidades como los espacios solo para mujeres, ámbitos claramente necesarios debido a la amenaza generalizada de las diversas formas de violencia física y sexual del terrorismo machista.

Se olvidan por tanto quienes pretenden legislar a través de la “Proposición de Ley sobre la protección jurídica de las personas trans y el derecho a la libre determinación de la identidad sexual y expresión de género” que las políticas de reconocimiento sin más, basadas en función de sentimientos o deseos individuales, no solo no muestran disposición alguna de cara a lograr avanzar en las conquistas materiales de las minorías que dicen defender, sino que además, lejos de cuestionar la jerarquía sexual, tienden a favorecer al mejor situado en esa misma jerarquía. Es por ello que expresiones como «personas gestantes» lanzadas desde el entorno queer para referirse a las mujeres, los ataques en redes sociales o posibles situaciones como el libre acceso a los vestuarios femeninos, las casas de acogida o las cuotas reservadas para mujeres en diferentes ámbitos sociales por parte de hombres que según su propia autodeterminación y sin que nadie se lo pueda discutir, se autodefinen como mujeres, hace que el feminismo se encuentre en alerta ante un proyecto de ley que conlleva la clara eliminación de las categorías antropológicas, varón y hembra y supone por tanto una victoria para los enemigos de la igualdad real y efectiva. No se trata de que tengamos nada en contra de las personas transexuales o transgénero, sino de enfrentar una teoría y una posible ley que la respalde, desde la que se analiza el sexo como una mera construcción cultural que desdibuja totalmente los problemas de las mujeres. Una mujer racializada, una mujer con diversidad funcional, una siria, española, afgana o estadounidense, pero también una persona que ha nacido mujer y que se identifica como hombre, tienen como denominador común que han nacido con sexo femenino y por ello se les ha asignado un lugar distinto al sexo masculino en las organización de nuestras sociedades. Todas ellas, en mayor o menor medida, han soportado el peso material de la opresión patriarcal mucho antes de ser consciente de su propia existencia en el seno de sus sociedades.

Debemos entender el movimiento feminista además de como una teoría social y política, como un conjunto heterogéneo de movimientos culturales, sociales y económicos que tienen como objetivo la igualdad de derechos entre hombres y mujeres

La negación de esta realidad por esta «nueva izquierda» amparada en la teoría liberal queer, podría incluso llegar a ser considerada como claramente misógina, pero no solo eso, sino que si los sexos no existen, tampoco lo hace la atracción sexual hacia el mismo sexo, por lo tanto estamos erradicando de un plumazo la heterosexualidad y la homosexualidad, que no pasan sino a suponer una ficción cultural. Quedan por tanto claras las profundas implicaciones de una teoría y una futura ley que basa sus apoyos sociales en la clara confusión que muchas personas desarrollan entre la causa transexual y el transgenerismo.

Si esta ley sale adelante, la idea de la supremacía masculina habrá demostrado ser más duradera que la concepción más tradicional y retrógrada del sistema patriarcal, logrando el sistema de explotación de la mujer adaptarse a la nueva realidad cambiante del neoliberalismo. La separación estricta de los sexos en la realidad material y biológica, habría amenazado recientemente los interés del patriarcado para mantener a la mujer como una fuerza reproductiva, sexual y de trabajo gratuito, además de resultar de todos modos innecesaria como forma de crear distancia o para marcar un estatus menor para las mujeres. Es por ello que las políticas identitarias profundizan en el origen del estereotipo de mujer sumisa, obediente, complaciente y dispuesta, para consolidar a través del lenguaje y la performatividad y no a través de la realidad material y biológica, lo que supone ser mujer. Hoy al poseer el poder de aprobar leyes para dominar a las mujeres y operar con ello a través de un instrumento destinado a mantenerlas apartadas del poder real, se pretende erradicar por completo el sistema de división sexual bajo la falsa promesa de justicia social e igualdad, promesa que no esconde sin embargo otra cosa que la realidad de una diferenciación mayor de los colectivos y sujetos sociales afectados, que refuerzan su identidad a costa de renunciar al poder de transformación colectiva.

Al dirigirse a sujetos oprimidos y con un escaso poder material y económico, quienes desde las instituciones defienden el reconocimiento por encima de la redistribución, facilitan que esas minorías incapacitadas para demandar un trato justo y efectivo en la vida material, se encuentren habitualmente con que aunque las leyes digan proteger la igualdad efectiva, esto se quede poco más que en papel mojado. Al romper un movimiento como el feminista, muchas mujeres y muchas personas del colectivo transexual se verán en un futuro incapacitados para luchar colectivamente, viendo como esos nuevos derechos identitarios se transforman simplemente en algo ilusorio que podrá existir sobre el papel, pero que raramente se materializará en la vida real y que sin duda alguna se encontrará muy alejado de la lucha redistributiva del poder y las condiciones materiales que encaraban unitariamente en el seno del feminismo.

El rechazo frontal contra los avances de las mujeres y feminismo político, ha sido rápido y severo, a medida que las mujeres obtenían poder político y avanzaban cara a la igualdad material, el patriarcado ha reaccionado con indignación y rabia, lanzando un ataque a su unidad. El feminismo burgués, que busca revertir el sujeto político del feminismo y su estructura más básica, ha lanzado a lo largo de los últimos años diversos ataques frontales a la línea del feminismo a través de la explotación sexual o reproductiva, la política de cuotas o el más reciente, la propia teoría queer. En el fondo un postulado tan reaccionario en sus planteamientos como el conservadurismo patriarcal que simplemente esconde sus cerebros rosas y azules bajo una falsa capa de modernidad y respeto a las minorías. Bajo ese encubrimiento, se esconde una acción política que lleva directamente al cese de las políticas de igualdad para las mujeres, el fin de las leyes de paridad, las listas cremallera o la igualdad real en diversos ámbitos de nuestra sociedad. Nos encontramos por tanto ante un sistema hipócrita que dice proteger la igualdad y la libertad, pero que penaliza a las mujeres por su sexo biológico, aunque reniegue del mismo.

La trampa de la diversidad y su método performativo, ha supuesto en manos del liberalismo una estrategia sumamente efectiva con la que se ha logrado desintegrar y neutralizar todos aquellos rescoldos de resistencia colectiva

Es el populismo político atendiendo a los continuos ataques del fascismo y la derecha reaccionaria contra el feminismo, el que parece haber decidido salirse por la tangente con un relato que abandona las posiciones más radicales de las compañeras, esas que se sitúan claramente en una posición materialista y redistributiva, para adoptar posiciones directamente liberales y otorgar de este modo «el permiso» a amplias bases sociales para odiar y combatir al feminismo más radical que decide oponerse a tales concesiones. Usando a las compañeras como chivo expiatorio para profundizar en la supuesta transversalidad electoral, hoy diferentes partidos presentes en el arco parlamentario parecen renunciar a la base social y política situada más a la izquierda, para curiosamente abrazar dogmas neoliberales que tan bien han encajado en partidos como Ciudadanos. Se pretende desde amplios sectores imponer un feminismo burgués e identitario como la salida natural a las reivindicaciones de las mujeres, olvidando con ello que existe ya en nuestro estado una salida diametralmente opuesta radical y material para la búsqueda de la igualdad entre hombres y mujeres.

Las políticas identitarias se oponen a la lucha por la justicia social y promueven la vuelta a lo más profundo de la alegoría de la caverna, la elección de la píldora azul, la ensoñación y la búsqueda de un mundo feliz a través de la pseudorevolución, frente a la unidad colectiva y la transformación material de la realidad. Tras los numerosos insultos, las amenazas e incluso las agresiones físicas, se esconde una clara campaña articulada para desde la latente misoginia derrocar no solo al feminismo radical y a la concepción materialista del mundo, sino a cualquier opción transformadora que puede contestar al dominio capitalista-patriarcal. Por ello, el posicionamiento claro y sin ambigüedad y el apoyo mutuo con las compañeras feministas, no se trata solo de un acto de solidaridad, sino de una clara postura antiliberal. Un movimiento a todas luces revolucionario y contestatario, frente a un nuevo contraataque del neoliberalismo.

Fuente: https://nuevarevolucion.es/mi-deseo-en-tu-piel/

Imagen: https://pixabay.com/

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Entrevista a Vandana Shiva: “Con el coronavirus Bill Gates lleva a cabo sus planes respecto a la sanidad”

Por: Barnabé Binctin y Guillaume Vénétitay

Traducido del francés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos

Foto: Vandana Shiva © Romain Guédé

Entrevista a la ecologista india Vandana Shiva, figura de la lucha contra los Organismos Genéticamente Modificados (OGM) y muy crítica con el “filantrocapitalismo” que encarnan sobre todo Bill Gates y su Fundación.

En su última obra publicada el pasado otoño 1 %, reprendre le pouvoir face à la toute-puissance des riches [1 %, retomar el poder frente a omnipotencia de los ricos] (editado por Rue de l’échiquier, 2019) Vandana Shiva define de la siguiente manera el “filantrocapitalismo”: “El filantrocapitalismo […] tiene poco que ver con la caridad o con hacer donaciones, más bien tiene que ver con el beneficio, el control y el acaparamiento. Se trata de un modelo económico de inversión y de un modelo político de control que asfixian la diversidad, la democracia y las soluciones alternativas, y que atribuyendo ayudas financieras ejercen una dominación y proporcionan nuevos mercados y monopolios a los multimillonarios”. Bill Gates, la segunda fortuna mundial, simboliza este “filantrocapitalismo”. Su Fundación Bill y Melinda Gates, su principal instrumento para las donaciones, está muy activa en India. Su visibilidad mediática frente a la crisis actual y los millones que ha invertido en la investigación de una vacuna la convierten en un objetivo privilegiado de las teorías de la conspiración. No obstante, conviene preguntarse (y criticarlo) por este nuevo poder que ha adquirido el fundador de Microsoft junto a otros multimillonarios como Jeff Bezos (Amazon, primero fortuna mundial), Mark Zuckerberg (Facebook, séptima fortuna mundial) o, en Francia, Bernard Arnault (LVMH, tercera fortuna mundial). Un nuevo poder que está lejos de ser muestra de una generosidad desinteresada.

Esta entrevista, que se realizó antes de que apareciera esta pandemia, se ha actualizado con dos preguntas al principio a las que Vandana Shiva respondió por correo electrónico el 7 de mayo.

Basta ! : ¿Cómo analiza la crisis del COVID-19? ¿Se puede hablar de crisis ecológica?

Vandana Shiva : No estamos ante una sola crisis, hay tres que intervienen simultáneamente: la del COVID-19, la de los medios de subsistencia y, de rebote, la del hambre. Son las consecuencias de un modelo económico neoliberal basado en el beneficio, la avidez y una globalización que llevan a cabo las multinacionales. Esta situación tiene un fundamento ecológico: por ejemplo, la destrucción de los bosques y de sus ecosistemas favorece la aparición de nuevas enfermedades. Estas tres crisis llevan a la creación de una nueva clase, la de las personas a las que denomino “las dejadas a su suerte”, explotadas por el neoliberalismo y la emergencia de dictaduras digitales. Hay que tomar conciencia de que la economía dominada por el 1 % no está al servicio del pueblo y de la naturaleza.

¿Puede la crisis del coronavirus reforzar, precisamente, el poder de este “1 %” y de los “filantrocapitalistas” como Bill Gates, figura central de su libro?

Esta crisis confirma mi tesis. Bill Gates lleva a cabo sus planes de salud, agricultura, educación e incluso de vigilancia. Durante 25 años de neoliberalismo el Estado se ha transformado en Estado-empresa y ahora se observa una transformación en un Estado de vigilancia apoyado por el filatrocapitalism. Este 1 % considerá inútiles al 99 %: su futuro es una agricultura digital sin campesinos, unas fábricas completamente automatizadas sin trabajadores. En estos tiempos de crisis del coronavirus tenemos que oponernos, e imaginar nuevas economías y democracias basadas en la protección de la tierra y de la humanidad.

Usted equipara este control con una nueva forma de colonización e incluso califica a Bill Gates de “Cristóbal Colón de los tiempos modernos”, ¿a qué se debe esa comparación?

A que Bill Gates no hace otra cosa que conquistar nuevos territorios. No es simplemente filantropía, en el sentido de un don a la colectividad, como siempre ha existido en la historia. En realidad son inversiones que le permiten crear unos mercados en los que Gates adquiere unas posiciones dominantes. En el capitalismo hay unos interlocutores que hacen beneficios, pero con la filantropía Bill Gates dona algunos millones ¡pero acaba por tomar el control de instituciones o sectores que valen varios miles de millones! Esto se ve claramente en la sanidad o la educación, que él contribuye a privatizar y a transformar en verdaderas empresas.

También es el caso de la agricultura en la que Bill Gates utiliza las tecnologías digitales como nuevo medio para hacer entrar las patentes. La primera generación de OGM, que se suponía iba a controlar los parásitos y las malas hierbas, no ha cumplido sus promesas, pero Bill Gates continúa poniendo dinero para financiar la edición del genoma, como si la vida no fuera más que un copiar y pegar, como en Word. Impulsa esta técnica e incluso ha creado una empresa especialmente para ello, Editas. Bill Gates quiere jugar a ser el amo del universo imponiendo una sola y única forma de hacer las cosas: una sola agricultura, una sola ciencia, un solo monocultivo, un solo monopolio. Es también lo que trata de hacer ala abordar el problema del cambio climático.

¿Cómo?

Promueve su solución: la geoingeniería, que es la modificación a propósito de las condiciones meteorológicas y del clima. Es una idea estúpida, no es ecológica y es completamente irresponsable porque ataca la luz solar para hacer mecánicamente un “enfriamiento planetario”. El problema no es el sol, que nos es indispensable, sino los combustibles fósiles y nuestro sistema industrial y agrícola. Habla a todos los jefes de Estado de la geoingeniería. Recuerdo sobre todo la COP 21 (Conferencia sobre el Cambio Climático) en París en 2015, en la que estaba por todas partes. Era increíble, estaba en el escenario con los jefes de Estado, se comportaba como si fuera el cabeza de cada gobierno. Nunca había visto algo parecido en 40 años de carrera en las instituciones de la ONU, es una auténtica transformación.

¿Diría usted que ahora es más poderoso que algunos Estados o instituciones internacionales como el FMI o el Banco Mundial?

Es mucho más poderoso. Cuando el Banco Mundial quiso financiar la presa de Sardar Sarovar en India a finales de la década de 1980 hubo protestas y el BM acabó por recular [Narendra Modi inauguró la presa en 2017 gracias a otros circuitos de financiación y se convirtió en la segunda presa más grande del mundo, ndlr]. La impunidad del Banco Mundial tiene sus límites, no se puede librar de sus responsabilidades, mientras que Bill Gates, por su parte, sigue evitando los obstáculos, siempre. Aunque fracase en un lugar, tratará de desregularizar en otro.

Me he dado cuenta de que lo que logramos detener en India Bill Gates lo financió para implantarlo en otro lugares, como los OGM: por ejemplo, en 2010 Monsanto trató de introducir una berenjena OGM. India ha sido un terreno de experimentación para desarrollar nuevas tecnologías destructoras. El ministro de Medioambiente organizó audiciones públicas para saber qué opinaban de ello los campesinos, los consumidores y los científicos. Siempre digo que es la primera vez que una verdura era objeto de un debate democrático profundo…

La berenjena OGM se prohibió a raíz de estas consultas, pero Bill Gates encontró después un medio de financiarla y promoverla en Bangladesh. Ahora bien, si se aprueba en Bangladesh, inunda obligatoriamente India puesto que se trata de una frontera no controlada. Ahora Bill Gates la emprende con África, donde mete miles de millones de dolares para promover una nueva revolución verde, con productos químicos y OGM, y obligando a los países africanos a cambiar sus leyes para autorizar estas semillas.

¿Cómo explica semejante poder hoy en día?

Gates ha creado e invertido 12 millones de dólares en la Cornell Alliance for Science, que se presenta como una institución científica, pero que no es sino un órgano de comunicación. Cada vez que hay un debate, trae a esta “institución” que elabora una propaganda engañosa a favor de la biotecnología. Como es Bill Gates, el New York Times y CNN hablarán de ello y le dedicarán la portada… Para él la filantropía es solo un pretexto, a través de ella favorece sus propios intereses e influye en las políticas gubernamentales. Es una forma muy inteligente de entrar en el juego sin plegarse a sus normas, porque si una empresa dijera a un gobierno “aquí está mi dinero, haz esto”, no funcionaría, con toda seguridad se echaría a la empresa. Bill Gates, en cambio, juega con su imagen. La gente todavía lo ve a través de Microsoft, como un genio y un gigante de la informática. Sin embargo, hay ingenieros brillantes que lo han hecho mucho mejor y han luchado para mantener softwares de libre acceso y un Internet abierto, al contrario que él. Bill Gates no es un inventor, ha introducido las patentes y así es como ha levantado su imperio.

En su libro insiste también en la utilización de la tecnología y de los algoritmos…

Se ha elevado la tecnología al rango de religión. Se ha convertido en la religión del 1 %, del mismo modo que en Estados Unidos la cristiandad dio legitimidad al 1 % de la época para exterminar al 99 % de las personas amerindias en nombre de la “misión civilizadora”. Actualmente hay millones de personas a las que se quiere “civilizar” con estas nuevas herramientas de comunicación o de pago. Por otra parte, la tecnología es algo más que una herramienta. Es un instrumento de poder muy poderoso para reunir información que después se puede manipular para diferentes propósitos. Estas tecnologías se utilizan a diario, pero son sobre todo otra forma más de controlar.

También detrás de esta revolución digital encontramos a Bill Gates. Por ejemplo, ¡desempeñó un papel fundamental en la desmonetización de India! Obviamente, hacer desaparecer el dinero en efectivo para desarrollar las transacciones digitales es una forma de acelerar la revolución digital de la que él se beneficia. Ahora bien, de la misma manera que las patentes de las semillas son un intento deshonesto cuyo objetivo es poner a los agricultores “fuera de la ley” al declarar ilegal el guardar las semillas, la “desmonetización” perturba directamente las prácticas económicas de la mayoría, que representa el 80 % de la economía real de India. Es una forma de dictadura tecnológica. En ninguno de los dos casos el resultado de ello es una elección soberana del pueblo indio.

Y al mismo tiempo la gente acaba votando en las urnas a los representantes de esta política del 1 %, como, por ejemplo, en India donde Narendra Modi fue reelegido por un amplio margen el año pasado. ¿Es como si hubiera una nueva forma de “servidumbre voluntaria”?

¡Ya no estamos realmente en una democracia electoral honesta, donde la gente vota con pleno conocimiento y conciencia de lo que está en juego! Hoy en día los algoritmos conforman en gran medida al sistema electoral. En las últimas elecciones en India se autorizó a las empresas y a los particulares a hacer donaciones anónimas a los partidos políticos, lo que significa que las mayores empresas del mundo pudieron financiar las elecciones, algo que hasta entonces era ilegal. El resultado de ello es que la gran mayoría de estas donaciones llegaron a las arcas de un solo partido [el BJP, la derecha nacionalista, actualmente en el poder, ndlr]. Las elecciones indias costaron más caras que las estadounidenses, a pesar de que India está lejos de ser un país rico. Por consiguiente, podemos preguntarnos de dónde viene ese dinero… Es imposible tener una democracia honesta y funcional si el pueblo ya no vota de forma soberana. Todo el reto político para el 1 % es esta pérdida de autonomía, en todos los ámbitos.

La elección del término “1 %” puede parecer un tanto simplista, ¿por qué le parece un término apropiado hoy en día?

El 1 % es en sí un valor aproximativo, yo hablo sobre todo de unos pocos multimillonarios que controlan la mitad de los recursos del planeta. Estos miles de millones van directamente a unos fondos de inversión. Antes las entidades más grandes eran algunas empresas: Monsanto, Coca-Cola… Hoy son enanas. Son propiedad de los mismos fondos de inversión: BlackRock, Vanguard, etc. En realidad hay una sola economía, la del 1 %. Ellos son quienes destruyen, los demás, el 99 %, está excluido. Son los parados de hoy y de mañana, los campesinos desarraigados, las mujeres a las que se deja de lado, los pueblos indígenas a los que se asesina. Las personas que conforman el 99 % no son las responsables, son las víctimas. El 1 % es el responsable de los daños. Y nombrar a este “1 %” es formar un “nosotros” que, juntos, puede pedirles cuentas. Tenemos el derecho, el deber y el poder de hacerlo. Es una invitación a la solidaridad y a la acción. Es necesario que el 99 % se alce.

Fuente e Imagen: https://rebelion.org/con-el-coronavirus-bill-gates-lleva-a-cabo-sus-planes-respecto-a-la-sanidad/

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¿Por qué la pandemia está incontrolable en Panamá?

Por: Olmedo Beluche

El promedio diario de casos detectados por día ha escalado a más de 600, con un porcentaje de positividad del 30% y más de 400 fallecidos. Cuando se pensaba que la pandemia de la COVID-19 había llegado a su pico más alto, desde que se inició junio se ha dado una nueva escalada mayor que la anterior, coincidiendo con la reapertura del bloque 1 de la economía, sin que se avizore el final de esta fase.

 Con justo derecho la gente se pregunta y especula qué está pasando. ¿Por qué otros países de la región están mucho mejor que nosotros?  ¿De qué ha valido ser la “Dubái de Centroamérica”, si países como Costa Rica nos están dando cátedra?

 La razón de que la COVID-19 no cede en Panamá es estructural, tiene que ver con el tipo de país que se ha construido, con lo que se ha hecho y dejado de hacer en las últimas décadas y los responsables son los gobiernos de todos los partidos que han compartido el poder. Las razones son:

  1. El debilitamiento sistemático que data de hace 40 años del sistema de salud público con criterios neoliberales de privatizaciones, externalizaciones, recortes presupuestarios, liquidación de lo que fue la consigna en los años 70: “salud igual para todos”.
  2. La desviación de recursos hacia megaproyectos cuestionables e ineficientes pero aptos para la corrupción, como la “Ciudad Hospitalaria” (que se va a comer B/.9 mil millones), mientras se descuidaba lo existente.
  3. Más recientemente el recorte de 2019 hecho por Laurentino Cortizo y su ministro estrella, Héctor Alexander, de B/ 300 millones a la Caja de Seguro Social y más de B/. 100 millones al MINSA.
  4. El crecimiento económico, pero con una de las peores desigualdades sociales del mundo, donde el 10% de las familias con más ingresos ganan 40 veces lo que gana el 10% de familias más pobres.
  5. Donde la pobreza afecta a 1 de cada 4 familias, mientras el 10% de los habitantes pasa hambre literalmente.
  6. Familias con ingresos promedio que no cubren la Canasta Básica General y apenas aruñan una magra Canasta Básica de Alimentos.
  7. Porque los servicios públicos han sido deteriorados por falta de inversión, como el agua potable que está faltando cuando más se necesita en los barrios donde la COVID- se está expandiendo.
  8. El sistema ineficiente de transporte público manejado por mafias que operan al margen de la legalidad, pero en completa impunidad.
  9. También existen patrones culturales negativos, como la famosa filosofía del “juega vivo” y el “qué hay pa mí” instigadas por la política clientelista de los partidos políticos corruptos para manipular a los sectores populares.
  10. Todo lo cual ha sido empeorado por unos decretos que permitieron suspender más de 270 mil contratos de trabajo; por un  Plan Panamá “Solidario” tacaño con el pueblo y dadivoso con los banqueros, con un bono que equivale a menos de un tercio de la canasta alimenticia (uno de los más bajos de la región); por la negación de una ley de moratoria de deudas e hipotecas; donde continúan los lanzamientos  de sus casas a gente que no puede pagar por quedar desempleada, pese a la palabra hueca del presidente de la república.

 Como dijo recientemente el Dr. Jorge Luis Prosperi (La Prensa, 30/5/20): ‘Este virus habita donde hay carencias’.

El autor escribe para OVE

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CORONAVIRUS Y LUCHA DE CLASES: EL COVID-19 LOS ENFERMA, PERO EL NEOLIBERALISMO LOS MATA

Por: Miguel Erasmo Saldívar Carrillo

RESUMEN

Asumir que el covid-19 es solo un virus y obviar su dimensión social, imperialista y neoliberal es regresar a los análisis parciales y disciplinarios que hemos criticados durante los últimos años. Ningún fenómeno social se produce aisladamente y al margen de las condiciones histórico sociales de las que emerge. Toda muerte con covid-19 debe ser estudiada en su holismo y descubrir detrás de ellas las profundas diferencias económicas de los fallecidos y sus familiares. No estamos frente a un cuerpo biológico atacado por un virus solamente sino frente a una persona humana que dentro de su condición histórica de vida intenta sobrevivir.

Ningún multimillonario hace filas por un respirador ni carece de las especiales atenciones de médicos y enfermeras personales, si fuese necesario. Ninguno de ellos padeció problemas de acceso al agua o alimentos saludables con los que nutrir su cuerpo. Todos tuvieron la posibilidad real de aislarse en sus mansiones y no salir, a fin de cuantas, son otros los que le hacen los mandados.

Los que diseminaron el covid-19 por todo el planeta tenían dinero para pagar sus boletos de visiones cosa que para la gran mayoría de los habitantes de este mundo es casi un sueño irrealizable. La mayoría de los que han de morir se vieron en la imponente necesidad de salir de sus casas procurarse el sustento para ellos y sus familiares.

Es por ello que el nuevo coronavirus debe ser estudiado no solamente como un suceso biológico sino como un fenómeno socio histórico y económico con un grave impacto en la vida de millones de seres humanos empobrecidos por el capitalismo neoliberal que nos ha gobernado los últimos treinta años.

Palabras claves: Covid-19, neoliberalismo, pobreza, marginación.

SUMMARY
To assume that the covid-19 is only a virus and to ignore its social, imperialist and neoliberal dimension is to return to the partial and disciplinary analyzes that we have criticized in recent years. No social phenomenon occurs in isolation and regardless of the historical social conditions from which it emerges. Any death with covid-19 must be studied in its holism and discover behind them the profound economic differences of the deceased and their families.

No billionaire lines up for a respirator or lacks the special care of doctors and personal nurses, if necessary. None of them suffered from problems with access to water or healthy food with which to nourish their bodies. All had the real possibility of isolating themselves in their mansions and not going out, after all, others are the ones who run errands for them.

Those who spread the covid-19 all over the planet had money to pay for their visions tickets, which for the vast majority of the inhabitants of this world is almost an unrealizable dream. Most of those  who have to die saw the overwhelming need to get out of their homes to find a living for themselves
and their families.

That is why the new coronavirus must be studied not only as a biological event but as a sociohistorical and economic phenomenon with a serious impact on the lives of millions of human beings impoverished by neoliberal capitalism that has governed us for the last thirty years.

Key words: Covid-19, neoliberalism, poverty, marginalization.

LA MUERTE BIOLÓGICA, PSICOLÓGICA Y SOCIAL

El tema del ensayo ya resultará preocupante porque la primera argumentación que nos hacían los compañeros cuando se lo presentamos es que algo como un virus no selecciona socialmente a sus víctimas. Una pandemia no tiene intensión ni ideológica ni política, nos dicen y luego se ríen. Parecería que ciertamente el virus no tiene preferencias sociales y ataca a todos por igual o que todos podemos morir de la misma manera.

Creo que sería indiscutible que el virus es un ente biológico que ataca a los cuerpos biológicos. Pero debemos reconocer que los cuerpos biológicos no presentan características biológicas con independencia de cómo se alimentan, cómo viven, que ansiedades los agobian, etcétera.

Que el ser humano es bio-socio-psicológico se ha dicho con mucha frecuencia, pero no siempre se asume, en este caso que analizamos, debe entenderse, que es atacado por el virus no solo un cuerpo físico y bioquímico sino un ser social con una específica forma de pensar según la vida que ha tenido que vivir y que, muchas veces, no puede escoger aquellas opciones que serían mejor para su sobrevivencia. En el capitalismo neoliberal escoger cómo se vive y de qué se vive es un privilegio
que solo pueden darse los que pagan para ello. Lo que viven de un salario, precariamente tienen cierto grado de libertad dependiendo de la cuantía del mismos, que se reduce a seleccionar que marca de jabón utilizan o no sus hijos o qué serial de Netflix pueden ver. Otros que viven de la economía informal y que son la mayoría de las personas del planeta, ni eso.

Es sabido que los coronavirus no son sino una familia de virus que llevan ese nombre por su forma y que pueden causar un sin números de enfermedades tanto en animales como en humanos. Entre las personas pueden causar infecciones respiratorias que pueden ir desde un resfriado común hasta enfermedades muchos más graves como, por ejemplo, el síndrome respiratorio del Oriente Medio (MERS). Desde mi experiencia cubana sé que los gobiernos de los EUA llevan años experimentando con la creación de armas biológicas con las que ha atacado a la isla de Cuba en múltiples oportunidades causando muerte y destrucción. Los cubanos al defenderse de estos ataques no solo asumen la búsqueda en laboratorios de los mejores métodos, sino que aprendieron a desarrollar acciones económicas, sociales, psicológicas, médicas, integradas a una lógica de solidaridad capaz de generar contención y protección. Porque contra algo como esto se debe luchar desde todas las dimensiones sociales integradas en torno a una nueva ética de la vida.

Si al covid-19 se le mira solamente desde su dimensión biológica se está invisibilizando el problema más grave que viene a él aparejado. Se trata de un fenómeno producto del sistema mismo, parido por el capitalismo neoliberal y cuyos efectos se harán sentir según su exacta geografía social de despojo y precarización. Ya sabemos que existen países dentro de los países y no hablo de las culturas ancestrales sino de las fronteras establecida por la pobreza y la miseria. Cada país o región sociológica, si se prefiere, hacia el interior de un mismo país vivirá la pandemia de manera diferente y los cadáveres se apiñarán según las clases sociales.

Si deseamos descubrir cómo las diferencias sociales dibujan diversas geografías sociobiológicas debemos analizar diversas dimensiones sociales de la pandemia. Un primer elemento que establece la clara diferencia entre las clases sociales (o niveles económicos) involucradas en la enfermedad es que el coronavirus recientemente descubierto causa la enfermedad denominada covid-19, es una pandemia que tiene de común con todas las anteriores que se expande por el mundo transportada
por aquellas personas que tienen el raro privilegio de poder comprar un boleto para viajar y termina matando a otras que no tienen dinero ni para alimentarse. Una y otra vez se nos presenta la vieja sentencia de que: “Según la concepción materialista de la historia, el factor que en última instancia determina la historia es la producción y la reproducción de la vida real.” (ENGELS, 1890) Y es que,
queramos o no verlo, son las condiciones reales de la vida los que determina quienes se mueren más y quienes tiene mayores probabilidades de sobrevivir. Ello, a pesar de que algunos realmente creen que todas las diabetes mellitus tipo II son iguales. Las personas diabéticas de las clases oprimidas por el capital comen lo que pueden y cuando pueden; y, muchas veces, no cuentan con las tirillas reactivas para controlar los niveles de azúcar tras cada comida o cada mañana como debería ser. Ya esto es una importantísima diferencia económica que impacta en la fortaleza biológica del cuerpo para enfrentarse a la enfermedad.

Existen personas que ante la inminencia del hecho biológicamente innegable de poder morir “al igual que todos” si se es contagiado se apresuraron a expresar que: ¡Dirigentes políticos, empresarios, celebrities, futbolistas millonarios: nadie estaría a salvo del COVID-19! El virus, como la muerte, sería el gran igualador. Podríamos atribuirlo a causas exclusivamente biológicas: a su enorme capacidad de contagio.” (MARTÍN, 2020). Frente a esta afirmación tan drástica debemos decir que el gran igualador en nuestra sociedad sería un sistema justo de repartición de las riquezas.
No existe la igualdad después de la muerte, esto es solo un absurdo, que se ha generalizado por el esfuerzo de la iglesia de proponernos justicia sin justicia. Además de ello, ningún virus igualará la miseria creada por las relaciones de producción imperialistas, debemos decirlo con claridad, los entes biológicos no tienen tanto poder. El capitalismo no enferma con los virus, en todo caso, también los subsumes, al igual que las nuevas cotidianidades que emerjan de la crisis. No se cae el capitalismo por causas de un cataclismo biológico, a este sistema putrefacto hay que tumbarlo. Estoy plenamente convencido que sin un sistema de repartición justa de las riquezas (pudiera denominarse socialismo) las diferencias ascenderán por los capilares de la historia hasta quemarnos los ojos nuevamente.

El covid-19 ha venido a recordarnos que, como siempre, el capitalismo reproduce las diferencias hasta en el acto mismo de morirse. Nada es justo en un sistema cuya esencia es la injusticia misma. Cuando en el capitalismo neoliberal algo aparenta justicia, si se indaga bien, solo es cinismo. El cinismo es la manera de socializar de la justicia en el sistema capitalista neoliberal. Los políticos panistas y priistas de México con un excelente ejemplo de ello. Y para que no quede duda de esto.
Cuando decimos que el covid-19 es de derecha y racista lo que queremos expresar es que el coronavirus enferma, pero es el sistema capitalista neoliberal el que escoge las víctimas y las aniquila. Ni la enfermedad se mueve por azar ni la muerte es estocástica: “Una investigación conjunta de la Universidad de Harvard y el periódico ‘Boston Globe’ demuestra que la mortalidad por COVID-19 es superior entre aquellas personas que viven en barrios pobres y en viviendas  hacinadas en el estado de Massachusetts. Por eso afecta más a las personas negras, latinas y racializadas.” (SIMÓM, 2020).

Desde otra perspectiva: se muere más fácil y con más frecuencia si se es pobre y angustiado que si se es rico y relajado. Porque las angustias que acarrea la falta de recursos para garantizar una vida digna a la familia suelen ser terribles y se somatizan disminuyendo las fortalezas del organizamos. (TEMPORELLI & VIEGO, 2011). Detrás de ellas emergen problemas de comunicación y agresión familiar: “Y la desigualdad también se relaciona con la violencia.” (OXFAM, 2020, pág. 4) Resulta
innegable que la satisfacción con holgura de las urgencias económicas permite cumplir otras funciones familiares con mayor calidad. “Marciano Sánchez Bayle, portavoz de la Federación de Asociaciones en Defensa de la Sanidad Pública de España en el programa digital, indica que las patologías se asocian al nivel de calidad de vida y capacidad adquisitiva. (RIVERA, 2020)”.

Pongamos un ejemplo muy concreto, la mala o deficiente alimentación de las personas con bajas posibilidades económicas es un factor fundamental a considerar en los estudios de morbilidad frente a la pandemia. El acceso al agua potable no solo para ser bebida sino para poder mantener la higiene recomendada para contener la transmisión no debe ser desatendida en los análisis y está fuertemente determinada por los niveles de pobreza. Tampoco sería recomendable separar el fenómeno de la concentración de las riquezas en pocas manos y de la privatización del agua con el
número de muertes. El consumo de refrescos es una de las causas fundamentales de la diabetes mellitus y ello está asociado a las muertes con covid-19. “Coca-Cola Company tiene más riqueza que muchos países de América latina, el Caribe o África. En México ha comprado casi todas las marcas de refrescos del país y tiene las mayores concesiones para la extracción del agua.” (CASTRO, 2005)

Es reconocido que el uso social del agua está emparentado con la diabetes y con las posibilidades de las personas para cumplir las orientaciones sanitarias que se vienen recomendando; una cosa no debe ser separada de la otra. Y si en estos momentos estamos mal debemos prepararnos porque, en realidad, nos encaminamos a una crisis total de los sistemas de salud por el desabasto de agua a nivel mundial. Si consideramos solamente México y analizamos que las: “Autoridades han otorgado
536 mil concesiones de aguas superficiales, subterráneas y zonas vedadas. Por sobreexplotación, hay 16 estados en riesgo de llegar al “Día Cero”: al agotamiento total de sus fuentes hídricas”. (FRANCO, 2020) Tendremos una idea casi exacta de hacia dónde nos encaminamos. Agregase a ello que el hacinamiento en las casas de los más desvalidos sería otro fundamenta factor a considerar en los estudios. Dormir en un cuarto personal sería una medida fundamental de la sana distancia que está muy lejos de más posibilidades de más del 90% de la población. Tales diferencias, establecidas por las posibilidades económicas, se hicieron visibles en aquellas poderosas naciones en las que se han producido la mayor cantidad de muertes; en EUA por ejemplo:

(…) cuando la pandemia explosionó en Estados Unidos y la mortalidad se disparó a principios de abril, lo hizo especialmente en los guetos socioeconómicos. Las muertes han sido un 40% mayores en las ciudades y poblaciones con más población de personas negras y racializadas, un 14% más en aquellas con más habitantes por vivienda y un 9% en aquellas más pobres en comparación con las más ricas del Estado. (SIMÓM, 2020)

No se puede dejar de reconocer que el impacto de esta pandemia será, a la larga, mucho significativamente mayor en los grupos empobrecidos por la reproducción neoliberal del capital que en aquellos que se enriquecen a costas de la mayoría. Si la vida en el capitalismo neoliberal ya era injusta esta situación ha venido a sumarse de manera irrebatible a la precarización de la existencia de la mayoría de los seres humanos del planeta. Y no estamos argumentando que el PIB per-cápita o las posibilidades económicas de las naciones garanticen el resultado porque, se está viendo que la mayor cantidad de muerte se acumulan en países del llamado primer mundo donde le PIB es inmensamente mayor al de otras naciones pequeñas: Unión Europea y en los EUA; quienes comparados con la pequeña isla de Cuba quedarían muy pal parados. El secreto de Cuba, más que económico, es la justicia social que prevalece en su sociedad en la que todos tienen acceso a una buena atención médica primaria y a los medicamentos aprecios módicos y la ética que norma la respuesta del gobierno y del pueblo a estas contingencias. Muchos autores reconoces que la
desigualdad en el acceso y disfrute de la salud no es sino una “Vergüenza Social (…) reflejo de las desigualdades sociales” estas últimas generadas por el sistema económico capitalista, que rige nuestra forma de producir, consumir y en consecuencia vivir, así como también, son causadas por una enorme desigualdad en la distribución del poder” (BENACH, 2005, pág. 15) La privatización neoliberal de los sistemas de salud públicos y la carente ética de sus gobiernos llevó a las naciones
“desarrolladas” a la situación que actualmente padecen. Cuando el presidente Trump recomendó beber desinfectantes mostro un nivel de corrupción ética sin parangón en la historia humana.

Es por todo esto que debe asumirse que la clase social a la que se pertenece es una variable fundamental al considerar un estudio serio de los impactos de la pandemia en el mundo y nos permite decir que los impactos de esta fatalidad tienen un fuerte carácter clasista, racista e imperialista neoliberal. No hacerlos sería invisibilizar uno de los condicionantes que más está incidiendo en las muertes. En palabras de Martín (2000):

¿Qué significa que la clase social es una causa fundamental? Que las causas inmediatas pueden variar al sucederse las enfermedades, sus factores de riesgo y sus tratamientos. Pero, en todas, la posibilidad de evitar los riesgos de enfermedad y de minimizar sus consecuencias es función de los recursos ligados a la posición de clase. El concepto de causa fundamental supone que la clase social, por su diferencial acceso a recursos, influencia múltiples resultados de salud a través de múltiples factores de riesgo. (MARTÍN, 2020)

Remarcamos que debe estudiarse y entender a esta pandemia sus efectos y las muertes a ella asociadas como resultado integral del capitalismo neoliberal. ¿Es que acaso se puede separar la condición de diabético desatendiendo los sistemas de alimentación establecidos por el neoliberalismo y a los que tiene acceso cada persona? ¿Podemos hacerlo obviando la privatización del agua a manos de la Coca cola y su oferta sistemática de productos nocivos para la salud humana? en México: “La empresa francesa Danone y las compañías estadounidenses Coca-Cola y PepsiCo capturan 82% de las ventas de agua embotellada en México, con un valor de poco más de 10 000 millones de dólares.” (PACHECO, 2015)¿Es que alguien realmente piensa que en medio del capitalismo neoliberal y mediático la gente puede decidir libremente vivir una vida sana, sin consumo de chatarra?: “A pesar de que México está inmerso en una alerta epidemiológica por obesidad, sobrepeso y diabetes, la publicidad de alimentos y bebidas chatarra dirigida al público infantil es laxa y, además, se ha convertido en una barrera para prevenir y atacar esas enfermedades crónicas, revela el estudio “Publicidad dirigida a niños: Una infancia enganchada a la obesidad” (LIRA, 2018)

No podemos negar que el virus (natural o creado) causa la enfermedad, pero el neoliberalismo con su pobreza acumulada de los últimos treinta años las acelera la muerte, las localiza geográfica y socialmente y, además, las invisibiliza. Visibilizar las muertes no habla de que contemos cada día cuando cadáveres se apiñan o que anotemos los nombres de los que se nos delanteron; se trata más bien de reconocer la responsabilidad que el sistema capitalista, patriarcal y neoliberal tiene en ello. Muchos han reconocido que: “No hay una sola epidemia. Para entender lo que pasa tenemos que construir una narrativa de tres ciudades: la de ricos y pobres, de blancos y negros o latinos y de viejos y jóvenes. Tanto el impacto directo como la atención médica y social han estado determinados por la clase social, la raza y la edad”, (…)” (JUSTO, 2020)

Podría decirse, nuevamente, que el covid-19 los enferma, pero el sistema capitalista neoliberal los mata. EUA ya acumula más de 110 000 muertes y es la mayor economía del mundo. ¿Cómo es posible que tanta gente muera si otras naciones, como Cuba, con menos recursos y bloqueada, logra que una gran mayoría de contagiados se cure? Repetimos, la diferencia más que económica es ética, social; se da en la respuesta integralmente humana.

En la sociedad del espectáculo debe uno aprender a orientarse entre la maraña de discursos para poder descubrir la realidad. Algunas veces, en la locura delirante de los políticos, dejan entrever crudas realidades que más parecen cosas de surrealismo: “Patrick, vicegobernador republicano del estado de Texas, durante una entrevista brindada a Fox News [2], opinó que las personas mayores deben sacrificarse por el futuro de los Estados Unidos. Este comentario, que puede resultar muy chocante, pone en evidencia que para el sistema capitalista y su modelo neoliberal hay un segmento social que es prescindible: las personas mayores, la clase trabajadora y las y los más desposeídos.”
(RIVERA, 2020)

Realmente estaba, más que ofreciendo un punto de vista, declarando un hecho fáctico dado que no había suficiente recurso para atender a todos y los de mayor edad estaban fuera de los escogidos para ocupar las plazas en los pocos respiradores libres que quedaban. Mientras el presidente se preocupaba por la economía de libre mercado miles de personas morían en el país de las“oportumnidades.”

Otro de los lados oscuros de la pandemia, que desnuda su profundo carácter ideológico, es la pérdida de puestos de trabajos formales y la total desaparición de muchos trabajos informales. Precisamente son los más vulnerables los que precarizan su existencia con la llegada del covid-19 lo que traerá un aumento considerable de la delincuencia por la imposibilidad para muchas personas
de mantenerse dignamente y la agresividad que se genera por las medidas de contención, que no cuentan con la aprobación de una mayoría. Ya se han observado casos de altercados: “Un reportaje del 25 de abril de Washington Post recogía cómo la pandemia y las medidas de confinamiento han desembocado en altercados en los suburbios de París y de otras ciudades francesas. Sus habitantes no solo soportan mayores tasas de mortalidad por el virus, sino que se enfrentan a identificaciones,
registros y multas cuando se ven obligados a salir de sus viviendas para trabajar. (SIMÓM, 2020) ¿Quiénes se involucran en eventos de asaltos masivos a tiendas y mercados? Los más necesitados, los que viven angustiados por la falta de medicamentos y despensas.

Otra de las dimensiones que desnudan la lucha del clase y el carácter ideológico que dentro del capitalismo se le imprime a toda acción que pretenda rescatar la dignidad humana es el bloqueo de los EUA a que ciertas naciones accedan a los recursos necesarios para enfrentar la pandemia. El trece de marzo último el fiscal general de Venezuela, Tarek William Saab denunciaba que el gobierno de los EUA estaba impidiendo que el gobierno de Venezuela adquiriera insumos para luchar contra
la pandemia. (Prensa latina, 2020) Ello mando un claro mensaje al mundo de que en medio de la desgracia más grande los intereses imperialistas prevalecerán por encima del derecho de un pueblo a la vida y a la salud. Aún con estas medidas agresivas contra un estado soberano, aún con el congelamiento de sus cuentas y el bloqueo para que no acceda a insumos necesarios; la patria de Bolívar está en condiciones de darle lecciones a los EUA sobre cómo se actúa éticamente ante
situaciones de pandemia.

Por otra parte el 12 de abril pasado el gobierno de la isla de Cuba informaba que “La empresa Medicuba no podrá adquirir los respiradores artificiales contratados a los fabricantes suizos IMT Medical AG y Acutronic debido al bloqueo porque estos fueron comprados por una compañía estadounidense, denunció hoy una fuente oficial cubana.” (5 de septiembre, 2020) Con ello se creaban serias dificultades para el sistema de salud cubano que contaba con la llegada de esos insumos. No obstante, a ellos, la organización médica de la isla ha logrado no solo contener la epidemia,sino que ha enviado ayuda solidaria a varias naciones del mundo incluyendo algunas “muy desarrolladas.” Podría asegurarse que los alcances de la medicina cubana serían hoy inimaginables si no hubiese estado por más de medio siglo bajo el constante bloqueo de los gobiernos en turno en los EUA.1

NUEVA NORMALIDAD O LAS VIEJAS ANORMALIDADES

Con mucha frecuencia escuchamos decir que ningún país estaba preparado para este fenómeno y es falso. Si somos objetivos, Cuba, no solo ha sido bloqueada por más de 60 años, sino que ha sido diana de ataques biológicos como, por ejemplo: el moho azul de tabaco, la roya de la caña, la fiebre porcina, el dengue hemorrágico, conjuntivitis hemorrágica, disentería, varroasis de las abejas, hemorrajia viral del conejo, entre muchas otras. Todas causaron grandes daños económicos y pérdidas de vidas humanas. A lo largo de décadas de agresiones el sistema sanitario y sus centros de investigación se fueron preparando para responder a estos ataques y, a la vez, enfrentar los constantes azotes de ciclones que atraviesan el país y agravan la situación económica ya de por sí difícil.

Existen suficientes pruebas de los ataques biológicos a la isla por parte del gobierno de los EUA. Todo esto siempre ha sido parte de un plan bien pensado para derrocar al gobierno revolucionario cuyo único delito era trabajar para elevar la calidad de vida de su pueblo y recuperar la dignidad humana arrebatada por siglos de dominación extranjera: “El general Edward Lansdale redactó un borrador con las misiones a ejecutar por la CIA donde enunció: “… desplegar el bajo mundo cubano
contra Castro, fracturar al régimen desde adentro, sabotear la economía, subvertir a la policía secreta, destruir las cosechas con armas biológicas o químicas, y cambiar al régimen antes de las próximas elecciones congresionales en Noviembre de 1962.” (ETCHEVERRY, 2015) Lo que hoy está ocurriendo con el mundo ya los cubanos lo vivimos a menor escala por más de una ocasión.

Por especificar uno solo de los ataques. El dengue hemorrágico no era una enfermedad de este hemisferio. No estábamos preparados para ella: (es necesario que la cita sea larga para que se entienda bien a qué tipo de ataques se han enfrentado los cubanos y cómo es que han desarrollado su excelente sistema de salud.)

“Era la primera vez que los médicos cubanos teníamos que enfrentar esa enfermedad; por lo tanto, hay que reconocer que había un desconocimiento no solo en Cuba, sino que, en este hemisferio, en toda la América, se desconocía la enfermedad.” (…) No se pudieron evitar las primeras muertes y, tristemente, de esa correlación entre la clínica, la epidemiología y la anatomía patológica, obtuvimos las primeras herramientas para ordenar cuál debía ser la forma científica de enfrentar el diagnóstico y tratamiento de esta enfermedad; pero más aún, cómo organizar la atención médica y la movilización social de toda la población durante una epidemia. En plena epidemia ya nuestros médicos y hombres de ciencia estaban en función de encontrar soluciones que aparecieron, y paralelamente a las actividades de asistencia, estas de investigación-acción, las de capacitación. Hubo que capacitar a todas las provincias del país.

Entre el 1º de junio y el 10 de octubre, que se da por terminada la epidemia, se notificaron 344 203 casos de dengue, pero de ellos más de 30 000 eran casos hemorrágicos y 10 000 cumplían todos los criterios de la Organización Mundial de la Salud para ser considerados casos de fiebre hemorrágica y choque por dengue (…) es conocido que un paciente en choque está a las puertas de la muerte. Con esos 10 000 casos, pudimos haber tenido miles de fallecimientos, y aunque esas 158 defunciones, incluidas 101 niños, todavía nos duelen, hay que considerar que fue un éxito haberles podido salvar la vida a otros miles de criaturas.

El sistema de salud y todo nuestro país se movilizó como una sola persona y logramos que ya, después de mediados de julio, comenzara a disminuir la epidemia y, como dije, el último caso se notificó el 10 de octubre.

Desde la llegada de la revolución en el año 1959 el gobierno se dio a la tarea de alfabetizar y preparar al pueblo para los nuevos retos a que se enfrentarían. Dentro del sistema de países latinoamericanos la isla fue, por órdenes de los EUA, con la excepción de México, casi totalmente aislada. Era vista como una anormalidad socialista dentro de una normalidad capitalista. Los resultados del desarrollo sostenido e impetuoso de tal anormalidad no se hicieron esperar pues comenzaron a cosechar triunfos en diversas áreas como el deporte, la educación, la salud y el desarrollo social.

Con la caída del campo socialista en el año 1990, la isla perdió el 87% del comercio exterior quedando casi sin materias primas y tuvieron que reconsiderar nuevamente sus proyectos de desarrollo económico. Mientras buscaban salidas a la grave crisis económica generada por la pérdida de mercados y materias primas muchos se le acercaron a proponerles que abandonaran el camino del socialismo cosa que no quisieron hacer y nuevamente se vieron como los anormales en un mundo socialista que se despedía de sus sueños de justicia social y corría a las manos del mercado. Casi desde cero levantaron nuevamente su economía buscando nuevas opciones de
desarrollo entre las que se encontraba la producción biotecnológica que ya venía desarrollándose. El modelo del médico de la familia ideado por Fidel cambio el conceto de salud pasando de la medicina curativa a la preventiva. La creación de las escuelas de medicina latinoamericana permitió dar acceso a los estudios de salud a miles de jóvenes de diversas naciones del mundo incluyendo a los propios EUA. Los azotes continuados de huracanes en el caribe fue el origen de la creación del contingente médico “Henry Reeve”. Hoy, frente al covid-19, la isla puede salvar a sus ciudadanos y enviar a más de 2000 médicos bien preparados a asistir a pueblos hermanos. Mientras que otros cerraban sus puertos a los cruceros que portaban contagiados y que, como naves fantasmas deambulaban buscando cobijo, la isla los abría y nuevamente mostraba otra forma de anormalidad opuesta a la normalidad egoísta del imperialismo. La metáfora del Necio de Silvio Rodríguez retornaba una y otra vez a la historia de los cubanos.

Hoy escuchamos a muchos intelectuales debatir sobre las nuevas normalidades que llegarán con la extinción de esta pandemia. Sin pretender quitarle la palabra ni aniquilar argumentos de hermanos de lucha deseo considerar otras visiones posibles.

En primer lugar, las normalidades del capitalismo neoliberal serán difíciles de remover si no cambiamos las relaciones de producción capitalistas porque el despojo de la tierra, de los recursos, de los saberes, de la unidad y de la voluntad seguirán estando en el objetivo primordial del capitalinos. La asedia que denunció Walter Benjamín continuará penetrando las subjetividades de los oprimidos de la mano del consumismo aberrante a que los conduce el capital.

En segundo lugar, su educación egoísta, egocéntrica, anti espiritual y meritocrática, tal vez, cambiara de forma, pero no de contenidos. Seguirá proponiendo currículos que anulen la capacidad de analizar críticamente a la sociedad cosa que quedará, como hasta hoy, reducida a unos pocos intelectuales. Los cambios, probablemente, entretengan nuevamente a los educadores en la tarea de buscar métodos más efectivos para el aprendizaje como nos ocurrió con Ausubel y Bruner; dejando de lado la impostergable misión de la emancipación cultural y la educación de la conciencia histórica de los oprimidos.

En tercer lugar, ahora que tenemos más tiempo en casa y pocos hábitos de lectura probablemente se eleve el consumo de banalidades que los generales walt Disney y hollywood se aprestan a crear para satisfacer los más exigentes deseos y los más extravagantes gustos de los oprimidos. Marx estará más lejos que nunca de los libreros y las preferencias.

Y, por último, una normalidad no se puede confundir con otras cotidianidades. Ciertamente nuestros viejos hábitos sufrirán cambios, también las ocupaciones y las instrumentalidades. Pero no dejaremos por ello de ser los oprimidos y ellos los opresores. El covid-19 no posibilitará un enroque estilo ajedrez. No se desacelerará la expoliación del planeta, más bien, como ha pasado tantas veces, el capitalismo subsumirá la crisis y sus soluciones ajustándolas a sus propias necesidades.

CONCLUSIONES

Los oprimidos debemos considerar que el plan que nos legara el viejo topo sigue en pie: organizarnos, concienciarnos, tomar el poder y transformar la sociedad en algo que merezca la pena ser vivido.

La nueva normalidad o la vieja anormalidad si se prefiera ya está siendo aplicada en algunas naciones con muy buenos resultados. No es un modelo que pueda copiarse, pero si un buen ejemplo de unidad y resistencia. El internacionalismo del Che, la solidaridad de Fidel, la espiritualidad de Martí, la tenacidad de Bolívar, la unidad de Hugo Chávez. Esas deben ser orientaciones fundamentales para pensar en un nuevo mundo. Cualquier cosa que se haga o desee debe implicar un cambio radical de ética. La comunalidad, el zapatismo, el feminismo, el socialismo tiene algo muy
especial en común; una ética de la dignidad humana que los emparenta y une. Hacia esa nueva ética debemos dirigir la nave. No será fácil; pero si Cuba y Venezuela pueden: todo podemos.

Notas 

1 A 922 mil 630 millones dólares ascienden los daños acumulados a Cuba por la aplicación del bloqueo económico, comercial y financiero. (5 de septiembre, 2020)

Referencias

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http://www.5septiembre.cu/bloqueo-de-eeuu-impide-cuba-adquirir-respiradores/

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https://www.contralinea.com.mx/archivo-revista/2020/01/06/los-duenos-del-aguatrasnacionales-acaparan-reservas-mientras-mexico-avanza-al-temido-dia-cero/

JUSTO, M. (26 de mayo de 2020). El coronavirus mata por clase social. Obtenido de Página 12: https://www.pagina12.com.ar/268161-el-coronavirus-mata-por-clase-social LIRA, I. (26 de agosto de 2018). La publicidad chatarra atrapó a los niños y ahora tenemos un México de obesos, alertan ONGs. Obtenido de sinembargo.mx:
https://www.sinembargo.mx/26-08-2018/3461092#:~:text=%E2%80%93%20A%20pesar%20de%20que%20M%C3%A9xico,el%20estudio%20%E2%80%9CPublicidad%20dirigida%20a

MARTÍN, C. E. (04 de abril de 2020). Obtenido de Entramados Sociales:
https://entramadossociales.org/salud/por-que-el-covid-19-no-entendia-inicialmente-declases-sociales/

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RIVERA, A. (7 de abril de 2020). La COVID-19 y las desigualdades sociales. Obtenido de Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales: https://www.clacso.org/la-covid-19-y-lasdesigualdades-sociales/

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https://www.redalyc.org/pdf/1552/155222746003.pdf

ENVIADO POR EL AUTOR A OVE

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La crisis de Covid 19 amenaza la vida de millones de personas, acelera la transformación política y enciende la llama de la agitación social.

 

 

  1. Introducción

Pandemia, depresión económica, visibilización de la desigualdad estructural y de las opresiones generadas por el neoliberalismo, enfrentamiento geopolítico por la hegemonía en el sistema-mundo, y una visión de cerca del inminente colapso ambiental… Todo esto se ha juntado en 2020, cuando la humanidad en su conjunto se ha enfrentado a una pandemia mundial sin precedentes para nuestra generación.

La pandemia ha causado más de 400.000 muertes en todo el mundo (401.000 el 8 de junio), con más de 6,8 millones de casos registrados oficialmente en 216 países. En la segunda mitad de marzo, antes de que se levantara el confinamiento en Asia, más de 3.000 millones de personas habían estado confinadas en sus hogares.

Es imposible juzgar en este momento hasta qué punto habrá una segunda oleada de casos y si el virus mutará.

  1. Mucho más que un problema de salud

Es un momento de convergencia de fenómenos a largo plazo, que se desarrollaban de forma relativamente autónoma y que ahora convergen de manera explosiva: la crisis ecológica, los límites y la desigualdad del neoliberalismo y la lucha geopolítica por la hegemonía entre el antiguo imperialismo y China. Los procesos que están alterando estructuralmente el mundo configurado en 1945 están manifestándose e interactuando entre sí. Se trata sin duda de un momento de bifurcación en el camino de la historia, y de grandes apuestas para todos los actores políticos.

Estamos en una convergencia de crisis llena de peligros, en una crisis de la civilización capitalista, la más grave desde las guerras mundiales del siglo XX. Esto es lo que Gramsci llamó una crisis orgánica: empiezan a aparecer grietas en el propio edificio del poder burgués, su pretensión de universalidad empieza a desmoronarse, y las afirmaciones anteriormente hegemónicas se revelan como lo que realmente son: medios para asegurar la estabilidad capitalista. El consenso social se deteriora, y las asporaciones de los capitalistas ya no parecen corresponder al bienestar general. Se está produciendo una polarización política, abriéndose un espacio político que podría ser conquistado por los anticapitalistas ecosocialistas, pero también por la extrema derecha, ya que empiezan a aparecer «síntomas mórbidos».

Cuando presentamos una propuesta de política sanitaria solidaria, es evidente que las reivindicaciones van más allá del marco establecido por el capitalismo. Nuestra salud depende de las condiciones en las que vivimos. Depende de si respiramos aire limpio, si bebemos agua no contaminada, si somos capaces de proveernos de alimentos de alta calidad, si nuestras ciudades son un entorno habitable, etc. En resumen, depende de si vivimos bien y si nuestros salarios son suficientes para garantizarnos una buena vida. La salud es una cuestión física, social, cultural y ambiental que es la base de una vida humanamente rica. Dado que las condiciones de vida creadas por el capitalismo no nos permiten vivir una buena vida, ni social, ni cultural, ni ecológicamente, una política sanitaria basada en la solidaridad va más allá de los límites establecidos por el capitalismo.

  1. La crisis ecológica

La deforestación, el extractivismo, la productividad capitalista, la devastación de los ecosistemas y el aumento de los animales en cautivisad y del consumo de carne han facilitado y aumentado el salto de las barreras de las especies por los virus. Las tres cuartas partes de las nuevas enfermedades que han aparecido desde 1960 son por zoonosis. Entre ellas se encuentran el Ébola, el SIDA, el SARS, el MERS y el Covid-19. La globalización del comercio ha llevado a una rápida proliferación mundial del virus. El crecimiento de las megalópolis y sus barrios marginales periféricos aumenta la velocidad de transmisión entre los seres humanos. Así pues, la pandemia de Covid19 es una consecuencia de la intersección de los efectos de la globalización.

El IPCC predice un aumento de las temperaturas medias mundiales de hasta 6ºC para 2100, lo que implica aumentos mucho mayores de la temperatura en la mayoría de las regiones continentales y en el Océano Ártico, una elevación significativa del nivel del mar y un aumento general de la frecuencia e intensidad de fenómenos extremos como olas de calor, incendios forestales, sequías, inundaciones y huracanes/tifones devastadores. Esto llevaría a que 3.500 millones de personas tuvieran que abandonar el 19% de la superficie terrestre, incluidas las zonas costeras y las regiones tropicales. Esta catástrofe climática, junto con otros puntos de inflexión ambiental, en particular la pérdida de biodiversidad, la deforestación y la falta de agua limpia, tendría consecuencias aún más terribles que las de Covid19, pero la pandemia nos da una idea de lo que podría ocurrirle a un mundo víctima de estos desastres.

En algunas partes del mundo, el momento de la pandemia está siendo utilizado por la agroindustria para avanzar en el proyecto capitalista de destrucción de la naturaleza. Un ejemplo donde esto ha estado ocurriendo es Brasil, donde en marzo y abril la deforestación de la selva amazónica creció un 29,9% en relación con el mismo período del año pasado. Este avance destructivo sobre la selva es también un avance del genocidio sobre sus pueblos, especialmente los indígenas, que han sido de los más afectados por COVID-19. Es fundamental que las organizaciones eco-sociales se hagan eco de la defensa internacional de la selva amazónica y de la salud de los pueblos indígenas durante este período de pandemia.

  1. El impacto geopolítico y geoeconómico en la situación mundial

La disputa por la hegemonía está formalizada y es belicosa, en una bipolaridad trabajada agresivamente tanto por los EEUU como por China.

China ha crecido durante medio siglo en una asociación estratégica con los Estados Unidos. La administración Obama ya había intentado responder al amenazante crecimiento de China tratando de socavarlo a través del Tratado de Asociación Transpacífico firmado en 2015. Pero como parte del reajuste geopolítico promovido por el proyecto Trump, su gobierno rechazó el acuerdo en enero de 2017, dejando el espacio para el protagonismo de Beijing, que comenzó a situarse como campeón del libre comercio y la globalización económica frente al proteccionismo nacionalista de Washington.

La ruptura de esta alianza ha repercutido en todas las esferas de la sociedad mundial. Así pues, los Estados Unidos y la Unión Europea (UE), están saliendo debilitados de esta fase. La UE, que ya ha sido golpeada por Brexit, será la más perjudicada. La incapacidad de movilizar una respuesta sanitaria paneuropea a la crisis ha supuesto un duro golpe: los Estados miembros no actuaron de forma concertada cuando estalló la crisis en Europa, sino de forma unilateral, cerrando las fronteras, suspendiendo la libre circulación y deteniendo las conexiones de transporte de manera descoordinada. Durante semanas, Italia no recibió ninguna ayuda ni de los Estados vecinos, como Francia o Alemania (que también bloquearon las exportaciones de suministros y equipos médicos), ni a nivel de la UE. China hizo más en lo que respecta a los suministros de equipo. Cuba, a pesar del bloqueo criminal de los Estados Unidos, envió brigadas médicas a más de 20 países.

A los países endeudados como España, Grecia o Italia se les dirige al EFSM (Mecanismo Europeo de Estabilización Financiera) con una ayuda especial por la crisis de 240.000 millones de euros. Este mecanismo obliga a aplicar medidas de austeridad y recortes de servicios públicos a cambio de préstamos.

Con 40 millones de solicitudes de subsidio de desempleo a principios de junio, se espera que la economía de EEUU tenga un descenso del 5,8% (FMI) a finales de año. En el contexto de la crisis social (y de una ola de levantamientos raciales actualmente en curso), el país ha programado elecciones en noviembre, que marcarán el rumbo de la situación política interna y externa. Trump utilizará todos los medios posibles para ser reelegido, incluido el fraude, pero su objetivo es difícil de alcanzar. Su prestigio entre la mitad de la población se ha visto muy afectado. El actual estallido de movilizaciones radicales y amplias en los Estados Unidos surge en el contexto de la histórica desigualdad social y racial, el descontento político y la experiencia de lucha acumulada por las nuevas generaciones y la desastrosa gestión de la pandemia por parte del gobierno de Trump, que ha conllevado un impacto desproporcionado en las comunidades negras.

En los países más pobres, la gente sufrirá al mismo tiempo el perjuicio sanitario y los efectos económicos. En el Brasil, el Perú, Chile y México, hay un aumento importante del número de casos. En el Brasil, los expertos en materia de salud prevén una explosión de Covid-19 en junio, incrementada por las acciones delictivas de Bolsonaro. Este país combina de manera explosiva una crisis sanitaria cada vez más grave con una recesión económica y una grave crisis institucional. Bolsonaro está más aislado y apela a su base radical de ideología fascista, apoyada por sectores de la policía estatal, el ejército y las milicias, para que cierre el Congreso y el Tribunal Supremo a fin de gobernar de manera explícitamente dictatorial.

En África y en Oriente Medio hay un nivel de sistemas de salud de lo más bajo, agravado por las situaciones de guerra e, incluso con cifras bajas de enfermos, los riesgos de una epidemia se añaden a los ya existentes: en África, por ejemplo, el paludismo mató a 380.000 personas en 2018, la tuberculosis a 607.000 y la malnutrición a entre 2 y 3 millones.

Los pueblos se verán seriamente confrontados a una mayor austeridad y a una profundización del subdesarrollo, de la dependencia alimentaria, del endeudamiento, del dominio de las multinacionales y de los grandes capitales locales sobre la economía y los recursos. Estas son las mismas causas que desencadenaron el proceso revolucionario en la región árabe y que le darán un nuevo impulso para un nuevo ciclo después de Covid-19.

La total incertidumbre sobre una recuperación en forma de V tiende a hacer más agresivos a los grupos capitalistas y a sus gobiernos. Mientras el capitalismo no sea derrotado, cualquier idea de un «próximo mundo» diferente y mejor será pura utopía: el que viene será aún más desigual. La lucha por una alternativa anticapitalista es cada vez más urgente.

  1. Una crisis del modelo neoliberal

Esta crisis tiene sus raíces en la globalización, y todas las crisis preexistentes se incrementarán después de esta pandemia. Además, el Covid-19 ha revelado la fragilidad de un sistema capitalista de producción globalizado profundamente determinado por la búsqueda de la máxima producción de valor (a través de las cadenas de valor y la adaptación de las producciones de los países dominados a los intereses de los grandes grupos capitalistas) y de una tasa de ganancia ampliamente desvinculada del crecimiento. No obstante, los objetivos capitalistas en los próximos meses serán los de seguir adelante con el «business as usual» lo antes posible.

La acentuación de la globalización y las políticas de austeridad ya habían encontrado sus límites en los últimos años: desde la crisis financiera de 2008, los principales bancos centrales, entre ellos la Reserva Federal de los Estados Unidos, el BCE y el Banco de Inglaterra, han inyectado enormes cantidades de dinero en los bancos privados para mantener a flote todo el sistema económico. Al mismo tiempo, con tasas de interés real cero o negativas, el endeudamiento de los países y las empresas capitalistas se ha disparado tanto en Estados Unidos como en Europa.

Los medios financieros que los bancos centrales han distribuido en profusión no han sido utilizados por los bancos y las grandes empresas capitalistas de los demás sectores para la inversión productiva, sino para para adquirir activos financieros. Esto ha producido una burbuja especulativa en el mercado de valores, en el mercado de bonos (es decir, bonos de deuda) y, en algunos lugares, en el sector inmobiliario. Todas las grandes empresas se sobreendeudaron al principio de esta crisis.

  1. Una profunda crisis social

Los efectos del Covid19 han supuesto una fuerte perturbación de la producción, el transporte de mercancías y la demanda.

Incluso en las zonas menos afectadas por la pandemia, como por ejemplo en África (5125 muertes el 7 de junio, de la cuales 3800 en Argelia, Camerún , Egipto, Marruecos, Migeria, Suádfrica y Sudán)) la crisis en China, Estados Unidos y la UE está teniendo efectos profundos a nivel económico y social: el PMA prevé para 2020 una duplicación del número de personas afectadas por la inseguridad alimentaria aguda, especialmente en África y el Oriente Medio (era de 135 millones en 2019 debido a las guerras y al cambio climático).

El efecto de esta crisis es el retorno del espectro del hambre a los sectores más pobres de la clase obrera en varios países, especialmente a los excluidos del mundo del trabajo, o insertos en él de manera precaria, sin derechos laborales, poblaciones generalmente racializadas y excluidas por su condición étnica y social. Por ello, las iniciativas de los movimientos sociales para organizar iniciativas de solidaridad de clase para luchar contra el hambre son fundamentales y tienen efectos directos en la capacidad de organización política de los barrios pobres. Los movimientos de comunidades de negros y migrantes (especialmente en el Brasil, los Estados Unidos y Europa) han sido los protagonistas de esas iniciativas, que desempeñan un papel fundamental en la organización de la resistencia popular a la pandemia.

La producción de alimentos está actualmente muy centralizada, con un puñado de grandes empresas que dominan cada sector. Gran parte de lo que se produce es activamente perjudicial para la salud humana y la comida basura contribuye de manera significativa a la obesidad y a las enfermedades que más afectan a los pobres porque es barata y llena.

  1. Efecto sobre los empleos y las condiciones de vida de las clases trabajadoras

Las clases trabajadoras, entre las que se incluyen los campesinos pobres, son las principales víctimas del Covid-19 directamente por el número de muertes, e indirectamente por los despidos, las pérdidas de empleo o de actividad y los recortes salariales.

Todos los primeros estudios en EEUU, Brasil o Francia, por ejemplo, muestran que las clases populares son las principales víctimas de las muertes de Covid-19. De una población activa de 3.300 millones de personas, más de cuatro de cada cinco se han visto afectadas por el cierre total o parcial de los lugares de trabajo, según estimaciones de la OIT. En los Estados Unidos, 20 millones de puestos de trabajo fueron destruidos en abril, 30.000 millones de nuevos registros de desempleo en marzo. En Gran Bretaña, 950.000 nuevas inscripciones entre el 16 y el 31 de marzo – es diez veces más alto de lo normal. En Europa, la proporción de trabajo a jornada reducida se disparó. En Alemania, casi 500.000 empresas lo implementaron en marzo, veinte veces más que después de la crisis financiera de 2008.

Una proporción significativa de la fuerza de trabajo trabaja en la economía informal en África, América Latina y Asia, hasta el 90% en la India. Estos trabajadores perdieron sus ingresos con el Covid-19, y prácticamente no tienen protección social, ni prestaciones de desempleo y tienen poco acceso a los servicios de salud. En muchos países una proporción significativa de estos trabajadores son migrantes, ya sea internos del campo a la ciudad (India, grandes partes de África) o de otros países (en los Estados del Golfo de Asia, en los Estados Unidos de América del Sur y Central, etc.). Estos trabajadores son doblemente vulnerables no sólo a la devastación económica sino también a los chivos expiatorios racistas. La OIT predice que 1.600 millones de personas en todo el mundo (tres cuartas partes de los trabajadores informales del mundo) corren el riesgo de perder sus medios de vida en el segundo trimestre. Estima que el 6,7% de las horas de trabajo en el mundo podrían perderse en el segundo trimestre, es decir, 195 millones de equivalentes de tiempo completo para una semana de 48 horas, de los cuales 125 millones se encuentran en Asia, 24 millones en América y 20 millones en Europa. En un estudio de la Unión Africana se plantea la cifra de 20 millones de empleos perdidos en el continente y un aumento drástico de la deuda.

  1. El Covid-19 ha exacerbado las discriminaciones

En general, los más precarios de la clase obrera fueron los más afectados directa o indirectamente por el virus. En Nueva York, los negros residentes en el Bronx, en todo el territorio de los Estados Unidos, los nativos americanos y los negros; en la región de París, las poblaciones racializadas de Seine St Denis; en Brasil, los negros de las favelas. En la India, un enorme porcentaje de los que viven en la calle o en barriadas son musulmanes que fueron desplazados rápidamente por los terratenientes y el Estado cuando Modi impuso un confinamiento muy rápido y draconiano, lo que dio lugar a un vasto movimiento de personas. En el caso de Filipinas, se estima que más de 70.000 trabajadores migrantes en el extranjero se verán obligados a regresar, tras haber perdido sus empleos como consecuencia de la pandemia. Algunos de ellos trabajaban en la construcción, pero la mayoría en la hostelería, incluidos los cruceros. Todas estas poblaciones han sido víctimas de mayores tasas de mortalidad, condiciones de alimentación y vivienda más precarias y de la necesidad de desplazarse para poder trabajando.

– En todo Europa, Estados Unidos y Canadá, América Latina, India, China y Oriente Medio, la violencia contra la mujer y los feminicidios ha aumentado entre un 30% y un 100% en comparación con la situación anterior.

– En los Estados Unidos, el Caribe y América del Sur (el Brasil en particular), las poblaciones de origen africano sufren mucho más, dada la situación de pobreza de la mayoría, con la pandemia, el desempleo, la pérdida de ingresos del sector informal y la violencia del Estado.

– Todas las poblaciones deportadas, los refugiados, como los sirios, palestinos, uigures y rohingyas en Bangladesh se ven aún más afectados por esta situación.

– En el Golfo Arábigo, millones de trabajadores migrantes del Asia meridional se encuentran hoy en una situación sumamente precaria, sin trabajo ni medios.

– Los estudiantes escolares y universitarios de entornos desfavorecidos son los que más han sufrido por el cierre físico de los establecimientos de enseñanza y la enseñanza en línea, sin que se haya garantizado a todos computadoras y acceso a la Internet. En el caso de los niños más pequeños en particular, es más probable que sufran de un apoyo insuficiente en el entorno doméstico.

  1. La pandemia facilita los ataques a las libertades democráticas

Muchos países han introducido restricciones a los derechos democráticos en el contexto de la contención de los estados de excepción. En muchos países se han promovido leyes de excepción y se ha detenido a los opositores. En Filipinas, por ejemplo, Duterte se ha servido del Covid-19 para intensificar una política represiva de control de la población. Lo mismo ocurre en Hong Kong, donde el gobierno de Pekín está introduciendo nuevas restricciones a los derechos democráticos. En América Latina, es el caso de Brasil, Colombia, Chile, Ecuador y Bolivia, por ejemplo. En muchos países, las medidas de contención y control aplicadas son una oportunidad para probar nuevos métodos policiales con nuevas tecnologías de rastreo o vigilancia.

Evidentemente, el objetivo será hacer que esas medidas sean permanentes. Tanto más cuanto que el Covid-19 ha llegado a muchos países tras numerosas movilizaciones sociales contra las consecuencias de las políticas capitalistas. Por ejemplo, fue el caso de Hong Kong, Argelia, Chile, Francia. Habiendo exacerbado estas situaciones de injusticia social, las clases dominantes temen con razón un resurgimiento de las movilizaciones sociales. Por lo tanto, se preparan para ello tratando de reforzar sus arsenales represivos. Sin embargo, ya, a pesar del Covid-19, en Hong Kong la gente está en la calle contra las leyes antidemocráticas del gobierno de Beijing y en el Brasil se está organizando un amplio movimiento para exigir la destitución de Bolsonaro. Podemos esperar muchas movilizaciones sociales y políticas en los próximos meses.

La actual erupción en los Estados Unidos en respuesta a la ejecución de George Floyd por la policía de Minneapolis (una fuerza con un largo historial de racismo particularmente flagrante) se produce en el contexto del movimiento Black Lives Matter, así como del impacto desproporcionado de las políticas de Trump hacia el virus en la comunidad negra.

  1. Los movimientos sociales y anticapitalistas deben organizarse contra la violencia de los ataques

Mientras que los riesgos para la salud siguen estando muy presentes y el único objetivo de la clase dirigente es remontar sus beneficios, las amenazas para las clases trabajadoras son dobles. No sólo aumentarán los cierres de empresas y los despidos, se bloquearán o reducirán los salarios, sino también la legislación laboral (cuando existe) que ha sido ampliamente cuestionada durante las medidas de emergencia. En la India, por ejemplo, el gobierno de Modi está impulsando a los estados en esta dirección, y en Uttar Pradesh y Madhya Pradesh se han suspendido los derechos sindicales, así como las normas de higiene y seguridad y se han facilitado los despidos.

En diferentes países, como Alemania, el Estado español, Estados Unidos y Brasil, grupos de extrema derecha organizaron manifestaciones contra el encierro con un contenido racista y xenófobo, mezclando teorías de conspiración, nacionalismo o supremacía blanca. En otras partes de la India, los musulmanes (200 millones) han sido víctimas de campañas racistas que los acusan de ser responsables de la epidemia. Estos grupos xenófobos parasitan la crisis social y política que existe en muchos países durante y después del cierre.

Pero, en numerosos países, a pesar del bloqueo, los movimientos sociales, los sindicatos, las comunidades populares se han mostrado activas, en continuación de numerosas acciones y movilizaciones llevadas a cabo antes del confinamiento por los sindicatos, las organizaciones políticas o los movimientos sociales, como por ejemplo las movilizaciones contra la violencia sexual o racista, las del derecho a la vivienda, las luchas obreras como las de los trabajadores de la salud en Francia, los movimientos antiautoritarios y democráticos en Chile, Líbano, Argelia, Hong Kong, y todas las movilizaciones climáticas llevadas a cabo en los meses anteriores. En algunos países esto ha dado lugar al crecimiento de nuevos movimientos de ayuda mutua (que plantean interesantes cuestiones de funcionamiento «en y contra el Estado» en la situación actual) y tal vez a más largo plazo la construcción de organizaciones comunitarias allá donde antes no existían en la misma medida. El Covid-19 y lo que ha revelado sobre la sociedad en la que vivimos no puede sino reforzar la voluntad de estas movilizaciones y movimientos de continuar su acción y lograr victorias.

Durante el confinamiento se han dado muchas iniciativas auto-organizadas de la gente trabajadora, de los territorios en resistencia, en el campo y en las ciudades. Hay ejemplos de estas iniciativas de la población o de sectores organizados, como los campesinos, los indígenas, los desempleados, las personas y comunidades de la periferia de las grandes ciudades, la red de solidaridad feminista, entre otros. Estas iniciativas están forjando alternativas muy interesantes, como la fabricación colectiva de máscaras de tela para donar a la población con el fin de asegurar la prevención de contagios, la donación y producción alternativa de alimentos, la defensa del sistema de salud pública y la demanda de acceso universal al mismo, la denuncia del aumento de la escalada de violencia contra las mujeres y el agotador trabajo de cuidados que realizan durante el aislamiento en el hogar, entre otros.

Una de las consecuencias de la crisis es la forma en que ha revelado a capas mucho más amplias de la población los tipos de trabajo que son necesarios socialmente (trabajos esenciales) y los que existen sólo para generar beneficios. Se ha demostrado que el trabajo de reproducción social en el ámbito de la salud y la atención sanitaria es vital, ya sea en el hogar o (mal) pagado en el sector público o privado, tanto de forma general como más específica mediante acciones que marcan el valor que las comunidades de la clase trabajadora dan a este trabajo vital. En muchos países las acciones (aplausos) que comenzaron en reconocimiento de los trabajadores de la salud ampliaron su alcance para incluir a todos los trabajadores esenciales, específicamente los de los servicios postales, de transporte y de distribución y venta de alimentos. Se ha subrayado la elevada proporción de mujeres y de trabajadores negros y migrantes en estos sectores.

Al mismo tiempo, la muy significativa reducción de los viajes por vía aérea y, en menor medida, de los viajes por carretera ha traído consigo ganancias inesperadas. La reducción de la contaminación atmosférica en miles de ciudades «normalmente» estranguladas por el smog, y de la contaminación acústica que está llevando a muchos a escuchar el canto de los pájaros por primera vez en décadas o en la vida.

Los debates están comenzando en muchos movimientos sociales y parte del movimiento obrero bajo el lema #buildbackbetter- cuestionando la «normalidad» de la pobreza entre la riqueza ostensible, de la falta de vivienda, de las condiciones de trabajo inseguras, de la violencia contra las mujeres, de la discriminación contra las poblaciones negras y migrantes, de la contaminación y otros aspectos de la catástrofe ambiental.

Durante el confinamiento y después de su levantamiento, también se han producido muchas acciones y huelgas de trabajadores por demandas de seguridad, el cierre de la producción no necesaria, la demanda de garantía de los derechos laborales y el pago de los salarios. Por ejemplo, en muchos países los empleados de Amazon o los empleados de los sectores de la restauración, el transporte o el reparto a domicilio.

Por lo tanto, las tareas esenciales de los movimientos sociales en los próximos meses serán organizar a las clases populares para la defensa de su salud y sus derechos frente a una ola de ataques sociales que afectarán paralelamente al empleo, los derechos sociales y las libertades democráticas y recrear una relación sostenible entre las poblaciones humanas y el medio ambiente.

  1. Frente a la pandemia, las demandas relativas al sistema sanitario, al empleo y los salarios de la vivienda, la educación, la acogida de migrantes y el medio ambiente son demandas de urgencia.

– En todas partes, y especialmente en las regiones afectadas por la pandemia, inyección de medios suficientes para la disponibilidad masiva de equipos de detección, la multiplicación de camas de reanimación y respiradores. Generalización a toda la población de máscaras protectoras y pruebas biológicas adecuadas.

– Reanudación de las actividades económicas sólo con la protección de la salud de los trabajadores: suministro de medios de protección (máscaras, geles, gafas, guantes) para todos los empleados, que permitan su protección y el ejercicio inmediato del derecho de retirada si no se respetan las condiciones de seguridad.

– Asunción al 100% de la responsabilidad por parte de las empresas y/o el Estado de los salarios de los trabajadores que han suspendido su actividad, incluidos los trabajadores migrantes, los trabajadores precarios, los trabajadores temporales, los trabajadores domésticos, los trabajadores autónomos y los trabajadores de temporada, sin ninguna obligación de tomar días de descanso o de recuperar posteriormente las horas no trabajadas. Obligación de los Estados de pagar los salarios de los empleados cuyos empleadores se nieguen a pagarlos durante la crisis. El gobierno debe entonces recuperar el costo de esta intervención multando a la empresa culpable de no pagar los salarios.

– Provisión por parte del Estado de un ingreso mínimo garantizado suficiente para vivir decentemente para los trabajadores del sector informal, para los desempleados no remunerados, para los estudiantes, para todos los que lo necesiten.

– Prohibición de todos los despidos y cierres de empresas por parte de los grupos capitalistas, reincorporación de los empleados despedidos desde el comienzo de la pandemia.

– Apertura de escuelas en condiciones seguras para los estudiantes y los maestros. Ninguna penalización a los estudiantes por la pérdida de horas lectivas.

– Rechazo de toda medida autoritaria y excepcional de suspensión de los derechos sociales, incluido el derecho de huelga, y especialmente el mantenimiento de estas medidas después del levantamiento del confinamiento.

– Suspensión de todos los desahucios, suspensión de los alquileres, préstamos personales y facturas de agua y energía, provisión de viviendas adecuadas para todos aquellos que viven en precariedad o sin alojamiento, requisición de viviendas vacías.

– Prestación de una atención social adecuada a los discapacitados, a los ancianos y a todos los que están o han estado socialmente aislados por el encierro.

– Establecimiento de medidas inmediatas de protección de emergencia para las mujeres y los niños que son víctimas de la violencia, con decisiones rápidas para retirar a los cónyuges violentos o proporcionar una vivienda alternativa a las víctimas, garantía de acceso a la anticoncepción y al aborto como procedimientos médicos vitales.

– Conversión de los centros cerrados para refugiados en centros de recepción abiertos con instalaciones sanitarias. Regularización inmediata de todos los inmigrantes indocumentados y refugiados para dar acceso a todos los sistemas de protección social, y poner fin a todas las expulsiones. Cierre inmediato de los campamentos de detención de migrantes, que están muy superpoblados, especialmente el de Moria en Lesbos y a lo largo de la frontera entre los Estados Unidos y México.

  1. Luchar contra la organización capitalista de la sociedad, poner en primer plano los intereses de las clases populares y las necesidades sociales en una serie de decisiones urgentes:

  1. Todos los ámbitos esenciales del sistema de salud, incluidos los seguros, la industria farmacéutica y biotecnológica y toda la investigación y el desarrollo médico y farmacéutico deben ser desprivatizados y puestos bajo control público. Deben abolirse las patentes de medicamentos, conocimientos y productos médicos. La investigación médica debe realizarse en el plano internacional y con un espíritu de solidaridad y dedicarse únicamente al servicio de la humanidad. Los conocimientos y las tecnologías deben ponerse libremente a disposición de todos los países.

  1. Esto debe ir acompañado del desarrollo de una infraestructura social gratuita para el cuidado, la crianza y la salud. Los trabajos esenciales de la reproducción social, ocupados mayoritariamente o incluso exclusivamente por mujeres, deben ser reconsiderados socialmente y mejor remunerados.

  1. Es evidente que en el marco de esta reestructuración del sistema de salud, todos los hospitales privados deben ser puestos bajo control público y transferidos a la propiedad social. Un sector sanitario y clínico unificado es absolutamente esencial.

  1. La limpieza y otros servicios necesarios para el funcionamiento de los hospitales y otras instalaciones de atención deben volver a ser tareas públicas. Los empleados que realicen el trabajo correspondiente deben ser remunerados decentemente y debe garantizarse su integridad sanitaria en el lugar de trabajo.

  1. Para poder hacer frente a todo esto, hay que detener toda producción de armas, convertir su fabricación en producción socialmente útil e invertir los fondos que se liberen al mismo tiempo en el desarrollo del sistema sanitario.

  1. Financiar los costos de la expansión del sistema de salud por medio de impuestos especiales sobre los altos ingresos, beneficios y activos. Debe hacerse todo lo posible para que los costos de la crisis sean asumidos por quienes han obtenido enormes beneficios y han acumulado riqueza a expensas del público en general en los últimos decenios.

  1. Las condiciones de trabajo no deben enfermar a las personas y deben ser propicias para su desarrollo y su salud. Esto es particularmente urgente para los trabajadores no cualificados de la industria cárnica, la agricultura, el cuidado de los ancianos y los servicios de reparto. Debe garantizarse la seguridad en el trabajo y medidas adecuadas de saneamiento e higiene. Se deben reducir las horas de trabajo y mejorar la organización de los descansos.

  1. Absorción de viviendas precarias con planes urbanísticos para la construcción de viviendas públicas de calidad.

  1. Fortalecimiento y extensión del sistema educativo público, rechazo de la privatización mediante el desarrollo de empresas que propongan planes de enseñanza por internet.

  1. La transferencia a la propiedad pública de las principales plataformas de medios de comunicación social. Facebook, WhatsApp, Amazon y Zoom, que se están beneficiando masivamente del cierre, y están recogiendo datos que generarán enormes beneficios futuros. Deberían ser expropiados (sin compensación, ya han acumulado demasiado), y funcionar como servicios públicos transparentes y sin ánimo de lucro.

  1. En todos los países, transferencia a la propiedad pública de los servicios funerarios. No se debería permitir que las empresas privadas se beneficien de la muerte y traten de manipular el dolor de las personas en un intento de maximizar sus ganancias.

  1. Agricultura sostenible y justicia alimentaria mundial, reorganizando los circuitos de producción y distribución de acuerdo con las necesidades sociales. Reducción de la distancia en el transporte de alimentos y del consumo de carne.

  1. Fin de la deforestación, especialmente la impulsada por la agroindustria.

  1. Expropiación de los bancos privados sin compensación a los principales accionistas y socialización del sistema financiero bajo control ciudadano, suspensión de todos los cargos bancarios en las cuentas privadas y concesión a las clases trabajadoras de préstamos sin interés para satisfacer sus necesidades inmediatas, congelación de las deudas bancarias de las familias, microcréditos y alquileres, garantizar el agua, la electricidad, el gas e internet para todos;

  1. Suspensión inmediata del pago de las deudas públicas perm, lo que de permitir la movilización de fondos suficientes que los países necesitan para satisfacer las necesidades populares durante la pandemia. La suspensión del pago de la deuda debe combinarse con una auditoría con participación ciudadana para identificar la parte ilegítima y cancelarla.

  1. Apertura de las fronteras para la admisión segura de migrantes, con estatus legal y acceso a los servicios de salud y atención social.

  1. Lucha contra la discriminación en la prestación de servicios públicos para las personas indígenas, migrantes, negras, mujeres, LGBTIQ y discapacitadas, mediante programas de acción positiva para combatir siglos de discriminación institucional y de consulta permanente y participación de esas comunidades en la adopción de decisiones para crear servicios que satisfagan verdaderamente las necesidades de todos.

  1. Otro mundo es necesario y urgente!

La actual convergencia de crisis, al poner en peligro los fundamentos de la vida humana, exige una política anticapitalista con una perspectiva ecosocialista. Muestra la urgencia de una sociedad basada en las necesidades sociales, organizada por y para las clases trabajadoras con propiedad pública de los bancos y los principales medios de producción. Y esta crisis muestra la urgente necesidad de frenar las causas del cambio climático, de detener la depredación ambiental que está destruyendo «nuestra casa común», reduciendo la biodiversidad y abriendo el camino a las plagas contemporáneas, como los síndromes respiratorios severos de naturaleza viral.

Si en la primera década del neoliberalismo hubo aspiraciones y sectores sociales que se unieron para decir «otro mundo es posible», hoy debemos unirnos para decir «otro mundo es necesario y urgente». Necesitamos una acción internacionalista común que nos indique los caminosmarque el camino hacia un mundo en el que la vida valga más que los beneficios, en el que la naturaleza deje de ser una mercancía. La crisis actual muestra claramente que una parte importante de la producción capitalista es puramente depredadora, totalmente superflua y derrochadora.

A principios de la década de 2000, el movimiento de justicia global reunió a millones de personas, de movimientos sociales, sindicatos, con la participación de organizaciones radicales de izquierda. Hoy en día, necesitamos construir tales reuniones, presentando demandas para luchar contra el capitalismo, el cambio climático y las discriminaciones. En la búsqueda de este objetivo, en diferentes países, o a nivel internacional, algunas iniciativas están comenzando a darse. Las organizaciones y los activistas de la Cuarta Internacional dedicarán sus esfuerzos para su éxito. Es urgente que las organizaciones y corrientes sociales, anticapitalistas y revolucionarias coordinen, debatan y establezcan acciones conjuntas a nivel regional e internacional.

Será imposible volver al llamado estado normal antes de la crisis de Covid-19, que era una «normalidad» capitalista que amenazaba el futuro de la humanidad y del planeta. Es urgente pasar a una nueva sociedad basada en las necesidades sociales, organizada por y para las clases trabajadoras con propiedad pública de los bancos y los principales medios de producción. Por eso es necesaria una perspectiva de transformación socio-ecológica radical.

Fuente e imagen:  https://www.anticapitalistas.org/comunicados/la-crisis-de-covid-19-amenaza-la-vida-de-millones-de-personas-acelera-la-transformacion-geopolitica-y-enciende-la-llama-de-la-agitacion-social/

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