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Senegal: Primero el colegio; la boda, ya veremos

África/Senegal/09 Mayo 2019/Fuente: El país

En muchos países, las niñas abandonan los estudios para contraer matrimonio demasiado pronto. Y estos las suelen formar solo para su tarea como esposas. Por eso este instituto, el Ameth Fall de Senegal, es una rara avis en un país en el que el 31% de las niñas se casan antes del cumplir 18. Es un centro exclusivamente femenino y les enseñan a tener autoestima e independencia

En todo el edificio y los alrededores pululan de un lado a otro alumnas vestidas con uniforme rosa. En este instituto africano tienen carteles que exigen que se hable de la regla en las aulas y que haya más mujeres en las carreras de ciencias. Algo no muy habitual en un país en el que el 31% de las adolescentes llegan casadas a los 18 y el 9% a los 15, según Unicef. Es el instituto Ameth Fall de Saint Louis de Senegal, una localidad costera al norte del país que fue la capital de África occidental bajo la ocupación francesa. 1.500 alumnas de entre 12 y 20 años acuden aquí cada día.

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Reino Unido: Las niñas que juegan videojuegos tienen tres veces más probabilidades de estudiar ciencia

Europa/Reino Unido/25 Abril 2019/Fuente: Semana

Un estudio en Reino Unido encontró una estrecha relación entre el gusto por los juegos de video desde una edad y la vocación por la ciencia y la tecnología ¿Será la clave para acabar con la inequidad de género en estas áreas del conocimiento?

Uno de los grandes problemas de equidad en la educación en —prácticamente— todo el mundo, es cómo atraer a más mujeres a las carreras STEM (las relacionadas con la Ciencias, la Tecnología, la Ingeniería o las Matemáticas, por sus siglas en inglés).

Tras siglos de inequidad, el número de mujeres matriculadas en una universidad finalmente igualó al de los hombres (de hecho, en la mayoría de de países, como Colombia, lo supera), pero todavía es muy escasa su participación en las áreas de Ciencia y Tecnología. En todo el mundo, solo el 35% de los matriculados son mujeres, según estimados de la Unesco.

Sin embargo, un estudio de la Universidad de Surrey, en Reino Unido, encontró una gran estrategia para incentivarlas: los videojuegos.

Según hallaron los investigadores, las niñas que entre sus 13 y 14 años jugaron intensivamente juegos de video (en promedio más de nueve horas a la semana) tuvieron luego una probabilidad 3,3 veces mayor de inscribirse, después de varios años, en una carrera STEM.

También encontraron que todas las estudiantes de STEM a las que entrevistaron les gustaban los juegos digitales. La misma relación entre videojuegos y vocación STEM no se encontró en los hombres.

La conclusión del estudio es que las niñas aficionadas a los videojuegos se autoidentifican como ‘geeks’ (término que se usa para referirse a las personas aficionadas a la tecnología y la informática), lo que las acerca a la ciencia, la tecnología y las matemáticas.

“Por esto tiene sentido que los educadores que quieran incentivar la equidad de género en estas áreas de conocimiento se enfoquen en atraer a las jóvenes aficionadas a los videojuegos, que tienen un mayor interés natural en estos temas”, dijo Anesa Hosein, directora de la investigación, en un comunicado de la universidad.

Sin embargo, Ángela María Rojas, doctora en Psicología de la Universidad de los Andes y coordinadora de motivación de niñas en áreas STEM de la Red Colombiana de Mujeres Científicas, invita a tomar este estudio con pinzas: “Los videojuegos no son más que una variable de las muchas que inciden en que una niña se decida por una carrera STEM”.

Es importante señalar que la relación entre videojuegos y estudios STEM depende de las condiciones socioeconómicas de las jóvenes.

”Encontraron una asociacion en niñas que jugaban videojuegos cuando ya eran adolescentes. Eso puede indicar que, no es necesariamente jugar sea lo que influye en su posterior decisión profesional, sino que hay factores familiares previos que favorecen su acceso a la tecnología”, señala.

Además, los efectos positivos de los juegos digitales no aplican necesariamente para todas las edades. “Cada grupo de edad requiere acciones diferentes. Entre los 7 y 10 años, por ejemplo, es fundamental promover experiencias”, indica Rojas.

En todo caso, los videojuegos sí podrían ser uno de los factores que ayuda a motivar a las menores a optar por la ciencia y la tecnología, pues las acerca a la tecnología y permite que desarrollen habilidades motrices muy importantes en las carreras STEM, concluye.

Para Ángela Stella Camacho, directora de la Red Colombiana de Mujeres Científicas, parte del problema de inequidad en las áreas STEM es justamente que los juegos de las niñas pequeñas no estimulan tanto su mentalidad física-matemática como los de los niños.

“Reciben un mensaje de la familia y de la sociedad en los juguetes que reciben (que no estimulan el pensamiento espacial) o en la ropa que les compran. Eso las lleva a pensar que la ciencia es algo solo de hombres”, dice Camacho.

Luego, la escasez de mujeres desempeñándose en áreas STEM (según la Unesco, solo 28 por ciento de los investigadores el mundo son del género femenino), refuerza este prejuicio. «A pesar del trabajo de algunas pioneras en la ciencia, aún no hay casi modelos femeninos a seguir en estas carreras», dice Hosein en el estudio.

Pero, una vez les dan las mismas herramientas para motivarlas que les dan a los niños, tienen la misma disposición natural de aprender de ciencia y tecnología. “Lo que esto demuestra es que lo que les está faltando a las niñas es motivación, que es lo que generan los videojuegos. El tema es que estos siempre han estado más pensados para los niños. Pero cuando las niñas aprenden a usarlos, pueden hacer lo mismo que ellos”, concluye Camacho.

Imagen: https://static.iris.net.co/semana/upload/images/2019/4/22/610481_1.jpg

Fuente: https://www.semana.com/educacion/articulo/encuentran-relacion-entre-videojuegos-y-pensamiento-cientifico-en-las-mujeres/610484

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UNESCO: Una mujer joven trabaja en favor de la educación de las niñas en Ghana

UNESCO/18 Abril 2019

Gifty Nordzi es la responsable de la educación de las niñas en el distrito de Ajumako-Enyan-Essiam, en Ghana, y trabaja para la Unidad de Educación de las Niñas en el seno del Ministerio de Educación, sobre los problemas a los que hacen frente las alumnas, tales como la violencia sexual y los embarazos precoces.

Gifty anhela reducir la cantidad de embarazos precoces de las adolescentes en su distrito y para lograrlo no pierde una sola oportunidad para movilizar los recursos necesarios.

Aprender a marcar la diferencia

En el distrito de Gifty, como en el resto de Ghana, las niñas jóvenes abandonan la escuela en caso de embarazo precoz, de modo que deben hacer frente a las escasas posibilidades de ejercer plenamente sus derechos económicos y sociales.

Como parte de un proyecto relacionado con la Alianza Mundial para la Educación de las Niñas y las Mujeres UNESCO-HNA, la Oficina Regional de la UNESCO en Accra ha colaborado con el Servicio de Educación de Ghana para reforzar las capacidades de la Unidad de Educación de las Niñas para abordar los desafíos a los que deben hacer frente las niñas durante su educación, tales como los embarazos en la etapa de la adolescencia.

Junto con otros 21 responsables del distrito para la educación de las niñas, Gifty asistió recientemente a un taller destinado a reforzar sus propias competencias en materia de concepción de proyectos, redacción de propuestas, movilización de recursos y comunicación eficaz.

Durante el taller, Gifty adquirió valiosos conocimientos que pudo aplicar inmediatamente: “Aprendí que podemos hacer mucho, incluso sin dinero. También reflexioné e identifiqué las muchas veces en que no había sido productiva, algo que me obligó a examinar mi estrategia”. La escasez de medios a su alcance en la Oficina de Educación del distrito la convenció de la necesidad de encontrar otras maneras de financiar sus proyectos por sus propios medios.

Recaudación de fondos para la educación de las niñas

Gracias a las competencias recientemente adquiridas, Gifty se siente capaz de comunicar y de encontrar con mayor regularidad donantes potenciales. Incluso ha elaborado diferentes proposiciones que ha compartido con estos. También ha escrito informes que ilustran las actividades que ha realizado para mentores anteriores.

En una ocasión un banco rural al que había enviado una de sus proposiciones la contactó, ya que se interesaba en financiar su proyecto de sensibilización y prevención de los embarazos de adolescentes.

Gifty organizó un evento de aprendizaje para todos los alumnos del instituto de educación secundaria de segundo ciclo del distrito con motivo de la Semana de Educación de las Niñas y del Día Internacional de la Niña. El evento proporcionó múltiples posibilidades de sensibilización e interacción con los modelos femeninos y fue el evento pedagógico que más visitas recibió en el distrito. Gifty pudo movilizar recursos materiales, autobuses escolares, refrigerios y a personas que tomaron la palabra libremente durante el evento. “Lo que aprendimos durante el taller funciona realmente”, afirmó.

Gifty está decidida a seguir compartiendo con los docentes, los responsables del sector educativo y los miembros de la comunidad lo aprendido durante el taller, e iniciará un seguimiento de sus actividades con miras a elaborar informes basados en datos fehacientes. También prevé formar a más adolescentes para que se conviertan en embajadoras y amplíen su influencia más allá del distrito.

En el marco de la Alianza Mundial para la Educación de las Niñas y las Mujeres UNESCO-HNA, el proyecto “Mejorar la calidad y la pertinencia de la educación de las adolescentes mediante la enseñanza y el aprendizaje sensibles a las cuestiones del género” (2015-2020), es coordinado por la Sede de la UNESCO, con el apoyo técnico del Instituto Internacional de la UNESCO para el reforzamiento de las capacidades en África. En el marco del proyecto que se lleva a cabo en Ghana, las actividades tienen como objetivo reforzar las capacidades del personal de la Unidad de Educación de las Niñas del Servicio de Educación de Ghana, bajo los auspicios del Ministerio de Educación, con miras a facilitar la coordinación eficaz de las intervenciones en el ámbito de la educación de las niñas en todo el país.

Imagen tomada de: https://es.unesco.org/sites/default/files/styles/img_688x358/public/gifty_nordzi_-_girls_education_ghana.jpg?itok=IekKH8V7

Fuente: https://es.unesco.org/news/mujer-joven-trabaja-favor-educacion-ninas-ghana

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Los colegios de Reino Unido ofrecerán tampones y compresas gratis a partir de 2020

Europa/Reino Unido/18 Abril 2019/Fuente: La sexta

El Ministerio de Educación británico ha anunciado que toda niña de educación primaria y secundaria podrá conseguir en su escuela estos productos menstruales de primera necesidad.

Todos los centros escolares de Reino Unido, un total de 20.000, ofrecerán a partir de 2020 tampones compresas a todas sus alumnas de manera gratuita.

Así lo ha anunciado el Ministerio británico de Educación tras la preocupación de muchos docentes y padres por la cantidad de niñas que no pueden comprar estos productos de primera necesidad debido a la situación económica de sus casas.

Los funcionarios han decidido aplicar este servicio a las escuelas de primaria y secundaria para incluir a toda niña hasta los 18 años.

«Esta es una noticia fantástica. La pobreza de la época nunca debe ser un obstáculo para la educación» ha manifestado en redes Amika George, fundadora de la campaña #FreePeriod para promover productos menstruales gratuitos para a niñas de familias con bajos ingresos.

Una encuesta para Plan Internacional reveló que 1.000 niñas de entre 14 y 24 años el 12% había tenido que crearse su propio tampón «debido al alto coste en el mercado«.

Aunque aún no se ha dado detalles sobre la financiación de esta acción, se prevé que para final de año Philip Hammod, canciller de Hacienda de Reino Unido, aclare que Educación correrá con todos los gastos.

Imagen tomada de: https://fotografias.lasexta.com/clipping/cmsimages01/2016/05/26/D467A185-A531-411D-82DD-B6210D48D022/58.jpg

Fuente: https://www.lasexta.com/noticias/sociedad/colegios-reino-unido-ofreceran-tampones-compresas-gratis-partir-2020_201904175cb7113f0cf2e136695070cd.html

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La tribu india que obliga a las niñas de la comunidad a prostituirse para mantener a la familia

Asia/India/04 Abril 2019/Fuente: Yahoo

Normalmente, en la mayoría de los países del mundo no hay ninguna diferencia entre nacer niño o niña. Sin embargo para los bacchara, una tribu nómada muy pobre que se sitúa en tres distritos del esrado de Madhya Pradesh, en La India, este acto aleatorio es fundamental. Si sale varón, le espera un futuro con muchas menos penalidades que si sale mujer. Y es que desde hace siglos, obligan a las hijas mayores a convertirse en trabajadoras sexuales a partir de los 10 o 12 años y a traer el sustento a casa, tal y como relata BBC Mundo.

Esta tradición hace que los padres o hermanos se conviertan en proxenetas que venden el cuerpo de las mujeres de la familia a cambio de un puñado de monedas. El procedimiento es siempre el mismo: las niñas son obligadas a dejar los estudios y a satisfacer los deseos sexuales de los hombres de la región: desde personas del campo hasta camioneros que pasan por allí.

Las niñas bacchara son obligadas a prostituirse desde muy temprana edad (REUTERS/Ricardo Moraes).
Las niñas bacchara son obligadas a prostituirse desde muy temprana edad (REUTERS/Ricardo Moraes).

Ellas tienen que esperar en camastros (en grupo o en solitario) la llegada de potenciales clientes, que pagan entre 1,45 y 2,80 dólares por mantener relaciones sexuales con ellas. En el caso de las vírgenes, son mucho más cotizadas y el precio se puede incrementar hasta los 72 dólares.

Normalmente cada una de ellas (tal y como indican las ONG’s en la región un tercio son menores de edad) recibe a unos cuatro o cinco hombres diarios de los que la gran mayoría no quiere usar protección. Así, tanto las enfermedades de transmisión sexual como los embarazos no deseados son frecuentes.

Además, las jóvenes tienen prohibido casarse con ningún hombre de la comunidad y las que se van haciendo mayores rápidamente son sustituidas por su hermanas pequeñas. Un procedimiento salvaje que de momento no ha sido erradicado. Y eso que ha habido algunos tímidos intentos.

El estado en el que se asienta esta comunidad ha aprobado recientemente una ley que multa con pena capital a cualquiera que abuse de una menor de 12 años o menos. También se han aumentado los años de cárcel para los adultos que mantengan relaciones sexuales con menores de 18 años. Sin embargo, la efectividad de estas medidas ha sido muy reducida en un país en el que las injusticias sociales son frecuentes y donde la igualdad entre géneros está muy lejos de producirse.

Afortunadamente, los esfuerzos de diversas organizaciones están empezando a dar resultado, aunque todavía de manera muy lenta. Las mujeres más jóvenes de la comunidad están empezando a rebelarse contra esta dañina tradición y gracias a los esfuerzos en campos como la sanidad o la educación cada vez se va creando más conciencia de la situación, mostrando que hay un camino distinto que se puede seguir.

Fuente: https://es-us.noticias.yahoo.com/la-tribu-india-que-obliga-las-ninas-de-la-comunidad-prostituirse-para-mantener-la-familia-142510936.html

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Lo que las niñas de una etnia matriarcal china nos enseñan sobre el miedo al riesgo

Asia/China/21 Marzo 2019/Fuente: El espectador

Un estudio llevado a cabo en colegios chinos muestra que las jóvenes mosuo muestran menos aversión al riesgo que sus compañeras procedentes de familias patriarcales. A pesar de sus limitaciones, el trabajo sugiere que el contexto sociocultural podría jugar un papel clave en las diferencias sexuales observadas en estos comportamientos.

Dos niñas mosuo. Rod Waddington – Agencia Sinc

Los hombres son más proclives al riesgo que las mujeres, según algunos estudios. Además, las preferencias profesionales varían entre géneros. ¿Están estos dos hechos relacionados? La cuestión no es baladí: el tipo de carrera escogido está, en parte, relacionado con la brecha salarial. Un estudio publicado hoy en la revista PNAS intenta responder la pregunta y arrojar algo de luz sobre el origen de estas conductas.

“Las diferencias de género en lo que respecta al riesgo están influenciadas por la cultura y el ambiente social, y estas actitudes son maleables a una edad temprana”. Así resume a Sinc la investigadora de la Universidad de Houston (EE UU) y coautora del estudio, Elaine Liu, las conclusiones de su trabajo. En otras palabras, “puede que [la aversión al riesgo] no sea un rasgo heredado”.

En la cultura mosuo, las cabezas de familia son las abuelas y las mujeres toman las decisiones económicas, domésticas y agrícolas

Pero determinar si influye más la biología o el contexto sociocultural en la aparente aversión femenina por el riesgo no es fácil, pues es imposible hacer un estudio fuera de ese contexto. Para intentar solucionar este problema, los autores viajaron a los colegios de la provincia china de Yunnan.

En las aulas de esa región encontramos alumnos de dos grupos étnicos, cuyas mujeres viven de formas muy diferentes. Los mosuo son la única minoría china con una cultura matriarcal: el papel de cabeza de familia recae en las abuelas y las mujeres toman las decisiones económicas, domésticas y agrícolas. Por el otro lado, los miembros de la etnia han siguen una estructura patriarcal, en la que ellas quedan subordinadas a los hombres.

¿Serán las mujeres mosuo tan recelosas al riesgo como las han? Para averiguarlo, los investigadores plantearon un sencillo juego de lotería —en el que se puede escoger entre ganar seguro una pequeña cantidad de dinero o tener un 50 % de probabilidades de obtener una suma más grande— a más de 400 estudiantes procedentes de cuatro escuelas primarias y una secundaria, de entre 7 y 14 años. En todas las aulas los mosuo eran minoría, con una presencia media del 40 %.

Efecto contagio

Los resultados mostraron que, al comenzar la escuela, las niñas mosuo corrían más riesgos que los niños de su etnia, mientras que sucedía lo contrario en el caso de los han. Sin embargo, conforme avanzaban los cursos, las jóvenes mosuo se volvieron menos proclives que sus compañeros a arriesgar. Al mismo tiempo, las han parecían algo más atraídas por el riesgo según crecían.

“Los resultados no apoyan la teoría de que la genética fija las diferencias: mientras que las niñas mosuo muestran un mayor recelo al riesgo conforme crecen, a las han les gusta más. Se influyen unas a otras”, considera Liu.

Tampoco parece que el cambio tenga un origen hormonal, relacionado con los cambios experimentados durante el crecimiento: “Si la biología volviera a las chicas más temerosas del riesgo al acercarse a la adolescencia, habríamos visto lo mismo en las alumnas han, pero no es el caso”.

Los cambios observados también afectaron a los chicos, sobre todo en la escuela secundaria —donde los estudiantes están internados y comparten habitación cinco días a la semana—. Así, el comportamiento de los jóvenes mosuo, hasta entonces menos proclives al riesgo, se acercaba al de los han si quedaban aislados de su etnia. “Es posible que las niñas sean más conscientes del entorno o maduren antes”, opina Liu sobre el hecho de que los niños tardaran más en modificar sus preferencias.

Que los resultados no apoyen la teoría genética no implica, según Liu, que la descarten. Los estudiantes analizados eran bastante jóvenes, de entre 7 y 14 años: “Pudiera ser que las diferencias biológicas solo se vuelvan importantes pasada la pubertad, pero no podemos testear eso con nuestra muestra”.

El estudio de Liu también señala que la influencia de los compañeros en el comportamiento es mayor que la de los padres. El siguiente paso, según la investigadora, es observar si los cambios observados son permanentes. “Es posible que los alumnos reviertan a la norma paterna una vez terminen la escuela y vuelvan a su pueblo”. Por ello, Liu pretende buscar financiación para un estudio a largo plazo que siga a estos niños y niñas a la adolescencia y la adultez, lo que también daría más información sobre el papel de la biología en este tipo de diferencias.

Un estudio más en una larga lista

El estudio publicado por Liu no es el primero que sugiere que el ambiente influye en la aversión al riesgo. Trabajos anteriores ya mostraron que las mosuo adultas se arriesgan más que las yi (otra etnia patriarcal), aunque ambas lo hacen menos que los hombres. “Ya no debería sorprender que los hombres no siempre muestren una mayor propensión al riesgo”, explica a Sinc la psicóloga y catedrática de Historia y Filosofía de la Ciencia en la Universidad de Melbourne (Australia) Cordelia Fine, que no ha participado en el estudio.

Fine asegura que muchos estudios muestran cómo el contexto cultural afecta a las diferencias sexuales en estos ejercicios de lotería. Estos han sido repetidos con participantes occidentales, de la población china general y también comparando otras sociedades matriarcales como los Khasi en India y los Maasai en Tanzania. “El año pasado, un análisis de 76 países no encontró diferencias en el 18 % de los lugares”, añade.

La psicóloga considera que el estudio de Liu “hace preguntas importantes” y marca el camino a trabajos futuros que examinen el papel de las normas de género en estos comportamientos. Añade que los resultados preliminares “son consistentes” con la “evidencia” que asegura que los factores sociales juegan un papel importante en estas diferencias sexuales.

Sin embargo, también dice que los resultados “deberían ser vistos como provisionales hasta que se repliquen”, dado el reducido tamaño de la muestra una vez se divide por edad y curso.

¿De qué sirve la lotería?

Los estudios con juegos de lotería son muy utilizados en economía para medir la aversión al riesgo en un contexto financiero, pero autores como Fine se preguntan hasta qué punto sus resultados miden un concepto tan complejo y amplio como el del riesgo. “No está claro qué miden en realidad estas pruebas de lotería”, dice. “Tampoco cómo de útiles son para predecir la toma de riesgos en la vida real”.

El investigador de la Universidad Baruch College de Nueva York (EE UU) Sean Crockett es uno de los economistas que han analizado las limitaciones de estas pruebas. “Que muestres aversión al riesgo en una prueba no implica que lo vayas a mostrar en otra”, explica. Además, “algunos estudios evidencian que la actitud respecto al riesgo financiero no predice la actitud respecto al riesgo en otros dominios”, como por ejemplo el riesgo físico.

Un estudio como el de ‘PNAS’, según Crockett, mide “algo relacionado con las preferencias en el riesgo económico”, pero asegura que los economistas “no tienen todavía una idea clara de cómo ese rasgo se relaciona con unas preferencias generales de riesgo”.

Lo más importante del estudio, según Liu, es que “nos ayuda a pensar sobre el ambiente en el que deberíamos criar a nuestros hijos e hijas”. La investigadora explica que si las niñas crecen en un ambiente que las desanima a correr riesgos, “eso puede afectar a la toma de decisiones en su vida”. La solución: “Crear un entorno que anime a las más jóvenes a arriesgarse más”.

Imagen tomada de: https://www.elespectador.com/sites/default/files/tuberculos_andinos_m_25_0.jpg

Fuente: https://www.elespectador.com/noticias/educacion/lo-que-las-ninas-de-una-etnia-matriarcal-china-nos-ensenan-sobre-el-miedo-al-riesgo-articulo-845868

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Los peligros de nacer niña en distintas partes del mundo

África/Fuente: National Geographic

Violaciones, mutilación genital, represión, embarazo precoz… El estremecedor relato de nacer niña en muchas partes del planeta

 MG 1143. Mutilación genital

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Mutilación genital

Una niña es sometida a una mutilación genital durante una ceremonia colectiva celebrada en un colegio de Bandung, Indonesia, en 2006. Según Unicef, al menos 200 millones de niñas y mujeres de unos 30 países –entre ellas alrededor de la mitad de las indonesias menores de 12 años– han sufrido la mutilación genital. La práctica sigue realizándose, y no siempre con las condiciones higiénicas adecuadas.

Foto: Stephanie Sinclair

MM8490 160808 18886. Sobrevivir a un ataque con ácido

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Sobrevivir a un ataque con ácido

Ritu Saini, de 21 años de edad (en primer plano), y Rupa, de 23, disfrutan de las lluvias del monzón en lo alto de un tejado de Agra, en la India. Ambas chicas sobrevivieron a ataques con ácido. Cientos de mujeres y niñas son rociadas con ácido en este país. Ritu, anteriormente jugadora de volleyball, fue atacada por su primo. Después de diversas reconstrucciones quirúrgicas perdió su ojo izquierdo. Rupa fue agredida a los 15 años. La asociación Stop Acid Attacks aboga por el desarrollo de políticas destinadas a las supervivientes estos ataques.

 MG 1143. Mutilación genital

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Mutilación genital

Una niña es sometida a una mutilación genital durante una ceremonia colectiva celebrada en un colegio de Bandung, Indonesia, en 2006. Según Unicef, al menos 200 millones de niñas y mujeres de unos 30 países –entre ellas alrededor de la mitad de las indonesias menores de 12 años– han sufrido la mutilación genital. La práctica sigue realizándose, y no siempre con las condiciones higiénicas adecuadas.

Foto: Stephanie Sinclair

MM8490 160808 18886. Sobrevivir a un ataque con ácido

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Sobrevivir a un ataque con ácido

Ritu Saini, de 21 años de edad (en primer plano), y Rupa, de 23, disfrutan de las lluvias del monzón en lo alto de un tejado de Agra, en la India. Ambas chicas sobrevivieron a ataques con ácido. Cientos de mujeres y niñas son rociadas con ácido en este país. Ritu, anteriormente jugadora de volleyball, fue atacada por su primo. Después de diversas reconstrucciones quirúrgicas perdió su ojo izquierdo. Rupa fue agredida a los 15 años. La asociación Stop Acid Attacks aboga por el desarrollo de políticas destinadas a las supervivientes estos ataques.

Foto: Stephanie Sinclair

MM8490 160519 00645. Una ceremonia alternativa

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Una ceremonia alternativa

Niñas de la aldea sierraleonesa de Masanga toman parte en ceremonias Bondo alternativas en las que se inician como mujeres adultas sin someterse a la mutilación genital. Más de 600 niñas han participado en ellas desde 2010.

Foto: Stephanie Sinclair

MM8490 160808 11470. Vivir entre la basura

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Vivir entre la basura

El vertedero de Ghazipur, un basurero de casi 30 hectáreas en Delhi, es el lugar que recorre Zarina, de siete años, en busca de objetos que revender. Al igual que esta niña de la India, otras muchas en todo el mundo viven en la pobreza y apenas tienen acceso a la educación.

Foto: Stephanie Sinclair

MM8490 160519 02561. Ritual de preparación para el matrimonio

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Ritual de preparación para el matrimonio

Elizabeth, de 19 años, y Rebecca, de 13, bailan en un ritual Bondo en la ciudad sierraleonesa de Kabala. Según los ancianos esta ceremonia, que regula el paso de la niñez a la madurez y que tradicionalmente incluye el corte o la extirpación de los genitales externos, vincula a las chicas a su comunidad y las prepara para el matrimonio. También pretende restringir la sexualidad femenina, y causa daños físicos y psicológicos. En Sierra Leona la mayoría de las mujeres han sufrido la mutilación genital.

Foto: Stephanie Sinclair

MM8490 160519 03479. El riesgo de la falta de escolarización

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El riesgo de la falta de escolarización

Una adolescente se toma un descanso en su venta ambulante de baratijas en Mange Bureh, sentándose a orillas de un río en el que las chicas lavan y los chicos pescan. Las niñas no escolarizadas que trabajan en las calles de Sierra Leona para contribuir a la economía familiar corren especial riesgo en un país donde los delitos contra ellas suelen quedar impunes.

Foto: Stephanie Sinclair

MM8490 160519 00846. Educación gratuita

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Educación gratuita

Al participar en una ceremonia Bondo alternativa que no incluye la mutilación genital femenina, estas niñas de Masanga reciben educación gratuita garantizada por Masanga Assistance Education, una organización suiza sin ánimo de lucro. En la ceremonia participa una mujer que encarna el diablo del Bondo, una alta autoridad de esta sociedad secreta.

Foto: Stephanie Sinclair

MM8490 160519 04914. Camino a clase

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Camino a clase

Un grupo de chicas vestidas de uniforme se dirigen a clase en una escuela metodista de Freetown, en Sierra Leona.

Foto: Stephanie Sinclair

 MG 1143. Mutilación genital

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Mutilación genital

Una niña es sometida a una mutilación genital durante una ceremonia colectiva celebrada en un colegio de Bandung, Indonesia, en 2006. Según Unicef, al menos 200 millones de niñas y mujeres de unos 30 países –entre ellas alrededor de la mitad de las indonesias menores de 12 años– han sufrido la mutilación genital. La práctica sigue realizándose, y no siempre con las condiciones higiénicas adecuadas.

Foto: Stephanie Sinclair

MM8490 160808 18886. Sobrevivir a un ataque con ácido

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Sobrevivir a un ataque con ácido

Ritu Saini, de 21 años de edad (en primer plano), y Rupa, de 23, disfrutan de las lluvias del monzón en lo alto de un tejado de Agra, en la India. Ambas chicas sobrevivieron a ataques con ácido. Cientos de mujeres y niñas son rociadas con ácido en este país. Ritu, anteriormente jugadora de volleyball, fue atacada por su primo. Después de diversas reconstrucciones quirúrgicas perdió su ojo izquierdo. Rupa fue agredida a los 15 años. La asociación Stop Acid Attacks aboga por el desarrollo de políticas destinadas a las supervivientes estos ataques.

Foto: Stephanie Sinclair

MM8490 160519 00645. Una ceremonia alternativa

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Una ceremonia alternativa

Niñas de la aldea sierraleonesa de Masanga toman parte en ceremonias Bondo alternativas en las que se inician como mujeres adultas sin someterse a la mutilación genital. Más de 600 niñas han participado en ellas desde 2010.

Foto: Stephanie Sinclair

MM8490 160808 11470. Vivir entre la basura

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Vivir entre la basura

El vertedero de Ghazipur, un basurero de casi 30 hectáreas en Delhi, es el lugar que recorre Zarina, de siete años, en busca de objetos que revender. Al igual que esta niña de la India, otras muchas en todo el mundo viven en la pobreza y apenas tienen acceso a la educación.

Foto: Stephanie Sinclair

MM8490 160519 02561. Ritual de preparación para el matrimonio

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Ritual de preparación para el matrimonio

Elizabeth, de 19 años, y Rebecca, de 13, bailan en un ritual Bondo en la ciudad sierraleonesa de Kabala. Según los ancianos esta ceremonia, que regula el paso de la niñez a la madurez y que tradicionalmente incluye el corte o la extirpación de los genitales externos, vincula a las chicas a su comunidad y las prepara para el matrimonio. También pretende restringir la sexualidad femenina, y causa daños físicos y psicológicos. En Sierra Leona la mayoría de las mujeres han sufrido la mutilación genital.

Foto: Stephanie Sinclair

MM8490 160519 03479. El riesgo de la falta de escolarización

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El riesgo de la falta de escolarización

Una adolescente se toma un descanso en su venta ambulante de baratijas en Mange Bureh, sentándose a orillas de un río en el que las chicas lavan y los chicos pescan. Las niñas no escolarizadas que trabajan en las calles de Sierra Leona para contribuir a la economía familiar corren especial riesgo en un país donde los delitos contra ellas suelen quedar impunes.

Foto: Stephanie Sinclair

MM8490 160519 00846. Educación gratuita

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Educación gratuita

Al participar en una ceremonia Bondo alternativa que no incluye la mutilación genital femenina, estas niñas de Masanga reciben educación gratuita garantizada por Masanga Assistance Education, una organización suiza sin ánimo de lucro. En la ceremonia participa una mujer que encarna el diablo del Bondo, una alta autoridad de esta sociedad secreta.

Foto: Stephanie Sinclair

MM8490 160519 04914. Camino a clase

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Camino a clase

Un grupo de chicas vestidas de uniforme se dirigen a clase en una escuela metodista de Freetown, en Sierra Leona.

 

Foto: Stephanie Sinclair

MM8490 160808 12191. Expuestas a la violencia sexual

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Expuestas a la violencia sexual

Aarti, de nueve años, se expone a la violencia sexual cuando vende flores en una calle de Delhi mojada por la lluvia. Pese a los riesgos que corren, millones de niños de todo el mundo trabajan para llevar dinero a casa en vez de ir al colegio.

Foto: Stephanie Sinclair

MM8490 160708 09118. Matrimonios concertados

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Matrimonios concertados

Los matrimonios concertados son habituales en Sierra Leona. Baby Seibureh, de 17 años, y Claude Seibureh, de 48, vecinos de Freetown, se casaron en plena crisis del ébola. Cuando nació su hijo Joseph, a la madre hubo que hacerle una cesárea.

Foto: Stephanie Sinclair

MM8490 160808 16569. Lucha contra la trata sexual

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Lucha contra la trata sexual

Rinki Kumari (en primer término) y Arti Kumari comparten un momento distendido en su habitación durante un receso de las clases que reciben en la escuela pública a la que asisten, la Kasturba Gandhi Balika Vidyalaya de Forbesganj, en la India. Un centenar de niñas de los pueblos cercanos estudian en este centro gestionado por Apne Aaap, una entidad benéfica cuya misión es poner fin a la trata sexual.

Foto: Stepnanie Sinclair

Los peligros de nacer niña en distintas partes del mundo

Sierra Leona es uno de los peores lugares del mundo para ser niña. En este país del África occidental, habitado por unos seis millones de personas, desgarrado por una cruenta guerra civil que duró más de una década y devastado por el Ébolael simple hecho de nacer niña se traduce en una vida de barreras y tradiciones que a menudo dan más valor a su cuerpo que a su mente.

La mayoría de las mujeres de Sierra Leona –el 90% según Unicef– han sido sometidas a la mutilación genital, una práctica que las inicia en la vida adulta y supuestamente las hace más deseables para el matrimonio, pero que también es un método de represión sexual profundamente arraigado en su cultura.

Casi la mitad de las chicas se casan antes de los 18 años, y muchas se quedan embarazadas mucho más jóvenes, a menudo en su segundo o tercer ciclo menstrual. Muchas son víctimas de la violencia sexual; las violaciones suelen quedar impunes. En 2013 más del 25% de las sierraleonesas de entre 15 y 19 años estaban embarazadas o ya eran madres, lo que supone una de las tasas de gestación más elevadas del mundo para esa franja de edad.

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Y demasiadas mueren en el parto: es el porcentaje más alto del mundo, según estimaciones de la Organización Mundial de la Salud y otras entidades internacionales. La mutilación genital femenina puede elevar el riesgo de sufrir complicaciones obstétricas.

«Si vas a las provincias te encuentras con chicas de 13 años, de 15 años, ya casadas y con sus bebés en brazos», dice Annie Mafinda, comadrona del Rainbo Center, que ayuda a víctimas de la violencia sexual en Freetown, la capital de Sierra Leona. Muchas de las pacientes atendidas en este centro tienen entre 12 y 15 años.

La mayoría de las mujeres de Sierra Leona –el 90% según Unicef– han sido sometidas a la mutilación genital

Cuando conocí a Sarah en Freetown, una ciudad que se levanta sobre una península montañosa junto a un puerto rutilante, tenía 14 años y estaba embarazada de seis meses, aunque parecía varios años más joven. Hablaba en un susurro, era bajita y menuda, llevaba las uñas de los pies pintadas de rojo y el pelo bien recogido bajo un pañuelo de color melocotón. Me contó que la había violado un muchacho, vecino de su familia, que se marchó de la ciudad tras la supuesta agresión.

Cuando su madre se enteró de que estaba embarazada, la echó de casa. Ahora Sarah (cuyo apellido nos reservamos) vive con la madre del chico que según ella la forzó. La madre del supuesto violador fue la única que se prestó a acogerla; en Sierra Leona las mujeres suelen vivir con la familia del esposo.

Niñas convertidas en esposas

NIÑAS CONVERTIDAS EN ESPOSAS

Sarah tiene que cocinar, limpiar la casa y hacer la colada. Me contó que la madre del chico le pega cuando, de puro agotamiento, no cumple con sus tareas. Con tantas trabas, ¿cómo puede una chica como Sarah sobrevivir y salir adelante en Sierra Leona?

En un país pobre regido por un Gobierno que no parece demasiado interesado en proteger a las niñas, lo más sensato que estas pueden hacer es intentar escapar del entorno en el que han nacido. En un universo lleno de amenazas, la escuela puede ser su único refugio.

Estudiar es complicado porque cuesta dinero, pero al mismo tiempo constituye un rayo de esperanza. Sacarse la secundaria puede traducirse en una mayor libertad económica y en la oportunidad de tomar las riendas de su propia vida, quizás abriéndoles las puertas de la universidad o de un empleo cualificado. Sin embargo, se calcula que entre 2008 y 2012 solo una de cada tres chicas cursaron estudios se­cundarios; en este sentido el embarazo supone una de las barreras más importantes. No en vano el ministro de Educación de Sierra Leona ha vedado la entrada en los centros escolares de las jóvenes gestantes.

Se calcula que entre 2008 y 2012 solo una de cada tres chicas cursaron estudios se­cundarios

El objetivo de esta política, formalizada por el Gobierno en 2015, es impedir que influyan en sus compañeras y protegerlas de las burlas. La prohibición de que las chicas embarazadas acudan a la escuela «es un ejemplo de moralismo anticuado e irreflexivo que lanza un mensaje equivocado –declara la escritora Aminatta Forna, quien en 2003 fundó una pequeña escuela rural en Sierra Leona–. Hablamos de jóvenes vulne­rables, que en este país son objeto de continuas depredaciones».

Elizabeth Dainkeh fue coordinadora de un centro educativo de Freetown para jóvenes en edad escolar que estuvieran en estado de gestación o que ya fuesen madres, financiado por Unicef y el Ministerio de Educación sierraleonés, y otras instituciones.

Marginación tras el embarazo

«Cuando te quedas embarazada, te marginan», me dice. Estamos en el fondo de un aula sofocante en la que chicas con los cabellos trenzados y tocados de vivos colores, algunas con bebés en el regazo, se abanican con los libros de texto mientras escuchan a la maestra con atención.

«Yo creí que les daría vergüenza volver al colegio, pero no, están encantadas», dice con orgullo. La propia Dainkeh se quedó embarazada a los 17 años, y su padre la echó de casa. La hija que tuvo murió de desnutrición antes de cumplir un año de vida. Ahora, a sus 35 años, Dainkeh aconseja a sus alumnas que perseveren: que se olviden de los años que han estado desescolarizadas y sigan adelante.

Mary Kposowa, exdirectora de uno de esos centros femeninos, explica que algunas de sus antiguas alumnas se habían topado con dificultades al querer matricularse de nuevo en escuelas ordinarias después de dar a luz.

Para complicar aún más las cosas, en agosto de 2016 los centros para chicas embarazadas cerraron sus puertas; Unicef declara que se abrieron como un «puente» alternativo a la educación cuando la crisis del ébola tuvo cerradas escuelas de todo el país du­­rante nueve meses. En aquellos centros había matriculadas unas 14.000 jóvenes embarazadas o puérperas, lo que hace temer a Dainkeh que actualmente haya en el país «un gran número de chicas marginadas del sistema educativo».

Los sierraleoneses suelen decir que el trauma de su país tiene su origen en la guerra civil que enfrentó a grupos rebeldes y al Gobierno. Desde 1991 y durante más de 10 años, miles de niñas y mujeres fueron violadas. Decenas de miles de personas fueron asesinadas. Y más de dos millones se vieron desplazadas.Más recientemente ha sido el virus del Ébola el que ha hecho estragos en el país, cobrándose unas 4.000 vidas en menos de dos años. La epidemia afectó a muchas familias, y dejó huérfanas a un gran número de niñas que tuvieron que hacerse cargo de sus hermanos sin estar aún preparadas para ello.

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El país ha ido evolucionando a trompicones hacia la democracia, pero la opresión de las niñas y las mujeres no ceja. «En este país no importa la vida, ni el cuerpo, ni el alma de las mujeres jóvenes –afirma Fatou Wurie, nacida en Sierra Leona, criada en el extranjero y que regresó a su país natal, a Freetown, donde trabaja en pro de los derechos de las mujeres–. Hasta la última política que implantamos excluye la voz de las jóvenes sierraleonesas».

A pesar de que he pasado largas temporadas en diversos lugares de África occidental, la primera vez que pisé Sierra Leona me quedé profundamente impactada. He estado en Nigeria, Ghana, Senegal y Costa de Marfil, pero Sierra Leona me pareció diferente: menos acogedora, menos exuberante, más suspicaz y recelosa. Sin embargo, también descubrí que incluso en este país tan turbulento hay jóvenes que encuentran la manera de sobreponerse por encima de todo.

Regina Mosetay está en la biblioteca de su colegio de Freetown mientras sus compañeras de clase almuerzan entre risas en el patio. Se ha preparado los exámenes finales todo cuanto ha podido. Madre a los 17 años, Regina no puede estudiar como antes porque tiene que cuidar de su hija, Aminata, pero saca tiempo para los libros entre tomas y mudas. Tiene los ojos almendrados y un rostro ovalado que ladea cuando reflexiona sobre algo. Creció en un barrio obrero de calles estrechas y abarrotadas de peatones, tiendas de ropa y de electrónica, y puestos de comida. Su madre la crió a ella, a su hermano y a su hermana en una casa donde también vivían su abuela, primos, un tío y más familiares; en total, 11 personas.

El ébola empezó a propagarse por Freetown y el Gobierno cerró los colegios para contener la epidemia

La echaron del colegio por estar embarazada, una experiencia «dolorosa de verdad», dice. Le encantaba estudiar; su asignatura preferida era lengua (es muy habladora). Nunca pensó que acabaría formando parte del colectivo de adolescentes embarazadas de Sierra Leona, pero en 2014 el ébola empezó a propagarse por Freetown y el Gobierno cerró los colegios para contener la epidemia.

Entonces, en 2015, fue cuando se quedó embarazada de su novio, Alhassan, que en ese momento estaba terminando sus estudios universitarios. «Durante el ébola muchas chicas se quedaron embarazadas –cuenta Regina–. Como no había clase, teníamos mucho tiempo libre». «Sentí que estaba decepcionando a todo el mundo. Tenía vergüenza –confiesa–. Algunas compañeras decían que éramos un mal ejemplo». Esa primavera se quedó encerrada en casa sin nada que hacer ni nadie con quien hablar mientras sus amigas estaban en el colegio. Al cabo de unos meses, una tía le habló de los nuevos centros que daban a las embarazadas o madres en edad escolar la oportunidad de no quedarse atrás en los estudios para que pudiesen retomarlos más adelante.

Regina quiso apuntarse al momento, y habló de esos centros a todas las chicas que conocía que estuvieran en estado o acabaran de parir. Casi todo lo que le enseñaban ya lo sabía, pero disfrutaba estando de nuevo en un aula, sentada en un pupitre de madera con los libros y la libreta abiertos, leyendo, atendiendo, pensando. Llevaba un bebé dentro, sí, pero seguía teniendo cerebro, y eso era fundamental para ella.

«No quiero que mi hija pase por lo mismo que yo. Quiero que tenga un futuro mejor»

«Era feliz solo con estar allí, y no en casa sin hacer nada», me cuenta Regina. Estudió en aquel centro tres meses; fue una de las 180 chicas que pasaron una temporada más o menos larga en el año inaugural del programa. Regresó a la escuela pública un mes después de dar a luz a Aminata en diciembre de 2015. Desde que ha vuelto, Regina aconseja a todas sus amigas que tengan cuidado con los chicos si no quieren que les pase lo mismo que a ella.

Ya no está desescolarizada. «No quiero que mi hija pase por lo mismo que yo. Quiero que tenga un futuro mejor», dice. Vive con su novio, ya graduado en ciencias empresariales, y con la madre y la abuela de este, que ayudan en el cuidado de Aminata. Confía en poder formar una familia con él y sabe que terminar los estudios es crucial. Quiere trabajar en alguna organización de ayuda a la infancia, para que los niños –y sobre todo las niñas– tengan una vida mejor. «Cuando termine los estudios podré cuidar de mi familia; cuidaré de mí misma», asegura.

Salmatu Fofanah vive en una ladera de Mountain Cut, un barrio muy poblado de Freetown. Tiene 17 años, es tímida, esbelta y muy gua­pa, y ya está acostumbrada a cuidar de sí misma. Tanto su madre como su padrastro contrajeron el virus del Ébola hace dos años. Él enfermó tras asistir a un funeral en 2014. (Su padre biológico había muerto de malaria en 2011).

La madre de Salmatu, enfermera de profesión, cuidó a su marido en casa. No tenían ni idea de que había una epidemia de ébola. Cuando el enfermo empeoró, intentó llevarlo al hospital, pero se le murió en el coche. Ella cayó enferma unos días después y falleció en casa un mes más tarde. Entonces Salmatu empezó a encontrarse mal. Le dolía la cabeza y tenía fiebre. Lo mismo les pasó a su tía, su tío, su hermana mayor, su hermano, su abuelo y varios primos. «Todos teníamos miedo», me cuenta Salmatu. Ingresaron en un centro de tratamiento. Solamente sobrevivieron ella y tres primos. Todos los demás murieron. A principios de diciembre de 2014 llegó a Mountain Cut, tambaleante por las náuseas y la pena, para vivir con otros tíos y primos en una amplia casa.
Cada vez que se sentía enferma, le entraba el pánico. En marzo regresó al colegio, temiendo que sus amigas le dieran de lado por haber tenido ébola, pero se llevó una grata sorpresa. «No me marginaron en absoluto», explica. Cada vez que se acuerda de cómo era todo antes de la epidemia de ébola, sus amigas intentan animarla. Salmatu entra en Facebook y WhatsApp para buscar chistes, solo para volver a reír, y cuanto más duerme, mejor se siente.

Ébola: a la caza del asesino
Fotografías

Asiste a un grupo de ayuda psicológica donde puede hablar de sus problemas. «Me gusta contar lo que me preocupa; me quito un peso de encima», dice. Cuando me entrevisté con ella, su mayor preocupación eran los exámenes finales. «Tienes que pasar página y concentrarte en el futuro. Debes ser feliz con lo que tienes». La asignatura favorita de Salmatu es historia; le gusta conocer lo que ha ocurrido en su país y aspira a ser periodista. Sale con un chico que acaba de terminar el instituto, pero no le permite que la presione para hacer nada que no desee. Quiere seguir cantando y yendo a la playa con sus amigas. A veces ir a clase le da una pereza infinita. («Me encanta dormir, es mi hobby», me confiesa con una sonrisa. Cuando de pequeña cogía una rabieta, su madre la ponía a dormir y se le pasaba). Pero entonces recuerda las metas que se ha marcado. Su madre murió por su familia. ¿Cómo no va ella a terminar los estudios y llevar una vida de la que su madre se habría enorgullecido?

Kadiatu Kamara, a quien todos llaman KK, nació en un pueblo costero llamado Bureh, a orillas del Atlántico. Es un torbellino de fuerza y energía, con un racimo de estrellas tatuadas en el cuello. Ha vivido aquí toda su vida; sus padres la criaron –junto con cuatro hermanos y una hermana– en esta compacta comunidad. Se ganaban la vida vendiendo carbón que recogían en la zona. Cuando su padre falleció siendo ella muy joven, las cosas se pusieron difíciles. Su madre, Baby, se vio muy apurada –como todavía se ve hoy– para ganar lo suficiente, y solo pudo permitirse costear los estudios de dos de sus hijos: KK y un hermano mayor.

KK tiene 19 años, es la benjamina de la familia y siempre ha tendido a buscar aquellos entornos en los que siente que encaja. Vive con su madre y otros familiares, así que anhela un espacio propio. Hace cuatro años se fundó en la playa un club de surf al que asistían muchos chicos de su pueblo, y a ella le apeteció ver cómo era. Solo había visto surfistas en las revistas que se dejaban en la playa los turistas extranjeros. Para KK el mar es un bálsamo. Cuando se mete en el agua, se siente más libre, más serena. «Cuando surfeo, es como si estuviese en otro país», dice. Al principio ni siquiera sabía nadar bien. Un día se le soltó la cuerda del tobillo y las olas se llevaron la tabla. Un compañero tuvo que ir a rescatarla porque se ahogaba.

KK es una de las pocas surferas de Sierra Leona. Conoce chicas que se quedaron en estado y dejaron los estudios o que acabaron con hombres que les doblan la edad, pero siempre ha sabido que no quiere eso para ella. Cuando en el colegio las advirtieron contra las relaciones sexuales prematuras, ella tomó nota. El surf la ayudó a no perder el norte.

«A algunas chicas sus madres no pueden pa­garles el colegio, así que van con los chicos para que ellos les den el dinero»

«A algunas chicas sus madres no pueden pa­garles el colegio, así que van con los chicos para que ellos les den el dinero, explica KK. A veces les cobran el favor en especias y las abandonan cuando se quedan embarazadas, por lo que las chicas acaban en la calle. A su madre jamás le ha sobrado el dinero, pero como KK es hábil y trabajadora, está ganando su propio dinero y nunca ha tenido que recurrir a ningún chico. Trabaja en la cocina del chiringuito de la playa y a veces vende galletas a los bañistas. Se levanta a las seis o siete de la mañana, surfea un poco si hay buenas olas y luego se va a clase. Está en el colegio toda la tarde hasta la noche, y cuando vuelve a casa estudia y hace la cena. KK ayuda a su madre dándole parte de lo que gana.

Un sábado por la tarde del pasado mes de julio la vi estirarse en la arena tórrida de Bureh Beach. Luego se levantó de un salto y se lanzó, intrépida, con la tabla de surf contra una ola espumosa en las aguas turquesas. Remó con los brazos, flotando boca abajo, aguardando con paciencia a que llegase otra ola alta. Los chicos se empeñaban en cabalgar olas flojas y se caían todo el rato. Un mu­chacho flaco se persignó antes de zambullirse. KK lanzó un grito de júbilo cuando la descabalgó una ola frustrada.

KK quiere fabricar sus propias tablas. Su meta es abrir una tienda para venderlas y tener una escuela de surf. «Quiero enseñar a otras chicas», me dice. Entre tanto, surfea varios días a la semana, sobre todo durante la estación lluviosa, cuando las olas llegan a alcanzar los dos metros de altura. KK está perfeccionando su técnica. Cree que si mejora lo bastante, podrá dedicarse profesionalmente a este deporte.

Le gustaría estudiar medicina o contabilidad, pero no sabe si tendrá suficiente nivel para entrar en la universidad. A veces los profesores no les enseñan nada, y ella tiene problemas con la lectura.

«Si me dedico al surf, a lo mejor algún día viene alguien al club, me ve y me escoge [para patrocinarme] –me dijo, llena de esperanza–. Y así podré mantener siempre a mi familia».

Fuente: https://www.nationalgeographic.com.es/mundo-ng/grandes-reportajes/los-peligros-nacer-nina-distintas-partes-del-mundo_11111/11

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