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Pedagogía del egoísmo y neoliberalismo emocional (2/3)

Por: Enrique Díez

El objetivo del neoliberalismo emocional, que algunos denominan “neuroliberalismo”, es el refuerzo del yo, su mejor adaptación a la realidad competitiva. Mientras olvida lo que le ocurre al resto de las personas.

Analizaba en el anterior artículo Pedagogía del egoísmo y neoliberalismo emocional la actual revolución individualista que “normaliza”, naturaliza e, incluso, exalta las posiciones ideológicas del “egoísmo” como una virtud y quiebra, además, la posibilidad misma de una matriz comunitaria de solidaridad social.

Este neoliberalismo emocional no busca sólo la conversión de los espíritus; pretende también la transformación de las conductas. Esta es, en lo esencial, la función de los dispositivos de aprendizaje, sumisión y disciplina, tanto económicos, como culturales y sociales, que orienta a las personas a “vivir y gobernarse” bajo la presión de la competición, de acuerdo con los principios del cálculo del máximo interés individual.

De este modo se ordena al sujeto que se someta interiormente, que vigile constantemente sobre sí mismo, que trabaje sobre sí mismo con el fin de transformarse permanentemente, de conseguir una mejora de sí, de volverse cada vez más eficaz en conseguir resultados y rendimientos. La economía se convierte en disciplina personal. El sometimiento del deseo exige e instituye el deseo por el sometimiento.

Surge el ‘doer’. Ser ‘doer’ se convierte en tendencia. El ‘doer’ es una persona luchadora que consigue lo que quiere y no le importa sacrificarse hasta límites insospechados porque su meta es lo primero. Es la actual figura heroica de la nueva “clase trabajadora”, porque aguanta sin dormir y a base de cafeína para trabajar como si fuera dueño de la empresa, pero cobrando como un becario, o incluso pagando por trabajar y adquirir experiencia laboral. Una nueva forma de convertir la explotación y la pobreza en una manera de ser emprendedor y superarse a sí mismo.

El coaching, al pensamiento positivo, la programación neurolingüística (PNL), el análisis transaccional y múltiples procedimientos vinculados a una escuela o un gurú, son las medicinas y técnicas neuroemocionales que ayudan al emprendedor, al ‘doer’, a conseguir un mejor dominio de sí mismo, de las propias emociones, del estrés, de las relaciones con clientes o colaboradores, jefes o subordinados. El objetivo, por tanto, de este neoliberalismo emocional, que algunos expertos denominan “neuroliberalismo”, es el refuerzo del yo, su mejor adaptación a la realidad competitiva. Saberes psicológicos, con un léxico especial, autores y autoras de referencia, métodos particulares, modos de argumentación de aspecto empírico y racional y un ingente negocio pseudoeducativo que se introduce en todos los campos de la educación.

La fuente de la eficacia está en el interior de uno mismo, asegura el “pensamiento positivo”. Los problemas, las dificultades, se convierten de este modo en una auto-exigencia, pero también en una auto-culpabilización, ya que somos los únicos responsables de lo que nos sucede. De hecho, las “crisis” se convierten en auténticas oportunidades de demostrar la valía personal y la capacidad de recuperación, como en los reality shows tipo “El jefe infiltrado” o “Pesadilla en la cocina”, o en los spots publicitarios. Nos envuelve y nos enseña a vivir la servidumbre como si fuera una actividad liberadora. La misión de la vida se convierte en tener “éxito” y demostrar constantemente que se ha triunfado; nada puede impedir conseguir los sueños; no hay excusas.

En un panorama laboral y social fragmentado y competitivo, con una precariedad que mantiene a la mayor parte de la población al borde del precipicio, la ideología de la automotivación, junto con el consumo de psicofármacos (su consumo se ha triplicado desde que comenzó la crisis), hace hoy la función de lo que ayer era el capataz que vigilaba el destajo en la fábrica. Hoy es el propio deseo, acoplado al deseo del capital, que, junto con el miedo a quedarse atrás y solo, coloniza la mente colectiva. Son “los juegos del hambre” revestidos con lenguaje de coaching.

Se busca así crear ciudadanía “liberada” de cualquier obligación moral vinculada al sentimiento de solidaridad colectiva. Como en las nuevas reformas laborales, donde es el trabajador o la trabajadora individualmente quien tiene que negociar con su empleador las condiciones de su contrato, eliminando el respaldo colectivo que se consiguió hace años a través de los sindicatos. Se trata de darles “opciones individuales” para que elijan. No se pretende pensar en el bien común, sino en la ventaja de la elección personal que se puede conseguir.

Bajo el pretexto de las “opciones en libertad”, el funcionamiento del sistema lo que tiende a generar es cálculo y egoísmo. Ya no se trata de mejorar lo colectivo con el esfuerzo común pensando en el bienestar de la comunidad, sino en la capacidad y el talento individual de elegir con acierto la mejor oportunidad para cada persona. Se ha impuesto socialmente así el principio ‘neodarwinista’ en esta competición a la que nos empujan constantemente para conseguir la mejor elección, donde “el ganador se lo lleva todo”.

Esta deriva neoliberal está corroyendo efectivamente los fundamentos del proyecto de educación pública entendida como un derecho básico y esencial desde el nacimiento y a lo largo de toda la vida. Frente a la concepción de una educación pública como la garantía del derecho universal a la educación en condiciones de igualdad y democracia, dado que es la que más y mejor asegura la igualdad y la convivencia democrática de personas con distintas procedencias socio-culturales; y, por tanto, la que mejor contribuye a la equidad y la cohesión social. Se alza, ahora, un modelo educativo que, efectivamente, orienta a las personas a formarse bajo la presión de la competición, de acuerdo con los principios del cálculo del máximo interés individual: itinerarios, reválidas, rankings, selección, esfuerzo, excelencia, competitividad, rendimiento, etc., etc.

Así vemos, como un escaso contrato social, conseguido tras la segunda guerra mundial, con la lucha de la clase obrera, en una zona muy restringida de Europa, y durante un brevísimo período de tiempo, está siendo rescindido, sin siquiera preaviso. Están desapareciendo de forma fulgurante los mecanismos de protección colectiva, que denominamos Estado Social o de Bienestar, sin apenas alarma social o protestas colectivas significativas, dopados con el prozac y el fútbol televisado, asumiendo la precariedad y el saqueo como ritos habituales a los que hay que someterse para esperar un día quizá “prosperar” y enseñándonos de esta forma a asumir, incluso desear la servidumbre.

La corrosión del carácter se va instalando en nuestra conducta, al igual que se acomoda la impunidad en el imaginario colectivo, como línea inalterable de continuidad. Ya ni siquiera el horror del genocidio de los refugiados, o de la masacre continuada en Gaza, el Sáhara o Yemen, o la violación y asesinato constante de mujeres conmueven a una sociedad europea occidental, que vive para sí misma y sus deseos impulsados por la increíblemente lucrativa industria de la publicidad. Mientras la extrema derecha se asienta en los parlamentos de buena parte de la Unión Europea y se acuerda crear “guantánamos” como respuesta a la crisis de las personas refugiadas.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2018/07/17/pedagogia-del-egoismo-y-neoliberalismo-emocional-2-3/

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Fin de curso: trozos y retales

Por: Xavier Besalú

Pobreza, educabilidad, papel docente, sexismo y flexibilidad y ganas de mejora con algunos de los elementos que no debemos olvidarnos al pensar en la escuela, en la educación.

Uno. Aunque se trata de un clásico, al menos desde el Informe Coleman, no está de más recordarlo cuando lo profundo tiende a difuminarse y lo aparente se expande: “El 90% de los que nacen pobres mueren pobres, por más esfuerzo o mérito que hagan, mientras que el 90% de los que nacen ricos mueren ricos, independientemente de que hagan o no mérito para ello”. Lo ha proclamado Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía. No lo leo como una defensa del determinismo sociológico, sino como una nueva llamada de atención a un grave problema, como un poner el foco sobre lo esencial. ¿Se acuerdan ustedes de aquellos que lo basaban todo en la llamada cultura del esfuerzo? ¿De aquellos que atribuyeron el fracaso y el abandono escolar a los propios alumnos por no esforzarse como es debido? ¿Cuántas veces –desde la propia institución escolar- no hemos hecho gala de la igualdad con que tratamos a los alumnos, de la igualdad de oportunidades que se les ofrece y de que los resultados obtenidos, en consecuencia, serían estrictamente debidos a sus capacidades individuales? La pobreza en la escuela es una realidad invisible, una situación que poco a poco va revistiéndose de nuevos ropajes, de forma que el que entró pobre en muchos casos acabó saliendo suspendido o sin expectativas…

Dos. Xavier Bonal, sociólogo, reclama “más educabilidad y menos educación” si de verdad queremos mejorar los resultados escolares de los pobres, porque los factores asociados a la pobreza (capital económico, capital cultural, red de relaciones, expectativas instructivas y laborales, condiciones sanitarias y alimenticias, uso del tiempo libre, etc.) impiden en gran manera el aprovechamiento de las oportunidades educativas. Poner el acento en la educabilidad tiene como mínimo dos consecuencias. La primera: que garantizar el acceso a un puesto escolar es de todo punto de vista insuficiente. Porque, debido a la segregación sistémica que se da en muchas ciudades españolas, no todas las escuelas disponen de los recursos, contextos y ambiente adecuados. Porque la equidad debe demostrarse también en todo el recorrido escolar, desde que se entra en él hasta que se sale, y en garantizar a todos el dominio de las llamadas competencias básicas y la adquisición de los saberes indispensables para poder seguir en el sistema o para seguir aprendiendo autónomamente a lo largo de la vida. La segunda: que la política educativa no se agota, ni queda restringida, al ámbito del Ministerio de Educación, sino que compete a las políticas del gobierno en general, de manera especialmente significativa a las que dependen de los Ministerios de Igualdad; Sanidad, Consumo y Bienestar Social; Ciencia; Alimentación; Trabajo, Migraciones y Seguridad Social; Cultura y Deporte…

Tres. La escuela y los profesores cuentan. Sabemos que las desigualdades estructurales delimitan y comprimen el campo de posibilidades. Tenemos claro que la enseñanza no es un mundo aparte, sino que se inscribe en el conjunto de políticas y acciones sociales que buscan mejorar la vida de todas las personas, especialmente de las más necesitadas o vulnerables. Pero una vez conseguida la escolarización universal –logro que desgraciadamente todavía no ha llegado a todos los rincones del mundo, no lo olvidemos– los educadores adquirimos una responsabilidad ante la sociedad en su conjunto, ante cada familia en particular y ante cada alumno en singular. “No nos podemos contentar con dar de beber a quienes ya tienen sed; también hay que dar sed a quienes no quieren beber”, nos dice el pedagogo Philippe Meirieu. Ahí radica el núcleo duro del oficio de educar: en buscar, proponer, organizar, mostrar, ejemplificar… alternativas, posibilidades, situaciones, actividades, retos, problemas… que saquen a la luz el deseo de aprender, el ansia de corregir lo que sale mal, el anhelo de comprender lo que parece incomprensible, las ganas de saber, de todos y cada uno de los alumnos, especialmente de aquellos que parecen menos predispuestos o más alejados de la cultura escolar. Aunque la situación no es equivalente, puede ser útil comparar el docente con un entrenador deportivo que busca que cada jugador dé lo mejor de sí mismo y, para ello, procura conocer lo mejor posible a cada uno de sus pupilos, sus carencias y sus posibilidades, para corregir aquellas y potenciar éstas, no para calificarlas, sino para que todos aprendan y mejoren. En contrapartida, ningún jugador tiene la tentación de esconder sus debilidades y errores –como sí ocurre lógica y desgraciadamente en las aulas– sino que es el primero en ponerlas de manifiesto justamente para poder enmendarlas…

Cuatro. El sexismo, la consideración de que las mujeres son inferiores a los hombres, es una discriminación profundamente arraigada en nuestra sociedad y, por ello, muy difícil de revertir. El sexismo tiene manifestaciones dramáticas que afortunadamente la sociedad española mayoritariamente ya no excusa, ni consiente: la violencia de género en los hogares españoles, los abusos y violaciones en el espacio público… la violencia y la violación como técnica de humillación y de combate en tantas guerras y éxodos… Pero más allá de estas agresiones inadmisibles y reprobables, hay todo un mundo de creencias, de imaginarios, de actitudes, de predisposiciones, sutiles, cargadas de ambigüedad, interpretables, que responden a esa misma matriz sexista, androcéntrica, patriarcal. Una de las estudiosas más persistentes de cómo se construye esta ideología y de cómo puede repararse y combatirse desde la educación es Marina Subirats que, en uno de sus últimos artículos publicados, hace especial énfasis en la educación infantil: “El género se adquiere por transmisión desde el nacimiento, al mismo tiempo que se adquiere el idioma o el movimiento, puesto que son mensajes que están en todas partes. Entre los tres y los cuatro años los niños ya muestran desprecio por los juguetes o ropas de niña y las niñas se apartan cuando un niño quiere coger una bicicleta o un juguete”. Si tenemos evidencias más que suficientes de la importancia de la educación infantil, tanto para compensar las carencias y las distancias de las criaturas de familias pobres, como para combatir desde su misma raíz el racismo, el sexismo y la LGTBIfobia, que impregna todavía la cultura y la vida cotidiana, no se explica que los espacios educativos para los niños de 0 a 2 años no sean considerados un servicio público universal y gratuito como lo es el parvulario y se dejen al albur del mercado y de las cuotas, también los centros públicos, muchos de ellos en manos municipales. Dice también Subirats: “Cuando llegan a la adolescencia ya es demasiado tarde” y es sumamente complicado revertir la creencia de que los géneros son fruto de la naturaleza y que ésta ha establecido la superioridad del macho sobre la hembra.

Y cinco. Me gusta la gente que duda, la que está dispuesta a cambiar, a probar; la gente que tiende a ser comprensiva, a perdonar, a ser flexible; aquella que atiende a los matices, a las circunstancias, y no se aferra a los principios, a las tablas de la ley como argumento inamovible y definitivo, caiga quien caiga y tenga las consecuencias que tenga. Por eso cito al filósofo Josep Maria Terricabras, que ahora ejerce de eurodiputado: “Los valores absolutos se mueven siempre en una especie de cielo platónico, lejos de la realidad: si se afirma que aquellos valores valen para siempre y en cualquier circunstancia, es precisamente porque allí, en el paraíso, no hay vida ni circunstancias. Los valores absolutos solo valdrían para un mundo absolutamente puro, pero no para el nuestro, avezado, complejo, ambiguo, difícil”. La ética de los principios absolutos y permanentes suele ser el camino más directo a toda clase de fundamentalismos, políticos, religiosos, pedagógicos… Lo contrario no es –como algunos pretenden– ni el relativismo del todo vale, ni la inseguridad del que siempre se abstiene, ni la indiferencia del que pasa de todo, sino la actitud del que escucha al otro, del que está dispuesto a contrastar sus argumentos, del que está convencido de que la perfección total solo puede existir en algunas pruebas de gimnasia…

¡Feliz verano!

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2018/07/16/fin-de-curso-trozos-y-retales/

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Escribir sobre educación desde América

Por: Juan Carlos Yáñez

Escribir es el privilegio de la posibilidad de pronunciarse y convocar al diálogo, sin el cual no hay educación. Es asumir posturas, expresar problemas, visibilizar territorios ignorados, afrontar riesgos, someterse al examen de los otros

Con esta colaboración concluye el ciclo anual propuesto por el editor de El Diario de la Educación, Pablo Gutiérrez. En total son 11 artículos los que escribí durante estos meses; la ocasión es propicia para reflexionar sobre el sentido y la necesidad de abordar temas educativos en la prensa impresa o digital.

Discúlpenme que escriba en primera persona en los párrafos siguientes, pero tengo necesidad de confesarme un poquito.

Mi andadura por estos parajes es larga. Inicia a principios de la década de 1990 y prácticamente no ha cesado en distintos medios mexicanos. No solo escribo de temas educativos, pero principalmente de las escuelas, los maestros, la relación escuela-sociedad, los retos de la pedagogía, la formación de maestros y las políticas educativas.

Luego de un periplo por el Cono sur, cuando creí que había agotado posibilidades expresivas en medios, una invitación del propio Pablo me reinyectó la vitalidad que necesitaba para encender la pasión con que debe analizarse la educación como objeto periodístico y buscar ángulos diferentes. En el empeño sigo.

Los años recientes, primero en el periódico Escuela y ahora en El Diario de la Educación, han sido un desafío permanente a la vigilancia temática y social, a la disciplina y el rigor, a la escritura desde un punto del mundo para lectores ubicado en otras coordenadas geográficas, institucionales y culturales. No sé cómo salgo librado en la valoración del medio y lectores, pero la apuesta es a la superación permanente.

En la ceremonia memorable en que Federico Mayor Zaragoza recibió el doctorado honoris causa en la Universidad de Colima (Colima, México), pronunció un discurso magistral del cual grabé un fragmento que repito porque vale la pena: “La educación no es un empleo, es una misión de transformación social, por tanto, no puede ser epidérmica”.

El educador es el primer sujeto de su transformación. Escribir es asumir posturas, expresar problemas, visibilizar territorios ignorados, afrontar riesgos, someterse al examen de los otros; es un ejercicio obligado, porque también aprendimos, con Paulo Freire, que la educación es sustancialmente política y accesoriamente pedagógica. No puede reducirse la acción de la escuela ni la obra del maestro a los muros escolares. Es una tarea social y política de hondas implicaciones y trascendencia. Escribir es el privilegio de la posibilidad de pronunciarse y convocar al diálogo, sin el cual no hay educación.

Un dilecto amigo y colega sevillano, Juan Miguel Batalloso, escribió hace tiempo un bello texto sobre el agradecimiento, del cual retomo algunos pasajes para agradecerle a El Diario de la Educación, a Pablo Gutiérrez y a los lectores, con la esperanza de reencontrarnos muy pronto.

En una sociedad en la que todo se ha mercantilizado, en la que todo se compra y se vende sometiéndose al imperio del valor fijado por la oferta y la demanda, gratuidad y gratitud no son cualidades extendidas. Hemos interiorizado que todo debe pagarse, que todo es un juego de ganancias y pérdidas.

El agradecimiento lo hemos convertido en el pago o retribución a que sometemos nuestra mal entendida generosidad siempre condicionada por expectativas de ser considerado bueno o virtuoso. Es como una feria de humillaciones y vanidades, que por un lado rebaja la dignidad y denigra al que recibe, al tiempo que ensalza a quien dona.

Pues no, no todo tiene un precio, las cosas y acciones que no tienen precio y no pueden reducirse a mercancía son las infinitamente valiosas, de las que recibimos los mayores bienes para nuestra salud, felicidad y vida.

Hacer simplemente una parada para visualizar todas aquellas cosas de las que disponemos, aquello que hemos recibido gratis; pensar y sentir muy cerca de nosotros a aquellas personas que nos han dado tanto o nos han amado incondicionalmente, es un excelente ejercicio para sentirnos contentos, alegres, serenos y en camino de conquistar una estable y profunda paz interior.

Agradecer es un acto de donación incondicional y reconocimiento de que no somos nada sin el otro que nos mira, nos escucha o nos acoge.

Gracias por el tiempo y la lectura. ¡Hasta pronto!

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2018/07/09/escribir-sobre-educacion-desde-america/

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Quiéreme y así querré cambiar el mundo

Por: Jaume Funes

La educación ética de las personas adolescentes pasa porque puedan experimentar las normas, vivirlas y hacerlas suyas. También porque adquieran interés por lo que ocurre a su alrededor y tengan autonomía.

Los primeros días del mes de mayo llega a las librerías mi último libro sobre los mundos adolescentes (Quiéreme cuando menos lo merezca… porque es cuando más lo necesito, Columna Edicions). Más allá de que lo considere un tipo de testamento adolescente (tengo miedo de no estar al día en una realidad aceleradamente cambiante que necesitas nuevas voces), se trata de un libro que sistematiza las miradas y las atenciones que los niños y las niñas adolescentes necesitan (el resumen de cuatro décadas de estar con ellas y ellos).

Entre ellas, están las miradas y las respuestas éticas. De una manera específica, he dedicado dos capítulos singulares a reflexionar sobre la ética adolescente y sobre su necesidad de buscar explicaciones al mundo en el que viven.

Educar adolescentes no es tan solo hacer una larga gimcana dominando un conjunto e habilidades educativas. Es, fundamentalmente, un reto permanente de educación en valores. No, no podemos dejar la ética a un laco, como si fuese un tema momentos tranquilos, perdidos. Forma una parte central de la posibilidad de devenir adultos últiles en sus vidas.

Los y las niñas en edades adolescentes están inmersos en procesos de construcción personal, no asumen o aceptan lo que viene de arriba, si no que experimentan, han de escoger y decidir, se mueven alternativamente entre polos contradictorios, les invade el malestar o la falicidada indefinida. En este recorrido, unas u otras opciones suponen más o menos sufrimientos propios y ajenos, formas de ser y de convivir con más o menos compatibilidad con su entorno, salidas de la adolescencia o resultados finales hacia diferentes tipo de ciudadanos y ciudadanas jóvenes. En la mayoría de sus cruces, de sus dilemas y dificultades, no es posible ayudarlos sin utilizar los valores. Cuando las familias o los educadores pensamos en estar a su lado y ser útiles en sus vidas, nos preguntan no sobre cómo podemos hacerlo, sino con qué sentido, con qué pretensión, nos interrogan (deberían hacerlo) sobre la hipotética bondad o maldad de nuestros consejos y orientaciones.

No vale, por tanto, cualquier propueta. Hemos de pensar en una “ética evolutiva”. Un conjunto de valores, regllas y lógicas culturales que son especialmente válidas para un tiempo de la vida, que permiten probar respuestas a los dilemas de un ciclo vital. Habrá de tener cinco características:

  1. Una ética adolescente no puede ser normativa. Es decir, no podemos intentar simplemente transmitirles nuestras normas. Siempre estarán hablando de ética vital, de formas de ser, actuar y comportarse que han de conectar con su vida.
  2. No pude ser simplemente transmitida. Los adolescentes no aceptarán la ética como una cosa inevitable para vivir en sociedad. Ha de ser activamente descubierta y construida, ensayada, convertida activamente en algo propio.
  3. No puede ser racional, obedecer a principios y postulados sistematizados a partir de la razón. Hemos de pensar en la ética emocional, porque son sujetos inmersos en olas de emociones y sentimientos.
  4. No puede ser una propuesta para la seguridad, sino una aportación a la educación para la gestión de los riesgos. La ética ha de servirles para tomar decisiones, no para crear un entorno artificial de “pecado” a su alrededor.
  5. Finalmente, no puede ser una propuesta étia de la individualidad. Cualesquiera valores de referencia que propongamos han de tener que ver con alguna comunidad. Todavía son personas que pueden y han de educarse en relación con otros.

Desde otra perspectiva, cuando aplican esta ética a la comprensión del mundo, lo hacen don dos pretensiones:

  • Evitar que falta de criterior los conviertan en ciudadanos que acepten pronto vivir según los dictados del percado;
  • evita que se conviertan en personas frágiles de pensamiento, que con mucha facilidad formen parte de los fanatismos más diversos.

En el libro trato de insistir en que, de la misma manera que se define al buen adolescente como un buen escolar, también pensemos que lo es el adolescente que no cuestiona mucho la realidad que le envuelve. Se espera que el buen adolescente ha de tener buenas notas y ser socialmente conformista. Los otros, no se consideran buenos adolescentes, pero lo suelen ser bastante más y devienen en mejores jóvenes y ciudadanos.

Destino el último capítulo del libro a sugerir cómo algunos días nuestra preocupación adulta debería de cambiar de signo. Si la mayor parte del tiempo nuestra preocupación se centra en los líos en los que se meten, en algún momento deberíamos estar preocupados por si los hijos no se meten en líos. Las familias más angustiadas deberían de ser aquellas con hijos conformistas que hacen nada, en ningún momento, si solos ni acompañados, por cambiar alguna cosa del mundo en el que viven, aunque sea el de su amigo o sus compañeros de clase.

No educamos éticamente, no hacemos posibles otros jóvenes si nuestros adolescentes pueden llegar a convivir con la injusticia y no mueven un dedo por reducirla.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/convivenciayeducacionenvalores/2018/07/04/quiereme-y-asi-querre-cambiar-el-mundo/

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En el 50 aniversario de La Pedagogía del Oprimido

Por: Jaume Martínez Bonafé

¿Qué hacemos hoy en nuestras escuelas si buscamos la emancipación de los seres humanos? Quizá una relectura de La Pedagogía del Oprimido nos ayudaría a encontrar respuestas.

Guardo con especial cariño un ejemplar de La Pedagogía del Oprimido que me regaló una maestra al finalizar un curso en Rio Gallegos (un rincón de Argentina al final del mundo). Cuando lo puso en mis manos me contó que su madre, también maestra, lo tuvo escondido bajo unos ladrillos de la cocina, durante todo el periodo de la dictadura militar. También conservo otro ejemplar del libro que en pleno franquismo editaron con una vietnamita (una especie de imprenta casera muy utilizada en la clandestinidad) Carles y Catxo, dos maestros anarquistas que dedicaron muchas horas nocturnas, mucho esfuerzo y mucha valentía, para que quienes nos iniciábamos en la reflexión crítica y el compromiso social dentro de la escuela, tuviéramos herramientas que nos ayudaran a pensar. Vengo a contar esto porque se cumplen 50 años ya de la primera edición en Chile de este libro, un referente fundamental en todas las propuestas de transformación social y educativa desde las perspectiva de los movimientos sociales.

Freire me ayudó de muchas maneras y fui creciendo en el modo de pensar la educación y la escuela alimentado por muchas de sus argumentaciones. Quiero recuperar ahora unas cuantas de esas ideas para que, si les apetece, las contrastemos con el devenir en estos 50 año de las políticas sobre la escuela. La primera de ellas tiene que ver con su concepto de dialogicidad y el criterio que la relación educativa es una relación de reconocimiento del sujeto, con experiencia y saber propios, punto de partida para la construcción de un conocimiento con conciencia crítica, marco conceptual y procedimental para las políticas de emancipación. Conviene recordar que Freire escribió este libro mientras permanecía exiliado tras el golpe militar en Brasil y desarrollaba su experiencia de alfabetización y educación popular entre el campesinado y el proletariado chilenos.

Quiero decir que confluían aquí, por un lado, una extraordinaria confianza en el ser humano y su capacidad de ser, saberse sujeto y, por el otro, un claro compromiso con el pensamiento crítico y los movimientos populares revolucionarios. En ese contexto y desde esa posición política Freire dice que la pedagogía debe hacerse “con él, y no para él” y debe ayudar a las mujeres y los hombres y a los pueblos, en su lucha incesante para recuperar su humanidad. La pedagogía freiriana, entonces, parte del reconocimiento de un saber experiencial y propone herramientas para tomar distancia crítica y construir un proceso alfabetizador que nos permita la comprensión histórica, dialéctica, de la vida cotidiana. La comprensión del mundo, y los conceptos y procedimientos con los que activamos esa comprensión no son depósitos del educador sobre el educando sino construcciones del propio educando problematizando el mundo.

También me pareció muy sugerente su invitación a organizarnos, en comunidades, movimientos, redes, desde las que conversar y regalarnos los saberes construidos en la experiencia práctica del compromiso emanipatorio. La iniciativa de los proyectos de educación popular en Latinoamérica y en el contexto español el surgimiento de los Movimientos de Renovación Pedagógica, deben mucho a esta propuesta. En todos estos casos, los enormes esfuerzos entre el movimiento docente por investigar y desarrollar propuestas didácticas innovadoras no eran ajenos al combate político contra las “culturas de dominación”, utilizando la expresión freiriana. Es decir, no había didáctica crítica sin un proyecto global de emanipación cultural y social.

No me ocuparía de recordar este aniversario si no tuviera en mente una pregunta generadora para decirlo en términos de Freire: ¿Qué hacemos hoy en nuestras escuelas si buscamos la emancipación de los seres humanos? Quizá una relectura de La Pedagogía del Oprimido nos ayudaría a encontrar respuestas y ponerlas en crisis, a compartir proyectos y a desarrollar programas de formación que pongan al profesorado en el centro de la toma de decisiones. Sin pregunta generadora, sin organización y sin espacios horizontales para la dialogicidad Freire se convierte en una simple cita para ilustrar con un marchamo progresista cualquier trabajo académico. Por cierto, olvidé comentar más arriba que en cada texto de Freire me tropiezo de un modo reiterativo con conceptos como lucha de clases, opresores y oprimidas ricos y pobres y otros de la misma familia discursiva. Quizá porque estamos sometidos a lo que Pablo Freire llamaba la “cultura del silencio”, casi me olvido.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2018/06/29/en-el-50-aniversario-de-la-pedagogia-del-oprimido/

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Qué tipo de maestro queremos en las normales

Por: Abelardo Carro Nava

La implementación al cuarto para las doce del “nuevo” modelo educativo para la educación normal, trajo consigo diversas reacciones en el subsistema normalista. Subsistema que, pocas veces, tiene reacciones como las que pudimos observar semanas atrás en diferentes medios de comunicación. Esto, derivado de la política que la Dirección General de Educación Superior para Profesionales de la Educación (DGESPE) impulsó de 2014 a la fecha.

Curiosamente, el tema que movilizó a diversos integrantes de las normales, no fue precisamente el de los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa, desaparecidos hasta el momento; tampoco, la falta de claridad en la aplicación de varios millones de pesos en las escuelas normales rurales del país; mucho menos, la implementación de unas normas que regulan, a partir de febrero, la vida interna de las instituciones formadoras de docentes. Se trató pues, como decía, de la implementación de un plan de estudios, inacabado y que pretende implementarse a partir del ciclo escolar 2018-2019.

El debate entre quienes demandamos un aplazamiento en dicha implementación para el ciclo escolar 2019-2020, y quienes estuvieron a favor de su puesta en marcha en un par de meses, fue intenso; lleno de momentos álgidos pero también, de posicionamientos que más allá de una probable confrontación que pueda existir entre ambas posturas, ha venido aportando un diálogo que me parece importante seguir haciendo: la educación normal que se brinda en México.

Ciertamente, por mandado constitucional, las escuelas normales no son autónomas; eso lo sabemos muy bien quienes nos encontramos inmersos en el ámbito educativo. Sin embargo, bien valdría la pena preguntarse si, a la luz de los distintos acontecimientos educativos que a diario se hacen latentes en nuestro país, la educación normal debe continuar o estar sujeta a las disposiciones y/o visiones del propio Estado o de las autoridades que actúan en nombre de ese Estado. Estoy hablando desde luego, de una autonomía institucional. ¿Similar a las de las Universidades? No lo tengo claro aún, lo que si sé es que urge que se visualice un esquema diferente y se conciba de manera diferente al medio normalista en comento.

En este escenario, un asunto que me pareció de lo más importante, tiene que ver con la participación de estudiantes normalistas de la Benemérita Escuela Normal Veracruzana (BENV) cuando, a partir del diálogo que su comité estableció para decidir si fijaban un posicionamiento o no, dada la información con la que se contaba en esos momentos sobre la puesta en marcha de ese “nuevo” modelo educativo; al final de día, optaron por emprender una manifestación en la que participaron dichos alumnos, personal administrativo y docente que labora en esa prestigiada normal de México.

Asunto nada menor si consideramos que la Normal Veracruzana “Enrique C. Rébsamen”, es una institución educativa donde las formas de organización académica, administrativa y estudiantil, propias del normalismo mexicano, cobran vida. Y cobran vida porque sus integrantes, han trabajado por muchos años en la formación de estudiantes que, una vez en servicio, logran enfrentar, con la capacidad y habilidades que el ejercicio docente requiere, los grandes retos y/o problemas que trae consigo el Sistema Educativo Mexicano (SEM).

Esta situación, aunada a la exposición de otros tantos jóvenes y maestros de otras escuelas normales que, debo decirlo, también se manifestaron – de manera digital vía redes sociales – a favor de la implementación de la propuesta curricular que la DGESPE vino trabajando, repito, de unos meses a la fecha; habla pues, de un normalismo vigoroso que tiene la preocupación y ocupación en y por la formación de los futuros maestros de México.

Lamentablemente, a la voz de una canción conocida por todos los mexicanos y cuyo estribillo dice: “los mariachis callaron”, la DGESPE, hasta el momento en que cierro estas líneas, guardó y ha guardado un silencio absoluto entorno a lo que a varios, me incluyo, nos preocupa y ocupa. Las razones, solamente el o los funcionarios que la representan la conocen. Puede deducirse, pero lo que no acaba de entenderse, es el por qué de ese silencio si, según se dice, fue una propuesta que gozó del respaldo de las normalistas de México.

En este sentido, es importante dejar en claro que, el normalismo mexicano es heterogéneo y, tal vez, complejo de entender. Las políticas que desde hace varias décadas y que los mismos gobiernos han implementado con el propósito de “impulsarlo” o detenerlo, han sido las que, muy probablemente, han propiciado esa heterogeneidad a la que hago referencia.

Una muestra de ello, fue precisamente las diversas expresiones que durante poco más de tres semanas se manifestaron con relación a este tema. Diversas, disímbolas, desiguales, heterogéneas, como sólo se viven en el normalismo en México. ¿Debilidad? En absoluto, cada una de estas escuelas normales tienen clara la misión que deben cumplir. No, no se trata de un deber abstracto ni de un imaginario infértil; se trata pues, de una formación con todo lo que la pedagogía y la didáctica implica.

Y es precisamente en estos dos últimos conceptos donde, desde mi perspectiva, se debe fortalecer el debate. No, no se trata de traer a colación una didáctica como la que Juan Amos Comenio planteaba en su momento. No, no se trata de fijar una postura radical a partir de la pedagogía clásica, por ejemplo. Se trata pues, de pensar y repensar qué tipo de maestro queremos. Y es ahí donde el aplazamiento cobra sentido porque, más allá de la posible “armonización” que debe darse con la educación básica, se tiene que partir no del modelo educativo que planteó la Secretaría de Educación Pública (SEP) cuya esencia se halla en una corriente neoliberal desgastada y cuyos resultados no han sido muy buenos, por cierto; se trata pues, de considerar las realidades que se viven en ese nivel educativo para que el docente o futuro docente se forme en consecuencia. ¿De qué sirve trabajar a través de lo que se conoce como “aula invertida” si las condiciones en las que viven millones de mexicanos no son las que se requieren para este propósito?, ¿de qué sirve la educación socioemocional si el gobierno no hace su parte y no trabaja para disminuir los índices de inseguridad que prevalecen y siguen creciendo en México?

Con negritas:

El 20 y 21 de junio, en la Ciudad de Saltillo Coahuila, la DGESPE comenzó con la “habilitación” de las mallas curriculares y los cursos que habrán de implementarse en las escuelas normales a partir de agosto de ese año; dicha “habilitación” podría ser pertinente si los cursos ya estuvieran concluidos, pero como aún no lo están, ese trabajo se queda así, entrecomillas y con puntos suspensivos.

Fuente: http://www.educacionfutura.org/que-tipo-de-maestro-queremos-en-las-normales/

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El proyecto andaluz ‘Repensar la Primaria’: entre el escepticismo, las dudas y la esperanza

Por: Pablo Gutiérrez del Álamo

Maestras y maestros se mueven entre la alegría de que les hayan tenido en cuenta y la desconfianza de que se produzcan cambios reales. La consejera Sonia Gaya se muestra optimista por el camino emprendido.

Allá por el mes de octubre, la consejera andaluza de Educación, Sonia Gaya, anunció que pondría en marcha un estudio en el que contaría con todos los centros de primaria, públicos y concertados, porque quería darle un vuelco a la educación primaria de la comunidad. Comenzaba así el embrión de ‘Repensar la Primaria’.

Durante el mes de diciembre, a duras penas en muchos casos, los colegios, algunos creen que las direcciones y no los claustros, respondieron a un cuestionario que para muchos era demasiado extenso y complejo, en el que Educación preguntaba decenas de cuestiones relacionadas con la situación de los colegios: recursos humanos y materiales, asignaturas, tutorías, metodologías…

Después de seis meses de espera, Gaya dio cuenta de algunos de los resultados que habían arrojado maestras y maestros de primaria. Lo hizo en Granada, en el Consejo Escolar de Andalucía, en un intento por hacer partícipe a la comunidad educativa de dichos resultados.

También anunció allí algunas de las medidas que quieren poner en marcha. Dos han sido las más llamativas, entre otras cosas porque han sido las únicas concretas hasta el momento. La contratación de 500 maestras y maestros el próximo curso. Llegarán a ser un total de 1.300 docentes en los próximrefos tres años, según la propia consejera anunció en el Parlamento hace algunos días. Se vendrían a sumar a la oferta de empleo público de este año que según confirma la propia consejera a este periódico rondará las 2.700 plazas de maestras y maestros. En Andalucía hay 49.500  maestras y maestros de primaria en el sistema público. Y poco más de 2.000 colegios públicos.

La gran incógnita será cómo se van a repartir esos nuevos docentes dentro del sistema. Al menos así lo entiende Eusebio Córdoba, maestro de primaria. Ve positiva la contratación de 500 docentes más, quién no, pero la duda será “cómo se articula eso”. Algunas de sus reticencias tienen que ver con la posibilidad de que entre los resultados de la encuesta haya habido peticiones que la Consejería no puede atender porque sean competencias del Gobierno central, por ejemplo.

Desde USTEA, Pedro del Pozo, responsable de acción sindical también afirma que la contratación de 500 maestras y maestros es positiva, aunque claramente insuficiente tras la pérdida el sistema educativo andaluz de 7.000 docentes en los últimos años. A lo que se suman las dudas sobre cómo se repartirá ese profesorado, con qué especialidades, en qué centros. Para el responsable sindical, lo más interesante sería que estos nuevos docentes fueran para recuperar en parte el personal de apoyo de unos centros que se ven asfixiados desde hace años. “Es muy poco , pero es un alivio”, sobre todo si se colocan bien esoas 500 plazas.

“Todavía debe haber negociación” con los sindicatos, afirma Gaya. “La intención, continúa, es que la mayor parte sean para refuerzo, para aligerar la sobre la atención a la diversidad, para que los maestros puedan rotar”, con perfiles de PT y AL.

La otra medida es la congelación de la asignatura de francés en 1º y 2º de Primaria, algo que, según los datos de la Consejería, habrían demandado la práctica totalidad de los más de 1.900 colegios públicos y concertados que contestaron a la encuesta.

Según fuentes conocedoras el proyecto de enseñar francés como segunda lengua en primaria se decidió por el anterior equipo de la Consejería y supuso la contratación de una gran cantidad de personas. Eso provocó problemas organizativos en los colegios, además de la necesaria supresión, por ejemplo, de horas de tutorías para poder acoplar estas clases de francés. La práctica totalidad de los centros pidieron esta supresión y la Consejería ha accedido.

Del Pozo critica que la decisión en su día se tomara de manera unilateral por el equpo de Educación. Tabién que ahora, sin haber hecho evaluación alguna, se decida ventilar el asunto. Según USTEA, habrá gente que decidió prepararse para el francés como una salida posible “y que se queda colgada”, aunque con esta decisión también se mejoran las posibilidades de entrar en la bolsa.

Una medida “totalmente lógica”, dice Córdoba, entre otras cosas, explica, porque mantener este segundo idioma podría haber supuesto la eliminación de plazas de trabajo de otras maestras y maestros en los centros públicos.

Buenas palabras. Sensación agriculce

Todo lo demás, en relación a las medidas que Educación tomará, se desconoce. Las palabras de la consejera no han concretado qué otras actuaciones se llevarán a cabo. Teniendo en cuenta, además, que en 2019 Andalucía vivirá elecciones autonómicas y el margen de maniobra real de Sonia Gaya es muy reducido, para empezar, por los tiempos parlamentarios.

La consejera anunció que se está trabajando en la redacción de protocolos para mejorar el tránsito desde primaria a secundaria, otra de las cuestiones señaladas en las encuestas. Siempre según los datos que la propia consejera hizo públicos en el Consejo Escolar andaluz. “Nos preocupamos, asegura Gaya, de los tránsitos entre etapas, desde infantil a primaria y desde esta a secundaria”.

También se está pensando cómo cambiar la organización de materias para poder dar más horas y peso a Lengua y Matemáticas, otro punto muy demandado; así como a la manera en la que se pueda dar respuesta a la posibilidad de que tutoras y tutores pasen la mayor parte de tiempo posible con su grupo clase.

A pesar del intento de Sonia Gaya de dar voz a sus claustros para recabar información con la que poder plantear mejoras a la educación primaria, la sensación que queda tras hablar con algunos docentes (que en no pocos casos prefieren conservar el anonimato), es que se ha hecho mucho ruido para el poco resultado que han encontrado.

“No queremos que nos pregunten más, queremos más recursos”, así se expresaba María Fernández (nombre ficticio) una maestra sevillana que prefiere quedar en el anonimato. Una maestra que señalaba, además, que ya trabajan 25 horas “a destajo”, horas lectivas, “más las que haya que echarle”. Sin contar que han de cubrir las bajas de compañeras y compañeros.

Una situación que se añade a la incongruencia de haber anunciado un programa de formación continua hace algunos meses según el cual maestras y maestros podrían pasar tres días en otros centros aprendiendo de otros compañeros cómo trabajan. ¿Cómo hacer esto si la Administración no cubre a quien se vaya tres días a otro centro? “Todo son aspavientos… y seguimos con los mismos maestros para un mogollón de niños”, asegura esta maestra.

“Yo entiendo el escepticismo. Soy consciente de que al principio la gente lo tenía. Pero demostramos que estamos en ello”, afirma a este periódico la consejera de Educación andaluza. Insiste, además, en que en relación a las medidas que tardarán en implementarse, se darán las razones para que esto sea así.

Una de estas medidas más lentas tiene que ver con la organización de las materias y las sesiones de 45 minutos, que podrían ampliarse hasta los 90 para que se dieran dos sesiones una detrás de otra. “Queremos flexibilizar el modelo”, asegura Gaya, pero para conseguirlo, primero, hay que realizar un debate. De hecho, asegura la consejera, el próximo curso se organizará un grupo de trabajo, en el que se incluirían los sindicatos, para hablar sobre nuevas formas de organizar el currículo.

El cuestionario

“¿Después de 30 años de gobierno socialista de verdad era necesario un cuestionario?”, esta duda, planteada por un docente que tampoco quiere dar su nombre, en buena medida flota sobre todo el proyecto. Un cuestionario de más de 40 preguntas que este docente califica como “infumable” y que fue realizado por un grupo de maestras, maestros, directivos de colegios públicos. Once personas que han pasado meses trabajando sobre el tema.

“Es un hito”, asegura José Alberto Martín, uno de los maestros y maestras que elaboraron el cuestionario por petición de Educación. “Es una idea estupenda, que den voz a los docentes para opinar sobre temas clave”.

Esta es la otra cara de la moneda de un proceso que ha levantado algunas ampollas entre el profesorado, que se ha movido entre el escepticismo y la alegría. “Hay cansancio del profesorado de que nos consulten mucho y no se haga nada”, asegura Fernández.

Martín, como el resto del equipo llamado por Educación, han preferido mantener el perfil bajo sobre el cuestionario, el trabajo previo y los resultados de los que habló Sonia Gaya en el Consejo Escolar de Andalucía. Y remiten al equipo de la Consejería para cualquier respuesta sobre este asunto.

“Estoy contenta de iniciar este camino” asegura Gaya. Un camino en el que ella misma enumera medidas de aumento de plantilla docente, de otras organizativas, en relación a la renovación de metodologías o a la gestión de los centros.

Muchas cosas que hacer por delante en un tiempo récord  dados lo que queda de legislatura.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2018/06/20/el-proyecto-repensar-la-primaria-entre-el-escepticismo-las-dudas-y-la-esperanza/

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