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La mitificación de las clases medias: estratificación y relaciones sociales

Por: Inquietud y conciencia

Durante los últimos dos siglos ha habido transformaciones considerables en la jerarquización y división social del trabajo; con ello, se ha tenido la impresión de que la estructura de clases ha cambiado por completo. Esta impresión se traducía en un eslogan que representaba los siglos dorados del capitalismo, donde las contradicciones sistémicas no resonaban en los países centrales, durante los periodos de expansión material. El eslogan reflejaba lo siguiente: “¡Es posible el ascenso social! ¡Han triunfado las clases medias!”.

Esta teoría tiene tanto de niebla como de desorientación, pero remite y apela, sin duda, al contexto que le es su suelo, su humus y su agua. Si durante el s. XIX, las condiciones laborales rozaban la servidumbre y miseria más tangibles, la acelerada proletarización y el ritmo de acero de las fábricas, el riguroso rugir y disciplina del capataz, el hacinamiento urbano, el despojo del control sobre los recursos y las antiguas formas de trabajo (el campesinado, el artesano, etc.) auspiciado por la industria; a finales del s. XX sobre todo, el contexto era bien distinto, si nos centramos en Occidente: el crecimiento estadounidense, la recuperación de Europa; la sociedad de consumo y un modo de producción estable, por ello, un mercado laboral también estable; la “pacificación” de posguerra, la democracia moderna y el Estado de Bienestar; etc. El paso, en suma, de una sociedad que hacía resonar los efectos nocivos del capitalismo, conscientes de la desigualdad de clases, a una sociedad que ha sido paliada por los efectos narcotizantes de una etapa de estabilidad, crecimiento y artificioso consenso entre capital y trabajo

El mito de las clases medias remite a esta época, la cual ha ido decayendo hasta nuestros días; empero, todavía con los resquicios discursivos de este infalible marketing. Nos parece que esta confusión sobre las clases medias, la cual ha desvirtuado todo análisis estructural sobre las clases sociales en nuestras sociedades, se atiene a este cambio de paradigma social que sobreestima una consecuencia coyuntural (un periodo de expansión material y políticas bienestaristas) y deja de lado todo conocimiento histórico y profundo de la realidad social. Las clases sociales no son entidades formales, al menos no debieran comprenderse por la conglomeración de unos caracteres sociales que configuran perfiles, sino comprendiendo las relaciones sociales que le subyacen, lo demás es consecuencial. Las relaciones de producción, la relación entre trabajo y capital, desvelan la existencia de una clase desprovista de control sobre los recursos y los medios de producción, la trabajadora, y otra propietaria de los medios de producción (incluyendo la fuerza de trabajo, de la que extrae valor), la burguesa.

¿Por qué, entonces, toda esa niebla contemporánea sobre esta teoría? Sin duda alguna por lo que anteriormente comentamos: el contexto dicta y los sujetos hablan. Se ha impuesto una interpretación sobre las clases sociales que encaja sin oposición alguna en la cultura moderna, que no concibe “lucha de clases”.

El análisis de Erik Olin Wright(1983) resulta relevante, ya que concibe que la división social del trabajo ha provocado en las sociedades de capitalismo avanzado situaciones de clase objetivamente contradictorias, y no una disolución de la propia estructura relacional entre capital y trabajo. A lo largo del desarrollo histórico del capitalismo, se nos hace hincapié en tres procesos clave, los cuales han transformado las formas de producción de plusvalía y, con ello, los perfiles que ocupan los trabajadores en la escena productiva: 1) variaciones en torno a la “pérdida del control sobre el proceso de trabajo por parte de los obreros”, 2) “la diferenciación de las funciones del capital” y 3) “el desarrollo de jerarquías complejas”. Todos estos procesos han tenido una dirección clara, a tenor de la concentración del capital, del triunfo de una fase del capitalismo monopolista, en las sociedades contemporáneas:

1) Si las fábricas del s. XIX fueron motivo de la pérdida del control sobre los recursos y medios de subsistencia de la clase trabajadora, ahora existe una mayor participación y control obrero sobre estos.

2) El capital se ha diferenciado funcional y parcialmente: “la concentración de capital y la centralización crecientes han estimulado, por dos razones, la diferenciación de la propiedad económica [“el control de qué se produce”] y la posesión [“el control de cómo se produce”]” (Wright E., 1983, p. 62). Una diferenciación dada debido al aumento de la escala de la producción, en aras de potenciar su competitividad y concentrar el capital, resultando inviable e imposible la ocupación de los mismos individuos en ambas funciones.

3) Se han complejizado las jerarquías a lo ancho y largo de toda la cadena productiva, donde el control sobre los medios de producción y la fuerza de trabajo adquiere distintos estratos: desde altos directivos hasta los trabajadores directos, ocupados en la producción de mercancías. Asimismo, en lo relativo a la propiedad económica, se ha disipado con el paso de la historia la figura del empresario industrial único, para existir también distintos estratos en la gestión de las inversiones y recursos, “distintos niveles de propiedad económica”: con propiedad económica plena, los altos ejecutivos de empresa; a un nivel inferior, ejecutivos y directivos que participan en las decisiones sobre inversiones (específicas o globales) y, dotados de propiedad económica mínima, quienes tienen control sobre lo que se produce en todo el proceso de trabajo inmediato (ibídem, p. 64-65).

Todos estos procesos han originado “situaciones contradictorias dentro de las relaciones de clase”. Partimos de que las clases sociales se fundamentan en las relaciones de producción, en la posición que adquiere la clase capitalista, control del proceso productivo y de acumulación, y la clase trabajadora, excluida de todo ese proceso y sin control sobre las relaciones de autoridad establecidas en el proceso de trabajo. En el contexto que hemos expuesto, observamos que existen posiciones intermedias y contradictorias entre clases: los supervisores de los trabajadores (control sobre la fuerza de trabajo, nivel jerárquico superior; empero, sin poder real, al servicio de estratos superiores), “tecnócratas” (relativa autonomía en su trabajo, posicionado en la jerarquía de la empresa), pequeños patrones (“funcionarios de las grandes empresas”), trabajadores semiautónomos, etc.

Esta interpretación es, sin duda, más consecuente con el desarrollo histórico del capitalismo, la realidad de que las “clases medias” no son sino la consecuencia de todas estas condiciones y procesos socioeconómicos, son estratos, no clases sociales independientes. El retorno a una fase de recesión, el detrimento de la economía real y la expansión financiera desde los años 70, ha cuestionado el eslogan de “la nueva clase media”: las contradicciones emergen y, con ello, los grandes costes sociales y la enorme polarización entre clases que ha ido gestándose. La estructura de clases propia del capitalismo no ha cambiado en esencia, de resultas; pues no lo han hecho las relaciones que las fundamenta.

Por otra parte, la financiarización de la economía provoca que las empresas ya no sean posesión de lo local ni de sus gerentes, sino de sus accionistas. Este es un hecho de crucial importancia, pues vira el camino objetivo desde una perspectiva largoplacista a otra gobernada por el máximo beneficio en el menor tiempo posible. Las implicaciones de lo relatado en el trabajo y en la estructura social son dramáticas, pues, como analiza Richard Sennett tanto en La corrosión del carácter (1998) como en La cultura del nuevo capitalismo (2006), se pierde la mentalidad del “artesano” conocedor de su labor y con una fuerte identificación con su trabajo y con definición de la persona por el oficio que tiene – el ejemplo de los panaderos en la obra de La cultura del nuevo capitalismo (2006)- en favor del trabajador consumista, el cual carece de dicha identidad laboral, no siente pertenencia ni en su empresa, en la que está de paso, ni en su oficio, en el que está igualmente de paso.

Tanto en las obras de Sennett como en el documental de Noam Chomsky Réquiem por el sueño americano se aporta otro factor igualmente importante: la deslocalización de la producción. Esta característica del capitalismo flexible provoca -como también señala Dani Rodrik en La paradoja de la globalización (2011)- un aumento de la competencia en la clase obrera del Occidente industrializado – y cada vez más desindustrializado- por parte de países “en vías de desarrollo” con una mano de obra más barata que provoca una dinámica a la baja en los salarios de los obreros de Occidente. Zygmunt Bauman en el capítulo dedicado al trabajo, en su Opera Prima, Modernidad Líquida (2005), habla de que la causa principal de esto es la categorización del mismo trabajo como una mercancía más, sujeta por ende a los mismos mecanismos del “libre mercado”.

De aquí se deduce que el estrato social más desfavorecido con el nuevo diseño de la economía sea la clase obrera, en concreto la clase obrera del “Primer Mundo” en favor de una industrialización de países antes periféricos (Brasil, India, China, etc.) con el correspondiente ascenso en estos de su respectiva clase media -aunque en condiciones totalmente distintas, no se definen en los mismos términos, la clase media de esos países es mucho más barata para las gigantescas multinacionales que las clases medias de Occidente-.

También Bauman desarrolla en Globalización: consecuencias humanas(1998) una perspectiva de desigualdad diferente. como enfoca Bauman el tema en el hecho de que “el poder desplazarse” se ha convertido de alguna manera en “una nueva forma de capital” y fuente de desigualdad, en tanto que sus consecuencias en la vida de los individuos para las élites globalistas y los acomodados satisfechos poseen la posibilidad de desplazarse en el espacio -una agenda global- y para la mayoría la inmovilidad. La élite se libera de la jaula de hierro weberiana y el resto siguen en una aún mayor si cabe (Bauman, 2005).

Así, el capitalismo, como sistema histórico, tras un breve período en el que las transnacionales y empresas estaban limitadas por un tejido de fuerzas sociopolíticas y por la regulación estatal, materializado en un pacto entre capital, trabajo y Estado, que tuvo la finalidad de establecer las condiciones de paz y estabilidad a nivel doméstico, retomó el camino que siempre le ha caracterizado, la maximización de beneficios, lo obvio en una sociedad de mercado.

Por ello, la globalización neoliberal está originando una creciente polarización social, especialmente en los países Occidentales que son los más afectados tras la crisis iniciada en el año 2007-2008(disminuyendo así la percepción de la pertenencia a las clases medias) ,en la que una minoría aglutina cada vez de manera más acentuada el control de la riqueza (un 1% que tiene alrededor del 19% subordinado a sus intereses) mientras que se incrementa el porcentaje de la población que sigue perdiendo poder adquisitivo e incluso no tiene garantizadas las condiciones vitales más básicas (alimentación, vivienda, etc.). El estudio The network of Global corporate control (2011) llevado a cabo en la Escuela Politécnica de Zurich da buena muestra de la acumulación de riqueza en una minoría, ya  que de 43.060 transnacionales, 737 de éstas disponen del valor de las acciones del 80% del total, es decir, son filiales que controlan de manera directa o indirecta y extendidas a por diversos países, a lo que hay que añadir que 147 corporaciones, de las cuales el 75% pertenecen al sector financiero, poseen el 40% del valor de todas las transnacionales del mundo.

La flexibilización del mercado de trabajo, la pérdida de derechos laborales y sociales, la reducción del gasto social, la desigualdad, la inseguridad e incertidumbre vital es la dirección que va a seguir manteniendo el sistema en pos de la lógica mercantil, en detrimento de las clases trabajadoras en mayor medida, y en mucho menor medida, de la clase media, pues el neoliberalismo ha sido un gran éxito ideológico, político y cultural en el imaginario colectivo, es decir, forma parte del sentido común (Harvey, 2007). La plutocracia, el gobierno de los ricos es lo que hay instaurado, en la que organismos supranacionales (BCE, FMI, Comisión Europea…), con los respectivos tratados comerciales internacionales (TTIP, CETA…) están al margen de todo control colectivo e instrumentalizan a los Estados, a la par que los políticos y legislación de éstos lo permiten( relación bidireccional), para consolidar y perpetuar sus privilegios e intereses.

A pesar de ello, impera una percepción, promovida en parte por la ideología hegemónica, de que la clase media a nivel global está in crescendo y que representa a buena parte de la población global. Si bien es cierto, que éstas han aumentado especialmente en Indochina, en los tigres asiáticos, en América Latina y menos en África, debido también a las políticas de corte keynesiano y al desarrollo económico de los BRICS (deslocalización y expansión geográfica del capitalismo en una tesitura de caída de rentabilidad de capital que se inicia a finales de la década de los 60), posibilitado por la globalización y la crisis de hegemonía de EE.UU que se inicia con la expansión financiera de la economía. No obstante, como Milanovic indica (2012), la clase media no ha terminado siquiera de eclosionar. Además, encontramos una problemática conceptual, de definición de lo que es considerado clase media, ya que en los países del “Tercer Mundo”, el límite de la renta más elevado de la clase media sería enmarcado por debajo del umbral de la pobreza que se emplea en los “países desarrollados”, lo cual infla el número de personas pertenecientes a ésta.

elite.jpgAutor de la ilustración: Dirty_money

Como Wallerstein señala (1988), los movimientos antisistémicos se establecieron por primera vez en un sistema histórico de manera estructurada durante el capitalismo. Pese a ello, las fuerzas subalternas han perdido toda capacidad trasformadora y de equilibrio social que desempeñaron en el pasado, nos encontramos ante una gran desmovilización. En líneas generales, los movimientos que han surgido (15 M y Occupy Wall Street), en realidad, no ponían en tela de juicio el statu quo, sino que anhelaban un retorno del nivel de vida y de consumo anterior.  En las sociedades actuales predominan formas de control social mucho más eficientes que garantizan la perpetuación del sistema vigente, como la psicopolítica, es decir, la propia autoexplotación, más difícil de identificar, que junto a las condiciones que propician la formación de estructuras caracterológicas sumisas y pasivas, posibilitan la reproducción del orden social, pues no debemos olvidar que el carácter social se traslada al individual (Reich 2005), a través de los agentes de socialización (escuela, familia, medios de comunicación y estado). La industria cultural (Horkheimer y Adorno, 2016), bajo la aparente pluralidad política e ideológica, está al servicio del afán de lucro, la banalidad y el consumo. Así, el pensamiento único caracteriza a lo que Marcuse (2016) denomina “hombre unidimensional”, impulsado por el individualismo, hedonismo y conformismo, llegando a un nivel de alienación sin precedentes.

Amando Tarí Sirvent

Antonio Cantó Gómez

José Manuel Zaragoza Quesada

Bibliografía

Bauman, Zygmunt. Globalización: consecuencias humanas. Madrid, Fondo de cultura económica (1998)

Bauman, Zygmunt. Modernidad Líquida. Madrid, Fondo de cultura económica (2003)

Harvey, David. Breve historia del neoliberalismo.  Madrid, Akal (2007).

Horkhaimer, Max y Adorno, Theodor. Dialéctica de la Ilustración. Madrid (2016).

Marcuse, Herbert. El hombre unidimensional. Austral. España (2016).

Milanovic, Branko. Los que tienen y los que no tienen. Alianza Editorial. España (2012)

Reich, Wilhelm. Análisis del carácter. Paidós. España (2005)

Rodrik, Dani. La paradoja de la globalización. Antoni Bosch (2011)

Sennett, Richard. La corrosión del carácter. Madrid, Anagrama (1998)

Sennett, Richard. La cultura en el nuevo capitalismo. Madrid, Anagrama (2006)

Vitali, Stefania; Glattfelder, James y Battiston, Steffano. The network of Global corporate control. Instituto Politécnico de Zúrich. Alemania (2011). Disponible en: http://journals.plos.org/plosone/article?id=10.1371/journal.pone.0025995

Wallerstein, Immanuel. El capitalismo histórico. Siglo XXI. España (1988).

Wright, E. (1983). Clase, crisis y estado. Madrid: Siglo Veintiuno de España, pp. 23-104.

Fuente: https://inquietudyconciencia.wordpress.com/2018/10/26/la-mitificacion-de-las-clases-medias-estratificacion-y-relaciones-sociales/
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Metabolismos del ego

Por: Fernando Buen Abad

Si la medida de la salud (suponía Freud) es “la capacidad de amar y la capacidad de trabajar”[1], todo se desfigura cuando la capacidad se reduce a sólo amarse a sí mismo y la capacidad de trabajar radica en esforzase sólo para sí sometiendo, además, el trabajo de otros al beneficio de uno solo. Reina el amor por el individualismo para romper con la comunidad. El ego es inseparable de la lucha de clases, y los opresores han encontrado -siempre- argumentos de sobra para justificar su preminencia sobre los oprimidos. O se creen dioses o se creen semidioses; o se creen emisarios de la (o las) divinidades o de plano se creen mejor dotados por la “raza”, la “genética”, las “bellezas”, la “inteligencia” o la “suerte”… con todas sus combinaciones. Y no hay quién les aguante el ego[2].

Metabolismos del ego

La egolatría es una enfermedad inclemente. Un mundo enfermo de belicismo rentable, enfermo de usura bancaria, enfermo de guerras mediáticas… sufriendo hambre, analfabetismo, corrupción, represión y humillaciones infinitas contra los más desposeídos. Un mundo destazado por terratenientes, exhausto de contaminantes, atrofiado de mercantilismo y bañado en sangre de todas las violencias del poder dominante… es un mundo enfermo al que le ha costado demasiado encontrar el remedio para todos sus males: la superación del capitalismo que se adueñó del poder del dinero, del poder de las armas, del poder de los medios y del poder del insulto contra los dominados. El principio de comunidad demolido por la individualidad de los ególatras.

El ego inflamado, de sí y por sí, es uno de los sub-productos más odiosos, que rompe el cúmulo de las relaciones sociales y se produce en ese punto donde se patologízalo individual cuando domina la negación del conjunto. Son muchas las fuentes y las causas por las cuales una persona sube a las cumbres de sí mismo para quedarse a vivir ahí donde el paisaje es perfectoporque todo lo que ve es el reflejo de su persona en todas “sus obras”. Incluso en las que no existen. Son muchas las argucias del sistema económico e ideológico dominante que, incapaz de inspirar respeto por sus valores morales, se empeña en imponer amor por lo puramente individual incluso cuando su mérito único, a falta de contribución al bien común, radique a en amarse a sí mismo. Y son interminables las invenciones de la clase dominante para ahogar en ego todo sueño de vida buena en comunidad. Con la moraleja del “rico que se hace solo”, del talento que “nada le debe a otros”, del “golpe de suerte” como destino inmutable para los que nacen “en buen cuna”… tenemos un fanatismo histórico empeñado en postrar a la comunidad humana ante los atrios del “ego” que se adueñó de todo.

Para el ego se filman películas, se imprimen revistas con sus portadas, se editan libros, se escriben canciones y se despliega una parafernalia descomunal planetaria que hoy ya es, además de un daño severo por contaminación visual y sonora, un asco mundial por el regodeo de la nadería a cambio de la fachada del individualismo. Desde las empresas y los gobiernos hasta las familias, las escuelas, las oficinas y las iglesias. Egos para toda ocasión, para todo lugar y para cada momento. Egos desorbitados en las campañas políticas y en las campañas publicitarias… egos en los libros de historia y en las histeria de los libreros. Egos para la dama y egos para el caballero. Niños y niñas, ancianos y ancianas. El ego es el opio de los pueblos. También.

Nadie se salva, unos más y otros menos, la inflamación de los egos es una pandemia que debemos atender, mientras podamos, y antes de que lleguemos al delirio cotidiano de pensar que todo lo que ocurre, lo que se habla o lo que se calla, sucede por nuestra persona y en función de nuestras muchas (autoproclamadas) “virtudes”. Urge intervenir antes de que toda conversación, propia o ajena, creamos que se refiere a nosotros y que tenemos siempre el derecho de intervenir en cualquier charla, contando los anecdotarios más individuales, aunque no venga al caso o aunque a nadie le importe pero creamos, absolutamente convencidos, que vienen al caso y que a todos les importa. Y no hay vacunas en el mercado porque el mercado, precisamente, está intoxicado de ego virulento. Es su garante.

No es lo mismo el aprecio profundo por los valores y por las luchas que, encarnadas en personas, representa a comunidades o pueblos. No es lo mismo el orgullo o el honor que experimenta aquel que todo lo da para el beneficio de la comunidad sin esperar encumbrar su ego con lisonjas de ocasión. No es lo mismo el respeto de los compañeros por aquel que se desprende de sí para fundirse en lo común haciendo de lo individual pieza indisociable de la colectividad. En la teoría y en la práctica de todos los días. No es lo mismo, en suma, la lucha del que se entrega a la lucha de todos por una comunidad organizada para sí y en ella hace su identidad para que lo identifique el colectivo como un ser de lo colectivo. Eso es nuestro conjuro contra el ego convertido en ideología por la clase dominante.

Si como Marx pensaba la “personalidad” es el producto del conjunto de las relaciones sociales, estamos obligados a desplegar herramientas para la crítica de tales relaciones sociales envueltas por las relaciones de producción dominantes. Estamos obligados a propiciar los escenarios y las experiencias donde, cada día y a cada hora, recordemos que somos lo que somos gracias a la historia que han forjado los pueblos sobre los hombros de sus luchas, mientras han padecido todos los desplantes del ego y el individualismo generados desde la clase dominante como la moral en la que debemos forjarnos. Como si eso fuese un triunfo moral. Estamos obligados a desplegar todas las herramientas del pensar crítico que es una de las más grandes conquistas sociales de la humanidad porque el grado de desarrollo social depende del grado del desarrollo y diversidad del pensamiento en la práctica. Pero es necesaria la igualdad y la justicia para que pensamiento y desarrollo no sean privilegio de unos cuantos. Piénsalo sin el ego de la clase dominante.

 

[1]Aproximación al Concepto de Salud Mental Vigente desde una Perspectiva Psicoanalítica https://revistas.unc.edu.ar/index.php/aifp/article/viewFile/13197/13397

[2]http://dle.rae.es/?id=EQoDoir

Fuente: https://www.telesurtv.net/bloggers/Metabolismos-del-ego-20180910-0006.html

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Consideraciones acerca de la categoría Modo de Producción en la economía política marxista.

Por: Emilio José Silva Chapellín

Resumen

En general, cuando se abordan ciertas categorías de la economía política marxista, por diversas razones surgen interpretaciones erradas o descontextualizadas que limitan (e incluso cercenan) el potencial transformador del marxismo como arma de emancipación destinada a los sectores oprimidos por el capitalismo, y en particular para la materialización del socialismo del siglo XXI en Venezuela y en otros escenarios donde existe el riesgo de que la confusión y el extravío ideológicos frenen, anulen o desvíen la lucha revolucionaria por una sociedad sin clases y sin explotación. Una de esas categorías es la de modo de producción, que ameritan un debate a fondo en torno a las siguientes cuestiones: ¿Qué es un modo de producción? ¿En qué forma se articulan sus componentes? ¿Es una categoría de orden exclusivamente económico? ¿Se vincula o no con la cultura? ¿Es ajeno a factores jurídicos, políticos e ideológicos? ¿De qué manera se le asocian en caso contrario? ¿Cómo se puede clasificar? ¿Existen un modo de producción socialista y otro comunista? ¿Cómo se relacionan el socialismo y el comunismo según sea la respuesta a la interrogante anterior? Finalmente, se expondrán de manera sucinta los planteamientos resultantes de la investigación efectuada para intentar dilucidar las interrogantes anteriores.

Palabras Clave: Modo de producción, relaciones sociales de producción, formación económico-social, socialismo, comunismo.

La naturaleza y la actividad productiva del ser humano

Ante todo, y al igual que el resto de los seres vivientes, el ser humano es producto de la naturaleza por más que lo llegue a ignorar, y no se puede desligar de esta por más que así lo desee. Su pensamiento y conciencia son portados en su propia corporeidad, constituida de materia sometida al desgaste y a renovación constantes a lo largo de su vida, circunstancia que lo obliga a buscar de crear los medios que le permitan preservarla. Debido a esto, Carlos Marx y Federico Engels (1845: 19) aseveran que el ser humano se hace distinto de los animales “a partir del momento en que comienza a producir sus medios de vida, paso éste que se halla condicionado por su organización corporal. Al producir sus medios de vida, el hombre produce indirectamente su propia vida material”.

Esos medios de vida obtenidos o creados por el ser humano no tienen otro origen material originario e inmediato que la naturaleza, pudiéndose afirmar que si el ser humano es una de tantas expresiones orgánicas de esta, de forma análoga la naturaleza deviene en expresión inorgánica de la vida humana (Marx, 1844: 37). Entre otras cosas, esto quiere decir que el ser humano se vincula consigo mismo cuando se liga con la naturaleza, a la que metafóricamente se justifica llamarla “madre naturaleza” pues, aparte de provenir de allí el ser humano, esta es su fuente primaria de materia y energía al transformar todo lo que esta genera para producir los medios que sean susceptibles de servir a su existencia. Por un lado, todo lo que modifica de la naturaleza implica que este se modifica a sí mismo. Por otro lado, sin el uso coloquial que usualmente se emplea para el término trabajo, desde el punto de vista de la economía política marxista este representa un proceso metabólico entre el ser humano y la naturaleza (Marx, 1867-1890: 215, 216).

Relaciones Sociales de Producción y sus tipos generales o específicos

Ningún ser humano posee la sumatoria total de conocimientos, facultades, destrezas y capacidades necesarias y suficientes para sobrevivir, solo y por su propia voluntad, ante las fuerzas de la naturaleza y extraer de esta los insumos requeridos con el fin de asegurar su propia existencia material. Para lograr ese cometido, se ve obligado a establecer vínculos o relaciones con otros seres humanos durante las distintas épocas en que ha buscado de reproducir sus condiciones materiales de vida, Marx concluyó que:

En la producción social de su vida, los hombres entran en determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción, que corresponden a un determinado grado de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. Estas relaciones de producción en su conjunto constituyen la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la cual se erige la superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social.

El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de vida social, político y espiritual en general (1858-1859: 7).

En esta cita Marx se refiere al modo de producción de la vida material, sobre lo que es pertinente hacer dos precisiones. La primera tiene que ver con las relaciones de producción que conforman la estructura económica (Marta Harnecker, 1972: 84) de una sociedad, y que rigen a los individuos participantes en el proceso de creación de productos o bienes materiales (a quienes se les denomina agentes de producción según Harnecker, 1972: 38), las cuales se dividen en relaciones técnicas de producción (definidas como “formas de control o dominio que los agentes de la producción ejercen sobre los medios de trabajo en particular y sobre el proceso de trabajo en general” como indica Harnecker, 1972: 37) y relaciones sociales de producción (siendo las “que se establecen entre los propietarios de los medios de producción y los productores directos en un proceso de producción determinado, relación que depende del tipo de relación de propiedad, posesión, disposición o usufructo” que mantengan con los medios de producción tal como asevera Harnecker, 1972: 43). Dicho en términos sucintos, las relaciones técnicas de producción se dan entre personas y medios de producción, y las relaciones sociales de producción se dan entre unas y otras personas a través de los medios de producción.

Sin desestimar la importancia de las primeras, vale recalcar que las segundas caracterizan históricamente con mayor exactitud a la sociedad donde ambas se manifiestan, en el sentido que un mismo medio de trabajo (expresión del desarrollo científico-técnico alcanzado para el momento de su uso y asociado a relaciones técnicas de producción) puede tener un manejo condicionado según las diferentes relaciones sociales de producción existentes a lo largo del tiempo. Para Harnecker (1972: 43), cada una de estas relaciones específicas pertenece a uno de los dos tipos generales de relaciones, que pueden ser:

1) De explotación (explotador-explotado), existente cuando los propietarios de los medios de producción viven del trabajo de los productores directos. Las relaciones sociales de explotación pueden ser específicamente esclavistas (el amo es propietario tanto de los medios de producción como de la fuerza de trabajo del esclavo), serviles o de servidumbre (el señor es propietario de la tierra y el siervo depende de ese señor, debiendo trabajarle gratuitamente una cierta cantidad de días al año), y capitalistas (para poder vivir el obrero debe venderle su fuerza de trabajo al burgués, quien es el propietario de los medios de producción).

2) De colaboración recíproca, establecida cuando se ejerce la propiedad social sobre los medios de producción y ningún sector de la sociedad vive de la explotación de otro sector. Un ejemplo de relaciones sociales de cooperación mutua lo constituyen las que se establecieron entre los miembros de las comunidades primitivas, y que con base en la perspectiva de Marx se pueden denominar relaciones comunistas de producción.

No tener establecida la distinción entre relaciones técnicas y relaciones sociales de producción podría acarrear una postura cientificista sobre el avance de la historia y la economía (donde las ciencias son los únicos factores que motorizan a ambas), pues si bien es cierto que los adelantos técnicos obtenidos por el avance de las ciencias naturales y aplicadas permiten distinguir períodos históricos, sin embargo el empleo de esos avances en el impulso de las fuerzas productivas es determinado según las relaciones sociales de producción vigentes, pues estas determinan las relaciones técnicas de producción a las que les dan su carácter histórico específico mientras estas últimas sirven de soporte a las primeras (Harnecker, 1972: 39, 41).

Un ejemplo interesante de esa determinación lo constituye el referido por Alan Woods (sf: 65-67) sobre la civilización romano-helénica, signada por las relaciones esclavistas de producción. Durante su existencia se efectuaron grandes avances en todos los campos del conocimiento que, de habérsele dado un uso práctico para la época, pudieron incrementar las fuerzas productivas así como generar una revolución industrial y científico-técnica, pero esto no ocurrió pues era abundante la oferta de mano de obra esclava barata, por lo que la baja productividad individual de cada uno de los esclavos se compensaba con lo barata que era la fuerza laboral del resto de esa masa oprimida, siendo por tanto innecesaria la aplicación de tecnología que permitiera ahorrar trabajo humano, más concretamente mediante el uso de maquinaria costosa y delicada, no pudiendo los esclavos depender de su cuidado y mantenimiento. Además, como el mercado de productos refinados era exclusivo para una minoría rica, este hecho no estimulaba la producción en masa. Adicionalmente, el concepto de trabajo era visto como algo infame y degradante donde imperaba la esclavitud.

Quedará como ejercicio para la imaginación la posibilidad de que durante la época del imperio romano los esclavos manejaran tractores mientras recibían latigazos, en lugar de salarios, al culminar su jornada de trabajo, así como que al contrario cada uno de los obreros del grupo de Empresas Polar percibieran salarios, por colocarse un yugo en el cuello y dejarse arriar por otro obrero, para horadar la tierra y cultivar el maíz que los burgueses dueños de esa corporación le compran a los productores de esa planta alimenticia.

Las relaciones (técnicas y sociales) de producción no podrían manifestarse con la ausencia de las fuerzas productivas, cuya importancia no se desmerita pese al papel relevante de las primeras respecto a las segundas. De acuerdo a Jutta Schmitt (2008: 5), el elemento más dinámico de la producción lo constituyen las fuerzas productivas debido a que “la interacción entre el mejoramiento constante de los medios e instrumentos de producción por un lado y el aprendizaje y conocimiento humano por otro lado, lleva a un perfeccionamiento continuo de ambos y eleva la eficiencia, el crecimiento y la expansión o ampliación de la producción”.

Sobre la definición de Modo de Producción

Con el párrafo anterior culmina la primera precisión, acerca de las relaciones de producción, en la cita donde Marx menciona el modo de producción de la vida material. La segunda precisión es que la manera como el ser humano crea sus condiciones materiales de vida se confunde o se toma (por muchos autores según Harnecker, 1972: 137) como el único significado posible de la categoría modo de producción, interpretando su interacción con factores jurídicos, políticos e ideológicos bajo una relación causa-efecto del primero respecto a los segundos. Si esto es así, de acuerdo a M. Rosental y P. Iudin (2004: 322, 323), el modo de producción es un:

Modo, históricamente condicionado, de obtener los medios de subsistencia (alimento, vestido, vivienda, instrumentos de producción, etc.) indispensables para poder vivir y desarrollarse. El modo de producción constituye la base determinante del régimen social. Según sea el modo de producción, serán la sociedad misma, sus ideas dominantes, sus concepciones políticas, sus instituciones. Sobre la base del cambio del modo de producción se modifica también todo el régimen social (…) El modo de producción posee dos aspectos inseparables: las fuerzas productivas y las relaciones de producción. Las fuerzas productivas son el factor determinante del modo de producción, constituyen el factor más revolucionario. El desarrollo de la producción social se inicia con un cambio en las fuerzas productivas; luego ocurren las correspondientes transformaciones también en la esfera de las relaciones de producción (Ley de la correspondencia entre las relaciones de producción y el carácter de las fuerzas productivas). Las relaciones de producción, que se desarrollan en dependencia de las fuerzas productivas, ejercen a su vez, sobre estas últimas, una activa influencia. Las relaciones de producción aceleran el avance de las fuerzas productivas, son el motor principal del desarrollo de estas últimas si les corresponden; por el contrario, retrasan y retienen el avance de las fuerzas productivas, se transforman en el principal freno de su desarrollo, cuando dejan de corresponderles. Semejante falta de correspondencia provoca un agudo conflicto y una contradicción entre las nuevas fuerzas productivas y las viejas relaciones de producción, lo cual conduce, inevitablemente, a la revolución social.

En medio de esta definición se expone que un modo de producción tiene un componente dado por las fuerzas productivas (compuestas a su vez por la fuerza de trabajo y los medios de producción o de trabajo tal como explica Harnecker, 1972: 57-59), y otro dado por las relaciones de producción, de las cuales ya se ha visto que son predominantes las relaciones sociales de producción. El carácter general o específico de estas últimas sirve para clasificar a los modos de producción. Por ejemplo, si las relaciones sociales de producción son de explotación (relaciones explotadoras de producción), entonces se tiene un modo explotador de producción, y si esas relaciones sociales de producción son de orden feudal (relaciones feudales de producción), se está en presencia de un modo de producción feudal.

Sin restar la validez que tienen los planteamientos dados en la anterior definición sobre modo de producción (como la influencia recíproca entre las relaciones de producción y las fuerzas productivas), de la misma se puede desprender un reduccionismo economicista pues se toma la totalidad del modo de producción únicamente como el modo de producción de las condiciones materiales de vida, lo que en realidad representa solo el aspecto económico de esa categoría, expresado en las vertientes tanto técnica como social de las relaciones de producción.

En la definición citada de Rosental e Iudin están ausentes aspectos como el cultural, en el entendido de especificar como cultura el modo o manera como el ser humano organiza y emplea todo lo que permita satisfacer sus necesidades (y por ende garantizar su existencia), tal como se desprende de Ludovico Silva (1982: 29) cuando cita a Samir Amin. Efectivamente, el modo de producción del ser humano es expresión de su cultura, pero no es posible que sea creada por el ser humano si previamente este no llega a procurar las condiciones para su subsistencia, y así evitar su propia desaparición física. Según lo explican Marx y Engels (1845: 19, 20, 28), el modo como los seres humanos producen sus medios de vida no se reduce a la reproducción de su existencia física, dado que manifiesta un modo de vida del que son portadores. Esos seres humanos son tanto lo que producen como el modo como lo producen, siendo esto último el primer hecho histórico del que constantemente son protagonistas, y lo que estos son depende de las condiciones materiales de producción que les permita vivir, a través de la satisfacción de necesidades como alimentación, bebida, alojamiento, vestuario y otras más.

Todo modo de vida del ser humano contempla la cultura de la que es portador, entre otros aspectos diferentes al económico, siendo manifestación de aquella y sin el cual se hace insostenible la reproducción de su modo de vida. Se deduce así que, como sujeto social que hace y piensa, el ser humano no solo produce condiciones materiales de vida (resultado de su esfuerzo físico al cual se supedita su esfuerzo intelectual), sino igualmente cultura, leyes, política y, por supuesto, ideas (resultado de su esfuerzo intelectual al cual se supedita su esfuerzo físico), todo esto obra humana concretada sobre un sustento material (es decir, económico) que la hace posible. Para Marx y Engels, los seres humanos son seres reales y actuantes condicionados por el grado de desarrollo de sus fuerzas productivas y las relaciones que se mantienen entre estos (como factor que condiciona la distribución de los medios de producción y del producto material de su fuerza laboral), generando bajo esas premisas un trabajo intelectual cuyo producto es emanación de su comportamiento material, de donde igualmente brota la política, las leyes, la cultura, la filosofía, etc., de un pueblo (Marx y Engels, 1845: 25, 26).

Tener vida conlleva a producir las condiciones económicas y extraeconómicas de vida. El modo de vida engloba al modo de producción de las condiciones económicas y extraeconómicas de vida. Al tomarse literalmente la definición de modo de producción dada por Rosental e Iudin, se propicia la posibilidad de disociar metafísicamente, de toda influencia extraeconómica, a las fuerzas productivas y a las relaciones de producción, cuestión que no niega la incidencia de esos componentes del modo de producción sobre los factores extraeconómicos. No obstante, Engels (1894: 283, 284) puntualiza que:

Por relaciones económicas, en las que nosotros vemos la base determinante de la historia de la sociedad, entendemos el modo cómo los hombres de una determinada sociedad producen el sustento para su vida y cambian entre sí los productos (en la medida en que rige la división del trabajo). Por tanto, toda la técnica de la producción y del transporte va incluida aquí.

El desarrollo político, jurídico, filosófico, religioso, literario, artístico, etc., descansa en el desarrollo económico. Pero todos ellos repercuten también los unos sobre los otros y sobre su base económica. No es que la situación económica sea la causa, lo único activo, y todo lo demás, efectos puramente pasivos. Hay un juego de acciones y reacciones, sobre la base de la necesidad económica, que se impone siempre, en última instancia.

Otro elemento a resaltar, sobre la definición de modo de producción dada por Rosental e Iudin, es que una revolución social es ocasionada por las contradicciones entre los componentes del modo de producción, es decir, entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción. Sin embargo, las contradicciones económicas son condiciones necesarias, más no suficientes, para que ocurra una revolución en toda sociedad fragmentada en clases a causa de las relaciones sociales de explotación descritas por Harnecker. A nivel político e ideológico (no solo a nivel económico) existen contradicciones encarnadas por las clases en pugna, sobre todo porque “la fuerza material debe ser superada por la fuerza material; pero también la teoría llega a ser fuerza material apenas se enseñorea de las masas” (Marx, 1844: 11). Aquí resulta oportuno mencionar a Néstor Kohan (2005: 189), quien en la práctica complementa sustancialmente a Harnecker cuando define las relaciones sociales de producción como:

Vínculos sociales que se establecen entre los seres humanos para producir y reproducir su vida material y cultural. Los diversos tipos de relaciones de producción permiten diferenciar una época histórica de otra. En las sociedades de clases, toda relación de producción es al mismo tiempo una relación económica, una relación de poder y una relación de fuerzas entre las clases. Las relaciones de producción capitalista expresan la contradicción antagónica entre los propietarios de dinero y los de fuerza de trabajo. No hay conciliación posible entre ambos.

De esas relaciones, Kohan manifiesta que ayudan a periodizar la historia humana y se expresan en “su máxima pureza y en su concepto esencial” a través de un modo de producción específico (2005: 188). Es decir, no tiene sentido decir que el modo de producción basado en relaciones sociales de producción esclavista puede representar a la vez relaciones feudales o de servidumbre. De aquí se deduce que la estructura económica asociada a un modo de producción posee carácter homogéneo o simple.

La definición que hace Kohan sobre las relaciones sociales de producción cobra sentido cuando, partiendo de Harnecker (1972: 140-143), se concibe al modo de producción como un concepto teórico que engloba las estructuras económica, jurídico-política e ideológica propias de cierto período histórico de una sociedad, siendo que en última instancia la primera de estas estructuras (es decir, la estructura económica) es la que determina la condición dominante de cualquiera de las tres (incluso aquella) sobre las demás. Su condición dominante se caracteriza no solo por tener subordinada ante sí a las demás estructuras, sino que por demás resulta ser fundamental para reproducir o generar continuamente las condiciones (económicas, jurídico-políticas e ideológicas) de existencia del modo de producción en cuestión, implicando así la reproducción o generación tanto de bienes materiales como de los componentes de las estructuras mencionadas, incluyendo por supuesto las relaciones de producción (que explican la articulación de esas estructuras y determinan la condición dominante para una de estas), las relaciones de poder y la incidencia de ambas clases de relaciones en la sociedad. Los cambios en la estructura económica inciden en los elementos constituyentes de las demás estructuras, pero aquellos elementos poseen autonomía relativa y se rigen por leyes específicas (Harnecker, 1972: 93).

Se observa que el modo de producción no debe considerarse simplificada como una mera combinación automática de fuerzas productivas y relaciones de producción, desestimando el contexto espacio-temporal que enmarcan a ambos componentes.

La definición que se desprende de Harnecker sobre la categoría modo de producción implica que, para hacer triunfar una revolución social destinada a instaurar un nuevo modo de producción no basta sustituir, del modo de producción que se quiere superar, las relaciones sociales que son su parte constitutiva, si a la vez se mantienen las condiciones estructurales que lo generan pues estas pueden continuar existiendo frente a nuevas relaciones sociales de producción, pero recíprocamente no es posible cambiar esas condiciones si permanecen las relaciones sociales de producción que se aspiran a superar, y al contrario del reduccionismo economicista en que implícitamente parecieran incurrir Rosental e Iudin, es inviable pensar en materializar una revolución social si se cambian exclusivamente las condiciones económicas que posibilitan el modo de producción a ser suplantado, cuya crisis es ocasionada por las contradicciones entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción que las frenan.

Empero, esos componentes del modo de producción no son necesariamente los únicos susceptibles en llegar a sufrir contradicciones, tal como podría interpretarse en forma superficial y acrítica, sin tomar en cuenta las que puedan haber al interior de las estructuras ideológica y jurídico-política, más la que se presenten entre estas y las que cada una o ambas tuvieran con la estructura económica. Marx y Engels (1845: 25, 32, 33) advierten que los límites, premisas y condiciones materiales, que son independientes de la voluntad de los individuos, enmarcan el desarrollo de sus actividades tal como actúan y producen materialmente, siendo esta faceta parte de su proceso de vida con el que originan la organización social y el Estado, cuyas trabazones con la producción han de observarse verídica y empíricamente en cada caso concreto. Además, la división entre el trabajo físico y el intelectual ocasiona que los productos de este último se obtengan aisladamente del mundo real, en un estado de pretendida pureza que los hace caer en contradicciones con las relaciones sociales existentes, las que a su vez mantienen contradicciones con las fuerzas productivas. Estas contradicciones ocurren en razón de que, con la ya referida división del trabajo, las actividades físicas, el trabajo y la producción se asignan a unos individuos mientras que las actividades intelectuales, el disfrute y el consumo se destinan a otros individuos. Para que ocurran estas contradicciones debe abandonarse la división del trabajo.

El modo de producción, y por tanto las relaciones de producción que les son propias (pero que simultáneamente conforman la estructura económica de la sociedad), mantiene una interacción multidireccional y contradictoria con la superestructura jurídico-político-ideológica (formada por las estructuras ideológica y jurídico-política según Harnecker, 1972: 88).

Como consecuencia de las consideraciones hasta ahora expuestas, resulta un triple contrasentido referirse al modo de producción únicamente como el modo de producción de las condiciones materiales de vida (visión reduccionista o economicista) sobre el que no intervienen la política, la legislación y las mentalidades prevalecientes en la sociedad (visión metafísica o descontextualizada), bastando así asociar mecánicamente las fuerzas productivas y las relaciones de producción para caracterizar el modo de producción fuera de toda especificación extraeconómica (visión simplista o automatista).

El contrasentido que aquí se expone tiene una de sus principales causas en que, de acuerdo a Harnecker (1972: 137), la categoría modo de producción nunca fue definida explícitamente por Marx y Engels pese al uso frecuente que hacen de la misma, mas sin embargo dejaron suficientes elementos para justificar la definición deducida del análisis hecho por Harnecker. Con esto culmina la segunda precisión que se ha hecho sobre la cita de Marx acerca del modo de producción de la vida material, el cual ya se ha visto que es el aspecto económico de la categoría modo de producción.

Socialismo, Comunismo y Modo de Producción

Con anterioridad se indicó que un modo de producción es determinado por las relaciones sociales de producción que lo integra. En ese sentido, al existir relaciones explotadoras y solidarias en el ámbito económico como tipos generales de relaciones sociales de producción, a estas les corresponde los modos explotadores y solidarios de producción, respectivamente.

En torno a la clasificación que se puede hacer sobre los diferentes tipos específicos de modos de producción, aparte de tomar como tales al socialismo y el comunismo desde la postura de Schmitt (2008: 6, 7), según su criterio estos serían el comunista primitivo (al que también llama sociedad originaria), asiático, esclavista, feudal y capitalista, todos estos referidos por Rosental e Iudin (2004: 322) sin incluir el modo asiático. A excepción del modo de producción comunista primitivo, Marx (1858-1859: 8) denomina respectivamente a los cuatro últimos como “el modo de producción asiático, el antiguo, el feudal y el burgués moderno”, y a los que antecedieron cronológicamente al capitalismo los agrupa como “formas que preceden a la producción capitalista” (1857-1858: 433-479). De esta clasificación es necesario exponer ciertas consideraciones acerca del socialismo y el comunismo, tomados por Schmitt como modos de producción.

A decir de Kohan (2005: 188), “en las sociedades empíricas y concretas, las relaciones sociales nunca se dan puras, están combinadas con relaciones de otros modos de producción (siempre hay uno que predomina sobre los demás)”. De aquí se puede plantear que, en teoría, la estructura económica de una sociedad puede ser homogénea (o simple) si está conformada por un solo tipo de relaciones sociales de producción, pero en la práctica la estructura económica correspondiente a casi todas (por no decir la totalidad de) las sociedades existentes hasta ahora, ha sido y es heterogénea (o compleja) al estar compuesta por varios tipos de relaciones de producción, caso este último que implica la coexistencia de varios modos de producción, y por tanto de una compleja superestructura jurídico-político-ideológica.

Ya se ha visto que históricamente las relaciones sociales de producción son de distinto tipo (que pueden ser de cooperación amistosa y ayuda mutua, o de explotación del hombre por el hombre o explotación económica), correspondiéndoles determinadas formas de propiedad, lo que explica sucintamente Schmitt (2008: 5, 6) de acuerdo a las siguientes consideraciones coincidentes con las hechas con anterioridad por Harnecker (1972: 43) al respecto:

El tipo de relaciones de producción en una determinada formación social depende de quién o quiénes son los propietarios de los medios de producción sociales. Se distinguen nada más que dos tipos fundamentales de propiedad, que son:

  1. a) la propiedad colectiva de los medios sociales de producción, que va de la mano con la cooperación y asociación libre de los productores en una sociedad sin clases.
  2. b) la propiedad privada de los medios sociales de producción, que va de la mano con la explotación de los productores por parte de la clase dominante en una sociedad de clases.

Por ende, las relaciones de producción no son otra cosa que relaciones de propiedad (siendo este término, como dice Marx, solo la expresión jurídica para el mismo término ‘relaciones de producción’).

Analizando lo que dice Schmitt, se desprende que el modo de producción comunista está basado en la cooperación amistosa y la ayuda mutua, compatible con la propiedad colectiva de los medios de producción, y por tanto en una sociedad comunista (sin clases sociales) no es factible la existencia de relaciones explotadoras de producción, asociadas a la propiedad privada sobre esos medios, y que a lo largo de la historia han sido de diversos tipos, siendo actualmente predominante las relaciones capitalistas de producción. En consecuencia, bajo el comunismo la sociedad tiene una estructura económica homogénea o simple, cuyo basamento lo constituyen las relaciones comunistas de producción. Sin embargo, desde la descomposición de las primitivas sociedades comunistas hasta ahora, por lo general la estructura económica de cada una de las sociedades posteriores ha sido heterogénea.

Marx (1857-1858: 27, 28) observó que “en todas las formas de sociedad existe una determinada producción que asigna a todas las otras su correspondiente rango [e] influencia, y cuyas relaciones por lo tanto asignan a todas las otras el rango y la influencia”. Esto significa que una determinada relación de producción (y su expresión jurídica como relación de propiedad) se hace dominante frente a las otras, quedando subordinadas ante esta. El tipo de mentalidad predominante de una sociedad interactúa dialécticamente con el tipo de propiedad predominante en los medios de producción, siendo asimismo su sostén psico-social pues:

las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época (…) La clase que tiene a su disposición los medios para la producción material dispone (…) de los medios para la producción espiritual, lo que hace que se le sometan (…) las ideas de quienes carecen de los medios necesarios para producir espiritualmente (1845: 50).

En consecuencia, puede ocurrir que en cierto período histórico de una sociedad coexistan diversos modos de producción, pero uno de estos condiciona al resto. Por demás, a cada una de estas relaciones sociales se le asocian dialécticamente rasgos específicos de las leyes e instituciones de la sociedad, e igual ocurre con las mentalidades o formas de conciencia que allí surjan, componentes todos estos que se acoplan bajo formas o maneras peculiares. Esto origina la complejidad de su estructura o base económica y su superestructura jurídico-política-ideológica con interdependencia entre ambas, resultando así que cada modo de producción es una totalidad social abstracta o concreto-pensada pues, según sea la realidad vista como totalidad social concreto-real existente en un ámbito espacio-temporal determinado, no siempre existe un solo o único modo de producción, ni está aislado de las relaciones sociales propias de otros modos de producción.

Sintetizando tanto a Harnecker (1972: 97, 98) y Milena Landáez (2014) como a Rosental e Iudin (2004: 192), esa sociedad o ámbito espacio-temporal donde esto ocurre a nivel de estructura y superestructura se denomina formación económico-social, categoría que sirve para describir a un país o a un grupo de países con características similares en diverso grado, y poseedores de una historia en común. En toda formación económico-social se hallan articulados los siguientes componentes que interactúan dialécticamente entre sí (por lo que resulta absurdo encasillar esa categoría bajo una perspectiva economicista):

1) Una estructura económica compleja, donde coexisten varias relaciones de producción. Una de estas relaciones es de tipo dominante, imponiendo sus leyes de funcionamiento a las otras relaciones subordinadas.

2) Una estructura jurídico-política compleja, funcional a la supremacía de la clase dominante, y por tanto creada para la conservación del orden social imperante, sobre todo de las relaciones sociales de producción que sean dominantes.

3) Una estructura ideológica compleja formada por varias tendencias ideológicas subordinadas y configuradas por la tendencia ideológica dominante, la que generalmente corresponde a la mentalidad de la clase dominante, es decir, a la tendencia ideológica propia del grupo explotador de la relación de producción dominante, tendencia que a veces es impuesta, pero siempre asumida, como referente del consenso social que sirve de justificación y legitimación de las relaciones sociales y de la estructura jurídico-política, así como de factor alienante o neutralizador de la conciencia de clase de los explotados.

El tipo específico de formación económico-social se corresponde al tipo específico de relaciones sociales de producción que sean dominantes en la estructura económica. Por ejemplo, la formación económico social capitalista posee una estructura económica heterogénea donde predominan las relaciones capitalistas de producción, y la formación económico-social comunista consta de una estructura económica homogénea al existir solamente relaciones comunistas de producción, y por tanto esa formación coincide totalmente con el modo de producción comunista.

En un país o grupo de países, y durante un período histórico, para conocer las leyes de nacimiento y evolución de su formación económico-social (cuyo alcance puede ser nacional o regional), es necesario estudiar cada una de sus tres estructuras en su autonomía relativa y en sus vínculos multilaterales respecto a las demás según sus características propias, lo que implica identificar los tipos de relaciones sociales de producción existentes, conocer la combinación de estas, precisar la relación de producción dominante, y las maneras como esta ejerce su influencia al resto de la sociedad.

La formación económico-social imperante en una sociedad se ve alterada al crearse contradicciones entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción “o bien, lo que no es más que la expresión jurídica de esto, con las relaciones de propiedad en el seno de las cuales se han desenvuelto hasta entonces (…) Y se abre así una época de revolución social” (Marx, 1858-1859, p. 8) al agudizarse la lucha de clases. La preponderancia de uno de los respectivos tipos de relaciones sociales de producción, conjuntamente con la hegemonía que tenga la respectiva mentalidad que sustente el correspondiente tipo de propiedad sobre los medios de producción, es lo que llevará a la perpetuación de la formación económico-social existente o al avance hacia la formación económico-social por existir. Esta premisa aplica particularmente a la contradicción entre el capitalismo y el comunismo, es decir, a la perpetuación de la formación económico-social capitalista o al avance de la formación económico-social comunista.

Luego del triunfo de la Revolución Rusa en 1917, bajo la conducción del partido bolchevique y de su líder Lenin, en función de los retos que esta enfrentaba para intentar construir el comunismo en el contexto de la época, este líder revolucionario subrayó que:

Teóricamente, no cabe duda de que entre el capitalismo y el comunismo existe cierto período de transición. Este período no puede dejar de reunir los rasgos o las propiedades de ambas formaciones de la economía social, no puede dejar de ser un período de lucha entre el capitalismo agonizante y el comunismo naciente; o en otras palabras: entre el capitalismo vencido, pero no aniquilado, y el comunismo ya nacido, pero muy débil aún (1919: 86).

Mucho antes que Lenin, ya Marx había advertido que desplazar al capitalismo no origina inmediatamente “una sociedad comunista que se ha desarrollado sobre su propia base, sino (…) de una que acaba de salir precisamente de la sociedad capitalista y que (…) presenta todavía en todos sus aspectos, en el económico, en el moral y en el intelectual” los rasgos de la sociedad capitalista de donde procede (Marx, 1875: 11), o dicho en otros términos, de esta última surge otro tipo de sociedad que conserva parte de sus atributos, y por tanto aún no es comunista, pero entre ambas “media el período de la transformación revolucionaria de la primera en la segunda. A este período corresponde también un período político de transición, cuyo Estado no puede ser otro que la dictadura revolucionaria del proletariado” (Marx: 1875: 19), llamada a erigirse en clase dominante de la nueva sociedad como primer paso de la revolución obrera para el futuro advenimiento de “una fase superior de la sociedad comunista, cuando haya desaparecido la subordinación (…) a la división del trabajo (…)cuando, con el desarrollo de los individuos en todos sus aspectos, crezcan también las fuerzas productivas” (1875; 12). De estas tres citas de Marx se infiere que la sociedad comunista tendrá una fase inferior (que no es plenamente comunista) y otra superior (que sí podría serlo), siendo que a la primera se le ha dado la denominación de socialismo aunque aquí Marx no la haya usado para tal fin.

En el período de transición entre las formaciones económico-sociales capitalista y comunista, coexistirán propiedades de uno y otro, por lo que, dependiendo de la correlación de fuerzas entre la clase burguesa y la clase trabajadora, podrá ocurrir un retroceso hacia la primera o un avance hacia la segunda, dependiendo tal hecho de la dominación económica y la hegemonía política e intelectual que, sobre la sociedad, pueda obtener uno de los grupos sociales congregados alrededor de las dos clases en pugna, y que participan de las correspondientes luchas que estas libran en los ámbitos social, económico, político, intelectual e incluso militar, pudiendo involucrar a las clases dominantes de una o varias naciones en contra del grupo social, partidario de los ideales socialistas e intereses políticos de la clase trabajadora y/o de sus adherentes, del país donde van a intervenir de diversas maneras, cuestión que se puede apaciguar o neutralizar si para ese país la correlación (nacional e internacional) de fuerzas es favorable para que se facilite la actuación del grupo social en cuestión.

Precisamente, el socialismo científico de Marx y Engels (al que aquí se llama socialismo a secas) es tomado por muchos autores como una etapa intermedia y de transición entre el capitalismo y el comunismo. Para Lenin (1917: 115, 119) el comunismo es una fase superior del socialismo, y por ende el segundo es a su vez la primera fase de la sociedad comunista, tal como lo dice de acuerdo a Harnecker (1979: 8), quien sostiene que “son dos períodos de un mismo modo de, [sic] producción: el modo de producción comunista, caracterizado fundamentalmente por la propiedad social de los medios de producción”, pese a que Schmitt (2008: 7) incluya al socialismo como parte de los modos de producción, al que describe diciendo que se basa tanto en la propiedad colectiva de los medios sociales de producción, como en la “dictadura” de la mayoría (proletariado) sobre la minoría (clase capitalista destituida), y que conducirá a la superación de la división entre el trabajo físico-manual-industrial y el intelectual, y por tanto de la alienación. La sociedad socialista se regirá por la libre asociación, cooperación solidaria y ayuda mutua de los productores, así como por la planificación social de la producción, destinada a la satisfacción de las necesidades y no a la venta en el mercado, sentándose así las condiciones objetivas y subjetivas para la aparición del comunismo.

Quizás Marx no contempló la relación entre las categorías de socialismo y comunismo como fases donde el primero precede al segundo, aparte de que ambos términos “se usan con poca precisión entre los propios seguidores de Marx, y por eso estos conceptos tienden a confundirse” (Harnecker, 1979: 8). Al respecto, el socialismo científico de Marx viene siendo una utopía relativa, revolucionaria y concreta, según lo explica Silva (1982: 202, 203). En efecto, a diferencia de una utopía absoluta, lo que se denomina utopía relativa se caracteriza por ser realizable, y esto es así cuando se parte de una interpretación científica de la realidad existente con el fin de crear una utopía, que puede realizarse si los revolucionarios escudriñan a fondo las tendencias de la sociedad capitalista, encaminadas hacia su destrucción y extinción, contribuyendo a su exacerbación y agudización de modo comunista, es decir, convirtiendo el socialismo científico en realidad concreta tal como lo entiende Marx (1843-1844) cuando dice que el comunismo “es en sí mismo solo una realización especial y unilateral del principio socialista”. Por otra parte, la utopía revolucionaria niega el orden existente, haciendo lo opuesto de lo que hace la ideología traducida como falsa conciencia de la realidad. Finalmente, la utopía concreta se realiza con la vinculación entre la teoría y la práctica, pues niega la realidad existente y a su vez parte de esta para crear otra realidad.

Sin negar la manera como Marx concibe al socialismo (como teoría del comunismo) y al comunismo (como práctica del socialismo), aparte de continuar con la acepción marxista de ambas denominaciones, desde el punto de vista de la praxis revolucionaria y de la lucha de clases, para Silva (1982: 16, 17) “el socialismo es la idea, el modelo, el proyecto, la estrategia; el comunismo es la práctica, la táctica, la tarea inmediata”, o dicho de otra manera, “el socialismo es la teoría y el comunismo es la práctica. Es decir, el comunismo, entendido como combate y movimiento real, es el arma que conquistará la sociedad socialista”, lo que lleva a plantear la necesidad de definir al socialismo como modelo y utopía concreta que se orienta hacia la sustitución de la formación económico-social capitalista y la instauración del comunismo, el cual para Schmitt (2008: 7) está:

Concebido como una sociedad sin clases basada en la propiedad colectiva de los medios sociales de producción, como en la libre asociación de los productores bajo pleno desarrollo de las fuerzas productivas y abundancia de recursos. Esto, a la vez, son las precondiciones para el pleno desarrollo de las potencialidades humanas, su plena realización como verdadero ser humano en y mediante la humanización de la naturaleza y la naturalización del ser humano.

Al alegar que el socialismo es la teoría y el comunismo es la práctica, Silva justifica así su postura en negar que el comunismo sea una fase superior del socialismo como lo dice Lenin. No obstante, el término socialismo se ha empleado para designar al período durante el cual, con los trabajadores fungiendo como clase dominante en medio de las dificultades propias de la lucha de clases originada en el seno de la formación económico-social capitalista, esta última se sustituye por el comunismo a través de la materialización o concreción objetiva del socialismo científico propuesto desde el marxismo. Durante ese período coexistirán propiedades del capitalismo y el comunismo, incluso en los aspectos ideológico y económico.

Partiendo de las consideraciones anteriores, y dado que la categoría modo de producción contempla una estructura económica homogénea (siendo así una especie de categoría pura libre de mixturas), el socialismo no puede ser definido como un modo de producción sino que, al ser un modelo a concretarse durante el período intermedio entre el capitalismo y el comunismo, en ese contexto da origen a lo que sería una formación económico-social socialista, donde su estructura económica heterogénea incluye relaciones capitalistas y comunistas de producción, ya sea que antes de su instauración estas últimas no existan o estén relegadas por el predominio de las primeras. La formación económico-social socialista deberá propiciar, entre otras cosas (pues praxeológicamente no es una categoría economicista), el desarrollo y avance de las relaciones comunistas de producción hasta lograr su predominio como parte del modo de producción comunista a ser implementado, mientras simultáneamente se crean las condiciones objetivas y subjetivas para la desaparición de todo tipo de relaciones explotadoras de producción (incluyendo por supuesto a las que son relaciones sociales de producción capitalista) y demás elementos estructurales (jurídicos, políticos e ideológicos) a los que se encuentran asociados.

Consideraciones finales

El modo de producción es una categoría no circunscrita a la esfera económica y del trabajo físico del ser humano para crear sus condiciones materiales de vida, no de manera aislada sino en sociedad con otros individuos, transformando lo que pueden obtener de la naturaleza de donde provienen. De esa categoría forman parte las relaciones de producción, que incluyen las relaciones sociales de producción, manteniendo estas últimas vinculaciones de índole dialéctica con el trabajo intelectual del ser humano (como creador y portador de cultura) y con las esferas jurídica y política (donde se desenvuelve como objeto y sujeto de ambas). Según sea el tipo de relaciones sociales de producción que lo integran, así será el modo de producción en cuestión. Al coexistir en una sociedad tipos diferentes de modos de producción, se está en presencia de una formación económico-social signada por las relaciones sociales de producción que sean predominantes sobre las demás.

Aparte de denominar a la expresión teórica del comunismo según lo concibió Marx, el término socialismo se puede usar para adjetivar una formación económico-social que, a través de una revolución que convierta a los trabajadores en clase dominante, permita transitar de una formación económico-social capitalista a la formación económico-social (o modo de producción) comunista. La formación económico-social socialista podrá estimular las relaciones comunistas de producción en la esfera económica si simultáneamente procura transformaciones que les sean compatibles en las esferas jurídica, política e ideológica (y por ende cultural) de una sociedad fragmentada en clases por relaciones explotadoras de producción, para convertirla en una sociedad sin clases y libre de explotación.

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Marx, Carlos (1844). Introducción para la Crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel. Biblioteca Omegalfa. En Hegel, G. F. Filosofía del Derecho, 5ª ed. Angélica Mendoza de Montero (Trad.). Editorial Claridad, 1968. Disponible:

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Rosental, M. y P. Iudin (2004). Diccionario filosófico. Bogotá: Gráficas Modernas.

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Silva, Ludovico (1982). Humanismo clásico y humanismo marxista. Caracas: Monte Ávila Editores.

Woods, Alan (sf). Historia de la filosofía. Disponible:

http://www.engels.org/pdf/H_de_la_filofia.pdf [Consulta: 2014, Junio 19].

 

*Fuente de la imagen: ideologiab.blogspot.com/2009/10/modos-de-produccion-marxista.html

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Años de educación y aún no sabemos amarnos a nosotros mismos

Valeria Sabater

Suspenso. No apto. Hiperactivo. Baja motivación. Desafiante. Son muchas, muchísimas las etiquetas que reciben los niños a lo largo de su educación escolar y muy pocas las miradas que se detienen a comprender qué emoción se esconde detrás de cada alumno difícil.

Resulta curioso cómo desde desde escenarios como la empresa o la política se valora ya a la Inteligencia Emocional como algo imprescindible y vertebrador para todo profesional, mientras que las Instituciones Educativas, cojas en este aspecto, no contemplan la Inteligencia Emocional como una competencia a potenciar.

El peso de las competencias cognitivas siguen siendo algo esencial para el sistema académico. Las emociones, por su parte, se ven como ese aspecto “tabú” que es mejor restringir al ámbito privado, a la soledad de cada niño en su delicado intento por conocerse a sí mismo en un mundo cada vez más complejo.

Una educación que forma mentes pero no personas

Los niños y adolescentes de ahora son hábiles estrategas en las nuevas tecnologías. Los emoticonos en sus mensajes de texto son muchas veces su único acercamiento al mundo de las emociones. Pero, cuando se alejan de los dispositivos móviles, son incapaces de gestionar o prevenir situaciones como por ejemplo, el bullying.

Begoña Ibarrola, psicóloga e investigadora, nos indica que en aquellos centros que han integrado la Inteligencia Emocional en las aulas y en el currículum escolar, las conductas de acoso han desaparecido y el rendimiento académico ha mejorado de forma notable. Resulta esperanzador, no hay duda.

La educación tiene como propósito formar personas que cambiarán el mundo el día de mañana: instruyamos entonces personas felices, aptas en alegría, diestras en el respeto y brillantes en esperanza.
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Si nos preguntamos ahora la razón por la cual no se da el paso a esta transformación tan necesaria en nuestra educación, hemos de detenernos en estos aspectos para reflexionar unos minutos:

  • El diseño curricular está determinado en muchos casos por una tendencia política que pauta el tipo de plan de estudio que considera más adecuado.
  • El peso de lo cognitivo sigue muy arraigado en nuestro sistema escolar a pesar de que teorías como “las inteligencias múltiples de Gardner”, nos hablan de la clara necesidad de trabajar la Inteligencia Emocional en los niños de forma temprana.

Hemos de tener en cuenta, además, que todo cambio a nivel institucional requiere tiempo. Se necesita de una clara concienciación social, porque invertir en emociones es invertir en convivencia, es aprender a ser más aptos en relaciones humanas, en respeto y en ese cambio de enfoque donde se deje a un lado la necesidad de educar niños perfectos para formar personas felices.

Eduquemos niños únicos, no alumnos iguales

En una sociedad cambiante como la actual y con una altísima competencia profesional, no nos sirve de mucho formar alumnos iguales, especialistas en las mismas materias. Es necesario primar el valor humano, el potenciar las capacidades naturales del niño para que por sí mismo descubra qué es lo mejor de él y lo ofrezca al mundo para que “sea único”.

Un aspecto a tener en cuenta es que muchas veces dejamos caer sobre las instituciones académicas todo el peso de la educación de un niño. Es un enfoque equivocado: todos somos agentes educadores, siendo la familia ese escenario esencial e idóneo que hemos de tener muy en cuenta.

La familia, primer escenario en Inteligencia Emocional

Desde el ámbito de las neurociencias nos lo dejan bien claro: el contexto emocional y facilitador en el que crezca un niño en sus primeros años de vida, determinará en buena parte su desarrollo posterior e incluso su personalidad.

  • El reconocimiento, la reciprocidad el apego seguro y la comunicación emocional son hilos de equilibrio que permitirán al niño crecer en libertad y madurez.
  • Si deseas dar al mundo un niño capaz de respetar a los demás, de escuchar y de usar el afecto por encima de la agresión, sirve de modelo. Cuida de tus palabras, de tus juicios y tus acciones, sé el mejor ejemplo.

La escuela, un microcosmos del escenario social

La escuela será para el niño un claro ejemplo de ese mundo al que habrá de enfrentarse el día de mañana. Las relaciones con sus iguales y con las figuras de autoridad (los maestros y profesores) le servirán para adquirir nuevas e importantes competencias.

  • En los centros donde se aplican ya hábitos y herramientas emocionalmente saludables, nos demuestran que los niños son muy receptivos a este tipo de conocimientos.
  • Los integran en el día a día porque ven que les funciona, que son estrategias útiles con las que mejorar sus relaciones y ser más asertivos a la hora de prevenir agresiones o entablar amistades.
  • La Inteligencia Emocional se convierte en un hábito capaz de optimizar su forma de aprender, de canalizar la ansiedad o los nervios. Todo ello propicia que sus resultados académicos sean mejores y de que su personalidad, sea mucho más segura. Un dato realmente alentador.
Educar es aprender a dejar huella en el corazón de los niños
Fuente del articulo: https://lamenteesmaravillosa.com/anos-de-educacion-y-aun-no-sabemos-amarnos-a-nosotros-mismos/
Fuente de la imagen: https://lamenteesmaravillosa.com/wp-content/uploads/2016/02/niña-con-luz-del-universo-en-las-manos.jpg
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¿Qué es la pedagogía del amor?

31 de enero de 2017/Fuente y autor/el nuevo dia/ Josefina Barceló Jiménez

El maestro debe ser imparcial, no tener consentidos, ser estricto, jovial y justo.

Con frecuencia, muchos docentes se preguntan qué más pueden hacer para motivar a sus alumnos a aprender.

“La formación educativa del siglo XXI debe invitar al estudiante a alcanzar un mayor nivel de descubrimiento de la identidad personal, vinculada con la producción de formas constructivas de vida, a través de las relaciones sociales”, explica el doctor Gilvic Carmona De Jesús, psicólogo en consejería, consultor y diseñador de programas académicos.

Para lograrlo, Carmona recomienda a los maestros utilizar la “Pedagogía del amor” como una herramienta poderosa para el enriquecimiento del proceso de enseñanza-aprendizaje.

“La Pedagogía del amor promete un efecto motivador en los estudiantes como resultado de la transformación en la coexistencia maestro-pupilo”.

Dice el experto que, los docentes que se ocupan de atender empáticamente las necesidades de sus estudiantes, provocan que estos tengan una mayor confianza en sí, una autodeterminación y la formación de una autoimagen sólida, que redundará en beneficio individual y se verá reflejado en una meta colectiva de aprendizaje.

Consejos a los maestros para implementar la Psicología del amor: 

1. Tiene que reconocer que fue estudiante y recordar cuál fue su experiencia en ese entonces, para extrapolar esa experiencia a su salón.

2. Tiene que conocer a sus estudiantes; sus preocupaciones y qué es o no es, pertinente para ellos.

3. Los lineamientos educativos tienen que estar a la par con el desarrollo psicoafectivo de los estudiantes.

4.  Mostrar genuino interés por el estudiante. Demostrarle que nunca dejará de tener fe en él.

5. Tiene que ser empático con ellos y, enseñarles a ser empáticos con los demás.

6.  Debe ser desprendido con su conocimiento y compartirlo con sus estudiantes. Debe ser honesto.

La disciplina del salón

En cuanto al proceso disciplinario, señala el psicólogo, que un maestro siempre tiene que disciplinar con su ejemplo. “Las reglas tienen que estar siempre claras y justas.

Para promover el empoderamiento de los estudiantes esas reglas deben hacerse en conjunto y democráticamente entre maestro y estudiantes, desde el inicio de clases”.

Además, “el maestro tiene que mostrar respeto a las opiniones de sus estudiantes y no imponer las suyas”.

En cuanto a lo académico. “La tarea debe ser proporcional al conocimiento que se pretende medir. Debe ser una educación basada en el constructivismo, en el cual los estudiantes sean partícipes de la construcción del conocimiento”, expresa Carmona.

Herramienta que funciona

La Pedagogía del amor es vista como una herramienta de trabajo, propuesta por la filosofía oriental y la teoría de la educación psicoafectiva de Daniel Goleman. Se ha probado en países como Finlandia y Suecia. En Puerto Rico se está proponiendo para aumentar la motivación, tanto en maestros como en estudiantes, ya que trae consigo cambios de actitud en ambos.

Según Carmona, en las escuelas donde se utiliza, los estudiantes se sienten seguros y amados en éstas, independientemente de la situación que vivan en sus hogares, y logran un mayor conocimiento de sus emociones, por lo que la deserción escolar se ve reducida.

Plantea el consultor académico que los estudiantes de maestros que utilizan esta herramienta, al terminar la escuela, se van con una visión de la vida sólida, con un conocimiento propio extraordinario, siendo mejores personas con ellos y con los demás, y sirviendo a los que lo rodean.

Fuente: www.elnuevodia.com/noticias/ende/nota/queeslapedagogiadelamor-2284153/

Imagen: rec-end.gfrcdn.net/images/tn/0/106/1970/1820/900/789/2017/01/24/97a77b0d-eda0-421f-ada6-a54074a5ac87.jpg

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No existe la educación no emocional. Reflexiones para la prevención de los problemas de conducta en el aula

03 de enero de 2017/Fuente: www.viu.es

Vamos a comenzar con un juego de palabras, un silogismo de los que le gustaba a Aristóteles:

Si el ser humano es emocional por naturaleza y la educación es llevada a cabo por seres humanos, toda educación es emocional.

De lo que se deduce otro pensamiento interesante:

Si no existe la educación no emocional porque no se puede educar sin emociones,

TODA EDUCACIÓN ES EMOCIONAL.

Y no sólo es imposible educar sin emociones, es imposible convivir, trabajar, cuidar, crecer, aprender, enseñar… cualquier verbo que esté relacionado con el ser humano ya que, si el Homo Sapiens Sapiens se caracterizaba porque sabía que sabía, algunos antropólogos empiezan a hablar del Homo Sapiens Amantis, el “hombre” que sabe que ama.

Con ello, sólo conozco una excepción y es en aquellas personas que sufren un trastorno neurológico conocido como Alexitimia[1] que, según la Sociedad Española de Neurología, es un padecimiento que imposibilita a las personas para sentir y expresar verbalmente las emociones o sentimientos, entre otras dificultades.

Por tanto, usando aquel dicho de “la excepción confirma la regla” y partiendo de la idea de que toda educación es emocional, ¿en qué se fundamenta esta “nueva” forma de hacer o entender la educación si siempre ha existido? ¿Por qué está tan de moda ahora?

Ken Robinson lo retrató a la perfección en su conferencia TED en 2010 cuando la tituló “Cambiando los paradigmas de la educación”[2], versando los diez minutos de monólogo en torno a la obsolescencia de un sistema educativo postindustrial y la inadecuación actual del sistema educativo con respecto a los nuevos perfiles de niños y niñas del siglo XXI.

Y es aquí donde reside la clave de la confusión en torno a la propia definición de Educación Emocional. De hecho, debería llamarse la “Nueva Educación Emocional” para que la entendiéramos mejor ya que se trata, al fin y al cabo, de una nueva propuesta en la forma de relacionarse, acompañar y facilitar el aprendizaje de nuestros alumnos y alumnas.

¿En qué estriba la diferencia de la antigua y la nueva educación emocional? En que antes (y por desgracia, todavía en la mayoría de entornos educativos) la relación educando-educador así como la forma en la que se aprendía era a través del miedo, la presión, la disciplina negativa y la unidireccionalidad en la asimilación de los contenidos. Mientras que la nueva educación emocional gira en torno al respeto al ritmo de aprendizaje, a la conversión de enseñantes a acompañantes, a la disciplina positiva y al fomento de la responsabilidad y la autogestión.

Nos encontramos, por tanto, ante un nuevo paradigma educativo que busca dar respuesta a las necesidades con la que se encuentra toda una comunidad educativa (familias, alumnado y docentes) con respeto a la forma de relacionarse y aprender juntos. Incluso me atrevería a defender que nos encontramos ante la necesidad de una Pedagogía del Amor que elimine el estrés con el que se vive en las aulas y fomente otro tipo de relación. Y cuando hablo de pedagogía del amor, no me refiero a un amor romántico exclusivamente, sino a esa definición de amor que recoge a la perfección el psicólogo Carlos Odriozola[3] cuando considera que “amar es desear y favorecer el desarrollo integral de la otra persona”.

¿Realmente desea y favorece el sistema educativo actual el desarrollo integral de los alumnos y docentes? Pues no, porque si fuera así, no tendríamos las aulas llenas de profesores y profesoras buscando ayuda, cursos, orientación, formación y cualquier recurso que surja para atender y entender mejor a sus alumnos. Y no nos encontraríamos con un alumnado frustrado, desmotivado con sus estudios y con todo el abanico de dificultades en el desarrollo emocional, de aprendizaje y de relaciones sociales como en el que nos encontramos actualmente.

Es curioso como hace unos días leía un artículo en un diario que argumentaba que el 90% de las dificultades en los adultos se centraban en las relaciones sociales, mientras que sólo el 10% lo hacía en cuestiones técnicas relacionadas con sus carreras profesionales. ¿Cuánto vamos a tardar en darnos cuenta de que hay que cambiar el enfoque, en que el barco se nos está hundiendo y tenemos que ver por dónde pierde agua para repararlo y seguir navegando?

¿Qué nos puede aportar la Educación Emocional en la prevención de los problemas de conductas en el aula desde este nuevo enfoque?

Intentaré justificároslo de forma breve ya que podríamos extendernos en varios fascículos virtuales para comprender la complejidad del tema.

  1. La educación emocional tiene como objetivo que toda la comunidad educativa, sobre todo el alumnado y el profesorado, desarrollen los dos componentes más importantes de la Inteligencia emocional: la inteligencia inter e intrapersonal. Cuando conozco mi mundo interior y soy capaz de relacionarme de una forma empática, asertiva, responsable y respetuosa con mis compañeros, identifico la escuela como un espacio seguro donde se me respeta por lo que soy y no sólo por lo que hago.
  1. Otra de las bases sobre la que se fundamenta la educación emocional es en la psicología del apego. Si concibo a mi maestro o maestra como una figura de apego seguro que me respeta, entiende mis necesidades y me acompaña, entiendo el “estar en clase” como “estar en casa” y así, mi cuerpo y mi mente se relajan y aprendo mucho mejor. Incluso para aquellos alumnos que en casa tienen dificultades, los maestros y maestras pueden convertirse en esa figura reparadora que no tienen de forma natural.
  1. Y si a todo esto le unimos el enfoque de la pedagogía sistémica y la imperiosa necesidad de que familia y escuela hablen el mismo idioma, acertamos de pleno. Si las dos personas más importantes en la vida de un niño son sus padres y sus maestros y éstos se llevan mal, entramos en un conflicto de lealtades que sólo puede derivar en dificultades de aprendizaje o conducta. Mientras si siento que hay armonía entre mis referentes, llego al colegio seguro de que mis padres legitiman lo que hace mi profesor y eso me aporta seguridad.

Por tanto, basándonos en el desarrollo de las cinco competencias básicas[4] de la inteligencia emocional a nivel individual y relacional: conciencia emocional, regulación emocional, autonomía emocional, habilidades socioemocionales y habilidades de vida y bienestar; se ha demostrado que el índice de conflictos en el aula se reduce a mínimos anecdóticos y necesarios para seguir aprendiendo

Cada vez son más los estudios basados en Neuroeducación[5] que argumentan la imperiosa necesidad de incluir estos factores para frenar el angustioso índice de sintomatología que manifiesta nuestro alumnado e incluso profesorado, víctimas del estrés por no saber responder a las necesidades de los primeros y agotados por la carga de responsabilidad que asumen los segundos en todo este tema.

A partir de aquí, a partir de estas ideas básicas, se deriva toda la tecnología emocional que internet y las librerías sean capaces de recoger cada vez que buscamos o introducimos “actividades de educación emocional”. Podemos realizar un sinfín de programas y talleres de educación emocional pero si mis padres y mis profesores no coinciden, me cuesta encontrar en mi clase tranquilidad y tengo problemas para relacionarme, por mucho que dediquemos rincones de emociones y veamos documentales o juguemos a expresarnos… no funcionará.

Por tanto, la Educación Emocional es un verbo, una acción, un SABER ESTAR en el aula. De ahí que muchos docentes lleven haciendo este tipo de educación desde hace muchísimos años sin saber que lo que hacían era “emocional”, sino que simplemente trataban a sus alumnos desde una relación amorosa y sabiendo poner límites que contienen y no asfixian.

Ahora os preguntaréis ¿por dónde empiezo con toda la información que hay?

Y aquí mi respuesta es tajante: por vosotros mismos. Si queréis introducir la Educación Emocional en vuestras aulas, centros o actividades, empezad a desarrollar vuestra inteligencia intra e interpersonal. Porque de lo que no hay, no sale nada, y por mucha tecnología emocional que encontréis en la red o en materiales que busquéis, si no manejáis las emociones en estos dos niveles, al final será un sobreesfuerzo. Mientras que si os cuidáis, también lo hacéis con los demás.

A modo de introducción, es lo que os puedo empezar a contar cuando os hablo de que no existe la educación no emocional porque educar sin emociones, es imposible. Os invito a que comencéis por preguntaros si lo que queréis que inunde vuestra forma de enseñar sea el miedo o el aprender a amar.

Fuente: http://www.viu.es/no-existe-la-educacion-no-emocional-reflexiones-la-prevencion-los-problemas-conducta-aula/

 

 

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Interculturalidad, Descolonización del Estado y del Conocimiento, El desprendimiento: pensamiento crítico y giro descolonial

Por Gricel Hernández

Mignolo (2006) señala, que la descolonización es un pensamiento que desnaturaliza la matriz colonial del poder que abarca e incluye la regionalidad de la metafísica occidental, de la cual se ocupó ya el pensamiento desconstrutivo.

            Por otro lado, la Real Academia de la Lengua Española, lo define como supresión de la condición colonial de un territorio.

            Considerando las anteriores definiciones, es pertinente resaltar que la descolonización es una corriente novedosa, sinónimo de desprendimiento, el desprendernos de pensamientos coloniales del saber y del ser, ya que políticamente y económicamente, las ciencias sociales se descontruyen para analizar la manera en que el mundo se desempeña en la actualidad. Partiendo de las políticas globales y las relaciones sociales; desde modelos y teorías del conocimiento, es posible interpretar los tiempos y la localidad del poder y del conocimiento. Dicha descolonización, propone ser críticos frente a las teorías establecidas como poscolonial o saberes culturales impuestos, a fin de cuestionar dichos saberes, referidos a la modernidad. Donde exista la convicción de que otros mundos son posibles, otros mundos en los que quepan muchos mundos.

            Es pertinente señalar, que Walsh (2006) en su análisis sobre Interculturalidad y Colonialidad del Poder. Un Pensamiento y Posicionamiento Otro desde la Diferencia Colonial, refiere que la interculturalidad señala y significa procesos de construcción “otros”; formas distintas de pensar y actuar con relación y en contra de la modernidad/colonialidad, un paradigma pensado a través de la praxis política; importante en la transformación de la sociedad y contra hegemonía.

            En ese mismo orden de ideas se plantea, que es pertinente dar un giro epistémico que comprometa un conocimiento y pensamiento que no se encuentre aislado de las estructuras dominante (descolonización) y la estandarización cultural, a fin de tener una nueva condición social del conocimiento.

            Walsh afirma que otros países latinoamericanos como Ecuador y Bolivia tiene centro educativos universitarios, que tienen como desafío construir un mundo vivo, donde articule el ser humano y la comunidad, la tierra, el planeta y el cosmo y la construcción de un hábitat que recupere lo mejor de las cultura; desarrollando investigación y emprendimiento en diferentes áreas, que incluye agroecología, medicina, y desarrollo humano sustentable, entre otros.

            Interculturalidad es sinónimo de descolonización, a su vez significa, lucha, proceso, proyecto continuo, que imagina una sociedad, para un futuro distinto. Es importante, realizar cuestionamientos sobre las relaciones del poder dominante y la colonialidad del poder, saber y ser, de manera que podamos tener una identidad descolonizada y un pensamiento propio y lograr nuevas condiciones sociales de poder, saber, ser y naturaleza.

            Por otro lado, el presidente Nicolás Maduro, en su discurso del 12 de Octubre de 2016, en la Conmemoración del día de la Resistencia Indígena, hizo un llamado a iniciar una campaña para descolonizar la cultura, la educación, la economía, las artes, la mente y la vida en Venezuela y en América Latina y el Caribe, para lograr esto, nombra una comisión presidencial para el plan descolonizador. Enfatizo: “si queremos ser libres e independientes debemos descolonizar nuestra mente, las palabras, el lenguaje, todo lo que sentimos y decimos”

            Considerando, el aporte de García (2006), en el artículo “Democracia Liberal Vs. Democracia Comunitaria”, hace un llamado a un estado multinacional o multicultural donde exista igualdad de derechos políticos y culturales a las etnias y culturas del país, a su vez señala que la estructura compleja de Bolivia es cultural y organizativa (moderna, mercantil, capitalista).

            Por otro lado, afirma que en Bolivia, existen 4 tipos de civilizaciones: la moderna industrial (es un reducido número de personas). La economía y cultura organizada. Civilización comunal y Civilización amazónica. Todas esas civilizaciones a excepción de la última, atraviesan ciudad y campo, pueblos indígenas y no indígenas.

            Reflexionando sobre el tema, en la democracia liberal predomina la lógica industrial y regímenes tradicionales; sin embargo, a lo largo de la historia se muestra que el sistema liberal y la democracia comunitaria pueden articularse en sistemas de macro democracia, abarcando miles de comunidades, gremios, barrios, urbanos y rurales.

Socialización de la interculturalidad, la descolonización del estado y del conocimiento con la propuesta de tesis doctoral

            Vale la pena resaltar que en el trabajo de construcción doctoral, titulada: “Teorética Agroecológica, Sustentable y Andragógica en el Contexto del Desarrollo de los Agroecosistemas Vitales”, lo que se pretende es un proceso de descolonización y de interculturalidad, donde se comprenda y analice como la crisis mundial de alimentos y los cambios climáticos producto de la contaminación ambiental han influido en los procesos productivos. Es necesario transformar la realidad del hecho productivo. Considerar el uso de la tierra pensado en las futuras generaciones, incorporando la agroecología como disciplina científica que permite cultivar o producir alimentos y a la vez tener sustentabilidad.

            Por estas razones es necesario revalorizar los conocimientos ancestrales, sin dejar de lado los conocimientos de otras culturas. La educación universitaria es andragógica y debe estar basada en la diversidad, horizontalidad, complementariedad, reciprocidad del conocimiento, así como también se debe valorar el saber, el hacer, reflexiones, vivencias y cosmovisiones.

            Es pertinente señalar, que deben existir espacios de dialogo de saberes y de culturas (descolonizar el pensamiento) en las universidades, abrirse a la transformación  a fin de sensibilizar, oír y atender a todos. Involucrar la acción y retroacción transformadora en todos los polos, y que todos colaboren en la articulación de políticas universitarias (docentes universitarios involucrados en la organización, programación, ejecución). Así como también, impulsar un cambio cultural a fin de la creación y desarrollo del pensamiento crítico. Dejar de ser pasivos, acríticos y subordinados en lo cognitivo, axiológico y metodológico, sin desconocer el estado del arte de las ciencias, las técnicas y las humanidades. Que exista la multipolaridad o multiculturalidad

 

Literatura y referencias electrónicas consultadas

Maduro, N. 2016. Discurso del 12 de Octubre. Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=OesC4mMt72Q. Consulta (Noviembre 05, 2016).

Real Academia Española. Descolonización. Disponible en: http://dle.rae.es/srv/search?m=30&w=descolonizaci%C3%B3n. (Noviembre 05, 2016).

Walsh, C. García, A. y Mignolo, W. 2006. Interculturalidad, Descolonización del Estado y del Conocimiento. Disponible en: https://es.scribd.com/document/27130775/Intercultural-Id-Ad-Descolonizacion-Del-Estado-y-Del-Conocimiento-Walsh-Garcia-Linera-And-Mignolo. Consulta (Noviembre 05, 2016).

Imagen: artelista.s3.amazonaws.com/obras/big/6/6/8/6119925679594617.jpg

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