Telefónica forma a alumnos y docentes en su apuesta por llevar la innovación digital a las aulas
La revolución digital y tecnológica está transformando todos los sectores de la sociedad, incluido el de la educación. Estamos inmersos en lo que ya se denomina Cuarta Revolución Industrial, una transformación para la que, más temprano que tarde, habrá que adaptarse y formarse para poder ejercer profesiones que, en la actualidad, ni siquiera existen. Para afrontar esta nueva realidad digital, es imprescindible transformar el modelo educativo y asentarlo sobre unos cimientos basados en la innovación y la tecnología. Telefónica, que desde hace años apuesta por la educación, basa sus acciones en tres pilares. El primero de ellos es proporcionar las mejores infraestructuras -desplegando fibra óptica y banda ancha móvil para aportar una conectividad óptima- y el equipamiento en las aulas –suministrando ordenadores, tabletas, pizarras digitales, etc.- como base sobre la que sustentar la transformación del sector.
De otra parte, cuenta con el bagaje de Fundación Telefónica, que lleva casi 20 años en funcionamiento, en los que ha desarrollado, y continúa haciéndolo, proyectos relacionados con la educación y la formación laboral. En este tiempo, más de cuatro millones de niños y profesores se han beneficiado de sus programas. Su gran apuesta ahora es Profuturo, encabezada por César Alierta, que tiene como misión promover el acceso a una educación universal y de calidad en el Tercer Mundo para contribuir a la igualdad de oportunidades.
Pero, sin duda, la innovación educativa dentro de la compañía la lidera Telefónica Educación Digital (TED), empresa que en sus 15 años de experiencia en el mercado nacional e internacional desarrolla procesos de aprendizaje de alto impacto en personas y organizaciones.
Según explica Carolina Jeux, CEO de Telefónica Educación Digital, «ayudamos a la transformación del sistema educativo y proporcionamos soluciones para la educación digital, desde el ámbito escolar hasta el universitario o a la formación laboral». Además, trabajamos con compañías y administraciones públicas que necesitan de una solución determinada. «La educación es la palanca de transformación más evidente y necesaria para cambiar la sociedad. Si no preparamos a los niños, no se puede hablar de capital humano». Uno de los principales factores de este gran cambio que ya se está dando en la educación son los profesores, que deben ser los embajadores del cambio tecnológico. La plataforma ha formado a más de 300.000 profesores en metodología, robótica, nuevas técnicas o propuestas didácticas sobre cómo incorporar la tecnología en el aula.
Robótica y programación
De otro lado, la plataforma STEMbyme, dirigida a niños y jóvenes, les motiva a través de retos para que aprendan sobre ciencia, matemáticas o tecnología, entre otras materias, con un enfoque muy lúdico para despertar en ellos el interés por ser creadores de tecnología y no meros usuarios.
Entre las acciones de TED también destaca la competición interescolar Desafío STEM, en la que profesores y alumnos desarrollan proyectos relacionados con el internet de las cosas, la realidad virtual, la programación o la educación digital. En la última edición participaron 1.500 niños y docentes. En el ámbito universitario, cuenta con Miríada X (miriadax.net), una importante plataforma de cursos online masivos en abierto que tiene como objetivo fomentar la difusión del conocimiento.
Escuelas conectadas
Todos los centros públicos andaluces contarán con 1 Gbps de acceso de datos y una conectividad WiFi de 17 Mbps por alumno en cada una de las aulas gracias al convenio firmado entre red.es, entidad pública empresarial del Ministerio de Energía, Turismo y Agenda Digital, y Junta de Andalucía, cuya licitación pública se adjudicó Telefónica. Esta solución va a estar disponible en el 100% de los colegios (3.336 centros públicos de Educación Primaria y Secundaria andaluces), independientemente de su ubicación o del número de alumnos. Andalucía pasa a convertirse así en un referente europeo al contar con la mejor red educativa en cuanto a conectividad.
Resumen: La educación técnica es clave para la revolución industrial en Ghana. Las ambiciones que tenemos para este país van a ser fructíferas y depende en gran medida de lo que va a suceder en lugares como este, que estarán en el centro de la revolución industrial de nuestro país.
The President Nana Addo Dankwa Akufo-Addo has hinted of government’s resolve to reposition technical education to be the centre of the country’s industrial revolution.
«If the ambitions we have for this country are going to come into fruition, a great deal of it depends on what is going to happen in places like this. You are going to be at the centre of the industrial revolution of our country,» he stated.
The President was addressing the Ho Technical University community as part of his two day working visit to the Volta Region at the weekend.
He said the country could not continue to be a raw material producing nation, emphasizing that it would continue to be poor if it went down that line.
The President said government was therefore prioritizing educational expenditure, especially technical education to change the structure of the country’s economy.
He promised to complete abandoned projects at the Ho Technical University and charged the students to study hard to contribute to the progress and development of the country.
The President said Ghanaian was a rich country and called for unity among the citizenry and underscored the need for all to eschew corruption, tribalism and focus on excellence in the interest of the country.
Earlier, he paid a courtesy call on Togbe Afede XIV, Agbogbomefia of Asogli and President of the National House of Chiefs and reiterated his commitment to fulfilling promises made during the campaign and developing all parts of the country.
17 de mayo de 2017 / Fuente: https://compartirpalabramaestra.org
Por: Rafael Orduz
Las formas en que la sociedad produce, distribuye y consume bienes y servicios están cambiando en forma vertiginosa. La manera en que se educan niños y jóvenes debe ajustarse a los cambios.
Se habla hoy de la cuarta revolución industrial que se está desenvolviendo a pasos agigantados, sin que aún sepamos del todo acerca de la dimensión de las rupturas con modelos tradicionales en los más diversos campos, incluyendo los de negocios y, por supuesto, los pedagógicos.
La primera revolución industrial tuvo una de sus bases en el uso del agua y el vapor para mover las máquinas que iniciaron la producción fabril moderna. La ruptura con los métodos artesanales por la vía de la producción a escala, la revolución en el transporte (ferrocarriles) y la fabricación de maquinaria y equipo, fueron algunas de las características de aquella. El hierro y, más tarde, el acero, se convierten en insumos fundamentales de la infraestructura productiva y de los bienes de capital.
La llamada tercera revolución industrial se refiere al período que incorpora la electrónica y las tecnologías de la información y las comunicaciones en los ciclos de producción, distribución y consumo. La automatización en la producción es un rasgo típico de tal etapa.
Finalmente, la cuarta revolución, basada en la tercera, es la de la era digital, la conectividad móvil, las redes sociales, el “big data”, de la que apenas la humanidad está comenzando a percibir los profundos cambios que acarreará. (Lea: El museo como aparato en la Era del Big Data 1)
Una característica, según el Foro Económico Mundial consiste en que los límites entre los ámbitos físico, digital y biológico se diluyen gradualmente. Aunque está basada en la tercera revolución, la cuarta se caracteriza por la velocidad exponencial de los hitos de innovación, el amplio espectro en el que ocurren y el impacto que generan en múltiples sistemas, incluyendo los productivos, administrativos, de gobierno y educativos.
En un mundo en el que el número de conexiones móviles es ya superior a la población mundial (lo que no implica que todos los habitantes del planeta estén ya conectados entre sí), con capacidades inimaginadas de almacenamiento virtual y desarrollos inverosímiles hace dos décadas, que apuntan al acceso de la información y el conocimiento para miles de millones de personas sin importar dónde, cómo y cuándo lo hagan, los retos (y las oportunidades) relacionados con la forma en que nos educamos, son formidables. Robótica, inteligencia artificial, nanotecnología, biotecnología, producción 3D, ciencia de los materiales y la fusión, campos que, en mayor o menor grado se fusionan entre sí, marcarán rutas determinantes del conocimiento en las próximas d,a formacnamas en la red) ompetencia de procurar el acceso al conocimiento por sus medios.trasciende le espcaio de la educaciécadas.
Aunque el tema es de alta complejidad, hay hechos claros:
En un contexto en el que “Google lo sabe todo” lo relevante en la producción de bienes y servicios no será el conocimiento de los individuos sino lo que las personas pueden hacer con él.
Iniciativa, trabajo en equipo, liderazgo, son cualidades indispensables que niños y jóvenes deben adquirir en los procesos educativos, al lado de las llamadas “competencias del siglo XXI”. (Lea: ¿Qué son las competencias del Siglo XXI?)
La capacidad de auto-aprendizaje, de renovar en forma permanente las competencias propias, trasciende le espacio de la educación formal. De nada servirá la acumulación de títulos en el sistema formal de educación si los profesionales y técnicos no cuentan con la competencia de procurar el acceso al conocimiento (disponible en múltiples formas en la red) por sus propios medios.
La formación ciudadana es un requisito sine qua non en las economías contemporáneas: ciudadaos responsables (incluida la dimensión del medio ambiente) y concientes de sus deberes y derechos, solidarios, críticos de la calidad de los bienes y servicios en los mercados, por una parte, y de la transparencia en la gestión pública, por otra, son algunos de los aspectos relevantes de la nueva cultura ciudadana en la era digital en la que la humanidad incursiona.
América del Sur/Colombia/8 Abril 2017/Fuente: Semana
Cada vez son más las profesiones y oficios que desaparecen. En algunos casos se convierten en actividades reservadas a las tecnologías o simplemente la sociedad, debido a las transformaciones, ya no necesita aplicar esos conocimientos.
Las costumbres cambian, y las nuevas tecnologías inundan nuestro día a día, relegando al olvido oficios y profesiones que de antaño fueron esenciales. Algunos trabajos solamente han cambiado de nombre; otros perdieron su puesto en la sociedad y fueron sustituidos por una máquina o a causa de un sistema económico que hizo imposible competir en precios para ganarse el sustento. Ciertamente, desde la academia empiezan a sentirse esos cambios en los que los futuros profesionales optan por las carreras que el mercado laboral más demanda.
Para nadie será un secreto descubrir que las carreras ligadas al área de humanidades son titulaciones con problemas para cubrir sus plazas en Colombia, que ya de por sí son escasas. Por poner un caso extremo, la carrera de Filología, que ofrece la Universidad Nacional, apenas tiene un promedio de 13 estudiantes por semestre. La diferencia es del cielo a la tierra si comparamos esta profesión con carreras populares como Comunicación Social en la Universidad Javeriana, que cuentan en promedio con 130 estudiantes por semestre.
Quien marca la pauta es el mercado laboral y su creciente demanda por profesionales calificados que satisfagan las necesidades del país. Las previsiones del futuro, de acuerdo con la opinión de algunos expertos del Observatorio de la Universidad Colombiana, es que algunas profesiones y oficios podrían desaparecer en el umbral de los próximos diez años. Según información suministrada por el Observatorio Laboral de Educación del Ministerio de Educación, en Colombia, en los últimos cinco años, no se ha graduado ningún agrólogo, oceanógrafo físico o estadístico informático; de la misma manera, carreras como Agrozootecnia, Artes Liberales en Ciencias Sociales, Museología y Matemáticas Aplicadas no sobrepasan los cinco estudiantes con título.
Aunque la carrera más estudiada por los colombianos es Derecho, pues tuvo 137.905 estudiantes matriculados en 2013 y 139.072 en 2014, señala el diario El Colombiano; por otro lado, las artes escénicas y dramáticas no pasan de 90 inscritas en el periodo de 2013. Es difícil pensar que los abogados van a desaparecer, pero esta disciplina presenta otra problemática. Según cifras del Dane en el 2010, la tasa de empleabilidad de graduados en Derecho era del 72,1 %. Es así como la demanda se presenta superior a la oferta. Sucede lo mismo con el Periodismo; alrededor de 1.753 profesionales se gradúan por semestre en el país. El portal JobStreet define al Periodismo como una profesión que no tiene futuro. “Precariedad y desempleo van unidos a este sector, aunque la lógica de evolución de estos profesionales se encamina hacia el social media manager, blogger y content manager”, afirma el portal.
Por otro lado, hay carreras y profesiones que ya salieron por completo del abanico de posibilidades que ofrecen las universidades y algunos institutos técnicos. Por ejemplo, la carrera de Delineación quedó sepultada, ya que los arquitectos y los ingenieros le robaron protagonismo a este tipo de diseñadores. Lo mismo pasó con el Patronaje Textil, que se encuentra próximo a naufragar. Estos profesionales son cada vez menos demandados por la industria textil, ya que los patrones se generan casi por completo por computador y los esquemas van directamente a la máquina de corte.
Mientras tanto, en Europa el panorama es muy parecido. Según el plan Bolonia, la falta de popularidad de distintas asignaturas como Antropología, Literatura, Historia, Geografía, entre otras, es la principal razón de que los nuevos planes de estudio integrados en el Espacio Europeo de Enseñanza Superior hayan agrupado, y en otros casos, eliminado muchas de estas humanidades en las distintas universidades del Viejo Continente. Se trata de una medida práctica que, sin embargo, ha causado polémica, y los más conservadores han puesto su grito en el cielo.
El problema que se vivió en las distintas revoluciones industriales se sigue viviendo ahora debido a los avances de la tecnología y a las necesidades de la sociedad. Aunque en todas las épocas han desaparecido trabajos, la crisis económica global ha acelerado la defunción de oficios hasta ahora comunes y, lo que es más grave, de reciente creación. Es por eso que el drama es mayor, pues los trabajadores más jóvenes son los que se ven afectados, ya que aprendieron, en teoría, un oficio que no iba a desaparecer tan pronto. Pasa lo contrario con las carreras universitarias que ya los más jóvenes no están optando por estudiar, pues esos conocimientos no pueden desaparecer y deben pasar a nuevas generaciones para que no se queden en el olvido.
La Universidad de Valencia y Microsoft crean una cátedra sobre seguridad y privacidad digital
El mundo digital nos rodea y los usuarios tienen, muchas veces, la sensación de que no están suficientemente protegidos cuando compran por internet o emplean las redes sociales. «Hay que saber construir un espacio de seguridad jurídica para todos, pues la privacidad no puede bloquear la investigación en ámbitos como la seguridad, la sanidad o la investigación científica», ha defendido hoy el rector de la Universitat de València, Esteban Morcillo, en la presentación de la nueva Cátedra de Privacidad y Transformación Digital creada con el patrocinio de Microsoft.
El objetivo de la cátedra, cuya duración de cuatro años, es favorecer la divulgación de conocimientos en torno a la seguridad y la privacidad en el mundo digital con la organización de jornadas, seminarios en España y en el ámbito internacional, ha explicado el director de la cátedra y profesor de Derecho Internacional Ricard Martínez.
El director de Educación de Microsoft Ibérica, Óscar Sanz, ha explicado que el mundo vivo un momento increíble, con acceso a la información de forma instantánea y la creación «de un montón de oportunidades económicas» que no pueden desaprovecharse.
«Esta ola de innovación, que trae grandes cambios, no viene sola, llega con grandes retos y desafíos: la transformación del trabajo, los problemas de seguridad pública, la privacidad de las personas», ha dicho el directivo de Microsoft. Según Sanz, esa privacidad será un eje primordial para que las empresas se embarquen en nuevos proyectos.
La cátedra, la primera de Europa que alienta Microsoft, promoverá cursos de formación sobre privacidad, ciberseguridad y transformación digital en el horizonte de 2018, fecha en la que los países se enfrentan al Reglamento de Protección de Datos de la Unión Europea, con regulaciones específicas en el tratamiento de datos personales sanitarioso relacionados con la seguridad pública.
Estamos ante un dilema de una magnitud muy similar a la que planteó Theodor W. Adorno con ‘La educación después de Auschwitz’ (1966), con la que abría un debate moral de enorme trascendencia.
La cuarta revolución industrial ya está aquí entre nosotros aunque no la percibamos. Avanza imparable en centros de investigación y desarrollo tecnológico bajo una fuerte competitividad por conquistar nuevas fronteras y límites sin tener en cuenta sus costes sociales y humanos. Diversos informes, algunos cuestionados como siempre, nos dicen que el 57% de los empleos de los países de la OCDE están en riesgo o son vulnerables ante la robotización y el desarrollo de la inteligencia artificial. Otro informe corporativo del banco Merril Lynch (los bancos siempre tienen torres Mordor que hacen de observatorios del porvenir), alerta que el 45% de los puestos de trabajo de fabricación en el sector industrial serán robotizados en los próximos 20 años, afectando a las fábricas asiáticas pero también a las europeas.
Se estima que en cuatro años, los taxis de Japón serán robots y una parte importante de la logística se realizará con drones y camiones dirigidos sin conductor, prescindiendo gradualmente de miles de empleos humanos. Los recepcionistas de hotel o las cajeras de supermercado son ejemplos de los millones de empleos sustituibles por robots. Buena parte de los obreros de fabricación de la industria, de la venta en comercios, de las rutinas administrativas e, incluso, de ciertas rutinas expertas como la de analistas financieros, abogados y periodistas serán fácilmente prescindibles ante el avance de la robótica y la inteligencia artificial.
La inteligencia artificial crecerá un 36% ligada al Internet de las cosas (IoT) y a la denominada Industria 4.0 (realidad virtual, impresión 3D…). Su aplicación será rápida y transversal, tanto en el hogar, en los servicios, en el transporte, en la sanidad, en las finanzas, en el ocio y en la industria militar y de seguridad. Estados Unidos, Japón, China, Corea del Sur y la India se perfilan como los nuevos centros de poder y de liderazgo de la cuarta revolución industrial, deduciéndose un nuevo tablero mundial de hegemonía económica no exento de dura rivalidad.
Robotización y nuevo contrato social
A diferencia de las otras revoluciones económicas que ha vivido la humanidad, la cuarta revolución industrial es previsible y calculable. Nos anticipamos a lo que nos espera a través de informes, foros y reflexividad llegando a amplias capas de la opinión pública, algo inexistente en los siglos XVIII, XIX y casi todo el siglo XX. Podernos anticipar y conocer las pros y contras siendo un ejemplo más de la sociedad del riesgo definida por Ulrich Beck que, al menos, genera reflexividad crítica y por tanto, repolitización de las agendas para negociar condiciones y consecuencias.
Sin embargo, los expertos ya nos anticipan que, a diferencia del resto de grandes cambios tecnológicos, esta vez, el reparto de los beneficios de la nueva revolución industrial no será generalizados ni compartidos, agravándose las brechas de desigualdad socio-económica y de consumo que pueden amenazar el funcionamiento mismo del sistema capitalista que entraría en colapso. Por tanto, no estamos ante un cambio tecnológico menor o una simple innovación incremental que evoluciona y avanza en línea ascendente, tal y como vemos en el gráfico.
Nos enfrentamos a un nuevo modelo de desarrollo económico, inducido no sólo por la robótica, la IoT y la inteligencia artificial, sino por el crucial aumento de la innovación que expandirá nuevas posibilidades y aplicaciones en forma geométrica y muy acelerada en todos los ámbitos. La consecuencia previsible es un aumento inédito de la complejidad social y nuevas contradicciones en el modelo de relaciones productivas que, tarde o más pronto, implicarán una redefinición en profundidad del viejo contrato social construido en tiempos de la modernidad industrial.
Gráfico 1. Evolución de ciclos de desarrollo y grados de impacto
La robotización de la industria y los servicios aumentará la productividad un 30% a cosa de reducir los costes laborales entre un 18% y un 33%, según ciertas estimaciones. Ahí está la clave de la cuestión. La historia del capitalismo es la historia de su plusvalía y su tasa de ganancia a costa del trabajo humano. Ahora estamos ante el umbral de una nueva época donde el trabajo humano se va a hacer masivamente prescindible como si se recortara una buena tajada del pastel y desapareciera para siempre. La pregunta es bajo qué condiciones y límites.
Si el futuro del trabajo es una robotización destructora de empleo humano, sin pagar impuestos, sin capacidad de protesta y devaluadora de los salarios de los que queden trabajando, la cuestión es cómo regular en clave de bienestar y equidad esta nueva revolución industrial. Se perfila una inédita alianza interclasista de las víctimas de la robotización donde las clases medias y obreras pueden emerger como nueva mayoría social determinante ¿Podemos decidir que ya toca repartir el tiempo de trabajo, adelantar la edad de jubilación, redistribuir las enormes plusvalías de la robotización y garantizar la co-gestión en las empresas? La robotización ya forma parte de la lucha de clases y de ahí las nuevas propuestas de hacer que los robots tributen y paguen impuestos.
Las nuevas condiciones fuerzan la definición de un nuevo contrato social, de nuevas formas de propiedad y de co-gestión en las empresas y una nueva fiscalidad equitativa que se responsabilice tanto de la huella ecológica sobre el medio ambiente como de la nueva huella robótica sobre la estructura social y laboral. Las utopías de una jornada semanal de 25 horas, con industrias y sectores que paguen impuestos por los robots que utilizan y con una renta básica de ciudadanía, ya no son ideas descabelladas. Son exigencias para un nuevo sindicalismo ciudadano e interclasista, capaz de proponer alternativas post-capitalistas que sean redistributivas y humanizantes ante un futuro que no podemos consentir que acabe siendo post-humano. De ahí, la necesidad de consensuar qué tipo de regulaciones públicas podemos decidir en común ante los nuevos riesgos y excesos que se avecinan. De ahí, que la educación pública esté concernida a pronunciarse y a transformarse, sí o sí, esta vez.
Educarse para vivir, decidir y dominar un nuevo entorno tecnológico
En el terreno de la educación nos enfrentamos a un hito o un punto grave de inflexión. La educación es el arma más poderosa para crear conciencia y reflexividad que, luego puede orientarse a fines transformadores o a fines reproductores del orden social y económico. En educación, creo que estamos ante un dilema, aún por abordar con valentía, de una magnitud muy similar al que planteó Theodor W. Adorno con “La educación después de Auschwitz” (1966) abriendo un debate moral de enorme trascendencia.
Teniendo en cuenta que los efectos de la educación son siempre a largo plazo (20 o 30 años) y eso choca con el presentismo y coyunturalismo que nos inunda y nos limita, podemos plantearnos algunos interrogantes profundos. ¿Cómo educar en la escuela cuando no haya trabajo humano para todos y se deba competir con robots como nuestros sustitutos potenciales? ¿Qué sentido tendrá educar para generar plusvalía o para asegurar la productividad cuando impere la robótica y la inteligencia artificial en todas partes, cuando las propias máquinas piensen, hagan su propio mantenimiento y se fabriquen a sí mismas? ¿Para qué nos servirá mantener un sistema escolar fordista pensado para disciplinar la mano de obra y dividirla entre la rama manual y la rama intelectual? ¿Qué sentido tendrá en el año 2050 mantener vigente el actual trívium y quadrivium que nos divide entre las ciencias y las letras por asignaturas? ¿Cómo se enfocará el curriculum en una economía post-humana y con grandes brechas de desigualdad? ¿Cómo asumirá la escuela las necesidades de socialización para una sociedad tan anómica y fragmentada?
Son preguntas angustiantes pero peor es no hacérselas y que otros decidan el futuro por nosotros. Todo ello nos conduce, de nuevo, a un dilema complejo sobre nuestra identidad. ¿Qué somos? ¿Qué queremos ser? ¿Podemos decidir cómo vivir, regular y poner bajo dominio moral los previsibles excesos de la robótica? ¿Tenemos un marco democrático donde la decisión pública se imponga a los mercados y a las grandes corporaciones? ¿Estamos resignados y apocados o nos sentimos empoderados para ejercer nuestra ciudadanía con nuevas exigencias para marcos de futuro a decidir? ¿Nuestro futuro está abierto o ya lo damos por perdido?
Son preguntas que, más pronto que tarde, la comunidad educativa y el conjunto de la sociedad deberán plantearse con valentía. Por eso conviene primero, perfilar qué nuevo contrato social es necesario y qué tipo de ciudadanía hay que formar y socializar para ponerlo en marcha y hacerlo realidad. En esas coordenadas, el gran objetivo de la nueva educación pública deberá ser elevar la inteligencia colectiva y el pro-común colaborativo e interdisciplinar en un nuevo contexto de socialización más igualitario y universal. La amenaza post-humana y anómica que implica el futuro robotizado ha de hacernos recuperar el sentido de semejanza con nuestros iguales (las personas) y el sentido moral de la equidad y la igualdad como un beneficio mutuo. Mi bienestar no es tal si no hay equidad y la igualdad siempre será más fuerte como arma preventiva contra ese futuro post-humano que nos amenaza. En el fondo, la epopeya mediática por excelencia de nuestros tiempos (la serie de televisión Juego de Tronos) acierta de lleno por plantear en la ficción, lo que será nuestro dilema de futuro. O una nueva alianza por la igualdad entre diferentes o un futuro post-humano donde gobiernen caminantes blancos o robots con auto-conciencia de su supremacía.
La nueva educación pública ha de diseñarse para asegurar la primacía de un futuro humano de dignidad con personas libres y críticas formadas para cooperar y decidir cómo diseñar la tecnología y la economía respetando las necesidades humanas. Este objetivo implica universalizar la igualdad, el sentido crítico, el trabajo en equipo, el pro-común, la creatividad, la argumentación, y la empatía emocional con la alteridad. Son virtudes y objetivos que están a años luz del actual sistema escolar zombie que, agotado y condenado, sigue vigente con su curriculum y su formato homogéneo para una sociedad industrial que ha dejado de existir.
El futuro robotizado y la economía digital apelan la necesidad de una educación que sea emancipatoria y crítica, asegurando el derecho a aprender con equidad para que todos desarrollen su pleno potencial y todas sus inquietudes. Supone un cambio cultural disruptivo y radical que algunas escuelas ya están empezando a concretar a contracorriente del actual sistema escolar. Son pequeñas hormigas con ejemplos pequeños que están construyendo una gran esperanza. Las fuerzas del mercado o las empresas tecnológicas no pueden dictar cómo ha de ser la educación del futuro sino el profesorado y las comunidades críticas y transformadoras que ya están cambiando la escuela desde abajo. ¿Qué educación pública queremos decidir?
Las evidencias científicas que respaldan la teoría del Antropoceno son cada día más robustas y contundentes, y probablemente sea cuestión de tiempo que el término acabe siendo formalmente aceptado por la comunidad científica internacional
Hasta tal punto estamos los seres humanos alterando actualmente los procesos biogeofísicos y biogeoquímicos esenciales de nuestro planeta que muchos investigadores sugieren que estamos ya inmersos en una nueva unidad formal dentro de la escala temporal geológica de la Tierra: el Antropoceno, una nueva época geológica dentro del periodo Cuaternario en la cual los humanos estaríamos sobrepasando con nuestras actividades los umbrales de seguridad de varios parámetros ambientales claves para el correcto funcionamiento de la ecosfera.
Pese a no haber sido aún reconocido formalmente por la comunidad científica internacional, lo cierto es que la noción de Antropoceno está penetrando con muchísima fuerza en la literatura científica de todo el mundo. Según apuntan sus defensores, uno de los mayores éxitos de este nuevo término radica, precisamente, en su capacidad para albergar geológicamente y de forma satisfactoria la situación de excepción ecológico-social en la que nuestro planeta se halla en los inciertos albores del siglo XXI.
Con el objetivo de clarificar la validez científica del Antropoceno, en el año 2008 se presentó una propuesta a la Comisión Internacional de Estratigrafía para evaluar si este concepto tenía o no mérito científico como una nueva unidad geocronológica de la Tierra; y, si lo tuviese, resolver cuándo habría comenzado. Tras varios años de intenso trabajo, las certidumbres científicas cosechadas por el Grupo de Trabajo sobre Antropoceno (GTA) respecto a la validez científica del término han sido bastante convincentes . Igualmente notables han resultado ser los avances obtenidos respecto al momento histórico en el cual situar el comienzo de esta nueva época geológica (o, lo que es lo mismo, dónde establecer la frontera geológica entre el Holoceno y el Antropoceno). Como veremos a continuación, son tres las propuestas que, a día de hoy, cuentan con un mayor respaldo científico al respecto.
La primera de ellas, conocida como la teoría del “Antropoceno temprano”, emplaza el inicio de esta nueva época geológica en el Neolítico, con la domesticación de especies y el desarrollo de la agricultura y la ganadería. Según apunta esta hipótesis, el cambio sociocultural que supuso pasar de organizarse alrededor de pequeños grupos nómadas de cazadores-recolectores a constituir asentamientos humanos basados en las actividades agropecuarias conllevó una modificación del sistema biofísico global (expresada fundamentalmente a través de los cambios de uso del suelo y del aumento de las concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera) que, según sostienen sus principales defensores, podría ser considerado como el inicio del Antropoceno.
La segunda teoría sobre el comienzo del Antropoceno sitúa su inicio hacia finales del siglo XVIII y principios del XIX, con el arranque de la Revolución Industrial. Esta hipótesis fue la que originalmente defendieron los padres del término Antropoceno allá por el año 2000, argumentando que los efectos de las actividades humanas se hicieron claramente perceptibles a escala global a partir de este momento (sobre todo aquellos relacionados con las concentraciones atmosféricas de CO 2 y CH 4 detectadas en los testigos de hielo glaciar). Estudios recientes han puesto de manifiesto como los productos asociados a las actividades extractivas -como los materiales de construcción o los metales procesados- representarían otro importante marcador estratigráfico que señalaría un cambio notorio en las características de los depósitos antropogénicos durante el inicio de la Revolución Industrial.
Por último, la tercera gran teoría sobre el inicio del Antropoceno sostiene que éste comenzó a mediados del siglo XX, con el fenómeno de rápidas e intensas transformaciones sociales, económicas, científicas, tecnológicas y biofísicas que tuvieron lugar a escala planetaria tras el final de la Segunda Guerra Mundial. Según sus defensores, este fenómeno, conocido como la Gran Aceleración, habría impulsado un fuerte incremento poblacional y un potente aumento en el consumo per cápita de recursos que, junto al posterior proceso de globalización económica, habrían sumido al planeta Tierra en un nuevo estado de cambios drásticos inequívocamente atribuible a las actividades humanas.
De entre estas tres grandes hipótesis, las últimas investigaciones realizadas por el GTA se inclinan a ubicar el inicio del Antropoceno hacia mediados del siglo pasado, es decir, con el comienzo de la Gran Aceleración. Las razones principales que han llevado a estos investigadores a descartar las opciones del Neolítico y de la Revolución Industrial como el inicio formal del Antropoceno han sido, fundamentalmente, que ambos acontecimientos sucedieron -cada uno de ellos por separado- de manera diacrónica en todo el planeta, y, como es sabido, los límites cronoestratigráficos en geología han de establecerse siempre en base a medidas sincrónicas globales. Así, el proceso por el cual los seres humanos fuimos desarrollando la agricultura y la ganadería durante el Neolítico no fue un fenómeno que sucediese de forma simultánea en todas las regiones del planeta sino que estuvo separado por miles de años. Estudios recientes desarrollados sobre horizontes edáficos vinculados a las primeras prácticas agropecuarias así lo sugieren. Del mismo modo, la Revolución Industrial, aun tratándose de un proceso mucho más comprimido en el tiempo que la neolitización , fue también un evento diacrónico en el espacio y en el tiempo que, para el caso de muchos países, realmente no termina de producirse hasta mediados del pasado siglo.
De este modo, las principales averiguaciones científicas reunidas durante los últimos años parecen indicar que fue el excepcional aumento de las actividades humanas acontecido desde mediados del siglo XX lo que, definitivamente, habría sumido al planeta Tierra en una nueva época de cambios rápidos, intensos y globalizantes que representaría el inicio de la Gran Aceleración y, con ello, el comienzo del Antropoceno.
Lo interesante de todos estos cambios es que, además de tener la capacidad global de modificar la dinámica “natural” del planeta, habrían ido originando con el paso de los años diversos registros estratigráficos reconocibles para la geología. Tal y como apuntan los trabajos realizados por el GTA, entre l as principales transformaciones antropogénicas asociadas a registros estratigráficos detectables encontraríamos: i) la dispersión mundial de isótopos radiactivos procedentes de las pruebas nucleares que se iniciaron a mediados de la década de los cuarenta ; ii) la alteración global del ciclo del nitrógeno ocurrida a partir de la intensificación agrícola facilitada por el uso masivo de fertilizantes artificiales; iii) la creación y dispersión planetaria de nuevos materiales fabricados por el ser humano, como los plásticos y las fibras sintéticas; iv) la difusión global de contaminantes vinculados a las actividades industriales, incluidos los contaminantes orgánicos persistentes y los metales pesados; v) la pérdida de biodiversidad y el avance de especies invasoras en todo el planeta ; vi) la modificación humana del sistema climático mundial debido al aumento acelerado de los niveles atmosféricos de CO2 a partir, fundamentalmente, de mediados del siglo XX ; y vii) la alteración de los depósitos y flujos de materiales pétreos granulados correspondiente tanto al transporte deliberado de materiales (minería, construcción, urbanización) como al efecto indirecto producido por las grandes presas fluviales.
De entre todas estas transformaciones antropogénicas, son varias las que habrían logrado imprimir, según los geólogos, un sello estratigráfico detectable sobre el planeta; sellos todos ellos que podrían ser utilizados formalmente como pistoletazo de salida del Antropoceno. Sin embargo, y tal y como apuntan las últimas investigaciones del GTA, el evento más apropiado para situar el nacimiento oficial del Antropoceno sería la primera detonación nuclear, llevada a cabo en el desierto de Alamogordo, en Nuevo México, el 16 de julio de 1945. Según argumentan estos científicos, los isótopos radiactivos liberados a partir de los primeros ensayos nucleares (ensayos que alcanzaron su máximo de emisiones a comienzos de la década de los sesenta ) habrían modificado para siempre, y de un modo sincrónico, el registro químico-estratigráfico global de nuestro planeta, siendo de este modo el candidato idóneo para representar geológicamente el comienzo del Antropoceno.
Las evidencias científicas que respaldan la teoría del Antropoceno son cada día más robustas y contundentes, y probablemente sea cuestión de tiempo que el término acabe siendo formalmente aceptado por la comunidad científica internacional. Hasta entonces, no cabe duda de que se trata de un concepto útil y consistente cuyo enorme potencial mediático-reflexivo puede contribuir positivamente -tanto desde el punto de vista político como cultural- a una mayor toma de conciencia global sobre la delicada situación socio-ecológica en la que se encuentra nuestro planeta y nuestra especie en los albores del nuevo milenio.
Este artículo ha sido escrito en base a un artículo más extenso del mismo autor: Aguado, M. (2017). Llamando a las puertas del Antropoceno. Iberoamérica Social: revista-red de estudios sociales VII, pp. 42-60.
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