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Poner al centro educativo en el centro del cambio

Por Carlos Magro

La educación se encuentra hoy en una encrucijada, dice Mariano Fernández Enguita (pdf). Una encrucijada provocada por un cambio hacia una época global, postnacional, postindustrial (Bell), digital, líquida (Bauman),desbocada (Giddens) e incierta (Beck). Un cambio de época, dice Manuel Castells. Un cambio económico, social y tecnológico acelerado que está transformando los modos de creación, acceso y difusión del conocimiento y que está planteando, por tanto, enormes retos a los sistemas educativos. Cambios que desafían a la escuela y a su capacidad de adaptación.

1964. Dr. Strangelove. James Vaugha. https://flic.kr/p/7Fktpp

1964. Dr. Strangelove. James Vaugha. https://flic.kr/p/7Fktpp

Parece que finalmente vivimos en la sociedad del aprendizaje que avanzaron en 1968 y 1969 Torsten Husén yRobert Hutchins respectivamente. Y, un poco paradójicamente, es esa misma sociedad del aprendizaje la que nos reclama, con cierta urgencia, un cambio profundo en nuestras maneras de aprender y enseñar.

Vivimos un momento de enorme interés hacia la educación por parte de toda la sociedad y, consecuentemente, un momento de gran demanda y exigencia, especialmente para la educación escolar.Aprender se ha vuelto hoy una actividad paradójica, sostiene Juan Ignacio Pozo en Aprender en tiempos revueltos (2016), porque cada vez, dice, “dedicamos más años de la vida, y más horas de cada día, a la tarea de aprender, y sin embargo, aparentemente, cada vez se aprende menos, o por lo que parece, hay cada vez una mayor frustración con lo que se aprende y cómo se aprende.”

Ponemos tanto empeño, invertimos tantos recursos y esperamos tanto de la Escuela. Está tan presente en nuestras vidas, nos preocupa tanto y nos demanda tanto esfuerzo y tiempo, que no es extraño que nunca haya satisfecho nuestras expectativas, ni las individuales, ni las colectivas. Para unos, siempre ha sido insuficiente. Para otros, excesiva. Para muchos ha sido la gran institución liberadora, el gran sueño de la Ilustración. Para otros, una institución opresiva y mantenedora del status quo. Una institución que lejos de disminuir las diferencias sociales ha reproducido esas diferencias o las ha aumentado. En ocasiones la hemos acusado de ser demasiado moderna y experimental y de olvidar con demasiada facilidad la memoria colectiva, los principios y los valores tradicionales. Aunque casi siempre, la hemos criticado por estar desajustada y no responder con suficiente rapidez a los cambios, ni atender a las necesidades reales de la sociedad (otro tema sería ponernos de acuerdo sobre cuáles son esas necesidades reales).

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La situación no es nueva. “Los profesionales de la enseñanza no pueden evitar la sensación de que la escuela se halla sometida a un fuego cruzado, degradado su prestigio y criticada por todos. No les falta razón, pues parece que no existe nada más cómodo para una sociedad que culpar de sus males a la escuela -exculpando así, de paso, a otras instituciones como las empresas y el Estado, y tratar de encontrar soluciones mágicas a través de su permanente reforma, lo que sirve para distraer la atención de lo que verdaderamente necesitaría ser reformado, dentro y fuera de la institución escolar”, escribía en 1995 el mismo Enguita en La escuela a examen. Pero aunque no es nueva parece que en los últimos años se ha incrementado y generalizado el malestar.

¿Qué está pasando?. ¿Por qué se extiende un creciente malestar sobre su funcionamiento cuando la gran mayoría de los indicadores manifiestan tendencias positivas?. ¿Por qué es tan fácil mantener esa crítica constante a la labor de la escuela apelando a una engañosa apariencia de inmovilismo o incluso de retroceso? ¿Cómo podemos decir sin más que la escuela no ha cambiado en los últimos 200 años sin generar apenas controversia.? ¿Es necesaria tana inquietud? ¿Es necesario un cambio?

No es cierto que nada haya cambiado en 200 años. No es cierto que nuestro sistema educativo esté cada vez peor. Nuestro sistema educativo, como casi todos los sistemas educativos de la OCDE, ha experimentado un gran avance en las últimas tres décadas, hasta el extremo de poder hablar del milagro educativo español, como se ha encargado de recordarnos hace solo unos días Miguel Ángel Cerdán.

James Vaughan. https://flic.kr/p/7fwzaX

James Vaughan. https://flic.kr/p/7fwzaX

Sólo algunas cifras a modo de contexto. Mientras que en Finlandia prácticamente toda la población sabía leer a finales del s. XVIII, en la España de 1920 seguía habiendo un 20% de analfabetos. En 1967, hace 50 años, solo el 10% de los españoles que iniciaron la educación primaria terminaron el Bachillerato superior a los 16 años. Y sólo en 1984 se alcanzó la plena escolarización hasta los 14 años y en el año 2000 se extendió hasta los 16. El Panorama de la Educación de 2013 (con datos de 2011) indicaba que el 54% de los adultos entre 25 y 64 tenían un título de educación secundaria postobligatoria, frente al 76% de la media de la OCDE. Es decir, cualquier comparativa de un sistema educativo debe tener en cuenta la historia. En el caso de España, vemos que la comparativa histórica con otros países del entorno es muy desfavorable. Es importante saber, por tanto, desde dónde venimos para entender dónde estamos hoy.

No es cierto tampoco que los alumnos cada vez sepan menos. No es eso, desde luego, lo que nos dicen informes como el Programa de Evaluación de Competencias de Adultos (PIAAC), donde los adultos españoles salimos sistemáticamente peor parados que las generaciones de españoles más jóvenes al compararnos con otros países de la OCDE. Como media de los países que participaron en el PIAAC, un 32% de los jóvenes de 25 a 34 años tiene un nivel educativo superior al de sus padres. En España, este porcentaje supera el 40%.

No es cierto, por tanto, que los resultados hoy sean peores que los de hace décadas. Lo que tenemos es una brecha creciente entre las necesidades sociales de educación y los resultados que el sistema educativo es capaz de generar. Tenemos la sensación de retroceder, cuando en realidad son las expectativas las que han aumentado y las metas del aprendizaje las que se alejan. Cada vez pedimos más a la educación porque somos conscientes que, en esta sociedad del aprendizaje, la formación es una condición necesaria, aunque no suficiente, para garantizarnos la capacidad necesaria de adaptación a los cambios y la incertidumbre que parece que nos demandará el futuro.

Nadie duda de que la escuela y la educación requieren importantes transformaciones. Claro que es necesario un cambio profundo, especialmente en los sistemas educativos formales, pero hay que hacerlo desde el reconocimiento tanto de las carencias y disfunciones que tenemos como de lo mucho que se ha avanzado en los últimos decenios. Lo contrario sería injusto con el esfuerzo colectivo que hemos hecho.

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El cambio es necesario y urgente al menos por dos razones. Primera porque las altas tasas de fracaso escolar, de abandono temprano y de repetición de curso que presenta el sistema educativo español son insostenibles y nos están indicando que aún no hemos resuelto bien el paso de un sistema educativo selectivo a otro formativo y inclusivo. Segunda, porque los sistemas educativos, como señala Enguita, deben dar respuestas al menos a tres grandes retos: digitalización, globalización y naturalización del cambio.

Ambas razones están directamente relacionadas con el modelo educativo, con la organización escolar y con lo que podríamos llamar como una ‘nueva’ cultura del aprendizaje. Con pasar de un concepto de aprendizaje centrado en la reproducción de lo aprendido a otro centrado en la capacidad de transferirlo. Por entender que aprender hoy es ser capaces de apropiarnos de nuevos conocimientos que nos permitan interpretar el mundo de otra manera. Ser capaces de relacionar lo nuevo con lo que ya sabemos. Ser capaces de usar el conocimiento adquirido en situaciones distintas a aquellas en las que se aprendió y, por tanto, que enseñar pasa por dotar a los alumnos de estrategias (análisis del problema, selección de la estrategia de intervención, ejecución y evaluación) para abordar nuevos retos.

Enseñar es desarrollar la inteligencia de nuestros alumnos, entendida como lo hizo Jean Piaget como un “saber lo que hacer cuando no sabemos qué hacer“. O como dice Philippe Perrenoud (Cuando la escuela pretende preparar para la vida), por entender que “la formación que necesitamos es aquella que nos permita dar respuesta e intervenir de la manera más apropiada posible con respecto a los problemas y cuestiones que le va a deparar la vida en todos sus ámbitos de actuación”.

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Educar en la escuela (escolarizar) se ha vuelto un asunto de gran complejidad. Primero porque los alumnos hoy son más y mucho más diversos que los de hace unas décadas, lo que nos exige, entre otras cosas, una capacidad de atención a la diversidad (véase personalización de la enseñanza) para la que no estamos preparados. En las últimas cuatro décadas, hemos pasado de escolarizar poco a la mayoría y mucho a una minoría a escolarizar prácticamente a toda la población por un mínimo obligatorio de diez años y, en la práctica, por quince años o más a casi todos. Y ese aumento ha traído consigo una enorme de diversidad dentro de las aulas que hay que gestionar cada día. Atender a la diversidad es ser capaces de diversificar nuestras formas de enseñar (Álvaro Marchesi y Elena Martín. Calidad de la enseñanza en tiempos de crisis).

Es más complejo también porque se está produciendo un cambio de actitud ante el aprendizaje por parte de los alumnos (y las familias) provocado precisamente por los cambios tecnológicos, culturales y sociales que hemos indicado. Esta tensión entre los sujetos de los procesos de enseñanza-aprendizaje (alumnos y maestros) nos remite de nuevo a la necesidad de cambiar las formas de enseñar. Porque, como estamos diciendo, ya no basta con transmitir contenidos.  Como dice Julio Carabaña, “el aprendizaje no está limitado por la falta de información, sino por la capacidad de convertirla en conocimiento.”  La educación escolar debe garantizar el acceso al conocimiento y a la cultura compartida pero también, o sobre todo, capacitar a los futuros ciudadanos. Por tanto, la función del maestro ya no es exclusivamente transmitir saber. Es ayudar a sus alumnos a digerir ese saber. A ser más críticos y más reflexivos. “La meta del aprendizaje no es tanto proporcionar información como ayudar a las personas a adquirir los procesos, las formas de pensar, que les permitan digerirla, transformarla en verdadero conocimiento.” (Juan Ignacio Pozo. 2016) y, por tanto, que “no se trata de verter información en la cabeza de nuestros alumnos. Al contrario, aprender es un proceso activo. Construimos nuestro entendimiento del mundo mediante la exploración activa, la experimentación, la discusión y la reflexión” (Mitchel Resnick. Rethinking Learning in the Digital Age). Es capacitar a nuestros alumnos para “poder actuar eficazmente en una clase de situaciones concreta movilizando y combinando en tiempo real y de forma pertinente recursos intelectuales y emocionales” (Philippe Perrenoud). Enseñar es ayudar al alumno a aprender. Es ayudar a todos nuestros alumnos a desarrollar la capacidad de aprender a aprender.

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Por si fuera poco, los dos principales actores del acto educativo, alumnos y maestros, no están satisfechos ni con lo que se aprende, ni con cómo se aprende, ni con los resultados obtenidos, ni con la percepción social sobre su desempeño. Hasta el límite que es común oír hablar del malestar docente (José Manuel Esteve) y cada vez lo es más del malestar discente. Un malestar que se manifiesta entre otras cosas en una profunda desmotivación. Desmotivación en primer lugar de nuestros alumnos. Pero desmotivación también de los docentes.

Necesitamos motivar (mover) a los alumnos, dice el adagio popular. Y eso pasa por moverles hacia el aprendizaje. Pasa por ofrecerles un aprendizaje no solo significativo (desde lo que ya conocen) sino también, como dice Pozo, un aprendizaje con sentido, es decir, establecer unas metas definidas, valoradas y alcanzables. Motivar es, por tanto, hacer que nuestros alumnos se sientan capaces de alcanzar las metas. Exigir por encima de las capacidades es desmotivador. Pero exigir por debajo tampoco motiva. Hay que trabajar en lo que Vygotski denominó la “zona de desarrollo próximo”, es decir en la distancia que queda entre lo que uno puede hacer solo y lo que puede hacer con la ayuda de otros.

Pasa también por plantear tareas que promuevan la autonomía y la responsabilidad de los alumnos, cediéndoles el control sobre su aprendizaje. Y lo mismo ocurre con los docentes. Sólo desde el reconocimiento de la profesionalidad, el establecimiento de metas con sentido y la relación en un terreno de confianza y autonomía podemos avanzar hacia una recuperación de la motivación por parte de los docentes. Recordando, que sin motivación no hay aprendizaje pero sin aprendizaje tampoco hay motivación.

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Sin embargo, a pesar de que seguramente estemos todos de acuerdo en casi lo anterior, hoy la mayoría de los sistemas educativos están altamente burocratizados y más centrado en la eficiencia que en la equidad (no seguimos olvidando del todos). La mayoría se ha embarcado en una espiral de reformas que parecen alejarnos cada día más de la visión de la educación como un agente transformador de los individuos y de la sociedad.Tenemos modelos de enseñanza muy rígidos, excesivamente aislados del entorno y basados casi siempre en la transmisión de unos contenidos establecidos en unos curriculums muy definidos. Sistemas, por tanto, que no responden bien a la necesidades de la sociedad de hoy. Que siguen actuando, con excepciones, como si enseñar fuera suministrar materias primas por un extremo y recoger productos finales por el otro.

O al menos eso es parte de lo que revelan informes como PISA, cuyos datos evidencian que la enseñanza en muchos países sigue siendo muy transmisiva, que los alumnos saben pero no saben hacer. Que tienen conocimientos pero no saben utilizarlos. Porque “aprender a decir y a hacer son dos formas diferentes de conocer el mundo y, por tanto, no basta con tener conocimiento para saber usarlo, se requieren además estrategias, actitudes, adecuadas para afrontar nuevas tarea….Saber hacer, usar el conocimiento adquirido, requiere un entrenamiento específico basado de alguna forma en la solución de problemas, no en la mera acumulación de saberes.” (Juan Ignacio Pozo. Aprender en tiempos revueltos).

Lo que nos remite de nuevo a la necesidad del cambio pero de un cambio real en las prácticas. De un cambio hacia una cultura del aprendizaje basada mucho más en el diálogo y la cooperación que en la exposición.

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La pregunta entonces que permanece sin resolver es ¿por qué es tan difícil trasladar el cambio a las prácticas de aula? ¿Por qué, si aparentemente estamos de acuerdo, nos cuesta tanto producir cambios visibles y generalizados en nuestras aulas?

Los últimos 20 años han sido especialmente productivos en la investigación sobre cambio educativo. Sabemos que el cambio requiere que actuemos de manera simultánea sobre tres planos que podríamos llamar macro, meso y micro: cambios globales del Sistema, a nivel de políticas educativas; cambios de las culturas educativas en los centros educativos y, por último, cambios en las prácticas de aula.

Normalmente, hemos actuado casi exclusivamente, sólo sobre el primero de esos planos. Hemos tratado de cambiar los resultados del proceso de enseñanza-aprendizaje a base de reformas legislativas. Y lo que nos muestra la investigación y constata la experiencia, independientemente del país, es que hay “un acuerdo muy generalizado sobre el fracaso de las reformas escolares puestas en marcha por las administraciones educativas y sobre la dificultad de conseguir que las instituciones escolares hagan suyos proyectos de innovación o mejora educativas” y que “las prácticas escolares han permanecido invariables, no se ha modificado sustancialmente lo que pasa realmente en las aulas y el funcionamiento de las instituciones escolares no ha mejorado. Una cosa es la legalidad y otra la realidad. Los centros escolares no se cambian por decreto.” (Enrique Miranda Martín). Es decir, que la innovación educativa no se puede prescribir. O como dijo Michael Fullan: No se puede mandar lo que los centros tienen que hacer.

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Por el contrario, estos últimos 20 años de investigación apuntan a que “el cambio y la mejora real provienen menos de decisiones gubernamentales que de la imaginación, el compromiso y el esfuerzo continuado de los profesionales de la educación.” (Ferrán Ruiz Tarragó) y que “los países que han tenido mayor éxito educativo son aquellos que promovieron mayor flexibilidad e innovación en la enseñanza y el aprendizaje, aquellos que invirtieron mayor confianza en docentes altamente calificados y que valorizaron un currículum amplio y ‘aireado’, sin intentar dirigir absolutamente todo desde arriba” (Andy Hargreaves).

Que, sin negar la importancia de un marco legislativo compartido y facilitador, tienen más éxito los cambios que se inician en la propia escuela como respuesta a un problema como propio (García & Estebaranz). Es decir, que si los cambios quieren tener una incidencia real en la vida de los centros, han de generarse desde dentro para desarrollar su propia cultura innovadora, incidiendo en la estructura organizativa y profesional, con el fin de implicar al profesorado en un análisis reflexivo de lo que hace.

Además los cambios estructurales (que son los que normalmente se promueven desde las leyes) son poco eficientes a la hora de cambiar las prácticas del aula porque ignoran la fortaleza de las creencias profundas, las prácticas y las tradiciones que constituyen la cultura escolar.

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Porque ignoran la importancia de la gramática de la escolarización (David Tyack y Larry Cuban), es decir, los modos concretos de organización y formas de concebir el tiempo y el espacio escolar, y porque no tienen en cuenta las creencias de los docentes sobre la enseñanza y el aprendizaje.

Porque el cambio en las prácticas no es solo algo técnico. Es un cambio de mentalidad (expectativas, valores, metas, concepciones). “La docencia no es una acumulación de habilidades técnicas, un conjunto de procedimientos ni una serie de cosas que usted puede aprender. Si bien las habilidades y técnicas son importantes, la docencia es mucho más que eso. Su naturaleza compleja se suele reducir demasiado a menudo a una cuestión de habilidad y técnica, a cosas que se pueden envasar, dictar en cursos y aprender fácilmente. La docencia no es sólo cuestión de técnica. También es algo moral,” decían Michael Fullan y Andy Hargreaves enLa escuela que queremos.

Para modificar lo que se hace en las aulas hay que cambiar la mentalidad de alumnos y profesores y qué entienden por aprender y enseñar. “En lugar de estrategias burocráticas, verticales o racionales del cambio, la emergencia de dinámicas autónomas de cambio, que puedan devolver el protagonismo a los agentes y, por ello mismo, pudieran tener un mayor grado de permanencia” (Antonio Bolívar).

Es importante, por tanto, dar voz a las intenciones de los docentes; crear oportunidades para que los maestros enfrenten las suposiciones y creencias que fundamentan sus prácticas; mostrar disposición aescuchar y aprender lo que los maestros tienen que decir acerca del cambio; evitar crear una cultura de dependencia que subestime el conocimiento práctico de los docentes; evitar las modas en la forma de una implementación uniforme de nuevas estrategias educativas; facultar a los maestros y sus escuelas para recuperar una responsabilidad sustancial en la toma de decisiones importantes para el currículum así como para la enseñanza; crear una comunidad de docentes que discuta y desarrolle sus intenciones en conjunto, con tiempo, de modo de desarrollar un sentido común de misión en sus escuelas. (Fullan y Hargreaves).

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El cambio se producirá cuando actuemos sobre la cultura escolar. Poniendo medios para estimular y favorecer una cultura de colaboración y habilitando tiempos y espacios para trabajar juntos. “Para que un cambio sea efectivo es necesario, por lo menos, que la propuesta educativa sea adecuada para resolver un problema real, que los profesores estén de acuerdo con los cambios propuestos y que existan las condiciones materiales e institucionales para llevarlos a cabo” (Fullan & Hargreaves). Lo que nos remite de nuevo a la escala del centro educativo. Al centro educativo como el centro del cambio.

El cambio pasará por el desarrollo de un proyecto educativo propio del centro que sea el resultado de un proceso colaborativo y compartido por toda la comunidad educativa. Que responda a tres preguntas básicas: Por qué debemos mejorar, Qué debemos mejorar y Cómo hacerlo (Carlos Marcelo García; Araceli Estebaranz García). Que tenga en cuenta las culturas escolares existentes en el centro y desarrolle una cultura escolar propia y compartida. Que atienda a la cultura profesional de sus integrantes y sea sensible a las visiones de cada uno, para que desde un proceso de reflexión individual y colectivo, se pueda establecer una visión y unos objetivos comunes y compartidos. Construido desde el compromiso profesional. Con un liderazgo distribuido y con la innovación como actividad colaborativa. Capaz de verse a sí misma como una organización de aprendizaje. Y asumiendo que hace falta tiempo. Que la mejora escolar es un proceso lento y no lineal. Un proceso gradual y en espiral. (Paulino Murillo Estepa).

Terminanos, “el cambio vendrá desde las personas, con los alumnos como protagonistas de su propio aprendizaje, con los maestros y profesores como agentes del cambio, empoderándoles, con formación, con reconocimiento, con liderazgo, con renovación pedagógica y con cambios organizativos. Trabajando desde el aula y sobre todo desde los centros educativos. Desarrollando proyectos educativos. Trabajando en equipo. Desde la colaboración y cooperación entre centros y profesorado. Con actitud y asumiendo nuestra responsabilidad. Desde un compromiso social por la educación y un compromiso profesional con la educación.” (Enguita)

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Los retos son enormes pero también las oportunidades. El cambio necesario no nos vendrá dado desde arriba sino que será el resultado del impulso individual y colectivo de los profesionales de la educación y de las escuelas. El desafío nos reclama innovación, imaginación y compromiso social por la educación. No desaprovechemos el momento. Imaginemos la escuela que queremos. Hagámosla realidad. Construyamos entre todos la sociedad que queremos.

Este texto es una versión de la conferencia que he dado esta semana en el Simposio Otra Educación es posible, organizado por la Fundación Santillana en la Ciudad de México. Aprovecho para agradecer a todo el equipo de la Fundación y Santillana MX su amable acogida y felicitarles por la iniciativa.

Yves Klein en la habitación vacía. 1961

Yves Klein en la habitación vacía. 1961

 

Tiene también parte del seminario que di el día 22 de febrero en el IES Carpe Diem en Fuenlabrada(Madrid) en torno al cambio educativo en el marco del Seminario Aprendizaje Basado en proyectos que están impulsando el equipo docente del IES. Aprovecho tanbién para agradecer a Carlos Tribaldo, Daniel Albertos y Ana Moralespor su invitación.

Tanto el simposio como el seminario del IES Carpe Diem son buenos ejemplos del creciente interés de los profesionales de la educación por provocar el cambio y del compromiso social por la educación y el compromiso profesional con la educación que reclamaba Enguita.

Subiré las presentaciones en unos días a la cuenta deslideshare.

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Cómo trasladar la ciencia a las aulas (y evitar los neuromitos)

Por: Saray Marqués

Un grupo de académicos británicos ha criticado la traslación a las aulas de ciertas teorías de la psicología y la neurociencia. No tiene parangón en nuestro país, pero cada vez más voces piden rigor por que no todo puede llevarse al ámbito escolar sin más o hay malas interpretaciones.

Cuando Sandra Racionero estudiaba psicología de la educación en España el autor más mencionado era David Ausubel. La teoría estrella, sin duda, la del aprendizaje significativo: la transferencia de Ausubel a la instrucción escolar de algunas ideas de las teorías de Piaget sobre las etapas del desarrollo.

Terminó sus estudios en nuestro país en 2002 y los prosiguió en otras instituciones, como la Universidad de Wisconsin-Madison, la primera en psicología de la educación. Fue allí donde sintió que le habían estado estafando, primero, y comenzó a desmontar mitos después.

Ausubel no tenía el prestigio internacional que en la facultad española le habían hecho creer, entre otras cosas por las consecuencias de la aplicación de su teoría a las aulas. Como explica la hoy directora del Departamento de Psicología de la Universidad Loyola Andalucía, donde coordina la línea de investigación Memory, language and cognition del Human Neuroscience Laboratory, “los numerosos problemas del principio de Ausubel para la educación –’de todos los factores que influyen en el aprendizaje, el más importante consiste en lo que el alumno ya sabe’– se encuentran tanto en la teoría (graves errores metodológicos y confusiones conceptuales) como en la práctica –aumento del fracaso escolar siempre que el principio se ha traducido en adaptación de la enseñanza, de los currículos, etc–”, como ya en 2005 señalaba un artículo de la revista de la Universidad de Harvard, “que se lee en programas de doctorado en psicología de las mejores universidades del mundo”.

Poco a poco, también en España, las cosas empiezan a cambiar. Hablamos con Sandra al hilo de una carta publicada en The Guardian y firmada inicialmente por 30 expertos de los campos de la neurociencia, la psicología y las ciencias de la educación, en la que cuestionaban neuromitos como el de los estilos de aprendizaje –80% de los docentes aseguraron en una encuesta en 2012 que los alumnos aprendían mejor si eran capaces de adaptarse a su estilo predominante– y otros “supuestamente basados en la investigación pero no respaldados por la evidencia científica” que no están haciendo nada por mejorar la educación o que incluso pueden resultar un despilfarro de recursos o dañinos para los alumnos.

Como cabeza visible de este movimiento cazamitos, el profesor de la Universidad de Bristol, Bruce Hood, acaba de crear la red Speakezee para diferenciar lo que es ciencia de lo que no lo es. En nuestro país, a la atracción que suele generar cualquier explicación que dice proceder del campo de la neurociencia, se suma la reverencia con que solemos recibir a autores de nombre inglés.

La oportunidad del plan

En nuestro país, el Ministerio de Educación, a través del CNIIE, está trabajando en un Plan de Neurociencia en Educación y pronto se celebrará un congreso en que se avanzarán sus líneas.

Para Racionero, que asegura que hay profesorado que ya se ha adelantado y realiza tertulias pedagógicas dialógicas ya no solo sobre obras científicas en ciencias de la educación sino también sobre Kandel, por ejemplo, el plan es “una muy buena oportunidad de mejorar la base científica de las intervenciones educativas y desterrar graves errores y afirmaciones que la neurociencia no ha dicho”.

También para David Bueno i Torrens, autor de Neurociencia para educadores, que en septiembre publicará Octaedro, el plan del Ministerio –y también el que está perfilando la Generalitat, por su parte– puede ser la oportunidad para hacer la traslación adecuada del campo de la neurociencia a las aulas, “del mismo modo que no se puede llevar un descubrimiento en física cuántica tal cual a la medicina y, por más que los sistemas de detección que se empleen se basen en procesos de física cuántica, no puede llegarse directamente con una fórmula que no entiende más que quien la ha generado”.

Uno de los capítulos del libro versa, precisamente, sobre neuromitos. Si lee “¿Sabía usted que solo aprovechamos un 10% de nuestro cerebro? Fue el mismo Einstein quien lo dijo”, desconfíe. Pero hay más.

Estilos de aprendizaje

Según esta teoría los alumnos se dividirían entre quienes tienen un estilo de aprendizaje más visual, más auditivo y más kinestésico, y bastaría con descubrir de qué tipo son y adaptarse a ellos (con materiales también ajustados) para acertar.

Sin embargo, para Bueno i Torrens “si bien es cierto que puede haber gente en que predomine una faceta más visual o auditiva, todos tenemos de todo un poco, y no hay por qué cambiar los métodos, sino emplearlos todos. Lo importante es no segregar. El cerebro es flexible, flexibilicemos la educación: habrá niños y niñas capaces de aprender a leer a los cinco y otros que no lo harán hasta los siete”.

Según Racionero “la idea de que existen distintos estilos de aprendizaje y de que hay que enseñar según ellos parte de un error: vincular la personalidad del alumnado a la oposición entre hemisferios cerebrales. Eso no es lo que dicen los estudios en neurociencia”, explica la experta. “Hace ya años que la neurociencia moderna ha demostrado que todas las habilidades cognitivas resultan de la interacción de muchos mecanismos de procesamiento distribuidos en varias regiones del cerebro y estudios recientes con sofisticadas técnicas de neuroimagen han desbancado también ese neuromito en educación”.

Las inteligencias múltiples

Aunque con una sólida base científica, la teoría de las inteligencias múltiples del psicólogo y profesor en la Universidad de Harvard, Howard Gardner, se lleva mal a la práctica por parte de algunos centros. “Ahí es donde viene el problema de adulteración de la teoría, hasta convertirla en neuromito. Gardner no va de limitar el acceso al currículo, de decir: ‘Tú no eres bueno para matemáticas, pero lo eres para las artes’”, explica Racionero.

Para distintos expertos, el error viene de querer crear artificialmente escuelas basadas en la teoría Gardner, como no tendría sentido crear escuelas sobre teorías de otros autores como Vygotsky. Deben conjugarse distintas fuentes y con rigor.

Según la doctora por la Universidad de Harvard y exalumna de Gardner, Marta Soler, él mismo se queja de cómo se malemplea su teoría por parte de colegios y fundaciones, y de que se abuse de la marca Harvard sin hacerlo bien, como reclamo para atraer a las familias. “Las personas tenemos múltiples capacidades que desarrollamos en interacción, Gardner nunca ha dicho que porque haya niños que tengan más desarrollada una que otra haya que ir por ese frente. Eso resultaría limitador”.

También Amparo Escamilla, codirectora de los másteres de Inteligencias Múltiples de la Universidad de Alcalá y coautora de cuatro libros sobre Inteligencias Múltiples y Enseñar a Pensar, reconoce que ciertos cambios didácticos “se están haciendo sin la necesaria fundamentación, formación y reflexión”. “Se trata de estudiar el estilo y las inteligencias más desarrolladas como puerta de entrada para favorecer, pero no para quedarse ahí. Estaríamos renunciando a la posibilidad que nos ofrece la plasticidad que poseemos”.

Y tú, ¿de qué hemisferio eres?

La idea de un hemisferio derecho intuitivo y uno izquierdo racional parte, como explica Racionero, de una investigación de los sesenta sobre pacientes con epilepsia. En este caso, las conexiones entre uno y otro hemisferio se rompían y cada uno de ellos procesaba la información de un modo diferente. La transferencia a educación de esta teoría hace que se crea que cada hemisferio funciona de forma independiente, que el izquierdo se encarga del lenguaje y lo racional, y el derecho, de lo artístico, lo emocional y lo social. Según Racionero “los daños de este error son enormes, estableciendo que hay alumnos de hemisferio derecho (creativos, emocionales, intuitivos) y de hemisferio izquierdo (académicos, racionales, objetivos), justificando currículos y expectativas diferentes para cada uno, además de organizar un tiempo separado para lo instrumental y otro para lo emocional”.

La investigación posterior en neurociencia ha demostrado que el procesamiento de la información se distribuye alrededor de todo el cerebro. En palabras de Eric Kandel: “Las regiones específicas del cerebro no son responsables de facultades mentales específicas. La percepción, el movimiento, el lenguaje, el pensamiento y la memoria son posibles por la interconexión de procesamientos en serie y en paralelo de regiones diferentes del cerebro”.

Niños estresados

El estrés es negativo para el desarrollo cerebral. La investigación en medicina, neurología, neurociencia o psiquiatría avala esta afirmación. El estrés tóxico, las interacciones y relaciones tóxicas, provoca pérdida de neuronas y de conexiones neuronales. El error es, según Racionero, derivar de ahí que no se debe “estresar” al alumnado con el aprendizaje instrumental, con el trabajo escolar. “Al contrario, los estudios en aprendizaje y memoria humana demuestran que la repetición y el entreno son imprescindibles para aprender de forma profunda, y en términos de memoria, para que un aprendizaje pase a la memoria a largo plazo y, por tanto, permanezca durante meses, años y quizá toda la vida”, asevera la experta.

La prueba del algodón

¿Cómo desenmascarar un neuromito que, de repente, hace simple lo complejo, claro lo confuso?

Bueno i Torrens da algunas pautas, como recelar de aquellas recetas demasiado fáciles, por ejemplo, de ejercicios. “Para desarrollar la lateralidad y aprender a escribir es beneficioso emplear la motricidad fina con las manos, pero cualquier manipulación manual (moldear figuritas de barro…) puede servir, quizá no sea necesario eso de ‘Con la mano derecha tócate el ojo izquierdo’. Lo mismo sucede con el arte o la música. Fortalecen redes neuronales y favorecen otras actividades neuronales, pero no es necesario ponerle a nuestro bebé música de Mozart para que sea más inteligente. En general, yo desconfiaría de cualquier dogma”.

Para Marta Soler, la pregunta definitiva es: “Y eso, ¿dónde está publicado?”. “Las evidencias que suponen mejoras en educación están recogidas en artículos de impacto, que suponen un aval de la comunidad científica. Es el filtro más eficaz”.

Asevera Racionero, sin embargo, que los responsables de formar a profesionales de la educación, de la psicología, que estarán luego implicados en contextos escolares, son cada vez más conscientes de esta responsabilidad. “Ya en muchas universidades, desde el primer cuatrimestre del primer curso de grado se les acerca a las mejores evidencias científicas, a las mejores revistas de impacto en neurociencia, psicología, neurología, ciencias del aprendizaje… para formarles según lo que está publicándose en la comunidad científica internacional y ser capaces de detectar neuromitos. Si conocen muy bien las evidencias en ciencias de la educación, así como las investigaciones en neurociencia, no harán traspasos equivocados de lo que nos descubre la neurociencia al terreno de la educación”.

Racionero habla de estudiantes que recurren a la Web of Science y, dentro de ella, por ejemplo, a Frontiers in Neuroscience, de cómo cada vez es menos común acabar un doctorado sin haber accedido al Cambridge Journal of Education y de cómo se les anima a acudir a las fuentes originales, como Principles of Neural Science, del Nobel E. Kandel, “la biblia de la neurociencia”, para desenmascarar a “personas que no conocen las evidencias ni en ciencias de la educación ni en neurociencia pero hablan de este tema” y a “personas que conocen las evidencias en neurociencia pero al hablar de educación hacen afirmaciones no validadas científicamente, porque no disponen de literatura científica en ese campo”.

Gurús como Eric Kandel, de hecho, suelen insistir en este extremo, al matizar que sus descubrimientos son en experimentos con animales, o con humanos en un contexto muy concreto, pero no dicen que en educación haya que hacer esto o lo otro.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2017/04/03/como-trasladar-la-ciencia-a-las-aulas-y-evitar-los-neuromitos/

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Revolución educativa y el Nuevo Modelo Educativo: ¿una posibilidad real?

En un evento público que se realizó en Palacio Nacional, finalmente se presentó el Nuevo Modelo Educativo para la Educación Obligatoria (NME), que plantea, según sus principales defensores, “una transformación radical del sistema educativo mexicano, lo que supone una verdadera revolución educativa, a partir de una política educativa de largo plazo”. El secretario señaló que éste es una apuesta de “alto impacto y largo aliento”, y que los cambios que propone comenzarán a rendir frutos a los diez años de su aplicación.

Por: Arcelia Martínez Bordón.

El NME se estructura en cinco ejes: el cambio curricular, que deje de lado el aprendizaje memorístico y dé paso al aprendizaje crítico y creativo, donde importa junto con lo cognitivo el desarrollo de habilidades socio-emocionales y para la convivencia. La escuela al centro, para que ésta cuente con la infraestructura y equipamiento necesarios, y sea autónoma y capaz de tomar sus propias decisiones. La formación y desarrollo profesional docentes, que se refiere a su profesionalización, dado que se sostiene con el principal actor educativo responsable de la transformación de la educación. La equidad y la inclusión, que alude a que todos los niños, sin importar su origen, género, condición económica o discapacidad, cuenten con oportunidades educativas para desarrollar sus capacidades. El último, la gobernanza del sistema educativo, cuyo concepto apunta a que, para implementar el modelo, es necesaria la participación y coordinación de distintos actores autoridad educativa federal y local, INEE, sindicato, maestros, padres de familia, sociedad civil y Poder Legislativo.

Si bien los ejes colocan aspectos fundamentales, las principales ideas no son nuevas, ni fáciles de implementar. El NME debe operar como un conjunto integrado; dado que muchas cosas no funcionan, cada eje involucra retos considerables en términos de presupuesto, organizacionales, etcétera. Desafortunadamente llega tarde, al quinto año de gobierno de Enrique Peña Nieto, cuando los ánimos y preocupaciones están en las elecciones de 2018. El que haya tomado tanto tiempo su elaboración indica la falta de gobernanza del sistema educativo, la imposibilidad de llegar a acuerdos efectivos de manera eficaz y oportuna para conciliar a los actores involucrados, inclusive al interior de la propia SEP —las constantes reorganizaciones de la Secretaría seguramente contribuyeron a la postergación y puesta en marcha de proyectos sustantivos, como el NME, la Estrategia de formación continua de los docentes o el lanzamiento del Plan Integral de Diagnóstico, Rediseño y Fortalecimiento de las Escuelas Normales (PIDIRFEN). El proyecto inicial del NME se presentó tres años después del anuncio de la reforma.

En el anuncio del NME se dijo que éste comenzará a operar en agosto de 2018; un mes después de las elecciones. Cabe preguntarnos si el próximo gobierno lo suscribirá sin más. El reto mayor es sin duda su puesta en marcha si sobrevive al cambio sexenal; lo que implica una importante erogación de recursos, a nivel federal y estatal, y una pronta y efectiva capacitación a los encargados de hacerla realidad: los maestros.

Entonces, ¿estamos frente a una revolución educativa? En el papel ya están el planteamiento para el cambio y una ruta de implementación, con actividades y metas específicas. Pero falta operarlo y, sobre todo, que se suscriba en la próxima administración, con recursos, tiempo, voluntad y compromiso para que se concreten las acciones propuestas. ¿Esto es posible? ¿Lo suscribirá el nuevo gobierno? ¿Cuándo?, ¿señalará que es necesario elaborar una ruta mejor? Es necesario que la sociedad civil organizada, la academia y el Poder Legislativo trabajemos juntos para monitorear los avances en el cumplimiento de los compromisos y metas enmarcados en el NME y sus posteriores reconfiguraciones.

Fuente: http://www.excelsior.com.mx/opinion/opinion-del-experto-nacional/2017/03/31/1155128

Imagen: http://noticieros.televisa.com/wp-content/uploads/2017/03/modelo-educativo-aurelio-nuno.jpg

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La educación argentina en terapia intensiva

Argentina/03 abril 2017/Fuente: Telam

Los primeros resultados de la prueba nacional de evaluación Aprender 2016 han sido desalentadores, pero era sabido que algo así podía suceder. Al respecto opinaron para Télam los licenciados en Matemática María del Rosario Enríquez y Fernando D. De Rossi, profesores del Departamento de Matemática de Universidad CAECE.

Los primeros resultados de la prueba nacional de evaluación Aprender 2016 han sido desalentadores, pero era sabido que algo así podía suceder, inmerso en un escenario de conflictividad docente que parece una conversación entre sordos.

Hace algo más de medio siglo, la Argentina se enorgullecía de ser un país sin analfabetismo, era el líder en la región en cuanto a educación. Hoy este panorama ha cambiado. La educación está enferma. ¿Quién es el responsable de que esté enferma? ¿Qué causa la enfermedad y cómo la curamos? La respuesta es que «somos todos»; toda la comunidad educativa es responsable de esta «enfermedad que padece la educación».

La educación está enferma porque los tiempos en que vivimos y nos movemos son distintos: trabajamos con conceptos y estatutos del siglo XVIII, maestros y profesores del siglo XIX y con alumnos y tecnología del siglo XXI; más cerca que lejos, los alumnos usan la computadora mejor que sus propios maestros.

Ahora, nuestros alumnos tienen muchísima información en su celular y no necesitarán de la computadora para acceder a ella; de hecho, tienen a su disposición mucha más información que la que nosotros (sus maestros) tenemos y podemos trasmitir. Pero es solo eso, información, y con eso no alcanza. Hace falta que les digamos cuál es la que sirve y cuál no, como usarla y para qué.

Se terminaron las clases donde el profesor era el docente y el alumno era el discente, donde el maestro daba la información y el alumno la repetía la procesaba y basta. Los nuevos maestros no solo deben enseñar sino que deben ser capaces de hacer avanzar los procesos cognitivos.

Dentro del área que nos convoca a nosotros, la controvertida matemática y en distintas universidades, tanto públicas como privadas, vemos a diario alumnos que no solo no saben conceptos elementales sino que no pueden leer ni interpretar consignas ni problemas. Desde hace muchos años, la universidad en su conjunto está llamando la atención en este aspecto.

Primero, era que a los alumnos les faltaba vocación para las carreras duras; después fue la desmotivación, la falta de sentido crítico. Luego no sabían conceptos básicos, en especial de matemáticas y lengua. Ahora ya no solo no interpretan sino que «leen sin leer» o «escuchan sin comprender». Esto se ve agravado en matemática ya que el pensamiento que está asociado a ella se pone de manifiesto en la naturaleza lógica de la misma.

El abandono de las demostraciones formales en los programas de matemática de la escuela secundaria pareciera incluir también el abandono sobre el pensamiento lógico; esto se pone de manifiesto en el uso de fórmulas a modo de recetario dejando de lado la interpretación del problema a resolver, esto coarta la capacidad para seguir un argumento. Se genera, sin lugar a dudas, mayor dificultad en el aprendizaje de la asignatura. El pensamiento lógico resulta necesario para alcanzar ciertas competencias matemáticas.

Parecería que todos están preocupados por la enseñanza de la matemática y sus procesos, pero no se favorece una organización en la escuela que tienda a reducir y minimizar las dificultades en el aprendizaje de la misma. En lugar de esto pareciera que son peldaños de una escalera que no permiten subir, sino bajar cada vez más.

Lo que estamos diciendo – desde hace ya mucho tiempo- fue informado reciente y preliminarmente por Elena Duro, secretaria de evaluación educativa de la Nación. Entre los resultados más dramáticos de Aprender 2016 surge que el 46,4% de los alumnos de 5° y 6° año del secundario no comprende un texto básico, mientras que el 70,2% no resuelve cuentas o problemas matemáticos muy sencillos.

No vamos a decir «Te lo dije» porque no es la solución. Es justamente para eso que estamos acá para dar soluciones, es decir, tratar de curar la enfermedad y no agravarla. Por eso deberíamos preguntarnos: ¿Cómo podemos hacer entre todos para que la educación argentina salga de esta terapia intensiva en la que se encuentra, sin que muera en el intento? En este sentido, dejarla morir sería al precio de nuestra ignorancia y la legitimación de la discriminación educativa. Como docentes de matemática en asignaturas de primer año de distintas carreras de la universidad, tratamos entre otras cosas, de subsanar la falta de interpretación en los enunciados de situaciones problemáticas, creamos hábitos de pensamiento lógico y recurrimos a ciertos procesos de aprendizajes para llenar los vacíos de contenido que creemos que debieron ser adquiridos en otro estadio de la educación.

Notamos que el ritmo universitario en su totalidad, tanto público como privado, ha quedado totalmente desfasado con respecto al de la escuela media; durante las clases se percibe con facilidad qué contenidos básicos del secundario -al ser expuesto nuevamente para generar nuevos contenidos- son tomados por los alumnos como conceptos totalmente nuevos. Pareciera, en estos casos, que los procesos de aprendizaje no se han llevado a cabo.

Ahora bien, la sociedad argentina, y en especial la comunidad educativa, es la que tiene que hacer que esto no ocurra. Como profesores universitarios queremos una educación que legitime una calidad de excelencia que se vea reflejada en todos los niveles educativos, permitiéndole al estudiante secundario una transición gradual evitando saltos al vacío.

Fuente:http://www.telam.com.ar/notas/201703/184297-educacion-argentina-terapia-intensiva.html

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Rumania: El país en el que los estudiantes pasaban todos los exámenes haciendo trampa

Rumania/03 abril 2017/Fuente: La Raza

Una implacable operación contra la corrupción en los exámenes pen un país europeo llevó a descubrir una realidad absolutamente inesperada.

Es un enigma. Uno se imagina que un sistema de exámenes menos corrupto permite que las habilidades de los estudiantes brillen independientemente de su estatus económico.

Se creería que los exámenes no distinguen entre ricos y pobres.

Pero un estudio sobre una campaña anticorrupción exitosa en Rumania reveló que surtió precisamente el efecto contrario: los estudiantes más pobres se desempeñaron peor en las pruebas una vez las artimañas fueron desmanteladas.

La investigación fue llevada a cabo por un equipo de tres economistas, incluyendo la doctora Oana Borcan de la Universidad de Anglia del Este, en Inglaterra.

Borcan había atestiguado la corrupción cuando era estudiante del último año de bachillerato en Rumania en 2006.

Cuenta que cuando se preparaba para presentar el examen para convertirse en bachiller la corrupción era muy evidente. Esa prueba determinaría si podía avanzar en el sistema educativo y llegar a las universidades élite del país.

La trampa, dijo Borcan, era “descarada”. Gran parte sucedía abiertamente.

“La mañana anterior al examen, los estudiantes iban recolectando dinero , una pequeña contribución para dársela a los vigilantes (que supervisarían los exámenes). Algunos alumnos daban, otros no. Era voluntario”.

“Recuerdo ver a estudiantes que sabía que tenían, en general, calificaciones bajas, sacar los puntajes más altos. Eso me dejó una impresión muy fuerte y duradera”.

Tan fuerte que, de hecho, jugó su parte en la dirección que tomaría su propia carrera.

Respuestas idénticas

La trampa llegó a tal punto que en 2010 cientos de estudiantes entregaron las planillas de respuestas idénticas.

Fue entonces que se encendieron las alarmas y la tormenta mediática que se desató llevó a procesamientos judiciales de funcionarios de alto perfil.

Como consecuencia, el gobierno introdujo medidas anticorrupción contundentes para la presentación de exámenes en el futuro.

Instalaron sistemas de monitoreo de cámaras de circuito cerrado en los salones donde se presentaban los exámenes y una gama de castigos severos fue difundida ampliamente para disuadir a quienes tuvieran la intención de hacer trampa.

Las penalidades iban desde multas o perder el trabajo hasta sentencias en prisión. A los estudiantes que sorprendieran haciendo trampa no se les iba a permitir volver a presentar el examen, una sanción menos drástica, pero muy problemática.

Hubo muchos juicios“, indicó Borcan.

“Según los informes de la Dirección Anticorrupción, entre 2010 y 2013, 280 maestros y estudiantes fueron procesados , 99 de los cuales recibieron sentencias de prisión de entre seis meses y cinco años”.

Todo indicaba que la campaña anticorrupción estaba funcionando.

Para 2012, la tasa promedio de aprobados se había reducido a la mitad en comparación con el año 2009: de más de 80% a 43% .

Los puntajes promedio previos a la campaña se desplomaron y se estabilizaron.

El efecto de las cámaras

Los resultados fueron recibidos con beneplácito en general.

Sin embargo, el estudio de la doctora Borcan y sus coautores, Mikael Lindahl y Andreea Mitrut de la Universidad de Gotemburgo, Alemania, buscaba determinar cuán efectivos habían sido los diferentes aspectos de la campaña.

Utilizaron rigurosos análisis estadísticos de la información emanada de cada uno de los 43 municipios de Rumania.

Factores potenciales que pudieran afectar los puntajes fueron eliminados a través de grupos de control y por medio de la comparación de los resultados en diferentes áreas en las que, por ejemplo, las cámaras de circuito cerrado fueron introducidas en años diferentes.

En general, los investigadores encontraron que las cámaras fueron las responsables de hasta 50% de la caída total de las tasas de aprobados.

Pero fue la combinación de este monitoreo con la amenaza real de castigo más una cobertura mediática fuerte lo que hizo que la campaña fuera tan efectiva.

Borcan y sus colegas también compararon los hallazgos con campañas similares contra la corrupción en países como Moldavia, que tenía problemas similares de trampas en los exámenes, así como también de Camboya e India.

Lo que no se esperaban

El resultado que terminó siendo como una bomba en esta investigación, sin embargo, fue revelado cuando analizaron el impacto de la campaña en términos del estatus socioeconómico de los estudiantes.

Las tasas de aprobados de los estudiantes más pobres (alumnos receptores de asistencia financiera) cayeron en 14,3%, comparado con 8,1% de los estudiantes en mejores situaciones económicas.

Los puntajes generales también disminuyeron desproporcionadamente.

Como resultado, los investigadores concluyeron que ” la campaña anticorrupción terminó aumentando la desigualdad entre los estudiantes pobres y los que no lo son, y eso redujo significativamente sus posibilidades de ingresar a la educación superior”.

Los investigadores admitieron que ese hallazgo los sorprendió y les costó determinar las posibles razones.

La causa más probable, emergió en el estudio, fue que las formas “colectivas” y “pequeñas” de corrupción, como las que atestiguó Borcan cuando era estudiante, tuvo un efecto curioso: si bien eran pagadas por estudiantes de familias acomodadas, que podían sobornar a los vigilantes, sus beneficios eran compartidos por todos .

Le daba a los estudiantes más pobres “un pasaje gratis” a las calificaciones altas.

Eso también significó que al impedir la trampa, las ventajas académicas de los estudiantes más privilegiados en términos financieros se volvieron aún más evidentes.

Efecto nivelador

Las trampas de una u otra forma proporcionaban un tipo de efecto nivelador.

“Hay un aspecto positivo en todo esto”, indica la investigadora. “Cuando la corrupción era generalizada, no podíamos saber cuál era la escala real de la desigualdad. Nuestros hallazgos revelaron cuán amplia la desigualdad es realmente”.

“Consciente de la brecha real, el gobierno puede frenar la fuente de la desigualdad“.

La investigación planteó además cuestionamientos más amplios, por ejemplo, sobre cuán sabio es tener una dependencia tan fuerte en un examen de “alta participación” para ingresar a la universidad.

Aunque hasta ahora la investigadora no ha tenido ninguna respuesta directa del gobierno rumano, espera que un nuevo gobierno y un nuevo ministro de Educación tomen en cuenta los hallazgos de su investigación.

“Espero que sostengan el debido diálogo y que seamos capaces de formular las preguntas que las autoridades necesitan responder”, señaló la experta.

Fuente:http://laraza.com/2017/04/01/el-pais-en-el-que-los-estudiantes-pasaban-todos-los-examenes-haciendo-trampa/

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La educación y los males de Colombia

América del Sur/Colombia/ 1 Abril 2017/Fuente: El tiempo

Colombia es un país maravilloso desde un punto de vista estético y por la gente linda que habita buena parte del territorio. También es un lugar permeado por la ambición, la necesidad de poder, lo que conlleva a enfermedades como la corrupción, la pobreza y la desigualdad. No hay fórmulas secretas, prescripciones médicas ni recetas mágicas para progresar. Hay infinidad de modelos con respuestas, unas más útiles que otras, sobre cómo tratar esas enfermedades (tal vez la cura sea casi imposible, pero un tratamiento es viable). Amartya Sen, reconocido premio nobel de economía, a lo largo de los años, ha manifestado la necesidad de fortalecer las capacidades en las personas, así como la libertad, para lograr el progreso, reducir la pobreza y la desigualdad.

En cuanto a las capacidades, se hace referencia importante a lo mínimo que necesita una persona para progresar y salir adelante; una adecuada nutrición, techo, acceso a un sistema de salud y educación, todos bajo parámetros elementales de dignidad. En Colombia tenemos un sistema político ineficiente, que es casi que inútil en sus esfuerzos por mejorar las condiciones de los colombianos, principalmente aquellos que más lo necesitan. Según el DANE, para el año 2015, hay 28.1% de personas pobres, cuyos ingresos no alcanzan para cubrir una canasta mínima de bienes y servicios, así como 7,9% de personas en extrema pobreza, es decir, que no alcanzan a cubrir el costo mínimo de una canasta alimentaria.

Si separamos las zonas urbanas del país de las rurales, la situación se torna dramática. El DANE habla de 55,5% de hogares rurales que no logran cubrir las necesidades básicas para una vida digna, comparado con un 27,8% a nivel nacional y un 9,2% en una ciudad como Bogotá. 25,7% de los hogares en zonas rurales del país, viven en la miseria. Si seguimos elevando el análisis a otras dimensiones (Índice de Pobreza Multidimensional), la pobreza en el sector rural alcanza el 40% versus 4,7% en Bogotá, que sirve como referente urbano. Es decir, el pobre en Colombia, está condenado a ser cada vez más pobre. El campo no puede progresar sin una adecuada nutrición, sin techo, sin acceso a salud digna, y sin educación, tal y como lo manifiesta Sen.

Hay programas de gobierno que se diseñan particularmente para atacar estos males y se hacen inversiones gigantes. El problema es que hay toda una mafia alrededor de la contratación pública, por eso no es nuevo, aunque sí sorprendente por su magnitud, el escándalo de Odebrecht. Puede que no sea en el 100% de los casos, pero en montos, se acerca bastante. Esto termina generando ineficacia en los resultados y más pobreza y desigualdad. Lo mismo sucede a mayor o menor escala, pero con consecuencias aún más graves con programas de alimentación, salud, etc. Sucede en todo el país, pero con agravantes como la Guajira o el Chocó, donde ya es costumbre encontrarse con los robos más inhumanos y despiadados que puedan llegar a conocerse.

¿Cómo combatir estos males?

Cuando se habla de desarrollo, surgen grandes ideas como el de explorar nuevas fuentes de petróleo. Que si se benefician muchos con el petróleo, no lo dudo, todo el país depende de este mineral, pero a largo plazo, no genera mayor cosa, como se puede ver hoy en día en una ciudad como Yopal. Lo que sí deja, es una problemática ambiental irreversible y serias dificultades sociales. La alternativa de moda es el turismo, pero entonces la ministra lo plantea en un sentido que busca atraer grandes capitales e inversiones principalmente foráneas, maximizando utilidades de corto plazo y para los que más tienen, lo que permite alcanzar cifras de crecimiento elevadas rápidamente, olvidando nuevamente los beneficios de largo plazo y las causas del problema que se busca solucionar. Causa sensación el discurso de Lacouture frente al desarrollo del turismo en áreas protegidas. El turismo sí que es una gran alternativa, pero debe saberse que el trabajo se debe hacer mediante acompañamiento permanente a las comunidades que hacen presencia en destinos con mayor potencial, preparándolos, generando capacidades en su gente, para que el día de mañana sean ellos los expositores del turismo a nivel internacional y que ellos mismos se beneficien de los réditos que genera el sector y de esta manera, contribuir a una mejor calidad de vida y felicidad de los más necesitados en el país. El turismo responsable y sostenible, sí es una importante salida.

¿Y qué hay de la educación?

La fórmula de adoctrinamiento más eficiente de la historia es tener un pueblo pobre e ignorante. Siempre ha funcionado y aquí en Colombia se demuestra día tras día, con cada proceso electoral, etc. Los gobernantes que se eligen, siempre terminan defraudando, casi siempre terminan destapando sus intereses personales y el bienestar del pueblo, al final, se va para la mierra por no decir otra cosa. Quien no nace en una clase social privilegiada o en un núcleo urbano importante, no tiene prácticamente posibilidades de salir adelante. Los sesgos y las brechas son cada vez más grandes. Quienes hemos trabajado en la docencia universitaria y visto de cerca la diferencia entre los colegios públicos y privados, el panorama es triste y desolador. Peor aún, el nivel de un colegio público de ciudad comparado con el de un colegio de un pueblo y aún más grave, el nivel de un colegio del casco urbano del pueblo versus el de una vereda.

La educación no puede ser un bien privado, debe ser un derecho público, como también la salud. Pero, con el ánimo de privatizar todo y de obtener utilidades jugosas para los más ricos, se ha perdido el norte del país. Hay programas que buscan generar beneficios y de alguna manera lo logran, como es el caso de “Ser Pilo Paga”. De lejos, parece ser una maravilla, financiar la educación de un estudiante que ha luchado para tener buenas notas y buenos resultados en los exámenes de suficiencia, en cualquiera de las mejores universidades privadas del país. Habrá casos de éxito y para mostrar de aquellos que logren sobrevivir a esta aventura extrema. Pero de cerca he podido ver la deserción de estudiantes que llegan de lejos, a enfrentarse por primera vez a una ciudad como Bogotá, con lo difícil que es el transporte, la gente misma y los costos que implica vivir en la capital o en otras de las principales ciudades del país. Los chicos, que suelen tener entre 15 y 19 años, llegan sin sus padres, sin sus familias, sin dinero, no les alcanza ni para las fotocopias ni para almorzar y los papeleos son infinitos en el Icetex, lo que los hace perder clases. Llegan sin el nivel de los colegios de aquí y nivelarse, con todo y los problemas, es un reto tan grande como pueda llegar a imaginarse. Más allá de las buenas intenciones, es un programa que sirve de “contentillo” ante una problemática cada vez más grande. La educación está malherida y es una alarma que se dispara día tras día la desigualdad social en un país que anhela salir del conflicto, pero que no vislumbra salidas claras a los problemas de fondo.

Por otro lado, están otros temas de fondo en el sistema educativo donde se enseñan disciplinas de manera descontextualizada, separando la realidad de la teoría, generando un interés y un apego a los títulos, más allá que las capacidades mismas para crear y construir. Esto no es solo problema de la educación, sino del mercado laboral. La naturaleza y la raza humana aparecen desligadas, como si no fuéramos parte de un todo, ignorantes de nuestra relación de dependencia, quizás unilateral. Es curioso ver cómo nos aferramos a un planeta que a la vez destruimos a diario. La misma corrupción es algo crece como consecuencia de las mismas fallas en la educación. Se anhela poder, riqueza, reconocimiento, de la misma manera que se aprende a leer. Se enseña a aceptar el poder y a incorporarse al sistema, más que a crear nuevos modelos y formas de vida social. No se enseña a debatir, a tener criterio, a luchar por una causa, a argumentar, controvertir, etc.

En fin, Colombia debe ser consciente de los problemas más profundos si algún día pretende salir del conflicto armado y para esto, debe poner atención, entre diversos temas, a la pobreza y la desigualdad. Una vida digna con lo mínimo para progresar debe implicar una alimentación nutrida, un techo digno, educación y salud de calidad y libertades de expresión, de participación política, etc. Sobre todo, es elemental la consciencia de lo que cada uno puede contribuir para que las cosas salgan adelante. El estar lejos no significa que no me toca poner a mí. Todos debemos contribuir, de lo contrario, será culpa de todos que el camino y el sistema sigan siendo los mismos de siempre. El futuro de Colombia depende de todos. La paz, también depende de todos.

Fuente:http://blogs.eltiempo.com/felicidad-desarrollo-turismo/2017/03/14/la-educacion-y-los-males-de-colombia/

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Aulas de bosques: diferentes, ricas en biodiversidad y a la espera de ayuda

Por: Carmelo Marcén 

Los árboles, los bosques, son auténticas aulas en las que aprender sobre la vida, sobre las relaciones. La conservación de estos ecosistemas va más allá de conservar un bonito paisaje.

Los bosques son aulas de naturaleza. Multitud de seres vivos conviven y compiten en complejas redes tróficas auxiliados por la luz y el agua. El seguimiento global de sus ritmos -la noche es diferente allí al día, las estaciones se atropellan-, así como el particular de los que lo componen -desde la diminuta bacteria o el hongo descomponedor que exhibe sus setas, hasta el árbol más insigne- es un libro abierto en el que siempre se aprende. Apetece darse una vuelta por los distintos bosques del mundo para entender sus voces y silencios. Por más que Hansel y Gretel, o Pulgarcito, conocieran un bosque de negrura y de abandonos. Durante mucho tiempo representaron lugares sagrados habitados por dioses, o allí donde los druidas o los nomos se encontraban. Ahora ya no.

Todavía cubren hoy -más o menos desarrollados y conservados- casi un tercio de la superficie del planeta. Tienen unos beneficios evidentes, como bien saben quienes viven cerca: alrededor de 1.600 millones de personas -que sostienen con ellos parte de su economía y dulcifican el día a día- y los animales, plantas y otros seres vivos que en ellos se acomodan (casi el 80% de las especies conocidas). Además extienden sus beneficios sociales y ecológicos por todo el mundo. Procuran materias primas imprescindibles para ciertas tareas constructivas o de consumo, protegen el suelo y evitan la desertificación, atemperan el clima y limpian el aire. Pero muchos -los bosques de Amazonía entre ellos- desaparecerán de aquí a 300 años, según leímos recientemente en la revista Nature. De ahí que la FAO pidiese hace un par de meses a los gobiernos de América Latina la reducción de la deforestación.

Por eso, todos debemos implicarnos en su conservación y mejora. Ha pasado mucho tiempo desde que el regeneracionista español Joaquín Costa, en una carta dirigida a los niños de una pequeña escuela de pueblo con motivo de la fiesta del árbol de 1904, abogaba por la dendrolatría (amor por los árboles); que ya practicaron antes Tolstoi con aquel roble en Guerra y paz o un poco más tarde Machado en su A un olmo seco. A pesar del tiempo transcurrido todavía es necesario volver a levantar la voz para reclamar su valor. La pomposa declaración del año 2011 como Año internacional de los bosques por la ONU se apoyaba en el reconocimiento de que estos ecosistemas y su ordenación sostenible contribuyen significativamente al desarrollo, a la erradicación de la pobreza y al logro de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM).

Hoy muchos niños, niñas y jóvenes de nuestras escuelas siguen plantado árboles coincidiendo con el 21 de marzo, su día mundial. Para animarlos tal vez les sirva el empuje afectivo de la lectura del cuento El hombre que plantaba árboles de Jean Giono, que narra cómo un incansable pastor logró crear un bosque, aunque tardase cuatro décadas. También pueden implicarse con sus profesores en iniciativas como la de Escuelas amigas de los bosques de Greenpeace.

•http://www.greenpeace.org/espana/Global/espana/report/bosques/un-paseo-didactico-por-los-bos.pdf

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