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El modelo educativo que llega a Madrid: gratuito, sin horarios ni profesores y con trabajo seguro

Redacción El País

Desde septiembre 450 alumnos aprenderán programación con un exitoso modelo que ha importado Telefónica desde París.

Según Eurostat, en el sector de la tecnología trabaja un 2,4% de población ocupada en España, frente a una media europea de 3,5%. Una brecha enorme que es fundamental tapar. El problema es que muchos jóvenes ven la universidad como una pérdida de tiempo, ya que casi todo lo pueden aprender solos. Pensando en ellos —gran parte de los gurús tecnológicos españoles abandonaron las aulas antes de tiempo— la Fundación Telefónica importa a España Escuela 42, una exitosa fórmula gratuita para aprender programación como si fuera un videojuego pero acudiendo a un espacio que se comparte con otros compañeros y donde se celebran charlas y talleres. La metodología, gratuita, dura tres años y medio, no hay profesores ni horarios. La sede —se inaugurará en septiembre en la ciudad de Telefónica en Las Tablas (Madrid)— estará abierta todos los días de la semana y a todas horas. Cada cual irá a su ritmo, sin normas.

Hoy lunes el proyecto, que pretende conectar con el empleo del futuro, se ha presentado en la capital y se abre el plazo para inscribirse en las pruebas de acceso en su web. Quien pase la primera criba trabajará, en la segunda, durante 28 días en 14 proyectos que se llevarán a cabo en la «piscina», un espacio de Telefónica con colchonetas y duchas. La idea es empezar formando a 450 alumnos, pero con capacidad máxima de albergar a 900. Desde hace años muchas tecnológicas no echan un vistazo al currículum, sino que piden a los aspirantes al puesto que demuestren lo que saben hacer sentados delante de un ordenador. Adiós a la titulitis. Las entrevistas ya no las hace recursos humanos, sino técnicos que evalúan la capacidad de resolver problemas reales.

“La empleabilidad del siglo XXI requiere un nuevo modelo de aprendizaje debido a la imparable revolución digital”. Así ha explicado el presidente de Telefónica, José María Álvarez-Pallete, el motivo de importar este modelo de formación. Antes vieron otros proyectos en 81 universidades y escuelas. El presidente reconoce que la tecnología va a acabar con millones de puestos de trabajo,pero recuerda que también va a generar muchos nuevos. Y ha dado una cifra: el 85% de los trabajos de 2030 no se han inventado todavía, según el informe Dell Technologies, dirigido por el Institute for the Future (IFTF). Entre 1970 y 2015, los ordenadores destruyeron en Estados Unidos 3,5 millones de puestos de trabajo a la vez que contribuyeron a crear 19,3 millones nuevos.

“Este sistema rompe el paradigma de la educación, el reglado no engancha a algunos perfiles. Aquí se aprende a aprender”, sostiene Luis Miguel Olivas, director de Innovación Educativa de la fundación. La metodología, basada en la gamificación y el igual a igual, se divide en 21 niveles y se basa en proyectos de diferentes ramas de la programación. Los primeros son comunes a todos los alumnos y luego cada uno encamina sus pasos hacia una especialidad: un lenguaje informático, ciberseguridad o sistemas. “Se trabaja de forma colaborativa, inter pares, necesitas a tus compañeros para resolver problemas y te corrigen las pruebas…Es 100% flexible e individualizado”, prosigue Olivas. Un equipo pedagógico en París ha creado 250 proyectos de aprendizaje que va actualizando constantemente.

De París, donde se presentan a las pruebas 50.000 aspirantes, esta academia saltó a otros lugares. La  academia existe en más de 10 países del mundo. Los primeros centros abrieron en 2013 en París y en Silicon Valley, en Estados Unidos. Después, la iniciativa llegó a Bélgica, Holanda, Marruecos, Sudáfrica, Moldavia, Ucrania, Rusia y Finlandia. Próximamente, además del nuevo centro de España, Fundación Telefónica también inaugurará una escuela en Sao Paulo (Brasil). “No queremos reinventar la rueda, sino traer lo que está siendo un éxito en otros países”, explica Álvarez-Pallete. La sede madrileña contará con espacios diáfanos para los ordenadores, salas de trabajo para reuniones y un auditorio para 150 personas. También tendrá salas de descanso y de ocio, una cafetería e incluso una sala de e-Sports.

La sede en Ámsterdam de Escuela 42.
La sede en Ámsterdam de Escuela 42.

En el acto ha estado presente Cath Madinier, que fue alumna de la escuela de París y ahora dirige la de Ámsterdam. Esta francesa, graduada en Administración de Empresas, no tenía ni idea de programación, ni siquiera había usado un Mac. Pero necesitaba un desafío intelectual y buscó y buscó en Internet hasta que dio con la Escuela 42 de París. Cuenta que su problema ahora es retener a los alumnos, porque en cuanto empiezan a hacer prácticas (a partir de un año) reciben ofertas de trabajo tentadoras. Cada estudiante recibe de media ocho propuestas de empleo mientras está en la escuela. «Si se quedan tendrán trabajos más interesantes y mejor pagados», promete Madinier.

La escuela se formuló para jóvenes de 18 a 35 años pero ahora se ha abierto a todas las edades, “la empleabilidad no entiende de barreras”. No se requieren conocimientos previos —una alumna de Ámsterdam no conocía la tecla de las mayúsculas, por ejemplo— ni titulaciones. Se garantizan prácticas y la fundación pretende que los alumnos hagan voluntariado. Telefónica abrirá paralelamente esta escuela en São Paulo y tiene en mente otras ciudades españolas. «No queremos que se homologuen los estudios porque entonces no se puede responder a la demanda de las empresas», subraya Olivas.

El director de Innovación Educativa, sin embargo, insiste en la importancia del profesorado como palanca de cambio para la incorporación de las tecnologías en la vida de los más jóvenes.

Iniciativas pioneras en la universidad

Hoy la estructura de la universidad pública hace inviable que compita con la oferta privada, y , más aún, si esta no es reglada. Los profesores hacen la memoria de un título, pasa por los órganos de gobierno de la universidad, lo supervisa el Gobierno autónomo, la agencia de evaluación ANECA emite un informe y cuando este resulta positivo, debe aprobarlo el Consejo de Universidades, autorizarlo la comunidad autónoma y al fin publicarse en el BOE. En total de año y medio a dos años para lanzar un título que se demanda desde hace cuatro.

El pasado marzo la Fundación Cotec para la innovación publicó un decálogo para reiniciar la universidad, que corre el riesgo de quedarse arrinconada, e insistía en los plazos. «Necesita un marco regulatorio flexible, que le permita incorporar con agilidad nuevas titulaciones, contenidos y estructuras. Solo así podrá responder a los cambios en igualdad de condiciones que otras instituciones educativas no formales (sociales y empresariales)», se afirma en el primer punto del listado dedicado a la flexibilidad.

Las universidades, conscientes de su alejamiento del mercado, tratan de acercarse con distintas iniciativas al sector. Por ejemplo, los alumnos de la Universidad Carlos III organizan desde hace siete años la feria T3chfest. A la última edición, celebrada en marzo, acudieron 35 empresas y 2.200 estudiantes (parte de ellos de FP).  «Nos dimos cuenta de que faltaba ver el mundo real, lo que reclamaban las empresas. La universidad se ha quedado un poco anticuada, te da la base pero el mundo de la tecnología cambia cada pocos meses y eso lo ves en la feria».

El grado de Ingeniería Multimedia de la Universidad de Alicante sigue la metodología del «aprender haciendo». De forma que los alumnos se enfrentan a proyectos por equipos. El alumno ha pasado allí a ser el centro del proceso de aprendizaje. O el grado de Educación Social de la Universidad de Barcelona es otro ejemplo. La facultad ha desarrollado itinerarios personalizados para cada alumno a través de un libro de contabilidad electrónico (parecido a una base de datos relacional) que puede ser compartido por muchos compañeros.

Fuente: https://elpais.com/sociedad/2019/06/03/actualidad/1559561918_484072.html

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Daniel Mato: “Repensar las universidades a partir de su vínculo con la sociedad”

Por Ingrid Lucero Parada

Es lo que plantea Daniel Mato, investigador del CONICET, en un estudio que aborda más de 200 experiencias de vinculación social de 39 universidades argentinas con comunidades y organizaciones sociales.

Producción agropecuaria, Odontología, Medicina, Microbiología y Parasitología, Género, Ambiente y Recursos Naturales, Inclusión Educativa y Promoción de la Salud son tan sólo algunos exponentes de toda la variedad de problemáticas que abordan equipos de trabajo multidisciplinarios de universidades de Argentina a través de lo que se denominan actividades o programas de “extensión”, o de “vinculación social”.

Son actividades que responden a necesidades de determinados actores o colectivos sociales, a veces formalizadas institucionalmente, otras gestionadas directamente por docentes e investigadores que, en muchos casos, desde hace décadas vienen trabajando desde perspectivas de colaboración con esas comunidades y que en la actualidad intentan ganar reconocimiento en el mundo académico.

“En los últimos años se ha venido planteando la necesidad de reconocer la importancia de las tres funciones institucionales de las universidades por igual, éstas son investigación, docencia y extensión, pero las visiones hegemónicas y las políticas públicas y prácticas institucionales derivadas de estas han posicionado a las labores de extensión en un lugar subalterno”, afirma Daniel Mato, investigador principal del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), quien analiza el fenómeno desde la Universidad Nacional de Tres de Febrero.

“Mi experiencia en Venezuela y otros países latinoamericanos con universidades indígenas e interculturales, cuya currícula y estructura institucional se diseña en diálogo con organizaciones locales, me hizo tener mucho más vínculo territorial con grupos sociales. Son universidades fuertemente articuladas y comprometidas con la sociedad en la que están insertas. Esto fue un disparador para mí cuando regresé al país e ingresé al CONICET, en el 2010”, comenta el investigador.

Nuevamente arraigado a su país, Mato se interesó en ahondar sobre el lugar que ocupa la vinculación social en las universidades argentinas y los sentidos que los actores le dan a esta dimensión. En consecuencia, realizó una investigación en la cual principalmente se propuso responder: ¿contribuyen las labores de extensión en sentido amplio (abarcador de voluntariado, investigación–acción, aprendizaje servicio, u otras modalidades de vinculación) al mejoramiento de las de docencia e investigación en las universidades “convencionales”? ¿Cómo lo hacen?

Eso lo llevó a relevar y analizar más de 200 experiencias de vinculación de equipos de 39 universidades públicas argentinas con comunidades y organizaciones sociales. Como resultado, lo que pudo determinar es que “las prácticas de colaboración entre equipos universitarios y comunidades y organizaciones sociales no sólo contribuyen a mejorar la calidad de vida de sectores sociales, sino también la formación profesional ofrecida por las universidades, así como las posibilidades y calidad de investigación que realizan dichos equipos”. Además, su trabajo lo llevó a concluir que “es necesario repensar y transformar todas las universidades desde su articulación y compromiso con las sociedades de las que forman parte”.

La Vinculación como fortaleza

Hay muchas experiencias exitosas de vinculación social que demuestran que su función y relevancia va más allá de lo que puede ser visto como un “servicio” o “voluntariado”. Esto se desprende del análisis de Mato, donde la mayoría de sus entrevistados, docentes e investigadores de diversas disciplinas y responsables de programas de Extensión, afirman que los resultados de las experiencias de colaboración realizadas han sido muy auspiciosos.

“Las experiencias desarrolladas por los equipos universitarios y estudiantes con comunidades y organizaciones sociales, no solamente han contribuido de diversas maneras al mejoramiento de la calidad de vida de éstas, sino que, además, mediante su realización, los equipos han logrado asegurar un conjunto de logros académicamente significativos”, asegura Mato.

Algunos de estos logros son: adquisición de nuevos conocimientos, desarrollo de perspectivas críticas respecto de conocimientos teóricos, identificación de aspectos de la “realidad” no previstos en los programas de formación, comprensión de la complejidad de problemas que no pueden resolverse desde perspectivas unidisciplinares, formulación de nuevas preguntas de investigación, identificación y valoración de saberes no académicos que permiten enriquecer la formación profesional, identificación de la existencia entre la población de algunos prejuicios y creencias que afectan la práctica profesional propia de las disciplinas de los miembros de los equipos universitarios participantes, entre otros.

Un campo que gana terreno

El investigador es optimista respecto al lugar que está ganando la vinculación social en los ámbitos académicos. Al respecto, señala como un precedente la Ley de Educación Superior de Ecuador, el primer país latinoamericano en otorgar una jerarquía institucional privilegiada al área dado que evalúa a las universidades no solo por investigación y docencia sino también por su vinculación social.

“En la última década en nuestro país, ha habido avances importantes, entre los que sobresalen el incremento de los presupuestos destinados a extensión universitaria, la creación de la Red Nacional de Extensión Universitaria (REXUNI) en el marco del Consejo Interuniversitario Nacional (CIN) y la incorporación, por parte de la Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria (CONEAU), de las actividades de extensión como una de las dimensiones de sus protocolos de evaluación y criterios de acreditación”, señala el investigador.

Asimismo, en Argentina existen sendos proyectos en universidades públicas que han sido relevado y se pueden consultar de manera on line el “Mapa”  y los “Proyectos”.

“Afortunadamente, en años recientes, la visión institucional de universidades interculturales ha venido inspirando el modelo adoptado por algunas universidades que podríamos llamar “convencionales”. Hay muchas carreras que no vienen del campo de lo social, como medicina, odontología o agronomía, que han desarrollado una importante reflexión al respecto y trabajan con un enfoque colaborativo, en espacios de aprendizaje mutuo”, reflexiona Mato.

“Los procesos de aprendizaje deben tener aplicación y bases prácticas. Es importante abrir el diálogo y construir modalidades de colaboración con los diversos sectores sociales. Esto no sólo es lo correcto en tanto se supone que las universidades deben contribuir a resolver los problemas y desafíos de las sociedades de las que forman parte, sino que además contribuye a que mejoren su calidad académica, tanto en términos de docencia como de investigación. Por eso pienso que deberíamos repensar y transformar las universidades desde las experiencias de Vinculación Social”, concluye.

La nota fue realizada en base a los siguientes artículos publicados por el investigador:

Contribución de experiencias de vinculación social de las universidades al mejoramiento de la calidad académica y factores que limitan su desarrollo y valoración institucionalRevista Avaliação: Revista da Avaliação da Educação Superior (Universidade de Sorocaba, Sao Paulo, Brasil).

Repensar y transformar las universidades desde su articulación y compromiso con las sociedades de las que forman parteRevista +E.

Fuente: https://www.conicet.gov.ar/75618-2/?fbclid=IwAR1-nbh7ET7D4Rp_LSFL1_HUVMMo4q-HPX-YUMW5oT4HDUKiJamHTsjsUEA

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Universidades bajo el acoso de la corrupción

Por: Fernando Buen Abad

Un sistema corrupto no respeta ciencias ni conciencias. En la práctica, una multiplicidad de mafias burocráticas (que se adueñaron del gobierno) ejercen con toda impunidad su fuero de ignorantes y su estulticia de ladrones. Avasallan todo escudados en “políticas” y “protocolos” “de Estado”, diseñados para esquilmar, reprimir o aniquilar todo intento de desarrollo académico e intelectual que tenga por “alma mater” servir a los pueblos en su emancipación. Y hemos debido soportar tal canallada bajo el imperio de las amenazas y desplegué delincuencial, impúdico e impune, de funcionarios gubernamentales entrenados para fabricar esclavos de consciencia -con títulos universitarios- al servicio del “sistema”. “Mundo patas arriba”, clamaba Galeano.

Sálvense aquí todas las excepciones pero no por eso quede silenciado lo que es una demanda sentida e inmensa, que vive en el hartazgo y en la desesperación de los pueblos, porque no han existido políticas rigurosas capaces de impartir justicia verdadera a la hora de juzgar el papel del Gobierno en el tutelaje de la Educación Superior. No pocas veces se ha puesto en manos de funcionarios ignorantes, inoperantes y delincuentes el destino de la ciencia y el instrumental académico con que un Estado pretende desarrollar las capacidades intelectuales de los pueblos. No pocas veces hemos visto componendas, cohechos, malversaciones y persecuciones protagonizadas por los funcionarios responsables de la educación universitaria y no pocas veces hemos visto fraudes variopintos relacionados con la aprobación o el rechazo de planes de estudio, contenidos científicos y prácticas profesionales. Vivimos una crisis ética de alcances descomunales en el campo de las políticas publicas para la educación de los pueblos. Lo dicho… sálvense las excepciones.

No es una corrupción sólo de “mordidas”, “coimas”… o dinero. Es una corrupción de contenidos y de formas, de impostaciones y defraudaciones que abarcan desde el perfil de los funcionarios hasta su currículo o el papel que han jugado en el terreno de la educación. Muchos carecen de experiencia mínima (eso nada tiene que ver con sus títulos) y carecen de respeto alguno por su papel como defensores de una u otra metodología científica para el perfeccionamiento de Educación Superior. Pero incluso muchos de los que tienen todos los “papeles” y los oropeles, tampoco han sido “blancas palomas” y hemos padecido, con dolor intenso, los asaltos desembozados de peleles burócratas, bañados en prestigio de clase, pero infectados por el veneno del robo contra el presupuesto educativo que no es otra cosa que dinero del pueblo. Historia, por lo demás, tristísima.

Ya no podemos seguir guardando silencio aunque el miedo nos transite por los huesos. Ya no podemos seguir callando las canalladas de la corrupción gubernamental que, en todas sus escalas, ha dejado huellas indelebles para la historia de la educción en nuestros países. No podemos ni debemos tragarnos la denuncia por más amenazas o insultos recibidos (directa o indirectamente) por los funcionarios aludidos… ni podemos fingir “normalidad” cuando el fracaso general de la educación, en todas sus modalidades, salta a la vista como resultado de un modelo económico y político excluyente, racista, selectivo, injusto… expresado en contenidos manipulados para traficar modelos ideológicos opresores disfrazados “academia” o de “ciencia”.

No podemos ser cómplices del avasallamiento de grandes y buenas iniciativas gestadas en las refriegas del trabajo intelectual honesto, que quieren encontrar los mejores caminos para multiplicar y democratizar los mejores saberes. No podemos ser aliados del exterminio de la creatividad pedagógica y didáctica de los grandes proyectos educativos incluyentes que anhelan derribar los muros entre las nuevas tecnologías y las mejores filosofías del desarrollo humano y humanista. No queremos ser cómplices de la barbarie burocrática de funcionarios incapaces de entender la dinámica magnifica, ni la fuerza transformador de la educción, pensada para seres humanos cultos que anhelan ser libres. Basta de caciques burocráticos en las tareas de la educación, de la ciencia y del pensar riguroso.

No hay manera de imaginar países libres infestados con burócratas ladrones medrando con la educación de los pueblos. No hay manera de convertir las universidades en fuente nutricia de la transformación social si desde el gobierno se infiltran agentes de la corrupción económica e ideológica. No hay manera de anhelar una humanidad renovada en las fuerzas de sus fuerzas creadoras si las ciencias viven acosadas por mafias de burócratas empeñados en destruir toda buena nueva idea emancipadora de los pueblos. No hay manera de democratizar los saberes si hay gobiernos y funcionarios empeñados en destruirlos, ignorarlos o resecarlos con todo tipo de crímenes burocráticos.

Esos burócratas corruptos que infestan no pocos territorios de la Educación Superior no sólo han esquilmado a las universidades con vocación de justicia social para el saber, sino que han manchado su prestigio, les han inventado expedientes espurios, han hecho campañas difamatorias, han manoseado la vida privada de los científicos, de los intelectuales y de los académicos más honestos y más plenos de sentido popular. Han escupido sobre las mejores obras revolucionarias en la metodología y han hecho reinar la calumnia como forma de sistemática de amedrentamiento y castigo contra todos los que no quieren ser cómplices ni siervos de la estulticia gubernamental.

Pero llegó la hora de los límites y toda la paciencia, que muchos han tenido, se agotó. Llegó la hora de confrontar abiertamente en todos los campos pertinentes o adyacentes. Llegó la hora de la denuncia renovada que se hermana con la gran tradición de otras denuncias y luchas, contra la corrupción en todas sus expresiones y contra la condena a la ignorancia, injusta y criminal, a que han sometido a los pueblos esos corruptos investidos como “funcionarios gubernamentales” para la educación del pueblo. Ya basta. Tenemos nombres y apellidos, tenemos casos concretos y fechas precisas, tenemos estudios a fondo y tenemos la solidaridad internacional de miles de científicos, intelectuales y académicos hartos también de la corrupción infiltrada contra la educación. Y, por si fuese poco, tenemos también la razón de nuestro lado.
Fuente: https://www.telesurtv.net/bloggers/Universidades-bajo-el-acoso-de-la-corrupcion-20190222-0003.html

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«El sistema de admisión a las universidades en Estados Unidos está inclinado en favor de los ricos y famosos»: Daniel Golden, ganador del Pulitzer

América del norte/Estados Unidos/21 Marzo 2019/Fuente: BBC mundo

Varias universidades de Estados Unidos se precian de ser las mejores del mundo.

Parte de ese prestigio tiene que ver con un competido proceso de selección en el que, según cifras oficiales, en promedio menos del 20% de los aspirantes a las universidades de élite es admitido.

En algunos casos esa cifra llega a ser menor al 4%.

Pero un caso de fraude revelado por el FBI, considerado el mayor escándalo de fraude educativo en la historia del país, parece mostrar que además de tener méritos, hay que tener mucho dinero para ingresar a una universidad de renombre.

La investigación señala a más de 30 padres millonarios, entre ellos las actrices Felicity Huffman y Lori Loughlin, de presuntamente participar en un mecanismo de fraudes y sobornos para que sus hijos lograran un cupo en reconocidas universidades.

Según las autoridades, los involucrados pagaban a un consultor privado llamado William Singer, quien les daba instrucciones para hacer trampa en los exámenes de ingreso o pagaba sobornos a entrenadores deportivos para aceptar a estudiantes que no reunían las cualidades para ser admitidos.

A raíz de esta investigación, un grupo de estudiantes de California presentó el miércoles una demanda contra ocho prestigiosas universidades, a las que acusan de no haber hecho un proceso de admisión justo.

Las acusaciones tienen en la mira a universidades como Yale, Stanford, Georgetown, la Universidad de Texas y la del Sur de California.

El FBI descartó que las escuelas tuvieran alguna participación en el mecanismo de fraude, pero para muchos este caso fue una muestra de que el dinero es un factor determinante a la hora de entrar a la élite académica.

Uno de ellos es Daniel Golden, editor del portal periodístico ProPublica y autor del libro «El precio de la admisión», sobre cómo los millonarios usan su dinero para que sus hijos sean aceptados en las mejores universidades.

Golden, además, ganó un premio Pulitzer por una serie de artículos sobre los privilegios de los que gozan algunos estudiantes durante los procesos de admisión en las universidades.

En BBC Mundo lo entrevistamos sobre el caso de Singer y el sistema de admisiones en EE.UU.

¿Este caso de supuesto fraude es un caso aislado o cree que es parte de un problema más grande?

Creo que representa un problema más amplio, apunta a varias vulnerabilidades en el proceso de admisión.

Una de ellas es el crecimiento de esta industria de consejeros que trabajan para familias adineradas que quieren que sus hijos vayan a la universidad.

Tradicionalmente este es un rol que cumplen los consejeros en la secundaria, que ayudan a los estudiantes a conectarse con las mejores universidades, pero estos consultores privados como Singer, la supuesta mente maestra detrás de este esquema, solo responden a las familias ricas. Esos son sus clientes.

Así que si los padres están decididos a que sus hijos entren a una universidad de élite, supongo que Singer no es el único consultor con buenas conexiones para que eso ocurra, y eso es un problema para el sistema.

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Image captionGolden afirma que incluso las prácticas legales perjudican al sistema educativo en EE.UU.

Este parece ser un caso de corrupción, pero usted sostiene que incluso las prácticas legales hacen que el sistema de admisión sea injusto…

El sistema de admisión en EE.UU. está inclinado en favor de los ricos y famosos.

La «admisión hereditaria», que otorga preferencia a los hijos de exalumnos, generalmente beneficia a las familias con más riqueza.

Igual pasa con las llamadas «preferencias de desarrollo», que son preferencias para hijos de personas que no fueron alumnos, pero que hacen donaciones a la universidad.

Incluso están las «preferencias atléticas». Hay deportes que todo el mundo practica como fútbol americano o baloncesto, pero hay muchos otros deportes como la navegación o actividades ecuestres que generalmente están limitados a los más ricos. Hay una preferencia por admitir a estudiantes que participan en esos deportes de clase alta.

En conjunto, yo me refiero a esas preferencias como «preferencias del privilegio».

Esas preferencias son como las ayudas que le dan los participantes del programa de televisión «Quién quiere ser millonario» cuando no saben la respuesta a una pregunta.

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Image captionSegún la investigación, los aspirantes acusados hacían trampa en los exámenes de admisión.

¿Es este un sistema discriminatorio?

Es un sistema que discrimina en favor de los ricos y en contra de los estudiantes que no tienen ninguna forma de preferencia.

Los estadounidenses de origen asiático muchas veces entran en esta última categoría. Ellos muchas veces obtienen notas y puntajes sobresalientes, pero no logran entrar. También pasa con estudiantes blancos de clase media trabajadora.

Los negros y los hispanos se benefician de acciones afirmativas, así que ellos también tienen una preferencia.

¿Dar preferencia a quienes tienen dinero o padres exalumnos afecta la calidad de estas universidades?

En general estas preferencias afectan la calidad porque significan que los estudiantes de pregrado en estas universidades no son tan fuertesacadémicamente como lo serían si fueran admitidos sin tener en cuenta su riqueza y su privilegio.

También afecta la diversidad económica del cuerpo de estudiantes de pregrado.

Muchas de las universidades top tienen muy pocos estudiantes de bajos ingresos. Eso ocurre a pesar de que parte de su misión es ayudar a descubrir «diamantes en bruto», es decir, jóvenes de bajos recursos o de familias en desventaja que tienen un gran potencial, pero en un sistema amañado contra ellos.

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Image captionGolden sostiene que las preferencias hacen que el sistema de admisión a las universidades de EE.UU. sea injusto.

¿Para un estudiante sin privilegios tiene sentido presentarse a estas universidades aun sabiendo que el sistema juega en su contra?

Los estudiantes de secundaria deben ser conscientes de que el sistema no está completamente basado en el mérito y que puede que no reciban un trato justo en universidades selectas durante el proceso de admisión.

Aun así, estudiantes con méritos sobresalientes lograrán entrar en universidades top, es solo que enfrentan barreras significativas.

En América Latina muchos sueñan con llegar a una universidad de élite, ¿cómo es el panorama al que se enfrentan?

Para estudiantes internacionales la situación es un poco particular, porque muchas universidades no ofrecen mucha ayuda financiera para estudiantes internacionales, así que están particularmente interesadas en estudiantes que van a pagar matrícula.

Si los estudiantes de América Latina pueden pagar la matrícula, probablemente tienen una buena oportunidad de ingresar a algunas de las mejores universidades de EE.UU.

Si no pueden pagar la matrícula, la situación será más difícil.

Si, según usted, el sistema es injusto, ¿cómo se podría arreglar?

Yo eliminaría la admisión hereditaria, no creo que deba haber preferencias basadas en el parentesco. Eliminaría las preferencias para aspirantes en deportes en los que la mayoría de los jóvenes no tienen la oportunidad de jugar.

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Image captionGolden sugiere que se aumentar las regulaciones para los consejeros privados.

Respecto al escándalo de Singer en particular, incrementaría las regulaciones y los controles para estos consejeros privados.

Las escuelas también deberían endurecer el reclutamiento de atletas. Los comités de admisión deben prestar más atención a los estudiantes seleccionados por los entrenadores.

¿Estamos frente a un sistema corrupto?

Yo no diría que el sistema como un todo es corrupto, pero sí pienso que es muy común que la gente rica haga grandes donaciones a las universidades durante la época en que los estudiantes se están postulando.

¿Vale la pena ir a la universidad?

La mayoría de los estudios muestra que en EE.UU. tener un grado universitario es muy útil para aumentar el poder adquisitivo en el futuro, así que yo no recomendaría que la gente deje de ir a la universidad.

Hay muchas universidades que no están en el top de los rankings y brindan una buena educación. Yo buscaría opciones de una manera más amplia, pero creo que es importante ir a la universidad.

¿Las universidades que aparecen en el top son tan buenas como creemos que son?

Es una pregunta difícil, depende de cómo definas «buenas». Sin duda tienen excelentes profesores y ofrecen muy buena educación, al igual que lo hacen otras universidades. Pero al parecer la gente las valora no solo por la calidad de la educación si no por el status social que parecen brindar.

Imagen tomada de: https://ichef.bbci.co.uk/news/624/cpsprodpb/FE8C/production/_106046156_get34.jpg

Fuente: https://www.bbc.com/mundo/noticias-47592651

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Cuba cuenta con 50 universidades y 113 carreras en educación superior

Centroamérica/Cuba/07 Marzo 2019/Fuente: Prensa Latina

Cuba cuenta hoy con 50 universidades, 113 especialidades y casi el 50 de la población de la isla caribeña posee un título de educación superior.

Al intervenir en el espacio radiotelevisado Mesa Redonda, el ministro cubano de Educación Superior, José Ramón Saborido, informó que todos los planteles tienen un alto nivel de integración y el impacto de las ciencias y las tecnologías hizo posible mejorar sus actividades.

Actualmente, la nación antillana cuenta con 241 mil estudiantes en los planteles, sin contar los que cursan carreras en las Fuerzas Armadas Revolucionarias y en el Ministerio del Interior, señaló.

El país tiene 113 carreras de nivel superior y 42 mil 200 jóvenes se preparan en centros universitarios municipales, puntualizó Saborido.

Otro dato importante -comentó Saborido- es la presencia de nueve mil 580 extranjeros formándose en la mayor de las Antillas.

El titular cubano puntualizó que los alumnos que necesiten una beca se les garantiza, en ese caso están 62 mil 300.

La educación superior cuenta con 53 mil 298 profesores a tiempo completo, y un alto por ciento de ellos son máster o doctores.

Casi el 50 por ciento de la población cubana que trabaja está graduada en nuestras universidades, resaltó el ministro.

Por su parte, la ministra de Educación, Ena Elsa Velázquez informó que esa cartera mantiene hoy entre sus prioridades la formación de maestros, acción que contribuirá a garantizar una enseñanza en todos los niveles de las nuevas generaciones.

‘La formación de maestros es una prioridad del ministerio, y tenemos 27 escuelas pedagógicas con 26 mil estudiantes’, precisó la titular del ramo.

Asimismo, se trabaja en la actualización de los libros de textos en todos los niveles, puntualizó Velázquez.

‘Somos los encargados de la formación de nuestros niños y jóvenes. Tenemos la responsabilidad además de la continuidad de estudio con una buena preparación’, subrayó la titular.

La mayoría de los profesores -resaltó la ministra- son universitarios, un 80 por ciento, y un 85 por ciento de los planteles están evaluado de bien desde el punto de vista constructivo.

Destacó que 78 por ciento de los profesores son mujeres, destacó la titular de Educación.

Sobre la continuidad de estudios, Velázquez dijo que todos los estudiantes tienen garantizado ese derecho y se sigue una estrategia para mejorar la vocación profesional.

Fuente: https://www.prensa-latina.cu/index.php?o=rn&id=258984&SEO=cuba-cuenta-con-50-universidades-y-113-carreras-en-educacion-superior
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El renacimiento del pensamiento crítico. Las clases en las primeras universidades

Redacción: Nueva Revista

a universidad muestra su preocupación por la dificultad de muchos estudiantes para pensar sin servirse de prejuicios o lugares comunes. El pensamiento crítico pretende que los alumnos sean activos en su educación, capaces de hacerse con los pros y los contras de cualquier cuestión. Esto ya fue propuesto por Sócrates y alcanzó un asombroso desarrollo con el nacimiento de las universidades durante los siglos XII y XIII. ¿Cómo se recuperó el método socrático?, ¿de qué modo se practicaba este método educativo?, ¿se trataba de un fenómeno común en muchas universidades?, ¿servía como herramienta de avance real del conocimiento? Esas son las preguntas a las que trata de responder este artículo.

La universidad es una institución que levantó vuelo en el siglo XIII. Durante la centuria anterior fueron surgiendo las llamadas escuelas catedralicias, centros de formación que nacían junto a las catedrales de algunas ciudades principales con una finalidad neta: la formación intelectual del clero (filosofía, teología y derecho canónico) o de laicos deseosos de aprender leyes o el arte de la medicina. Tanto en estas instituciones como en las universidades, al principio no contaban con edificios ni aulas, sino que las clases tenían lugar donde se podía encontrar un espacio (desde la plaza de la ciudad hasta las salas de una iglesia o de un convento). No había aún preocupación por el espacio físico, pero sí por lo que se podría llamar «espacio espiritual», es decir, porque esas reuniones respondieran a un espíritu determinado. A ese espíritu es a lo que, en lo que sigue, llamaremos metodología escolástica renacimiento del pensamiento crítico.

Y es que profesores y estudiantes se centraban en el debate de problemas que por aquel entonces preocupaban entre las clases cultivadas. La recepción de los clásicos (Platón, autores griegos y latinos, los Padres de la Iglesia, pensadores árabes como Avicena o Averroes, a partir del siglo XIII también Aristóteles) generaba temas de discusión que, aunque a menudo puedan parecer lejanos a los asuntos que nos ocupan hoy en día, encendían los ánimos y empujaban a los intelectos a buscar la comprensión.

Con la lectio los alumnos escuchaban directamente cómo sus profesores leían los textos de los grandes maestros

Por ejemplo, la investigación y docencia científica y universitaria actual sobre las relaciones mente-cerebro (The Body-Mind Problem), o sobre la influencia de la neurología en los estados de ánimo y en el aprendizaje, se podría trasladar a lo que entonces se consideraba la pregunta central por el ser del hombre: la relación que guardaban alma y cuerpo entre sí, es decir, si son alma y cuerpo dos cosas distintas como el piloto y la nave (el dualismo de Platón), o si son los dos principios del hombre real, al que habría que definir como «cuerpo vivo» o «animal racional» (Aristóteles, al que siguió santo Tomás). La primera, el dualismo, se alineará en una línea de la historia de las ideas que va de Platón a los neoplatónicos, san Agustín, la escuela franciscana, etc. La segunda nace en la oposición de Aristóteles respecto de su maestro («Soy amigo de Platón, pero más de la verdad») y defiende tesis irreconciliables con él.

Esto, que sin duda es un asunto erudito y especializado, sirve para nuestro propósito en la medida en que muestra a las claras la existencia de un debate intelectual muy vivo en una ciudad universitaria como París en torno a 1270. En el seno de esa comunidad intelectual se discutía con pasión no sobre un asunto lateral, sino sobre el corazón mismo de la antropología, sobre lo que define radicalmente al ser humano.

Justicia. Nueva Revista número 168

¿Es el cuerpo algo que el hombre usa, o es parte de la esencia —y de la identidad— de lo que una persona es? Los debates contemporáneos sobre la identidad (si podemos identificarnos con nuestro sexo o basta con construir un género) o la pregunta de cómo es posible que una orden mental («Quiero mover el brazo») tenga una consecuencia física (de hecho, lo muevo) siguen teniendo esta temática como asunto de fondo.

Por tanto, en la universidad del siglo XIII había muchas cuestiones en las que los distintos maestros disentían de modo público. Además se invitaba a los alumnos a tomar parte en el debate, a elegir la postura que más les convenciera, a condición de que ese convencimiento viniera precisamente del uso lógico, justificable, de los razonamientos.

Por tanto, los debates intelectuales tenían cabida en la universidad desde el inicio de esa institución (podría decirse incluso que el ser de la universidad estaba en la discusión). Así, el que es considerado como principal pensador del siglo XIII (santo Tomás de Aquino) no duda en «enfrentarse» (dialogar) con otros pensadores sirviéndose siempre de estos presupuestos: el uso de la razón y de la experiencia. El diálogo, la confrontación, era el modo cotidiano de impulsar el conocimiento entre los maestros universitarios. Es cierto que a veces se aplicaron censuras, pero esas censuras venían propuestas desde ámbitos que no habían entendido a la institución, externos (al menos intelectualmente) a ella. En la Edad Media se defendía hasta tal punto la independencia universitaria que los papas exigieron que el régimen jurídico de las universidades fuera completamente libre del control del Estado, para que pudieran pensar y hablar en libertad.

«Los hombres de la ciudad fueron con frecuencia ambivalentes hacia los estudiantes universitarios (…). En este ambiente la Iglesia dio una protección especial a los alumnos ofreciéndoles lo que se vino a llamar los beneficios clericales. El clero en la Europa medieval disfrutaba de un estatus legal especial: era un crimen extremadamente serio ponerles la mano encima (…) (Woods, How the Catholic Church Built the Western Civilization).

»El papa intentó organizar una atmósfera justa y pacífica para la universidad creando un privilegio llamado cessatioel derecho de parar las clases e ir a una huelga general si alguien abusaba de los alumnos. Entre las causas justas estaban incluidas “el derecho a establecer límites en el precio de los alquileres, la herida o mutilación de un estudiante por la que no se hubiera pagado satisfacción en el espacio de quince días, [o] la pena de prisión injustificada de un estudiante”.

»Era común que las universidades se dirigieran al papa de Roma con sus quejas. En muchas ocasiones el papa intervino incluso para forzar a las autoridades universitarias que se pagara sus salarios a los profesores. (…) No es por tanto de extrañar que algún historiador sostenga que «el protector más firme de las universidades era el papa de Roma. Él es el que fundó, aumentó y protegió el estado de privilegio de las universidades en un mundo en el que el choque jurisdiccional era frecuente».

Como pasa con todas las obras humanas, no siempre lo lograron: las condenas en París del obispo Tempier, la prisión de fray Luis de León o la persecución a Guillermo de Ockham, son ejemplos. Sin embargo, también hay claros contraejemplos: Siger de Brabante, el principal de los averroístas latinos, se refugió en el palacio del papa en Orvieto tras ser condenado por el obispo de París; su compañero Norberto de Dacia siguió siendo dominico y murió dentro de la Iglesia en Dinamarca.

La práctica del método socrático

Platón era discípulo de Sócrates, el filósofo que enseñó a pensar a los atenienses sirviéndose de un método novedoso. El método socrático no aceptaba las ideas de la autoridad, sino que usaba la ironía (preguntas capciosas pretendida- mente inocentes) para descubrir en qué medida el pensamiento comúnmente aceptado podía ser superficial, conducir a contradicciones, ser irracional. El método socrático, la mayéutica, hacía nacer el conocimiento cuando el interlocutor caía en la cuenta de su ignorancia. Al «saber que no sabe» se ponía en condiciones de aprender de verdad, de superar las apariencias. Este es uno de los motivos por los que Sócrates no escribía filosofía, sino que la practicaba: era un filósofo peripatético, esto es, que ejercía su tarea charlando durante los paseos en la plaza. Esta es también la razón por la que el legado de Platón ha llegado en forma de diálogos: lo escrito podía caer en manos de cualquiera que no haya pasado por el proceso que conduce a la comprensión.

«Enseñar a pensar» exige «pensar juntos». Y porque Platón entendió radicalmente a su maestro, fundó la Academia y proporcionó la clave para entender una de las dimensiones clave de lo académico: pensar juntos poniendo en crisis lo aparente para acercarse a lo realmente real, a la verdad.

Estas actitudes son constantes en el pensamiento medieval: el diálogo, la discusión, la disputa…, son las herramientas que usan para el conocimiento dentro de los ámbitos de reflexión filosófica y teológica. De hecho, la historia intelectual de la Alta Edad Media constituye un esfuerzo apasionante por establecer las bases del diálogo entre la razón y la fe, entre Atenas y Jerusalén. Pero apenas se practicaba un conocimiento reglado. Aunque tuvo peso el pensamiento de los Padres de la Iglesia (siglos II-VIII), el esfuerzo de conservación de la cultura desarrollado en el monacato (a partir del siglo vi) y el renacimiento carolingio (siglo IX), habría que esperar a la Baja Edad Media, a las escuelas catedralicias en el XII, para asistir al renacimiento estable —viene durando hasta nuestros días— de la formación intelectual.

El uso de la metodología de inspiración socrática adquirió un valor original durante los siglos XII y XIII. Así se ve en la figura de Pedro Abelardo y sus contemporáneos. Ese método llamado método escolástico, es decir, el camino que se sigue en la escuela, la vía adecuada para educar— se estandarizó en las instituciones que recibían el nombre de universidad (Bolonia, Oxford, Sorbona, Nápoles, Salamanca, etc.). Y en él importaba tanto la seriedad en el uso de las herramientas del aprendizaje como la preocupación por lo humano.

La dialéctica en la universidad

La rae define dialéctica como la «teoría y técnica retórica de dialogar y discutir para descubrir la verdad mediante la exposición y confrontación de razonamientos y argumentaciones contrarios entre sí». Este era el sentido de esta palabra entonces. Muchas veces en nuestros días se entiende más bien como mero enfrentamiento o discusión. En el significado medieval la clave del significado es la palabra verdad, y el objetivo de la discusión no era la lucha de contrarios, sino el descubrimiento de lo verdadero. Se puede decir que si no se llegaba a la verdad (a retirar los paños de apariencia que la ocultan, sin avance en el conocimiento) no habría ni dialéctica ni, propiamente, tarea universitaria. Régine Pernoud (1909-1998), la gran medievalista francesa, describe la metodología del pensamiento crítico y el ambiente de las escuelas catedralicias de inicios del XII en su ensayo histórico Eloísa y Abelardo.

Lo que pretendía un estudiante del siglo XII era sobre todo practicar la dialéctica. En el siglo XII los alumnos, que tenían entre 14 y 20 años, eran personas privilegiadas por el hecho ir a la universidad. Las razones que les movían al estudio, aparte del ejercicio del derecho o la carrera eclesiástica, tenían que ver tanto con el amor al conocimiento como con la fascinación por el juego de la inteligencia. Les gusta «discutir de forma interminable de tesis y de hipótesis, de mayor y de menor, de «antecedente» y de «consecuente»».

Cultivaban el arte de razonar. Lo que quería hacerse era aprender a pensar bien. La inteligencia como facultad y la verdad como objeto eran los intereses propios de la educación. Ambos inspiraban tanto a la investigación como a la docencia, dos actividades que en ese momento todavía iban siempre unidas.

Como se ha dicho, Sócrates y Platón dejaron claro que pensar es una actividad que no debe realizarse en solitario, sino dentro de una tradición común. Por tradición debe entenderse «conocer lo que han dicho otros»: discusión, controversia, intercambio. Participar de una tradición es lo mismo que formar parte de una gran conversación que puede venir durando siglos. Ejercitarse para poder hablar con fundamento era el principal objetivo.

La educación en la dialéctica —expresión fraguada por Platón en La República— buscaba un camino (eso es lo que significa methodos), personal y colectivo, de avance en el conocimiento. Para eso se servían el maestro y el alumno del uso lógico de la razón. Lo que la dialéctica pretende es el conocimiento del ser de las cosas. Y en ese sentido se enfrenta a las apariencias, las opiniones, las perspectivas, los puntos de vista o los prejuicios.

¿Cómo se aprende a usar la dialéctica? Por medio del arte de la discusión, es decir, aprendiendo a «plantear las premisas de una conversación, anunciar correctamente los términos de una proposición, establecer los elementos del pensamiento y del discurso», en fin, todo lo que permite que la discusión sea fecunda.

Entre los estudiantes se podía ver cómo algunos «animados con un celo más apasionado y ferviente, discuten entre sí de graves materias, y se esfuerzan por derrotarse unos a otros con gran despliegue de sutilezas y argumentaciones». Esa disputa era tan ambiciosa que podía terminar en una discusión abierta entre maestro y discípulo. Así le ocurrió a Pedro Abelardo, quien escribía en su Carta a un amigo: «me vi obligado a rechazar algunas de sus proposiciones [de su maestro] y a arremeter a menudo mis argumentaciones contra él». Para llegar a eso, el discípulo —auténtico «enano en hombros de gigantes»—, además de una inteligencia preclara, necesitaba una formación sistemática.

Esta era la principal diferencia de la escuela universitaria medieval con los sofistas de la antigua Grecia: los enfrentamientos dialécticos querían conocer la realidad antes que hacerse con el poder. La enseñanza sofística buscaba justo lo contrario: enseñar al alumno a convencer, a triunfar, sin importar qué era lo más justo. Sócrates detestaba esa actitud. Lo mismo ocurría con sus discípulos Platón y Aristóteles. E igual pasará con los maestros medievales. Por ejemplo, «Vicente de Beauvais (1190-1267) se quejaba del acaloramiento en los debates (…): ‘apenas se encuentra hoy día alguno que sea comedido en el debate; por el contrario casi todos se acaloran y porfían, y en consecuencia enturbian más que aclaran la verdad. A esto lleva sobre todo la ambición de vanagloria o la disimulación de la propia ignorancia’» (Vergara Ciordia, “Actualidad del método escolástico”).

«Hay que situarse en las condiciones en que tenía lugar la enseñanza en la época [siglos XII y XIII]. Nada que ver con el curso magistral tal como es práctica habitual en nuestras universidades, en la que el maestro habla y los alumnos toman apuntes (…). Por lo común existe entre maestro y alumnos lo que hoy denominamos el ‘diálogo’». Se puede imaginar algo parecido a los Diálogos de Platón. Para lograrlo se necesitaba la excelencia de un profesorado que debía estar en condiciones de responder argumentativamente a las preguntas más atrevidas de sus alumnos. Eso podía significar tanto atender a simplezas, como encontrarse con planteamientos capaces de contradecir —y desmontar— la propia doctrina.

Para evitar que las discusiones andasen en el vacío, diseñaron una metodología en la que se distinguían cuatro etapas: lectioquestiodisputatiodeterminatio.

La lectura de los textos

El aprendizaje partía de una base sin la cual faltaba la materia prima en la que esculpir el proyecto: la lectura de un texto. Se usaban textos clásicos, es decir, pertenecientes a la gran tradición del saber humano. Según avanzó la universidad en el tiempo, y dependiendo del objeto de los estudios —teología, filosofía, derecho…—, además de la Biblia y los clásicos grecolatinos, se fueron usando el corpus iuris civilis de Justiniano o el derecho canónico de la Iglesia. Con la lectio los maestros daban las lecciones durante las horas lectivas, de modo que los alumnos escuchaban directamente los textos de los grandes maestros. Esta lectura iba acompañada por los comentarios del lector (en inglés se usa todavía lecturer para hablar del profesor universitario).

La disputatio invitaba a aclarar puntos difíciles del programa y a que los alumnos ejercitaran sus habilidades dialécticas

Hay que recordar que en aquel entonces, siglos XII y XIII, las bibliotecas eran exiguas y transcribir un libro podía llevar de seis a ocho meses. Por eso se leía en común a los grandes autores en el aula. El uso de la lectio ya era común desde el siglo VI. Comenzaba con la introducción, que servía para presentar al autor, contextualizarlo y explicar su intención. A continuación venían las tres etapas de la explicación: la littera (lectura de los textos); el sensus (la interpretación literal de lo leído), y por último la sententia, la interpretación profunda del pensamiento del autor y del contenido del texto.

El universitario medieval era consciente de los distintos modos de aproximarse a un mismo pasaje. Lo resumía así un Distico (estrofa de dos versos que expresan un concepto completo):

«Littera gesta docet, quid credas allegoria, Moralis quid agas, quo tendas anagogia» /«El literal enseña los hechos, el alegórico es para que creas, el moral para que actúes, el anagógico para que vayas [al Cielo]». (Agustín de Dacia, Rotulus pugilarisI).

Al conjunto de comentarios en torno a un texto se le denominaba glosa. Estas quedaban muchas veces escritas en los márgenes y podían referirse tanto a la litteracomo al sensuscomo a la sententiaUn ejemplo de glosa al margen lo ofrecen los primeros vestigios del castellano en las llamadas glosas emilianenses.

Cada día se dedicaba la mañana a la lectio y al repaso de lo aprendido los días anteriores. La memoria era un elemento clave del método escolástico. A falta de libros, y de herramientas que permitieran una escritura ágil, se ejercitaba conscientemente la capacidad de la reminiscencia humana, sirviéndose de todo tipo de ingeniosas reglas de mnemotecnia, resúmenes, etc. «Marciano Capella recordaba la necesidad de ejercitar la memoria en un tiempo tranquilo para facilitar la meditación; a ser posible que fuese de noche, pues el silencio y recogimiento de la noche facilitan la concentración de los sentidos» (Vergara Ciordia, “Actualidad del método escolástico”).

Las cuestiones: comprender

La tarde, por su parte, era el momento de la enseñanza propiamente dicha. En ella se realizaba la collatioes decir, un coloquio en común entre maestro y estudiantes. Para discutir temas más polémicos o difíciles se estableció la quaestioComo su nombre indica, se trataba de plantear preguntas sobre los temas acerca de los que se había leído.

Las preguntas (las quaestiones) que maestros y alumnos se hacen abarcan la totalidad del saber y los debates de su tiempo

¿Qué tipo de cuestiones plantea un maestro medieval para discutir en sus clases? Se puede fijar la atención en la obra cumbre de la escolástica: la Suma Teológica de santo Tomás de Aquino. Escrita entre 1265 y 1274, quedó incompleta. Aun así, consta de cuatro partes y de un total de 512 cuestiones, cada una de ellas dividida en diferente número de artículos. La temática de la obra es amplísima, pues en ella se tratan de recoger todos los asuntos que debería saber un aspirante a bachiller. En buena medida está dedicada a cuestiones teológicas. Sin embargo, el fundamento filosófico está siempre presente, y cita tanto argumentos de los Padres de la Iglesia como de Platón, los filósofos estoicos, Cicerón y —sobre todo, ya que le consideraba el Filósofo por antonomasia— Aristóteles.

¿Algunas cuestiones que trata en el texto? Si Dios existe; si es simple o perfecto; si existe la verdad; si existe la falsedad; si Dios actúa con libertad; si se puede definir persona; si Dios es un ser personal; si Dios crea; si es la causa del mal; si podemos decir algo de los ángeles o los demonios; si el hombre es su alma; si el alma se relaciona con el cuerpo como forma; si la inteligencia es una facultad superior; si podemos conocernos a nosotros mismos; si podemos definir la voluntad; si podemos aspirar a la felicidad; si esta la puede alcanzar el hombre; si los actos humanos pueden ser calificados como buenos o malos; si debemos seguir a nuestras pasiones; si podemos amar; si podemos odiar; si cabe la pasión de la esperanza; si se puede remediar la tristeza; si podemos construirnos un carácter; si la justicia es dar a cada uno lo suyo; si se debe sus- pender a veces el acto de la justicia; si la ley se identifica con la justicia y si hay distintos tipos de ley; si el magnánimo es necesariamente orgulloso; si ser fuerte es especialmente resistir o atacar; y así 512 temas divididos en 2.669 artículos (preguntas más específicas). La sola lectura del índice de la Suma sirve para darse cuenta de la amplitud de miras de un maestro en la universidad medieval.

Pongamos ahora un ejemplo particular de cuestión, al que nos hemos referido al inicio de estas páginas: el de la relación del alma con el cuerpo. A la hora de cuestionar este tema, santo Tomás hacía un análisis comparativo de opiniones de autoridades con puntos de vista distintos. Esto no se hace nunca descalificando al contrario (lo que en retórica se llama «argumento ad hominem»), sino por medios estrictamente argumentativos: pone en valor todos los argumentos conocidos para seguidamente analizarlos, relacionarlos y —si fuera necesario— corregirlos o superarlos.

¿Qué se cuestiona? El autor de la Suma propone las siguientes preguntas:

  1. Si el principio intelectivo (el alma intelectual) se une al cuerpo como forma (aquí enfrenta a Platón, Avicena y Averroes con Aristóteles).
  2. Si el principio intelectivo (el alma intelectual) se multiplica o no conforme se multiplican los cuerpos (aquí trata las posturas sobre el intelecto de Avicena y Averroes).
  3. Si hay en el hombre otras almas además de la intelectiva (en discusión con algunos autores neoplatónicos y agustinianos).
  4. Si es conveniente que un alma intelectiva se una a un cuerpo (analizando a los que consideran que un cuerpo material sería indigno de un ser espiritual como alma del hombre, postura habitual en los gnósticos).
  5. Si la unión del alma intelectiva es por disposiciones accidentales (un nuevo tratamiento de si la unidad alma/ cuerpo es esencial o es accidental, como la del vestido con el cuerpo).
  6. Si el alma se une al cuerpo mediante otro cuerpo (una idea que, curiosamente, reaparece en Descartes como en el debate contemporáneo sobre la relación mente/ cerebro y la hipótesis del homúnculo interior).
  7. Si el alma está totalmente en cualquier parte del cuerpo (de nuevo, frente a la idea de que el alma ocupe algún punto material en el espacio).

Nuestra intención no es explicar estos temas, sino usar este ejemplo para iluminar algo central: las preguntas (las quaestiones) que maestros y alumnos se hacen abarcan la totalidad del saber y los debates de su tiempo. Y buscan positivamente en qué puntos hay contradicciones o qué soluciones no funcionan y por lo tanto tienen que ser declaradas falsas (esa es la parte irónica o destructiva del método socrático). Así es como ayudan al estudiante a avanzar en el conocimiento de la verdad (la parte de «nacimiento» o constructiva del método socrático).

Las disputas y la determinación

La disputatio era el método docente más original. Invitaba tanto a aclarar puntos difíciles del programa como a que los alumnos ejercitaran sus habilidades dialécticas (esto es, su «técnica retórica de dialogar y discutir para descubrir la verdad mediante la exposición y confrontación de razonamientos y argumentaciones contrarios entre sí»).

Las disputas solían celebrarse fuera del horario ordinario de las lectionesen jornadas de fiesta. Podían tener lugar en el claustro del edificio o en la plaza pública. Era algo similar a un torneo, que en este caso usaba como arma la palabra.

Su funcionamiento seguía la siguiente estructura: el maestro elegía un tema, alguno de los bachilleres —alumnos de cursos avanzados, avisados con antelación— lo desarrollaban y planteaban los distintos argumentos citando a los autores de las lectiones y razonando su sentido. El público, casi siempre numeroso, lo componían profesores y alumnos. Los doctores y maestros podían preguntar o argumentar, pero no ser contendientes principales.

¿Sobre qué disputaban? En los siglos XII-XIV interesaban los problemas reales tanto de teología, de filosofía, casos jurídicos o problemas de política. Se puede imaginar el ambiente en las salas o claustros donde se llevaban a cabo esas reuniones: alumnos brillantes tratando de ganar la corona de la fama, discutiendo argumentativamente, y no solo por un motivo dialéctico sino para avanzar en un asunto que preocupaba a la comunidad universitaria.

El momento culminante llegaba al día siguiente con la determinatioEn ella el maestro que había presidido el encuentro presentaba una síntesis de lo que se había dicho en la disputa y daba su propia respuesta al punto en debate. Esta respuesta a veces favorecía alguno de los puntos de vista, otras adoptaba aspectos de las diversas corrientes matizando (en los problemas reales no todo es necesaria- mente blanco o negro, hay espacio para una amplia gama de grises). Sin embargo, en ocasiones su determinatio podía ser contraria a todo lo que se hubiera defendido la tarde anterior: y es que un verdadero maestro debía servir ante todo a la verdad.

Se puede imaginar la tensa espera cuando el magister (mucho más que un árbitro) analizara lo que se había expuesto y diera su propia respuesta. Aprovecharía para criticar el estado de la cuestión en el mundo académico. Un buen maestro sabía que constantemente se encontraba en el filo de la navaja pues lo que esperaba ese público ávido de conocimientos, no eran solo novedades, sino un auténtico avance en la cuestión sometida a discusión.

La determinatio era el momento más sublime, y difícil, de esa metodología. Tal y como ocurre todavía en el mundo jurídico, lo que hacía el maestro era aplicar la prudencia para valorar las propuestas de los contendientes y tomar una «decisión intelectual» sobre cuál fuera la más adecuada. Esa verdad no sería la que surge de la autoridad o del dogma, sino la conclusión de argumentos racionales sobre los que se había discutido abiertamente. Si no lo hacía así, si se dejaba llevar por prejuicios o falacias lógicas, se vería sin duda rebatido. La vida universitaria ponía en juego la pericia intelectual de profesores y alumnos. Ambos lo vivían como un encuentro que iba más allá de lo lúdico: en la disputatio se trataba de honrar a la verdad pues se andaba siempre en su busca.

Lo expresaba así el mismo santo Tomás de Aquino: «Una disputa es magistral en las escuelas no porque rechace el error, sino porque instruye a los oyentes para inducirlos a la inteligencia de la verdad que pretende; entonces es necesario dotarse de razones que investigan la raíz de la verdad y que hacen saber cómo es verdadero lo que se dice. Por el contrario, si el maestro determina la cuestión solamente con el procedimiento de autoridades, ciertamente el auditor podrá certificar que es así, pero no adquiere ninguna ciencia ni inteligencia, y se irá de vacío».

La verdad universitaria nacía del razonamiento y de la investigación, no de la autoridad o de una imposición externa a la institución (entonces la doctrina eclesiástica, en nuestros días la agenda de la corrección política). Todo un alarde de libertad académica. La dialéctica diluía la frontera entre enseñanza e investigación: se investigaba enseñando, en una constante situación de tensión que realmente se daba en la convivencia culta de docentes y discentes. Un ejemplo nos lo ofrece la Suma Teológica de santo Tomás de Aquino: en principio fue pensada como un manual para alumnos que se iniciaban en el estudio de la teología y acabó convertida en una de las obras cumbres de la historia del pensamiento humano. Investigación, grandes libros y docencia eran tres realidades siempre unidas.

Un ejemplo de método: «Sí y no»

Eso no significa que la relación entre maestro y discípulos fuera horizontal: el maestro ejercía de guía. La experiencia dada por el estudio y los años de reflexión propios del maestro eran esenciales en el pensamiento crítico. «Nosotros sin guía vagamos errantes y por eso difícilmente alcanzamos la salud, porque no sabemos siquiera que estamos enfermos». El método escolástico no exigía la «eliminación de las tarimas» (Vergara Ciordia, “Actualidad del método escolástico”), ni implicaba el relativismo. En cambio sí distinguía poder (la imposición por la fuerza de una doctrina) de autoridad (la función de guía del docente sobre el estudiante hacia la sabiduría). En esto, una vez más, resultaba socrático. Entre otras, se ha conservado la que se puede considerar la gran obra de Pedro Abelardo: Sic et non (Sí o no, 1122- 1226), probablemente el libro más importante de todo el siglo XII, piedra de toque del método escolástico. En él somete «a consideración sentencias que la tradición había considerado verdaderas y que sin embargo la nueva cultura presentaba como insuficientes, vagas y aparentemente contradictorias. En el prólogo de su obra podía leerse: ‘Algunas afirmaciones (de los santos Padres) por la divergencia que parecen tener oscurecen la verdad y suscitan la pregunta’».

El renacimiento del pensamiento crítico
Estatua de fray Luis de León ante la Universidad de Salamanca.

Algunos dedujeron de esta actitud que Abelardo era un escéptico, alguien que se atrevía a plantar cara a un su- puesto dogmatismo de la Iglesia. Nada más lejano en sus intenciones. Abelardo era un dialéctico. O, por decirlo en terminología actual, un pensador crítico. El «sí y el no», el «pro y el contra» son el objeto de su tratado. Se centra en 158 cuestiones relacionadas con la fe y el dogma, trazando «un catálogo metódico de las contradicciones que se pueden descubrir en la Sagrada Escritura y en sus comentaristas más calificados, los Padres y los Doctores de la Iglesia», las autoridades. El Sí y el no es la razón que instaura una confrontación entre las autoridades. (…) Se comprende que Abelardo provocara el entusiasmo entre sus alumnos: no había nada en él del comentarista mediocre que utiliza su habilidad para evitar las situaciones embarazosas». Al contrario: Pedro Abelardo en Sic et non sienta las bases de la educación escolástica: atreverse a enfrentar los contrarios, convencido de que la verdad está a la espera de ser descubierta. Y que ese camino se recorre con la razón, no con el prejuicio o el miedo.

No era la suya una docencia acomodada: buscaba poner contra las cuerdas los lugares comunes sirviéndose del debate para acercarse así a la verdad, sin miedo a que la seriedad de análisis le condujera al error. «Su obra es la de un investigador que utiliza la dialéctica para llegar a una verdad positiva». Quiere entender por qué hay interpretaciones contrarias, desvelar cómo cualquier contradicción a partir de los datos de la fe no puede ser sino fruto de la precipitación, de la flaqueza de nuestro conocimiento o del misterio.

La existencia de la universidad como institución, y la apertura de pensamiento, fueron condiciones necesarias para la aparición de la idea moderna de ciencia

En un momento de Sic et non Abelardo dice que «la primera clave de la sabiduría es la interrogación asidua y frecuente (…). Es dudando como llegamos a la búsqueda, buscando como percibimos la verdad». La metodología de Sic et non sienta las bases de lo que hoy entendemos que debe ser el pensamiento crítico. Como ya hemos visto, un siglo y medio más tarde santo Tomás de Aquino lo sigue aplicando. Sin duda resulta muy pertinente plantearnos en qué medida esta aspiración, enseñar a pensar, se encuentra o no presente en nuestro entorno de enseñanza y aprendizaje.

La universidad medieval y el avance científico

Una pregunta que es necesario plantearse al acercarse el final de esta exposición es en qué medida la universidad medieval, y el uso del método escolástico, sirvió para que avanzara el conocimiento. Primero es necesario «dimensionar» adecuadamente el tamaño de la institución. «En 1254 el claustro de profesores de Salamanca contaba con un maestro en leyes y otro en decretos, dos maestros en decretales y otros dos en lógica, en gramática y en física; junto a ellos había también un maestro en órgano y otro personal no docente como un estacionario, un «apotecario» y dos conservadores». El número de alumnos era parejo: a finales del XIV había en Salamanca 500 alumnos. Con datos similares en otros centros universitarios, no es fácil lograr una gran producción científica. Una excepción se encontraba en Bolonia: 10.000 estudiantes en el siglo XIII. Sí eran frecuentes los cambio de universidad entre el profesorado, de modo que el conocimiento de los grandes maestros se expandía, también gracias a la universalidad del latín (santo Tomás, proveniente de Nápoles, fue discípulo en París de un alemán, san Alberto Magno; en Salamanca los profesores de derecho de los primeros años eran gallegos formados en Bolonia; también contaban con profesores ingleses).

La división de los saberes y el sentido de la educación se entendían distintamente a la actualidad. Todos los alumnos pasaban por la escuela de artes, estudiando el trivium y el cuadriviumla medicina se incluía en el estudio de la naturaleza. En medicina «los textos usados como autoridades eran los Aforismos y los Pronósticos de Hipócrates, algunas obras de Galeno y Constantino Africano, los tratados farmacéuticos de la Escuela de Salerno y, a partir de la segunda mitad del siglo XIII, los tratados de Avicena, Averroes y otros autores judeo-árabes. Estos textos (…) eran leídos y comentados de modo similar a los de derecho, filosofía o teología. Pero junto a esta enseñanza teórica existía también la práctica, fundamental para el ejercicio posterior de la medicina. De este modo, la cirugía acabó incorporándose a los estudios médicos y, a partir del siglo xiv, en diversas universidades se introdujo igualmente la práctica de la disección» (Barcala Muñoz, “Las universidades españolas durante la Edad Media”).

La determinatio era el momento más sublime, en el que el maestro tomaba una «decisión intelectual» sobre la respuesta más adecuada

¿Cómo avanzó el conocimiento? Se desarrollaron enormemente los estudios de lógica, retórica, argumentación dialéctica…, es decir, todos los conocimientos instrumentales necesarios para desarrollar el conocimiento sapiencial (filosofía, teología) y jurídico. Puede sostenerse que el nivel que se alcanzó en estos campos no ha sido superado pues alcanzó la excelencia de lo clásico (tampoco puede superarse la calidad de la filosofía o la tragedia griega, o del derecho y la poesía romana): hay modos de saber que son, desde ciertas perspectivas, independientes del desarrollo tecnológico. La filosofía y teología de san Anselmo,  Pedro Abelardo, Hugo de San Víctor, san Buenaventura, santo Tomás de Aquino, Duns Scoto o Guillermo de Ockham, constituyen cumbres del intelecto humano, suficientemente variadas entre sí como para dar cuenta de la riqueza de enfoques de aquellos tiempos.

Algo similar ocurriría con el campo del derecho. La de- cadencia del feudalismo, el desarrollo de las ciudades y de la burguesía, o la pujanza de las escuelas de derecho (Bolonia, Nápoles o Salamanca), fueron los factores determinantes. Se le dio una segunda vida al Derecho Romano con la aparición de las Siete Partidas de Alfonso X el Sabio en Castilla o de la Carta Magna de 1215 en Inglaterra. El cultivo del derecho en las universidades, y la extensión de la formación jurídica, fueron elementos clave para la mejora del gobierno tanto de la Iglesia como civil.

La idea de ciencia era bien distinta: se basaba más en las autoridades (la Física de Aristóteles, por ejemplo, o en interpretaciones literales de la Biblia) que en la observación empírica. El uso de la lectio podría incluso parecer una atadura: seguir centrando el cultivo de la medicina en Hipócrates o en la biología griega parece sin duda un atraso. Sin embargo, gracias al uso del método escolástico se habían puesto las condiciones necesarias para el cambio de modelo. Para Copérnico (1473-1543) sus cuatro años en la Universidad Jagellonica de Cracovia serían claves en el desarrollo de sus capacidades críticas y de cara a iniciarse en el análisis de las contradicciones lógicas entre los dos sistemas oficiales de astronomía (Aristóteles y Ptolomeo). Podría decirse que la aplicación del método crítico fue una de las causas profundas de la revolución copernicana.

La universidad medieval ayudó al avance científico en otro sentido: este encontró el lugar donde cultivar el humus que le permitió desarrollarse. La existencia de la universidad como institución, y la apertura de pensamiento a la que invitaba el pensamiento crítico, fueron condiciones necesarias para la aparición de la idea moderna de ciencia. Ese ambiente de estudio y reflexión era un entorno mucho más aprovechable para la concepción de ideas geniales que el ejército, la agricultura o las cocinas. Así, Galileo despertó al espíritu de investigación en sus años de estudiante de medicina en Pisa; Kepler hizo lo mismo en Tubinga: sin la universidad difícilmente hubiera sido posible la revolución científica del XVII. Y se trataba —al menos en los casos de Copérnico, Galileo o Kepler— de una universidad que aún seguía el modelo medieval.

Accidentalmente, la universidad fue también un gran apoyo para la difusión del saber: aunque no todo gran pensador o científico pasó por ella (Descartes, Pascal, Spinoza), es gracias a ella como ese saber se universalizó y pudo expandirse.

¿Y los conocimientos técnicos? Tuvieron menor fortuna, pues no formaban parte de los estudios universitarios sino que se impartían en escuelas, muchas veces organizadas por los diferentes gremios, dada su finalidad directamente aplicada. La ingeniería estaba unida a la tarea militar, o al desarrollo civil (puentes, caminos), pero la primera escuela formal de ingeniería no se estableció hasta 1675, cuando Jean Baptiste Colbert fundó un Corps du Gènie por orden de Luis XIV. Habría que esperar hasta el siglo XIX para que se establecieran las primeras escuelas universitarias de arquitectura (la de Madrid es de 1844), de comercio o de empresariales: claro que ya se edificaba, o que había comerciantes, pero no se consideraba que fueran tareas propias de estudio universitario.

¿Qué queda de todo esto en el momento actual?

Una analogía, aunque más reducida en el número de agentes que intervienen y en la atracción que ejerce sobre el público, sería la revisión por pares de artículos en revistas y de comunicaciones en congresos, así como los paneles de discusión que deberían seguir a esos artículos y presentaciones. Al menos es así sobre el papel, y los revisores esforzados dan realmente pie a un compartir racional que necesariamente mejora el trabajo de los equipos de investigación.

Otro ejemplo podrían ser los seminarios de profesores. Como la quaestioen principio tratan de una pregunta que juega en la brecha del conocimiento. En el seminario un profesor presenta ante el claustro y los alumnos de una facultad o departamento los resultados o perspectivas de su investigación. El público que asiste, compuesto en parte por maestros, puede plantear objeciones, desvelar razonamientos poco rigurosos usados durante la exposición, ampliar las miras bibliográficas y el estado de la cuestión con aspectos que quizá el ponente no haya tenido en cuenta o desconozca. Y el ponente no lo tomará como una ofensa, sino como ayuda y ocasión de mejora y crecimiento tanto para él como investigador, como para el cuidado con que su trabajo hace justicia «de lo que hay», de la verdad.

El principal obstáculo contra la posibilidad de revitalizar la lectioquaestio,disputatio determinatioes lo que Paul Boghossian ha llamado el miedo al conocimiento: si la verdad fuera un constructo social en el que debe dar- se prioridad a las modas, a lo que dictaminan el poder o la agenda política, no habría espacio para la discusión intelectual. El relativismo nihilista —que afirma que no podemos saltar más allá de nuestra subjetividad y, por tanto, que la verdad no existe—, corroe todo debate. A veces lo hace imponiendo un credo, un dogma, que califica cualquier planteamiento que lo ponga en duda con acto de fobia odio. Y esto lo hace sin servirse de argumento racional alguno: el miedo al conocimiento renuncia a la verdad, al diálogo y a la razón. Le queda solo la ideología y el ejercicio del poder (como imposición, como censura, como amenaza). Si en la universidad contemporánea hay temas de los que no se puede hablar, o la verdad se limita a ser un constructo, se evapora la posibilidad de ejercitar el pensamiento crítico.

Por último, cada vez parece más complicado encontrar tiempo para celebrar encuentros así: la carga docente y de correcciones, la disparidad de horarios, los criterios de productividad dominantes, la necesidad de publicar o morir antes que de compartir y avanzar juntos, el interés solo por aquello que puntúe para las acreditaciones, y tantos otros problemas prácticos, hacen difícil encontrar el hueco necesario para que la academia siga siendo ese espacio sagrado en el que deberían darse las discusiones abiertas.

Fuente: https://www.nuevarevista.net/destacados/renacimiento-del-pensamiento-critico-clases-en-las-primeras-universidades/

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En las aulas se define el futuro de Cuba

Cuba / 3 de febrero de 2019 / Autor: Yaima Puig Meneses / Fuente: Juventud Rebelde

Presidió Díaz-Canel una reunión con los principales dirigentes de los organismos de la Administración Central del Estado en la que se analizó el proceso de formación y desarrollo de la fuerza de trabajo calificada

Es la formación y desarrollo de la fuerza de trabajo calificada una prioridad del Gobierno cubano por todo lo que ello implica para el futuro del país. Así se destacó este sábado en un encuentro de trabajo encabezado por el Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, que contó con la participación de los principales cuadros de dirección de los organismos de la Administración Central del Estado.

Díaz-Canel Bermúdez instó a escuchar más a los recién graduados cuando tienen ideas y a darles participación en las decisiones de los centros a que son asignados. «Aprovechemos sus conocimientos y deseos de innovar, de proponer soluciones; sus facilidades para emplear y aplicar las nuevas tecnologías y su visión para darse cuenta de uno u otro problema.

«Si una inversión es necesaria en una entidad de servicio o empresa —acotó— es la que se destina a desarrollar la fuerza de trabajo calificada, sin ella no podemos resolver los problemas que tenemos en nuestros centros y la calidad que aporta a ellos es invaluable.

«Piensen siempre —reflexionó— que estamos formando trabajadores, obreros, líderes; que estamos haciendo una inversión para la reserva científica y para el futuro del país».

El periodo de adiestramiento es vital para enseñar a los recién graduados, para motivarlos a hacer por los centros de trabajo y crear en ellos un mayor sentido de pertenencia, insistió Díaz-Canel, al tiempo que reiteró la importancia de desarrollar la cultura del detalle en los lugares, pues mantener un espacio bonito y ordenado no necesariamente implica ostentación.

Estrechar el vínculo con las universidades es fundamental para propiciar el desarrollo, reiteró.

Y ejemplificó con lo puesto en práctica durante las recientes visitas de Gobierno a las provincias de Sancti Spíritus y de Cienfuegos.

En esos intercambios se pueden conocer criterios de los estudiantes acerca de diferentes procesos, pero también proponerles retos e involucrarlos. Acudir a la ciencia y a la investigación para resolver problemas es sabio, concluyó.

«Ya tenemos un camino recorrido, pero todavía podemos hacer más».

La viceministra de Educación Margarita McPherson Sayú explicó las bases fundamentales que sustentan la política aprobada sobre la responsabilidad de los organismos y entidades en estas cuestiones, e insistió en que el análisis y la atención tienen que ser de manera integral.

Dicha política —dijo— da respuesta a los problemas presentes por varios años en esta actividad y se centra en la responsabilidad de los organismos y entidades con los procesos de formación vocacional y orientación profesional; formación de obreros calificados y de profesionales de los niveles medio y superior; así como en la superación y formación posgraduada de los recursos humanos y la actividad de ciencia e innovación tecnológica.

Claramente han sido definidas funciones comunes de los organismos y entidades, lo cual constituye una fortaleza de la política aprobada, aseguró.

Lo diseñado está encaminado de manera general —puntualizó— a asegurar la atención priorizada por parte de los principales directivos de organismos y entidades, la permanencia de los graduados en sus puestos de trabajo y a lograr una mayor calidad en la formación y estabilidad de la fuerza de trabajo.

De manera general, durante el debate se insistió en la necesidad de estrechar cada vez más el vínculo de los estudiantes con los organismos y en la atención que se debe dar a los graduados en los diferentes centros.

El vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministros Roberto Morales Ojeda reconoció el incremento de aulas anexas en fábricas y empresas, lo que fortalece la preparación de la fuerza de trabajo y constituye una inversión que garantiza el desarrollo futuro del país.

Particularmente sobre la Educación Técnica y Profesional, el director de esa actividad en el Ministerio de Educación, Eugenio González Pérez, comentó que la matrícula supera los 164 mil 800 estudiantes, cifra mayor a la alcanzada en el anterior periodo lectivo.

La incorporación de los estudiantes en diferentes procesos productivos y de servicios ha sido fundamental, enfatizó.

Ello no solo repercute en la formación de los egresados, sino que los prepara teniendo en cuenta también las necesidades y exigencias de los propios organismos, incluidas cada vez más en los planes de estudio de las diferentes carreras y enseñanzas.

El vicepresidente Morales Ojeda enfatizó en que se han dado pasos importantes en los últimos años, lo cual permite hablar de resultados concretos que, sin satisfacer totalmente las necesidades, sí inician un camino que permite poco a poco ir dando respuesta a las demandas de fuerza de trabajo calificada. Insistió en la necesidad de pasar a un momento de certificación del proceso docente en las instituciones como un paso superior, que incide directamente en la integralidad con que debe verse.

Asimismo, valoró la pertinencia de que los recursos precisos para hacer cumplir la política estén incluidos en el Plan de la Economía, para garantizar así su adquisición y la continuidad del proceso.

Acerca de la formación de profesionales de nivel superior, Aurora Fernández González, viceministra de Educación Superior, hizo referencia al perfeccionamiento y certificación de las unidades docentes, aspecto que precisa de un vínculo directo con los organismos empleadores con una visión integral en la preparación; a los programas de formación del nivel de Educación Superior de ciclo corto; así como a la reserva científica y el premio al Mérito Científico. Raúl Alejandro Palmero Fernández, presidente de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU), valoró que la inclusión de estos temas en los análisis es de mucha importancia y en gran medida da respuesta a diversos acuerdos emanados del IX Congreso de la Organización.

Las unidades docentes no solo tributan a la formación integral de los egresados —consideró— sino que permiten que las investigaciones tengan matices donde se tengan en cuenta las verdaderas problemáticas existentes en el país.

La docencia puede convertirse en un elemento dinamizador de la calidad y la eficiencia de las empresas, valoró el vicepresidente Morales Ojeda.

A su vez, consideró de amplios y muy útiles los resultados que pueden salir del vínculo entre los centros de enseñanza y las empresas.

En la agenda de la reunión también estuvo el examen de la gestión de los recursos humanos que se hace por parte de los organismos y la atención a los recién graduados, lo cual, explicó Margarita González Fernández, ministra de Trabajo y Seguridad Social, forma parte de un análisis general que sistemáticamente se realiza sobre el empleo en el país.

Todo un reto constituye la atención a los jóvenes egresados —destacó—.

Ello no solo contribuye a incrementar su compromiso con la entidad a que fueron asignados, sino que permite, además, que se aprovechen sus conocimientos en función del desarrollo.

Fuente de la Noticia:

http://www.juventudrebelde.cu/cuba/2019-01-26/en-las-aulas-se-define-el-futuro-del-pais

ove/mahv

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